natividad, Las visiones de María Valtorta

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  • 8/14/2019 natividad, Las visiones de Mara Valtorta

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    Valtorta - fragmentos de sus libros

    El viaje a Beln

    Veo un camino principal. Viene por l mucha gente. Borriquillos cargados de utensiliosy de personas. Borriquillos que regresan. La gente los espolea. Quien va a pie, va aprisa

    porque hace fro.

    El aire es limpio y seco. El cielo est sereno, pero tiene ese fro cortante de los dasinvernales. La campia sin hojas parece ms extensa, y los pastizales apenas si tienenhierba un poco crecida, quemada con los vientos invernales; en los pastizales las ovejas

    buscan algo de comer y buscan el sol que poco a poco se levanta; se estrechan una a laotra, porque tambin ellas tienen fro y balan levantando su trompa hacia el sol como sile dijesen: Baja pronto, que hace fro! . El terreno tiene ondulaciones que cada vez

    son ms claras. Es en realidad un terreno de colinas. Hay concavidades con hierba lomismo que valles pequeos. El camino pasa por en medio de ellos y se dirige hacia elsureste.

    Mara viene montada en un borriquillo gris. Envuelta en un manto pesado. Delante de lasilla est el arns que llev en el viaje a Hebrn, y sobre el cofre van las cosasnecesarias. Jos camina a su lado, llevando la rienda. Ests cansada?: le pregunta decuando en cuando.

    Mara lo mira. Le sonre. Le contesta: No. A la tercera vez aade: Ms bien tudebes sentirte cansado con el camino que hemos hecho.

    Oh, yo ni por nada! Creo que si hubiese encontrado otro asno, podras venir mscmoda y caminaramos ms pronto. Pero no lo encontr. Todos necesitan en estos dasde una cabalgadura. Lo siento. Pronto llegaremos a Beln. Ms all de aquel monte estEfrata.

    Ambos guardan silencio. La Virgen, cuando no habla, parece como si se recogiese enplegaria. Dulcemente se sonre con un pensamiento que entreteje en s misma. Si mira ala gente, parece como si no viera lo que hay: hombres, mujeres, ancianos, pastores ricos,

    pobres, sino lo que Ella sola ve.

    Tienes fro? pregunta Jos, porque sopla el aire. No. Gracias.

    Pero Jos no se fa. Le toca los pies que cuelgan al lado del borriquillo, calzados consandalias y que apenas si se dejan ver a travs del largo vestido. Debe haberlos sentidofros, porque sacude su cabeza y se quita una especie de capa pequea, y la pone en lasrodillas de Mara, la extiende sobre sus muslos, de modo que sus manitas estn biencalientes bajo ella y bajo el manto.

    Encuentran a un pastor que atraviesa con su ganado de un lado a otro. Jos se le acercay le dice algo. El pastor dice que s, Jos toma el borriquillo y lo lleva detrs del ganado

    que est paciendo. El pastor toma una rstica taza de su alforja y ordea una robustaoveja. Entrega a Jos la taza que la da a Mara.

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    Dios os bendiga dice Mara. A ti por tu amor, y a ti por tu bondad. Rogar por ti.

    Vens de lejos?

    De Nazaret responde Jos.

    Y vais?

    A Beln.

    El camino es largo para la mujer en este estado. Es tu mujer?

    S.

    Tenis a donde ir?

    No.

    Va mal todo! Beln est llena de gente que ha llegado de todas partes paraempadronarse o para ir a otras partes. No s si encontris alojo. Conoces bien el lugar?

    No muy bien.

    Bueno.. . te voy a ensear... porque se trata de Ella (y seala a Mara). Buscad el alojo.Estar lleno. Te lo digo para darte una idea. Est en una plaza. Es la ms grande. Sellega a ella por este camino principal. No podis equivocaros. Delante de ella hay unafuente. El albergue es grande y bajo con un gran portal. Estar lleno. Pero si no podisalojaros en l o en alguna casa, dad vuelta por detrs del albergue, como yendo a lacampia. Hay apriscos en el monte. Algunas veces los mercaderes que van a Jerusalnlos emplean como albergue. Hay apriscos en el monte, no lo olvidis: hmedos, fros ysin puerta, pero siempre son un refugio, porque la mujer... no puede quedarse en lamitad del camino. Tal vez all encontris un lugar... y tambin heno para dormir y parael asno. Que Dios os acompae.

    Y a ti te d su alegra responde la Virgen. Jos por su parte dice: La paz seacontigo.

    Vuelve a continuar su camino. Una concavidad ms extensa se deja ver desde la cresta ala que han llegado. En la concavidad, arribo y abajo, a lo largo de las suaves pendientesque la rodean, se ven casas y casas. Es Beln.

    Hemos llegado a la tierra de David, Mara. Ahora vas a descansar. Me parece queests muy cansada...

    No. Pensaba yo... estoy pensando... Mara aprieta la mano de Jos y le dice con unasonrisa de bienaventurada: Estoy pensando que el momento ha llegado.

    Que Dios nos socorra! Qu vamos a hacer?

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    Mara se acerca al buey. Tiene fro. Le pone las manos sobre su pescuezo para sentir lotibio de l. El buey muge, pero no hace ms, parece como si comprendiera. Lo mismocuando Jos lo empuja para tomar mucho heno del pesebre y hacer un lecho para Mara- el pesebre es doble, esto es, donde come el buey, y arriba una especie de estante conheno de repuesto, y de este toma Jos - no se opone. Hace lugar aun al borriquillo que

    cansado y hambriento, se pone al punto a comer. Jos voltea tambin un cubo conabolladuras. Sale, porque afuera vio un riachuelo, y vuelve con agua para el borriquillo.Toma un manojo de varas secas que hay en un rincn y se pone a limpiar un poco elsuelo. Luego desparrama el heno. Hace una especie de lecho, cerca del buey, en elrincn ms seco y ms defendido del viento. Pero siente que est hmedo el heno ysuspira. Prende fuego, y con una paciencia de trapista, seca poco a poco el heno junto alfuego.

    Mara sentada en el banco, cansada, mira y sonre. Todo est ya pronto. Mara seacomoda lo mejor que puede sobre el muelle de heno, con las espaldas apoyadas contraun tronco. Jos adorna todo aquel... ajuar, pone su manto como una cortina en la entrada

    que hace de puerta, Una defensa muy pobre. Luego da a la Virgen pan y queso, y le da abeber agua de una cantimplora. Duerme ahora le dice. Yo velar para que el fuegono se apague. Afortunadamente hay lea. Esperamos que dure y que arda. As podemosahorrar el aceite de la lmpara.

    Mara obediente se acuesta. Jos la cubre con el manto de ella, y con la capa que tenaantes en los pies.

    Pero tu vas a tener fro...

    No, Mara. Estoy cerca del fuego. Trata de descansar. Maana ser mejor.

    Mara cierra los ojos. No insiste. Jos se va a su rincn. Se sienta sobre una piedra, conpedazos de lea cerca. Pocos, que no durarn mucho por lo que veo.

    Estn del siguiente modo: Mara a la derecha con las espaldas a la... puerta, semi-escondida por el tronco y por el cuerpo del buey que se ha echado en tierra. Jos a laizquierda y hacia la puerta, por lo tanto, diagonalmente, y as su cara da al fuego, conlas espaldas a Mara. Pero de vez en vez se voltea a mirarla y la ve tranquila, como sidurmiese. Despacio rompe las varas y las echa una por una en la hoguera pequea paraque no se apague, para que d luz, y para que la lea dure. No hay ms que el brillo del

    luego que ahora se reaviva, ahora casi est por apagarse. Como est apagada la lmparade aceite, en la penumbra resaltan slo la figura del buey, la cara y manos de Jos. Todolo dems es un montn que se confunde en la gruesa penumbra.

