Perspectives. - Diploma en Neurocriminología. 1 NEUROCIENCIA Y DERECHO – CIENCIA Y SOCIEDAD Neurocriminología: implicaciones para la penalización, la predicción y la prevención de la conducta criminal Andrea L. Glenn and Adrian Raine Resumen | El comportamiento criminal y la violencia son vistos cada vez más, por todo el mundo, como problemas de salud pública. Un creciente cuerpo de conocimiento muestra que el comportamiento criminal tiene una base neurobiológica, y esto ha intensificado el interés judicial en la aplicación potencial de la neurociencia a la ley penal. Esto también da lugar a preguntas importantes. ¿Cuáles son las implicaciones de este tipo de aplicación para la predicción del comportamiento criminal futuro y para la protección de la sociedad? ¿Puede ser utilizado para prevenir la violencia? Y, ¿cuáles son las implicaciones respecto al modo de castigar a los delincuentes? Los avances en la neurociencia incrementan nuestra comprensión sobre cómo nuestra biología influye en nuestro comportamiento, tanto para bien como para mal. El campo emergente de la Neurocriminología busca aplicar las técnicas y los principios de la neurociencia para mejorar nuestra comprensión de la delincuencia, para predecirla y, en última instancia, para prevenirla. Tal enfoque podría tener potenciales beneficios, económicos y sociales, que son asociados con la reducción de la violencia; pero esto también plantea preocupaciones neuroéticas. En este artículo de perspectiva, se comenta el estado actual de la investigación en Neurocriminología. Ofrecemos una visión general de las anomalías neurobiológicas que están asociadas con el comportamiento criminal y la consideración de los factores genéticos y ambientales que pueden contribuir a estas anomalías. Destacamos los estudios realizados hasta la fecha, donde muchos de éstos sugieren que los factores biológicos pueden contribuir en la predicción del delito y de la violencia futura. A continuación, abordaremos las implicaciones de esta investigación en el ámbito legal. EL ESTADO ACTUAL DE LA NEUROCRIMINOLOGÍA En estos momentos hay, relativamente, extensa literatura que documenta las relaciones entre el comportamiento antisocial y el funcionamiento biológico. Con algunas excepciones, la mayoría de estudios son correlacionales y transversales, y en gran medida hacen que no se proporcione información genética específica o ambiental sobre factores que pueden mediar en estas
Neurociencia y Derecho. Adrian Raine. Entre las numerosas noticias de física, astronomía, genética, química, etc... aparece un debate acera de las implicaciones que tienen los avances en la Neurociencia Cognitiva y la Ley, especialmente la ley penal. ¿No es una anomalía tratar temas propiamente y exclusivamente sociales, culturales, humanos, éticos en un contexto científico?. No, no solamente no es una anomalía, sino una magnífica noticia. Por fin los temas "específicamente humanos" (algunos preferirían "sociales") como la conciencia moral, las decisiones éticas y la conducta criminal se tratan desde una visión objetiva, sin prejuicios y con una voluntad claramente reformadora.
Citation preview
NEUROCIENCIA Y DERECHO – CIENCIA Y SOCIEDADNeurocriminología: implicaciones para la penalización, la predicción y la prevención de la conducta criminal Andrea L. Glenn and Adrian Raine Resumen | El comportamiento criminal y la violencia son vistos cada vez más, por todo el mundo, como problemas de salud pública. Un creciente cuerpo de conocimiento muestra que el comportamiento criminal tiene una base neurobiológica, y esto ha intensificado el interés judicial en la aplicación potencial de la neurociencia a la ley penal. Esto también da lugar a preguntas importantes. ¿Cuáles son las implicaciones de este tipo de aplicación para la predicción del comportamiento criminal futuro y para la protección de la sociedad? ¿Puede ser utilizado para prevenir la violencia? Y, ¿cuáles son las implicaciones respecto al modo de castigar a los delincuentes? Los avances en la neurociencia incrementan nuestra comprensión sobre cómo nuestra biología influye en nuestro comportamiento, tanto