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Nido de Cuervos en El Vaticano

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Nido de cuervos en el VaticanoLa detención del mayordomo del Papa ha dejado al descubierto una guerra de poder en el Vaticano. El cardenal Bertone ha enviado al exilio a algunos de sus colaboradores más queridos. Benedicto XVI trata de obtener una tregua, pero la lucha es encarnizadaEn esta historia llena de traición, malas artes, soldados del Altísimo que luchan por el poder con armas del demonio, un mayordomo ladrón, un Papa enfermo y un banco que usa el nombre de Dios en vano, tal vez el único hombre bueno sea el padre George.George Gänswein es alemán, tiene 57 años, 1.80 de estatura, cuerpo de atleta, pelo rubio, ojos claros. Desde hace nueve años es el secretario personal de Joseph Ratzinger y, desde hace algunos meses, su único antídoto contra el aire envenenado del Vaticano. Un día no muy lejano, a su número de fax —al alcance de muy pocos— llegó una carta muy comprometedora dirigida al Papa. Después de que Benedicto XVI la leyese, monseñor Gänswein decidió guardarla en su pequeña oficina situada dentro del apartamento papal. No convenía que aquella misiva anduviese danzando por un Vaticano convertido en campo de batalla. Por eso, cuando el padre George la vio publicada en un libro junto a decenas de documentos secretos, supo enseguida que el traidor, el cuervo, el topo, tenía que ser alguien muy cercano. Alguien de la familia.Así se les llama intramuros. La familia pontificia. La familia del Papa. Los habitantes del Apartamento —así, con A mayúscula, lo escriben en el Vaticano—en el que Joseph Ratzinger, más casero que su antecesor, el muy viajero Karol Wojtila, pasa la mayor parte del día. Además del padre George y del otro secretario, el sacerdote maltés Alfred Xuereb, “la familia del Papa” está compuesta por cuatro laicas consagradas —Carmela, Loredana, Cristina y Rosella—, una monja que le ayuda en los trabajos de estudio y escritura, sor Birgit Wansing, y un asistente de cámara, Paolo Gabriele, su fiel Paoletto, el primero que desde hace seis años le da los buenos días, lo ayuda a vestirse y a celebrar la misa, lo acompaña en todas las audiencias públicas y privadas, le sirve el café del desayuno, el vino de la comida y la infusión de la tarde, lo acompaña en sus paseos por el jardín de la azotea y, al caer la noche, le ayuda a desvestirse para irse a la cama.Los cardenales acusan al secretario de Estado de ambición desmedida y de dejarse influir por “ambientes masónicos”—Buenas noches, Santidad.La noche del martes 22 de mayo es la última que Paolo Gabriel, de 46 años, casado y con tres hijos, en posesión de la doble ciudadanía italiana y vaticana, acompaña al Papa. Al día siguiente, la Gendarmería del Vaticano se presenta en su casa de Vía de Porta Angelica, sobre el mismo muro que separa los dos Estados, y lo detiene. El secreto se mantiene dos días. El viernes 25, la noticia se filtra: detenido el mayordomo del Papa por desvelar y difundir documentos secretos. Los periodistas buscan imágenes del cuervo o traidor. No les resulta difícil encontrarlas. Basta con mirar las fotos del papamóvil. Junto al chófer, siempre con gesto serio, aparece Paolo Gabriel. Detrás, de pie, impartiendo bendiciones, el Papa, y en el último asiento, sonriente, el padre George…Según una carta secreta, Benedicto XVI está dejando todo atado para que su sucesor sea el arzobispo de MilánSi no fuera por su físico —la revista Vanity Fair lo llegó a llamar monseñor George Clooney—, el teólogo alemán sería un perfecto desconocido. Hasta hace unos meses, George Gänswein ejecutaba en exclusiva su papel de discreto ayudante de Joseph Ratzinger, su sombra desde que, en 1996, el entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Inquisición, lo llamara a su lado. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el padre George no ha tenido más remedio que desempeñar un papel más delicado: el de pasadizo secreto para ver al Papa. A sus 85 años, Benedicto XVI vive aislado en su apartamento, acorralado por las luchas entre los cardenales que tratan de ganar poder antes de la celebración del próximo cónclave. Ratzinger es un hombre anciano y enfermo, pero sobre todo es un hombre solo. Su viejo amigo y teórica mano derecha, Tarcisio Bertone, el secretario de Estado del Vaticano, se ha ido alejando de él y, al tiempo, se ha convertido en el enemigo a batir por el resto de los cardenales italianos. Lo acusan de una ambición desmedida, de relaciones peligrosas con los poderes fuertes italianos, incluso de dejarse influir por “ambientes masónicos”. El Papa, que en los últimos tiempos ha observado con tristeza cómo el cardenal Bertone ha despedido o enviado al exilio a algunos de sus colaboradores más queridos, siempre responde con la misma frase a quien le aconseja cambiar de secretario de Estado: “Ya soy un Papa viejo…”. Trata de obtener una tregua, pero el resultado es el contrario. La lucha es cada vez más encarnizada. Bertone se radicaliza y sus enemigos tampoco descansan. Sentado junto al fax del Apartamento, el padre George sigue recibiendo cartas espeluznantes dirigidas a Benedicto XVI.

