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REAL A 1 CADEMIA OE BELLAS Al\TES DE SAN FEI\NANDO . El día 8 de novi e mbr e de 1948, la Re al Ac ad eniia de Bella s Ar- tes de San Fern ando , de Madr id, dió posesión de plaz a de núm ero al Aca mi co electo, don Secundin o Zua zo Ug alde, que en su di scur so de entr ada desa rrolló el tema Los ogenes arquit ectóni- cos del Real Monas terio de San Lor enzo de El Escoria l. La R EVISTA ACIONAL DE ARQU ITECTU llA feli cit a a tan ilu str e ar- quit ecto y se 11 onr a _ publi can do en su s gin as el prmbulo de su di scur so de in greso en la Real Academia de San Fernando. «Señor es Acad émi cos : El l argo pl azo tran scurrido desde el día- en que inmerecidam en- te me elegisteis para este pu esto, mu es tra lo embara zoso que ha si do para correspond er a vues tra hala ga dora at ención en form a di gna de ell a. Os pido , pu es, indul gencia por mi re tra so, benévo- la acogida p ara este mod esto trabaj o y ali ento ami stoso para la lab or que, con la me jor voluntad y el s fervor oso entu sia smo, deseo empr end er en vues tra honro sa comp añí a- . Por todo ello , y especialmente por el alto honor que me hab éis di spensado al aso- ci arme a vues tra s tar eas, qui ero expr esaro s muy honda gratitu d. Causa prin cipal de la demora ha sido la inqui e tud sentid a por la obli gación de escribir este di scur so académi co, labor aj ena a mi s aptitud es y normal es ac tivid ades. Al mi smo ti emp o, me abru- maba el pensar que ocupar ía el mi smo pu esto en esta Ca- sa qu e una fi gura tan in sus- tituíbl e en todo s lo s aspectos co mo la de A ntonio Palacio s y Rámilo . Por una de esas curio sas coin cid encias, en la s qu e a ve- ces se compla ce el des tino, esta evo cac ión de ho y de la pe rson a y de la obra de Pa- lacio s se e nl aza en mi memo- ri a con nues tr o primer con - tacto, muy lejano ya en el tiempo , pe ro de igual tra s- ce nd enci a- amb os para _ mi vi- d a y mi hi stori a pro fes ional. Me es grato evocar h oy a quí la sombr a sil encio sa de Pa- l ac io s, su nobl e figura huma - na , qu e con tan afectuosa co rdialid ad al ent ó h ace cu a·- re nta año s con su palabra y con su ejemplo mi vocación por el difí cil a rt e de la Ar· quit ec tnr a. ANTONIO PALAC IO S. Corría el añ o 1908. Otra gran fi gura de esta Casa, don Ri cardo Velázqu ez So sco, Di- rec tor e nton ces de nu es tr a Escuela , prepa raba un a ex- c ur sión de es tudio a Egipto con sus alumno s de la cáte- dr a de Hi stori a de la Arqui- tec tura. Me cupo la su ert e de par tí cipar en e lla , gracia s a una subv en cn otor gada a la Escuela por el e nton ces Mi - ni stro de In strucc ión Pública y Bella s A rte s y ho y nu es tro qu erido e ilu str e Dir ec tor . Así se compl etó el donativo parti cular que don Juan C. Cebrián habí a hecho para ll evar a cabo el viaje. En su tran scur so, trat é íntima- me nt e a Pala cio s, qu e no s acompañ aba como profes or adjunto. Pa saron lo s año s. Acabé mi carr era y firmó mi título profesion al el Ex celentí sim o señor Cond e de Romanon es- a q uien por tal do- bl e motivo rindo públi co tes timonio de rec ono cimi ento- . Me rein- teg a Bilbao , mi ti err a natal, con obj eto de pr eparar allí el viaje a Améri ca. No lo había aún decidido de man era definitiva; mi s duda s terminar on al ofrece rme Pala cio s, qu e re cord aba nues tra ami stad , un puesto a su lado . Vin e a Madrid. En l as obra s de la Casa de Corr eos en con stru cción trabaj é con Pala cios y Ota - mendi. Le ayud é en faena s sin importan cia , colaborando al mismo ti empo con él en labor es de mayor res pon sabilidad . Mi s primero s ingresos profe sional es en Ma drid lo s obtuv e como fruto de esta ini cial y mod esta colabora ción en la obra del llor ado ma es tro. En aquel desta rtalado lo cal le vi croquiz ar, pro yectar, dibujar de tall es a tam año natural, preparar la s memori as, lo s pli egos de condi cion es, lo s pres upuestos. Diari amenre, ha sta finalizar Jas o bra s, pr esencié cómo las diri gía personalment e. Desde aquella seudoofi cina- y es tudio se dirigían tambi én las del Ban co Español del Río de la Pl ata, del Ho spit al de Cuatro Camino s y al guna s otra s. Croqu iz aba a escala mu y redu cida , con tan rara y personal habi- lidad qu e otro ilu str e Académi co des ap arecido , don Manu el Aní - bal Alvar ez, pudo dec ir de él, con ce rt ero jui cio , cuán notabl e era «SU fa cilidad de expr esión por su dominio en el lenguaj e del dibujo , sobr es ali e ndo en el es tudi o de la di stribu ción de plant asii . 