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Neuropolítica (@antonigr. 2012. Año de la Neurociencia en España) Texto para el tomo II del libro “30 Claves para entender el poder. Léxico de la Nueva Comunicación Política” que será publicado en breve. Coordinación editorial: Javier Sánchez Galicia, Director del Insti- tuto de Comunicación Política A.C.

Neuropolítica

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(@antonigr. 2012. Año de la Neurociencia en España)Texto para el tomo II del libro “30 Claves para entender el poder. Léxico de la Nueva Comunicación Política” que será publicado en breve. Coordinación editorial: Javier Sánchez Galicia, Director del Instituto de Comunicación Política A.C.

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Neuropolítica

(@antonigr. 2012. Año de la Neurociencia en España) Texto para el tomo II del libro “30 Claves para entender el poder. Léxico de la Nueva Comunicación Política” que será publicado en

breve. Coordinación editorial: Javier Sánchez Galicia, Director del Insti-tuto de Comunicación Política A.C.

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“Mientras el cerebro sea un misterio, el universo continuará siendo un misterio.”

Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Médico español, espe-cializado en histología y anátomo-patología microscópica. Ob-tuvo el Premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conec-tivos de las células nerviosas, una nueva y revolucionaria te-oría que empezó a ser llamada la «doctrina de la neurona», ba-sada en que el tejido cerebral está compuesto por células indi-viduales.

1. La neuropolítica, una disciplina de las neurociencias2. El cerebro humano, el gran desconocido3. Pienso lo que siento.4. Pienso sin saberlo. Decido sin pensar5. Pienso lo que imito.

Palabras clave:NeurocienciasCiencias experimentales que intentan explicar cómo funciona el cerebro, valiéndose del método de observación, experi-mentación e hipótesis, propio de las ciencias empíricas, y de las herramientas técnicas disponibles. Dieron un paso prodi-gioso al descubrir que las distintas áreas del cerebro se han es-pecializado en diversas funciones y que a la vez existe entre el-las un vínculo. (Adela Cortina).NeuroéticaSaber interdisciplinar por esencia, cuya presentación en socie-dad se llevó a cabo en el Congreso celebrado en San Francisco

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en 2002, bajo el título “Neuroética: esbozando un mapa del terreno”. Según las actas de dicho congreso, se define la neu-roética como “el estudio de las cuestiones éticas, legales y soci-ales que surgen cuando los descubrimientos científicos acerca del cerebro se llevan a la práctica médica, de las interpretacio-nes legales y las políticas sanitarias y sociales”. (Adela Cortina).Neuroinformación Es un campo de investigación científica multidisciplinar que integra los conocimientos de la Neurociencia (estudio ci-entífico de la evolución, estructura y funcionamiento del sistema nervioso, con un enfoque especial sobre el cerebro y su papel en el comportamiento y las funciones cognitivas hu-manas) a las Ciencias de la Información y Documentación con el objetivo de mejorar los procesos con la información conten-ida en los documentos (creación, gestión, almacenamiento, búsqueda y transmisión) para su aplicación en las unidades de información (archivos, bibliotecas, centros de documenta-ción), generando conocimiento que produzca cambios en los individuos y la sociedad.(www.documentalistas.org)

Otras palabras clave:NeurobiologíaEstudio biológico del sistema nervioso.NeurologíaEspecialidad médica que trata los trastornos del sistema ner-vioso.Neurocognitiva

Ciencia que estudia las facultades humanas para procesar lainformación.NeuroinformáticaEstudia la aplicación de los descubrimientos neurocientíficos a las tecnologías de la información.Neurosociedad Estudio de la influencia social del desarrollo neuronal.

1. La neuropolítica, una disciplina de las neurocien-cias.

Las neurociencias, en particular las cognitivas, estudian el fun-cionamiento del cerebro humano y sus relaciones con la conci-encia. La neuropolítica se abre paso como una nueva disci-plina de las neurociencias (neurobiología, neurología, neuro-fisiología, o psicología cognitiva…) capaz de comprender cómo actúa el cerebro de los seres humanos en su condición de ciu-dadanos, electores o activistas frente a los estímulos de la comunicación política, por ejemplo. Nos permite conocerlo mejor, saber cómo funciona, cómo articula sus imágenes, con qué valores, con qué sentimientos y cómo se canalizan sus de-cisiones. Esa es una cuestión clave que debe ocupar más tiempo y energías a todos aquellos que reflexionan sobre la política democrática, sus procesos de renovación y mejora y, en general, para todas las personas interesadas en la múltiple gama de registros de la comunicación política.

