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Universidad de Concepción Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Sociología SOCIOLOGÍA DE LA EMPRESA Y DEL TRABAJO Ficha n° 3 Martín Torres R. 09 de diciembre de 2015 Aspectos centrales del texto Se comienza haciendo una distinción entre las diferentes expresiones de sindicalismo; aquí nos encontramos con un sindicalismo de clase y otro corporativo (gremialismo). En el texto se abordan estas expresiones mediante un cotejo entre Chile y México. Se repasan las contradicciones propias de la década del 80’, en la cual se agudizó la crisis del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, proceso que provocó una desregulación y una flexibilización de las relaciones laborales tanto en México como en Chile, a diferencia de un país como Brasil, que a pesar de haber sufrido efectos de la crisis, se reindustrializó y a raíz de esto se articuló un resurgimiento del movimiento sindical. Se continúa con una revisión genealógica de la fragmentación del movimiento sindical, reparando así en su desarticulación como un producto (o un reflejo) del escenario configurado por el nuevo orden del mercado mundial. En este sentido el principal protagonista viene a ser la globalización, fenómeno que consiguió profundizar ciertos aspectos que debilitaron la organización sindical, dentro de los que podemos nombrar un proceso de reestructuración económica que heterogeneizó a la

Movimiento sindical Jorge Rojas

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Universidad de ConcepciónFacultad de Ciencias SocialesDepartamento de Sociología

SOCIOLOGÍA DE LA EMPRESA Y DEL TRABAJO

Ficha n° 3

Martín Torres R.09 de diciembre de 2015

Aspectos centrales del texto

Se comienza haciendo una distinción entre las diferentes expresiones de sindicalismo; aquí nos

encontramos con un sindicalismo de clase y otro corporativo (gremialismo). En el texto se

abordan estas expresiones mediante un cotejo entre Chile y México.

Se repasan las contradicciones propias de la década del 80’, en la cual se agudizó la crisis del

modelo de industrialización por sustitución de importaciones, proceso que provocó una

desregulación y una flexibilización de las relaciones laborales tanto en México como en Chile, a

diferencia de un país como Brasil, que a pesar de haber sufrido efectos de la crisis, se

reindustrializó y a raíz de esto se articuló un resurgimiento del movimiento sindical.

Se continúa con una revisión genealógica de la fragmentación del movimiento sindical,

reparando así en su desarticulación como un producto (o un reflejo) del escenario configurado

por el nuevo orden del mercado mundial. En este sentido el principal protagonista viene a ser la

globalización, fenómeno que consiguió profundizar ciertos aspectos que debilitaron la

organización sindical, dentro de los que podemos nombrar un proceso de reestructuración

económica que heterogeneizó a la clase obrera a partir de la aparición de nuevas formas de

organización de la producción. Esto se conjugó con los crecientes procesos de desregulación

que le quitan al capital sus responsabilidades con el trabajo y la sociedad (Rojas, 1995, p. 73).

Posteriormente se realiza un análisis de los actores que se relacionan con el movimiento

sindical; se esgrime que, a partir de los 80, el Estado limitó los espacios institucionalizados que

le ofrecía a los sindicatos, fenómeno que se manifestó con mayor fuerza en México que en

Chile. Sobre los empresarios se argumenta que, a raíz de la aparición del neoliberalismo, se

convirtieron en los actores centrales del proceso productivo, en desmedro de los obreros. En

México, el empresariado apuntaba “a poner fin al corporativismo estatal y a debilitar o limitar el

poder de los sindicatos” (Rojas, 1995, p. 81). En Chile, el empresariado en connivencia con el

Estado se encargó de implementar un reajuste económico que agudizó la férula neoliberal que

hasta el día de hoy se manifiesta en el mercado. Los partidos políticos, por su parte, tendieron a

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reducir sus lazos con los sindicatos (esto producto también del decreciente número de partidos

marxistas), cuadrándose con las lógicas de desregulación.

