NARRADOR.- Un hermoso día de primavera Arturo y Clementina, dos jóvenes y hermosas tortugas rubias...
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ARTURO Y CLEMENTINA
NARRADOR.- Un hermoso día de primavera Arturo y Clementina, dos jóvenes y hermosas tortugas rubias se conocieron al borde de un estanque y aquella misma
NARRADOR.- Un hermoso da de primavera Arturo y Clementina, dos
jvenes y hermosas tortugas rubias se conocieron al borde de un
estanque y aquella misma tarde descubrieron que estaban enamorados.
Clementina, alegre y despreocupada, haca muchos proyectos para su
vida futura mientras paseaban los dos a orillas del estanque y
pescaban alguna cosilla para la cena.
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CLEMENTINA.- Ya vers qu felices seremos. Viajaremos y
descubriremos otros lagos y otras tortugas diferentes, y
encontraremos otra clase de peces y otras plantas y flores en la
orilla... Ser una vida estupenda! Iremos incluso al extranjero.
Sabes una cosa? Siempre he querido visitar Venecia... ARTURO.-
(Sonriendo vagamente). S. NARRADOR.-Pero los das transcurran
iguales al borde del estanque. Arturo haba decidido pescar l solo
para los dos y as Clementina podra descansar. Llegaba a la hora de
comer con renacuajos y caracoles.
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ARTURO.- Cmo ests, cario? Lo has pasado bien?
CLEMENTINA.-(Suspirando) Me he aburrido mucho! Todo el da sola
esperndote! ARTURO.- (Gritando indignado) ABURRIDO! Dices que te
has aburrido? Busca algo que hacer. El mundo est lleno de
ocupaciones interesantes. Slo se aburren los tontos
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NARRADOR.- A Clementina le daba mucha vergenza ser tonta, y
hubiera querido no aburrirse tanto, pero no poda evitarlo. Un da,
cuando volvi Arturo..
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CLEMENTINA.- Me gustara tener una flauta. Aprendera a tocarla,
inventara canciones, y eso me entretendra. ARTURO.- T? Tocar la
flauta t? Si ni siquiera distingues las notas! Eres incapaz de
aprender. No tienes odo. NARRADOR.- Aquella misma noche, Arturo
compareci con un hermoso tocadiscos y lo at bien a la casa de
Clementina. ARTURO.- As no lo perders. Eres tan distrada...!
CLEMENTINA.- Gracias.
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NARRADOR.- Pero aquella noche, antes de dormirse, estuvo
pensando por qu tena que llevar a cuestas aquel tocadiscos tan
pesado en lugar de una flauta ligera, y si era verdad que no
hubiera llegado a aprender las notas y que era distrada. Pero
despus, avergonzada decidi que tena que ser as, puesto que Arturo,
tan inteligente, lo deca.
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Suspir resignada y se durmi. Durante unos das, Clementina
escuch el tocadiscos. Despus se cans. Era, de todos modos, un
objeto bonito y se entretuvo limpindolo y sacndole brillo; pero al
poco tiempo volvi a aburrirse. Un atardecer, mientras contemplaban
las estrellas a orillas del estanque silencioso...
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CLEMENTINA.- Sabes, Arturo, algunas veces veo unas flores tan
bonitas, de colores tan extraos, que me dan ganas de llorar... Me
gustara tener una caja de acuarelas y poder pintarlas. ARTURO.-
(Rindose) Vaya idea ridcula! Es que te crees una artista? Qu
bobada!
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CLEMENTINA.- (Aparte) Vaya, ya he vuelto a decir una tontera.
Tendr que andar con mucho cuidado o Arturo va a cansarse de tener
una mujer tan estpida...
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NARRADOR.- Y se esforz en hablar lo menos posible. Arturo se
dio cuenta en seguida. ARTURO.- (Aparte) Tengo una compaera
aburrida de veras. No habla nunca y, cuando habla, no dice ms que
disparates. NARRADOR.- Pero deba sentirse un poco culpable y, a los
pocos das, se present con un paquetn. ARTURO.- Mira, he encontrado
a un amigo mo pintor y le he comprado un cuadro para ti. Estars
contenta, no? Decas que el arte te interesa. Pues ah lo tienes.
tatelo bien porque, con lo distrada que t eres, ya veo que acabars
por perderlo.
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NARRADOR.- La carga de Clementina aumentaba poco a poco. Un da
se aadi un florero de Murano. ARTURO.-No decas que te gustaba
Venecia? Tuyo es. talo bien para que no se te caiga. Eres tan
descuidada!
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NARRADOR.- Otro da lleg una coleccin de pipas austriacas dentro
de una vitrina. Despus una enciclopedia... CLEMENTINA.-
(Suspirando) Si por lo menos supiera leer... NARRADOR.- Lleg un
momento en que fue necesario aadir un segundo piso. Con la casa de
dos pisos a sus espaldas, ya no poda ni moverse. Arturo le llevaba
la comida y esto le haca sentirse importante. ARTURO.- Qu haras t
sin mi?
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CLEMENTINA.- (Suspirando) Claro. Qu hara yo sin ti? NARRADOR.-
Poco a poco la casa de dos pisos qued tambin completamente llena.
Pero ya casi tenan la solucin: tres pisos ms se aadieron ahora a la
casa de Clementina que haca ya mucho tiempo que se haba convertido
en un rascacielos.
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Una maana de primavera decidi que aquella vida no poda seguir
ms tiempo. Sali sigilosamente de la casa y se dio un paseo: fue muy
hermoso, pero muy corto. Arturo volva a casa para el almuerzo y
deba encontrarla esperndole. Como siempre. Pero, poco a poco el
paseto se convirti enana costumbre y Clementina se senta cada vez
ms satisfecha de su nueva vida. Arturo no saba nada, pero
sospechaba que ocurra algo.
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ARTURO.- De qu demonios te res? Pareces tonta. NARRADOR.- Pero
Clementina esta vez no se preocup en absoluto. Ahora sala de casa
en cuanto Arturo volva la espalda y l la encontraba cada vez ms
extraa, y encontraba la casa cada vez ms desordenada. Pero
Clementina empezaba a ser verdaderamente feliz y las regainas de
Arturo ya no le importaban. Y un da Arturo encontr la casa vaca. Se
enfad muchsimo y no entendi nada. Aos ms tarde segua contndoles lo
mismo a sus amigos.
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ARTURO.- Realmente era una ingrata la tal Clementina. No le
faltaba de nada. Veinticinco pisos tena su casa, y todos llenos de
tesoros!
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NARRADOR.-Las tortugas viven muchsimos aos y es posible que
Clementina siga viajando feliz por el mundo. Es posible que toque
la flauta y haga hermosas acuarelas de plantas y flores. Si
encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: Clementina!
Clementina! Y si te contesta, seguro que es ella.