9

Click here to load reader

Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El siguiente análisis compara los poemas “El hombre invisible” de Odas elementales (1952), y “Pido silencio” texto incluido años más tarde en Estravagario.

Citation preview

Page 1: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario

a través de dos poemas

Carlos Yushimito del Valle

Villanova University

Otoño, 2008

Page 2: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

1. INTRODUCCIÓN

En el largo ciclo nerudiano, Estravagario (1958) inaugura una de las

etapas más radicales exploradas por las poéticas del Nobel chileno. El

desembarazo, la irreverencia “saltarina”1, su desacato, el libre humor

puesto al servicio de un deleite estético sumamente personal, nos mues-

tran a un Neruda jovial, infantil, si se quiere, entregado como nunca

antes a la provocadora extravagancia de la creación. Es un poeta ma-

duro que descansa de compromisos, que se entrega a la libertad de la

contemplación y a la celebración de la “impureza”. A diferencia de su

obra previa, Estravagario nos invita a una movilidad lúdica y humo-

rística, características ambas hasta entonces ausentes de su exube-

rante y celebrada obra. Mucho de lo que este iceberg verbal expresa,

flota en su trabajo como el reflejo de una actitud y, ciertamente, tam-

bién como parte de una apuesta poética. Es difícil, bajo esta óptica,

explicar Estravagario únicamente a partir del desencanto político que

sufre el poeta (las atrocidades del gobierno de Stalin puestas en evi-

dencia tras el informe Kruschev), sino asimismo a partir del deseo de

permanente renovación a la manera de un proceso poético-cíclico,

que caracterizaría la totalidad de su obra.

Si bien formalmente Estravagario debe mucha de su irreverencia a

Huidobro y a la vitalidad cismática que ya entre 1957 y 1958, el inmi-

nente Parra anunciaba con su antipoesía, es también posible identifi-

car una secuencia literaria que la propia obra de Neruda va trazando

1 Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Pehuén Editores, 1976, p.399. Estravagario según el propio Neruda: “De todos mis libros, Estravagario no es el que canta más sino el que salta mejor. Sus versos saltarines pasan por alto la distinción, el respeto, la protección mutua, los establecimientos y las obligaciones, para auspiciar el reverente desacato. Por su irreverencia es mi libro más íntimo. Por su alcance logra trascendencia dentro de mi poesía. A mi modo de gustar, es un libro morrocotudo, con ese sabor de sal que tiene la verdad”. 

Page 3: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

con el pasar de los años. Es esta ruta, esbozada en textos anteriores,

la que delata una continua transformación en su poesía, quizá como

propuesta central de labor poética: lo que Nicanor Parra denominaría

“un proceso permanente de expansión y desarrollo”2 o Hernán Loyo-

la identifica como cambios que “no asoman bruscamente sino que

vienen incubándose en el ciclo anterior”3. A fin de esbozar algunas

ideas al respecto, el presente trabajo comparará los poemas “El hom-

bre invisible”, de Odas elementales (1952), y “Pido silencio”, texto in-

cluido años más tarde en Estravagario.

2. VOX POPULI, VOX DEI

Aunque ubicada por algunos críticos y colegas en una tercera etapa

poética4 junto con Canto general, Odas elementales supone ya con

respecto a éste último poemario un giro significativo en la trayectoria

personal de Neruda. Ya no se trata, en efecto, de la ambiciosa necesi-

dad de expresar lo épico o profético como ocurre en Residencias… o

Canto general. Como afirma Álvaro Salvador, a la oscuridad previa

opone ahora Neruda un principio de claridad5. Se trata entonces de un

poemario que reúne crónicas poéticas al alcance del hombre común, a

la manera de “un gran inventario poético del mundo”. Políticamente,

encontramos al poeta en la cima de su compromiso con el hombre del

pueblo. Lo elemental de esta colección no sólo alude a la simpleza con

que fluye el discurso poético, sino a los temas de los que termina ocu-

pándose el sujeto lírico: el maíz, la tierra, las cebollas, la alcachofa, pe-

ro también los animales, los objetos del hogar y la metaliteratura. La

2 Binns, Nianll. “Neruda y Nicanor Parra. ¿Un cuarto en la guerrilla?”. Revista Cuaderno. Boletín verano 1993. 18, primavera 1993. Fundación Pablo Neruda. p.3.  3 Loyola, Hernán. “El Ciclo Nerudiano 1958‐1967: Tres Aspectos”. SISIB. Universidad de Chile. Página web, sin numeración: http://www.neruda.uchile.cl/critica/hloyola.html 4 Por ejemplo, Nicanor Parra sostiene además que esta etapa, “la etapa de la curación por el método marxista”, es la mejor de todas. Binns, op.cit., p.3. Por su parte, Loyola, Hernán, la considera parte del periodo 1948‐1957, etapa militante cerrada por Estravagario. Op.cit. 5 Salvador, Álvaro. “Del himno a la canción: la poesía coloquial de Pablo Neruda”. Grama y cal: Revista insular de filología. Nº 2, 1998.  Universitat de les Illes Balears, España. p. 214.