45 8 Su primer croqui s er a siempr e el fundam ento inv ari abl e par a el des arrollo del proy ecto a esc al a- ma yor . Este se redu cía a una au- nti ca amplia ción , en el riguro so se ntido de la palabra , del cro- qui s ini cial que había con cebido con fijeza y cl arid ad definitiva s. Sin duda s ni titub eos lo tra slada- ha a lo s pro yectos co mo si fu era su ev an ge lio arquit ec tóni co. Y ya, desde ese momento , nada ni nadi e, ni aun el fluir del ti empo, le ha cían alt erar su prí stina con cepción. Era admirabl e verl e de sarrollar pro yectos dibujand o a tamaño natural con el lápiz y la tiza. Componía con un total someti- miento a la id ea forj ada ant eriorment e, perdi é ndo se mucha s veces en la sque da de efectos que, lu ego, en la· corpora ci ón del deta· ll e y en el ambi ente ext e rior d e su emplaz ami e nto , no sie mpr e corr es pondían a la suges tión ejercida por su genial habilid ad en el oficial. De todo s lo s diversos ra sgos que componían su bi en acu ada fisonomía profesion al y artí stica, debe subrayar se el se ntido hon - damente honesto, pulcramente inflexibl e, que tuvo en el empl eo de lo s intereses confiado s a su trabajo y pu estos al se rvi cio del de sarrollo de su id eal arquit ectóni co de cada momento. N un ca ha habido s celoso defen sor de la intangibilidad ult eri or de sus pro yectos, en la inver sión de cuyos pres upu es to s, mucha s veces reba sado s por su ex- traordinaria ima gina ción , po- nía siempr e un abn eg ado celo d efensivo. Gene ro sidad artí sti ca y fan- tas ía crea dora fu eron en él exuberant es. Con igual ardor , con la mi sma total entr e¡,;a de sí mi smo , pr oyectaba uua obra consid e rabl e, un Mu seo de Bell as Art es, por eje mplo , que otra de m euo r importan- cia, como el Ayunt ami ent o de su pueblo natal. Conc e bía con tal es ilu sion es y tan a.n- plia visión , que el frut o de su labor esc apara a un jnicio críti co norm al. Muy a tin .1 do me par ece el de Juan de Za- vala : «Pal acio s es el rep f< se ntant e del monumentalim10 en la· arquite ctura españo!a. Durant e una lar ga épo ca fu é el a rquit ecto s destacado , y los edificio s qu e proy ectó . diri gson innumerabl es, Cl · si todo s dentro de ese es tilo de grandio sa escala . J} La tedencia in stintiva a la creación de grand es concepcion es, ras- go estilí sti co s acusado en la obr a de Palacio s, se m a· nifiesta clarament e en la eta- pa final de su vida , al pro · yec tar el gigant esco conjun· to r eli gioso de la Gran Pro· mesa, en Valladolid , en el qu e el ímp e tu irr efr enabl e de su fanta sía y ardi ent e imagina · ción salt a a altura s desde la s que parece perd erse el conta to con la real idad. La palan· ca motriz de su es tilo fué la grandio sidad. De la tradi ción arqui - tec tóni ca es pañola- mudéjar , plater esca y aun góti ca- tomó mo· tivos orname nt ales, siempre int erpr e tado s con un ace nto muy pesonal. Pero lo que en su obra hay de más castizo es el sentido an- ticlá sico de acumula ción compa cta y pintor esca de motivo s orna- me ntal es, bi en patente s, por ejemplo en la Casa de Correos, qu e des pués fué sometiendo a s riguro sa di sciplina . · D e su s honda s raí ces gall egas procede la gran pa sión que tnvo por el arte de la cante ría y, probablement e, la forma como tra· la pi e dra. En suma : la arquite ctura española cont e mporánea debe a Palacio s- y la deuda- es inmensa- haberl l\ , el evado, de sde con - cepcione s mod estas en todo s lo s asp ecto s, a una monume ntalidad expr esiva de su e xaltado y románti co ideal artí sti co . Al lado de tan vigoro sa personalidad, contradictoria en sus ai>· pectos externo s, 'pero compa cta en su hond a esencia , di en Ma- drid mis primeros pa sos profes ional es, ini ciando personal y mo· de sta tra ye ctoria, en bu sca de una expres ión adaptada al con ce pto qu e tenía de la realidad arquit e ctóni ca nacional. En el send ero no faltaron la s íntima s sati sfaccione s que a·compañan a la creación artí sti ca. Pero también , al fluir del ti empo, en el tran scurso de lo s difí cile s año s en que no s ha tocado vivir , guardé oculto s dolo · re s, que han tenido, a veces, la inten sidad de un de sgarrami ento corporal o de la rdida de un ser que rido. Hoy ll ega la com· pen sación de verme en esta Casa, entr e vosotro s. Dio s ha pe rmi· tido qu e una e tapa, hqnro sa en mi carr ra· y tra scend ental en mi vida , se cumpla bajo la advocación de la fi gura pre stigiosa qu e dirigió mi s prime ro s pa sos en el camino de mi vocación profe- sional. )J