    Nacimiento de Nuestro Seor Jesucristo

    (Escrito el 6 de junio de 1944)

    Veo el interior de este pobre albergue rocoso que Mara y Jos comparten con losanimales. La pequea hoguera est a punto de apagarse, como quien la vigila a punto dequedarse dormido. Mara levanta su cabeza de la especie de lecho y mira. Ve que Jostiene la cabeza inclinada sobre el pecho como si estuviese pensando, y est segura que

    el cansancio ha vencido su deseo de estar despierto. Qu hermosa sonrisa le aflora porlos labios! Haciendo menos ruido que hara una mariposa al posarse sobre una rosa, se

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    sienta, y luego se arrodilla. Ora. Es una sonrisa de bienaventurada la que llena su rostro.Ora con los brazos abiertos no en forma de cruz, sino con las palmas hacia arriba yhacia adelante, y parece como si no se cansase con esta posicin. Luego se postra contrael heno orando ms intensamente. Una larga plegaria.

    Jos se despierta. Ve que el fuego casi se ha apagado y que el lugar est casi oscuro.Echa unas cuantas varas. La llama prende. Le echa unas cuantas ramas gruesas, y luegootras ms, porque el fro debe ser agudo. Un fro nocturno invernal que penetra portodas las partes de estas ruinas. El pobre Jos, como est junto a la puerta - llamemos asa la entrada sobre la que su manto hace las veces de puerta - debe estar congelado.Acerca sus manos al fuego. Se quita las sandalias y acerca los pies al fuego. Cuando veque este va bien y que alumbra lo suficiente, se da media vuelta. No ve nada, ni siquieralo blanco del velo de Mara que formaba antes una lnea clara en el heno oscuro. Se

    pone de pie y despacio se acerca a donde est Mara.

    No te has dormido? le pregunta. Y por tres veces lo hace, hasta que Ella se

    estremece, y responde: Estoy orando.

    Te hace falta algo?

    Nada, Jos.

    Trata de dormir un poco. Al menos de descansar.

    Lo har. Pero el orar no me cansa.

    Buenas noches, Mara.

    Buenas noches, Jos.

    Mara vuelve a su antigua posicin. Jos, para no dejarse vencer otra vez del sueo, sepone de rodillas cerca del fuego y ora. Ora con las manos juntas sobre la cara. Lasmueve algunas veces para echar ms lea al fuego y luego vuelve a su ferviente plega-ria. Fuera del rumor de la lea que chisporrotea, y del que produce el borriquillo quealgunas veces golpea su pesua contra el suelo, otra cosa no se oye.

    Un rayo de luna se cuela por entre una grieta del techo y parece como hilo plateado que

    buscase a Mara. Se alarga, conforme la luna se alza en lo alto del cielo, y finalmente laalcanza. Ahora est sobre su cabeza que ora. La nimba de su candor.

    Mara levanta su cabeza como si de lo alto alguien la llamase, nuevamente se pone derodillas. Oh, qu bello es aqu! Levanta su cabeza que parece brillar con la luz blancade la luna, y una sonrisa sobrehumana transforma su rostro. Qu cosa est viendo?Qu oyendo? Qu cosa experimenta? Solo Ella puede decir lo que vio, sinti yexperiment en la hora dichosa de su Maternidad. Yo solo veo que a su alrededor la luzaumenta, aumenta, aumenta. Parece como si bajara del cielo, parece como si manara delas pobres cosas que estn a su alrededor, sobre todo parece como si de Ella procediese.

    Su vestido azul oscuro, ahora parece estar teido de un suave color de miosotis, susmanos y su rostro parecen tomar el azulino de un zafiro intensamente plido puesto al

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    fuego. Este color, que me recuerda, aunque muy tenue, el que veo en las visiones delsanto paraso, y el que vi en la visin de cuando vinieron los Magos, se difunde cadavez ms sobre todas las cosas, las viste, purifica, las hace brillantes.

    La luz emana cada vez con ms fuerza del cuerpo de Mara; absorbe la de la luna,

    parece como que Ella atrajese hacia s la que le pudiese venir de lo alto. Ya es laDepositaria de la Luz. La que ser la Luz del mundo. Y esta beatfica, incalculable,inconmensurable, eterna, divina Luz que est para darse, se anuncia con un alba, unaalborada, un coro de tomos de luz que aumentan, aumentan cual marea, que suben, quesuben cual incienso, que bajan como una avenida, que se esparcen cual un velo...

    La bveda, llena de agujeros, telaraas, escombros que por milagro se balancean en elaire y no se caen; la bveda negra, llena de humo, apestosa, parece la bveda de unasala real. Cualquier piedra es un macizo de plata, cualquier agujero un brillar de palos,cualquier telaraa un preciosismo baldaqun tejido de plata y diamantes. Una lagartijaque est entre dos piedras, parece un collar de esmeraldas que alguna reina dejara all; y

    unos murcilagos que descansan parecen una hoguera preciosa de nix. El heno que salede la parte superior del pesebre, no es ms hierba, es hilo de plata y plata pura que se

    balancea en el aire cual se mece una cabellera suelta.

    El pesebre es, en su madera negra, un bloque de plata bruida. Las paredes estncubiertas con un brocado en que el candor de la seda desaparece ante el recamo de

    perlas en relieve; y el suelo... qu es ahora? Un cristal encendido con luz blanca; lossalientes parecen rosas de luz tiradas como homenaje a l; y los hoyos, copas preciosasde las que broten aromas y perfumes.

    La luz crece cada vez ms. Es irresistible a los ojos. En medio de ella desaparece, comoabsorbida por un velo de incandescencia, la Virgen... y de ella emerge la Madre.

    S. Cuando soy capaz de ver nuevamente la luz, veo a Mara con su Hijo recin nacidoentre los brazos. Un Pequen, de color rosado y gordito, que gesticula y mueve susmanitas gorditas como capullo de rosa, y sus piecitos que podran estar en la corola deuna rosa; que llora con una vocecita trmula, como la de un corderito que acaba denacer, abriendo su boquita que parece una fresa selvtica y que ensea una lengita quese mueve contra el paladar rosado; que mueve su cabecita tan rubia que parece como sino tuviese ni un cabello, una cabecita redonda que la Mam sostiene en la palma de sumano, mientras mira a su Hijito, y lo adora ya sonriendo, ya llorando; se inclina a

    besarlo no sobre su cabecita, sino sobre su pecho, donde palpita su corazoncito, quepalpita por nosotros... all donde un da recibir la lanzada. Se la cura de antemano suMamita con un beso inmaculado.

    El buey, que se ha despertado al ver la claridad, se levanta dando fuertes patadas sobreel suelo y muge. El borrico vuelve su cabeza y rebuzna. Es la luz la que lo despierta,

    pero yo me imagino que quisieron saludar a su Creador, creador de ellos, creador detodos los animales.

    Jos que oraba tan profundamente que apenas si caa en la cuenta de lo que le rodeaba,se estremece, y por entre sus dedos que tiene ante la cara, ve que se filtra una luz. Se

    quita las manos de la cara, levanta la cabeza, se voltea. El buey que est parado no dejaver a Mara. Ella grita: Jos, ven.

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    Jos corre. Y cuando ve, se detiene, presa de reverencia, y est para caer de rodillasdonde se encuentra, si no es que Mara insiste: Ven, Jos, se sostiene con la manoizquierda sobre el heno, mientras que con la derecha aprieta contra su corazn al Peque-n. Se levanta y va a Jos que camina temeroso, entre el deseo de ir y el temor de serirreverente.

