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Teatro
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ENRIQUE OLMOS DE ITA/GENERACIÓN NINI
1
GENERACIÓN NINI
I HAVE A DREAM
Esqueleto escénico para/con/en videojuego
de Enrique Olmos de Ita1
1 Texto escrito bajo los efectos de la Messimanía. El Messias ha nacido.
ENRIQUE OLMOS DE ITA/GENERACIÓN NINI
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POEMA
Este poema
ha de irritar a alguno.
Eduardo Lizalde
Para Carlos Cortés, compa tuzo y culé.
ENRIQUE OLMOS DE ITA/GENERACIÓN NINI
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U n o
Un joven está jugando PES 2011 o FIFA 2011. Se sugiere que su equipo sea el Real Madrid. Vemos cómo controla a los jugadores apasionado, quizá detrás o alrededor de él una pantalla nos muestra su destreza manual en el simulador virtual. Sonidos de un estadio probable.
Yo hago dos cosas bien. La primera, ganar la Champions League con el Real Madrid
en el PES 2011 en nivel intermedio con un 4-‐4-‐2 típico y sin recibir gol. Si la
máquina me anota un gol o pierdo en penales, siempre le doy a reset y vuelvo a
empezar.
Reset, reset, reset. Hasta que gano como quiero.
La otra cosa que hago bien es dormir.
He llegado a dormir 17 horas seguidas en un día. Dormir debería ser una disciplina
olímpica. Yo sería un deportista de alto rendimiento.
Sería un campeón.
Un atleta de élite. Cómo me gusta esa palabra. Élite. Huele a baño recién lavado de
un restaurante caro.
Élite.
La élite es para los campeones.
Y todos quieren ser campeones.
Este mundo es un lugar para campeones, dicen. Te preparan para ser campeón de
algo, de lo que sea. Te dicen que tienes que “lograr tus metas”, es decir, ganar.
Llegar el primero.
Ganar; ser el mejor. Ser el mejor, ganar. Metas, metas, metas.
Hay que ganar, dicen. Aunque sea ganar un concurso de modelado en barro.
Tener una repisa con trofeos, con medallas, con estatuillas que digan: “Mejor
compañero de generación 99-‐2002”, por ejemplo.
ENRIQUE OLMOS DE ITA/GENERACIÓN NINI
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Ganar así, por encima de todos.
“Campeón de salto con pértiga en la secundaria número 26”, aunque sólo había dos
concursantes y el otro “atleta” se lesionó antes de comenzar el torneo. Campeón de
la feria de ciencia de sexto año de primaria, con un volcán en erupción que hizo mi
papá; lo copió de un programa de ciencias que daban en la tele.
Campeón del mundo mundial en ser el mejor nieto: Una tarjeta que me regaló mi
abuelo cuando cumplí diez años.
Y tener una foto en la que se note que ganaste algo.
Y te aplaudieron.
Una foto grande, digna de enmarcarse. Eso es importante.
Si en la foto apareces recibiendo un diploma: ya ganaste. Lograste tu meta. El
triunfo inmediato. Fanfarrias y más fanfarrias.
¡And the winner is…!
X para dar pase. Pase que intercepta el rival y de golpe botón B para hacer una
barrida. Start compulsivo para evitar ver la repetición de la falta. Amonestación.
Parece fácil, pero no lo es, a nadie le gusta perder. Aunque ese nadie sea un cerebro
virtual metido en una caja japonesa de plástico.
Campeón de algo, de lo que sea. Ser el mejor en cualquier cosa, el hombre que más
rápido devora 50 hot-‐dogs o ser parte de un récord Guiness, eso también cuenta, el
hombre con la barba más larga o el que más mariguana fuma en un hora o expulsar
el humo del cigarro por el ojo o tener el pene más tatuado, que digo el pene, el
glande tatuado con los colores de la bandera. Y cantar el himno.
Cosas así, de ganadores. Cosas brutales, que impresionan y con suerte hasta te
sacan en las noticias. Las noticias de las tres, que son las que ve mi mamá.
Salir en las noticias de las tres de la tarde es ganar en serio. Es súper ganar.
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Porque todos tienen en la sala de la casa los trofeos de la familia, las pequeñas
conquistas que van colocando para sentir que ganaron algo, que no son unos
perdedores.
Pero si además de eso hay un video donde queda claro que apareciste en la tele
como un ganador. Ya la hiciste.
La repisa de la sala de mi mamá: Las invitaciones de una boda carísima, los
recuerdos del bautizo de no sé quién, la esquela de un tía que te heredó un librero
apolillado. Pura ganancia.
Todo son logros: Un nombre impreso en cualquier papel ya es un logro. Tu nombre
impreso en lo que sea ya es un éxito: Les participo orgullosamente a amigos,
familiares y vecinos que este año no pienso hacer nada. Nada de nada. Por su
atención, gracias.
Velocidad más botón A más botón B, movimiento a la derecha frenas y amagas,
sigues con el balón controlado. Es tu mejor jugador, el más veloz, el que mejor regate
tiene. Centro al área. Muy, muy pasado. Los comentaristas del juego hacen algún
comentario mil veces repetido, por alguna razón pongo atención en ellos y no en el
juego.