El artículo de Marco Iacoboni (Catedrático de Psiquiatría y ci-encias del biocomportamiento de la Universidad de Califor-nia, que dirige el Transcranial Magnetic Stimulation Lab del

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Ahmanson-Lovelace Brain Mapping Center), This is your brain on politics publicado en The New York Times -y escrito junto a otros autores-, abrió un gran debate académico y politólogo sobre los retos éticos y democráticos de la neuroci-encia aplicada a la política. La neuroética como tal es un con-cepto relativamente reciente que empezó a definirse en el Con-greso de San Francisco en 2002 (organizado por la Dana Foun-dation bajo el título Neuroethics: Mapping The Field) como: “el estudio de las cuestiones éticas, legales y sociales que sur-gen cuando los descubrimientos científicos acerca del cerebro se llevan a la práctica médica, a las interpretaciones legales y a las políticas sanitarias y sociales”. Hablar hoy de neuropolítica es hablar, también, de neuroética.

Estamos, de lleno, en la “Era neurocéntrica” que inauguraba Thomas Willis (padre de la Anatomía Comparada) hace más de tres siglos (1621-1675). Ya hemos aprendido la fuerza co-gnoscitiva del lenguaje en la política, con los trabajos sobre comunicación política de George Lakoff y la fortaleza de los marcos conceptuales que inhiben y condicionan la razón. Esta-mos explorando el potencial de la “política de las emociones”, la plasticidad (el cerebro es capaz de cambiar su estructura y su función a través de la actividad y el pensamiento), el rol del inconsciente y la redefinición del concepto de memoria en la toma de decisiones. Y leyendo las aportaciones -entre otros- de Drew Westen, profesor de psicología y psiquiatría de la Uni-versidad de Emory, recogidas en su trabajo “El cerebro políti-co”, sabemos ya que las razones no siempre dominan la

razón. Y que la mejor manera de llegar al cerebro de un elec-tor es a través de su corazón.

2. El cerebro humano, el gran desconocido

Pero, para ello, debemos conocer más y mejor el cerebro de hombres y mujeres, superando algunas reservas y bloqueos a los avances de la ciencia que todavía atemorizan a la política democrática. La desconfianza a lo desconocido se apodera del debate. Y el muro ético, que se eleva como baluarte defensivo a lo nuevo, no siempre nace de la exigencia democrática, sino de la ignorancia.

Estamos, por ejemplo, y gracias a las nuevas técnicas de ima-gen, retratando y monitorizando el cerebro de tal manera que podemos ver ya cualquier alteración de su corteza o de sus amígdalas. Pronto vamos a discutir si aceptaremos como prueba irrefutable en los tribunales las imágenes de éste mostrándonos cómo se altera con la verdad o la mentira. En algunos casos judiciales concretos ya se han utilizado estas técnicas de neuroimagen para determinar el grado de respon-sabilidad, ya que se visualiza la estructura y la actividad cere-bral de una manera no invasiva, pero teniendo en cuenta que no existen dos cerebros iguales y que no siempre es fácil llegar a conclusiones contundentes… la polémica está servida.

Sabemos, por ejemplo, que las mujeres detectan mejor que los hombres los estados emocionales de sus interlocutores porque sus amígdalas funcionan de manera diferente, lo cual expli-

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caría que ellas sean más empáticas que ellos. ¡Y qué decir de la química! Hemos confirmado la intuición y hemos demostrado que el exceso de testosterona de los varones (may-oritarios en los parqués bursátiles del mundo) puede haber ju-gado un papel decisivo en el riesgo excesivo e imprudente de los gestores de mercados financieros en la actual crisis, como se demostró recientemente en un artículo publicado en la re-vista Proceedings of the National Academy of Sciences[1]. El texto detalla las conclusiones del estudio de las Universidades de Utrech y Cambridge que confirman que los niveles de tes-tosterona afectan –disminuyéndola- directamente la capaci-dad empática de las personas.