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Joseph Ratzinger no se parece en nada a Karol Wojtila. Bien es cierto que los unía una gran amistad y que Juan Pablo II se apoyó en el cardenal alemán hasta su muerte. El polaco era luminoso, cordial, infatigable. Se pasaba el día estrechando manos, sonriendo, recorriendo el mundo. Hasta el punto que, todavía hoy, cuando uno pasea por el centro de Roma, da la impresión de que el Papa sigue siendo el polaco, porque son sus postales las más presentes, las que más se venden. No era difícil, por tanto, hablar con Juan Pablo II, hacerle pasar un mensaje. A Benedicto XVI, en cambio, no le apasionan las relaciones humanas. Es tímido, aunque cordial, concienzudo, paciente, amante de la lectura, más pendiente de los asuntos del cielo que de los de la tierra. De hecho, solo algunos cardenales escogidos —Ruini, Scola, Bagnasco— han logrado mostrarle personalmente su opinión desfavorable a Bertone. Sucedió hace un año, durante un almuerzo en el palacio de Castel Gandolfo, la residencia veraniega del Papa. El resto se tiene que conformar con utilizar un canal. El del fax del padre George Gaenswein…Los cargos financieros están en manos italianas, pese a que los norteamericanos son los mayores contribuyentesUn canal que, desde el pasado verano, deja de ser seguro. El primer golpe llega con la divulgación, a través de un programa de televisión, de una carta del arzobispo Carlo Maria Viganò, actual nuncio en Estados Unidos, en la que le cuenta al Papa diversos casos de corrupción dentro del Vaticano y le pide no ser removido de su cargo como secretario general del Governatorato —el departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos—. Viganò, sin embargo, es enviado lejos de Roma por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Distintas fuentes aseguran que el Papa llegó a llorar con aquella decisión, pero no se atrevió a contradecir a Bertone. La segunda filtración destapa un supuesto compló para matar al Pontífice. Se trata de una carta muy reciente enviada a Benedicto XVI por el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos en la que le cuenta que el cardenal italiano Paolo Romeo, arzobispo de Palermo (Sicilia), acaba de realizar un viaje a China durante el cual habría comentado: “El Papa morirá en 12 meses”. Pero no solo eso. Según la carta del obispo colombiano, escrita en alemán y bajo el sello de “estrictamente confidencial”, el arzobispo de Palermo se ha despachado a gusto en el país asiático contando supuestos secretos del Vaticano tales como que el Papa y su número dos, Tarcisio Bertone, se llevan a matar y que Benedicto XVI está dejando todo atado y bien atado para que su sucesor al frente de la Iglesia sea el actual arzobispo de Milán, el cardenal Angelo Scola. Aquellas filtraciones de documentos, aunque todavía con cuentagotas, conmocionan al Vaticano. Su portavoz, el padre Federico Lombardi, llega a admitir que la Iglesia está sufriendo su particular Vaticanleaks. L'Osservatore romano publica un editorial en el que se describe la situación de Benedicto XVI: un pastor rodeado por lobos.Paolo Gabriele, mientras tanto, sigue llegando cada día a las seis de la mañana al Apartamento para despertar al Papa. Es un privilegiado. Todos los trabajadores del Vaticano lo son. No ganan un gran sueldo, pero forman parte de la plantilla de una empresa con 20 siglos de antigüedad, que difícilmente irá a la quiebra, con prestigio social en la ciudad de Roma y una serie de ventajas —vivienda dentro de las 40 hectáreas del Vaticano, gasolina muy barata— que en la mayoría de los casos heredan sus hijos. La tormenta que esos días —finales de 2011— azota a la Iglesia amainará. Como siempre por los siglos de los siglos. Hay una anécdota muy representativa. Hace unos años, un periodista español le preguntó a un cardenal por un conflicto en el seno de la Iglesia. El purpurado, muy serio, inició así su respuesta: “Ya tuvimos ese problema en el siglo XIII…”.La Banca del Vaticano está siendo sometida a una investigación por supuesta violación de normas antiblanqueoLa respuesta, aun con otras palabras, sigue siendo la misma, incluso la más común durante los días posteriores a la detención de Paoletto: “Ya tuvimos problemas parecidos, e incluso mayores, y siempre salimos adelante. Tal vez lo que ahora cambie es la velocidad y la magnitud en la difusión de la noticia. Eso, y no su gravedad, es lo que agranda el problema”. Un problema, una guerra de poder, puramente italiana. Tanto los apellidos que ilustran esta historia de intrigas y golpes bajos como las armas elegidas para el duelo tienen denominación de origen. “Un típico juego italiano”, lo califican algunos medios de información. Hay, además, una razón de peso para que sea así. La silla de Pedro lleva siendo ocupada por un extranjero desde 1978. A un Papa polaco (Juan Pablo II, desde 1978 a 2005) lo sucedió un Papa alemán (Benedicto XVI, desde entonces a hoy) y, si los cardenales italianos menores de 80 años —los únicos que pueden participar en el cónclave— no andan espabilados, pueden perder una oportunidad de oro. A día de hoy, los purpurados electores son 122. Italianos, 30 (menos de un cuarto), estadounidenses, 11, y alemanes, 6. Si cuando Joseph Ratzinger muera, o dimita, no le sucede un italiano, la próxima vez será más difícil.Antes incluso del escándalo, ya era patente el excesivo peso de la Iglesia italiana en el Vaticano. Prácticamente todos los cargos de responsabilidad relacionados con las finanzas están en manos italianas, aunque sean norteamericanos y