    A los pies de la cama de paja ambos esposos se encuentran y se miran con lgrimasllenas de felicidad.

    Ven, ofrezcamos a Jess al Padre dice Mara.

    Y mientras Jos se arrodilla, Ella de pie entre dos troncos que sostienen la bveda,levanta a su Hijo entre los brazos y dice: Heme aqu. En su Nombre, oh Dios! te digoesto. Heme aqu para hacer tu voluntad. Y con El, yo, Mara y Jos, mi esposo. Aquestn tus siervos, Seor. Que siempre hagamos a cada momento, en cualquier cosa, tuvoluntad, para gloria tuya y por amor tuyo. Luego Mara se inclina y dice: Tmalo,

    Jos y ofrece al Pequen.

    Yo? Me toca a m? Oh, no! No soy digno! Jos est terriblementedespavorido, aniquilado ante la idea de tocar a Dios.

    Pero Mara sonriente insiste: Eres digno de ello. Nadie ms que t, y por eso elAltsimo te escogi. Tmalo, Jos y tenlo mientras voy a buscar los paales.

    Jos, rojo como la prpura, extiende sus brazos, toma ese montoncito de carne quechilla de fro y cuando lo tiene entre sus brazos no siente ms el deseo de tenerloseparado de s por respeto, se lo estrecha contra el corazn diciendo en medio de unestallido de lgrimas: Oh, Seor, Dios mo! y se inclina a besar los piececitos y lossiente fros. Se sienta, lo pone sobre sus rodillas y con su vestido caf, con sus manos

    procura cubrirlo, calentarlo, defenderlo del viento helado de la noche. Quisiera ir alfuego, pero all la corriente de aire que entra es peor. Es mejor quedarse aqu. No. Mejorir entre los dos animales que defienden del aire y que despiden calor. Y se va entre el

    buey y el asno y se est con las espaldas contra la entrada, inclinado sobre el Recinnacido para hacer de su pecho una hornacina cuyas paredes laterales son una cabeza grisde largas orejas, un grande hocico blanco cuya nariz despide vapor y cuyos ojos miran

    bonachonamente.

    Mara abri ya el cofre, y sac ya lienzos y fajas. Ha ido a la hoguera a calentarlos.Viene a donde est Jos, envuelve al Nio en lienzos tibios y luego en su velo paraproteger su cabecita. Dnde lo pondremos ahora? pregunta.

    Jos mira a su alrededor. Piensa... Espera dice. Vamos a echar ms ac a los dosanimales y su paja. Tomaremos ms de aquella que est all arriba, y la ponemos aqudentro. Las tablas del pesebre lo protegern del aire; el heno le servir de almohada y el

    buey con su aliento lo calentar un poco. Mejor el buey. Es ms paciente y quieto. Yse pone hacer lo dicho, entre tanto Mara arrulla a su Pequen apretndoselo contra sucorazn, y poniendo sus mejillas sobre la cabecita para darle calor. Jos vuelve a atizarla hoguera, sin darse descanso, para que se levante una buena llama. Seca el heno y

    segn lo va sintiendo un poco caliente lo mete dentro para que no se enfre. Cuandotiene suficiente, va al pesebre y lo coloca de modo que sirva para hacer una cunita. Ya

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    est dice. Ahora se necesita una manta, porque el heno espina y para cubrirlocompletamente ...

    Toma mi manto dice Mara.

    Tendrs fro.

    Oh, no importa! La capa es muy tosca; el manto es delicado y caliente. No tengo fropara nada. Con tal de que no sufra l.

    Jos toma el ancho manto de delicada lana de color azul oscuro, y lo pone dobladosobre el heno, con una punta que pende fuera del pesebre. El primer lecho del Salvadorest ya preparado.

    Mara, con su dulce caminar, lo trae, lo coloca, lo cubre con la extremidad del manto; leenvuelve la cabecita desnuda que sobresale del heno y la que protege muy flojamente su

    velo sutil. Tan solo su rostro pequeito queda descubierto, gordito como el puo de unhombre, y los dos, inclinados sobre el pesebre, bienaventurados, lo ven dormir su

    primer sueo, porque el calor de los paales y del heno han calmado su llanto y hanhecho dormir al dulce Jess.

    ...................................................................................

    Adoracin de los tres Reyes

    (Escrito el 28 de febrero de 1944)

    Veo a Beln, ciudad pequea, ciudad blanca, recogida como una pollada bajo la luz delas estrellas. Dos caminos principales la cruzan en forma de cruz. La una viene del otro

    poblado y es el camino principal que contina, la otra que viene de otro poblado, ah sedetiene. Varias callejuelas dividen este poblado, en que no se puede ver ningn planocon que se haya edificado, como nosotros pensamos, sino que ha seguido lasconformaciones del terreno, lo mismo que las casas han seguido los caprichos del sueloy de su constructor. Volteadas unas a la derecha, otras a la izquierda, otras fabricadas enel ngulo respecto del camino que pasa cerca de ellas, hacen que l tome la forma deuna cinta que se tuerce, y no la de lnea recta. Ac y all se ve alguna plazoleta, que bien

    puede servir para mercado, bien para dar cabida a una fuente, o tambin porque se leconstruy sin ningn plan, y se ha quedado all como un trozo de tierra oblicuo, sobre el

    que no es posible construir algo.

    Me parece que en el punto donde estoy es una de esas plazoletas irregulares. Debihaber sido cuadrada o al menos rectangular, pero se ha convertido en un trapecio, tanraro, que parece un triangulo agudo, achatado en el vrtice. En el lado mas largo, la basedel tringulo, hay una construccin larga y baja. La ms grande del poblado. Por fuerahay una valla lisa por la que se ven dos portones, que estn ahora cerrados. Por dentro,en el cuadro, hay muchas ventanas que dan al primer piso, mientras abajo hay prticosque rodean el patio en que hay paja y excrementos esparcidos; tambin hay estanquesdonde beben agua los caballos y otros animales. Sobre las rsticas columnas hayargollas donde se atan los animales, y a un lado hay un largo tinglado para meter

    rebaos o cabalgaduras. Caigo en la cuenta de que es el albergue de Beln.

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    En los otros dos lados iguales hay casas y casuchas, algunas que tienen enfrente algnhuerto, otras que no lo tienen. Entre ellas hay unas que con su fachada dan a la plaza yotras con su parte posterior. En la otra parte ms estrecha, dando de frente al lugar de lascaravanas, hay una sola casita, con una escalera externa que llega hasta la mitad de lafachada de las habitaciones. Todas las casas estn cerradas, porque es de noche. No se

    ve a nadie por la calle.

    Veo que en el cielo aumenta la luz de las estrellas, tan hermosas en el suelo oriental, tanresplandecientes y grandes que parecen estar muy cerca, y que sea fcil llegar a ellas,tocarlas. Levanto la mirada para saber cul es la razn de que aumente la luz. Unaestrella, de inslito tamao que parece ser una pequea luna, avanza en el cielo deBeln. Las otras parecen eclipsarse y hacerse a un lado, como las damas cuando pasa lareina, pues su esplendor las domina, las anula. De la esfera, que parece un enorme zafiro

    plido, al que por dentro encendiera un sol, sale un rayo al que adems de su colornetamente zafiro, se unen otros, cual el rubio de los topacios, el verde de las esmeraldas,el de palos, el rojizo de los rubes, y los dulces centelleos de las amatistas. Todas las

    piedras preciosas de la tierra estn en ese rayo que rasga el cielo con una velocidad ymovimiento ondulante como si fuese algo vivo. El color que predomina es el que manadel centro de la estrella: el hermossimo color de plido zafiro, que pinta de azul

    plateado las casas, los caminos, el suelo de Beln, cuna del Salvador.