Y típico, las fotos de la generación de no sé qué egresados en la carrera de quien
sabe qué, en la universidad de no sé dónde. El título universitario de tal y cual. La
foto de fin de carrera con cara de idiota junto a otros idiotas vestidos como idiotas
en el jardín de la universidad idiota.
Cumpliste otra meta: Eres un idiota graduado con honores.
Todo bien acomodado en el centro de la sala, para que los visitantes vean que eres
un infeliz con estudios. Para que tu mamá se sienta orgullosa de que ganaste una
carrera. Aunque sea una en la cual otros miles también triunfan cada año y no les
sirve para nada.
Pero ganaste. Ganamos, ganaron, ganareis… No sé hacer más conjugaciones.
¿Eso es el triunfo? Una foto con ropa ridícula y la sonrisa falsa a las nueve de la
mañana. ¿Eso es? Sí, eso es.
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Botón X stick izquierdo botón B más botón A botón para intentar un regate. Pierdo
el balón. Estoy desconcentrado. Pongo pausa, paro el tiempo, los jugadores se quedan
congelados. Tiempo para pensar, para anticipar la jugada del contrario. Para
adivinar lo que las neuronas virtuales de la máquina quieren hacerme.
El triunfo es despertar a las seis de la mañana para sacudir a tu hijo que debe ir a la
escuela y tener que darle de desayunar y correr por las calles mal asfaltadas para
subirte al autobús y dejarlo en el colegio con su sándwich de pavo y seis kilos de
libros para estudiar cosas que olvidará en pocas horas, que no le servirán de nada.
El triunfo es llegar a tu oficina a las ocho y media para atender a gente que no te
importa, que no te interesa, que juzgas mediocre por el simple y comprobado
hecho de que tienen que pasar tu oficina. La gente exitosa no estaría frente a ti a las
nueve aeme. No. La gente exitosa no. Tienes frente a ti a personas que odias
secretamente mientras la empresa te exige una sonrisa amable. Una sonrisa
exitosa.
El triunfo es tener un coche hermoso y carísimo; nuevo y resplandeciente que no
puedes estacionar en ningún lado. O simplemente tienes miedo de que le rompan
una ventana y te roben el estereo que es carísimo. El triunfo es tener ese coche en
el garage por miedo a perderlo y lavarlo los domingos en la calle para que tus
vecinos lo vean y sientan, según tú, la envidia.
La envidia es también ganar. Por eso hay que tener todo y envidiar poco. Que te
envidien, que te envidien mucho.
Resulta también que triunfar es ir a la universidad cuatro años, tener el mejor
promedio de tu generación para terminar como gerente de una tienda de comida
rápida.
El triunfo es pagarle a tu hija la mejor universidad privada de la ciudad. Trabajar
doble turno. Ahorrar en todo, cuatro años sin comprarte un par de buenos zapatos,
por ejemplo, no salir de vacaciones ni adquirir un coche nuevo para que el día de
su graduación, justo el día que le entregan un diploma cien veces más caro que
otros diplomas que pululan por la ciudad, ese día maravilloso te explote el cerebro
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y el derrame cerebral te deje idiota el resto de la vida. ¡Pero le pagaste la
universidad a tu pequeña hija! Eres el padre del año.
El triunfo debe ser la póliza de seguro más difícil de cobrar en caso de accidente o
perdida total. Entre más trámites y formularios debes llenar más importante eres.
Claro que sí, el triunfo es ganar dos semanas de vida en un hospital con nombre
europeo conectado a un tubo. El triunfo es que tu último suspiro sea visto por una
enfermera que lleva debajo de su nombre la banderita suiza.
El triunfo es gastar todos tu ahorros en una boda, en una luna de miel, en un
crucero por Europa de siete noches y ocho días para poder hacerle fotos a los
monumentos que podías ver en Google Images y sentirte así parte del mundo
globalizado. Subir las fotos a facebook.
Tener seis me gusta en las fotos. Eso es ganar, definitivamente. Que tu álbum:
“Dando la vuelta al mundo” tenga seis “Me gusta” y dos comentarios. Eso es ganar
carajo, eso es derrotar al otro. Estamparle en la cara a tu compañero de trabajo la
torre de Pisa y tú debajo, diminuto y sonriente con la camiseta de la selección
nacional; eso es ganar. ¡Eso es ganar! ¡Ganar!
Triunfar es casarte y tener tres hijos y veinte años después que un médico te
explique que eres estéril de nacimiento, pero los criaste como si fueran tuyos. No
guardas rencor porque los ganadores saben ganar perdiendo.
¡Los últimos serán los primeros! Ser un idiota, también, algunas veces, es ganar.
Ganar es llegar a ser un día, qué digo un día, en una hora, por lo menos una hora
trending topic en twiter. Eso es ganar en serio. Estar por encima de todos una
hora. La puta hora más cabrona de tu vida. La más sabrosa.
Direccional Pad a la derecha, botón X y de inmediato Leith tigger. Cambio de jugador
y botón de disparo. El balón al poste. Al poste. Start para ver la repetición de tu tiro
perfecto que casi es gol. Cambio de cámara, visión global, visión desde atrás de la
portería o cómo lo vio Víctor Valdés, el arquero al que casi le marcas un golazo.
