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Autoras: Bancalari Ferro, Agustina - Giménez Marquez, Ma. Luz; Colaboradoras: Lascombes, Juana; Ganem, María Paz. 1 Cartas en el asunto Séptimo grado comenzaba. Los compañeros de siempre se reencontraban en el patio de la Escuela Virrey Liniers donde pronto saludarían a la bandera. Tobías no lograba encontrar su lugar aún. Había venido de Corrientes y era su primer año en esa escuela. “Los delfines”, un grupo inseparable de amigos que cursaron juntos toda la primaria, lo miraban raro. No lo habían visto nunca. “Miralo al nuevo”, se decían entre ellos, sin querer integrarlo a su grupo. Cuando participaba en las clases, a Tobi muchas veces no se le entendía. Él tenía una cultura distinta al resto de sus compañeros y usaba palabras que ellos no podían entender. Inmediatamente, eso lo convirtió en objeto de burla. Durante los recreos, pasaba más tiempo con las mujeres que con los varones, porque ellos no lo invitaban a jugar en sus equipos de fútbol, a pesar de que sabían que era un muy buen jugador. Una mañana, en una de las clases de gimnasia, el profesor lo eligió como capitán. La consigna era jugar un partido de fútbol mixto, pero nadie quería estar en su equipo, a excepción de las mujeres. Todas querían ser amigas de él, porque les llamaba mucha la atención lo bien que las trataba y lo lindo que era. “Los delfines”, el otro equipo, se pusieron muy celosos. El partido fue muy parejo y terminó en empate. Entonces, el profesor propuso ir a penales y, como Tobías había sido el más destacado de su grupo, se ofreció para ir al arco. Los del equipo contrario no tenían como objetivo hacer goles, sino lastimarlo, para que saliera llorando y así poder humillarlo ante todos y, sobre todo, antes las chicas. El plan de estos chicos salió bien. Los pelotazos fueron directo a su cara. En un principio, Tobías fingió no importarle, pero en el último penal la pelota fue a su nariz. El impacto fue tan grande que empezó a sangrar. Él, sobrepasado por lo que le sucedía y asustado por la sangre, empezó a llorar y corrió al baño. Marcos, uno de “Los delfines”, fue el encargado de filmar todo el incidente. Ya en su casa, el integrante del excluyente grupo, subió el video a YouTube y se encargó de difundirlo entre todos los alumnos de la escuela. Él nunca midió las consecuencias de eso, ya que era chico y ni sus padres ni los maestros le habían hablado de cuidar la privacidad de otros y aceptar sus diferencias.

N1 Giménez-Bancalari Ferro

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"Cartas en el asunto"

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Page 1: N1 Giménez-Bancalari Ferro

Autoras: Bancalari Ferro, Agustina - Giménez Marquez, Ma. Luz;

Colaboradoras: Lascombes, Juana; Ganem, María Paz. 1

Cartas en el asunto

Séptimo grado comenzaba. Los compañeros de siempre se reencontraban en el

patio de la Escuela Virrey Liniers donde pronto saludarían a la bandera. Tobías no

lograba encontrar su lugar aún. Había venido de Corrientes y era su primer año en esa

escuela. “Los delfines”, un grupo inseparable de amigos que cursaron juntos toda la

primaria, lo miraban raro. No lo habían visto nunca. “Miralo al nuevo”, se decían entre

ellos, sin querer integrarlo a su grupo.

Cuando participaba en las clases, a Tobi muchas veces no se le entendía. Él tenía

una cultura distinta al resto de sus compañeros y usaba palabras que ellos no podían

entender. Inmediatamente, eso lo convirtió en objeto de burla. Durante los recreos,

pasaba más tiempo con las mujeres que con los varones, porque ellos no lo invitaban a

jugar en sus equipos de fútbol, a pesar de que sabían que era un muy buen jugador.

Una mañana, en una de las clases de gimnasia, el profesor lo eligió como capitán.

La consigna era jugar un partido de fútbol mixto, pero nadie quería estar en su equipo, a

excepción de las mujeres. Todas querían ser amigas de él, porque les llamaba mucha la

atención lo bien que las trataba y lo lindo que era. “Los delfines”, el otro equipo, se

pusieron muy celosos.

El partido fue muy parejo y terminó en empate. Entonces, el profesor propuso ir a

penales y, como Tobías había sido el más destacado de su grupo, se ofreció para ir al

arco. Los del equipo contrario no tenían como objetivo hacer goles, sino lastimarlo, para

que saliera llorando y así poder humillarlo ante todos y, sobre todo, antes las chicas.

El plan de estos chicos salió bien. Los pelotazos fueron directo a su cara. En un

principio, Tobías fingió no importarle, pero en el último penal la pelota fue a su nariz. El

impacto fue tan grande que empezó a sangrar. Él, sobrepasado por lo que le sucedía y

asustado por la sangre, empezó a llorar y corrió al baño. Marcos, uno de “Los delfines”,

fue el encargado de filmar todo el incidente.

Ya en su casa, el integrante del excluyente grupo, subió el video a YouTube y se

encargó de difundirlo entre todos los alumnos de la escuela. Él nunca midió las

consecuencias de eso, ya que era chico y ni sus padres ni los maestros le habían hablado

de cuidar la privacidad de otros y aceptar sus diferencias.