    No es ya la pobre ciudad, que por lo menos para nosotros no pasa de ser un rancho. Esuna ciudad fantstica de hadas en que todo es plata. Y el agua de las fuentes, de losestanques es un lquido diamantino.

    La estrella con un resplandor mucho ms intenso se detiene sobre la pequea casa queest en el lado ms estrecho de la plazuela. Nadie la ve porque todos duermen, pero laestrella hace vibrar ms sus rayos y su cola vibra, ondea ms fuerte trazando comosemicrculos en el cielo, que se enciende todo con esta red de astros que arrastraconsigo, con esta red llena de piedras preciosas que brillan tiendo con los ms vagoscolores las otras estrellas, como para decirles una palabra de alegra.

    La casucha est sumergida en este fuego lquido de joyas. El techo de la pequeaterraza, la escalerilla de piedra oscura, la puertecilla, todo es como si fuese un bloque de

    plata pura, espolvoreado con diamantes y perlas. Ningn palacio real de la tierra jamsha tenido ni tendr una escalera semejante a esta, por donde pasan los ngeles, pordonde pasa la Madre de Dios. Sus piececitos de Virgen Inmaculada pueden posarse

    sobre ese cndido resplandor, sus piececitos destinados a posarse sobre las gradas deltrono de Dios.

    Pero la Virgen no sabe lo que pasa. Vela junto a la cuna de su Hijo y ora. En su almatiene resplandores que superan en mucho los resplandores de la estrella que adorna lascosas.

    Por el camino principal avanza una caravana. Caballos enjaezados y otros a quienes seles trae de la rienda, dromedarios y camellos sobre los que alguien viene cabalgando, o

    bien tirados de las riendas. El sonido de las pezuas es como un rumor de aguas que semete y restriega las piedras del arroyo. Llegados a la plaza, se detienen. La caravana,

    bajo los rayos de la estrella, es algo fantstico. Los arreos, los vestidos de los jinetes,sus rostros, el equipaje, todo resplandece al brillo de la estrella, metales, cuero, seda,

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    joyas, pelambre. Los ojos brillan, de las bocas la sonrisa brota porque hay otroresplandor que ha prendido en sus corazones: el de una alegra sobrenatural.

    Mientras los siervos se dirigen al lugar donde se hospedan las caravanas, tres bajan desus respectivos animales, que un siervo lleva a otra parte, y van a la casa a pie. Se

    postran, con la cara en el suelo. Besan el polvo. Son tres hombres poderosos. Lo indicansus riqusimos vestidos. Uno de piel muy oscura que baj de un camello, se envuelve enuna capa de blanca seda, que se sostiene en la frente y en la cintura con un cinturn

    precioso, y de este pende un pual o espada que en su empuadura tiene piedraspreciosas. Los otros dos han bajado de soberbios caballos. El uno est vestido con unatela de rayas blanqusimas en que predomina el color amarillo. El capucho y el cordn

    parecen una sola pieza de filigrana de oro. El otro trae una camisola de seda de largas yanchas mangas unida al calzn, cuyas extremidades estn ligadas en los pies. Estenvuelto en finsimo manto, que parece un jardn por lo vivo de los colores de las floresque lo adornan. En la cabeza trae un turbante que sostiene una cadenilla engastada endiamantes.

    Despus de haber venerado la casa donde est el Salvador, se levantan y se van al lugarde las caravanas, donde estn los siervos que pidieron albergue.

    * * *

    Es despus del medioda. El sol brilla en el cielo. Un siervo de los tres atraviesa laplaza, por la escalerilla de la pequea casa entra, sale, regresa al albergue.

    Salen los tres personajes seguidos cada uno de su propio siervo. Atraviesan la plaza. Lospocos peatones se voltean a mirar a esos pomposos hombres que lenta y solemnementecaminan. Desde que sali el siervo y vienen los tres personajes ha pasado ya un buencuarto de hora, tiempo suficiente para que los que viven en la casita se hayan preparadoa recibir a los huspedes.

    Vienen ahora ms ricamente vestidos que en la noche. La seda resplandece, las piedraspreciosas brillan, un gran penacho de joyas, esparcidas sobre el turbante del que lo trae,centellea.

    Un siervo trae un cofre todo embutido con sus remaches en oro bruido. Otro una copaque es una preciosidad. Su cubierta es mucho mejor, labrada toda en oro. El tercero una

    especie de nfora larga, tambin de oro, con una especie de tapa en forma de pirmide,y sobre su punta hay un brillante. Deben pesar, porque los siervos los traenfatigosamente, sobre todo el que trae el cofre.

    Suben por la escalera. Entran. Entran en una habitacin que va de la calle hasta la parteposterior de la casa. Se va al huertecillo por una ventana abierta al sol. Hay puertas enlas paredes, y por ellas se asoman los propietarios: un hombre, una mujer, y tres o cuatronios.

    Sentada con el Nio en sus rodillas. Jos a su lado, de pie. Se levanta, se inclina cuandove que entran los tres Magos. Ella trae un vestido blanco que la cubre desde el cuello

    hasta los pies. Trenzas rubias adornan su cabecita. Su rostro est intensamente rojodebido a la emocin. En sus ojos hay una dulzura inmensa. De su boca sale el saludo:

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    "Dios sea con vosotros". Los tres se detienen por un instante como sorprendidos, luegose adelantan, y se postran a sus pies. Le dicen que se siente.

    Aunque Ella les invita a que se sienten, no aceptan. Permanecen de rodillas, apoyadossobre sus calcaales. Detrs, a la entrada, estn arrodillados los siervos. Delante de si

    han colocado los regalos y se quedan en espera.

    Los tres Sabios contemplan al Nio, que creo que tiene ahora unos nueve meses o unao. Est muy despabilado. Es robusto. Est sentado sobre las rodillas de su Madre ysonre y trata de decir algo con su vocecita. Al igual que la mam, est vestidocompletamente de blanco. En sus piececitos trae sandalias. Su vestido es muy sencillo:una tuniquita de la que salen los piececitos intranquilos, unas manitas gorditas quequisieran tocar todo; sobre todo su rostro en que resplandecen dos ojos de color azuloscuro. Su boquita se abre y deja ver sus primeros dientecitos. Los risos parecenrociados con polvo de oro por lo brillantes y hmedos que se ven.

    El ms viejo de los tres habla en nombre de todos. Dice a Mara que vieron en unanoche del pasado diciembre, que se prenda una nueva estrella en el cielo, de unresplandor inusitado. Los mapas del firmamento que tenan, no registraban esa estrella,ni de ella hablaban. Su nombre era desconocido. Nacida por voluntad de Dios, habacrecido para anunciar a los hombres una verdad fausta, un secreto de Dios. Pero loshombres no le haban hecho caso, porque tenan el alma sumida en el fango. No habanlevantado su mirada a Dios, y no supieron leer las palabras que El traz, siempre seaalabado con astros de fuego en la bveda de los cielos.

    Ellos la vieron y pusieron empeo en comprender su voz. Quitndose el poco sueo queconcedan a sus cansados cuerpos, olvidando la comida, se haban sumergido en elestudio del zodaco. Las conjunciones de los astros, el tiempo, la estacin, el clculo delas horas pasadas y de las combinaciones astronmicas les haban revelado el nombre ysecreto de la estrella. Su Nombre: Mesas . Su secreto: Es el Mesas venido almundo . Y vinieron a adorarlo. Ninguno de los tres se conoca. Caminaron por montesy desiertos, atravesaron valles y ros; hasta que llegaron a Palestina porque la estrella semova en esta direccin. Cada uno, de puntos diversos de la tierra, se haba dirigido aigual lugar. Se haban encontrado de la parte del Mar Muerto. La voluntad de Dios loshaba reunido all, y juntos haban continuado el camino, entendindose, pese a que cadauno hablaba su lengua, y comprendiendo y pudiendo hablar la lengua del pas, por unmilagro del Eterno.