Page 4: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

materia, lo cotidiano y lo poético descienden, en todos los casos, guía-

dos por la nueva subjetividad del yo lírico. Tiende, bajo la tensión de su

propio devenir político, un puente de acceso, una posibilidad de diálo-

go con un interlocutor para quien la poesía no debe estar negada, y

para quien ese largo mundo poético inventariado, tallado, cultivado en

palabras tanto como en la tierra o la madera, se recubre de la cotidiana

belleza que lo rodea.

“El hombre invisible”, texto considerado como la “poética” de Odas

elementales, nos permite ver al ego poético enunciando esta actitud

inaugural, trasmitiendo claramente el compromiso que ahora, en este

periodo, siente el poeta Neruda. En los versos iniciales: “Yo me río,/

me sonrío/ de los viejos poetas”, accedemos a una recapitulación de

su labor previa, un prolegómeno que anuncia el próximo inventario

de las cosas sencillas y cotidianas que existen en la vida sencilla y co-

tidiana del hombre que está llamado a ser su interlocutor. La sonrisa

es distante, algo escéptica, pero no por ello rupturista; la forma lírica

que emplea para expresarse (la oda clásica) revela aún un profundo

respeto por la tradición, lo que se manifiesta a continuación, enume-

rando metáforas que pertenecen a un imaginario tradicional que él

asimismo no ha dudado en emplear: “yo adoro toda / la poesía escri-

ta, / todo el rocío, / luna, diamante, gota / de plata sumergida”.

No hay una ruptura en la mirada risueña que el yo lírico le echa a la

tradición a la que él mismo pertenece; pero sí hay, en cambio, un

distanciamiento muy claro con respecto a lo que representa: un re-

cuento de su trayectoria, de diálogo con la poesía (recordemos en una

oda dedicada a ella, en efecto, el ego asumirá una actitud apostrófica

hacia la poesía humanizada: “Cerca de cincuenta años / caminando /

contigo, Poesía”), y de una nueva actitud que revela la nueva ruta que

desea transitar en adelante. Con este alejamiento, el ego poético de-

sea desacralizar la labor del poeta, lo arranca de su torre de marfil y

se prepara para explorar nuevas sensibilidades que rozan el mundo

de allá abajo: la sencillez, la austeridad, lo cotidiano.

Page 5: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

Al alejarse del hermetismo de Residencia en la tierra y de la totalidad

épica de Canto general, el sujeto lírico cede su peso estético desbor-

dado por otro, más bien materialista, sencillo, didáctico y por mo-

mentos utilitario. En una autocrítica revisionista, el ego poético des-

cree ahora de “los falsos problemas individuales” que antes asumía6:

“pero/ me sonrío,/siempre dicen «yo»/ a cada paso/ les sucede algo,/

es siempre «yo»/ por las calles”. Y es este cambio de actitud (que es

también una crítica al solipsismo de su trabajo previo) lo que define,

en esencia, el tono de la nueva etapa que comienza. Como dirá luego

Nicanor Parra: en este poema “se ve centrada, en una sola imagen, la

esencia del conflicto nerudiano, que no es otro que el conflicto central

del hombre moderno, el paso del yo al nosotros”.7

Ese nosotros son los “pescadores”, los “libreros”, los “albañiles”, el ser

colectivo que sintetiza al hombre del pueblo, a quien la poesía evadida

de la realidad parece haber olvidado por completo. Es ese nosotros el

que sufre las calamidades del mundo real, no “sólo mi pobre hermano

/ el poeta”, que se distancia, con su discurso, de los males que acaban

por reflejar una realidad clausurada a sus ojos: los ruidos industriales,

las huelgas, las opresiones militares. El poeta “sufre” sus sentimientos

evadidos, mientras la realidad avasalla, violenta la poesía metonímica-

mente ahora expresada en el “pueblo”. El dolor colectivista, vallejiano

desde las entrañas, se ha abierto paso al mundo del poeta: “a nadie en

poesía / echan a calle”, dice. Y aún más, en una crítica frontal postula

su nueva posición en estos versos que fustigan al poeta que “piensa

que es diferente/a todo el mundo, / todos los días come pan /pero no

ha visto nunca / un panadero”.

