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Año 4 / Número 9 Enero / Abril Colotlán, Jalisco 2010 Revista cuatrimestral de divulgación académica y cultural del Cunorte

Niuki 09

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Revista cuatrimestral de divulgación académica y cultural del Cunorte

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Año 4 / Número 9Enero / Abril

Colotlán, Jalisco2010

Revista cuatrimestral de divulgación académica y cultural del Cunorte

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PresentaciónEl Centro Universitario del Norte cum-

ple sus primeros diez años de vida. Diez años de participar activamente en la zona norte de Jalisco y el sur de Zacatecas. Y nos complace extender esta celebración con el número 9 de la revista Niuki, una publica-ción académica y cultural con la que aspira-mos a incrementar el diálogo con los habi-tantes de esta región.

En la portada de esta edición se resu-me los atractivos de este pueblo zacatecano, el Teúl: el agave en primer plano, el cerro sagrado en el fondo y los paisajes espectacu-lares de esta comunidad que busca ingresar a la categoría de Pueblo Mágico.

En la parte académica contamos con la colaboración del maestro César Pérez Ortíz, con su artículo “Globalización, iden-tidad cultural y procesos étnicos en el esce-nario global”.

Once profesores y dos alumnos del programa de Investigación Temprana, de nuestro Centro, comparten su experien-cia y aprendizaje en el “Festival por la paz. Una experiencia de convivencia escolar en niños de primaria de Colotlán”. Este tex-to es producto de un trabajo de investi-gación-intervención en la escuela Niños Héroes, de la ciudad de Colotlán, Jalisco. Por otra parte, el doctor Alejandro Morales Rodríguez escribe sobre el significado del nawa para los Wixaritari (en español, te-juino). El nawá es una bebida ancestral. El interés del doctor Morales Rodríguez va en dos vertientes: en la necesidad de determi-nar el riesgo en la salud que podría tener esta bebida por su graduación alcohólica y el significado cultural que tiene para la población Wixarika para no atentar contra ella, al momento de querer implantar una estrategia que limite el consumo de bebi-das alcohólicas. El texto está escrito en es-pañol y en huichol.

El Teúl es el municipio invitado en el nú-mero 9 de Niuki. Con gusto ponemos el ojo en este activo pueblo del sur zacatecano. Peter Jiménez escribe sobre el rescate arqueológico que hace el inah-Zacatecas en el cerro sagrado del Teúl, desde diciembre del 2008. Los traba-jos se concentran en el conjunto arquitectónico que comprende una gran plaza con dos pirámi-des, un patio hundido, varias terrazas y el juego de pelota. También encontraron una tumba de tiro. El cerro del Teúl es uno de los 10 sitios ar-queológicos que el presidente Felipe Calderón prometió abrir al público en el año 2012.

Nos complace que el escritor y perio-dista, el teulense Luis Sandoval Godoy, haya escrito un texto especial para esta edición: “El pueblo del Teúl, en sus raíces”. Don Luis hace un repaso de la historia de su patria chica. En tanto que el cronista Ezequiel Ávila Curiel nos habla de la tradición mezcalera: desde los tiempos en que los arrieros acarreaban la bebida en barriles y “damajuanas” y cuando algunos tenían sus propias mezcaleras para el gasto personal, hasta el presente, en que el Teúl es protagonista en el surgimiento de Zacatecas como productor de buen mezcal.

Hugo Ávila escribe pequeñas biogra-fías de cinco grandes teulenses: el padre José María Mercado, J. Jesús González Ortega, José Isabel Flores, Lauro G. Caloca y Luis Sandoval Godoy; mientras que Ezequiel Ávila Curiel se centra en la vida de la familia Caloca. Por úl-timo, en la acostumbrada reseña literaria, el maestro Javier Ramírez Romo analiza la nove-la “La sangre llegó hasta el río”, del autor Luis Sandoval Godoy. La novela se desarrolla du-rante la Guerra Cristera, en escenarios del sur de Zacatecas, en los cañones de Tlaltenango y Juchipila. Sólo nos resta desearles que disfru-ten la lectura de la edición 9 de Niuki. Gracias.

Maestro José Alberto Castellanos Gutiérrez

Rector del Centro Universitario del Norte

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Doctor Marco Antonio Cortés GuardadoRector General

Doctor Miguel Ángel Navarro NavarroVicerrector Ejecutivo

Licenciado José Alfredo Peña RamosSecretario General

Maestro José Alberto Castellanos GutiérrezRector

Maestro José Alberto Becerra SantiagoSecretario Académico

Maestro José David Flores UreñaSecretario Administrativo

Maestro José de Jesús Quintana ContrerasDirector de la División de Cultura y Sociedad

Maestro Benjamín Ramírez MorenoDirector de la División de Ciencia y Tecnología

Editor / Maestro José Claudio Carrillo NavarroAsistente de edición / Licenciado Francisco

Vázquez MendozaComité Editorial / Maestro José Alberto Becerra

Santiago, Licenciado Pablo González García,Doctora Ma. Teresa Prieto Quezada,

Maestro José Alberto Castellanos Gutiérrez, Licenciado Francisco Vázquez Mendoza, Maestro Omar Alejandro Ruíz Gutiérrez

Enero / Abril 2010

Diseño / Formación Cynthia Castañeda Hernández

[email protected]

Niuki / Revista cuatrimestral de divulgación académica y cultural.

Centro Universitario del Norte. Kilómetro 191 carretera federal número 23.

Santiago Tlaltelolco, Colotlán, Jalisco, México.

Teléfonos 01 [499 99] 21 33, 01 [499 99] 20 110, 01 [499 99] 22 467,

01 [499 99] 22466 y 01 800 505 53 99. www.cunorte.udg.mx

Correo electrónico [email protected]

ISSN: 1870-9613

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5Las fotografías que ilustran estas páginas son del cronista del Teúl, Ezequiel Ávila Curiel; de la Presidenta del Comité Pro-Pueblo Mágico, Adriana Rivas Flores; y del H. Ayuntamiento del Teúl. Gracias por su apoyo y generosidad

6 / Globalización, identidad cultural y procesos de conflictos étnicos en el escenario globalCésar Pérez Ortíz

24 / Festival por la paz. Una experiencia de convivencia escolar en niños de primariaMa. Teresa Prieto Quezada, José Claudio Carrillo Navarro, Alfredo Leonardo Romero Sánchez, Marco Antonio Martínez Márquez, Fernando Saldaña Pérez, Silvia Elena Mota Macías, Diego Huízar Ruvalcaba, Noe Albino González Gallegos, Adriana Elizabeth Morales Sánchez, Rodolfo Cabral Parra, Araceli Ramos Corona, Yaneth Marcela Huízar Aguilar, Ana Laura Espinoza Huízar

28 / NawáJosé Alejandro Morales Rodríguez

34 / El proyecto arqueológico del cerro del Teúl: ¿Qué se busca en el cerro?Peter Jiménez Betts

38 / El pueblo del Teúl, en sus raícesLuis Sandoval Godoy

44 / Tradición mezcalera en el TeúlEzequiel Ávila Curiel

48 / La vida de cinco personajes teulenses. Esperanza para los tiempos actualesHugo Ávila Gómez

56 / Revolucionarios teulenses: los CalocaEzequiel Ávila Curiel

62 / La sangre llegó hasta el ríoJavier Ramírez Romo

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En este texto se abordará la cuestión de la identidad étnica a partir de los abordajes de

la globalización que discuten las relaciones entre identidad cultural, y las nuevas modalidades de etnificaciones en situaciones de frontera dentro del contexto de la globalización (Olzak: 2007). Se hablará de las nuevas modalidades cultura-les a partir de las cuales, en América del Norte, se están configurando nuevos procesos de iden-tidad cultural étnica en situaciones de cross-border regions (Bohon: 2006), (Allen y Turner: 2006), (Brettel: 2007). Al referirme a estos casos, lo hago con el propósito de abrir un espacio de reflexión, debate y diálogo; en torno a la premisa general de que la construcción y configuración de las nuevas identidades culturales étnicas a ni-vel global, están determinadas por las políticas de movilización social inspiradas en una ideolo-gía política mundial de respeto a las diferencias de identidades culturales étnicas, reconocimien-to de los derechos de los pueblos indios y a las autonomías culturales étnicas, un complejo es-cenario que, muchas de las veces, genera múlti-ples situaciones de conflictos y violencias étnicas impredecibles. Específicamente, el tipo de identi-dad cultural étnica al que se aludirá en esta mesa de trabajo pretende explorar la utilidad teórica de analizar los sentidos contextuales-sociocultu-rales del término movilización étnica en contex-tos locales-transnacionales así como su posible

César Pérez Ortíz

aplicación metodológica en investigaciones etno-gráficas comparadas. En múltiples niveles, tanto de análisis como físico-geográfico-ecológicos, “movilización étnica” adquiere otros significados que son muy distintos de aquellos que se em-plean en el uso de la categoría movilización ét-nica como sinónimo de confrontación violenta multiétnica (Zelinsky y Lee: 1998), (Boggs: 2004), (Englund y J. Leach: 2004), (Sökefeld: 1999).

Una de las dimensiones socioculturales más importantes de esta categoría, es aquella que tiene que ver con la construcción transnacional de identidades culturales regionales que se configu-ran y concretan en sociedades regionales supra-territoriales. La movilización étnica de estas iden-tidades culturales regionales, tiene que ver con la capacidad que tienen los distintos miembros de las culturas regionales para promover y desenvol-ver políticas culturales que les permitan defender, valorar y difundir su cultura más allá de su espa-cio sociocultural de pertenencia territorial. Este es un proceso social donde la movilización étnica re-curre a diferentes recursos de intelectualidad or-gánica localista para trabajar una historia cultu-ral que valide, en los niveles supraterritoriales de la región cultural, la autenticidad de la cultura de pertenecimiento territorial. Para el caso de México (Piacenti, D. J: 2005), muchas de las características importantes de este tipo de movilización étnica, se configuran y se han originado por el incremento

César Pérez Ortíz

Profesor de Antropología.

UdeG - Centro Universitario

del Norte

Globalización, identidad cultural y procesos de

conflictos étnicos en el escenario global*

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constante de los flujos migratorios principalmen-te hacia los Estados Unidos y Canadá. En combi-nación con los flujos migratorios de Europa, estas dinámicas de movimientos de población, concre-taron, de un modo desigual, la estructura econó-mica, política, sociocultural y espacial de muchas regiones metropolitanas de los Estados Unidos (Pandit y Holloway: 2006).

Una de las dimensiones socioculturales más importantes de esta categoría, es aquella que tiene que ver con la construcción transnacio-nal de identidades culturales regionales que se configuran y concretan en sociedades regionales supraterritoriales. La movilización étnica de estas identidades culturales regionales, tiene que ver con la capacidad que tienen los distintos miem-bros de las culturas regionales para promover y desenvolver políticas culturales que les permitan defender, valorar y difundir su cultura más allá de su espacio sociocultural de pertenencia terri-torial. Este es un proceso social donde la movili-zación étnica recurre a diferentes recursos de in-telectualidad orgánica localista para trabajar una historia cultural que valide, en los niveles supra-territoriales de la región cultural, la autenticidad de la cultura de pertenecimiento territorial. Para el caso de México (Piacenti, D. J: 2005), muchas de las características importantes de este tipo de movilización étnica, se configuran y se han ori-ginado por el incremento constante de los flu-jos migratorios principalmente hacia los Estados Unidos y Canadá. En combinación con los flu-jos migratorios de Europa, estas dinámicas de movimientos de población, concretaron, de un modo desigual, la estructura económica, políti-ca, sociocultural y espacial de muchas regiones metropolitanas de los Estados Unidos (Pandit y Holloway: 2006).

I.- Globalización e identidades culturales étnica

La idea básica para desenvolver en esta mesa de trabajo, propone comenzar a trazar cuestiones centrales de una discusión que gira en torno a la premisa de saber si las dinámicas globales han

contribuido a la organización de movimientos políticos étnicos constituidos alrededor de dis-tintas características culturales regionales (Olzak: 2007), (Bodley: 2008). Tomando como punto de partida una perspectiva global (Friedman: 2004), es posible aproximarse a diferentes en-foques y abordajes de las movilizaciones étnicas si se teoriza a partir de la interacción existente entre fuerzas globales de integración y la movi-lización política de la etnicidad. Para referirse a la situación contemporánea de fragmentación y globalización, Jonathan Friedman argumenta lo siguiente: “La transformación del sistema glo-bal es un cambio en el cual hay combinación de polarización vertical y horizontal, polariza-ción entre clases, y la fragmentación de pueblos dentro de identidades culturalmente definidas

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y defendidas” (Friedman, 2004: 69). Dentro de esta perspectiva global, no existen muchos des-acuerdos con respecto al hecho de que el mundo está impregnado por una plétora de estrategias políticas culturales de grupos de indígenas, mi-grantes, “minorías”, “marginales”; que aspiran a un tipo de liberación cultural de las fuerzas ho-mogeneizantes del estado-nación. De este modo, el resurgimiento de los movimientos indígenas es parte de este proceso sistémico total, el cual, por decirlo de alguna manera, no es el resultado de un movimiento mecánico determinista. Aunque relacionados entre sí, existen dos aspectos com-pletamente diferentes de este proceso, uno que es social y otro derivado del disenso sociocultu-ral acerca de la concepción-aplicación universal de los derechos humanos, este último aspecto ha dado origen a una serie diversa de conflic-tos étnicos. El proceso social consiste en la des-integración de los procesos de homogenización que fueron el soporte principal del estado-na-ción. Esto dio origen al incremento de conflictos acerca de la concepción universalista del dere-cho y los derechos de pueblos particulares, un conflicto real entre los derechos particulares y los colectivos, y lo nacional versus lo étnico.

En general, las políticas culturales son políticas de la diferencia, una transformación de la diferencia en reclamos colocados en la es-fera pública, para el reconocimiento de la iden-tidad cultural, por el control y manejo de los re-cursos ecológico energéticos significativos, por los usos y tenencias de la tierra. Pero estas di-ferencias son a su vez diferenciadas en impor-tantes e interesantes maneras, no únicamente en relación a estructuras existentes de identifi-cación. Tanto las identidades indígenas como las identidades de las sociedades regionales (niveles de identidad), reclaman al estado-na-ción, una identidad que está basada en la idea de una “aboriginalidad” auténtica (Friedman: 2004). Son reclamos sobre la territorialidad co-mo tal, y esos reclamos están basados en una situación contraria a la que es definida co-mo productos de conquista y neocolonialidad

(Ashcroft: 2006). Las raíces aquí están locali-zadas en un paisaje particular. La movilización étnica, en las geografías globales, puede defi-nirse como la eficacia del potencial político que manejan los grupos étnicos para vincularse, re-presentarse y moverse en arenas y campos po-líticos que trascienden el nivel de la villa y/o la comunidad local/regional; espacios donde pue-den viabilizar y operacionalizar sus procesos de reivindicación de su identidad socioterritorial, ecológica y étnica-cultural.

La representación que se configura en estos espacios globales, es un modo de repre-sentación cuya lógica está organizada por el nú-cleo estructural de la nacionalidad, una relación entre identidad cultural y territorio, elemen-tos opuestos a la territorialidad del Estado, el

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cual, en la memoria histórica de los pueblos in-dios, está asociado con las dinámicas históricas de conquista, ocupación y usurpación. Este ti-po de estructuras emerge en condiciones en las cuales el Estado es claramente no representati-vo de los intereses del pueblo, o de los intere-ses de las grandes mayorías de los sectores que conforman el pueblo. Dichas condiciones tam-bién son variables en el tiempo y en el espacio. La lógica que vincula pueblerismo regional e in-dianidad a la constitución del estado-nación, es la misma lógica de las estructuras de oposición (Friedman: 2004). La distinción entre Estado y Nación, es una variante importante de los pro-cesos de formación de los Estados-Nación con-temporáneos; donde diferentes identidades cul-turales y etnicidades de sociedades regionales y

pueblos indios, se identifican como segmentos subordinados y separados del Estado, el cual se percibe como un agente externo y extraño. De hecho, este sería el arquetipo de las relaciones coloniales.

“During the first, preindustrial pha-se of capitalist expansion, which was under way by 1450, several European powers, including Spain, Portugal, England, and France, gained political domination over large areas on North and South America, the Caribbean, and the islands of the eastern Atlantic. This was the beginning of a colonial process of conquest and incorpora-tion that continued into the twentieth century. By 1800, at the beginning of the Industrial Revolution, preindustrial states still existed in China, Japan and Africa; traditional kingdoms and chie-fdoms in India, the Middle East, and the Pacific Islands still retained consi-derable autonomy. The great Western colonial powers claimed 55 percent of the world’s land area but controlled two-thirds of the world. For the next 150 years, virtually and indigenous territory was conquered by colonizing industrial states, and estimated 50 mi-llion indigenous people died as result. This process created the modern system world, but it did so at an enormous cost in ethnocide, genocide and ecocide suffered by the peoples and territo-ries forcibly incorporated into the new global system” (Bodley: 2008: 10).

En muchas de estas situaciones, la indianidad únicamente se fragmenta cuando opera como una identidad separada del Estado. Es por ello que “los pueblos indios”, como una forma de intencionalidad, únicamente se concretan mediante las políticas culturales de defensa del “arraigamiento aborigen original”, estas

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políticas culturales como ideologías etnopo-líticas, en ciertas condiciones, puede producir nacionalismos extremos contra el Estado. Sin embargo, no existe lógica alguna de que los es-tados-nación y los movimientos étnicos puedan coexistir sin cambios en la estructura total del Estado mismo, o por el establecimiento de com-promisos que sencillamente acentúan la ambi-valencia en esta situación.