    Juntos fueron a Jerusaln, porque el Mesas debe ser el Rey de Jerusaln, el Rey de losjudos. Pero la estrella se haba ocultado en el cielo de dicha ciudad, y ellos habanexperimentado que su corazn se despedazaba de dolor y se haban examinado parasaber si haban en algo ofendido a Dios. Pero su conciencia no les reproch nada. Sedirigieron a Herodes para preguntarle en qu palacio haba nacido el Rey de los judosal cual haban venido a adorar. El rey, convocados los prncipes de los sacerdotes y losescribas, les pregunt que dnde nacera el Mesas y que ellos respondieron: En Belnde Jud.

    Ellos vinieron hacia Beln. La estrella volvi a aparecerse a sus ojos, al salir de la

    Ciudad santa, y la noche anterior haba aumentado su resplandor. El cielo era todo unincendio. Luego se detuvo la estrella, y juntando las luces de todas las dems estrellas

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    en sus rayos, se detuvo sobre esta casa. Ellos comprendieron que estaba all el Recinnacido. Y ahora lo adoraban, ofrecindole sus pobres dones y ms que otra cosa sucorazn, que jams dejar de seguir bendiciendo a Dios por la gracia que les concedi y

    por amar a su Hijo, cuya Humanidad vean. Despus regresaran a decrselo a Herodesporque l tambin deseaba venir a adorarlo.

    Aqu tienes el oro, como conviene a un rey; el incienso como es propio de Dios, ypara ti, Madre, la mirra, porque tu Hijo es Hombre adems de Dios, y beber de la vidahumana su amargura, y la ley inevitable de la muerte. Nuestro amor no quisiera decirestas palabras, sino pensar que fuese eterno en su carne, como eterno es su Espritu,

    pero, Oh mujer!, si nuestras cartas, o mejor dicho, nuestras almas, no se equivocan, El,tu Hijo, es; el Salvador, el Mesas de Dios, y por esto deber salvar la tierra, tomar en Ssus males, uno de los cuales es el castigo de la muerte. Esta mirra es para esa hora, paraque los cuerpos que son santos no conozcan la putrefaccin y conserven su integridadhasta que resuciten. Que El se acuerde de estos dones nuestros, y salve a sus siervosdndoles Su Reino. Por tanto, para ser nosotros santificados, Vos, la Madre de este

    Pequeuelo nos lo conceda a nuestro amor, para que besemos sus pies y con ellosdescienda sobre nosotros la bendicin celestial.

    Mara, que no siente ya temor ante las palabras del Sabio que ha hablado, y que ocultala tristeza de las fnebres invocaciones bajo una sonrisa, les presenta a su Nio. Lo poneen los brazos del ms viejo, que lo besa y lo acaricia, y luego lo pasa a los otros dos.

    Jess sonre y juguetea con las cadenillas y las cintas. Con curiosidad mira, mira elcofre abierto que resplandece con color amarillento, sonre al ver que el sol forma unaespecie de arco iris, al dar sobre la tapa donde est la mirra.

    Despus los tres entregan a Mara el Nio y se levantan. Tambin Mara se pone de pe.Se hacen mutua inclinacin. Despus que el ms joven dio rdenes a su siervo y sali.Los tres hablan todava un poco. No se deciden a separarse de aquella casa. Lgrimas deemocin hay en sus ojos. Se dirigen en fin a la salida. Los acompaan Mara y Jos.

    El Nio quiso bajar y dar su manita al ms anciano de los tres, y camina as, asido de lamano de Mara y del Sabio, que se inclinan para llevarlo de la mano. Jess todava tieneese paso bamboleante de los pequeuelos, y va golpeando sus piececitos sobre las lneasque el sol forma sobre el piso.

    Llegados al dintel - no debe olvidarse que la habitacin es muy larga - los tresarrodillndose nuevamente, besan los pes de Jess. Mara se inclina al Pequeuelo, lotoma de la manita y lo gua, hacindole que haga un gesto de bendicin sobre la cabezade cada Mago. Es una seal algo as como de cruz, que los deditos de Jess, guiados porla mano de Mara, trazan en el aire.

    Luego los tres bajan la escalera. La caravana est esperndolos. Los enjaezados caballosresplandecen con los rayos del atardecer. La gente est apiada en la plazoleta. Seacerc a ver este inslito espectculo.

    Jess re, batiendo sus manectas. Su Madre lo ha levantado en alto y apoyado sobre el

    pretil que sirve de lmite al suelo, y lo ase con un brazo contra su pecho para que no se

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    caiga. Jos ha bajado con los tres Magos, y les detiene las cabalgaduras, mientras sobreellas suben.

    Los siervos y seores estn sobre sus animales. Se da la orden de partir. Los tres seinclinan profundamente sobre su cabalgadura en seal de postrer saludo. Jos se inclina.

    Tambin Mara, y vuelve a guiar la manita de Jess en un gesto de adis y bendicin.

    Consideraciones acerca de la fe de los tres Reyes(Escrito el mismo da)

    Dice Jess:

    Y ahora? Qu puedo deciros, oh almas, que sents que la fe muere? Aquellos sabiosdel Oriente no tenan nada que les hubiese asegurado la verdad. Ninguna cosasobrenatural. Tan solo sus clculos astronmicos y sus reflexiones que una vida ntegralas hacan perfectas.

    Y sin embargo tuvieron fe. Fe en todo: fe en la ciencia, fe en su conciencia, fe en labondad divina. Por medio de la ciencia creyeron en la seal de la nueva estrella que nopoda ser sino La esperada " durante siglos por la humanidad: el Mesas. Por medio desu conciencia tuvieron fe en la voz de la misma, que, recibiendo "voces" celestiales, lesdeca: "Esa estrella es la seal de la Llegada del Mesas. Por medio de la bondad divinatuvieron fe en que Dios no los engaara, y como su intencin era recta, los ayudara entodos los modos para llegar a su objetivo.

    Y lo lograron. Solo ellos, en medio de tantos otros que estudiaban las seales,comprendieron esa seal, porque solo ellos tenan en su alma el ansia de conocer las

    palabras de Dios con un fin recto, cuyo pensamiento principal era el de dar inmediata-mente alabanza y honra a Dios.

    No buscaron su utilidad propia; antes bien las fatigas y los gastos no los arredraron,igualmente que no pidieron ninguna recompensa humana. Pidieron solamente que Diosse acordase de ellos y que los salvase para siempre. Como no pensaron en ningunarecompensa humana, de igual modo decidieron emprender su viaje sin ninguna

    preocupacin humana. Vosotros os hubierais puesto a hacer miles de cavilaciones: "Cmo podr hacer un viaje en naciones y pueblos de lenguas diversas? Me creern, o

    bien, me, tomaren como espa? Quid ayuda me darn cuando tenga que pasar desiertos,

    ros, montes? Y el calor? Y el viento de las altiplanicies? Y las fiebres paldicas? Ylas avenidas? Y las comidas diferentes? Y el diverso modo de hablar? Y... y... y... ".As pensis vosotros. Ellos no. Dijeron con una audacia sincera y santa: " Tu, Oh Dios!lees nuestros corazones y ves qu fin nos proponemos. Nos ponemos en tus manos.Concdenos la alegra sobrehumana de adorar a la Segunda Persona, hecha Carne, parala salvacin del mundo.