Cámara lenta de cómo el balón va dibujando su estela en la pantalla y de pronto se
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ven las redes de la portería y así, como si nada, el balón cae e impacta en el poste.
Saque de meta.
Casi no es ganar, pero es casi. Y una hermosa suma de “casis” con un poco de
suerte es ganar; ganar en serio.
La gente se confunde, pero casi ganar, al final de la vida te hace también un
triunfador.
¿Cómo lo logras? ¿Cómo logras ser trending topic un martes, por ejemplo?
Matas, o por lo menos le disparas al papa de turno, a un futbolista, a un cantante de
moda, a un político. Matar o intentar matar a un famoso es la puerta de acceso a la
inmortalidad. Es ganar de un plomazo; nunca mejor dicho. Es ganar en tu debut y
despedida.
Si no tuviera demasiadas cosas que hacer me propondría matar a alguien. Cogería
mi libro de Salinger, que es el único que he leído y me iría a buscar a un famoso. Mi
único deseo posterior sería ver los trending topic de twiter.
Memorizarlos.
Matar a un famoso famoso, no a un estúpido que tiene mil seguidores en facebook.
Un famoso que sea llorado y cantado. Un famoso con el cual unir mi nombre para
siempre.
Lionel Messi y yo, por ejemplo. Juntos en los libros de historia. Nuestros nombres
en las enciclopedias.
Eso es ganar.
Matar a Messi debe ser la el verdadero triunfo.
Botón A de barrida, cambio de jugador, X que no funciona, Right Jumper con el
defensa que no acciona, el balón sigue en posesión del contrario. Directional pad a la
derecha y entrada criminal de mi defensa en el borde el área, pero ellos me hacen un
regate perfecto, el balón al área que viaja y viaja por encima de las cabezas que
simulan ser jugadores. Gooooooool del Barça. Pedro Rodríguez. Rodriguezzzzzzzzzzz.
Y los jugadores rivales se abrazan.
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Gol al ángulo derecho de mi portero, carajo.
Así que gol ¡Así que gol máquina de mierda!. Pues muy bien. Muy, pero que muy
bien. Esta Champions League es sólo para mí.
Reset, reset, reset.
Volver a iniciar la partida.
Press Start.
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D o s
Vemos de entrada una sucesión de imágenes que van desde un narcocorrido hasta un video casero de moda, pasando por algún comercial japonés y quizá un dibujo animado antiguo, música de algún grupo de rock clásico y lecciones de cocina de un cheff australiano. Además escenas eróticas. Síntesis de youtube que se prolonga, como la vida misma, sin mucha organización estética.
Es probable que nuestro personaje aparezca con poca ropa, se masturbe donde se indica y después se vaya vistiendo y calzando. También comenzará a cantar cuando menos lo esperen, con una voz aguda y desastrosa.
También me gusta youtube.
No siempre, pero hay días en los que digo y por qué no. Me siento frente a la
computadora y voy cargando videos de todo lo que se me ocurre. Los dejo en
pausa, que esperen un poco.
Lo más sexy que hayan subido, por ejemplo, en una secundaria de Venezuela,
donde hacen tomas caseras de los vestuarios de mujeres y un video de chicas
peleando semidesnudas en un programa de la televisión brasileña. Un concierto de
The Clash, el fragmento de un episodio de Alf y una canción de moda, para empezar
la mañana. Algo así.
Un buen desayuno de youtube, para empezar el día.
Y podría seguir y seguir con la lista. Abro todas las pestañas que mi navegador
permite y voy cargando los videos que se me ocurren. Éste y aquel y el que sigue.
La boda de un famoso, una canción de los ochentas, el himno de un país absurdo,
caribeño, diminuto. Un infocomercial que vende un cinturón para bajar de peso
con electroestimulación. Los gritos desaforados de una mujer que asegura ver
fantasmas, el documental sobre el coito de las morsas y una canción de cuna.
Cuando todos están más o menos cargados y siento que la memoria de la
computadora ya se ha ralentizado lo suficiente le doy a play.
Play, play, play, play…
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A todos al mismo tiempo, presionando el triangulo y voy cambiando de uno a otro,
de uno a otro. Ventana a ventana.
Esto es la vida, carajo. Todo suena, todo corre en bytes, todo sucede en youtube.
A veces me masturbo viendo y escuchando todas estas obras de arte. Lo que me
excita es cómo soporta la memoria gráfica tal cantidad de sonidos e imágenes y a
veces, cuando se atasca la computadora, cuando renuncia a mostrarme ocho videos
en HD al mismo tiempo y el audio se colapsa, es lo mejor. En ese momento, cuando
se confunde la nota de una canción con una palabra y con el ladrido de un perro y
se suspende todo en una sílaba...
Tííííííííííííííííííííííííííííííííííííí
Qué maravilla, qué rico. Ah, qué alivio. Nada como el tierno sonido de una
computadora obstruida por su propia prisa.
Y reiniciar. Como si nada. A veces ni siquiera reinicio, simplemente desconecto. Y
volver a unir un anuncio de pasta de dientes malayo con el gol de Maradona o una
canción de los Tigres del Norte.
Mi hermana dice que voy a destrozar la computadora. La compraron para los dos,
“para que hagan las tareas”, pero ella es la exitosa, yo no. Así que ella la usa para
“las tareas”, yo videos.