Estamos descubriendo, también, poco a poco, la íntima rela-ción entre el olfato, el desarrollo de nuestro cerebro y la evolu-ción de la especie humana. Podemos afirmar que es este sen-tido el que nos hizo humanos, o al menos fue decisivo en la evolución de procesos cognitivos como la intuición o la per-cepción, sin las cuales no seríamos hoy quienes somos.

Sabemos, además, que los condicionantes genéticos son deter-minantes para la evolución de la inteligencia de las personas, que un cerebro puede ir al máximo de sus posibilidades pero no más allá de su capacidad genética. Así como que la plastici-dad de éste en los primeros años de formación y crecimiento es decisiva, en su configuración y potencialidad intelectual y relacional. De ahí, la enorme responsabilidad de la educación social, familiar y reglada.

Tenemos 100.000 millones de neuronas y, cada una de ellas, 1.000 conexiones que forman un circuito determinado. La neu-rociencia nos indica que lo importante es la configuración de estas conexiones. Su conocimiento es el que nos permite blo-quearlas con las sustancias capaces de alterar un circuito. Si se administra a una persona depresiva, por ejemplo, un blo-queante de la recaptación de la serotonina, al día siguiente está como nueva. ¿Lo que es legítimo en un enfermo (el indi-viduo depresivo) lo va a ser, también, en una persona mel-ancólica y triste? Nuestra capacidad de cambiar lo enfermo está en la misma línea que nuestra capacidad para cambiar el carácter, las emociones, las percepciones… y las opiniones. La proximidad de lo aceptable y lo inaceptable se pone en jaque por la posibilidad técnica. Renunciar a lo que no es posible no requiere coraje. Renunciar a lo que es posible es el auténtico desafío.

En los últimos cinco años se ha descubierto más sobre el fun-cionamiento del cerebro que en toda la historia de la Humani-dad. Entender el cerebro es entender el resultado de millones de años de desarrollo evolutivo que, a través de una intensa carga genética, nos hace sentir emociones que nos impulsan a actuar. Cuanto más comprendemos y conocemos nuestro cere-bro, más nos comprendemos como individuos y sociedad, y más desafíos –éticos, por ejemplo- se presentan ineludible-mente. Pero no hay vuelta atrás. Estoy convencido que la política democrática saldrá fortalecida (al enriquecer la per-cepción y el conocimiento de cómo se configuran las opinio-nes sociales por parte de los individuos) cuanto más conozca-

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mos cómo funciona el cerebro de los electores. Es decir, cómo piensan (o toman decisiones) los ciudadanos y ciudadanas.

3. Pienso lo que siento

La política y la comunicación política pueden y deben encon-trar en la neuropolítica mejores oportunidades para conectar y hacer más sólida la relación entre la ciudadanía y nuestros sistemas de representación democrática. Algunas veces nos alertan de que un determiando uso de los conocimientos de la neuropolítica puede tener naturaleza antidemocrática al sus-traer la autonomía y libertad del elector, alimentando sus in-stintos más subconscientes. Pero quizás deberíamos repensar, mejor, cuál debe ser el papel de las emociones y los sentimien-tos en la configuración del pensamiento y la acción políticas. “Los consultores políticos necesitamos entender qué elemen-tos activan la conducta del votante y qué les lleva a la acción, tanto para sentir empatía por un candidato, como para moti-varlos para ir a las urnas. Y todo eso está en el cerebro”, afirma Carlos Andrés Pérez Múnera[2]. Y añade: “El mecan-ismo más influyente para la toma de decisiones es la empatía. En las contiendas no estamos solos, competimos contra otros partidos muy organizados o frente a candidatos que personali-zan la política cada vez más y tenemos que aprender que hay procesos fisiológicos que explican la empatía. Esta es la re-puesta a la pregunta de por qué algunos votantes dicen que les gusta el candidato X o Y sin tener una razón aparente. Sin em-bargo, lo difícil no es solo generar ese vínculo, sino explotarlo para que se convierta en respaldo efectivo.”