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alemanes los mayores contribuyentes. De igual forma, aunque América, Asia y África sean ya más el presente que el futuro de la Iglesia católica, en el último consistorio, celebrado el 18 de febrero pasado, no fue nombrado cardenal ningún africano y solo un latinoamericano. Hace unos días, un alto representante del Vaticano manifestaba su contrariedad: “En América Latina está ya el 47% de los católicos del mundo. Allí las iglesias están llenas y en Europa vacías, pero al Vaticano les sigue costando mucho nombrar cardenales que no sean europeos…”. Miloslav Vlk, cardenal de Praga y portavoz de la Iglesia Internacional, lo dice sin tapujos: “Tal vez hemos perdido el impulso que nos dio Pablo VI y Juan Pablo II y luego recogido por Benedicto XVI: una Iglesia que se abra al mundo, un colegio cardenalicio y una Curia más internacional y por tanto más capaz de escuchar las voces y recoger la energía que llegan también de lejos”.La detención del mayordomo se produce unas horas después de otro hecho muy grave. El despido fulminante de Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano. La primera explicación habla de “irregularidades en su gestión”, pero enseguida el tono va subiendo hasta llegar casi al linchamiento. La primera explicación oficial achaca al economista, de 67 años, “no haber desarrollado funciones de primera importancia para su cargo”. Lo cierto es que la Banca del Vaticano está siendo sometida desde el pasado septiembre a una investigación judicial por supuesta violación de las normas contra el blanqueo de capitales. Además de a Gotti Tedeschi —presidente también del Santander Consumer Bank, la filial italiana del Banco Santander—, la fiscalía investiga al director general del IOR, Paolo Cipriani. El directivo depurado se muestra enfurecido en sus declaraciones a la prensa: “Prefiero no hablar. Si lo hiciera, solo diría palabras feas. Me debato entre el ansia de explicar la verdad y no querer turbar al Santo Padre con tales explicaciones”. Tedeschi es de los pocos que guarda fidelidad al Papa. De hecho, fue el propio Joseph Ratzinger quien se lo recomendó a Bertone. Eran más que viejos amigos. El economista, miembro del Opus Dei, había colaborado con el Papa en la encíclica Caritas in veritate. Ahora la colaboración que le pedía era más terrenal y, por tanto, más difícil: rescatar de las manos del demonio las cuentas de Dios. Limpiar el Banco del Vaticano. Bertone y Tedeschi chocan. Trasciende que desde hace tiempo no se hablan. El economista amigo del Papa amenaza con dimitir. El secretario de Estado se le adelanta. Lo despide. Pero no se contenta con eso. En plena guerra de filtraciones, aparece un documento en el que se vapulea al ya ex presidente…Como es habitual en los asuntos que conciernen al Vaticano, jamás se sabrá quién es el cuervo vestido de púrpuraEl asunto queda en segundo lugar. Toda la atención está ahora puesta en la suerte de Paolo Gabriele. La primera pregunta es: ¿por qué lo hizo? La segunda: ¿para quién? Roma es tomada por una banda de cuervos anónimos que se dicen compañeros de Paoletto, una especie de cruzada contra los asuntos turbios del Vaticano. “Paoletto no está solo”, aseguran, “somos muchos, incluso muy arriba. Queremos defender al Papa, denunciar la corrupción, hacer limpieza en el Vaticano”. Las voces anónimas confirman lo que ya se sabía —el Vaticano es desde hace meses un campo de batalla entre distintas facciones que luchan por el poder—, pero sus teóricas intenciones son difíciles de creer. Tan increíbles como algunos de los detalles de la operación: al frente estaría una mujer y la tropa estaría formada por una pléyade de vengadores, desde cardenales a mayordomos, incluido un pirata informático. Su principal objetivo: proteger al Papa de Tarcisio Bertone.Después de muchos días en silencio, el Papa habla. Pero no dice nada. Se remonta 20 siglos atrás para recordar que Jesús también fue traicionado. Acusa a los medios de comunicación de magnificar el problema y confirma a todos sus colaboradores —Tarcisio Bertone incluido— en sus puestos. Los muros del Vaticano se cierran aún más. El misterio, siempre presente en las historias religiosas y laicas de Roma, lo envuelve todo. ¿Ha hablado ya Paoletto? ¿Ha dicho si robó la correspondencia del Papa por su cuenta o por encargo? Tal vez sea el padre George, sentado junto a su fax, el único que sabe la verdad, tal vez el único que cumple su función de proteger al Papa. O tal vez no. Si en algo coinciden creyentes y descreídos de un lado y otro del Tíber es que, como es habitual en los asuntos que conciernen al Vaticano, jamás se sabrá la verdad. Nunca se conocerá el verdadero jefe de Paolo Gabriele, la identidad del cuervo vestido de púrpura. La Iglesia católica, que necesita de la fe para seguir existiendo, sigue sintiéndose cómoda en la oscuridad. “Ya tuvimos ese problema en el siglo XIII…”. En su primera encíclica —Deus caritas est (2005)—- Benedicto XVI citaba una frase de San Agustín que ahora suena profética:—”Sin justicia, ¿qué son los reinos sino una gran banda de ladrones?”