para bien como para mal. El campo emergente de la Neurocriminología busca aplicar las técnicas y los principios de la neurociencia para mejorar nuestra comprensión de la delincuencia, para predecirla y, en última instancia, para prevenirla. Tal enfoque podría tener potenciales beneficios, económicos y sociales, que son asociados con la reducción de la violencia; pero esto también plantea preocupaciones neuroéticas. En este artículo de perspectiva, se comenta el estado actual de la investigación en Neurocriminología. Ofrecemos una visión general de las anomalías neurobiológicas que están asociadas con el comportamiento criminal y la consideración de los factores genéticos y ambientales que pueden contribuir a estas anomalías. Destacamos los estudios realizados hasta la fecha, donde muchos de éstos sugieren que los factores biológicos pueden contribuir en la predicción del delito y de la violencia futura. A continuación, abordaremos las implicaciones de esta investigación en el ámbito legal. EL ESTADO ACTUAL DE LA NEUROCRIMINOLOGÍA En estos momentos hay, relativamente, extensa literatura que documenta las relaciones entre el comportamiento antisocial y el funcionamiento biológico. Con algunas excepciones, la mayoría de estudios son correlacionales y transversales, y en gran medida hacen que no se proporcione información genética específica o ambiental sobre factores que pueden mediar en estas Perspectives. relaciones. Sin embargo, un aumento del número de estudios longitudinales prospectivos están examinando si la presencia de factores biológicos específicos, tales como los niveles hormonales, niveles de neurotransmisores, índices fisiológicos o deterioros cerebrales, son predictivos respecto al futuro infractor. Debido a que la mayoría de los estudios definen el comportamiento antisocial y la delincuencia en general, sin distinguir entre los delincuentes violentos y no violentos, este artículo se preocupa ampliamente por la propensión al comportamiento criminal. Genética. Los resultados de más de 100 estudios de genética del comportamiento con diferentes diseños -incluyendo los estudios de gemelos, estudios de gemelos criados por separado y estudios de adopción- han concluido que el comportamiento agresivo y antisocial tiene una base genética considerable. Las estimaciones de la varianza, que es atribuible a la variabilidad genética, pero varios meta-análisis sitúan el nivel entre un 40-60%. Las influencias hereditarias, con algunas excepciones, son ampliamente consistentes respecto al género y etnia. Los estudios de adopción tienen particularmente una ventaja, que son capaces de separar los factores genéticos de los ambientales y proporcionar una línea convergente que evidencia que hay influencias heredadas en el comportamiento agresivo y antisocial (CUADRO 1). Cuadro 1 | La genética y la transmisión intergeneracional de la violencia Jeffrey Landrigan había sido adoptado al nacer por una familia adorable de clase media. Él fue, sin embargo, un niño particularmente problemático desde el principio. Este comportamiento progresó desde las rabietas a los 2 años de edad, hasta el abuso de alcohol a los 10 años, siendo arrestado por robo con 11 años, abuso de drogas cuando era adolescente, hasta matar a su primera víctima con 20 años. Después de escapar de la prisión, perpetró su segundo asesinato y fue condenado a muerte. Mientras que él estaba en el corredor de la muerte en Arizona por este segundo homicidio, otro recluso se dio cuenta de un misterioso parecido entre Landrigan y Darrel Hill, un preso que había conocido en el corredor de la muerte en Arkansas. Esto implicó que Hill era el padre biológico de Landrigan - un padre que Landrigan nunca conoció. Hill, al igual que su hijo Landrigan, tuvo una carrera criminal en la que también abusó de las drogas y mató a dos veces. El padre de Hill -el abuelo de Landrigan- también fue un criminal institucionalizado que había sido disparado por la policía, con resultado de muerte. El bisabuelo de Landrigan fue un contrabandista notorio. Hill había visto a Landrigan brevemente cuando él escondió dos pistolas y la medicina narcótica Demerol debajo del colchón de su bebé -una acción que fue sin intención predictiva del futuro abuso de drogas y conducta violenta de Landrigan. Como una cuarta generación criminal, el caso de Landrigan no sólo documenta la intergeneracional transmisión de la violencia, sino que además ilustra cómo el diseño de la adopción separa la influencia genética de los padres biológicos de las influencias ambientales del hogar de crianza. Recientes hallazgos basados en 43.243 personas adoptadas y 1.258.826 no adoptadas, confirman Perspectives. - Diploma en Neurocriminología. 