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Ni Rabietas Ni Conflictos - Rosa Jove

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rosa jove

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Cuando un niño está enojado o irritable, lo quebusca es satisfacer sus necesidades no cubiertas.Esas rabietas que a tantos padres desesperan noson sino las ideas propias del niño enfrentadas alos deseos de sus padres: no entiende lo que pasa,se ofusca y estalla emocionalmente. Conformecrece, estas rabietas se pasan pero los conflictosfamiliares siguen formando parte de laconvivencia.Para Rosa Jové, con estas reacciones un niñocamina hacia su independencia y la defensa de suspropias ideas. Se trata de una etapa que es precisopasar y que los padres deben aceptar y entender,sin recurrir a los castigos, porque de lo contrariocontribuirán a hacer crónico un problema que tienefecha de caducidad.La autora de Dormir sin lágrimas y La crianza feliz–ambos publicados con mucho éxito por estaeditorial– va más allá y nos ofrece tambiénsoluciones definitivas para los problemas decomportamiento hasta los 12 años. Y defiende,

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con sólidos argumentos, la idea que transmitenestas palabras: «Quiéreme cuando menos me lomerezca porque será cuando más lo necesite».

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Rosa Jové

Ni rabietas ni conflictosSoluciones fáciles y definitivas para

problemas de comportamiento de 0 a 12años

ePUB v1.1betatron 08.10.11

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Título: Ni rabietas ni conflictos©2011, Rosa JovéEditorial: La esfera de los librosISBN: 9788499700113

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A mis niños y a todos los niños.Por todo lo que les debemos.

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Agradecimientos

La autora agradece a Sara Bosch, Mónica Liberman yAntonio Sales sus valiosos comentarios y aportaciones almanuscrito.

Los testimonios de padres e hijos citados en este libroprovienen de su consulta particular, de consultas endiferentes revistas en las que participa asiduamente y deforos públicos en Internet. En todos los casos se hancambiado los nombres y datos de identificación. Damos,pues, también las gracias a estos padres y niños que nosenriquecen con sus experiencias.

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Introducción

Un niño es un reto (...) que nos obliga amejorar a cada instante, a hilar fino y

perfeccionarnos para hacer frente a semejantedesafío constante, ¿quién se atreve con ello?

Luis Antonio García

Los conflictos son inevitables en los grupos de sereshumanos que conviven juntos. Y todavía más en el seno deuna familia, que convive las veinticuatro horas del día, 365días al año. Por lo tanto, hay que aprender a gestionar losconflictos, pues será muy útil para el resto de nuestra vida.

Igual que aprendemos a ir en bicicleta y a leer, tambiénaprendemos a gestionar nuestros deseos y a negociar conquienes nos rodean. Nos formamos poquito a poco y cadafase del aprendizaje viene caracterizada por la etapa dedesarrollo en la que nos encontramos. Así, es absurdo

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imaginar a un niño de 4 años llorando porque el IVA hasubido un uno por ciento o a un adulto con una rabietaporque se ha terminado el helado de chocolate. Bueno,quizá lo segundo no es tan improbable. El caso es que encada etapa del crecimiento los niños tienen unasnecesidades y unos deseos y cuentan con unasdeterminadas habilidades para gestionarlos. A los adultosnos interesa que en cada etapa aprendan lo necesario parapoder afrontar la siguiente, como en cualquier proceso. Deesta manera, debemos ver el conflicto como unaoportunidad de aprendizaje, pero no sólo eso, puesto quelos conflictos son imprescindibles para crecer comopersonas. Afortunadamente son inevitables: es imposibleque dos personas distintas quieran siempre lo mismo de unaforma complementaria.

Por eso es tan importante saber defender las ideaspropias y negociar. Hay todo un camino de aprendizaje queva desde el bebé que estira el brazo y pone el cuerpo rígidopara pedir que le den algo (el sonajero, las llaves, el móvil)hasta el joven que opta por tomar sus propias decisiones oel adulto dialogante, aquel que siempre intenta encontrar unasolución satisfactoria para todos, aquel que no teme

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enfrentarse a sus jefes o a su pareja para defender lo quepiensa que es correcto.

Y ese camino empieza en casa, en el hogar. Quizá loque pida su hijo no sea lo correcto, pero en lugar de«sofocar» ese deseo es mejor explicarle lo que se espera deél o darle alternativas de comportamiento. Porque siempreva a haber un momento en que un niño tenga una ideapropia, la primera idea propia, y aunque sea errónea va adefenderla a capa y espada hasta que no entienda por quéno se le deja llevar a cabo «su idea», «su deseo». Y ese esel origen de muchas rabietas y problemas de convivencia enel seno del hogar. Pero hemos de verlo como unaoportunidad para educar al niño que de otra forma no sedaría, o como una ocasión para que el niño aprenda anegociar, o para que sepa defender de una forma correctasus ideas. Una vez que entendemos que los conflictos no loscrea el niño por gusto, sino que son una parteimprescindible de su crecimiento, estamos en situación depoder actuar de una forma más positiva.

Por mi parte, odio hablar de «rabietas». Bueno, dehecho lo que odio es la palabra «rabietas». Detrás de ella,pero íntimamente adherida, va una serie de imágenes

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peyorativas y de lugares comunes que yo encuentroparticularmente desagradables. Raramente hay algo buenodetrás de la palabra «rabietas», pero es el nombre con elque todo el mundo identifica estas situaciones. Así, mientrasesa situación de ofuscación del niño no tenga otro nombre,me veré obligada a utilizarlo de vez en cuando. Por otrolado, en este libro también se abordan los problemas deconvivencia y de comportamiento.

En resumen, este libro trata de esto: de los conflictosentre los niños y los adultos, pero desde un punto de vistaradicalmente distinto al habitual. Lo novedoso es que seanalizan las situaciones de conflicto y se abordan edad poredad, según lo que puede ir asumiendo el menor.

Es por esto que el libro consta de tres partes. En laprimera se dan unas orientaciones generales y unaaproximación a la realidad de la infancia. Quizá muchospadres ya tengan bastante con sólo leer este marco general.

En la segunda parte damos una serie de consejos,repartidos por edades, para aquellos padres que necesitanalgo más práctico o concreto. El hecho de clasificar loscapítulos por edades es porque los niveles de exigencia quepodemos pedirle a un niño de 12 años no son los mismos

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que a uno de 2.En tercer lugar abordamos unos aspectos que creemos

básicos para poder educar bien a nuestros hijos y queaprendan a manejarse en los conflictos. Así pues, hablamosdel castigo, los límites, los hábitos y las rutinas. Pero noporque los creamos necesarios sino porque deberíamosreplantearnos su utilidad o inutilidad.

Este libro nace del convencimiento de que no hayrecetas ni varitas mágicas (y de que nadie es perfecto) perosí que existe una cosa común a la mayoría de sereshumanos: que nos gusta que nos quieran y que nos respeten.Por eso hemos utilizado esos aspectos comunes paraencontrar un lugar desde el que los padres y los hijospueden llegar a entenderse. Este es un libro en el que no hayvencedores ni vencidos, tan sólo educación desde elrespeto y con grandes dosis de amor.

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PRIMERA PARTE

Ser niño también es duro

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Capítulo I

¿Qué es ser un niño hoy?

Todo está por hacer y todo es posible.Miquel Martí i Pol

Si ha llegado hasta este libro es porque a lo mejor tiene unniño con el que no se entiende. Que protesta más a menudode lo que usted desearía, que muestra conductascensurables, como pegar a algún niño del cole, que lloramás de lo que usted considera normal, que se enfada confacilidad... En fin, ¡qué le voy a explicar!

Usted considera que es duro ser padre, y no le voy aquitar la razón, pues a ratos lo es. Y como buen padre obuena madre, busca una forma efectiva para educar a suhijo.

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A menudo escucho en boca de los padres frases como:«Intento hacerlo lo mejor que puedo, sin gritar, pero aveces tengo un mal día y sin querer levanto la voz»; «No sécómo educarle, lo intento pero parece que no me sale»;«Llego cansado/a de trabajar y el niño no me deja ni cincominutos de respiro».

La mayoría de profesionales nos solidarizamos con lospadres (y yo también), pero su hijo también puede tener unmal día en el colegio y ante cualquier problema levantar lavoz en casa; quizás quiera actuar bien y no sepa cómohacerlo (igual que le sucede a usted), o es posible que,después de pasar seis horas en el colegio, otra haciendo losdeberes y alguna de actividades extraescolares, quiera estarcon quien más quiere, sus padres, y no comprenda que ellostambién pueden estar cansados (el niño no lo va a entendercon 2 años).

Ser niño también es difícil en estos tiempos, y porexperiencia sé que muchos de los problemas domésticosantes de los 3 o 4 años de edad del niño son debidos a laexistencia de un estrés importante en la familia y a lacreencia errónea de que algunas de las conductas del menorse deben a la maldad, cuando simplemente son

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comportamientos equivocados que hay que cambiar.Una mejor comprensión hacia el niño y más tranquilidad

en la familia suelen ser un buen punto de partida paraintentar mejorar las cosas. Y no hablo por hablar. Si ustedcomprende más a su hijo, los problemas se minimizan. Poreso, en estos primeros capítulos le damos ideas y técnicaspara entenderse mejor con sus hijos y mejorar sucomunicación y su educación. A veces, aunque usted pienseque el problema de comportamiento de su hijo es muygrave, se puede solucionar fácilmente con un poco deempatía y comprensión.

Empiece mejorando un poco la empatía hacia su hijoreflexionando sobre estos aspectos:

Su hijo es una mente en desarrollo.Lo que valoramos en un adulto lo censuramos enun niño.Niños programados.

Su hijo es una mente en desarrollo

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El profesor Norm Lee, en el primer capítulo de su libro Serpadres sin castigar, explica la siguiente anécdota:

En una reciente charla a un grupo de padres,abrí un libro y empecé a leer en voz alta:«Empiecen la disciplina a temprana edad. Aclarenmuy bien las reglas y refuércenlas de inmediato ycon consistencia. Refuercen la obediencia conpalmaditas y con frases como: "¡Qué buen chico!¡Eres una buena chica!", y después dedisciplinarlos, díganles que los quieren y que lohicieron por su propio bien».

Hubo cabeceos de aprobación y algunaspersonas incluso mostraron su aprobaciónefusivamente en voz alta. Pero cuando les mostréla cubierta del libro, se quedaron sin habla de laimpresión al leer el título: Cómo entrenar a superro doberman pinsher.[1]

Y es que educar niños debería ser algo más queadiestrar animalitos. Es como si algunos padres pensaranque sus hijos nunca podrán llegar a razonar, como sisiempre se fueran a quedar así, pequeños, sin voluntad ni

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razonamiento.Pues no, su hijo un día será un chico que podrá pensar

y que, si entiende las cosas, las hará. Tan sólo debe esperaraque tenga suficiente capacidad de comprensión para queusted pueda empezar a explicarle las cosas. «¿Y cómo séque no será eso demasiado tarde?» preguntan algunospadres. Lo cierto es que, en cuanto a normas, lo ideal esesperar a que el niño las pueda entender. Por eso,dependiendo del tipo de normas, se las enseñamos adistintas edades: algunas, como saludar o dar las gracias, selas transmitimos poco antes de los 3 años; para otras, comolas normas de circulación, tenemos que esperar algunosaños más. ¿A que a nadie se le ocurre pensar que si su hijode 1 año no da las gracias no lo hará nunca más o que si suhijo de 4 no conoce las normas de circulación no lasaprenderá nunca?

¿Cuándo empiezan a tener edad para entender lasnormas? Pues las básicas como saludar, dar las gracias, nocruzar si pasan coches... difícilmente antes de los 3 o 4años. No se agobie, es muy difícil que llegue tarde;seguramente ya ha intentado hacer algo antes de que su hijole pueda entender.

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Así pues, el primer consejo sería: no tenga prisa. Esmejor que la adquisición de normas de comportamiento seproduzca en el momento adecuado, y no demasiado pronto.Si usted obliga a que su hijo de 8 meses salude antes de queentienda lo que significa eso, pronto se cansará de jugar aese juego (porque para él será un juego, no una normasocial), y luego le costará más que vuelva a hacerlo. Encambio, si se espera hasta los 3 años, seguramente loentenderá y practicará; la mayoría de los niños de 3 añossaludan a su profesora cuando llegan a clase, aunque nadieles haya obligado. Otra cosa es que usted intente que vayasaludando antes de esa edad, pero sin forzarlo. Eso no esmalo.

¿Y si me equivoco y lo hago tarde? Llegar tarde a laadquisición de una norma es difícil. Siempre estamos atiempo. Cuando yo era joven no existía la costumbre debesarse en las mejillas para saludarse con personas que nofueran de la familia (y menos entre personas de diferentesexo). Entre familiares se hacía, pero fuera de la familia no.

Más tarde se instauró el beso como norma decordialidad entre personas conocidas; así, si me encuentro ami vecina o al mejor amigo de mi hermano, nos saludamos

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con un beso en las mejillas (y con un afectuoso abrazo).Cuando a mediados de los ochenta fui a Francia, aprendíque allí se besan tres veces, cosa que hice sin mayorproblema.

No obstante, aunque se llegara tarde, los niños sonflexibles y podemos modificar su conducta. La prueba esque existimos los psicólogos. Imagine que unos padrestrajeran a su hijo a consulta porque pega a los compañerosdel cole y le contestáramos: «Lo siento, ya no se puedehacer nada». ¿Usted cree que un buen psicólogo infantil leva a decir eso? Pues claro que no. El cambio es posibledurante la infancia. No tenga prisa.

Si el primer consejo para comprender mejor a su hijo esque no le fuerce a hacer las cosas antes de tiempo, elsegundo sería que se asegure de que hablan el mismoidioma.

Los padres solemos hablarles a los niños desde lalógica, pero antes de ciertas edades los niños no conocen lalógica ni la pueden entender. Lo mismo sucede con lasdobles intenciones o la ironía. Podríamos decir que cuandoun niño es pequeño usamos las mismas palabras pero nohablamos el mismo idioma. Pensamos que con una

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explicación lógica nos pueden entender a los 3 años, perono siempre tiene que ser así. Vea este caso:

Joan, de 6 años, quería subir a su clase a lahora del recreo, pero estaban fregando lasescaleras del colegio. Cuando la señora de lalimpieza vio sus intenciones le dijo: «¡Por aquí nose puede subir!». El niño se escapó, subió y bajóotra vez y le dijo a la señora: «Sí que se puedesubir. Y bajar también». A Joan le castigaronporque la señora de la limpieza no entendió que elniño había tomado sus palabras al pie de la letra.Si fuéramos conscientes de que esto puedesuceder, le habríamos podido explicar la intenciónde la frase sin castigarle.

Gloria, de 8 años, estaba dando la lata porquequería que su madre le preparara un pastel paracenar (un bizcocho que esta hacía normalmente losdomingos). Como era laborioso (y no eradomingo), su madre le contestó con ironía: «Sí, ¡yencima le pondremos guindas de adorno si teparece!». Gloria se fue. Cuando llegó la hora de

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cenar, la niña montó en cólera porque su madre lehabía prometido un pastel con guindas y no se lohabía hecho.

Desde que el bebé nace su cerebro va cambiando. Loque no puede entender a los 12 meses lo comprenderá mástarde; lo que no puede razonar a los 2 años lo iráconsiguiendo a medida que vaya creciendo. En líneasgenerales no pida un razonamiento básico antes de los 3 o 4años, y si este razonamiento implica una lógica de cosasconcretas, puede pedirlo hacia los 6 o 7, pero si la lógica essobre cosas abstractas mejor espere hasta los 12.

No le fuerce, no corra, comprenda que a veces no leentiende. De esta manera notará cómo muchos problemasse desvanecen.

Lo que valoramos en un adulto locensuramos en un niño

Le puede parecer una contradicción, pero es así. Todos

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admiramos a un adulto que sepa tomar sus propiasdecisiones, pero queremos que el niño siga las nuestras, y sino las cuestiona, mejor. ¿Y cómo van a tomar buenasdecisiones de mayores si no les dejamos que lo hagan depequeños?

Nos encantan las personas constantes, que sabenmantenerse firmes en sus convicciones a pesar de laoposición del resto, pero no nos gustan los niños tozudos.Galileo Galilei, que concluyó que era la tierra la que girabaen torno al sol, siguió investigando, a veces incluso aescondidas, a pesar de que la Iglesia censuró susconclusiones. Y a él se le atribuye la frase «Eppur simuove» («Y, sin embargo, se mueve»), que pronunció apesar de que le habían obligado a retractarse de susdescubrimientos. Pues bien, no nos gustan los niñostozudos. Seguro que Galileo debía de ser algo tozudo depequeño.

Queremos niños sumisos, pero que de mayores no losean. Censuramos a un adulto que sea sumiso, peroqueremos que nuestros hijos sean obedientes a ciegas. Unniño mandón no es bien valorado, pero un adulto con dotesde mando sí. Muchas veces les enseñamos lo que luego no

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queremos que sean.Cada vez que les pedimos a nuestros hijos que hagan

una cosa sin que hayan entendido el motivo, o que cuandonos preguntan el por qué les contestamos: «Porque lo hedicho yo y punto», les estamos enseñando a ser sumisos. Yusted no quiere eso. Usted no quiere un niño que haga loque sus amiguitos del colegio le digan que haga; ustedquiere un hijo que sepa calibrar y distinguir cuándo debeobedecer y cuándo no. Usted no quiere una hija que demayor sea sumisa en su matrimonio o en su trabajo; ustedquiere una hija capaz de reclamar un aumento de sueldo sile pertenece y de plantarle cara a su pareja si es unmaltratador.

Valore en su hijo estos comportamientos cuando lospresente. Cada vez que le ordene algo a su hijo y este lecuestione la conveniencia del acto, no se lo tome a mal.Ojalá se acostumbrara siempre su hijo a analizar si un actoes conveniente o no. Lo que puede hacer es explicarle losmotivos que usted tiene y convencerle de los beneficios queconllevará hacerle caso en ese momento.

Enséñele a decidir, a tomar decisiones acertadas. Y esosólo se hace con la práctica.

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Una madre me decía que ella ya les dejaba elegir elcuento que querían leer por la noche. Menos es nada,desde luego, pero eso no es elegir. Elegir es tener en cuentasus opiniones para resolver o decidir algo, como a dóndevamos de vacaciones, qué hacemos el fin de semana o quéquieren ponerse para salir a la calle. Según la edad, sepuede ampliar el nivel de decisión, pero lo importante esque el niño siempre sea escuchado.

El artículo 12 de la Convención de los Derechos delNiño dice: «Los Estados Partes garantizarán al niño queesté en condiciones de formarse un juicio propio el derechode expresar su opinión libremente en todos los asuntos queafectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta lasopiniones del niño, en función de la edad y madurez delniño».

El hecho de que enseñe y deje elegir a su hijo no sólo esbueno para el menor, sino que es algo a lo que tienederecho.

Las normas deben ser consensuadas por todos losmiembros de la familia, lo que quiere decir que si al niño sele deja opinar y elegir, es seguro que este las va a cumplirmejor que si son impuestas sin ninguna intervención por su

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parte. Pruebe y verá.

Niños programados

Hace poco atendí a un niño de 10 años en mi consulta yacordamos con los padres la conveniencia de realizaralgunas sesiones con él. Cuando abrimos la agenda parabuscar una nueva cita, mi sorpresa fue que eraprácticamente imposible, ya que el niño, desde la salida delcolegio a las cinco de la tarde hasta las ocho de la noche,realizaba gran cantidad de actividades extraescolares. «No,el lunes no puede ser porque tiene fútbol; el miércoles tieneinglés y luego repaso; el viernes fútbol otra vez, y los martesy jueves música y lenguaje musical». Actualmente hay niñosque realizan unas jornadas laborales más largas yestresantes que las de sus padres.

¿Qué le ocurre a usted cuando está a punto de estallarpor el trabajo acumulado o por el estrés? Pues que a lamínima salta y explota. Tengo un amigo que trabaja en unagestoría y en la época de las declaraciones de la renta no se

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le puede ni saludar, tiene un humor de perros.Pues nuestros hijos, sometidos a esa presión, también

reaccionan mal. Llegan a casa y, cuando les pedimos quehagan algo, refunfuñan o directamente nos mandan a paseo.Como mi amigo, el de la gestoría.

Los llevamos todas las tardes corriendo desde elcolegio a clases de música y de inglés. Les damos demerendar en medio del trayecto y al llegar a casa debenhacer los deberes, bañarse sin rechistar, cenar y acostarse.¿Le extraña que a veces tengan malos comportamientos ose enfaden con más facilidad?

El estrés es algo que nos afecta a todos. Eso ya losabemos. Pero lo que no saben muchos padres es quetambién afecta a los bebés. La doctora Sue Gerhard, en unaentrevista al programa Redes, dijo:

Algo que creo que debo explicar es que losbebés no pueden gestionar un estrés excesivo. Nopueden deshacerse de su propio cortisol. Comoadultos, nosotros sí podemos, hemos descubiertomaneras de gestionar el estrés. Llamamos a unamigo, o nos vamos a tomar algo. [...] Sí, tenemosvarias maneras de calmarnos. ¡Pero los bebés no!

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No pueden gestionar su propio cortisol, dependende los adultos para eso. Y a los bebés les resultanestresantes cosas relativamente pequeñas. Porejemplo, para un bebé estar lejos de su cuidadordurante demasiado tiempo es muy estresante,¡porque le va en ello la supervivencia! Un bebé nosabe si sobrevivirá o no: necesita a alguien que lecuide.[2]

Si usted tiene un bebé al que no puede ver mucho porhorarios laborales, al que intenta mantener separado deusted porque le han dicho que se malcría, debe saber quetendrá un peor comportamiento (seguramente será algo másllorón que la media) porque sufre más estrés del que puedeasumir y no está con nosotros el suficiente tiempo parapoderse calmar y liberarse de ese estrés.

Además, el exceso de cortisol impide o retrasa elaprendizaje. Si esto lo supieran muchos padres, seahorrarían el dinero de programas de estimulación ycogerían más en brazos a su hijo.

Vea:

Cuando los padres [...] dedican más tiempo a

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cultivar a su bebé que a reconfortarlo, tambiéneste puede estresarse. Si se inunda el cerebroinfantil de hormonas de estrés como la adrenalina yel cortisol, el cambio químico puede serpermanente con el tiempo y dificultar elaprendizaje o el control de la agresividad en lavida posterior, así como aumentar el peligro dedepresión.[3]

Conforme se hacen mayores, seguramente ya nonecesitarán tanto de nuestra presencia para gestionar suestrés, tienen otros recursos como el juego, la televisión,chatear con los amigos... pero si se lo impedimos estallaránigualmente. Ellos siguen sufriendo ese estrés por culpa delas jornadas interminables que les obligamos a realizar ynecesitan su válvula de escape. Son como una olla a presióny, si no les dejamos esa válvula, explotarán. Consiga que suhijo tenga momentos de relax durante el día y verá cómo losproblemas se reducen.

La causa de esa presión es el deseo de muchos padresde que su hijo sea perfecto. Quieren que sepa de todo yhaga de todo y sea el primero en todo: «Me siento como unproyecto en el que mis padres están siempre trabajando —

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dice Susan Wong, de 14 años y residente en Vancouver,Canadá—. Hasta hablan de mí en tercera persona cuandoestoy ante ellos».[4]

En el libro de Philippe Merieu El Frankensteineducador[5] se reflexiona sobre los padres que pretendenhacer de sus hijos una obra que enseñar al mundo, sin teneren cuenta lo que los niños quieren ser. Lo que se entiendecomo «la educación como fabricación de sujetos», en lugarde la formación de personas. ¿Cómo no van a rebelarseesos niños? A la larga no sólo es contraproducente para lasrelaciones familiares, sino que ese exceso de estrés haceque sus aprendizajes se puedan ver afectados. «Estamoscriando toda una generación de niños para que noscomplazcan, para que nos hagan sentir felices y orgullosos,para que sean lo que nosotros queremos que sean. [...] Losé porque durante años hice lo mismo con mi hija y comoconsecuencia casi la pierdo», dice Marilee Jones.

¿Cuánto rato juegan? La mayoría no llega a las doshoras de juego una vez han superado los 6 años, cuando lamayor parte de su tiempo no lectivo debería ser dedicado aljuego y no a pasar la tarde de un lado para otro en elasiento del coche de sus padres.

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A Connie Martínez, una madre de LosAngeles, su hijo de 5 años le pidió, cuando fueronal cine, que le dejara sentarse en la butaca dedetrás de ella.

—Dijo que sería como estar en el cochejuntos —explica—. Pasamos tanto tiempo en elcoche para que asista a sus actividades que estámuy cómodo mirándome la parte de atrás de lacabeza. Me horrorizó.[6]

Rebaje la presión hacia sus hijos, déjeles tiempo librepara que jueguen, entienda que ellos también tienen estrés yverá cómo todo empieza a marchar mejor. Lo mismo quepara los adultos: si rebaja su nivel de ansiedad y el de supareja, la convivencia se vuelve más agradable. Al fin y alcabo, los niños no son tan diferentes de nosotros.

Algunas preguntas

Mi hija María va a cumplir 8 años y no hay forma

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de que continúe con sus actividades extraescolares. Yala hemos cambiado varias veces, pero creemos quealguna tarea debe hacer. Lo que sucede es que esmotivo de enfrentamiento en la familia y de conflictoscada tarde. ¿Debemos obligarla a continuar? ¿Cuántashoras al día debería ocupar en estas actividades?

Las actividades extraescolares son positivas si al niño legustan. No es recomendable obligara un niño a hacer algoque no le agrada. Busque más opciones, no le importecambiar.

No obstante, debería hacer una reflexión: ¿realmente nole gustan o pasa demasiado tiempo en ellas y se cansa detanto ajetreo? Si es así, redúzcale las que tiene. La horasque un niño puede dedicar al día a las actividadesextraescolares va en función del tiempo que tiene libre: unniño que sale a las cinco del colegio, que tiene una hora detrayecto en el autobús escolar hasta que llega a casa, quedespués merienda y que debe hacer los deberes, casi notendría que hacer nada más, puesto que apenas dispone detiempo libre antes de acostarse. En cambio, un niño que salea las cinco y que a los quince minutos ya ha merendado yapenas le mandan deberes en el colegio puede ocupar

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alguna hora por la tarde en hacer alguna actividadcomplementaria que le guste.

Los niños necesitan jugar y distraerse. Esa es la clavepara saber cuánto tiempo podrán dedicar a otras cosascuando hayan terminado sus quehaceres escolares.

Si adapta las actividades a los intereses de su hija y conun horario que no le obligue a ir demasiado estresada, verácómo dejará de tener tantos conflictos con ella por la tarde.

A mi hijo de 20 meses le hemos empezado a enseñarque debe ordenar su habitación. Y hace un par de mesesque lo habíamos conseguido: le dejábamos una caja y élponía los juguetes dentro a la hora de recoger. Perodesde hace unos días se niega en redondo, no quiere.Sabemos que sabe hacerlo, ¿debemos insistir?¿Debemos reñirle si no lo hace?

A los 20 meses un niño no puede aprender lo que es«tener una habitación ordenada», la idea de orden odesorden no la conoce, para él todo está bien. Hasta ahoralo único que hacía era jugar a un juego con sus padres quese llamaba «poner las cosas en la caja» y cuando ese juegoya no le gusta no quiere jugar más.

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Por eso no hace falta reñirle, debéis esperar a que seaun poco mayor para que entienda que las cosas hay queguardarlas y lo que es el orden, pero antes de que puedaentender estos conceptos simplemente será un juego paraél, que si le gusta lo hará y si no, va a protestar.

No obstante, a estas edades es más beneficioso para éljugar un ratito más que recoger. Es decir, es mejor que eltiempo que invertís como padres en ordenar lo invierta enseguir jugando. Psicológica y cognitivamente es mucho másbeneficioso para el niño lo que le aporta el juego libre que elrecoger. Si usted quiere ir insistiendo (sin agobiar) puedehacerlo, pero si no lo hace, no se preocupe.

Para saber más

Beckgernshem, E.,La reinvención de la familia. En buscade nuevas formas de convivencia. Paidós, Barcelona,2003.

Brullet Tenas, C. y Roca, C., «Tener y cuidar hijos:estrategias, tiempos, redes sociales y políticas de apoyo a la

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crianza», artículo incluido en Brullet, C. y Gómez Granell,C.(coordinadores),Malestares: infancia, adolescencia yfamilias, Graó, Barcelona, 2008, pp. 21-86.

Gerhardt, S.,El amor maternal. La influencia delafecto en el desarrollo mental y emocional del bebé,Albesa, Barcelona, 2008.

Honoré, C.,Bajo presión,RBA, Barcelona, 2008.Juul, J.,Su hijo, una persona competente, Herder,

Barcelona, 2005.Merieu, E,El Frankenstein educador, Alertes,

Barcelona, 2003.Monteros-Ríos Gil, M.,Saltando olas, Plaza,

Barcelona, 2008.Northrup, C., Madres e hijas, Plaza, Barcelona, 2006.Programa de Redes «El cerebro del bebé». Puede

consultarse en la web mww.smartplanet.es.

Resumen

Ser niño también es difícil en estos tiempos, y por

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experiencia sé que muchos de los problemasdomésticos antes de los 3 o 4 años de edad delniño son debidos a la existencia de un estrésimportante en la familia y a la creencia errónea deque algunas de las conductas del menor se debena la maldad, cuando simplemente soncomportamientos equivocados (que hay quecambiar).Una mejor comprensión hacia el niño y mástranquilidad en la familia suelen ser un buen puntode partida para intentar mejorar las cosas.Así pues, el primer consejo sería: no tenga prisa.Es mejor que la adquisición de normas decomportamiento se produzca en el momentoadecuado, y no demasiado pronto.Los padres solemos hablarles a los niños desdela lógica, pero antes de ciertas edades los niñosno conocen la lógica ni la pueden entender. Lomismo sucede con las dobles intenciones o laironía. Podríamos decir que cuando un niño espequeño usamos las mismas palabras pero nohablamos el mismo idioma.Las normas deben ser consensuadas por todos

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los miembros de la familia, lo que quiere decirque si al niño se le deja opinar y elegir, es seguroque este las va a cumplir mejor que si sonimpuestas sin ninguna intervención por su parte.Pruebe y verá.Rebaje la presión en sus hijos, déjeles tiempolibre para que jueguen, entienda que ellostambién tienen estrés y verá cómo todo empiezaa marchar mejor.

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Capítulo II

No siempre son ellos

La mejor manera de mentir es decir laverdad y toda la verdad, pero ocultando elalma de los hechos.

Juan Carlos Onetti

Dos no se pelean si uno no quiere

Ya lo decía mi abuela: dos no se pelean si uno no quiere.No quiero decir que en la realidad sea siempre así, peromuchas veces ocurre. ¿Y si resulta que nosotros como

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adultos a veces podemos potenciar, sin querer, que losniños se porten mal?

De hecho, en el capítulo anterior ya hemos demostradocómo una mejor comprensión hacia el niño y mástranquilidad en la familia suele ser un buen punto de partidapara intentar mejorar las cosas. Hemos visto que a veces novale la pena correr, que el estrés es malo para laconvivencia familiar y que intentar comprender lasactuaciones de su hijo antes de censurarlas le va a evitarmás de un conflicto en casa.

Pero a veces los causantes de los problemas solemosser los adultos en general y los cuidadores en particular, ¡ysin saberlo!

Y digo sin saberlo porque siempre que hay un conflictoen casa se busca un culpable, y a veces el único culpable esel desconocimiento, aunque el enfado lo pueda presentar elniño o los padres. En estos casos, la culpa no es de nadie.Intente averiguar qué pasó y el problema estarásolucionado.

En este sentido, vamos a reflexionar sobre cuatroaspectos que desarrollaremos a continuación:

1. Seguridad y autonomía.

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2. El juego y las tareas.3. Los vínculos creados.4. El entorno y la sociedad.

Seguridad y autonomía

Sólo podemos aspirar a dejar dos legadosduraderos a nuestros hijos: uno, raíces; y el

otro, alas.Wiluam Hodding Cárter

La madre de Sheyla (2 años) se ha pasado toda latarde detrás de la niña. Que si no pongas los dedos en elenchufe, que si te va a dar un calambre... Al final nopuede más y le pega en la mano para que deje deintentar tocar el enchufe, diciéndole: «No se toca, quehace pupa». La niña llora y le llama «tonta» a sumadre. Su madre no entiende cómo la profesora de suhija se puede manejar con dieciocho niños a la vez quelo toquetean todo.

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Pero nosotros sí sabemos por qué las maestras semanejan bien: porque en sus clases hay unas medidas deseguridad que en las casas no se dan. Es obligatorio en lasescuelas infantiles poner los enchufes a una distancia demetro sesenta respecto del suelo, para que no lleguen losniños. La profesora de Sheyla nunca tendrá el problema quetiene su madre. Si las medidas de seguridad en casa deSheyla fueran las del colegio, la niña y su madre habríanpasado una tarde feliz.

En esta historia no hay culpables. Sheyla hace lo quetodo niño de 2 años ha intentado alguna vez, y su madre,como buena madre, ha procurado evitar que se hicieradaño. Pero es un conflicto que se habría podido solucionar.

Hay padres que cuando esperan un bebé ya te dicen:«A mí, mi hijo no me va a cambiar la vida, y menos lacasa».

En primer lugar, si usted tiene hijos ya sabe que esimposible que un hijo no le cambie la vida. Ya desde antesde nacer nos la cambian, aunque a veces no nos demoscuenta. En segundo lugar, ¿por qué no puede adaptar lacasa al nuevo miembro de la familia? Si alguno de nosotrostuviera la desgracia de necesitar permanentemente una silla

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de ruedas, esperaría que nuestra pareja o hijos adaptaran lacasa para que pudiera recorrerla y que reformaran cosasbásicas como el cuarto de baño o la cocina. Cuando unmiembro de la familia presenta una minusvalía, aunque seatemporal, se adapta lo que se puede. Una amiga mía serompió el fémur. Es algo temporal, pero sus padresadaptaron el sofá para que pudiera ver la tele con la piernaestirada, y comían en el comedor y no en la cocina para queella dispusiera de más espacio y pudiera apoyar la pierna enotra silla. Si necesitaba alguna cosa por la noche, su madrese levantaba de la cama y se la traía porque entendía quepara ella era un esfuerzo levantarse con aquel peso de yesotan grande. No esperamos menos de las personas que nosquieren.

Prepare la casa con unas medidas de seguridadadecuadas y no tendrá que perseguir ni reñir a su hijo pormeter las manos en las rendijas de las puertas, por querersubir o bajar las escaleras del ático o por abrir los cajonesde la cocina. Facilítele la autonomía poniendo fundas en lossofás para que pueda subirse solo, aunque a veces pongaalgún pie en la tapicería, y esconda los encendedores, lascerillas, los medicamentos y los cuchillos lejos de los niños.

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Dele seguridad y facilite su autonomía.Vea este otro caso:

El padre de Ana (2 años) observa con horror que suhija lleva en la mano las tijeras de podar. Se las quitabruscamente y la riñe por haberlas cogido. Ana, quequiere las tijeras, monta una rabieta.

Los padres somos los que hemos de garantizar laseguridad de nuestros hijos en casa. Así que o bien nospreocupamos de no olvidar los cuchillos y tijeras por ahí ovigilamos un poco más a nuestros hijos.

Muchos de los accidentes infantiles suceden en elentorno familiar, y serían fácilmente previsibles con un pocomás de voluntad. Si el padre de Ana no hubieraabandonado las tijeras o hubiera vigilado un poco más a lamenor, se habrían ahorrado una rabieta. A veces no hacefalta vigilarlos mucho más: si aumentamos la seguridadfacilitamos su autonomía. En el colegio de Ana no pasanestas cosas porque las cocineras ya se encargan de no dejarcuchillos fuera de la cocina y el profesorado usa tijerasespeciales para niños.

Norm Lee[7] explica: «Hay un contrato instintivo y

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natural, que es la comprensión esencial y civilizada entre elpadre y el hijo, "escrita" desde el nacimiento en elinconsciente de la memoria tribal, de que los padresprotegerán al niño del daño y el miedo». Si ese contrato serompe porque el niño sufre accidentes o percibe su entornocomo un lugar inseguro, o porque quienes le provocanmiedo son sus propios padres mediante los castigos, laconfianza del hijo hacia su padre deja de existir.

Una paciente de 17 años me contaba que había tenidouna infancia feliz y que adoraba a su padre y a su madre,pero que hacía poco tiempo se había enfadado con supadre porque este había olvidado recoger el agua del suelodel baño y ella se había resbalado, por lo que se lorecriminó. Su padre la miró y le espetó: «¡Pues haber tenidomás cuidado! ¡Y no te quejes que tampoco te has hechonada!». «Algo en mí se quebró en aquel momento —medijo—. Desde ese día no le veo con los mismos ojos; no leodio, sé que fue una tontería, pero mi amor por él no esigual».

Todos los hijos esperamos que nuestros padres esténahí en los momentos difíciles y, cuando no dan la talla, larelación se rompe.

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Por eso, para tener menos conflictos con los hijos, hayque brindarles un hogar libre de peligros, seguro, en el quepuedan moverse autónomamente; sobre todo debequedarles constancia de este hecho. No sólo solucionaráproblemas en el presente sino que sembrará la semilla de laconfianza para el futuro.

Créame, las medidas de seguridad le evitarán más de undisgusto y alguna rabieta de su pequeño/a. En estos casosnadie tiene la culpa: los niños son niños y los padres debenprotegerlos, pero cada rabieta que consigan evitar hará quelos días de toda la familia sean más felices.

El juego y las tareas

Entonces, como no estudiaba nada,aprendía mucho.

Anatole France

El juego es una actividad imprescindible para eldesarrollo y la formación del niño. Lo es tanto que debería

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ser normal que el pediatra nos preguntara datos sobre lashoras de juego de nuestro hijo, no ya por aquello de que unniño que juega es un niño sin grandes problemas (los niñoscon mucho malestar, hambre o estrés apenas juegan), sinoporque de la calidad y cantidad de las horas de juego delniño se derivarán conocimientos, aptitudes y habilidadessociales necesarias para la vida adulta. En este casoestamos hablando del juego desestructurado e imaginativo,del juego que realizan los niños solos o en grupo, sin reglaspreestablecidas, sin objetivo definido, sin premios. Da lomismo que se trate de un niño solo en un espacio definido,como de un grupo de cinco corriendo por todo el pueblo,como dos niñas jugando a las muñecas (y perdón por eltopicazo). No hablamos de las partidas de parchís, losvideojuegos o el deporte. Estamos hablando de dejar a losniños totalmente a su aire, independientemente de quedecidan jugar a los médicos durante cinco minutos o de queprefieran simular que se pelean como karatecas (más bien,como héroes del manga).

El juego reduce el estrés en los niños.Hay estudios que analizan la capacidad que tiene el

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juego creativo para disminuir el estrés del niño. En unartículo publicado en el Journal of Child Psychology en1984, se analizó a niños de 3 a 4 años en su primer día deguardería. A la llegada se les medía el nivel de estrésmediante la observación y con algunas pruebas objetivas.Se les dividió en varios grupos y se probaron distintasestrategias para afrontar los primeros minutos en laguardería separados de sus madres; de esta manera, a unode los grupos se le sentó en clase con la maestra y se lecontó un cuento, y al otro grupo se le permitió el mismotiempo de juego creativo, en solitario o en parejas.Transcurridos quince minutos, se volvió a valorar lacantidad de estrés que presentaban. La gran mayoría deniños habían disminuido en ansiedad y en estrés, si bien losque habían estado en el grupo del juego libre lo habíanhecho en más del doble que los del otro grupo. Estos datosapuntan a que el juego permite fantasear e incluso integrarsituaciones extrañas o «difíciles», lo que nos ayuda aafrontarlas con más garantías.

Ya sabemos cómo el estrés en los niños, y en losadultos, favorece la aparición de problemas de convivencia.Si quiere menos problemas, déjeles jugar.

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Jugar con las cosas de casa está bien.Otra característica del juego creativo e imaginativo es

que es muy eficaz si se realiza con objetos de uso cotidiano.El estudio más clásico es el de 1973, publicado enDevelopmental Psychology, para el cual se formaron tresgrupos de niños: uno de ellos pudo jugar con objetos de usocotidiano de forma totalmente libre (lo que incluye tambiénla posibilidad de romperlos); otro pudo jugar con losobjetos de una forma totalmente dirigida (básicamenteordenándolos y moviéndolos), y un tercer grupo no pudo niverlos. Al cabo de un tiempo, se les solicitó que enumeraranusos normales y estrafalarios de los objetos. Los niños delgrupo que había jugado con ellos libremente pudieronenumerar de media el triple de usos que los otros dosgrupos. Esto nos hace pensar que el juego estimula elpensamiento creativo.

Lógicamente no estoy defendiendo que se deje a losniños jugar con todo lo que tengan a mano y que se lesanime a que lo estudien e incluso a que lo rompan. Enlazocon lo dicho en el punto anterior: la seguridad es muyimportante.

También la salud de los padres, así que dejarles romper

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el teléfono móvil nuevo sólo para que experimenten no meparece una gran idea. Tampoco dejarles romper jarronesjugando al fútbol en el pasillo. Sin embargo, desnudar eincluso desmembrar muñecas es sano cuando la motivaciónpara hacerlo es el juego o el interés en ver qué hay dentro.Fomentar el pensamiento creativo es muy importante,especialmente cuando tenemos en cuenta que es una partefundamental de la inteligencia. Se dice que una persona esmás inteligente no cuando sabe escoger cuál es la opcióncorrecta de entre las que le ofrecen, sino cuando sabeencontrar más opciones de las que se le brindan y puedeescoger entonces la más adecuada. Los libros de acertijosestán llenos de situaciones de este tipo.

Cuando su hijo quiera jugar con objetos de usocotidiano (las sartenes de la cocina, la escoba y la fregona,por ejemplo) no le censure: se ahorrará alguna rabieta porsu parte y además estará educándole creativa yacadémicamente, aunque no se lo parezca.

Mediante el juego creativo el niñoaprende a ser más sociable.

Aprende a respetar turnos de juego y a escuchar otras

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opciones, por la sencilla razón de que no hacerlo puedesignificar quedarse sin compañeros de juego. Incluso eljuego que realizan los niños al simular pelearse, al igual quehacen los cachorros mamíferos, en el que en una ocasióngana uno y en la siguiente gana otro, con golpes simulados(mejor o peor), hasta en ocasiones con una cierta violenciaaparente, les puede ayudar a relacionarse mejor entre ellosy a disminuir el estrés, si lo tienen. En el juego con igualesaprenden a aguardar turno, a tener pequeñas frustracionescuando pierden, a pactar y a convencer. Si su hijo aprendeeso, los conflictos en casa son menores.