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Del veneno de los Borgia al pederasta Maciel¿Cuervos en el Vaticano? ¿Maledicencia y cuentas pendientes solventadas en los medios de comunicación? Peccata minuta frente al historial de escándalos del Estado pontificio, un territorio de apenas medio kilómetro cuadrado donde las luchas de poder y la ambición sin límites han creado un microclima insano durante siglos. No hay que retrotraerse a los tiempos de los Borgia (convertidos con fama de envenenadores en chivos expiatorios de toda la depravación del Renacimiento italiano), para encontrar episodios sombríos en este supuesto centro de la espiritualidad cristiana. El 28 de septiembre de 1978 moría a los 65 años Juan Pablo I, el italiano Albino Luciani, a los 33 días de ser elegido Papa. Oficialmente, murió de un infarto, pero el cadáver de un pontífice no es sometido nunca a autopsia. Las teorías conspirativas se dispararon, hasta alcanzar al obispo Paul Marcinkus, responsable entonces del IOR (Instituto de Obras de Religión), la banca vaticana. ¿Se había negado Juan Pablo I a tapar el escándalo que sobrevolaba las finanzas vaticanas? Los datos que se conocen hacen poco plausible esta hipótesis, pero es cierto que Marcinkus, un fornido prelado estadounidense, de origen lituano, que se había convertido en la sombra de Pablo VI, tenía motivos para lamentar la muerte de este. Su relación con Michele Sindona, un banquero ligado a la Mafia, desató las sospechas sobre el manejo de dinero ilícito procedente de Estados Unidos. El escándalo estalló en 1982, con la bancarrota fraudulenta del Banco Ambrosiano, una institución católica de la que el Banco Vaticano era principal accionista. La Santa Sede aceptó pagar millones de dólares en compensaciones a entidades extranjeras afectadas por el hundimiento del Ambrosiano. Roberto Calvi, presidente del banco, y Sindona, optaron, supuestamente, por suicidarse. Marcinkus encontró, sin embargo, la protección de Juan Pablo II, sucesor del papa Luciani, que lo mantuvo en el cargo hasta 1989. Un año antes de que se consumara la bancarrota del Ambrosiano, el Papa polaco sufrió un atentado gravísimo, que las sucesivas investigaciones judiciales, y el posterior juicio no han logrado esclarecer del todo. Otro tanto puede decirse del asesinato, a manos de uno de los guardias suizos, del comandante de esta histórica tropa papal, Alois Estermann, el mismo día en que era confirmado en su puesto, en mayo de 1998. El Vaticano manejó mejor este asunto explosivo, pero tampoco logró evitar la gigantesca rumorología en torno a él. Eran años en los que Juan Pablo II viajaba por el mundo y recibía en el Vaticano, como a un amigo personal, al sacerdote Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, una comunidad de religiosos con enorme desarrollo y predicamento en México y otros países. Maciel era un personaje influyente en los palacios vaticanos y uno de los más queridos colaboradores del Papa. Con gran discreción, aportaba dinero a las arcas, siempre exhaustas, de la Iglesia, y llenaba con multitudes las ceremonias religiosas presididas por Wojtyla. Pero la conducta del mexicano estaba ya en boca de todo el mundo. Numerosas denuncias de exlegionarios lo describían como un sujeto cínico y amoral, y un pedófilo desatado. Juan Pablo II se resistió hasta su muerte, en la primavera de 2005, a que se tomaran medidas contra Maciel, que abandonó un año antes su puesto al frente de los legionarios, y murió en 2008, con 89 años, sin ser molestado por nadie. Joseph Ratzinger, que sucedió a Wojtyla al frente de la Iglesia con la promesa de acabar con la corrupción interna, archivó la investigación sobre Maciel. Pero a la muerte del fundador quedó claro su historial sexual de un depravado sin atenuantes.

El Papa de Roma no volverá a América. Un rayo cósmico procedente de una eyección en la corona del Sol se aproxima a un avión con ciento dieciséis personas a bordo. El anciano Ratzinger dormita en su asiento, sedado por la oratoria del obispo mexicano que viaja a su lado.-Por este motivo creo conveniente visitar la Basílica de la Virgen de Guadalupe -dice callando después de percatarse del sueño del Papa. Desiste en convencerlo, agarra un libro y lee. Sobrevuelan el océano Atlántico hacia América latina bajo la marca comercial de la compañía Alitalia y el auspicio de un Dios judeocristiano que veremos si salva a estos hombres píos de una muerte segura. Tantos siglos empecinados en la relevancia de la Tierra sobre el Universo y ahora toman dos tazas si no querían una. La tormenta geomagnética atraviesa la exosfera, la termosfera, la mesosfera... Una azafata repara la cerradura de un maletero bajo la mirada suspicaz del atlético señor Gaenswein, secretario del Pontífice, cuya agenda electrónica se desconfigura. Cesa repentinamente la radiocomunicación al verse afectada la vía satélite. Se funden todos los ordenadores portátiles, los celulares. Periodistas y fotógrafos pierden crónicas, grabaciones y conexiones digitales. El director de prensa del Vaticano, furioso, busca una víctima, alguien torpe a