NANDO - COAM

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Page 1: NANDO - COAM

REAL A1CADEMIA OE BELLAS Al\TES DE SAN FEI\NANDO . El día 8 de noviembre de 1948, la R eal Acadeniia de Bellas Ar­

tes de San Fernando , de Madrid , dió p osesión de plaza de número al Académico electo , don Secundino Zuazo Ugald e, qu e en su discurso de entrada desarrolló el tema Los orígenes arquitectóni­cos del R eal Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

La R EVISTA ACIONAL DE ARQU ITECTU llA felicita a tan ilustre ar­quitecto y se 11onra _publican do en su s pá ginas el preámbulo de su discurso de ingreso en l a R eal Acad emia de San F ernando .

«Señores Académicos :

El l argo plazo transcurrido desde el día- en que inmerecidamen­te m e elegistei s para este pues to, muestra lo embarazoso que ha sido para mí correspond er a vuestra halagadora aten ción en forma digna de ella . Os pido, pues, indulgen cia por mi retraso, b en évo­la acogida para este modesto trabajo y aliento amistoso para la labor que, con la mejor voluntad y el más fe rvoroso entusiasmo, deseo emprender en vues tra honrosa compañía-. Por todo ello , y especialmente por el alto honor que me habéis dispensado al aso ­ciarme a vuestras tareas, quiero expresaros muy honda gratitud .