Como bien ha señalado Jaime Alazraki, lo “elemental” que explora Ne-

ruda en las odas ya se esbozaba en la parte final de Canto general,

aunque en este último todavía el poeta es el centro de su propio mun-

6 Nicanor Parra, citado por Binns, op.cit., p.3. 7 Ídem, p.3.

Page 6: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

do8. Odas elementales se abre a la autocrítica, se distancia de aquel

poeta que se “halla interesante”, central, y por el contrario se aproxima

a la invisibilidad que hasta entonces ha sido cualidad del hombre real,

invisible a su palabra, fuera por lo tanto de su mundo poético. Como

en la interpelación divina que subleva a Vallejo en “Los dados eternos”,

el sujeto poético nerudiano de las Odas descubre que todavía puede

desgañitarse clamando por un nuevo orden:

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,

hoy supieras ser Dios;

pero tú, que estuviste siempre bien,

no sientes nada de tu creación.

¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!9.

El poeta-humano nerudiano se identifica íntimamente con el poeta-

humano de Vallejo: se distancia críticamente del poeta-dios que no ha

sabido ser hombre, y que, por lo tanto, no ha podido identificarse nun-

ca con su creación.

Invisible, expandido al nosotros de las calles, a sus voces abiertas, a la

cotidianidad, a los objetos que la pueblan; ahora que el poeta se ha

reunido con el hombre y con sus más insignificantes objetos y rutinas,

he aquí el conflicto esencial de este periodo que bien entendió Parra y

describió Neruda: y yo paso y no tengo / tiempo para tantas vidas, /

yo quiero / que todos / vivan / en mi vida / y canten en mi canto, / yo

no tengo importancia, / no tengo tiempo / para mis asuntos, / de

noche y de día /debo anotar lo que pasa, / y no olvidar a nadie. El yo

se trasmuta en colectivo y sufre, aunque con optimismo, su propia

escisión. Sigue siendo un poeta que se “fatiga” y “mira las estrellas” y

duerme en el ensueño de una tradición. Este desdoblamiento se cons-

8 Alazraki, Jaime. “XV. La estructura de la Oda Elemental”.  En: Nuevas aproximaciones a Pa‐blo Neruda, Ángel Flores (comp.), Fondo de Cultura Económica, 1987. p. 223. 9 Vallejo, César. “Los dados eternos”, en Los heraldos negros. Ediciones Peisa, 1918.

Page 7: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

tituye en una de las hermosas representaciones del despertar de un

compromiso, y hace del “El hombre invisible” un bellísimo canto a la

solidaridad y a la esperanza, a la reunión del hombre con todos los

hombres, y al poeta, en uno más de aquella masa solidaria, que decide

hacer visible a través de su canto.

3. EXTRAVAGANCIAS Y POESÍA PRIVADA

Se entenderá, visto en líneas anteriores lo que expresan las Odas ne-

rudianas, que la aparición de Estravagario causara tanta confusión

como desaliento entre sus seguidores. Pablo Neruda ya no es más el

profeta que busca la utopía ni el compromiso social. La enunciación

de los tres primeros versos de “Pido silencio” resultan lapidarias al

respecto: “Ahora me dejen tranquilo. /Ahora se acostumbren sin mí.

/ Yo voy a cerrar los ojos”. Qué distancia la que se ha terminado de

abrir entre 1957 y 1958, para dejar la brecha inmensa que distancia al

yo lírico del dogmatismo de Odas elementales del yo personal de Es-

travagario. Qué agotamiento se expresa a lo que antes se daba bien-

venida: todo me pide / que hable, / todo me pide/ que cante y cante

siempre, /todo está lleno / de sueños y sonidos,/ la vida es una caja

/ llena de cantos… El silencio que ahora reclama está más cercano,

nuevamente, a la subjetividad del joven Neruda que anhelaba el si-

lencio de la amada para recrearla, que a aquella que reclama voces y

testimonios colectivos que reflejen la confianza, la militancia y el op-

timismo socialista.