Por todo esto es tan importante que los niños dispongande tiempo y ocasión para poder jugar libremente entre ellosde forma espontánea y no reglada. El hecho de interactuarcon los demás en el juego supone una forma de enfrentarsea los conflictos y de saber resolverlos. Se pone en prácticael trabajo en grupo, la motivación, la negociación, elliderazgo y tantas otras cosas que serán necesarias en otrasfacetas de la vida adulta.

Por desgracia, ya hay estudios que apuntan a que eltiempo de que disponen los niños para este tipo de juego hadisminuido de forma alarmante. Esto pasa por muchos

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motivos; entre ellos, la organización en familias nuclearescada vez más pequeñas, la gran cantidad de actividadesextraescolares y los deberes, la presión que tienen lospadres para que los niños realicen juegos educativos que lespreparen mejor para la futura universidad, el miedo a que sepuedan hacer daño si juegan «a lo bestia», etc.

Podemos plantear la cuestión desde el punto de vistaopuesto. Es decir, una vez establecido que el juego creativoayuda a desarrollar las habilidades sociales, ¿la falta dejuego dificulta el desarrollo social? Parece ser que larespuesta es: sí.

El psiquiatra Stuart Brown, uno de los grandesespecialistas en el tema, ha entrevistado a más de seis milpersonas acerca de su infancia y ha llegado a las siguientesconclusiones. Afirma que algo que caracteriza a la mayoríade los asesinos es que han nacido en una familiamaltratadora y que el juego no formó parte de su infancia.Podríamos pensar que se debe a que no eran felices y portanto no jugaban, pero parece ser que la ausencia de juego,en sí mismo, es un factor relevante en el desarrollo de lascapacidades del niño y en su formación como persona.Aunque pueda parecer sorprendente, hay estudios

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longitudinales que demuestran que entre los adultos que hanrecibido una educación preescolar orientada al juegocreativo hay un porcentaje mucho menor de delincuentesque entre los que no la recibieron.

¿Quiere un hijo menos estresado y con menoresconflictos y rabietas? Déjele jugar libremente.

Así, el juego creativo es altamente valioso, tanto por loque contribuye a que el niño adquiera habilidades sociales,pensamiento creativo, capacidad de resolución deproblemas, imaginación, intuición y tantas otras cosasbeneficiosas, como por lo que tiene de antiestresante y deválvula para descargar energía. Cuando veamos que nuestrohijo ha tomado posesión, con sus zapatos de la calle, delbarco pirata que es —en el fondo y sin lugar a dudas— elsofá de nuestro comedor, lo primero que nos convienepensar es que, por edad, es probablemente lo mejor quepuede estar haciendo en casa y que es algo bueno para él.Lo segundo e inmediato debe ser valorar qué grado dedesastre supone para nosotros su actuación y decidir quéhacer. A menudo con quitarle los zapatos y asegurarnos deque no puede golpearse con ningún canto peligroso si caedel sofá sería suficiente para mantener intacta la calma en el

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seno de la familia.

Los vínculos creados

Da un poco de amor a un niño y ganarás uncorazón.

John Ruskin

Según la forma en que se nos trate de pequeños,crearemos unos vínculos con nuestros padres. Según el tipode vínculo establecido, el comportamiento del niño hacia suspadres será más afectuoso o más distante, más afectivo omás desafiante. Sin quererlo y sin saberlo, muchos padresestán favoreciendo con su comportamiento que sus hijostengan conductas más disruptivas, menos aceptables y másnegativas. En estos casos los niños no tiene la culpa, ymuchos padres tampoco: ambos son víctimas de un estilode crianza erróneo.

A continuación explicaremos de modo sucinto cómoson, cómo se forman y cómo se manifiestan estos vínculos.

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No vamos a hacer una revisión exhaustiva de la teoría delapego, sino sólo un resumen, pero al final del capítulo, en elapartado «Para saber más», encontrará bibliografía deBowlby y Ainsworth, cuyos estudios sentaron las bases dela teoría del apego y de la vinculación entre padres e hijos.

Apego seguro: es aquel que podemos llamarnormal o deseable. Los niños con este tipo deapego tienen a sus cuidadores (padres) como unabase segura. Sus padres les inspiran confianzaporque siempre han estado disponibles y losniños saben que responderán y les ayudarán en laadversidad. En las relaciones interpersonalessuelen ser niños más cálidos (cariñosos), establesy con menos tendencia al estrés, pues la figura desus padres les rebaja los niveles de cortisol y deestrés que puedan tener.Apego evitativo: son niños que han sidocuidados pero no han recibido afecto (o muypoco) de sus padres. Los vínculos afectivos entrepadres e hijos son inexistentes (como pasa conmuchos niños en orfanatos con sus cuidadores) oson muy pobres (como los padres que apenastienen contacto con sus hijos o que creen que lo

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mejor es «cogerlos poco»). Son niños fríos queparecen ser muy independientes o ir «a lo suyo»;han aprendido a vivir solos porque en su infanciales escucharon muy poco. Les cuesta entender alos otros y tienen problemas en sus relacionessociales. También pueden provocarlo padresmuy intrusivos y que quieren dirigir la vida de sushijos: padres con un gran control del niño y pocoafecto por él. Esos padres que se preocupan deque haga muchas actividades extraescolares, queestudie mucho y que su comportamiento seasiempre «perfecto», pero no juegan con él ni lemuestran amor. En este caso el niño responde,pero sin afecto.Apego ambivalente: estos niños recibenrespuestas contradictorias a sus peticiones: ahorate hago caso; ahora no. En función de si el padreo la madre tienen mejor día o están de buenhumor, se trata al niño de una forma o de otra.Como el niño no sabe nunca si le harán caso ono, monta «berrinches» y «rabietas» por tododesde el primer momento, para asegurarse deque al menos así le atenderán. Son niños a los

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que de pequeños se les suele definir como«protestones», «llorones», «diablillos»,«manipuladores». NO. No eran así, los hemosconvertido en eso.Apego desorganizado: son niños educados ycriados en la violencia. Suelen desarrollarpatologías psiquiátricas y psicológicas muyimportantes. Sus padres tendrán problemas conellos, pero sólo será la cosecha de lo quesembraron.

Si usted cuida amorosamente a su hijo y le atiendesiempre que lo necesite, los vínculos que se crearán entre elniño y usted resultarán seguros, sanos y fuertes y va a tenermenos problemas de comportamiento que si crea otro tipode vinculación. Por lo tanto, no le deje llorar, cójalo,atiéndalo siempre y las rabietas y problemas decomportamiento de su hijo serán menores en todomomento.

El entorno y la sociedad

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Protegedme de la sabiduría que no llora, dela filósofa que no ríe y de la grandeza que no se

inclina ante los niños.Khalil Cibrán

La sociedad nos lo pone difícil a los padres. Si no tieneparques cerca de su casa, tendrá más problemas para quesu hijo se desahogue y pueda jugar libremente. Si le hansubido la hipoteca, a lo mejor le es difícil gastar dinero enmedidas de seguridad para la casa y que su hijo sea másautónomo en ella. Si trabaja muchas horas para mantener ala familia y no puede estar a penas con su hijo, ¿qué vínculova a poder establecer?

Muchos padres se quejan de que es un «suplicio» ir aun restaurante con su hijo, pero lo que ocurre es que a lomejor ese establecimiento no está adaptado a los niños otardan dos horas en servir entre plato y plato.

Es difícil salir de compras con niños cuando todo estáhecho para tentarles en los supermercados, quioscos,librerías... El otro día fui a una farmacia y habían puesto unexpositor con ¡peluches! Niño que entraba, niño que pedíauno. Las madres que vi eran buenas oradoras y acababan

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convenciendo a sus retoños de que no merecía la pena,pero seguro que alguno habrá que monte una pataleta algúndía. Pataleta fácilmente evitable si la farmacia se dedicara avender sus productos y no quisiera imitar a las jugueterías.

Vale, usted no tiene la culpa, pero su hijo tampoco.Cuando llore porque quiere salir de casa y usted no puedasacarlo porque tiene que hacer la colada, sea amable con él.Cuando quiera jugar con las sartenes de la cocina, pienseque está incrementando su creatividad e inteligencia. Sientra en una farmacia y han montado una juguetería dentro,no culpe a su hijo por desear juguetes.

Muchas rabietas y problemas de comportamiento notienen un culpable (y menos el niño). Intente solucionar lascircunstancias que pueden propiciar la aparición de este tipode conflictos (como las tentaciones, la falta de apego...) eintente fomentar las que ayudan a la buena convivencia(seguridad, juego, amor...).

Algunas preguntas

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Cuando limpio la casa, mi hijo de 2 años me quiere«ayudar», pero si le dejo me ensucia más las cosas, y sino le dejo me monta pataletas. ¿Qué hago?

Dejar que su hijo «juegue» y experimente con objetosde la vida cotidiana es beneficioso para el incremento de lacreatividad y del coeficiente de inteligencia; por lo tanto,debería tomárselo como una medida educativa ypermitírselo.

En segundo lugar, si resulta que le ensucia lo que ustedhace, puede ponerlo a «limpiar» otra zona que no sea la queusted esté haciendo. En mi caso a mi hijo le encantabalimpiar los cristales de la terraza (a los que llegaba sintenerse que subir a una silla, como pasa con las ventanas).Pues mientras yo limpiaba el de la derecha él «limpiaba» elde la izquierda. Cuando se cansaba, yo limpiaba aquel conel que había estado jugando el niño. Tranquila, un niño de 2años no pasa más de media hora haciendo lo mismo.

En tercer lugar, hay que remarcar que a partir de los 2años se da una «necesidad» en los niños de imitar lo quehacen sus padres. En todas las sociedades, comunidades,etc., los niños quieren ir a pescar, a cazar, a trabajar comosus padres, a limpiar... Es frecuente que a estas edades

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(entre 2 y 5 años) los niños pidan cocinitas, herramientas decarpintero, utensilios de limpieza, tiendas para vendercosas...No les impida el acceso a este aprendizaje, aunquevigile su seguridad.

Mis hijos de 7 y 10 años no se comportan muy biencuando vamos a los restaurantes. Empiezan a jugar y amoverse de la silla. Yo les llamo al orden, pero apenasparan unos segundos y vuelven a empezar. ¿Qué puedohacer para que se comporten?

Yo le recomendaría varias cosas hasta que fueran másmayores. En primer lugar, busque restaurantes preparadospara niños, con zonas de juego o entretenimientos paraellos. En segundo lugar, llévese algo que les guste (unjuguete o papel y lápices de colores). En tercer lugar,busque sitios en los que no tarden mucho en servir: si losadultos ya nos desesperamos, ¡cómo no lo van a hacer losniños de 7 años! O jueguen a algo con ellos (veo veo,adivinanzas, etc.) o hable con ellos de temas que lesinteresen (suele ser muy enriquecedor para toda la familia).Sus hijos se comportan como niños normales de 7 y 10años. Quizás es la sociedad la que no prepara los

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restaurantes para los comensales de esas edades.Sobre todo, no deje de ir a restaurantes por eso. Con el

tiempo van adquiriendo más paciencia y estrategias paraestar en un restaurante de una forma «más adulta».

Para saber más

Ainsworth, M., «Attachment beyond infancy», AmericanPsycho-logist,44, pp. 709-716.

Barudy, J.yDantagnan, M.,Los buenos tratos a lainfancia. Parentalidad, apego y resiliencia , Gedisa,Barcelona, 2005.

Bowlby, J., La pérdida afectiva: tristeza y depresión ,Paidós, Barcelona, 1997.

—, El apego y la pérdida 1. El apego, Paidós,Barcelona, 1998.

—, El apego y lapérdida2.La separación, Paidós,Barcelona, 1998.

Boy, E., García, L. y Torreblanca, A., «Importancia delvínculo materno-filial en el sentimiento de seguridad»,

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Revista Mexicana de Psicología,2,1985, pp. 29-31.Brcjwn, S.,A jugar, Urano, Barcelona, 2010.Cyrulnik, B.,Bajo el signo del vínculo. Una historia

natural del apego, Gedisa, Barcelona, 2005.Fernández, M., Martínez, M. y Pérez, J., «Vinculación

afectiva e interacción social en la infancia», RevistaEspañola de Motivación y Emoción,3, 2002, pp. 1-15.

Hirsh-Pasek, K.y Michnick, R., Einstein nuncamemorizó, aprendió jugando, Martínez Roca, Madrid,2005.

Pellegrini, A. D.,The role of playin humandevelopment [El papel del juego en el desarrollo humano],Oxford University Press, Oxford, 2009.

Rodrigo, M. J.y Palacios, J. (coordinadores), «Losmensajes educativos de los padres desde la perspectiva delos hijos», revista Infancia y Sociedad, n° 30, Ministerio deAsuntos Sociales, 1995.

Resumen

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Cuando hay un conflicto en una casa se busca unculpable, pero a veces la culpa no es de nadie.Intente averiguar qué pasó y el problema estarásolucionado.Prepare la casa con unas medidas de seguridad yno tendrá que perseguir ni reñir a su hijo pormeter las manos en donde no debe. Las medidasde seguridad le evitaran más de un disgusto yalguna rabieta de su pequeño/a.¿Quiere un hijo menos estresado y con menoresconflictos y rabietas? Déjele jugar libremente. Eljuego libre también le ayuda a aprender normasde convivencia y resolución de conflictos.Según el tipo de vínculo establecido, elcomportamiento del niño hacia sus padres serámás afectuoso o más distante, más afectivo omás desafiante. Sin quererlo y sin saberlo,muchos padres están favoreciendo con sucomportamiento que sus hijos tengan conductasmás negativas. En estos casos los niños no tienenla culpa, y muchos padres tampoco: ambos sonvíctimas de un estilo de crianza erróneo.La sociedad nos lo pone difícil a los padres. A

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veces no tenemos parques cerca cuando el niñoquiere ir a uno, no hay suficientes restaurantespreparados para niños, etc. Es posible que enesos momentos su hijo presente un problema,pero la culpa no es siempre suya.

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Capítulo III

La infancia «normal»

Los niños no tienen pasado ni futuro, poreso gozan del presente, cosa que rara vez nosocurre a nosotros.

Jean de la Bruyère

Imagine a unos padres que entran en la consulta diciendo:«Estamos desesperados porque Martina (de 6 meses) nocome sola. Llevamos mucho tiempo enseñándole a coger lacuchara y a llevársela a la boca; y cuando quiere lo hace,pero la mayoría de las veces se tira la papilla por encima.Sabemos que nos toma el pelo porque si le das cualquiercosa sabe llevársela a la boca desde que tenía 4 meses,pero cuando debe hacerlo no quiere. Lo hemos probado

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todo: le pusimos un calendario y cada vez que la niña sellevaba la cuchara a la boca le poníamos un gomet(pegatina) de color verde y, si no, rojo. Pero no funcionó.Ahora, cada vez que no nos hace caso cuando le pedimosque coma sola, la dejamos reflexionar en su habitaciónsobre lo que nos hace y luego continuamos, pero tampocofunciona. La vecina nos ha dicho que lo mejor es un cachetea tiempo: que si se niega a hacerlo que le demos un cachetey ya veremos cómo cambia».

Estos imaginarios padres de Martina no saben que loque hace su niña es normal a su edad, y por eso sepreocupan. Pero nosotros sabemos que no se espera quelos niños coman solos a los 6 meses y, si nos pasara lo quehemos explicado antes, no reñiríamos a Martina.

Pues bien, eso les sucede a muchos padres: que creenque sus hijos no quieren hacer una cosa cuando lo queocurre en realidad es que aún no están preparados paraello. Son niños normales, pero se ven inmersos en terapias,en clases de refuerzo y en castigos y correcciones cuando loúnico que hay que darles es tiempo.

Imagine que la profesora les dice: «Esta semana heenseñado a sumar a sus hijos; a partir de ahora, el que no lo

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haga bien es porque no quiere; que se espabile, que yo yano le enseño más». Pues no le parecería bien. El proceso deaprendizaje puede ser más largo en algunos niños y hemosde insistir. El hecho de que un niño no haya aprendido asumar en unas horas no quiere decir que tenga algún tipo deretraso o que deba recibir tratamiento. El tiempo y el niñoya dirán qué medidas educativas hay que poner en el futuro,pero no de manera inmediata.

Si usted sabe lo que es normal en la infancia, se evitarámuchos disgustos con sus hijos. Debe trabajar para quecambien, pero en su justo momento y en la medidaadecuada.

Los padres de Martina tienen el deber de educarla yenseñarle a comer, pero no a los 6 meses. Pueden empezara esa edad, pero no deben exigirlo.

Los niños interrumpen

Hace un par de años una mujer acudió con su hijo a laconsulta. Iván era un niño menudito, que iba a cumplir 5

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años. En mi despacho hay una mesa para que los niñosjueguen mientras hablo con sus madres, e Iván se puso apintar.

La madre se sentó delante de mí y, muy molesta,empezó a contar que era imposible educar al niño, que semovía mucho, que no paraba en todo el día... Yo ibamirando de reojo al menor, que, calladito y sin apenasmoverse, realizaba un dibujo. De hecho, llegué a pensar queeran dos gemelos y que se había traído al «otro», porqueaquel niño no encajaba en la descripción. La madrecontinuaba su relato: que si no obedece, que si siempre estáinterrumpiendo, que si está molestando a todas horas... Enaquel momento un lapicero rodó, cayó de la mesa y golpeóel suelo, por lo que tanto la madre como yo dirigimos lamirada hacia el niño. Iván vio que la punta del lapicero sehabía roto y, como se dio cuenta de que le mirábamos, mepreguntó: «¿Tienes un sacapuntas?». En aquel momento sumadre, colérica, protestó: «¿Lo ve? ¡Siempreinterrumpiendo! ¡Siempre molestando!».

Iván era un niño normal, el problema es que su madreno lo sabía. De hecho, también me explicó que en casa eraun diablillo, pero que en la escuela no tenían quejas de él. Y

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no me extraña, porque este mismo episodio de la consultano habría llamado la atención de ninguna maestra.

Seguramente en muchos libros de educación infantilaconsejaban a la madre que el niño debía aprender aguardar turno, a contestar sólo cuando se le preguntase yotras normas de educación y convivencia muy respetables.Pero lo que no suelen decir estos libros es que estas cosasno puede asimilarlas un niño normal desde el primer día. Yque mientras las va adquiriendo hay que tener paciencia einsistir.

Para su madre, Iván había interrumpido la conversaciónsin pedir permiso, pero nadie más censuraría a un niño de 5años por pedir un sacapuntas para su lápiz roto.Seguramente su madre le había educado para que pidierapermiso al hablar, pero a los 5 años es pronto para que lohagan siempre. Normalmente hay que recordarles las cosas.

A una edad muy parecida a la de Iván yo habíaintentado educar a mis hijos para que dieran las graciascuando alguien les regalaba alguna cosa. Me acuerdo deque una vez en el quiosco les regalaron una piruleta y tuveque recordarles: «¿Qué se dice?». Es normal que con estasedades (¡y con una piruleta delante!) se les olviden las

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normas de educación. Ahora ya son mayores y no seolvidan.

Está bien que la madre de Iván quiera enseñarle buenosmodales, pero no que se los pretenda exigir a los 5 años oque piense que debe recibir una terapia a esa edad. Yointentaba imaginarme las situaciones por las que habríanpasado madre e hijo en casa y aquello debía de serdesesperante. ¡Cuántas «rabietas» y cuántas«desobediencias» se habrían podido evitar sabiendo lo queera normal!

Los niños prefieren jugar

La madre de Óscar me llama por teléfono preocupadaporque su hijo, que tiene 10 años, siempre prefiere jugar enlugar de hacer los deberes. Me pregunta:

—¿Será un vago de mayor?Y yo le replico:—¿Pero los hace o no?—¡Claro que los hace! —me responde—, pero nunca

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los hace a gusto, siempre hay que recordarle que los tieneque hacer. No veo que disfrute haciendo los deberes.

La tolerancia hacia el niño normal ha ido eliminándoseen los últimos tiempos, y la mayoría de la gente consideracensurables cosas que son habituales (y saludables) en lainfancia. Si su hijo de 10 años quiere jugar en vez de hacerlos deberes, es normal. Una cosa es educarle para queaprenda una responsabilidad o para que se ponga aestudiar... pero que prefiera jugar no es censurable a los 10años. Y si repasa el apartado dedicado al juego, verá queeste es muchas veces más beneficioso que ciertos deberes.

En una encuesta realizada entre mis vecinos y amigos,prácticamente el cien por cien prefiere practicar un hobby oestar con su familia en lugar de hacer las tareas domésticas.Es normal. Otra cosa es que nunca las hagan y tengan lacasa como una pocilga, pero entendemos que prefieran eso,¿verdad? Seguramente la madre de Óscar también se quejaa veces de tener que realizar las tareas domésticas y nodisfruta mucho haciéndolas, pero no por eso la vamos allamar vaga.

Si un niño acudiera a mi consulta porque quiere hacerdeberes todo el día, me preocuparía más que si prefiere

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jugar. No castigue a su hijo por ello, ayúdele en lo quepueda y, según se vaya haciendo mayor, es probable quevaya cumpliendo con sus tareas sin rechistar si le hemosinculcado el valor del estudio, pero nunca le gustarárealizarlas si se lo hacemos aborrecer.

Los niños no tienen noción del tiempo

Carlos, de 2 años, le pide a su madre que le alcance unjuguete de la estantería. Su madre, que está terminando dehablar con una amiga por teléfono, le pide que se espere unmomento. Al cabo de medio minuto Carlos reclama otravez el juguete y su madre le dice que se espere un minutito,que ya se están despidiendo. A los pocos segundos Carlosestalla en una pataleta.

Los niños pequeños no tienen noción del tiempo. Paraellos la idea de que el tiempo es relativo es más cierta quepara el resto. Si se lo están pasando muy bien, diez minutosson un suspiro, y si lo están pasando mal, el mismo lapso detiempo es un largo suplicio. Si su hijo está jugando y usted

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le dice que le deja diez minutitos para que termine de jugar,cuando vaya al cabo de ese rato su hijo le dirá que hapasado muy poco tiempo. Por eso, mientras son pequeñosy no tienen la noción del tiempo, mejor sírvase de un relojde arena, cronómetro o temporizador de cocina para quevean cómo pasa el tiempo extra que usted les ha dado.

En el caso de Carlos, su madre podría haberle puestoun reloj de arena y decirle: «Espera hasta que se vacíe y telo doy». La espera habría sido más efectiva.

Hace unos años hice un cursillo para guiar y acompañara personas ciegas. Como muchos ya saben, me dedico a lapsicología en casos de emergencia, y las personas con algúndéficit visual también son susceptibles de ser víctimas. Puesbien, lo primero que nos dijeron es que para estas personasel tiempo de espera en las salas de los hospitales es másduro que para los que podemos ver, ya que al no poderhacer nada (el sitio es desconocido, no pueden leer nientretenerse. ..) se les hace muy larga la espera. Por eso,cuando se trata tanto de personas invidentes como de niños,intento ser muy puntual y no hacerles esperar.

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Los niños se mueven

Stuart Brown, en su libro A jugar, recoge la siguientehistoria sobre la vida de la bailarina Gillian Lynne,coreógrafa de las comedias musicales Cats y El fantasmade la ópera, entre otras. Esta historia es el resumen de unaentrevista que mantuvo con sir Ken Robinson:

Lynne le contó que creció en Gran Bretaña enla década de 1930 y que era una estudianteterrible porque no se estaba quieta en la silla unsegundo ni prestaba atención en las clases.«Supongo que ahora afirmarían que tenía TDAH,pero en aquella época este trastorno no seconocía», dice Robinson irónicamente.

El personal docente del colegio les dijo a lospadres de Lynne que su hija tenía unadiscapacidad mental. Lynne y su madre fueron aver a un especialista, que le preguntó a Gilliancosas sobre el colegio mientras ella se sentaba enla silla sobre sus manos para mantenerse quieta.

Veinte minutos más tarde el médico le dijo a la

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madre de Lynne que quería hablar con ella a solasen el pasillo. Antes de salir de la consulta,encendió la radio y cerró la puerta tras él. Desdeel pasillo el médico exclamó: «¡Mire!», señalándolela ventana de la consulta para que viera lo que suhija estaba haciendo.

Gillian se había levantado y empezado amoverse al compás de la música. «Señora Lynne,su hija no está enferma, lo que ocurre es que esuna bailarina», le aseguró él.

El médico le aconsejó que la inscribiera en unaescuela de danza.

Cuando Gillian fue por primera vez a laescuela, se quedó encantada al descubrir una salallena de jóvenes como ella, «unas personas quetenían que moverse para pensar», tal como Lynnelo describió. Siguió estudiando danza y llegó a serla bailarina principal del Royal Ballet, y más tardefundó su propia compañía de danza y acabótrabajando con Andrew Lloyd Webber y otrosproductores.

«He aquí a una mujer que ha contribuido a

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crear una de las producciones musicales másexitosas de la historia, que ha hecho que millonesde personas se lo pasen la mar de bien y queademás es multimillonaria», afirma Robinson.«Naturalmente, si ahora fuera una niña», añade,«seguramente le habrían recetado fármacos paracalmarla».

El relato de Robinson acerca de Lynne tratasobre la fuerza y la belleza de vivir de acuerdo conquien es ella, esto es, de vivir una vida demovimiento y música. Si sus padres y profesoreshubieran intentando que fuera ingeniera, Lynnehabría sido infeliz y habría fracasado en la vida.[8]

Los niños se mueven y necesitan moverse paraaprender. Se ha comprobado que los niños que han sufridolargas hospitalizaciones o que han estado en orfanatosprivados de movimiento presentan retrasos en diversasáreas de su desarrollo.

Pero los espacios hoy en día son reducidos, las casasson pequeñas, los parques para niños están vallados y ellosnecesitan moverse.

Muchos padres me comentan que van cada tarde al

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parque y que, por lo tanto, sus hijos ya tienen espacio paramoverse. Pero el parque está vallado; en algunos casos losmetros cuadrados reservados para los niños son muylimitados.

Otros comentan que los fines de semana van al campoEn primer lugar, los fines de semana sólo son dos días desiete a la semana. Y en segundo lugar, he visto muchas«excursiones» en las que se pronuncian palabras como:«Juanito, no corras», «Cuidado, que te vas a caer», «No tesepares de papá y mamá, que esto es peligroso», «Nosubas al árbol»... Cada vez que vamos reduciendo elespacio tenemos niños más movidos. Curioso, ¿no?

Hoy en día los niños se ven obligados a pasar horas«sentados» en la escuela, y luego tienen que hacer deberes«sentados», y cuando juegan deben hacerlo sin muchoalboroto (no pueden correr por casa, mejor que haganpuzles...) Todo eso va a estallar algún día, porque el niñonecesita explorar y moverse.

No hablamos en este apartado de los niños quepresentan una hiperactividad exagerada, sino tan sólo deaquello a los que se les pide que no se muevan o que se«estén quietos». El crear y querer ese tipo de

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comportamiento en su hijo va a ser fuente de muchasrabietas y problemas de conducta.

Los niños «gritan»

El ser humano grita por muchas causas: miedo, alegría,enfado... Los niños también, y por los mismos motivos.Pero no nos referimos a eso, sino a que los niños tienen unavoz más aguda que los adultos, y en cuanto hablan, juegan ohacen cualquier cosa, ese timbre suele machacar lascabezas adultas: «Baja la voz», «No grites», «¿Es que nopuedes hablar normal?»... Pues no, los niños tienen esetimbre más agudo y «chillón» que enseguida se dispara más.Ya aprenderán a controlar la voz (y en la adolescencia seles cambia, quieran o no), pero exigirle a su hijo que nolevante la voz o castigarle porque molesta por ello es unatarea inútil. Pídaselo si quiere, y a lo mejor lo consigueaunque sea sólo durante unos instantes, pero el hechoincuestionable es que los niños hacen ruido y hablan másalto de lo normal.

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Otras características

Hay muchas más características que presentan los niños«normales» y que son motivo frecuente de consultapediátrica y psicológica, pero que no revisten másimportancia que la molestia que están causando a lospadres. No me agrada que los padres no disfruten de lacrianza de sus hijos por estas molestias, pero actuandoéticamente no puedo poner en «tratamiento» a un niñonormal.

Si su hijo menor de 2 años llora cuando lecambia el pañal, escupe la comida, no quiere salirdel agua cuando se baña, no controla susesfínteres, molesta, se mueve, grita, pataleacuando se enfada y se irrita cuando tiene sueño,es un niño normal. Su deber es trabajar para queaprenda a cambiarse solo de ropa interior, comabien, se bañe solo y, en un tiempo prudencial,controle el pañal, aprenda a mostrar su disgusto

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de una forma más normalizada... pero no espereque antes de los 2 años lo haga.Si su hijo quiere estar con usted por encima detodas las cosas, se asusta si está solo, se atreveinconscientemente a cruzar la calle sin mirar yodia separarse de usted para quedarse en unaguardería, no sólo es un niño normal, sino quesegún la teoría del vínculo está siendo biencriado.Si su hijo de 2 a 6 años corretea, no quiere hacerdeberes, se levanta de su pupitre, quiereencaramarse a los árboles, no se termina todo elplato, hace ruidos, le gusta disfrazarse, explorasus genitales, pide lo que le gusta, tolera mal lafrustración... ¡enhorabuena, tiene un hijo normal!Evidentemente, tiene trabajo como madre ycomo padre para conseguir otro tipo decomportamiento cuando sea adolescente, pero aesas edades aún es normal.Si su hijo de 7 a 10 años muestra desagrado poralgún tipo de alimento, le molesta hacer losdeberes, es impulsivo e imaginativo, habla con losmuñecos, tiene miedo si está oscuro o cuando

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alguna cosa es nueva, o no quiere decir la verdadsi sabe que alguien va a castigarle..., no esnecesario que lo lleve al psicólogo ni que leorganice un programa intensivo para forzarle aque lo haga cuanto antes. Sólo falta educación ypaciencia.

El objetivo de este libro y de los capítulos siguientes noes hacer que su hijo haga lo que usted quiera y cuandoquiera, sino evitar rabietas y conflictos mientras le educa.

Algunas preguntas: un caso parareflexionar

A diferencia de otros capítulos, en este apartado voy aexponer un caso que da pie a reflexionar sobre muchostemas, y no sólo sobre el que le respondí a la madre.

Estaba en casa de una conocida mía cuando esta mepreguntó: «Oye, Rosa, tú que eres psicóloga [esto me lo

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suelen decir muchas madres cuando quieren algúnconsejo sobre sus hijos], ¿qué puedo hacer para queJordi (12 años) acuda a la primera cuando le llamo?». Yacto seguido llama a su hijo: «¡Jordi!¡Ven a la cocina!».A lo que el niño responde: «¡Un momento, mamá!». Alcabo de un momento su madre vuelve a insistir: «Jordi,ven a la cocina, que ya ha pasado un momento». Y Jordicontesta: «Sí, ya te oí, es que estoy acabando una cosa,un momento». Al cabo de otro momento, otra intentonade su madre, y el niño le responde de nuevo: «Ya voy, endos minutos». Pasados los dos minutos, su madre memira y me dice: «¿Qué te parece? Ahora deberíacastigarle, ¿no?».

No voy a empezar por los consejos que le di a lamadre, sino con un par de reflexiones.

En primer lugar, muchos niños hacen lo que han visto.Yo estoy cansada de ver a esta vecina haciendo esperar asu hijo desde que este era pequeño. «Mira, mamá, ven aver lo que he hecho»; «Un momento, hijo, que acabo dehacer las camas». «Mamá, mira cómo salto»; «Espera unmomento, que estoy hablando por teléfono»; «Mamá, ven aayudarme a pintar»; «Ahora no puedo, que estoy

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recogiendo la cocina»...Muchos niños aprenden que cuando uno está haciendo

algo, los demás deben esperar; por lo tanto, cuando ellostengan algo que hacer, los adultos deben aguardar un rato.

El hecho de que esperemos a que alguien termine dehacer algo para que nos atienda no me parece censurable;el problema es que no les enseñamos a que eso no esaplicable cuando lo que se nos pide es importante. Para unniño es más importante pintar que hacer las camas, recogerla cocina o hablar por teléfono; por lo tanto, la idea de«importancia» no queda reflejada en él. Y de más mayor vaa permitir que todo lo demás vaya por detrás de su«ocupación».

Cuando eduque a su hijo, explíquele lo que se esperade él y por qué. A veces, el ejemplo que damos a nuestroshijos al acudir cuando nos llaman mientras son pequeñosfavorece que ellos también lo hagan cuando sean mayores.Con el tiempo ya aprenderán que hay momentos en que sedebe esperar, dependiendo de la prioridad del asunto.

En segundo lugar, hay que explicar que estoscomportamientos son típicos en aquellos niños cuyos padresmanifiestan una gran hiperactividad (trabajan mucho y

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muchas horas) y muestran un déficit de atención hacia sushijos. Los hemos visto a nuestro alrededor en conocidos, enseries televisivas y en la gran pantalla: son padresocupadíiiiiiiiiisimos que casi no ven a sus hijos y que,cuando se encuentran con ellos, están más pendientes deotras cosas que de su familia. Dé tiempo a sus hijos yrecibirá tiempo. Dé atención y recibirá atención.

Pero usted me preguntará: «Bueno, ¿y qué le dijo a lamadre de Jordi?».

En primer lugar, lo mismo que le diría si hubiera llamadoa su marido o a mí misma si estuviera en otra habitación dela casa: las cosas se piden por favor. En segundo lugar, hayque explicar el motivo por el que se llama a alguien y se leinterrumpe. Y en tercer lugar, si es algo que le interesa aella, debe ir a pedirlo ella; al fin y al cabo, hay tantadistancia desde la habitación de su hijo a la cocina comodesde la cocina a la habitación de su hijo.

Veamos la aplicación práctica de todo esto:Caso 1: quiere que su hijo venga a poner la mesapara comer: «Cariño, ¿puedes venir un momento,por favor? Es hora de cenar y te toca poner lamesa». A no ser que la cena sea inminente,

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puede esperar unos minutos si su hijo tiene queterminar de hacer algo.Caso 2: quiere que su hijo venga porque usted seha quemado un dedo con el aceite y no llega alestante de los medicamentos: «Cariño, por favor,ven enseguida que me he quemado y no llego albotiquín». Usted no puede esperar y si su hijo ledice que espere, hay que hacerle ver la urgencia.Caso 3: le pica la espalda y quiere que su hijo sela rasque. En este caso, debe ir usted a suhabitacióny pedirle por favor que le rasque laespalda porque le está picando.

Para saber más

Faber, A.y Mazlish, E., Cómo hablar para que sus hijosle escuchen y cómo escuchar para que sus hijos lehablen, Medid, Barcelona, 1997.

Ginott, H.G., Entre padres e hijos , Medici, Barcelona,2005.

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Honoré, C., Bajo presión, RBA, Barcelona, 2008.Juul, J., Su hijo, una persona competente, Herder,

Barcelona, 2005.Merieu, P., El Frankenstein educador, Alertes,

Barcelona, 2003.

Resumen

Si usted sabe lo que es normal en la infancia, seevitará muchos disgustos con sus hijos. Debetrabajar para que cambien, pero en su justomomento y en la medida adecuada.Ser consciente de que los niños interrumpen, quese mueven, que prefieren jugar por encima detodo, que no tienen noción del tiempo, que gritan,que alborotan... le evitará muchos conflictosfamiliares.Hay que trabajar para modificar con el tiempo lasconductas de nuestros hijos, pero intentar hacerloantes de tiempo conlleva conflictos innecesarios.

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El objetivo de este libro no es hacer que su hijohaga lo que usted quiera y cuando quiera, sinoevitar rabietas y conflictos mientras le educa.

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SEGUNDA PARTE

Cómo educar sin castigar

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Capítulo IV

Hacia una educación sin castigos

Es más fácil desintegrar un átomo que unprejuicio.

Albert Einstein

El castigo es un fracaso del educador

Hay personas que creen que si no castigamos estamosabocados al caos porque nuestra juventud está cada díapeor. Muchos nostálgicos creen que los valores de antes sehan perdido y dicen frases como: «En nuestros tiempos esto

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no pasaba».Bien, lea estas frases:

«Esta juventud está malograda hasta el fondo delcorazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos.Ellos jamás serán como la juventud de antes. Lajuventud de hoy no será capaz de mantenernuestra cultura» (inscripción babilónica de hacemás de 4.000 años).«Nuestra juventud gusta del lujo y esmaleducada, no hace caso a las autoridades y notiene el menor respeto por los de mayor edad.Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos.Ellos no se ponen de pie cuando una personaanciana entra. Responden a sus padres y sonsimplemente malos» (Sócrates, 470-399 a.C.).

Llevamos miles de años castigando a nuestros hijos yparece que el panorama no ha cambiado demasiado. ¿Y siprobamos a cambiar de táctica? Quizás nos cueste comosociedad, al fin y al cabo dicen que el hombre es animal decostumbres y tendemos a perseverar en el error, pero elque cueste no quiere decir que no se pueda.

Hace más de doscientos años que Cesare Beccaria,

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jurista y criminólogo, dijo: «La falla que el niño nunca pierdees aquella por la cual es más castigado que por ningunaotra».

El castigo es un fracaso del educador: si el educador,mediante explicaciones, razonamientos, etc., consigueeducar o cambiar una conducta, es que tiene éxito. Cuandono lo consigue es cuando debe recurrir al castigo. Si lospadres y educadores fueran mejores en su «trabajo» ysupieran conseguir con otras técnicas lo que se proponen,seguramente no deberían castigar.

En un trabajo realizado en el año 2009, Iglesias deUssel y colaboradores[9] concluían que el 85 por ciento delas parejas españolas estaba de acuerdo en que, siexplicaban las cosas, cualquier niño entendía las razones desu padre o de su madre. Y eso es lo que pretendemosenseñar: a ser mejores educadores para poder conseguir lomismo sin castigar.

Y es justamente por eso, porque el castigo es unfracaso de la educación, con el que mucha gente se sientemal cuando lo aplica, porque inconscientemente (oconscientemente) se da cuenta de su incapacidad paragestionar la situación.

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En otros casos, no es que los padres hayan fracasadoen su intento de educar por otras vías, sino que ni siquiera lohan intentado. Saben que es lo más rápido y cómodo y noles interesa nada más. Defienden el castigo como unaposición de privilegio para disimular su falta de recursos conlos que educar con frases como: «Los niños debenaprender a hacer siempre lo que les dicen sus padres,¡faltaría más!»; «Debes hacer lo que yo te digo, porqueyo te lo digo, y punto».

¡Menos mal que los grandes artistas de la historiasiguieron su propio camino y no asumieron los aburridostrabajos y estudios que les proponían sus padres! ¿Sabeque el padre del pintor Miguel Ángel quería forzarlo a queestudiara gramática porque no le gustaba que fuera artista?Después de muchas discusiones, un Miguel Ángel de unos10 años convenció a su padre. A los 12 su padre ya lohabía matriculado en una escuela de escultura gracias a suinsistencia.

Y es que los padres también nos podemos equivocar.Los niños no deben hacer lo que los padres dicen, así, sinmás.

Debemos enseñarles a ser críticos con aquello que se

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les mande, por lo que si queremos que nos hagan caso lesdeberemos argumentar nuestras razones.

Lo que sucede en algunos padres es que la falta delegitimidad de lo que proponen tienen que sostenerla conuna defensa sin fisuras, a ultranza, de lo que dicen. Y si elniño le pide una explicación (porque hay cosas que no sesostienen), el padre sólo puede replicar: «¡No me lleves lacontraria! ¡Castigado sin ver la tele!».

Imagine que el padre de Miguel Angel hubieracontestado algo similar cuando su hijo le dijo que no queríaestudiar gramática: «¡Vas a hacer lo que yo digo porque eslo mejor, y punto!».

El castigo es un fracaso del educador. Siconseguimos educadores más competentes, loscastigos disminuirán.

Padres más felices, hijos menoscastigados

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Ningún padre feliz ha castigado a un niño.Ningún niño feliz ha requerido ser castigado.

Alexander Sutherland Neill

Muchos son los autores, como Neill, que se han dadocuenta de cómo la ausencia de castigos influye en nuestrafelicidad, estado de ánimo y humor en las relacionessociales.

Existen varios estudios que relacionan la cantidad ydureza de los castigos que reciben los niños con la felicidadque disfrutan los padres. A padres más felicescorresponden niños menos castigados. En uno de estosúltimos[10] se relacionan los hogares con más tensión conuna mayor frecuencia de castigos (sobre todo físicos). En elestudio se dice textualmente: «Los resultados de los análisisson inequívocos. En los hogares en los que se producenestas situaciones de tensión vinculadas con la falta detiempo y desacuerdos en el cuidado de los niños, lapropensión a este tipo de castigos es más elevada»[11]

Y es que gran parte de la infelicidad de los padres dehoy es por esos dos motivos: la falta de tiempo y losproblemas en torno al cuidado de los niños. No hacen faltagrandes estadísticas para comprobarlo. Si usted habla con

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padres y les pregunta sobre los principales problemas quetienen desde que han sido padres, verá cómo la falta detiempo y el cuidado de los niños les afectan más que elrecibo de la hipoteca.

Vea la siguiente gráfica, que es la que ilustra el estudioantes citado:

Probabilidad de haber recibido un bofetón en la últimasemana según la existencia de situaciones de tensión en

el hogar causadas por motivos diversos.

La idea principal de este capítulo es: cuanto más felices

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y menos estresados estén los padres, menos castigosrecibirán los niños.

Llegados a este punto, correspondería dar la recetapara la felicidad, pero esto ya sabemos que es imposible.Tampoco sirve copiar los distintos trucos para ser más feliz,algo así como hacer un destilado de los libros de autoayuda.

Me niego a eso, entre otras cosas y principalmente,porque no creo en ello. Sin embargo, sí creo que puede serde ayuda mencionar algunos detalles, y que cada uno saquesus propias conclusiones. Como el estudio en cuestión diceque los problemas se producen básicamente por falta detiempo y por el cuidado de los niños, nos hemos limitado adar pistas para estos temas:

1. Evite el estrés (...y si lo consigue,dígame cómo).

Cuando estamos estresados somos menos tolerantescon todo. Esto es lógico. El estrés es nuestra respuesta paracontrolar nuestro entorno: nos hace estar preparados paraactuar en cualquier momento, para responder a un entornohostil con rapidez, para evitar que nos hagamos daño. Esuna respuesta primaria de nuestro organismo ante

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situaciones potencialmente peligrosas. Y las personassometidas a estrés tienden a responder con agresividad. Laagresividad con los niños adopta la forma de gritos ycastigos (incluso de tipo físico).