3 inequívocamente que el hecho de tener un progenitor convictor por un crimen violento aumenta la probabilidad en el hijo adoptivo de desarrollar una conducta violenta criminal. Tomados en conjunto los hallazgos sobre los estudios de genética del comportamiento que documentan la heredabilidad de la agresión en niños, adolescentes y adultos, éstos indican que hay una contribución genética a la criminalidad. Recientemente, la investigación se ha centrado en la identificación de qué genes específicos conllevan riesgo de conducta antisocial. Varias variantes genéticas que aumentan gradualmente el riesgo de conducta antisocial han sido identificadas. Aunque aproximadamente la mitad de 185 estudios han reportado hallazgos positivos, un meta-análisis reveló que ninguna variante fue asociada con un nivel significante de agresión del 5%. Este hallazgo pone de relieve la idea de que, como con otros comportamientos complejos, la contribución de un solo gen en la conducta antisocial y agresiva es probablemente bastante pequeña. Es posible que una combinación de un mayor número de variantes genéticas aumente sustancialmente el riesgo de un comportamiento agresivo. Sin embargo, el conocimiento acerca de genes individuales puede demostrar su utilidad en la mejora de nuestra comprensión sobre los mecanismos y las vías que aumentan el riesgo de un comportamiento antisocial. Es importante destacar que el entorno juega un papel igualmente influyente; de hecho, algunas variantes genéticas confieren riesgo de comportamiento antisocial sólo ante la presencia de determinados factores de riesgo ambientales, tales como el abuso en la infancia temprana. Investigaciones en epigenética han demostrado que el entorno puede influir en cómo los genes están funcionando de manera individual (e incluso en áreas específicas del cerebro); este hallazgo socava argumentos tradicionales acerca del determinismo biológico. Influencias prenatales y perinatales. Los factores de riesgo tempranos para la salud, a veces en combinación con factores de riesgo sociales, han sido hallados en asociación con una mayor probabilidad de que un niño pequeño desarrollará un comportamiento antisocial y agresivo. Durante el periodo prenatal y perinatal, una serie de factores pueden ser importantes. Complicaciones en el parto, en combinación con el rechazo de la madre al niño en el primer año de vida, han sido asociadas con la delincuencia criminal violenta a la edad de 34 años en un estudio llevado a cabo en Dinamarca. Este hallazgo predictivo ha sido replicado en los Estados Unidos, Canadá, Suecia y Finlandia con respecto a la violencia en la edad adulta, y en Hawai y Pittsburgh (EE.UU.) con respecto al comportamiento antisocial en la infancia. Otros cinco estudios han demostrado asociaciones entre complicaciones en el parto y problemas de externalización de comportamiento (por ejemplo, la agresión, la delincuencia y la hiperactividad) en niños. Trastornos del desarrollo del feto durante el segundo trimestre del Perspectives. - Diploma en Neurocriminología. 