    Basta. Se pusieron en camino desde las Indias lejanas (). Desde las cordillerasmonglicas por las que pasean tan slo las guilas y los cndores y Dios habla con elruido de los vientos y torrentes y escribe palabras de misterio en las pginas inmensasde los nevados. Desde las tierras en que nace el Nilo y corre, cual cinta verde-azul, al

    encuentro del Mediterrneo. Ni picos, ni selvas, ni arenales, ocanos secos y mucho mspeligrosos que los de agua, los detienen en su camino. Y la estrella brilla en sus noches,

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    y no los deja dormir. Cuando se busca a Dios, las costumbres naturales deben ceder sulugar a las impaciencias y a las necesidades sobrehumanas.

    La estrella los llama desde el norte, desde el oriente, desde el sur, y por un milagro deDios los gua hacia un punto, los rene despus de tantas distancias en ese punto, y por

    otro milagro, les anticipa la sabidura de Pentecosts, el don de entenderse y de hacerseentender como acaece en el paraso, donde se habla una sola lengua: la de Dios.

    Hubo un momento en que el susto se apoder de ellos y fue cuando la estrelladesapareci. Y humildes porque eran realmente grandes, no pensaron que fuese por lamala voluntad de otros, por los de Jerusaln que no merecan ver la estrella de Dios,sino que pensaron haber ellos mismos desagradado en algo a Dios, y se examinaron contemblor y contricin prontos a pedir ser perdonados.

    Su conciencia los serena. Almas acostumbradas a la meditacin, tienen una concienciadelicadsima, siempre atenta, dotada de una introspeccin aguda, que hace de su interior

    un espejo en que se reflejan las ms pequeas manchas de los acontecimientos diarios:la hicieron su maestra, esa voz que advierte y grita, no digo ya, al menor error, sino a la

    posibilidad de error, a lo que es humano, a la complacencia de lo que es el ser humano.Por esto, cuando se ponen frente a esta maestra, a este espejo lmpido y claro, saben queno mentir. Ahora los tranquiliza nuevamente y emprenden el camino.

    Oh qu dulce cosa es sentir que en nosotros no hay nada que desagrade a Dios!. Saberque El mira con agrado el corazn del hijo fiel y que lo bendice. De esto viene aumentode fe y de confianza, como de esperanza, fortaleza, paciencia. Ahora la tempestad ruge,

    pero pasar porque Dios me ama y sabe que lo amo, y no dejar de ayudarme otra vez.As hablan los que tienen la paz que nace de una conciencia recta, que es reina de susacciones.

    Dije que eran "humildes porque eran realmente grandes. Pero qu sucede en vuestrasvidas?. Que uno, no porque es grande, sino porque abusa de su poder, por su orgullo y

    por vuestra necia idolatra, jams es humilde. Hay algunos desventurados que, solo porser mayordomos de un poderoso, jefes de una oficina, o empleados en algndepartamento, en una palabra, siervos de quienes los han hecho, se dan aires desemidioses. Y que si causan lstima...

    Los tres Sabios eran realmente grandes. Ante todo por una virtud sobrenatural, despus,

    por su ciencia, y finalmente por sus riquezas. Pero se tienen por nada: por polvo de latierra, en comparacin al Dios Altsimo que crea los mundos con su sonrisa y losesparce como granos para que los ojos de los ngeles se alegren con esos collareshechos de estrellas.

    Se sienten nada respecto al Dios Altsimo que cre el planeta en que viven, y ha puestoen l toda clase de variedades. El Escultor infinito de obras sin fin, ac con un dedo

    puso una corona de colinas de suaves pendientes, all picos y escarpaduras, cual sivrtebras tuviese la tierra, y como si fuese un cuerpo gigantesco en que las venas son losros, la pelvis los lagos, el corazn los ocanos, el vestido las forestas, los velos lasnubes, los adornos los glaciales, gemas las turquesas y las esmeraldas, los palos y los

    berilos de todas las aguas que cantan, con las selvas y los vientos, cual un inmenso coro,las alabanzas a su Seor.

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    Pero sienten que valen nada por su saber con respecto al Dios Altsimo de quien lesllega su sabidura, y que les ha dado ojos ms potentes que los de sus pupilas: ojos delalma que sabe leer en las cosas las palabras que la mano humana no escribi, sino el

    pensamiento de Dios.

    Se sienten nada pese a sus riquezas, que son un tomo en comparacin de la riqueza delDueo del universo, que esparce metales y joyas en los astros y planetas y riquezassobrenaturales, riquezas inexhaustas, en el corazn de quien lo ama.

    Y llegados ante una pobre casa, en la ms pobre de las ciudades de Jud, no mueven lacabeza como diciendo: " Imposible", sino inclinan su cuerpo, se arrodillan, pero sobretodo inclinan el corazn y adoran. All detrs de esas pobres paredes, est Dios, el Diosa quien siempre han invocado, a quien jams pensaron verlo ni por sueos. Loinvocaron por toda la humanidad, por " su" bien eterno. Oh! solo deseaban poder verlo,conocerlo, poseerlo en la vida que no tiene ni auroras, ni crepsculos.

    El est all, detrs de aquellas paredes. Quin sabe si el corazn del Nio, que siemprees el corazn de un Dios, no sienta palpitar estos tres corazones inclinados sobre el

    polvo del camino con: " Santo, Santo, Santo. Bendito el Seor Dios nuestro. Gloria a Elen los cielos y paz a sus siervos. Gloria, gloria, gloria y bendicin "?. Ellos lo piden conun corazn tembloroso. Durante toda la noche y al siguiente da preparan su corazn pormedio de la plegaria para entrar en comunin con el Nio-Dios. No se acercan a estealtar que es un regazo virginal que lleva la Hostia divina, como vosotros solisacercaros con el alma llena de preocupaciones humanas.

    Se olvidan del sueo, de la comida. Y si se ponen los vestidos ms hermosos, no es pororgullo humano, sino para honrar al Rey de reyes. En los palacios de los soberanos, losdignatarios entran con sus mejores vestiduras y no deban presentarse ante este Reycon sus vestiduras de fiesta? Y qu fiesta ms grande para ellos que sta?.

    Oh cuntas veces en sus lejanas tierras tuvieron que haberse arreglado por causa de loshombres, para ofrecerles alguna fiesta, para honrarlos. Justo era pues poner a los piesdel Rey supremo la prpura y los joyeles, las sedas y las plumas preciosas. Poner antelos pies, ante los delicados piececitos, las fibras de la tierra, sus piedras preciosas, sus

    plumas, sus metales - obras que son de El - para que tambin todo adorara a su Creador.Y seran felices si el Pequeito les ordenase extenderse por el suelo y formar unaincomparable alfombra para que caminase sobre todo, El que ha dejado las estrellas, por

    su causa.Humildes y generosos. Obedientes a los "voces" de lo alto. Ordenan que se presentensus dones al Recin nacido. Y los llevan. No dicen: "El es rico y no tiene necesidad. EsDios y no conocer la muerte. Obedecen. Fueron ellos los primeros en haber socorridola pobreza del Salvador. Cun necesario ser el oro cuando tenga que huir!. Cunsignificativa esa mirra cuando tenga que morir!. Cun santo ese incienso que oler lahediondez de la lujuria humana que hala alrededor de su pureza infinita.

    Humildes, generosos, obedientes y respetuosos el uno para con el otro. Las virtudessiempre producen otras virtudes. Las virtudes que miran a Dios, son las que miran al

    prjimo. Respeto, que es despus caridad. Al de mayor edad se le deja que hable portodos, que sea el primero en recibir el beso del Salvador, de tomarlo por su manita. Los

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    otros lo podrn volver a ver, pero l, no. Est viejo y su da en que regrese a Dios estcercano. Ver al Mesas despus de su terrible muerte y lo seguir, en el ejrcito de lossalvados, cuando regrese al cielo, pero no lo ver sobre esta tierra; y as pues, como porvitico, le concede que toque su manita y que la estreche.