¿No le ha pasado nunca que, cuando está muy nerviosoo estresado, todo se lo toma peor? ¿No conoce a alguienque cuando está muy nervioso es mejor no decirle nadaporque salta a la primera? Seguro que ha visto algunapelícula en la que el empleado va a pedirle aumento desueldo al jefe y la secretaria le dice: «Ven mañana, que hoyestá muy nervioso». Esa secretaria sabe que cuando su jefeestá estresado es menos proclive a ver las cosas positivasen los demás y todo le molestará más.

Para evitar que el estrés interfiera en nuestra relacióncon los hijos, podemos adoptar los tres pasos de seguridad:primero, evitar que el estrés nos desborde en la vida diaria;segundo, si no conseguimos lo anterior, evitar llevarnos elestrés a casa; tercero y último, si tampoco lo conseguimos,evitar que nuestra situación de estrés afecte a nuestro tratocon los niños. Esto es fácil de decir y a menudo difícil dehacer. Una práctica que no es tan difícil es identificarnuestro estado de ánimo cuando estamos en casa. Interesa

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reconocer cuándo estamos alterados para no dejarnosllevar por lo visceral. Sólo el hecho de activar la etiquetamental «Estoy que muerdo» puede aportarnos un plus depaciencia en un momento en que lo más fácil seríaresponder con agresividad a cualquier estímulo molesto.

2. Sea tolerante con el desorden.Los niños y el desorden van juntos. Es inevitable.

Pretender que mantengan la casa en perfecto orden yapenas toquen nada es una quimera, pero, por otro lado,permitir un completo desorden día tras día afecta a la saludde los adultos que comparten el techo. A partir de los 3-4años podemos pactar con ellos unas horas o unos espaciosen los que se permita una cierta transgresión (desorden,ruido, golpes, música, etc.). Con niños más pequeños, unabuena solución es intentar controlar su desorden. Es decir,es mejor que nos desordenen algo fácil de ordenar denuevo, a que nos pongan patas arriba algo que nos va acostar mucho arreglar. Es un clásico dejar que el niño vacíelos cajones de los cacharros de la cocina mientraspreparamos la cena. Volver a ponerlos en su sitio llevamenos de dos minutos y tenemos a la criatura a la vista todo

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el tiempo. La opción de no dejar hacer nada para no tenerque arreglar nada no es viable con los niños. Pretenderlo esbuscar un conflicto, y se supone que los adultos quierenevitarlos, no generarlos.

3. Búsquese un tiempo para sí mismo.Recuerde que procurarse felicidad para usted revierte

en una vida familiar más tranquila. Búsquese un tiempo parapoderlo dedicar a una actividad que le sea agradable, que lellene y que le haga aumentar la autoestima. Cuando loconsiga verá que tiene efectos inmediatos y sorprendentessobre su relación con los demás. Ahora bien, sea realistacon este tiempo que se dedica a usted. Los niños tambiéntienen un plan de trabajo apretado: ir a la escuela, volver acasa, hacer actividades extraescolares o jugar, estar con suspadres, cenar y acostarse. Les encanta jugar y estar con suspadres, y generalmente sólo pueden hacerlo por la tarde-noche. Si programamos nuestro ocio en esta franja horaria,el resultado será un desastre. También si lo programamosinmediatamente después de acostarlos, cualquier cambio ensu horario (y esto es inevitable con niños) hará queretrasemos o perdamos nuestro ocio. Esta es una situación

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desagradable y que fácilmente puede causarnos malestar.Por tanto, lo mejor es planear nuestro ocio de forma seguray evitar que entre en conflicto con los horarios de los niños.

4. Organice el tiempo (y el trabajo) encasa.

Como los días sólo tienen veinticuatro horas, la cuestiónde la organización del tiempo es importante, y hacerlo bienfacilita mucho la convivencia familiar. Aparte de la logísticapropia de la familia, interesa que todos los miembrospuedan relajarse al final de la jornada y disfrutar de laconvivencia, sin estrés. Algunos trucos que pueden ayudaren este sentido son:

La cena. A no ser que cocinar le relaje, intente evitarcocinar en exceso por la noche y así ahorrará tiempo yesfuerzo que puede invertir en sus hijos o en descansarviendo la televisión. Tenga preparada la cena. Cocinar llevatiempo, trabajo y no necesariamente gusta a todo el mundo.

Se puede preparar la cena durante momentosmás tranquilos del día, cuando el bebé duerme omientras el niño está en la escuela.En las ocasiones en que se cocina, pueden

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prepararse raciones de sobra y guardarlas en elcongelador. Así, una cena buena y rápida puedenser los macarrones que se cocinaron la semanaanterior.La cena no necesariamente tiene que tener primerplato, segundo plato y postre. Puede ser algomás frugal que se prepare en pocos minutos sinensuciar nada: bocadillos, platos preparados,latas, fruta, etc. Incluso parece ser que las cenasminimalistas sirven para mantener la línea.

El baño. Si el momento del baño de su hijo es unmomento de relax, disfrútelo. Si por el contrario es unmomento pesado del día, simplifíquelo. No está grabado enpiedra que cada noche haya que sumergir al bebé en aguatemplada, bañarlo con jabón, hacer espuma y pompas yjugar con el barquito de plástico. Ni siquiera el TribunalConstitucional se pronuncia al respecto.

Si es un bebé no hace falta meterlo en la bañeracada día. Se le puede lavar en el mismocambiador con una esponja con agua jabonosa yaclararlo luego con otra con agua. Puede decidirel método en función de cómo vaya el día. Piense

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que con los bebés, salvo la zona del pañal, eslavar sobre limpio. No necesitan un lavado afondo a diario.En niños hasta los 2-3 años es lo mismo; según eldía puede elegir baño, esponjita o toallitas.Incluso puede dejarles elegir de cuando encuando cómo quieren lavarse.En niños a partir de los 2-3 años se puedesustituir el baño por una ducha (más rápido, conmenos infraestructura y menos gasto de agua).Recuerde que tendemos a abusar del jabón, yque generalmente con un solo enjabonado y unsolo aclarado basta.Los niños mayores, entre 7-12 años, puedenducharse solos, con un mínimo supervisado delos padres en los más cercanos a los 7 años y sinsupervisión conforme se acerquen a los 12.

Actividades infantiles y aburrimiento. Los niñostoleran muy mal el aburrimiento. Pretender que como sonniños y les gusta jugar tienen que encontrar por sí solos lamanera de divertirse no es muy realista. Es una buenapráctica tener previsto algo que les guste cuando llegan a

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casa.Estar con ellos en el sofá de casa. Quizás no sepueda permitir el lujo de pasar todo el tiempodesde que llega a casa en el sofá, pero sí un ratonada más llegar. Permite descansar a los padres,y al niño estar con ellos, que es lo que más legusta.Pasado este momento, hay que buscar algo queles entretenga. Con ellos entretenidos, los adultospueden hacer lo que necesiten (incluso seguirdescansando). Los niños agradecen poder jugaren calma un rato sintiendo que sus padres estáncerca.

División de tareas. A pesar de que en los anuncios detelevisión las familias hacen todas lo mismo al mismo tiempo(incluso lavarse los dientes), lo más práctico es dividir lastareas siempre que se pueda. Así, en los casos en que haymás de un adulto en la casa, mientras uno se encarga de lahigiene del bebé, el otro se encarga de la cena, por ejemplo.El trabajo se reparte y así todos están menos estresados(niños incluidos).

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5. Sea flexible y tolerante.Generalmente, debido a nuestro trabajo y a su escuela,

sólo tenemos la tarde para estar con los niños. En estafranja horaria es cuando tenemos que estar con ellos paradisfrutarlos y para educarles; por ejemplo, enseñarles avestirse, ponerse el pijama, recoger la habitación, etc.

Estas tareas suelen ser enojosas para los niños y puedenprovocar que estos momentos no sean todo lo agradablesque deberían ser. Así que:

Intente repartir estos momentos a lo largo deltiempo en lugar de hacerlos todos de una vez(que es el sistema que generalmente gusta más alos adultos). A un niño pequeño le resulta muypesado bañarse, ponerse el pijama, recoger lahabitación y cenar de forma seguida. Pero si lebañamos nada más llegar a casa, le dejamostiempo para jugar y más tarde le pedimos querecoja la habitación, quizás no sea tan pesadopara él.Hay días en que todos están más cansados eincluso el niño está más irritable (recuerde que éltambién puede tener un mal día de tanto en tanto,

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como usted). En estos días quizás puede ser unabuena idea no recoger la habitación o saltarsecualquier otra actividad que normalmente le irritemás. ¡Cuántos adultos de tanto en tanto dejansus labores domésticas normales por la noche(como recoger la cocina, por ejemplo) porqueese día están más cansados o no les apetece enabsoluto! Sus hijos también pueden disfrutar deese pequeño privilegio de forma ocasional.Una de las cosas con las que hay que ser másflexibles es con las rutinas a la hora de acostarse.Está bien seguir un orden —la rutina les daseguridad y la repetición es una forma deaprendizaje—, pero no pasa nada si algún día setransgrede la norma una media hora más o menoso se salta alguna parte de la rutina (el baño,lavarse los dientes, etc), si es de formaesporádica. Nadie en su sano juicio se acuestacada día a la misma hora, ni en las mismascondiciones exactas. Las rutinas sirven para darseguridad y tranquilidad, tanto a los niños como alos padres, pero si debido a ellas hemos deestresarnos más, no valen para nada. Para los

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padres que quieran establecer unas rutinas,debemos recordarles que cada niño tiene sutiempo de adquisición: hay que dar un margenpara que nuestro hijo se adapte a ellas. Serflexibles también empieza con ellos.

Bases para una crianza sin castigos

No digas: «Es imposible». Di: «No lo he hechotodavía».

Proverbio japonés

Tipos de padresEstá claro que dependiendo del estilo educativo de los

padres, la formación puede ser más punitiva o menos. Porlo tanto, es cuestión de ver cómo son y actúan esas familias.

En nuestro caso, para una crianza sin castigos, vamos adividir estas en función del apoyo que dan a sus hijos o elcontrol que ejercen sobre ellos. Así pues, tendríamos trestipos de familias:

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Padres vigilantes: ejercen excesivo control ypoco apoyo. Es un modelo bastante tradicional yarcaico de familia que se basa en el control ybusca que el niño no pueda hacer nada que sesalga de la norma. Son familias o padres bastantecastigadores, puesto que tan sólo a través de lacoerción pueden lograr sus propósitos.Propósitos para los que no se requiere la opinióndel niño.Padres permisivos: no ejercen ni control niapoyo. Hay una pasividad e indiferencia respectoa los hijos, a los que no se suele prestar atención.Los padres suelen ser imprevisibles en susactuaciones pues sus castigos dependen de suestado anímico o de que los niños les hayanmolestado más o menos. Suelen castigarbastante, pero al hacerlo sin criterio los niñossuelen ser muy ansiosos, pues perciben esaincoherencia. Los niños tampoco son tenidos encuenta: ni en opiniones ni en aportaciones.Padres incondicionales: suelen dar muchoapoyo y poco control. Estos padres están másinteresados en formar, orientar e informar a sus

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hijos e hijas que en vigilarlos. Los niños formanparte activa en la toma de decisiones y en laeducación. Cuanto más nos acerquemos a estemodelo y más nos alejemos de los otros,tendremos una mejor base para educar sincastigar.

Hay gente que piensa que los padres que no castigarson padres «dejados». A veces peyorativamente se lesacusa de «modernos», «hippies», «blandos»... Nada másfalso: son los que más apoyo dan a sus hijos y los queinvierten más tiempo en su educación (que no en suvigilancia).

Clima familiarEn el apartado «Padres más felices, hijos menos

castigados» ya hemos anticipado cómo el clima familiarinfluye en los castigos. Trabaje para que el clima emocionalde su hogar sea tranquilo y podrá eliminar los castigos.

Participación en la construcción de losvalores y normas

Cuando a uno le piden ideas para un proyecto, se

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implica más que cuando se lo dan hecho. Lo mismo sucedecon nuestros hijos: si les pedimos su ayuda para elaboraraquellas normas de convivencia que consideramosimprescindibles para nuestro hogar, es más fácil que lascumplan. Al fin y al cabo, son suyas también.

Si posibilitamos su participación en la construcción delmodelo de familia y de persona que queremos, estamosfacilitando educarles sin utilizar métodos punitivos.

Para ello es importante conseguir que haya un marcoafectivo adecuado, que los hijos puedan expresarlibremente sus opiniones y que toda la familia puedaparticipar activamente en los procesos de toma dedecisiones que les incumben.

Quizás pensemos que somos muy generosos dándolesese poder a nuestros hijos, cuando la verdad es que es underecho que tienen y que casi nadie cumple, como quedareflejado en el artículo n° 12 de la Convención de losDerechos del Niño (véase página 31).

Saber equivocarse y aprender del errorNadie es perfecto ni se pretende que lo sea. Los

adultos en general y los padres en particular también pueden

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equivocarse y no pasa nada: se pide perdón y se intentamejorar. ¡Cuántas veces habremos metido la pata con loscompañeros de trabajo! ¡Cuántas veces nos hemosenfadado con un amigo o con un familiar! Pues eso,pedimos perdón e intentamos que no pase más. Ya sabe,rectificar es de sabios.

Los niños también pueden equivocarse y para eso lesvamos a ayudar a que sepan pedir perdón y a mejorar.

El error debe ser visto como una oportunidad demejorar y de aprender. Mientras veamos el error como unfallo intencionado de nuestros hijos o lo vivamos como unfallo de nuestra pedagogía, será muy difícil educar desde elrespeto.

CoherenciaLos padres deben predicar con el ejemplo. Si no hay

una coherencia de las normas impuestas con el estilo devida de los padres, la cosa no funciona.

Puede que un padre opine una cosa y otro otra, pero nopasa nada porque los niños están acostumbrados a que lasopiniones de todos se tomen en cuenta y sepan que sufamilia es democrática y que pueden expresar cada uno su

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parecer. El que el padre y la madre piensen diferente puedeser enriquecedor si entre todos se valoran cada una de lasopiniones. Eso no es falta de coherencia.

El problema es cuando el padre le pide a su hijo que nofume cuando él tiene un cigarro en la mano, o que le gritepor levantar la voz.

No obstante, si alguna de esas cosas se da, tal y comohemos dicho en el apartado anterior, hay que saber decir:«Me equivoqué y voy a intentar enmendarlo».

Legitimidad y autoridadLa legitimidad se da cuando los hijos e hijas otorgan a

sus padres la autoridad para realizar su función. Esimportante que ellos vean que los padres son los máscapaces o los que más experiencia tienen para poderejercer ese papel. Si su hijo piensa que usted no estálegitimado para el cargo de padre-madre, debería trabajarese tema (más adelante daremos consejos prácticos). Antesde intentar ejercer una autoridad, debemos conseguir quenuestros hijos nos otorguen legítimamente ese derecho. Esose gana día a día demostrando que uno es el más indicado.Si somos los primeros que no cumplimos con las normas

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propuestas, ¿cómo van a legitimarnos?

RespetoUna educación sin castigos debe basarse en el respeto

mutuo de todos sus miembros. Nadie tiene derecho amenospreciar o a faltar al otro. Si ello sucede, toda lafamilia debe activar las herramientas educativas que creanecesarias: consejo de familia, informar de las normasestablecidas, uso del perdón, etc. El niño está aprendiendo,está construyéndose como adulto y como persona, y si faltael respeto a alguien puede que todavía no tenga adquiridoese valor. No tiene derecho a hacerlo, pero podemoscomprender que todavía es pequeño y perdonar (si un niñode un año le dice «tonta» a la abuela, no lo vamos a tolerar,pero podemos entender que es demasiado pequeño comopara saber el alcance de sus palabras). Pero los padres nodeberíamos fallar en este aspecto, pues se supone que es unaprendizaje que ya tenemos hecho.

No obstante, si fallamos, no sólo hemos de saber pedirperdón, sino entender que nuestros hijos también puedenfallar con más frecuencia que nosotros. Si no, ¿cómopodemos castigarles por algo que nosotros hacemos más

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veces?

EmpatíaLa empatía puede definirse como la capacidad de

ponernos en el lugar de otro, intuir lo que puede pensar osentir y actuar con la comprensión y la sensibilidad que esorequiere. Todo esto nos lleva a la idea de que no podemosjuzgar las acciones de un niño sin saber las razones que lehan llevado a realizarlas.

Todos los niños tienen una razón para obrar, aunquepuede que sea equivocada. Si la adivina y ve que la razónes errónea, podrá educar a su hijo haciéndole ver queaquello es equivocado. En otros casos descubrirá quequizás su hijo tiene razón.

Empatía no es sinónimo de simpatía, pero tienen puntosen común.

Se puede educar sin castigar y lo cierto es que es muyfácil y menos cansado que estar imponiendo castigos yvigilando que se cumplan. Miles de familias en cada ciudadlo demuestran cada día sin grandes esfuerzos, incluso lamayoría explican cuán fácil les fue: esperaban que fuera algo

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difícil de conseguir y en poco tiempo lo lograron.Nada mejor que las palabras de Jordan Riak para

explicar esta sensación:

Lo ideal es que el niño nunca sea castigadopor ninguna razón. Esto es lo que los padrespueden buscar y puede lograrse tan rápidamenteque se sorprenderán de su poder parental. Losescépticos deberían saber que este ideal ya hasido probado y demostrado en el «mundo real» yque puede ser logrado por cualquiera quecomprenda lo suficiente y que tenga unas cuantashabilidades y un cierto cambio en actitudes conrespecto al trabajo adecuado de niños y padres.Todo padre puede empezar hoy mismo a dar lospasos que lleven a ese ideal.[12]

Sí, se puede educar sin castigar, y por lo tanto se debe,puesto que la balanza de las ventajas frente a lasdesventajas está totalmente inclinada hacia las primeras.

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Algunas preguntas

Creo que es malo educar sin castigar. Al fin y alcabo la sociedad es dura y mis hijos van a tener quevivir en ella. ¿No es mejor irles preparando para. elmundo real, más agresivo y competitivo?

En primer lugar, se puede preparar para vivir en unmundo difícil sin tener que usar el castigo con los niños, dela misma forma que puede hacerles comprender el hecho demorirse sin matarlos. No hace falta experimentar algo paraaprenderlo: entiendo lo duro que puede ser pasar por uncáncer y puedo ayudar a las personas que sufren en esemomento, pero gracias a Dios nunca he sufrido ninguno.Enséñele a su hijo cómo es el mundo real, sus normas;explíqueselas conforme tenga edad de saberlas yentenderlas.

En segundo lugar, quizás el mundo actual sea agresivo opoco tolerante, pero usted no sabe cómo será el que letoque vivir a su hijo. Mi madre (79 años) nunca pensó viviren un mundo con tanta tecnología y tanto reciclaje. No laprepararon de pequeña para eso porque era impensable. A

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lo mejor a su hijo le toca un mundo de colaboración ymayor tolerancia, para el cual no le habrá preparado.

Y en tercer lugar, ¿no es mejor preparar a las nuevasgeneraciones para que cambien el mundo? ¿Por quéhacerles ser parte de un mundo con unos valores que nonos gustan? ¿Acaso le gusta la agresividad de este mundo?Pues eduque a sus hijos para que cambien el mundo. Creoque queda muy bien explicado en este pensamiento: «Desdeque soy madre, escucho de continuo que no educo a mishijos para defenderse en el mundo real, que es muy duro.Ante esta acusación sólo puedo declararme culpable; escierto, educo a mis hijos para que sean constructores denuevas realidades, más amables» (Carmen Ibarlucea).

Yo no castigo a mis hijos, pero a veces les digoalguna mentira pequeña para no tener que castigarlos yque se olviden del tema. Por ejemplo, este fin desemana le prometí a mi hijo (10 años) que iríamos alcine el sábado, pero por la tarde llegaron unosfamiliares a tomar café. Cuando mi hijo me dijo quedebíamos ir al cine le contesté que me había enteradode que no estrenaban la película hasta mañana(domingo) y que ya iríamos entonces. Me pareció que

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era una forma de evitar complicaciones mayores. Elproblema fue que el domingo por la mañana, al ir ajugar su partido de fútbol, se enteró por un compañerode que ya la habían estrenado y ¡me montó una!

Ya ve que a veces es peor el remedio que laenfermedad. No hay que mentir a los niños. El refraneroestá cuajado de ejemplos: «Se pilla antes a un mentirosoque a un cojo». Tarde o temprano se darán cuenta la mayorparte de las veces. Y si el niño es muy pequeño, queademás capta la comunicación no verbal, o es usted muybueno mintiendo o le va a pillar a la primera. A veces unpadre habla y el niño le contesta: «¡Mentiroso!». Y el padrese ofende cuando lo que le estaba diciendo era un engaño.

Esto a la larga deteriora la confianza del niño y de suspadres, así como la confianza hacia el resto de personas.Piensan: «En un momento dado todo el mundo me puedeengañar». Los niños que han sido lastimados de esa formatienden a ver todas las relaciones como un negocio en elque, si puedo, te engaño para conseguir la mejor parte, yven la honestidad y sinceridad de los otros como unadebilidad que se puede explotar, tal y como ellos sufrieron.

Además, recuerde que los niños y los ancianos nunca

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olvidan una promesa. Si se compromete con ellos, cúmplaloo dígales la verdad.

En este caso, por ejemplo, se podría solucionardiciendo: «Cariño, habíamos quedado en ir al cine, pero hanvenido tío Pepe y tía Pepa a vernos. ¿Dejas que te cambieel día para mañana? Es que así me haces un favor a mí yotro a tus tíos». A veces, pidiéndoles las cosas por favor yatienen bastante los niños de estas edades. Si no essuficiente, dígale que entiende su frustración y que buscaráalguna forma de recompensarle su esfuerzo (o que él leayude a pensar una forma). En nuestra sociedad el esfuerzose compensa (no hace falta que sea algo monetario con losniños); por eso a los trabajadores que han hecho horasextras se las pagan; por eso si le hago un favor a mi veciname regala un pastel... ¿Por qué no recompensar a su hijopor lo que está haciendo?

Para saber más

Barudy, J. y Dantagnan, M., Los buenos tratos a la

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infancia. Parentalidad, apego y resiliencia , Gedisa,Barcelona, 2005.

Cornelius, Helena y Faire, Shoshana, Tú ganas, yogano. Cómo resolver conflictos creativamente ydisfrutar con las soluciones, Editorial Gala, Buenos Aires,1995.

González, C., Bésame mucho. Cómo criar a tus hijoscon amor, Temas de Hoy, Madrid, 2003.

Jové, R., La crianza feliz. Cómo cuidar y entender atu hijo de 0 a 6 años, La Esfera de los Libros, Madrid,2009.

Juul, J., Su hijo, una persona competente, Herder,Barcelona, 2004.

Miller, A., Por tu propio bien. Raíces de la violenciaen la educación del niño, Tusquets, Barcelona, 2001.

Taylor, S. E., Lazos vitales. De cómo el cuidado y elafecto son esenciales para nuestras vidas, Taurus,Madrid, 2002.

Unicef, Manual de aplicación de la Convenciónsobre los Derechos del Niño , segunda edición enteramenterevisada (incluye un análisis detallado de la jurisprudenciadel Comité de los Derechos del Niño), UNICEF, 2002.

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Resumen

El castigo es un fracaso del educador. Siconseguimos educadores más competentes, loscastigos disminuirán.Las familias más felices castigan menos a sushijos. Invierta en la felicidad de la familia (no sóloen la suya propia) y todos se beneficiarán de unmejor comportamiento y tendrán menosnecesidad de castigar.Si los padres aportan mucho apoyo a sus hijos ypoco control, los castigos se reducen y laconvivencia es más fácil.Es importante conseguir que haya un marcoafectivo adecuado, que los hijos puedan expresarlibremente sus opiniones y que toda la familiapueda participar activamente en los procesos detoma de decisiones que les incumben.El error debe ser visto como una oportunidad demejorar y de aprender. Mientras veamos el error

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como un fallo intencionado de nuestros hijos o lovivamos como un fallo de nuestra pedagogía,será muy difícil educar desde el respeto.Si no hay una coherencia de las normasimpuestas con el estilo de vida de los padres, lacosa no funciona.Una educación sin castigos debe basarse en elrespeto mutuo de todos sus miembros. Nadietiene derecho a menospreciar o a faltar a otro.Todos los niños tienen una razón para obrar,aunque puede que sea equivocada. Si la adivina yve que la razón es errónea, podrá educar a suhijo haciéndole ver que aquello es equivocado.En otros casos descubrirá que quizás su hijo tienerazón.La empatía le ayuda a que pueda ver las razonesque tiene su hijo.La legitimidad es cuando los hijos e hijas otorgana sus padres la autoridad para realizar su función.Es importante que ellos vean que los padres sonlos más capaces o los que más experiencia tienenpara poder ejercer ese papel.

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Capítulo V

De 0 a 18 meses. Etapa de las molestiasincomprendidas

El amor es para el niño lo que el sol paralas flores. No le basta pan: necesita cariciaspara ser bueno y para ser fuerte.

Concepción Arenal

RecomendaciónSi usted tiene un hijo de 2 años, quizás no le

interesará leer por el momento el capítulo dedicado alos niños de 8 a 12. Pero si su hijo pasa de los 12meses, lea también el capítulo siguiente, puesto que,como cada niño tiene un ritmo diferente, lasclasificaciones no se adaptan a cada uno. Un niño de

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18 meses puede presentar características del periodosiguiente, y uno de 26 meses quizá tengacaracterísticas del periodo anterior. No se limite aeste capítulo, sobre todo si su hijo sobrepasa el primeraño de edad.

¿Qué es la etapa de las molestiasincomprendidas?

El bebé se siente morir sin la presencia deun cuidador.Michel Odent

Es una etapa que se da entre los 0 y los 18-20 meses,sobre todo. Puede ser el caso de un niño que nota unamolestia en el pañal (por ejemplo) y lo comunica con elúnico lenguaje que tiene: el llanto y la queja. No es unarabieta, no es un problema de comportamiento: es unamolestia para él y quiere que se la solucionemos, pues él nopuede. Nunca en estas edades su comportamiento obedece

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a una maldad por parte del niño, puesto que el mecanismoque hace que el niño tenga razonamiento y pueda adquirir elconcepto de maldad no se «desarrolla» hasta los 3-4 años.

Carlos, de 2 meses de edad, había pasado eldía muy irritable y lloraba. Sus padres habíanintentado darle de comer, cambiarle el pañal,ponerle a dormir, ofrecerle el chupete a ver si secalmaba... y no obtenían resultado alguno. Alguienles dijo que si no tenía nada evidente es que tansólo lo hacía para tomar el pelo a sus padres ypara que estuvieran con él. Que lo mejor en estoscasos era dejarle llorar para que aprendiera allorar por cosas importantes. Al acostarlo por lanoche y cambiarle su ropita, los padres advirtieroncómo la etiqueta de la camisita que había llevadodurante el día había irritado su nuca y la tenía muyroja. Desde entonces saben que siempre que sequeja su hijo debe de ser por algo aunque ellos nolo vean.[13]

El problema es que a veces los adultos no sabemos porqué llora el niño, o no lo adivinamos y creemos que el niño

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pretende tomarnos el pelo o que es un niño «rabietudo».«¿Qué es rabietudo?», se preguntará. Este concepto lo

oí en boca de los padres de un recién nacido para«explicar» que su hijo sería un niño tendente a las rabietasde mayor porque, como lloraba mucho sin saberse elporqué, así lo habían augurado todos en la familia. Lo tristees que, como les había salido «rabietudo», debían marcarlemuy de cerca porque si no de mayor sería terrible. No sabelo difícil que era para mí imaginarme la situación de aquelbebé, que debía de tener alguna molestia (hambre, elcalcetín enganchado en un piececito, la etiqueta de la roparozándole la nuca), y con sus padres sin atenderlo porquepensaban que era «rabietudo».

Vea estos casos:[14]

CASO 1: Carlos es un hermoso bebé de 7 meses. Supadre se dispone a cambiarle el pañal y al niño no lehace gracia. Su padre le obliga, lo acuesta en elcambiador e inicia la maniobra con la oposición delmenor. Cuando consigue terminar, comenta con supareja lo mal que se ha portado el niño.

Carlos tan sólo es un niño al que el pañal le molesta, ya

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que es más cómodo ir sin pañal (pruebe usted, si quiere, enpleno verano; hay pañales para adultos). El pañal es algoque ponemos los padres para nuestra comodidad, pero losniños se criarían mejor sin él. Carlos no es malo, no quieretomarle el pelo a su padre, ni es rabietudo, simplementesufre una molestia incomprendida. Si su padre lo supiera,seguramente le hubiera distraído para que no llorara ohubiera esperado un poco más a ponerle el pañal.

CASO 2: Bea, una encantadora niña de 12 meses, seniega hoy a terminar el plato de puré que le hapreparado su abuela, mientras que todos los días se locome sin dificultad. Cuando llegan sus padres, la abuelales recrimina el comportamiento de la niña y les insta aque la eduquen mejor.

Por mucho que un niño pueda tomar cada día unadeterminada cantidad de comida, no quiere decir que«siempre» pueda tomar la misma cantidad. Hay días en quese tiene más hambre que en otros y momentos del día enque pasa lo mismo. Seguramente Bea no tenía hambre esedía, y comer más de la cuenta le produce una molestasensación de «estar demasiado llena» que su abuela no

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entiende. Es una molestia incomprendida.

CASO 3: Jorge tiene apenas 2 meses. Se ha pasadola mayor parte de la tarde llorando: en cuanto su madrelo dejaba en la cunita o en la hamaquita, empezaba allorar, y callaba en cuanto lo cogía en brazos. Por lanoche sus padres comentan lo mal que se porta el niño ydeciden ser más duros con él porque si no les va atomar el pelo en dos días.

Jorge es un bebé que, como todos, necesita contactocasi continuo los primeros meses. ¿Cómo puede pedir loque le hace falta? Pues como todavía no habla lo hace de laforma más simple y que cualquier mamífero captaría: siestoy mal, lloro; si estoy bien, callo. Por lo tanto: «Si mimadre me coge, callo; si me deja solo, lloro». Eso noimplica que les vaya a tomar el pelo cuando sea mayor,todo lo contrario: va a aprender que normalmente se leatiende y que si algún día sus padres no pueden hacerlodebe de ser por algo muy grave. A los 2 meses eso aún nopuede entenderlo, pero con el tiempo sí.

Los «malos comportamientos» o las «rabietas» quepuedan tener a estas edades son el resultado de no tener las

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necesidades satisfechas. Sus quejas son debidas a lasmolestias ocasionadas por estas necesidades no cubiertas.Cuando un niño está enojado o quejumbroso o irritable,simplemente significa que está tratando de satisfacer susnecesidades. Haga de su hijo un niño más feliz. Como dijoOscar Wilde: «La mejor manera de hacer un niño bueno, eshacerlo feliz».

¿Cómo se solucionan las molestiasincomprendidas?

Se tiene que dejar que el niño, esté dondeesté, consuma sinceramente sus deseos.

Francisco Ferrer y Guardia

Para solucionar las molestias incomprendidas podemosseguir los cuatro pasos que detallamos a continuación:

1. Tener información sobre qué es unbebé y qué se puede esperar de un bebé

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Imagine por un momento que alguien expone una quejacomo esta: «Tengo un niño de 2 meses que no quierecambiarse el pañal solo. ¡Hasta que no consigue que yo selo ponga no para de llorar! Si tan pequeño ya no me hacecaso, ¿qué no hará de mayor?».

Todo el mundo sabe que un bebé no puede cambiarsepor sí solo el pañal, por lo que la queja anterior nos haríareír. Pero, como aún tenemos mucho desconocimiento de loque son los niños, los casos 1 y 2 de este capítulo no noshan hecho reír.

Nuestra especie es una especie altricial, es decir quenuestro organismo debe madurar después del crecimientopara alcanzar las características del individuo adulto y senecesitan grandes cuidados maternales para sobrevivir. Encaso contrario, cuando las crías nacen ya muy desarrolladas(o pueden desarrollarse solas, sin cuidados ajenos), sellaman precociales (de precoz, rápido).

Los caballos y las ovejas serían precociales, puesto queal poco de nacer ya son capaces de andar y en menos deuna semana siguen el ritmo de la manada. Aparte de laalimentación (al principio necesitan la lactancia materna yluego son herbívoros), no habrá muchos más cambios en su

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vida que el crecer. Los peces, por ejemplo, aún necesitanmenos cuidados.

Pero nosotros no somos así, somos altriciales, es decirque nacemos inmaduros y necesitamos el cuidado de losotros para sobrevivir.

Imagine por un momento una piscifactoría: dejan loshuevos de pez fecundados en una piscina con alimentodentro y al cabo de un tiempo tenemos unas truchaspreciosas. Cuando nacieron, esos pececitos no necesitaronque sus madres «trucha» los criaran, les alimentaran, lescambiaran el pañal... Se criaron solos. Haga lo mismo conlos recién nacidos humanos (bebés): déjelos en unahabitación con comida dentro y al cabo de un tiempo allí nohay nadie.

Esa es la diferencia entre un altricial y un precocial. Poreso los precociales suelen poner muchos huevos o tenermuchas crías, ya que es más difícil que salgan adelantesolos. En cambio, los altriciales solemos tener pocas crías(los primates y los humanos, generalmente sólo una) perovenimos programados para darles un gran cuidado.

El bebé necesita un gran cuidado: si usted no se lo da, élse lo reclamará. Porque el bebé se siente morir si no hay un

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cuidador cerca. La supervivencia de la especie depende deque los bebés sean cuidados (¡y bien cuidados!); por esovenimos programados cuando nacemos con dos artilugiosque nos ayudan a ello:

Por un lado, el bebé tiene una especie de sextosentido, como un radar que capta cuando estásolo. El doctor J. Mckenna monitorizó a bebés ymamás que dormían juntos y notó cómo el sueñoy la respiración del bebé (entre otros) semodificaban según su madre estaba con ellos ono. ¡Incluso durmiendo notaban si faltaban susmadres! Pues ahora imagínese despiertos. Eldoctor Hoffer demostró que la separación de lasmadres (en este caso ratitas) alteraba más dequince funciones vitales del bebé, entre ellas, latemperatura, la frecuencia cardiaca, la tensiónarterial, los periodos de sueño y la actividad decélulas inmunitarias. Nuestros hijos, si se «notan»solos, reclaman un cuidador cerca porque no se«sienten» bien. Esa es la razón por la que unbebé, a pesar de que «parezca» que no tienenada, puede llorar: porque se encuentra solo.Por otro lado, los bebés también vienen

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equipados con un método de comunicaciónperfeccionado durante miles y miles de años deevolución: el llanto. El llanto es la forma decomunicación que tiene el recién nacido paramostrar su desacuerdo o molestia. Si usted no leatiende rápido, pensará que su «idioma» no es losuficientemente bueno y la próxima vez lloraráantes o más fuerte. A veces un niño es«excesivamente llorón» porque sus padres no hanatendido con prontitud sus requerimientos poraquella equivocada idea de: «Es que si lehacemos caso a la primera se malcría». Pues no:nadie pide lo que no necesita. Y si su hijo quiereestar con usted o tiene alguna otra necesidad, vaa demostrárselo en su idioma. ¿Y en qué idiomahabla un recién nacido si aún no le hemosenseñado ninguno? Pues en el único que tiene:¡llorar y quejarse!

El bebé es básicamente un ser vivo que necesitacontacto casi continuo y que sus necesidades vitales seansatisfechas cuanto antes; si no, se sentirá morir y se quejarácon lo único que sabe hacer para quejarse: llorar.

Conforme el niño se acerca a los 2 años, es capaz de

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estar algo más separado de sus padres. Las necesidades decontacto siguen siendo muy altas, pero la mayoría de niñospermiten pequeños tiempos en que les gusta no estar «enbrazos». El niño ya gatea y anda.

En esta edad más avanzada, entre 1 y 2 años, lasmolestias se reducen, ya que un bebé no tiene lenguaje yllora ante cualquier incomodidad, pero el niño de 1 a 2 añosya empieza a hablar y puede pedir, aunque sea con gestos,si quiere agua, comida o que le cojan en brazos, pero si setarda en atenderle incrementará su nivel de desesperación yde molestia.

Con esta información, seguro que cuando su bebé lloreva a saber que es un niño normal, que tiene un problema yva a intentar solucionarlo. No obstante, en el apartado«Para saber más», al final de este capítulo, le aconsejamosalgunos libros de crianza del bebé para los primeros años.

2. Hacer prevenciónDicen que amor se deletrea T-I-E-M-P-O, [15] y eso

es lo que necesitan nuestros hijos para hacer una buenaprevención de sus problemas en esta etapa.

Es lo que se denomina «inversión parental», es decir la

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cantidad de tiempo y cuidados que un padre debe dedicar asus crías. Los primates en general y el ser humano enparticular, son las especies que más inversión parentaldeben dedicar a sus desvalidas crías.

Si usted es de los que dispone de poco tiempo paracriar niños, mejor no tenga otro porque sus problemas van amultiplicarse. Si aún no ha encargado ninguno, mejor esperea tener algo más de tiempo.

¿Cómo sacar tiempo de donde no lo hay? Busqueayuda para hacer todo aquello que los demás puedan hacer,para que usted pueda cuidar al bebé, porque eso esprioritario que lo hagan los padres (y los niños loagradecen). Infórmese de los permisos de maternidad y/opaternidad que existen en su país y priorice a su bebé antecosas secundarias.

¿Y a qué dedicaremos ese tiempo con el bebé? Lanecesidad de contacto es de las más importantes en todoprimate. Fíjese en la cantidad de tiempo que los bebésorangután pasan en brazos de su madre y el tiempo queestas les dedican para amamantarles, asearles, etc. Siemprees mayor el tiempo que los niños necesitan de contacto quede otras cosas. Recuerde aquellos documentales del

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National Geographic en los que salen tribus africanas,amazónicas... en las que las madres llevan a sus hijospermanentemente cargados.

A mediados del siglo pasado (1950) H. Harlowdemostró que la necesidad de afecto era más importanteque las necesidades físicas (alimento). Por lo tanto, el hechode invertir tiempo con su bebé y darle mucho contacto haráque llore menos y se queje menos, con lo que solucionará lamayoría de los problemas de esta época.

Hay numerosos estudios que demuestran que los bebésno separados de sus madres lloran mucho menos. A modode ejemplo, podemos citar el de K. Michelsson, K.Christensson, H. Rothganger y J. Winberg, «Crying inseparated and non-separated newborns: soundspectrographic analysi s», Acta Paediatr. ,85(4), 1996, pp.471-475.

La lactancia materna es un calmante único para el niñoen este periodo. Al mamar del pecho de la madre, ademásde solucionar el hambre, que es uno de los muchos motivospor los que puede llorar, el bebé también cumple lanecesidad de contacto con su madre (¿alguien sabe cómose puede mamar a distancia?)[16] y la composición de la

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leche calma al bebé, ya que la glucosa reduce el dolor[17] yel triptófano también. Dar el pecho es una decisión quecompete a cada madre, pero para los niños no hay nadaigual.

Si usted quiere tener un hijo más tranquilo, que lloremenos y que casi no tenga molestias: 1. Dedíquele tiempo;2. Tenga mucho contacto físico con él, y 3. Atiéndalopronto.

Si además es alimentado con lactancia materna, lafrecuencia del llanto del bebé y las molestias que tiene sereducen visiblemente.

3. Intentar averiguarlas y solucionarlasEs difícil saber por qué llora un bebé. Pero por

experiencia sé que probando al final se encuentra. Lascausas más frecuentes suelen ser fisiológicas (hambre,sueño, pañal sucio, alguna molestia en el vestir, un picor...);empiece con estas a ver qué pasa. Es posible que su hijosólo quiera estar con usted; al fin y al cabo, es un seraltricial que necesita contacto por encima de todo; entoncesya verá cómo sólo con cogerlo en brazos y susurrarle algosuave a los oídos, se calmará.

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1. En general, intuimos lo que le pasa al bebé conalgo de antelación: «Sé que dentro de un ratotendrá hambre, falta poco para que tengasueño...». De 0 a 6 meses hemos de intentaranticiparnos a lo que pasará; así evitamos quesuba su nivel de estrés y eso es muy beneficiosopara un bebé. A partir de los 6 meses los bebéspueden gestionar un poquito más su estrés y nohace falta anticiparse, pero sí responder conprontitud.

2. Es posible que no adivine por qué llora el bebé oque él esté muy sobrepasado y por ello cuestecalmarlo. Entonces siga estos pasos:

1. Intente primero relajar al bebé: darle elpecho, el chupete, mecerle,susurrarle...

2. Mientras, usted intente tambiénmantenerse en calma.

3. Si usted pierde la paciencia, intentehacer turnos con otra persona que seamuy próxima al niño (el otro miembrode la pareja, la abuela, la canguro...)para que el niño se sienta seguro y se

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relaje.En bebés pequeñitos se ha comprobado que todo lo

que les recuerde al útero materno va muy bien paratranquilizarles. Por eso, el estar piel con piel con su madre,en un lugar tranquilo, sin excesiva luz, oyendo la voz suavede su madre y acariciándole, puede funcionar.

Hay una diferencia enorme entre una caricia y el masajeinfantil. Los masajes infantiles también funcionan muy bienen estos casos, pero por experiencia no los recomiendocuando el llanto del niño es muy descontrolado, sino sólocuando su malestar sea leve. Es mejor calmarlo primeroacariciándolo y, si queremos, después, una vez calmado,podemos hacerle un masaje relajante.

4. Permanecer con el niñoSi no lo averiguamos, hemos de tener el pleno

convencimiento de que le pasa algo; por lo tanto, vamos apermanecer a su lado e intentaremos al menos darle nuestroconsuelo, ya que no podemos ayudarle más. El eminentemédico italiano Augusto Murri (1841-1932) decía: «Sipodéis curar, curad; si no podéis curar, calmad; si nopodéis calmar, consolad». Lo que le tiene que quedar claro

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a un hijo durante toda la vida es que siempre que sufrió otuvo un problema sus padres estuvieron allí para ayudarle, oal menos para confortarle.