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quien echarle la culpa. Las partículas del sol llegan a la estratosfera cuando el anciano Ratzinger es arropado con una manta. De esto se encarga Paolo, atildado ayudante de cámara quien, además, baja las persianas. -¿Qué le pasa al Sol? -pregunta siempre discreto-. ¡Cuánta luz!El comandante brama al copiloto: ¡fallan las baterías, los niveles de aceite bajan al mínimo, se cuadran los cilindros, el uranio de los contrapesos se disuelve y el fluido hidráulico se colapsa! Los pilotos dan la alerta. Cada uno en su asiento. La emoción se contiene con una calma tal que alcanza para escuchar cómo se apagan los motores. El avión vuela en punto muerto.-¡Qué diablos está pasando! -grita el piloto-. ¡Me cago en...!Pierden velocidad. La aeronave se va manteniendo en el aire hasta pararse completamente sobre el vacío.Varios cardenales purpurados rezan arrodillados por el pasillo. Entre ellos: el prefecto del Culto Divino, Antonio Cañizares, quien denomina a esto milagro.-El avión debería haber caído en picado -explica alguien.-¿Por qué no morimos? -pregunta un obispo.Las luces de tritio parpadean. Las rampas de escape se despliegan como alfombras extendidas, suspendidas al abismo, abriendo puertas. Doña Paloma Gómez, decana de los vaticanistas, casi muere del susto pero siente que respira. Retoma valor, su bolso de mano y se asoma al exterior. Observa el mundo hundido a diez kilómetros de profundidad. Las nubes han hecho caminos blancos sobre fondo azul, descendiendo desde el Sol. Por estas sendas de nebulosa se acercan los rojos aborígenes de América. -¡Dios Santo! -se santigua Doña Paloma al instante en que una flecha ensarta su pecho.Dentro del avión inmóvil la Gendarmería Vaticana se moviliza, toma posición ante un ataque inminente. El señor Giani, gendarme jefe, ordena a sus hombres, de riguroso traje negro, a formar círculos concéntricos alrededor del Pontífice dormido. Retiran, con horror, el cadáver de la señora Gómez.A través de las cilíndricas ventanas, de puertas abiertas que no consiguen cerrar, los cristianos acechan con desespero. Vienen las tribus con arcos y carcajs cargados de flechas, con lanzas de punta tosca y hachas de labrada obsidiana. Cabalgan algunos, otros corren descalzos con los pies metidos en nieblas, desnudos o cubiertos con breves pieles. Adornan su cuello collares de semillas duras. Cae una lluvia de armas arrojadizas clavándose en el fuselaje, entrando por las accidentales aberturas, alcanzando mortalmente a un obispo italiano y a un guardia suizo que corría en auxilio del primero. El pasaje se refugia agazapado entre los asientos, tras los respaldos. Los impactos se oyen similares a innumerables pedradas. Varias personas se arrastran por el pasillo en una carrera desesperada para encerrarse en los lavabos. El perplejo Monseñor Martínez esgrime un crucifijo al exterior desde una puerta abierta. La curiosidad mata al gato y el pez gordo por la boca muere. La flecha que atraviesa a Monseñor Martínez asoma su filo por la nuca.La nave es rodeada por ayoreos, yanas, sieux, mandam, incas...   Arriban del sol los vengadores waicas del Orinoco, los guaharibos del Padamo-Continamo, los shamatari del Mavaca y de la frontera sur con Brasil, los shiriana en el Alto Ventuari, los olmecas de la llanura costera del golfo de México, los zapotecas de Monte Albán y los habitantes de Cavín del Perú.-¡Tenemos que hablar con ellos! -advierte Federico Lombardi, vocero del Vaticano. Indica que esto es una advertencia, un castigo de Dios. El Prefecto Cañizares le apoya agazapado a su lado. El doctor Polisca, médico personal del Papa que protege su cabeza con un maletín, difiere rotundamente. El facultativo asegura que se trata de la cuarta dimensión. Dice que tomando conciencia...-¡Cállese, doctor, con su funesta ciencia contribuyente de problemas!-espeta el portavoz notablemente alterado-. Tenemos que hablar para sobrevivir y dar testamento de cuanto aquí está ocurriendo. ¡Esto es una manifestación infernal!-¿Va a salir usted el primero a dialogar con ellos, Lombardi? -reta Don Alberto Gasbani, director de los viajes papales-.  ¡Nos están matando, por el amor de Dios!El señor Giani ordena silencio y los gendarmes sacan sus armas de fuego. Dan prioridad a la defensa de un Papa que aún ronca y del señor Bertone, secretario de Estado, quien se siente como un Banco español: no da crédito.Varios hombres disparan al exterior. Intento vano. Irrumpen en tropel los agricultores de las tierras boscosas, de la pluviselva amazónica, de la Sabana: con sus rudimentarios cuchillos de lasca apuñalan a los guardias. Entran rabiosos los cazadores del desierto, del bosque subártico, de las praderas y las estepas, quienes con hachas van cortando cabezas. Los cardenales y los obispos escondidos bajo los asientos son sacados a rastras de los pies. Van siendo

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cercenados en una sangría cuyos horrísonos gritos todavía no despiertan al Papa. Echan abajo las puertas de los baños donde se agrupan varias personas presas del pánico y, ahora, presas de los pescadores californianos, de los recolectores de crustáceos patagónicos quienes los expulsan de los cuartos violentamente, dándoles muerte a todos.Un cultivador de mandioca de las tierras bajas caribeñas, con los ojos en sangre, agarra por el cuello al último con vida: el anciano Ratzinger que ahora despierta con pavor.-¿Está usted bien? -pregunta el obispo mexicano.Benedicto XVI tiene sed tras su pesadilla. Tarda varios segundos en comprobar que hay sólo tres dimensiones que controlar, que todos están sanos y salvos. -Repasemos mentalmente los puntos importantes de su visita a latinoamérica: los cambios de liturgia, la crisis Mundial de valores... -dice el obispo mexicano. El sol entra por las ventanas calentando el regazo del Papa, quien se evade mentalmente. Siente las manos fuertes del indígena apretando su cuello.  Paolo le alcanza un vaso de agua.-¿Está usted bien?-Eh... Sí, sí... Haremos reflexión sobre la Madre Teresa de Calcuta y sobre Juan Pablo II.-Hablaremos también de usted. Los americanos queremos saber cómo es la vida de un Papa -insiste el obispo mexicano-. ¿Por qué no visitar la basílica de la Virgen de Guadalupe?-Los americanos -repite el anciano Ratzinger-. Los americanos.El agua que bebe hace olvidar al Papa, poco a poco, su ahogo en la garganta. Pero el fuego del sol que alumbra a diario se lo irá recordando tres años más.

