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NIUKI 12

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Revista Cuatrimestral de Divulgación Académica y Cultural

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Presentación

Bolaños cuenta con una rica historia social, económica y cultural: la belleza natural de sus

paisajes que representan una de las áreas más importantes en materia de biodiversidad en el Estado de Jalisco; la presencia de minerales valio-sos y la instalación de grandes industrias mineras desde el siglo XVIII le dieron un dinamismo sin-gular a este municipio en la región, y las obras de arquitectura colonial, producto del auge minero, generaron una gran expectativa cuando se dio a conocer que este número 12 de la revista Niuki sería dedicado a precisamente a esta localidad.

La integración de los trabajos no fue tarea fácil para Francisco Vázquez, editor de la revista, quien aún y cuando realizó una difícil tarea de selección de trabajos, no logró evitar que esta edición se fuera casi al doble de páginas en rela-ción a los números anteriores, debido principal-mente a lo atractivo que presentaban cada uno de los artículos. Basta con señalar, que los pro-blemas y dificultades que tuvo que enfrentar el editor para la integración de esta edición, sólo puede ser compensado con el placer que se ob-tiene de disfrutar tanto del proceso de elabora-ción, como del producto final, que es este buen número.

En las siguientes páginas usted encontra-rá una variedad de textos que recorren la historia bolañense de los siglos XVIII, XIX y XX; el balan-ce entre el conocimiento de los autores forjados en la academia y los amantes y entusiastas de la historia propia, y se ofrece la ficha de 19 sitios

históricos acompañados de buenas fotografías, además de un mapa que servirá a los habitantes como a los turistas.

Comenzamos con el poema “Los llorosos juntos” del padre Alfredo R. Placencia y un texto inédito del padre Nicolás Valdés Huerta. En la lis-ta de académicos están David Carbajal, Estrellita García, Cuauhtémoc De Regil, Paulina Ultreras y Javier Ramírez Romo; entre los locales, Brenda Sánchez, René Ríos, Luis Alonso Martínez, José Luis Rodríguez, Jesús Becerra, Alfonso Lozano, y los periodistas Agustín del Castillo y Antonio Arteaga. Nos complace la colaboración del ami-go de Niuki, Luis Sandoval Godoy, y el rescate de un texto histórico del inglés George Francis Lyon.

Una vez concluida la publicación de este número, al igual que las personas que nos ma-nifestaron su ansiedad por conocer el producto del número 12 de Niuki, el Centro Universitario del Norte espera, con la misma expectativa, la respuesta y comentarios de los lectores asiduos, el enriquecimiento que harán de ella los críticos permanentes y en general el recibimiento que tendrá entre la población del Norte de Jalisco, así como todos aquellos quienes desde distintas lo-calidades se han interesado periódicamente por la lectura de esta revista.

Maestro José Alberto Becerra SantiagoRector del Centro Universitario del Norte

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Doctor Marco Antonio Cortés GuardadoRector General

Doctor Miguel Ángel Navarro NavarroVicerrector Ejecutivo

Licenciado José Alfredo Peña RamosSecretario General

Maestro José Alberto Becerra SantiagoRector

Maestro José de Jesús Quintana ContrerasSecretario Académico

Maestro Alejandro González MejíaSecretario Administrativo

Maestro Gabriel Pacheco SalvadorDirector de la División de Cultura y Sociedad

Maestro Francisco Javier Romero MenaDirector de la División de Ciencia y Tecnología

Editor / Licenciado Francisco Vázquez MendozaComité Editorial / Maestro José Alberto Becerra

Santiago, Licenciado Pablo González García, Maestro José Alberto Castellanos Gutiérrez, Maestro José Claudio

Carrillo Navarro, Doctora Ma. Teresa Prieto Quezada,Licenciado Francisco Vázquez Mendoza

Enero / Abril de 2011

Diseño y Formación

Raúl González

[email protected]

Niuki / Revista cuatrimestral de divulgación académica y cultural.

Centro Universitario del Norte. Kilómetro 191, carretera federal número 23.

Santiago Tlaltelolco, Colotlán. Jalisco. México.

Teléfonos [499] 992 1333 / 992 0110 / 992 2467

www.cunorte.udg.mx

[email protected]

ISSN: 1870-9613

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91 / Hasta Bolaños, agalope gozado

Luis Sandoval

97 / La minería gambusinaen Bolaños

René Ríos

99 / La fiel guardianadel archivo histórico

Luis Alonso Martínezy José Luis Rodríguez

103 / Volver (a vivir) el pasadoKatya González, Alfonso Lozano

y Francisco Vázquez

111 / La última bonanza. Entrevista con Héctor Dávila

Francisco Vázquez

119 / De oficio perforista. En las entrañas de la mina

Luis Alonso Martínez

123 / Anécdotas de BolañosJ. Jesús Becerra

127 / Cerro del Gallo, la montañadel reino de la plata

Agustín Del Castillo

133 / La Cristiada en el Cañónde Bolaños. I parte

Antonio Arteaga

137 / La Cristiada en el Cañónde Bolaños. II parte

Antonio Arteaga

143 / La bonanza mineraen 248 páginas

Javier Ramírez

7 / "Los llorosos juntos"Alfredo R. Placencia

9 / Sucesos más notablesen el Bolaños Colonial

Nicolás Valdés

23 / El Real de Bolaños:actividad minera y dinámica

demográfica, 1740-1848David Carbajal

35 / Bolaños, realde minas de occidente

Estrellita Gacía

41 / Bolaños: ciudad y territorio,descripción de una joya olvidada

Cuauhtémoc De Regil

53 / La Playa: barrio minero del Real de Bolaños

Paulina Ultreras

59 / El templo de La PlayaBrenda Sánchez

63 / Diario de viaje por Bolaños, 1826George Francis Lyon

81 / El Camino Real a Bolaños,un testimonio excepcional

Cuauhtémoc De Regil

87 / El emporio Bradburyestuvo en Bolaños

Francisco Vázquez

La fotografía de la portada muestra un detalle del interior del convento; es de Francisco

Vázquez. La foto de estas páginas es de Raúl González Fregoso.

Agradecemos a todas las personas que colaboraron con imágenes:

Marie-Fred Dupré, archivo de Minas y Minerales Mexicanas, Petra Ramírez, Alfonso Lozano,

Marco Aurelio Vargas, Antonio Arteaga, Armando Guzmán, Raúl González

y Francisco Vázquez.

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* Tomado de Bolaños, ciudad colonial, de Nicolás Valdés Huerta. 3ª ed. Universidad de Guadalajara / H. Ayuntamiento Constitucional de Colotlán. Guadalajara, 2000.

El español Toribio de Bolaños descubrió la veta en la que se asientan las minas de Bolaños en 1548. Era encomendero de Tlaltenango.

Cortesía de Francisco Vázquez

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"LOS LLOROSOS JUNTOS"*

¡Oh Bolaños, la digna de los siete doctores,

mientras fuiste potente! La de los siete buenos,

cuando los tiempos malos te arrastraron a menos.

¡Oh Bolaños! La urbe de las tapias caídas

que, en tiempo de los reyes, fueron de cal y canto,

y que ahora se acuestan, para que así, dormidas,

vayan los alacranes a beber tu quebranto,

el quebranto sin nombre de las grandezas idas.

¿Cuando volveré a verte? Si Dios hace la yunta,

como dicen los pobres, y ella sola se junta,

tiempo es ya de juntarnos. Tu abandono y el mío

tengan un solo lloro y hagan nomás un río.

− − − − − − − − − −

"Me olvidaron los reyes, fuéronse los doctores,

recogieron sus cosas los Hermanos Menores

y acabó por dejarme hasta el buen fraile Loera"

“Vida azarosa y errabunda, hogar vacío, dolencia continua (…) Era el soñador de lo imposible (…) El poeta del dolor”, dice el presbítero José R. Ramírez en el libro Alfredo R. Placencia. El poeta del dolor. Por su parte, Gabriel Zaid (Letras Libres, agosto 2000) cita el dicho de que era alcohólico, como su madre, recuerda sus imprudencias, sus amoríos y el hijo que procreó, cosas que impacientaron al arzobispo Francisco Orozco y Jiménez. “Su inocencia mundana y su vehemencia espiritual no le ayudaron para entenderse con sus feligreses ni con sus superiores”. Dice Zaid que su poema “Ciego Dios” es digno de ser parte de una antología universal sobre la crucificción. Los escritores Alfonso Gutiérrez Hermosillo y Ernesto Flores también han estudiado la obra del padre Plascencia.

Alfredo R. Placencia tuvo una brevísima estancia en Bolaños en 1903; mes y medio, apenas. “Ahí encontró soledad y ruinas”, dice José R. Ramírez. En ese lapso, el padre Placencia escribió el poema con el que damos inicio al número 12 de Niuki.

Alfredo R. PlacenciaSacerdote y poeta

(Jalostotitlán, 1875 - Guadalajara, 1930)

Toda su producción poética coincide con su vida sacerdotal: de 1899 a 1930.Fue un niño soñador y pobre en lo

material, lo que reprodujo después en su vida sacerdotal, que fue un peregrinar por

muchos pueblos a donde fue destinado por la jerarquía.

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La iglesia antigua y al fondo el cerro característico de este viejo Real minero.

Cortesía de Francisco Vázquez

Nicolás ValdésSacerdote. Nació en Totatiche en 1907. Párroco de Bolaños de 1944 a 1953. Autor de Bolaños, ciudad colonial e Historia de Villa Guerrero, tomo I y II. El presente texto, hasta ahora inédito, viene a completar su trabajo sobre Bolaños. Murió en 1982

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1530. Por ser Bolaños retoño de Tepec, la raíz his-tórica es la misma, y esta, por lo que respecta al tiempo Colonial, parte de un hecho espectacular nunca antes visto: la presencia de los españoles. Admiración, asombro, espanto debieron ser las impresiones sucesivas, así de los individuos como de la multitud que contempló su pasada por Tepec, Chimaltitán, Pochotitán, Mamatla... "El sol arrancaba reflejos cenicientos a corazas, es-cudos y capacetes de acero —dice López Portillo y Weber describiendo el ejército de Nuño de Guzmán, del cual el de Peralmíndez Chirinos era parte—. Destellos deslumbrantes a los hierros agudos de las lanzas, visos bermejos a los cas-cos y petos de cuero (...) golpear de pezuñas (...) piafar de caballos, vibrantes choques de hierro contra hierro, salvajes ululaciones de los indios" auxiliares. Cada jinete con su "lanza, espada, pu-ñal, celada, barbote y coraza o coselete"; cada uno de los de a pie "lanza, pica, espada, ballesta o escopeta, rodela, casquete o celada y armas defensivas de adherencia al cuerpo". La tropa in-dia usando los vestidos del Anáhuac y en las ma-nos los dentados "macuahuitl" y los "chimalli". "Por todas partes vienen envueltos sus cuerpos, solamente aparecen sus caras", escribió el cro-nista de Moctezuma. "Son blancos, son como si

Nicolás Valdés Huerta

fueran de cal. Tienen el cabello amarillo, aunque algunos lo tienen negro. Larga es su barba, tam-bién amarilla; el bigote también tienen amarillo. Son de pelo crespo fino, un poco encarrujado (...) Los soportan en sus lomos unos como vena-dos. Tan altos están como los techos".

1540. Hacia fines. La matanza ordenada por Francisco Vázquez Coronado "en San Sebastián de Evora, delante de Culiacán", puso el colmo a los incontables agravios hechos por Nuño Beltrán de Guzmán y los encomenderos a los pueblos indígenas situados al norte del Río Santiago, en el Reino de la Nueva Galicia. Los nahuales de los pueblos peyoteros del norte capitalizaron la exasperación de las poblaciones para provocar una guerra anticristiana, antes que antiespa-ñola. Fundamentalmente, los nahuales eran los sacerdotes del paganismo "agrupados en una Hermandad o Sociedad Secreta, viejísima y pode-rosa", que abarcaba a todos los pueblos nahuas. "El nombre basta para indicar la afinidad racial". Hacía diez años que una religión monoteísta, el Cristianismo, los iba desplazando y ahora se les presentaba la oportunidad de recuperar sus po-sesiones y afianzarlas de una vez por todas. La primera chispa del gran incendio se produjo en

Sucesos más notablesen el Bolaños Colonial

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Tlaxicoringa, en el valle de Huazamota, en te-rritorio del hoy estado de Durango, en la falda del Cerro Gordo, en región peyotera. De allí se propagó a los zacatecos y, por la sierra de Nayarit, a los tepecanos. Y "estando los indios de Taltenango de la dicha provincia, ques más de sesenta leguas de compostela, muy quietos y sosegados y auiendo asentado monasterio de religiosos franciscos en suchipila, vinieron unos yndios de la serranía de tepeque y zacatecas a ciertos pueblos que confinan con taltenango, que se llaman quitlan y hueli y coltlan y tepeque, con la habla del diablo que ellos llaman 'tlátol', y llegaron a taltenango donde juntaron los se-ñores y principales y maceguales dél, a los que les hablaron diziendoles ~ "Somos mensajeros de Tecoroli. El va a venir en busca vuestra, acom-pañado de vuestros antepasados a quienes ha resucitado; os va a hacer saber que en él debéis creer y no en Dios, so pena de no poder ver ya la luz y ser devorados por las fieras. Los que crean en él y renuncien a las enseñanzas de los frailes para seguirle, no sufrirán, no morirán jamás, vol-verán a ser jóvenes, podrán tener todas las muje-res que quieran y no una sola, como les mandan los frailes; y aunque sean viejos, podrán engen-drar hijos; el que se contente con una sola mujer, morirá inmediatamente. Entonces Tecoroli irá a Guadalajara, a Jalisco, a Michoacán, a México, a Guatemala y por todos los lugares donde haya

cristianos de España, y los matará a todos. Una vez acabados ellos, volverá a su casa y vosotros viviréis felices con vuestros antepasados, sin sa-ber qué es trabajo y dolor". En Navidad se pro-dujo el incendio general.

1541. Con intensidad cada vez mayor, la guerra siguió su curso durante el año. En septiembre, indios de todas las procedencias ya dichas con-fluyeron multitudinariamente sobre Guadalajara. Cristóbal de Oñate, teniente general del Gober-nador, los venció y puso en fuga con manifiesto auxilio del Cielo. En noviembre llegó de México con un gran ejército el virrey Mendoza, pues toda La Cazcana era un mar embravecido. Junto con Oñate fue desalojando a los indios de todos sus peñoles. El último fue el Cerro del Miztón, en jurisdicción de Juchipila: por miles murieron, por miles se dispersaron, pero por miles se que-daron resueltos a morir, si no lograban vencer. Fray Antonio de Segovia, su apóstol, decidió ju-gar el todo por el todo: salvar la vida de sus hijos bajándolos de paz, o perder su propia vida en manos de ellos. Esto era lo que temía el Virrey, por lo que negó cuanto pudo el permiso para que subiera. Y Fray Antonio subió llevando sobre el pecho la imagen de la Limpia Concepción, su compañera inseparable desde hacía diez años. Y la Virgen comenzó en lo alto del Miztón la larga serie de milagros hechos por medio de su

Iglesia Vieja “Sangre de Cristo” (En la página 8)

Edificio inconcluso con decoraciones barrocas en la sacristía, de enormes óculos mixtilíneos con decoraciones fantásticas. Su construcción inicia en 1739 por el arquitecto José Clemente Lizarde, por donación del minero Pedro Álvarez Cantón.

Las naves laterales y las torres se hicieron en 1755 y el 6 de noviembre de 1774 su estructura se quebrantó a causa de un temblor, pero se siguió dando el culto hasta noviembre de 1794, que se trasladó al Santuario Guadalupano. Se desconoce por qué nunca se terminó la construcción.

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sagrada imagen que ahora llamamos Nuestra Señora de Zapopan: mientras Fray Antonio ha-blaba, la Virgen hacía que de su imagen salieran llamas y resplandores que asombraron y conmo-vieron a los indios, obligándolos a entregarse de paz o a renunciar a la guerra yéndose a sus pue-blos. Desde entonces, Fray Antonio llamaba a la Virgen en esta imagen La Pacificadora. Fue la verdadera y definitiva Triunfadora en esta guerra que había promovido el Diablo su Enemigo.

1542. Fray Antonio de Segovia, superior de los franciscanos en Jalisco, encomendó a Fray Miguel de Bolonia la recristianización o cristia-nizacion de los pueblos que intervinieron en la Guerra del Miztón, fijándole como centro de ac-tividades el convento de Juchipila.

"Y desde este pueblo de Juchipila admi-nistraba más de cincuenta leguas de largo y cua-renta de ancho a todos los indios que en ella se contenían, andando siempre a pie con un bor-dón en la mano y un poco de maíz tostado para comer, que este era el mayor regalo que usaba para el sustento de su trabajado cuerpo. Porque de allí iba a Nochistlán, Jalostotitlán, Teocaltech y todas aquellas provincias, y volvía por Jalpa, El Teúl, Tlaltenango, sierra de Tepec, hasta llegar a Zacatecas, en cuya demarcación había infinitos pueblos y gentes. Y de allí daba otra vez la vuel-ta a Juchipila para acudir a la manutención de aquellos indios, y cobrar aliento para volver a sa-lir por otra parte; que en aquel tiempo, por ser pocos, los religiosos tenían siempre este conti-nuo trabajo".

1548. El español Toribio de Bolaños descu-brió la veta en que se asientan las minas de Tepec, Bolaños y La Playa. Era encomendero de Tlaltenango y participó en la Guerra el Miztón. Tenía su casa en Guadalajara, pero él residía en "Tepeque", como lo declaró en 1550.

1549 - 1550. Durante un año, el primer Obispo de Guadalajara, don Pedro Gómez Maraver, mi-sionó en toda su diócesis y nominalmente en la

sierra de Tepec. Así lo hace saber al rey en carta de fines del segundo año indicado.

1550 o poco después. Tepec declarado Real yMinas de Tepec y elevado a la categoría de alcal-día mayor.

1561. Los pueblos tepecanos, al mando de Chapulli, entran a la Guerra Chichimeca en que tomaron parte todas las razas indias situadas al norte del Lerma y del Santiago, excepto los caz-canes. Guerra sostenida por casi todo el resto del siglo.

1589. Como principio de la paz concertada entre ambos bandos, se establece en Colotlán un pre-sidio militar y un convento de franciscanos. De allí salían y allí volvían los nuevos misioneros de los pueblos tepecanos.

1591. Arribó "a Colotlán, cerca de los hostiles guerreros tepeques de las sierras occidentales", un grupo numeroso de tlaxcaltecas, parte de las cuatrocientas familias que de Tlaxcala trasladó al norte el Virrey Velasco II distribuyéndolas en va-rios "pueblos chichimecas", a fin de que estos tuvieran vecindad con gente política y de buen ejemplo y dechado para vivir cristianamente (…) Que de esta suerte se iría "industriando gente tan inculta" porque con la ropa que nacen con esa se abrigan todo el discurso de su vida, y nin-guna cosa alcanzan para comer que no sea todo por punta de arco y flecha.

1592. Sublevación de los indios tepecanos y los de San Andrés del Teúl. En la pacificación inter-vino con feliz éxito Fray Francisco Santos, guar-dián del convento de Colotlán. Lo acompañaban seis soldados, pero los jefes rebeldes le pidieron a distancia que se acercara él solo y ellos, por su parte, dejaron sus arcos y sus flechas para cele-brar la entrevista.

1616. La misma razón que hubo para fun-dar convento en Colotlán, lado oriente de los

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El templo es usado

cotidianamente. Como no tiene techo, el altar y

el área de bancas se encuentran cubiertas por una lona. En

el atrio está un cementerio.

Cortesía de Raúl González

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pueblos tepecanos, valió para la fundación de convento en Chimaltitán, lado poniente de los mismos. Además, con ello se dividía el trabajo acortando las distancias.

Asimismo, debió pesar en la resolución la

exigencia de los mineros de Tepec, recién vuel-tos a sus actividades, para que se les asistiera espiritualmente.

1650 o después. Por este tiempo Tepec fue

Templo de Tepec

Dedicado a San Antonio de Padua. Se hallaba en construcción a fines del siglo XVIII. Fachada de estilo churrigueresco depurado.

Escribió el padre Valdés: “Es de tan buen gusto dentro de su estilo, que una de dos: o es copia de algún modelo de ciudad importante durante el coloniaje español; o es obra de algún minero de los que dirigían las galerías y tiros de las minas. Personas muy preparadas”.

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creado parroquia del clero diocesano. Hasta en-tonces la población minera había estado aten-dida por los franciscanos de Chimaltitán. Consta por documentos de 1620 y 1650.

1676. Muerto el último párroco de Tepec, Lic. D. Pedro de la Parra, el Obispo de Guadalajara no nombró otro, señal clara de que la parroquia ya era incongrua por el decaimiento de las mi-nas, y la encargó en espera de mejores tiempos al cura doctrinero de Chimaltitán. "En estos años de 1677 y 1678 era dueño de las minas y ha-ciendas de beneficio de Tepec el Cap. D. Juan Escobedo, y era su administrador y azoguero D. Nicolás Báez de Sampayo" y esta es la última no-ticia que tenemos de Tepec minero.

1702. Es de creerse que el fin de la negociación minera en Tepec se produjo por la sublevación de los pueblos tepecanos y sus adyacentes pues se sabe que esta "causó graves trastornos en la producción y tranquilidad de los reales de minas de Zacatecas". Los nombres de los pueblos su-blevados los conocemos de una manera oficial por la carta que el virrey−arzobispo Don Juan de Ortega y Montañés dirigió, el 9 de septiembre, a los "gobernadores, alcaldes, regidores, algua-ciles mayores y demás oficios de Justicia, ancia-nos caciques, principales y demás hijos de los pueblos de San Pedro Nóstique, Santa Catarina Cuescomatitán, San Andrés, Ocotán, San Sebastián, San Luis Colotlán, Sollatitán, Tochopa, Santiago, Camotán, Aposolco, Mamata, San Miguel Pochotitán, Chimaltitán, San Gaspar de Huilacatitán, San Lorenzo de Asqueltán, Tepisuaque, Coquasco, Acaspulco, Espíritu Santo de Temastián y Mesquitique". (No se menciona a Totatiche).

Le habían escrito el 8 de agosto y enviado la carta por conducto del Conde Santa Rosa Don Juan Bravo de Medrano, Teniente de Capitán General, a quien también escribieron "llamán-dolo para vuestra protección y amparo por lo su-cedido en el pueblo de Colotlán con el Capitán Protector Mateo de Silva y el indio Lucas, cuyas

vejaciones, significais, os obligaron a castigar por no sufrirlas ni tolerarlas…".

La rebelión continuó: en 1704 pusieron sitio a Tlaltenango, lugar donde se habían con-centrado los españoles de Colotlán y segura-mente de otras partes. El indio Calderilla, fiel al bando español, los obligó a huir, el Conde de Santa Rosa los persiguió hasta las montañas de Nayarit, y allí acabó la sublevación.

1708. A principios del año, tres indios de Chimaltitán descubrieron una mina en El Carri-zal, y la denunciaron en Zacatecas.

1709. Con fecha 9 de junio ordenó el rey que se fundara un real de minas donde se había descubierto la nueva veta. La nueva población se llamó Real y Minas de Santa Rosa María de Alburquerque, en honor del Conde de Santa Rosa y del virrey Alburquerque, que habían he-cho las diligencias. Los naturales de Pochotitán pleitearon largamente con los españoles por las tierras que les invadieron. Pronto, sin poder precisar el año, Santa Rosa fue curato del clero Diocesano.

1730. Nacimiento de Bolaños. "Don Joseph de Lomas, oriundo de estos reinos", abrió la mina El Socavón, situada al pie de la loma de Guadalupe, a la orilla del río, entre Bolaños y La Playa. Para 1753, fecha del Informe de los mineros de Bolaños al rey, estaba "yerma y despoblada". Primera llamada.

1736. Un indio, un Nicolás Gutiérrez, trabajó una nueva mina en sociedad con un cocinero ge-novés. "El nuevo descubrimiento pronto atrajo a mineros más experimentados".Segunda llamada.

1739. Navidad. Formal iniciación de la vida social religiosa. Para la administración se abrieron libros de bautismos, matrimonios y entierros. Los da-tos de los que se casan revelan que la afluencia de gentes se intensificó a partir de 1736. Desde

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1739 hasta enero de 1753, la administración la llevaron los franciscanos de Chimaltitán. Fray Juan Aguilar firma las primeras actas de los li-bros. Fue consiguientemente el primer capellán.

1740. A su vez, también la autoridad civil acudió a la urgencia de autoridad; el alcalde mayor de Jerez, Don Miguel de Morán y Mendoza, nom-bró como su teniente general a Don Antonio de Erauso y Azaña. Él y sus sucesores databan sus despachos "en el Real y Minas de Tepeque". Esto hasta marzo de 1752. En los documentos oficia-les no aparecía Bolaños.

1741, julio 14. En vista de los autos y de las me-didas asentadas en el título extendido a los natu-rales del pueblo de San Miguel de Pochotitán, el Juzgado Privativo de Tierras y Baldíos de la Real Audiencia de Guadalajara proveyó, con esta fe-cha, un auto por el cual manda que el Br. Nicolás García de la Vera, dueño de la hacienda de bene-ficiar plata extraída de las minas de Santa Rosa y poseedor de las tierras de Tastain, al sur de la ha-cienda, en que pasta sus muladas, y otros mine-ros, que de tiempo atrás y sin reclamación de los naturales poseían otras tierras, como la hacienda de beneficio de Gavilanes, conocida con el nom-bre de El Carrizal, paguen como arrendamiento a dichos naturales cierta cantidad. El reconoci-miento y medida de las tierras fueron efectuados por el Capitán de la Frontera de Colotlán, Don Juan Antonio Romualdo Fernández de Córdova, acompañado de don Tomás Macías Valadez, que tenía casa en el Arroyo del Zopilote, al poniente de Pochotitán, y los testigos de asistencia Diego de Guadarrama y Juan Bautista de Rada. La ha-cienda del bachiller se convirtió con el tiempo en el actual San Martín de Bolaños.

1748. Año de la tercera llamada. Llamada repi-cada. Primero la mina Barranco, que su descu-bridor, Juan Francisco Barranco registró con el nombre de Nuestra Señora de Zapopan. Luego, para el repique general, la misma y sus tres her-manas, La Perla, La Castellana y La Montañesa.

Las cuatro en la loma de Guadalupe, ya cono-cida. "La estadía de los primeros años de Juan Francisco Barranco en Bolaños fue penosa y mi-serable, lo mismo que para su hermano Mateo. Juan Francisco gozó del primer gran panino tan sólo un año, y su hermano apenas cuatro. José Joaquín (hijo de Mateo) fue el heredero múltiple y real de la familia Barranco, disfrutó durante ocho años la riqueza de la mina y llegó a ser el miem-bro más influyente de la familia en el Real, du-rante los primeros años de su establecimiento".

1751. Para que el naciente real tuviera atención espiritual del clero diocesano, como era cos-tumbre, fue erigido el curato de La Playa, y de él tomó posesión el Lic. Miguel de Carmona y Godoy, el 20 de marzo.

1752, marzo 21. "En el Real y Minas de San Antonio de Tepec y Bolaños, yo, Don Juan Rodríguez Landeros, Teniente General de este dicho Real y sus agregados por el Señor Don Francisco Antonio de la Cuesta Reguera, Alcalde Mayor por el Rey Nuestro Señor las Villas de la Purificación Real y Minas de Fresnillo la de Jerez, Valle de Tlaltenango y esta Sierra…". Por fin, aunque fuera como apéndice de Tepec, Bolaños adquirió carácter oficial. "El 1º de abril de ese mismo año, el virrey hizo uso de sus fa-cultades y ordenó el establecimiento de la Caja Real de Hacienda, nombrando como tesorero a don Pedro Toral Valdés, y como contador a don Fernando González del Campillo".

1753, marzo 1º. Como cura propio, el Dr. D. Basilio Ramos Jiménez tomó posesión del recién erigido curato de Bolaños, suprimido y anexado el de La Playa.

1753, marzo 8. "En el Real y Minas de Bolaños, ante mí Don Joaquín Padilla, Comisario por Su Alteza la Real Audiencia de este Reino…".

Dos cosas llaman la atención: que Tepec ha sido desplazado dejando de ser real, y la lu-cha entre el virrey y la Audiencia de Guadalajara

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En la iglesia también se venera a “Nuestro Padre Jesús”. Según la historia oral, la imagen llegó a Bolaños en una mula al amanecer de hace más de 200 años. La fiesta es el 6 de agosto.

Cortesía de Francisco Vázquez

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por la jurisdicción sobre Bolaños. Esta será la ver-dadera causa del entorpecimiento en el desarro-llo del Mineral y de la ciudad, y de su temprana ruina.

"La crecida corriente del río, en tiempo de aguas (...) causó la ruina de la mayor parte de las casas y de las haciendas de moler meta-les situadas en el puesto de La Playa, siguiéndo-se de esto aún mayor mal por haberse aguado las minas, impidiéndose su beneficio y labor, con

notable detrimento de los reales intereses y per-juicio de los mineros". Es reclamación del virrey.

1754, julio 1º. Primera Visita Pastoral a Bolaños. La hizo el señor Obispo de Guadalajara, Fray Francisco de San Buenaventura Martínez de Tejada. "Habiendo llegado el día de ayer a este Real, en prosecución de su General Visita, hoy día de la fecha, como a las nueve de la ma-ñana, pasó a la iglesia parroquial y, a la puerta

Santuario Guadalupano

La fachada es de arquitectura barroca, con una esbelta torre de graciosas proporciones que se eleva como especie de faro de la población.

Es una donación de Antonio de Vivanco en 1780. Inicialmente guadalupano, está dedicado al señor San José, patrono desde el primero de marzo de 1753.

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El DIF Municipal ocupa la planta

baja y el resto del edificio es la

Casa Huichol.

Cortesía de Raúl González

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de ella, fue recibido por el Doctor Don Basilio Ramos Jiménez, cura propio de esta feligresía, en la forma y con la solemnidad que previene el Ritual Romano, y asistencia del Señor Lic. Don Miguel Carmona y Godoy, vicario juez eclesiás-tico de este Real; asimismo, de Don Joseph de la Torre, Teniente de Alcalde Mayor de esta dicha jurisdicción, Oficiales Reales de la Real Hacienda y Caja, y demás concurso de vecinos principales españoles y de más calidades ...".

