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Lo político en el Nuevo Cine Argentino: el caso de Mundo grúa
Eduardo Cartoccio
Universidad de Buenos Aires
Carrera de Cs. de la Comunicación
1. Introducción
El objetivo de nuestro trabajo es el de esbozar una idea acerca del
funcionamiento de lo político en la película Mundo grúa (Trapero, 1999), que sirva al
mismo tiempo como reflexión acerca de lo político en el Nuevo Cine Argentino. Nos
sirven de punto de partida para nuestra reflexión, tres opiniones que queremos presentar.
Una es la de Horacio González respecto de otra película de Trapero, El bonaerense:
Así consigue con mayor facilidad realizar lo que eventualmente ha sido festejado
en estas filmografías: no juzgar, o como se dice, “no bajar línea”. Desde luego
este es un problema más profundo que no se resuelve con la voluntaria rrenuncia
al enjuiciamiento que subyace (debe subyacer), a cualquier empresa artística o
política. (...) Una vez obtenido el resultado de evitar el famoso inconveniente de
“bajar línea”, hay que mostrar que el arte puede en sí mismo cargar con el peso
de su propia verdad. (González: 2003, 158)
Lo que critica González en El bonaerense es su carencia de punto de vista sobre
lo político. Bernini, por su parte, en una frase que luego retomaremos y a raíz del
comentario de Mundo grúa enuncia:
Si algo político hay en este cine, ello consiste en mostrar que la política, como
práctica identitaria y como potencia de transformación, ha fracasado o no
interesa a la ficción (Bernini: 2004, 104)
1
Hasta aquí tenemos la tematización de lo político como carencia de punto de
vista o como mostración del fracaso de lo político. Por nuestra parte, trataremos de
pensar si “hay algo político” en este cine que no sea sólo registrable desde su carencia o
negatividad. Una reflexión que se posiciona desde la positividad de lo político en el
nuevo cine, es la que desarrolla Gonzalo Aguilar y que nos interesa señalar. Dos
caracteres básicos configuran la politicidad del nuevo cine: la indeterminación de la
función política y el registro del funcionamiento de lo político. Según el primer aspecto,
en su trabajo sobre la forma cinematográfica, cada director modela “un sentido que
puede ser o no político” y que deja lugar a la participación activa del espectador en la
construcción del mismo a través de su lectura. Según la otra característica, lo importante
del funcionamiento político de un film no son los valores, juicios o puntos de vista que
pueda brindar, sino el funcionamiento concreto de las instituciones que se pueda
mostrar a través de la forma cinematográfica (Aguilar: 2006, 135-142) Retomando esta
perspectiva intentaremos mostrar cuáles son esos funcionamientos en Mundo grúa, de
qué manera la película los muestra y cómo se puede pensar una politicidad presente en
la obra, aun cuando de una manera que no sea asimilable a formas ya conocidas de
“cine político” o de cine con mensaje político. 1
2. Mundo grúa. Melancolía y subjetividad
1 En lo que sigue, cuando hablemos de cine político nos estaremos refiriendo al cine como praxis política, tal como el que desarrollara Pino Solanas con La hora de los hornos, por ejemplo, y del cual el videoactivismo contemporáneo sería una continuación. El cine con mensaje político sería aquel que desarrolla una forma típica de interpelación al espectador a través de la demostración de una tesis o ilustración de un concepto que se explicitan a través de los diálogos y de una actuación bastante teatralizada. A través de este tipo de cine se desarrollaba predominante el vínculo entre cine y política en los años ochenta y principios de los noventa (Vid. Aguilar: 2006, 135-142).