  Las claves de la renuncia del Papa¿Qué motivos ha dado el Papa para renunciar?En su declaración, Benedicto XVI, que cumplirá 86 años en abril, dijo que había llegado a la certeza de que, por su edad avanzada, ya no tenía “fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”. “Para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”, dijo el Pontífice.En una entrevista concedida al periodista alemán Peter Seewald para el libro La Luz del Mundo en 2010, Benedicto XVI ya sostuvo que cuando un Papa sabe que “no puede llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir”.El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, explicó que la decisión del Pontífice había sido meditada durante meses y que no respondía a ninguna presión externa.No sabemos el peso que tuvo el entorno del Pontífice en su decisión, pero sí que su Papado ha estado marcado por las luchas internas en el seno de la curia para contrarrestar sus intentos de limpiar la Iglesia de clérigos pederastas y banqueros corruptos. El escándalo del Vatileaks , una filtración masiva de documentos privados, que puso de manifiesto esos enfrentamientos internos y acabó con la detención de su mayordomo, Paolo Gabriele, acusado del robo de la correspondencia papal, complicó la labor de Benedicto XVI en los últimos meses.¿Cuándo dejará el Pontificado? ¿Qué pasará después?Benedicto XVI dejará su cargo el próximo 28 de febrero, a las ocho de la tarde. Después de su renuncia, se abrirá un periodo de sede vacante —el intervalo entre papas—. A partir del 1 de marzo y hasta la elección del nuevo Papa, un colegio de cardenales gobernará la Iglesia y se encargará de las tareas administrativas cotidianas.El Pontífice se trasladará, por su parte, a la residencia de Castel Gandolfo —a 18 kilómetros al sureste de Roma— hasta que sea elegido su sucesor y se terminen las obras de rehabilitación de un convento de monjas en el interior del Vaticano donde residirá, según Lombardi.¿Cuándo será elegido el próximo Papa?Aunque todavía no se ha fijado una fecha para el próximo cónclave, Lombardi aseguró este lunes que habría un nuevo Papa antes de Pascua, esto es, el 31 de marzo.Si el periodo de sede vacante suele durar un mes, los plazos deberían ser más rápidos esta vez, ya que no habrá los nueve días de luto que la Iglesia se reserva tras la muerte de un Pontífice, ni los tres durante los cuales se expone el cuerpo en la basílica de San Pedro para que los feligreses puedan despedirse.

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“Por eso calculamos que en unos 15 o 20 días podremos llegar a un nuevo ‘habemus papam”, aventuró Lombardi.¿Cuántos papas han renunciado a su ministerio?De los 265 papas que ha tenido la Iglesia católica en su historia, solo han dimitido cuatro antes de Benedicto XVI. Los dos primeros, Clemente I y Ponciano, vivieron en el siglo II y III, respectivamente. En su época, la Iglesia era una secta minoritaria, y los papas tenían mucho menos poder que en la actualidad. El Pontífice adquiere importancia política, jurídica y espiritual en el Renacimiento.Celestino V, coronado en 1294, renunció a su ministerio tras cinco meses de Papado, ya que no se acostumbraba a las responsabilidades del cargo.El último Papa que dejó el cargo antes de Joseph Ratzinger fue Gregorio XII, que tuvo que dimitir en 1415 para poner fin al cisma de Occidente.¿Cómo se elige al Papa?El Pontífice se elige en el cónclave, una reunión de los cardenales en la Capilla Sixtina. Estos se encierran cum clave [en latín, con llave] para no tener contacto alguno con el mundo exterior. Tienen derecho de voto todos los cardenales que no hayan cumplido 80 años; los que sean mayores, solo tienen una función de apoyo espiritual y participan en las fases de conversación previas a la votación.Los electores no pueden ser más de 120; ahora son 117. En teoría puede ser escogido cualquier hombre bautizado y no casado, aunque en la historia de la Iglesia casi siempre se ha elegido a un cardenal.¿Cómo se celebra el cónclave?Antes de empezar los cardenales recitan un juramento y se comprometen a votar secundum Deum (inspirados por Dios). Tras cada escrutinio las papeletas se atan con un lazo y se queman en una estufa. Si no se ha alcanzado la mayoría necesaria para la proclamación, la chimenea escupe humo negro.A partir de la 34º ronda de voto, solo quedan los dos candidatos más votados, y ambos quedan excluidos de la consulta. Se vota hasta que uno de los dos salga elegido, y entonces el cardenal decano le pregunta si acepta el encargo. Si la respuesta es positiva, el nuevo Papa elige su nombre pontifical. La chimenea de la Capilla Sixtina escupe entonces la fumata blanca. Mientras el cardenal seleccionado viste la ropa blanca del Pontífice, el decano dice lo siguiente: “Anuncio vobis gaudium magnum. Habemus Papam (Os anuncio una gran alegría. Tenemos papa)”. El nuevo Pontífice sale e imparte su primera bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo).Confesiones de un cardenalEn el cónclave en el que sería elegido Papa el polaco Karol Wojtyla, en octubre de 1978, este diario llevaba poco más de dos años en la calle. Yo era su corresponsal en Italia y en el Vaticano. La dirección del periódico me pidió que preparara un reportaje, hablando con algunos cardenales residentes en Roma, para tener una idea acerca del nombre del candidato más barajado para sustituir al Papa relámpago, Juan Pablo I, que solo vivió 30 días de oscuro pontificado.Empecé con un cardenal de la Curia ya anciano. Me recibió en su palacio a dos pasos del Vaticano. Una monjita tímida me sirvió un café. El cardenal se arrellanó en su sillón de terciopelo rojo dispuesto a responder a mis preguntas. Al explicarle el motivo de mi reportaje, me dijo, con esa elegancia que reviste a los cardenales italianos que conservan todos un halo del renacimiento, que desistiera de mi propósito. “Tiene que entender una cosa, hijo mío”, me