“Yo voy a cerrar los ojos”, reclama ahora el sujeto lírico no para clau-

dicar sino para refundarse, para renovar nuevamente su intervención

en el mundo. Con una poesía sin ataduras, desencantada o no de las

utopías colectivistas, el ego poético expresa su derecho a renacer, y

esta regeneración ya no está rodeada de las voces de una reinvindi-

cación, sino de una sencillez que se reencuentra con el pasado. Con el

silencioso creador que se regodea en la necesidad del sujeto amado y

su diálogo con la naturaleza. El tono declamativo de las Odas elemen-

Page 8: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

tales se transforma, por lo mismo, en otro conversacional, íntimo,

irreverente, más adecuado a la subjetividad reencontrada tras el largo

viaje de sus ciclos anteriores. Han quedado atrás las gestas, lo oní-

rico, las utopías, los dogmas, lo monumental y lo cotidiano, y en esta

madurez informal, el sujeto lírico desea refugiarse, como al final del

viaje del héroe, en el hogar al que finalmente regresa: a la naturaleza,

a los brazos de la amada. “Y sólo quiero cinco cosas, / cinco raíces

preferidas./ Una es el amor sin fin. / Lo segundo es ver el otoño. /

No puedo ser sin que las hojas / vuelen y vuelvan a la tierra./ Lo

tercero es el grave invierno, / la lluvia que amé, la caricia / del

fuego en el frío silvestre./ En cuarto lugar el verano /redondo como

una sandía.”

La naturaleza expresada a través de sus ciclos agrícolas (verano, oto-

ño, invierno, primavera) se complementa con otra fuerza regenera-

dora y enraizada (¿qué es el amor sino otra “raíz”?) en el sujeto lírico:

el amor primaveral es fuerza circular, es el renacimiento que reclama

y que sólo los ojos de la amada (“La quinta cosa son tus ojos, /

Matilde mía, bienamada, /no quiero dormir sin tus ojos, /no quiero

ser sin que me mires”) pueden otorgarle ahora, en este periodo de

reposada quietud, que ha seguido al largo itinerario (“He vivido tanto

/que un día /tendrán que olvidarme por fuerza,/borrándome de la

pizarra:/mi corazón fue interminable). Pero como decíamos en lí-

neas anteriores, el fin de un ciclo no es definitivo: alude siempre a

una regeneración, a un cambio como esencia de la poética nerudiana

y que el siguiente verso expresa perfectamente: “Sucede que soy y

que sigo”. El sujeto lírico es una encarnación de la naturaleza misma

con sus propios ciclos, con su propia fuerza creadora, con su propia

necesidad de regeneración a través del amor, que no es más que la luz

del día, esa mirada que lo invita siempre a reintegrarse, una y otra

vez, a su mundo primigenio.

Page 9: Neruda cíclico: Odas elementales y Estravagario a través de dos poemas

BIBLIOGRAFÍA

Alazraki, Jaime. “XV. La estructura de la Oda Elemental”. En: Nuevas

aproximaciones a Pablo Neruda, Ángel Flores (comp.), Fondo de

Cultura Económica, 1987.

http://www.neruda.uchile.cl/critica/alazraki.html

Loyola, Hernán. “El Ciclo Nerudiano 1958-1967: Tres Aspectos”.

SISIB. Universidad de Chile. http://www.neruda.uchile.cl/critica/hloyola.html

___________ “Neruda posmoderno”. Vol. 6, No. 1, Fall 2008, 1-14

www.ncsu.edu/project/acontracorriente

Rodríguez Monegal, Emir. “Pablo Neruda: el sistema del poeta”. En:

Revista Iberoamericana, v. 39, nº 82-83, enero-junio 1973. p. 41-71.

http://www.archivodeprensa.edu.uy/r_monegal/bibliografia/prensa/

artpren/iberoamer/latino_82b.htm

Matías Barchino. “Neruda y la construcción del sujeto poético”. En:

Centro Virtual Cervantes.

http://cvc.cervantes.es/ACTCULT/neruda/obra/barchino.htm

Binns, Nianll. “Neruda y Nicanor Parra. ¿Un cuarto en la guerrilla?”.

Revista Cuaderno. Boletín verano 1993. 18, primavera 1993.

http://www.neruda.cl/texto_cuadernos/ave_bol_primavera1993.doc

Salvador, Álvaro. “Del himno a la canción: la poesía coloquial de Pablo

Neruda”. Grama y cal: Revista insular de filología. Nº 2, 1998. Uni-

versitat de les Illes Balears, España.

http://www.raco.cat/index.php/GramayCal/article/viewFile/65873/9

6344