2
Rulo es un operario que subsiste en medio de una gran inestabilidad laboral en
los años noventa en Argentina. De joven integró un banda musical exitosa, pero esos
tiempos quedaron atrás, y ahora debe trabajar como obrero. Gracias a su amigo Torres,
una especie de subcontratista, comienza a trabajar en la grúa de una obra en
construcción. Está contento. Cerca de la obra conoce a una mujer con la que empieza a
salir. Pero es despedido del trabajo (no lo toman como efectivo y prescinden de él) por
los resultados de su examen médico. Mientras tanto su hijo (un adolescente que toca en
una banda) ha vuelto a vivir con él en su casa (El Rulo es separado), pero al poco
tiempo él debe despedir a su hijo, porque el estilo de vida del joven le desorganiza su
vida.
El Rulo entonces, está sin trabajo, y Torres, nuevamente, le consigue trabajo en
la lejana ciudad de Comodoro Rivadavia. Va allí, pero al cabo de un tiempo decide
volver porque no soporta el extrañamiento y las condiciones laborales y habitacionales
penosas de ese lugar. La película termina con su regreso a San Justo.
“Rulo convive en el sur con los trabajadores agremiados en la CTA, pero
cualquiera de sus actividades de lucha lo deja indiferente. Si algo político hay en este
cine, ello consiste en mostrar que la política, como práctica identitaria y como potencia
de transformación, ha fracasado o no interesa a la ficción” (Bernini: 2004, 104). El autor
de esta cita hace referencia a unos hechos que suceden durante la estadía de Rulo en
Comodoro Rivadavia. Allí, efectivamente, este presencia una reunión sindical donde se
plantea una lucha reivindicativa acerca de las condiciones laborales en su propio lugar
de trabajo. Lo que la cámara muestra y las acciones del relato confirman, es que Rulo no
se siente interpelado por esa discusión, se lo ve más bien distanciado y ensimismado. A
partir de datos como este, Bernini señala el desinterés por la política de las ficciones de
Trapero. A tono con el carácter interrogativo que creemos que tiene el nuevo cine
argentino queremos formular unas preguntas acerca del mismo pasaje del film que
esperamos podamos contestar satisfactoriamente en el curso de un breve análisis de la
película en su conjunto: ¿por qué el protagonista del film no se une al reclamo de los
obreros de Comodoro Rivadavia? ¿Por qué Trapero llega a mostrar esa reunión que no
incide en el curso narrativo del film? ¿Qué tipo de valoraciones estéticas y políticas se
ponen en juego en esta escena?
La película trata el tema de la relación entre trabajo y vida personal. Más
específicamente entre trabajo flexibilizado y precarizado y vida personal. Como señaló
3
Horacio González para el caso de El bonaerense, es una de aquellas películas del nuevo
cine donde hay coincidencia formal de “los temas relatados con los medios utilizados
para sostenerlos narrativamente” (González: 1998, 157). Es decir un relato lacunar y
fragmentario cuenta la historia de un personaje que siente su vida personal como
dispersa y fragmentada . En este contexto, a lo largo del relato se establece una tensión
entre aquellos elementos que podemos llamar de continuidad o integración y de
discontinuidad: continuidad de una historia y una identidad personal estable y
proyectada en el tiempo pasado y futuro; discontinuidad, dispersión, fragmentación de
un relato identitario estable, corrosión del carácter, en el sentido en que lo establece
Richard Sennett para señalar la relación entre trabajo y vida personal en el contexto del
trabajo flexibilizado. El eje que permitiría la configuración de un carácter estable y a
largo plazo sería el trabajo (en su versión fordista y burocrática)2, que es exactamente lo
que falta en esta historia que se centra, por ello, en la amenaza de la identidad personal
en medio de la desocupación y el trabajo precarizado. En los dos momentos en que el
Rulo comienza en un nuevo trabajo se crean ciertas expectativas, se muestran ciertos
indicios (sobre todo en el primer caso), de que su vida personal se va a reorganizar, pero
más tarde o más temprano, todo vuelve a caer. Los elementos de una continuidad o
integración posible (restablecimiento de la relación con el trabajo, de las relaciones
afectivas, de su memoria o historia personal), sucumben bajo el relato fragmentado de
un proceso de fragmentación. En distintas ocasiones se ha señalado que lo que muestra
Mundo grúa es el funcionamiento del mundo del trabajo. A esto habría que agregar es el
funcionamiento de la subjetividad configurada y desgarrada bajo las formas cambiantes
de relación con el trabajo.