No obstante, es necesario aclarar que existen importantes ambigüedades en esta ar-gumentación, pues todas las naciones pueden ser regionales y muchas naciones pueden iden-tificarse como naciones de sustratos indígenas. Ambas identidades culturales –étnicas y regio-nales–, son identidades igualmente poderosas, porque con frecuencia se basan en legados his-tóricos y características culturales que son acep-tadas por los individuos que aspiran a formar una Nación (Friedman: 1999), (Olzak, 2007: 34). De esta manera, la persistencia de la moviliza-ción étnica, en los periodos contemporáneos, plantea importantes cuestiones acerca de los procesos que activan las identidades culturales que generan acción-etnopolítica a lo largo de de los distintos contextos culturales étnicos. Dado que los movimientos étnicos parecen estar aso-ciados con el poder de los lazos del grupo, cuya fuerza mantienen control sobre las emociones y conductas de las formas fundamentales que no pueden dejarse de lado tan fácilmente; existen historias previas de violencias y odio que apare-cen como factores fuertemente incitadores de la confrontación, especialmente cuando se compa-ran, de una manera racional, evaluaciones de las costos y las consecuencias de la violencia étni-ca. Por lo tanto, las prácticas de las identidades culturales, de estos nuevos tipos de etnicidades, deben entenderse como un proceso histórico-re-gional y como la constitución de múltiples mun-dos de significación, específicamente de esque-mas históricos particulares. Es decir, el proceso de construcción de identidades no ocurre en un vacuum, sino en un mundo concreto definido, en un sitz im leben.

“The frequent attitude of settlers on the American frontier can be summa-rized by General Philip Sheridan’s fa-mous statement, ‘the only god Indian is a dead Indian’, and hardly need be elaborated upon here. However, it is not always remembered that in South America frontier areas the same appro-ach is still being taken, as demonstra-ted by the reported killing of eleven Pai Tavytere Indians in Paraguay in 1988. In Southern Brazil professional Indian hunters were killing the Xokleng Indians until their final pacification in 1914. In Sao Paulo, one man claimed to have ki-lled two thousand Kaingang Indians in 1888 by poisoning their drinking wells with strychnine. In the northeast, the Brazilian ethnologist Curt Nimendaju reported that an entire village of 150 Timbira Indians was wiped out by a band of settlers in 1913. In this case, the murderers were brought to trial but all were acquitted. In nearby Paraguay in 1903, settlers were killing Guayaki Indians and using their bodies to bait jaguar traps. In 1941 was reported that local settlers still felt that killing Guayaki was not a crime but rather a ‘prai-seworthy action, like killing a jaguar’. The rationalization for such violen-ce was the because the Guayaki were not baptized Catholics, they were not human beings” (Merivale, 2008: 40).

En este sentido, la reflexión debe centrarse en la siguiente cuestión: ¿cómo la acción colectiva aprueba, aglutina y refuerza las lealtades basa-das sobre los marcadores étnicos? Asimismo, para comenzar a desglosar estas cuestiones, una definición muy preliminar, pero que nos ayudará a repensar los muchos y diversos contextos so-bre los que se construyen estos marcadores étni-cos, puede ser la categoría distintiva conceptual de grupo étnico y etnicidad (Kottak, 2006: 76).

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Grupo étnico pudiera definirse como grupos que: “Comparten ciertas creencias, valores, há-bitos, costumbres y normas debido a su sustrato común. Se definen a sí mismos como diferen-tes especiales debido a características cultura-les. Esta distinción podría surgir del lenguaje, la religión, la experiencia histórica, el aislamiento geográfico, el parentesco o la raza”. En lo que respecta a la etnicidad, significa identificación con, y sentirse parte de, un grupo étnico, y exclu-sión de ciertos otros grupos debido a esta filia-ción. El sentimiento étnico y el comportamiento con el asociado varían en intensidad dentro de los diversos grupos étnicos y países, y a través del tiempo. En consecuencia, la definición de grupos étnicos (idigenous peoples, ethnic groups, tribal societies) en situación de frontera varía conside-rablemente de un espacio geográfico en particu-lar; de una región cultural a otra, o de un área

cultural de una sociedad regional a otra, por lo tanto, serán las condiciones identitarias históri-cas y culturales las que determinen los procesos de construcción de categorías étnicas global-mente localizadas. Sin embargo, es en el espa-cio nacional y las estructuras institucionales de la política formal e informal, donde ocurre una dinámica intensa de relaciones de poder entre las autoridades institucionales nacionales y los distintos grupos étnicos y pueblos indios (Duffy: 2003), (Winter: 2007). Por lo tanto, es en los campos de poder donde tienen lugar estas re-laciones e interacciones de contacto, y sobre las que se edifican los parámetros definitorios de ca-tegorías de lo étnico (Macfarlane; Glynn; Grace; Penetito; Bateman: 2008).

Todos estos procesos, son aspectos fun-damentales de la práctica de un tipo particu-lar de identidad, una identidad de arraigos y de

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genealogías articuladas básicamente a un terri-torio, a la defensa de una “propiedad” territorial que es considerada como una pertenencia ecoló-gica-cultural que es directamente heredada por derecho natural y divino. Son dinámicas sociocul-turales que forman parte de complejos procesos de verticalización, fragmentación, etnificación y transición que afectarán las posibles movilizacio-nes entre uno o más de estos niveles de iden-tidad (Friedman: 2004), (Olzak, 2007: 21). Por ejemplo, en los países donde la construcción del

estado-nación es un proceso inacabado, los pro-cesos de unificación nacional pueden llegar a ser las bases de la insurgencia étnica, especialmente cuando los constructores del Estado intentan im-poner una simple identidad étnica nacional sobre regiones culturales y sociedades regionales don-de previamente ya habían existido o se habían construido otras etnicidades. Aunque de un mo-do similarmente inverso, los esfuerzos de conso-lidación de la construcción del Estado, impuestos desde autoridades externas (colonialismo, impe-rios, fuerzas de ocupación), pueden, sólo tempo-ralmente, aminorar la posibilidad de la moviliza-ción étnica, pero también puede potencializar su resurgimiento a corto y largo plazo. Además, las oscilaciones entre los distintos niveles de identi-dad, acomodados en círculos concéntricos, pue-den tomar lugar como coaliciones políticas que vuelven más viables algunas identidades más que otras. Para discutir estas hipótesis y premisas, re-tomamos las siguientes cuestiones planteadas por Susan Olzak (2007: 5): ¿pueden los facto-res del nivel global ayudar a explicar la moviliza-ción basada en la identidad étnica; y pueden los procesos globales ayudar a entender tales formas de movilización étnica?, y ¿bajo qué condiciones los movimientos étnicos recurren a protestas re-lativamente pacíficas, y cuándo se pueden vol-ver violentos?, ¿cómo es que diferentes formas de movilización étnica muestran causas comunes que operan e interactúan con diferentes caracte-rísticas culturales, históricas, económicas y políti-cas propias de cada estado-nación?

El modelo de análisis que relaciona la perspectiva de la globalización en relación con los procesos de construcción de las identidades culturales étnicas (Skrentny: 2008), presupone valorar los alcances teórico-metodológicos –así como sus posibles limitaciones–, a partir de los siguientes items:

Un enfoque transnacional provee un contexto para entender algunas de las parado-jas clave, presentes en la producción de la li-teratura empírica de los estudios acerca de las etnicidades en relación con los modelos

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desarrollistas. Por ejemplo, explorar hasta qué punto las políticas de intervención de los esta-dos, y empresas de los países desarrollados, son viables para la promoción de modelos de desa-rrollos sustentable en regiones étnicas del ter-cer mundo consideradas como regiones de po-breza (Weeratunge: 2000), (Rioja: 2005). Ya no solamente pensar y estudiar las etnicidades co-mo grupos atomizados, autocontenidos, o co-mo grupos de autoadscripción, sino abordar la etnicidad a partir de los marcos de trabajo de la(s) antropología(s) de la globalización, don-de, a través de distintos niveles de análisis, es posible visualizar cómo se conectan y superpo-nen amplios corolarios de identidades cultura-les, mismas que trascienden múltiples niveles territoriales que sobrepasan diferentes espacios fronterizos y soberanías nacionales.

El abordaje global facilita comprender dis-tintos estratos de las diferencias culturales expre-sadas como etnicidad. Por instancia, hay poco consenso acerca de las categorías usadas para describir el fenómeno de la movilización étni-ca. Pues estas categorías pueden referirse a di-ferencias específicas tales como las religiosas, ét-nicas o raciales, o regionales; o pueden abarcar varias combinaciones entre diferentes niveles de identidad.

Esta perspectiva global permite distanciar-se de los enfoques que consideran todos los mo-vimientos étnicos como malévolos y políticamen-te explosivos. Por el contrario, los movimientos étnicos son considerados como parte de los movi-mientos sociales y organizaciones mundiales que promueven políticas culturales de reconocimien-to, respeto a las diferencias identitarias culturales y proclamación de derechos autonómicos.

El modelo global permite unificar distintas perspectivas y enfoques que abordan y explican diversos aspectos de las movilizaciones étnicas, además, facilita contrastar explicaciones que son manejadas por los análisis empíricos que única-mente toman en cuenta los factores del nivel es-tatal y que muchas de las veces han producido explicaciones contradictorias.

Finalmente, una aproximación global, provee estrategias para debatir en torno a los cuestionamientos de que los estudios de la mo-vilización étnica carecen de un corpus teórico y empírico consolidado.

II.- Fronteras, situaciones de fronteras y transfronterización

Las fronteras existen desde tiempos inmemo-rables, pero las fronteras nacionales surgen a partir de la impresión de libros en lenguas ver-náculas en las imprentas originalmente desa-rrolladas por Gutemberg. La espacialidad de las lenguas vernáculas definió las demarcaciones del estado-nación, y se concretó en la definición jurídica de Estado como gobierno, territorio y población, y la Nación como una comunidad imaginada a partir de la novela. EL Moderno Sistema Mundial (MSM), en su núcleo, creó el sistema internacional de estados, adscrito a la civilización cristiana occidental, que se conver-tiría en la norma de las relaciones internacio-nales entre estados. Pero en la periferia y en la semiperiferia del MSM, los Estados-Nación son una creación “artificial” heredada de los co-lonialismos europeos, donde las fronteras in-terestatales nada tienen que ver con fronteras culturales. Los nacionalismos étnicos populistas del siglo XX, en particular en América Latina, surgieron aproximadamente en la década de 1930; dichos nacionalismos son distintos de las naciones europeas y algunas regiones asiáticas que han estudiado Benedict Anderson (2006), Ernest Gellner (1997; 1983), y Van der Veer (2001; 1995; 1994).

En la crisis de los años treinta del siglo XX, el ocaso de la globalización británica, la recesión de 1929 y los efectos de la 1ª Guerra Mundial, llevaron a la contracción de la globalización bri-tánica decimonónica y fue cuando surgieron los estados militaristas modernos con ideolo-gías fascistas (nazismo, franquismo), estalinis-tas (ex-URSS) y étnico-populistas (México, Brasil, Egipto). Pero con la resurrección de la globaliza-ción, desde la década de 1950, y que irrumpe

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mundialmente en 1972, los desarrollos estabili-zadores de los estados-nacionalistas se colapsan; la globalización que desborda fronteras vuelve parcialmente obsoletos los Estados-Nación y las mismas fronteras se desdibujan. Desde los años cincuenta, la geopolítica bipolar de la Guerra Fría moldeó las fronteras entre el mundo libre y la cortina de hierro; pero con la caída de la URSS y la planificación geoconómica para poner en marca el North American Free Trade Association (NAFTA) y el Tratado de Mastrich que generaría la Unión Europea; las fronteras de los Estados-Nación quedaron en plano secundario. En este sentido, muchas de las regiones “inhóspitas” de recursos significativos geoestratégicos, incluida la región Amazónica, descuerdo con el mode-lo de Eric Wolf, todas las regiones con estas ca-racterísticas, enmarcadas en áreas culturales, lo que operaba era la división entre periferia y are-na exterior materializada en las sociedades tra-dicionales y cuyas fronteras corresponderían a los círculos sistémicos de Immanuel Wallerstein (2004) o a los rimlands de Zbigniew Brezinski (1998) o a las fronteras civilizatorias de Samuel P. Huntington (1998).

La composición regional a escala plane-taria, está ahora integrada por nuevas redes y grupos de poder que se articulan a las estructu-ras del mercado global (que pueden ser ilícitas también) que a su vez, reproducen, mediante el control relativo de flujos económicos, el ca-rácter autonómico de las sociedades regionales frente al Estado. Este nuevo tipo de configura-ción del espacio social transnacional-transfron-terizo, genera, a su vez, un nuevo tipo de vio-lencia, que se expresa en múltiples grupos de poder, que van desde la conformación de gru-pos armados regionales, hasta organizaciones criminales transnacionales, todo ello articula-do, en escalas distintas y en grados diversos, a las nuevas geografías de la violencia mundial. Todas estas tendencias pueden ser visualiza-das por las nuevas herramientas de la comuni-cación digitalizada, por ende, no están aisladas ninguna de la otra, todas ellas interactúan en

los distintos vehículos de comunicación globa-lizados, el ejemplo más claro es el Internet, y estas nuevas tecnologías están fuertemente in-corporadas a los procesos sistémicos globales. Sin embargo, la contradicción del fenómeno –la fragmentación cultural en las partes subs-tanciales del mundo–; al mismo tiempo es un incremento, en la forma de comunicación apa-rente en la unidad global, flujos de capital y en la formación de una elite global. Pero esta con-tradicción opera de manera violenta en los seg-mentos periféricos y semiperiféricos del siste-ma mundial. Los principales tipos de violencia se localizan en las arenas producidas por el pro-ceso de desintegración de los grandes bloques mundiales. Esta es una violencia caracterizada como “lumpenproletarización” y está presen-te en muchas de las zonas urbanas del mundo. Para definir una situación de frontera como zo-nas de ambivalencia, para los objetivos de es-te trabajo, retomaremos el modelo de Jonathan Friedman. Conceptualmente, los diversos tipos de violencia pueden agruparse de la siguiente manera (Friedman, 2003: 20-23):

“La violencia es dirigida a un contrario quien entra en conflicto con su “otro ri-val”, que a su vez remarca su identidad.

La violencia territorial se da por el con-trol de los recursos significativos de un espacio sociocultural, y como con-secuencia, sobre la identidad de las personas que ocupan esos espacios.

La violencia que se establece en zonas de contacto (boundary), debe analizar-se como un tipo especial de violencia. Ésta se configura en zonas de gran am-bivalencia. Tiene que ver con el temor de eliminación, traición, venganzas (o ajustes de cuentas). Además, existen zonas híbridas, pero éstas son producto de grandes categorías que se estable-cen en las fronteras” (boundary zones).

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Por ejemplo, el caso de la Triple Fronter Argentina-Brasil-Paraguay, observamos, en términos geopo-líticos, una región que puede ser definida como una boudary zone de gran ambivalencia, un área geoestratégica de seguridad supraterrito-rial mundial, donde emergen diversos intereses geoeconómicos transfronterizos-transnacionales de distintos Estados-Nación, regiones, grupos ét-nicos y actores potencia; que no solamente están inmersos en las dinámicas políticas y sociocultu-rales de su propio país, sino que, como región transfronteriza y espacio geopolítico de seguri-dad mundial supraterritorial, esta triple frontera se incorpora a las dinámicas de un orden hege-mónico mundial que trasciende las soberanías nacionales de sus respectivos países. La seguri-dad cultural de esta boudary zone está subordi-nada a los niveles de dominio supraterritorial de la geopolítica hemisférica transcontinental. Los

múltiples grupos étnicos de esta boundary zone, no únicamente se enmarcan dentro de los crite-rios tradicionales del estado-nación, sino que es-tán vinculados a otros niveles extra-territoriales. En el caso de la Amazonia, el escenario también puede ser semejante al de una boundary zone; aunque la situación de frontera de la Amazonia, en la que se mueven múltiples grupos étnicos, pueblos indios y una variedad de agentes extra-regionales de carácter lega, e informales e ilíci-tos; es una situación de frontera que, en primera instancia, responde a la promoción y desen-volvimiento de políticas de conservación etno-ecológica de cada una de las subregiones de la gran cuenca amazónica, y en segundo término, aparecerían un sin número de esferas de discu-sión pública sobre la situación de la Amazonia como un espacio sociocultural de preocupación científica e intelectual mundial. Sin embargo,

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como boudary zone, la Amazonia ya es conside-rada como una región de seguridad geopolítica mundial:

“Na realidade, as particularidades geográficas da Amazônia oferecem facilidades para a prática do ilícito. A porção da região amazônica co-rresponde às áreas drenadas pelas bacias dos rios Amazonas, Araguaia-Tocantins, Orenoco, Essequibo, entre outros rios de menor porte. De ma-neira geral, a Amazônia é considera-da a região da América do Sul cober-ta predominantemente por florestas tropicais. Geograficamente, cobre uma área pouco maior que sete milhões de km², o que representa 5% da super-fície terrestre do globo. A Amazônia continental ocupa 50% da América do Sul, espalhada por nove países: Bolívia, Brasil, Colômbia, Equador, Guiana, Guiana Francesa, Peru, Suriname e Venezuela. Apesar da extensa dimen-são, em termos populacionais, a região congrega apenas 30 milhões de habi-tantes, o que representa 0,3% da po-pulação mundial, tornando-a uma das regiões com menor densidade demo-gráfica do planeta. É nesse ambiente de enorme proporção territorial e de baixa densidade demográfica, onde a ausência do Estado chega a ser uma regra e não exceção, que identifica-mos a ação de grupos adversos que se aproveitam da densa floresta para acobertar inúmeras atividades ilícitas, utilizando-se de rotas áreas, terrestres e fluviais clandestinas para transpor-tar toda sorte de drogas, contraban-do, armas e munições. Além destes delitos, ainda ocorrem na região os crimes ambientais, a biopirataria, a extração ilegal de madeiras, entre outras ameaças” (ISHIDA, 2005: 4).