Es importante durante los primeros años de la vida deun niño dejarle bien clarito que «siempre» estaremos con él,que «siempre» le querremos y le cuidaremos, aunque aveces no nos guste «exactamente» lo que hace. Eso es labase de una personalidad segura, independiente y con unaautoestima capaz de soportar altibajos y adversidades.

Obstáculos para hacerlo bien

Antes de casarme tenía seis teorías sobre elmodo de educar a los pequeños. Ahora tengoseis pequeños y ninguna teoría.

Lord Rochester

Muchas son las teorías e ideas falsas sobre cómo es unniño. En primer lugar, cada uno es diferente. Ningúnconsejo, incluidos los que yo le doy, sirve para todos los

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niños por igual.En segundo lugar, hay ideas equivocadas sobre cómo

es el niño, cuando tanto la psicología como la neurología, lapediatría y la antropología ya hace años que se han puestode acuerdo en que el bebé es un ser que necesita muchocontacto y afecto desde que nace.

Existe una serie de mitos que proclaman que el niñotiene más molestias en este periodo y, por lo tanto, lloramás o reclama más atención.

Los niños así tratados se malcríanLa antropóloga Margaret Mead realizó hacecuatro décadas un estudio entre varias tribus delmundo y demostró que las más violentas eran lasque privaban a los niños del contacto físico conlos padres a edad temprana.La doctora Marcelle Geber tuvo la osadía decomparar la «tribu» europea y sus «civilizadas»costumbres (bebés pegados al biberón, enhabitaciones separadas, empujados en carritos)con 308 niños criados a la vieja usanza enUganda (amamantados a demanda,compartiendo cama, a lomos de sus madres). Su

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conclusión fue que los niños africanosaventajaban a los blancos en capacidad motriz yen capacidad intelectual durante el primer año.

Pues fíjese, no sólo no se malcrían, sino que salenmejor.

Eduard Punset, en un artículo titulado «¿Hay forma demejorar el bienestar?» (publicado en XL Semanal enfebrero de 2008), afirmó que la primera forma de mejorarloes querer a los hijos incondicionalmente.

Los niños nos provocanVea este caso:

María, de 9 meses, está sentada en su trona yjuega con un cubo de colores. Cuando se acercasu madre, lo tira al suelo. Su madre lo recoge y ledice: «María, no lo tires». Pero María no hacecaso, sonríe y lo vuelve a lanzar, esta vez máslejos, si cabe. Su madre lo vuelve a recoger y ledice más fuerte: «María, NO. No lo tires más»,mientras le devuelve el cubo. La pequeña Maríasonríe, mira a su madre y hace el ademán de tirarlo

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mientras su madre le grita: «NO, María, no lohagas» y conforme su madre se lo dice ella vaalejando su mano del cuerpo (con el cubo)mirando divertida a su madre. Cuando no puedeestirar más el brazo, sonríe abiertamente a mamá ydeja caer el cubo. Su madre lo recoge y no se loda. María llora y su madre se pregunta qué hahecho mal para que su hija le haya salido así.[18]

María está jugando. Eso es todo. Es un juego muydivertido que se llama «tiro un cosa que hace ruido y rebotaen el suelo y eso me divierte». Su madre no lo entiende ypiensa que la niña lo ha tirado adrede. Cuando se lo recogele dice que no lo haga más (es cansado recoger juguetes, yollevo muchos años haciéndolo y lo sé). Pero María noentiende el por qué y, con el único lenguaje que tiene, esdecir con su sonrisa y sus gestos, le dice a su madre:«Mamá, debes de estar equivocada porque no te dascuenta de lo divertido que es esto». Y para demostrárselolo vuelve a tirar y la mira sonriendo como diciendo: «¿Vescómo es divertido?». Pero su madre no la entiende, y leriñe.

María vuelve a hacer lo mismo, poco a poco, como

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pensando: «No puede ser por esto que mi madre se hayapuesto de esa manera, así que lo haré despacito y mirarédónde está el fallo». Lo hace despacio y su madre ponecara de enfadada y ella sigue y ríe para decir: «¡Mamá, quéexagerada eres! ¿No ves como no pasa nada?». Y dejacaer el cubo. Su madre no se lo vuelve a dar y María llora.

Hay muchas soluciones a este caso: bajar a María alsuelo para que juegue con el cubo (así no hay querecogerlo), jugar un rato con ella (seguro que no va a estartoda la tarde tirando el cubo, normalmente a los cincominutos se cansan), cambiarle el cubo por alguna cosa parachupar, etc. Pero, sobre todo, entender que es normal.

Puede parecer que los niños nos toman el pelo, que nosquieren provocar... pero es el adulto quien malinterpretaesas conductas infantiles. Los niños tiene sus razones,normalmente positivas, pero nosotros las interpretamos enclave negativa.

«Cuanto antes mejor». Y «debeacostumbrarse»

Muchas veces se utilizan estos argumentos para que lospadres pongan en marcha actuaciones con sus hijos que

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jamás hubieran realizado a tan tierna edad.Juan y Mercedes me contaban en consulta: «Vamos a

sacar al niño (3 meses) de la habitación porque ya nos handicho que cuanto antes mejor». Y yo contesté: «¿Por quéno le quitáis el pañal ahora también? Ya se sabe, ¡cuántoantes mejor!».

Los padres palidecieron porque quitar el pañal a los 3meses les iba a dificultar mucho el trabajo.

El desarrollo cerebral del niño hace que algunosprocesos como el aprendizaje con memoria a largo plazo, elrazonamiento, el lenguaje, la voluntad y la intencionalidad,entre otros, no sean posibles hasta los 4 años. Intentarciertas cosas antes es estar abocados al fracaso. ¿Se leocurriría enseñar a escribir a un niño de un mes?

Recuerdo infantil y felicidad adulta[19]

Es muy importante que durante este periodo de los 0 a los

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18 meses el bebé sea un bebé feliz, no sólo porque llorarámenos o porque tendremos una crianza más fácil, sinoporque lo que se graba en su cerebro es lo que hará que demayor sea más o menos feliz.

La mayoría de los padres queremos que nuestros hijossean felices, tanto durante su infancia como en la vidaadulta. Pero eso sólo es posible si lo que se va grabando ennuestro cerebro desde pequeños lo favorece.

Es de crucial importancia que propiciemos por todoslos medios un entorno seguro, afectuoso y de atenciónconstante, sin ninguna vivencia negativa, hasta que seacapaz de hacerle frente.

Cuando nacemos nuestro cerebro no está terminado.De hecho, tardará bastante tiempo en estarlo. Pero para eltema que nos ocupa la meta más importante se sitúaalrededor de los 2 o 3 años. En ese momento finaliza lamielinización del córtex cerebral, responsable de nuestramemoria explícita.

Hay varios tipos de memoria. La que más conocemoses la episódica y explícita: yo tengo un recuerdo en dondeme sucede algo o soy testigo de algo; es como si fuera unapelícula y lo voy recordando. Esta memoria no es posible

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tenerla antes de los 2 años, puesto que la mielinización de lacorteza cerebral (responsable de este tipo de memoria, asícomo del razonamiento, de la capacidad de abstracción,etc.) no está terminada. Por eso no recordamos lo que nospasó de pequeños, al menos durante los dos primeros añosde nuestra vida. Si alguien piensa que tiene recuerdos deesa época, no es cierto, no se puede. Es como si nosdijeran que un niño nació sabiendo andar o hablar: sabemosque es imposible.

Lo que seguramente habréis notado en vuestros hijos (yes lo que confunde a muchos padres) es que los niñosdesde que nacen tienen memoria implícita, un tipo dememoria que no se recuerda pero que modifica sin sabernuestro comportamiento. Oliver Sacks[20] lo explica muybien en uno de sus libros:

El Dr. Claparède (1911) tenía una pacienteafectada de amnesia de korsakoff, un tipo deamnesia en que cada día olvidan lo que sucedió endías anteriores (hay muchas películas sobre estetema). Un día que la despidió con un apretón demanos, la pinchó con una aguja que habíaguardado en la palma de su mano, sabiendo que al

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día siguiente no recordaría nada. A partir de ahí,cada día, cuando se daban un apretón de manospara despedirse, ella retiraba la mano comoasustada. Cuando se le preguntó el porqué, dijoque no lo sabía: «No sé, a veces las manos puedenhacer daño y apretar fuerte o pinchar».Evidentemente no recordaba nada, pero en sumente se había quedado grabada una señal dealarma ante las manos.

Es por eso que nuestros hijos lloran cada vez que venuna bata blanca: no saben por qué (incluso puede que elmédico sea diferente), pero tienen un signo de alarma quese les quedó grabado cuando un médico les hizo daño.

Hay padres que piensan que sus hijos tienen memoriade esas edades: «Fíjate, hace una semana se cayó en elparque y ahora cuando vamos no se separa de mí. ¡Quémemoria tiene!¡Yo ya ni me acordaba!». Pero no es eso. Elniño no recuerda exactamente que un niño le empujó y sehizo daño; tan sólo le quedó la impresión de que el parquees peligroso; no sabe por qué, pero le inspira temor. Nuncasabrá que por culpa de un vecino tendrá miedo de mayor alos toboganes. Nunca sabrá por qué la arena del parque le

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pone nervioso a sus 30 años. Porque el origen no serecuerda de forma explícita y episódica, sino que se grabade forma implícita, sin saber por qué.

Y eso es lo terrible. Hay cosas que pueden quedargrabadas antes de los 2 años que no sabemos que están ahíy que de mayores nos hacen actuar de una determinadaforma. Por eso muchos niños aprenden que quien les quiereles hace llorar y de mayores se dejan agredir por susparejas o aguantan vejaciones de quien ellos piensan queson sus amigos. Cuando en una terapia se busca una razónde ese comportamiento a veces no sale porque estágrabado a fuego en nuestro cerebro más antiguo yescondido. No recuerdan nada que les pueda hacer actuarasí, pero ahí está.

Como dice Oliver Sacks: «En los dos primeros años devida, aunque uno no conserva recuerdos explícitos, seproducen recuerdos y asociaciones emocionales profundasen el sistema límbico y otras regiones del cerebro en dondese representan las emociones, y estos recuerdosemocionales pueden determinar el comportamiento de unapersona para toda la vida».

¿Por qué «para toda la vida»? Cuando sufrimos un

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impacto emocional antes de los 3 años, no sólo quedagrabado en nuestro cerebro sin que sepamos el porqué,sino que, al estar nuestro cerebro en formación, las redesque se tejen pueden variar. Si un niño pasa la mayor partede su tiempo feliz, su tejido nervioso se enlazará en caminosy redes de optimismo, porque ese es el patrón que se leestimula. Si un niño pasa la mayor parte de su tiempofrustrado, su tejido nervioso le llevará por caminos depesimismo: «Si en el pasado se ha estimulado cierto patrón,aumenta la posibilidad de activar un perfil similar en elfuturo» (D. J. Siegel, 2007).

Es por eso que un bebé que recibe amor tiene másprobabilidades de ser feliz en su etapa adulta.

Antes de los 2-3 años deberíamos propiciar que lasemociones que se graban en los cerebros de nuestros bebéssean las de seguridad, autoestima y amor.

Algunas preguntas

Se dice que siempre hay que atenderles cuando lo

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pidan. ¿Hacer eso no es malcriarlos? ¿Dónde está lafrontera entre la atención permanente y las pautas dedisciplina?

La atención y el amor de los padres a sus hijos deberíaser siempre permanente e incondicional. Sólo así se puedeeducar bien en todo momento. Atenderlos siempre no essinónimo de malcriar, sino de educar correctamente.¿Acaso pensaríamos que un profesor que atiendeconstantemente a nuestros hijos los está malcriando?Cuanta más atención, seguramente habrá una mejoreducación.

Tengo una hija de 9 meses que no quiere sentarse enla trona para comer. Y no sé si obligarla o dejárselopasar. Me han dicho que la obligue, porque es lo quetiene que hacer, y si no la obligo y dejo que coma dondequiera la voy a malacostumbrar a que siempre haga loque le dé la gana. ¿Qué opina?

¿De mayor va a tener que comer en una trona?Seguramente no, así que no hace falta que la obligue acomer en una trona ahora porque en poco tiempo la va a

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tener que deshabituar. ¿Que dónde va a comer? Pues en suregazo, que es lo que se hacía antes. En mis tiemposmuchas familias no tenían tronas y las madres daban decomer con el niño sentado a sus rodillas.

En segundo lugar, a lo mejor la trona que le pone esincómoda, por lo que tiene todo el derecho a quejarse. Enmi caso mis hijos sí que se sentaban en la de casa, peroalgunos domingos íbamos a un restaurante que tenía unatrona muy incómoda y uno de ellos se quejaba. Losolucionamos llevando la nuestra. Puede que a su hija leresulte incómoda y se queje. Hágale caso.

En tercer lugar, a veces los niños se quejan no por latrona, sino porque comen separados del resto de su familia.Si la sientan a la mesa con todos, a lo mejor aguanta mejoren la trona.

Sea lo que sea, seguro que sus razones tiene, porque sile encantara la trona no protestaría, ¿verdad?

Soy mamá de un bebé de 3 meses. Antes dormíadurante el día en su hamaca sin tomar el pecho; ahorase levanta entre las 7:30 y 8 de la mañana, comienza atener sueño pero se duerme únicamente con el pecho enla boca, y si lo pongo en su cuna ya está despierto de

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nuevo, y por las noches es lo mismo. El médico me dijoque consideraba el pecho como su chupete, y que lodejara llorar, pero me da mucha pena y me pone muynerviosa escucharlo, y no se calma hasta que voy adarle de mamar. Pero también me preocupa no hacer locorrecto.

Es un error pensar que el pecho es sólo alimento. Elpecho es también la forma en que perciben los bebés queestán en territorio seguro (con mamá, en sus brazos y conalimento cerca). ¿Dónde mejor que al lado del pecho demamá para tranquilizarse y dormir?

No es que el niño utilice el pecho como chupete, sinoque son los chupetes los que se han inventado para simularel pecho, ya que en todas las culturas y en todos losmamíferos es común el hecho de tener las crías cerca delseno materno. El niño utiliza el pecho para aquello que se haconcebido: fuente de alimento y consuelo. Y es por eso quelos hombres han tenido que inventar el chupete paraaquellas mamás que limitan el acceso al pecho, porque lanecesidad de chupar el pezón materno es común en todoslos primates.

Conforme los niños se van haciendo mayores se

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destetan. En esos momentos tendrá que buscar una fuentede consuelo para su hijo (chupete, muñecos, besos yabrazos con mamá, cantar canciones, etc.). Por el momentopuede dejar de preocuparse.

Todos los padres queremos hacer lo mejor paraeducar a nuestros hijos. ¿Cuál es el truco para noagobiarse y no obsesionarse por ser un padre perfecto?

La perfección no existe, pero que un padre quieramejorar y llegar a ser perfecto me parece bien. El problemaes cuando nos agobiamos por ello.

Para solucionarlo hay que pensar que lo que ese padreentiende por perfecto a lo mejor es lo más equivocado; poreso, ante la duda hay que buscar una gran dosis deinformación veraz y ver cómo actúan los padres que ya hantenido varios hijos. En segundo lugar, la práctica hace queperdamos torpeza, así que hay que intentar hacer todoaquello que necesita el bebé (alimentarlo, bañarlo,acostarlo, etc.) desde el primer momento. Si no sabemoscómo hacerlo podemos preguntar, pero nunca delegar enotra persona esa actividad.

En tercer lugar, la flexibilidad es una cualidad que

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debería estar presente en la crianza: los padres inflexibles,incapaces de cambiar ante las nuevas circunstancias, suelenalejarse mucho de la perfección.

¿Por qué se dice que no hay que dejarlos llorar?¿Es de veras tan terrible?

Detrás del llanto de un niño siempre hay una causa, asíque hay que atender ese llanto mientras intentamosaveriguar esa causa. A veces sucede que la causa esimportante (una enfermedad, necesidad de ser alimentado,terrores nocturnos...); otras veces suele interpretarse por lospadres como no importante (necesidad de abrazos,consuelo, seguridad, ...), pero ello no quiere decir que parael niño no tenga importancia; por eso hay que atenderleigual.

Además, se ha comprobado que el llanto provoca enmuchos casos alteraciones emocionales y otras patologíasen el menor. No obstante, aunque no provocaran ningunaalteración en el niño, pienso que son métodos que no sedeberían usar, por lo inhumano de ese acto. El fin nuncajustifica los medios.

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Entiendo que hay que atender al bebé en lo quenecesite, pero el nuestro por la noche a veces sedespierta y llora. ¿Hay que dejar llorar al bebé duranteun tiempo determinado antes de acudir a su habitación?

No. Ante cualquier miembro de la familia, tenga la edadque tenga, que llore por la noche, siempre debemos acudir.Es lo que se hace en la mayor parte de los hogares: cuandouno tiene una mala noche siempre hay alguien que acude.

¿Quién no ha pasado una mala noche y aún se acuerdade aquel vaso de leche que le trajo su mamá? ¿Quién no hatenido una pesadilla y se sintió reconfortado por el abrazode su padre?

Actualmente se aconseja dejar llorar al niño un tiempodebido a la falsa idea de que si se despiertan es porque nosaben dormir, cuando en realidad el hecho de que noentendamos lo que les pasa no quiere decir que no les pasenada.

Para saber más

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Dunn, J., «La comprensión de los sentimientos: las primerasetapas», en Jerome Bruner y Helen Haste (comps.), Laelaboración del sentido. La construcción del mundo porel niño, Paidós, Barcelona, 1990, pp. 31-43.

Gerhardt, S., El amor maternal La influencia delafecto en el desarrollo mental y emocional del bebé,Albesa, Barcelona, 2008.

Gómez Papí, A., El poder de las caricias, Espasa,Madrid, 2010.

González, C., Bésame mucho. Cómo criar a tus hijoscon amor, Temas de Hoy, Madrid, 2003.

—, Un regalo para toda la vida. Guía de lalactancia materna, Temas de Hoy, Madrid, 2006.

—, Entre tu pediatra y tú, Temas de Hoy, Madrid,2010.

Jové, R., Dormir sin lágrimas, La Esfera de losLibros, Madrid, 2006.

—, La crianza feliz. Cómo cuidar y entender a tuhijo de 0 a 6 años, La Esfera de los Libros, Madrid, 2009.

—, Cariño y teta. Manual de instrucciones del bebépara torpes, Anaya, Madrid, 2010.

Juul, J ., Su hijo, una persona competente, Herder,

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Barcelona, 2004.Liedloff, J., El concepto del continuum. En busca del

bienestar perdido, Obstare, Tenerife, 2008.Small, M.E, Nuestros hijos y nosotros , Crianza

Natural, Barcelona, 2009.

Resumen

La etapa de las molestias incomprendidas se daentre los 0 y los 18-20 meses, sobre todo. Puedeser el caso de un niño que nota una molestia en elpañal (por ejemplo) y lo comunica con el únicolenguaje que tiene: el llanto y la queja.No es una rabieta, no es un problema decomportamiento: es una molestia para él y quiereque se la solucionemos, pues él no puede.Nunca en estas edades su comportamientoobedece a una maldad por parte del niño, puestoque el mecanismo que hace que el niño tengarazonamiento y pueda adquirir el concepto de

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maldad no se «desarrolla» hasta los 3-4 años.Para solucionarlas se pueden seguir estos pasos:

Tener información sobre qué es unbebé y qué se puede esperar de unbebé.Hacer prevención.Intentar averiguarlas y solucionarlas.Permanecer con el niño.

Hay muchas creencias erróneas que puedenhacer que esta etapa sea más difícil desobrellevar:

«Los niños así tratados se malcrían», o«Los niños nos provocan».«Cuanto antes mejor» y «debenacostumbrarse».La clave de la felicidad adulta está ennuestros recuerdos infantiles: que suhijo sólo recuerde buenos momentos.

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Capítulo VI

De 18 meses a 4 años. Etapa de lasrabietas

Es más acertado contener a los niños por elhonor y la ternura, que por el temor y elcastigo.

Publio Terencio Afer (195 A.C. - 159 A.C.)

RecomendaciónLe recomendamos que si tiene un hijo de edades

comprendidas en este capítulo, lea también el capítuloanterior. En el caso de que su hijo sobrepase la edadde los 3 años, lea también el siguiente.

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¿Qué son las rabietas?

La infancia tiene sus propias maneras dever, pensar y sentir; nada hay más insensato

que pretender sustituirlas por las nuestras.Jean Jacques Rousseau

Cuando el niño nace, como ser altricial que es, susupervivencia depende de que pueda mantener a uncuidador cerca. Por eso lloran más cuando se sienten solos.Los bebés no necesitan acostumbrarse a «estar solos»; yalo harán conforme vayan creciendo. ¿Y cuándo empiezaesto? Pues entre los 2 y los 4 años.

En el momento de nacer, el cerebro de un niño no estáterminado. De hecho, es como un ordenador nuevo: porfuera está completo, pero le faltan los programas que lohacen funcionar adecuadamente. Esos programas se instalanconforme el niño va creciendo y en función de lasexperiencias que vive: es lo que Hebb[21] denominó«desarrollo cerebral dependiente de la experiencia». NolascAcarín lo describía así: «Que el niño o la niña se sientaatendido, satisfecho y estimulado influye decisivamente en la

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construcción de su tejido nervioso, enriqueciendo susarborizaciones dendríticas y creando mayor contingente desinapsis y, contrariamente, frustrando su desarrollo si esdeficientemente atendido».[22]

Y es que, como ya demostrábamos en el capítuloanterior, los niños necesitan ser atendidos y satisfechos.

Pero los niños van creciendo y su cerebro vamadurando, hasta que alrededor de los 2 años (de hechoentre los 2 y los 4 años) termina la mielinización del córtexcerebral. Eso quiere decir que a estas edades el niño ya estápreparado para hablar, razonar, tener memoria episódica,etc., ya que todas estas habilidades dependen de nuestrocórtex cerebral.

Esa es la explicación de por qué, en general, nohablamos al nacer o por qué no recordamos nada antes delos 2 años. Esas funciones no puede tenerlas un reciénnacido porque su cerebro no está preparado aún. Porfavor, no pretenda que su bebé de 3 meses hable y razone.

En el momento en que empiezan el lenguaje y elrazonamiento (hacia los 2 años) el niño empieza a tenerideas propias, a saber que es un sujeto diferente del resto(ya empieza a utilizar su nombre o la palabra «yo» para

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referirse a él) y empieza a querer independizarse (lo que noquiere decir que lo consiga tan pequeño).

El resultado de todo esto es un niño que quiere meteruna pieza cuadrada en una redonda porque tiene ideaspropias de cómo se debe hacer el puzle. Que pinta lasparedes porque cree que van a quedar más bonitas o quetiene un sentido propio de dónde deben ponerse losguisantes antes de comerlos. Y cuando le llevemos lacontraria, eso va a provocar rabietas.

Porque una rabieta no es nada más que un deseo delniño enfrentado al deseo de los padres. Es una idea propiade un niño enfrentada a la idea que tiene el padre sobrecómo hay que hacer aquello. Y el niño, como no entiende loque pasa, se ofusca y estalla emocionalmente.

Yo no digo que la idea buena sea la del niño;normalmente lo aconsejable suele ser lo que dicen lospadres, pero en su rudimentaria forma de empezar arazonar el niño tiene unas razones que son muy importantespara él y las va a defender a capa y espada hasta que noentienda que las nuestras son mejores.

Las rabietas como camino a laindependencia y a la defensa de las propias

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ideasEs un periodo duro para los padres, puesto que los

niños lo cuestionan todo y se oponen a todo lo que noentienden. Pero eso es bueno porque hará que de mayoressepan cuestionarse adecuadamente las cosas. Usted noquiere un hijo que no se plantee los porqués y obedezcaciegamente; usted quiere un hijo que tenga ideas propias yquiera defenderlas mientras no le demuestren que las haymejores. Por eso siempre digo que la etapa de las rabietases buena y pobre del niño que no la pase, porque esoquiere decir que no tiene ideas propias o que le hanmachacado tanto que ya ha dejado de defenderlas.

Lo que no es bueno ni deseable es que provoquemosque el niño se ofusque y arme un escándalo en medio delsúper. Eso se puede evitar, y después explicaremos cómo,pero el hecho de que tenga ideas diferentes a sus padres esuna cosa buena que permite el debate sobre un tema y elaprendizaje de lo que es más correcto.

Cuantas más rabietas tenga el niño (o estas sean demucha intensidad), mayor es su grito pidiendo seraprobado, mayor es su necesidad de amor y aceptación; loque pasa es que con este comportamiento consigue lo

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contrario: que le rechacemos más, con lo que el problemase cronifíca.

En muchos de mis escritos suelo incluir una frase queexplica este hecho muy bien: «Quiéreme cuando menos melo merezca porque será cuando más lo necesite».[23]Porque estos comportamientos necesitan más cariño quecensura, más explicaciones que obediencia ciega, máscompañía que ignorancia. Puede que los niños esténequivocados, pero ignorar o censurar su comportamientono hará que aprendan el adecuado.

Las rabietas como aprendizaje de latransgresión

Esta etapa de las rabietas es buena para el niño, comoya hemos dicho, pero también para toda la familia. Detodos es sabido que la sociedad y la familia cambian, quizásahora más rápido que nunca. En mis tiempos lo habitual eracomer en casa; ahora lo normal es que los niños coman enel colegio y los padres cerca de donde trabajan. En mistiempos dábamos la vuelta al colchón cada semana (erancolchones de lana que había que mullir porque se quedabanaplastados de su uso); ahora ya no se hace. Hasta hace

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poco se creía que el uso prolongado de los ordenadores eranocivo para el niño; en cambio, ahora los van a poner seishoras al día en el colegio... ¿Qué es lo que hace quecambiemos de parecer? Entre muchas cosas, el darnoscuenta de que esas normas son obsoletas o que no nossirven.

Según la psicóloga Judy Dunn,[24] el aprendizaje quelos niños y niñas desarrollan para diferenciar las normassociales que son realmente importantes de las que no lo sonse hace con un mecanismo que se llama transgresión. Desdelos 2 años de edad, saltarse las normas parece elprocedimiento adecuado para explorar la realidadnormativa de la familia, ya que al hacerlo y observar lareacción de las personas adultas, los niños son capaces deestablecer qué normas son importantes, cuáles no lo son ycuáles sólo lo son a veces. Es por eso que, aunque parezcaque el niño quiera llevarle la contraria, lo único que estáhaciendo es comprobar si aquello es tan importante comoparece. Esto nos obliga, como padres, a replantearnoscosas: ¿realmente es tan importante que me pelee cada díacon mi hija porque no quiere llevar botas sino zapatillas dedeporte? ¿No es mejor que cada uno elija cómo quiere ir

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vestido? ¿No es mejor cambiar la norma de casa según lacual yo, como madre, tengo que elegir la ropa de todos? Yasí se cambian las dinámicas familiares. Aquellos padres queno hayan tenido que modificar en nada sus normas ycreencias porque sus hijos les hayan demostrado lo inútilesque eran, es que viven encerrados en un planeta irreal.

Las rabietas tienen fecha de caducidadComo colofón final podemos decir que, se haga lo que

se haga, las rabietas tienen un final que viene marcado por laedad. Cuando el niño crezca y disponga de un lenguaje quele permita comunicarse mejor o tenga un razonamiento másperfeccionado, entenderá mejor nuestras ideas y sabrádefender las suyas sin ofuscarse tanto. Si le quitas latelevisión a un niño de 3 años sin explicarle los motivos,llorará o pataleará, pero si se lo haces a un niño de 10 añoste preguntará primero por qué y luego criticará (aunque seaa gritos y con improperios) lo dictatorial de tu decisión.Pero no se tirará al suelo llorando y montando una rabieta.

La rabieta es típica de un niño que no tiene más armasque el llanto y la agresividad para defender lo que piensafrente a un adulto (mucho más equipado), por lo que a

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veces sólo le queda el derecho al pataleo. Según vayateniendo más herramientas (nivel de lenguaje, razonamiento,estrategias de negociación...), prescindirá antes de lasrabietas, ya que sabrá defender sus ideas de otras formas.Cuanto antes les enseñemos estas estrategias, mucho mejor.

Cómo prevenirlas

Al amar o alabar a un niño, no alabamos yamamos lo que es sino lo que esperamos que

sea.Johann Wolfgang von Goethe

En primer lugar, comprendiendo que el niño tiene susrazones, aunque no las entendamos; en segundo lugar,permitiendo que pueda hacer de cuando en cuando lo quequiere si no es nocivo para la salud, y en tercer lugar,distrayendo al menor con otra cosa.

No obstante, hay unos puntos que también sirven y hayque matizar más:

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La evitaciónComo decíamos en capítulos anteriores, la mejor guerra

es la que no se da.Si usted tiene un niño que cada día al ir al colegio pasa

por delante de un quiosco y le pide que le compre algo ycoge una rabieta ante su negativa, ¿no cree que es mejorcambiar la ruta para ir al cole?

Si ir al supermercado es un motivo de conflicto, ¿nopuede turnarse con su pareja para que vaya uno y el otro sequede con el niño? Dicen que ante el chocolate todaresistencia es inútil y los niños lo corroboran con todos losdulces, galletas y chucherías de los supermercados quequieren llevarse a casa. Por cierto, ¿se imagina por quéponen las chucherías en las líneas de caja? Porque sabenque por la caja pasa todo el mundo (niños incluidos) y quealgo pedirán mientras esperan a que cobren a su madre.Los expertos en marketing lo tienen todo calculado.

Paciencia y flexibilidadSi usted está convencido de que las rabietas son un

problema pasajero, que se pasa con la edad, eso le ayudará

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en este periodo. En cambio, si usted es de los que cree quesi no las soluciona a base de mano dura el niño será unmalcriado toda la vida, lo va tener muy difícil.

Para ayudarle a cambiar, por si fuera de este últimogrupo de padres, hay una pregunta que puede ayudarlemucho: ¿en cinco años esto importará?

Y es que las cosas tienen una importancia relativa y, aveces, castigamos muy duramente a nuestros hijos por algode lo que, al cabo de los años, nos reímos por loexagerados que fuimos. ¿Cuántos niños en un despiste desus padres han cogido unas tijeras y se han cortado el pelo,las coletas o el flequillo de su hermano? Con el tiempo nosreímos al ver las fotos: no pasó nada, tan sólo un leveperjuicio estético. Eso no se merece un castigo (bueno, alos padres sí, por dejar una tijera a mano de los niños; si lohubiera hecho la profesora, seguro que habrían ido aquejarse); en lugar de un castigo o quitarle las tijerasbruscamente, o decirle lo condenable que es aquello, esmejor distraerlo de las tijeras con suavidad y darle unaexplicación al niño: «Hasta que no aprendas a hacerlocorrectamente, el pelo mejor lo corta la peluquera o lospapas». Con lo primero (decirle lo mal que está o quitarle la

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tijera bruscamente) es probable que ganemos una rabieta,mientras que con lo segundo seguramente la evitaremos y elniño aprenderá quién debe cortar el pelo.

Las expectativas cumplidasLos niños no se conocen a sí mismos, no saben cómo

son, si son buenos o malos: lo saben por lo que les decimos,y como nos creen, porque ya se sabe que «mi papá lo sabetodo», acaban pensando que son así y comportándose así.Es lo que se llama expectativas cumplidas. Nosotrosterminamos siendo su espejo: si lo que ellos ven allí esbueno, crecerán con una autoestima alta, y si lo que ven esreprobación hacia su forma de ser, crecerán con unaautoestima baja.

Laura Gutman lo explica muy bien:

Los niños creen en los padres. Cuando lesdecimos una y otra vez que son encantadores, queson los príncipes o princesas de la casa, que songuapos, listos, inteligentes y divertidos, seconvierten en eso que nosotros decimos que son.Por el contrario, cuando les decimos que sontontos, mentirosos, malos, egoístas o distraídos,

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obviamente responden a los mandatos y actúancomo tales. Aquello que los padres —o quienesnos ocupamos de criar—decimos se constituye enlo más sólido de la identidad del niño.[25]

Podemos no estar de acuerdo con lo que ha hechonuestro hijo, pero nunca le censuraremos a él, sino a suconducta. Errar es humano y más en unas edades en las queno pueden razonar coherentemente, pero eso no implica sermala persona.

Dígale a su hijo lo maravilloso que es aunque el niño seequivoque en lo que haga o piense.

Cómo se solucionan

Cuando pones fe, esperanza y amor juntos,puedes criar niños positivos en un mundo

negativo.Zenón de Elea

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Hay dos formas dependiendo de si el niño tiene lenguajeo no. Los niños rayando los 18 meses es difícil que lotengan, mientras que a los 4 años casi todos lo tienen.

Empecemos por los que hablan o entienden bastante.

Hablando con el niño[26] y siguiendo lostres pasos

Comprensión. La primera palabra que deberíasalir de la boca de unos padres es decomprensión hacia su hijo. Es una de las partesmás importantes, porque cuando un niño sesiente atacado, o es presa de un enfado, en esemomento no puede escuchar a nadie, así que pormucho que le quiera educar cerrará sus oídos.Incluso algunos se los tapan para no escuchar.Intente comprender sus sentimientos. Vea:

Niño: «¡No quiero recoger lahabitación!».Madre: «Pues eres un desordenado, ydebemos aprender a recoger porque,si no, no podremos volver a jugar. ¿Esque no te das cuenta de que la

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habitación está muy mal? Y que...».A estas alturas seguramente ya se habrá

tapado los oídos o intentará escapar.Si lo hacemos con comprensión, el diálogo

podría ser:Niño: «¡No quiero recoger lahabitación!».Madre: «Es verdad, es un trabajopesado. A mí me pasa igual».

¿Usted cree que el niño se tapará las orejas oseguirá escuchando lo que tiene que decirle?Seguramente continuará escuchando.Educación. Lo segundo es educarle, pues esa esuna tarea que nos compete, y por tanto leexplicaremos qué se espera de él o lo que debehacer. Pero recuerde que deben ser frasescortas, porque en cuanto el niño vea que hay unsermón seguramente sus oídos volverán acerrarse a sus palabras. Los niños tienen una granfacilidad para desconectar. Veamos:

Niño:«¡No quiero recoger lahabitación!».

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Madre: «Es verdad, es un trabajopesado. A mí me pasa igual [paso 1:comprensión]. Pero hemos deaprender a recoger para que el día demañana seamos ordenados. ¿A que note gustaría tenerlo todo desordenado?Además, si no ordenamos lahabitación se pierden los juguetes yluego no los encontramos y nopodemos barrer ni limpiar yencima...».

¡Pare! Su hijo ya ha desconectado desde lasegunda frase. Él ya ha intuido que es un sermóny sabe el final.

Si quiere que su mensaje educativo llegue, aestas edades es mejor usar pocas palabras, asíque priorice una enseñanza de todas las quehemos nombrado antes. Si su hijo a partir deentonces lo hace siempre bien, enhorabuena,pero si no lo consigue, ya tendrá otrasoportunidades de cambiar la frase y darle másrazones de por qué debe ordenar su habitación.

Así que un buen ejemplo sería:

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Niño: «¡No quiero recoger lahabitación!».Madre: «Es verdad, es un trabajopesado. A mí me pasa igual [paso 1:comprensión]. Pero hemos de recogerpara mañana poder barrer; si no, no sepuede [paso 2: educación]».

Elección. Queremos adultos que sepan elegir,que sepan tomar sus propias decisiones, y nuncaenseñamos a los pequeños a hacerlo. Los niñosaprenden a tomar buenas decisiones si antespueden elegir por sí mismos. Nunca lo harán sisólo siguen órdenes. En este sentido la historiapodría desarrollarse así:

Niño: «¡No quiero recoger lahabitación!».Madre: «Es verdad, es un trabajopesado. A mí me pasa igual [paso 1:comprensión], Pero hemos de recogerpara mañana poder barrer; si no, no sepuede [paso 2: educación]. ¿Cómo loarreglamos? ¿Te digo dónde van lascosas y tú las vas metiendo? ¿O lo

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hacemos los dos a medias, un trocitode la habitación cada uno? [paso 3:elección]».

Su objetivo es que su hijo aprenda con eltiempo a ordenar, no que desde el primer día lohaga solo y bien, así que dele un par deopciones, y problema resuelto.

Es posible que su hijo le dé una nuevaopción: «Miras mamá, mejor mitad para cadauno y de mi parte me dices dónde van las cosas».¿Hay que aceptar esta nueva opción? Pues si noatenta contra la integridad física de nadie, sepuede aceptar. Al fin y al cabo, el niño acabarecogiendo, usted le enseña y se han ahorradouna rabieta. Y por si fuera poco ha aprendido atener ideas propias.

Veamos estos ejemplos:[27]Madre: «Nil, ¡es la hora del baño!».Nil: «¡No quiero!».Madre: «¡No me extraña, Nil, que noquieras venir a bañarte! ¡Con lo bienqué estás jugando! [paso 1:

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comprensión]. Pero tú sabes que cadadía antes de cenar nos bañamos,porque llegamos sucios del cole,¿verdad? [paso 2:educación]. ¿Qué teparece? ¿Te ayudo a bañarte, y asívamos más rápidos y puedes jugardespués, o te dejo cinco minutos másy te vas a bañar solo? [paso3:elección]».

El objetivo principal es que el niño se bañe, ylo hemos conseguido. ¡No importa que sea cincominutos antes o después de la hora!

Siguiendo estos pasos, no sólo conseguimosque nos haga caso, sino que además le estamoseducando mucho más que si le obligamos sinmás. Y encima aprende a tomar decisiones.

Vea este otro:Madre: «¿Por qué has pegado a tuhermana?».Niña: «Me ha roto el dibujo».Madre: «¡No me extraña que estés tanenfadada, con lo que te gustan losdibujos y el esfuerzo que pones! Es

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dibujos y el esfuerzo que pones! Esimportante dejarle claro a tu hermanaque eso no se hace. ¿No te parece?[paso 1: comprensión]».Niña: «Sí».Madre: «Bueno, pero ya sabes quepase lo que pase no se pega, ¿lotendrás en cuenta la próxima vez?[paso 2: educación]».Niña: «Sí, mami».

Tan sólo debe tener en cuenta dos cosas:1. Que el niño le escuche (intente

ponerse a su altura, o compruebe quele escucha aunque haga otra cosa), y siestá ya muy ofuscado, tranquilíceleprimero diciendo que todo tienesolución si lo hablan, pero que parahablar hay que estar algo máscalmados. Permanezca a su lado hastaque el niño ya haya dejado de llorar.

2. Que le siga escuchando, para lo cuales importante el paso 1 (comprensión)porque si el niño ve que le va a llevar

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la contraria cerrará sus oídos. No sigacon esta técnica si primero no hadejado bien clara la parte de lacomprensión. En todocomportamiento del niño hay unarazón, aunque no sea aceptable: dígaleque entiende su razón aunque no lacomparta.

¿Qué hago si mi hijo no cumple lo que hanpactado? ¿Entonces debo castigarle?

Si su hijo no cumple puede rectificar suactitud mostrando el camino, prestando su ayudao preguntando el motivo de su actitud.

Vea el siguiente caso:Madre: «Después de bañarte debesdejar la ropa en el cesto».Niño: «¡No quiero!».Madre: «No me extraña que noquieras; es mucho mejor ir a jugar queponer la ropa en el cesto [paso 1:comprensión]. Pero como es ropasucia la tenemos que lavar y si no estáen el cesto nadie sabe que debe

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ponerse a la lavadora [paso 2:educación]. ¿Cómo lo solucionamos?¿La pones tu a partir de ahora que yalo sabes o quieres que lo hagamos undía cada uno hasta que sea tucumpleaños? [paso 3: elección]». „

Imagine que al día siguiente le toca al niñoponer la ropa en el cesto y no lo hace. En primerlugar, le mostramos el camino: «Cariño,acuérdate de que debes poner la ropa en elcesto». Si sigue sin hacerlo, le prestamos nuestraayuda (al fin y al cabo, se trata de educarle;debemos ayudarle siempre que lo necesite):«Veo que sigues sin poner la ropa en el cesto,¿necesitas alguna ayuda? ¿Te pasa algo?».

Y si sigue sin ponerla, se puede acercar a él(lo anterior puede decírselo aunque esté en otrahabitación, siempre que esté segura de que laoye) y en plan reunión familiar decirle: «Ayer tecomprometiste a poner la ropa en el cesto. ¿Loentendiste? ¿Por qué no lo has hecho?».

A lo mejor se piensa que hoy también letocaba a usted, o se ha despistado de día. Sea

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tocaba a usted, o se ha despistado de día. Seacomo sea, con estos avisos la gran mayoría delos niños suelen tener suficiente.

Cuando el niño no habla (ni entiende)Puede que su hijo tenga un retraso en el habla, pero

usted sabe que le entiende; entonces puede aplicar lassoluciones que le dábamos en el apartado anterior. Peropara los más pequeñitos, para aquellos que apenas llegan alos 2 años, es muy difícil utilizar la técnica de los tres pasos.

Cuando el niño es pequeño, ni habla ni entiende. Poreso a la más mínima que se ofusque porque le hayamoscambiado una cosa de lugar o le hayamos prohibido algoque él cree que debería hacer, va a estallar en una rabieta.El problema es la falta de comunicación: los padres nosaben lo que pasa por su cabeza porque él no se haceentender, y el niño no entiende las razones de sus padres.

Lo único que podemos hacer es permanecer a su lado ydecirle frases cortas que reflejen lo siguiente: «Lo que nospasa es porque no te entiendo y tú no me entiendes a mí,pero mamá (o papá) va a quedarse a tu lado hasta queestés mejor y veamos cómo solucionarlo». Un niño de 2años no entenderá exactamente las palabras, pero llegará un

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día en que sí y entonces entenderá que siempre que tuvouna rabieta su madre estuvo a su lado preocupada porcómo podrían solucionarlo, y eso hará que en el futuro seenfade menos y se vaya reconfortando por la presencia ycontacto de su madre.

Muchos niños, cuando están ofuscados, no admiten elcontacto porque patalean o empujan. Si es así, manténgasea una distancia prudencial y vaya acercándose conforme suhijo le deje. Mientras, siga diciéndole que si eso sucede esporque no se entienden, pero que usted permanecerá a sulado hasta que esté mejor.