1754, julio 3. Comienza a ejercer en Bolaños su profesión Don José de Saucedo y Aguiar, "escri-bano Real Público de Real Hacienda, minas y re-gistros y de Cabildos, en el caso de erigirse este Real en Villa o Ciudad".

1754, noviembre 7. Decreto del virrey Don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, se-gundo Conde de Revillagigedo, estableciendo el Corregimiento de Bolaños, al que asigna como territorio cinco leguas por cada viento,

declarándolo "exento y separado de la jurisdic-ción del alcalde mayor de la Villa de Jerez, y su-jeto inmediatamente a mi Superior Gobierno y de los Virreyes mis sucesores, y consiguien-temente exento y separado del Gobierno de la Nueva Galicia y de la jurisdicción de la refe-rida Audiencia en todo lo concerniente a Real Hacienda, Gobierno Militar, político y econó-mico, su establecimiento, obras públicas, admi-nistración de sus rentas y propios, señalamiento de ellos, Abastos, Pósito y Alhóndiga, nombra-miento de jueces y oficios públicos, erección y fábrica de iglesia o iglesias, hospitales y otro cualquier lugar pío, descubrimiento de minas, sus denuncias, medidas y todo lo anejo y depen-diente de esto... Elijo y nombro por Corregidor a Don Diego de Gorospe y Padilla. Al cual con-cede todas las facultades, privilegios y exencio-nes posibles."

Por testimonio del virrey en el decreto sa-bemos que este año Bolaños contaba ya con 12 mil habitantes.

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1755, enero 8. En el Real y Minas de Bolaños… "El señor Lic. Don Diego José de Gorospe Irala y Padilla, Abogado de la Real Audiencia de México, Teniente de Capitán General del Excelentísimo Señor Virrey de estos Reinos y Corregidor de este Real y demás términos de su jurisdicción". ¿Cuándo llegó? ¿Cómo se festejó la creación del Corregimiento? ¿En qué fecha se cumplió con lo dispuesto por el Virrey? "Y doy comisión a los Oficiales Reales de las referidas Cajas de Bolaños para que, midiendo desde la plaza del lugar las cinco leguas por cada viento y amojonando los términos, entren en posesión al mencionado Don Diego, del oficio y cargo de Corregidor". No conforme con el territorio concedido… Revillagigedo agregó a la jurisdic-ción del corregimiento los reales de Santa Rosa y Santo Tomás que estaban emplazados fuera del área de las cinco leguas. En la misma cédula se ordenaba que, una vez vacante el puesto de Capitán Protector de Nayarit, que era fronte-rizo a Bolaños, se suprimiera y fuera agregado al corregimiento.

1756, Septiembre 16. "Si ahorra mi Real Hacienda este salario, quedaría establecido un gran corregimiento para que pueda premiar el mérito de algún oficial o de otra persona benemé-rita, y más si se establece que los indios tributen

como los demás de América, y que los misione-ros se pongan en curatos, por ser ya tiempo de que así se ejecute". Es el rey el que habla apro-bando todo lo hecho por Revillagigedo, menos la separación de la jurisdicción de Guadalajara, "por estar prohibido por las leyes y por los daños irreparables".

1758. Mayo. Incendio de las minas. Agustín Benítez, sucesor de Gorospe en el corregimiento informó al virrey, y este al rey. Como no se le da mayor importancia, se supone que no causó da-ños considerables.

1760 julio 21. El corregidor informa al virrey queel número actual de habitantes es de 16 mil. Clara prueba de la afluencia de trabajadores mi-neros del norte. Sin embargo, por la riqueza de las minas y la abundancia de las aguas, se suscita-ron tales desavenencias entre los dueños, desde el acuerdo que impuso el Superior Gobierno para el desagüe general, que para fines de 1760 el clamor de autoridades y mineros se unificó en torno al rumor "¡Bolaños se acaba!". Lo de las riquezas se aprecia por lo escrito por el Lic. Pérez Verdía en su Historia Particular del Estado de Jalisco: "…Se ha dicho que por los años de 1755 a 1760 tres minerales sostenían con su riqueza a la Nueva España: el de La Iguana en Nuevo León,

Casa Cural o Casa de Tomás De Fabeiro

Entre los valiosos monumentos de arquitectura civil privada se puede citar la Casa Cural o el Curato, cuya fachada muestra la tipología de la época con grandes gárgolas zoomorfas que salen de la planta alta; en la planta baja es interesante ver el entrepiso de vigas de madera y tejamanil tejido en petatillo y unos capialzados en forma de concha característicos de la época Colonial.

Esta casa era de Tomás de Fabeiro, quien a fines del siglo XVIII murió con una deuda de dos mil pesos a la Hermandad del Santísimo Sacramento, por ello la finca sirvió de curato o casa sacerdotal.

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el del Real del Monte en Pachuca y el de Bolaños en la Galicia".

En cuanto a las desavenencias: "En el trienio del corregidor Benítez (1757 - 1760) se organizó la cooperación de los mineros dueños del desagüe general con resultados finalmente desastrosos; se metieron 30,000 'maderos' al in-terior de las minas, y trabajaron, bajo la presión personal del corregidor, más de tres mil 'forza-dos', recogidos de los pueblos indígenas aleda-ños al Real".

1771 - 1786. Estancia en Bolaños de Don Antonio de Vivanco. Aunque menos conocido que José de la Borda o el Conde de Regla, Vivanco es me-morable dentro del selecto grupo de empresa-rios que promovieron el auge de la minería en la octava década. Fue de los que aprendieron la lección de que el éxito minero, aparte del descu-brimiento de la mina, radica en una constante y fuerte inversión de capital. De él ya queda di-cho lo más indispensable; sólo falta añadir que, siendo como es benemérito de Bolaños, éste le debe una placa que lo recuerde.

1773. Los lugares habitados que en esta fecha tenía el corregimiento de Bolaños aparecen en un mapa de cuarenta y dos por treinta y un cen-tímetros enviado a España por el corregidor don Francisco de Villaseñor Acuña: BOLAÑOS, con Tepec, la Hacienda del Marqués del Castillo de Ayza y La Playa. CHIMALTITAN, con La Salada, El Limón, El Sauz Seco, pueblo de Cocoasco, Carboneras, Real de Minas de Borrotes, pue-blo de Güilacatitán, Aguamilpa, El Astillero, El Rincón y las Canoas, rancho de don Miguel de Santiago, La Pinta y pueblo de Pochotitán. SANTA ROSA, con El Carrizal y haciendas de Ulloa, población de San Martín, El Limón, El Platanar, El Zopilote y Real y Minas de Santo Tomás. En el mapa se puede precisar la situación de Santa Rosa: al poniente del Carrizal, cerro de por medio; y la de Santo Tomás: al noroeste del Platanar, también cerro de por medio. Ambos desaparecieron.

1780 - 1791. Años sembrados de calamidades. Desbordamientos del río: 1780, 1781 (el princi-pal), 1783 y 1791; carencia de lluvias y hambre: 1785 y 1786; gran incendio de las minas: 1787.

1783, agosto 22. Con motivo de un pleito so-bre jurisdicción en Nueva Galicia, el virrey de Nueva España, don Matías de Gálvez (1783-1784) mandó que se hiciera una información so-bre las Fronteras de San Luis de Colotlán. "Juzgo —dice al gobernador Sánchez Pareja— que po-drá Vuestra Señoría tener conocimiento de las circunstancias de aquellos Pueblos, su situación, costumbres y número de sus gentes, ocupacio-nes y ejercicios (...) la forma de Gobierno que convenga establecer en las indicadas Fronteras: Si restablecer el empleo de Capitán Protector, como antes estaba, con las cualidades de Justicia y Gobierno Político y Militar, o encomendarlo siempre a sujetos de esta Clase con el Título de Comandantes, o conferir estos cargos a distin-tas personas; en qué modo; los arbitrios que se puedan tomar para estos establecimientos y todo lo demás que se ofrezca a Vuestra Señoría sobre tan grave materia". Los informantes "a don Antonio Vivanco, último Capitán Protector de Colotlán, le tributan respeto y reconocen sus méritos de gobernador" ~ Entre los informantes figuran don Antonio Canal y el Cap. Don Pedro Antonio Trelles Villa de Moros, cura y corregidor, respectivamente, de Bolaños. "Las fronteras de San Luis de Colotlán se fundaron en tiempo de don Luis de Velasco, dicen los informantes, 'para que sirviesen de frontera a los nayaritas'. Su go-bierno estaba sujeto al Virrey de Nueva España, quien confiaba su mando militar y político a un Capitán Protector. Este gozaba jurisdicción real sobre todos los pueblos fronterizos y vecinos de todas castas'. El Capitán Protector era con-siderado jefe único y absoluto". En el Cañón de Bolaños eran "pueblos fronterizos" Chimaltitán, Huilacatitán y Mamata. Dependientes del curato de Chimaltitán además de Mamata, estaban los pueblos de Tepisuaque, Cocuasco, Güilacatitán y Pochotitán.

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Vista del característico kiosco.

Cortesía de Raúl González

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1785. Supresión del curato de Santa Rosa María de Alburquerque. Las minas fueron abandona-das por incosteables, y el párroco no pudiendo ya mantenerse, renunció. El curato se agregó al de Chimaltitán. El Santo Cristo que se venera en el templo parroquial de San Martín de Bolaños, el Señor de Santa Rosa, en su nombre está pro-clamado a dónde pertenecía. Se le festeja el 30 de agosto, día de Santa Rosa de Lima, y se le tiene como el Santo Patrón de la parroquia. 1786. Don Juan de Sierra Uruñuela, quien tenía una bodega y una tienda en la ciudad de México

y tres tiendas en Bolaños, de 1752 en adelante había actuado como aviador de varios de los más importantes mineros del pueblo. Entre ellos, Vivanco, con cuyas minas hubo de quedarse, a fin de no fracasar como comerciante: Bolaños era su mercado básico. Buscó quienes lo subven-cionaran y formando compañía con don Isidoro Sarachaga, se convirtió en minero. La socie-dad duró hasta 1790, en que murió arruinado. "Durante esta época se deja sentir el poderío po-lítico de la Diputación de Minería de Bolaños en una zona tan amplia, que sus dominios llegan hasta el mar del sur".

Plaza de Armas

En este lugar fue quemado el archivo de la Real Caja de Moneda en elaño 1913 por los revolucionarios, el cual contenía el archivo de minas.

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1790. Lo más notable en este año fue la adqui-sición de un excelente reloj público, instalado bajo la torre de "la parroquia vieja". Estuvo en servicio hasta 1913, en que una partida de re-volucionarios lo destruyó luego de quemar los valiosísimos archivos municipales. Subsiste, to-davía en su lugar, la carátula.

1791, octubre 7. El rey Carlos IV de España concedió el título de marqués a don Antonio de Vivanco. Antes había sido vizconde de Bolaños. Para estas fechas ya había entrado en acción la nueva compañía minera, compuesta por 16 co-merciantes de la ciudad de México que habían garantizado el "préstamo de 160.000 pesos de Temporalidades, el departamento de la Corona que manejaba las antiguas propiedades de los jesuitas", concedido a Sierra Uruñuela, el 19 de enero de 1798. Doscientos naturales se pidieron para construir el tiro de San Vicente y habilitar la mina Zapopan.

1792. El Gobernador de Colotlán se quejó de ex-torsiones a los naturales en las minas de Bolaños y "el agente de la compañía se quejaba, a su vez, de que los indios de Colotlán no querían traba-jar en sus minas, y pedía que el Presidente de la Audiencia de Guadalajara obligara a todos los pueblos indios de cuarenta leguas a la redonda a enviar contingentes de trabajadores a Bolaños. Pero la Corona reiteró la ordenanza estable-cida, que decretaba que tal mano de obra in-dia sólo se podía enviar de una distancia de diez leguas, y no podía incluir más del 4 por ciento de los tributarios de cualquier villa". "La com-pañía produjo 115, 474 marcos de plata, alrede-dor del 4.5 por ciento del braceaje total de plata mexicana en ese año". Sueldos en la aduana de alcabalas: Administrador, 1,300. Contador, 900. Escribiente, 450. Guarda mayor, 700. Cuatro guardas sencillos, 2,000. Receptorías en Tlaltenango, Colotlán, Borrotes y Santa Rosa. Sirven con el 14 por ciento y las tres últimas con 50 pesos de ayudas de costa.

1793, febrero 8 al 26. Visita a Bolaños el Dr. José Méndez Valdés, Delegado del Teniente General y Presidente de la Nueva Galicia Don Jacobo Ugarte de Loyola. Lo describe así: "En suelo muy montuoso y a las márgenes del río que corre, con el nombre del partido, norte sur, por lo que se ve casi todos los años este real en muchas congojas con las crecientes que toma, ocupando las ca-lles y plazas en grave perjuicio y a veces con pér-dida de los vecinos. El temperamento es caliente, seco, y no produce más que plata, alacranes, cu-carachas y variedad de animales ponzoñosos. El comercio que tiene es del todo pasivo, pues necesita que de fuera le introduzcan los alimen-tos de primera necesidad y cuanto es útil al re-galo y lujo, hallándose sobradamente abastecido de todo, pues aun de los parajes más remotos le tributan sus frutos, llevándose en cambio de ellos la plata (...) Se compone esta jurisdicción de 5 pueblos, 2 parroquias y 15 ranchos, habi-tados por 5,676 almas. Producen las alcabalas 35,921 pesos 4 reales 11 granos; y los tabacos, pólvora, naipes, papel sellado y salitres, 167,277 pesos 3 reales 9 granos (...) REAL DE BOLAÑOS, incluidos Tepec y La Playa: 100 europeos, 2,277 españoles, 420 indios y 380 de castas, 1 cura, 1 sacristán mayor/sacerdote, 2 ministros y 2 be-neficiados, 1 corregidor, caja real con ministros, tesorero contador, oficial mayor, 1º y 2º por-tero. Hay también real ensaye, aduana, estanco de tabaco, de mezcales, diputación de minería y asiento de gallos. Hay buenas casas reales y cárcel de hombres y mujeres (...) SANTIAGO CHIMALTITAN que comprende los cuatro luga-res que hay con gobernador, alcalde, capitán a guerra, alférez y demás oficiales, siendo todos flecheros por estar fronteros a Colotlán; aquí reside el cura, 100 españoles, 361 indios, 24 mestizos y 93 de castas, ocupados en hacer cal, sembrar las orillas del río y una corta porción de maíz en las montuosas tierras que disfruta (...) SAN GASPAR DE GÜILACATITÁN: 60 españo-les, 40 indios, 80 mestizos y 54 de castas. Todos estos pueblos, como va dicho, son flecheros y,

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según la tradición que se conserva entre ellos, aseguran que desde el tiempo del Excelentísimo Señor Virrey se mandaron 300 familias tlaxcalte-cas para poblar a Colotlán, Chalchihuites y sus inmediaciones, que se veían perseguidos de los indios tobosos, por cuyo motivo están exentos de tributo (...) POCHOTITÁN: 100 indios, 120 es-pañoles, 85 mestizos y 60 de castas ocupados en el cultivo de sus huertas y algunas siembras (...) SAN FRANCISCO COCOASCO: 63 indios, 120 españoles y 75 de castas entretenidos en pescar, hacer carbón y cortar maderas (...) CARRIZAL: Congregación de españoles, siete leguas al no-roeste de Bolaños situado en un arroyo de la Sierra Madre, en donde existen fragmentos de los antiguos pobladores de varias minas que, de tiempo inmemorial, se trabajaban con ventajas, y hasta ahora se han mantenido de rebuscar los terreros o escoriales; mas en el día están habili-tando tres, la una llamada Güajolotes, la otra El Rosario —ambas por don Manuel de la Barrera, siendo muy cortas las leyes y sacas, de suerte que no merecen número entre las corrientes— y la otra es 1ª Condesa, en cuyo desatierre está tra-bajando el mismo Barrera en compañía del Cap. Don Juan Antonio Cayro. Aquí hubo cura propio hasta el año de 85, que por no poderse mante-ner hizo renuncia el que había, y se agregó el territorio al de Chimaltitán. El número de veci-nos que lo habitan son 120 españoles, 129 in-dios y 210 mulatos (...) NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED DE BORROTES: Real que en lo an-tiguo tuvo nombre, pero años ha que se halla desamparado, no trabajándose más mina que la Descubridora".

1798, agosto 15. A la deplorable situación en que se halla este Real se agrega "la creciente úl-tima que acaeció el día quince de agosto" inun-dando las minas y destruyendo el caserío.

1800. "La compañía cerró sus operaciones y abandonó Bolaños a su suerte. Dan la medida de su decadencia los registros de la tesorería. En

los tres años de 1794-96 se recaudaron 70,796 pesos de alcabalas, mientras que entre 1798 y 1800, por el mismo concepto sólo se consigna-ron 9,106 pesos. La historia de Bolaños como gran centro minero había concluido". La com-pañía había subsidiado virtualmente al pueblo durante ocho años, sin obtener réditos sobre su capital. REAL CAJA: Ministro contador, don José Pérez Platón. Ministro Tesorero, don Antonio Cumulat. Oficial Mayor, don Zeñón Gutiérrez de Liévana. Ensayador/Escribano, don José Ignacio Saucedo y Fregoso. Portero, don José Matategui.

1803, marzo 23 - 1804, marzo 7. Estancia en el Reino de la Nueva España (hoy México) de Alejandro de Humboldt, el sabio y famoso geó-grafo alemán que recorrió, estudiándola cuida-dosamente, toda la América Española y, por lo que toca a México, escribió su leidísimo Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España. Por él, Bolaños ocupa un lugar de distinción en la historia de la minería, por sus logros en el pa-sado y por sus posibilidades para el futuro; por ello, Bolaños tiene con Humboldt una perpetua deuda de gratitud.

1805. La ciudad jura a San José como su Santo Patrono.

1806. A principios del siglo las dificultades téc-nicas del desagüe se acrecentaron. Escaseó la mano de obra ocasionando que el aprovisiona-miento del azogue se hiciera muy difícil bajo las presiones de las autoridades de Guadalajara, por lo que en 1806 se extingue la Real Caja de Bolaños. Con ello termina el primer gran período del Bolaños Colonial.

Febrero 3. Don Agustín de la Rosa, Teniente de Gobernador de esta Cabecera y Partido por el Teniente Coronel Don Tomás Martínez Ballesteros, que lo es en propiedad de estas Fronteras, Provincia del Nayarit y Corregidor del Real y Minas de San José de Bolaños.

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Mapa 1.

Bolaños, 1740 - 1848

Fuente: Carbajal, 2002,

pp. 36.

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David CarbajalDoctor en Ciencias Sociales por el Colegio de Michoacán.

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La explotación a gran escala de los yacimien-tos argentíferos existentes en la comarca de

Bolaños ocurrió a partir del siglo XVIII, cuando los españoles atraídos por el descubrimiento de ricos depósitos minerales se asentaron en el área, a pesar de la escarpada orografía y la hos-tilidad indígena del lugar. En tales circunstancias, fue a finales del decenio de 1740 cuando inició el primer auge bolañense. Consecuentemente, en la década de 1750 se estructuró la región de Bolaños en torno a la minería, actividad que fun-gió como dinamizadora de la economía circun-dante (ver mapa 1). Durante el periodo colonial tardío, el espacio bolañense funcionó de mane-ra articulada hasta finales del siglo XVIII, ya que el primer cuarto de la centuria decimonónica se caracterizó por una marcada decadencia pro-ductiva. Bajo el nuevo régimen de gobierno in-dependiente, en México se permitió la inversión extranjera en la minería nacional, situación que propició la participación inglesa en la actividad minera de Bolaños, con lo cual se abrió un nue-vo periodo de auge.

Nuestro periodo de estudio —de más de cien años— estuvo caracterizado tanto por bo-nanzas y borrascas en la extracción y beneficio del mineral argentífero local como por marcados

David Carbajal López

altibajos de la población. La relación esbozada entre los ciclos productivos de la minería y la di-námica demográfica de Bolaños es notoria, pues este asentamiento se estructuró en torno y a par-tir de la extracción y beneficio del mineral argen-tífero, tal como lo sugieren las curvas de las grá-ficas 11, 2 y 3.

El Real de Bolaños:actividad minera y dinámica demográfica, 1740-1848

Gráfica 1

Gráfica 2

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Gráfica 3

Explotación minera inicial. 1740-1748

En abril de 1739, Ignacio Nicolás Salvador informaba al obispo de Guadalajara, Juan Leandro Gómez de Parada, que en Tepec, contiguo a Bolaños, “las minas que se están tra-bajando, vistas por mis ojos, pasan de dieciséis y diariamente se van descubriendo otras”2. Este repunte en la extracción de mineral argentífero logró congregar alrededor de 1,000 personas 3.

Un lustro más tarde, la cantidad y la ley del mineral extraído del subsuelo de Tepec ha-bía disminuido, por lo cual, varios buscadores de yacimientos iniciaron la exploración de nue-vos sitios. Entre ellos se hallaba el indígena Juan Francisco Barranco, oriundo de la jurisdicción de Celaya y avecindado en Tepec.

Juan Francisco “se aventuró a explorar la veta. La rastreó por la cima de los cerros hasta descubrir un riquísimo filón en la loma alta del sureste de Bolaños [... donde] hizo el primer ‘es-carbadero’ y lo registró el 2 de agosto de 1744”4. En abril del siguiente año denunció dicha explo-tación minera y en diciembre de 1747 la nom-bró Nuestra Señora de Zapopan. A principios de 1748, Pedro Álvarez Cantón realizó un amplio denuncio, con el mismo nombre de la Zapopan5. A raíz de que a mediados de la década de 1740 se comenzaron a explotar algunos de los yaci-mientos más ricos de Bolaños, la población se in-crementó en un 50% aproximadamente, pasan-do a los 1,500 habitantes6.

Esta cifra se mantuvo relativamente es-table hasta 1748, ya que al año siguiente se duplicó.

Bonanza y explosión demográfica.1749-1760

A partir de 1749, un año después del ini-cio de la primera y gran bonanza bolañense, el número de habitantes aumentó en Bolaños a unos 3,000 7, y a partir de esa fecha, el auge mi-nero incrementó la cantidad de moradores y se mantuvo un crecimiento significativo y constan-te. A raíz de la bonanza minera, en abril de 1751, el virrey Revillagigedo decretó la erección de una caja real en el asentamiento bolañense, con la finalidad de asegurar “la abundancia de meta-les en Bolaños y el aumento de su población”8, la cual se componía principalmente de migran-tes procedentes de Zacatecas, Guadalajara9, Aguascalientes, Tlaltenango, Fresnillo y Jerez, quienes en su mayoría venían huyendo de la se-quía y escasez de alimentos que asoló al territo-rio de la Nueva España en general, pero con más énfasis a la Nueva Galicia, entre 1749 y 175310. Específicamente en Zacatecas, centro minero que mayor cantidad de personas expulsó hacia Bolaños en dicho periodo, “esa desoladora es-casez produjo graves trastornos en muchas po-blaciones, y más aún en Zacatecas, cuya ciudad vio paralizados su comercio y minería por algún tiempo, a causa de la falta de operaciones [sic] [operarios] que trabajaran en las haciendas de beneficio y en la minas”11.

En 1754 se elaboró un padrón en el que se registró a 5,356 feligreses12. Esta cifra encie-rra subregistro, debido a la resistencia de mu-chos de los recién llegados que se oponían a ser empadronados, para eludir el cumplimien-to del diezmo13. Un año más tarde el conde de Revillagigedo informaba que el número de resi-dentes en Bolaños ascendía a “más de doce mil personas”14. Si tomamos como válida la canti-dad señalada por el virrey, la población bolañen-se se cuadruplicó en el lapso de 1749 a 1755. Aumento poblacional ajeno al incremento pro-porcional en la fecundidad de la población radi-cada, y atribuible a la inmigración propiciada, en primera instancia, por el auge minero bolañense

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Escudo de la Corona Española, ubicado en la fachada de la Real Caja de Bolaños.

Cortesía de Francisco Vázquez

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y, en segundo lugar, por la borrasca que atrave-saba Zacatecas en esas fechas15. En suma, du-rante el lustro 1755-1760, dicha bonanza logró congregar a alrededor de 12,000 personas en el referido mineral16. Cabe mencionar, que el auge productivo bolañense de la década de 1750 sig-nificó aproximadamente el 15% del total de la plata acuñada en la Nueva España, es decir, alre-dedor de dos millones de pesos por año17.

Inestabilidad productiva y poblacional.1761-1789

Entre 1761 y 1773 se dejó sentir en Bolaños una malanza originada por la inun-dación de los principales yacimientos locales. Asimismo, en el asentamiento minero durante el referido lapso se registraron tres epidemias, dos de viruela, una en 1762 y otra 1769, así como

una de de tifo en 176318. Tal crisis productiva y la presencia de enfermedades epidémicas propicia-ron que el número de residentes bolañenses se redujese en 1770 a aproximadamente 2,03419. Esto significó una disminución del 83% respec-to a los 12,000 habitantes registrados diez años antes. En 1773 se incrementó el número de ha-bitantes a 2,13920.

La situación productiva mejoró a partir de 1775, repunte que logró elevar al año siguien-te la cantidad de moradores a 3,98821. En plena bonanza, durante 1780 murieron 833 víctimas22, la mayoría de las cuales atribuibles a una epide-mia de viruela que afectó al curato minero, por lo que la población disminuyó a 3,064 residen-tes23. Esta baja significó la pérdida del 21.37% de la población bolañense. Un año después, el desbordamiento del río inundó las principales minas, y creó las condiciones para la salida de

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“la mayor parte de la gente que habitaba en es-te Real, como que no tiene en donde buscar para mantenerse más que el trabajo de estas [minas] y sus dependencias”24.

En 1782 se reactivó la extracción de mi-neral argentífero local. Un año más tarde, el rey Carlos III promulgó las Reales Ordenanzas de mi-nería, legislación que sentó las bases de un nue-vo impulso a la actividad minera. En este nue-vo código se determinaron, entre otros puntos, la estructura y funcionamiento del Tribunal de Minería, así como de sus respectivas diputacio-nes25. Debido a la importancia de la minería bo-lañense se ordenó el establecimiento de una di-putación en Bolaños. Las primeras elecciones de diputados locales se efectuaron en el asenta-miento bolañense en 1784, con lo cual se sen-taron las bases del importante poder que llega-ron a adquirir los diputados mineros locales. No obstante los apoyos, este auge minero concluyó en 1786; año en que, por un lado, se incremen-taron los costos de explotación de las principales minas locales y, por el otro, aparecieron los estra-gos de la crisis agrícola, primero, y de las epide-mias, después, que afectaban a la Nueva España.

En Bolaños, a principios de 1785 se co-menzaron a sentir, al igual que en el resto de los reales de minas novohispanos, los efectos de la crisis agrícola que afectaba a la mayo-ría de los campos productores de maíz26. Entre marzo y mayo de ese mismo año se registraron 202 muertes de las 449 que se registraron du-rante 178527. En abril del año siguiente, la es-casez de granos que padecía la población bola-ñense era tal que Ignacio Fernández, teniente de corregidor, dispuso la incautación de las reser-vas de maíz existentes en las trojes de las ha-ciendas y minas de la jurisdicción, para evitar “algunos movimientos del público, que afligido por la total falta de víveres, tal vez no será extra-ño [que pueda] prorrumpir en sentimientos na-da regulares”28. En este contexto, sabemos que en Bolaños coincidentemente en el mes de abril de 1786 se registraron 96 (18.25%) defunciones de las 526 que se consignaron ese año29. Esta

conjunción de circunstancias propició que entre 1787 y 1789 el curato bolañense estuviese sumi-do en la depresión, a tal grado que en 1788 se hallaba prácticamente “despoblado por la nin-guna labor” minera30.

Repunte productivo y demográfico.1790-1799

En 1790 la jurisdicción eclesiástica de Bolaños estaba habitada por “cerca de cuatro mil personas de ambos sexos y todas edades”31, debido a que en ese año una compañía formada por importantes hombres de negocios de la ciu-dad de México inició actividades y gradualmente elevó la producción. En abril de 1791 la cantidad de mineral argentífero que se extraía de las mi-nas usufructuadas por la Compañía de Bolaños era de tal magnitud, que los socios de ésta or-denaron a su administrador Francisco Miner la compra de una hacienda de beneficio32, con la finalidad de incrementar el procesamiento de metal y, por consiguiente, la productividad de la empresa. En ese mismo sentido, un mes más tar-de Francisco Miner solicitó a Simón Herrera, go-bernador de Colotlán, un mínimo de doscientos indígenas fronterizos para maximizar la saca de minerales en las explotaciones a su cargo, con el compromiso de tratarlos bien y satisfacerles “sus jornales [...] con arreglo a lo que se paga a la otra gente operaria”33. Herrera se manifestó dis-puesto a cooperar, pues señaló que “Bolaños es-tá situado en medio de todos los pueblos de la frontera, [y] si estos no contribuyen al fomento y trabajo de sus ricas minas se ocasionarán graves perjuicios”34; sin embargo, tuvo que pedir al vi-rrey Juan Vicente de Güemes, segundo conde de Revillagigedo, su autorización para obligar a la-borar en las referidas explotaciones mineras, “a los indios ociosos que se hallen en los pueblos de su mando, y no se empleen en la labor y culti-vo del campo”35. Ante la imposibilidad de forzar indiscriminadamente a nativos de la jurisdicción coloteca para trabajar en las minas bolañenses, la citada compañía tuvo que depender, en su

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mayor parte, de la disponibilidad variable de tra-bajadores libres para llevar a cabo sus labores36.

La Compañía de Bolaños con sus 3,400 bestias de carga y sus alrededor de 1,500 traba-jadores37 era la sustentante de la reactivación mi-nera local, ya que aproximadamente el 95% del metal argentífero que se procesaba en la jurisdic-ción provenía de las minas usufructuadas por es-ta negociación, la cual repartía entre sus barrete-ros y cuñeros, como pago único, la tercera parte del mineral que extraían, porción posteriormen-te comprada por rescatadores o hacenderos de la localidad38, quienes estaban particularmente interesados en la permanencia de dicha empre-sa, porque de ella derivaba la subsistencia de sus negocios.