Es dos años menor, pero está en la universidad. Y yo no.
Ella tiene despertador. Yo los odio.
Ella sale a la calle después de bañarse y arreglarse y ponerse cosas en el cabello. Yo
generalmente no, salgo a la calle con una gorra.
Ella usa un shampoo que huele a frutas del bosque o no sé qué y deja el baño
oliendo a gnomos felices. Yo uso el mismo jabón para el cuerpo que para el cabello.
A ella le indigna que salga al parque con la misma ropa con la que me quedé
dormido. A mí me da igual, mientras huela medianamente bien, qué importa.
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A veces sólo me rocío un poco de desodorante: A comenzar un nuevo día. ¿Qué
importa lo demás?
Ella es exitosa, yo soy un looser.
¿Y?
Que triunfen otros. Yo no. No quiero tener un trofeo en ninguna repisa, ni una
cuenta de banco para que me llamen todas las tardes para ofrecerme una línea de
crédito que jamás podré pagar. No quiero ir todas las mañanas a estudiar para
luego quejarme porque estudié la carrera equivocada y terminar en un taxi
escuchando cómo se quejan los demás por estudiar o elegir mal las carreras
universitarias.
Carlos Cortés es un perdedor.
Mi nombre es Carlos Cortés, creo que no lo había dicho. Soy Carlos Cortés y soy un
loser. Uno profesional.
Un hermoso loser. Un fracasado auténtico, honorable.
Mi mamá dice que debo estudiar y bla, bla, bla. Mi papá dice que debo trabajar y
bla, bla, bla. Y yo les digo que sí a los dos, pero no les digo cuándo.
¿Para qué?
Estoy bien así, no necesito nada más. Conexión de alta velocidad en la
computadora, una televisión y mi Xbox. Algo para comer, un paquete de galletas,
una caja con barras energéticas, los restos de la comida del día anterior y agua. Soy
barato, muy barato.
No necesito ropa de marca, ni saber beber vino, ni viajar. Odio viajar. Tampoco
necesito tener una novia y comprarle regalos; recordar aniversarios y conocer a
sus parientes.
Nada. Soy fácil, soy simple.
Ya les dije a mis papás, si quieren que siga estudiando les va a salir más caro,
porque además no soy buen estudiante y voy a repetir curso y si quieren que
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trabaje, como no estudié nada, dejé a la mitad la prepa, pues voy a tener que
conseguir un empleo en el único lugar donde aceptarían a un tipo como yo: La
policía.
Y mamá se pone a llorar.
“¿Pero no has visto en la tele que están matando a todos los policías?”
Sí mamá. Me sacrificaré por el país. Y mi mamá llora más fuerte.
Y si no es en la policía, con sus compadres los narcos. ¿A dónde más?
¿A dónde más podré ir mamá?
Y mi mamá llora todavía más, se sacude llorando. Yo creo que exagera. Gran drama
y puertas que se azotan. Yo voy a la cocina a buscar unas galletas.
Siempre que la gente a mi alrededor se altera busco unas galletas con malvavisco y
coco por encima. Me gustan.
Y mejor me mantengo seguro en casa. ¿No? A veces sólo salgo al parque para fumar
con otros camaradas de la zona. Nos echamos unos cigarros y después voy a sus
casas a jugar Xbox o ellos vienen a la mía, sobre todo en la mañana y ni siquiera
hablamos, sólo jugamos.
Inofensivos.
That's me in the corner/That's me in the spotlight/Losing my religión… Losing my
religion.
Haciendo cálculos, mi hermana les sale más cara a mis papás. Hay que pagarle la
escuela, los libros, los viajes, la ropa nueva, el software para sus diseños. Ella
estudia arquitectura.
A mí me basta con sobrevivir. Los perdedores somos así. Nos conformamos con no
ganar. El triunfo es ostentoso, peligroso, exige más y más y más. Porque si ganas
una vez tienes seguir ganando y ganando y nunca termina el círculo, la serpiente
que se muerde la cola.
Mejor no ganar nunca.
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Soy un perdedor, i'm a loser babeee so why dont you kill me… Soy un perdedor, i'm a
loser babeee so why dont you kill me…
Mi papá me trae el periódico todos los días para que busque empleo. Gran idea.
Me fijo en algunos y me alegro de no cumplir con los requisitos. Cada vez que
incumplo algún requisito lo tacho.
Inglés medio. Referencias imprescindibles. Experiencia previa. Buena
presentación. Título universitario o en trámite. Cédula profesional. Hermosas
piernas. Automóvil propio. Ganas de superarse. Conocimiento del medio o
experiencia laboral comprobable. Que le gusten los animales.
Nada. Ninguno. En ninguno encajo.
Inútil presentarse sin requisitos. Inútil presentarse sin requisitos. Inútil
presentarse sin requisitos. Inútil presentarse sin requisitos. Inútil presentarse sin
requisitos.
Y después le entrego a mi papá el periódico hermosamente tachado. Los empleos
que quedan libres son la clase de cosas por las que ya pasé y no duré ni un mes.
Por ejemplo, el de ofrecer tarjetas de crédito en los centros comerciales. Hasta mi
papá se compadeció de mí. Nadie te escucha, a nadie le importas y ganas un suelo
por comisión de venta, es decir, no ganas nada.