    Los otros no tienen ninguna envidia, antes bien su respeto hacia el viejo sabio aumenta.Ms que ellos ha sido hecho digno, y por largo tiempo. El Nio-Dios lo sabe. Todavano habla, El, la Palabra del Padre, pero sus acciones son palabra; y sea bendita suinocente palabra que seala a ste como a su predilecto.

    Hijos, hay otras dos enseanzas que nacen de esta visin.

    La actitud de Jos que sabe estar en " su " lugar. Presente cual custodio y tutor de laPureza y Santidad; pero que no usurpa sus derechos. Mara con Jess recibe loshomenajes y oye las palabras. Jos se regocija con ello y no se inquieta por ser unafigura secundaria. Jos es un justo: es el Justo. Y es siempre justo, an en esta hora. Los

    humos no se le suben a la cabeza. Permanece humilde y justo.

    Ve con gusto los regalos, porque piensa que con ellos podr hacer que la vida de suEsposa y del dulce Nio sea ms llevadera. Jos no los desea por ambicin. Es untrabajador y seguir trabajando. Pero que sus dos amores tengan desahogo y consuelo!

    Ni 1, ni los Magos saben que esos dones servirn cuando llegue la hora de huir ycuando vivan en el destierro, en esas circunstancias en que las riquezas se esfuman, cualnubes empujadas por vientos, y para cuando regresen a la patria, despus de que todo

    perdieron, clientes y muebles, y tan slo quedaron las paredes de la casa, que Diosprotegi porque all la Virgen recibi el Anuncio.

    Jos es humilde, l, el custodio de Dios y de la Madre de Dios, hasta tomar las riendascuando suban sobre sus cabalgaduras estos vasallos de Dios. Es un pobre carpintero,

    porque la fuerza de los poderosos le ha quitado su herencia cual merece por serdescendiente de David. Pero siempre es de estirpe real y sus acciones lo son. Tambinde l est dicho: " Era humilde porque era realmente grande".

    La ultima enseanza, que es muy consoladora.

    Es Mara la que toma la mano de Jess, que no sabe todava bendecir, y hace que lohaga.

    Mara es siempre la que toma la mano de Jess y la que la gua. An ahora. Ahora queJess sabe bendecir. Algunas veces su mano llagada cae cansada y como sin esperanza

    porque sabe que es intil bendecir. Vosotros echis a perder mi bendicin. Irritada sebaja, porque me maldecs. Y entonces Mara es la que quita la ira de esta mano conbesarla. 1 Oh, el beso de Mi Madre! Quin puede resistir a ese beso? Y luego tomacon sus delgados y finos dedos, pero tan amorosamente imperiosos, mi pulso y meobliga a bendecir. No puedo rechazar a Mi Madre, es menester ir a Ella para que seavuestra Abogada.

    Es Mi Reina antes de que sea la vuestra; y su amor por vosotros tiene benevolencias,

    que ni siquiera el mo conoce. Y Ella, an sin palabras, pero con las perlas de su llanto y

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    con el recuerdo de Mi Cruz, cuya configuracin me hace trazar en el aire, habla porvuestra causa y me dice: " Eres el Salvador. Salva".

    Este es, hijos, el "Evangelio de la fe" en la aparicin de la escena de los Magos.Meditadlo e imitadlo para vuestro bien.

    () La Escritora aade la siguiente nota: "Jess me dice despus, que por indias quieresealar el Asia meridional. que comprende ahora el Turquestn, Afganistn y Persia ".

    --------------------------------------------------------------------------------

    Relato del nacimiento de la Santsima Virgen Mara

    ...El atardecer ha llegado mucho antes por la tempestad violenta que se cierne. Aguacerotorrencial, viento rayos. Todo se echa encima, menos granizo que fue a caer en otras

    partes.Uno de los trabajadores hace notar esta violenta tempestad: parece como si Satans hayasalido con sus demonios del infierno. Mira, negras nubes!. Mira como huele a azufre,y como se oyen como silbidos, gritos de lamento, gritos que maldicen. Si es l, de hechoque esta noche est muerto de rabia.

    El otro compaero se re y dice: se le habr escapado una gran presa o bien Miguel le haechado encima nuevos rayos de Dios, se le han quebrado los cuernos y la cola se le hacortado, y arde en el fuego.

    Una mujer que pasa corriendo grita: Joaqun!. Esta por nacer!. Todo va bien!. Ydesaparece con una jarra entre las manos.

    El temporal cesa de pronto, despus de un rayo tan fuerte que arroja contra la pared alos tres hombres y delante de la casa, en el huerto, se queda como recuerdo un hueconegro que despide humo. Entre tanto que un gritito, que parece el lamento de unatortolita que por primera vez no pa sino que arrulla, se oye de aquella parte de la puertade Anna, un hermoso arco iris alarga su faja semicircular en el curvo cielo; se levanta, o

    por lo menos as parece, de la cresta del Hermn, que una lengeta del sol besa, y queparece estar teida de un alabastro blanqusimo con tinte de color rosa delicadisimo, selevanta hasta el ms hermoso cielo de septiembre, y atravesando espacios limpios detoda suciedad, sobrepasa las colinas de Galilea, y la llanura que se ve entre dos higuerasque estn al sur, y luego otro monte, y parece como si posase su extremidad en la puntadel horizonte, donde una cordillera de montes impide el poderse ver ms.

    Cosa nunca vista!

    Mirad, mirad!

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    Parece como si uniese en un slo cinto toda la tierra de Israel. Pero ved tambin. Hayall una estrella, an cuando el sol todava no se ha puesto. Qu estrella!. Brilla cual sifuese un enorme diamante....

    Y la luna, all, est llena, an cuando le faltan tres das para serlo. Ved como brilla!.

    Las mujeres se acercan contetisimas con un pedazo de carne color rosa envuelto enblancos lienzos.

    Es Mara, la Mam!. Una Mara pequeita que puede dormir entre los brazos de unnio; una Mara que no es ms grande que un brazo, un marfil teido de un tenue colorrosa, con unos labios de carmn que no lloran ms, pero que instintivamente se muevencomo para mamar, tan pequeos que no puedo comprender como lograran coger la teta,una nariz pequea entre dos mejillas redondas; y cuando le pujan para hacerle abrir susojitos, dos pedazos de cielo, dos puntitos inocentes y azules que ven y no miran,

    protegidos por dos cejas hermosas de color rubio-rosado de cierta miel que parece

    blanca.

    Sus orejas son dos conchitas rosadas y transparentes, perfectas. Sus manitas...qu cosaes eso que se mueve por el aire y luego va a la boca?. Estn cerradas y parecen dos

    botones que se hayan abierto paso entre el verdor de spalos, abiertas, son dos joyelesde marfil con tinte de rosa, de alabastro de color tenuemente rosado, con cinco plidasgranadas que son las uas.

    Como harn esas manitas para enjugar tantas lgrimas!

    Y los piececitos!. Donde estn! Estn escondidos entre los lienzos de lino. La parientase sienta y los descubre...oh! piececitos! No ms de cuatro centmetros de largo. Su

    planta es una conchita de coral. En el dorso una conchilla de nieve de color azul; susdeditos, son de una obra maestra de escultura liliputiense; tambin ellos tienen susgranaditas de color plido. Cmo podr haber sandalias tan pequeas, cuando esos

    piececitos de mueca den los primeros pasos! Cmo se las arreglarn esos piececitospara caminar por speros senderos, aguantarn un inmenso dolor bajo una Cruz!.