En 1793, de acuerdo con el censo ela-borado por José Menéndez Valdés residían en Bolaños, La Playa y Tepec 3,127 habitantes, con-tabilizados étnicamente de la siguiente mane-ra: “100 europeos, 2,227 españoles, 420 indios y 380 castas”39. A finales de dicho año, apare-ció en Bolaños una nueva epidemia, pero esta vez no afectó a los pobladores, sino a las mu-las, las cuales morían “por la enfermedad llama-da del piojo, de la cual [...] habrán muerto tres mil mulas”40 en dicha jurisdicción. En enero de 1794 Pedro Martínez de Soria, tesorero de la caja real de Bolaños, reportaba al segundo conde de Revillagigedo que “por ser algo escasa la mulada que hay en esta negociación [minera de Bolaños] para andar los desagües, [...] no ha salido este mes carga de metales de consideración de estas minas”41. De momento, los accionistas se resis-tieron a invertir en la adquisición de mulas, por lo que las obras de drenaje y laborío de las principa-les minas bolañenses continuaron pero de mane-ra lenta. En junio, además de la falta de acémilas, la Compañía enfrentaba dificultades para conse-guir operarios42, debido en buena medida a que por esas fechas del año, un crecido número de los trabajadores indígenas no forzados optaron por regresar a sus comunidades para realizar su siembra de temporal.

A pesar de la adversidad, las minas

bolañenses continuaron productivas, hasta que en 1798 la referida negociación cesó actividades debido a que el desbordamiento del río inun-dó sus posesiones mineras. No obstante que la Compañía cesó la explotación de las principales minas bolañenses, los trabajos en las mismas no pararon, ya que “los operarios asustados con es-to por no tener en donde ganar para sustentar-se, propusieron que ellos de su cuenta las po-blarían haciendo suyos los frutos, lo que se les concedió por la Diputación de Minería”43, que nombró un encargado para que dirigiese y vigi-lase el desempeño de dichos trabajadores en las labores altas. Asimismo, en los meses de marzo y abril de dicho año, una epidemia de viruela que afectó a la población local alcanzó su punto más alto, al cobrar 123 víctimas (50.82%) de las 243 muertes registradas durante ese año44. A pesar de lo anterior, la población se mantuvo estable hasta 1799, año en que se empadronaron en el curato bolañense a 3,185 almas45.

Crisis minera y disminución de la población.1800-1825

Al iniciar el siglo XIX, las dificultades téc-nicas del desagüe se acrecentaron. En 1805, la crisis productiva era muy intensa, pues se llegó a manifestar que “si este Mineral [de Bolaños] no tiene algún fomento, se verán los pocos morado-res que hay en él, en la precisión de abandonar-lo para ir a buscar el sustento a otro suelo”46. En tal contexto, los funcionarios de Real Hacienda, con anuencia del virrey José de Iturrigaray, de-terminaron el cierre de la Caja Real de Bolaños, el cual se verificó el 31 de octubre de 1806. Asimismo, las autoridades fiscales dispusieron “que con motivo de la extinción de dicha caja y de todas sus dependencias se deben trasladar su archivo y enseres [...] a las Cajas principales de Guadalajara”47, de las que en adelante dependió la jurisdicción fiscal bolañense. La diputación mi-nera local, anteriormente respetada por el pode-río político y económico que había alcanzado48, se opuso al cierre de la tesorería de Bolaños, sin

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Detalle de un ventanal de lo que pudo

haber sido un convento.

El edificio inconcluso se

encuentra a espaldas de la

Iglesia Vieja.

Cortesía de Raúl González

28

embargo, este órgano no pudo interferir con la voluntad del gobierno central novohispano, pues el poder que había detentado dicha representa-ción minera en las dos décadas pasadas, prácti-camente había desaparecido en 1806, al igual que la riqueza de sus integrantes.

A partir de entonces, la mayoría de “los mineros pobres de Bolaños”49 remitían su metal blanco a Guadalajara por conducto de gestores, quienes presentaban la plata en la caja tapatía a cambio de un porcentaje. En octubre de 1808 el

Real de Bolaños se hallaba en una “crítica deplo-rable situación, [...] declinando apresuradamen-te casi a su exterminio, [...] por la suma miseria a que está reducido el corto número de habi-tantes que allí subsiste”50. Un año más tarde, el sector minero de la jurisdicción bolañense seguía en picada, pues en ese lapso sus miembros sólo lograron enviar a la tesorería tapatía 2,906 mar-cos51. Este proceso de decadencia se aceleró a fi-nes de 1810 como consecuencia de la irrupción en la comarca minera del movimiento insurgen-te. A tal grado había perdido importancia la mi-nería bolañense que, tras dicho levantamiento armado, su instancia representativa se redujo a comisión y se agregó a la Diputación Minera de Hostotipaquillo52.

Hacia el año de 1815 había en el Real 766 habitantes53, “público que no tiene otro arbitrio para subsistir que el trabajo en las minas y res-cate de sus metales”54. Durante ese año se pre-sentó una epidemia de viruela en el obispado de Guadalajara; en la parroquia de Mexicaltzingo, ubicada en la capital tapatía, murieron en dicho año 304 feligreses, de los cuales 148 eran meno-res de 10 años55, víctimas que en parte pueden ser atribuidas al virus orthopox. En Bolaños, en-tre junio y noviembre de 1815 también apareció un pequeño brote de viruela, el cual arrebató la vida a tres adultos y a cinco párvulos. Estas pocas muertes se deben a dos factores. El primero tie-ne que ver con que la población existente en el mineral bolañense por esas fechas era muy redu-cida, debido a la crisis productiva en la que esta-ba inmerso; y el segundo, a las medidas tomadas por las autoridades civiles y eclesiásticas desde 1804 para introducir y difundir la vacuna de la viruela en territorio novohispano56. En Bolaños, al parecer, se conocía el procedimiento de vacu-nar a los infantes, pues en el acta de defunción fechada el 06 de agosto de 1815 del pequeño Hilario, mestizo, e hijo de Rafael Herrera, de 35 años de edad, y de Ramona López, de 27 años, aparece que el referido párvulo “murió de virue-las, sin vacunar”57.

En los cuatro padrones realizados en

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29

el curato bolañense durante el lapso de 1816-1820, es posible detectar que la cantidad de fe-ligreses estaba en picada, a saber: 1816, 754 personas58; 1817, 687 moradores59; 1818, 624 residentes60; y 1820, 584 habitantes61. Fue hasta 1823 en que la feligresía de Bolaños mostró un ligero signo de recuperación, al registrarse en el padrón levantado en dicho año la cantidad de 647 almas62.

Reactivación productiva y demográfica.1826-1843

Tras la guerra de Independencia, el con-greso mexicano autorizó a los extranjeros para que pudiesen habilitar a concesionarios mineros que requiriesen avíos. En tal contexto, durante 1824 se formó la Compañía Minera de Bolaños, con capital inglés de 750,000 pesos63. Dos años más tarde, la mayoría de las minas bolañenses más importantes estaban arrendadas por dicha compañía64, y en proceso de reactivación. El 31 de marzo de 1826, el cura de Bolaños, Juan José Fernández de Palos, daba constancia de un au-mento en el número de residentes en su curato, al señalar que “a pesar del doble cuidado en la seguridad de esta parroquia, por la mucha gente desconocida que se ha avecindado en esta feli-gresía, me han hurtado tres blandones de plata y dos candeleros, todo con peso de 46 marcos”65. En ese mismo año, el inglés George Francis Lyon, visitó el Real de Bolaños y consideró que éste, sin contar a Tepec y La Playa, “contiene ahora como mil almas, habiendo casi doblado su po-blación desde la habilitación de las minas por los ingleses”66, la cual se componía en su mayoría por “una partida de indios y de medias castas”67.

En 1831 la compañía inglesa introdujo una máquina de vapor en el socavón de las prin-cipales explotaciones locales, con lo que se mejo-raron las condiciones de desagüe, y se obtuvo un incrementó en la extracción de mineral. Para ese año, la feligresía bolañense se conformaba por 2,723 personas68. A principios de 1833, Bolaños se hallaba en tal auge, que el gobierno de Jalisco

concedió en febrero a este asentamiento el título de ciudad69. No obstante que la población iba en aumento, el 29 de julio arribó al curato minero la epidemia de cólera, la cual cobró principalmen-te en agosto 320 víctimas70. A pesar de lo ante-rior, la bonanza en la que se hallaba la minería local atrajo a más inmigrantes. De esta forma, tanto la inmigración como el crecimiento natural de la población propiciaron que a principios de 1840 hubiese en la parroquia bolañense 5,174 habitantes71. Sin embargo, ese mismo año mu-rieron en Bolaños 480 personas72, de las cuales 174 fallecieron73 en el último trimestre a causa de una epidemia de viruela. En 1842 comenzó a disminuir la extracción y beneficio de mineral ar-gentífero en la localidad, situación que fomentó la salida de varios residentes hacia otros lugares, ya que en el padrón levantado en noviembre de dicho año se registró una feligresía conformada por 3,500 almas74.

Ocaso productivo y poblacional. 1844-1848

En abril de 1844, poco después de que los inversionistas ingleses decidieron cerrar la Compañía Minera de Bolaños, las autoridades y vecindario bolañenses manifestaban su desespe-ración ante

la paralización de estas minas, y por una consecuencia forzosa de la disolución de la ciudad, del exter-minio del comercio, del abandono de nuestros únicos giros con que mantenemos a nuestras familias […] ¿Qué haremos pues en estas tristes circunstancias?; ¿permaneceremos en nuestros antiguos hogares, a ser infelices víctimas del hambre, des-nudez y enfermedades, consiguien-tes a mantener a nuestras mujeres e hijos a manera de tribus bárba-

ras, por medio de la caza de fieras que se abrigaran en nuestras plazas enmontadas?; ¿acaso iremos a

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buscar una penosa subsistencia dispersándonos a diversos pun-tos de la república?; […] ¿cómo podrán sobrevivir muchos ancianos consumidos […] por sus afanes y trabajos personales de extraer los metales de las entrañas de la tie-rra […]?; ¿cómo estos mismos en medio de la indigencia y sin tener otra industria, se proporcionarán los recursos indispensables para que transportándose a otro punto, […] puedan al menos reposar un tanto con la satisfacción de que su esposa y niños tienen el preciso sustento?; ¿y cuántos otros de menor educa-ción, y sin la presencia de ánimo que se necesita para sobreponerse a las desgracias, se verán precisados por su miseria a pasar la vida a merced del fraude, de la rapiña y del hurto […]?; en fin ¿cuántas doncellas se verán precisadas a vender su hones-tidad por adquirir algún sustento?

Ni siquiera estaremos exentos de padecer los honrados ciudadanos que ocupamos primer lugar en esta ciudad: exhaustos ya de recursos a proporción de lo caído del mine-ral, tememos un fatal porvenir, pues transportados con nues-tras familias a otras poblaciones, sufriremos las pérdidas consi-guientes, y mientras consegui-mos establecernos nos sobre-vendrá acaso la ruina completa de nuestros intereses y entonces tendremos que confundirnos con la clase ínfima de la sociedad75.

La salida del capital inglés de las explo-taciones mineras bolañenses repercutió en la disminución de la población, pues exactamen-te un año después, en abril de 1845 el párro-co Leandro Siordia señalaba que “el curato de la ciudad de Bolaños tiene 2,080 almas de fe-ligresía, […] con inclusión de los barrios: La Playa y Tepec, […hallándose] situado en el cen-tro del [curato] de Chimaltitán, pues por todos los rumbos se halla circundado de la referida pa-rroquia”76. En 1847, el nuevo cura de Bolaños, Joaquín Lazcano, levantó un padrón en su parro-quia, y obtuvo el registro de 1,983 personas77. Aunque, el propio Lazcano, alertaba en septiem-bre de 1847 que desde que terminó de empa-dronar a la población local “habrán salido de este lugar cerca de seiscientas o setecientas de aquellas [personas], no habiendo transcurrido más que un mes y ocho días, no cesando las fa-milias diariamente aún de transportarse a otros lugares”78. Situación que presagiaba un nuevo ocaso poblacional de nuestro objeto de estudio.

Finalmente, la relación esbozada entre los ciclos productivos de la minería y la movili-dad poblacional de Bolaños es notoria, pues es-te asentamiento se estructuró en torno y a partir de la extracción y beneficio del mineral argen-tífero. Un fenómeno similar de fluctuación de-mográfica es posible observarlo en la ciudad de Zacatecas, donde en 1750 la población ascen-día a 50,000 habitantes79; en 1760 ésta se ha-bía reducido a 20,000 personas; en 1790 tenía alrededor de 27,000 individuos; y hacia media-dos del siglo XIX residían en la urbe minera unos 16,000 moradores80. Estas variaciones poblacio-nales zacatecanas, al igual que las bolañenses, es posible explicarlas principalmente a partir de los altibajos productivos de la minería, y según sea el caso, de su interconexión con las crisis de sub-sistencia y de sobremortalidad81.

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31

Notas

1 Para el periodo de 1811 a 1848 no contamos con las

cantidades de plata registradas, sin embargo, a partir de otro

tipo de testimonios sabemos que el lapso de 1811-1825 fue

de borrasca; en contraste con el de 1826-1843 que fue de

bonanza; y por último el de 1844-1848 fue de decadencia.2 AHAG, Caja de Colotlán, 1739.3 Esta cifra la obtuvimos de la multiplicación de la tasa bruta

de natalidad (50 y 60 bautizos) por mil habitantes. Rabell,

1990, p. 15.4 López, 1974, p. 417.5 López, 1974, p. 419.6 Esta cifra la obtuvimos de la multiplicación de la tasa bruta

de natalidad (50 y 60 bautizos) por mil habitantes. Rabell,

1990, p. 15.7 Esta cifra la obtuvimos de la multiplicación de la tasa bruta

de natalidad (50 y 60 bautizos) por mil habitantes. Rabell,

1990, p. 15.8 AFRAG, libro 45, 1755-1774, fs. 9v.-10.9 Cavo, 1836, p. 164; Langue, 1991, p. 471. 10 García, 2003, pp. 270-275.11 García, 2003, p. 273.12 APSJB, Libro de gobierno, 1754, f. 2v.13 AGN, General de Parte, vol. 41, exp. 85, fs. 47v-48.14 AMB, exp. s. c., 1755, f. 20v. El virrey Revillagigedo desde

1753 ya informaba a las autoridades centrales españolas que

en Bolaños existía una población de 12,000 personas. ADG,

Guadalajara, 210.15 Langue, 1991, p. 471.16 AGN, General de Parte, vol. 42, exp. 30, 1760, f. 30.

Para ese año de 1760, el corregidor de Bolaños, Agustín

Benítez, señaló que la población bolañense ascendía a

16,000 habitantes, cifra un tanto alta y fundamentada en

la intención del corregidor de exaltar la importancia de este

centro minero, con el propósito de recibir mayor apoyo de

las autoridades novohispanas. AGN, Civil, vol. 142, exp. s. n.,

1760, f. 6. Por su parte, el viajero inglés George Francis Lyon,

en 1826 señaló que la población de Bolaños “en sus días

de grandeza y esplendor […] excedía los treinta y cinco mil”

habitantes. Lyon, 1984, p. 151. 17 Brading, 1975, p. 256.18 APSJB, libros de defunciones, 1759-1763, 1763-1779 y

1751-1785.19 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 1,

Bolaños, 1770.20 Cartografía, 1984, p. 343.21 AHAG, Gobierno, Visitas Pastorales, Obispo Antonio

Alcalde, 1776, f. 266.22 APSJB, libros de defunciones, 1763-1779, 1751-1785.23 Muriá, 1982, p. 285.24 AGN, Minería, vol. 185, exp. s. n., 1781, f. 41v.

25 Reales Ordenanzas, 1846, p. 10.26 Florescano, 1986, p. 78.27 APSJB, libros de defunciones, 1779-1791, 1751-1785 y

1785-1799.28 AGN. Minería, vol. 25, exp. 1, 1786, f. 2v.29 APSJB, libros de defunciones, 1779-1791, 1751-1785 y

1785-1799.30 Menéndez, 1980, p. 40.31 AGI, Guadalajara, 393, 1790, f. 17v.32 AGN, Tierras, vol. 3058, exp. 5, 1791, f. 157.33 AGN, Minería, vol. 97, exp. 3, 1791.34 AGN, Minería, vol. 97, exp. 3, 1791.35 AGN, Minería, vol. 97, exp. 3, 1791.36 AGN, Minería, vol. 198, exp. 3, 1791-1798, fs. 46-52 37 Menéndez, 1980, pp. 116-117.38 AGN, Minería, vol. 137, exp. s. n., 1795-1797, f. 208v.39 Menéndez, 1980, p. 117.40 Suárez, 1995, p. 387.41 AGN, Minería, vol. 198, exp. 3, 1791-1798, f. 81.42 AGN, Minería, vol. 198, exp. 3, 1791-1798, f. 123.43 AGN, Casa de Moneda, vol. 245, exp. 13, 1797, f. 382.44 APSJB, libros de defunciones, 1791-1818 y 1785-1799.45 APSJB, Libro de gobierno, 1754-1799, f. s. n.; AHAG,

Gobierno, Visitas Pastorales, Obispo Juan Cruz Ruiz de

Cabañas, 1788, f. 322v.46 AHAG, Caja de Bolaños, 1805.47 AFRAG, libro 787, exp. 30, 1806.48 Velasco, 1988, p. 80.49 AFRAG, libro 790, 1807; libro 848, 809; libro 888, 810. 50 AGN, Alcabalas, vol. 15, exp. 7, 1808, f. 87.51 AFRAG, libro 848, 809.52 Valdés, 1990, p. 166.53 AHAG, Caja de Bolaños, 1815.54 AMB, exp. s. c., 1816, f. s. n.55 Banda, 1982, pp. 63-65.56 Oliver, 2006, pp. 214-218. El 10 de octubre de 1810 se

difundió un Reglamento de orden de su Majestad para que se

propague y perpetué la vacuna en la Nueva España firmado

por Francisco Javier de Balmis. AHAG, Sección Gobierno,

Serie Secretaría General, Caja 1, 1810.57 APSJB, libros de defunciones, 1791-1818.58 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 2,

Bolaños, 1816.59 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 3,

Bolaños, 1817.60 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 4,

Bolaños, 1818.61 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 5,

Bolaños, 1820.62 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 6,

Bolaños, 1823.63 Valdés, 1990, p. 166.64 Arellano, 1982, p. 16.

Page 34: NIUKI 12

Escalera principal de las Casas

Reales. Conserva aún el aspecto

y los materiales originales con

que fue hecha.

Cortesía de Raúl González

Siglas

AFRAG Archivo Fiscal de la Real Audiencia de Guadalajara.

AGI Archivo General de Indias.

AGN Archivo General de la Nación.

AHAG Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara.

AMB Archivo Municipal de Bolaños.

APSJB Archivo de la Parroquia de San José de Bolaños.

65 AHAG, Caja de Bolaños, 1826.66 Lyon, 1984, p. 151.67 Lyon, 1984, p. 141.68 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 7,

Bolaños, 1831.69 Valdés, 1990, p. 168.70 APSJB, libros de defunciones, 1819-1837.71 López, 1983, p. 154.72 APSJB, libros de defunciones, 1838-1843.73 APSJB, libro de defunciones, 1838-1843.

74 AHAG, Gobierno, Visitas Pastorales, Obispo Diego Aranda,

1842, f. 133v.75 AHAG, Caja de Bolaños, 1844-1847. Las palabras en

negritas son nuestras.76 AHAG, Caja de Bolaños, 1844-1847.77 AHAG, Gobierno, Parroquia, Padrones, caja 16, exp. 8,

Bolaños, 1847.78 AHAG, Caja de Bolaños, 1844-1847.79 Miño, 2001, p. 258.80 García, 2000, p. 55.81 Miño, 2001, p. 258; García, 2000, p. 55.

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33

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La Real Caja de Moneda es hoy en día la Casa de la Cultura.

Cortesía de Raúl González

35

Durante el siglo XVIII, una buena parte de los reales mineros argentíferos del virreinato de

la Nueva España alcanzaron la cúspide producti-va y el predominio en los mercados internacio-nales; baste sólo señalar que, de acuerdo con David Brading, en esta centuria la producción de dicho metal fue cuadruplicada, lo cual trajo por consecuencia que al despuntar el siglo XIX en la Nueva España se produjera el 67 por ciento de toda la plata beneficiada en América, logro que contribuyó a incrementar el volumen del metal extraído del continente a lo largo de los tres si-glos de dominación española, a alrededor de 82 mil toneladas, según los estudios de historia eco-nómica realizados por Carlo Maria Cipolla, en-tre otros.

Coincide en ese momento, siglo XVIII, una de las etapas de reordenamiento urbano de muchos de los reales, villas y ciudades america-nas dependientes de la minería y la creación o culminación de obras arquitectónicas de signifi-cativa factura, tal como fue el caso de la ciudad de Zacatecas y la ex villa de Sombrerete, referidas por Philip J. Bakewell en Minería y sociedad en el México colonial, Zacatecas (1546-1700).

En 1752, en la jurisdicción del territo-rio del Gobierno de las Fronteras de San Luis

Estrellita García Fernández

Colotlán, se fundó el real de minas más impor-tante del actual estado de Jalisco, Bolaños. No obstante la riqueza que el real produjo entre 1754 y 1761, el 15 por ciento de la plata acuña-da en la Nueva España, es decir, alrededor de dos millones de pesos por año —según las estima-ciones de investigadores como Brading y David Carbajal López—, el recurso económico no be-nefició realmente a la Audiencia de Guadalajara.

En 1754, aparejado al establecimiento oficial del sitio y a la declaratoria de corregimien-to, llegó el mandato de creación del equipamien-to burocrático administrativo y religioso, asunto que distinguió a los reales surgidos durante la administración borbónica en el siglo XVIII, como fue el caso de Real de Catorce en San Luis Potosí.

El 2 de diciembre de 1754 —confor-me consta en el archivo de Bolaños al cuida-do de Petra Ramírez—, Francisco de Güemes y Horcasitas, primer Conde de Revillagigedo, ordenaba,

"que se fabrique una iglesia en que se junten los fieles a los divinos ofi-cios… por no haber más que una pequeña capilla que antes lo era de una hacienda… que se perfeccione la obra mandada a emprender por

Estrellita GarcíaDoctora en Ciencias Sociales

Profesora− investigadora del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara, comisionada a El Colegio de Jalisco

Bolaños,real de minas de occidente*

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mí, de casa para la justicia, cárcel para la custodia de los reos y de-lincuentes, alhóndiga y carnicería para la venta y distribución de los precisos mantenimientos y abasto de más de doce mil personas…"

La disposición del virrey de nombrar co-rregimiento a Bolaños incluyó en un inicio la de-pendencia de este real del gobierno superior, de alguna manera similar al proceso que en el siglo XVI se había llevado a cabo en Zacatecas y del cual ha dado cuenta José Enciso Contreras en varios textos. Evidentemente, el control del sitio fue un tema de discusión por varios años entre

el gobierno del virreinato y la audiencia tapatía, llegando el virrey a desobedecer la real cédula de 1756, en la cual se rechazaba la separación formal del distrito de Bolaños de la Audiencia de Guadalajara —cuestión abordada por Álvaro López Miramontes en Historia Mexicana (1974).

No fue sino hasta el 31 de diciembre de 1759 cuando se emitió una nueva resolución pa-ra que se cumpliera lo establecido tres años an-tes. La nueva demarcación territorial le permi-tió a la Audiencia de Guadalajara el dominio del Real de Minas de Bolaños, al menos de manera oficial.

La mediación de la Audiencia sobre los asuntos políticos y administrativos de Bolaños

Real Caja de Moneda (En la página 34)

Construida de 1752 a 1754, es uno de los edificios más representativos de la arquitectura del lugar. De ascendencia churrigueresca, hecho en piedra de la región con numerosos elementos labrados y enormes proporciones, con contrafuertes que lo hacen ver robusto y sólido. Encima de la puerta principal hay dos escudos: el de los Austria (águila bicéfala) y el de la Casa Real Española.

Su finalidad: cobrar los derechos de la plata extraída (impuesto), marcar la plata con el sello de la Corona (quintar) y distribuir los azogues (mercurio) a los mineros.

Casas Reales (actual Palacio Municipal) (En la página 37)

Sede del Corregimiento en el siglo XVIII y que sufrió algunas modificaciones posteriores en los siglos XIX y XX que no le han restado monumentalidad a su fachada de piedra labrada en dos altos niveles de robustas proporciones.

Todo el edificio o su terminación se deben a la diligencia del primer corregidor, Diego Gorospe y Padilla (1754). La construcción incluyó en la parte baja: las salas destinadas al Cabildo, a la impartición de la Justicia y a la Diputación de la minería; y en la parte superior la vivienda del corregidor, además de la cárcel, la carnicería y la alhóndiga, en el lado oriente y en los corrales.

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Recinto de laactual presidencia municipal.

Cortesía de Raúl González

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no incluyó la subordinación de la Real Caja; la subordinación de ésta a la capital de la Nueva Galicia ocurrirá a partir de 1788, dos años des-pués de establecido el sistema de intendencias, justamente enmedio de uno de los ciclos de de-cadencia productiva.

La apertura de la Real Caja de Bolaños no sólo evitó el control fiscal de la Audiencia de Guadalajara sobre el sitio, también representó para la caja real de Zacatecas la pérdida del 34 por ciento de los ingresos.

De igual forma, unos años antes, en 1751, tuvo lugar la disputa entre el clero secular y los franciscanos por la designación de un repre-sentante de las autoridades eclesiásticas en el re-cién erigido curato de La Playa —los franciscanos desde luego reclamaron su preeminencia al te-ner fundado un convento en Chimaltitán desde 1610—, pleito que acabó con el fallo del obispa-do de Guadalajara a favor del clero secular.

A estos primeros cincuenta años de bo-nanza minera, establecido el centro minero, se deben muchas de las obras arquitectónicas ba-rrocas, tanto del repertorio religioso como del burocrático administrativo y doméstico, y parte de la traza urbana que aún subsiste; además de la presencia de personajes como el marqués de Ayza y el marqués de Vivanco, comerciante y mi-nero este último a quien la corona le otorgó el tí-tulo por su desempeño en Bolaños.

La descollante actividad edificatoria del siglo XVIII en Bolaños estuvo relacionada con el nombre de varios maestros alarifes locales —tal vez adiestrados en algunos sitios mine-ros de Occidente— y probablemente con el de otros maestros de renombre en la región. Entre los alarifes que intervinieron en el real fueron Bartholo Domínguez, maestro albañil valuador; Manuel Valadez y Clemente Elizalde, responsa-bles de la construcción de la garita de La Playa en 1767; Andrés Sierra y Juan Gamboa, maes-tros arquitectos; Manuel Monje, maestro carpin-tero; y Gerardo Zapata, maestro cantero, así co-mo otros muchos albañiles y peritos valuadores de albañilería.

La imagen urbana y arquitectónica crea-da entonces fue apreciada por algunos viajeros decimonónicos de primera clase; para George Francis Lyon, comisionado de las compañías mi-neras Real del Monte y Bolaños,

"las ruinas o edificaciones a me-dias de iglesias espléndidas y her-mosos edificios de piedra are-nisca [de Bolaños] no igualaban a los que había visto hasta aho-ra. No había una sóla cabaña de lodo ni choza en el lugar: todas las viviendas estaban construidas con piedra, de forma superior".

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El edificio tiene forma

de granada y actualmente

está habitado.

Cortesía de Raúl González

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Asimismo, la actividad minera desarrolla-da entre 1753 y 1798 logró integrar poco a poco una región, la cual en los momentos de mayor auge productivo comprendió tanto las peque-ñas poblaciones cercanas —Tepec, Santa Rosa, Chimaltitán— como centros de mayor importan-cia —Colotlán, Tlaltenango, Juchipila, Fresnillo, Aguascalientes y Jerez—. De igual forma, en es-te periodo de apogeo de la actividad minera los grupos de poder económico local y regional, vin-culados a Zacatecas y a Guadalajara, fueron des-plazados o se articularon con capitales del centro del virreinato, en su mayoría provenientes del co-mercio, principalmente por préstamos y adelan-to de insumos.

Al comenzar el siglo XIX, el ocaso de la actividad minera se hizo patente con la merma de la población —la que en 1754 superaba las 12 mil personas— y el traslado de oficinas impor-tantes, como la Real Caja a Guadalajara y la re-ducción de la otrora representación minera a una

pequeña comisión, dependiente de la Diputación de Hostotipaquillo.

Sería a mediados de la segunda década del siglo XIX, durante la etapa de inversión de capital inglés, cuando Bolaños volvería a ocupar un sitio destacado en la minería argentífera. Las facilidades otorgadas por el gobierno del nuevo país independiente a estos capitales y el interés de varios regímenes europeos por ocupar posi-ciones en la economía mexicana, antes vedada, abrió un nuevo ciclo productivo.

La nueva etapa de bonanza trajo apareja-do no sólo el incremento de la menguada pobla-ción —el Real llegó a estar habitado por menos de mil personas— y la introducción de nuevas tecnologías —como la máquina de vapor—, sino también la irrupción de nuevos repertorios y for-mas arquitectónicas asociadas con el neoclásico y la declaratoria de ciudad en 1833, categoría que no había sido otorgada antes como parte de la estrategia de control sobre este sitio urbano.

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Notas

* Parte de este texto fue publicado en la revista Ventana

Interior, editada por el Fondo Regional para la Cultura y las

Artes del Centro Occidente, abril-junio de 2005.

Sin embargo, las transformaciones urba-nas y arquitectónicas, al menos en Bolaños, no poseyeron la connotación del siglo anterior, qui-zá porque los principales inversionistas nunca vi-vieron en este sitio; por la mayor acotación del poder del clero, de acuerdo con las disposiciones de las leyes de Reforma impuestas por los go-biernos liberales; y además porque las ideas ilus-tradas ya habían permeado, todo lo cual pudo haber incidido en la disminución de los recursos financieros para la salvación del alma.

Esta fase concluiría a mediados del si-glo XIX con el retiro de los inversionistas ingle-ses, luego de la negativa de los propietarios —la familia Fagoaga— para renovar el contrato con la compañía inglesa. En los años siguientes hu-bo pequeñas inversiones de capitales que per-mitieron mantener las labores de extracción de minerales, hasta una fecha cercana a la caída del valor de la plata en el mercado internacio-nal, desde finales de los años setenta, aunado a otro descalabro temporal, la pérdida del título de ciudad de Bolaños y su clasificación como “una simple comisaría”, según nos comenta el pres-bítero Nicolás Valdés Huerta en Bolaños, ciudad colonial; categoría que como municipio y cabe-cera de departamento volvería a ostentar a par-tir de 1885.