A continuación se realiza un grávido análisis del estado del movimiento sindical en México y en

Chile. En el primer caso nos encontramos con un movimiento que tiene distintas expresiones

que parecen no conciliar. Los pocos casos de posturas contrapúnticas a la propensión

desreguladora, no reciben apoyo sustancial y se ven relegados a una postura concertante. Por su

parte, en el caso de Chile se presentan dos expresiones dominantes, que lejos de contrastar, se

ven con una dirección común (una más profundizada que la otra). En este sentido, nos

encontramos con una desregulación total y con una parcial. Mientras que quienes se incardinan

en la desregulación total se ven sometidos inapelablemente a las decisiones del empresariado,

quienes lo hacen en la desregulación parcial (o de baja intensidad), a pesar de tener cierto nivel

de organización, difícilmente puedan representar algo más que una leve resistencia a las

directrices del empresariado; esa es la lógica a la que tiende el capitalismo chileno, y que le ha

permitido ser tan efectivo.

Finalmente se repasan los procesos de democratización y las relaciones de carácter intersindical

y externas que se mantienen con otras organizaciones y se examina la estructura y la afiliación

sindical tanto en México como en Chile.

Aplicabilidad

Considero que las apreciaciones que se realizaron sobre el movimiento sindical continúan

siendo vigentes, al menos en el caso de Chile. Hoy en día nos encontramos con una clase obrera

desarticulada y sin conciencia de clase, lo que permite que siga existiendo una desregulación

abismante, al punto de que pareciera ser que aquella concepción valórica que sitúa la ganancia

por sobre quien la produce se ha imbuido en las subjetividades de los actores sociales y

posibilita una validación subrepticia de un modelo que claramente requiere transformaciones.

Del mismo modo, no existen grupos que, de forma efectiva, hayan sabido organizarse en

oposición a la desregulación; la mayoría de los obreros sindicalizados abogan por posturas

conciliadoras y es la casta política de los sindicatos los que finalmente obtienen los mayores

beneficios, por lo que en cuanto a mi visión de las cosas, la eventualidad de un auténtico

movimiento sindical parece una ponderación insustancial y utópica.

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Opinión

Considero que las formas en las que se articulan los movimientos sociales –y sindicales, más

precisamente– son un reflejo de las concepciones estructurales de la época. En este sentido, si

hay un movimiento sindical desarticulado, es porque probablemente la sociedad en su conjunto

se encuentra desarticulada, y esta afirmación no parece disparatada si consideramos el caso de la

sociedad chilena. La aparición de recientes escándalos políticos –que salen a la luz pública por

una acción institucional, y son revelados por los medios de comunicación– nos ha demostrado

que la incidencia efectiva de los actores sociales es escasa y que no hay mayores repercusiones

a partir de la acción colectiva, porque esta ha perdido fuerza. Y si la acción colectiva pierde

fuerza es porque las concepciones de mundo, los sentidos comunes son distintos a como lo eran

hace años; en estos días, el individualismo se encuentra camuflado por expectativas de vida que

se constituyen como un discurso instalado y que se reproduce a nivel microsocial. Con estas

adversidades, difícilmente sea posible que surja un movimiento sindical que inicie el cambio

sustancial que se necesita. A mi juicio, son dos las posibilidades para este movimiento: Primero,

que las condiciones de desregulación empeoren, y se haga necesaria la intervención de la clase

obrera para asegurar parámetros laborales de calidad, y que a partir de esto se reinvente con un

mayor alcance el movimiento sindical. Segundo, que se mantenga el paso débil que tienen

actualmente los sindicatos, y que este avance consiga difundirse a tal punto que se instale como

un nuevo sentido común en el mundo de la vida, a partir del cual cobre fuerza el movimiento

sindical. Si termina siendo real aquel adagio señalado por Marx, que afirmaba que el

capitalismo genera el germen de su propia destrucción, entonces sólo queda esperar que este

germen finalmente consiga enfermar a su huésped.

Rojas, J. (1995). Procesos de modernización, clase obrera y movimiento sindical en América

Latina. En I. Bultmann, M. Hellmann, K. Meschkat, y J. Rojas. (Ed), ¿Democracia sin

movimiento social? Sindicatos, organizaciones vecinales y movimientos de mujeres en

Chile y México (pp. 53-130). Caracas: Nueva Sociedad.