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Comunidad de Práctica ( Navarro, Federico )2013 Concepto Una Comunidad de práctica es un grupo social caracterizado por compartir una práctica común, recurrente y estable en el tiempo en la que los participantes desarrollan el conocimiento requerido para realizar sus tareas. El grupo social recortado a partir de esta práctica común, en entornos escolares o laborales y con participantes de procedencias diversas, se autogestiona en función de un conjunto de prioridades propias. El concepto está íntimamente relacionado con el concepto de aprendizaje: “las comunidades de práctica pueden ser entendidas como historias compartidas de aprendizaje” (Wenger, 1998: 86; traducción nuestra; cf. Vásquez Bronfman, 2011). Vale aclarar que todo sujeto social pertenece a varias comunidades de práctica. El concepto se desarrolla en el marco del estudio de la dimensión social del aprendizaje (Wenger, 2010), y se popularizó principalmente a partir de las investigaciones de Lave y Wenger (1991) con base en la obra de Vigotsky (e.g., 1961 [1934]), quien fundamenta el aprendizaje interactivo y situado a partir de la colaboración entre aprendiz y experto. Un ejemplo es el aprendizaje familiar de las parteras en Yucatec o el aprendizaje formalizado de los sastres vai y gola en África occidental (Lave y Wenger, 1991: 61-72). El concepto se especifica en Comunidad de aprendizaje cuando se trata de un grupo social con base en centros educativos (en particular, en escuelas, aunque también en universidades y entornos laborales; Samaras et al., 2008) que atraviesa un proceso de transformación hacia una concepción participativa e interactiva del aprendizaje, es decir, que busca transformarse en una comunidad de práctica específicamente ligada a la escolarización institucionalizada. Se define, en concreto, como “proyecto de transformación social y cultural de un centro educativo y de su entorno para conseguir una sociedad de la información para todas las personas, basada en el aprendizaje dialógico, mediante una educación participativa de la comunidad” (Valls Carol, 2000: 8). El concepto se orienta específicamente a transformar instituciones con altos niveles de desigualdad social en su población estudiantil, con elevadas tasas de fracaso escolar, y con estrategias de enseñanza-aprendizaje tradicionales, ajenas a las transformaciones en las actuales sociedades Navarro, F. (2013). Comunidad de práctica, comunidad de aprendizaje, comunidad discursiva, cultura disciplinar. en E. Martos Núñez & M. C. Fernánde-Fígares (Eds.), Diccionario de nuevas formas de lectura y escritura (pp. 145- 149). Madrid: Red Internacional de Universidades Lectoras & Santillana. ISBN: 978-84-680-0970-4. Material para uso exclusivamente didáctico

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Comunidad de Práctica ( Navarro, Federico )2013

Concepto

Una Comunidad de práctica es un grupo social caracterizado por compartir una práctica común, recurrente y estable

en el tiempo en la que los participantes desarrollan el conocimiento requerido para realizar sus tareas. El grupo social

recortado a partir de esta práctica común, en entornos escolares o laborales y con participantes de procedencias

diversas, se autogestiona en función de un conjunto de prioridades propias. El concepto está íntimamente relacionado

con el concepto de aprendizaje: “las comunidades de práctica pueden ser entendidas como historias compartidas de

aprendizaje” (Wenger, 1998: 86; traducción nuestra; cf. Vásquez Bronfman, 2011). Vale aclarar que todo sujeto social

pertenece a varias comunidades de práctica. El concepto se desarrolla en el marco del estudio de la dimensión social

del aprendizaje (Wenger, 2010), y se popularizó principalmente a partir de las investigaciones de Lave y Wenger

(1991) con base en la obra de Vigotsky (e.g., 1961 [1934]), quien fundamenta el aprendizaje interactivo y situado a

partir de la colaboración entre aprendiz y experto. Un ejemplo es el aprendizaje familiar de las parteras en Yucatec o el

aprendizaje formalizado de los sastres vai y gola en África occidental (Lave y Wenger, 1991: 61-72).

El concepto se especifica en Comunidad de aprendizaje cuando se trata de un grupo social con base en centros

educativos (en particular, en escuelas, aunque también en universidades y entornos laborales; Samaras et al., 2008) que

atraviesa un proceso de transformación hacia una concepción participativa e interactiva del aprendizaje, es decir, que

busca transformarse en una comunidad de práctica específicamente ligada a la escolarización institucionalizada. Se

define, en concreto, como “proyecto de transformación social y cultural de un centro educativo y de su entorno para

conseguir una sociedad de la información para todas las personas, basada en el aprendizaje dialógico, mediante una

educación participativa de la comunidad” (Valls Carol, 2000: 8). El concepto se orienta específicamente a transformar

instituciones con altos niveles de desigualdad social en su población estudiantil, con elevadas tasas de fracaso escolar,

y con estrategias de enseñanza-aprendizaje tradicionales, ajenas a las transformaciones en las actuales sociedades

Navarro, F. (2013). Comunidad de práctica, comunidad de

aprendizaje, comunidad discursiva, cultura disciplinar. en

E. Martos Núñez & M. C. Fernánde-Fígares (Eds.),

Diccionario de nuevas formas de lectura y escritura (pp. 145-

149). Madrid: Red Internacional de Universidades Lectoras &

Santillana. ISBN: 978-84-680-0970-4.