Guardia de seguridad de un almacén en las afueras de la ciudad. Me quedé dormido
a las tres de la mañana del segundo día de trabajo y me corrieron, con toda razón.
No los culpo. De hecho me alegro de haber salido de ese lugar a tiempo. Dos
semanas después asaltaron y mataron al pobre cuidador que sólo estaba armado
con una linterna.
Donde duré más tiempo fue en la pizzería. Creo que si vuelvo a trabajar tendría
que ser un empleo así de bonito, así de limpio. Pero que esta vez no me dejen usar
la moto, por favor.
Todavía siento adormilado el brazo.
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Me atropellaron dos veces. La primera vez fue otra motocicleta, de la competencia
de pizzas. Unas pizzas mejores. No sé por qué pensó que yo estaba disputando una
carrera con él, ni siquiera vendemos el mismo tipo de pizza. Cada quien llevaba su
pedido, el tipo se me acercó y me gritó algo sobre una carrera. Yo escupí un chicle
de menta que ya no tenía sabor.
Creo que pensó que era un reto y me empujó para comenzar antes. Caí de
inmediato.
La segunda vez choqué con el poste de un semáforo. Dicen que iba a exceso de
velocidad.
No dejaron que me quedara con el uniforme.
En fin, reviso el periódico que ayer dejó mi papá. Voy tachando todo o casi y me
siento después a ver la tele. Que por lo menos el día de hoy sea productivo.
¡Claro! Hay liga de campeones.
The champions, the championsssss
Todos los idiotas en sus oficinas o en sus aulas de estudio deseando ver el partido
de futbol y yo sin ningún problema, con la casa vacía me siento a ver cómo le ganan
al Barcelona. Odio al Barcelona.
Es un equipo de ganadores. El Barça. ¿Qué es eso del Barça? Suena a nombre de
equipo gay.
Carajo, ya van ganando. Tres minutos y van adelante en el marcador.
¿Quién fue? ¿Quién hizo el gol? ¿De quién?
Vemos en la repetición, la magistral media vuelta de Messi cuando recibe el balón de
Xavi, gira como bailarín, recorta a uno, después enfila al área, amaga con un disparo,
le rompe la cintura a un defensa y cuando parecía que iba a poner un pase en corto
para su compañero Pedro Pedrito Pedro, dispara de rabona y coloca el balón por
debajo de las piernas del portero. Impresionante lo que hace el argentino, digno de
estudio lo de este muchacho Lionel Andrés Messi. La grada se levanta a festajar y
aplaudir el gol.
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Fuiste tú, pulga de mierda. Enano malformado, piernas de pitufo. Fuiste tú maldito
Messi. Otra vez tú. ¡No sonrías! ¡Nos festejes! ¡No levantes los dedos al cielo!
Cómo detesto a este tipo. Hace todo bien. Debe ser un robot catalán, no creo que
sea humano.
Le deseo un doloroso cáncer de próstata.
Yo tengo un sueño. Un sueño que se repite. Más de una vez me ha ocurrido que
sueño que lesiono a Messi, que le rompo una pierna. También he soñado que entra
Messi a la habitación de su casa y estoy cepillándome a su esposa en el la sala y le
digo: “Hola Lio, qué tal, buenas tardes, aquí me estoy comiendo a tu mujer, cómo te
fue en el entrenamiento”. Y el tipo se encoje de hombros y enfila a su habitación.
Por lo menos Maradona se drogaba, Pelé se convirtió en multinacional, Hugo
Sánchez es idiota, pero Messi… Este animal hace todo bien. ¡Hasta deja que me
atasque a su esposa sin decir nada!
Espero que le huelan mal los pies, por lo menos, que tenga una verruga
desagradable, que su hermana sea bailarina exótica.
Y llega el segundo del Barcelona. En dos minutos están liquidado la partida. Gran
jugada de Alves que toca con Xavi que aparentemente no se mueve y en una baldosa
le pone un pase a Iniesta que levanta la cabeza y el messias del futbol simplemente
aparece para empujarla al fondo de las redes. Barcelona gana cómodamente y vea
usted la merecida felicidad del conjunto catalán, qué felices juntos estos chicos
magníficos. Otra vez, una vez más, lo hizo, sí señores, el mejor jugador del mundo:
Lionel Andrés Messi.
Apago la tele. Voy a repetir este partido en mi juego y el Barcelona jugará en nivel
principiante. A ver si ahí pueden hacer esta clase de goles.
Idiotas.
Qué aburrido debe ser ganar todo.
Y encima Messi levantando las manos siempre que marca un gol. ¿Para qué hace
eso?
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Imbécil. Enano idiota.
Sudaca.
Pulse start para comenzar.
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T r e s
En un ambiente indefinible. Aproximación al sueño. Es probable que adquiera
paulatinamente la personalidad de un político vociferante de los que abundan.
Yo tengo un sueño, quiero decirles que tengo un sueño. Un sueño grande y
luminoso como el sol. Un sueño gordo. Gordo como luchador de sumo. Honesto
como un balón y suave y excitante como un helado de vainilla.
Yo tengo un sueño, un sueño como una hormiga, un sueño que camina y lleva sobre
sí mismo quince veces su propio peso. Un sueño que transita lentamente el jardín,
obediente detrás de otro sueño y todos adoran al gran sueño de sueños dentro un
agujero, un hormiguero de sueños.