4. Pienso sin saberlo. Decido sin pensar

Sabemos también que las decisiones “libres” que tomamos en nuestra vida cotidiana tienen que ver en un 80% con la infor-mación subconsciente, de una actividad cerebral “anterior”. Decidimos en función de una gran cantidad de información que tenemos en nuestro cerebro… y de la que desconocemos su existencia. De ahí la enorme importancia de la lenta pero determinante construcción de la imagen pública. Hemos hal-lado que el resultado de una decisión puede ser codificado en actividad cerebral de la corteza prefrontal y parietal hasta 10 segundos antes de hacerse consciente. Esta demora refleja, previsiblemente, el funcionamiento de una red de zonas de control de alto nivel que empiezan a preparar el inicio de una decisión mucho antes de que se produzca[3]. La zona consci-ente de nuestro cerebro es muy pequeña y la experiencia vital (nuestra escala de valores acumulada) que determina nuestras decisiones (intelectuales, emotivas y racionales) es muy vul-nerable a nuestros prejuicios. “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio” decía Albert Einstein. Prejuicios en forma de información previa al juicio, y en forma de juicio previamente instalado antes de enjuiciar una situación. De ahí su importancia. Información que ya es-taba antes… que genera juicio previo insconsciente al razo-namiento consciente.

La impresión de que somos capaces de elegir “libremente” en-tre diferentes modos posibles de actuar es fundamental para nuestra vida mental (y social). Sin embargo, disponemos de abundantes datos que nos llevan a afirmar que esta experien-

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cia subjetiva de libertad no es más que una ilusión y que nues-tras acciones son iniciadas por procesos mentales inconscien-tes mucho antes de que tomemos consciencia de nuestra inten-ción de actuar. La pregunta decisiva es: ¿cuándo, cómo y por qué disponemos de información previa inconsciente que se ac-tiva y decide nuestra manera de actuar?

Eduard Punset, en su libro Por qué somos como somos, afirma que en la vida (en nuestras decisiones) recurrimos a in-tuiciones que requieren mucha menos información de la que creemos. Que tomamos decisiones muy serias e importantes con un gran nivel de exposición a la equivocación. Y que in-cluso “cuando el cerebro percibe una explicación distinta a lo que él cree no sólo la cuestiona, es que corta los circuitos de comunicación para que no penetre. Por eso no cambiamos de voto”. Es a lo que se llama disonancias. Es decir, nuestro cere-bro bloquea la información racional que podría hacernos cam-biar de opinión ya que preferimos las convicciones emocion-ales o morales a las confirmaciones racionales o epistemológi-cas. Las personas preferimos escuchar lo que queremos es-cuchar, leer lo que queremos leer, opinar lo que queremos opi-nar.

El cerebro perezoso

Además, nuestros cerebros se resisten a dar crédito a la ver-dad, asiéndose en el terreno de las convicciones y de las emo-ciones como la mejor arquitectura para la toma de decisiones y como bastión irreductible de las opiniones.

“Buscar la verdad es complejo, es más sencillo validar una opinión previa” afirma el consultor político Daniel Eskibel. Nuestro cerebro detesta el conflicto interno, por eso se refugia y valida toda la información anterior que refuerce el aprior-ismo instalado. A su vez, José Antonio Marina, en su libro La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez, señala cuatro tipos de fracaso de nuestra inteligencia: cogniti-vos, afectivos, de lenguaje y de la voluntad. “Los fracasos cog-nitivos provienen del empeño que tenemos muchas veces las personas de negar la realidad. Los prejuicios, la superstición, el dogmatismo, el fanatismo son formas de pensamiento que niegan la realidad, que evitan la aceptación de las evidencias que se nos presentan”. Algunas de estas creencias son consci-entes, pero la mayoría son inconscientes e influyen podero-samente en nuestras emociones y decisiones.

Y todavía más. Ted Brader, autor de la “Teoría de la Inteligen-cia Afectiva”, afirma que “las emociones tienden a anticiparse para definir las decisiones políticas de las personas, y las emo-ciones positivas liberan el camino para el ingreso de mensajes que confirmen las ideas preconcebidas, mientras que las nega-tivas parecen conducir a la reflexión, aunque no modifiquen el sistema de creencias previas”.

5.Pienso lo que imito

Frans de Waal, nombrado por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del mundo en 2007, es un profe-sor e investigador holandés especializado en psicología, prima-tología y etología. En su libro Nuestro mono interno, examina

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el comportamiento humano a través de los ojos de un pri-matólogo, usando el comportamiento de chimpancés y de bonobos comunes como metáforas para la psicología humana. Y concluye destacando que la empatía es un proceso social de relación, imitación e integración en comunidad. Y que los pri-mates cuando detectan algún tipo de inequidad en el grupo no la toleran y reaccionan furiosos.