En la actualidad, la situación de frontera de la Amazônia está dinamizada, ya no únicamente por la realidad configurada por la etnopolítica regional; sino por grupos y agentes externos que se encuentran operando a lo largo y ancho de la región panamazónica. Agentes externos, que como unidades de operación, se articulan en una compleja arena política de disputas, ne-gociaciones y confrontaciones, relacionadas principalmente por el control de los recursos ecológicos significativos y por el control de zo-nas económicas clave. Para este complejo es-cenario transfronterizo, es necesario replantear nuevos modelos teórico-metodológicos que permitan estudiar la diversidad de calidosco-pios culturales concretados en las sociedades regionales de la Amazonia. Inicialmente, el mo-delo pretende retomar, como punto de partida

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la propuesta de Robert Carneiro de las circuns-cripciones sociales y ambientales, pues en el contexto de la globalización, las sociedades re-gionales de la Amazônia están incrustadas en los rimlands geopolíticos, en los círculos del Modernos Sistema Mundial, y forman parte de los paisajes de Appadurai y de los modelos re-gionales tanto culturales como económicos re-definidos por Guillermo de la Peña y Andrés Fábregas Puig (Pérez: 2007).

“It should be explicitly noted that sin-ce many Mexicans move in and out of the United States due to seasonal work opportunities, there is absolutely no guarantee that one snapshot of a re-gional context will remain even months down the road. Though sedentary

Mexican-American families are certainly to be found, the context in which some families live is rather dynamic in nature. In other words, new cultures emerge through new migrant families being incorporated into the context seasona-lly, redefining the familial and cultural context anew. Fresh workers from new places, with novel or traditional notions of language and ethnic identity arrive seasonally, re-invigorating the context with genuine forms of Mexican cultu-re, language, and customs. This acts as a powerful form of cultural reinfor-cement much the same way migrant towns were continually infused with original forms of European culture du-ring the migrations of the 20th century.

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That Mexican-American communities, like other immigrant communities, are tenuous, and fluctuate, is only excep-tional today in that the ability to return to one’s place of origin while still being an immigrant is unlike any other time in U.S. history--regardless of place of origin. But this is due more to globa-lization, technology, communications, and geographic proximity, not because of a cultural proclivity for looking bac-kward. To immigrate is to look forward--to opportunity through social mobili-ty. If this is coupled with an allegiance to an ethnic identity, so be it. If this is not coupled with an allegiance to an ethnic identity, by choice of the indivi-dual, so be it”. (piacenti, 2005: 8-14 ).

Muchos estudiosos coinciden en que la preocu-pación con la región amazónica no es nueva en Brasil, en los últimos diez años ha recibido aten-ción extraordinaria, sobre todo como parte de la evolución de la agenda de seguridad internacio-nal (Tulchin y Golding, 2002: 53). La región ha sido un foco de atención mundial como resul-tado de la creciente preocupación para la pro-tección del medio ambiente y la conservación de los recursos naturales globales. Para muchos brasileños, este creciente interés se percibe como una mera cobertura para ocultar inten-ciones geopolíticas más ambiciosas que ame-nazan directamente los círculos de seguridad amazónicos y la soberanía de Brasil en la toma de decisiones sobre los territorios y poblacio-nes. Las autoridades nacionales brasileiras es-tán conscientes de que los países desarrollados y los actores potencia de la geopolítica mundial, intentaron poner la Amazonia bajo jurisdicción internacional con la finalidad de catalogarla como una región de seguridad global enmar-cada en zonas de alta peligrosidad del tercer mundo latinoamericano-sudamericano. Por lo tanto, el concepto tradicional de seguridad, permea e influencia el pensamiento brasileño

sobre la concepción de la seguridad nacional e internacional de la región amazónica (Tulchin y Golding, 2002: 56):

“Global developments now suggest the need for another analogous, broade-ning definition of national security to include resource, environmental and demographic issues. The assumptions and institutions that have governed international relations in the post-war era are a poor fit with these new realities. Environmental strains that transcend national borders are already beginning to break the sacred bounda-ries of national sovereignty, previously rendered porous by the information and communication revolutions and the instantaneous global movement of financial capital. The once sharp division between foreign and domes-tic policy is blurred, forcing gover-nments to grapple in international forums with issues that were conten-tious enough in the domestic arena”.

Este concepto clásico de seguridad, ambos asociados con la soberanía y la amenaza mi-litar, fue popular en la literatura geopolítica clásica durante más de cincuenta años. No obstante, recientemente, el espacio geográfico global se ha abierto y ha ocasionado que se planteen nuevos conceptos; aunque todos es-tán caracterizados por la asociación de un ele-mento adicional, aluden al concepto clásico de seguridad. Así, expresiones como “seguridad ciudadana”, “seguridad ambiental”, “seguri-dad económica” y la “seguridad humana”, se han vuelto cada vez más populares en el con-texto de la política regional. Dentro de estas ópticas de análisis, la región amazónica deben ser vista a través del viejo, no obstante poco atractivo, lente tradicional de la seguridad nacional, pero ahora vinculándolo a los nue-vos paradigmas de la geopolítica global. Sin

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embargo, es la cuestión de la soberanía que tiene implicaciones críticas para el programa brasileño de seguridad para la región amazó-nica. Anteriormente, el concepto de seguridad nacional tenía que ver con aspectos relaciona-dos con las fronteras territoriales. El concepto de soberanía ha sido recientemente ampliado para incluir la noción de control sobre las ne-cesidades básicas de la Nación-Estado. Esto ha surgido a partir de la observación de que las amenazas actuales, nuevas o antiguas, no res-petan fronteras territoriales, porque el nuevo patrón internacional de las comunicaciones y las relaciones transnacionales, incluidos los fac-tores económicos, así como los aspectos cultu-rales, están ocurriendo en lugares y zonas que están mucho más allá de control del Estado (Tulchin y Holding, 2002: 56).

Importante es señalar también que las diferentes dimensiones y complejidades de los nuevos escenarios tranfronterizos, sólo pue-den estudiarse mediante el método comparati-vo, mediante modelos de sociedades regiona-les incrustadas en esferas geopolíticas globales; tanto los pueblos indios del Amazônia articula-dos con otras sociedades regionales, así como las nuevas enticidades de las los grupos étnicos y los pueblos indios de las sociedades regiona-les de México. De esta manera, reformulando el modelo de Claudio Lomnitz (1995) y combinán-dolo con modelos de ecología política (Robbins: 2004), es posible comparar las regiones cultura-les de México, con las diversas regiones del Brasil, pensando y teorizando acerca del concepto ser-tao, como una categoría analítica intrínsecamen-te relacionada con el significado de lo que se-ría una región cultural en México. Los sertões de Brasil vistos como espacios regionales múltiples, unitarios y mixtos, donde interactúan diferen-tes etnicidades, culturas y sociedades regiona-les, con intereses políticos diversos y oposicional-mente articulados al estado-nación. Los primeros pasos metodológicos que propongo para el estu-dio y análisis de las boundary zones en un con-texto comparativo global son los siguientes:

Investigar, analizar e interpretar: los principios de la organización política y administrativa de un espacio transfron-terizo en disputa, así como el mecanis-mo mediante el cual se instaura tanto la centralización política del lugar como su jerarquía, característica de un sistema que reproduce en cada nivel la oposi-ción entre los tipos de lugares centrales y periféricos. En seguida, el mismo proceso

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de demarcación pone en evidencia, por un lado; las condiciones de producción y transmisión del poder político cuyos tentáculos gravitan sobre los centros de decisión hegemónicos, por el otro; los modos de articulación entre niveles políti-cos locales y administraciones del estado.

Debatir teórica y etnográficamente: si la construcción de unidades territoria-les consiste de la toma de decisiones políticamente centralizadas para la de-finición y demarcación de límites bien definidos, generando, al mismo tiempo, la oposición entre centro y periferia que estructura la representación territorial. Esta situación, está marcada por una multiplicidad de segmentaciones espa-ciales, de tal manera que se define en referencia a una función (judiciaria, ad-ministrativa, financiera) antes de llegar a una cierta ausencia de las demarca-ciones. La administración de un centro condiciona la asignación de límites.

Dado que la organización política de nuestras sociedades complejas supone un ensamble de delimitaciones espa-ciales multidimensionales, se pone en marcha el establecimiento de divisiones administrativas ejecutoras de tales sepa-raciones llevando a la fundación de un sistema político propio de una cultura y una política del mundo contemporá-neo. Una etnográfica política de estas instancias, complementada con las informaciones diacrónicas del proceso de su instauración, ayudan a recons-truir las diferentes ramificaciones de sus redes transregionales-transfronterizas, y tal vez puedan ilustrar, primero: que la organización política produce un territorio específico, y segundo: que dicha organización postula, como su condición de ejercicio, la existencia de

una representación simbólicamente transfronteriza, propia de un espa-cio integrado segmentariamente.

Consideraciones finales El término indígenas es un producto histó-rico del colonialismo europeo, que se ex-presa, con aquellos que son considerados no indígenas, a través de enormes variaciones

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un pubelo (opuesto a clase, religión, o afiliación política), la definición de pertenecimiento –los términos de inclusión y exclusión desarrollados por estas comunidades en sus prácticas de au-toidentificación– son variable y frecuentemente situacional.

Los movimientos raramente emergen en lo singular, y muchos de ellos con frecuencia vienen a ser debatidos en esferas de discusión pública de sociedades pluriétnicas supraterri-toriales. Por tanto, es muy poco común que los movimientos indígenas sean estandariza-dos en visión o coherentes en organización co-mo muchos de sus seguidores y simpatizantes sugieren. Su heterogeneidad puede ser un ti-po de activismo político dinámico en algunas situaciones o un activismo ideológico inactivo en otras. También, algunos movimientos étni-cos son únicamente regionales o comunitarios, mientras que otros se proyectan con elocuen-cia en lenguajes transnacionales de derechos culturales –con el objetivo de mantener sus la-zos locales sólidos, muchas de las veces lazos debilitados. Las identidades culturales étnicas pueden ser duraderas, otras efímeras (Warren and Jackson, 2001: 11-12). Así, los múltiples tipos de movilización étnica, pueden incorpo-rar elementos de las clases políticas, mientras que otras se oponen a estos marcos. Por lo tanto, la autorepresentación puede verse des-de dos dimensiones analíticas: primero, a par-tir de los análisis que necesitan examinar las maneras en que las comunidades son repre-sentadas en la vida social, en los medios de co-municación, en la política, y en las hermenéu-ticas del auto-conocimiento, las cuales ellos mismo crean para su propio consumo y para negociar con otros agentes supraterritoriales-regionales-transnacionales. Por otro lado, los análisis que destacan la representación como una alternativa significativa relevante, es decir, la cuestión dinámica de quiénes representan a quién, quién colabora con quiénes y cómo es-tas dimensiones de representación se debaten en complejas arenas políticas globales.

en la historia, cultura, comunidad y complejas relaciones sociales (Warren and Jackson, 2002: 11). Como resultado de esta diversidad, se puede esperar que la gente, que así misma se identifica como indígena, lo hace dentro de una amplia variedad de contextos socioculturales entre tensiones, fricciones y acuerdos en dife-rentes partes de América. Aun cuando el acti-vismo es expresado en términos de pertenecer a

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Festival por la paz. Una experiencia de convivencia escolar en niños de primaria

Ma. Teresa Prieto Quezada, José Claudio Carrillo Navarro, Alfredo Leonardo Romero Sánchez,

Marco Antonio Martínez Márquez, Fernando Saldaña Pérez, Silvia Elena Mota Macías, Diego Huízar

Ruvalcaba, Noe Albino González Gallegos, Adriana Elizabeth Morales Sánchez, Rodolfo Cabral

Parra, Araceli Ramos Corona, Yaneth Marcela Huízar Aguilar, Ana Laura Espinoza Huízar

Este estudio comprende dos fases: la pri-mera, de recuperación de los datos pro-

porcionados por un instrumento de aborda-je de conflicto entre alumnos (el dibujo libre y la narrativa); estos resultaron útiles para cons-truir una explicación en torno a la forma en que aprecian el fenómeno. En la segunda etapa se exponen los resultados de una experiencia de intervención llamada Festival por la Paz, con el lema “Convivir es vivir sin violencia”, en donde

En el presente trabajo queremos compartir una experiencia de investigación-intervención muy gratificante vivida en la escuela Niños Héroes de la Ciudad de Colotlán, Jalisco, México. Esta escuela tiene alrededor de 420 alumnos que oscilan entre los 7 y 12 años.

En el presente trabajo queremos compartir una experiencia de investigación-intervención muy gratificante vivida en la escuela Niños Héroes de la Ciudad de Colotlán, Jalisco, México. Esta escuela tiene alrededor de 420 alumnos que oscilan entre los 7 y 12 años.

se trataron de proporcionar herramientas y di-námicas para la solución e intervención de con-flictos entre los niños de esta escuela.

Durante el desarrollo del estudio se dis-tinguen dos fases de investigación, denominadas respectivamente diagnóstico e intervención, en un esquema similar al propuesto por Ortega y Del Rey (2003), que tiene como momentos prin-cipales un análisis del contexto que permita com-prender las situaciones y priorizar la intervención,

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lo cual corresponde en este trabajo a la fase de diagnóstico, junto con la planificación, el diseño y puesta en práctica de acciones que constituyen la intervención.

A continuación, se enuncian de manera general las preguntas que constituyeron el ob-jeto de estudio y que guiaron cada una de es-tas fases.

Fase 1 ¿Qué tipo de apreciaciones tienen los alumnos de la violencia que se presenta en la escuela? ¿Cómo se da la violencia entre iguales, en parti-cular la que se desarrolla en la escuela?

Fase 2 ¿Qué efectos tiene la intervención sobre los alumnos en relación con la identificación de ro-les y otros factores asociados con la violencia? ¿Qué construcción pueden hacer los niños a par-tir de una experiencia como fue la del festival por la Paz?

Fase de diagnóstico. Manifestaciones de violencia escolar por medio de los dibujos de los niñosEl objetivo central en esta fase se orientó a iden-tificar de manera más precisa los aspectos en que el fenómeno de la violencia entre pares se manifiesta en los planos físico, verbal y psicoló-gico en los niños de esta escuela.

Para obtener los datos, se solicitó a los ni-ños que dibujaran y escribieran una experiencia de maltrato que viven o vivieron con sus compa-ñeros, en la que realizaran la descripción en tor-no a hechos que representan alguna de las prác-ticas previamente tipificadas de violencia que observaran en la comunidad escolar, como la que viven ellos, así como las circunstancias aso-ciadas con su ocurrencia.

Por medio de los dibujos y narrativas en-contramos hallazgos muy importantes de mal-trato y violencia escolar que dan cuenta de los actos vividos por los niños, que hasta de mane-ra lúdica presumen y le dan un sentido normal.

Este último aspecto es de suma importancia ya que los niveles de normalización que los niños le dan al fenómeno implican normalización de la anomia.

Los dibujos que se presentan a continua-ción son algunas evidencias sobre las formas co-mo los niños y niñas manifiestan a partir de ilus-traciones y textos breves.

Regularmente, la omisión de situaciones relacionadas con violencia en la escuela es un fe-nómeno que en ocasiones por falta de sensibili-dad, por ignorancia o incapacidad para intervenir de manera significativa e inteligente, es soslayada y pasada por alto por los actores que de manera directa o indirecta se encuentran implicados.

La segunda fase consistió en la organiza-ción de un programa de intervención que se de-nominó: Festival por la Paz.

“Convivir es vivir sin violencia en la escuela”Justificación

Aprender a convivir en la escuela y construir un mundo mejor es parte de la finalidad de la es-cuela, y representa uno de los principales retos para los sistemas educativos actuales. Son mu-chas las razones que hacen que este aprendizaje se considere no sólo valioso en sí mismo, sino imprescindible para la construcción de una socie-dad más democrática, solidaria y pacífica.

Un informe de la Comisión Internacional de la UNESCO sobre el tema de la educación pa-ra el siglo xxi plantea la ampliación de los obje-tivos educativos más allá del estricto campo del conocimiento y, más concretamente, señalan la necesidad de que los alumnos aprendan a convi-vir en la escuela, conociendo mejor a los demás y creando un espíritu nuevo que impulse la realiza-ción de proyectos comunes y la solución pacífica e inteligente de los conflictos.

Una de las percepciones más extendidas y que ha quedado plasmadas en un diagnósti-co que se realizó en la escuela primaria Niños Héroes de Colotlán, hace referencia del progre-sivo incremento de los problemas de convivencia

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en los centros educativos y, de forma especial, en las escuelas primarias. Aunque el problema de indisciplina y maltrato entre escolares ha existido siempre, parece que ha cobrado mayor relevan-cia en la actualidad

Por una parte han aumentado los proble-mas y dificultades para poder impartir las clases y llevar a cabo la enseñanza, lo que comúnmente se llama disrupción en el aula; se trata de un fe-nómeno con incidencia directa en el profesor, en su motivación, en el clima del aula y en las rela-ciones con sus alumnos. Por otra parte, han apa-recido conductas de agresión entre compañeros que adoptan formas muy diversas, desde la agre-sión física directa, hasta la psicológica más sutil, llamando la atención por su gravedad los casos de maltratos entre alumnos o bullying.