Material para uso

exclusivamente didáctico

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multiculturales e informacionales. En otras palabras, los proyectos de comunidades de aprendizaje tienen como

objetivo democratizar el acceso a la educación, favoreciendo la igualdad educativa y social. Algunos elementos clave

de una comunidad de aprendizaje, que modifican profundamente la dinámica educativa, son la inclusión de las nuevas

competencias requeridas por la sociedad de la información (e.g., seleccionar y analizar información de forma flexible y

autónoma), la habilitación de espacios horizontales, negociados y dialógicos en el aula y en el entorno social, y la

participación activa de todos los involucrados en el proceso de aprendizaje (e.g., las familias de los estudiantes) (Elboj

Saco et al., 2006 [2002]: 20-26). El concepto se fundamenta en teorías críticas educativas (e.g., Freire, 1970),

sociológicas (Habermas, 1987 [1981]) y psicológicas (e.g., Vigotsky, 1961 [1934]). Un ejemplo de comunidad de

aprendizaje es el proyecto de gestión participativa desde 1978 de la Escuela de Personas Adultas La Verneda-Sant

Martí de Barcelona (Elboj Sato et al., 2006 [2002]: 56-62).

Cuando la comunidad de práctica se caracteriza por su patrimonio verbal, se la denomina Comunidad discursiva:

grupo social identificado a partir de un conjunto común de prácticas escritas que utiliza para llevar a cabo objetivos

sociales comunes. Los objetivos son públicos y están suficientemente consensuados, y los miembros poseen, al igual

que en las comunidades de práctica, diferentes grados de conocimiento y experiencia dentro de la comunidad, si bien

es el núcleo duro de miembros expertos el que garantiza la estabilidad y continuidad de la comunidad (Swales, 1990:

24-27). El patrimonio verbal, su rasgo distintivo, consiste en géneros discursivos (e.g., artículo de investigación,

ensayo), vocabulario técnico y canales de comunicación. De esta manera, se corre el foco de la práctica social situada

a la práctica comunicativa: “en una comunidad discursiva, las necesidades comunicativas de sus objetivos tienen a

predominar en el desarrollo y mantenimiento de sus características discursivas” (24; traducción nuestra). El concepto

surge de investigaciones etnolingüísticas (Hymes, 1974) y antropológicas (Geertz, 1983), y gana especificidad a partir

de la obra de Swales (1990) en el marco de la enseñanza de lenguas para fines específicos (e.g., Dudley-Evans, 1994).

Un ejemplo de comunidad discursiva no académica es el Círculo de estudio de Hong Kong que analiza estampillas de

ese lugar y se comunica principalmente a través de una publicación bimestral propia (Swales, 1990: 27-28).

Por último, el concepto de Cultura disciplinar discute la concepción estática y monolítica que supone una comunidad

discursiva para poner el foco, en cambio, en la estructura de poder que organiza a sus participantes y en las dinámicas

de disputa e imposición de prácticas comunes (cf. Hyland, 2004 [2000]: 8-12). Por este motivo, las culturas

disciplinares se definen como “pluralidades de prácticas y creencias que articulan el disenso y permiten que los

subgrupos y los individuos innoven dentro de los márgenes de sus prácticas sin debilitar su habilidad para participar en

acciones comunes” (11; traducción nuestra). Delimita un grupo social caracterizado por compartir prácticas

comunicativas específicas que disputan, delimitan y mantienen marcos epistemológicos y académicos propios. De esta

manera, los textos que escriben y leen estos grupos sociales tienen como función construir, negociar, validar y

mantener conocimientos específicos, marcos de creencias y organizaciones jerárquicas. La cultura disciplinar enfatiza,

además, la relación bidireccional y dialéctica entre las prácticas letradas y los marcos epistemológicos de los grupos

sociales disciplinares. La noción surge de investigaciones en sociología de la ciencia (e.g., Bourdieu, 2005 [1999]) y

antropología (e.g., Geertz, 1983) reutilizadas dentro del marco de los estudios del discurso. La biología molecular es

un ejemplo de cultura disciplinar caracterizada por ser una disciplina relativamente nueva y, en sus textos, por utilizar

muchas más citas que otras disciplinas científicas (Hyland, 2004 [2000]: 34).