explicó paternalmente, “y es que ningún cardenal le va a pronunciar el nombre de otro como posible papable, por la sencilla razón de que cada uno de nosotros piensa en su fuero íntimo que es el mejor candidato. Se llega a cardenal soñando con el papado”. Y siguió en su confesión al joven periodista: “Si acaso, nos podemos reunir algunos cardenales más afines, para evitar que alguno que no nos gusta, pueda convertirse en papable, nada más”.Al final me fue desgranando la lógica que han seguido los cardenales en los tiempos modernos. “Como ninguno de nosotros, aunque lo digamos en público, nos sentimos incapaces y poco preparados para ser papa, lo que hacemos, sobre todo en los días en que nos reunimos aquí en Roma antes del cónclave, es analizar en qué situación se encuentra la Iglesia y el mundo en la sede vacante [periodo entre un Papa y otro], y quién sería el mejor candidato para afrontar los desafíos actuales de dentro y fuera de la Iglesia”.“A veces, los cardenales entramos en el cónclave muy divididos (...), y es difícil que el Papa se elija al primer escrutinio”

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Claro que ahí empiezan las dificultades, dijo, ya que dentro del colegio cardenalicio lo que para uno puede ser un problema eclesiástico o de política mundial, para otros puede no serlo. Cada cual insiste en los aspectos que considera más importantes y acuciantes. Es ahí donde nos dividimos los “prudentes y los más osados”, explicó sin usar la terminología de conservadores y progresistas.“A veces, los cardenales entramos en el cónclave totalmente divididos en grupos con ideas y exigencias diferentes, lo que hace que el Papa difícilmente sea elegido al primer escrutinio”, recordó. Así ocurrió en aquel cónclave en el que salió elegido por sorpresa el papa polaco Wojtyla, precisamente porque el grupo de cardenales italianos se dividió a la hora de dar los votos al entonces arzobispo de Florencia, Giovanni Benelli, que había sido la mano derecha de Pablo VI.Viendo que no cedían ni los unos ni los otros, los cardenales austriacos y alemanes defendieron la idea de hacer Papa a un cardenal del Este que estuviera preparado por experiencia propia a la hora en que se desplomara el comunismo. Y la Iglesia sabía que el comunismo estaba agonizando.Pensaron en el anciano cardenal Wyszynski, primado de Polonia, el cual aconsejó escoger al joven arzobispo de Cracovia, polémico fustigador del comunismo. Y así fue. Es probable que el nombre del que fuera el obispo más joven del Concilio, ni se les hubiera pasado antes por la mente a la gran mayoría de los cardenales que no podían ni imaginar elegir a un no italiano, después de 500 años de pontífices de esa nacionalidad.¿Ocurrirá lo mismo esta vez? Es muy posible. Los cardenales van a discutir qué tipo de Papa necesita la Iglesia y el mundo tras la renuncia de Benedicto XVI, antes de pensar un nombre. Y es probable que lleguen al cónclave sin un acuerdo, aunque seguramente con algunos nombres en la cabeza.Algo parecido ocurrió en el nombramiento del sucesor del papa Pio XII, con un pontificado larguísimo vivido entre las zozobras de la Segunda Guerra Mundial. Los cardenales entonces prefirieron elegir a un papa de transición, que viviera poco y les diera el tiempo de encontrar a un sustituto a la altura de Pio XII. Eligieron al piadoso arzobispo de Venecia, Giuseppe Roncalli, hijo de campesinos, ya anciano, que acabaría, sin embargo, sorprendiéndoles con la convocación del Concilio Vaticano II, que revolucionaría a la Iglesia.Los cónclaves suelen reservar esas sorpresas de última hora, por eso en los tiempos modernos ni siquiera los vaticanistas más expertos han acertado en sus profecías.Los números dicen que el nuevo Papa será europeoEs cierto que los cónclaves papales no se rigen por la lógica de los números sino por el Espíritu Santo, según enseña la Iglesia. Sin embargo, como se decía en Roma en cada nuevo cónclave, el Espíritu Santo suele aprovechar el evento para tomarse vacaciones y dejar a los cardenales libres de elegir al nuevo obispo de Roma, que eso significa ser papa católico.Los 117 cardenales que elegirán en marzo al sucesor del dimisionario Benedicto XVI, son también seres políticos, con sus preferencias y a veces sus pequeñas y grandes ambiciones personales o de grupo. Son, al fin, electores, en una de las votaciones más secretas del mundo, cuyas papeletas electorales acaban quemadas.Y en esa lógica mundana que también entra en el cónclave, cuenta la fuerza numérica de los votos. En ese sentido, los europeos son quienes poseen la mayor fuerza electoral, con 62 de los 117 electores con derecho a voto, más de la mitad. Esto ya de por sí dificulta la elección de un cardenal de América Latina, una región con solo 19 votos, a pesar de que alberga al 42% de los católicos del mundo. El desproporcionado colegio cardenalicio sigue privilegiando en número de cardenales a una Europa en proceso de descristianización.La lógica de los números indicaría la posibilidad de tener nuevamente a un papa europeo. Y, entre los candidatos, los que presentan un mayor número de votantes son los italianos, con 28 electores, casi un cuarto de todo el colegio cardenalicio. Estos tienen, además, la ventaja de que durante más de cinco siglos, hasta la elección del fallecido papa polaco, Karol Wojtyla, todos los papas habían sido italianos. La fuerza de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia, dominada desde siempre por italianos es otra baza a su favor, que siempre ha influenciado mucho a los cónclaves.Después de los italianos los países con mayor número de cardenales en Europa son Alemania con seis y España con cinco. Las otras regiones del mundo tienen aún menos posibilidades de tener votos suficientes para imponer un candidato. África tiene sólo 11 electores; India, 5 y Asia, 11. Son votos importantes a la hora de decidir entre varios candidatos empatados, pero poco más.

