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Ningún gallina pudo haber aceptado ese reto… Por Jenner Baquero Foto: Ex combatientes del BCS 16 que infiltró Tiwintza el 21 de febrero de 1995 junto a su comandante Crnel. Wilmar Meoño 20 años después de la guerra del Cenepa, cortesía de Márbel Aspajo (extremo derecho) Cuando el Perú se vio envuelto en una inesperada guerra con el Ecuador en 1995 (quizás se creyó que los ecuatorianos simplemente retrocederían como en el caso de 1981) el ejército peruano se dio cuenta que no le sería posible tomarse las cabeceras del Cenepa con las unidades de la sierra o la costa por no estar acostumbradas éstas al combate en ese terreno; debió recurrir a su personal de selva; por lo general muchachos entre 16 y 19 años a quienes sencillamente se les dijo que el Ecuador había invadido el territorio patrio; a los soldados se les trasladaba en camiones hasta las bases transitorias de agrupamiento, de allí remontaban por horas los ríos selváticos en lanchas hasta llegar a PV1 desde donde entraban a un hueco traicionero: el Valle del Cenepa, de 78 km de longitud; esa jungla desconocida era un pequeño infierno enmarañado; las incursiones de los peruanos implicaban un peligro de muerte latente para ellos; la estrategia ecuatoriana era colocar bases articuladas en diversos sitios del Cenepa; éstas estaban completamente resguardadas por soldados de las fuerzas especiales, rodeadas de campos minados y trampas cazabobos; las trochas que conectaban las bases frecuentemente eran falsas y estaban minadas; las otras picas eran pistas de lodo que recorrían montes y valles y constantemente eran recorridas por patrullas de comandos ecuatorianos bien armados y preparados para el combate. De cuando en cuando las patrullas peruanas asestaban algún golpe letal a los ecuatorianos pero enseguida se desplazaban en su persecución unidades de élite para emboscar a la fuerza atacante y causarle el mayor número posible de bajas. Por las noches los peruanos sufrían constantes bombardeos de mortero, que en el caso del 4 de febrero causaron varios muertos cerca de Cueva de los Tayos. Si acaso la Fuerza Aérea Peruana realizara bombardeos de ablandamiento sobre las bases ecuatorianas; los aviones de la FAE salían al paso derribando las aeronaves sureñas como sucedió el 10 de febrero;

Ningún Gallina

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El sacrificio de los soldados peruanos en el Cenepa

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Page 1: Ningún Gallina

Ningún gallina pudo haber aceptado ese reto…

Por Jenner Baquero

Foto: Ex combatientes del BCS 16 que infiltró Tiwintza el 21 de febrero de 1995 junto a su comandante Crnel. Wilmar

Meoño 20 años después de la guerra del Cenepa, cortesía de Márbel Aspajo (extremo derecho)

Cuando el Perú se vio envuelto en una inesperada guerra con el Ecuador en 1995 (quizás se creyó

que los ecuatorianos simplemente retrocederían como en el caso de 1981) el ejército peruano se

dio cuenta que no le sería posible tomarse las cabeceras del Cenepa con las unidades de la sierra o

la costa por no estar acostumbradas éstas al combate en ese terreno; debió recurrir a su personal

de selva; por lo general muchachos entre 16 y 19 años a quienes sencillamente se les dijo que el

Ecuador había invadido el territorio patrio; a los soldados se les trasladaba en camiones hasta las

bases transitorias de agrupamiento, de allí remontaban por horas los ríos selváticos en lanchas

hasta llegar a PV1 desde donde entraban a un hueco traicionero: el Valle del Cenepa, de 78 km de

longitud; esa jungla desconocida era un pequeño infierno enmarañado; las incursiones de los

peruanos implicaban un peligro de muerte latente para ellos; la estrategia ecuatoriana era colocar

bases articuladas en diversos sitios del Cenepa; éstas estaban completamente resguardadas por

soldados de las fuerzas especiales, rodeadas de campos minados y trampas cazabobos; las trochas

que conectaban las bases frecuentemente eran falsas y estaban minadas; las otras picas eran

pistas de lodo que recorrían montes y valles y constantemente eran recorridas por patrullas de

comandos ecuatorianos bien armados y preparados para el combate. De cuando en cuando las

patrullas peruanas asestaban algún golpe letal a los ecuatorianos pero enseguida se desplazaban

en su persecución unidades de élite para emboscar a la fuerza atacante y causarle el mayor

número posible de bajas. Por las noches los peruanos sufrían constantes bombardeos de mortero,

que en el caso del 4 de febrero causaron varios muertos cerca de Cueva de los Tayos. Si acaso la

Fuerza Aérea Peruana realizara bombardeos de ablandamiento sobre las bases ecuatorianas; los

aviones de la FAE salían al paso derribando las aeronaves sureñas como sucedió el 10 de febrero;