A lo largo de las primeras décadas del si-glo XX poco se modificó la situación económi-ca y social de Bolaños, desde finales del siglo

anterior este centro había quedado fuera del cir-cuito de las inversiones importantes y de las nue-vas demandas de recursos mineros diferentes a la plata.

Alrededor de 1970 la situación cambia-ría, el hallazgo de la mina “El Alacrán”, las mo-dificaciones tecnológicas —extracción y trans-portación del mineral por medios mecánicos e implantación del sistema de flotación—, y el alza del precio de la plata, proporcionaron un nuevo período de bonanza, el cual desafortunadamen-te no fue más allá de los años noventa.

En el contexto actual, Bolaños presenta una situación similar a la mayoría del sector mi-nero argentífero nacional y estatal, a la espera de inversiones, de la aparición de buenas vetas y aumento del valor del mineral o quizá de hallar en el sector turístico un nuevo filón por explotar de forma sustentable —sin que ello represente el abandono de las actividades tradicionales—, en definitiva, que resulte en un medio para mejorar la calidad de vida de los habitantes del municipio y la región y, por ende, coadyuve a la eliminación de las asimetrías sociales.

Casa de la Granada

Casa de ensayes de los hermanos Echazarreta.

Con una elevada bóveda en forma de granada, es otra importante obra que posee significados especiales debido a que se trata de la primera fundición que hubo en el Real de Bolaños en el siglo XVIII. En torno a este edificio hay varias leyendas de tesoros escondidos y de la existencia de un túnel subterráneo que se comunica de la Casa de Ensayes a la Real Caja de Moneda.

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El esgrafiado de la casa de la Condesa cuenta la vida de Antonio de Vivanco.El dibujo se ha perdido en parte de la pared de la casa.

Cortesía de Francisco Vázquez

Cuauhtémoc De RegilInvestigador del Centro INAHJalisco.

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Poco es lo que realmente se sabe de Jalisco en materia de historia de la arquitectura y el ur-

banismo en el ámbito nacional. Pero, aún menos se sabe de la zona Norte del Estado, aislada se-cularmente, menos estudiada aunque por fortu-na, gracias a su relativo aislamiento del progreso, mejor conservada que otras por muchos años; si bien los embates de la “modernidad” reciente le han propinado golpes sensibles a su otrora au-téntico rostro provinciano. Esta región es desco-nocida para la mayoría de los jaliscienses, y aún de los mexicanos, debido a su posición geográfi-ca fuera de trayectos importantes entre centros urbanos de interconexión a lo que se suma su ac-cidentada topografía; todo ello lo hace un sitio con una magia propia y muy particular en donde se unen tradiciones ancestrales indígenas, la leja-nía de las grandes ciudades y además la gran ri-queza patrimonial urbano arquitectónica y la de sus recursos paisajísticos y culturales.

Los hallazgos que han tenido lugar en la región de antiquísimas culturas urbanas pre-hispánicas, como las ciudades fortificadas en las

Cuauhtémoc De Regil Fernández de Lara

accidentadas barrancas o en las mesas de los ce-rros, a la manera de La Quemada en Zacatecas, son aún una veta poco explorada; la existencia de fortificaciones coloniales, fuertes, presidios, reales de minas, palacios y arquitectura religio-sa de gran calidad, así como las experiencias ur-banas novedosas de la frontera de guerra del si-glo XVI, son también poco conocidas y menos aún protegidas lo que, aunada al bello paisaje natural, hacen de esta una región excepcional y con un potencial insospechado de posibilidades de desarrollo.

Durante el periodo virreinal, esta zona con sus poblaciones fue una magnífica veta pa-ra el desarrollo de la metalurgia y la minería ya desde el siglo XVI; a ello se suma el hecho de ha-ber sido un afluente de la gran ruta del Camino Real de Tierra Adentro a partir del siglo XVIII, im-portante infraestructura caminera que unió cul-turalmente a los pueblos y ciudades que tocaba. Si bien no es Jalisco parte central de este famoso camino, su participación en él es significativa, te-niendo en cuenta que tan solo la riqueza de las

Bolaños:ciudad y territorio, descripción de una joya olvidada

Esta es una breve descripción del territorio y su patrimonio histórico, que permitirá entender y valorar la riqueza que Bolaños y sus alrededores significaron para el estado de Jalisco

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minas de Bolaños, que transitó por ese camino, tuvo momentos de gran bonanza al grado de te-ner un quinto lugar en la producción de plata de la Nueva España.

Proceso de formación de la arquitectura del Norte de Jalisco

Las evidencias materiales de que esta zona contaba con una riqueza minera de oro y plata fueron el motor principal de la coloniza-ción, reconocimiento y conquista de esta región durante el siglo XVI y que se disputaban Nueva España y Nueva Galicia. No podemos hablar en esa época de una división política como la actual, pero los territorios eran entendidos de manera convencional, muchas veces arbitraria, definida por los intereses políticos de ambas intendencias.

Paralelamente a los grandes descubri-mientos mineros (Zacatecas, Fresnillo, Pinos, Sombrerete) se realizó un notable esfuerzo de colonización a partir de fundaciones de pobla-dos de españoles e indígenas que, más que otra cosa, resultaban ser resguardos fortificados ante el acoso de los chichimecas, quienes tenían el te-mor, bien fundado, de la pérdida de su territorio y hábitat tradicional.

La arquitectura que los conquistadores

buscaban realizar, entonces, atendía más bien a aspectos de tipo defensivo que a cualquier pre-tensión formal. Así, el interés por edificar pre-sidios o fortalezas superó en forma notable al de otros tipos de arquitectura en esos primeros años. No obstante, si tenemos en cuenta el pro-ceso histórico de la colonización del país, la ar-quitectura debía satisfacer también otro tipo de requerimientos igualmente importantes y nece-sarios para reforzar la nueva sociedad en forma-ción: la conversión religiosa.

La presencia de religiosos en todas las expediciones realizadas al norte de la Nueva España y la Nueva Galicia era usanza básica en los planes de colonización. Este hecho significa-ba que, por una parte, los frailes realizaban su labor doctrinaria y por la otra requerían de es-pacios para la práctica del culto. Es evidente que desde las primeras incursiones no era posible pensar en la construcción formal de edificios que satisficieran esos requisitos, por lo que durante ese periodo se limitaban a erigir altares provisio-nales (además de los portátiles), cuya existencia ha sido bien documentada, como la colocación de cruces de diversos materiales dejados como testimonio de las primeras conquistas espiritua-les, todo ello en sitios considerados tácticos para los planes de la conquista.

Casa de la Condesa (En la página 40 y 43)

La casa de Antonio de Vivanco, conde de Bolaños.

Es un ejemplar de la arquitectura barroca con excepcionales decoraciones en la fachada, elaboradas con el sistema de esgrafiado representando figuras humanas a pie y a caballo, de animales y plantas y algunos edificios que relatan algunas de las hazañas del propio Vivanco.

El estadounidense Harold Wagner, arquitecto que pasaba temporadas en Bolaños, la adquirió y la restauró en 1970, por ello también hay quien la conoce como la “Casa del Gringo”.

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Vista posterior de la Casa de la Condesa desde el patio. Minas y Minerales Mexicanas es la propietaria.

Cortesía de Francisco Vázquez

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Esta costumbre inicial pronto fue susti-tuida por construcciones formales de capillas y edificios que, no obstante, mantenían su aspec-to provisional en tanto que se ubicaban en tie-rras de guerra. El ejemplo de la fundación de Guadalajara en Tlacotán, devastada por los chi-chimecas, fue sin duda importante para los con-quistadores. En las nuevas fundaciones se rea-lizaban construcciones a base de materiales de construcción a la mano, accesibles y sobre todo prácticos como el adobe y techumbres de made-ra y zacate. No ha sido posible, dada la escasez de referencias documentales, esclarecer si este ti-po de construcciones obedecían a un plan prees-tablecido de crecimiento, es decir, si previa su construcción había un diseño o idea que posibi-litara la ejecución de varias etapas constructivas posteriores, según las necesidades de crecimien-to, o si las adiciones era efectuadas de manera improvisada y atendiendo a lo urgente, lo cual muy probablemente sucedía en casi la mayor parte de las construcciones, religiosas o no, ya

que la premura era un ingrediente infaltable en estas tierras.

Así pues, dada toda una serie de condi-ciones humanas y materiales, el carácter de esta región Norte de Jalisco se forjó en forma muy pe-culiar y auténtico si nos referimos a su desarrollo histórico y a las condiciones de conservación que ese lento proceso ha permitido. Sin embargo, a últimas fechas resulta preocupante la situación de toda esta riqueza nacional en un país que pa-rece perder pie frente a las demandas sociales históricas y ante la descomposición de muchas instituciones que deberían vigilar por la integri-dad de sus habitantes, orgullosos de su pasado.

En ese contexto, resulta importante no sólo proteger el territorio para lograr un desa-rrollo equilibrado, sino también describirlo en su potencial riqueza cultural e histórica y consignar los hechos que el siglo XXI deberá en algún mo-mento rescatar como un valor cultural de gran vitalidad e importancia.

Con el propósito de abrir la mirada a esta

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La foto ilustra lo poco que queda de esta hacienda

de beneficio localizada en la calle 16 de Septiembre.

Cortesía de Francisco Vázquez

zona del Norte de Jalisco, presentamos a con-tinuación una breve descripción del territorio y su patrimonio histórico que seguramente permi-tirán entender mejor lo que hemos bosquejado líneas atrás y, sobre todo, valorar la riqueza que sólo Bolaños y sus alrededores pueden significar para nuestra sociedad actual. Cabría reflexionar sobre las posibilidades, pero también sobre los riesgos, que presenta esta región de alto signifi-cado para nuestro Estado y, aún más, para el país y su patrimonio cultural.

Empezaremos por visitar en una especie de secuencia progresiva a Bolaños y lo que con gran calidad pueden ofrecer sus alrededores.

La Playa

Sobre la carretera que viene desde Villa Guerrero hacia el poniente, un kilómetro antes de llegar a Bolaños, a la izquierda, un camino permite descender hasta el poblado de La Playa, que ya desde la carretera se distingue gracias a la esbelta torre de su templo. Es una pequeña población al sur de la cabecera municipal en la ribera oriente del Río Bolaños y posee una de las joyas mejor conservadas de la arquitectura reli-giosa colonial de Jalisco. La iglesia, dedicada a la Virgen de Guadalupe, es de un limpio estilo ba-rroco churrigueresco, construida en el siglo XVIII. Su alta torre y cúpula la distinguen en el villorrio como el más importante edificio. Conserva en el interior una pintura en tela de la época de alto valor artístico, así como una imagen de la virgen de Guadalupe y algunos restos del altar de ma-dera también de estilo churrigueresco, hoy des-mantelado y venido a menos.

El interior es magnífico y único en Jalisco, ya que está decorado con la pintura original del templo y conserva sus enlucidos, ejemplo raro en la región, azotada por la enfermedad de la pie-dra desnudada por afanes de modas recientes y la ignorancia de la arquitectura virreinal. Es un templo de una sola nave en planta de cruz latina y un ejemplo auténtico de la arquitectura barro-ca pues no ha sufrido alteraciones en su forma,

Hacienda Grande

Una de las haciendas de beneficio donde se trabajaba el producto argentífero.

Propiedad de Silvestre López Portillo, español, minero en San Luis Potosí, Zacatecas y en Bolaños. También comerciante y concesionario de la Corona.

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color y expresión. La sacristía es magnífica por sus dimensiones y decoraciones. La cúpula es igualmente excelente, decorada a la manera de los templos de la Colonia con gran riqueza cro-mática y decorativa. Tiene un púlpito incorpora-do a una pilastra en el costado norte de la nave muy bien ejecutado e incorporado a la arquitec-tura, con un paso desde la nave lateral a través de la pilastra.

El templo es una auténtica joya de la ar-quitectura del siglo XVIII no sólo porque ha con-servado gran parte de su originalidad arquitec-tónica, sino por los conceptos que el discurso formal ofrece para comprender estas manifes-taciones arquitectónicas en puntos tan remotos del territorio colonial. La planta es en forma de cruz latina, con una nave central y un crucero del que parten dos brazos cortos y el presbiterio en el remate de la nave central. En planta, el es-pacio de la nave está dividido en tres entreejes, con sotocoro y coro en el primero. Las bóvedas son de crucería sostenidas por claves pinjantes con imágenes de halcones esculpidas en la ba-se, excepto en los ángulos, en donde las pilastras estriadas y pareadas ascienden hasta los arcos torales. En el crucero de las naves se encuentra una imponente bóveda compuesta de un alto tambor con óculos hexagonales y linternilla, que producen en el espacio un sentido de elevación particular debido a la iluminación bien controla-da que éstos provocan. Los capiteles son del ti-po toscano, prolongándose hacia arriba en for-ma de cornisas, imitando fracciones de cornisas y entablamentos a la manera del estilo de Diego de Siloé en la arquitectura española. Sobresale en el interior la decoración pictórica conservada. Se trata de un tipo de recubrimiento muy sutil, elaborado con las técnicas de la época, a base de una masilla de cal y aplicada en capas muy delgadas, como pintura, que recubre la piedra con colores verde azulados y dorados con algu-nos acentos que simulan las juntas de los silla-res. En la parte posterior del templo, entre éste y el Río Bolaños, existió un antiguo huerto y ce-menterio para los religiosos que en alguna época

habitaron el pequeño convento, que debió tener poco uso debido a los altibajos demográficos del poblado y del mismo Bolaños, al que está liga-do estrechamente. En el atrio del templo existe otro cementerio usado para la población civil con tumbas muy bien elaboradas y de gran expresión formal. El templo, junto con algunas casas que le rodean y que en el pequeño poblado sorprenden por su riqueza, hacen del total de este pequeño pueblito un conjunto de una gran armonía entre el paisaje circundante y la población hundida en el fondo del Cañón de Bolaños.

Bolaños

Más adelante, siguiendo por la carrete-ra que habíamos abandonado para ir a La Playa, se encuentra la cabecera municipal e importante ciudad virreinal del siglo XVIII: el Real de Minas de Bolaños, nombre con el que fuera conocido el actual municipio de Bolaños, es el más famoso y rico sitio minero de Jalisco en la época colonial. Su fama hizo que de él se ocuparan, desde su promisorio nacimiento, el abogado neogallego Francisco Javier Gamboa y trabajara en sus minas el prominente minerólogo José Garcés y Eguía en el siglo XVIII1; lo mismo se refieren a Bolaños científicos como el barón alemán Alejandro de Humboldt, el inglés George Ward, quien lo men-ciona en su libro México en 18272. Su historia es una de las más ricas entre los asentamientos urbanos del Estado, ya que se ordenó el pobla-miento a la manera virreinal, es decir, atendien-do a disposiciones administrativas que asigna-ban los usos y los espacios para cada parte de la nueva población siguiendo una antigua tradi-ción de más de dos siglos, como lo fueron las Ordenanzas de Indias de Felipe II.

De la época prehispánica del poblado es poco lo que se sabe, sin embargo la zona es rica en historia de los pueblos indígenas, ya que for-maba parte del territorio habitado por los grupos chichimecas, entre ellos los tepecanos, relaciona-dos con el origen de Tepec (poblado al norte de la cabecera municipal), así como de guachichiles,

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cazcanes y más tarde con los wixárika o huicho-les. Existen evidencias de la ocupación de grupos toltecas del centro de México en algunos puntos de la región. Actualmente está habitado por los grupos huicholes, principalmente.

El sitio donde se fundara Bolaños en el siglo XVIII fue explorado desde el siglo XVI por Pedro Almíndez Chirinos, por órdenes del con-quistador Nuño Beltrán de Guzmán en 1529. Lo mismo se sabe que Toribio de Bolaños (a quien quizás se deba el nombre de la población) ex-ploró la zona identificando alguna riqueza mi-nera logrando para él repartimientos de tierras. Más tarde, el sitio en el que se encuentra Tepec fue explorado por algunos gambusinos en el si-glo XVII y con mayor éxito en el siglo XVIII, en-tre 1718 y 1730, pero la riqueza encontrada fue efímera. No fue sino hasta 1736 cuando un ex-plorador indígena llamado José Barranco descu-briera las primeras evidencias de una gran veta mineral rica en plata, en las inmediaciones del actual Bolaños y luego, en 1744, otra nueva frente a la rinconada de La Playa3. Asimismo, se tienen informes de vetas importantes en Tepec, en 17404. A partir de ese momento se inició una actividad minera importante que tuvo por con-secuencia que ya en 1747 estuviera poblado un importante asentamiento en Bolaños con magní-ficos resultados, registrándose para entonces 12 mil habitantes y nombrándose un corregidor in-dependiente, Diego de Gorospe.

Las autoridades virreinales vieron en el lugar un importante prospecto de riquezas mi-neras al grado de establecer aquí, por órdenes del virrey conde de Revillagigedo, en 1752, la Real Caja de Bolaños, logrando con ello realzar al nuevo Real de Minas casi al mismo nivel de Zacatecas, ya que con la fundación de la Caja Real se otorgaron a Bolaños privilegios espe-ciales. Para 1761, Bolaños tenía ya 16 mil ha-bitantes y producía el 15 por ciento de la plata del país, es decir dos millones de pesos al año. Zacatecas tenía en 1764, 16,307 habitantes, lo cual permite darse una idea clara de la importan-cia de Bolaños para esa década. Algunas de las

minas más famosas que se explotaron entonces eran La Montañesa, Zapopan, Espíritu Santo, La Conquista, La Castellana, la Perla y La Cocina. Otras minas importantes son Veta Rica y Los Negritos5.

Como suele ocurrir en los sitios mineros, Bolaños sufrió su primera crisis hacia 1771. De ella salió poco tiempo después gracias a la inicia-tiva de quien fuera un importante personaje de la ciudad, Antonio de Vivanco, minero español que dedicó su vida a la minería. Vivanco, asocia-do con el comerciante de la ciudad de México, Juan de Sierra Uruñuela, logró sacar a Bolaños de esa primera crisis abriendo nuevas minas y ex-plotando las antiguas con métodos nuevos, en-tre otros los propuestos por el minerólogo José Garcés y Eguía quien también trabajó aquí. Para 1777 la actividad minera había crecido permi-tiendo dotar a la población de numerosos edifi-cios civiles y eclesiásticos y una nueva actividad económica y social.

En 1789, de nuevo sobrevino la crisis y Vivanco abandonó Bolaños habiendo logra-do obtener para entonces el título de conde de Bolaños. Como Sierra Uruñuela dependía del co-mercio con Bolaños, decidió asociarse con un minero de origen vasco, Isidoro Sarachaga, para seguir trabajando las minas. Sin embargo, para 1799 sobrevino otra crisis debido a la pobreza de la extracción de plata y a partir de entonces se abandonó poco a poco Bolaños y se cierra la Real Caja en 1806, concluyendo con ello el pe-riodo Colonial de este importante real de minas.

En el periodo de la República Indepen-diente, en el siglo XIX, Bolaños tuvo poca activi-dad minera, sin embargo entre 1825 y 1842 tra-bajó las minas la Compañía Minera de Bolaños con capital inglés de 750 mil pesos. El 18 de sep-tiembre de 1875, Bolaños es declarado munici-palidad, luego de haber formado parte del VIII Cantón de Jalisco cuya cabecera era Colotlán. A fines del siglo XIX y principios del XX, una com-pañía norteamericana se estableció en la ciudad minera con pobres resultados de extracción. En ambas etapas la actividad no logró recuperar la

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La fiesta de la Purísima Concepción es del 30 de diciembre al 8 de enero.

Cortesía de Raúl González

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Templo de Huilacatitlán

Antigua comunidad indígena proveedora de fuerza de trabajo para el Real minero.

La pequeña capilla, dedicada a La Purísima Concepción, tiene más arquitectura militar que religiosa; semeja un pequeño castillo: su fortaleza de muros, el trazo

de los mismos fueron diseñados para evitar que trepen por ellos.La imagen fue traída por los franciscanos a inicios del siglo XVIII.

población de la misma manera que ocurrió en el periodo colonial, pero permitieron mantener con una vida llena de altibajos a la población que, pa-ra los primeros años del siglo, estaba convertida en una especie de pueblo fantasma, debido a su

gran tamaño y escasa población. En este siglo, la economía basada principalmente en la minería hizo posibles intermitentes recuperaciones con la explotación de las minas por compañías mineras de diferentes nacionalidades.

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Arquitectura y urbanismo de Bolaños

Bolaños tiene en su cabecera munici-pal una importante riqueza histórica cultural en materia de arquitectura. Desde mediados del si-glo XVIII la población desarrolló una importan-te infraestructura urbana que prácticamente no ha crecido desde entonces debido a los altiba-jos demográficos. También las poblaciones cer-canas como La Playa, Tepec y Huilacatitlán tienen importantes monumentos históricos del periodo Colonial. Los trazos de la población datan de la época colonial, lo cual la convierte en un impor-tante testimonio del urbanismo minero como lo son Zacatecas, Guanajuato o Real de Catorce.

Entre los monumentos más destaca-dos se pueden citar, en torno a la plaza de ar-mas, al Palacio Municipal, que fue la sede del Corregimiento en el siglo XVIII y que sufrió algu-nas modificaciones posteriores en los siglos XIX y XX que no le han restado monumentalidad a su fachada de piedra labrada en dos altos niveles de robustas proporciones. De semejante impor-tancia es el edificio de la Real Caja, construido de 1752 a 1754, uno de los edificios más represen-tativos de la arquitectura del lugar, de ascenden-cia churrigueresca, hecho en piedra de la región con numerosos elementos labrados y enormes proporciones, con numerosos contrafuertes que lo hacen ver robusto y sólido. Otro importante monumento es la Parroquia Vieja, edificio incon-cluso iniciado en el siglo XVIII con valiosas de-coraciones barrocas en la sacristía, de enormes óculos mixtilíneos con decoraciones fantásticas.

Un poco lejos de la plaza de armas se encuentra el templo parroquial, inicialmente de Guadalupe, dedicado a San José, patrono de la ciudad, cuya fachada es de arquitectura barroca de la misma época, con una esbelta torre de gra-ciosas proporciones que se eleva como especie de faro de la población. Entre los valiosos mo-numentos de arquitectura civil privada se pue-de citar la llamada Casa Cural o el Curato, en 16 de Septiembre número 11, cuya fachada mues-tra la tipología de la época con grandes gárgolas

zoomorfas que salen de la planta alta; en la plan-ta baja es interesante ver el entrepiso de vigas de madera y tejamanil tejido en petatillo y unos ca-pialzados en forma de concha característicos de la época colonial. Sobre la misma calle de 16 de Septiembre se encuentra la Casa de la Condesa, que es otro importante monumento que fuera la casa de Antonio de Vivanco, conde de Bolaños; es un ejemplar de la arquitectura barroca con ex-cepcionales decoraciones en la fachada, elabora-das con el sistema de esgrafiado representando figuras humanas a pie y a caballo, de animales y plantas y algunos edificios que relatan algunas de las hazañas del propio Vivanco.

Otro edificio civil relevante sobre la mis-ma calle, es la residencia de Silvestre López Portillo, minero de San Luis Potosí que trabajó en Bolaños en el siglo XVIII. Entre las construccio-nes técnicas o mineras relevantes se encuentran la Hacienda de Beneficio, a espaldas de la Real Caja, que muestra las arquerías del conjunto en sólida piedra que según datos de Valdés Huerta, se trata de construcciones hechas ya en el siglo XIX por la Compañía Inglesa6.

La Casa de la Granada, al extremo norte de la ciudad, que fuera la antigua fundición del mineral, o casa de ensaye, con una elevada bó-veda en forma de granada que le da el nombre, es otra importante obra que posee significados especiales debido a que se trata de la primera fundición que hubo en el Real de Bolaños en el siglo XVIII.

El puente colgante que cruza el Río Bolaños en la parte central del poblado es una interesante obra de infraestructura de principios del siglo XX y puede ingresarse a él por un ca-llejón que desemboca en la calle principal, 16 de Septiembre, junto a la casa del Curato. El Cementerio, localizado en la orilla poniente del río, es también un edificio importante del siglo XIX, con relevantes elementos arquitectónicos y tumbas de interés; se trata de un cuadrángulo amurallado con un pórtico de columnas y al fon-do una especie de gavetario y capilla de tres ar-cos. Destaca a la entrada de Bolaños el elevado

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La aduana se encontraba perdida entre casas. La rescataron recientemente.

Cortesía de Raúl González

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Real Aduana

Aquí se hacían los cobros de los impuestos a las mercancías que entraban al Real.

Construida como casa de aduana en 1784,junto con la construcción de una bodega en 1791, su función principal era llevar el registro de las personas que ingresaban al pueblo, los motivos de su estadía y

vigilar que lo abandonaran el día anunciado.

chacuaco de una mina, en forma de columna y que da la bienvenida al poblado.

La arquitectura civil colonial de Bolaños es importante pues en el conjunto se distingue

una gran unidad tipológica de la vivienda, y al-gunas casas muestran portadas con anagramas labrados en piedra y decoraciones diversas, ven-tanas y puertas talladas en piedra que dan a la

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Dos vistas de la Hacienda Chica. Solo

se conservan parte de las

arquerías en este amplio edificio

localizado en la parte sur.

Cortesía de Raúl González

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Hacienda chica

Entre las construcciones técnicas o mineras relevantes se encuentra la Hacienda de Beneficio, a espaldas de la Real Caja, que muestra las arquerías del conjunto en sólida piedra, que según datos de Valdés Huerta, se trata de construcciones hechas en el siglo XIX por la Compañía Inglesa (1826-1844).

Según versiones de algunos pobladores, el tiro (pozo) se comunica con la primera mina descubierta por Toribio de Bolaños, de nombre Socavón, que está a la rivera del río.

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población una fisonomía propia de la tradición virreinal, aunque hay algunos ejemplos de ese ti-po del siglo XIX.

Algunas de las festividades tradicionales en Bolaños son la del patrón del pueblo que es San José Obrero y que se celebra del 23 de abril al primero de mayo; la fiesta de Nuestro Padre Jesús del 29 de julio al 6 de agosto; la fiesta de La Guadalupana, del 4 al 12 de diciembre. En Huilacatitlán se lleva a cabo la fiesta de La Purísima, del 29 de diciembre al 8 de enero. En Tepec, la fiesta de San Antonio de Padua, del 5 al 13 de junio.

En cuanto a la tradición wixárika, que se rige más bien por el calendario astronómico, las fiestas más relevantes que pueden citarse son las de La Calabaza y El Elote, hacia fines de sep-tiembre y octubre, Tatei Neirra, en diversas co-munidades. La fiesta denominada Itsanarra, de la pizca del maíz, en los meses de noviembre y diciembre de cada año. En los meses de marzo y abril se llevan a cabo las fiestas del Esquite o Namawitaneirra (cacería del venado o del pesca-do), además la fiesta del peyote o Hikuri Neirra y, coincidiendo con la Semana Santa cristiana, la fiesta llamada Beyak, cuando se vela y se celebra la Toma del Tejuino.

Tepec

Al norte de Bolaños, a unos 800 metros de distancia se llega a Tepec. Es quizá el asenta-miento más antiguo de la zona, formado por los frailes franciscanos desde finales del siglo XVI y principios del XVII con algunos indígenas tepe-canos pacificados que vivían en la región y que, una vez logrados los acuerdos de paz, se esta-blecieron en él. En este sitio se explotaron las primeras minas regulares de la zona por el ex-plorador Toribio de Bolaños, de ahí la razón del asentamiento como el más antiguo, si bien no se conoce con precisión su situación urbana en aquella época, que debió ser muy precaria co-mo tal y pocos vestigios de aquella remota ex-plotación minera permanecieron intactos para

cuando Bolaños nació como la joya en que se convirtió. Cuando las minas dejaron de explotar-se en Tepec, el asentamiento decayó y así subsis-tió por más de un siglo, cuando la riqueza pos-terior de Bolaños lo opacó de manera definitiva.

No obstante, en el siglo de “plata” de Bolaños, Tepec también alcanzó su propia gloria ya que puede decirse que Bolaños y Tepec fue-ron “conurbados” por la riqueza mineral, dejan-do de existir prácticamente una separación en-tre ambos. Si uno pasea por el poblado actual se puede observar parte de la arquitectura mine-ra que ha sobrevivido, como son algunas facha-das de casas e instalaciones mineras de la época en la que Tepec, junto a Bolaños, tuvieron gran prosperidad.

En el centro del poblado existe una exce-lente iglesia inconclusa de estilo churrigueresco con ricas decoraciones; esta fastuosa obra, que no llegó a terminarse, muestra la relevancia eco-nómica que la zona alrededor de Bolaños tuvo en el siglo XVIII. La iglesia de Tepec quedó sus-pendida debido a los altibajos de la riqueza mi-nera y desde entonces se puede ver inconclusa. En 1999, quien esto escribe realizó un proyecto para completar y cubrir el templo inconcluso que no se ejecutó puntualmente, y hoy se han hecho obras para completar sus muros y cubiertas. Este inmueble es de planta en forma de cruz latina, con una bella sacristía y una fachada realmente impresionante por sus atributos formales, del es-tilo churrigueresco que dominó en el siglo XVIII, logrando una expresión única por su elaborada riqueza que la coloca entre una de las mejores de Jalisco.

Huilacatitlán

Continuando por el mismo camino hacia el norte, a unos 3 kilómetros de Tepec, se lle-ga a esta población asentada en la ribera del río Bolaños. El trayecto permite admirar los paisajes que bordean el Río Bolaños, con grandes farallo-nes y parajes verdes y el contraste de la barranca con sus laderas.