Yo tengo un sueño que pestañea y respira y a veces come y bebe de la fuente de los
sueños. Y vuela con alas ortopédicas porque este sueño se cayó de un árbol cuando
era una cría y la única forma que encontramos para hacerlo sobrevivir fue
amputarle las alas y colocarle otras de plástico, que eran de un muñeco de Batman
que tenía de niño. Tengo un sueño que vuela. Un sueño murciélago.
También tengo un sueño que es como un pan de molde. Un pan soberbio de Bimbo,
elegante, blanco y con fina corteza. Un pan que huele hermosamente a pan de
fábrica y lo sacas de la bolsa y lo llenas de mermelada con un cuchillo, acaricias la
piel del sueño con mermelada-‐de-‐arándano-‐y-‐mantequilla. Este pan es pura
corteza. Un sueño de molde que es todo corteza y en lugar de los bordes hay un
esponjoso material parecido al pan del interior. Este es un sueño donde retiras lo
que sobra y te quedas con la corteza. Un sueño que puedes meter a la tostadora de
sueños.
Yo tengo un sueño, señores. Y es un sueño lleno de amor, como todos los sueños
sucios, pero mi sueño no es tan sucio ni siquiera erótico. Sólo es un sueño donde
una mujer desnuda no baila.
Digamos que Messi está jugando por el centro del campo. Vamos a ponernos
soñadores de verdad. Messi no ha tenido mucha participación en el partido, pero
aún así ya marcó dos goles, por ejemplo. Yo estoy en el equipo contrario.
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Atento a sus movimientos, juego con la mirada puesta en el enano goleador.
Y yo no soy yo. Yo soy Carlos Cortés, pero como un Pokemon, digamos que
evolucionado. Soy mi evolución.
También soy mediocampista o defensa o delantero, no importa. Messi recibe el
balón en el costado derecho. Veo cómo controla el esférico y lo muestra, lo exhibe
soberbio porque sabe que puede esconderlo y salir corriendo con él.
Por dentro ríe, por dentro suelta una carcajada porque sabe que es mejor, que es
mejor que nadie y se ríe y se burla de mí y de mis compañeros de equipo.
Mi compañero defensa se come la jugada de Messi que enfila al centro del área.
Antes de que entre recibe una patada por detrás. Una patada seca. Que arde. Duele.
No es una patada cualquiera. No es una patada de odio.
Es mi patada. Es LA PATADA. Así, en mayúsculas. ¿Se ve bien? Es LA PATADA.
Así lo escribió el dramaturgo: LA PATADA DE MIERDA A MESSI. ¿Se entiende?
Tengo un sueño como una patada entre las piernas en movimiento de Messi. Una
patada que origina un grito. Un grito de lesión. Una lesión de larga duración.
Seguramente rotura, fractura, gangrena.
Un grito argentino. Un lloriqueo argentinito, con acento catalán. Algo así como
uhhh, pero con acento catalán. No sé hacer el acento catalán, pero estamos en un
sueño y en los sueños podemos imaginar que este uhhh, suena al acento que a mi
me da la gana. Uhhhh.
Y más Uhhhh. Y se revuelca en el piso. Uhhhh.
Tengo un sueño, señores, en el que lesiono a Messi. Digamos que le rompo la
pierna. Digamos que no podrá ser más un ganador. No podrá. No puede. No
pudiste.
Será recordado y recibirá homenajes y tendrá un estadio con su nombre, pero no
será el ganador de ganadores. Ya no.
ENRIQUE OLMOS DE ITA/GENERACIÓN NINI
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Señoras, señores, niños, niñas, ancianos, cojos, enanos: Con ustedes, directamente
desde aquí mismo, con ustedes el único futbolista que venció a Messi.
Y salgo a recoger mi medalla y todo el Santiago Bernabeu me aplaude y Di Stéfano
me abraza y otras viejas glorias también y del techo caen papelitos y se escucha un
himno glorioso e imponente.
Bueno, en el sueño es probable que también me expulsen y los jugadores del Barça
se vienen de golpe contra mí y me quieren pegar y me amenazan, pero yo río y voy
trotando por toda la cancha sonriente mientras el capital del rival y el portero y el
entrenador me increpan.
Y el árbitro me pide que salga rápido del campo, pero yo voy aplaudiendo, como
dando la vuelta olímpica.
¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!
Y ahí voy yo, por ejemplo, con una camiseta del Real Madrid, trotando por el Camp
Nou después de lesionar de gravedad a Messi.
Mi sueño es un insulto continuo desde la grada. Es ver al calvo entrenador rival
sollozando, es abrazar al arbitro después de ver la tarjeta roja y salir gustoso del
campo. Disfrutar.
Mi sueño no es erótico. Pero casi.
Tengo un sueño que quiero compartir con ustedes, un sueño como animal en
peligro de extinción, como una ballena pariendo en las costas de Japón, como un
elefante pesado y gordinflón que se muere a mitad de una avenida en la India, un
sueño feroz como un mosquito que porta el paludismo. Un sueño, así, invertebrado
pero sabio, un sueño milimétrico pero glorioso. Un sueño que te chupa la sangre
para alimentar a sus crías.