    Pero ahora todo esto no se sabe, y se ren y se sonren al verla extender sus manitas, ypatalear; de sus piernecitas entornadas, de sus muslitos tan gorditos, de su barriguita;una copa al revs de su pequeo trax perfecto, y bajo el blanco lienzo se ve el

    movimiento que hace al respirar y se oye, si como su padre feliz ahora hace, que apoyasu boca sobre su cuerpecito, palpitar un Corazoncito...un Corazoncito que es l mshermoso que haya nacido en los siglos; El nico Corazn Inmaculado de hombrealguno.

    Y la espaldita!. Ahora la ponen de espaldas y se ve lo encorvado de los riones, luegolas espaldas gorditas y la nuca de color rosa tan fuerte que ahora la cabecita de un

    pajarillo que escudria a su alrededor un mundo nuevo que ve, y da un gritito deprotesta por que se le trata as. Ella, la Pura y la Casta a los ojos de tantos, Ella a la queningn hombre jams ver desnuda, la Virgen, la Santa e Inmaculada. Cubrid, cubrideste botn de lirio, que jams se abrir sobre la tierra, y que producir una flor ms bella

    que Ella misma, permaneciendo siempre un botn. Slo en los Cielos el Lirio del SeorTrino abrir todos sus ptalos. Porque all no hay polvo de culpa que pueda

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    involuntariamente profanar ese candor. Por que all arriba ante la mirada de todo elEmpreo, dar acogida al Dios Trino que ahora, oculto estar en un Corazn sin mancha,

    pero dentro de pocos aos ser para Ella: Padre, Hijo, Esposo.

    Vedla nuevamente entre los lienzos y en los brazos de su padre terreno, a quien se

    parece. No ahorita. Ahora es un bosquejo humano. Digo que se le parece cuando llega acrecer. No se parece nada a su madre. De su padre tiene el color de la piel, de los ojos ytambin de los cabellos, que si ahora estn blancos, en su juventud ciertamente fueronrubios como lo muestran las cejas; de su padre tiene la fisonoma, mucho ms perfectacuanto es de una mujer, de esa Mujer; de su padre la sonrisa y la mirada, el modo demoverse y la estatura. Pensando en Jess, como lo veo, comprendo que Anna dio suestatura a su Nieto y el color de la piel de tinte de marfil. Mara no tiene ese aire degrandiosidad de Anna; una palma alta y flexible, sino el donaire de su padre.

    Tambin las mujeres hablan de la tempestad y del prodigio de la luna, de la estrella, delinmenso arco iris, mientras con Joaqun entran donde est la madre feliz, y le devuelven

    a la Criaturita.

    Anna sonre a un pensamiento suyo: es la Estrella, Su seal est en el Cielo. Mara,arco de paz!, Mara estrella ma! Mara, brillante luna! Mara, perla nuestra!

    La llamas Mara?

    Si, Mara, estrella, perla luz y paz....

    Pero tambin quiere significar amargura....no tienes miedo de pronosticarledesventuras?

    Dios est con Ella. Es suya antes que existiese. El la conducir por sus caminos y todaamargura se cambiar en miel del paraso. Ahora eres de tu mam....por un poco detiempo, antes de que seas toda de Dios...

    La visin termina con el primer sueo de Anna madre y de Mara la recin nacida.

    Jess pregunta a Su Madre acerca de los discpulos

    ...

    Ahora estoy viendo, dos horas despus de lo escrito anteriormente, la casa en Nazaret.Reconozco la habitacioncilla del adis, que da al huerto donde las plantas estn llenasde follaje.Jess est con Mara. Estn sentados juntos en la banca de piedra junto a la pared.Parece que la cena ya ha terminado y que, mientras los dems, si es que alguien hubiese

    no veo a nadie- ya se retiraron, y la Madre y el Hijo se sienten felices de estar cerca yen trabar una dulce conversacin. La voz interna me dice que es una de las primerasveces que Jess regresa a Nazaret despus del Bautismo, del ayuno en el desierto y de laformacin del colegio apostlico antes mencionado. Cuenta a Su Madre sus primeras

    jornadas de evangelizacin, sus primeras conquistas de corazones... y Mara estpendiente de los labios de su Jess.

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    Est ms delgada, ms plida, como si hubiera sufrido mucho durante este tiempo.Tiene dos grandes ojeras, como las de alguien que ha llorado mucho y que est

    preocupado. Pero ahora est feliz y sonre. Sonre acariciando la mano de su Jess. Esfeliz con tenerlo all. Con estar de Corazn a Corazn en el silencio de la noche que vaentrando.

    Debe ser verano, porque la higuera tiene ya sus primeros frutos maduros que seextienden hasta la casa, y Jess corta algunos ponindose de pie, y da los ms bonitos aSu Madre, limpindolos con cuidado y se los presenta como si fuesen clices blancos deestras rojas, con corona de ptalos blancos por dentro y prpura por afuera. Los

    presenta en la palma de la mano y sonre al ver que le gustan a Su Mam.

    Despus a quemarropa le pregunta: Mam has visto mis discpulos?... Qu piensas deellos?.

    Mara que est para llevar a la boca el tercer higo, levanta la cabeza, suspende su

    movimiento, se sobresalta y mira a Jess.

    Qu piensas de ellos ahora que te los he presentado?. Recalca Jess.

    Creo que te aman y que podrs obtener mucho de ellos. Juan... ama a Juan como Tsabes amar. Es un ngel. Y estoy tranquila cuando pienso que est contigo. TambinPedro es bueno... Es duro porque es ya viejo, pero franco y de conviccin. Y suhermano... te aman por ahora como son capaces de hacerlo. Despus te amarn ms.Tambin nuestros primos, ahora que se han convencido te sern fieles. Pero... el hombrede Keriot... ese no me gusta, Hijo. Su ojo no es limpio y su corazn mucho menos. Mecausa miedo.

    - Contigo es muy respetuoso-

    -Demasiado respetuoso. Tambin contigo es muy respetuoso. Pero no es por Ti,Maestro; es por Ti, su futuro Rey de quien espera utilidades y gloria. Era un nadie,apenas un poco ms que los dems de Keriot. Pero ahora espera desempear a Tu ladoun papel de importancia y... Oh, Jess!... No quiero faltar a la caridad, pero pienso, auncuando no quiero pensarlo, que en caso que lo desilusiones, no dudar en reemplazarte,o en tratar de hacerlo. Es ambicioso, avariento y vicioso. Est ms preparado para ser uncortesano de un rey terrenal que no un apstol tuyo, Hijo mo. Me causa miedo! y la

    Mam mira a su Jess con los ojos aterrorizados y su cara plida.

    Jess lanza un suspiro. Piensa. Mira a Su Madre. Le sonre para darle fuerzas: -Tambin esto es necesario, Mam. Si no fuese l, sera otro. Mi colegio debe representaral mundo, y en el mundo no todos son ngeles y no todos son del temple de Pedro y deAndrs. Si escogiese todas las perfecciones, cmo podran las pobres almas enfermasatreverse a poder llegar a ser mis discpulos?... He venido a salvar lo que estaba

    perdido, Mam. Juan por s ya est salvo... pero cuntos otros no lo estn!-

    - No tengo miedo de Lev. Se redimi porque quiso serlo. Dej su pecado con su bancode alcabalero y se hizo un alma nueva para venir contigo... Pero Judas de Keriot, no. Y

    adems el orgullo llena ms su vieja alma manchada. Pero T sabes estas cosas, Hijo.

  • 8/14/2019 natividad, Las visiones de Mara Valtorta

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    Por qu me las preguntas?... No puedo sino rogar y llorar por Ti. T eres el Maestrotambin de Tu pobre Mam.-

    La visin termina aqu.