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Este poblado tiene una pequeña capilla en funciones dedicada a La Purísima. Se trata de una iglesia de una nave, muy sencilla con una portada muy interesante; en el arco de ingreso la clave tiene una corona real y el remate de la cornisa presenta un escudo enmarcado con ro-leos en donde aparecen los Tres Reyes Magos, y en el remate una cruz a gajos. Junto al atrio de esta capilla, al norte, se encuentra una iglesia in-conclusa y abandonada como en Tepec, de be-llas formas de la que sólo se conserva el trazo del presbiterio sin techos y la sacristía, con una be-lla bóveda de nervaduras y una hermosa pila de agua bendita. Es una muestra más de la rique-za que la zona logró materializar en importantes muestras de arquitectura en la época de esplen-dor a fines del siglo XVIII. Es importante visitar el lugar ya que no sólo los aspectos arquitectónicos son magníficos, sino además el paisaje natural y el río Bolaños.

Como puede advertirse en esta bre-ve descripción arquitectónica de la zona de Bolaños, se trata de una zona rica en tradicio-nes y cultura bien definida y rica en muchos sen-tidos, sobre todo porque a través de los siglos aún se puede identificar la tradición mestiza, ese maridaje entre lo virreinal español y la tradición

indígena wixárika que le asigna una gran rique-za. Existe además otro elemento cultural que se suma a esta riqueza y que actualmente se en-cuentra dentro de un proceso de investigación por quien esto escribe. Se trata del Camino Real de la Plata de Bolaños, parte altamente significa-tiva de la historia de este territorio y su vincula-ción con el mundo externo del cual se había ais-lado por años, si bien fue gracias a éste que su vida cultural se enriqueció, tanto así como tam-bién enriqueció al mundo exterior.

Notas

1 Bargalló, Modesto. La minería y la metalurgia en la América

española durante la época colonial.

Fondo de Cultura Económica, México, 1955, p.348.2 Ward, George, México en 1827.

Fondo de Cultura Económica, México, 1981, p.183.3 López Miramontes, Álvaro, Las minas de Nueva España en

1753. INAH, México, 1975.4 Valdés Huerta, Nicolás, Bolaños, ensayo histórico.

Ediciones Espiral, Guadalajara, 1979, p.102.5 Brading, David A. Mineros y comerciantes en el México

Borbónico (1763-1810).

Fondo de Cultura Económica, México, 1975. 6 Valdés Huerta, Nicolás, op. cit. p.18.

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Paulina Ultreras Estudiante de doctorado en Antropología en la Universidad de Montreal.Becaria CONACYT.

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En estas páginas, Paulina parte de las preguntas sobre ¿por qué se fundó y cuál fue la importancia de esta comunidad? En tanto, en el texto que le sigue, Brenda Sánchez escribe sobre la iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe, con la mirada de quien nació y vive en La Playa

El presente artículo trata la formación de Bolaños como centro minero y de algunas no-

ticias de la creación del barrio minero La Playa en el siglo XVIII debido al constante incremento de la población y a la necesidad de la corona espa-ñola de cierto orden, especialmente con los mi-neros, de ahí la importancia de la fundación de La Playa.

Bolaños, como importante centro mine-ro, tiene sus inicios en el siglo XVIII con el des-cubrimiento de algunas vetas que se explotaron hacia 1744. Por lo tanto, su descubrimiento y ex-plotación tiene mayor realce en la segunda mi-tad de la decimoctava centuria1. El auge de la minería en esta zona coincide con una crisis ge-neral en la Nueva Galicia, por lo tanto Bolaños y sus alrededores, así como el Gobierno fronterizo de Colotlán fueron lugares importantes para el virreinato porque mantuvieron a flote la econo-mía novohispana en periodos de crisis agrícola. (López Miramontes, 2000: 136,143).

Las fuentes documentales más abundan-tes sobre los primeros años de Bolaños como real minero cubren dos aspectos generales: la pugna entre el clero regular y el secular por el control eclesiástico de Bolaños y las regulaciones que hi-zo la Corona para tener mayor vigilancia en los

Paulina Ultreras Villagrana

asuntos económicos del lugar. Así, con respec-to a los asuntos eclesiásticos, en marzo de 1753 el Conde de Revillagigedo señalaba que después de haberse descubierto y poblado a principios del siglo XVIII un real de minas con el nombre de Tepec, en el obispado de Guadalajara, cerca de otro real nombrado Santa Rosa, “se suscitó pleito entre el cura secular de dicho real y el doc-trinero franciscano de Chimaltitán sobre la per-tenencia del territorio de Tepec, que en la cu-ria eclesiástica se adjudicó al cura de Santa Rosa, pero que habiéndose descubierto algunos años después el real de Bolaños, se volvió a suscitar la misma disputa entre los dos curas”2. Por lo tan-to, el virrey de la Nueva España aprobó la sepa-ración y erección de un nuevo curato en los te-rritorios de Bolaños y de La Playa para evitar el pleito que había entre los curas de Santa Rosa y Chimaltitan, del Obispado de Guadalajara.

El auge de las minas bolañenses comen-zó a mediados de 1740, en Tepeque, “…en 1736 un indio, Nicolás Gutiérrez, trabajó su pri-mera mina en sociedad con un cocinero geno-vés.” (Brading, 2000: 157). Según los estudiosos de Bolaños, este centro minero tuvo varios perio-dos de auge y depresión económica y se suelen describir de la siguiente manera. Al auge inicial

La Playa:barrio minero del Real de Bolaños

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La Iglesia de La Playa es una de las joyas mejor

conservadas de la arquitectura

religiosa colonial de Jalisco.

Cortesía de Francisco Vázquez

(1748-1761, en este periodo se produjeron cer-ca de dos millones de pesos al año) le siguió un período de depresión (1761-1775), una reac-tivación (1775-1783, Antonio de Vivanco fue quien restauró el mineral respaldado por Juan de Sierra Uruñuela, un comerciante de la ciu-dad de México. Por otro lado, se le concedió un

precio especial en el mercurio), y luego la quie-bra hasta 1798, fecha en que las minas se inun-daron y se vieron prácticamente abandonadas (Gerhard, 2000: 75). El cambio de propietarios era una constante debido a los cortos períodos de auge argentífero y a la dificultad de extraer el mineral por la inundación de las minas o la

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falta de tecnología. Así, en los momentos de ma-yor extracción de mineral era necesaria mano de obra que acudía a Bolaños, es decir, la pobla-ción fluctuaba dependiendo de la cantidad de mano de obra necesaria en las minas. Estas co-rrientes migratorias demandaban más servicios y mayor organización por parte de la administra-ción colonial, además era necesario controlar a los mineros.

En 1751 se erige la Real Caja en Bolaños para evitar la evasión fiscal de los mineros y en 1754 se crea el corregimiento de Bolaños, el cual dependía del virrey para controlar la riqueza del lugar. Se fijaron los límites del mismo y se nom-bró a un corregidor, quien además de adminis-trar justicia en lo civil y criminal, “se le encargó el gobierno económico y político del real, en lo concerniente a los abastos, población, limpieza, establecimiento de propios, construcción de to-do género de edificios, puentes y apertura de ca-minos” (López Miramontes, 2000: 147).

El Real de Minas de Bolaños fue crecien-do en importancia económica durante el siglo XVIII, así como en población, y algunos años después de su descubrimiento se formó el ba-rrio que albergó principalmente población mine-ra que hasta hoy se conoce como La Playa.

Debido al descubrimiento de abundan-tes vetas en el Real de Bolaños concurrió mucha gente en busca de trabajo y se formó el barrio de La Playa, ubicado a unos cuantos metros de lo que sería Bolaños; para 1753 la población era de aproximadamente doce mil personas según informes encontrados en el Archivo General de la Nación. El aumento de población en dicho si-tió llevó a los mineros y pobladores a solicitar al obispo de Guadalajara una persona que les ad-ministrara el culto espiritual, para ello se dispuso que el provincial de Zacatecas pusiera un religio-so que administrara los sacramentos a aquellos feligreses.

Sin embargo, la formación del sitio de La Playa, además de deberse al aumento de población en el Real minero, obedece a que en Bolaños los mineros empezaron a fabricar

“jacales de zacate o tejabanes” en el cerro y los pobladores eran frecuentemente encontrados por las autoridades del Real en “juegos prohi-bidos y embriagueces”3. La falta de lineamiento en la construcción de las nuevas viviendas expo-nía a sus moradores pues construían sus casas cerca de las minas, en las cuales había fuegos voraces que ponían en riesgo no sólo el trabajo en las minas, sino también a quienes habitaban muy cerca de las mismas. Los antecedentes so-bre incendios en las minas ya había sido notifica-do por don Diego de Gorospe de Irala y Padilla, quien había señalado los percances ocurridos en La Perla y La Castellana. De ahí que las autorida-des consideraran La Playa como un lugar idóneo en donde se podría formar un barrio.

Además de ser un barrio originariamente para trabajadores, el puesto de La Playa alber-gó haciendas de fundición como la de José del Valle, quien en 1786 tenía una hacienda de fun-dición de 56 varas de frente y 30 de fondo, con un horno de fundición, portal, un cuarto que servía de techado para cubrir los fuelles y lanzas, otro cuarto destinado para carbonera, un cuar-to en el que se encontraba el vaso respectivo de la fundición, una sala, recámara y otro cuarto4 . También hubo una hacienda de beneficio de me-tales que para principios del siglo XIX se encon-traba en ruinas5.

Un elemento significativo en la formación del barrio de La Playa es su iglesia, incluso has-ta nuestros días es emblemática del barrio, pero no solamente por su importancia en el sentido de dotar de servicios espirituales a la población, sino como un símbolo distintivo de La Playa. La iglesia fue construida entre 1739 y 1760. En un informe fechado en abril de 1751 se menciona que aún no se terminaba su construcción y falta-ban el techo y las puertas6. Arquitectónicamente es de características churriguerescas, dedica-da a la virgen de Guadalupe, con cementerio al frente y atrás de la iglesia. Su alta torre y cúpula son distintivos como el más importante edificio de La Playa. La cúpula está cubierta con azulejo de Puebla. Las gárgolas situadas en la fachada

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La pintura es de Antonio

Enríquez, muestra a los

reyes de España y se dice que

en la parte baja estaría Antonio

de Vivanco.

Cortesía de Francisco Vázquez

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Iglesia de La Playa

De estilo barroco churrigueresco, con pilastras dóricas, se construyó entre 1739 y 1760.

Se conservan un par de pinturas en tela atribuidas a Antonio Enríquez. El interior aún está decorado con la pintura original y conserva sus enlucidos. Se dice que el mosaico de ambas cúpulas fue traído de la ciudad de Talpa (Puebla) en el mismo año de construcción.

La Virgen de Guadalupe aparece coronada en la parte superior de la fachada: sobre la corona original los ángeles sostienen una tiara pontificia, que es una triple corona. También hay un par de gárgolas en forma de león.

(En la página 54 y aquí. También en 58, 60 y 61)

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tienen forma animal. En su costado sur se co-menzó a construir un convento franciscano. Es un templo de una sola nave con planta de cruz latina.

Para la edificación de la parroquia, la con-tribución económica de los mineros acaudalados del Real fue muy importante. Así, en el Archivo del Arzobispado de Guadalajara hay un docu-mento que señala la donación de cien mil pesos que Don Bernardo Gutiérrez hizo “para la fábrica del templo que se consagró a María Guadalupe en La Playa, adornándolo con vistosos retablos, ornamentos, lámparas, vasos sagrados y de-más…”7. Dicha cantidad de dinero era bastante elevada para la época y como no se ha encontra-do mayor información sobre la construcción del templo, es discutible la donación de dinero, ade-más quienes dan dicha información son los des-cendientes de Don Bernardo Gutiérrez, pues pe-dían ser enterrados en el templo.

Bernardo Gutiérrez de Hermosillo mu-rió el 7 de noviembre de 1761, vecino, mine-ro y dueño de hacienda de beneficiar metales en el Real de Bolaños, contrajo matrimonio en primeras nupcias con Doña María de San Juan González, y posteriormente con Doña María Gertrudis Rodríguez de la Mora. Para su sepultu-ra pidió que su cuerpo fuera amortajado con el hábito de San Francisco y sepultado en la bóveda que tenía en la Iglesia nueva de La Playa, junto al cuerpo de su primera esposa. Una de sus peti-ciones fue que del total de los bienes de ambos se erigiera un retablo y se colocara en el altar mayor de la Iglesia de La Playa y que asimismo se costeara la función y solemnidad de la jura de Nuestra madre y Señora de Guadalupe, con tres días de festividad en la Iglesia Parroquial del Real de Bolaños; juntándose primero las limosnas de los vecinos y lo que faltase se contribuyera del caudal de ambos. Lo anterior fue comunicado por Marcelo García Barrionuevo, en nombre de Don Bernardo Gutiérrez de Hermosillo8.

Durante el siglo XVIII el barrio de La Playa fue un lugar muy dinámico en donde habitaban principalmente mineros, no obstante, como ya

se ha señalado, los mineros más acaudalados contribuyeron a la construcción de la parroquia y en ella se sepultaron algunos mineros impor-tantes. Por otro lado, también se establecieron haciendas de fundición o beneficio de metales. Todos estos elementos nos dibujan un barrio muy activo en donde confluían trabajadores, mi-neros y autoridades.

Notas

1 Para mayor referencia ver Carbajal, 2002. 2 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 234, exp. 152, Fj. 234.3 AGN, General de Parte, Año: 1755, Vol. 41, Exp. 85,

Julio 17 de 1755. Fs.: 47v-48v.4 Archivo privado de la Srita. Petra Ramírez.5 AHAG, Real de Bolaños, Caja 1, carpeta 1803-18096 BPEJ, ARA, Caja 89, exp. 9, progresivo 988, abril 7 de 1751.7 AHAG, Bolaños, caja 1, 1739-1820, exp. 29.8 Archivo privado de la Srita. Petra Ramírez. Documento

fechado en 1761.

Siglas

AHAG Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara.

AGN Archivo General de la Nación.

BPEJ Biblioteca Pública del Estado de Jalisco

— Archivo Privado de la Srita. Petra Ramírez. Bolaños.

Referencias

Brading, David. 2000. “La minería de la plata en el siglo

XVIII: el caso de Bolaños”. en José María Muriá Lecturas

históricas del Norte de Jalisco. Guadalajara, El Colegio de

Jalisco, pp.157-169.

Carbajal López, David. 2002. La Minería en Bolaños. Ciclos

productivos y actores económicos, 1748-1810. México,

El Colegio de Michoacán / Universidad de Guadalajara.

Gerhard, Peter. 2000. “Bolaños”, en José María Muriá

Lecturas históricas del Norte de Jalisco. Guadalajara, El

Colegio de Jalisco, pp. 71-76.

López Miramontes, Álvaro. 1974. “El establecimiento del

Real de Minas de Bolaños”, en José María Muriá Lecturas

históricas del Norte de Jalisco. Guadalajara, El Colegio de

Jalisco, pp.135-151.

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Fachada del templo de La Playa con su cementerio en el atrio.

Cortesía de Raúl González

Brenda SánchezEstudiante de Turismo en el CUNorte de la Universidad de Guadalajara. Trabaja en la oficina de Turismo de Bolaños.

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Una maravillosa bienvenida reciben los visitan-tes al bajar a Bolaños: envuelta en el verde

paisaje, junto al río, se encuentra la joya arqui-tectónica de este Cañón. Es el orgullo boñalense, la edificación admirada no sólo por su exterior, sino también por lo que guarda en su inteior.

La iglesia de La Playa está dedicada a la Virgen de Guadalupe y su construcción se dio entre 1739 y 1760. Con un estilo arquitectóni-co churrigueresco con toques de barroquismo, en su fachada encontramos diferentes elemen-tos, desde gárgolas que demuestran la fiereza con que resguardan celosamente su tesoro, has-ta mosaicos en sus cúpulas, que según el padre Nicolás Valdés fueron traídos de Talpa, Puebla. Hay una Virgen de Guadalupe tallada en can-tera y en ella está escrito en latín un versículo del Salmo 147, según el padre Valdés en su libro Bolaños, ciudad colonial.

NON FECIT TALITER OMNINATIONI (no hizo cosa igual con otra nación)

Dentro de este templo se resguardan dos imágenes de Antonio Enríquez, pintor de la Colonia: la primera de la Virgen de Guadalupe

Brenda Sánchez Marín

y la segunda del señor San José (en esta últi-ma obra aparece el Virrey Antonio de Mendoza y el más acaudalado minero de Bolaños, Don Antonio de Vivanco, quien dona la pintura). Ambas han generado su propia historia.

La imagen del Señor San José, admirada por muchos y codiciada por otros, dejó huella en este templo, literalmente. Fue robada en la déca-da de los setenta del siglo XX: a pesar de su gran peso, la estructura que la enmarca fue arrancada de la pared (dejando unos grandes boquetes en ella, que aún perduran); los ladrones tomaron la tela y huyeron rumbo a la ciudad de Guadalajara donde intentaron venderla por unos cuantos pe-sos sin pensar que la enfurecida población los se-guiría hasta dar con ellos; recuperada la imagen, fue regresada a su casa de donde espero no vuel-va a salir de la misma forma.

La imagen de la Virgen de Guadalupe es el tesoro más preciado y resguardado, que a lo largo de 250 años ha visto nacer y morir a varias generaciones que la han adorado y venerado co-mo la madre de la comunidad. Más de uno de los habitantes de La Playa cuenta cómo al paso de los años han querido sacarla de su “casa” pa-ra llevarla a restaurar, pero nuestra tradición nos

El templo de la Playa

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Esta piedra está ubicada a un costado del altar.

Cortesía de Francisco Vázquez

60

caracteriza por ser un pueblo desconfiado, es por esto que a pesar del intento de diferentes perso-nas, el pueblo no lo ha permitido. Recuerdo las palabras de mi abuela, “preferimos que se caiga a pedazos y venerarla de ese modo, a dejar que se la lleven y no volver a verla jamás”.

La imagen guadalupana estuvo enmarca-da en un retablo de cedro bañado con oro mar-chito y custodiada por varias cabezas de ángeles, igualmente con acabados en oro; es una lástima que con el paso de los años y de varios visitantes poco devotos, nos han dejado sólo maderas asti-lladas por la ambición de poseer algo de riqueza, pues poco a poco arrancaron cada uno de esos ángeles y se llevaron parte de ese retablo.

Y haciendo mención del retablo, en la historia de este templo nos mencionan la pro-mesa que hiciera Don Bernardo Gutiérrez de Hermosillo, acaudalado minero de Jalostotitlán que vivió en Bolaños durante la época colonial; dicha promesa quedó escrita en su testamento y pedía que “de su riqueza se mandara hacer un retablo para el altar mayor de la iglesia de La Playa” (Archivo Municipal de Bolaños), de es-te retablo se dice que “debía construirse en pla-ta”. Ahora nos damos cuenta que tal retablo no se realizó, que solo quedó en una promesa, así

como la petición de que su cuerpo fuera sepulta-do en la bóveda (sótano) que tiene esta iglesia.

Estas son sólo algunas de las reliquias ar-tísticas que guarda el templo de La Playa, pero faltan otras tantas que, a pesar de varias opinio-nes, se han sacado para ser llevadas al templo de San José Obrero, con la excusa de que es el tem-plo parroquial. Por ejemplo, la pila bautismal la-brada en cantera que se trasladó a Bolaños por-que años atrás era el único lugar donde se podía realizar este sacramento; por este motivo desde que se permitió bautizar en la iglesia de La Playa, los nuevos fieles del catolicismo tienen que ser bautizados en sartenes. Irónico, ¿verdad?

Son muchas y variadas las historias que rondan alrededor de la iglesia de La Playa, van desde leyendas extraordinarias, hasta curiosas anécdotas. Se cuenta que en el sótano se en-cuentran sepultados frailes franciscanos, los cua-les resguardan los artefactos religiosos usados en la Colonia, y si esto fuera verdad imaginen el valor histórico que tiene este sótano; es curioso que hasta ahora nadie se ha interesado por ba-jar y explorarlo. ¿Cuántas maravillas se esconde-rán en él?

Cuántos niños han vivido su bautizo, su primera comunión y su confirmación en este

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La gárgola y la Virgen de Guadalupe se encuentran en lo alto de la fachada.

Cortesía de Francisco Vázquez

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edificio histórico, y cuántos otros se han dado el “sí” ante la imagen de la Virgen de Guadalupe, a pesar de los muchos ataques que han dado las abejas, inquilinas desde hace muchos años de este lugar.

Es un deleite ver la postal que nos re-gala esta maravilla colonial, aunque sería más hermosa si se lograra su restauración; ex-horto a las autoridades municipales, estatales y al propio Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a voltear hacia una de las jo-yas más hermosas de Jalisco, rescatémosla ahora que estamos a tiempo.

Otra acción que mejoraría esta postal es que las tumbas que tiene en su frente se hicieran a ras de suelo o simplemente ya no permitan que se utilice este espacio, pues la modernidad de los materiales con que hacen las tumbas no va de acuerdo con la arquitectura original.

¿Acaso no recuerdan que el cemente-rio está a espaldas del templo? Ironías de la vi-da pues son habitantes de otras localidades los que están sepultados aquí; no creo que por es-tar frente a la virgen vayan a alcanzar más pron-to el cielo.

Me duele ver los enrejados que tuvie-ron que hacer las autoridades eclesiásticas y la

propia comunidad para resguardar este templo, pues no nos hemos escapado de la delincuencia. En 2009 fuimos víctimas de robo de arte sacro y en meses pasados del 2010 intentaron violar la cerradura de una de sus puertas; decepciona sa-ber que existen personas que no valoran el arte y la historia de la comunidad, y sólo buscan una falsa riqueza.

Pero, contra estos inconvenientes la fe sigue y año tras año, del 4 al 12 de diciembre el pueblo bolañense rinde tributo a la Virgen de Guadalupe y engalana su templo con flores, adornos, veladoras, lanzacohetes y acude con amor y devoción a visitar a su madre, y no es raro ver durante el resto del año a sus hijos pa-gando “mandas”, ya sea descalzos o arrodilla-dos para llegar hasta su altar y agradecer por los beneficios recibidos.

Esta es una joya colonial, una de las tan-tas con que cuenta Bolaños y es el orgullo de mi comunidad; con orgullo lo presumo y como cada uno de mis antepasados lo seguiré resguardando y defendiendo de la profanación.

Así, escondido entre cañones, resistiendo cauteloso el paso de los años y escribiendo su historia día con día, la iglesia de La Playa espe-ra su visita.

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G. F. LyonEscritor y dibujante inglés (1795 - 1832)

La introducción al texto es deFrancisco Vázquez

Este es el primer edificio histórico que se encuentra el visitante al ir bajando a Bolaños.

Cortesía de Francisco Vázquez

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Dos viejos ingleses llegaron a Bolaños a princi-pios del 2010. No vinieron a México a tirar-

se a la playa de Cancún o de Vallarta, sino que en sus vacaciones siguieron la ruta que dejara su compatriota James Vetch, a principios del siglo XIX. Nos entusiasmó la idea de incluir en Niuki el diario y/o las impresiones de este capitán del Ejército Británico, que en su estancia mexicana se dedicó a la minería. Si las vivencias de Vetch motivaron a dos personas a viajar de Inglaterra hasta el norte de Jalisco, igual o más interesan-tes serían sus palabras para los lectores de nues-tra revista.

La presencia de los ingleses en la mine-ría en el México recién independizado, es rele-vante en la historia de ambos países. Tras la bo-nanza registrada en la segunda parte del siglo XVIII (acompañada de algunas crisis)1, las minas

George Francis Lyon

de Bolaños estuvieron abandonadas. Es enton-ces que México voltea a Inglaterra para invitar a sus inversionistas para que se ocuparan del sec-tor minero2; en el caso de Bolaños, su presencia abarca de 1824 a 18493.

La bibliografía en México es escasa so-bre esta parte de la historia; por el contrario, en Inglaterra es un tema más trabajado. Grosso modo se suele decir que fue un fracaso econó-mico para Inglaterra, pero también se comenta que los ingleses vinieron a modernizar la minería mexicana, lo que sentó las bases para el benefi-cio de los inversionistas estadounidenses y mexi-canos, que llegarían en los siguientes años del si-glo XIX y en el siglo XX.

Lamentamos no cumplir con nuestro en-tusiasmo inicial: la fecha de cierre de Niuki nos llegó sin localizar los textos de James Vetch.

Diario de viajepor Bolaños, 1826

Nació en 1795 y murió en 1832. Oficial naval británico, viajero en el ártico, en África y en América Latina. Escritor y dibujante. Realizó un viaje por México: sus vivencias las escribió en el libro que en la edición en español tiene por título Residencia en México, 1826. Diario de una gira con estancia en la República de México. El extracto que ahora se publica cuenta de sus días en Bolaños

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Aprovechamos el medio para sugerir un estu-dio de su vida en México, en caso de no existir, ya que fue importante e interesante no sólo en el campo de la minería, según se advierte en su semblanza escrita por Robert Hamilton Vetch (co-laborador de la Enciclopedia Británica, en 1911). Vetch llegó a Real del Monte, Hidalgo, en 1824. En Bolaños estuvo de 1828 a 1829 y de 1832 a 1835. En México, Vetch construyó carreteras con relación a los pueblos mineros, eficientó sistemas de transporte (a Bolaños llevó una pequeña má-quina de vapor para desaguar las minas), realizó observaciones astronómicas y atmosféricas, hizo una importante colección de antiguedades mexi-canas que presentó en el Museo Británico, entre otras cosas.

No tenemos a Vetch, pues, pero en el camino nos encontramos a George Francis Lyon (1795-1832), un tipo igual de interesante. Extravagante, si nos permiten el adjetivo. En ape-nas 37 años que duró su vida, con las condicio-nes de transporte existentes hace 200 años, lo mismo exploró el ártico, que puso sus pies en el continente africano. ¡Y también vino a Bolaños! Fue un oficial naval británico con inspiración pa-ra escribir y dibujar; sus trazos de escenas y per-sonas son muy buenas.

G. F. Lyon atendió la encomienda de su-pervisar las minas de los ingleses en México. El 10 de marzo de 1826 desembarcó en Tampico, pasó por Zacatecas, llegó a Bolaños, siguió por Hidalgo y partió desde Veracruz el 4 de diciem-bre del mismo año. En el ínterin hizo escalas en San Luis Potosí, Guadalajara y México, entre otras ciudades. Lyon escribió un diario de viaje al regresar a Inglaterra, por cierto, al pasar por Nueva York el barco naufragó y se dice que po-cas cosas logró salvar, entre ellas este manuscri-to. En México, el Fondo de Cultura Económica lo publicó, en 1984, con el título Residencia en México, 1826. Diario de una gira con estancia en la República de México. A continuación les ofrecemos la parte donde cuenta su estancia en Bolaños (pags. 136-155). Un agradecimiento es-pecial al FCE por su generosidad.

§

23 de agosto. Nuestro camino, aunque mon-tañoso, fue bueno durante el día y los maiza-les eran frecuentes. En cinco leguas llegamos a una aldea de unas cuantas cabañas llamada Cartagena, levantada en la parte alta de un pe-queño valle, a través del cual corre un pintoresco riachuelo con el mismo nombre. En este lugar el curso era hacia el norte, donde, luego de dar una corta vuelta, se dice que al final se une al río de Bolaños. Vadeamos la corriente, que en ese entonces tenía dos pies de profundidad, pero al decir de la gente crece muchísimo después de las fuertes lluvias, y entonces su corriente se vuelve impetuosa y a menudo ocurren serios acciden-tes al cruzarlo. En tales ocasiones los pasajeros son deslizados de orilla a orilla sobre una cuerda y a los animales los cruzan nadadores expertos, a quienes se les paga un alto precio por ese ser-vicio. Aquí bebí un exente pulque bajo la som-bra de un mezquite, desde donde pude vigilar mi cargamento al mismo tiempo que admiraba el paisaje circundante (los nativos de Cartagena son famosos por su ingenio para privar a una mula de su carga).

Inmediatamente después ascendimos a una altiplanicie, donde a la orilla del camino pasamos a dos hombres bien vestidos pero de aspecto sospechoso, sentados entre los arbus-tos; era evidente, por sus modales, que anda-ban en busca de nosotros o algunos otros viaje-ros. Nos siguieron por una corta distancia, yendo envueltos en sus sarapes, de tal modo que no podíamos ver si llevaban armas, pero tal vez no gustándoles lo numeroso de nuestro grupo, o frustrados porque algunos otros no se les habían reunido, pronto desaparecieron entre las monta-ñas. Luego de pasar algunos pequeños ranchos, finalmente ascendimos una montaña cubierta con tres especies de robles achaparrados, uno parecido al Ilex en sus hojas; un segundo nudoso y torcido y unas hojas como nuestra especie in-glesa; el tercero era recto y delgado en sus bra-zos y ramas, promediando unos 20 pies de altura

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(6 metros), pero con hojas que tenían casi todas de 12 a 16 pulgadas (30 a 40 centímetros) de largo; especímenes como estos me he traído a Inglaterra conmigo, una de diecinueve (48 centí-metros) y otra de veintiuna (53 centímetros) pul-gadas de largo. Lamenté que no hubiera bellotas en los árboles de temporada, pero muchas del año anterior yacían sobre el suelo, medio secas y carcomidas por los gusanos, no más grandes que las de tipo ordinario en Inglaterra. Estas especies son, creo, una variedad de Quercus macrophylla, o roble mexicano de hojas grandes descritas por Louis Nee4, quien menciona que tienen hojas de un pie de largo.

Las montañas son de una piedra blanca y arenosa, blanda y muy descolorida en la superfi-cie, y salpicada en muchos lugares con pedazos de pórfido y fragmentos de lava negra. El paso es como tres millas de largo (4.8 kilómetros), des-pués del cual, dejando una áspera cañada bosco-sa con altos picos a nuestra izquierda, descendi-mos entre empinadas y rugosas rocas a un llano muy suave y verdoso, en el centro del cual están pequeñas cabañas de Salitre5. Dormí en una de ellas y temprano a la mañana siguiente (24 de Agosto) salimos para Bolaños. El llano se encon-traba cultivado con maíz en unas cuantas millas, ya muy crecido, entre el cual hice dos disparos sin resultado a un venado distante, y habiéndo-me colocado más cerca, estaba a punto de apun-tar mejor cuando me llegó un hombre galopan-do a toda velocidad y me aclaró que el animal era domesticado; para mostrármelo dio vuelta a su caballo y el hermoso animal lo siguió trotan-do juguetonamente a través del campo. Como a cuatro millas (6.4 kilómetros) de nuestro punto de partida entramos a los pasos de la montaña, de una escala magnífica y sumamente hermo-sa, y por varias horas continuamos serpentean-do entre espesos matorrales de roble de hojas anchas y una especie de mimosa que tiene una pequeña mota o flor que exhala una fragancia deliciosa.