Un sueño que es la mismo tiempo ácaro y ponzoña. Un sueño tierno: La pulga
lesionada de gravedad.
Y los periódicos del día siguiente.
Un poema. ¡Qué poema! Un poema escrito en una lengua inexistente.
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Heineken, patrocinador oficial de la UEFA Champions League informa: Expulsión
para el número 4 del equipo Real Madrid, Carlos Cortés.
Despierto.
Ganas de mear. Siempre ganas de mear.
Y salgo de la cama adormilado, enfilo al baño. Me sacudo un poco los pelos y quizá
me tiro un pedo. O dos. Y de golpe Messi ahí, meando también, con la puerta
abierta del baño de mi casa.
Eh, pelotudo, dejáte de joder. Tuve un sueño bárbaro. No te lo vas a creer, soñé que
me lesionabas, que vos me lesionabas en la cancha. Pero qué patada metías, boludo
del orto. Terrible.
Ya termino, mirá que desperté nervioso y vine a mear. Algunas gotitas habían salido
antes de tiempo. ¿Tú me entiendes, no?
Y sí, lo entiendo. Me palpo, estoy húmedo. Me he meado en la cama. Tengo 22 años
y me acabo de mear en la cama.
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C u a t r o
Vemos a nuestro héroe en el sofá del salón de su casa jugando Xbox o quizá en un
parque, reflexivo. De golpe comienza a conversar con Messi, en una especie de
desdoblamiento o a través de alguna presencia virtual.
¿Sabes qué es lo que más molesta de ti?
¿De mí? No sé, no sabía que algo de mí te molestaba, a vos… Si somos tan buenos
amigos…
Ya… ¿Por qué si ganas todo no eres el más arrogante, el más cabrón? ¿Por qué
además de ganar te haces el bueno, el pulcro, el que nunca mata a una mosca? ¿Por
qué no te burlas del rival, por qué no haces algo estúpido? ¿Por qué no le pisas la
mano a un defensa? ¿Por qué ni siquiera cuando ganas ganas de verdad?
Bueno, viste que así me educaron, no sé, llegué muy joven a Barcelona, es la filosofía
de la cantera. Una vez empujé a un defensa y otra vez fingí una falta. No soy tan
bueno como dicen. Vos sabés que los medios exageran todo; lo bueno y lo malo…
Hijo de puta, además te haces el modesto.
Y bueno, disculpáme; son cosas que pasan. Pero animáte un poco… Quitá esa cara.
Sí, sí, déjalo ya. ¿Y qué se supone que debo hacer? No tengo ni idea de lo que
debería hacer.
¿Me preguntas a mí? Yo sólo sé jugar al fútbol. Y a veces hago comerciales, pero no
soy buen actor, me esfuerzo, pero no soy buen actor. No sé qué decirte, pibe…
¿Qué harías tú en mi lugar?
Yo creo que aceptaría la oferta. Por ahí puede ser una aventura divertida. No sé,
intentálo… Todo va tan rápido; en unos meses te salís de ahí y buscás otra cosa… No
sé.
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¿Tú crees? Ya no tengo más opciones. Mi papá tiene problemas de salud, dice que
no es grave, pero no sé, va a trabajar menos horas, lo veo cansado. Todo está un
poco raro. No entiendo nada.
¿Necesitan la plata en tu casa, no? Siempre la plata, la maldita plata… te dejaría
unos euros, pero mi agente lo maneja todo. Hace años que no uso una billetera.
Claro; mi hermana estudiando, quiere trabajar los fines de semana, pero entonces
no creo que aguante el ritmo y mis papás no quieren que deje la universidad a la
mitad. Mi mamá ahorra todo lo que puede. No sé, ya nadie se traga el cuento de que
no hay trabajo y que sólo me queda entrar a la policía y ni eso. Lo peor es que es
cierto; yo lo decía de broma… ¿Pero has visto cuánto gana un policía? Es lo que me
ofrecen a mí en menos de una semana. ¿Te das cuenta?
Sí, justo lo estaba escuchando mientras jugabas. Te diría, pibe, que sí, que lo hagás,
dejáte de joder. Vendé merca, droga, unos meses, para salir del paso. Así te ganás
algo de guita y por ahí te gusta y hacés carrera en el negocio.
Pero yo sólo soy un perdedor. Ni siquiera quiero ganar dinero. Vivía muy bien,
pero muy bien sin hacer nada. Y ahora que la gente sabe que necesito trabajo…
Bueno, pensalo bien, que sea lo mejor para vos. Oye, voy a entrenar y después debo
firmar autógrafos y por la noche una cena benéfica para la UNICEF; cosas del club,
vos sabés. Es un día largo, a ver si nos encontramos pronto. ¿Te parece?. Chau.
Y de golpe me doy cuenta que Messi, el Mesías del futbol se me apareció, como las
vírgenes a los santos o los ángeles a los pastores o algo así y tuve de inmediato una
revelación. Casi mística. Voy a tomar la oferta, Lionel tiene razón. Voy a entrar en el
negocio.
¿Por qué? Ni yo mismo sé muy bien por qué. Estaba esperando que el tiempo
pasara, un golpe de suerte, ganar un premio de lotería, encontrar un empleo de
verdad, pero no hay nada. Todo está mal pagado o se necesita un curriculum de
tres hojas, el mío no llega ni a un párrafo.