Causa princip al de l a dem ora h a sido l a inquietud sentida por la obligación de escribir este discurso académico, labor ajena a mis aptitudes y normales actividades. Al mismo tiempo, m e abru­maba el pensar que ocuparía el mismo pues to en esta Ca­sa que una fi gura tan insus­tituíble en todos los aspectos como la de Antonio P alacios y Rámilo .

Por una de esas curiosas coincidencias, en las que a ve­ces se complace el des tino, es ta evo cación de hoy de la persona y de la obra de Pa­lacios se enlaza en mi memo­ria con nues tro primer con ­tacto , muy lejano ya en el ti empo , pero de igu al tras­cenden cia- ambos para _mi vi­d a y mi historia profes ional. Me es grato evocar h oy aquí la sombra silen ciosa de Pa­lacios, su noble figura huma ­na , que con tan afectuosa cordialidad alentó h ace cu a·­renta años con su palabra y con su ejemplo mi vo cación por el difícil arte de l a Ar· quitectnra .

ANTONIO PALACIOS.

Corría el añ o 1908. Otra gr an figura de es ta Casa, don Ricardo Velázquez Sosco, Di­rector entonces de nuestra Escu ela, preparaba una ex­cursión de estudio a Egipto con sus alumnos de la cá te­dra de Historia de la Arq ui­tec tura. Me cupo la su erte de partí cipar en ella , gracias a una subven ción otorgada a la Escuela por el entonces Mi­nistro de Instrucción Pública y Bellas Artes y hoy nuestro querido e ilustre Director . Así se completó el donativo particular que don Juan C. Cebrián había hecho p ara llevar a cabo el viaje . En su transcurso, traté íntima-­mente a Palacio s, que no s acompañaba como profesor adjunto. Pasaron los año s. Acabé mi carrera y firmó mi título profesional el Excelentísimo señ or Conde de Romanones- a quien por tal do ­ble motivo rindo público testimonio de reconocimiento- . Me rein­tegré a Bilbao , mi tierra n atal , con objeto de preparar allí el viaje a América. N o lo había aún decidido de manera definitiva; mis dudas terminaron al ofrecerme Palacios, que recordaba nues tra amistad , un pues to a su lado . Vine a Madrid. En las obras de la Casa de Correos en construcción trabajé con Palacios y Ota­mendi. Le ayudé en faenas sin importancia , colaborando al mismo tiempo con él en labores de m ayor responsabilidad . Mis primeros ingresos profesionales en Madrid los obtuve como fruto de esta inicial y modesta colaboración en la obra del llorado maestro.

En aquel des tartalado local le vi croquizar , proyectar , dibujar de talles a tamaño natural, preparar las memorias, los pliegos de condiciones, los presupuestos. Diariamen re, hasta finaliz ar Jas obras, presen cié cómo las dirigía personalmente . Desde aquella seudooficina- y estudio se dirigían también las del Banco E spañol del Río de la Plata , del Hospital de Cuatro Caminos y algunas otras.

Croquizaba a escala muy reducida, con tan rara y per sonal habi­lidad que otro ilustre Académico desaparecido , don Manuel Aní­b al Alvarez, pudo decir de él , con certero juicio , cuán notable e ra «SU fa cilidad de expresión por su dominio en el len guaj e del dibujo, sobresaliendo en el estudio d e l a distribu ción de plantasii .

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Su primer croquis era siempre el fundamento invariable para el desarrollo del proyecto a escala- mayor . Este se reducía a una au­téntica ampliación, en el riguroso sentido de la p alabra, del cro­quis inicial que había concebido con fijeza y clarid ad definitiva s. Sin dudas ni titubeos lo traslada-ha a lo s proyectos como si fuera su evangelio arquitectónico . Y ya, desde ese momento , nada ni nadie, ni aun el fluir del tiempo, l e hacían alterar su prístina concep ción.