Dentro de esta forma global de coincidencia entre la estructuración del relato y
las características del tema de ese relato, aparecen rasgos de costumbrismo de una
manera particular: como una especie de costumbrismo quebrado y estallado, cuyas
esquirlas se presentan aquí y allá configurando el gesto enfático y patético de su propia
imposibilidad de integración, como si en la película estuvieran representados los restos
de un costumbrismo imposible de rehabilitar, y por ello mismo, más evidentes aún. Es
2 Richard Sennett define carácter de la siguiente manera: “Tal vez el aspecto más confuso de la flexibilidad es su impacto en el carácter. [esto es] el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y a nuestras relaciones con los demás. (...) El carácter se centra en particular en el aspecto duradero. “a largo plazo”, de nuestra experiencia emocional” (Sennett: 2000, 10). Por otra parte, en la literatura sociológica sobre exclusión social, desafiliación, marginalidad y efectos sociales del neoliberalismo en los años 90 abunda el tratamiento de la relación entre los cambios en el mundo del trabajo y configuración de la subjetividad o la identidad personal. La metamorfosis de la cuestión social, de Robert Castel constituye un punto de referencia central en este tema.
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así como se presenta buena parte de la caracterización del protagonista: afable,
simpático, de buen corazón (el tema musical es un vals tanguero que se llama Corazón
de oro), buen amigo, buen compañero, cariñoso y servicial con su madre que lo espera
con un mate. El tipo de persona “que se lleva bien con todos”, y tiene expresiones como
“no quiero quilombos”, “a mí me gusta la joda”. Todos hasta aquí elementos de un
realismo costumbrista que contribuirían a la imagen dulcificada de un personaje “del
pueblo”. Sin embargo, los rasgos costumbristas de la caracterización del personaje y de
algunas situaciones y diálogos son rasgos que valen en ella precisamente porque no
cierran, porque operan como medios para contrastar lo que emerge del relato: una
situación de melancolía. Aguilar habla de nostalgia hacia el mundo del trabajo
desvanecido. Creemos que la nostalgia, como sentimiento más leve que la melancolía,
puede funcionar muy bien con los rasgos clásicos del costumbrismo como idealización
de la “vida cotidiana”, incluyendo las prácticas y costumbres culturales del pasado
inmediato o cercano a las que se les rinde tributo precisamente a través de la mirada
nostálgica. En cambio la melancolía no puede llegar a configurar una mirada o un relato
sobre el pasado en relación con el presente. “La estructura del film es la de puro
presente, ya que el trabajo jamás llega a constituir la narración sostenida e integral que
el Rulo fervientemente desea” (Aguilar: 2006, 159). Mientras la nostalgia está enfocada
hacia el pasado, la melancolía se centra en el presente y no puede salir de él, es una
mirada ahogada o empantanada en una especie de presente detenido y denso, donde el
pasado no puede existir en la forma de un relato global, sino a través de imágenes
fragmentarias y dolorosas, como esquirlas y restos insertos en este presente.
Y es en esa temporalidad presente y en ese proceso melancólico en el que se
centra la película. Un proceso que no podría enmarcarse dentro de caracteres genéricos
que le darían algún tipo de cierre, cuando el film mismo consiste en la exploración de
ese proceso. Por eso ni el costumbrismo ni alguna forma de cine con mensaje político
pueden funcionar más que como asomos o esbozos imposibles, que potencian lo que el
film muestra desde su propia imposibilidad. Ni el costumbrismo que redondearía una
imagen idealizada de un obrero feliz y conforme con su lugar en el mundo (donde no
habría melancolía y tal vez, a lo sumo una leve nostalgia); ni la definición hacia algún
género de cine con mensaje político, donde la melancolía se transformaría en un proceso
de duelo primero afrontado y luego probablemente superado por el héroe-protagonista.