Y de golpe, hace un par de días, estoy jugando con mi amigo el Jerry en el Xbox y
justo cuando le meto el segundo gol me suelta: ¿Y sigues buscando trabajo?
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Más o menos, le digo, es nada más para que mis jefes vean que no estoy de huevón,
pero no hay nada. No hay nada para mí. Voy a vender mi cuerpo a la ciencia.
Oye, ¿te acuerdas de mi primo el Kalha? ¿Quién?, le pregunto sin poner mucha
atención.
El Kalha, el que se robaba las calculadoras en la secundaria. Ah, sí, sí me acuerdo.
¿Por qué?.
Y me suelta el Jerry: Pues porque el Kalha es jefe de plaza. Sí como lo escuchas…
Ah, órale. Lo primero que pensé es que era jefe en una plaza comercial y que me
iba a ofrecer un trabajo como cajero o en la limpieza. Francamente yo estaba más
atento al partido, porque estaba jugando con una formación nueva, que nunca
había probado, un 3-‐5-‐2. Y lo estaba haciendo bien.
¿Y en qué plaza trabaja? Le respondo.
En ninguna pinche plaza, no seas naco. Es el JEFE de LA PLAZA. Y me sonó fuerte,
como si mi compadre el Jerry lo hubiera dicho en mayúsculas.
De ésta plaza, me repite. ÉSTA.
Ahhh. Suena bien. ¿Y eso qué o qué?
Pues que está reclutando bandera. Necesitan más personal. Por si andas muy
urgido de varo, el vato te surte de mercancía, tienes sueldo fijo más las comisiones
de venta, si quieres puedes tener una pistola y después de un tiempo hasta te
ponen halcones, para que te ayuden a vigilar… De entrada lo puedes hacer en tus
ratos libres. Sin Yolanda.
Ahh. Lo primero que pienso es que mi vida está llena de ratos libres. Sí, podría,
podría.
El Kalha me dijo que ya te tenían identificado, cumples con el perfil. Te iban a venir
a buscar, pero yo le dije que eres de mi banda. ¿Entonces, qué, te clavas o te
pandeas?
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Recuerdo que chocamos las manos. Yo me reí, con una risa nerviosa y seguí atento
al partido como si fuera lo único que me importaba.
Y seguimos jugando sn decir nada más. Jugamos dos partidos más. Guardamos en
la memoria lo que llevamos adelantado de la Liga y me fui a dormir a medio día
pensando en lo que me había dicho mi compa. Y pensaba también en mi sueño,
corriendo por el campo para lesionar a Messi, el mismo que ahora me persuadía.
“Lesión de gravedad” “terrible entrada” “le rompió la pierna, aciago el día, le
rompió la pierna a Messi”, dirían los locutores de tele o radio.
Y pienso en eso, en mis sueños estúpidos mientras agrego a mujeres rumanas que
no conozco a fecebook. Ya ni los videos de youtube. Me animan. Trato de
masturbarme y no lo logro. Quería salir a la calle, pero tengo miedo.
Y no sé qué hacer. Al final lo que le decía a mi mamá como una broma se está
haciendo realidad. Maldición.
No puedo encontrar trabajo. Los que hay están mal pagados, lejos de casa y ni
siquiera estoy capacitado. No puedo hacer nada más. Estudios truncos. Familia sin
apellidos influyentes. ¿Qué me toca hacer?
Ni idea, ni puta idea.
Porque yo hago sólo dos cosas bien en la vida. La primera, ganar la Champions
League con el Real Madrid en el PES 2011 en nivel intermedio con un 4-‐4-‐2 típico y
sin recibir gol. Si la máquina me anota un gol o pierdo en penales, siempre le doy a
reset y vuelvo a empezar.
Hasta que gano como quiero.
La otra cosa que hago bien es dormir.
Tal vez soñar. La otra cosa que hago bien es dormir. Dormir se me da bien.
A veces me gustaría despertar sólo para mear, porque dormir es lo mío y tal vez
soñar. Porque yo tengo un sueño, fino y compacto y eficiente como una
engrapadora, una engrapadora industrial, de las que van taladrando, tac, tac, tac.
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Un sueño como estatua en un parque que cagan palomas y que iluminan grafiteros,
la llenan de color.
Un sueño grande y pesado y altivo y caliente como hipopótamo en celo, lleno de
otros sueños que nadie, que nadie conoce, ni yo mismo.
Impresionante lo que falló Messi. ¡Ni él lo puede creer! Tenía el arco abierto, sus
compañeros le hicieron toda la jugada, perfecta maniobra para que la terminara el
10. Comenzó con Valdés, pase largo para Alves que levantó la cabeza de inmediato y
desde ahí pase casi con la mano hasta la medialuna del área, el balón que controla
Thiago Alcántara con la cabeza, deja el pase en corto para Xavi que amaga y observa
de inmediato cómo entra Iniesta libre de marca quien le pone el balón más perfecto y
simple de toda su carrera… Pero Lionel también es humano, con el arco vacío, el
portero derrotado, no había fuera de lugar, pero Messi tira el balón por encima y el
Barça sigue abajo en el marcador.
Oscurísimo.