Después de este diagnóstico realizado en esta escuela, iniciado en septiembre del 2008 y terminado en mayo 2009, estamos convenci-dos de la importancia de la buena convivencia en los centros escolares como requisito indispen-sable, no sólo para la mejora de la calidad edu-cativa impartida en los centros, sino también pa-ra impulsar la formación integral de los alumnos

como buenos ciudadanos, que favorecen sus re-laciones con los otros y con ellos mismos.

Objetivos• Fomentar la mejora de la convivencia en los

centros educativos, colaborando con pro-

yectos en común y de forma institucional.

• Facilitar el intercambio de experiencias de pro-

fesores del CUNorte con los maestros de la pri-

maria Niños Héroes de la ciudad de Colotlán.

• Impulsar investigaciones sobre los problemas

de convivencia en los centros escolares, a tra-

vés de conocimientos más cercanos a los ac-

tores, de sus manifestaciones y conocer los

factores que inciden en su desarrollo para

disminuirlos o, en su caso, eliminarlos.

Promover acciones que permitan a profesores en los centros educativos dar orientaciones y estra-tegias para el desarrollo de habilidades sociales que faciliten la transición de los alumnos por los centros escolares y a una vida adulta más solida-ria, en mayor armonía con los otros.

Los niños estamos construyendo una sociedad + justa y – violenta

FESTIVAL POR LA PAZ

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Cronograma y actividades

Actividad Descripción Objetivo

Jornada de vacu-nación contra la violencia escolar

•Lajornadadevacunaciónsedirigióaniñosdelaescuelaprimaria.•Lavacunaseutilizacomouninstrumentoquepermitealosniñosyadul-

tos manifestarse sobre el maltrato del que fueron objeto, especialmente en la etapa donde son más vulnerables: la infancia.

•EstaJornadadeVacunacióncontralaViolenciaEscolarpretendegenerarun espacio para contrarrestar la violencia que han vivido los niños para po-der expresar el dolor o malestar que se lleva adentro y desecharlo, de tal manera que se nieguen a seguir viviendo con heridas que los hacen violen-tos o maltratadores. Los niños contaron con su cartilla de vacunación, en la que se marcaron las fechas en las que obtuvieron su aplicación.

Generar un espa-cio para contra-rrestar la violencia que han vivido los niños.

El Árbol de los compromisos

Se implementó una actividad denominada “El árbol de los compromisos”. Se elaboró un material de apoyo que constó del diseño en papel con la forma o el símil de las hojas de un árbol; en cada una de ellas se escribió un deseo relacionado con un pronunciamiento de los niños(as) a compro-meterse, favorecer y propiciar un mejoramiento en sus interacciones para fomentar los vínculos de convivencia, amistad, solidaridad y paz con su en-torno escolar, familiar y de su comunidad.

Desarrollar una propuesta por escrito para vivir en un ambiente más pacífico

Abrazos por la paz

Este ejercicio permitió la toma de conciencia por parte de los niños para que desarrollaran y asumieran la responsabilidad de rechazar la violencia o cualquier tipo de provocación. Para la realización de esta actividad se solicitó a los niños(as), que localizaran de manera espontánea a cualquier niño(a), compañero(a) del aula, maestro(a), con el cual quisieran reiterar o estrechar su amistad, e igualmente podían seleccionar a quien por alguna razón tuvieron una discordia involuntariamente en una situación anterior, con el propósito de proporcionarle un abrazo significativo y sincero.

Después de la va-cuna, los niños ha-cen las paces con otro compañero

Cartas para despertar la conciencia

Con anterioridad al desarrollo del evento se les solicitó a los participantes que escribieran una carta dirigida a quien ellos escogieran, con la intención de mostrar sus deseos por la mejora de sus relaciones de convivencia. Éstas podían ser entregadas a quien ellos determinaran, como sus padres, maes-tros y autoridades, amigos de la misma comunidad.

Leer algunas propuestas de los niños para la conformación de la convivencia en su escuela.

Foro Con el tema: ¿Qué hacer para prevenir la violencia en mi centro edu-cativo? A cargo de los alumnos promotores de la convivencia.

¿Qué hacer para prevenir la violen-cia en mi cen-tro educativo?

Propuestas por la paz: en la radio

Los niños promotores de la convivencia participantes de este evento estu-vieron en Radio UdeG Colotlán hablando sobre su experiencia y responsa-bilidad durante este año de trabajo.

Los niños en la radio.

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NAWÁ

Todos nosotros sabemos que el tejuino es una bebida que nuestra madre Nakawe nos di-

jo cómo hacerla para que podamos ofrecerla a ella y a los demás dioses que cuidan de nuestra existencia.

Ella fue quien nos dijo que el tejuino es una bebida para ella y para todos los dioses, pe-ro como nosotros somos sus hijos, también nos permitió que, después de ofrecerlo, podamos disfrutarlo, como una manera de gozar un poco en esta tierra lo que ellos gozan en el cielo.

Por eso en todas nuestras celebraciones hacemos tejuino, porque en cada una de ellas se celebra o recuerda a un dios, y el tejuino es la forma en que también agradecemos los favores dados por ellos.

Y con tejuino disfrutamos nuestras cere-monias, con tejuino nos unimos como pueblo y con tejuino conservamos nuestras tradiciones.

Sin embargo, en últimas fechas hemos si-do invadidos por sustancias que no tienen na-da de tradicional, y que abusamos de ellas y son causa de que nos peleemos entre nosotros, que nos desunamos y que podamos perder nuestra tradición.

Estas sustancias poco a poco han hecho que las consideremos como parte de nuestra tra-dición pero no lo son. Estas sustancias, como lo son la cerveza y el mezcal, no cumplen la función que nos encargó Nuestra Madre Nakawé.

Y es que la cerveza o el mezcal pueden hacernos daño a nuestra persona, a nuestra fa-milia, a nuestra comunidad y a nuestra propia cultura.

La cerveza y el mezcal, y otras muchas bebidas que tienen alcohol y que no son tradi-cionales, afectan a nuestra persona porque nos daña el cuerpo, nos lo enferma, y cuanto más

Tame tanaiti wixaritari temitama tateikietari, wautiari, tuapuritari, tita retayiku nawá

temiteumawarime, tukari tematinenetiwatsie xika Takutsi Nakawé ‘utayini, tatatama tiwaruta’ikitiani temuwamawiriekaki tukari meuhane.

Xika tawewiekame takakaima temiwa­mawiriekaki metatsiuta’ikitiani ‘aimieme tsi ya tene’ane. Miki meri me’enunakeyu tame tsiere tahetsie tenenunanake tanaiti tene’ininiata.

‘Aimieme tukari tematinenetiwatsie, wimakwaxa, ‘irikaxa, xarikixa, hiwátsixa, wakana kwaixa, ‘ana tanawá kakaneuyewetse tukari ya tetenewawá.

Wixaritari xia ya tete’uhuti tekanitakuxexeiriwani taxíriki mukuwetikatsie, tuki mukuwetikatsie ta nawá takakaima tewamawirieti‘aixi ‘iyari temu’uwaniki, ‘aixi ‘iyari hakerite memiwaikatiweniki.

Alejandro Morales

Doctor José Alejandro Morales Rodríguez es catedrático del Centro Universitario del Norte.

El Maestro Gabriel Pacheco Salvador, poeta Wixarika y también catedrático del CUNorte, colaboró en la revisión del texto en Wixarika

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toma uno estas bebidas, más se afecta el cuerpo. Se afecta nuestro cerebro, porque no podemos pensar bien; se afectan nuestros ojos, porque ve-mos borroso; se afecta nuestra boca porque no podemos hablar de una forma que nos entien-dan; se afecta nuestro corazón porque nos eno-jamos de cualquier cosa o lloramos por todo y sin querer; se afectan nuestros pies porque no podemos caminar bien. Y todo eso hace que nos caigamos y nos golpeemos, que nos vomitemos, que vivamos menos años, que el cuerpo sufra porque no nos acordamos de comer pues sólo nos importa tomar y seguir tomando.

Se afecta nuestra familia cuando to-mamos estas bebidas que no son tradicionales porque no nos acordamos de nuestras esposas o esposos, no nos acordamos si nuestros hijos comieron, no nos acordamos de atenderlos, los descuidamos porque nos gastamos el dinero en

Xika ke tati teiwarixi takiekaritsie memuyenexiatsie (salti) tiuyini yiki pita tetikimete wahuyé takie muye’axiatsie ti’aneme, ti’iwame metate’atiirieka ‘uyini, ‘iki cerveza, tequila, mezcal (tinaya) xeikia temayexeiya tukari, xika hawai hatineka nawá teka’ikuti ya pita ti’aneme ‘iyariki temitayuani me tekateniu’iyarini. Ya ti’ané tete’ieti temitatikwini, temitatakukuya, temitataxiriwa tatiirí, ta’iitama temikawara’eriwa.

Ya ti’ané tete’ieti nawá mawarika tekapa’eriwa takakaima tawewiekame ke maine mipai tekapitekahu kiekari temitama tekanitataxiriwani ‘aixi ‘iyari tekapitaxeiya ke temite’uhukai tekateneuye hiaximeni.

Wixárika kepauka mi’ieneni kemitiwayakiyu’iyarita mitiyuta’ikitiani, heiwa mutatsuakani kepauka tikaku ri ‘aixi mikatiuxaxatani, ‘aixi mikareuniereni, ‘aixi mikatiuyeikani mitakeitsarietiyeikani kwinie tiuwautseti, heiwa ‘utahewati miki waníu tikuyeti piyianeni, xika kwinie tiye’eni kwitiwa pemini kepauka pemi’ieneni pepikara’eriwani, xika ‘atiirí metehekwani, xika tumini xuaweni ‘ikwai naweme, miki pepikara’eriwani ‘ikwai naweme, miki pepikara’eriwani pita tumini pepikwerieka cerveza, mezcal penanaimiti, ya tixaiti ‘uximayatsika pepikara’eriwani ‘iiya xeikÓa pepayexeiyani.

Tsiere ta kiekari pireuyehipa kepauka cerveza, mezcal temutiye’etsie, te’ieti ‘axa tepiteniniuki ‘axa tepitetahiawe tepitatikukuya. Kiekame kemitikamienikeyu ‘itsikame ke miyianenikeyu mipai tepikatekahu ‘aimieme tepikata’enie. Ya ti’aneme tete’ieti ta yeiyari tepeuyehiaxime.

Tsiere ‘ukaratsi nunutsi tikuyeti xika cerveza, mezcal ‘uti’ieni pitikwiniwe, nunutsi tikuyeti pitinuiwa miki ri nunutsi ‘aixi ‘iyari pikataweré, ‘aixi ‘iyari yukiekari pikaparewieni.

Tame wixaritari ‘akuxi waikawa tepitehexeiya tayeiyari tepikaheuyehiawawe, taniukiki ‘akuxi teputiniuka, takemari ‘akuxi tepexeiya, wixaritari tepiyiwawe xika cerveza,

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comprar cerveza o mezcal en lugar de usarlo pa-ra comprar algo que necesite alguien de la fami-lia, porque no nos preocupamos por trabajar só-lo porque queremos tomar y seguir tomando.

También se afecta nuestra comunidad cuando tomamos las bebidas que no son tradi-cionales porque no nos acordamos de cumplir con nuestros deberes como comuneros, por-que como pensamos mal por el efecto de estas bebidas nos peleamos con nuestros amigos y vecinos y nos buscamos enemigos que no te-nemos, porque si manejo una camioneta pue-do poner en peligro la vida mía y de los que me acompañan, pero no nos importa pues sólo de-seamos tomar y seguir tomando.

Por último, también afecta consumir es-tas bebidas que nos son tradicionales a nues-tra cultura puesto que estamos alterando lo tra-dicional, estamos cambiando nuestra cultura al usar cosas que nuestros antepasados no nos di-jeron que usáramos, y que por efecto de ellas también olvidamos muchas otras que debemos hacer y no las hacemos, porque si está embara-zada una mujer y toma su hijo puede salir en-fermo y ese niño no podrá seguir con nuestras tradiciones, y así poco a poco se terminará la cultura.

Ojalá estas palabras sirvan para que nos pongamos a pensar en las cosas que nos deja consumir bebidas que no son tradicionales, y que nos afectan a todos.

Todos nosotros sabemos que es muy di-fícil quitar una costumbre, porque en muchas de nuestras comunidades ya es una costumbre consumir este tipo de bebidas no tradiciona-les. Sin embargo, nosotros, como Wixaritari, nos hemos caracterizado por conservar por mi-les de años nuestra cultura, nos caracterizamos por seguir nuestras tradiciones como fueron dictadas por nuestros ancestros o por nuestros mismos dioses, así que sí podemos, y con ayu-da de nuestras autoridades civiles y tradiciona-les luchar contra el gran consumo de bebidas no tradicionales, como lo son la cerveza y el mezcal.

mezcal ‘iyari te’uhayewa miki yeme tahetsie puyemie niká ‘aixi tatsihaiwa, ‘itsikate xemanuwetika, kiekari temitama teyunaiti tepitaparewieka ‘aixi ‘iyari temu’uwaniki.

‘Iki hirixia tapini nawá wewiyari tepokaheuyehipani tukari tematinenetiwatsie tawewiekame, takakaima, tatatama tepiwamawirieka tukari meuhane.

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Y, por otro lado, conservar lo que sí es nuestro, y el tejuino es nuestro, para que con el tejuino, y sólo con el tejuino, realicemos nuestras ceremonias y que sólo el tejuino lo podamos ofre-cer a nuestros dioses y que así podamos disfrutar sólo el tejuino: esa bebida que es para los dioses pero que nos dieron permiso de disfrutarlo junto con ellos.

Xewiti meitimamate ‘iki niuki teyunaititepita’inieka ‘iki ‘iwame cerveza, mezcal wa tepeukahiani miki pikatitapini.

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TE ÚL

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Cerro sagrado, lugar de peregrinación desde tiempos ancestrales. Guardián de quienes han decidido vivir a sus pies. Espacio del que brota agua y mezcal; vida y diversión. Y personajes inolvidables que han escrito la historia de este lugar que invita a caminarlo por sus calles y sus casas de adobe, con pintorescos colores. Niuki lo invita a recorrer el paisaje teulense, coronado por este cerro con figura de sombrero.

TE ÚL

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EL PROYECTO ARQUEOLÓGICO DEL CERRO DEL TEÚL: ¿QUÉ SE BUSCA EN EL CERRO?PETER JIMÉNEZ BETTS

Los caxcanes habitaban esta zona a la llegada de los españoles, en 1530. Carlos de Berghes, en 1830, realizó un levantamiento arqueológico y, hacia 1954, una vaca venció la bóveda de una tumba lo que permitió el registro del sitio por el arqueólogo Eduardo Corona Núñez. Con estos antecedentes, un grupo del INAH Zacatecas emprende la tarea de buscar la historia que el cerro guarda en su interior desde hace siglos.

Foto 1. El Cerro del Teúl.

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Foto 2. El contenido de la tumba hallada por Jesús Mayorga en exhibición sobre los escalones de entrada al Tempo del Teúl.

Para el arribo de las avanzadas es-pañolas de Nuño de Guzmán en el Occidente del México antiguo hacia 1530, la región de los valles y cañones del sur del hoy estado de

Zacatecas y el norte de Jalisco fueron habita-dos por un pueblo de origen mesoamericano conocido como los Caxcanes. Por las fuentes históricas se conserva información sobre la con-figuración política de este grupo aludiendo a algo análogo a señoríos en Juchipila, Nochistlán y Jalpa, entre otros. Para esta región las fuentes distinguen un lugar sagrado de los Caxcanes en el sitio del Cerro del Teúl. La entrada de Chirinos a este valle terminó con el incendio y la destruc-ción del centro ceremonial del Cerro por parte de los “indios amigos”, de esta forma cerrando bajo cenizas el último capítulo de la historia del asentamiento (Foto 1).

En 1956, acatando una denuncia he-cha dos años antes, el arqueólogo Eduardo Corona Núñez, del INAH, acudió al Cerro para registrar el sitio y algunos artefactos, luego de que el peso de una vaca propiedad del señor Jesús Mayorga, ganadero del Teúl, venció la bóveda de una tumba en el Cerro en 1954. Al extraer su animal, Mayorga des-cubrió el contenido de la cámara funeral y procedió a extraer tanto los restos humanos, como los objetos de cerámica para llevarse el hallazgo al pueblo. Viviendo cerca al templo del Teúl, Mayorga decidió exhibir el hallaz-go durante varios domingos sobre las esca-lones de entrada al templo. Tan poco usual fue esta instancia que la curiosa noticia (un ejemplo prístino del surrealismo mexicano) corrió hasta Guadalajara donde un fotógra-fo llegó a retratar el hallazgo fuera del tem-plo para producirlo como postal, una de las cuales sobrevive a la fecha. De esta forma y sin saberlo, Mayorga y el fotógrafo anó-nimo conservaron un registro sumamen-te valioso para los arqueólogos (Foto 2).

En su inspección del Cerro, Corona Núñez identificó de inmediato fragmentos

de una cerámica relativamente tardía de la región de la costa de Nayarit conocido como Aztatlán. De igual modo, destacó la presencia de objetos de cobre en el cen-tro ceremonial. Si tomamos en cuenta las fuentes históricas, junto con los hallazgos de Mayorga y Corona Núñez para 1956, el Cerro del Teúl había exhibido restos materia-les que indicaban una ocupación sumamente larga. Posteriores recorridos y análisis de los artefactos reunidos en la colección parro-quial del Teúl indican que el Cerro estuvo ocupado en forma continua desde el 200 A.N.E hasta 1531 N.E., una ocupación de casi dieciocho siglos, algo muy poco usual para los asentamientos mesoamericanos.