Obstáculos para hacerlo bien

Suelen estar basados en falsas creencias sobre lo que sonlos niños o lo que deben hacer. Entonces, si observamosestos comportamientos en ellos, pensamos que son malos ynos dedicamos a cambiarlos, cuando a veces no hace falta.Veamos:

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«Los niños deben comportarse como seles diga»

Pues no, los niños deben comportarse como niños.Hace poco, en la boda de una persona cercana, una

niña de unos 2 años y medio no hacía más que querer subiral altar; es normal que le llamase la atención ver a unafamiliar vestida de blanco. El resto de parientes sededicaron un buen rato a hacerla desistir de esamaquiavélica idea: la niña subía al altar y ellos, cogiéndolade la mano, la bajaban. Luego ya tenían que cargarla enbrazos, porque no había forma, y al final decidieron usarllaves, bolsos, gafas, etc., para distraerla, pero la cosa durópoco rato. Intentaron sacarla de la iglesia, pero se puso allorar a grito pelado. En estas el cura cogió el micrófono ydijo: «Por favor, la niña tiene la edad que tiene y hace lo quedebe hacer. Déjenla». Y mirando todo lo que habíaalrededor del altar y los peligros que pudiera haber para lamenor, concluyó: «No se preocupen, el altar es de piedra».A partir de entonces la niña subió, se quedó sentada al ladode la novia un buen rato y los problemas terminaron.

Los niños no pueden cambiar su naturaleza, al menos noa los 2 años. Es la idea de que los niños deben estar en los

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sitios, pero no comportarse como niños. Queremos quevayan a un restaurante y tengan unos modales que ni la másalta nobleza, que vayan a una tienda llena de objetosllamativos y que no toquen nada, que rían en voz bajaporque molestan, que... Antes de los 4 años, eso esimposible, porque los mecanismos de los que depende esecontrol (como, por ejemplo, la voluntad) no se consiguenhasta pasada esa edad, y algunos no lo logran hasta los 6años. Llegadas esas edades, intente enseñar a su hijoautocontrol; antes, está abocado al fracaso o el niño lo harásin entenderlo, sólo por miedo u obediencia ciega.

«Mi niño no comparte sus juguetes»Y usted tampoco, sea sincero/a.En nuestra sociedad los adultos no dejamos las cosas a

personas desconocidas y pretendemos que nuestro hijo enel parque deje sus mejores pertenencias (el cochecito deplástico, por ejemplo) al primer niño desconocido que seacerque.

En casa, cuando el niño va a tocar algo (y eso que es dela familia), le decimos: «No, la cristalería no se toca, que esde mamá. El vídeo no se toca, que es de papá. No puedes

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coger las cosas del abuelo. Eso déjalo, que no estuyo...».¿Qué le estamos diciendo? Pues que lo que es decada uno, los otros no lo tocan sin permiso. Su hijo loaprende correctamente, pero para sus cosas esa norma tanimportante no existe. Y claro, .él no entiende por qué y serebela.

¿Deja usted su coche al primero que pase? El cochecitode plástico de su hijo tiene un valor para él mucho máselevado que el suyo. ¿Cómo va a dejarlo? No censure ensu hijo estas actitudes, al menos a estas edades. De másmayor ya sabrá qué objetos quiere dejar y a quién. En micaso, soy una persona que me considero generosa, pero nodejo todo lo que tengo a todo el mundo. Creo que todoshacemos igual. Ese es un buen aprendizaje.

«Los niños se dejan engañar confacilidad»

Walter Scott decía que «el niño conoce instintivamentea su amigo y a su enemigo», y así es. Desprovisto de lacomprensión de la palabra hasta pasado el año, necesitaotros mecanismos para saber si una persona es afín o no, esamigo o enemigo. Para ello se ha demostrado que los niños

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poseen una interpretación de la comunicación no verbal, delos gestos e intenciones de los adultos, que ya quisieranpara sí muchos psicólogos.

Es por eso que, aunque queramos hacemos lossimpáticos delante de un niño, si no nos cae bien de corazónél lo notará y nos rechazará. Muchos adultos comentan:«¡Qué mal educado, le he dicho lo guapo que es y me hasacado la lengua!». Pues por eso, porque sabe que sólo loha dicho para quedar bien y que en el fondo piensa locontrario de lo que ha dicho.

La educación a largo plazoLos niños entre los 2 y los 4 años no entienden lo que

es hacer planes a largo plazo. No conciben la idea delmañana más que literalmente (el día siguiente al de hoy) y notodos a estas edades saben eso.

Los padres que quieren que su hijo coma verdura lohacen porque saben que le va a beneficiar en el futuro, peroel niño simplemente no la quiere hoy. No entiende el plannutricional que han elaborado sus padres para su correctodesarrollo; sólo sabe qué le apetece más hoy o qué no.Cuando queremos que un niño ordene su habitación, lo

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hacemos porque queremos que en el futuro sepaorganizarse; en cambio, el niño no quiere hacerlo hoy, peroquizás no tiene inconveniente en hacerlo otro día.

A veces el hecho de que se salte un día una cosa noquiere decir que el niño no querrá hacerla nunca más.¿Cuántos de nosotros nos hemos saltado una cena porqueestábamos llenos de la comida del mediodía? ¿Cuántos noshemos propasado en Navidades a pesar de saber que esmucho mejor otro tipo de alimentación? ¿No ha dejadonunca alguna tarea doméstica sin hacer un día porque no leapetecía y ha dicho que ya la haría al día siguiente?

«Nos toma el pelo: hay días en que lo hace y días enque no quiere». No, no es eso, no quiere tomarnos el pelo,aunque es cierto que un día le apetecerá más hacer unacosa, y en otros momentos no. El no ve si es una mejora ensu futuro; sólo percibe un incordio en el presente. Con eltiempo aprenderá a ver el tiempo futuro y a anticipar lo quese espera de él y ver qué acciones le van a favorecer másen el futuro.

«Debe empezar a acostumbrarse»Quizás sí, pero con dos salvedades:

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La primera es que deben hacerlo poco a poco, puestoque hasta los 4 años pueden no estar preparados paraadquirir verdaderamente un hábito. Antes de esa edad, todoes un juego. A los 2 años un niño no recoge la habitación delos juguetes porque su madre le haya inculcado ese hábito,sino porque juega a un juego que se llama: «Pongo losjuguetes donde mi mamá me dice»; por eso un día dejará dehacerlo: se ha cansado de jugar siempre a lo mismo por lanoche. Los padres se preocuparán creyendo que el niño lestoma el pelo, que no quiere recoger la habitación, que seráun desordenado toda la vida porque no recoge a pesar dehabérselo enseñado..., pero la realidad es más sencilla:simplemente se ha cansado de jugar porque nunca habíainteriorizado ese aprendizaje como un hábito. Por cierto, unconsejo: hasta los 4 años es mejor que el niño dedique aljuego el tiempo que dedicaría a ordenar su habitación. Lereportará más beneficios psicológicos, educativos,cognitivos y emocionales que recoger. Si quiere un bienpara su hijo, hasta los 4 años recoja usted (aunque a vecespuede pedir que la ayude) y luego ya le inculcará esaresponsabilidad. Muchos padres preguntan: «¿Y entoncesno será demasiado tarde? ¿Y si no lo aprende nunca ya?».

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Si su hijo hasta los 18 años no va a aprender a conducir,puede aprender a ordenar una habitación en cualquiermomento, ya que es más fácil.

La segunda es que los padres a veces queremosacostumbrarles a cosas que no tienen ni pies ni cabeza.Un día estaba comprando en un hipermercado de mi ciudadcuando vi a un niño de unos 2 años que lloraba y gritabaatado a una sillita de paseo. Estaba claro: quería salir. Sumadre seguía sin inmutarse (aparentemente) e iba por lospasillos cogiendo los productos que necesitaba sin hacerlecaso. En un momento determinado, coincidimos en la mismaestantería y nos miramos. Le dije lo más amablemente quepude en referencia al niño: «Creo que quiere salir». A lo quela madre me contestó: «Debe acostumbrarse». «Mire —lerespondí en tono cordial—, a no ser que su hijo seaparalítico, ningún niño debe acostumbrarse a desplazarse enuna sillita. Lo normal en nuestra sociedad es que la genteande».

Quizás el niño en cuestión fuese un «tocalotodo» y lamadre, en previsión, lo había atado a la sillita, pero llevarloallí atado gritando sin decirle nada, ni siquiera: «Lo siento,pero es que si no nos van a echar del súper», es una

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crueldad. Aparte de que no hay ninguna educación en talacto, ¿no sería mejor que la madre lo fuera acostumbrandopoco a poco a ir por el súper de su manita, sin tocar nada?

Pregúntese si aquello que cree que su hijo debeaprender tiene algún sentido y/o utilidad para su vida adulta(la del niño, no la suya, claro).

Algunas preguntas

¿Cómo recomienda usted tratar a un niño que noquiere comer persistentemente o que sólo comedeterminados alimentos y se niega a probar otros, comofrutas y verduras, por ejemplo?

Las últimas directrices de la Academia de Nutriciónamericana afirman que para lograr que un niño coma sanodeben hacerse tres cosas:

1. Que los padres coman sano. No vale que al niñole hagan comer una verdura que su padre noprobaría ni loco.

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2. Que los alimentos que se le ofrezcan al niño (yque estén en el hogar) sean sanos. No vale tenerla casa repleta de dulces, bollería, macarrones ypretender que el niño coma la verdura.

3. A partir de aquí el niño decide qué come, cuándolo come y cómo lo come. No vale forzar acomer, hacer comer a un niño en los momentosen que sus padres tienen hambre, sino en elmomento en que el niño tiene hambre (los padrespueden adaptarse). Y el niño decide la velocidaden que come y qué utensilios va a necesitar.

De esta manera, es más probable que coma alimentossanos y que no tenga aversión a ningún alimento.

De todas formas, los niños en periodo de crecimiento ylos adolescentes necesitan comer más hidratos de carbonoy proteínas que fruta y verduras. Es por eso que muchoscomen tan poco de estos alimentos: no es que no les gusten,sino que no los necesitan tanto y priorizan los que sínecesitan.

Usted recomienda intentar ver la vida a través delos ojos del niño para entenderle. ¿Cómo se hace esto?

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Intentando ponerse en su lugar. Hay que hacer unejercicio de imaginación para adivinar cómo se siente ycómo piensa en cada momento. Pero sobre todo hay querecuperar la memoria de la parte más feliz de nuestrainfancia y dejar que nuestros hijos puedan vivir la suya deuna forma feliz.

Quiero que mi hijo de 2 años y medio deje elchupete y se niega. Ya se lo he quitado varias veces ymonta unas rabietas que al final se lo tenemos quedevolver. ¿Qué hago?

El chupete va a dejarlo por sí solo algún día: no hayadultos que lo lleven. Ante todo hay que esperar que sea elmomento más adecuado; los 2 años aún es pronto paramuchos niños. Yo esperaría un poco más, hasta que pudieraentender lo que significa «dejar» el chupete. Si siguenecesitando el chupete más allá de los 4-5 años, podemosayudarle, por ejemplo, pidiéndole ideas al propio niño sobrecómo podríamos solucionar ese problema. La técnica de lostres pasos puede ayudar:

Paso 1. Entiendo que te guste el chupete, desdepequeñito lo llevas y te calma.

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pequeñito lo llevas y te calma.Paso 2. Pero habrás visto que los niños a estasedades ya no lo llevan.Paso 3. ¿Quieres que para dormir le des unbesito y lo guardamos en la almohadita o quieresque se lo regalemos a Papá Noel y te traiga unregalito?

En muchos países se utiliza a Papá Noel o los ReyesMagos para dar el chupete a cambio de algún regalito. Meparece bien porque el niño se desprende de algo que lecuesta y eso hay que valorarlo de alguna forma.

Para saber más

Faber, A.y Mazush, E., Cómo hablar para que sus hijosle escuchen y cómo escuchar para que sus hijos lehablen, Medid, Barcelona, 1997.

—, Padres liberados, hijos liberados, Medici,Barcelona, 2003.

Gerhardt, S., El amor maternal La influencia del

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afecto en el desarrollo mental y emocional del bebé,Albesa, Barcelona, 2008.

Ginott, H. G., Entre padres e hijos , Medici,Barcelona,2005.

González, C., Bésame mucho. Cómo criar a tus hijoscon amor, Temas de Hoy, Madrid, 2003.

Jové,R., La crianza feliz. Cómo cuidar y entender atu hijo de 0 a 6 años, La Esfera de los Libros, Madrid,2009.

Juul, J., Su hijo, una persona competente, Hender,Barcelona, 2004.

Liedloff,J ., El concepto del continuum. En busca delbienestar perdido, Obstare, Tenerife, 2008.

Siegel, D. J., La mente en desarrollo, Desclée deBrouwer, Bilbao, 2007.

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Winnicott, D., Conozca a su niño, Paidós, Barcelona,1970.

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Resumen

Una rabieta no es nada más que un deseo delniño enfrentado al deseo de los padres. Es unaidea propia de un niño enfrentada a la idea quetiene el padre sobre cómo hay que hacer aquello.Y el niño, como no entiende lo que pasa, seofusca y estalla emocionalmente.La etapa de las rabietas es buena, ya que elhecho de que tenga ideas diferentes a sus padreses una cosa deseable que permite el debatesobre un tema y el aprendizaje de lo que es máscorrecto.Todo niño debe pasar por esta etapa, porqueeso quiere decir que tiene ideas propias quedefender.Lo que no es bueno ni deseable es que el niño seofusque en esos momentos.Cuando el niño crezca y tenga un lenguaje que lepermita comunicarse mejor o tenga unrazonamiento más perfeccionado, entenderámejor nuestras ideas y sabrá defender las suyas

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sin ofuscarse tanto. Las rabietas se pasan con laedad.Hay muchas formas de hacer prevención:comprendiendo que el niño tiene sus razonesaunque no las entendamos, permitiendo quepueda hacer de cuando en cuando lo que quieresi no es nocivo para la salud y distrayendo almenor con otra cosa.Otras formas de prevención que vale la penatener en cuanta son: intentar evitar los problemas,ser pacientes y flexibles y tener expectativaspositivas de nuestros hijos.Una solución, cuando el niño ya tiene lenguaje, esutilizar la técnica de los tres pasos: comprensión,educación y elecciónSi el niño no habla, hemos de permanecersiempre a su lado explicándole en la medida de loposible que sentimos mucho lo que estáocurriendo y que si eso sucede es porque no seentienden, pero que usted permanecerá a su ladohasta que esté mejor.Algunas falsas creencias sobre cómo son losniños y lo que se puede esperar de ellos a estas

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edades son fuente de muchas rabietas. Evítelas ycambie.

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Capítulo VII

De 5 a 7 años. Problemas decomportamiento y de convivencia (I parte)

La aparición de un niño en el mundomodifica el entorno (…) y también hace quetodo se reacomode nuevamente; las cosas yano encajan igual que antes, porque con esteelemento cerca (…) cada cual debe cambiar supatrón, sus referencias.

Luis Antonio García

RecomendaciónLe recomendamos que si tiene un hijo entre las

edades comprendidas en este capítulo, lea también elanterior. En el caso de que su hijo sobrepase la edad

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de los 6 años y medio, lea también el siguiente.

¿Qué son los problemas decomportamiento y de convivencia?

Problemas de comportamientoConsisten simplemente en que el niño no se comporta

como nosotros esperamos en ese momento. Y eso es todo,porque el mismo comportamiento puede ser normal para unpadre y para otro no. Por ejemplo, ponerse a correr enmitad de un entierro, comer con los dedos o dibujar en lasparedes es algo que en algunas familias se considerainadmisible y en otras se tolera.

En nuestra sociedad está mal visto que los niños quieranir desnudos cuando no estamos en casa, pero en algunastribus los niños corretean tal cual los trajo su madre almundo con total normalidad.

Lo que sucede es que en ocasiones, cuando lescensuramos ese acto, puede que el niño no lo entienda y se

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ofusque y tenga una pequeña rabieta (a los 5 años aúnpueden ser frecuentes, pero conforme nos acercamos a los7 el niño se disgusta, pero ya no tiene la ofuscación de unarabieta).

La diferenciación básica para nosotros entre rabieta yproblema de comportamiento es que en la rabieta el niño seofusca porque no comprende la negación de sus padres(estalla emocionalmente) y en el problema decomportamiento el niño no se comporta como se desea y,aunque pueda enfadarse cuando intentamos modificar suconducta, no estalla tanto emocionalmente.

Problemas de convivenciaLos problemas de convivencia forman parte de la vida

diaria, de la de todos. Somos seres sociales y, al vivir ensociedad, resulta raro el día en que no tenemos problemillaspor el contacto y convivencia con otras personas. Aún másen una familia, compuesta por varias personas que convivenjuntas veinticuatro horas al día, 365 días al año. Es normal,pues, que surja algún problema de convivencia cuando sóloqueda un pedazo de tarta y se lo disputan dos hermanos, oun solo televisor y que cada uno quiera ver programas

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diferentes, o cuando tienen que compartir juguetes.Creemos que un problema de convivencia es algo

excepcional, cuando forma parte de la vida diaria y delcurso natural de las relaciones humanas.

En general, a todos ellos los llamamos conflictos. Soninevitables, a no ser que vivamos solos. Y ya se sabe: losconflictos es mejor solucionarlos porque todo lo quehagamos para evitarlos o negarlos suele empeorarlos.

El conflicto puede ser fuente de dolores de cabeza,pero es una oportunidad para aprender y mejorar. Dicenque el símbolo chino de crisis es el mismo que el deoportunidad, porque cuando se da una crisis siempre puedehaber una oportunidad de cambio y de mejora. Creemosque un conflicto es un problema, cuando en realidad es unaoportunidad.

No nos gustan los conflictos porque nos parece que sonuna amenaza, pero no es así: si nuestros valores sonadecuados y firmes, el conflicto no va a amenazar nada. Ysi no lo son, es mejor darnos cuenta lo antes posible ycambiar.

Por lo tanto, el conflicto puede ser saludable por lossiguientes motivos:

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Resolver un conflicto es un reto y lograrsuperarlo supone una crisis de crecimiento paratodas las personas que lo han experimentado.El conflicto dentro de la familia es, por tanto, unaoportunidad para que madre, padre e hijos(as) seconozcan más y mejor, para que los vínculosafectivos se fortalezcan y se construyan puentesnuevos de comunicación. Si nunca se da unconflicto, es que las personas que viven juntas notienen interacción entre ellas, y eso no es bueno.Alguien dijo que la única forma de que en unaempresa no haya nunca un conflicto entre susempleados es que cada uno trabajase siempreseparado de los otros y no pudierancomunicarse. Eso no es lo que queremos paranuestra familia.Saber solucionar conflictos nos ayudará no sólo apoder resolverlos en el futuro, sino también arebajar nuestro nivel de estrés ante esassituaciones. Los conflictos conllevan casi siempreestrés. Y el estrés aumenta el conflicto y dificultasu resolución. Por eso es importante queaprendamos a combatirlo, a romper esas

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situaciones en las que nos domina.Pero evidentemente hay un riesgo: a veces el conflicto

parece estancarse, volverse tan grande y tan grave que nosabemos qué hacer. Es como si nos superara. Por esohemos de aprender a resolverlos y prevenirlos.

Cómo prevenirlos

En la mayoría de estudios y trabajos que se han hechosobre este tema, hay una serie de recomendaciones que, sise llevan a cabo, parecen conseguir que los niños tenganmenos conflictos en la familia y que, en caso de que se siganproduciendo, se solucionen con más facilidad.

Hemos hecho una recopilación de los que nos hanparecido más importantes, extraídos de varios estudios,libros profesionales y artículos:

Debe haber una confianza fundamental en lanaturaleza buena del niño. Si usted cree que suhijo es malo, va a tardar más en solucionar los

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problemas. Véalo, si prefiere, al revés: si su hijopiensa que usted es bueno y que sólo le corrigecuando es necesario, va a dejar guiarse porusted; si cree que usted todo lo hace parafastidiarle, van a tardar más en solucionar lascosas. El hecho de que vea positivamente a suhijo es una gran ayuda.A veces acuden padres a la consulta con lo queellos creen que es «un pequeño diablillo», perocuando les hago ver lo maravilloso que es enalgún área, cambian su percepción.El hogar está centrado en el niño, en vez deen los padres. Los padres maduros yresponsables ponen las necesidades de los niñosantes que las suyas. Si usted es de los que creeque su casa no debe cambiar con la llegada de unhijo, va a tener más problemas. ¿Acaso deberácastigarle por coger un cuchillo si tiene loscajones con medidas de seguridad? ¿Acasodeberá reñirle por romper un jarrón si no hayninguno a su alcance?El papel de los padres es el de proveedor yprotector, no el de un controlador. Si usted va

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detrás de su hijo diciéndole todo el rato lo quehace mal, eso no es educar, sino acosar. No lecontrole ni le censure todo el rato, y si ve que elniño tiene un día en que muchas de sus accionesson equivocadas, hágale ver las más importantese intente hacer algo con él (un juego, salir a daruna vuelta...) para romper la racha.Se enseña principalmente por medio delejemplo (del modelo que dan los padres). No sepuede tolerar que un padre diga una cosa y hagaotra. ¿Le riñe porque no deja los juguetes a suhermano y usted tiene cosas que nunca le dejaríaa él? Y no hablamos de cosas peligrosas para elmenor.Se elimina el castigo. Se reconoce el dañoproducido por todas las formas de castigo y seprohíbe absolutamente. Se solucionan losproblemas, en vez de imponer castigos.No a los insultos y menosprecios entre losmiembros de la familia. Se debe proteger laautoestima del menor y su salud emocional ypsicológica.Las normas se basan en razones y se

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consensuan entre los miembros de la familia.Hay que explicarles a los niños la razón de unanorma, porque si no ven su utilidad les costarámás seguida.Las normas se razonan cuando se exigen. Elniño tiene derecho a preguntar el porqué de loque se le manda y a que se le dé una explicación.También se puede dar una explicación sin que elniño haya preguntado el porqué, ya que sientiende el motivo seguramente lograremos quehaga lo que le pedimos más fácilmente.Las razones que se dan intentarán poner demanifiesto el interés de la norma para el quetiene que obedecerla, no para el que laimpone. En esto se diferencia del chantajeemocional, que se caracteriza en que las razonesse dan en función de quien pone la norma. Porejemplo: «Cariño, debes lavarte las manos parano coger enfermedades», en lugar de: «Cariño,debes lavarte las manos porque sabes que amamá no le gustas con las manos sucias».Los miembros de la familia están dispuestos acambiar la norma si hay buenas razones para

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ello. Seguramente los horarios de acostarse vana cambiar (y deben cambiar) en función de laedad del menor.Quien obedece tiene derecho a discutir lanorma y las razones en las que se basa. Debeser escuchado.Las normas deben ser coherentes, de formaque tengan cierto grado de estabilidad. Estopermite que sean conocidas y predecibles, demanera que no estén en continua discusión. Novale decir: «En casa no se puede cantar», porqueel niño nos molesta, pero cuando viene laabuelita: «Cariño, cántale la canción de Shakira ala abuelita».La familia entiende que el juego es de vitalimportancia y, por lo tanto, procurará que hayalugares en los que el niño pueda jugar, tanto encasa como en otros espacios al aire libre. Lospadres debemos procurar lugares para el juegoen los que el niño pueda ser libre de explorar asus anchas, intentando eliminar los peligros delárea de juego. El niño debe poder mancharsedurante el juego, para lo cual se le debe

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proporcionar ropa adecuada, en vez de reñirle.El proceso de socialización en las normas vahaciendo cada vez más autónomos a los niños, yaque van asimilando las razones de las normas yautocontrolando su conducta. A lo largo delproceso, los niños deben participar cada vez másen la elaboración de las normas y las razones quelas justifican o las hacen criticables e, incluso, enel cambio de las mismas.

Cómo solucionarlos

Tanto si los problemas son a corto plazo como si puedentener larga duración, debemos ser generosos en expresionesde ternura con el niño cuando vayamos a corregirle. A nadiele gusta que le afeen la conducta; por eso, en esosmomentos debemos mostrarnos mis cariñosos que nunca.Que se den cuenta de que su comportamiento escensurable, pero que ellos siguen siendo encantadores ymerecedores de nuestro amor.

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Si nunca ha utilizado excesivamente expresionesafectuosas, es probable que su hijo recele. Imagine que sujefe le pide siempre las cosas gritando y, de repente, unbuen día le dice: «Estimadísimo/a, cuando pueda venga a midespacho». Seguro que usted desconfía de tanta amabilidady se teme lo peor. No se le ocurrirá pensar que su jefe hahecho un curso de «Cómo tratar mejor a sus empleados»,sino que la primera idea que cruzaría su mente será: «A verqué querrá este con tanta amabilidad, seguro que no tramanada bueno». Pues lo mismo ocurre con sus hijos: si noestán acostumbrados, al principio puede que desconfíen deusted, pero en cuanto se den cuenta de que usted se haconvertido en una persona amable, ya no desconfiaran más.

También deberíamos acostumbramos a hablar enfamilia. No hace falta que se instaure un día especial parahacerlo (aunque es una forma de actuar, y mejor esto quenada), sino aprovechar esos viajes en coche, esosmomentos sentados a la mesa, o la ida y vuelta del colepara comentar cosas. Hay padres que se creen quepreguntando cada vez que salen del cole: «¿Qué has hechohoy?» cumplen este objetivo. No es así; se trata de quenosotros les hablemos también y les expliquemos cosas y de

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que permitamos que ellos no expliquen nada si no quierenen ese momento, pero que sepan que cuando quieranhacerlo allí estaremos para oírles.

Si usted se prodiga en expresiones cariñosas y habla amenudo con su hijo, el resto es fácil. Para solucionarconflictos hay que tener en cuenta si son cosas a corto plazoo a largo plazo:

Si son cosas a corto plazo (por ejemplo, hoy noquiero hacerme la cama), se pueden solucionarcon la técnica de los tres pasos que hemosexplicado en el capítulo anterior. Veamos unejemplo para refrescar la memoria:

Madre: «Cariño, hazte la cama».Niño: «No quiero».Madre: «Entiendo que no quierashacerte la cama porque es pesado y tequita tiempo de jugar [paso 1:comprensión]. Pero todoscolaboramos en las tareas de casa yesta es una que puedes hacer tú [paso2: educación]. ¿Cómo losolucionamos? ¿Te pongo el

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cronometro de la cocina cinco minutospara que puedas jugar y luego lahaces? ¿O te ayudo yo ahora y así tequeda tiempo para jugar? Te dejoelegir, cariño [paso 3: elección]».

Recuerde que si después de llegar a un acuerdo el niñono lo cumple, debemos seguir mostrándole el camino(«Cariño, quedamos en que te harías la cama»). Si sigue sinhacerla, podemos ofrecerle nuestra ayuda («¿Quieres que teayude? ¿Quieres que te vaya diciendo cómo se hace?»). Y,si no, debemos hablar con él pidiéndole explicaciones por sino hubiera entendido a lo que se ha comprometida Y unavez que sabemos que lo entiende, le pedimos que lo haga oque aporte una nueva solución.

Si son cosas a largo plazo (no quiero que mihijo suspenda el curso), hay tres cuestiones queel padre o la madre debe plantearse:

1. ¿Qué es exactamente lo que quieroque haga o lo que quería que hubierahecho?

2. ¿Por qué motivo quiero que mi hijohaga esto?

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3. ¿Qué motivos quiero que él tenga parahacerlo?

A partir de aquí se le habla al niño teniendo en cuentalos aspectos que comentábamos en el apartado deprevención y se llega a un acuerdo.

Si ese acuerdo se rompe, se reúne la familia y sepregunta qué ha pasado (quizás el niño no lo entendió bien,quizás le ha sido difícil cumplir pero lo ha intentado). Sedeja que el niño se exprese.

Una buena idea en caso de incumplimiento espreguntarle: «¿Cómo lo harías tú si estuvieras en mi lugar ytuvieras que explicarle a tu hijo la necesidad de...?». Apartir de aquí se vuelve a pactar y se continúa el plan.

No obstante, recuerde que no hay una única solución.Se trata de encontrar la más adecuada a su familia.

Obstáculos para que todo vaya bien

Somos demasiado estrictos

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A veces somos tan estrictos que algunas cosas que notienen importancia en la mayoría de las familias son motivode conflicto diario en la nuestra. Un padre me explicaba queno le gustaba que nadie tocase su sillón y que eso eramotivo de castigo diario para su hijo de 6 años. ¿Vale lapena enfadarnos por un sillón?

Como muchos de ustedes saben, me dedico también ala psicología en casos de emergencias. ¡Cuántas veces nohabré visto madres llorando sobre el cadáver de sus hijosculpabilizándose porque lo último que hicieron con ellos fuereñirles por la comida o porque llevaban la camisa malpuesta! Escoja lo importante; créame, a la larga es lo únicoque cuenta.

Nuestros hijos se aburrenEl aburrimiento es uno de los factores que propician que

nuestros hijos hagan trastadas. Ya lo dice el refrán: cuandoel diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas.Por eso, si quiere que en su hogar haya paz intente que sushijos se lo pasen bien y realicen actividades que les gusten(a ellos, a usted no hace falta).

Un niño es un explorador nato y la inactividad y el

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aburrimiento le matan. Si su hijo, por muchos juguetes quetenga en casa, pasa demasiado tiempo encerrado, no tieneamigos ni hermanos con los que jugar y se aburre, entonceses una olla a presión que puede explotar en cualquiermomento.

Les exigimos lo que no les enseñamosSe les enseña a oír «no» y a acatar el «no». Sin

embargo, qué gran contradicción, no se les enseña amanejar la frustración. Les pedimos que estén atentos enclase, pero no cómo se hace. Queremos que no gritencuando están enfadados, pero no les explicamos cómopueden canalizar esa ira que sienten.

A un niño pequeño podemos, y debemos, enseñarle areconocer sus emociones. Cuando está enfadado leexplicamos que está enfadado, por qué lo está y qué puedehacer para volverse a sentir bien. Lo mismo cuando estánervioso, estresado, triste, etc. Parte de la inteligenciaemocional es reconocer las propias emociones, y en eso lospadres pueden hacer mucho trabajo. En este momento yase puede empezar a trabajar más con las emociones. Se lespuede enseñar formas de controlarse, de prevenir las

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emociones, cosas que pueden hacer para manejarlas mejor.Es importante empezar a trabajar con ellos la voluntad y

la contención. Por ejemplo: «Cuando estoy enfadado, enlugar de gritar, puedo... soplar, golpear un cojín...», yayudarles a que en esos momentos puedan realizar unaconducta que permita expresar sus emociones de una formamás efectiva y normalizada,

¿Existe realmente un deseo de resolver elconflicto?

Aunque parezca mentira hay padres que en el fondo nodesean resolver los conflictos. Los motivos son diversos. Enprimer lugar porque eso implica que deberían cambiar ellosprimero o hacer un esfuerzo en invertir más tiempo en laeducación de sus hijos, y no quieren. En segundo lugarporque el hecho de tener un «niño problemático» le aportaal padre o a la madre un beneficio secundario: la parejapasa más tiempo en casa, los familiares se conmueven y lesprestan más atención y ayuda, etc. Estos padres sereconocen fácilmente porque buscan un problema paracada solución que se les dé. La idea que quieren transmitires: «Es que nuestro caso es muy difícil», para que todo

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continúe igual.

Algunas preguntas

¿A qué puede atribuirse el mal uso del lenguaje(palabrotas) de un niño y cómo tratarlo? Parece ser quecuanto más se les regaña, más se obsesionan.

Ningún niño que hable castellano se levanta un día yreniega en alemán. Simplemente no lo ha aprendido. Sinuestros hijos dicen palabrotas es que las han oído. Por esoel primer paso debería ser vigilar el entorno.

Es verdad que cuanto más se les regaña más las usan,puesto que saben que es una cosa que molesta (verdaderafunción de la palabrota). Si no molesta, buscarán otrapalabra para explicar lo que sienten. No le regañe, pues esosólo hará que no la diga delante de usted (la palabrota ya sela sabe y no va a olvidarla). Hágale ver que ese lenguajehace quedar mal a la persona que lo usa fuera de contexto(hay contextos en los que decir tacos se considera

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aceptable; vea, si no, un partido de fútbol en directo).

Mi hijo de 6 años tiene muchos miedosinjustificados: miedo a los perros y las serpientes, aestar solo a la hora de dormir y a las personas extrañas.¿Qué puedo hacer?

¿Quién ha dicho que los miedos infantiles soninjustificados? Es normal que un niño pequeño tenga miedoa estar solo (no digamos ya a dormir solo), puesto que loshumanos somos una especie altricial, es decir quenecesitamos del cuidado de los otros para sobrevivir, y lopasamos mal si estamos solos en circunstancias en que nossentimos vulnerables. Por eso en los hospitales para adultosponen camas de acompañante: necesitamos en esosmomentos tener a alguien querido cerca. ¡Imagine lo queocurre con un niño! Si ciertos animales ya dan pavor a losadultos (perros, serpientes, abejas, etc.), ¿por qué nopuede tenerles miedo un niño? Y, en cuanto a las personasextrañas, viviendo en la sociedad en que vivimos, es mejorque un niño les tenga miedo mientras sea pequeño.

¿Tiene alguna contraindicación la tradición de

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algunas familias de dormir todos juntos en una camagrande hasta que el niño reclame su propia autonomía?Es que mi hijo de 5 años todavía duerme con nosotrosporque le gusta, y eso provoca tensiones en la familia.

No, ninguna. De hecho, es la forma en que actualmentese duerme en la mayor parte de las culturas de nuestroplaneta. Basta poner el ejemplo de Japón, un país muchomás avanzado que el nuestro en el ámbito económico y dedesarrollo, en donde compartir la cama toda la familia juntaes la forma más usual de dormir.

La educación de los niños muchas veces implicacontrariarles. ¿En qué casos se debe contrariar almenor y en qué casos hemos de respetar su voluntad?

No es cierto que la forma de educar sea contrariando almenor. Lo que pasa es que no tenemos una sociedadadaptada a los niños y hay situaciones peligrosas en que, enlugar de reñirnos a nosotros por propiciarlas, regañamos alos niños por querer investigarlas: si mi hijo coge un cuchillode la cocina, la culpa es más mía por dejarlo a la vista quesuya por querer cogerlo.

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No se trata de contrariar al menor o de que haga suvoluntad; se trata de educación. Cuando aprendí a conducirno me dejaron hacer las cosas como yo quisiera, perotampoco puedo decir que me contrariaran; simplemente meenseñaron a conducir.

Para saber más

Cornelius, Helena y Faire, Shoshana, Tú ganas, yo gano.Cómo resolver conflictos creativamente y disfrutar conlas soluciones, Editorial Gala, Buenos Aires, 1995.

Davis, Martha, Mckav, Manhew y Eshelman, ElizabethR, Técnicas de autocontrol emocional Martínez Roca,Barcelona, 1965.

Faber, A y Mazlish, E., Cómo hablar para que sushijos te escuchen y cómo escuchar para que sus hijos lehablen, Media, Barcelona, 1997.

—, Padres liberados, hijos liberados. Media,Barcelona, 2003.

Ginott, H.G., Entre padres e hijos , Medid, Barcelona,

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2005.Grose, M., Grandes ideas para educar sin discutir.

Plaza, Barcelona, 2002.Honoré, C, Bajo presión, RBA, Barcelona, 2008.Juul, J., Su hijo, una persona competente. Hender,

Barcelona, 2005.Monteros-Ríos Gil, M., Saltando olas, Plaza,

Barcelona, 2008.Northrup, G,Madres e hijas, Plaza, Barcelona, 2006.Soiter, A, Mi niño lo entiende todo, Media,

Barcelona, 2002.

Resumen

Problemas de comportamiento: se dansimplemente cuando un niño no se comportacomo nosotros esperamos en ese momento. Yeso es todo, porque el mismo comportamientopuede ser normal para un padre y no para otro.Problemas de convivencia: los problemas de

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convivencia forman parte de la vida diaria, de lade todos, pero en una familia, compuesta porvarias personas que conviven juntas veinticuatrohoras al día, 365 días al año, aún más.En general, a todos estos problemas losllamamos conflictos. Son inevitables, a no serque vivamos solos.Para evitarlos, es mejor seguir unas pautasdemocráticas en la familia, en las que todospuedan participar y se sientan escuchados.Para solucionar los problemas a corto plazo esmejor seguir la técnica de los tres pasos quehemos explicado en el capítulo anterior.Para solucionar aquellos a largo plazo primerohemos de tener claro qué se pretende y despuéspactar lo mejor entre todos. Si se incumplenestos pactos, las reuniones familiares pararesolver conflictos pueden ayudar.El hecho de que nuestros niños se aburran enexceso, ser demasiado estrictos y exigirles lo queno les hemos enseñado suelen ser los obstáculosmás frecuentes para que todo vaya bien.

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Capítulo VIII

De 8 a 12 años. Problemas decomportamiento y de convivencia (II parte)

Hemos aprendido a volar como los pájarosy a nadar como los peces, pero no hemosaprendido el sencillo arte de vivir juntos comohermanos.

Martin Luther King

RecomendaciónLe recomendamos que si tiene un hijo entre las

edades comprendidas en este capítulo, lea también elanterior.

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¿Por qué esta segunda parte?

Este capítulo es una prolongación del anterior en el sentidode que los conflictos se manejan de la misma forma. El niñode 8 a 12 años puede hacer lo mismo que uno de 7 parasolucionar sus conflictos. En este sentido, los conflictos setratan y resuelven igual que hemos indicado en los pasos delcapítulo anterior.

Pero los niños de 8 a 12 años tienen unos problemas yse interesan por unos temas distintos a los que suelen darseentre los 5 y los 7 años. Por eso en este capítulo vamos aver aquellos problemas diferentes a los de edadesanteriores, pero no los resolveremos porque eso puedehacerse con las instrucciones del apartado anterior.

Los consumidores de pantallas

A esta edad los niños (también las niñas) se convierten en

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verdaderos consumidores de pantallas. Este título, visto así,está exento de connotaciones negativas, y por eso me gustaemplearlo. En la consulta, los padres usan una expresiónque ha hecho fortuna por lo simple que es: «Se pasa el díapegado a la Play». Y con esto ya está todo dicho. Con estafrase resumen un montón de quejas sobre lo que el niñodeja de hacer por estar ocupado en algo que creentotalmente inútil, cuando no estúpido, como es jugar a losvideo juegos.

No es verdad que se pasen el día pegados a la pantallade la videoconsola. Si están escolarizados, durante lasemana sólo pueden jugar de 17.30 a 21.30, por ponerunos límites amplios. Pero, además, en esta franja horariatienen que merendar, realizar las actividades extraescolares,bañarse, cenar, hacer deberes, ver la televisión y más cosasque seguro que hacen. Por tanto, no son tantas horaspegados a la Play, ni es todo el santo día, como dicenmuchos padres.

Vamos a desmitificar algunas ideas sobre losvideojuegos antes de que piense que tiene un problema muygrave con su hijo.

Los videojuegos les gustan. Es verdad. Al fin y

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al cabo son juegos y a los niños les gusta jugar.Supongo que son muchas las variables que hacenque a los niños les gusten los videojuegos, perolo que sí sabemos es que están diseñados paragustar a los niños. La industria del videojuegomueve millones de euros y de dólares, inclusomás que la del cine. Detrás de muchas pantallitasestúpidas hay ingentes estudios de mercado,prospecciones, pruebas de imagen, confecciónde logos, guiones, actores, localización deexteriores, estudios de moda, estudios demarketing y millones y millones de eurosinvertidos para acabar creando un simplevideojuego. Es decir, están hechos para gustar alos niños, que son los que van a acabardecidiendo cuáles quieren que sus padres lescompren. Pretender que nuestros hijos seaninmunes a estos encantos es poco realista.Además, hay tal cantidad de tipos devideojuegos en el mercado que es difícil que noencuentren alguno que les guste. Desde juegos dedeportes (fútbol, baloncesto, atletismo), de rol,de fantasía, de puzles, de ingenio, de ciencia,simuladores, carreras de coches... Los niños van

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a encontrar el tipo de juego que les seduce y alque les gusta jugar. Sobre la conveniencia decada tipo de juegos, ya hablaremos un poco másadelante.Los videojuegos enganchan. Probablementenuestra actitud negativa frente a los videojuegosprovenga más del desconocimiento que de unamaldad intrínseca del producto. Hace más decuatrocientos años, un genio de las letras, donMiguel de Cervantes, escribía la historia de unpersonaje que enloqueció por haber leídodemasiados libros de caballerías. Ahora puedesorprendernos que alguien pensara que se podíaenloquecer sólo por leer. Quién sabe si en elfuturo también se reirán de nosotros por pensarque alguien pueda enloquecer por jugardemasiado a los videojuegos. Sé que hay centrosde tratamiento para adictos a los videojuegos,pero estoy convencida de que jugar avideojuegos no es la causa, ni tan sólo la causaprincipal de que esas personas se enganchen a lapantalla. También hay adictos al sexo y al trabajoy no por eso vamos a prohibirlos.

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La única razón de que los videojuegos enganchenes porque les gustan, pero por sí mismos nopueden hacerlo más de lo que lo hace una buenanovela. Por cierto, el día en que se ponía a laventa la tercera entrega de una trilogía demisterio, superventas en todo el mundo, de unautor sueco ya fallecido, unos padres llegaron ala consulta tarde porque «habían tenido que parara comprar el libro».Es preferible leer. Muchos padres me confiesanque preferirían que sus hijos leyeran en lugar dejugar. Bien, la única diferencia que le encuentroes que con la Play haces más ejercicio con lasmanos. Al fin y al cabo, las dos son cosas sehacen individualmente (bueno, en la Play puedesjugar con amigos, mientras que con el libro no),hay que posar los ojos en una superficie plana,utilizas la imaginación, y tanto en el libro como enla Play puedes leer, aprender idiomas, hacerejercicios... ¿Dónde está la diferencia? Además,como ya hemos visto, hay padres que seenganchan a novelas y a series de televisión másque sus hijos.