Era admirable verle desarrollar proyectos dibujando a tamaño natural con el lápiz y la tiza . Componía con un total someti­miento a la idea forj ada anteriormente, perdiéndose muchas veces en la búsqueda de efectos que, luego, en l a· corporación del d eta · lle y en el ambiente exterior d e su emplazamiento , no siempre correspondían a la su gestión ejercida por su genial habilid ad en el oficial.

De todos los diversos rasgos que componían su bien acu ada fi sonomía profesional y artística , deb e subrayarse el sentido hon­damente honesto, pulcramente inflexible, que tuvo en el empleo de los intereses confiados a su trabajo y puestos al servicio del desarrollo de su ideal arquitectónico de cada momento. Nunca ha h abido más celoso defensor de la intangibilidad ulterior de sus proyectos, en la inversión de cuyos presupues to s, muchas

veces rebasados por su ex­traordinaria ima ginación, po­nía siempre un abnegado celo defen sivo.

Generosidad artí stica y fan­tasía creadora fueron en él exuberantes. Con igual ardor , con la misma total entre¡,;a de sí mismo , proyectaba uua obra con siderable, un Museo de Bellas Artes, por ejemplo , que otra de meuor importan­cia, como el Ayuntamiento de su pueblo natal. Concebía con tales ilusiones y tan a.n­plia visión, que el fruto de su labor escapara a un jni cio crítico normal. Muy a tin .1 do me parece el de Juan de Za­vala : «Palacios es el rep f<' · sentante del monumentalim10 en la· arquitectura españo!a. Durante una lar ga épo ca fué el arquitec to más d estacado , y lo s edificios que proyectó . dirigió son innumerables, Cl ·

si todos dentro de ese estilo de grandio sa escala .J} La ten· den cia instintiva a la creación de grandes con cep ciones, ras­go estilí stico más acusado en la obra de Palacios, se ma· nifiesta claramente en la eta­pa final de su vida, al pro · yectar el gigantesco conjun· to religioso de la Gran Pro· mesa, en Valladolid , en el que el ímpetu irrefrenable de su fanta sía y ardiente imagina· ción salta a alturas desde las que parece perderse el contac· to con la realidad. La palan·

ca motriz de su estilo fué la grandiosidad. De la tradición arqui­tectónica española- mudéjar , plateresca y aun gótica- tomó mo· tivos ornamentales, siempre interpretados con un acento muy p er· sonal. Pero lo que en su obra hay de más castizo es el sentido an­ticlásico de acumulación compacta y pintoresca de motivos orna­mentales, bien patentes, por ejemplo en la Casa de Correos, que después fué sometiendo a más riguro sa disciplina . ·

De su s hondas raíces gallegas procede la gran pasión que tnvo por el arte de la cantería y, probablemente, la forma como tra·tÓ la piedra. En suma : l a arquitectura española contemporánea deb e a P alacios- y la deuda- es inmensa- haberll\ , el evado, desde con­cep ciones modestas en todos los aspecto s, a una monumentalidad expresiva de su exaltado y romántico ideal artístico .

Al lado de tan vigorosa per sonalidad, contradictoria en su s ai>· p ectos externos, 'pero compacta en su honda esencia, di en Ma­drid mis primeros pasos profesionales, iniciando p ersonal y mo· desta trayectoria, en busca de una expresión adaptada al concepto que tenía de la realidad arquitectónica nacional. En el sendero no faltaron las íntimas satisfacciones que a·compañan a la creación artística. P ero también , al fluir del tiempo, en el transcurso d e los difíciles años en que nos ha tocado vivir, guardé ocultos dolo · res, que han tenido, a veces, la intensidad de un desgarramiento corporal o de la pérdida de un ser querido. Hoy llega la com· pensación de verme en esta Casa, entre vosotros. Dios ha p ermi· tido que una etapa, hqnrosa en mi carre·ra· y trascendental en mi vida, se cumpla bajo la advocación de la figura prestigiosa que dirigió mis primeros pasos en el camino d e mi vocación profe­sional.)J