Al finalizar la tarde llegamos a la cres-ta superior de las montañas, y rodeando una

pequeña eminencia florida se presentó ante no-sotros una escena de increíble grandeza. A la izquierda hay un pico neblinoso, La águila de 1,500 pies (456 metros) de altura; su cima cen-tellaba bajo los rayos del sol, mientras su silueta era finalmente enmarcada por una densa masa de nubes tormentosas que se hallaban a la dis-tancia. Una profunda y boscosa barranca cruza-ba lo que parecía ser su base, hacia un pequeño pero no menos hermoso precipicio que limitaba la vista hacia la derecha; y la oscura orilla de este bosque enlazante se dibujaba vivamente contra una purpúrea y distante cadena montañosa ha-cia el occidente, ribeteada en sus cumbres con torrecillas de pinos, que se alzan a una elevación de 5,000 pies (1,520 metros) por encima de la barranca de Bolaños.

Nuestro camino seguía a lo largo del pie de la montaña de La águila hasta llegar a la cres-ta de la montaña que bastilla en la barranca bos-cosa, desde donde una vista gloriosa del valle o la Barranca de Bolaños, a una profundidad de 2,000 pies (608 metros), surgió de improviso a nuestra vista; su reluciente río corría a través del valle y la Hacienda de Tepec mostraba apenas el techo de sus edificios entre brillante forraje en que se hallan abrigados. Ocupamos como dos horas en el difícil y empinado descenso, bajo la sombra de una deliciosa selva de árboles, de es-pecies totalmente nuevas a mis ojos. Después de descender a terreno plano pronto llegamos a la ciudad de Bolaños, donde en la excelente casa de Mr. Auld, quien estaba a cargo del negocio, encontré la más amable bienvenida.

No habiendo tenido nunca el lujo de una habitación completa para mí solo desde que lle-gué al interior, me parecía hasta haber entrado a un palacio; realmente toda la ciudad hoy poco poblada tiene la apariencia de haber sido algu-na vez de primera clase: las ruinas o edificacio-nes a medias de iglesias espléndidas y hermosos edificios de piedra arenisca no igualaban a los que había visto hasta ahora. No había una sola cabaña de lodo ni una choza en el lugar: todas las viviendas estaban construidas con piedra, de

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El edificio muestra que tenía varios

niveles.

Cortesía de la foto izquierda, Raúl González,

y la derecha Francisco Vázquez

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Hacienda de Guadalupe

Se encuentra al costado izquierdo de la carretera, bajando hacia el poblado. Quedaría en medio de Bolaños y La Playa.

Fue una hacienda minera construida por los ingleses en 1830, que corresponde al segundo periodo. Llama la atención, junto a la fachada, un profundo tiro de mina en desuso. También es un lugar privilegiado para apreciar Bolaños y el pueblo de La Playa.

forma superior; y los edificios públicos que se en-contraban ahora vacíos, las ruinas de las inmen-sas haciendas de plata y otros establecimientos conectados con las minas, hablaban todos de in-mensas riquezas y esplendor que debe haber rei-nado en este ahora quieto y retirado lugar.

25 de agosto. Mr. Auld me acompañó a hora temprana, en una deliciosa mañana, a visitar el Leet head6, es decir, la parte del río que se va-cía sobre el canal con el propósito de mover las ruedas del agua de la gran mina de “Barranco”. Esta parte del río comienza como a cuatro millas (6.4 kilómetros) al norte de la ciudad de Bolaños, y el paisaje que lo rodea es realmente soberbio: abruptos y vertiginosos precipicios de piedra are-nisca confirman el valle hacia el oriente y ma-sas de colinas pintorescas se hallan cubiertas con verdes y florecientes arbustos; como era prima-vera en Bolaños, toda la naturaleza se veía tan

(En la página 62 y aquí)

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fresca y hermosa, que el sol calcinante es casi olvidado entre el brillante y tierno follaje, el gor-goteo del río y la dulzura del aire. Es durante la temporada de lluvias, o inmediatamente después de ella, cuando la vegetación toma un nuevo im-pulso; y la faz de la naturaleza experimenta un cambio más admirable que el que se observa en climas donde las lluvias llegan a intervalos regu-lares durante el año. En la “estación seca” todo el campo circundante aparece quemado y seco; ninguna brizna de hierba o vívida flor refresca la vista, y el follaje de los árboles parece, aunque perenne a través de todas las estaciones, de un tono pardo que no refresca.

Hice aquí algunos bosquejos, aunque to-talmente consciente de mi ineptitud para dar algo más que una ligera idea del país que me rodeaba. Por la tarde, Mr. Price me llevó en un sombreado paseo al pie de las montañas hasta una pequeña granja llamada “Comité”, situada en la boscosa barranca no lejos de un valle de-licioso en forma de tazón, que se parece a los que se ven entre los Alpes, y que ha sido llamada atinadamente “El Valle de la Paz”. Los senderos por los que cabalgamos se parecían a algunos de nuestros sotos ornamentales en Inglaterra, y continuaron por muchas millas a lo largo de las profundidades de la barranca.

26 de agosto. Mi mañana estuvo dedicada al examen de los trabajos sobre el canal y descen-diendo ocho de los diez lumbreros o pozos de ventilación, pude juzgar el gran progreso que se ha hecho en esta importante empresa.

Siendo este el día de pago de los obre-ros nativos, la noche se dedicó por consiguien-te a la recreación, que era bastante diferente de las reuniones sabatinas que había visto en Zacatecas. Un grupo de maromeros (o danzan-tes de cuerda) ambulantes hicieron su exhibición en el grande amurallado patio de una espléndi-da mansión antigua, ante unas 800 personas, lo que se consideraba “casa llena”, y los billetes, a un medio (o tres peniques), sumaron 50 dólares. La ejecución, que resultó terriblemente mala, fue

sin embargo muy aplaudida por los espectadores que se sentaban o yacían en confusa multitud sobre el desnudo suelo; mientras que otras per-sonas distinguidas habían tomado la precaución de proveerse de sillas o bancos. Durante la ex-hibición de los maromeros, los espectadores hi-cieron una colecta de gratificación para el palla-se o gracioso, quien deleitó especialmente a los habitantes más respetables con el relato de un cuento vulgar.

Mientras un hombre mitad indio ejecuta-ba algunas torpes evoluciones sobre la cuerda, la banda, obedeciendo a una señal, cesó súbi-tamente; y el danzante, habiéndose dejado caer sobre la cuerda, se sacó su alto y bordado gorro y muy gravemente nos habló así: “Caballeros y se-ñoras, suplico que, como estoy a punto de dar un salto mortal, ustedes donarán algún dinero para dedicarlo a la celebración del santo sacramento de la más santa misa”. Todos se levantaron: los hombres se quitaron el sombrero con la mayor gravedad; un silencio general prevaleció por un momento y el volatinero, que evidentemente se veía poseído de un gran temor, intentó ejecutar su prometida cabriola. Desafortunadamente, sin embargo, falló, cayó de bruces, y no se donó el dinero para el “solemne y muy santo sacramen-to” porque los artículos no habían sido cumpli-dos. A esto siguieron cohetes, volteretas practi-cadas por dos niñitos y ejecuciones en la cuerda floja, en la cual el volatinero fracasado me asom-bró colgándose de la cuerda en pleno balanceo y elevada sobre el suelo, con una mano, los talo-nes, los dedos de sus pies, la nuca, y al final por los dientes.

Concluyó con una ejecución que se di-ce fue exhibida por orden de Moctezuma para la diversión de Cortés y sus oficiales; no puedo describirla mejor que con las palabras del abad Clavigero, sustituyendo sin embargo la palabra “muchachos” por “hombres”. “Un hombre ya-cía de espaldas en el suelo y levantando sus pies colocó una viga sobre ellos, o una pieza de ma-dera, que era gruesa, redonda y de unos ocho pies de largo (2.43 metros). La lanzó hasta cierta

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altura y al caer la recibió y volvió a lanzarla uti-lizando los pies. Tomándola de nuevo con los pies, la hizo girar más rápidamente, y, lo que es más, lo hizo con dos hombres [muchachos] sen-tados a horcajadas sobre el mismo, uno sobre cada extremo de la viga”. La suerte, sin embar-go, fue acompañada en la presente ocasión de una animosa tonada de banda, de la cual el eje-cutante llevó perfectamente el compás, mien-tras se agitaba, con sus pies elevados sostenien-do la viga, en una pulida y difícil forma durante la exhibición.

Mientras estas diversiones se sucedían, dos o tres hombres se ocupaban constantemen-te en hallar su camino a través de la multitud, voceando fuertemente “dulces y pasteles”, y un viejo en particular me simpatizó mucho por sus enérgicas pero conciliadoras apelaciones a la galantería de los caballeros presentes, para que compraran una especie de “pan dulce” moldea-do en figura de cochino. “¡Qué! ¡Caballeros! ¿Nadie compra mis puercos para las damas? ¡Qué! ¿Ningún puerco para las señoras?”. Llamado que tuvo tal efecto sobre las beaux de Bolaños, que más de una bonita boca pronto ex-haló su nube de humo, renunció a su cigarro y se comió un “puerco”.

Nuestro entendimiento nocturno (to-do por el precio de tres peniques) concluyó con dos comedias representadas frente a tres saba-nas que hacían las veces de escenario. Una fue medianamente buena, tratándose de una muti-lación de Marriage forcé de Moliere, la otra, que fue sumamente aplaudida, no la describiré. Los espectadores, aunque eran un partida de indios y de medias castas, la mayoría sin camisa, hubie-ran dado una lección de quietud y buenos mo-dales a nuestra audiencia de Londres, tanto co-mo nos preciamos de nuestra cortesía superior y decoro; nunca vi realmente un grupo tan nume-roso de tan buen comportamiento, silencioso y complaciente.

27 de agosto. Siendo el domingo el día de mer-cado en Bolaños, la pequeña plaza frente a la

casa de Mr. Auld se hallaba llena de gente a hora muy temprana; como 20 indios huicholes (de la misma raza vista por el capitán Basil Hall en Tepic) se hallaban entre los comerciantes ven-diendo una gruesa clase de sal que habían traído desde las playas del Pacífico. Cada hombre lle-vaba en la mano su corto arco de adorno y un bien provisto de carcaj de piel de venado o de foca en la espalda, mientras que otros también traían dos o tres flechas guardadas en su faja. Estas flechas son de ligero y delgado bambú, ge-neralmente rematadas en una larga punta hecha de un pequeño pedazo de cobre.

El vestido de los indios consistía principal-mente en un tejido de lana áspera azul o castaña manufacturada por ellos mismos, formando una corta túnica, ceñida a la cintura y colgando un poco al frente y en la parte posterior. Muchos no traían otra ropa de ninguna clase; pero los calzo-nes cortos de los pocos que usaban, eran de mal curtidas pieles de venado o de cabra, desprovis-tas de pelo, que no llegaban siquiera a la rodilla. En las orillas inferiores llevan atadas cierta canti-dad de delgadas correas de cuero, que dicen for-man el itinerario de sus bienes y muebles, inclu-yendo mujer e hijos. Después de varias horas de inútiles esfuerzos para comprar un par de estos singulares artículos, tuve éxito al final, obtenien-do un andrajoso y grasiento par, que el propie-tario entregó de muy mala gana, ya que así lle-van el registro de sus vacas, toros y becerros. Por mi parte no pude percibir diferencia alguna en la apariencia de estas correas, con la excepción de algunas irregularidades en la longitud; pero pa-rece no haber duda del hecho que los huicholes llevan cuenta de sus propiedades de esta singu-lar manera: el capitán Hall recibió el mismo rela-to de los nudos de estos calzones con inventa-rio. Los hombres llevaban alrededor de la cintura o sobre sus hombros algunas bolsas grandes de lona, tejidas con pulidos y muy adornados dise-ños, en las que cargaban sus alimentos, dinero o compras del mercado.

Todos los hombres casados llevaban sombreros de palma de forma muy peculiar, con

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Este tramo del acueducto se encuentra perdido entre las casas de Tepec, varias de ellas habitadas.

Cortesía de Francisco Vázquez

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anchas alas volteadas hacia arriba y altas y pun-tiagudas copas, las que cerca de la punta llevan tejidas a su alrededor una angosta banda en for-ma de liga o jarretera de estambre de lana pri-morosamente tejida, de varios colores y con lar-gas borlas pendientes. Esta gente poseía una cabellera negra muy tupida, y en muchos casos, ceñida alrededor de la coronilla por una banda

similar a aquella que circundaba el asombro; y casi todos los hombres usaban una enorme cola de caballo, amarrada con otras bandas, que te-nían grandes y pesadas borlas, las que general-mente descienden hasta abajo de la cintura.

Se me informó que ningún hombre o mujer solteros pueden usar sombrero, ni ama-rrarse el listón alrededor de la cabeza; y como

Presa de los ingleses y el Acueducto (atarjea)

Su construcción es del periodo de los ingleses.

La obra fue dirigida por el capitán Vetch, quien estaba convencido del rico potencial de estas minas, sobre todo si se modernizaba su operación. Por ello se construyó esta presa para utilizar la energía

del agua desde el río arriba, a través de un canal (acueducto) de ladrillos de 2 metros de ancho por 2 metros de alto, y con una

longitud de 5 kms, de los cuales 3 kms están bajo tierra.

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vimos algunos jóvenes que no llevaban ninguno de estos ornamentos, puede ser este el caso, con toda probabilidad. Había en el grupo dos jóvenes casadas, que llevaban sendos sombreros simila-res a los de los hombres; una de ellas tenía la ca-beza adornada con una banda escarlata. Dos de los hombres y una mujer vinieron a la casa para que yo los dibujara. Casi no entendían ninguna palabra en español, pero comprendieron clara-mente lo que yo deseaba, estuvieron muy quie-tos y amables. La muchacha llevaba un rollo in-menso de cuentas blancas alrededor del cuello, y de cada oreja un largo racimo, del cual esta-ba suspendida la mitad de una pequeña concha de caracol. Sus hombros y cuerpo los llevada cu-biertos con una áspera capa de lana castaña, sin mangas, teniendo simplemente un agujero por donde metía la cabeza; y también una enagua del mismo material, que le llegaba apenas deba-jo de la rodilla: ella iba, como todos sus congéne-res, descalza; y yo observé que los dedos gordos del pie están más separados de los demás que como sucede con los europeos7.

En el color de la piel, rasgos, cabello y ojos, pude notar gran parecido entre estos in-dios y los esquimales, quienes son, sin embar-go, mucho más bajos y más corpulentos. Se di-ce que son una raza muy pacífica e inofensiva cuando están sobrios, pero muy violentos en sus arrebatos de borrachera, cuando sus peleas son muy sanguinarias. Sus matrimonios se efectúan de forma muy curiosa, ya que es costumbre que un hombre tome a prueba a su presunta espo-sa; y si después de un tiempo indefinido, le gus-ta, se casan por medio de un sacerdote o fraile, que una vez al año da una vuelta a efectuar esta ceremonia, y a bautizar quizá a los retoños de la mitad de las parejas recién casadas. Si la dama no le satisface, puede ser devuelta a sus padres, aun si está embarazada; y mujeres que han si-do así repudiadas, son frecuentemente vueltas a poner a prueba y casadas posteriormente, como cualquier otra.

Los indios no fueron las únicas noveda-des con que tropecé en este día, pues también

conocí a un hombre extraordinario llamado por los nativos ”don Justo”, y el cual, por alguna ra-zón desconocida, no ha usado ropa ni dormido bajo tacho en muchos años. Alrededor de la cin-tura llevaba una faja, una especie de kilt8, com-puesta de varios cientos de pequeñas tiras de te-la tejidas y acolchadas en un grueso bulto. Desde su hombro izquierdo, y cruzado por el lado dere-cho, llevaba, a la manera de un caballero arma-do, un infinito número de pequeños alambres y pedazos de pequeños cordones e hilos amarra-dos y torcidos juntos, y alrededor de sus tobillos colgaban grandes cantidades de pequeñas cintas o tiras de tela y pedazos de cuero, de tal modo que cubriese sus pies enteramente bajo dos bul-tos parecidos a trapeadores. El resto de su per-sona estaba completamente desnudo. Ese hom-bre singular poseía una inteligente fisionomía, era quieto y reservado en sus maneras, perfecta-mente racional en su conversación, y nunca pe-día limosna, aunque recibía caridad en aquello que sus necesidades requerían. La idea general respecto a su deseo de continuar en ese estado miserable era que a consecuencia de alguna de-cepción amorosa él se había atado por un voto a su presente y desgraciada vida. Hice un dibujo de él, que en cuanto a novedad y a peculiaridad podría competir con cualquiera de los mejores retratos en el Wonderful Magazine.

28 de agosto. Empleé mi día nuevamente en la exploración subterránea de las minas; por la no-che fui invitado a un baile, en el cual un grupo de damas se hallaban agrupadas en línea de ba-talla a un lado del salón, exhalando un fuego continuo con gran seriedad y precisión. Los ma-romeros estaban en la función y ejecutaron el “Jarabe”, una especie de fandango al cual los nativos son sumamente aficionados. Consiste en varios compases taconeados llevando dobla-das las rodillas, el cuerpo perfectamente erecto y las manos colgando a los lados, como marineros en una hornpipe9. La danza, o más bien la insí-pida música, se interrumpe a intervalos por un monótono cantico de una mujer danzante o un

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voluntario de la compañía, cuyo mérito princi-pal como cantante parece consistir en la excesiva agudeza de los tonos que produce a través de la nariz, una peculiaridad musical distinguida con el nombre de “gangoso”. De hecho, todos los cantos entre las clases inferiores de México son estrictamente nasales; y aun los duetos y tríos de damas de las clases medias no cantan en turnos, o en varios tonos modulados, si no que todas las ejecutantes cantan a la vez, tan fuerte como pueden, en la misma penetrante y desagradable voz, que se considera muy bonita.

Hubo algunas feas danzas, por un grupo muy bonito de muchachas, sin corsés, por su-puesto, pero pulcramente vestidas. Se mantuvo un gran decoro durante toda la noche; y un ex-tremo del salón estaba repleto de léperos en sus cobijas, quienes muy quietos se sentaron en el piso para ver el baile. El gracioso de los marome-ros, un hombre bien parecido ahora que la pin-tura negra había desaparecido de su cara, fue muy solicitado para unirse al grupo; pero el po-bre hombre se estuvo de pie en la puerta modes-tamente y sacudiendo tristemente la manga de su limpia pero rota camisa, se declaró inadecua-do para tan buena sociedad aun cuando algu-nos muleteros y uno de los sirvientes figuraban en primer orden. Algunas de las matronas, hon-rosamente, habían traído consigo a sus tiernas criaturas, y en los intervalos entre las danzas se ejecutaban todos los deberes de alimentación, y los bebés se ponían de nuevo a dormir en los va-riados rincones del salón.

29 de agosto. Esta mañana visité la celebrada mina del “Barranco” y todos los antiguos tra-bajos que aún están abiertos. En este tiempo nada se podría llevar como recuerdo de este lu-gar, como no fuera media docena de murciéla-gos, de los cuales inmensas bandadas ocupaban ahora los socavones y los niveles de donde millo-nes de dineros se habían extraído alguna vez. Por la tarde vadeé el río a caballo, para dibujar las extensas ruinas de los trabajos de la superficie de esta gran empresa, la cual, por su albañilería de

primera clase y la regularidad de su estructura, debe de haber parecido antaño una inmensa fortaleza.

30 de agosto. Dediqué la mañana a visitar a un magnifico filón sin trabajar de un mineral rico en cobre, situado al extremo norte del Cañón de Bolaños, a una elevación de aproximadamente 600 pies (182 metros) sobre una empinada mon-taña cerca de la cabeza del canal. En la angosta barranca al pie de este lugar se cultiva en abun-dancia la planta del mezcal. Abundan los pla-tanares y naranjales, y apenas era visible entre la belleza selvática del lugar el techo solitario de una pequeña cabaña en la que se destila el mezcal.

CAPÍTULO VI

Las minas de Bolaños – Bosques – Leet o ca-nal – Gasto anterior del desagüe de la mina del Barranco – Población de Bolaños – Animales, fru-tas y legumbres – Indios nativos – Huicholes.

Las minas de Bolaños, ahora objeto de tan importantes especulaciones, y de donde pueden anticiparse, racional y confiadamente, que habrán de obtenerse valiosos frutos, se si-túan a lo largo del nivel oriental de una profun-da barranca, al pie de picos escarpado que las bordean en ese lugar. Los tiros y niveles nunca se hallan a una altura perpendicular de más de cin-cuenta brazas (91 metros) hacia arriba del empi-nado lado de la montaña, y las construcciones de los Grassworks10 yacen casi escondidas entre ce-rradas espesuras y deliciosos paisajes.

La mayor parte de los filones se hallan en pórfido, intersectados por estratos de quebradi-za esteatica, o soapstone, de una variedad de co-lores: rojo, gris, negro, verde, castaño, amarillo, veteado y de un blanco muy puro. Debido a esta “tierra blanda” muchos de los antiguos trabajos se han destruido considerablemente. Existen le-chos de una fina piedra arenisca blanca extraí-da de las venas del mineral, admirablemente

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adecuada para usos arquitectónicos; y los cerros “Águila” y “Bufa”, con otros picos, que en al-gunas ocasiones se elevan como 1,500 pies (456 metros) sobre las colinas boscosas de 1,000 más (300 metros), son también del mismo material, estratos cuya mayor parte yace 45° al norte.

Se pueden encontrar yacimientos de cal a no mucha distancia hacia el sur, y la tierra por todas partes es rica y productiva en abundancia, pero mal cultivada, y hasta hora, con poca irriga-ción. Jamás observé que el río haya sido emplea-do para el riego.

Como a siete millas al occidente de Bolaños hay una cadena de ásperas montañas, cubiertas hasta la cima de hermosos pinos. Su altura sobre el río, asegura el capitán Vetch, es de 5,000 pies (1,500 metros); y creo que forman parte de la cadena que el Barón de Humboldt designa como la “Sierra Madre”. Ricas como son en madera, casi no se pueden usar, pues los ca-minos de la montaña son tan malos y escarpa-dos que es casi imposible transportar madera o cabrios de alguna magnitud a lo largo de los mis-mos. Los presentes abastecimientos de madera requeridos para la maquinaria pesada se consi-guen por lo tanto a una distancia de diez o doce leguas, más para los usos ordinarios, la madera cercana a las minas sería inacabable, cien veces más que la probable demanda. El valle inmedia-to y la empinada cuesta desde el pie de los ce-rros del oriente corren hacia el norte y hacia el sur como cuatro millas (6 kilómetros), sin vueltas de alguna importancia; y el curso general de las venas metalúrgicas es nor-noreste y sur-suroes-te, desviándose ligeramente en ocasiones hacia el este o el oeste. La totalidad de las minas en la Barranca de Bolaños ha sido por varios años pro-piedad de la compañía inglesa de este nombre11, aunque los propietarios y arrendadores son va-rios. La línea en que las riquezas minerales están limitadas se divide, para facilitar las cuentas, en tres porciones:

1. Bando del norte2. Intermedio3. Bando del sur

El bando del norte consiste en tres distin-tos grupos que se llaman Concepción, Tepec y Camichín: de estos la mina de la Concepción es la más septentrional, teniendo su tiro principal, que está muy arriba de la boscosa colina, abier-to hasta la profundidad de cuarenta y seis va-ras (38.45 metros)*. Yo entré a esta mina por un buen socavón (excavado a través de un pórfido muy compacto), el cual, con un corte transversal sobre el filón, ha estado obstruido con attle, pe-ro ha sido limpiado completamente; y los obre-ros están laborando en una antigua excavación para cortar el filón, el cual, con una orientación hacia el noroeste, corre N60° E, y tiene de tres a seis pies (0.90 a 1.80 metros) de largo. En esta época vi muy poco prometedor el mineral.

La temperatura de la misma era de 93° F (33° C), mientras que la de afuera era de 83° F (28° C). Tepec contiene el antiguo y el nuevo ti-ro de Santa Fe, con los de Santa Cruz y de San Cayetano.

Visité los trabajos del nuevo Santa Fe, quedando los del Antiguo más altos en la mon-taña y muy obstruidos, descendiendo por un po-zo de treinta brazas (55 metros), muy sólidamen-te apuntalado con maderos, y entré a un nuevo corte de 122 pies (37 metros) que ha llegado hasta el filón, sobre la parte de atrás, del cual se ha hecho una vía hacia arriba en un ángulo de 45° para buscar las antiguas excavaciones. Este corte sigue a través de un estrato de esteatica, mientras que el filón de abajo es duro y difícil, y se volverá más hasta que se complete la comu-nicación con los trabajos antiguos por la extre-ma estrechez y falta de aire en la mina. No pue-de haber la menor duda de que este corte hacia arriba alcanzará pronto las antiguas excavacio-nes, y hay muchas razones para esperar buenos frutos, ya que, una vez que se logre la ventila-ción, la base del corte es el filón mismo, y podrá ser trabajado con facilidad.

Debido a la sofocante atmósfera (96° F, 35° C) se paga una suma extra a los barrete-ros. Hemos sido afortunados de que la natura-leza de los cortes actuales sea tal que el proceso

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El Chacuaco ya forma parte del paisaje bolañense. Se ubica entre la Hacienda Chica y la Hacienda de Guadalupe.

Cortesía de Raúl González

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no requiera la voladura de las rocas, un procedi-miento que apenas podría ejecutarse en una at-mósfera tan encerrada y empobrecida.

La siguiente mina del grupo es Santa Cruz, la que no se ha considerado digna de prue-ba. A esta sigue San Cayetano, a la que descendí por antiguo socavón que ha sido limpiado últi-mamente y apuntalado hasta la profundidad de veinte brazas (36 metros).

Las excavaciones en la mina fueron ini-cialmente muy extensas, y los mineros han lle-gado en fecha reciente a grandes bóvedas de las antiguas labores, muy ricas en plomo, con bue-nas indicaciones de plata, entre las cuales encon-tré algunas de ese tipo llamado petanque. Los antiguos trabajos fueron hechos con gran irre-gularidad, de manera que gran parte del filón, cuya anchura varía entre ochos pies (2.43 me-tros) y dieciocho pulgadas (0.46 metros), se ha dejado intacto. La tierra es muy dura, pero hay toda clase de indicios para esperar buenos resul-tados cuando se hagan las pruebas adecuadas para abrirlo. La mayor parte del plomo es de gra-no grande y de la clase llamada “plomo de alfa-reros”, del que no se puede obtener plata, pero hay también un mineral de grano más fino, que promete ser bueno. Se puede conseguir de cual-quier clase en abundancia.

Esta mina es de una índole excelente y como es poco profunda, pienso que se puede explorar con ventaja mucha tierra virgen, pues la mina, al igual que todas las de Tepec, es muy seca y no se ha cortado ni requerido ningún socavón.

Camichín consta simplemente de una mi-na y un socavón del mismo nombre. Muchas de las excavaciones antiguas han sido limpiadas, pe-ro los trabajos se hallan detenidos por el momen-to. El socavón es excelente, abierto a través del pórfido; pero todas las excavaciones que se han hecho desde el mismo parecen improductivas, pues la extrema dureza de la roca volvería los in-tentos de búsqueda difíciles y costosos. Aquí la temperatura era de 76° F (24° C), mientras que la atmósfera exterior era de 89° F (31° C).

Chacuaco

Destaca a la entrada de Bolaños el elevado chacuaco de una mina, en forma de columna y que da la

bienvenida al poblado.

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Bajo los pies del puente corre el

Río Bolaños.

Cortesía de Francisco Vázquez

El bando intermedio tiene la Carolina, el socavón de los Negros, y los socavones de San Juan (nuevo) y de América.

Entré primero al socavón de los Negros, cuya boca estaba mal trazada, cosa que se ha remediado por un pequeño corte en la parte de abajo, con una puerta de taravilla, pues el río ha crecido tanto algunas veces durante la tempora-da de lluvias que ha entrado al socavón. La en-trada actual se va a tapar, por lo tanto, y la co-municación se va a efectuar más arriba del cerro. Se ha terminado en San Juan un corte transver-sal de dieciocho brazas (33 metros) o nuevo tiro de Taylor, que ha penetrado a una profundidad de cuarenta varas (33 metros), y es el único sobre el que se ha levantado una cabria como las de Cornualles. Los hombres se hallaban ahora tra-bajando aquí en un nuevo nivel, que corre S9° W en la tierra muy dura, que contiene un angos-to filón de plomo y plata, ninguno de los cuales resultó muy productivo. Otro grupo se hallaba también excavando, N20°E, en tierra dura, y no habían llegado al filón. En la primera excavación la temperatura era de 90° F (31° C); en las se-gundas, 92° F (33° C). La labor original ha sido muy extensa, y el filón ha sido extraído comple-tamente en muchos lugares.

Carolina ha estado trabajándose, pero se halla parada en la actualidad. Se han abierto cuatro brazas (7 metros) de tierra nueva, y puede obtenerse en abundancia plomo de alfarero, de dos pies (60 centímetros) de ancho.

La totalidad de las minas del bando del norte son secas, poco profundas, y en compara-ción con las otras están poco trabajadas. Santa Fe y San Cayetano prometen ser productivas cuando se activen los trabajos. Las minas de los otros puntos se ven igualmente bien. La ruina de estos lugares ha sido muy grande, pero no

Puente Colgante

Fue construido después de 1930. Semeja una calle recta y pavimentada, adosada al peñón. En 1995 se le cambió su estructura original y se le dio mantenimiento para protegerlo del deterioro en que se encontraba.

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creí posible que los antiguos trabajos se pudieran limpiar con tanta rapidez. Una gran extensión del maderaje se ha terminado, y se han abierto nuevos niveles, para crédito de los oficiales que dirigen la negociación.

El bando del sur tiene dos grupos, Barranco y Laureles. Entré solamente a la primera y famosa mina por su magnífico socavón, el que corre por una longitud considerable hacia dentro hasta que se ramifica en el tiro de Guadalupe y en San Diego; los dos estaban limpios hasta el ni-vel del socavón, pero obstruidos abajo. Hay poco que ver más allá de esto, debido al ruinoso esta-do de la mina, la cual está perfectamente seca en esta parte que se halla encima del nivel del río.