Pensar es, pues, una realidad social. Pienso lo que imito, e imito lo mayoritario, lo que me integra. “El cerebro que actúa es un cerebro que comprende. Se trata de una comprensión pragmática, preconceptual y prelinguística, pero no por ello menos importante, pues sobre ella descansan muchas de nues-tras ponderadas capacidades cognitivas.”[4]

6. Final

En lugar de presentar las emociones como un conflicto fron-tal, -y un fracaso de la racionalidad-, la oferta política debería comprender las relaciones de complementariedad entre lo cog-nitivo, lo emocional, lo vivencial y el aprendizaje como un con-junto inseparable de la naturaleza humana… y del cerebro hu-mano. Y de la política. La neuropolítica no es una amenaza a la política democrática, racional. Amplía lo que entendemos por racional. Esa es la clave. No es opuesto. Es complemen-tario.

Conocer el cerebro y su funcionamiento debería ser “asigna-tura” obligada para nuestros representantes políticos. E inex-cusable para los consultores y asesores de comunicación. Además, la tecnología social que nos envuelve nos abre nue-

vas fronteras para la neuropolítica. La neuroinformación[5], por ejemplo, busca aportar los conocimientos de las Ciencias de la Información en técnicas de visualización de datos, recu-peración de información, gestión de ficheros, mejora de la cali-dad y usabilidad de documentos al campo de la neurociencia. Así, por ejemplo, se está demostrado que las personas acceden al conocimiento por asociaciones, y se ve necesario diseñar in-terfaces y entornos digitales que accedan a la información -que la muestren, la sugieran- de la misma forma.

El reto es apasionante. Lo que conocemos ya del cerebro es una parte todavía muy pequeña de lo que conoceremos. Pero ya podemos afirmar que existe una íntima relación entre lo que pensamos, sentimos, vivimos e imitamos. Y que no siem-pre lo sabemos a nivel consciente, aunque sea decisivo en el momento de pensar y actuar. El voto, como cualquier otra manifestación de la vida política y pública, debe ser siempre reflexivo. Lo nuevo, o mejor dicho, lo que sabemos ahora a ci-encia cierta, es que no hay reflexión sin emoción.

(@antonigr. 2012. Año de la Neurociencia en España)Texto para el tomo II del libro “30 Claves para entender el po-der. Léxico de la Nueva Comunicación Política” que será publi-cado en breve. Coordinación editorial: Javier Sánchez Galicia, Director del Instituto de Comunicación Política A.C.

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BIBLIOGRAFÍA

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Madrid, Editorial AguilarPÉREZ MÚNERA, Carlos Andrés (2011)Pistas para entender el cerebro político. Cómo y por qué toma-mos nuestras decisiones.Madrid, Editorial CAEPJIMÉNEZ AMAYA, José Manuel (2010)SÁNCHEZ-MIGALLÓN, SergioDe la Neurociencia a la Neuroética. Narrativa científica y re-flexión filosófica. Eunsa. PamplonaGARDNER, Howard (1994)Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múlti-ples (2ª ED).Fondo de Cultura Económica de España, S.L.CURRÁS, Emilia (2000)El metabolismo neuronal de la información. Un Tratado sobre Ciencia de la Información. UNR Editora: Rosario (Rep. Argentina)DOIDGE, Norman (2008)El cerebro se cambia a sí mismo. Madrid, Santillana Ediciones Generales, S.L.DAMASIO, Antonio (2010)Y el cerebro creó al hombreMadrid, Destino Planeta de Libros (Colección Imago Mundi)ArtículosLa neuropolítica: conocer el cerebro para liderar las ideasAntoni Gutiérrez-Rubí, para la Revista de la Fundación Rafael Campalans (Noviembre 2009)

Micropolítica: Ideas para cambiar la comunicación políticaAntoni Gutiérrez-Rubí, para la revista “Ejecutivos” (Julio 2010)La batalla por las mentes y los corazonesRodrigo Sosa, para la Revista “El Molinillo” de la ACOP (No-viembre 2011)NeuroliderazgoSilvia Damiano, para www.silviadamiano.com (Marzo 2011)