Hacia el año de 1830, el gobernador zacatecano, don Francisco García Salinas, se encontraba en el proceso de crear una novedo-sa ley para la conservación de los sitios anti-guos (arqueológicos) de la entidad. Su gobier-no contrató un ingeniero prusiano, Carlos de Berghes, para llevar a cabo los levantamientos topográficos de las haciendas de la entidad para poder comenzar un reparto agrario lue-go de la reciente Independencia. Berghes tuvo una comisión especial por parte del gobierno de hacer una serie de levantamientos de los diversos asentamientos arqueológicos en la entidad, los cuales ejecutó tan a detalle que a

Peter Jiménez Betts

Arqueólogo. Centro INAH – Zacatecas

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Foto 3. Plano de los vestigios arqueológicos del Cerro de Teúl elaborado por el Ingeniero Carlos de Berghes hacia 1831.

Foto 4. Fragmento/tramo de canal elaborado en piedra en la superficie de la meseta del Cerro del Teúl.

la fecha generan envidia entre los topógrafos y los arqueólogos por igual. El plano del Cerro del Teúl de Berghes destaca lo que hoy conoce-mos como el juego de pelota, una pirámide y un sistema de canales de agua con sus respec-tivos “ojos de agua”. Berghes precisó que los antiguos canales parecían haber llevado agua desde los pozos hasta las distintas plazas del conjunto ceremonial del Cerro. Hoy, 180 años después del recorrido del prusiano por el Cerro, aún destacan los fragmentos de tramos de canal hechos en piedra en la superficie en dos áreas del conjunto monumental (Fotos 3 y 4 ).

El Proyecto Cerro del Teúl Luego de una aportación presupuestal espe-cial por parte de la Cámara de Diputados de la Federación para el Cerro del Teúl, la Dirección General del INAH promovió un conjunto de proyectos arqueológicos ante el Ejecutivo de la Nación para su análisis y determinación, en lo que el presidente Felipe Calderón anunció en Chichén Itza, en 2007, como 10 proyectos es-peciales de arqueología para zonas abiertas de nueva creación para el 2012. Entre estos pro-yectos se encuentra el del Cerro del Teúl. Para Zacatecas, este proyecto tiene como objetivo estratégico el constituir un polo de atracción turístico en la región alejado de la capital, con el fin de descentralizar el flujo del turismo hacia otras regiones de la entidad. Junto con el Cerro de Las Ventanas, en Juchipila, el INAH-Zacatecas ha puesto en marcha el estudio y conservación de dos sitios arqueológicos monumentales en un proyecto eje, con el cual para el 2013 se buscará consolidar dos polos que junto con la zona de La Quemada constituirán una red de recorrido turístico singular conocido como la ruta de los Cañones.

Los trabajos de arqueología en el Cerro del Teúl están concentrados, principalmen-te, sobre la porción oriente de la meseta del Cerro, en un conjunto arquitectónico donde prevalece una gran plaza con dos pirámides, un patio hundido, varias terrazas y el jue-go de pelota. Para la arqueología, una meta primordial es ubicar cada construcción en el tiempo con el fin de determinar su fecha de construcción y duración de uso. Del mismo modo y de singular importancia son los tra-bajos de excavación de micro contexto para poder discernir el uso de cada construcción. Posteriormente (2011), se llevarán a cabo los trabajos de consolidación, estabilización y res-tauración de la totalidad de elementos arqui-tectónicos que serán integrados al recorrido de la zona. En términos temporales, los trabajos de arqueología en el Cerro tienen que bus-car comprender las características del centro

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Foto 5. Las excavaciones al interior de la Plaza Mayor con las dos pirámides

Foto 6. Las excavaciones al interior del Juego de Pelota del Cerro del Teúl en proceso de liberación.

ceremonial durante cada episodio de su larga ocupación, por lo que el énfasis de conocer a detalle su cronología resulta elemental.

Como ejemplo de esto, actualmen-te se ha podido determinar que el juego de pelota tuvo dos etapas distintas de construc-ción: una primera hacia el año 600 de N.E., donde un muro lateral y el piso fueron cons-truidos cortando el cerro mismo, como una gran escultura. La segunda etapa constructiva buscó remodelar la cancha con muros rectos y pisos nuevos mediante técnicas constructi-vas muy semejantes a las que se detectaron en el sitio de Amapa, Nayarit (Fotos 5 y 6).

En el México antiguo hubo muy pocos sitios ocupados más allá de quince siglos con-tinuos. Algo que llama la atención en el caso del Cerro del Teúl es la presencia de tumbas de tiro sobre una meseta de un punto pro-minente como es el Cerro. Aquí los traba-jos tendrán que buscar definir la arquitectura más temprana del Cerro, mientras que al otro

extremo, casi quince siglos después, se tie-ne que buscar los restos del centro ceremonial de los Caxcanes, los cuales habrá que discer-nir entre los restos del incendio de los “in-dios amigos” y cinco siglos a la intemperie.

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Mida un tiempo, calcule un sitio, señale un espacio. Ya está. Ahora empiece a cavar, hienda la azada, rompa el tepetate, arrastre al lado de allá los desechos, quite el escombro, saque al sol abierto, al cielo limpio las señales. Ya está. Ahora puede hablar de un registro que quedó en el tiempo, que abarcó un tramo en el suelo…

EL PUEBLO DEL TEÚL, EN SUS RAÍCES

LUIS SANDOVAL GODOY

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1.- Cinco nombres

Ya vienen los conquistadores. Densa nube de polvo, estruendo y fulgor llameante de armaduras seña-lan el paso de Chirinos, el Veedor, que viene a la avanzada de Nuño

de Guzmán. Ardía el sol de la parasceve. Lloviznaban de azul los tabachines. Fue en la primavera de 1530.

Las barbas hirsutas, el gesto fiero, gritos y manotadas que asustan a los indígenas que ha-bían vivido días de dicha, años felices en la plana-da superior del peñol donde se habían estableci-do y donde habían edificado sus adoratorios.

Aquellos hombres extraños, ven, pregun-tan, observan, señalan. Quieren reunir informa-ción para la acción dominadora en que vienen sometiendo los pueblos de la región.

Y extraño y singular es el dato que en-cuentran de éste. Es el único entre todos los pueblos del cual oyen decir hasta cinco nom-bres, todos en derivación de la raíz sagrada, el Téotl, que ninguno otro tiene y menos en la im-plicación del dios, que tiene este pueblo. Ellos son: El Teúl, Teulinchan, Tiblinchan, Tonanipan o Tonanicapan. ¿Por qué la reiteración de cin-co nombres y por qué en todos la indicación divina, acaso porque la raíz en el nombre, sea un indicativo de la excelsa condición de este pueblo?

Hay que pensar en los días felices de es-te núcleo principal de la Cashcania, en el acierto que tuvieron subiéndose a celestial altura, en el centro de un espacio geográfico no ligado, ni si-quiera tocado por ninguno de los cerros que se rodean a distancia.

Aquella altura, aquel corte en las peñas los hacía dueños de horizontes azules, una luz en las alturas, un aliento vegetal en la cumbre, la divinidad que repiten cinco nombres, casi al al-cance de las manos.

Conviene señalar la fuerza bravía, cora-zón del terrible y sólido núcleo cashcán —“has-ta tu muerte o la mía”—, el más belicoso, el más indomable de los grupos humanos en amplia

extensión de aquella abrupta geografía, el que tuvo más clara conciencia de su raza, y quizá el que desempeñó el papel más digno en la historia de la Conquista de México.

Hay que decir hoy que no se ha hecho jus-ticia a los cashcanes. Y no merece olvido una ra-za que luchó con denuedo, desesperadamente, contra un enemigo que sabía más poderoso, y que prefirió desaparecer, a rendirse… porque la muerte es lo único importante que tiene la vida. ¿Una decisión tan gallarda, donde la muerte es triunfo y no derrota, vale acaso para pensar en el toque singular de nuestro pueblo?

Luis Sandoval Godoy es escritor de más de 40 libros. Trabajó como periodista en el diario El Informador.

2.- Un cerro como un dios Nuño y sus capitanes van recogiendo datos y dando informe de sus avances en la conquista de estos pueblos. Las llamadas Cartas de Relación contienen el santo y seña de la lucha, si bien pa-rece que los conquistadores tratan de engrande-cer sus hazañas ante la reina y cargar tinta a la resistencia de los indígenas.

A distancia de un siglo de la conquista de estos pueblos, Fray Antonio Tello analiza los tex-tos de los conquistadores, recopila documentos, reconstruye datos y acaba convertido en el más autorizado y minucioso relator de aquella lucha.

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Encontró y menciona Tello el informe que da Nuño de Guzmán sobre su arribo a aquel pue-blo misterioso montado en lo alto de unas pe-ñas, aunque también dice que encontró todo en ruinas porque los amigos, sabedores de la cerca-nía de los crueles invasores, no quisieron que és-tos hallaran aquí descanso o comida y prefirieron convertir todo en escombros humeantes.

Dice Nuño: “Vine a Teulinchan, al cual el Veedor abía venido, ques un peñol, el más fuer-te que se ha visto, todo de peña tajada al derre-dor, y muestra ser cosa de mucha grandeza y au-toridad, porque lo más hera de edificios y cúes, muy suntuosos, que cada uno de los señores de la provincia devia tener alli para ir a hacer sus sa-crificios, y así dicen los naturales que era de allí el mayor ídolo de todos y que era de oro, y que había sido destruido otros tiempos por guerra; heran de piedra labrada muy buena en que havia piedras de dieciocho palmos, en los que todos, con sus escaleras y figuras de hombres grandes, de piedra…”

Si el muy controvertido Nuño de Guzmán quedó maravillado al encuentro de los orígenes de nuestro pueblo y pudo decir a la reina que aún en condición ruinosa había huellas de gran-deza comparada a la de allá, es decir, a la de Tenochtitlán, al indicar que este centro ceremo-nial tenía la grandeza y esplendor que tuvieron los aztecas en su gran ciudad… Fray Antonio Tello quiere establecer el otro lado de la imagen: la rebeldía de los indígenas, su espíritu guerrero, la mística cashcana que resiste a los invasores.

Así el P. Tello: “Mucho se padeció en la con-quista de este pueblo, porque la primera vez que se alzaron los indios y fueron los españoles a redu-cirlos, murieron a manos de los indios todos los es-pañoles, que no quedó alguno; y pasados muchos días volvieron otros españoles, y los indios se su-bieron al cerro donde se hicieron fuertes por tener su ídolo principal y por esta causa pusieron a dicho cerro por nombre Toix, que quiere decir dios”.

Un dato singular, sugerente y sugestivo. Ahí está el cerro, vértice en la geografía y en la historia, núcleo vigoroso en la lucha y en la

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devoción de nuestros antepasados. Un cerro que entraña un sentido mágico, le llamaron y tuvie-ron como dios en la lucha de su dignidad y en el ritual de su abrazo con la divinidad; un cerro co-mo un símbolo desde una eternidad insondable y sombría que esconde los extraños secretos de una brava y vieja raza, que conformaría hoy un pueblo mágico.

3.- Las cinco fuentes Llegan los advenedizos en abril de 1530 y quedan prendados de las edificaciones en ruina de aque-lla elevada planicie, el aire de la altura, la visión alucinante de distancias azules y unos árboles, los xacalazúchil, floreciendo en delicadas flores blan-cas. Desde su primer encuentro con los naturales juraron que en derecho de conquista harían suyos aquellos hombres y aquellas tierras.

Y empezaron desde aquel día el acoso brutal a los aborígenes, y un año tras de otro, en triunfos y derrotas estuvieron sosteniendo lucha encarnizada. Tal vez en el asedio a la meseta a donde pudieron llegar, observando alguna de las dos únicas subidas que tenían los indios, trepó alguno de los frailes que entretejieron su labor espiritual con la lucha sangrienta de los soldados.

En el Mixtón, iba saberse después de la presencia del Padre Segovia portando un meda-llón misterioso, con el rostro y los ojos garzos de una escultura mariana que sedujo a los indios y los rindió en su lucha. ¿Quién supo o quién va a decir si tras de aquellos seis años de encarnizada y sangrienta lucha en este cerro, no estuvo pre-sente Fray Juan Pacheco y con palabras de amor, ternuras de amigo, insinuación piadosa, trató de rendir a los habitantes de Teblinchan? ¿Y no me-rece que se le recuerde y rinda honor como vir-tual fundador de nuestro pueblo?

En junio de 1536, la guerra tocó a su fin. Escribió el Padre Tello en su crónica… “Ganóse este pueblo el día de San Juan Bautista… Vencidos los indios, los españoles derribaron y quebraron el gran ídolo Theotl; y los bajaron a donde ahora está el pueblo y se fueron aquietan-do y acariciando con los religiosos; y muchos de

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los que habían huido de miedo de los españoles, se volvieron; y Dios como Padre de misericordia, les dio cinco manantiales de riquísima agua en torno del pueblo, cerca de las casas, que todos salen de peñas abiertas, con que hoy tienen mu-cha abundancia”.

El Padre Tello no estuvo en el Teúl y así quiere consignar en detalle, uno más de los sig-nos extraños que vienen en la fundación de nuestro pueblo. Los manantiales están aquí, y todos en peña viva; podemos contarlos con los cinco dedos de la mano, todos con explicación de lugar y de nombre, a excepción de uno, pues no sabemos, ni sabremos nunca quién fue un di-cho “tío Juan Cruz”. Sólo sabemos que fue un Juan... Otro más en el juego de “juanes” que signa el origen de este pueblo.

En cambio, se hace referencia entrañable del bautizador —el del bíblico Jordán— con el agua aquí repetida en cinco fuentes para el ri-to lustral. Con ello puede decir Tello: “El capitán Juan Delgado, en compañía de Fray Juan Pacheco, religioso de nuestro Padre San Francisco, fueron

los fundadores de la iglesia de aquel pueblo, y pusieron ambos la primera piedra… y el día que se dijo la primera Misa, se bautizó un hijo del gran cacique y una hermana suya… y el Padre Fray Juan Pacheco le dio al indio una imagen de San Juan Bautista… y desde entonces quedó ti-tular y patrón el Santo Precursor”.

Nuño por su parte escribe a la reina… “Puse una cruz en lo más alto de aquel peñol, y díjose una misa porque Dios fuese alabado y adorado donde el diablo tanto tiempo había re-cibido sacrificios”.

4.- Los cinco “juanes” Y no deja de llamar la atención la recurrencia de un mismo nombre cinco veces repetido, en una cadencia misteriosa que viene desde el bíblico horizonte en que por coincidencia en el calen-dario, señal misteriosa en la fecha histórica del 24 de junio que da lugar al nombre del Precursor en el nombre del pueblo; a él sigue el de Fray Juan Pacheco el evangelizador, y tal vez desde entonces el dato de un cierto Juan Cruz de cuya

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identidad nadie explica nada aunque tiene pre-sencia histórica con un recuadro en la roca de una de las fuentes prometidas; así también el hijo del cacique, primer bautizado del Teúl, a quien se da el nombre de Juan, para concluir con el primer encomendero, Juan Delgado, que le-vanta su palacete frente de la primera iglesia y hospital de los indios, en lo que hoy llaman “el patio de las campanas”.

Conforme a datos y circunstancias que fi-guran en las raíces —tiempo y geografía— de este pueblo, hay que ver luego a los indígenas en actitud sumisa y tal vez contentos, tendiendo cordeles para el trazo de las calles, para la edifi-cación de sus viviendas, para la construcción de su iglesia, para la casa del encomendero, sí go-zosos del regalo de cinco fuentes que rodean sus casas, las cuales les permiten plantar huertos y hacer florecer jardines en honor al nombre cin-co veces repetido en sus orígenes, así por cuatro

siglos al paso de nuestro pueblo, hasta el año de 1934 en que dejamos de llamarnos San Juan Bautista del Teúl.

Nuño salió del Teúl cargando sobre sí el opresivo ambiente de las sañudas masas de la pirámide sagrada. Se despidió de la región y la montaña quedó abandonada con la desolada vastedad de sus patios sagrados, de sus majes-tuosas rocas que parecían guardar desde eter-nidades insondables y sombrías, los extraños se-cretos de una brava y vieja raza, con la cual se conforma lo que hoy debe ser tenido como pue-blo mágico.

Mida un tiempo. Calcule un espa-cio. Abra montículos de escombro, desentrañe las entretelas de un cerro como un dios. Saque las raíces miste-riosas en distancia de siglos. Descubra los secretos de la montaña mágica en que los indígenas, nuestros ma-yores, escondieron su íntimo perfil.

Lo están haciendo los arqueólogos, operarios del pasado, con su dinámico director D. Peter Jiménez, ellos cinco, en asombro y respeto, en fatiga y amor, hienden la azada en la fragosidad de la cumbre, hasta hacer surgir las líneas que permitan trazar el santo y seña de este pueblo, con las raíces sagradas de su singular plantación de siglos.

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Tradición mezcalera en el Teúl

Ezequiel Ávila Curiel

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Abramos los ojos al paisaje exótico donde abundan plantas cuyas hojas puntiagudas

se lanzan amenazantes hacia el cielo, plantas que al indígena le proporcionaba comida, bebi-da, azúcar, papel, jabón, fibras, textiles, calzado, agujas e hilo para coser: el maguey.

López de Gómara, capellán de Hernán Cortés en su Crónica general de las Indias, excla-maba al hablar de los magueyes: “Buena plan-ta que de tantas cosas vive y aprovecha el hom-bre”. Maguey fue llamada hasta que el científico Linneo le impuso el nombre de “agave”, que sig-nifica en griego, “admirable”. No menos atinado fue este nombre de planta tan valiosa como nin-guna, que para tantas cosas aprovecha el hom-bre; es, pues, sencillamente “admirable”.