El costumbrismo estaría más orientado hacia el pasado idealizado o armonizaría pasado
y presente desde una visión conciliadora; el cine con mensaje político, orientaría el
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presente hacia el futuro superador. Pero el film se sitúa en un momento de presente sin
salida y en una subjetividad melancolizada, tan fragmentada y dispersa como las
características de las condiciones laborales con las que se relaciona, según lo muestra el
film.
3. Los procesos
Señalamos que podría hablarse de procesos de continuidad o integración y de
discontinuidad o fragmentación para dar cuenta de la estructuración del relato en la
película. Lo que se integra o se desintegra en cada caso es la vida personal del
protagonista. Esquemáticamente podemos decir que hay una primera parte de la historia
en que predominan los procesos integración; es allí donde a partir de la obtención
provisoria del trabajo en la grúa el film va mostrando la configuración de un incipiente
entorno personal que alienta ciertas expectativas de estabilidad personal y afectiva del
protagonista. Trabajo, vida amorosa, relación paterna y relaciones de amistad parecen
poder llegar a engranar para constituir un mundo personal estable en el Rulo. Sin
embargo, este relato de integración ya desde el inicio aparece atravesado por la
mostración simultánea del estado de fragmentación que trae el protagonista desde antes.
Esto podemos abordarlo desde dos aspectos: la corporalidad y la temporalidad
exploradas en varios pasajes, por un parte; y el tema de la memoria personal, también
central en la película.
Hay un aspecto que llama particularmente la atención en el personaje del Rulo:
su corporalidad, sus gestos, su comportamiento gestual y corporal lo que Bourdieu
llama la hexis corporal3. Su voluminosa y redonda panza, sus manos regordetas y
gastadas de trabajador manual, su forma de comer, de tomar mate, de agarrar y oler un
sandwich de milanesa, de llevar puestos los anteojos cuando repara un artefacto. Una
forma de patentizar esta corporalidad en el film es a través de planos y escenas que lo
muestran solo, en su casa, mirando la televisión, comiendo, durmiendo, y también las
numerosas escenas en las que aparece reparando algo (un motor, una persiana metálica)
por su cuenta, o para sí mismo. Son planos que tienden a ser bastante cerrados, desde
planos de conjunto de los estrechos ambientes de su vivienda, hasta planos medios y
cortos, que marcan una relación de intimidad mayor con el personaje. Son perceptibles
3 “La hexis corporal es la mitología política realizada, incorporada, convertida en disposición permanente, manera duradera de mantenerse, de hablar, de caminar, y, por ello de sentir y de pensar” (Bourdieu: 1991, 119, itálicas en el original).
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también los silencios que se mezclan con el paso de la duración temporal de las tomas,
todo lo cual permite al espectador concentrarse en esta figura del Rulo, en sus detalles, y
a interpretar de alguna manera la historia que hay detrás de esa configuración corporal.
Gran parte de lo que hay para contar en la película lo cuenta el cuerpo del protagonista,
con sus tiempos y movimientos (como diría Frederick Taylor, pero aquí llevado al plano
más íntimo), sus silencios, sus cadencias gestuales. La historia personal (eso que el
protagonista no puede articular como un relato de sí mismo) aparece aquí como historia
corporal sedimentada. Y lo que se observa a través de ella es la soledad del
protagonista, su aislamiento, su confinamiento en el presente.