Otras referencias e instituciones: I Congreso Internacional de Neurociencias de la Comunica-ciónValencia, 22 de septiembre de 2011 (España)http://neurosciencecomcongress.com/presentacion/Instituto de Neurociencias de Alicantehttp://in.umh.es/es/origenes.aspxMindlab Internationalhttp://www.themindlab.org/Max Planck Institute for Human Cognitive and Brain Scienceshttp://www.cbs.mpg.de/index.htmlBrain and Creativity Institute (USC, University of Southern California)http://www.usc.edu/schools/college/bci/Institute of Cognitive Neuroscience (UCL, University College London)http://www.icn.ucl.ac.uk/International Observatory on Neuro-Informationhttp://www.neuro-information.org

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Publicaciones:

Neuronhttp://www.cell.com/neuronNeurologyhttp://www.neurology.org/The Journal of Neurosciencehttp://www.jneurosci.org/

Más enlaces de interés:

- Entrevista a Patrick Renvoise, asesor en neuromarketing del equipo de campaña del presidente Obama (La Contra de La Vanguardia, 21.02.2012)

- La neurociencia permitirá a los soldados controlar armas con la mente (ABC.es, 9.02.2012)

- Discursos que estimulan el cerebro (Yago de Marta, 6.02.2012)

- Cómo construir un cerebro humano (El País, Vida & Artes, 5.02.2012)

- Entrevista a Adela Cortina sobre su libro “Neuroética y Neu-ropolítica” (Fundación International Studies, 21.10.2011)

- Les xarxes socials et poden canviar el cervell (ARA, 19.10.2011)

- L’estructura del cervell també condiciona les idees polítiques (ARA, 5.04.2012)

- Marco Iacoboni, Las neuronas espejo (Marzo 2009)

[1] J. van Honk, D. J. Schutter, P. A. Bos, A.-W. Kruijt, E. G. Lentjes, S. Baron-Cohen. Testosterone administration impairs cognitive empathy in women depending on second-to-fourth digit ratio. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2011; DOI: 10.1073/pnas.1011891108

[2] Entrevista a Carlos Andrés Pérez Múnera, autor del libro Pistas para entender el cerebro político, en la revista El Mo-linillo nº 35 de la ACOP (Septiembre 2011)

[3] Unconscious determinants of free decisions in the human brainChun Siong Soon, Marcel Brass, Hans-Jochen Heinze & John-Dylan Haynes para la Revista Nature Neuroscience, volumen 11, número 5 (Mayo 2008)

[4] “Desde hace varios decenios, viene imperando la idea de que las zonas motoras de la corteza cerebral estarían destina-das a tareas meramente ejecutivas, carentes de cualquier va-lencia perceptiva real y, menos aún, cognitiva. Las mayores di-ficultades a la hora de explicar nuestros comportamientos mo-tores tendrían que ver con la elaboración de los distintos input sensoriales, así como la identificación de los sustratos neu-rales de los procesos cognitivos ligados a la producción de in-tenciones, creencias o deseos. Una vez que el cerebro está en condiciones de seleccionar el flujo de informaciones proce-dente del exterior y de integrarlo con las representaciones mentales generadas de manera más o menos autónoma en su interior, los problemas inherentes al movimiento se re-

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solverían en la mecánica de su ejecución, según el clásico esquema de percepción > cognición > movimiento.Semejante esquema pudo resultar convincente mientras pre-dominó una imagen extremadamente simplificada del sistema motor. Pero hoy esto ya no es así. Hoy sabemos que dicho sistema está formado por un mosaico de zonas frontales y pa-rietales estrechamente relacionadas con las zonas visuales, auditivas y táctiles, y que además éstas se hallan dotadas de propiedades funcionales mucho más complejas de cuanto pu-diéramos sospechar.”Del prólogo del libro de RIZZOLATTI, Giacomo; SINIGA-GLIA, Corrado (2006). Las neuronas espejo. Los mecanismos de la empatía emocional. Barcelona, Editorial Paidós – Transi-ciones

[ 5 ] F u n d a c i ó n C i e n c i a s d e l a D o c u m e n t a c i ó n . www.documentalistas.org

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