Dicen que los mexicas aprendieron desde muy temprano a cocer los corazones o piñas de los mexcalmetl o magueyes cocidos en hornos ba-jo tierra para obtener el mexcalli, de metl, maguey y scalli, aféresis de ixcalli, cocido: maguey cocido. Nuestros antepasados descubrieron que el mexca-lli macerado con agua fermentaba y puesto a re-posar unos días, se convertía en bebida alcohóli-ca, muy útil para los rituales de sus creencias.

Esta bebida, que poco a poco ha ido cam-biando hasta convertirse en el mezcal actual, en nuestra región tiene su origen en la región de Tequila, y en la parte de este municipio que co-linda con el Teúl en la comunidad de Huitzila, y en el municipio de García de la Cadena. Desde hace muchos años los arrieros acarreaban el mezcal en barriles y “damajuanas” y algunos tenían sus propias mezcaleras para el gasto per-sonal. El mezcal que hoy se produce en toda la región de manera más industrializada ya adqui-rió la mayoría de edad en forma continuada, lle-ga a los 100 años.

Hacia 1910 don Nicolás Lamas Guzmán, personaje conocido y respetado en toda la región del Teúl, fue un hombre emprendedor y muy tra-bajador. Recorría los caminos transportando y co-mercializando el mezcal de su producción. No es fácil conservar una tradición, pero don Nicolás supo hacerlo y dejó a sus hijos los secretos y el

interés por trasmitirlos. Actualmente tres de sus nietos trabajan con todo el empeño y dedicación haciendo que el mezcal sea cada día de mejor ca-lidad, tenga las mejores presentaciones y se co-mercialice por todo el país y fuera de él.

En la misma cabecera municipal, don Aurelio Lamas Luna dirige con oficio la empre-sa mezcalera con envases de calidad y variedad, sus etiquetas se distingue por su acabado y buen diseño, así como un variado gusto y calidad: mezcales reposados, añejos, de punta, etcéte-ra. Entre sus marcas están: el “Teulito”, “Don Aurelio”, “Hacienda del Teúl”, etc.

Ezequiel Ávila Curiel es cronista del Teúl de González Ortega

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En el mismo Teúl nos encontramos la destiladora “El Caxcán”, que dirige Marco Aurelio Rivas Flores. De alguna forma su ori-gen es el conocimiento de los Lamas, pero que ahora trabaja independientemente.

En Huitzila nos encontramos con la Destiladora el Zacatecano. Su propietario y di-rigente, Nicolás Lamas Luna, además de te-ner el nombre y apellido de su abuelo, heredó los secretos para darle al destilado la calidad y buqué que hacen que sus productos sean muy bien aceptados y merecedores de los me-jores premios a nivel nacional. Produce con el nombre comercial “El Zacatecano”. “Mina del Edén”. Mezcales reposados y añejos y con el nombre “De Punta”, mezcal blanco.

Otro de los descendientes de don Nicolás es Villedo Lamas López, quien dirige la empresa Huitzila. Elabora el mezcal del mismo nombre, joven y reposado y otro con el nom-bre familiar de “Lamas”, también en presen-tación joven y reposado.

Sin salir de Huitzila se encuentra la Destiladora Don Chuy, que elabora el mez-cal del mismo nombre y haciendo mancuer-na con el mezcal fabrican las ya famosas cremas de mezcal “La Reyna”, de la famo-sa doña Cuca. Antes de llegar a Huitzila, en la Hacienda de Guadalupe, se encuentra la empresa de Jaime Bañuelos Villalobos, fun-dada por Fortino Bañuelos. Ellos producen “Hacienda de Bañuelos” y su ya afamado mezcal “Los Potrillos” de Zacatecas. Y sin sa-lir de la región, en la comunidad de Milpillas, encontramos otra destiladora que se distin-gue por su mezcal color rosa. Es la Hacienda de Robles. También de calidad y con la tradi-ción de la región.

Entre todas estas destiladoras suman más de 15 las marcas que salen al mercado con todo el ímpetu y prestigio del mejor mez-cal de Zacatecas, mezcal de agave tequilana, haciendo del Municipio del Teúl la región más importante del Estado en producción de mez-cal, de la mejor calidad y de más tradición.

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La vida de cinco personajes teulenses.

Esperanza para los tiempos actuales

Estaremos perdiendo el tiempo si dedicamos la conmemoración de los 200 años de ini-

cio de la Independencia y 100 de la Revolución a levantar monumentos, colocar placas, cele-brar eventos sin ton ni son y a elogiar sin sentido las virtudes de los héroes que nos dieron patria. Tenemos que ser capaces de recuperar el pasa-do, pero no para evadirnos de las actuales reali-dades, sino para ir en busca de nuestras raíces y del porvenir. En el pasado está la vida de la fami-lia, de la comunidad, del país del cual venimos y al cual pertenecemos. En el pasado, en su litera-tura, en sus personas y en sus acciones cotidia-nas está el alma de los pueblos. A nosotros nos corresponde hacer nuestro el pasado, para obte-ner luces que nos ayuden a negar lo inhumano del presente y así esperar algo distinto de lo que hoy tenemos.

Hemos elegido cinco personajes teulen-ses que nos pueden ayudar a mirar el pasado, el presente y el futuro con ojos de esperanza. En el comportamiento de la gente se concentra lo que busca en la vida, lo que le duele, lo que sue-ña, lo que ha perdido y quiere recuperar, por eso queremos aprender de José María Mercado, J. Jesús González Ortega, José Isabel Flores, Lauro G. Caloca y Luis Sandoval Godoy, hijos del pue-blo de Teúl de González Ortega. Su vida y obra tienen mucho que enseñarnos para comprender y transformar el tiempo actual.

José María MercadoSus padres, José Mercado y Guadalupe de Luna, nacieron y vivieron en el antiguo San Juan Bautista del Teúl (hoy Teúl de González Ortega). Sin embargo, quiso la fortuna que José María Mercado naciera en Guadalajara el 13 de julio de 1781. Estudió en el Seminario de Guadalajara y se ordenó sacerdote en 1806. Fue un presbí-tero estudioso, íntegro en su comportamiento, granjeador de la estima y la buena voluntad de su obispo, el mejor que ha tenido la diócesis de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas. Fue profesor en el Seminario diocesano de Guadalajara y llegó a ser director de ejercicios espirituales. Más tarde fue designado al curato de Ahualulco, donde se preocupó por las necesidades espirituales y ma-teriales de la población, de quien obtuvo agra-decimiento, cariño y respeto. Los fieles, en carta al obispo Juan Ruiz de Cabañas, informaron del cura Mercado: estamos “nosotros tan satisfe-chos como reconocidos de su amor, celo, desin-terés y caridad”.

Influido por las ideas de libertad e igual-dad, pronto dejó la comodidad del curato al sa-ber que el guerrillero José Antonio Torres había tomado Guadalajara; lo buscó y se puso a sus ór-denes. El sacerdote justificó así su decisión: “Un maduro examen me resolvió a adherirme a la causa de Hidalgo, que no es otra que la libertad de la Nueva España, del dominio de la Corona”.

Hugo Ávila Gómez

Hugo Ávila Gómez

es profesor de la Escuela Preparatoria

“González Ortega”

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Recibió de Torres el encargo de llevar la revolu-ción de Independencia por todo el occidente del país. Reunió un modesto ejército y en sólo tres meses de lucha logra una campaña militar de triunfos y la consolidación de la causa de la in-dependencia por aquella región. Por su extraor-dinaria capacidad, el 27 de noviembre de 1810 recibió el nombramiento de Comandante en Jefe de la Fuerzas del Poniente, nada menos que del propio Miguel Hidalgo y Costilla. Tomó Etzatlán, Tepic y el estratégico puerto de San Blas, impor-tante entrada y salida de personas y mercancías. Gracias a la mística y al arrojo del ejército de José María Mercado, toda la región occidente estaba bajo dominio de los insurgentes.

Sin disparar un solo tiro, a base de pu-ra estrategia intelectual y de convencimiento verbal, conquistó el bien pertrechado puerto de San Blas, el primero de diciembre de 1810. Envió a Hidalgo 42 cañones que fueron arroja-dos al mar cuando se conoció la derrota en el Puente de Calderón. Cercado por sus enemi-gos, el 31 de enero de 1811 Mercado se arroja al fondo de un barranco para evitar ser dete-nido y posteriormente ahorcado por el párro-co de San Blas, Nicolás Santos Verdín. Un his-toriador de principios del siglo XX afirmó: “Si Mercado hubiera vivido más tiempo, tal vez hu-biera igualado a Morelos en el arrojo y en la astucia”.

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Días antes de morir había arengando a la población de Mochitlite de esta manera: “Si nobles patriotas en cuyo pecho arde el entusias-mo santo de defender nuestra causa, vuestros esfuerzos bastan, y no necesitáis de los indolen-tes y de los traidores, dejadlos que se cubran con el más infame y vergonzoso bochorno, y voso-tros venid volando a reuniros conmigo, seguro de que volveréis coronados de laureles”. Ese fue José María Mercado: un entusiasta defensor de la libertad de los mexicanos frente a la opresión española.

J. Jesús González OrtegaNació en la Hacienda de San Mateo, Valparaíso, Zacatecas, el 19 de enero de 1822. Su familia pasó a radicar en la villa de San Juan Bautista del Teúl, donde J. Jesús vivió su infancia y juventud. Asistió al Seminario de Guadalajara, donde dejó inconclusos los estudios del sacerdocio. Al volver a San Juan Bautista del Teúl trabajó como profe-sor de la escuela primaria parroquial y secretario del Ayuntamiento. En medio de la tranquilidad de este “pueblo oscuro del sur de Zacatecas”, como él mismo se refirió al Teúl, cultivó su espí-ritu con la constancia que dedicó a la lectura y a la escritura. Recorrió de Zacatecas todo el sur y de Jalisco el norte y los Altos como intermediario cultural que vendía libros por suscripción. Estos recorridos le dieron un conocimiento directo de la realidad y una cercanía especial con los hom-bres de ideas de toda esta región. Su primer re-conocimiento público fue como escritor debido a los textos y poemas que publicaba con frecuen-cia en periódicos de Zacatecas y Guadalajara.

Más tarde, con el objetivo de “introducir innovaciones, inocular reformas, destruir y ani-quilar a los abusos y resolver cuestiones que afec-tan a las cosas y a las personas de una sociedad viciada y prostituida”, se comprometió en la po-lítica y en el periodismo. Publicó en Tlaltenango los periódicos El Pobre Diablo y La Sombra de García. Y fue electo jefe político del Partido de Tlaltenango. En 1857 es electo diputado local del Congreso de Zacatecas. En 1858 González

Ortega es nombrado Gobernador de Zacatecas, y sin dinero, sin armas y sin ejército, procede a defender el Estado y la Constitución del emba-te de los conservadores del viejo régimen de pri-vilegios e injusticias, quienes contaban con un ejército regular y con mayores recursos. Ahí se

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despierta el genio militar de González Ortega. Se distingue como hábil organizador, estratega, líder y hombre de principios inamovibles. Supo crear la fuerza más importante de los liberales. El 10 de octubre de 1860 recibió el nombra-miento de General en Jefe del Ejército Liberal y el

despacho de General de Brigada. Ganó las bata-llas de Peñuelas, Silao, Guadalajara, San Miguel de Calpulalpan (esta última fue la decisiva pa-ra devolver a Benito Juárez el ejercicio del poder constitucional), Laguna Seca, Jalatlaco. Fue nom-brado Secretario de Guerra y posteriormente

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Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En ambos cargos tuvo diferencias con Benito Juárez, diferencias que lo enemistarían de una manera definitiva con el primer presidente indígena en América Latina.

Participa en la defensa de la patria con-tra la intervención francesa. Nombrado jefe del Ejército de Oriente, defendió a Puebla por 62 días, logrando una de las grandes hazañas mi-litares en la historia de México. Sin mando en el ejército marcha a Estados Unidos para defender desde allá la causa mexicana. Al término del pe-riodo legal de Juárez trata de reclamar el derecho a la Presidencia, pero aquél continúa en el cargo por decreto. Al regresar a territorio patrio fue de-tenido y enviado a una cárcel de Monterrey. En la cárcel es electo diputado al Congreso General, cargo que declina; lo mismo hizo con la postu-lación para el gobierno de Zacatecas. Abandona la vida pública y se recluye en Saltillo, ciudad en donde muere el 28 de febrero de 1881.

José Isabel FloresPresbítero nacido en la villa de San Juan Bautista del Teúl el miércoles 28 de noviembre de 1866. Su “familia pobre, pero muy buena, honrada y religiosa”. Desde la niñez manifestó profundidad de vida interior. En sus estudios en el Seminario de Guadalajara destacó como “sobresaliente en filosofía y literatura”. En 1896 fue ordenado sa-cerdote y fue destinado a la Congregación de Belén del Refugio, perteneciente a Teocaltiche, Jal. Luego a Matatlán, municipio de Zapotlanejo. Más tarde a la capilla del Sagrado Corazón de Jesús (El Salto de Juanacatlán). En 1900 fue re-gresado a Matatlán donde permanece durante 27 años, hasta su muerte.

Fue un hombre que vivió radicalmente los principios del Evangelio. Llevó una profunda vi-da de oración, dormía en cama de tablas sin col-chón, su alimentación era frugal, vestía con mo-destia. “No tenía dinero y no dejó dinero”. Los escasos recursos económicos de que disponía los utilizaba para pagar a la maestra de la única es-cuela de Matatlán. Los creyentes a quienes aten-dió lo describen como muy listo, justo, defensor del necesitado frente las arbitrariedades, sabio, incansable, de buen humor siempre, hombre de libros, humilde, afectuoso. Se llegó a decir de él que no era un sacerdote, sino un santo. Su ca-rácter era abierto y confiado. “No se abajaba a los poderosos ni adulaba a sus superiores”.

Dueño de una sólida fuerza interior, José Isabel Flores sostuvo la integridad de quien está firmemente arraigado en lo sagrado, ajeno a los falsos valores del dinero, el poder, la fama y las comodidades que entibian la voluntad. La últi-ma prueba de su vida la enfrentó con valentía. Durante el conflicto entre la Iglesia Católica con el Estado Mexicano, fue hecho prisionero por el cacique de Zapotlanejo, Rosario Orozco, quien ordenó asesinarlo. El 21 de junio de 1927 fue llevado por un grupo de policías al panteón de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo, pero no pu-dieron. Luego quisieron matarlo a balazos, pe-ro las pistolas no dispararon. Entonces, uno de aquellos hombres sacó el machete y lo degolló.

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Junto con otros compañeros mexica-nos, el Papa Juan Pablo II nombra a José Isabel Flores santo de la iglesia católica, es decir, mode-lo de amor supremo, “ofrenda generosa al ser-vicio de los necesitados” y firme en su fe hasta el martirio.

Lauro G. CalocaNació el 18 de agosto de 1883 en la villa de San Juan Bautista del Teúl. Fue profesor por la Escuela Normal de Zacatecas y abogado por el Instituto de Ciencias. En ambas instituciones fue líder es-tudiantil. Su activismo era provocado por el dolor que le causaba el sufrimiento de las masas cam-pesinas y obreras, explotadas por el sistema eco-nómico y político del Porfirismo. Por esta misma razón militó en las filas de los movimientos más puros de la Revolución: el villismo y el zapatismo, en donde alcanzó el grado de general. Con el tiempo, el gobierno surgido de la Revolución trató de compensar y reconocer su trayectoria, gesto que siempre rechazó don Lauro con esta afirmación: “La patria no me debe nada”.

En 1922 Álvaro Obregón lo nombró Director del Departamento de Educación y Cultura Indígena. Inspirado en las figuras de Motolinía y Vasco de Quiroga, en ese cargo ideó crear las Misiones Culturales, un cuerpo de mil profesores rurales que con la fe del apóstol y la convicción del militante llevaran a todo el país la belleza de las artes, la disciplina del trabajo y la pasión por el estudio. Más tarde fue diputado federal, senador de la República en tres diferen-tes legislaturas, y gobernador interino del Estado de Puebla. Militó además en el Partido Nacional Agrarista, al lado de Antonio Díaz Soto y Gama. Habilidoso en el arte de la oratoria, con inteli-gencia, cultura e ironía llamaba la atención de los oyentes, por lo que nadie permanecía indife-rente a sus palabras. Sus causas: los campesinos, la educación, el pueblo oprimido.

El 3 de diciembre de 1931 el Congreso de la Unión aprueba la llamada “Reforma Caloca”, mediante la cual se declara la improcedencia del recurso de amparo tratándose de juicios agrarios

que decidieran la dotación de tierras o aguas a comunidades indígenas o campesinas.

Fue además un intelectual que escribió cuento, poesía, ensayos, artículos periodísticos y obras filosóficas. Este hombre que hizo de la política un servicio de justicia a los campesinos, muere el 17 de octubre de 1955, siendo senador de la República.

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Luis Sandoval Godoy El mundo ha perdido las fuentes de la verda-dera alegría y belleza. Hablamos mucho o nues-tra palabra es débil y tibia, o buscamos terapia o queremos capturar cosas, personas, dinero, reco-nocimiento, porque no sabemos cómo disfrutar de la verdad, el orden, la belleza y la paz que po-demos encontrar en el mundo interior y exterior. Los niños y los poetas pueden hacerlo. Tienen el don de acallar la boca y la mente, para entrar al reino del silencio de donde brota la palabra verda-dera, honda, pujante, sincera, bella, templada, ca-paz de mover mentes, corazones y voluntades.

Don Luis Sandoval es, ante todo, poeta. En el silencio ha encontrado la Palabra. La re-cuerda y la dice con la pasión del cuerpo y el al-ma. La pluma, la máquina de escribir y la cámara fotográfica, han sido las herramientas que don Luis utiliza para que los ojos de su cuerpo y los sentidos de su alma descubran la belleza que vi-ve tanto en el mundo exterior como interior.