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Si tenemos en cuenta que Benedicto XVI, probablemente, tomó la decisión sobre su renuncia hace más de un año, no cabe duda de que es importante analizar la composición de su último Consistorio. El pasado 6 de enero de 2012, nombró a 22 nuevos cardenales, entre los cuales 16 europeos, 12 de ellos con derecho a voto; un latinoamericano, de Brasil, y cuatro de Norteamérica. El Papa debía tener ya en mente el próximo cónclave que votaría a su sucesor cuando eligió a los que serían sus últimos cardenales. ¿Significa algo que el 80% de ellos fueran europeos? Quizás sí.Hay otro punto importante. En el discurso en el que anunció su renuncia, sostuvo que la Iglesia y sus nuevos problemas necesitan hoy un papa con mayor vigor físico. ¿Es eso un mensaje a los cardenales para que elijan a un papa más joven? En la nomenclatura vaticana, joven quiere decir no mayor de 50 y pico años, ya que no existen cardenales más jóvenes que eso. La mayoría hoy rayan los 60 y de los actuales 210 cardenales, 92 ya han superado los 80 años.Ahora bien, en esa edad entre los 50 y los 60, los más cercanos a un “papa joven”, están el actual arzobispo cardenal de Berlín y buena parte de los italianos. Ya que parece difícil que el cónclave quiera repetir una experiencia alemana en el papado, quedarían favoritos los italianos, que además son gran mayoría.Hay sin embargo un pero: en general, por lo menos hasta ahora, los cardenales suelen ser refractarios a un papa “joven”, por dos motivos, como me explicaba un día un famoso cardenal de la Curia Romana. Primero porque todo cardenal tiene una aspiración secreta y freudiana de poder llegar al trono de San Pedro. Habida cuenta de que gran parte de los candidatos ya son mayores, un papa joven, susceptible de gobernar hasta 20 años, quitaría las posibilidades de llegar al papado a muchos cardenales.El segundo motivo, me decía gráficamente dicho cardenal, es que un cardenal demasiado joven estaría más expuesto “a los peligros de la carne, que disminuyen con la edad”.¿Quiere eso decir que podamos hacer profecías sobre el resultado del próximo cónclave? Decididamente, no. Pocas elecciones en la Historia han sido, en efecto, más sorprendentes e inesperadas que la elección de un papa. Y lo será también esta vez.El Papa pide poner fin a la “hipocresía” y las “rivalidades” en su última misa

Benedicto XVI ha reaparecido en público este miércoles, desde que el lunes anunciara que renunciará al papado el 28 de febrero, debido a su avanzada edad y a la falta de fuerzas. Por la tarde, en su primera misa pública desde el anuncio y probablemente la última como Papa —salvo cambios de agenda—, ha pedido acabar con la "hipocresía religiosa" y las "rivalidades" en el seno de la Iglesia. Por la mañana, ha asegurado que ha tomado la decisión de dejar el cargo "con plena libertad".Durante la misa de miércoles de ceniza Benedicto XVI ha denunciado que "el rostro de la Iglesia aparece en ocasiones desfigurado por los pecados" contra su unidad y por las divisiones en el clero. El Papa ha aprovechado la homilía sobre la cuaresma para llamar a la unidad de la Iglesia y denunciar los "golpes" contra la misma. También ha emplazado a los fieles a superar "individualismos y rivalidades".más informaciónGeorg Ratzinger: “Los escándalos no tienen que ver con la renuncia”En el oficio, celebrado en San Pedro en lugar de en la basílica de Santa Sabina como es habitual, por el gran interés que ha desatado la inminente renuncia papal, el Pontífice ha denostado los comportamientos que buscan aparentar y "solo persiguen el aplauso y la aprobación".También hoy, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ha informado de que el cónclave en el que se elegirá al nuevo papa se celebrará entre 15 y 20 días después de la renuncia de Benedicto XVI, esto es, no antes del 15 de marzo.Por la mañana, el Papa ha sido recibido por unos diez mil fieles con una gran ovación en la habitual audiencia pública de los miércoles. "Queridos hermanos y hermanas, como saben, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me confió el 19 de abril 2005. Lo he hecho en plena libertad para el bien de la Iglesia, después de haber orado largamente y tras examinar mi conciencia delante de Dios", ha dicho.El papa Ratzinger ha agregado que es "consciente de la importancia del hecho, pero también consciente de no ser capaz de llevar a cabo el ministerio petrino con la fuerza física y el espíritu que lo requiera". En el aula Pablo VI del

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Vaticano, Benedicto XVI ha agradecido a todos los fieles "el amor y la oración" que le han mostrado durante su pontificado. "Continúen orando por el Papa y por la Iglesia", ha concluido.