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prácticamente la infantería peruana perdió la cobertura aérea que garantice el éxito de sus

operaciones; los jóvenes conscriptos peruanos que lucharon por su país debieron enfrentar a

unidades de élite de comandos, paracaidistas, tigres, francotiradores del GEO y más personal

ecuatoriano que se movía a sus anchas en un territorio bien delimitado geográficamente y

rodeado de bases ecuatorianas en territorio nacional ubicadas en los 3 lados del cuadrado del

Cenepa; la cercanía al valle de los puestos de comando en territorio ecuatoriano permitieron el

flujo constante de armas y vituallas; no así en el caso de los peruanos cuyos comandantes debían

elegir si al teatro de operaciones debería ingresar personal, armas o alimentos; pero no los tres a

la vez; eso provocaba que los soldados peruanos en el frente a veces por más de una semana

permaneciesen sin probar bocado; afortunadamente para ellos solían encontrarse con los

“mulitas”; reservistas o conscriptos ecuatorianos que llevaban provisiones a las diferentes

posiciones quienes solían abandonar sus cargas y ponerse a buen recaudo; eso les dio a los

peruanos el falso criterio de que “los monos ni bien nos ven salen corriendo….nosotros nos

comemos su comida”; en una ocasión tomaron prisionero al reservista Chalá; ese es el caso típico

de lo que se ha dicho previamente.

Los soldados ecuatorianos por lo general estaban bien vestidos y equipados para el combate; los

soldados peruanos solían caminar con botas viejas y a veces solo en calzoncillos; en su

pequeñísima mochila solían llevar solo los esencial para sobrevivir. Los insectos, la lluvia, el

hambre, el cansancio, la sed, la maraña de la selva, los bombardeos por morteros o artillería

(como el caso de los BM21); la falta de comunicaciones que por lo general se las llevaba a cabo a

través de mensajeros quienes llevaban recortes de papel de comandante a comandante

ordenando cambio de planes o ataques a sitios remotos del valle; la falta de descanso y la

constante tensión hacían que para un peruano sea por demás sacrificado luchar en el Cenepa.

Producto de los enfrentamientos frecuentemente habían heridos y muertos; a los primeros

debían cargarlos a través de la selva hasta PV1 o tratarlos en las bases temporales; a los muertos

los cargaban o arrojaban en los barrancos; a otros los abandonaban en algún sitio de la selva; los

compañeros de ellos quedaban permanentemente dolidos por la imperiosa necesidad de hacerlo;

20 años más tarde aún hablan de ello con tristeza.

Los soldados ecuatorianos recibían cartas patrióticas de ánimo de los ciudadanos, en especial de

niños de las escuelas, esto en sus paquetes de raciones; los soldados peruanos no tenían ese

privilegio; el gobierno peruano filtró completamente la información de y hacia el frente de

combate, solo la prensa autorizada podía hacer reportajes desde PV1 o Cueva de los Tayos; los

soldados allí presentes aprovechaban para enviar sus saludos a su familia; más de una vez los

muchachos que salían en la TV ya estaban muertos para cuando se transmitía el programa en todo

el Perú.

En cuanto a la tecnología de posicionamiento el ejército ecuatoriano manejaba GPS y había hecho

la toponimia respectiva en todo el valle; hasta el rincón más pequeño tenía un nombre y una

característica; cada soldado conocía su sector, el nombre y el nick de su jefe inmediato y

ayudantes; los soldados peruanos no sabían cómo se llamaban sus comandantes, solo su alias;

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aquellos trasladaban a su tropa hacia la batalla buscando desalojar a los ecuatorianos guiándose

solo con brújulas pues no sabían usar ni tenían acceso a GPS; por lo menos no la mayoría; para

ellos los sitios del valle eran conocidos según cotas sin nombre, solo números, claro, a excepción

de sitios como “La Y”, “Helipuerto Tormenta” y nuestras bases.

Luego del cese al fuego los ecuatorianos salían a tomar un respiro en sus ciudades de origen y si no

en poblados como Patuca, Numbatakaime o algún sitio cercano al Valle en donde incluso tenían

servicio de Clase 6; los peruanos en cambio debían quedarse en la selva; solían ser abastecidos por

helicóptero el cual les arrojaba provisiones desde el aire; frecuentemente los artículos se hacían

pedazos en el suelo.

Al final de todo sacrificio los oficiales peruanos recibieron ascensos y las mejores condecoraciones;

se atribuyeron a unidades legendarias como el Batallón de Comandos 9 las mejores gestas de

guerra que en realidad pertenecieron a otras unidades como fue el caso del Batallón

Contrasubversivo 16 “Tingo María” el cual junto al 314 y 115 incursionaron en Tiwintza el 21 de

febrero de 1995, ninguno de cuyos elementos incluido su comandante Meoño Garay ha sido

justamente reconocido.

No existían gallinas en el Cenepa; los ecuatorianos tuvieron en aquellos jóvenes soldados y sus

oficiales unos dignos enemigos quienes lucharon con valor por una causa que ellos creían digna y

patriótica.