Vio la alegría de la vida por primera vez el 5 de marzo de 1927, en la villa de San Juan Bautista del Teúl, actualmente Teúl de González Ortega. Su vocación por la palabra lo llevó a ser profesor de primaria en su pueblo natal, experien-cia breve. Luego emigró a Guadalajara, donde es-tudió hasta segundo de filosofía en el Seminario de Guadalajara. Entró de lleno en el trabajo de contemplar y describir el mundo en El Occidental y luego en El Informador. Como lector extraordi-nario y desde la cumbre del periodismo, don Luis Sandoval se dedicó a ser testigo de la vida. Su pro-pósito no ha sido cambiar el mundo, sino descri-birlo. La columna, la crónica, el artículo y el re-portaje han sido los géneros periodísticos que ha cultivado. Luego nació un libro, luego otro y otro y muchos. Su obra ha sido abundante, creativa, ininterrumpida. A la fecha se cuentan alrededor de 50 libros publicados. Novela, crónica, cuento, biografía, microhistoria, fotografía.

Hay un tema recurrente en don Luis, qui-zá el más. Es amante de lo pueblerino, del solar natal, de la patria chica, del terruño. Un román-tico enamorado del color local, de las olvidadas gentes de los pueblos, de la esencia de la cultu-ra popular, de “la entraña, el nervio profundo, el íntimo ser de los pueblos, de las gentes y de las cosas”. Don Luis ha buscado y encontrado eso que a los historiadores profesionales no les im-porta registrar: las cosas sencillas de la vida co-tidiana, las conversaciones, los modos de hablar de la gente de las comunidades rurales, los ofi-cios, las costumbres, las devociones. Don Luis es-cribe las cosas de los humildes y las escribe para ellos, por eso utiliza un lenguaje accesible y sa-broso, expresado de manera natural, agradable y que llama la atención. Usa la palabra con el

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talento de los buenos conversadores, que cuenta historias interesantes.

La nostalgia es lo que mueve la escritura de don Luis Sandoval. Lo común es su contenido. Con su palabra es maestro que enseña el arte de vivir y nos regresa a las verdades olvidadas por los adultos: la infancia, el desinterés, la risa, el juego, la belleza, la alegría, la amistad, el amor, la sencillez, el terruño, lo maravilloso de la vida.

Conclusiones• ¿Qué tienen en común estos hombres ex-

traordinarios? ¿Hay algún hilo conductor en

su vida y en su obra que nos permita obtener

algunas lecciones para el presente? Son per-

sonas cuyas vidas discurrieron por vías diferen-

tes. Sin embargo, hay algunos elementos que

nos permiten acercarnos al corazón, a la en-

traña de su ser, a sus motivaciones profundas.

• En primer lugar, su honestidad moral. Los

personajes teulenses motivo de este escrito

comparten la nobleza de ideales y la pureza

apasionada con que se dedicaron a cumplir-

los. En un mundo caótico, corrupto, desor-

denado, roto como en el que vivimos, hacen

falta modelos de vida que nos muestren que

es posible vivir conforme a las convicciones

íntimas. La honradez, la lucha por la justi-

cia, por la libertad, por la verdad, por el bien

común, por rescate de la identidad personal

y comunitaria, por la belleza, por la alegría,

son maneras de construir un mundo dife-

rente, honrado, limpio, solidario, donde en-

cuentren un lugar digno los oprimidos.

• La industria cultural, la industria de la comu-

nicación y los poderes económicos y políticos

quieren crear lazos débiles entre las personas

para imponer fácilmente a nivel planetario

sus mercancías, su poder, sus decisiones, su

egoísmo. Para no ser arrasados y conservar

la autonomía y la libertad, volvamos al pasa-

do, donde están las raíces de lo que somos,

donde están las ideas, los motivos, las inspi-

raciones para vivir una existencia propia, dig-

na, con espíritu y dignidad.

• La transformación de las personas está en

las cosas sencillas: la lectura, la conversa-

ción, el trabajo consciente, la escritura, la

meditación, el abrir los ojos y los sentidos

a la belleza exterior e interior. La felicidad

proviene de las cosas inútiles: música, be-

lleza, amistad, juego, arte, amor. La espe-

ranza se mantiene en la apertura a los actos

sencillos: servir a la justicia, bondad en la

gente, la amistad de quienes nos aman, la

dicha de las sensaciones. Sentir los sentidos

plenamente. Abrir a todo los sentidos, sin

prisa, con ternura.

• Resucitemos nuestra confianza en la pala-

bra. Los cinco teulenses que hemos reseña-

do fueron grandes arquitectos de la palabra,

con ella humanizaron su existencia. Con la

palabra construyeron puentes con los que

acercaron a la gente entre sí y ayudaron a

descubrir el sentido de la vida a sus seme-

jantes. Acudamos con más frecuencia al si-

lencio, venero de la palabra viva y auténtica.

• La rebeldía y el modo de pensar de José

María Mercado, de Jesús González Ortega y

de Lauro G. Caloca, sobre todo, nos recuer-

dan que es necesario tomar conciencia que

la miseria y la injusticia no son cosas natura-

les, sino creadas y mantenidas por quienes

se benefician del atraso del pueblo. Por eso

es imprescindible el pensamiento que aclare

esta verdad y la haga llegar a los excluidos,

para que sepan la realidad del problema y

tomen conciencia. Por eso los tiranos, más

que a las piedras o las balas, tienen mie-

do de aquello que no pueden controlar: las

palabras.

• “Renovar los lazos con el pasado no siem-

pre es una mera ilusión, sino que puede ser

el recurso a nuevas fuentes de fuerza para

nuevas tareas” (Simeon Strunsky). La vida de

estos cinco teulenses tiene algo en común:

supieron ser capaces de que la gente sueñe

con la belleza, con la esperanza, con la felici-

dad. Y como quería José Martí: Lo sueños de

ahora serán las realidades del mañana.

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Revolucionarios teulenses:los Caloca

Ezequiel Ávila Curiel

Al hablar de los Caloca, no se pretende crear más héroes y mucho menos héroes ange-

licales, que de sus virtudes y defectos supieron más sus contemporáneos, y de las consecuen-cias de sus actos, sabemos mucho más nosotros; aunque la historia no les ha hecho justicia, son dignos de tomarse en cuenta como a otros que quizá para esto tuvieron mejor suerte.

Tampoco se trata de todos los Caloca teulenses que han participado en diferentes ges-tas nacionales, sino de la familia Caloca Larios, su padre y su primo Lauro G. Caloca. Dice su biógrafo, Ernesto Zertuche, que casi siempre que menciona a los Caloca se le interrumpe para pre-guntarle ¿Los qué? El lector se hará la misma pre-gunta, pero hay algo que los Caloca aportaron y muy necesario es hacerles justicia, pensemos lo que pensemos aún de la misma Revolución Mexicana.

Fue la familia Caloca Larios, Caloca Gu-tiérrez, ante todo una familia de revolucionarios honestos, valientes, entregados y apasionados por los ideales democráticos y de justicia social.

Don Lauro Gutiérrez Caloca, abogado, orador brillante, consejero de los revolucionarios como tantos otros que prestaron sus servicios a la causa revolucionaria, apasionado predicador de las luchas campesinas y el verdadero fundador de la Escuela Rural, amigo de Villa, de Obregón y un negociador entre los revolucionarios. Sobre

el origen de la escuela rural, en 1922, el diario El Universal decía: “Hoy salió José Vasconcelos a Tecamachalco, Puebla, para inaugurar una bi-blioteca que él mandó instituir como Secretario de Educación Pública. Lo acompañaban varios colaboradores, entre otros, Aurelio Manríquez. Coincidentemente Caloca, en representación

Ezequiel Avila Curiel es cronista del Teúl de González Ortega

Don Lauro Gutiérrez Caloca

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de Ramón P. Denegri, secretario de Agricultura y Fomento, iba en el mismo tren a restituir unas tierras a los habitantes”. En la plática, según Figueroa Torres, Vasconcelos pregunta a Caloca:

— ¿Qué opina usted de la escuela?— ¿Qué escuela?— La escuela elemental de niños.— Hay dos clases de escuela: la urbana y

la rural. Desde que Valentín Gómez Farías le qui-tó al clero la escuela urbana para incorporarla al Estado, en 1833, ha sido atendida más o menos; en cambio, la escuela rural no tiene una puerta donde tocar. Por lo tanto, si usted quiere ser real-mente un secretario de Educación Pública, debe consagrarse por entero a la escuela rural, dejan-do la urbana a los gobernadores de los estados.

Desde entonces, dicen sus biógrafos, Vasconcelos solicitó a Denegri su apoyo a fin de que Caloca se entregara de lleno a la eminente faena. Luego don Lauro convencerá a cada uno de los diputados para que apoyen el presupuesto de Escuela Rural y Cultura indígena.

Don Lauro nace en San Juan Bautista del Teúl el 18 de agosto de 1883. Se inscribió en la hoy Escuela “Manuel Avila Camacho” y en el Instituto de Ciencias.

Don Manuel Caloca Castañeda, me-dio hermano del padre de San Agustín Caloca. Y padre de los Generales Pedro, Ignacio y Manuel Caloca Lariso. De sus cualidades personales se dice que dejó fama de notable caballista, que lo mismo corría y lazaba en lo parejo que en el monte cerrado o en la sierra; que por igual domi-naba caballo manso que potro cerrero y le era in-diferente correr con montura que en pelo a hor-cajadas o cruzando la pierna como mujer.

Nace don Manuel en San Juan Bautista del Teúl, hoy Teúl de González Ortega, en 1865. A los 15 años estudiaba en el Glorioso Colegio Militar de Chapultepec; estudios que deja y vuel-ve a su pueblo natal, para dedicarse a la agricul-tura y a la ganadería.

Cuando en 1909 don Porfirio Díaz declara al periodista Cleelman, que el pueblo de México ha alcanzado la madurez política necesaria para

practicar la democracia, don Manuel Caloca se-rá uno de los primeros en fundar un club anti-rreeleccionista en el Teúl, denominado “González Ortega” y al designarse electores para la elección de Poderes Federales que debía efectuarse en ju-nio de 1910, ganan los antireeleccionistas, figu-rando de nuevo, entre los del Teúl, los señores Manuel Caloca y Trinidad Cervantes.

Como fue mentira lo de la madurez polí-tica, todos sabemos que pronto dio comienzo el movimiento armado y por el norte de Zacatecas se levanta en armas un antiguo soldado de Trinidad García de la Cadena, don Luis Moya, lue-go vendrá al sur y toma la plaza de Tlaltenango el 9 de marzo de 1911. Se dirige al Teúl don-de ya se habían levantado en armas al mando del señor Manuel Caloca, por lo que llegando al Teúl don Luis Moya es recibido con entusiasmo y es reconocido como jefe de la evolución en el Estado de Zacatecas. Ahí se unen y don Manuel Caloca queda como segundo jefe con el grado de teniente coronel y al señor Trinidad Cervantes se le da el nombramiento de teniente.

Don Manuel Caloca Castañeda

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Del Teúl salen al rancho de la tetilla donde se les unen Casimiro Monraz y Enrique Vera pro-cedentes de Guadalajara. Pasan a la Estanzuela, hoy García de la Cadena, y luego al Mezquital del Oro. Era el período romántico de la Revolución, nada se exigía al pueblo, la rectitud de los pro-cedimientos se tenía como regla de conducta y la gente ayudaba con forrajes para la caballada, alimentos y algo de dinero. Luego pasaron por Jalpa y Nochistlán donde los recibieron fríamen-te. En Calvillo, Aguascalientes, se les incorpora el señor Manuel Avila con 50 hombres y de ahí par-ten a la ciudad de Zacatecas.

Atacan Zacatecas aprovechando el ele-mento sorpresa el 9 de abril de 1911, la colum-na de Manuel Caloca ataca el centro de la ciu-dad, después de dos horas de combate logran lo que querían y causan sensación en todo el país. Salen a Fresnillo y después de algunas es-caramuzas van a Sombreretre, se apoderan de la plaza y cuando parecía que todo estaba en cal-ma cae don Luis Moya mortalmente herido. Es así como Manuel Caloca asume el mando, for-ma el primer Consejo de guerra de la Revolución a Pablo Méndez por cometer varios crímenes. Desde entonces hasta el triunfo del maderismo, don Manuel Caloca encabezó la rebelión en la región.

Cuando Madero dispuso que las fuerzas revolucionarias fueran licenciadas, en Zacatecas se conservó un regimiento rural, el número 26, y quedó a las órdenes del señor Caloca, recono-ciéndole el grado de coronel, al que pertenecie-ron como oficiales subalternos los después gene-rales Pánfilo Natera, Santos Bañuelos y J. Trinidad Cervantes.

La paz duró poco, Pascual Orozco se re-beló y rurales de nuevo cuño se contagiaron de orozquismo, pero a éstos, Caloca los volvió a la obediencia. Después de varios encuentros exito-sos, el 5 de agosto de 1912 yendo a Durango a auxiliar a Cándido Aguilar, que se hallaba sitiado por fuerzas orozquistas, al pasar por la hacien-da la Jaralera, Zac., son repentinamente ataca-dos y aunque los de Caloca lograron rechazarlos,

don Manuel cae mortalmente herido a los 45 años de edad. Hoy sus restos descanzan junto con los de don Luis Moya y los del senador Lauro G. Caloca y J Trinidad Cervantes en la capilla de los Hombres Ilustres del Estado en el crestón de la Bufa.

Cuando nos preguntamos ¿por qué no son conocidos los Caloca? Podemos encontrar rápido la respuesta: la historia la escriben los vencedores y los Caloca no fueron Carrancistas.

Los hijos de don Manuel fueron tan valien-tes y caballeros como su padre. Pedro, el mayor, que nace en el Teúl el 23 de octubre de 1890, estudia la primaria en su pueblo natal, va a la secundaria al Liceo de Varones de Guadalajara y hace una corta carrera militar en la Escuela Militar de Tlalpan. Pero al saber la noticia de la muerte de su padre, pide permiso para arreglar asuntos familiares. A la muerte de Madero, solicita su ba-ja del ejército usurpador, viene al Teúl y organi-za una guerrilla en el sur del Estado y luego se une a las fuerzas del general Pánfilo Natera. Los Jefes Santos Bañuelos, Pedro Caloca y Crispín Robles atacan Zacatecas con un ejército de 800 hombres el 5 de julio de 1913, en un combate que duró más de 12 horas terminando con la rendición de la plaza, siendo la primera capital del Estado que caía en poder de la Revolución, aunque luego fue recuperada por falta de plan y servicios de espionaje. Viendo Caloca las defi-ciencias, se pone de acuerdo con su paisano J. Trinidad Cervantes y asume la responsabilidad de designar a Natera como general en jefe de lo que luego se conoció como División del Centro. En una visita de Carranza a Sombrerete aprobó lo hecho por Pedro Caloca y le da el grado de coro-nel. Natera lo nombra jefe de su Estado Mayor.

Nunca permitió que sus soldados abusa-ran del pueblo para proveerse de comida, dinero o caballos, cosa que le causó muchos problemas con sus compañeros. “El dinero, decía, y todo lo que nos hace falta hemos de quitárselos a los enemigos de la Revolución. De las haciendas ri-cas tomaremos lo necesario; pero a los pobres debemos darles por lo menos garantías.”

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En la toma sangrienta de Zacatecas el 23 de junio de 1914 concurre nuevamente la División del Centro para reforzar a la poderosa División del Norte al mando de Francisco Villa. A Pedro Caloca le tocó atacar el Cerro del Padre y la Estación del Ferrocarril, recogiendo un gran botín de armas y parque, y haciendo con su re-gimiento más prisioneros que los soldados que llevaba.

Después de esta batalla viene el primer rompimiento con Pánfilo Natera; los otros jefes veían con malos ojos que Pedro no fusilara a los prisioneros de guerra sino que los incorporaba a su ejército; la otra razón fue porque una banda de música cuyos componentes habían permane-cido ocultos durante la batalla y después ya ha-bían sido incorporados al grupo de Pedro, pasó sin otra razón que “¡yo mando!”, a la corpo-ración de uno de los jefes de las simpatías de Natera. El disgusto fue tan grande que Pedro Caloca deja la División del Centro y por arreglos de su primo Lauro G. Caloca, pasa con su regi-miento y batallón, a la División del Norte.

Las ambiciones, las intransigencias y las in-comprensiones entre los altos jefes hicieron que los jefes secundarios y la tropa se enfrentaran en una nueva guerra civil. La Convención Militar de Aguascalientes nombró Presidente Provisional de la República a Eulalio Gutiérrez. Eulalio nombra al general José Isabel Robles, Ministro de Guerra, y Robles, a su vez, puso al brigadier Pedro Caloca al frente del Departamento de Artillería. Aunque el gobierno de don Eulalio no pudo consolidar-se, Caloca sigue creyendo en la causa conven-cionista y va a Jalisco para organizar una briga-da para luego reunirse con Julián medina. El 16 de junio de 1915 atacan la plaza de Guadalajara en contra del carrancista Enrique Estrada. No teniendo mucho éxito se irá luego a Ahualulco del Mercado reorganizando sus fuerzas y pasa a Tepic donde se une con Rafael Buelma.

Allá por Tepic tuvieron muchos triunfos contra los carrancistas, pero la división del norte sufría derrota tras derrota. “Triunfos inútiles”, la-mentará Caloca, por lo que partirá para Durango

donde licencia sus fuerzas y de ahí a Chihuahua a entrevistarse con Francisco Villa. Como todos sabemos, la División del Norte se desintegra la-mentablemente y Caloca decide expatriarse. Se enganchó como bracero a los E U. Vuelve a su rancho de la Tetilla, pero luego irá a Guadalajara para emprender la carrera de ingeniero.