4 embarazo, como las anomalías físicas menores en el niño (tales como los oídos con implantación baja o un solo pliegue palmar), se ha asociado con una posterior delincuencia violenta en la edad adulta. La asociación entre trastornos del desarrollo neuronal y agresiones en la infancia, y desórdenes de conducta en la adolescencia, puede ser aún más pronunciada cuando se combina con la inadecuada crianza de los niños y situaciones de adversas socialmente. La infracción penal y la psicopatía se han asociado con otro indicador de interrupción en el desarrollo fetal - a saber, septum cavum pellucidum, que es el cierre fallido del septum pellucidum, un proceso que normalmente tiene lugar durante la gestación hasta aproximadamente 6 meses después del nacimiento. El cavum septum pellucidum se piensa que es un marcador precoz del desarrollo interrumpido en la región límbica del cerebro, que a su vez se asocia con la delincuencia. El consumo maternal de nicotina y alcohol durante el embarazo son también factores que pueden predisponer a los individuos a la delincuencia violenta en la edad adulta – resultados- que se han replicado a través de muchos estudios en varios continentes. Incluso pequeñas cantidades de alcohol durante el embarazo (una bebida por semana) se han asociado con un aumento de la agresividad infantil en la descendencia futura. Existe un debate actual con respecto a si la exposición a la nicotina predispone a la delincuencia por haber causado hipoxia fetal, que resulta en el deterioro del cerebro, o si esta asociación es genéticamente mediada. Los niveles de plomo se han asociado con delincuencia juvenil y el comportamiento agresivo en al menos seis estudios. Desde un punto de vista prospectivo, altos niveles de plomo en la madre durante el primer y segundo trimestre del embarazo están asociados con un mayor riesgo de ser arrestados por crímenes violentos en la edad adulta. Los altos niveles de plomo en la dentina evaluados en las edades de 6-9 años se han asociado con un aumento de delitos violentos en las edades de 14-21 años, y un pobre funcionamiento cognitivo media en esta relación. Algunos estudios que cuidadosamente han controlado factores potenciales de confusión, tales como la pobreza, el tabaquismo materno, el consumo de alcohol y el consumo de drogas han demostrado que se aplican estos resultados tanto a las mujeres como a los hombres. Niveles superiores de manganeso en la madre durante el embarazo también han sido asociados con un aumento de problemas en la externalización del comportamiento (que se define como comportamiento agresivo, destructivo y desafiante) en niños de 8-9 años. La mala nutrición en el primer o segundo trimestre del embarazo se ha asociado con un aumento de 2,5 veces la posibilidad de desarrollar un trastorno antisocial de la personalidad. La desnutrición en la infancia se asocia con problemas de conducta en la adolescencia, una relación que es en parte mediada por un bajo coeficiente intelectual. Del mismo modo, los niños con signos Perspectives. - Diploma en Neurocriminología. 5 de desnutrición a la edad de 3 años tienen tasas mucho más altas de desarrollar conducta agresiva y antisocial en las edades de 8, 11 y 17 años, por encima de cualquier contribución de los factores de riesgo sociales. Esta relación también está mediada por un bajo coeficiente intelectual. En conjunto, estos resultados sugieren que un número de factores tempranos ambientales pueden aumentar el riesgo de comportamiento antisocial como en la edad adulta, probablemente a través de efectos sobre los sistemas biológicos. Las hormonas y los neurotransmisores. Hormonas como la testosterona y cortisol, han sido las investigadas más intensamente en relación con la conducta antisocial. Las interrupciones en el eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA), sistema de respuesta del cuerpo al estrés que regula la liberación de la hormona cortisol, se observan con frecuencia en las personas antisociales. Las asociaciones entre la conducta antisocial y los niveles de cortisol varían dependiendo del tipo de conducta antisocial y otros factores. El estrés psicológico en las distintas etapas durante el desarrollo puede producir cambios duraderos en el funcionamiento del eje HPA y por lo tanto predisponen al individuo al desarrollo de un comportamiento antisocial. Bajos niveles de cortisol en la infancia son predictivos del desarrollo de la conducta agresiva 5 años más tarde, en la adolescencia. Del mismo modo, un estudio mostró que chicos que fueron identificados teniendo problemas conductuales y que tenían