La memoria personal también ocupa un lugar importante en la construcción del
personaje central y aparece desde los primeros momentos del relato. Sabemos que el
Rulo en su juventud en los años 70 formó parte de un grupo exitoso que llegó a tener
éxito comercial con un tema (Paco Camorra) y vemos al Rulo del momento presente de
la historia (los años 90) convertido en un obrero precarizado. Estamos evidentemente
ante una historia de contraste (no específicamente de descenso social, en cuanto se
percibe que el protagonista siempre perteneció a una misma clase popular) pero sí un
contraste que marca un descenso y un deterioro. ¿Pero cómo se relata esta historia en el
film? Se lo hace a través de la imposibilidad, de la falta de deseos del Rulo de contar su
historia. En varios pasajes a lo largo de todo el relato, aparecen situaciones en la que le
preguntan al Rulo por su época de músico. Pero él no tiene ánimos para responder a las
expectativas de sus interlocutores. Es alguien que está condenado a que le pregunten
sobre algo que no quiere recordar. Podemos inferir que no lo hace porque haya sido
malo lo que le ocurrió en el pasado, sino porque es malo lo que le ocurre ahora: es el
momento actual, en rigor, el que no se puede nombrar, ni contar, pero el velo se
extiende hacia un pasado, que por ser más luminoso acentúa la opacidad del presente.
No hay continuidad de la memoria, entonces. No se puede nombrar el ayer, porque no
se puede nombrar el hoy y de esta manera no se puede contar la propia historia personal.
En cuanto a su pasado musical, todo el relato está recorrido por el ejercicio de la
memoria fragmentaria y a regañadientes: Rulo no quiere extenderse sobre este recuerdo,
pero tampoco puede olvidarlo lisa y llanamente. Se trata de una memoria partida entre
un pasado y un presente: este último es innombrable, y el pasado sólo se puede contar
fragmentariamente.
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En la primera parte del film las escenas que acentúan la soledad y la memoria
partida del protagonista todavía conservan un status ambiguo en la medida en que se
muestran en un contexto en que este parece estar organizando su vida a partir de su
reciente trabajo. Esta parte termina en la escena de la despedida de sus familiares y
amigos en la estación de tren, cuando inicia su viaje al sur.
La segunda parte es aquella donde predominan los elementos de fragmentación y
discontinuidad en la vida personal del protagonista. Se inicia a partir de la pérdida del
trabajo en la grúa, pero podemos marcarla en el relato a partir del viaje al sur. La
diferencia entre esta parte y la anterior, es que si bien aquí también los hechos se
organizan a partir de la obtención de un nuevo trabajo, sin embargo, en ningún
momento estos aparecen ni se insinúan, siquiera, como elementos que apunten a
recomponer u organizar de una manera satisfactoria la vida personal de Rulo. Todo lo
contrario, predomina el más riguroso extrañamiento en la relación entre el protagonista
y su nuevo lugar de residencia y de trabajo. En este, el Rulo también recibe preguntas
acerca de su pasado musical: “¿Cómo es lo del Séptimo Regimiento?” Y también
contesta de manera renuente: “Fue hace mucho tiempo, ya no me acuerdo”. El último
diálogo que entabla en el sur, antes del regreso al finalizar la película, también se refiere
a este tema. Como solo una vez en todo el resto de la película, Rulo llega a contar algo,
una anécdota completa de su época de músico. La primera vez, fue en el contexto de su
primera salida con la mujer del kiosco, es decir, fue en una situación de “integración” o
“recomposición”. Aquí, en cambio, lo hace en la última charla con el referente de la
CTA que le facilitó su ingreso laboral, cuando se está despidiendo de este, porque ha
decidido volver a Buenos Aires. Es decir, esta repetición en un contexto de franca
desintegración, adquiere un sentido distinto, más ligado a la rúbrica por la imposibilidad
de sostener una historia personal en el mismo momento en que se desliza parte de ella
como un fragmento muerto y estéril que entrega a su interlocutor. “Anécdotas como
estas tengo montones”, dice Rulo, pero “no estoy con el ánimo para contar...”.