Había huellas muy notorias de la rica ve-na. Arriba del suelo, a cierta distancia del empi-nado borde del cerro, están los inmensos y mag-níficos restos de la gran hacienda, construida de piedra arenisca, y aún se ven erguidos los muros y pilares para los numerosos malacates que fue-ron empleados alguna vez. Sus labores estaban dedicadas completamente al desagüe del gran tiro de Guadalupe, que aún se halla abierto has-ta una profundidad de treinta brazas (55 me-tros), y no se ven restos de maderos. Zapopa está obstruida, pero la de San Vicente tiene buena la entrada, y está abierta hasta cierta profundidad.

El tiro de la Cocina12, donde se ha inten-tado colocar un molino de agua, se ha limpiado hasta ocho brazas (15 metros) y se halla situada en la depresión entre la Hacienda del Barranco y la población de Bolaños, que está hacia el norte.

No visité Laureles, que yace al sur de la Mina del Barranco, y se ha trabajado hasta cier-ta profundidad de cuarenta varas (33 metros). Esta tiene el socavón de Renovales, que está ahora tan obstruido que se ha logrado muy po-ca o ninguna comunicación con las antiguas la-bores. El río, que corre de aquí hacia el sur y se une al río Grande o San Cristóbal, y se podía va-dear en la época de mi visita, corre sobre un le-cho algo áspero y pedregoso; pero su aparien-cia actual se alterará materialmente cuando sus

aguas se vuelquen al gran proyecto para el que todos los trabajos avanzan ahora con rapidez. La compañía planea traer la corriente por medio de una espaciosa atarjea o canal a un gran moli-no de agua que se levantará en el socavón de la Cocina, desde donde se acarrearán barreras planas hasta arriba de una pequeña colina, y se aplicarán al proyecto de bombear el agua des-de la famosa Mina del Barranco por el socavón de Guadalupe. Para realizar este importante plan hubieron de abrirse 6,740 varas (5,635 metros) de tierra de varias clases. Algunas veces se efec-tuaron perforaciones a través de roca muy dura, y en otras, por piedra caliza o en cortes abiertos. Cuando llevé a cabo mi visita, se había hecho ya la mitad de esta gran obra, y en 12 meses, si se puede financiar todo ese gasto, podrá comple-tarse todo el canal hasta el punto deseado. La economía, adoptada ahora necesariamente co-mo consecuencia de los recientes problemas en Inglaterra, ha detenido el progreso de las opera-ciones en Bolaños, donde sería muy recomenda-ble la confianza en la inversión.

En la época de mi visita había mucha preocupación en lo referente a la construcción y el afianzamiento de los cortes suaves y abier-tos del canal, y no se había descubierto una ar-cilla apropiada para los ladrillos; pero poco an-tes de mi partida fue encontrado este material tan necesario y se han fabricado en abundan-cia muy buenos ladrillos. Los muros pueden le-vantarse ahora con rapidez, mientras que el con-ducto subterráneo continúa avanzando al mismo tiempo.

Los minerales, que en cantidades peque-ñas y más bien improductivas se han sacado de las diversas labores, han sido depositados en un patio grande y cercado anexo a la Hacienda de Tepec. Las tiendas y los almacenes para los mecá-nicos, con sólidas residencias y oficinas para los capitanes de las minas, se habían casi termina-do, en una eminencia central; y todo el estable-cimiento había tomado ya una apariencia digna de la habilidad y actividad inglesas. La aten-ción principal y las labores de los agentes de la

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compañía continúan orientadas a la grande e im-portante tarea de construir el canal, cuyo costo total será menor que los dos años de gastos en los infructuosos intentos anteriores de desaguar a la gran Mina del Barranco con malacates, una operación que se ha continuado con gran ardor, como prueba segura de las riquezas que se sabe existen en la mina.

La siguiente es una traducción de una lis-ta muy curiosa de los gastos incurridos por los antiguos aventureros13, y mostrará la gran im-portancia de la mina del Barranco.

Gastos del desagüe, en el método que hasta aquí se ha observado. Para mantener el agua de la mina de modo que no llegue más arri-ba de dos cañones (niveles) sobre los planes (fon-dos) del barranco, se han considerado necesa-rio cuarenta y cuatro malacates (cabrias), por lo que se requerirá cubrir anualmente los siguientes gastos (en dólares):

Para este propósito han sido necesarias 2,220 mulas, cincuenta para cada malacate. Para su subsistencia, de un año a otro, con alteracio-nes y disminuciones en los precios del maíz y del forraje a dos reales per diem para cada animal, el gasto anual es de 200,750

176 guiadores de día y de noche, a un dólar cada uno: 64,240. 88 asistentes para los mismos, a cuatro reales cada uno: 20,075

10 vigilantes en los cinco “tiros de des-agüe” (pozos donde se saca el agua), a 8 dóla-res por semana cada uno: 4,160. 88 boteros (lle-nadores de las botas de agua), a un dólar cada uno: 32,120.

6 señeros (aquellos que hacen señales para elevar o bajar, etc.) a un dólar cada uno: 2,190. 16 desaguaderos (desaguadores) (los que reciben y vacían las botas de agua), bajo salario semanal totalizado a: 8,320.

Se ha visto que un calabrote (cuerda pa-ra cabria) dura un mes, uno con otro; estos es-tán compuestos de cuarenta y cinco sogas (pe-queños hilos), que cuestan ocho reales y medio la docena. El costo total es de: 25,202. Por re-paración de calabrotes, etc., remendar y hacer

riendas para las mulas, y por accidentes que ocu-rren a cada malacate, se requieren semanalmen-te 52 sogas en los cinco tiros: 2,762

Por bolsas de agua (botas) y remiendo de las que se rompen, se requieren 120 vaquetas per mensen; de estas, una con otra cuestan cua-tro dólares. En un año: 5,760

A lo anterior deben agregarse los gastos de la casa, maquinaria, jabón para disminuir la fricción de las piezas de trabajo, tirantes, fuetes, botas para agua, etc., malacates, reparación de cobertizos sobre los mismos, mulas que mueren, salario de los muleteros, ocote para iluminar las labores, con muchos otros gastos más pequeños que no pueden enumerarse; para esto, se calcu-lan 14 dólares por cada malacate semanalmente.

Lo que hace un total anual de: 32,032 Gasto total del desagüe: 397,612 dólares. La ciudad de Bolaños, la que de acuerdo

con el capitán Vetch está a una altitud de 3,101 pies (945 metros) sobre el nivel del mar, contie-ne ahora como mil almas, habiendo casi doblado su población desde la habilitación de las minas por los ingleses; pero en sus días de grandeza y esplendor se dice que la población excedía los treinta y cinco mil habitantes. En vez de ser un racimo de miserables cabañas de lodo, como la gente se ha imaginado en Londres, es al contra-rio una hermosa y pequeña ciudad, y de no ser por el clima caliente y bochornoso, sería un lugar de residencia delicioso. Prevalecen las fiebres pe-riódicas y las calenturas, aun entre los nativos, y sus consecuencias son sufridas largo tiempo por los enfermos, que recobran lentamente la salud.

Entre los días calientes y bochornosos de la estación seca hay sin embargo un alivio muy de la mano, en el entonces claro río, en el cual, todo el año, las personas de uno u otro sexo se bañan noche y día, con muy pocos escrúpulos respecto a la publicidad. El agua estaba turbia en la época de mi visita, pues acababa de terminar la temporada de lluvias, pero era dulce y buena, produciendo peces en buenas cantidades, aun-que no de gran variedad. Sólo supe del bagre, la trucha, el boquinete, del que se dice que es

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espinoso e insípido; la sardina, un pequeño pez; la mojarra, una especie plana; el vario14, y un gran surtido de cangrejos de agua dulce.

Los cocodrilos15 han hecho también su aparición aun en este remoto lugar y no hace mucho fue capturado vivo uno de ellos, que me-dia cuatro varas (como once pies) (unos 3.50 me-tros) cerca de la Hacienda de Tepec.

Se dice que los bosques de la orilla del río, aunque confieso no tener pruebas de ello, sirven de refugio a pavos silvestres, ciervos, lie-bres, conejos y otros tipos de casa: pero sé que los loros verdes comunes, con los cotorros y una gran variedad algo parecida al ara macao de la India, llamado guacamalla o papagayo, abundan a poca distancia de aquí. Víboras, escorpiones y otras venenosas criaturas abundan lo mismo en las casas que en los bosques, y es asombroso la variedad de iguanas y de lagartijas que hay entre las rocas y matorrales.

Los artículos de abasto son algo más ca-ros aquí que en la meseta, evidentemente como consecuencia de la dificultad en el transporte. Las legumbres, sin embargo, son abundantes, pero sólo de las especies más comunes, aun cuando mejores clases y mayor variedad medrarían con toda seguridad. Las frutas, que también son ba-ratas y suficientemente buenas, crecen en varios lugares de la barranca vecina. Estas consisten principalmente en piñas, duraznos, chabacanos, manzanas, peras, aguacate, plátanos o bananas, guayabas, uvas, membrillos, melones de castilla y sandías. La deliciosa chirimoya, dos especies de ciruela de garambullo, una amarilla y la otra roja; ciruelo y serbal; garlamo, una mora negra silves-tre; y la caña de azúcar, que es comida cruda en grandes cantidades y también puede ser llamada fruta. A todos estos, sin embargo, hay que aña-dir la deliciosa pitahaya, frutos de un árbol de la familia de la tuna**, la que es especialmen-te buena en Bolaños. Las legumbres son: cala-bazas de varios tipos, cebollas, habas, chicharos, garbanzo, lentejas, que se parecen a la lenteja europea, frijoles (habas francesas largas de va-rios colores), col, chile de muchas variedades,

quimbombó, camote, chayote, y probablemente algunos otros vegetales silvestres inferiores, de los cuales no supe el nombre. El maíz es el cul-tivo en cantidades pequeñas y el maguey se ve por todas partes, pero no tan abundantemente como el mezcal, que es consumido por la fabrica del ardiente licor llamado mezcal.

Bolaños parece haber sido el nombre ori-ginal indio de la barranca13, y en su vecindad in-mediata aún viven grupos de algunas tribus; pero en los últimos años la distinción entre los grupos ha dado lugar a una mezcla general de tribus, y ya no es posible distinguir a los indios man-sos*** de esta parte del país por sus anteriores divisiones grupales. Los huicholes son de hecho el único pueblo vecino que aún vive en forma enteramente distinta de aquellos que lo rodean, protegiendo su propio lenguaje y resistiendo di-ligentemente todos los esfuerzos por atraerlos a las costumbres de sus conquistadores.

Estos y otros indios llegan a las costas de Pacífico en una jornada que dura como seis días desde Bolaños, a un promedio de viaje de sie-te a ocho leguas por día, pero la ruta es difícil y montañosa, y no ha sido intentada por nadie más que por ellos mismos: el camino a San Blas por Guadalajara es el preferido de los europeos y criollos.

Los huicholes se hayan establecidos en la aldea de San Sebastián, que se encuentra 18 leguas al occidente de Bolaños, y a dos días y medio del lugar de donde se extrae la sal, que llaman cuaristemba. Viven en comunidades pe-queñas y dispersas, pero tienen también otras dos aldeas, una llamada Santa Catarina, 12 le-guas más alejada que San Sebastián y la otra lla-mada San Andrés Coasmalt. Sin embargo, el te-rritorio completo entre Bolaños y el Pacífico es muy poco conocido.

Cerca de una aldea llamada San Martín, situada a una larga jornada de un día por las montañas, hacia el sur, se dice que hay una cue-va que contiene varias figuras o ídolos de piedra; y de haber sido dueño de mi tiempo, con toda seguridad hubiera visitado un lugar del que aún

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hablan con tanto interés los nativos. Las únicas antigüedades que pude conseguir en Bolaños, ofreciendo recompensas, fueron tres muy bue-nas cuñas de piedra o hachas de basalto, y al saberse que yo compraba curiosidades, vino un hombre a informarme que a una larga jornada de un día se podían hallar “huesos de los gen-tiles”, de los que me prometió traer algunos si lo proveía de mulas, ya que su tamaño era muy grande; sin embargo, se habría ausentado tres días en este encargo, y como mi residencia era li-mitada, no le puede dar la comisión, aun cuando estaba ansioso de obtener lo que suponía eran huesos de elefantes o mastodontes.

CAPITULO VIIEl camino de Bolaños a Guadalajara.

Partí de Bolaños en la tarde del 31 de agosto, acompañado de Mr. Auld y Mr. Price, y cabalgando hacia el sur al pie de las montañas a través de un campo áspero pero bello, después de ascender una colina boscosa para evitar el río, pasamos la hermosa aldehuela de Cheinaltatán, la cual, con sus plantaciones de caña, se encuen-tra situada al pie de un pintoresco risco del lado oriente del río. Así, al compás de una fuerte tor-menta de relámpagos, cabalgamos a través de espesos matorrales y malos caminos, hasta que, en un arroyuelo sombreado, encontramos a unos pescadores enfriando sus pescados, los que iban a enviar a Bolaños para su venta. Compramos unas bonitas truchas y bagres, y seguimos de nuevo adelante hasta unas cinco millas (8 km) de distancia de Bolaños, y llegamos al atardecer a tres cabañas del rancho de Guatima, que se en-cuentran situadas en un espacio abierto entre la

Notas

1 La minería en Bolaños 1748 – 1810. Ciclos productivos y

actores económicos, (2002). David Carvajal López. El Colegio

de Michoacán, UdeG / Campus Universitario del Norte.2 Real del Monte. Una empresa minera británica en México,

(2006). R. W. Randall. FCE.3 Bolaños: espacio urbano y poder. 1752-2000, (2004).

Estrellita García. El Colegio de Jalisco.4 Véase la Cyclopedia de Rees, articulo “Quercus”.5 Catorce leguas desde Colotlán (Villa Guerrero, Jal.) [T].6 Cabeza del canal [T].7 Resultado de andar siempre descalzo [T].8 Túnica corta que usan los montañeses en Escocia [T].9 Gaita. Baile especial predilecto de los marineros (Del siglo

pasado) [T].10 Grass work: patio para amalgamación [T].11 Desde 1824 [T].* A la profundidad de 30 varas (25 metros) se ha hecho un

piso, y se ha empezado un corte transversal hacia el sur, al

filón.12 Se dice que este tiro fue incendiado por el gerente inglés

Damián Floresi en 1844, lo que motivó la salida de sus

compatriotas [T].13 De un antiguo papel dirigido a los propietarios de la mina

en 1795, enviándoles al mismo tiempo un proyecto de

economía que entonces no se hizo. El documento es valioso,

pues muestra la cantidad exacta del desagüe solamente, sin

los sueldos de los oficiales superiores, ni los gastos referentes

a las mismas minas.14 Phoxinus Aphya (minnows). Pequeño pez del río [T].15 Lagartos [T].** Una especie de cacto, llamado también “órgano” por su

figura. (Como se ha dicho, el autor confunde el futuro con la

planta) [T]. *** “Indios mansos”, llamados así en contraposición a los

“indios bravos” que no han abrazado la religión cristiana y

están generalmente en enemistad con los blancos.

maleza, junto a una rápida corriente de monta-ña, de donde obtienen truchas y otros peces…

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Cuando lo visitó De Regil hace unos años todavía encontró tumbas de interés histórico-arquitectónico, las cuales han ido desapareciendo.

Cortesía de Francisco Vázquez

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Cementerio Inglés

Localizado en la orilla poniente del río, es también un edificio importante del siglo XIX, con relevantes elementos arquitectónicos y tumbas de interés; se

trata de un cuadrángulo amurallado con un pórtico de columnas y al fondo una especie de gavetario y

capilla de tres arcos.

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Cuauhtémoc De RegilInvestigador del Centro INAHJalisco.

Las imágenes de las páginas 80 y 83 muestran restos del camino real de Bolaños a Zacatecas.

Cortesía de Marie-Fred Dupré

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En el amplio espacio geográfico de la anti-gua Nueva Galicia hubo, desde la etapa de la

Conquista, un arduo proceso de reconocimien-to y colonización territorial lleno de sobresaltos que dificultaron el conocimiento de la zona en todas sus dimensiones y riquezas minerales, és-tas últimas, las más preciadas por los europeos que llegaron a partir del siglo XVI a estas tie-rras ásperas, plagadas de habitantes aguerridos que en una especie de guerra de liberación na-cional, defendieron su territorio vital frente a los colonizadores.

Tanto la accidentada topografía de la zona Norte del actual Jalisco, como la resisten-cia indígena, fueron con el paso del tiempo las principales razones del aislamiento secular y de las penurias de sus habitantes. De manera parti-cular, los límites de la hoy conocida como Zona Norte eran disputados tanto por las autoridades de la Nueva España como de la Nueva Galicia, sin que las fronteras fueran claramente definidas por largos años. Incluso en la actualidad el terri-torio de Jalisco posee una de las delimitaciones geográficas más caprichosas entre todos los es-tados de la República debido a ese ir y venir de límites y fronteras jamás definidos con claridad aún en la era de la tecnología que hoy vivimos.

Cuauhtémoc De Regil Fernández de Lara

En el transcurso del siglo XVI, la zona en disputa fue recorrida por contingentes de con-quista sin que estos hayan logrado sus objeti-vos de una posesión real del territorio. Se atri-buye a Miguel Caldera, capitán mestizo a las órdenes del virrey, uno de los adelantados en el frente de conquista de la zona, las primicias de una pacificación que se postergó todavía por ca-si dos siglos más. A él se atribuye la fundación de Colotlán. Sin embargo, su influencia poco logró para acercar los territorios más occidentales de la villa de Colotlán al control español. Algunos datos se han ofrecido para consignar la presen-cia de exploradores temerarios como Toribio de Bolaños, probablemente el primer explorador sistemático de la zona y del que pocos datos se tienen y que sin embargo dio su nombre al ca-ñón y a una población fundada posteriormente, en el siglo XVIII.

Los trabajos de investigación documen-tal histórica sobre esta zona han sido reducidos y escasos, no obstante la enorme importancia que desde la perspectiva de la riqueza cultural ha tenido este territorio a lo largo de su existen-cia. Una sociedad basada en la resistencia cultu-ral primero y posteriormente la compleja adapta-ción de nuevos contextos sociales y económicos

El Camino Real a Bolaños,un testimonio excepcional

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que se caracterizan por la apropiación de aquello que es útil a la idiosincrasia local y necesario pa-ra la subsistencia de una sociedad en territorios demasiado ásperos, ignotos y alejados de con-troles virreinales logrados en otras regiones de la Colonia.

El estudio de la cultura material de la zo-na no ha sido tampoco un tema abundante; la situación urbana de los asentamientos humanos de la región, por siglos aislados del resto del de-sarrollo de la sociedad nacional, así como del sis-tema de comunicaciones y redes de caminos re-gionales y supra regionales, la ha señalado como una región prácticamente autárquica en un sen-tido no sólo económico sino también cultural. No obstante, el contacto y las relaciones de la re-gión de carácter interno, han propiciado expre-siones formales originales sin estar por ello aje-nas a lo que ocurre en el resto del país en un comercio de influencias muy particular. La perte-nencia a un estado nacional moderno no ha de-jado de ser, aún en estas regiones, un signo de relaciones intraregionales muy definido pero asi-mismo particular.

Un accidentado trayecto

El proyecto de investigación que actual-mente estoy llevando a cabo para el Centro INAH Jalisco, lo he denominado El Camino Real de la Plata de Bolaños y se refiere a un tema que siempre me ha parecido interesante en cuanto que permite entrelazar no sólo a la población de Bolaños, a la que me une un afecto perso-nal, sino al resto de la región del Norte de Jalisco vinculada con territorios de Zacatecas, San Luís Potosí, Aguascalientes y Durango. El camino real que comunicó a ese Real de Minas del siglo XVIII permite unir a toda esta región en forma mucho más amplia que lo que un simple camino podría significar: fue el principal motor de unificación de la región en una identidad regional importan-te y única, anteriormente desmembrada y arti-culada a partir de su construcción para otorgarle una definición identitaria.

El Camino Real de Tierra Adentro, co-mo se le conoce al que iba desde las zonas mi-neras del centro norte del país a la ciudad de México, fue una compleja red de comunicacio-nes que por siglos funcionó de manera fluida pa-ra el transporte de las riquezas minerales extraí-das del territorio. Su desarrollo e importancia a lo largo de la historia de los pueblos que se lo-calizan a su vera, es significativo para la histo-ria del transporte y de la transmisión de la cul-tura nacional. De esa manera, el conocimiento de los caminos reales que tuvieron un relevante papel en cada región, significa poder entender las formas de desarrollo y las maneras de cons-truir y habitar zonas que por lo regular estuvie-ron abandonadas por siglos.

Desde hace casi una década, diversos or-ganismos han venido trabajando en un proyecto binacional denominado el Camino Real de Tierra Adentro que tiene como objetivo el estudio del Gran Camino que unía a la Ciudad de México con los territorios de frontera norte desde la épo-ca de la colonización, es decir, con los actuales estados de Nuevo México y Arizona, antigua-mente parte de nuestro país. Esta gran columna vertebral de comunicación temprana, iniciada en el siglo XVI, es el objeto de dicho proyecto. Sin embargo, creemos que no es posible entender claramente el significado de este Camino Real sin la concurrencia de los otros caminos, tam-bién reales, de carácter secundario, subsidiario o transversal. Es el caso, entre muchos otros del país, del Camino Real de la Plata de Bolaños que, sin ser parte del Gran Camino Real, se une a és-te para llevar y traer lo que todo camino implica: riquezas, mercancías, cultura, información, desa-rrollo y desgracias.

El Camino Real de Bolaños es un camino transversal, es decir, es un camino de poniente a oriente (o viceversa)1, y se une como muchos otros a la gran columna vertebral económica que significó el primero. Su importancia no es menor, sobre todo si tenemos en cuenta que por este Camino de Bolaños pasó la enorme producción de plata que llegó a significar una quinta parte

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del total producido en la Nueva España en el si-glo XVIII y exportado a la metrópoli colonialista.

Como parte de la red caminera, sin la cual no sería posible imaginar un Camino Real de Tierra Adentro, el de Bolaños tuvo una rele-vancia enorme. La producción de plata en el Real de Minas, así como la afluencia del comercio en-tre la capital del virreinato y esta región tuvieron efectos inesperados y podemos afirmar que fue el principio de una abundante interrelación de pueblos que antes habían permanecido aislados en un ensimismamiento, una especie de auto-desarrollo limitante de todo avance sociocultural resultado de aquel “idiotismo del campo”, como lo denominó Marx. El Camino de Bolaños fue la punta de lanza para la introducción del primiti-vo capitalismo a estas regiones sin antes haber pasado por otros estadios económicos interme-dios, lo cual implica un trauma notable, al mismo tiempo que un avance en el desarrollo de las ciu-dades, de la infraestructura y de la arquitectura y que trataremos de abordar en el transcurso de la investigación.

El trabajo se aboca al estudio de la red de caminos y al Camino Real propiamente, es decir, al que va desde el Camino Real de Tierra Adentro a partir de Ojuelos en Jalisco, y que luego se bi-furca en Malpaso pasando por Jerez, Colotlán, Totatiche, Temastián, Villa Guerrero y Bolaños. Sin embargo, no es el estudio histórico solamen-te, sino que se trata de identificar físicamente to-da la infraestructura remanente de aquel gran camino real del cual quedan pocos vestigios.

Conozco personalmente el camino desde antes de la construcción de la actual carretera de Villa Guerrero a Bolaños y pude conocer de cer-ca muchos de los sitios que servían de soporte para aquel camino, desde puentes, empedrados, vados, paradores o haciendas y postas necesa-rias para el transporte en caminos de herradu-ra, así como otros tipos de elementos de apo-yo para los caminos de esa época. Actualmente, muchos de esos elementos ya han desapareci-do, pero el proyecto pretende ubicarlos y docu-mentarlos en forma precisa, recorriendo palmo a

palmo el trayecto, identificándolo y vertiéndolos en mapas georeferenciados para su mejor estu-dio, catalogación y, por supuesto, conservación y cuidado como parte del patrimonio cultural de la región.

Pero no sólo el camino como tal es el ob-jeto de estudio. En los sitios que este camino to-ca, se establece una especie de correspondencia cultural y forman parte de una cadena de relacio-nes interculturales, convirtiéndose en un proceso

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El puente de Cartagenas, construido a

mediados del siglo XX. Este

ha sido el paso histórico de

Colotlán hacia Bolaños, camino

por Totatiche.

Cortesía de Marie-Fred Dupré

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relevante de enriquecimiento de experiencias y de aprendizajes, de lenguajes y conductas, de formas de desarrollo muy particulares; el estu-dio de las influencias formales y técnicas entre ellos, el acercamiento cultural y económico y so-bre todo, el estudio de los centros urbanos y el impacto morfológico que los caminos tuvieron en ellos, así como de la arquitectura y los siste-mas constructivos que se desarrollaron a partir del contacto con otras realidades vinculadas por el camino real, se abordan aquí para dar una po-sible explicación a la realidad cultural actual.

Una de las hipótesis que se plantea el tra-bajo se refiere a que los caminos virreinales de cualquier tipo, los caminos alimentadores o tam-bién llamados “transversales”, si bien siempre existieron desde épocas remotas, el camino real a Bolaños aceleró intercambios de todo tipo en-tre sociedades locales disímbolas y, más aún, en-tre las sociedades más allá de la región, en tanto

que la red caminera determinó contactos amplí-simos que no se limitaban exclusivamente a la región, sino que constituyeron vasos comunican-tes de intercambio ilimitado. Tanto los avances logrados en otras latitudes llegaron aquí, como también de aquí salieron prácticas culturales o formas de resolver problemas de diversos tipos, hacia otras regiones. De aquí que se considere que la vinculación de los sistemas constructivos empleados en la época Colonial en el territorio de Colotlán (quizá no de manera exclusiva, pero sí con un carácter y razón de ser propia), parti-cularmente en lo que se refiere a las soluciones funcionales de la arquitectura religiosa, se dise-minaron hacia el norte gracias al Camino Real de Tierra Adentro, particularmente a las regiones de Chihuahua, Nuevo México y Arizona. De manera concreta en lo que se refiere al uso de los lucer-narios o claristorios documentados por Kubler en la arquitectura religiosa de Nuevo México en el

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siglo XVII y que según los datos con que se cuen-ta, se pueden datar en épocas más tempranas en Colotlán, en el siglo XVI 2. Desde mi punto de vis-ta, esta solución arquitectónica para la ilumina-ción interior de los templos en zonas con climas de primavera y verano muy calurosos, se origina en la región central de México y se va extendien-do hacia el norte en sitios en donde el clima in-terior demandaba soluciones ya ensayadas y que resultaban eficaces para solucionar no sólo as-pectos climáticos, sino también de iluminación con un resultado muy importante, ya que los lu-cernarios o claraboyas logran un efecto dramáti-co al proyectar la luz sobre el altar directamente. Sin duda, el origen de estas soluciones de dise-ño arquitectónico se extendió hacia el norte por razones de semejanza de climas y, sobre todo por sus buenos resultados en la práctica, hasta Nuevo México, Texas y Arizona. Este fue uno de los logros de la red caminera, además de otros, también identificados por su dispersión geográ-fica asociada con la red de caminos, como hor-nos, símbolos y prácticas de la construcción, en-tre otros, que al parecer tienen una distribución territorial definida por los antiguos caminos.

Otro de los temas que se abordan en el trabajo es el que se refiere a la organización y funcionamiento de los caminos reales del siglo XVIII al XIX, es decir, a toda la serie de vínculos de comunicación y todas las implicaciones fun-cionales que permitían que funcionara de ma-nera eficiente el transporte y la comunicación. En este sentido, se trata de llegar a conocer los tiempos de traslado en las diversas épocas, los medios y sistemas empleados, así como la orga-nización de los viajes. En ello quedan implícitos los sitios de pernocta, de descanso y de auxilio a los viajeros; asimismo las conexiones en cada po-blación importante que significó la definición de los trayectos de las rutas y los trazos de muchas poblaciones.

En términos geográficos, el trabajo pre-tende establecer con base en localización geo-referenciada, la red caminera y las partes

subsistentes de ésta, localizando infraestructu-ras, monumentos arquitectónicos y todos aque-llos testimonios materiales remanentes del siste-ma caminero vinculado al camino real de Bolaños en dos trayectos más importantes, del antiguo Real de minas a Guadalajara y a la Ciudad de México. Esta parte supone el recorrido de ambos trayectos empleando el mismo tipo de transpor-te que por siglos se utilizó en la zona para poder estimar los tiempos de recorridos y poder identi-ficar los elementos materiales que se mencionan arriba. Esta parte del trabajo, que no deja de ser la más interesante, trata de la localización por medio del sistema de posición geográfica sateli-tal (GPS, por sus siglas en inglés), de los tramos aún con empedrados originales de los caminos, así como todos los puntos relevantes que pue-dan ser identificados e inventariados relaciona-dos al tema central del proyecto.

El tema central, resulta obvio decirlo, es el camino real como sistema vertebral de comu-nicación e intercambio y sus implicaciones cultu-rales, económicas y sociales. El Camino Real de Bolaños no es el único camino transversal de su tipo, asociado a la gran columna vertebral que es el Camino Real de Tierra Adentro como entidad vertebral de un momento particular de la histo-ria. Espero que este adelanto sirva para ampliar el tema a través de la conexión moderna de la in-formación que estoy seguro enriquecerá el cono-cimiento de los viejos sistemas de comunicación.

Notas

1 El concepto de caminos transversales aún no parece

estar bien definido; al parecer se trata de diferenciar los

caminos alimentadores de la gran columna vertebral que

significó el llamado Camino Real de Tierra Adentro, que

fundamentalmente partía de la Ciudad de México hacia

las regiones mineras del norte del país desde el siglo XVI

siguiendo un trazo fundamentalmente de sur a norte. 2 Cit. C. De Regil. "Arquitectura religiosa del norte de Jalisco"

en Revista Niuki, número 7, año 2008.

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Francisco VázquezEditor de Niuki. Profesor de asignatura en el CUNorte de la Universidad de Guadalajara.

Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benitez 2001. Premio Jalisco Emisario 2003.

Detalle de un castillo en la mina Veta Rica, en 1927.