niveles bajos de cortisol mostraron un comportamiento más agresivo en un seguimiento de la evaluación en los 2 años posteriores. El aumento de los niveles de testosterona ha sido repetidamente asociado con un aumento del comportamiento agresivo en adultos. Las advertencias incluyen el hecho de que esta relación parece ser menos evidente en individuos pre-púberes, y un meta-análisis de esta relación encuentra un pequeño efecto del tamaño del R = 0,08 (REF. 34). Algunos aleatorios, placebos controlados cruzados en ensayos han demostrado que la administración de testosterona aumenta el comportamiento agresivo en adultos varones, lo que sugiere una conexión de causalidad, aunque otros estudios experimentales que utilizan dosis más bajas de testosterona no mostraron un aumento en el comportamiento agresivo. El aumento de los niveles de testosterona en las edades de 10-12 años son predictivos de un comportamiento agresivo en las edades de 12-14 años, de un comportamiento que transgrede las normas a los 16 años y un consumo de cannabis a los 19 años. Los niveles más altos de testosterona a los 16 años están asociados con la delincuencia en la edad adulta. Múltiples sistemas de neurotransmisores han tenido implicaciones en la agresión, y el correlato mejor replicado del comportamiento agresivo en humanos es un bajo nivel de serotonina. Los Perspectives. bajos niveles de serotonina en el líquido cefalorraquídeo constituyen un marcador particular de las personas que muestran una conducta impulsiva agresiva. La manipulación experimental que reduce los niveles de serotonina en el cerebro (es decir, agotamiento agudo de triptófano) reduce el funcionamiento del córtex orbitofrontal durante una tarea de control motor inhibitorio, una región comúnmente implicada en el comportamiento antisocial. Sin embargo, la agresión también se ha asociado con una reducción de los niveles de monoamina oxidasa A (MAOA) en el cerebro. MAOA es una enzima que descompone la serotonina y otros neurotransmisores, y por lo tanto, niveles más bajos de MAOA produciría, presumiblemente, mayores niveles de serotonina. Este hallazgo aparentemente contradictorio demuestra la necesidad de estudios que examinen simultáneamente múltiples marcadores biológicos a fin de obtener información acerca de cómo los neurotransmisores pueden interactuar entre ellos para aumentar el riesgo de agresión. Psicofisiología. Las diferencias psicofisiológicas también han sido observadas entre grupos antisociales y grupos control. Los meta-análisis y las revisiones concluyen que bajo reposo, el ritmo cardíaco es probablemente el mejor correlato biológico del comportamiento antisocial y agresivo en niños y adolescentes. Una baja frecuencia cardíaca en reposo puede indicar una falta de miedo y una menor probabilidad de experimentar efectos negativos en respuesta a un acto criminal. La baja frecuencia cardíaca en la infancia y la adolescencia se ha asociado con la delincuencia adulta en los cuatro estudios longitudinales realizados hasta la fecha. A través de estos estudios, se encontró que la baja tasa cardíaca en reposo era un fuerte predictor de la futura conducta antisocial. En delincuentes que fueron detenidos por un delito menor a la edad de 14 años, las respuestas de frecuencia cardíaca atenuadas a un factor de estrés se asociaron tanto con un tiempo más corto para volver a ofender, así como con un mayor número de reincidencia en un periodo de menos de 5 años. Otro estudio mostró que, después de múltiples factores de confusión que habían sido ya controlados, una baja la frecuencia cardíaca a la edad de 18 años preveía una mayor frecuencia de condenas y niveles más altos de violencia hasta los 50 años. Indicadores psicofisiológicos de un bajo arousal -tales como una lenta frecuencia electroencefalográfica y una reducida actividad de la conductancia dérmica - a la edad de 15 años, predicen la delincuencia a los 24 años de edad. Un reciente meta-análisis ha documentado una amplitud reducida del potencial cerebral P300 relacionado con el evento, que está pensado para reflejar la ineficacia de los recursos neuronales