4. La escena en cuestión
Es en el contexto de la segunda parte del film, aquella donde predominan los
elementos de fragmentación y desintegración, donde aparece la escena de la reunión
sindical donde el Rulo se muestra indiferente. Pero antes de esta escena hay otras dos
que le sirven de antecedente. El protagonista había viajado al sur gracias al contacto que
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su amigo Torres le hizo con un dirigente de la CTA que actúa como contacto para
ubicar a determinados aspirantes en las empresas de la zona. Es por eso, que al primer
lugar que va el Rulo cuando llega a Comodoro Rivadavia es al local de la CTA. Allí, ni
bien entra al mismo, hay un grupo de obreros discutiendo sobre problemas laborales.
Luego en una escena posterior, ya estando trabajando con las máquinas excavadoras en
los terrenos desértico del sur, se muestra como surge un inicio de conflicto laboral
debido a que no llegan las viandas de alimentos para los trabajadores. Finalmente
tenemos la escena central para este tema, que es la de la reunión de obreros discutiendo
las medidas de fuerza a tomar. El énfasis y el calor de las discusiones entre los demás
obreros se contrapone a la expresión triste y distante del Rulo. La cámara toma en plano
de conjunto al grupo de la reunión y en primeros planos o planos más cortos al Rulo,
enfatizando la diferencia de ánimo de este con respecto a los demás. La primer escena
de “reunión sindical” funcionaría como un anticipo de la segunda. Allí el protagonista
todavía no está inserto en el trabajo y por tanto, tampoco en los problemas que se
discuten y de los cuales tampoco está informado el espectador. En la segundo escena en
cambio, ya se ha mostrado el problema de las viandas, y el Rulo ya tiene la experiencia
de estar trabajando en el lugar acerca de cuyos problemas se está discutiendo. Podría
sostenerse entonces, cierta expectativa de que el protagonista se una al reclamo
colectivo y este acto, asimismo, funcionar como un índice de la reconstitución de la vida
personal del Rulo en el marco de un proceso de compromiso político. La fisura de la
melancolía ocasionada por la pérdida del trabajo estable y otorgador de identidad,
podría cerrarse frente a un nuevo objeto de investidura afectiva (el compromiso social-
político), que reemplazaría al objeto perdido. Sin embargo, nada de esto sucede tal
como el encuadre de la cámara, junto con la expresión del rostro del Rulo lo indican en
el mismo momento sin necesidad de pasar a otra escena.
¿Quiere decir esto, lo que acabamos de describir, que la CTA, las posibles
acciones colectivas, los grupos de obreros tratando de asumir posiciones de reclamo o
de lucha quedan sólo como un fondo secundario del relato y que en definitiva el orden
de lo individual o subjetivo del protagonista es más importante que lo otro? ¿Mundo
grúa, como relato de una melancolía donde se intersectan lo social y lo subjetivo,
muestra desinterés hacia la política? ¿Lo político, en este caso entonces, solo residiría
en esa mostración del “fracaso de lo político como práctica identitaria y de
transformación”? Debemos tomar en cuenta, que, como señalamos anteriormente el film
trabaja con la coincidencia entre lo que se relata y la forma que adquiere ese relato: un
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relato lacunar, fragmentado, disperso, acerca de una identidad que se siente fragmentada
y dispersa. En este sentido, la melancolía como proceso representado en el film,
constituye al mismo tiempo la forma del film en sus diversos aspectos: relato, puesta de
cámaras, encuadres, representación del tiempo. Y esta forma (la melancolía), a
diferencia del duelo, consiste en no poder cerrarse, si hay un proceso de cierre o
resolución, ya no se trata, entonces, de melancolía. De manera que lo importante para
Mundo grúa es lo que no se puede decir, lo que no puede terminar de cerrar para su
protagonista.