El destino estaba trazado. Enrique Estra-da, antiguo compañero de Caloca en el Instituto de Guadalajara, compañero en la guerrilla de Zacatecas y Jalisco, enemigo derrotado en Tepic, es ahora Ministro de Guerra del carrancismo hecho gobierno. Un día se encuentran casual-mente y se saludan amablemente, y sabiendo Enrique de las inquietudes de Caloca, lo invita a continuar sus estudios de ingeniero en el H. Colegio Militar, reconociéndole el grado de co-ronel. Pedro logra graduarse en menos de cin-co años en la Escuela de Artillería y en la de Ingeniería a fines de 1925. Fue comisionado por

Pedro Caloca

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la Secretaría de Guerra para hacer estudios de aeronáutica en los Estados Unidos de América y luego en Francia donde obtuvo diploma de la “Ecole Supériure d’Aeronautique et Constrution Mecanique”.

Ya de regreso a su patria desempeño la dirección de la Escuela Militar de Aeronáutica, y después la Jefatura del Departamento  de Aeronáutica en la Secretaría de Guerra. Ascen-dió a general de brigada, fue jefe de la Sección de Revisión de Trabajos Topográficos de la Comisión de Ingenieros Militares que auxilia-ron al Departamento Agrario; subjefe del Depar-tamento de Ingenieros, Subdirector de Artillería y Jefe de Estado Mayor de la Secretaría de Guerra. Después de 35 años de servicios militares y de re-cibir muchas condecoraciones, pasó a pensiona-dos con el grado de divisionario.

Ignacio Caloca Larios, Hermano de Pedro y también originario del Teúl. Nació el 14 de abril de 1894. Ingresó al Colegio Militar de Chapultepec el primero de enero de 1910. Cursó ahí los prime-ros cuatro años de la carrera de ingeniero militar.

En febrero de 1913 durante la “Decena Trágica”, en unión con otros compañeros, fue voluntaria-mente a servir a las piezas de artillería que bajo el mando del general Guillermo Rubio Navarrete disparaban contra la Ciudadela, refugio de los re-beldes al gobierno de Madero.

Como Huerta necesitaba oficiales que ins-truyeran a las masas y ordenó que los alumnos de Chapultepec, que a fines de 1913 cumplían tres años o más de estudio, salieran como oficia-les al servicio activo. Ignacio fue designado al 3er Regimiento de Artillería en la ciudad de México.

Ignacio era teniente y un día haciendo de comandante de la guardia de su cuartel tuvo un altercado con su teniente coronel, al que desar-mó, y viendo las consecuencias que esto le trae-ría, aconsejado por el sargento de turno, decidió junto con él y otros dos compañeros más aban-donar el cuartel. Abordó el tren a Zacatecas y se presentó con su hermano Pedro, quien lo pre-sentó con el general Natera y éste lo nombro je-fe de su Estado Mayor al mando de unos 150 de tropa y 10 oficiales de caballería.

Pronto se dio cuenta de que Carranza quería aprovechar la fuerza de Natera y ganar su simpatía. Pero participó en las dos tomas de Zacatecas en las que también estuvo su herma-no Pedro y por fin pudo ser tomada la plaza con el auxilio de la División del Norte en la batalla más sangrienta de la Revolución. Y aunque ca-yó el gobierno usurpador, la paz duró poco por el rompimiento de las fuerzas revolucionarias al fracasar la Convención de Aguascalientes. Los Caloca quedaron en el bando convencionista que luego fue villista.

Ignacio combatió a Carranza hasta la muerte de éste. Convencido de que la lucha no tenía ya objeto decidió disolver su grupo y tra-tó de refugiarse en los E. U., pero al pasar por Tlaltenango lo hicieron prisionero los carrancis-tas. Hábilmente escapó de Tlaltenango donde lo iban a fusilar. Imposibilitado para vivir tran-quilo salió del país y anduvo de guerrillero en Colombia, de corredor de caballos en Argentina; como su padre, era caballista de abolengo.

Ignacio Caloca Larios

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Volvió a tomar parte en la campaña con-tra los “Cristeros” en 1926 y 1927. Luego figuró en la política del Estado. Fue diputado y gober-nador interino de Zacatecas. Durante un tiempo fue instructor de la Academia de Estado Mayor de México. Se radicó en Guadalajara donde lo sorprendió la muerte a los 76 años de edad.

El más joven de los Caloca y el primero que entregó su vida por la causa revoluciona-ria fue Manuel Caloca Larios. También estudió en el H Colegio Militar, y cuando en febrero de 1913 estalló el cuartelazo de la Ciudadela, fue-ron el cadete José Manuel y sus compañeros es-coltando al presidente Madero desde el Castillo de Chapultepec hasta el Palacio Nacional. Tres días estuvieron custodiando el Palacio, y cuando la traición se consumó, se lanzó a la lucha en la región entre Jalisco y Zacatecas.

Sabedor de que sus hermanos andaban en la lucha, una noche desertó de su escuela y se fue a Guadalajara dispuesto a incorporarse a las filas de la revolución. Alguien lo denunció y tuvo que ocultar su personalidad haciéndose llamar

Enrique Ferrer. Estando detenido en Guadalajara se le concede la libertad provisional y burlando la vigilancia llegó al campo revolucionario en su nativo Teúl. Ahí hace amistad con el coronel Julián C Medina. Tuvo su primer bautizo de fue-go en la batalla de Pinos Cuates en el Teúl, Zac., al lado de Medina y del entonces mayor Enrique Estrada.

Se incorpora al regimiento que manda-ba su hermano Pedro y toma parte en todas las acciones de guerra a que concurrió Pedro. Cuando el presidente Gutiérrez nombra jefe del Departamento de Artillería al general Pedro, incorporado a las filas convencionistas, José Manuel se fue a Guadalajara y se unió a Julián Medina, para junto con otros jefes hacer campa-ña anticarrancista en Jalisco y Sinaloa. Fue varias veces herido y llevado hasta Chihuahua por su propia madre Rosita Larios, al hospital donde la División del Norte concentraba sus heridos y pu-do abandonar el hospital en poco tiempo para incorporarse a la campaña.

Como la causa convencionista perdía te-rreno, igual que sus hermanos vio todo perdido y regresó de nuevo a su pueblo e invitado por un amigo a refugiarse en una cueva en el lugar lla-mado “Tierra Colorada” fue asesinado junto con su asistente. Hay varias versiones sobre el asesi-nato de José Manuel Caloca, pero las versiones dependen también de la orientación de quien las narra: si villistas o carrancistas. Los restos de José Manuel descansan en la capilla de su rancho de aguas, La Tetilla. Capilla que mandó construir su misma madre doña Rosa Larios.

El olvido de los Caloca está claro. Su peca-do fue haber sido villistas y aferrarse a una línea que ellos creyeron era mejor para México.

Bibliografía:Ernesto Zertuche. Los Caloca en la Revolución. Segunda

edición. Editorial L.T. L. E. del S.N.T. H.

Salvador Valdéz Rodríguez. Personajes Teulenses. Dosfilos

editores. S.A. de CV. Zac. E. del S. N. T. H.Manuel Caloca Larios

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Reseña

La sangre llegó hasta el río

Javier Ramírez Romo

Resulta gratificante encontrar, en medio de tantas y variadas obras que se han publicado

sobre la llamada “revolución cristera” en México, una invitación a reflexionar sobre un tema que se ha convertido en un reclamo de justicia, en un verdadero lamento para que se sepan los mo-tivos del por qué la gente se levantó en armas ante algo que se prendió como lumbrada en un momento, y con una intención tan santa y tan llena de sufrimientos y de víctimas.

“…cuénteles a los enemigos de nuestra santa fe; dígales cómo éramos, y que no digan lo que dicen: que nos llegó la loquera, que el clero nos manejó a sus conveniencias, que fuimos ai como borregos sin saber ni qué ni cómo, a le-vantarnos en armas, o sea, a ponerles la vida a los sardos en la boca de su fusil.”

Tema polémico este de La Cristiada y su ficción literaria, enfrentado una vez más al de-bate en un universo literario que no ha que-dado todavía codificado y donde la diversidad de concepciones sobre sus orígenes y motiva-ciones, pone en circulación una nueva obra, un trozo más de historia de uno de los rincones de México: la zona norte de Jalisco y el sur de Zacatecas.

Nos dice Xorge del Campo que sobre la narrativa cristera pesa el desprestigio y el estig-ma: “Bestia negra de la Revolución”, la califica

Christopher Domínguez Michel. “La mayoría de los novelistas cristeros son y fueron reacciona-rios”, asegura por su parte Max Aub. Los sucesos del movimiento cristero fueron, según este au-tor, trenes asaltados, algunos pueblos conquista-dos, muchas rancherías aniquiladas y, claro, gran número de venganzas. Lo demás es risco, piedra, emboscadas y caminatas inacabables.

El mismo Xorge del Campo clasifica a las novelas que tratan del conflicto religioso en México en dos grupos: las que hablan a favor de la causa (que fueron la mayoría) y las que la atacan; sostiene que casi todas estas son de tipo histórico y que describen, por medio de la tra-ma, las vicisitudes por las que pasaron los criste-ros al iniciar el movimiento armado; durante los “Arreglos”, después de la amnistía y el desarme; esto es, durante el llamado Rescoldo.

En cuanto a la calidad literaria, no es, en la mayor parte de las novelas, muy depurada. Estas consideraciones, y otras más, provocaron el desinterés del lector por esta temática. Sin em-bargo, podemos afirmar que un fenómeno de la índole de La Cristiada, nombre con el que la voz popular acabó llamándole al movimiento criste-ro, no podía pasar inadvertido para la ficción, y no precisamente en el género del cuento, don-de se hallan algunos de los mejores ejemplos de literatura. Así lo prueban los relatos del Dr. Atl, Juan Rulfo, Rafael Bernal, José Revueltas y varios otros, incluidos en la Antología del cuento criste-ro, de Jean Meyer y Juan José Doñán.

M.C. Javier Ramírez Romo

Profesor docente del CUNorte

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En este sentido, novelas como La sangre llegó hasta el río, del escritor zacatecano Luis Sandoval Godoy, podría contribuir a recordarnos historias inmersas en ese mundo violento de la gesta cristera, y a aprender de los errores de la historia, la personal y la colectiva. Porque esta novela no es únicamente un ejercicio de imagi-nación literaria, es algo más, es ante todo un tra-bajo de valor civil, de coraje y sensibilidad, es la lúcida crónica de un desamparo.

La sangre llegó hasta el río está basada en la vida real de Jovita Valdovinos. Es la historia ín-tima de la legendaria guerrillera de Zacatecas en la segunda Cristiada, quien, a partir de su rapto por el temido general Anacleto López, comien-za a relatar una existencia que edifica la lucha por la vida misma, por la dignidad y el honor en esos tiempos violentos por los cerros de Jalpa, el cañón de Tlaltenango, la sierra de Morones, y al otro lado hasta la sierra de Florencia, casi para trastumbar al cañón de Bolaños.

Escribir sobre este libro no es tan sencillo como pudiera parecer en principio. ¿Por qué?,

porque fascina demasiado y uno teme dejar-se llevar por parciales impresiones, dejando de lado el interés del lector. Si además uno es adep-to de la prosa y obra de Luis Sandoval Godoy, la tarea se complica aún más. Don Luis Sandoval Godoy proporciona a su novela, un adecuado tratamiento de ficción y de recreación literaria; poniendo en evidencia el dominio de la técnica, sin sustraerse de los acontecimientos históricos. Se trata de una narración costumbrista con un tono realista en el ambiente y la caracterización de los personajes. No obstante, el interés de su autor no sólo se centra en el elemento narrativo, sino que se vuelca en la descripción tanto de los personajes como de su ambiente, en una eviden-te finalidad estética. Como nos dice Xorge del Campo, recurre a descripciones que, aclaro, no me resultan nada tediosas (ambientes puebleri-nos y aldeanos), y que si bien abunda en algu-nos detalles, también hace resaltar el elemento dramático; con lo anterior no sólo consigue un nada despreciable valor estético, sino que gana en hondura humana.

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La sangre llegó hasta el río constituye un ejem-plo palpable del oficio narrativo de Luis Sandoval Godoy; es una novela de ficción literaria no despro-vista de ideología, pero que viene a constituir sin duda un valioso documento para el estudio regional de ese capítulo negro del devenir mexicano, que tan bien sabe aprovechar nuestro autor.

Luis Sandoval Godoy, como producto de sus indagaciones y con su fluida prosa, nos entrega una obra amena y no carente de reflexión epistemológi-ca sobre la historia contada y, pese a lo escabroso del tema y de las dificultades que conlleva su estudio, logra adentrarse a lo más recóndito de las motiva-ciones y convicciones de sus personajes.

El levantamiento armado, polémico y cuestio-nable, pero que sin embargo, abre un resquicio para el análisis, la reflexión y el debate. Hay quienes lo soslayan y eluden el cuestionar sobre su trascenden-cia y dan por hecho su liquidación sin aportar gran-des argumentos; antes que reflexionar optan por guardarlo en los anaqueles del olvido.

“…sería bueno que todos los combatientes fuéramos por aquellos lugares y haciendo bocina con las manos, les gritáramos a todos los que quedaron muertos, unos sepultados, otros no: hartazón de perros y de zopilotes; que fuéramos y los llamáramos, para juntar-los en un solo montón de carne y huesos, y en seguida hacer que se sentaran encima de toda esa carroña, los generales Quintero, Z. Martínez, Quiñones, Camacho, el coronel Irieta, para que vieran y sintieran cómo se remueve la carne de nuestros muertos, has-ta dónde alcanzó la inquina que tuvieron, el odio con que quisieron arrancarnos las cosas santas de nuestra fe, nuestras iglesias, nuestros sacerdotes, nuestras vírgenes.”

Cuando se lee un libro, uno busca disfru-tar, gozar de la historia, de los protagonistas, del argumento o los diálogos. Hay lecturas que nos producen un gozoso estado de ánimo, nos rela-jan y animan, nos entretienen y divierten; son re-latos o historias regocijantes que nos producen

satisfacción. La sangre llegó hasta el río es otra cosa, es algo más, es una obra que logra se-ducirnos de la misma manera en que lo ha-rían esas obras del espíritu. Desde las prime-ras páginas y, pese a lo trágico del asunto, o precisamente debido al mismo, como todas las buenas obras literarias, nos invita a seguir dis-frutando del placer de la lectura.

La sangre llegó hasta el río, como co-menta Julián Meza, puede ser disfrutado sin obligaciones o deberes impuestos; sin ser evi-dentemente un libro “extraordinario”, “sen-sacional” o “magnífico” que “hay que leer”, porque “es preciso leerlo” para estar informa-do o a la moda; es en cambio, un libro sencillo, ameno, que hay que saborear; una obra que provoca el disfrute de la lectura; que invita a leerlo y a ser releído por mero goce.

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Si se conoce el placer de la lectura y se está en contra de los atentados contra la literatura dis-frazados de deberes, propósitos didácticos, devo-ciones y supuestas virtudes, vale la pena leer La sangre llegó hasta el río que, sin ser chatarra o light, se puede disfrutar.

Otra cosa que resulta atractiva de esta nove-la es el empleo de un lenguaje claro, sencillo y direc-to. Se trata de una literatura en la que se tiene algo muy específico que decir, y se cuenta una historia de manera natural, sin complicaciones innecesarias y con un lenguaje cotidiano. Por ello, aunque está presentada como una recreación completamente ficcional de los hechos, a esta novela con sus imá-genes de dolor y denuncia la queremos leer como una crónica confiable, más verosímil que los rumo-res, los fragmentos periodísticos o las versiones ofi-ciales de lo ocurrido en esos escabrosos años.

A manera de colofón y como nos dice Lucero Lozano, que hay textos cuya literariedad la encontramos si analizamos lo que expresa la obra y la manera como lo dice. De ahí que la no-vela La sangre llegó hasta el río, del prolífico es-critor zacatecano Luis Sandoval Godoy, se inserte no sólo como un texto más que da cuenta de ese terrible conflicto que se llamó la “guerra criste-ra” y que llenó de sangre varios estados de nues-tro país; principalmente de Jalisco, Zacatecas, Colima, Guanajuato, Durango y Nayarit. La san-gre llegó hasta el río es una nada soslayable obra literaria si consideramos, entre otras cosas, cómo funciona el texto en sí mismo y cómo funciona relacionado con su contexto histórico social ac-tual. Y más ahora que se están conmemorando los 200 años de Independencia y 100 años de Revolución en México.

Con la reseña de esta obra se busca, una vez más, despertar el interés por la lectura y de-sarrollar el gusto por leer cosas que se escriben sobre nuestra región.

Colotlán, Jalisco, Invierno de 2010La sangre llegó hasta el río

Luis Sandoval Godoy Taller Editorial La casa

del Mago. 2008. 320 páginas.

Citas:

Sandoval Godoy, Luis, La sangre llegó hasta el río, 2008,

p.312.

Domínguez Michel, Christopher, Antología de la Narrativa

Mexicana del Siglo XX (México, FCE, 1989, p.51).

Aub, Max. (Vid: Guía de narradores de la Revolución

Mexicana, México, FCE, 1969, pp.54-55).

Del Campo, Xorge. Pueblos del viento norte, 3ª edición.

Amate editorial, 2008. p.19.

La Jornada semanal No 226, pág.4.

Zavala Lauro. La Jornada semanal. Crítico literario.

Sandoval Godoy, Luis, La sangre llegó hasta el río, 2008,

p. 237.

Del Campo, Xorge. Op.cit. p.20

Meza Julián. La Jornada semanal. Crítico literario.

Lozano, Lucero. Es especialista en análisis de textos

literarios.

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