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Autoras: Bancalari Ferro, Agustina - Giménez Marquez, Ma. Luz;

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Al otro día, todo el colegio comentaba sobre el video de Tobías. Él no se había

enterado de la publicación y, aunque aun

avergonzado por el incidente del día anterior, no

sabia que algo peor lo esperaba en la escuela. Ya

en la entrada, empezó a escuchar algunos

comentarios acerca de “un video”, pero al no

saber de qué hablaban siguió su camino. Fue al

ingresar al aula cuando se dio cuenta de qué

trataba. Se sentía tan despreciado y ridículo que,

sin poder controlarlo, las lágrimas empezaron a

brotar y tuvo que abandonar el aula corriendo

para que no lo vieran llorar nuevamente. Mediación pedagógica1

Simuló estar enfermo para no volver a clases. Su maestro lo mandó directamente

a enfermería y, al cabo de una media hora, su madre ya lo había ido a retirar. En el

camino a casa, Tobías empezó a llorar de vuelta. Su mamá, que ya se había dado cuenta

que su hijo fingía sentirse mal, se preocupó, y detuvo el auto para preguntarle qué era

lo que realmente le sucedía. Apenas supo la verdadera historia, regresó al colegio para

comunicárselo a los directivos.

Ésta era una escuela pequeña y nunca nada similar había pasado. Los responsables

de la institución no estaban preparados para este tipo de situaciones, por lo que

decidieron acudir a un profesional. Él, al analizar la situación, detectó que el problema

se trataba de un caso de “cyberbulling”. Ante las caras desconcertadas y confundidas

por el término desconocido, decidió convocar una reunión de toda la comunidad

educativa.

En ella, explicó: “La intimidación cibernética consiste en usar la Internet,

teléfonos celulares y otros artefactos para enviar, poner texto o imágenes con la

intención de lastimar o avergonzar a otra persona. La mayoría de estos casos ocurre

fuera de la escuela.”2

Los ayudó a comprender que los motivos por los que casos como el de Tobías

ocurren son diferentes, por lo que las soluciones no debían ser homógeneas3. Resultaba

indispensable hacer hincapié en las relaciones entre los niños, para fomentar el respeto

y el buen trato entre ellos. También empezaron una campaña de concientización sobre

la privacidad y su cuidado, tanto de la de uno mismo como de la de los demás.

1 Imagen extraída de http://1.bp.blogspot.com/-2U7u-

zqf7es/T_o1C_D8bkI/AAAAAAAAAPA/x3zoopjW4tc/s1600/didactica.gif 2 Así lo asegura School Board of Polk County, Florida. (2014). Standing Tall. 2013, de Lawton Chiles Middle

Academy Sitio web: http://www.lcmaknightsonline.com/pdf/misc/StandingTallParentInfoBullying.pdf 3Explicado por Stop Cyberbullying. (2014). Prevention. 2014, de Wired Safety Sitio web:

http://stopcyberbullying.org/prevention/index.html

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Colaboradoras: Lascombes, Juana; Ganem, María Paz. 3

Junto con todo esto, también tomaron medidas con respecto a los teléfonos

celulares, ipods y todo tipo de artefactos que

los niños llevan al colegio. Su uso entre los

alumnos era innegable, por lo que la escuela

debería encargarse de incluir en su enseñanza

actividades para la convivencia saludable con

estos medios de información y comunicación,

sin procurar el abuso: no se estaría permitido

utilizarlos durante el horario de clase, a menos

que el docente lo solicitara y lo coordinara,

controlando la situación y fomentando en los

niños un empleo responsable de la tecnología. Acompañamiento docente4

Los directivos, además de charlar personalmente con Marcos y el resto del grupo

acerca de su accionar, se comunicaron con los padres de los alumnos para informarles

sobre la situación, pedirles que se ocuparan de que los niños eliminaran el video y

sugerirles una reflexión con sus hijos en base a lo que habían hecho y a por qué estaba

mal.

El rol inherente a los padres es ser el único lugar al que pueden acudir los niños

cuando las cosas funcionan mal (sea en la Internet o fuera de ella)5. Ellos deben educar

a sus hijos para que puedan reconocer el “cyberbullying” y las consecuencias que

implica. Las palabras pueden doler mucho más de lo que ellos creen y, por lo tanto,

deben considerar inaceptable permanecer callados mientras otros o, incluso, ellos

mismos son maltratados6.

Todo este proyecto sería una tarea dura y especialmente larga. Año a año,

deberían mejorar sus métodos y nunca bajar los brazos, ya que la tecnología avanzaría y

los niños irían creciendo con ella. La escuela, junto con los padres, eran los encargados

de acompañarlos en este desarrollo, educarlos e informarlos, para que logren tener un

buen criterio sobre las cosas que suben y publican en la red.

4 Imagen extraída de http://diarium.usal.es/saramoyano/files/2011/10/las-tics.jpg

5 Stop Cyberbullying. (2014). Prevention. 2014, ibid.

6 Stop Cyberbullying. (2014). Take action: Don't be an accomplice. 2014, de Wired Safety Sitio web:

http://stopcyberbullying.org/take_action/take_a_stand_against_cyberbullying.html