durante el procesamiento de la información, en poblaciones de adultos antisociales. Del mismo modo, un P300 reducido a la edad de 11 años se ha asociado con la comisión de infracciones a los 23 años. La amplitud P300 predijo la comisión de la infracción a los 23 años por encima de medidas como el manifiesto de la conducta antisocial a los 11 años. Un pobre condicionamiento Perspectives. autónomo del miedo – la capacidad para aprender las asociaciones entre las señales neutras y los estímulos aversivos - es otro correlato bien replicado en los adultos infractores y en los adultos infractores psicópatas, desórdenes conductuales en niños y adolescentes, y de la delincuencia juvenil. Una revisión de 46 cerebros humanos estudiados en imágenes, sugiere que un déficit en el condicionamiento del miedo puede reflejar anomalías en un núcleo como es la amígdala, la ínsula y el cingular anterior. De hecho, las numerosas imágenes cerebrales encuentran anormalidades en estas áreas en personas antisociales, aunque esto ha sido discutido con respecto a personas con rasgos psicopáticos - un subgrupo específico de delincuentes. Un pobre condicionamiento electrodérmico al miedo a la edad de 3 años se asocia con condenas por delitos a los 23 años. Además de ayudar en la predicción de la futura infracción, las diferencias individuales respecto al condicionamiento del miedo también puede proporcionar información acerca de qué individuos antisociales pueden desistir del empleo de la conducta violenta futura o ser especialmente susceptibles de recibir tratamiento. Por ejemplo, adolescentes que fueron identificados como propensos a cometer crímenes en la edad adulta, debido a la conducta antisocial manifiesta a los 15 años pero que no llegan a ser adultos delincuentes a los 29 años, mostró condicionantes al miedo superiores en comparación con ambos adolescentes antisociales que se convierten en delincuentes y los que se refieren a los no criminales del grupo control. Imágenes cerebrales y neurología. Un reducido funcionamiento en el lóbulo frontal del cerebro es, hasta la fecha, la mejor imagen cerebral relacionada con el comportamiento antisocial y violento. En particular, un meta-análisis de 43 estudios de imágenes estructurales y funcionales encontró que las mayores reducciones en la estructura y en la función dentro del lóbulo frontal de los individuos antisociales se observaron en la corteza orbitofrontal, la corteza cingular anterior, y en la corteza prefrontal dorsolateral. La corteza prefrontal dorsolateral se asocia con procesos de autorregulación, incluyendo la atención y la flexibilidad cognitiva, y puede estar relacionado con las características antisociales de impulsividad y pobres control conductual. La corteza cingular anterior participa en el error del procesamiento, el seguimiento y en el impedimento del aprendizaje. Los individuos con daños a esta región son más desinhibidos y agresivos, y demuestran impedimentos en el control inhibitorio y en el procesamiento de la información. La corteza prefrontal ventral, incluyendo la corteza orbitofrontal, han recibido una atención particular dado su papel en procesamiento de las emociones, el aprendizaje por - Diploma en Neurocriminología. 7 Perspectives. recompensa y castigo, y en la toma de decisiones. La posibilidad de una relación de causalidad entre una deteriorada estructura y/o función de la corteza orbitofrontal por una parte, y la delincuencia y/o violencia, por otra, ha sido planteada por estudios neurológicos que muestran que las lesiones en la cabeza en individuos aparentemente normales preceden a la aparición del comportamiento antisocial desinhibido. Por ejemplo, los niveles agresivos más altos se encontraron en veteranos de guerra que habían sufrido lesiones penetrantes en la cabeza que fueron localizados en la corteza prefrontal ventral. Además, pacientes neurológicos que habían sufrido una lesión accidental por un cabezazo en la corteza prefrontal ventral mostraban una pobre proceso de toma de decisiones, una reducción autonómica de la actividad respecto a los estímulos socialmente significativos…