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Tienen pocas alternativas de ocio. Volvamos alinicio del problema: «Mi hijo está enganchado alvideojuego de la Fórmula 1». Pues nada, habráque cambiar esta situación. Damos la razón a lospadres y le decimos al niño: «Mira, para que note pases todo el día con la Play, deberías bajar ala calle a jugar con tus amigos al fútbol. Ah, queno puede ser porque vivís en la Gran Vía, pasanlos coches a más de 50 km/h y apenas hayaceras. Vaya... pues nada. Ve con tus amigos alparque a jugar a fútbol, que no hay coches. Ah,que a partir de las seis ya es de noche y tuspadres tienen miedo de que estés fuera de casa.Vaya... pues nada. Queda con tus amigos en lacasa de alguno para jugar en el jardín, bienvigilados. Ah, que no puedes quedar con tusamigos porque vivís alejados unos de otros,porque la casa de ninguno tiene jardín y porquelos padres no os pueden llevar y traer cada tarde.Vaya... pues nada. Mira, quédate en casajugando a la pelota en el pasillo con tu hermano.Ah, que no puedes jugar con tu hermano porqueno tienes (o es demasiado pequeño o demasiadomayor) y que no os dejan jugar en el pasillo

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porque las cosas se rompen o metéis demasiadoruido. Vaya... pues nada. Siempre puedes jugar aconstrucciones en tu habitación. Ah, que no te datiempo más que para preparar el terreno y yatienes que ordenarlo para ir a dormir. Vaya...pues nada. Bueno, puedes coger un libro y leer,aprender idiomas y música, ayudar en casa. Ah,que esto no es jugar. No, claro. Oye, ¿qué tal siles pides a tus padres que te dejen jugar a unjuego sin molestar, sin desordenar, sin ensuciar,sin salir de casa y sin posibilidad de que te hagasdaño? Ah, ¡que ningún problema! Perfecto. Sellama video-juego. Si no les gusta, pídelesalternativas reales, no buenas intenciones».Ayuda a los padres en el día a día. Lo mismodel párrafo anterior sirve también aplicado a lospadres. Piense lo complicado que es ofreceralternativas de ocio diario a los niños en lascondiciones actuales, con las limitaciones quesufrimos todos: de espacio, de tiempo, dededicación, de conocimientos... Es muy probableque al principio hayan sido los propios padresquienes hayan alentado a sus hijos a jugar con los

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videojuegos, ya que eran las únicas horas detranquilidad en la casa, cuando el niño estabajugando con la tele. Como el ser humano tiende arepetir las conductas gratificantes y a evitar lasdesagradables, probablemente la «adicción» delniño a la consola no sea sólo cosa de este, sino elresultado de sumar un niño aburrido, unaactividad poco molesta y una falta de alternativareal. Si realmente está preocupado por lacantidad de tiempo que su hijo dedica a losvideojuegos, intente que pase menos horasjugando porque tenga una alternativa real. No escuestión de limitarles el tiempo de juego, sino deofrecer otra cosa que hacer. Puede planteárseloincluso como un reto para usted mismo: disminuirlas horas de videojuego haciendo que se interesepor otras actividades.Podemos usarlos para educarlos. Hay variasopciones. Una es ayudarles a escoger juegos quetengan un importante componente educativo. Nome refiero únicamente a aquellos que enseñanidiomas, o a los que son como concursos depalabras, cálculos, conocimientos y demás, sino

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que los hay que obligan a pensar y a diseñarestrategias más que simplemente apretar elacelerador o disparar a todo lo que se mueve.Está demostrado que los niños que practicanajedrez tienen un mejor promedio de notas quelos que no lo hacen. El ajedrez es un juego deatención, estrategia y táctica. Hay muchosvideojuegos con estas características. Otraopción es aceptar que los videojuegos son partede la vida de nuestros hijos y que, por tanto, lesgusta comentarlos. Podemos escucharles cuandohablan de que les ha ido bien o mal tal carrera ode que les han acorralado y matado en uncallejón virtual o de que no saben si es mejorinvertir en plataformas de petróleo o en turismointerespacial. Hablen de lo que hablen, tengamucho sentido o no para nosotros, es nuestrohijo el que habla y se proyectan él y su entornoen todo lo que dice. Podemos usar su interés enalgo (por virtual que sea) para hablar con él yentender su forma de ver el mundo, y parahacerle entender cuál es nuestra forma de verlo.Más aún, para demostrarle que nos importa loque dice y lo que opine, aunque tanto nosotros

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como él sepamos que habla de algo de lo que notenemos ni idea.

Visto todo lo anterior, queda claro que yo no piensoque los videojuegos sean malos. Es más, tampoco piensoque jugar mucho con ellos sea malo. Otra cosa es aceptarcualquier videojuego. Algunos son objetivamenteinadecuados para los niños: con extrema violencia,situaciones de sexo explícito, lenguaje claramenteinconveniente, etc. Es obvio que no recomiendo este tipo dejuegos. Pero volvemos a lo de antes. La industria delvideojuego se gasta millones en hacer artículos que puedanvenderse, por lo que hay infinidad de juegos que pasaríannuestro filtro sin mayor problema. Como siempre, se tratade implicarse un poco, averiguar lo que gusta a nuestro hijoy valorar los pros y los contras teniendo en cuenta tambiénsu punto de vista.

Vivimos en el mundo que vivimos y esto tiene difícilarreglo. Si tiene miedo de que su hijo se pase el díaenganchado a la Play, no sabe la que le espera. En laadolescencia siguen enganchados a las pantallas, pero ya node videojuegos sino de redes sociales. Es parecido a loanterior pero con el añadido de que ya no es un entorno

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seguro. Sería una postura inteligente acostumbrar a los hijosa compartir con la familia lo que sucede tras la pantalla yque los padres se impliquen más en lo que hacen los niñoscon su ordenador o su consola. Como siempre, nuestroshijos tenderán más a hacernos partícipes de sus peripeciasen la red si hasta entonces les hemos demostrado que loque nos explican nos intensa, aunque no dominemos elentorno del que están hablando.

Una última reflexión: muchos padres creen que losvideojuegos actúan en detrimento de la lectura. No es así:en primer lugar, hay niños que hacen las dos cosas y, ensegundo lugar, en muchos videojuegos las instrucciones sonescritas y «obligan» a los niños a leerlas. Ángel Gabilondo,ministro de Educación, ya lo dejaba claro en unasdeclaraciones a Europa Press en noviembre de 2010: «Yavaticinamos en su día el enorme peligro del ferrocarril, queiba a destruir los valores de Occidente. No vaticinemos quelas nuevas tecnologías significarán el final de la lectura».

Caín no habría matado a Abel si

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hubiera tenido su propio cuarto

Una vez leí esto en un anuncio de una tienda de muebles. Elpublicista estuvo inspirado al entender que una causa defricción entre los hermanos es la falta de espacio. Supongoque su análisis tampoco iba mucho más allá, pero la frasetiene cierta gracia. Está claro que todos tenemos nuestranecesidad de espacio. Los niños hasta los 7 años prefierendormir con sus hermanos, y a partir de allí, tarde otemprano reclaman su espacio: una habitación para ellos. Laedad en la que lo hacen puede variar mucho, por lo que lospadres no tenemos que planificarlo para una fecha concreta,pero sí debemos saber que llegará un momento en quepoder darles su espacio a cada uno de ellos facilitará muchola convivencia. No hace falta decir que en las casas en lasque no hay suficientes habitaciones, no hay más que hablar,pero si existe la posibilidad y los niños lo reclaman es unabuena idea hacerles caso y que tengan su espacio.

Compartir es el verbo que los padres más conjugan entercera persona del presente de imperativo. ¡Comparte!Para los padres, el niño tiene que compartir sus cosas y suhabitación con sus hermanos, sus pertenencias con

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cualquiera que se las pida e incluso sus juguetes con otrosniños del parque. Poco importa que los mayores noprediquen con el ejemplo. Cuando los niños llegan a ciertaedad tienen conciencia de propiedad y pueden tenerperfectamente claro qué es lo que les apetece compartir yqué no. Puede ser que los padres veamos como un valor ainculcar en nuestros hijos el de la generosidad, y por eso lespedimos que compartan sus cosas. Sin embargo, esto no sesostiene. Lo que le pedimos al niño es que acepte fastidiarseun rato y le deje algo suyo a otro niño.

Estamos tan acostumbrados a que cojan y suelten cosasde forma caprichosa cuando son pequeños que pensamosque el hecho de que prescindan puntualmente de las cosasque le interesan tiene muy poca importancia. Puede ser conniños muy pequeños, pero con niños mayores no.Respetarles también incluye reservar un espacio para ellos ydejarles potestad sobre las cosas que poseen. Comomínimo, hacer esto también sirve para que haya menosconflictos. Un truco sencillo es intentar duplicar los objetosde uso común que pueden generar conflicto (siempre que elprecio y el espacio lo permitan). Otro es pactar una formade compartir los objetos y el espacio. Días impares manda

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uno sobre la tele, días pares manda otro, por ejemplo. Conesto también aprenden a negociar las cosas que lesinteresan.

Los niños tienen derecho a decidir ytomar parte activa en su educación

A esta edad, los niños y niñas ya tienen conciencia de símismos y se han formado unos gustos y una cierta opiniónsobre cómo les gusta hacer las cosas. Ya no son merosreceptores de nuestras decisiones, sino que opinan yesperan que sus opiniones sean tomadas en cuenta. Ellostienen mucho que decir sobre su educación, sobre su modode vida y sobre su futuro.

Y esto no se limita a que escojan el instrumento musicalque quieren tocar (cuesta creer que muchos todavía nopuedan hacer ni tan siquiera eso), sino a que puedanrenunciar a estudiar música si no quieren. Esto exige unesfuerzo extra por parte de los padres para ponerse en

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lugar del niño. Muy a menudo, las razones por las que iosniños difieren de los padres no son porque opinendiametralmente lo contrario, sino por detalles a los que losadultos no damos importancia.

Volviendo al ejemplo de las actividades extraescolares.Parece ser que es obligado que nuestros hijos estudienmúsica y dominen un instrumento (lo cual no deja de sercurioso, ya que la mayoría de padres no quieren que sushijos se dediquen profesionalmente a la música). Vi en unaocasión en la consulta una familia que discutía porque lospadres querían que su hija hiciera música y ella, con 9 años,no quería de ninguna de las maneras. Las posicionesparecían totalmente opuestas, ya que los padres no queríantransigir, pues pensaban que con el tiempo ella llegaría aapreciar el arte que se le enseñaba y que había quedemostrarle que el esfuerzo puede ofrecer resultados de losque enorgullecerse. Ella seguía diciendo que no queríaestudiar música. El problema para la niña es que tenía claroque no valía la pena discutir con sus padres, porqueraramente le hacían caso. Al hablar con una profesionalresultó que las razones por las que no quería estudiarmúsica eran:

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No podía merendar en casa (uno de sus mejoresmomentos del día era cuando se preparaba untazón de leche con cacao delante de la tele).La sala de espera de la academia de música ledaba miedo (un sido oscuro, con poco ruido,sillas de madera crujientes y un pasillo largo).No le gustaba el instrumento (sus amigas nisiquiera sabían lo que es un chelo).

Visto desde la óptica de un adulto, estas razonespueden parecer estúpidas. Desde el punto de vista de unaniña de 9 años, son lo suficientemente importantes comopara decir NO a todo. A buen seguro valía la pena hablarcon la niña, entenderla y cambiar estos detalles paraconseguir que estudiara música, ya que ella en el fondo nose negaba a dar clases, sino a hacerlo en aquellascondiciones. Si se hubiera probado a cambiarlas, la niñahabría estudiado música. Bien, la historia no tiene un finalfeliz. Los padres no tuvieron la suficiente cintura pararevertir esta situación y a ella no le quedó más remedio queenrocarse en su postura. Al final no estudió música, puestoque nadie puede obligar a otro a aprender lo que no quiere.Vemos que, al final, las razones que tenía la niña para no

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estudiar no eran tan frágiles como parecía al principio, yaque los dos adultos no fueron capaces de vencerlas.

La literatura y actualmente el cine están llenos deejemplos de criaturas con un final desgraciado. La moraleja(judeocristiana) es que cuando el hombre quiere emular aDios creando seres a su imagen y semejanza, el resultado esnefasto. Véase desde Pinocho hasta Blade Runner, desdeFrankenstein hasta Robocop. Cuando queremos imponerun destino a un ser al que le hemos dado la capacidad depensar, el fracaso es inevitable. Lo entendemos claramenteen el cine, pero nos cuesta más entenderlo en nuestra casa.Pensamos que nuestros hijos van a disfrutar haciendo talcosa y luego no es así. Creemos que para su futuro seráimportante que hayan hecho algo determinado y ellospiensan lo contrario. No se trata tanto de que haya un muroinfranqueable entre las dos ideas: la nuestra y la de ellos.Nos tenemos que poner a su nivel para intentar entender dedónde nace la disparidad. No tiene por qué estar en unavisión totalmente distinta de la cuestión. A menudo se tratade pequeños detalles a los que ellos conceden muchaimportancia y que para nosotros son cuestiones pequeñasfácilmente subsanables con un cambio de estrategia.

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Es bueno hacer este ejercicio de intentar entender alotro, ya que conseguimos principalmente dos cosas: laprimera es que el otro entienda que se le respeta, se levalora y se tienen en cuenta sus opiniones; la segunda esque haciéndolo así es más probable que consigamos quehaga lo que pensamos que tiene que hacer, aunque seaadaptándolo un poco a su manera. Volviendo al ejemplo dela niña que no quería estudiar música: seguro que a lospadres les faltó dedicar tiempo a hablar con ella y averiguarcuáles eran las razones de su oposición, ya que no lohicieron en ningún momento. Pero probablemente tambiénles faltó establecer unas prioridades sobre lo que queríanque la niña hiciera. La cuestión era que estudiara música.Que lo hiciera necesariamente a la hora de la merienda, enun centro oscuro y con un instrumento no adecuado,probablemente eran cuestiones secundarias que podíancambiarse o pactarse. Pretender colocar todo el lote sinopción a regateo, pactos o discusión es lo que finalmentehizo que la postura de la niña fuera de intransigencia total.La idea final de los padres es que su hija era unacaprichosa, e incluso una perezosa. En este caso, la falta deimplicación de los padres termina ocasionando una visión

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negativa del niño.Empiece por dejarles elegir parte de su ropa, peinado,

decoración de la habitación. Usted no quiere un niñosumiso, sino alguien que sepa tomar buenas decisiones.Mejor que las empiece a tomar a su lado; más adelante lohará pero sin usted. Ayúdele a tomar buenas elecciones, yeso sólo se consigue tomando decisiones.

Los niños de esta edad se adaptanmejor a los cambios que nosotros

Esto es así en buena parte porque lo que para nosotros esun cambio respecto a un estado anterior, para ellos essimplemente su realidad. No pueden echar en falta la épocaen que los niños podían jugar a canicas en la calle, porquepara ellos eso nunca ha sido así. Lo mismo con los juegos,las actividades extraescolares, la relación con las abuelas ytantas otras cosas. No echan en falta el sabor de lostomates de antes porque para ellos sólo existen los actuales.

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Por eso ya piden tener un móvil a los 10 años. Si losmóviles existen y nos permiten hablar con quien queramos ycuando queramos, ¿por qué no tenerlo? Nosotros podemosvalorar lo bueno y lo malo que tienen los móviles, inclusocompararlos con esa otra época en que a la familia laveíamos más a menudo y podíamos ir a casa de los amigoscuando queríamos. Pero esto ya no es así. Se hademostrado que el móvil es la manera más eficaz parahablar con alguien cuando queramos. Además, es unaparato electrónico moderno y con diseño atractivo, ¿cómono van a quererlo? De nuevo, el móvil es tan sólo unaparato. Neutro. Ni bueno ni malo en sí mismo. El uso quehagamos de él es lo que marcará la diferencia. Está claroque los padres pueden esgrimir un montón de excusas parano comprarlo, pero ¿qué razones pueden ofrecer?Probablemente haya más motivos para tenerlo que para notenerlo. Otra vez tenemos que replantear la situación,establecer nuestras prioridades y ver con el niño sirealmente es una buena idea o no el acceder a su petición,ya sea de un móvil, como de un ordenador, como de ir (¡ono ir!) una semana de acampada. Muchas de las cosas quequeremos que nuestro hijo haga o no haga, tenga o no

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tenga, se basan en nuestra experiencia, y los tiempos hancambiado y la realidad de nuestros hijos es otra totalmentedistinta. En absoluto digo que haya que acceder a todas suspeticiones, pero sí pienso que es importante valorar en cadacaso el porqué de nuestra respuesta.

También es acertado saber qué hacen los compañerosde clase de su hijo, porque a lo mejor con lo que usted leniega a su hijo le está convirtiendo en el «raro» de la clase.

Sobre los deberes

Por mi parte yo no estoy a favor de los deberes; es más,estoy en contra. Como todo en la vida, tienen su partebuena y su parte mala. Sin embargo, pienso que lo quetienen de bueno puede conseguirse por otros medios.

Vea esta anécdota personal: «Cuando mi hijo mayortenía unos 8 años (en tercero), su profesora mandó unoscuadernitos de deberes para el verano. Como era amigamía fui a hablar con ella y le pregunté por qué mi hijo debíahacer deberes en verano si había superado todas las

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materias. "Es para que no pierdan el hábito de trabajo; conuna horita al día tienen bastante", me contestó. "¡Ah, claro!—le respondí—. Tienes razón. ¿Y vendrás tú a casa o te lollevo yo a la tuya? Es que no me gustaría que perdieras tuhábito de trabajo en vacaciones, ya sabes que cuando losmaestros volvéis en septiembre estáis un poco despistados".Sonrió y me dijo: "Vale, que no haga los deberes"».

Pienso que hacer los deberes es una costumbre quearrastramos de épocas anteriores y que aplicamos sin más.Cuando surge la duda de si son necesarios o no, adecuadoso no, aparece quien recuerda que el trabajo nos hacefuertes mentalmente y que la repetición consolida losaprendizajes, con lo que se zanja la cuestión. Pero haymuchos otros aspectos a tener en cuenta. El primero y másobvio es: ¿es verdad que hacer trabajar a un niño en casa,fuera del horario escolar, le va a hacer un adultoresponsable? Permítame dudarlo.

Hay una cosa que yo valoro mucho en las personas,que es su capacidad para poner atención en lo que estánhaciendo. O lo que es lo mismo, su capacidad paradesconectar. Me gusta estar con gente que cuando trabajava al grano y que cuando descansa disfruta de su tiempo

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libre y no está pensando en el trabajo. Me irritan lasreuniones de trabajo que se prolongan innecesariamenteporque los asistentes divagan y me molestan las cenas conamigos en las que la conversación no avanza porque losinterlocutores están «ausentes». ¿Qué fomentamos con losdeberes: adultos responsables o adictos al trabajo? Quienquiera responder que lo haga, yo ya tengo una opiniónformada. Por otro lado y volviendo al gran argumento: larepetición consolida el aprendizaje. Es verdad. También larepetición consolida el aburrimiento. Se les pide a los niñosque sean eficaces, que sean listos, que sean pulcros. Luegose les manda deberes repetitivos, aburridos y a menudo sinninguna creatividad. Por mi parte, necesitaría ejercer todomi autocontrol para mantener la misma caligrafía al copiar elenunciado del décimo problema, una hora después deempezar los deberes en casa.

Eso sí, los deberes son totalmente transversales, quierodecir igualitarios. Los tienen que hacer todos los niños porigual, tanto los que necesitarían un refuerzo real en clasepara seguir el ritmo de sus compañeros, como lossuperdotados que van por delante de los demás y paraquienes hacer tareas repetitivas es poco menos que un

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martirio. Iba a decir que son democráticos, pero no es así,porque no se han decidido entre todos sino que losestablece el profesor. A menudo también son injustos. Lospone el profesor como represalia porque algunos se hanportado mal; los pone indiscriminadamente, para los que lonecesitan y para los que no. También en ocasiones los dictael profesor con la mejor de las intenciones, no lo dudo.

Pero lo que nadie sabe es que los deberes puedenatentar contra los derechos del niño: «Los Estados Partesreconocen el derecho del niño al descanso y elesparcimiento, al juego y a las actividades recreativaspropias de su edad y a participar libremente en la vidacultural y en las artes» (artículo 31 de la Convención de losDerechos del Niño).

Un niño que va a la escuela, que sale a las cinco de latarde pero que no llega a casa hasta las ocho porque haceactividades extraescolares, no debería hacer deberesporque no tiene tiempo de ejercer su derecho al descanso yal juego. En ningún sitio está escrito que los niños debanhacer los deberes y sí que tienen que tener tiempo paraemplearlo libremente en lo que les dé la gana.

Así, vemos que los deberes tienen todos los

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componentes para no gustar a los niños. Son pesados,repetitivos, suponen un esfuerzo y tienen un coste deoportunidad en tiempo importante (el tiempo que debendedicarles y que no pueden aprovechar en otras cosas). Silos deberes no les gustan y tienen que hacerlos, van a seruna fuente de conflictos, obviamente. Una parte de lasolución pasa por darles razones para que entiendan que lostienen que hacer (si pensamos que los tienen que hacer).También podemos ayudarles facilitándoles al máximo elpoder hacerlos. Como nos pasa a los mayores, a veces danmás pereza todos los preparativos previos que el trabajoconcreto en sí. Si les dedicamos un tiempo y les ayudamosa vaciar la cartera, mirar en la agenda qué tienen que hacer,preparar la mesa en la que trabajar, resumir qué esexactamente lo que hay que hacer, asegurarnos de que loentienden y dejarlo todo preparado para que finalmentesólo quede por hacer lo que es la tarea escolar propiamentedicha, el esfuerzo que tienen que hacer los niños esmuchísimo menor y, por el contrario, el trabajo académicoes exactamente el mismo. Probablemente consigamos quelos deberes se hagan con un coste en conflictos familiaresmucho menor.

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También se puede hacer un pacto con ellos para que loshagan más a gusto. Una amiga mía me contó que habíainstaurado el día de libre disposición del alumno: un día altrimestre les dejaba elegir faltar al colegio para haceraquello que no podían hacer de ninguna otra forma (visitarel trabajo de papá o de mamá, ir de visita a la guardería a laque habían ido de pequeños, etc.) a cambio de hacer losotros días los deberes sin rechistar. Los niños estabanencantados y ella feliz de no perseguir a sus hijos para quehicieran los deberes. ¡Ah!, y ese día tenían la tarde libreporque, como no habían ido a la escuela, no tenían deberes.

En el borde del abismo

Este libro habla de resolución de conflictos. De cómo hacerpara tener una convivencia agradable con los hijos, decómo evitar que tengan rabietas, de cómo darles másopciones y, en definitiva, de qué podemos hacer los padrespara que no opten por la solución violenta que es la rabietacuando son pequeños y otros actos cuando son mayores.

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Se ha puesto especial énfasis en lo que podemos hacer lospadres y los educadores, ya que entiendo que la decisión decastigar o no es del cuidador. No creo en el «no me dejasotra opción» y en el «me duele más que a ti». Cuando existeun conflicto entre un niño de 3 años y un adulto, nopodemos culpar al niño por no tener solucionesimaginativas. No soy de la opinión de que haya que culpar aalguien, pero sí podemos exigir al adulto que busquesoluciones, aunque estas a menudo le supongan un cambiode planteamiento y una mayor dedicación, tanto en tiempocomo en preparación.

En ocasiones discuto de esto con otros psicólogos,pedagogos, maestros o simplemente opinadores que están afavor del castigo (no físico... ¿o sí?) y de la mano dura.Desgraciadamente me da la impresión de que son mayoría.Entonces invariablemente aparece la cuestión de qué hacercon el rebelde malo, malísimo. La pregunta vendría a ser así:«Ya, ya, ¿y qué haces con ese chaval de 15 años que noescucha en clase, que le da igual ocho que ochenta, queconsume porros, se pega con sus compañeros, amenaza asus padres, que ya le han expulsado tropecientas veces delinstituto y que le da igual todo lo que le puedas decir y

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todas las amenazas que le puedas hacer? ¿Eh?». Bien, elpanorama no es muy alentador. Sin embargo, desde elpunto de vista de resolución de conflictos es bastantesencillo. ¿Por qué Colón descubrió América? Muy fácil.Como no le dejaban ir a la India por el este, probó a llegara la India por el oeste. El camino era inexplorado yarriesgado, de acuerdo, pero lo que sabía con seguridad esque el único camino probado era inviable.

Con estos chicos sucede lo mismo. Con la mayoríapasa que la única interacción que han tenido con laautoridad ha sido a base de gritos, castigos, amenazas eincluso golpes. Se ha hecho mal con ellos desde el principioy se ha insistido en el error. Llevado ya al extremo,cualquiera que haya tratado con delincuentes nos podráexplicar que los insultos, las amenazas y los castigos apenasobtienen alguna recompensa, no logran ningún cambio en laactitud. Muchos niños aprenden a lo largo de su vida queante una disparidad de criterios manda el que es más fuerte,el que grita más o el que puede imponer su idea, sin tenerque pasar por el complicado paso de la negociación. Estose les ha enseñado cuando se ha cortado su disidencia deun bofetón («Me duele más que a ti») o se les ha privado de

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algo agradable por haber hecho algo mal («No me dejasmás remedio»).

Al hilo de esto, recuerdo siempre una tertulia de la radioen la que se comentaba el caso aquel en que unos chicos declase alta rociaron con gasolina a una indigente en un cajeroautomático y le prendieron fuego. El caso es espeluznante ylógicamente se habló de ello durante mucho tiempo. Elhorror de un suceso así, como seres humanos que somos,nos mueve a buscar una explicación razonable. Y más eneste caso en el que los atacantes era «niños bien». Comodecía, escuchaba una tertulia de la radio y un periodista yamayor, de reconocido prestigio, dijo que este caso se habíaproducido porque estos chicos no habían oído nunca lapalabra «no». Nunca se les había negado nada en casa. Lareproducción no es textual, pero casi. Lo que me llamó laatención no fue lo superficial del análisis, ya que es lohabitual en las tertulias, sino que alguien a quien se le suponeun cierto bagaje intelectual suelte sin más una teoría tansimple y tan falsa. No habían oído nunca un «no» porrespuesta. ¿Pues de dónde venían? ¿Es que eran marcianosrecién adoptados? Es imposible que alguien no oiga «no» ensu vida, que le digan sí a todo. Aun en el caso de la familia

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más complaciente, el niño también convive con susmaestros, con los niños de su clase y con niños de otrasclases y otros cursos superiores. Pretender que tres chicosde clase alta son capaces de cometer un asesinato porquenunca han sido frustrados en sus caprichos es un insulto a lainteligencia. Por mi parte, no tengo más información sobre elcaso, pero no me extrañaría que detrás de todo hubiera unahistoria de soledad y desarraigo en la infancia yprobablemente de falta de cariño, y estoy convencida deque es mucho más complicado que eso.

La forma en que tratamos a los niños influye en cómocrecen y en lo que se convierten. En esto estamos todos deacuerdo. Sin embargo, los trastornos psicológicos existen.Por eso haríamos bien en identificar en cada caso qué es loque le pasa al niño que tenemos delante. Los trastornos delcomportamiento a menudo no son más que trastornosadaptativos (una respuesta inadecuada a una situación dada,por decirlo de una manera clara y concisa). Así, un chicoque responde con violencia a una frustración puede seralguien que ha aprendido mal lo que debe hacer ante unacircunstancia de ese upo. Allí donde el entorno ve maldadsolamente hay una respuesta inadecuada a una situación

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complicada. Esta situación puede cambiarse porque todoslos aprendizajes pueden revertirse. Un buen comienzo es noañadir más leña al fuego por nuestra parte e iniciar unacercamiento en los términos que se han barajado en ellibro. Si parece que es demasiado tarde o no se consiguenresultados, una buena idea es acudir a un profesional, perorecuerde que hay que convencer al chico para que vaya a laconsulta. Llevarlo de la oreja tampoco sirve de mucho.

Existen otros trastornos psicológicos que se manifiestancon alteraciones del comportamiento, algunos menorescomo la cleptomanía y los trastornos adaptativos quecomentábamos y algunos más importantes como labúsqueda de sensaciones, los trastornos de personalidad, lapsicopatía, etc. En estos casos el consejo de un profesionales muy importante, porque las soluciones son mucho máscomplejas, cuando las hay. Sin embargo, estos trastornospsicológicos son poco frecuentes y generalmente lo quevemos los psicólogos son conductas desadaptativas a causade déficits familiares.

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Para saber más

Corneuus, Helena y Faire, Shoshana, Tú ganas, yo gano.Cómo resolver conflictos creativamente y disfrutar conlas soluciones, Editorial Gala, Buenos Aires, 1995.

Davis, Martha, Mckay, Matthcw y Eshelman, ElizabethR., Técnicas de autocontrol emocional, Martínez Roca,Barcelona, 1985.

Faber, A. y Mazlish, E., Cómo hablar para que sushijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos lehablen, Medid, Barcelona, 1997.

—, Padres liberados, hijos liberados. Medid,Barcelona, 2003.

Ginott, H. G., Entre padres e hijos. Medid, Barcelona,2005.

Grose, M., Grandes ideas para educar sin discutir,Plaza, Barcelona, 2002.

Honoré, C, Bajo presión, RBA, Barcelona, 2008.

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Resumen

Los conflictos a estas edades se puedensolucionar con las mismas estrategias que en elcapítulo anterior. El hecho de redactar estecapítulo es porque hay una serie deproblemáticas que en otras edades no se dan yvale la pena hacer una reflexión sobre ellas antesde intentar verlas como un conflicto.Los videojuegos no son malos, incluso puedenser muy positivos. Para empezar, mire a quéjuega su hijo y no tanto las horas que pasa ante lapantalla.Los videojuegos pueden crear adicción, pero nopor el juego en sí. Normalmente suelen ser niñosfaltos de otras cosas los que se refugian en elvideojuego. Averigüe qué le pasa a su hijo.Llegada una cierta edad, los niños necesitanintimidad, un rincón para ellos, tener sus secretosy su diario. El hecho de tener que compartirlocon un hermano puede dificultar la convivencia.Consiga que cada uno pueda tener pequeñosespacios propios.

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Los niños tienen derecho (y así consta en laConvención de los Derechos del Niño) a tomarparte activa en su educación, a elegir cosaspersonales y a que su opinión se tenga en cuenta.Los niños viven en una sociedad cambiante y seadaptan mejor que nosotros. No les frenemos, yaque ese mundo es su futuro. Intentemos que seadapten a él en lugar de negarles el acceso. Si lohacemos con ellos, podremos colaborar en susdecisiones; si no, lo harán solos un día u otro (ylo peor es que pueden hacerloequivocadamente).Hay una idea equivocada sobre los deberesescolares. Atentan contra el tiempo de ocio quepueden disfrutar nuestros hijos y muchas veces esuna inversión de tiempo que no sirve para nada.Hay que replantear qué se hace, por quéy sobretodo si hay que hacerlo.Puede que haya conflictos que le planteen sushijos a estas edades, pero eso no quiere decirque en la mayoría se deba intervenir paramodificarlos, puesto que no hay nada malo enellos. Si cree que hay que intervenir, las ideas del

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capítulo VII sobre cómo resolverlos tienen lamisma utilidad.

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TERCERA PARTE

Poniendo las cosas en su sitio

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Capítulo IX

Erradicación del castigo físico

Pegar a los adultos se considera unaagresión. Pegar a los animales se considerauna crueldad. Pegar a los niños es «por subien».

Consejo de Europa [28]

¿Qué es el castigo físico?

Todo el mundo cree que lo sabe, pero no es así.Hasta hace unos pocos años todo dependía de dónde

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ponía uno el listón: algunos pensaban que un azote o uncachete suave no entraba en la categoría de castigo físico.Pues bien, ya me dirá si lo de «suave» se mide con laopinión del niño o la del padre. Un bofetón no deja de serun golpe: la diferencia entre un bofetón y un puñetazo es queen uno la mano está abierta y en el otro cerrada.

Hay quien utiliza la expresión «dar un bofetón atiempo», como si el hecho de que el bofetón tenga unhorario incorporado le pudiera quitar importancia. Y es quelos adultos tenemos una habilidad especial para pervertir ellenguaje y crear palabras que nos hagan sentir mejor. Nosincomodaría decir que golpeamos a nuestros hijos, queutilizamos la violencia contra ellos, y para eso inventamospalabras menos «culpabilizadoras» para lavar nuestrasconciencias. Así tenemos que en nuestro país nadie dice quegolpea a los niños, pero puede que les den «una bofetada atiempo» o una «colleja»; en inglés tienen sinónimos comosmacking o spanking, en francés se usa donner desfessées, y su equivalente en italiano es picchiare. Se llamecomo se llame, pegar es pegar.

Pero no sólo pegar es castigo físico. El Comité de losDerechos del Niño (CDN), el órgano de supervisión de la

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Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos delNiño, en una observación general difundida en 2006[29]define el castigo físico como:

Todo castigo en el que se utilice la fuerza físicay que tenga por objeto causar cierto grado dedolor o malestar, aunque sea leve. En la mayoríade los casos se trata de pegar a los niños(«manotazos», «bofetadas», «palizas») con lamano o con algún objeto: azote, vara, cinturón,zapato, cuchara de madera, etc. Pero tambiénpuede consistir en, por ejemplo, dar puntapiés,zarandear o empujar a los niños, arañarlos,pellizcarlos, morderlos, tirarles del pelo o de lasorejas, obligarlos a ponerse en posturasincómodas, producirles quemaduras, obligarlos aingerir alimentos hirviendo u otros productos (porejemplo, lavarles la boca con jabón u obligarlos atragar alimentos picantes). El Comité opina que elcastigo físico es siempre degradante. Además, hayotras formas de castigo que no son físicas, peroque son igualmente crueles y degradantes, y por lotamo incompatibles con la Convención. Entre estas

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se cuentan, por ejemplo, los castigos en que semenosprecia, se humilla, se denigra, se convierteen chivo expiatorio, se amenaza, se asusta o seridiculiza al niño.

Según lo expuesto, no sólo es castigo físico «pegar» aun niño, sino que zarandearlo, pellizcarlo, un tirón de orejas,empujarlo... también lo es.

Por si nos queda poco clara la definición anterior porser muy larga, hay una más simple:

«El castigo físico se puede definir como todamedida adoptada para castigar a un niño que, si sedirigiera a un adulto, constituíría una agresiónilegal».[30]

Es decir, que si la ley no le permite estirar de las orejasa su pareja, tampoco puede hacerle eso a su hijo. Si la leyno permite a un jefe ridiculizar a un empleado (por muyvago que este sea) delante de sus compañeros, un maestrotampoco puede ridiculizar a un alumno delante de una clase.Si la ley no permite que sus vecinos puedan insultarlelibremente, usted tampoco puede hacer esto con un menor.

Los niños no son ciudadanos de segunda: lo que valepara cualquier ser humano vale también para ellos.

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Recordemos el artículo 1 de la Declaración Universal de losDerechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen librese iguales en dignidad y derechos...».

¡Ah! Y los derechos humanos tienen la misma validez enla calle que en el comedor de su casa.

El castigo físico es nocivo para elniño, los padres y la sociedad

En la medida en que el sufrimiento de losniños está permitido, no existe amor verdadero

en este mundo.Isadora Duncan

Si creía que el castigo físico tan sólo afectaba al menor,está muy equivocado. Es evidente que en los menores lassecuelas son más visibles, pero si un niño debido al castigofísico se vuelve un adulto más agresivo... ¿no repercutirá enla sociedad? Cuando damos la espalda en el parque a unniño que está recibiendo un bofetón de su padre, a lo mejor

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estamos abriendo la puerta a que peguen a nuestro hijo enel instituto o nos atraquen en la vejez.

Muchos son los estudios y trabajos que relacionan elcastigo físico con las conductas delictivas en la vida adulta.Save the Children, en la publicación Poniendo finalcastigo físico contra la niñez del año 2003, llegaba a lasmismas conclusiones:

«De manera que una importante consecuencia delcastigo corporal durante la infancia es la agresión y elcomportamiento delincuencial y antisocial durante la niñez ytambién, más adelante, en la adultez».

¿Y los padres? También quedan afectados, aunque endiferentes grados según empleen el castigo físico.Básicamente los hay de tres grupos:

1. En el primer grupo están los que, aunque puedanelegir otro tipo de método educativo, prefieren elcastigo físico. «Déjate de tonterías, es más rápidoy efectivo», alegan a veces. Bien, estos deberíanentrar en la categoría de maltratadores, sin más.En estos casos la violencia hacia el otro cónyugeo el uso de la violencia en su vida particular(tanto física como psicológica) sude estar a la

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orden del día, con lo que toda la vida familiar (yno sólo el niño) se ven afectados.

2. En el segundo grupo están los que utilizan elcastigo físico porque es la única forma queconocen de educar, que seguramente es la queutilizaron con ellos y la que creen que es mejor.Suden ser padres muy inflexibles, convencidos deque lo mejor es «un cachete a tiempo». En estoscasos suelen pagar con ellos mismos su propiaculpa. Déjeme que cuente una anécdota propia:hace un par de años un matrimonio bastantemayor me trajo a su hijo adolescente de 16 añosa la consulta. El chico pegaba y contestaba tantoen casa como en la escuela. En un momentodeterminado el padre me miró y me dijo: «Mire,yo no entiendo cómo nos ha salido así. Créame sile digo que desde pequeño lo hemos llevadorecto: no le hemos dejado pasar ni una, a lamínima le castigábamos, le dábamos con lazapatilla, con el cinturón... ¡Nunca le hemosconsentido nada! No entendemos qué le puedepasar».Supongo que a estas alturas quien esté leyendo

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esto sabrá dar con la respuesta.3. En el tercer grupo están los padres con pocos

recursos educativos que, fracasados sus intentosde educar por otras vías, acaban llegando alcastigo corporal. Estos padres, cuando han dellegar al castigo físico, muchas veces se sientenmal porque se saben fracasados en sus intentoseducativos anteriores. Y también sufren ansiedady culpa. Eso no les exime de su pecado, pero sonpadres a los que les gustaría cambiar, y eso leshonra.

Sea como sea, las secuelas del castigo físico son comounos largos tentáculos que se alargan en el tiempo y abarcana toda la sociedad.

Hoy en día ya se da por supuesto —por la sociedad engeneral y por la comunidad científica en particular— quetodo acto de violencia por parte de un adulto contra unmenor, por muy leve que sea, deja una cicatriz emocionalque dura para toda la vida.

Por ejemplo, en un artículo titulado «The neurobiologyof child abuse» (Scientífic American, marzo de 2002), eldoctor Teicher escribió: «Las nuevas mediciones de

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imágenes cerebrales y otros experimentos han mostradoque el maltrato de los niños puede causar daño permanentea la estructura y la función neurales del cerebro mismomientras se desarrolla. La sociedad cosecha lo que hasembrado por su manera de criar a los niños» (p. 75).

Uno de los artículos publicados en el año 2000 por elmismo doctor Teicher ya lo dejaba bien claro en su título:«Child abuse changes the developing brain» (El maltratoinfantil cambia el desarrollo cerebral). Ningún padreresponsable pondría deliberadamente en peligro eldesarrollo normal del cerebro de un niño, y sin embargo esoes precisamente lo que hacen los que todavía dan azotes asus hijos, sin saberlo.

Algunos adultos, incluso pasado mucho tiempo,confiesan que los momentos más desagradables de su niñezson aquellos en los que fueron castigados por sus padres.Incluso para algunos es tan desagradable que hacen como sifuera algo trivial y divertido y le quitan importanciasonriendo cuando lo explican. Como dice Jordan Riak[31]«Algunas personas encuentran los recuerdos de los castigostan desagradables que pretenden que fueron triviales eincluso graciosos. Notarás que sonríen cuando describen lo

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que les hicieron, pero es la vergüenza y no el placer lo queles hace sonreír. Ellos disfrazan los recuerdos de pasadossentimientos como una protección en contra del dolorpresente».

Muchos de ellos, ahora convertidos en padres quehacen lo mismo con sus hijos, se «defienden» en la consultacuando les informo de que no se puede pegar a los niños,mientras dicen sonriendo: «A mí me pegaron y no pasanada, he salido bien». Esos padres no saben lo bien quehabrían salido si no se les hubiera pegado nunca. Comomínimo, quizás no tendrían que ir al psicólogo. A veces lespregunto: «¿Y preferirías que te hubieran educado con esaspalizas o sin ellas?», y esa sonrisa que tenían en la boca seborra.

«Todo tipo de castigo corporal o de paliza es unataque violento contra la integridad de otro serhumano. Sus efectos permanecen en la victima parasiempre y se convierten en una parte imperdonable desu personalidad, una enorme frustración que resultaen hostilidad, que se expresará más adelante en lavida con actos violentos en contra de otros. Cuantoantes comprendamos que el amor y la dulzura son las

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únicas maneras requeridas para tratar a los niños,mejor será. El niño, en especial, aprende a convertirseen el ser humano que ha vivido. Las personas a cargode los niños deberían entender estocompletamente».[32]

El doctor Ralph Welsh[33], después de examinar a casitres mil adolescentes delincuentes, concluyó que «eldelincuente reincidente masculino que nunca hubiera sidoexpuesto al cinturón, al cordón o al puño era prácticamenteinexistente. Al aumentar la severidad del castigo corporal,también lo hacía la probabilidad de involucrarse en un actoviolento».

Por su parte, el doctor Murray Strauss, profesor desociología de la Universidad de New Hampshire y directordel Laboratorio de Investigación de la Familia, publicó unlibro en 1994 titulado Sacarles el diablo a golpes. Elcastigo corporal en las familias norteamericanas, en elque expone los datos que apoyan la tesis de que el castigocorporal está conectado causalmente con:

1. Depresión y suicidio.2. Abuso físico de los niños.3. Delincuencia y agresión durante la adolescencia.

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4. Golpear a la esposa y actividades criminales en lavida adulta.

5. Prácticas sexuales violentas.6. Alienación y falta de adaptabilidad.7. Falta de éxito financiero y en el trabajo.Muchos son los estudios que explican las nefastas

alteraciones que se producen como consecuencia delcastigo físico[34]. Pero no sólo en el niño, sino también enel resto de la familia y en la sociedad. Haciendo un resumenbasado en varios documentos del Consejo Europeo[35],Save the Children[36] y los estudios antes mencionados,señalamos los siguientes efectos:

Efectos negativos sobre el niño:Desarrollo cerebral deficiente. Mayor muerteneuronal por exceso de estrés.Baja autoestima. Genera un sentimiento de pocavalía y promueve expectativas negativas respectoa sí mismo.Depresión y trastornos adaptativos.Les enseña a ser víctimas. Existe la creenciaextendida de que la agresión hace más fuertes a

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extendida de que la agresión hace más fuertes alas personas que la sufren, les «prepara para lavida». Hoy sabemos que no sólo no les hace másfuertes, sino que se hacen más proclives aconvertirse repetidamente en víctimas.Mayor probabilidad de hiperactividad.Ansiedad, estrés.Interfiere en sus procesos de aprendizaje y en eldesarrollo de su inteligencia, sus sentidos y suemotividad.Aprenden a no razonar. Al excluir el diálogo y lareflexión, dificulta la capacidad para establecerrelaciones causales entre su comportamiento y lasconsecuencias que de él se derivan.Les hace sentir soledad, tristeza y abandono.Incorporan a su forma de pensar una visiónnegativa de las demás personas y de la sociedadcomo un lugar amenazante. ¿Cómo van a percibirel mundo como un lugar seguro si las personasencargadas de protegerles son las que les hieren?Crea un muro que impide la comunicación consus padres y sus madres y daña los vínculosemocionales creados entre ambos.