Análisis Entender a los grupos sociales como comunidades de práctica permite focalizar en la producción de conocimiento

dentro de las prácticas sociales reales. En concreto, el aprendiz aprende a partir de la gradual participación en la

comunidad, y los distintos grados de pertenencia (desde periférica hasta central o completa) y roles asociados forman

parte de su trayectoria de participación en tanto miembro activo de esa comunidad. La validación de la participación

parcial como instancia de aprendizaje se denomina participación periférica legítima y se define como “el proceso a

través del cual los nuevos miembros se vuelven parte de una comunidad de práctica” (Lave y Wenger, 1991: 29;

traducción nuestra). Esta participación activa, pertenencia identitaria y gradual mayor involucramiento motiva al

aprendiz (Lave y Wenger, 1991: 122). De esta manera, se desacredita una concepción del aprendizaje en tanto

transmisión puramente contemplativa, mental, reproductiva y no participativa de ciertas formas explícitas,

proposicionales, abstractas y convencionalizadas del conocimiento. Los casos paradigmáticos de comunidades de

práctica no se producen en escuelas, es decir, en centros educativos fuertemente curricularizados, sino que enfatizan el

valor de situaciones sociales de aprendizaje ligadas a la práctica y al rol del aprendiz en entornos socioculturales

diversos. La gran diversidad de agrupaciones sociales que se pueden entender dentro del espectro de la noción de

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comunidad de práctica constituye tanto una muestra de la potencia del concepto como de sus limitaciones: avanzar en

los rasgos específicos de los grupos sociales posiblemente requiera conceptos más específicos que los definan.

La comunidad de práctica en entornos escolarizados, entendida como comunidad de aprendizaje, habilita la

transformación de la dinámica de las prácticas escolares tradicionales. En concreto, las investigaciones sobre

comunidades de aprendizaje enfatizan la descripción y análisis de su creación y funcionamiento en diferentes entornos

sociohistóricos e institucionales. En este sentido, son propuestas muy ligadas a transformar (o colaborar con la

transformación de) la realidad de instituciones educativas concretas. De forma similar a lo que sucede con el concepto

de comunidad de práctica, la especificidad de la configuración de cada comunidad de aprendizaje no está determinada

por la definición del concepto.

Delimitar las comunidades de práctica a partir de las prácticas letradas que les son comunes, es decir, a partir del

concepto de comunidad discursiva, resulta útil para estudiar comunidades con hábitos y canales discursivos

específicos (e.g., publicaciones periódicas, foros, eventos) de comunicación que juegan un rol clave en su

agrupamiento y perduración relativa en el tiempo. Es decir, para abordar grupos sociales, escolares o no, para los

cuales la comunicación escrita sea su principal canal de intercambio. A la inversa que los conceptos previos, la

comunidad discursiva avanza en la especificidad de ciertas prácticas centrales (i.e., la lectura y la escritura). Si los

límites de este concepto radican en su simplificación de las tensiones y pugnas de poder, su énfasis en la abstracción

de los elementos homogéneos comunes explica su amplia utilización en la alfabetización superior.

Englobar las prácticas sociales, de aprendizaje y discursivas de un grupo social bajo el concepto de cultura disciplinar

habilita una caracterización global de su funcionamiento que no desconoce las tensiones, divergencias y disputas que

subyacen a la construcción de consensos más o menos compartidos. De esta manera, se fomenta una comprensión

crítica de los grupos sociales con objetivos comunes. Por otro lado, permite entender cómo las prácticas sociales y

discursivas generan, sostienen y modifican los conocimientos compartidos, así como éstos influyen sobre aquéllas. El

concepto, sin embargo, limita su alcance a la lógica de las disciplinas académicas y científicas.

Implicaciones La noción de comunidad de práctica permite optimizar las estrategias de intervención sobre los procesos de

aprendizaje y trabajo cotidiano. En particular, el concepto ayuda a fomentar la creación e involucramiento activo en

comunidades de práctica interactivas y dotadas de sentido para sus miembros, en las que se intercambia y desarrolla

conocimiento común, ya que el aprendizaje se ubica en la acción participativa y colectiva en contexto, y no en la

asimilación individual de conocimiento abstracto.

El elemento más sobresaliente de la transformación de una institución educativa en una comunidad de aprendizaje es

que el trabajo dialogado, negociado y consensuado entre los participantes otorga sentido y valor al proceso de

aprendizaje. En este sentido, las prácticas compartidas de escritura y lectura son especialmente factibles para poner en

marcha actividades dialógicas potentes dentro de una comunidad de aprendizaje.

El concepto de comunidad discursiva permite identificar los rasgos de uniformidad y consenso en las prácticas letradas

del grupo social estudiado y, por tanto, facilita la enseñanza-aprendizaje del escritor que pretende ingresar a la

comunidad en cursos de alfabetización avanzada.

La noción de cultura disciplinar provee una aproximación especialmente potente para conceptualizar comunidades

académicas o científicas, y para entender la investigación científica como una actividad social. Los textos escritos se

consideran las marcas más visibles y más utilizadas de las prácticas sociales que caracterizan a las culturas académicas

y, por tanto, la noción es útil para el estudio del modo escrito en las formas de comunicación de los grupos sociales. Si

bien esta complejización de los elementos comunes y dispares dentro de una misma comunidad puede plantear

desafíos a propuestas más abstractas, es evidente que cumple una función importante en la formación de lectores y

escritores críticos con respecto a las prácticas de sus comunidades.

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GRAFICO 1. Relaciones entre conceptos

Referencias

Bourdieu, P. (2005 [1999]). Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba.

Dudley-Evans, T. (1994). Genre analysis: an approach to text analysis for ESP. En M. Coulthard (Ed.). Advances in written text

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