Creemos que las características arriba mencionadas colocan a este film fuera de
los parámetros genéricos de lo que se conoce como “cine político” en el sentido de cine
de denuncia y de mensaje político y desde ya que, por otra parte, no es un cine de praxis
política, de activismo, ya que se enmarca dentro de la institución cinematográfica,
dentro de lo que se conoce como cine de autor para diferenciarlo a su vez del cine más
ligado a la industria y el entretenimiento. El nuevo cine argentino de los noventa señala
desde sus inicios una ruptura central con lo que podemos llamar el mecanismo de
interpelación política básico de las películas de los años ochenta: el llamado a la
conciencia explícito y las conclusiones demostradas a través de la verbalización
abundante y la actuación de tipo teatral. La ruptura con estas convenciones que
formaban parte de las propuestas estéticas del cine de los ochenta abrieron nuevos
territorios de exploración de la ficción cinematográfica y nuevas posibilidad de relación
con el espectador o la situación de recepción. Creemos que el gesto político inscripto en
el film consiste precisamente en no cerrar la cuestión planteada en el mismo (trabajo y
subjetividad) con una conclusión explícita y, antes que esto, poner en marcha a través de
los procedimientos cinematográficos un mecanismo de exploración de los
funcionamientos institucionales y sus relaciones con la subjetividad. Se recorre así el
territorio de la melancolía en relación con una pérdida (la relación tradicional con el
trabajo) que aguza la mirada sobre el presente. Se utiliza un estado de ánimo para
construir una mirada, ya que precisamente el film no estaría representando la melancolía
sólo como propiedad o atributo de un personaje, sino que dispone los medios
cinematográficos (puesta en escena, encuadres, escanción temporal, etc.), en función de
una mirada melancólica que no se puede obturar. La melancolía es la brecha temporal y
sensible que se abre en el cuerpo del presente político. Frente a la declamación
totalmente descorporeizada del cine de los ochenta, una película como Mundo grúa
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manifiestamente no quiere dar un cierre verbal o actuado a aquel proceso que está
exponiendo.
5. Conclusión
El problema de considerar lo político en Mundo grúa como mera mostración del
fracaso de la política, está en que sólo se enfoca este tipo de cine desde lo que no es y se
le demanda algo desde ese no ser. Creemos por el contrario, que la abstención del juicio
o de la opinión explícita no solo son características negativas, sino procedimientos para
mostrar otra cosa: los cuerpos, los tiempos, los procesos y funcionamientos, aquello que
el cine de los ochenta y principios de los noventa obturaba.
Pero esto no quiere decir que el nuevo cine no elabora una mirada, aun parcial,
sobre aquello que los cineastas de los sesenta no pensaban sino en el todo. En la
historia de un grupo de jóvenes alienados en relaciones contractuales y de
intercambio (Silvia Prieto, Rejtman) no hay menos conciencia de los efectos del
mercado sobre las vidas que en la historia de un popular manipulado por
operaciones de marketing (Pajarito Gómez, Rodolfo Kuhn), (Bernini, 2007, 31)
Esto que Bernini dice para el film de Rejtman creemos que vale también para
Mundo grúa. Desde estéticas realistas o no realistas, el nuevo cine de los noventa
coincidió precisamente en eso, en la necesidad de crear dispositivos y procedimientos
(con mayor o menor éxito), en cada film para lograr representar procesos y
funcionamientos complejos como la memoria personal y social, las instituciones, las
relaciones entre naturaleza y cultura, etc., con una mirada que no pretende ser extensiva
y totalizante y que invierte, en cambio, en intensidad y detalle.
Bibliografía
Aguilar, Gonzalo; Otros mundos. Un ensayo sobre el nuevo cine argentino, Santiago
Arcos, Buenos Aires, 2006.
11
Bernini, Emilio; “Un proyecto inconcluso. Aspectos del cine contemporáneo argentino”,
en Kilómetro 111, Nº 4, octubre 2003.
Bourdieu, Pierre; El sentido práctico, Taurus, Madrid, 1991.
Castel, Robert; La metamorfosis de la cuestión social, Paidós, Buenos Aires, 1997.
González, Horacio; “Sobre El bonaerense y el nuevo cine argentino”, en El ojo mocho,
Nº 17, verano de 2003.
Sennett, Richard; La corrosión del carácter, Anagrama, Barcelona, 2000.
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