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Sienten rabia y ganas de alejarse de casa.Engendra más violencia. Enseña que la violenciaes un modo adecuado para resolver losproblemas.Pueden presentar dificultades de integraciónsocial.No se aprende a cooperar con las figuras deautoridad; se aprende a someterse a las normas oa transgredirlas.Pueden sufrir daños físicos accidentales. Cuandoalguien pega se le puede «ir la mano» y provocarmás daño del que esperaba.

Efectos negativos sobre los padres:El castigo físico puede producir ansiedad y culpa,incluso cuando se considera correcta laaplicación de este tipo de castigo.La violencia engendra violencia. El empleo delcastigo físico aumenta la probabilidad de que lospadres y las madres muestren comportamientosviolentos en el futuro, entre ellos o en otroscontextos, con mayor frecuencia y más

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intensidad.Impide su comunicación con los hijos e hijas ydeteriora las relaciones familiares.Cuando usan el castigo físico porque carecen derecursos alternativos, aparece una necesidad dejustificación ante sí mismos y ante la sociedad. Almalestar por los efectos de castigo físico en losniños y niñas se suma la incomodidad de unaposición incoherente o no fundamentada.

Efectos negativos sobre la sociedad:El castigo físico aumenta y legitima ante lasnuevas generaciones el uso de la violencia en lasociedad.Un niño castigado puede ser un adultomaltratador o con alteraciones psicológicas queponga en peligro a los otros miembros de lasociedad.Genera una doble moral. Existen dos categoríasde ciudadanos: los niños y niñas y las personasadultas. A las personas adultas no se les puedeagredir; a los niños y niñas sí.El castigo físico promueve modelos familiares

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quebrados: por un lado, sin comunicación entresus miembros, que se dividen, cuando estoocurre, entre agresores(as) y agredidos(as); ypor otro, en miembros no integrados en lasociedad, en conflicto con la igualdad quedefiende la democracia.Dificulta la protección de la niñez. Al tolerar estasprácticas, la sociedad queda deslegitimada antelos niños y niñas como un ámbito protector.

Todas estas secuelas, y muchas más que van saliendopoco a poco a la luz, no son observables en muchasocasiones desde el primer momento, sino que hay queesperar a veces a llegar a la vida adulta para que se noten.O, en algunos casos, esperar a que otro suceso traumáticolas despierte. Los expertos empiezan a llamar sleepereffects (efectos durmientes) a este tipo de alteraciones.

Al final, el mejor resumen de este apartado viene de lamano de una adolescente ugandesa de 17 años, ElizabethWabulya, que en un ensayo de conmemoración del décimoaniversario de la Convención de los Derechos del Niño dijo:«Aunque muchas de estas personas (padres, maestros...)castigan para reformar, terminan castigando para

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deformar».

El castigo físico es ilegal (¡al fin!)

Si le pego a un adulto en tu país soylógicamente perseguido, pero no si le pego a un

niño. Esto no es aceptable.Thomas Hammarberg[37]

Plutarco (46-120d.C.) decía: «A los niños se lesdebería guiar hacia prácticas honorables animándolos yrazonando, y no a través de golpes y malos tratos», yparece que con el tiempo la mayor parte de las naciones leha hecho caso.

Afortunadamente, en la mayoría de países ya es ilegal elcastigo físico. En el nuestro, en el ámbito laboral, en centroseducativos[38] y centros cívicos, ya hace muchos años queestaba prohibido. Pero en el espacio doméstico había mástolerancia.

La cosa cambió a partir del año 2007 en que una

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enmienda al artículo 154 del Código Penal prohíbe total ytaxativamente cualquier forma de castigo físico cuando diceque «la patria potestad se ejercerá siempre en beneficio delos hijos, de acuerdo con su personalidad y con respeto asu integridad física y psicológica». Es decir, que nadiepuede atentar contra su integridad física o psicológica.

Anteriormente el enunciado era más laxo y reconocía el«derecho» de los padres y guardianes a utilizar formas«razonables y moderadas» de corrección. Y aquí es dondeestaba el problema, porque cada uno ponía el listón dondequería: para algunos unos latigazos con un cinturón eran unaforma «razonable y moderada».

Pero ahora es más claro: no se puede, y punto.El problema es que, a pesar de la ley, todavía el 36 por

ciento de los padres dice utilizar el castigo físico con sushijos[39]. Así pues, nos encontramos con la situación tangrotesca de que porque un niño haya cometido un error (seha ensuciado, por ejemplo) su padre —«para educarle»—comete una ilegalidad y atenta contra las leyes. Es decir,que es peor la conducta del padre que la del hijo.

No obstante, hay quien todavía cree que el castigofísico está prohibido o es ilegal por la gran cantidad de

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secuelas que causa. Pero no es así. Es una cuestión dederechos humanos. Cuando se abolió la esclavitud no sehizo por si esta producía más o menos secuelas en losesclavos, sino porque es inhumana y atenta contra losderechos de las personas.

Jordan Riak explica que la mayoría de las personassobreviven a las intoxicaciones alimentarías. ¿Hay quepermitirlas por eso? No, las autoridades sanitarias siguenvelando en restaurantes, fábricas, mataderos... para que nose den. «El hecho —dice— de que una persona sobreviva auna situación es difícilmente una prueba de que laexperiencia es benéfica».

Pegar para educar no es educar; tan sólo es pegar.

Tolerancia de la violencia contra losniños

Sí, mal que nos pese, los adultos toleramos la violenciacontra los niños.

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Siguiendo el transcurso de la historia, hace muchos añosse legitimaba que ciertos hombres, que supuestamentevalían más que otros, pudieran pegar y castigar a otroshombres considerados de menor valía. Tal era el caso delseñor con sus esclavos.

Bien, hace tiempo que la esclavitud se abolió y losderechos humanos vieron la luz.

Algo más tarde que el derecho de los hombres a no seragredidos, abolimos el supuesto «derecho» de los hombresa pegar a sus mujeres. Parece que las mujeres solemos serciudadanas que llegamos con retraso a la historia: recuerdeque cuando la democracia dejaba votar a los hombres, lassufragistas aún pasaban por locas.

Pues si las mujeres vamos con retraso, los niños debenser ciudadanos de tercera, porque hasta hace solamentetres años aún se les podía agredir legalmente.

¿Sabe que el primer niño que pudo ser defendido de losmalos tratos de sus padres fue gracias a una ley deprotección de animales? En 1874 una asistente social pudollevar a los padres de Mary Ellen Wilson a los tribunales pormaltrato porque había una ley contra el maltrato animal ydemostró que Mary era un animal racional. Hasta los

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animales tuvieron una ley contra el maltrato antes que losniños.

Muchos de nosotros habremos observado alguna vezcómo un padre le daba un cachete a un niño, cómo lezarandeaba o cómo le insultaba en plena calle. ¿Cuántos separaron a defender al niño? Seguramente menos que sivemos al mismo señor pegando a su perro en la calle ozarandeándolo. Somos tolerantes casi a diario con laviolencia hacia los niños.

He visto escuelas en las que una niña ha ido a quejarsea la maestra porque un niño le ha pegado y esta le haquitado importancia, mientras que el día que ese mismo niñopegó a la maestra, esta le expulsó del aula. Que un niñopegue a otro niño está tan mal como si pega a su maestra.

Tanta tolerancia de la violencia hay con los niños, que lamayoría de los adultos que les rodean ni siquiera lesexplican lo que les está pasando y los niños llegan aentender que eso es normal. He visto casos de padres quehan pegado a sus hijos y después del divorcio, las asistentessociales les piden a las madres que no les digan nada encontra del padre, para que los niños le vean de formapositiva. Es obvio que no es cuestión de «guillotinar» al

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padre delante de los niños, pero sí explicarles que lo quehizo no estuvo bien. Que se equivocó y que ellos no debenver eso como una conducta a seguir.

Hay niños acogidos en centros de menores por maltratoa los que nadie les ha explicado que eso que hicieron conellos sus padres estuvo mal, que educativamente es erróneo.Tan sólo se trata a los padres para que no lo vuelvan ahacer antes de devolverles a sus hijos.

J. Barudy, en su libro Los buenos tratos a la infancia,dice: «Los niños y niñas tienen derecho a saber ycomprender que son sus padres quienes les han hechodaño, no porque son malas personas, sino porque no hanaprendido a ser padres competentes».

Hay un secretismo entre los adultos para que los niñosno vean sus derechos por ninguna parte. Ni el fallo de losadultos. Hoy en día muchos profesionales que trabajan conniños que han sido agredidos (psicólogos, asistentessociales, etc.) les ocultan el motivo por el que están enterapia.

Tanto si es ilegal como si no, el castigo físico aún esutilizado alguna vez a la semana por el 36 por ciento de lospadres y, aunque no es cuestión de detener a esos padres y

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encerrarles en prisión o de quitarles la custodia de sus hijosen la mayoría de los casos, sí es cierto que la sociedad tieneuna deuda con los niños y debemos ayudar a esos padres acambiar sus medidas educativas.

Algunos de estos padres se amparan en falsas creenciasy circunstancias para perpetuar el castigo físico aunque laley lo prohíba. Veamos cuáles son para saberles contestar ydesmontárselas:

1. «Hay una diferencia entre pegar a unniño y darle un cachete suave».

La diferencia a nivel legal no existe. Los anuncios de latele nos lo recuerdan: tolerancia cero a la violencia. Porquela violencia es violencia, suave o fuerte. Cuando alguien meinsulta y la ley lo castiga, no lo hace porque el insulto seamás fuerte o menos, sino simplemente porque ha habido uninsulto. ¿Se imaginan a los jueces discerniendo sobre si«gilipollas» es más insulto que «tonto del culo»?

Si alguien me zarandea o me tira de las orejas, lepenalizarán el acto en sí, no la fuerza con la que me tiró delas orejas (aunque si me las arranca, entonces, además, hayuna pena por lesiones).

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De todas formas, lo que a un padre le puede parecersuave, para un niño quizá no lo es. ¿Dónde está el listón? Enninguna parte, ya que no hay justificación.

2. Es para evitarles males mayores».¿Qué mal mayor? ¿Qué cosa es más importante que el

hecho de que su hijo pueda desarrollar problemas socialeso psicológicos, como ya se ha mostrado en este capítulo?¿Que ordene la habitación? Hágase mirar sus prioridades.

3. «A mí también me duele hacerlo».(Si esto lo contestara mi hijo adolescente, habría puesto

por respuesta un montón de emoticonos riéndose acarcajadas y muñequitos partiéndose de risa).

¿A quién pretende engañar? Y si de verdad le duele,pues hágase un favor y no practique el castigo físico.

4. «Es por el bien del niño».Aunque así fuera, el fin nunca justifica los medios.

Filósofos como Kant han sostenido que es inmoral maltratara otro ser humano como medio para alcanzar un fin, sinimportar lo bueno que pueda ser ese fin. Erradicar el

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alcohol de nuestra sociedad es un fin muy loable, pero novamos a matar a los consumidores de alcohol: hay quebuscar otros medios para ello.

5. «La mayoría piensa como yo; por eso,cuando lo hago no me dicen nada».

Las estadísticas no dicen eso: la mayoría no pegamos anuestros hijos nunca. No se engañe. Y por último, noconfunda el miedo y desconocimiento de la gente con laaceptación de esa conducta. Si bien es verdad que aún noscuesta salir en defensa de un menor que es castigado porsus padres, debemos romper ese silencio y tabú por el biende los niños y de toda la sociedad.

6. «En mi casa mando yo»,Los derechos humanos y los derechos de los niños

siguen vigentes en los domicilios particulares.

7. «Tengo el derecho de educar a mishijos como quiero».

Los padres tenemos derechos, pero antes que nadatenemos deberes para con nuestros hijos. El primero es

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protegerlo y cuidarlo de cualquier mal. Si esa protecciónque debe brindarle a su hijo por su deber como padre entraen contradicción con la educación que quiere darle, es queno es una buena educación. ¿Desde cuándo una buenaeducación puede ir en contra de las leyes, los valoressociales y la convivencia? Enseñar obediencia a base degolpes no es una buena educación.

8. «A mí también me pegaron y no me hapasado nada».

Lo de que no le ha pasado nada lo dice usted. Demomento está incumpliendo una ley porque sus padres leeducaron así. No obstante, aunque fuera verdad que austed, ni a nadie en el mundo, le hubiera pasado nunca nadapor un azote, la respuesta sigue teniendo que ver con losderechos humanos: aunque no pase nada no se puede pegarotra persona (tenga la edad que tenga). Cuando seaprobaron leyes que prohibían pegar a las mujeres, elmotivo no fue que les causara más o menos secuelas:aunque no les produzca ninguna secuela, no se les puedepegar. Pues lo mismo con los niños.

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9. «Si no les podemos pegar, ¿quémedidas nos quedan para educarles?».

Miles de familias en cada ciudad, en cada país, en cadacontinente demuestran cada día que es posible unaeducación sin castigos físicos (y sin ningún tipo de castigotambién, como ya veremos). Es cuestión de cambiar unasactitudes pedagógicas erróneas por otras más adecuadas. Apartir del capítulo siguiente vamos a dar muchos ejemplosde cómo hacerlo. Siga leyendo.

Por todo ello no podemos bajar la guardia y hay quelanzar campañas sociales que posibiliten un cambio deactitud en nuestra sociedad respecto al castigo físico. Asícomo elaborar programas de intervención informativos yeducativos, en el ámbito familiar, profesional e institucional.

«Sé perfectamente que es posible pegar a un niñoy conseguir que obedezca. Pero no me engaño ni porun instante. Sé que cada vez que le pego, también leestoy enseñando: "Cuando estés enfadado, ¡golpea!".

«Desgraciadamente, nunca he conocido a un niñoal que se le pegara y se consiguiera con ello que fueseun ser humano más cariñoso»[40].

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Algunas preguntas

El darle una palmadita en el culete a mi hijo cuandoaún lleva pañal ¿es castigo físico? Al fin y al cabo no leduele.

El castigo físico no se mide por el dolor físico quecausa, sino por la actitud de violencia hacia el niño. Y elhecho de pegarle, aunque no le duela, es una actitudviolenta hacia el niño.

Desde el punto de vista legal no hay distinción, con loque además está incurriendo en una falta al artículo 154 delCódigo Civil.

Si su hijo todavía lleva pañal, es porque debe de sermás pequeño de 3 años (edad en la que, aunque pueda sernormal llevar pañal de día, la mayoría de los niños ya no lolleva). A esas edades no hace las cosas por maldad, sinoporque no ha aprendido a hacerlas bien. Si no tienerecursos para que su hijo vaya aprendiendo, puedeconsultar el capítulo V.

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Si mi hijo de 3 años me pega, ¿yo puedo pegarlepara que vea lo que se siente?

No. Si no le gusta lo que él ha hecho, dígaselo, no dejeque lo haga más, pero no haga usted lo mismo que a él lecensura. Lo único que va a entender es: «En este mundo,cuando la gente se enfada, pega. Cuando yo me enfado,también debo pegar». Enséñele que nadie debe pegar anadie, que en su casa nadie se pega. Usted debe ser elprimero en cumplir las normas de su casa.

Además, el hecho de que le muestre al niño lo que sesiente cuando alguien le pega puede hacerle pensar:«Ostras, ¡esto duele! Cuando quiera hacer mucho daño aalguien, ya sé qué es lo que tengo que hacer». Con lo quereforzamos su conducta cuando quiera agredir a alguien.

Tengo un vecino que pega a sus hijos. Le he vistopegarla cachetes en la calle y en el supermercadocuando no se portan bien. Yo estoy en contra de loscastigos físicos, ¿debo denunciarle?

En primer lugar, si usted ve que el padre es unmaltratador físico, que les hace daño, que los niños

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«padecen» a menudo «accidentes», eso hay quedenunciarlo. Hay muchas formas: sistema judicial, asistenciasocial, si conoce a familiares próximos..., elija la que le vayamejor y la que mejor garantice su intimidad.

Pero si lo que me cuenta es que hay un padre que da uncachete de vez en cuando a su hijo, no vamos a solucionarnada denunciando. Aunque es verdad que los castigosfísicos van en contra de la ley, yo soy partidaria de hacerotras cosas antes que tomar estas medidas. Por ejemplo,acérquese un día y consiga intimar un poco más con él.Dígale que entiende lo duro que resulta ser padre algunasveces, que a usted también le pasa. Pero que usted haencontrado una solución mucho más cómoda, que elpróximo día que queden a tomar un café pueden hablar...Explíquele algunas ideas poco a poco, sin atosigar; tambiénpuede dejarle libros como este o parecidos para que vayacambiando.

Muchos de estos padres no son maltratadores;simplemente es la única forma de educar que conocen o queles han enseñado, pero si alguien les enseña otra mejorestarían dispuestos a cambiar.

Conseguirá más estando a su lado que frente a él. A

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veces un «¿cómo te ha ido hoy?» ya vale para que el padreesté más tranquilo con sus hijos.

Para saber más

Acabar con la violencia legalizada contra los niños yniñas. Informe mundial2007\ Iniciativa global para acabarcon todo castigo físico hacia niños y niñas, 2007.

Consejo de Europa, Eliminating corporalpunishment. A human rights imperative for Europe'schildren, segunda edición enteramente revisada,Estrasburgo, 2007.

—, Views on positive parenting and non-violentupbringing, Estrasburgo, 2007.

—, Abolición del castigo físico infligido a niños yniñas, Estrasburgo, 2008.

Gershoff, Elizabeth Thompson, «Corporal punishmentby parents and associated child behaviours and experiences:a metaanalytic and theoretical review», en PsychologicalBulletin, 2002, vol. 128, núm. 4, pp. 539-579.

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Harper, Kate et al, Ending physical and humiliatingpunishment of children. Manual for action, Save theChildren (Suecia) y Alianza Internacional Save the Children,2005.

Hart, Stuart (ed.), Eliminating corporal punishment.The way forward to constructive child discipline,UNESCO, París, 2005.

Hindberg, Barbro, Ending corporal punishment:Swedish experience of efforts to prevent all forms ofviolence against children and the results , Ministerio deSalud y Asuntos Sociales y Ministerio de AsuntosExteriores, Suecia, 2001.

Horno Goicoechea, Pepa, Amor, poder y violencia.Un análisis comparativo de los patrones de castigofísico y humillante, Save the Children España, 2005.

Pinheiro, Paulo Sérgio, Informe mundial sobre laviolencia contra ¡os niños(una publicación más elaboradadel informe sobre el Estudio de las Naciones Unidas;contiene estudios de casos, mejores prácticas yrecomendaciones), publicación de las Naciones Unidas,Ginebra, 2006.

Save the Children, Lucha contra el castigo físico en

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¡a familia, manual para la formación, 2004.Save the Children (Suecia), Poniendo fin al castigo

físico contra la niñez. Cómo hacerlo posible, Oficinapara América Latina y El Caribe, Lima, Perú, 2003.

UNICEF, Manual de aplicación de la Convenciónsobre los Derechos del Niño , segunda edición enteramenterevisada (incluye un análisis detallado de la jurisprudenciadel Comité de los Derechos del Niño), UNICEF, 2002.

Willow, Carolyne y Hyder, Tina, It hurts inside you..Children talking about smacking, National Children sBureau y Save the Children, Londres, 1998.

Resumen

El castigo físico viene definido por el Comité delos Derechos del Niño como: «Todo castigo en elque se utilice la fuerza física y que tenga porobjeto causar cieno grado de dolor o malestar,aunque sea leve».Por lo tanto, no incluye sólo pegar a los niños,

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sino cualquier acto que produzca malestar,aunque sea leve, como el tirar de las orejas,zarandear, poner de rodillas, de cara a la pared,empujarlos, pellizcarlos en las mejillas, etc.Se ha demostrado que el castigo físico producemuchas y severas alteraciones, no sólo en el niño,sino en la familia y en la sociedad.Todo castigo físico atenta contra la integridad y ladignidad de los niños y niñas.Todo castigo físico es perjudicial porque enseñaque la violencia es una manera de resolverconflictos.Todo castigo físico daña la autoestima de losniños y niñas, pudiendo producir en algunasocasiones estados de depresión y ansiedad.El uso de cualquier tipo de castigo físico puedecausar daños físicos serios o transformarse enotros comportamientos definidos como abuso ymaltrato infantil.Desde 2007 en España es ilegal el castigo físico alos menores, gracias a una enmienda al artículo154 del Código Civil.

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La ilegalidad del castigo físico no viene dada porla gravedad de los efectos nocivos que puedellegar a causar, sino que es un dilema ético ymoral: aunque no causara secuelas no se puedepermitir que un ser humano actúe con violenciacontra otro, tenga la edad que tenga y sea delsexo que sea.A pesar de que el castigo físico es ilegal, nuestrasociedad tiene todavía una gran tolerancia hacialos padres que lo hacen. Es un deber de todos,cuando veamos una de estas actuaciones, comomínimo, llamar la atención sobre el hecho. Nopuede ser normal que un padre pueda pegar a suhijo en plena calle y que nadie le diga nada,mientras que si lo hiciera con un perro la gente lellamaría la atención.

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Capítulo X

Castigo físico vs. castigo no físico

La mejor guerra, la que no se da.Dicho Popular

Un castigo es un castigo

El castigo físico es una forma equivocada de educar, comoya hemos visto. Pero no la única. Muchos padres creen quesi no pegan a sus hijos para educar, todo lo demás sirve.Pero no es cierto.

Seguro que alguna vez ha sido testigo de alguno de

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estos hechos o bien los sufrió usted de pequeño:1. Insultar a un niño. Nada de palabras mayores,

«simplemente» algo así como: «¡Mira que erestonto!».

2. ¿Ha oído alguna vez que un profesor saque a unalumno en clase para reñirle o ridiculizarle delantede sus compañeros?

3. Seguro que ha visto a miles de padresamenazando a sus hijos: «¡Si no te portas bien teirás a dormir sin cenar!».

Pues bien, lo primero son insultos; lo segundo, unaridiculización evidente, y lo tercero, una amenaza en todaregla. Por si lo duda, vaya delante de un juez y dígale:«¡Mira que eres tonto!», a ver qué le parece.

Esta clase de cosas también se deberían eliminar denuestro repertorio educativo, no sólo por lo negativas quepueden ser hacia una persona, sino porque en sí mismasconstituyen un mal ejemplo de conducta. Si un niño noentiende cómo se hace una división y su padre le dice:«¡Mira que eres tonto!», tendremos, por una parte, un niñoque seguirá sin saber dividir y por otra, un padre faltón: nosolucionamos el problema de las divisiones y encima le

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damos mal ejemplo al niño.Muchos de los padres actuales están cambiando el

castigo físico por el abuso psicológico o de poder. Segúnuna investigación de violencia intrafamiliar realizada porUNICEF en Chile, que comparó los niveles de violenciaentre el año 1994 y el 2000, la violencia psicológicaaumentó de un 14,5 a 19,7 por ciento, mientras que la físicadisminuía, llegando al 26 por ciento en familias de estatusmedio-alto. Y no se trata de eso, sino de educar sinviolencia: ni física ni psicológica ni verbal.

Se trata de tener una tolerancia cero con la violencia,sea de la forma que sea.

Cualquier tipo de castigo, sea físico o no, enseña desdeel miedo y responde desde la sumisión, impidiendo a losniños crecer como personas autónomas. Además es inútil,créame, porque en el momento en que el miedo ya no existeo se ejerce sobre niños poco dados a la sumisión, el castigodeja de funcionar.

Imagine por un momento que su hijo pequeño harobado en el colegio algo que no es suyo (un juguete de unamiguito); si usted le castiga una semana sin tele, puede quea lo mejor otro día no lo haga, pero sólo porque tiene

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miedo a quedarse otra vez sin tele, no porque crea que nodebe volver a robar algo. Cuando este niño crezca y sehaga un adulto joven, ¿quién impedirá que no sustraigaalgo? ¿El que le priven de ver la televisión cuando puede ira otro sitio a hacerlo? ¿Su padre, al que ya puede agredir?

El castigo por miedo o por privación sólo funcionamientras hay miedo o cuando aquello que nos quitan nosgusta.

Hace poco oí quejarse a unos padres que decían que yano sabían con qué castigar a su hijo porque todo le dabaigual: «Le quitamos la tele y pasa, le quitamos su postrefavorito y le es igual...». En este caso se trata de un niño conpoco apego a las cosas terrenales, y ya le pueden quitar loque sea que no va a funcionar.

Lo mismo sucede con los niños poco sumisos: usted leprohíbe ver la tele y él intentará verla a escondidas; lecastiga a encerrarse en su habitación e intentará escaparse.En algunos casos hay niños muy sumisos que acatan conresignación lo que sus padres dicen (o niños poco sumisosque al final se vuelven más sumisos). Ha de saber que lasumisión es una de las cosas que más cuesta cambiar en unapersona. ¿Usted quiere una hija sumisa en su matrimonio?

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¿Quiere un hijo sumiso que en el instituto haga lo quesus «amigos» quieran? Todos los sistemas dictatoriales de lahistoria intentan someter la voluntad de la población, porqueluego el resto es muy sencillo. Una vez que la sociedad essumisa a ese régimen, es difícil que se rebelen (por eso a losno adictos al régimen los eliminan). La gente sumisadifícilmente cambia. No desee un hijo sumiso, aunque le seamás cómodo, sino enséñele a enfrentarse, de formaadecuada, a lo que no le gusta o no entiende.

Estamos en un momento en que hemos cambiado elchip y hemos disminuido el castigo físico (ya era hora), perolo hemos sustituido por castigos emocionales, mucho mássutiles y dañinos a veces que un cachete. ¿Ha oído hablardel mobbing (acoso laboral)? En él no hay violencia física,pero es un maltrato emocional tan fuerte que muchaspersonas han necesitado tratamiento psiquiátrico ypsicológico.

Todo castigo tiene efectos nocivos

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La más ligera desconfianza, la máspequeña aspereza, el menor acto de injusticia o

de ridiculizar desdeñoso, dejan heridas queduran de por vida en la finamente templada

alma del niño.Ellen Key[41]

Si en el capítulo anterior analizábamos lo que era uncastigo físico y mencionábamos sus consecuencias negativassobre el niño, la familia y la sociedad, ahora vamos ahacerlo sobre los castigos no físicos, que también producenefectos negativos; al fin y al cabo son castigos. Un castigosiempre implica que hemos de aceptar que hay una personamás fuerte que impone su voluntad a una más débil. Eso esinaceptable. Una cosa es educar, enseñar normas deconvivencia, reconducir una conducta equivocada, y otra es«lo haces porque yo lo digo».

Los castigos no físicos se pueden incluir en variascategorías:

Activos: gritar, insultar, amenazar, menospreciar,desvalorizar, atemorizar...Pasivos: ignorar al niño, dejar de hablarle, dejar

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que se haga daño para que vea las consecuenciasde su acto...

Desde UNICEF se señala que las conductas másfrecuentes de maltrato psicológico en la familia tienen quever con gritar, además de otras más violentas como insultaro no hablar por largos períodos.

Vamos a analizar las más conocidas:

1. Insultos.El artículo 16 de la Convención de los Derechos del

Niño dice: «Ningún niño será objeto de injerenciasarbitrarias o ilegales [...] ni de ataques ilegales a su honray a su reputación».

Los insultos están penalizados en nuestro Código Civil,son ilegales, atentan contra los derechos humanos (incluidoslos del niño) y la dignidad de la persona. Quien insulta nosólo no educa, sino que da un mal ejemplo.

Los insultos, además, bajan nuestra autoestima.Palabras que pueden parecer tan normales a nuestros oídoscomo «tonto» o «imbécil», pueden ser verdaderaspuñaladas para los niños y constituyen una forma demaltrato.

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2. Amenazas.Algunos padres amenazan a sus hijos con hacerles

cosas terribles. «Si no te callas, te voy coser la boca», o «Sisigues diciendo palabrotas, te lavaré la boca con lejía», o«No toques eso o te voy a cortar la mano». Al principio,mientras los niños creen las amenazas de los mayores,obedecen por miedo. Más adelante, cuando descubren queson amenazas vacías, llegan a la conclusión de que losadultos son mentirosos.

Esto tiene una doble implicación: por un lado, deteriorala capacidad de los niños de confiar en sus padres; porotro, pueden ver la sinceridad como una debilidad de losdemás, a quienes se puede engañar (como hicieron conellos). No suelen ser niños ni adultos de palabra.

3. Gritos.Los gritos, aunque sólo sean gritos, sin insultos ni

amenazas (simplemente hablar levantando mucho la voz),crean malestar en la familia y tensiones en el hogar.

Algunos estudios[42] realizados en Cataluña handemostrado que la simple tensión familiar afecta al menor a

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nivel socioemocional y tiene como consecuencia un bajorendimiento académico. En este sentido hay más del triplede probabilidades de que el niño tenga dificultades en losestudios cuando vive en una familia con tensiones frecuentesque cuando el ambiente familiar es tranquilo. Y a eso sesuma también una probabilidad muy elevada de tenerdificultades de concentración.

Niños de 5 a 10 años

A veces nos podríamos ahorrar mucho dinero gastadoen «brain training» y en «baby Einstein» sólo con tratar

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bien a los niños.

4. Ignorar, apartar, dejar de hablarles...Time out y la sillita de pensar.

Ignorar o apartar a una persona es lo peor que le puedesuceder. Mucho más que discutir. Imagínese discutiendocon su pareja sobre cómo hay que hacer un sofrito. Vale,no es una situación agradable, pero en el fondo hay unconcepto de igualdad: «Los dos tenemos ideas; escucho lastuyas y defiendo las mías». Pero imagine que, en lugar dediscutir, su pareja hace oídos sordos a todo lo que usted ledice y sigue haciendo el sofrito a su manera. Usted se sientemenospreciado. Y seguramente sentirá odio hacia «suamorcito». Nunca sabrán qué sofrito hubiera quedadomejor, no hay aprendizaje de esa experiencia, pero símenosprecio y grandes dosis de ira.

Imagine que en el trabajo los compañeros le hacen elvacío: no le hablan, se apartan de usted... Usted se sientemal pero no puede precisar a su jefe o a otra persona enqué le están maltratando.[43]

Malcolm Gladwell[44] explica que esto se origina en lasprimeras sociedades humanas, cuando ser expulsado del

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grupo podía considerarse esencialmente una sentencia demuerte. «Si viviéramos hace un millón de años, yocupáramos una cueva, y yo te expulsara... Estaríasperdido. Y esto, como seres humanos, es lo másdevastador que podemos escuchar "¡Fuera!"».

Hoy en día se han puesto de moda castigos queconsisten en ignorar a los niños o dejarles de hablar cuandohacen una conducta no deseable. ¿No cree que sería másefectivo, en lugar de ignorarles y no hablarles, intentarexplicarles por qué aquello está mal? ¿No sería mejor y máshumano transmitir una enseñanza en lugar de no decir nada?

No diciendo nada sólo transmite su disgusto hacia unacto, pero no le transmite ninguna educación ni alternativa asu actuación (puede que el menor sepa que está mal opuede que no lo sepa, porque nadie se lo ha explicado, conlo cual podría volverlo a hacer en el futuro). Y, como yahemos visto, pueden incrementar su ira hacia usted ysentirse menospreciados.

En mi época el ignorar o apartar era bastante utilizada.En el colegio, cuando no nos portábamos bien, nos sacabanal pasillo o nos expulsaban de clase. En casa se encerraba alos niños en una habitación. Como eso eran métodos

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arcaicos y nosotros nos hemos vuelto muy modernos, ya nolos utilizamos. Bueno, no los utilizamos con el mismonombre, pero seguimos haciendo lo mismo; tan sólo hemosmaquillado las palabras. Antes se sacaba a los niños declase, ahora se llama hacer time out o «tiempo fuera delreforzamiento».

¿Se acuerda de cuando se portaba mal en clase y leponían en un rincón? Pues ahora se hace lo mismo pero lollaman thinking corner (rincón de pensar). Hay unavariante menos cansada, que es «la sillita de pensar» (lomismo pero sentados).

La inutilidad de estas cosas nos la cuentan los propiosniños: Carlota (de 3 años) creía que su profesora era muymala porque es la que tenía la silla más grande.

Pero la reflexión definitiva sobre las sillitas o losrincones de pensar nos la da Julián, de 4 años, que un día lehizo la siguiente reflexión a su profesora: «¡Qué despistadaeres, seño! ¡Has puesto la sillita de pensar y te has olvidadode poner la de felicitar!». Porque Julián, con ese radar quehemos explicado que tienen los niños, había captado laesencia de la sillita. Era un castigo y, por lo tanto, faltaba laotra parte, la de la recompensa.[45]

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Y lo más triste de la sillita de pensar es que el niño sequeda pensando solo. ¿Qué puede reflexionar un niño de unaño sobre su conducta negativa? Las sillitas de pensartendrían algo de valor si fueran a pares: una para el niño yotra, al lado, para el adulto que le hace reflexionar. Porquelos niños pueden pensar de manera distinta o tener unaescala de valores diferente a la de sus progenitores.

Una madre envió a pensar a su hijo de 3 años porquese estaba peleando con su hermano por un cochecito. Alacabar, cuando su madre le preguntó si ya habíareflexionado sobre su conducta, el niño dijo: «Sí, ahora séque no me tengo que pelear cuando estés cerca». Y es quelos niños piensan como piensan. Cuando un niño hace unaconducta equivocada debería haber siempre un adulto a sulado para hacerle reflexionar, hablar, debatir...

Time out,rincón de pensar... Ya sabe: «Aunque lamona se vista de seda, mona se queda». Es lo mismo:cuatro ideas anticuadas cambiadas de nombre para darle unaire de modernidad, pero siguen transmitiendo los mismosvalores de antaño: desprecio, menosprecio y falta decomunicación.

5. Atemorizar.

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Cuando yo era pequeña existía la costumbre deatemorizar a los niños encerrándoles en un cuarto oscuro(«el cuarto de las ratas», se le llamaba a veces) o con lainminente llegada del hombre del saco, del comeniños...¡Cuántos adultos todavía recuerdan noches de infancia sindormir pensando en el hombre del saco, en el «que viene elcoco y te comerá»! La privación del sueño no es nada queaporte algo bueno a un niño[46]. Cuando el miedo y elestrés actúan se desencadena a nivel hormonal una serie dealteraciones. La más frecuente es el incremento del cortisol.Pues bien, los niveles de cortisol muy elevados son losresponsable de que tengamos mayor muerte neuronal y deque nuestro cerebro no se desarrolle correctamente. Elestrés es una de las primeras causas de déficit de atención yde memoria en los niños.[47]

Vaya usted asustando a su hijo, pero luego no se quejesi le cuesta más aprenderse las tablas de multiplicar.

6. Dejar que se haga daño para que vealas consecuencias de sus actos.

Imagine la siguiente escena: un niño de 2 años se quedaembelesado por una vela encendida. Se acerca a ella para

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tocarla y su madre lo aparta. Al cabo de pocos segundos elniño vuelve hacia la vela, y la madre vuelve a apartarlo. Yasí hasta varias veces más. A la décima se oye una voz quele dice a la madre: «Déjalo que se queme y no lo hará más».Bien, no entra en la categoría de castigos físicos (la madreno quema al bebé, es cierto), pero debería entrar en lacategoría de salvajadas nacionales. Lo que está mal no esque el niño quiera tocar la vela, lo que está mal es ¡dejaruna vela al alcance de un bebé! Lo que debería hacer esapañar la vela. No obstante, si no quiere quitarla, lo quedebe hacer es vigilar más al niño. Los padres por encima detodo somos los garantes de la seguridad de nuestros hijos.

Dicen que los niños hacen lo que ven, no lo que se lesdice que hagan. Dígales lo que quiera chillando, insultando,amenazando, y ellos sólo aprenderán chillidos, insultos yamenazas. Nada más.

Hace un par de años nos reunimos unos cuantos exalumnos. Recordamos a todos los profesores y profesorasque habíamos tenido. Entre ellos un profesor que noschillaba, castigaba y nos tenía muy atemorizados. Y eso esprecisamente lo único que recordábamos de él. Norecordábamos ninguna enseñanza en concreto, apenas nada

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del temario, pero teníamos el recuerdo plagado de días enque nos castigó y «anécdotas» de cómo habíamos intentadoeludir sus castigos. Pero nada más. No deje que sus hijos lerecuerden por lo mucho que chillaba o por lo mal que lestrataba. No castigue, eduque pero no castigue. Al fin y alcabo, lo que perdura una vez que ya no estamos es elrecuerdo que dejamos.

El castigo infantil es arbitrario

En una publicación editada a principios de la década de2000 por el gobierno sueco, se comparaba la crianza de losniños de Suecia, Irán, Canadá y las islas Cook. El estudiodemostró que las madres de otros países castigaban másque las suecas. ¿El motivo? Las madres suecas eran máspacientes y sentían menos que sus hijos e hijas lesdesobedecían (eran más proclives a pensar que seequivocaban, que no lo habían entendido, etc.); por lotanto, no tenían tanta necesidad de utilizar métodosautoritarios de crianza. En cambio, en aquellos países en los

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que las madres pensaban que sus hijos les desobedecíandeliberadamente, la tasa de castigos crecía ante los mismoscomportamientos.

A menudo podemos observar cómo lo que estáprohibido en una casa está autorizado en otra. Y eso no esmalo, pues el mundo es un lugar plural. Lo malo es que losadultos creamos que «sólo» la opción de nuestra casa es lacorrecta y no aceptemos el cambio que nos proponenuestro hijo. En nuestro país está mal visto que un niño vayadescalzo o en calcetines por la casa; en Japón es obligatorioquitarse los zapatos al entrar (incluso las visitas). ¿Vale lapena castigar a su hijo por ir en calcetines por la casa?

Los niños acaban comparando sus castigos y normascon los que se imponen en las casas de sus compañeros ymuchas veces llegan a la conclusión de que esto es unalotería sin pies ni cabeza. Claro está que en cada casa hayunas normas diferentes a las otras, pero... ¿no le podríamosexplicar al niño por qué para nosotros hay unas cosas másimportantes que las que pueda haber en las casas de losdemás?

A veces el castigo depende más de la mentalidaddel que castiga que de la falta cometida. Cambiando la

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mentalidad podemos llegar a educar sin castigar.

Sin castigo los niños pueden educarseigual

Lo que se les da a los niños, lo darán a lasociedad.

Karl A. Mennincer

Hay personas que creen que el hecho de erradicar elcastigo hará que nuestros hijos sean indisciplinados,malcriados. Lo que hará que esos niños no seanindisciplinados y malcriados es la educación que reciban, noel castigo. No renunciamos a la educación, tan sólo alcastigo. ¿Y cuando se porte mal?, dirá alguno. Pues haymuchas cosas que se pueden hacer, como volver amostrarle el camino correcto («Cariño, al terminar debañarnos la ropa se lleva a la lavadora»), hacerlo connosotros («Mira, te dejaste la ropa en el baño, ¿la llevamosa la lavadora?»), pedirle una explicación («¿Qué te pasó?

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¿Por qué no llevaste la ropa a la lavadora?»)... Lasposibilidades son infinitas.

Adiós a cualquier tipo de castigo

El niño es acreedor al máximo respeto.Décimo Junio Juvenal

Hace poco una psicóloga amiga mía[48] que trabajacon adultos me dijo que pensaba escribir un libro para laprevención de los trastornos psicológicos en la adultez. Ellibro llevaría el siguiente título: «Todo lo que debe hacer consu hijo para que de mayor vaya al psicólogo»

Y no hablaba de adultos a los que habían pegado o quehabían sufrido castigos físicos cuando eran niños, sino deaquellos a los que simplemente no les escuchaban, quepasaban miedo por la noche encerrados en sus habitacioneso que habían encontrado injusta alguna sanción impuesta.

Ella sabía por experiencia profesional lo que hace añosya escribió Alice Miller: «Todo comportamiento absurdo

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tiene su prehistoria en la infancia temprana».Alice Miller trabajó durante más de veinte años con

pacientes en la consulta hasta que se dio cuenta de que eramejor trabajar en la prevención de esos traumas que losadultos le contaban y poder ayudar a reducir el sufrimientoen la sociedad. Así que se dedicó a escribir sobre laeducación de los niños desde que son pequeños. En uno deesos libros (Por tu propio bien. Raíces de la violencia enla educación del niño) explica que lo único que hay quehacer es atender a las necesidades del niño sin manipularlo:

Para impedir un comportamiento absurdo yautodestructivo en la edad adulta, los padres nonecesitan haber realizado grandes estudios depsicología. Si consiguen no manipular ni abusar delniño pequeño para atender sus necesidades, [...] elniño sabrá encontrar en su cuerpo la mejorprotección contra exigencias inapropiadas.

Parece fácil, ¿no?Ahora sabemos, por apartados anteriores, que un

castigo es un castigo, y que su huella es grande y duradera alo largo de nuestra vida, tanto si el castigo es fuerte como

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«suave».Incluso si se probara que castigar en la niñez es eficaz,

¿eso lo haría ético?Las personas normales no nos castigamos entre

nosotras, ¿por qué hacerlo con nuestros hijos? Mi maridono me castiga a mí aunque yo haga algo que a él no le gusteespecialmente: lo comentamos y punto. Yo no castigo a misecretaria aunque se equivoque en el trabajo o vaya lenta: lepregunto por qué ha actuado así o solucionamos el error.Ya no está bien visto desde hace mucho tiempo que losjefes «castiguen» a sus empleados; pueden despedirlos perono acosarlos, castigarlos, ridiculizarlos, amenazarlos...Alguien dirá que nuestra sociedad sí castiga y que tenemosprisiones, multas y sanciones. Sí, es cierto, pero sólo paralos transgresores de la ley; el resto podemos cometerequivocaciones sin mayores problemas. No estamoshablando de niños que han trasgredido la ley (hayadolescentes que han matado a compañeros del instituto, yen estos casos debemos actuar de otro modo porque loprimero es proteger la vida humana), sino de niños normalesque han cometido los mismos errores que los niñosnormales de todos los tiempos: no querer bañarse ni hacer

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los deberes, no querer comer verdura ni ir al cole, etc. Paraesto no hace falta castigar. Se pueden educar estasconductas sin necesidad del castigo.

Si usted tuviera un menor transgresor de la ley, loprimero que debe hacer es buscar ayuda profesional, puesen estos casos se ha comprobado que los castigos paternostampoco funcionan.

Por último, una reflexión: no se puede ser juez y parte.¿Quién dictamina el castigo del niño? Normalmente elprogenitor o la persona a la que no le ha sentado bien esaactuación. Todos sabemos ya que un juez no puede juzgarsobre un hecho que le «toca de cerca», y lo mismo pasacon los padres, porque a veces pueden perder laobjetividad.

Los padres de Alba me explicaban la siguiente historia:Alba, de 7 años, y su madre habían estado enfermas. Nohabían ido ni al cole ni a trabajar. Después de comer, Albase encontraba mejor y se levantó de la cama para ver la tele(la programación de tarde suele estar dedicada a losmenores). Llevaba un buen rato viendo la tele cuando lamejoría alcanzó a su madre, que también se levantó. Le dijoa Alba que ella ya había visto bastante rato la tele y que

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ahora le tocaba a su madre (al parecer no tenían los mismosgustos televisivos). Alba protestó diciendo que no era justoporque era ella quien estaba primero y que su madre notenía derecho a interrumpirle su serie favorita en aquelmomento.

Si las dos hubieran sido adultas, seguramente el ordende llegada hubiera sido determinante («Lo siento, yo lleguéantes») o hubieran llegado a un acuerdo («Vale, te dejoterminar tu serie favorita, pero luego déjame verla unratito»), pero como Alba es menor, su madre le quitó elmando y la envió a su habitación argumentándole que yallevaba demasiado rato viendo la televisión y que debíahacer otras cosas como jugar, y que las niñas no contestanmal a sus madres.

No podemos ser juez y parte.Para que estas cosas no se den, funcionan muy bien los

consejos familiares: la actitud es expuesta al resto de lafamilia, no afectada en ese momento, y se resuelve de formaalgo más objetiva. Bien, esta es sólo una de las muchastécnicas de educación democrática familiar; si ha leído loscapítulos anteriores ya tendrá algunas en su repertorio, y sino, repase otra vez esos capítulos.

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Hemos de decir adiós al castigo no físico (recuerdenque el físico es ilegal y, por lo tanto, ya no vamos a hablarmás de él: no puede hacerse). Y hemos de decirle adiós porvarias razones:

1. También tiene efectos negativos, como ya hemosdemostrado.

2. Aunque no tuviera secuelas, no es ético.3. Suele ser arbitrario.4. Los niños se educan igual sin él.5. Los adultos de la familia no lo utilizamos entre

nosotros. ¿Alguien ha castigado alguna vez a suabuela, a su padre o a su madre si han hechoalgo equivocado? (Si alguien lo ha hecho, másvale que vaya al psicólogo, pues tiene unproblema grave). ¿Por qué discriminamos a losniños? ¿Por qué a ellos sí les castigamos?

6. Los padres somos casi siempre juez y parte en lacontienda. Eso no es justo para el niño. La formamás democrática, como ya hemos visto, son losconsejos familiares o las reuniones de familia, endonde se discute entre todos los miembros lo queha sucedido.

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Las formas de equivocarse del ser humano sonmuchas y cambiantes, pero no es el error lo que nosdebe asustar (al fin y al cabo, errar es humano), sinola poca capacidad de enmienda y cambio que tienenalgunos a pesar de que las evidencias de que estánequivocados son abrumadoras.

Algunas preguntas

Sé que no tengo que gritarle a mi hijo, pero a vecespierdo los estribos. ¿Debo pedirle perdón? Es que mehan dicho que nunca debo mostrarle que me heequivocado.

¿Quiere que su hijo aprenda que cuando uno seequivoca debe pedir pendón? Entonces predique con elejemplo. Que sea su madre no quiere decir que debacomportarse de otro modo. Usted es un ser humano ypuede equivocarse, no importa que su hijo lo sepa ahora;de todos modos se va a enterar.

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¿Se considera castigo gritar? Es que yo tengotendencia a levantar la voz (todo el mundo me lo dice),pero yo no quiero gritarle a mi hijo; es que me sale así.

Como no sabemos qué es lo que considera gritar oelevar la voz, vamos a explicar las dos cosas:

1. Si usted sólo tiene tendencia a levantar la voz,puede que no se considere un castigo, perocomo es una cosa evidente porque «todo elmundo te lo dice», sería mejor que —enbeneficio de los demás— intente cambiar eseaspecto. Además, puede que su hijo le copie enese detalle, y no creo que le gustara tener un hijoque levantara la voz en el futuro.

2. Si es verdad que le grita (pregúnteselo a supareja o a las personas que le ven interactuar consu hijo), sí que se considera un castigo, peroaunque no fuera así, mejor cambie de táctica.Imagine que su hijo aprende a chillar cada vezque se enfada: cuando llegue a la adolescenciapuede ser muy duro vivir en su casa. Lo quesiembras hoy recogerás mañana.

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Si no le castigo cuando se porta mal, ¿cómo leenseño que en mi casa mando yo?

La primera cosa para erradicar el castigo es la creenciade que la familia es un grupo en el que nadie manda niobedece, sino en donde unos aportan modelos positivosque los otros intentan seguir. Las normas se consensuan, sesiguen las que se consideran mejores y se debaten omodifican las que resultan obsoletas.

La casa es el hogar de todos. Si le inculca a un hijo quela casa sólo le pertenece a usted, ¿cómo va a concebir elniño la idea de hogar? No existe ese hogar propio quetodos anhelamos.

Su casa también es la de su hijo, la de toda la familia.Por eso la cuidamos entre todos. Hay muchos hijos quedestrozan a veces cosas de la casa cuando se enfadan: esporque consideran que la casa no tiene nada que ver conellos; es propiedad de sus padres y por eso la atacan; sicreyeran que la casa es suya, seguramente no ladestrozarían.

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Para saber más

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Pinheiro, Paulo Sérgio, Informe mundial sobre ¡aviolencia contra los niños(una publicación más elaboradadel informe sobre el Estudio de las Naciones Unidas;contiene estudios de casos, mejores prácticas yrecomendaciones), publicación de las Naciones Unidas,Ginebra, 2006.

Rodrigo, M. J., «Los mensajes educativos de lospadres desde la perspectiva de los hijos». Revista Infanciay Sociedad, n° 30, Ministerio de Asuntos Sociales, 1995.

Taylor, S. E., Lazos vitales. De cómo el cuidado y elafecto son esenciales para nuestras vidas, Taurus,Madrid, 2002.

UNICEF, Manual de aplicación de la Convenciónsobre los Derechos del Niño , segunda edición enteramenterevisada (incluye un análisis detallado de la jurisprudenciadel Comité de los Derechos del Niño), UNICEF, 2002.

Resumen

El castigo físico es una forma incorrecta de

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educar, pero no es la única.El castigo «no físico» también es dañino.Como castigo no físico se entienden todasaquellas conductas en que se menosprecia, sehumilla, se denigra, se convierte en chivoexpiatorio, se amenaza, se asusta o se ridiculiza alniño.Los gritos, los insultos, las amenazas, ignorarles oatemorizarles, están entre las más usadasEl castigo no físico no debe usarse porqueprovoca alteraciones y secuelas a nivelemocional.Tampoco es ético usar ese tipo de actuacionescon otro ser humano.Si el resto de adultos de la familia (padre, madre,abuelos...) no nos castigamos entre nosotros,¿por qué discriminar a los niños?A veces el castigo depende más de la mentalidaddel que castiga que de la falta cometida.Cambiando la mentalidad podemos llegar aeducar sin castigar.El castigo no físico no debe usarse porque los

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padres, que somos quienes lo imponemos, somosjuez y parte. Y eso no es justo para el niño.

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Capítulo XI

Límites, normas, hábitos y rutinas

El ejercicio responsable del rol adulto haciala infancia no consiste en fabricar la personaideal que queremos que sea mañana nitampoco de abandonarlo a su suerte frente aestímulos y vivencias que aún no lecorresponden vivir.

Jesús Vilar[49]

Poniendo límite a la palabra«LÍMITE»

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No debemos limitar a los niños. Al menos no deberíamosusar la palabra «límite» para definir la acción de educar a unniño o de enseñarle unas normas de convivencia.Confundimos palabras y conceptos.

Los niños no necesitan límites. No son animalespeligrosos a los que haya que ponerles una cerca. Sonpersonas que pueden tener conductas no deseables, escierto, pero eso no se arregla poniendo límites, sino dandonormas de convivencia, valores y modelos.

No me gusta la palabra «límite». Si mañana usted ve uncartel anunciando una conferencia con el título «Cómoponer límites», dará por supuesto, como todo el mundo,que trata sobre educación infantil. A nadie se le ocurrepensar que pueda ser sobre las restricciones de velocidaden la entrada de las grandes ciudades. Y es que los adultosno nos limitamos: actualmente la palabra «límite» sólo seutiliza en niños y en animales (y en estos últimos ya se poneen entredicho).

Nadie en su sano juicio va diciendo que «limita» a supareja, y si lo dice, la que queda mal es esa misma persona,a la que el resto tachará de dictatorial. Es cierto que en lasparejas tenemos normas de convivencia (no límites) y, como

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nos queremos, intentamos no saltárnoslas. Lo que hace queuna pareja sobrepase el límite suele ser la falta de amor, noque uno de los cónyuges sea más duro o menos. En lasempresas no está bien visto que un jefe diga que limita a susempleados, pero seguramente hay unas normas y deberesque cumplir.

Hoy en día los niños parecen una «sociedad limitada»porque sólo a ellos se les aplica la palabra «límite». Y a losniños no se les debería imponer límites. Usted no quiere unhijo limitado, sino alguien que aprenda a convivir y sepacomportarse con las normas que se establezcan en una casao en la sociedad.

Deberíamos erradicar la palabra «límite» delvocabulario de la pedagogía infantil. En primer lugar porqueno se ajusta a lo que se pretende decir. Según la RealAcademia Española, el límite es un fin, un término. Enrealidad hay más definiciones, pero la que se ajusta dealguna forma a la educación es esta. No hay más; en ningúnlugar pone: forma de educar en la que los niños debenaprender a comportarse.

No, no hay nada de esto. Utilizamos una palabra quesignifica una cosa para explicar otra.

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En segundo lugar, aunque la acepción de la palabrafuera la correcta, debemos evitar un vocablo que sólo seutiliza con niños y que tiene una clara carga peyorativa.Hace unos años la psicología aceptó la palabra «histérico/a»para designar un tipo de personas. Pero la palabra erapeyorativa para las mujeres («histeria» viene del griego«útero»), y ahora eso ha cambiado. Quizás podamos hablarde lo mismo, pero con unas palabras más amables haciacierto colectivo.

Lo mismo sucede con «límite». Alguien me dirá que«límite» y «norma» pueden ser lo mismo. Seguramente, perohay una diferencia de cara al niño: cuando decimos: «Esteniño no tiene límites», el que queda mal es el niño. Cuandodecimos: «Este niño no tiene normas de comportamiento»,los que quedan mal son los padres. Y, claro, eso no nosgusta a los adultos.

El hecho de utilizar una palabra u otra supone una grandiferencia a nivel semántico. Quizás podamos estarhablando de lo mismo, del mismo concepto, pero la palabrano es la adecuada.

Además, la actitud de poner límites no es educativa.Imagine por un momento que un niño roba en clase e insulta

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a sus compañeros. Alguien dirá: «No tiene límites, hay queponerle unos límites claros». Pues no. Lo que no tiene elniño es el valor de la honradez y del respeto hacia suscompañeros, y tampoco las normas de comportamiento yde convivencia adecuadas. Si creemos en esto,trabajaremos para que aprenda estas enseñanzas. Y si lasaprende es difícil que se las salte.

En cambio, si pensamos que es un problema de límite,tan sólo castigaremos o censuraremos su comportamiento.Puede que con esto el niño deje de robar o de insultar, perono porque haya aprendido unos valores, sino porque tienemiedo al castigo y a las consecuencias. En cuanto no tengamiedo o se sienta seguro, lo volverá a hacer.

Por eso, en este capítulo no utilizaremos la palabra«límite», sino que vamos a cambiarla por otras que sí tienenese significado realmente, que no hacen quedar mal a nadiey que ayudan a educar. Mucho mejor, ¿verdad?

Actitudes, valores y normas

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Educar a un niño no es hacerte aprenderalgo que no sabía, sino hacer de él alguien que

no existía.John Ruskin

Hace ya unos cuantos años, en las escuelas españolas—al igual que en muchas otras en todo el mundo— sedieron cuenta de que era bueno valorar no sólo losconocimientos de los niños sino también «las actitudes,valores y normas». Si se fija, no pusieron la palabra «límite»en ninguna parte: no se valora si el niño tiene límites o no,sino si tiene adquiridas unas normas, unos valores... Y esaes la clave. Por eso este apartado lo hemos titulado así.

Creo que lo primero que habría que hacer es definircada concepto:

Valor: un valor es una creencia que se refiere amodos deseables de ser y de comportarse y vamás allá de una situación específica. Por ejemplo,valores son la libertad, la paz, la justicia, el amor,la responsabilidad, el esfuerzo, el amor altrabajo... Si nos fijamos, no suelen cambiarmucho con el tiempo, ya que estos mismosvalores podía inculcarlos un padre romano a su

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hijo hace dos mil años, igual que usted va a hacercon el suyo. Suelen tener un carácter universal,ya que la mayoría de países y de personas en elmundo están a favor de los mismos. Una personacon buenos valores es una persona con un bagajeimportante para la vida, lo que le permitiráentenderse con otras personas.Normas: las normas son las reglas, las leyes quese hacen tomando como fundamento unosvalores. Suelen ser cambiantes con el tiempo yno tienen por qué ser las mismas en cada país.De esta manera, el valor del agradecimientopuede variar según la cultura o la sociedad. Porejemplo, usted recibe un regalo y, como tieneinculcado el valor del agradecimiento, quiereagradecerlo. Si está en España, las normas debuen comportamiento en este caso le dirán quedebe abrirlo y dar las gracias. Pero si usted viveen otros países (parte de Inglaterra, porejemplo), las normas de comportamiento le diránque en estos casos no debe abrir el regalodelante de quien se lo ha hecho, sino agradecerloy abrirlo más tarde. En nuestro país ya hace

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mucho tiempo que se considera la justicia comoun valor importante y toleramos cada vez menoslas injusticias. Pero las leyes y las normas queregulan esa justicia van cambiando con el tiempo.Es decir, hay valores, como el respeto de losciudadanos ante la autoridad, que siguen vigentestanto para los antiguos babilonios como paranosotros. Pero las normas han cambiado, yantiguamente debían postrarse en el suelo orodilla en tierra, mientras que ahora un saludorespetuoso o hablar de usted suele ser suficiente.El mismo valor suele tener normas diferentes deactuación dependiendo de la época en quevivamos y de las circunstancias.Así pues, intente inculcar en su hijo buenosvalores y unas normas de convivencia que lepermitan vivir en sociedad y en familia. Engeneral, solemos enseñar normas a nuestros hijospequeños, y ellos, cuando se hacen mayores, vancaptando el valor que se esconde detrás demuchas normas. Así pues, cuando le decimos aun niño: «Dale las gracias al tío Pepe por habertearreglado el juguete», le transmitimos una normade convivencia, pero a la larga aprenderá que los

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favores deben agradecerse y asumirá el valor delagradecimiento. Sea como sea, le transmitimosestos valores y normas en lugar de ponerlelímites.Actitudes: las actitudes son formas generales deactuar. De esta manera, decimos que unapersona tiene una actitud pacífica, colaboradora,distante, fría... Son rasgos generales de suactuación y comportamiento. No suelen variarmucho. Por ejemplo, seguramente usted conocea una persona de actitud amable. Es una personaque normalmente está dispuesta a ayudar y quese preocupa por los demás. Pero eso no quieredecir que siempre sea así; quizás un día está demal humor y no saluda. Entonces usted sepreguntará: «¿Cómo es que hoy no me hasaludado cuando normalmente es tan amable?».Pues porque una cosa es su actitud normal antela vida y otra su comportamiento en cadamomento.Las actitudes de una persona no suelen cambiar,aunque pueden hacerlo. Una persona fría ydistante no suele volverse de la noche a la

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mañana alegre y cercana, pero si quisiera, podría.Los valores que se tienen forman, entre otros,nuestras actitudes. Es muy difícil que una personaque tenga como valor el principio de que todoslos seres humanos son iguales sea racista o tengauna actitud hostil hacia los inmigrantes.Los niños aprenden una serie de valores a partirde las actitudes que muestran sus padres hacialas cosas: si ve que su padre tiene una actitudpositiva hacia los inmigrantes, seguramente elniño captará el valor que hay detrás de estehecho.Comportamiento: consiste en cómo se portauna persona en determinado momento.En general, las actitudes marcan elcomportamiento, pero no siempre. De estamanera, una persona con una actitud distante yfría normalmente se comportará con seriedad.Pero también puede pasar al revés: una personapuede ser fría y distante (actitud) y un día estarmás graciosa de lo normal. Una persona puedetener una actitud optimista ante la vida perotambién puede pasar un mal día y en ese

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momento o en esa ocasión comportarse de formanegativa. Una persona puede tener una actitudmuy amable y un día enfadarse(comportamiento).En su mayor parte, la gente se comporta segúnsea su actitud ante una determinada situación,pero puede comportarse de otra forma en ciertosmomentos.Usted tiene que ver los problemas decomportamiento de su hijo como una cosapuntual, porque lo que vale es su actitud general.Si en general es un niño bueno, el que un día legrite o no haga sus tareas no es porque esté maleducado sino porque algo le ha debido desuceder. En este caso, usted intentará saber quéle ocurre y reconducir su comportamientoequivocado. Si su hijo normalmente tiene unaactitud «pasota» ante los deberes, lo importantees intentar inculcarle unos valores para cambiarsu disposición, y no tanto obligarle a que los hagahoy.En general, salvo excepciones, los niños sonbuenos y tienen actitudes positivas (si han sidobien educados en valores y normas), aunque a

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veces sus comportamientos no sean losdeseables.

Bien, una vez explicada la nomenclatura, hay querecordar que el trabajo con niños consiste en inculcarlesvalores y normas de comportamiento o de convivencia (nolímites) y que el modelo de actuación de los padres y susactitudes ayudan mucho a que los niños los captenadecuadamente.

Yo no robo, no porque mis padres me impusieran unlímite, sino porque me inculcaron el valor de la honradez yporque ellos siempre tuvieron una actitud honrada, y através de ese modelo yo aprendí.

Yo no bebo (alcohol, se entiende). No fue porque mispadres me pusieran un límite o me castigaran si alguna vezde joven llegué con una copita de más, sino porque meenseñaron el valor de una vida sana, y con sus actitudeshacia la bebida (mis padres no bebían) y su modelo entendíque yo no debía beber porque no era bueno.

Los niños necesitan que sus padres les ofrezcan yenseñen buenas actitudes, valores y normas.

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Hábitos y rutinas

Si atendemos a su definición, existe poca diferencia entre lasdos palabras. Según la Real Academia Española, rutina esun hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica ysin razonarlas. Y hábito es un modo especial de proceder oconducirse adquirido por repetición de actos iguales osemejantes, u originado por conductas instintivas. Si nosfijamos, ambos términos se definen como maneras decomportarse (costumbre o modo especial de proceder oconducirse) que se adquieren por repetición y práctica.

En pedagogía y psicología infantil añadimos mayorcontenido a las definiciones: hábito es un acto en concreto(el hábito de leer, el hábito de estudiar...) y rutina es cuandose siguen unos pasos pautados para hacerlo (hay gente quecada mañana sigue la misma rutina: primero se levanta,luego va al baño, después se ducha, se viste, hace el café...;es su rutina para empezar el día). No decimos: «Tengo larutina de leer», porque no siempre lo hacemos de la mismaforma (a veces leemos en la cama, otras en el sofá...), y lomismo sucede con el estudio. En cambio, a los pasos que

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seguimos para acostar a los niños (bañarlos, darles decenar, contarles un cuento, etc.) se les llama rutinas porquese siguen los mismos más o menos cada día.

¿Son buenos los hábitos? ¿Para quésirven?

Hay hábitos buenos, como lavarse los dientes despuésde comer, y hábitos malos, como morderse las uñas ofumar. Los malos deben erradicarse y los buenosfomentarse.

¿Para qué sirve un hábito? Pues para que lleguemos ahacer las cosas desagradables que son beneficiosas y que,si no fuera de esta manera, no las realizaríamos.

En 1847 el doctor Semmelweis descubrió que lasmuertes de las parturientas debidas a infecciones (fiebrepuerperal) bajaban en picado si los médicos, antes deatenderlas, se lavaban las manos, cosa que en aquella épocano se hacía con frecuencia (por lo que contagiaban a suspacientes en cuanto las tocaban). Pidió a sus compañerosque lo cumplieran durante un tiempo y, aunque la medida seprobó como eficaz, lo dejaron de hacer porque «era muypesado».

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Y es que lavarse las manos tantas veces es algo que amucha gente le cuesta (a no ser que seas un obsesocompulsivo de la limpieza). Por eso, como es una cosabuena pero resulta «desagradable» de cumplir, se debeinstaurar como un hábito, tal y como hicieron los médicosmás tarde. De hecho, tengo un amigo médico que un díafestivo entró un momento en su consultorio para buscar unlibro y antes de salir se lavó las manos. Se puso a reír y medijo: «Estoy tan acostumbrado a lavarme las manos cadavez que hago algo en el consultorio que ahora sin pensar hehecho lo mismo». Bien, eso es un hábito.

El problema de los hábitos es que se hacen sin pensar yno dan ningún placer, con lo cual aprender las cosas de esaforma me parece muy aburrido. ¿No cree que es mejorenseñarle primero a su hijo el amor por el estudio, antes deinstaurarlo como un hábito? Si consigue que a su hijo leguste estudiar, seguramente continuará estudiando más alláde lo obligatorio, pero si lo instaura como un hábito nuncadisfrutará mientras aprende.

Mis padres no me inculcaron la higiene como un hábito,sino como un placer: el gusto de ir limpio. De esta manera,la mayor parte de los días disfruto cuando me arreglo y

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aseo para salir, cosa que mucha gente hace a desganaporque lo tiene como un hábito: algo que hay que hacer, sinsaber bien por qué, y por eso no le encuentran la gracia.

Para las cosas «desagradables» pero que sonbeneficiosas para nosotros, intente que su hijo las vea comoalgo positivo y fomente su amor por ellas. No lo instaurecomo un hábito si puede hacerlo de otra forma.

Hay dos cosas que nunca deberían ser instauradascomo un hábito:

En primer lugar, aquellas cosas cuya razón deexistir es hacernos felices. Y los niños debenaprender a hacerlas por placer y no comoobligación o porque «siempre lo he hecho así».Ejemplos de todo esto serían la lectura, la músicao el salir con los amigos. La música es algo muybueno y muy positivo para el ser humano, pero...¿se imaginan implantar el hábito de escucharcada día un ratito de música? Pues como no teguste escuchar música y te obliguen la vas a odiartodavía más. La música es para nuestro recreo,para hacernos felices, para disfrutar, y en elmomento en que la escuchas como un hábito yano obtienes los beneficios que suele brindar. Lo

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que debemos hacer es fomentar el amor por lamúsica en nuestros hijos, y entonces laescucharán, disfrutarán con ella y obtendrán losbeneficios que la música proporciona. Pero noestá escrito en ninguna parte que todo el mundotenga la obligación de escuchar música. Si su hijono siente ese placer, aunque usted ha intentadoque lo encuentre, déjelo y no le insista más.Cuando yo tenía 4 años me gustaba sentarmedelante del piano de mi abuela y «tocar». Así quemis padres me pusieron una profesora particularhasta los 9 años. En aquel momento les dije a mispadres que no quería continuar porque ya nodisfrutaba con el piano, ya que, debido a lashoras que tenía que dedicarle, había pasado deser una fuente de placer a un agobio. Y, gracias aDios, mis padres lo entendieron. Bien, comonunca odié la música (mis padres no me dejaronque siguiera odiándola), más tarde me atreví conotros instrumentos, y cuando empecé en launiversidad volví a tomar clases de piano.En la actualidad puedo tocar varios instrumentos(ninguno a la perfección, soy consciente) graciasa que nadie me impuso el hábito de estudiar

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música a diario. Tengo amigas a las que obligarona terminar sus estudios de piano, y en laactualidad ninguna de ellas lo toca. En cuanto a lalectura, pasa más o menos lo mismo: hace unosaños nos reunimos unas cuantas ex compañerasdel colegio. La mayoría habíamos seguido juntashasta tercero de BUP y COU[50] y recordamoscómo a no sé quién del Ministerio de Educaciónse le ocurrió impulsar el hábito de la lectura, paralo cual se nos entregó un listado de diez librosque debíamos leer ese curso. Fue el año quemenos leí de mi vida, porque cuando me ponía aleer lo que a mí me gustaba, me sentía mal (¡teníael listado pendiente!). Así que dejaba de leer loque me gustaba y cogía el libro obligatorio.Como no me gustaba, leía poco rato y lo dejaba.Y así todos los días. Total, que yo, que era capazde leerme casi un libro a la semana, ese añoapenas leí los diez libros obligatorios. Por suerteesto duró poco y en la universidad a nadie se leocurrió que había de implantar el hábito de lalectura, y volví a leer.Con sus hijos debería fomentar el amor por lalectura (de hecho, en la actualidad las campañas

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lectura (de hecho, en la actualidad las campañasson para fomentar la lectura, no para que sea unhábito sin más). Muchos padres piensan queobligando a sus hijos a leer cada día diez minutosvan a fomentar su amor por la lectura. Si a su hijono le gusta y usted sigue esa técnica, va a acabarodiándola en la mayoría de los casos. Fomente yno obligue: déjele que escoja el libro (¡ah!, queen el cole les ponen un libro obligatorio), que levea a usted leer (¡ah!, que no tiene tiempo), hagaactividades relacionadas con el libro, comobuscar palabras que empiecen por... (¡ah!, esque lo tiene que leer en pocos días y llevar unresumen al colegio); pues eso, intente fomentar elgusto por la lectura, aunque, dadas lascircunstancias actuales, lo tiene difícil.Se intentan crear hábitos en los niños pensandoque se les hace un bien, cuando lo que hemos deinculcar es la pasión y las ganas de hacer unacosa.En segundo lugar, hay otra serie de hábitos quetampoco se debe instauran aquellos que son tanirracionales que van a cambiar en poco tiempo.«Es que tiene que habituarse a dormir en el

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moisés». ¿Para qué? Si en menos de seis mesesva a tener que cambiarlo de sitio porque se va aquedar pequeño. «Es que tiene que habituarse al"orinalito"». ¿Para qué? Si lo ideal es que lo hagaen el váter.

A veces los padres fuerzan a sus hijos a que seacostumbren a ir por la calle atados a una sillita de paseocuando el niño lo que quiere es salir. Y cuando de mayorquiere ir en sillita, le riñen porque debe ir andando. Siempreque vaya a instaurar un hábito pregúntese antes: ¿esto lohacemos normalmente los adultos? Porque a lo mejor novale la pena obcecarse demasiado en el tema.

¿Son buenas las rutinas? ¿Para quésirven?

Las rutinas son una buena forma de hacer las cosas sinolvidarse de algún paso importante. El otro día observé loque hacía la cajera del súper cuando le pagué con la tarjeta.La pasó por la máquina, se la guardó en su mano izquierdamientras que con la derecha acababa de teclear algo y,cuando sacó el comprobante de la visa, cogió el tique de lacompra y lo puso encima de la visa y me lo devolvió todo

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junto. Al día siguiente igual. Y al tercero le pregunté: «¿Porqué no me devuelves la visa, una vez pasada, en lugar deguardártela en la mano?». Y me dijo que su rutina era esa;siempre lo hacía así y de esta forma se aseguraba de que nose olvidaba de darme ninguna de las tres cosas: tarjeta,comprobante y tique. Bueno, pues para eso sirven lasrutinas, para evitar los olvidos o hacer las cosas en undeterminado orden que nos va mejor.

¿Hay que inculcar rutinas para dormir? No para dormir,sino para que no nos olvidemos nada a la hora de dormir.En mi caso, una vez puesto el camisón, me lavo los dientesy me limpio (o desmaquillo) la cara, pero mi amiga suelelavarse los dientes cuando aún está vestida (para nosalpicarse el camisón) y luego se pone el camisón paradormir. Hacerlo así no nos ayuda a dormir antes ni mejor,sino sólo a no olvidarnos de hacer algo.

También nos anticipan lo que va a venir. Es decir, yo yasé que cuando mi cajera tiene la visa en la mano me la va adevolver, pero si un día veo que hace algo raro (guardarlaen su bolsillo) me extrañaré y le preguntaré por qué lo hace,ya que no sé qué final va a tener aquello.

Cuando a su hijo le inculca una rutina para dormir,

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pregúntese en primer lugar si aquello tiene mucho sentido ysi las personas cabales lo harían así. ¿Usted duerme en unacama con barrotes y abrazado a un muñeco de goma? No,¿verdad? Pues, ¿por qué enseña a dormir a su hijo de talmanera? Piense que su hijo va a tener que hacer el esfuerzocuando sea mayor de olvidar la mayor parte de las cosasque le enseñe ahora.

En segundo lugar, si a su hijo no le es agradable la horade ir a dormir porque sabe que se separa de sus padres,¿cree que el hecho de anticipárselo va a conseguir que vayamás tranquilo a la cama?

En general, las rutinas pueden simplificar elprocedimiento a la hora de hacer algunas acciones, pero noconsiguen que las mismas se realicen más a gusto. Haygente que abusa de las rutinas, y a la larga una vida rutinariaes muy aburrida y tediosa. Hay que romper de vez encuando las rutinas. La vida es mejor y más feliz.

Algunas preguntas

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Mi hijo de 9 años lee muy poco. Es como si no legustara leer. Cuando le mandan algún libro para leer enel colegio, nos cuesta que lo lea. ¿Cómo le inculco elhábito de la lectura?

La lectura no puede ser nunca un hábito. Debe ser unplacer, un goce, el gusto por la lectura.

En primer lugar, es difícil inculcar un gusto por la lecturacuando sólo lee libros que le mandan en el colegio. Quizáshaciéndole ver a la señorita que de vez en cuando lesdebería dejar elegir el libro, nos ahorraríamos algúnsufrimiento.

Pero si vamos más allá del entorno escolar, podemosdarle algunas orientaciones: vaya a comprar libros con él,que los elija; no importa de lo que sean, incluso los cómicsfomentan la lectura (hay padres que todavía ven el cómiccomo un género literario de segunda); incrementen elnúmero de horas que leen todos en casa, para que el niñolos vea leyendo.

El libro no sólo sirve para leer, sino para imaginar yaprender: vaya a visitar lugares parecidos (o los mismos)que se relatan en el libro; busque informacióncomplementaria sobre algún aspecto; cree juegos sobre el

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libro (buscar palabras, crucigramas, sopas de letras...);hagan representaciones teatrales o propóngale que leexplique el argumento del libro a alguien (a mamá, a laabuela); es decir, que cada libro sea fuente para el niño deplacer y diversión. Con el tiempo le encantará leer y lopedirá. Una vez llegado a este punto, podrá pasar a reducirlas actividades complementarias, ya que con el solo placerde la lectura y la imaginación le será suficiente. No leobligue a leer, y menos si es algo que no le gusta. Eso mataal buen lector.

Tengo un alumno de 3 años que pega a veces a suscompañeros de clase. Tiene que aprender que hay unlímite y que no puede hacer eso. ¿Cómo le marco ellímite? ¿Es bueno ignorarlo en el momento en que lohace?

¡Claro que no puede hacer eso! Los otros niños notienen que sufrir los maltratos de un compañero. Y ustedcomo educadora debe ayudarle. Pero no poniéndole límites.

Imagine que cada vez que pega a un compañero leamonesta con frases del tipo: «Eso no se hace». ¿Cómopodrá actuar la próxima vez el niño cuando un amiguito le

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quite el cochecito? Pues si no le enseña nada más o leignora, poca cosa va a conseguir. Bueno, sí, el niño sabráque a usted no le gusta y como mucho intentará hacerlocuando no le vea.

Lo primero que debemos saber es por qué ha hechoeso; porque si un compañero le ha quitado algo quizásdeberíamos solucionar el problema primero y luego, con elniño ya calmado, explicarle que la próxima vez debe acudira la señorita si tiene un problema.

Cuando el niño entienda por qué no puede pegar,puesto que usted le habrá enseñado normas de convivenciaen lugar de límites y le habrá dado formas de actuar másaceptables para solucionar un problema, seguro quecambia.

Enseñe las normas de convivencia, no sólo a él sino atoda la clase, poniendo a los niños en diversas situaciones ypidiéndoles que expliquen qué harían en esos casos; asípodrán ver cuál es el comportamiento que más les gusta atodos, tanto si lo hacen como si lo reciben.

De todas formas, el hecho de que un niño de 3 añospegue no es excesivamente alarmante, aunque creo que nodebería hacerlo y me parece mal por los compañeros que lo

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sufren.Pregunte a maestras «de toda la vida» de parvulario e

infantil cuántos niños han conocido que a los 3 años pegarano mordieran y seguro que le dirán que muchos. En cambio,si luego pregunta en el mismo colegio a las maestras deniños más mayores cuántos han tenido que mordieran opegaran, le dirán que pocos. Y es que un niño de 3 años esmuy instintivo todavía en sus respuestas (como losanimalitos) y cuando una cosa no le gusta araña, pega omuerde, como harían muchos animales. Con el tiempoaprende otras formas de demostrar su disgusto (insultar,ignorar, etc.). Es raro que haya niños de 10 años que searañen o muerdan; en cambio, es muy frecuente cuandosólo tienen 2 años. Intente, en beneficio del resto de suscompañeros, que el correcto aprendizaje se produzcacuanto antes y trabaje con el niño.

Para saber más

Cornelius, Helena y Faire, Shoshana, Tú ganas, yo gano.

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Cómo resolver conflictos creativamente y disfrutar conlas soluciones, Editorial Gala, Buenos Aires, 1995.

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Faber, A. y Mazlish, E., Cómo hablar para que sushijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos lehablen, Medid, Barcelona, 1997.

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Ginott, H. G., Entre padres e hijos, Medid, Barcelona,2005.

Grose, M., Grandes ideas para educar sin discutir,Plaza, Barcelona, 2002.

Honoré, G, Bajo presión, RBA, Barcelona, 2008.Rodrigáñez, C., «Poner límites o informar de los

límites», 2005 (texto inédito, se puede consultar enwww.casildarodriganez.org/varios.php).

Resumen

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No deberíamos usar la palabra «límite» paradefinir la acción de educar a un niño o deenseñarle unas normas de convivencia.Confundimos palabras y conceptos.Los niños no necesitan límites sino normas deconvivencia, valores y modelos.Un valor es una creencia que se refiere a modosdeseables de ser y de comportarse y va más alláde una situación específica. Por ejemplo, valoresson la libertad, la paz, la justicia, el amor, laresponsabilidad, el esfuerzo, el amor al trabajo...Las normas son las reglas, las leyes que se hacentomando como fundamento unos valores. Suelenser cambiantes con el tiempo y no tienen por quéser las mismas en cada país.Las actitudes son formas generales de actuar.Así, decimos que una persona tiene una actitudpacífica, colaboradora, distante, fría... Sonrasgos generales de su actuación ycomportamiento. No suelen variar mucho.El comportamiento consiste en cómo se portauna persona en determinado momento.

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En general, las actitudes marcan elcomportamiento, pero no siempre. De estamanera, una persona con una actitud distante yfría normalmente se comportará con seriedad.Pero también puede pasar al revés: una personapuede ser fría y distante (actitud) y un día estarmás graciosa de lo normal.Se intentan crear hábitos en los niños pensandoque se les hace un bien, cuando lo que hemos deinculcar es la pasión y las ganas de hacer unacosa. Yo me ducho no porque sea un hábitorutinario para mí, sino porque me gusta ir limpia.Hemos de incentivar la motivación en lugar deinstaurar la rutina en nuestra vida. Las cosasserán más agradables y la vida más feliz.

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Notas[1] El libro Parenting without punishing (Ser padres

sin castigar) es una publicación gratuita del año 2002 quese puede encontrar en www.nopunish.net, en inglés y enespañol.

[2] Programa de Redes «El cerebro del bebé». Puedeconsultarse en la web www.smartplanet.es.

[3] Citado en el libro de Cari Honoré Bajo presión,RBA, Barcelona, 2008.

[4] Ibidem.

[5] Philippe Merieu, El Frankenstein educador,Alertes, Barcelona, 2003.

[6] Ibidem.

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[7] Norm Lee, Ser padres sin castigar, publicacióngratuita en www.nopunish.net.

[8] Stuart Brown, A jugar, Urano, Barcelona, 2010,pp. 22— 23.

[9] J. P— Iglesias de Ussel, M. Marí-Klose y P.González Blasco, Matrimonios y parejas jóvenes, España2009, Fundación SM, Madrid, 2009.

[10] VV.AA., «Infancia y futuro»,Colección EstudiosSociales, n° 30, Obra Social de La Caixa, 2010.

[11] Ibidem, p.109

[12] Jordan Riak en un artículo de su página webunuw.nospank.net.

[13] Ejemplo extraído de mi libro Cariño y teta,Anaya, Madrid, 2010.

[14] Extraídos del mismo libro.

[15] La frase es una traducción del original: «Love is

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spelled T-I—M-E».

[16] La leche materna puede extraerse y darse adistancia, pero mamar estrictamente hablando no.

[17] En las unidades de prematuros, como la del 12 deOctubre en Madrid, suelen darles glucosa antes de unaprueba molesta para reducirles el dolor.

[18] Caso real extraído de mi libro Cariño y teta,Anaya, Madrid, 2010.

[19] Tomo prestado el título y el texto de un artículoque escribí para la revista Crianza Natural (n° 7, otoño de2009).

[20] Oliver Sacks, Musicofilia: relatos de la música yel cerebro,Anagrama, Barcelona, 2010.

[21] Pueden leer un excelente resumen de las tesis deHebb en el libro de Siegel La mente en desarrollo, 2007,citado en la bibliografía del capítulo.

[22] Nolasc Acarín, El cerebro del rey , RBA,

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Barcelona, 2005.

[23] Extraída de la película Dr. Jekyll y Mr. Hyde(1931).

[24] Judy Dunn, autora, entre otros libros, de «Lacomprensión de los sentimientos: las primeras etapas», enJerome Bruner y Helen Haste (comps.),La elaboración delsentido. La construcción del mundo por el niño, Paidós,Barcelona, 1990, pp. 31—43.

[25] L. Gutman, «Aquello que decimos», en Mujeresvisibles, madres invisibles, Integral, Barcelona, 2010.

[26] Nunca le ignore. Explicaremos en el capítulo X porqué ignorarlos es tan perjudicial para los niños.

[27] Ejemplos extraído de mi libro La crianza feliz.

[28] Publicación del Consejo de Europa, Abolición delcastigo físico infligido a niños y niñas, 2008, p. 6.

[29] Comité delos Derechos del Niño, de las NacionesUnidas, Observación general núm. 8,2006, párrafo 11.

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[30] Publicación del Consejo de Europa. Abolición delcastigo físico infligido a niños y niñas, 2008, p. 7.

[31] Riak es director de PTAVE (Parents & TeachersAgainst Violente in Educación: Padres y maestros en contrade la violencia en la educación) [www.nospank.net].

[32] Ashley Montagu, La naturaleza de laagresividad humana. Alianza. Madrid, 1988.

[33] El doctor Welsh es una autoridad en materia dedelincuentes adolescentes. Su trabajo se ha desarrollado enEstados Unidos.

[34] En el final de este capítulo está la sección «Parasaber más», en la que aparece citada una amplia selecciónde los mismos.

[35] Publicación del Consejo de Europa, Abolición delcastigo físico infligido a niños y niñas, Estrasburgo,2008.

[36] Save the Children, Lucha contra el castigo físico

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en la familia, manual para la formación, 2004. Y lacampaña «Educa, no pegues».

[37] Ex vicesecretario del Comité de los Derechos delNiño

[38] El castigo corporal en las escuelas es ilegal desde1985, gracias al artículo 6 de la Ley Orgánica 8/1985 del 3de julio, reguladora del derecho a la educación. El artículo17 del Real Decreto 732/1995, el marco legal que regulalas relaciones sociales en las escudas, establece que «todoslos pupilos tienen derecho al respeto a su integridad física ymoral, y en ninguna circunstancia pueden ser sometidos atrato humillante o degradante». El artículo 43.2 prohibe«castigos inconsistentes con la integridad física y la dignidadpersonal del pupilo». Según la Ley Orgánica 10/2002 sobrela Calidad de la Educación, los estudiantes tienen derecho aque se muestre respeto por su integridad y dignidadpersonal y están protegidos contra toda agresión física omoral (artículo 2.2). I

[39] W.AA., «Infancia y futuro», Colección EstudiosSociales, n° 30, Obra Social de La Caixa, 2010, p. 108.

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[40] Adele Fabcr y Elainc Mazlish, Padres liberados,hijos liberados, Medid, Barcelona, 2003.

[41] Pedagoga sueca. Pionera de la nueva educación,creía en la bondad natural del niño. Se opuso alautoritarismo y defendió la coeducación.

[42] VVAA., infancia i fiitur, Obra Social de LaCaña, 2010, pp. 176 y 177.

[43] Es el típico caso de mobbing laboral. Mucha genteno sabe cómo poner una denuncia porque no hay nada«demostrable» de maltrato. Simplemente no hay trato.

[44] Citado en Eduardo Punset, El alma está en elcerebro, Destino, Barcelona, 2006

[45] Ejemplo extraído de mí libro La crianza feliz. LaEsfera delos Libros, Madrid, 2009,p. 128.

[46] A. Sadeh, «Stress, trauma and sleep in children»,Child and Adolescent Psychiatric Clmia of NorthAmerica,5(3), 1996, pp. 685—700.

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[47] E. R. Kloer, «Hormones, brain and stress».Endoc.ReguL,37,2005, pp. 51—68.

[48] Agradecemos a Sara Bosch que nos permitacontar esta anécdota.

[49] Profesor de la Fundación Bese Tarrés, en unaentrevista al periódico La Vanguardia el 29 de noviembrede 2010.

[50] Equivalente a 1°y 2o del bachillerato actual, en elque nos dividíamos por tipos de bachilleres (ciencias, letrasy mixto).