Cortesía del archivo de la empresa Minas y Minerales Mexicanas

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El señor Héctor Dávila cuenta una buena his-toria1: los mineros se amotinaron un día de

principios de los años 30 del siglo XX. Los ai-res socialistas habían llegado hasta el Cañón de Bolaños. Entonces el dueño de la compañía, Lewis Bradbury Jr. se acercó a dialogar con ellos, pero en lugar de palabras una piedra hizo blanco en su cabeza. —Nunca volverán a tener traba-jo—, les dijo. Acto seguido abandonó el pueblo y el lugar se oscureció por una larga temporada… Hasta que la siguiente empresa llegó en 1965 para abrir las minas, que es lo que le da vida a este viejo Real.

A don Héctor le contaron esta historia y él la da por buena. Tal vez sucedió, tal vez no. Lo que esta incertidumbre refleja, en realidad, es que la academia se ha ocupado poco de la mine-ría de Bolaños en la primera mitad del sigo XX. Los cronistas locales y los amantes de la historia propia tampoco han producido textos que pon-gan luz en esa etapa específica; a diferencia de los amplios y variados trabajos que se han hecho de la época colonial (siglo XVIII), y que en esta misma revista les damos testimonio.

En la Universidad de Davis, en California, EU, hay una mina por explotar. En el Departamento de Colecciones Especiales se

Francisco Vázquez Mendoza

El emporio Bradburyestuvo en Bolaños

encuentra “Bradbury Family Papers. A Mexican−American Family´s Story, 1876 − 1965”. La Universidad recibió este amplio archivo familiar en 2006, lo ha catalogado, ordenado y puesto a disposición de los investigadores. En la Web sólo se puede leer el inventario. Erin Duane lo organi-zó y escribió los textos biográficos y Liz Phillips lo adaptó para la Web.

¿Quién era la familia Bradbury y cuál su relación con Bolaños? Lewis Leonard Bradbury nació en 1823 en Bangor, en el estado de Maine (Estados Unidos), y era un empresario en ascenso cuando cambió su residencia a Rosario, Sinaloa (México) a principios de los años sesenta del si-glo XIX. Comenzó como accionista minoritario de la minera sinaloense el “Tajo” y para 1873 ya tenía la mayoría de las acciones. En Mazatlán se casó con la mexicana Simona Martínez, en 1867, y procrearon seis hijos: Simoneta, Rosario, las ge-melas Minerva y Louisa, John y Lewis Jr. Simona era la sirvienta de Bradbury.

Lewis Bradbury y Simona Martínez hicie-ron fortuna con la mina el “Tajo”, en Sinaloa. A finales del siglo XIX tenían 15 millones de dóla-res, más o menos 100 millones de los de 1990. Cambiaron su casa a California en 1880 y Lewis falleció en 1892. En un artículo sobre la familia a

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Arriba, a la izquierda, Tiro

de la mina Veta Rica en 1925; a

la derecha están los ingenieros J. C. Feeley y

Atkins, en una imagen de 1923.

Los de abajo son mineros

que trabajaron en 1924 para

la empresa Bradbury, que

explotó las minas de Bolaños en

la primera mitad del siglo XX.

Cortesía del archivo de Minas

y Minerales Mexicanas

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propósito de la muerte de Lewis (diciembre 12, 1892), el periódico Los Angeles Times consideró a Simona como una mujer muy capaz, con am-plios conocimientos en los negocios y del idioma inglés. Simona Martínez se encargaría de las em-presas en los siguientes 10 años, hasta que su hi-jo asumió el control en 1902.

Lewis Bradbury Jr. (1881-1948) man-tuvo las inversiones en Sinaloa e incursionó en Bolaños, Jalisco. Según el catálogo de Bradbury Family Papers… a Lewis Jr le tocó administrar la Bradbury Estate Company, a la cual se le fueron añadiendo las siguientes subsidiarias: en 1910, con la compra de Bolaños Mining Company (1910) y la incorporación de la Mexican Mines Company (1910), crearon la North American Venture Company (1910) y la Lewis Leonard Bradbury and Company (1916). Otras empre-sas que crearon después fueron la Compañía Minera del Pacífico (1926) y Compañía Minera del Cañón de Bolaños (1926).

En la oficina de Héctor Dávila encontra-mos copias fotográficas de Bolaños de los años

veinte. Tres imágenes corresponden a la Veta Rica, “una mina muy buena”, en voz de don Héctor Dávila, quien la explotó todavía cuando él y sus hermanos llegaron a partir de 1965. En las fotos se ve el tiro, el túnel y un castillo de la Veta Rica. También podemos ver a los ingenieros de entonces, J. W. Atkins y J. C. Feeley, así co-mo a cinco mineros y una imagen panorámica de Bolaños. Las impresiones tiene las fechas de 1922, 1923, 1925 y 1927.

Según don Héctor, la Gran Depresión fue determinante para que la familia Bradbury cerra-ra la puerta y abandonara Bolaños a principios de los años '30. También estaría el detalle de la pedrada sobre la cabeza. Sin embargo, si bien se registró cierta inestabilidad en el precio interna-cional de la plata en torno a 1930, vale la pena tomar en cuenta el siguiente comentario del Dr. Rigoberto A. Román Alarcón, historiador de la Universidad Autónoma de Sinaloa:

“… una de las anteriores era La Cía. Minas El Tajo, S.A. que al parecer tuvo una buena rentabilidad durante

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los años de la Gran Depresión porque continúo expandiéndose mediante la compra en 500 pe-sos en 1929 de fundos mineros en Bolaños, Jalisco, y la adquisi-ción en 1932 de La Cía. Minera de Copala, S.A. en 25 mil pesos”2.

La lectura del catálogo de los papeles de la Familia Bradbury nos hace deducir que siguie-ron trabajando, o al menos mantuvieron presen-cia en Bolaños, a lo largo del decenio de los años '30 porque hay distintos reportes, siendo el últi-mo uno con fecha de 1940. En los años posterio-res, sólo hay reportes de investigación o incluso una opción y promesa de venta, de 1956.

La residencia de Lewis Bradbury Jr. se re-gistra en San Francisco, California. Fallece en 1948 y la Bradbury Estate Company se disuel-ve en 1965. Concluye una empresa que encon-tró su riqueza en las minas de Sinaloa, que in-cursionó en el lejano norte de Jalisco e invirtió en California; que dejó huella en dos regiones de México y Estados Unidos. Para el anecdotario quedan tres rasgos. Uno, el último lugar donde vivió el patriarca Bradbury, el Rancho Azusa de Duarte, ahora es una ciudad que lleva por nom-bre Duarte and Bradbury, en el sur de California. Dos, el edificio Bradbury, localizado en pleno centro de Los Angeles, es un ícono de la ciudad por su arquitectura del renacimiento italiano y porque ahí se han rodado varios video clips, se-ries de televisión y escenas de películas, como “Blade Runner” y “Chinatown”.

Y tres, el hijo Bradbury construyó el ho-tel Belmar en Mazatlán en los años 20, el prime-ro con vista al mar cuando este puerto era un pueblito. Según el sitio web mazatlan.gob.mx, durante muchos años fue el sitio oficial para las fiestas de carnaval, para las bodas del jet set, lu-gar en el que se presentaban los cantantes de moda; y recibió a los actores John Wayne, Robert Mitchum, Rita Hayworth, etc. El hotel todavía conserva un anexo en el que vivía el rico minero en sus estancias en Mazatlán. Ahí se encuentra

el escudo de armas de la familia y en lo que hoy es un amplio garaje existía una bodega, en la que almacenaban el oro y la plata, mientras la embarcaban a San Francisco, California.

El archivo de la familia Bradbury, repe-timos, se encuentra en el Departamento de Colecciones Especiales, de la Universidad de Davis, en California3. Contiene documentos fa-miliares, legales y de sus empresas. Tiene regis-tros de las minas, datos financieros, informes, correspondencia, manuscritos, documentos de propiedad, litigios, contratos de bienes raíces, fotografías y hasta documentos históricos.

En la caja 17:7, de la subserie 2.3.3, se encuentran algunos documentos de las minas de Bolaños desde el año 1789 hasta 1959. Hay una relación de las entradas y salidas de la Real Caja de Bolaños de 1753 a 1789; lo mismo que un Libro de Actas de la Compañía Minera Bolaños, de 1904; hasta ocho fotografías en blanco y ne-gro, de alrededor de 1940. Esto es sólo una pro-bada de la gran cantidad de carpetas que espe-ran para ser analizadas.

Este archivo es como una mina, que den-tro de sus entrañas contiene información valiosa para conocer una parte de la historia de Bolaños y Sinaloa.

La compañía Bradbury desapareció en 1965, el mismo año en que arribaron al norte de Jalisco unos hermanos aventureros, los Dávila. Ellos le darían continuidad a la actividad minera en este lugar y su nombre, como el de Bradbury, quedará asociado a la historia de Bolaños. Como ya lo están los Vivanco, López Portillo, James Vetch, George Francis Lyon…

Notas

1 Ver en esta misma revista la entrevista con Héctor Dávila, de

Minerales y Minas Mexicanas S.A. de C.V. 2 Auge y decadencia de la minería en Sinaloa 1910-1950.

Dr. Rigoberto A. Román Alarcón. Facultad de Historia /

Universidad Autónoma de Sinaloa.3 www.ucdavis.edu

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Luis SandovalEs periodista y escritor. Nació en El Teúl, Zacatecas en 1927. Trabajó gran parte de su vida en el diario El Informador. Ha escrito cerca de 45 libros.

El sacerdote Nicolás Valdés Huerta en su primera estancia en Bolaños, en el decenio de los años cuarenta.

Cortesía de Petra Ramírez

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Apenas pasados los años de la adolescencia, los sueños de entonces, el afán de búsqueda

y las cuartillas a escritura en aquella Remíngton que recogía cumplidamente el errar por caminos de embeleso en pueblos, aldeas escondidas, ha-ciendas, centros turísticos, para la publicación semanal en el periódico.

¿Y qué tal un viaje hasta el Cañón de Bolaños? Tanto han hablado de aquellos arre-cifes. Con deleitosa fruición los ha dibuja-do Agustín Yáñez, cuando en Archipiélago de Mujeres, se detuvo en imágenes de asombro a describir las barrancas de Bolaños, donde situó, “Isolda, o la Muerte”. Y qué más, que el desen-canto de Alfredo Placencia cuando se duele de un cielo estrecho y un disminuido recuento de estrellas que asoman apenas en cerrado escon-drijo de montañas.

Era cuestión de encontrar el medio de ir hasta aquellas lejanías, penetrar a aque-llos túneles embarrancados, que dan curso al

Luis Sandoval Godoy

caudaloso río por cuya cinta se engarzan San Martín, Chimaltitán y Bolaños.

Cuestión de suerte y ya estamos acomo-dándonos en una troca de redilas, entre cajas de cerveza, bultos de mercancía y rejas de refrescos que desde Villa Guerrero puede llevarnos hasta San Martín de Bolaños, último punto de su reco-rrido semanal. No hay otro medio de transporte a aquellos pueblos. Esto sucedía unos cuantos años después de la mitad del siglo pasado.

—Hay que tener cuidado. Asegúrense con fuerza de las redilas, porque al brinco de unas rocas pueden saltar entre los bultos o ser golpeados por las rejas. El tiempo es largo y la brecha accidentada.

San Martín de Bolaños nos recibió con saludo de pueblo viejo. Un sol pesado cayendo a plomo sobre el caserío. Fachadas con signos de antigua nobleza y todo el pueblo como una flor blanca, de “xacalazúchil” que vino rodando por la loma, a mecerse en la curva del río.

Hasta Bolaños,a galope gozado

A principios de los años cincuenta, don Luis hizo un viaje en el que llegó a Bolaños. Amigo del padre Nico, en este texto entrelaza la aventura de aquel viaje con la obra del sacerdote: la conformación de un archivo y la escritura de su historia

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Las tumbas del atrio del templo en re-cuerdo de aquellos mineros que abrieron los pri-meros socavones en el Real y Minas de Santa Rosa de Alburquerque. Y dejaron a devoción de las generaciones la piadosa imagen, venerada hoy como el Señor de Santa Rosa.

El pueblo, sus calles empedradas, sus fa-chadas, puertas y ventanas renuevan en la memo-ria nombres conocidos: don José María Arellano, próspero comerciante, su hijo Engelberto, el pa-dre Agustín Soria, Juventino Guzmán de la estir-pe de los valientes del rumbo, en tiempos de la Revolución. Y otros.

Ya están los apuntes en el cuaderno, ya está algún diálogo improvisado en la grabadora y unas fotografías de aquí, de allá, sin que falte, en marco de referencia, el dibujo de un pitayo como candelabro a mitad de la ladera, hirvien-do ya de colorida fruta. Buscamos y pregunta-mos por la troca que nos trajo, pero la troca ya se había regresado. Volvería dentro de ocho días.

Una opresión en el pecho, una inquietud en el alma. Nos sentimos desamparados entre aquellas personas. Quedamos en la lejanía de un pueblo desconocido, abandonados entre gentes extrañas.

Y nos dimos a preguntar, a buscar. Anduvimos de un lado a otro hasta que un señor de buenas entrañas dijo que nos alquilaría dos caballos y él mismo nos conduciría hasta el pue-blo de Bolaños; pero había que apresurar la sali-da porque el tramo es largo y las veredas que se tuercen en las barrancas hacen difícil la jornada.

Este prójimo y su fiel escudero, Alejandro Cuervo Gutiérrez, ensayan donaires de avezados jinetes: la rienda en esta mano, erguido el pecho, las piernas rígidas apoyen el pie en los estribos, la mirada vaya arriba y adelante.

Y caminamos por planicies que van bor-deando el río: pastizales amarillos, como trigal maduro al esplendoroso sol de marzo. Unas nu-bes, guedejas tiernas de algodón, juegan en el viento. La llanada está rodeada de imponentes alturas de roca desnuda, o a veces se acerca a precipicios de penumbra húmeda.

Y nosotros, trota que trota en pencos que conocen estos caminos y saben rodear el es-collo, saltar el brinco, librar el matujo espinoso, así hasta que el camino fue llevándonos por una estrecha conformación de piedra desnuda, co-mo a un túnel que se cierra, oscureciendo la luz y pintan a veces destellos de sol que al hacer brillar los charcos, dejan, al paso de los caballos, saltar astillas de agua.

Aquel estrecho corredor de roca limpia produce angustia en al alma, es como un cami-nar bajo tierra en un aire de tristeza y tanta, que las palomas cantadoras, desde las rocas o desde su nido en los arbustos de la altura, se asoman a vernos pasar y emiten unos cantos largos, de amarga y sombreada tristeza, como la del cielo apenas adivinado en la altura, donde su faz em-pieza a mancharse con las luces rojas de la tarde. Pronto caerá la noche.

Caminar y caminemos hasta llegar a Bolaños. Nuestro acompañante nos promete el arribo a la vuelta de un cerro, más allá de la cuesta que se endereza entre espineras hirientes. Aquella subida, otra vez una llanada al bordo del río y al topar de aquel agresivo peñón, encontra-remos a Bolaños dormido en el regazo de esta luna que en la quietud de su luz, está deshojan-do lirios en la dureza oscura del contorno.

—Ya me dirán ustedes dónde los voy a dejar, pues quiero dar la vuelta en seguida por-que tengo un asunto urgente para el día de mañana.

—La cosa es simple. Usted elija y aconsé-jenos algún hotel, una casa de asistencia. Ya no pensamos en una fonda porque tal vez ya es no-che para encontrar un sitio donde cenar.

—Eh qué señores: aquí no hay nada de eso. Nadie visita estos pueblos. Los choferes vie-nen en sus trocas a traer mercancía y se regresan.

—¿Entonces tendremos que pasar la no-che en la plaza o en el vacío de algún portón en la calle?

—No digo eso. Puede que en alguna ca-sa, alguna familia quiera darles alojo. Será cues-tión de llamar, de pedir…

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§

Inolvidable la visión de aquellos palacios blanqueados a la luz de la luna. Una ciudad co-lonial que nos dijeron, y que encontramos con sus palacios tirados en montones de escombros. Aquella misma herrumbre, transfigurada en la celestial blancura de una noche de ensueño, en aquel ensueño de luna, con su resplandor mis-terioso, acogidos en un “el polizón de nardos”, asomados a la lejanía de Bolaños en tiempos de la Nueva Galicia.

Montones de escombros con piedras quebradas en fracciones: un brazo roto, una ma-no trunca, una cara sin nariz, o las guirnaldas con el toque que los artesanos pudieron dar en suavidad de pétalos; y todavía allá, un torso in-completo, un ángel decapitado y su ala dividida en partes.

Bolaños en la ruina que tuvo después de los esplendores de sus mejores días, con sus no-bles fincas derrumbadas, la casa de moneda, la catedral incompleta, las plazas y callejas escon-diéndose a la sombra de los edificios que se sos-tienen en pie.

Todo eso en visión de plenilunio. Todo en la faz dulcísima de la luna, en el silencio de una noche de viento tibio que está siseando entre los árboles y se mezcla al rumor del río que pasa, durmiéndose a la luna, por medio pueblo.

§

A este hacinamiento de escombros llegó el padre Nicolás Valdés Huerta, designado párro-co de Bolaños, en 1944; él, con 37 años de edad y cuatro desde su ordenación en la ciudad de Roma, el año de 1940.

Sin duda conocía el pueblo desde antes, pues su hermano Ángel también había sido pá-rroco de Bolaños en 1937. En sus lecturas pu-do acaso conocer las referencias del Lic. Agustín Yáñez sobre la accidentada topografía de la re-gión y, sin duda, el poema del padre Placencia que se dolió de aquellas ruinas amontonadas

que daban cuenta de los edificios que lució Bolaños en períodos de esplendor:

¡Oh Bolaños! La urbe de las ta-pias dormidas / que en tiempo de los reyes fue de cal y canto /y que ahora se acuestan, para que así caídas, / vayan los ala-cranes a beber su quebranto / el quebranto sin nom-bre de las grandezas idas.

Y cuando volteó al cielo con su espacio li-mitado en el recorte de los altivos peñascos que rodean al pueblo, pudo decir…

Llegué a pensar que en tu ho-rizonte brillan / menos estre-llas que en el cielo mío…

¡Insensato de mí…! Pensé tal cosasin asomarme al fondo de tu río.

Todo eso halló el nuevo párroco don Nicolás Valdés en las calles ruinosas, en las co-laduras muertas que dejaron siglos de esplendor minero, de bellos y enhiestos edificios de arqui-tectura preciosa que le hicieron merecer oficial-mente el título de ciudad.

Por tres períodos subsecuentes estuvo D. Nicolás al frente de la parroquia de Bolaños. Esta primera vez sirvió por cuatro años, por segun-da vez en espacio de dos años y hacia 1974 y luego de cumplir importantes desempeños en el Seminario de Guadalajara, en actividades en la mitra diocesana, en el Archivo Histórico del ar-zobispado, regresó por varios años, en los cua-les hurgó los archivos parroquiales, precisó nom-bres, certificó fechas para dos libros de sólida concisión en que da santo y seña de los pueblos del Cañón de Bolaños.

Y mientras atendía su ministerio, realiza-ba también tareas de ordenación de la herrum-bre tirada en las calles, rescate de piedras que podían ser reacomodadas nuevamente; en este

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Panorámica de Bolaños a principios del

siglo XX.

Cortesía del archivo de Minas

y Minerales Mexicanas

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empeño se puso a restaurar lo que fue en el cu-rato un nicho de Señor San José, patrono del pueblo, en artísticas labraduras, juntando las pie-dras, buscando su acomodo en paciente tarea de quien arma un difícil rompecabezas, hasta poder colocar a la entrada de la casa cural, la bella hor-nacina que había sido destruida.

Pero tanto como en los restos de casas y edificios, se dio a reconstruir la importante his-toria de las sucesivas compañías que por siglos estuvieron trabajando las minas de Bolaños y sus contornos, valiéndose del archivo parroquial, de lo que pudo dejar Anacleto Herrera y Cairo al quemar el archivo municipal, o lo que obtenía de los relatos, los testimonios, los recuerdos del vecindario.

No se detuvo ahí. Vino a encontrar-se con Alfonso Lozano, un dinámico ganadero que arreaba importantes hatos ganaderos desde la huasteca potosina, con copiosos rendimien-tos que lo colocaban como importante señor en aquellos pueblos.

Alfonso, que al parecer vive hoy en Colotlán, había sido monaguillo del padre Valdés la primera vez que vino en calidad de párroco y le profesaba y le profesa hondo y respetuoso afec-to. En alguna plática con Don Nicolás, le habló el padre de la importancia de reunir la informa-ción histórica de Bolaños en la fuente madre de la historiografía nacional, esto es, en el Archivo Histórico de la Nación.

Alfonso Lozano se manifestó entusias-mado con la idea y ofreció cubrir de su peculio los gastos para que una persona, viviendo en la ciudad de México el tiempo que fuera necesario, revisara legajos, documentos, expedientes, cajas y cajones del Archivo para entresacar aquellos que hablaran de Bolaños, y los fotocopiara con la debida autorización. Se realizó la idea y tuvo y tiene Bolaños lo que no tiene ningún otro pue-blo en la comarca.

Pero luego, para que aquel rico acervo testimonial no fuera manejado con etiqueta ni eclesiástica ni municipal, para velar por su inte-gridad y condiciones físicas normales, como un bien del pueblo, hizo el padre Nico, como le lla-maron siempre en Bolaños, que se adquiriera una buena caja fuerte y con el acuerdo y la apro-bación del vecindario, puso esta caja fuerte en casa de la señorita Petra Ramírez y bajo su cui-dado y vigilancia pudieran los investigadores que quisieran estudiar algún aspecto histórico del lu-gar o de la región, acudir a ese domicilio a con-sultar este archivo.

Apoyado en esta documentación elabo-ró y publicó dos estudios históricos sobre este pueblo, Bolaños, ciudad colonial, y otro más ex-tenso con el título sólo de Bolaños. Tienen estos libros la característica que el autor quiso darles, al margen de un palabrerío desatado, extensos párrafos, descripciones de oropel. El contenido de estos libros se reduce a una sucesión de notas precisas: el hecho, la fecha, los personajes y ya; todo eso reducido a nivel de una ficha informa-tiva que no requería de verborrea ligera para dar el punto histórico que quería presentar. Y para las fuentes de información, ni números, ni aste-riscos, ni llamadas al pie de páginas, porque de-cía que las llamadas con que el lector tropieza en el texto, lo distraen de la ilación, del desarrollo informativo que se está presentando. Para evitar-lo, siempre presentó al final de cada libro la serie de notas, de autores, de fuentes de información de que se alimentó. A quien de veras le interesa un estudio, un capítulo, un tema, con estos da-tos tiene para ir después al manantial de origen.

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Aparte de los libros mencionados queda-ron dos trabajos inéditos, fruto de estudio, de consulta de autores, de documentos y testimo-nios en cuya lectura tanto se gozaba. Fue uno la relación de citas de autores de la época, so-bre el Teúl, Zacatecas, que fue incluido en el li-bro Tiempos de Fronda, sobre este pueblo. Otro titulado, “Sucesos más notables en el Bolaños Colonial”1, mecanografiado en su vieja Oliver, y del cual dejó un tanto en catorce hojas de papel copia, entre la variedad de apuntes, anotaciones, referencia de temas y de autores que componen el acervo personal que el padre Nicolás Valdés quiso dejar en manos de quien suscribe el pre-sente texto.

Lo que escribió, lo que investigó, su la-bor de ministerio en esta feligresía, lo que rea-lizó como restaurador de la riqueza arquitectó-nica de Bolaños, estudio del lenguaje popular, regionalismos, significado de las palabras pro-pias de la región, la toponimia de pueblos y al-deas, rancherías y sitios históricos, con sus raíces en la geografía, la historia, la vegetación, la gen-te de cada lugar… todo eso y todavía atención homeopática de los necesitados cuando no ha-bía comunicación, antes de que las avionetas de un particular cubrieran el traslado urgente de un enfermo a la ciudad, constituyen la ingente labor cultural, social y apostólica de este sacerdote.

En un sustancioso librito que da cuenta de la serie de grabaciones que el padre Nicolás Valdés proporcionó al Dr. Jean Meyer para los tres valiosos tomos que publicó acerca de La Cristiada, con algunos tintes geográficos sobre el sacerdote, se publica una interesante serie de cartas enviadas por Meyer al padre. Y un pá-rrafo por ahí expresa lo que a continuación se transcribe:

“Unas dos semanas antes de su muerte, en el Hospital del Sagrado Corazón me dijo el padre Nicolás Valdés: mira, para después, quiero que recojas todos mis papeles, mis libros, las grabaciones, y los ten-gas para ti, si los quieres, y si no, los

entregues a Carmen Castañeda, pa-ra el Archivo Histórico de Jalisco…”

Con todo eso y lo que faltaría por decir habrá de concluirse señalando la importancia de este personaje en la vida de Bolaños, su identifi-cación con la gente y su historia, la autoridad en investigaciones de toda índole para la región del norte de Jalisco, incluidos dos tomos sobre Villa Guerrero, y su sencillez y su trato amable, y su disposición de servicio y la prontitud generosa a merced de quien solicitara cualquier cosa de él.

Esto nos hizo desde los primeros años, desde la lejana adolescencia, desde aquella in-quieta búsqueda de lugares, tradiciones, gentes de importancia en todas las regiones de Jalisco, pensar en ir hasta a aquellas honduras topográ-ficas, a un mundo mágico, pueblos fantásticos, paisajes maravillosos, historias de lo que fue, lo que hizo, lo que representó el trabajo minero en Bolaños que mereció tener y actuar desde ahí, en la Real Caja de Moneda que lo significó a ni-vel nacional.

Cómo no iba a hacerse cualquier esfuer-zo, jugar la más temeraria aventura y romper dis-tancias, penetrar a honduras de piedra, descubrir el fantasmal hallazgo de un pueblo que pone a dormir las ruinas de sus palacios en el silencio blanco de la luna, al soplo amoroso de un tibio viento de prima primavera, aunque para ello se tuviera que soportar el cuerpo entumecido, las piernas ateridas, luego de seis horas a lomos de un caballo de recia andadura; y aún así, infla-mado de juvenil optimismo, llevar el pecho er-guido, firmeza en la mano que conduce la rien-da, y la mirada arriba y adelante… Aquella vez, apenas unos años después de la mitad del siglo pasado…

Nota del editor

1 El texto "Sucesos más notables en el Bolaños Colonial" se

publica en esta edición de Niuki gracias a la generosidad de

Luis Sandoval Godoy

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René RíosNació y vive en

Tepec. Interesado en la historia de su comunidad.

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Así como ha tenido bonanzas, Bolaños ha padecido sus problemas, pero lo bueno es

que esto de la minería ha dejado enseñanzas. Las personas que se emplean durante la presen-cia de las compañías mineras aprovechan los co-nocimientos adquiridos para, durante las vacas flacas, seguir sosteniendo a sus familias con los metales del cerro, como lo que sucedió en el de-cenio de los años cincuenta y a principios de los sesenta del siglo XX, cuando los pobladores se mantuvieron de la extracción gambusina del es-taño y del mercurio, o azogue.

La extracción del estaño

En ese tiempo, por el rumbo de las Majadas (un lugar ubicado entre las faldas del Cerro del Águila y del Cerro de Goteras) algu-nas de las familias trabajaron sus propias minas, es decir, pequeños túneles para extraer el estaño en su estado natural; ellos llamaban a ese mi-neral riñones de estaño, el cual lo vendían a 15

René Ríos Casas

pesos el kilogramo según su color y su pureza, ya que muchos lo sacaban con cierta contamina-ción de otros minerales y con estos ya entraban en negociación para el pago. Esto sucedió hasta 1965 porque luego llegó la bonanza del mercu-rio o el azogue.

Algunas de la familias que trabajaron en la extracción del estaño fueron: las Raygoza, Casas y los Agustines, las cuales le vendían a los señores Guadalupe Benavides y Emilio Ortiz, y estos a su vez lo comercializaban a un señor llamado David Lamas, que venía del estado de Aguascalientes.

Durante ese tiempo no había ninguna empresa privada y las condiciones en las que vi-vían los pobladores eran muy precarias. Su pro-ceso de extracción dependía de las ganancias que sacaban cada vez que venía el comprador, ya que también los proveía de dinamita y me-chas, pero la mayoría de los túneles fueron he-chos a cincel y marro.

Había personas que no tenían su túnel y

La minería gambusina en Bolaños

Bolaños, como los pueblos mineros, se ha formado por personas de casi toda la República Mexicana; personas que se han quedado para ser parte

de él y colaborar con el sostenimiento de nuestro querido municipio

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con una herramienta llamada batea se introdu-cían al arroyo “el potrero” para lavar la arena que arrastraba el agua en temporal de lluvias, desde el pie de los cerros de Goteras y El Águila, y así lograban separar este mineral, hubo quie-nes al practicar este método de lavado se en-contraban algunas piezas de antigüedad como medallitas, botones ornamentales y monedas de plata de diferentes denominaciones y tamaños, las cuales provocaban otro aliento a seguir en su búsqueda.

La tarea no era fácil: la jornada de trabajo era desde que cantaba el gallo hasta que chillaba el grillo, sólo paraban sus labores para tomar sus alimentos y para hacer las cargas, ya que para trasladar el mineral se usaba el lomo de los bu-rros y se hacía por veredas escarpadas porque no podían almacenarlo en su lugar de trabajo por-que se lo podrían robar y así perder todo lo que con esfuerzo habían logrado.

La extracción del mercurio

Para la extracción del mercurio utilizaban un horno, en el cual quemaban la tierra de los terreros antiguos y hacían pasar los vapores por agua para que se condensara y asentara el mer-curio, y así recuperarlo y venderlo.

El comienzo de la extracción de mercu-rio fue en la comunidad de Tepec y desafortuna-mente se perdieron algunas de las casonas que tenía esta localidad por la excavación de sus pa-tios e interiores, la más famosa fue la Hacienda del Español, la cual estaba en el lugar que ocu-pa hoy la escuela primaria Ignacio Zaragoza. Los hornos de esta localidad fueron tres: uno estuvo en la calle Real de Minas, otro en la calle Placeres Norte y el tercero estuvo en la calle Placeres Sur.

El último de los lugares de donde se ex-trajo mercurio fue por la calle 16 de septiembre, la excavación fue de norte a sur y terminó a la al-tura del puente colgante, con una profundidad de dos o tres metros y de ancho casi el total de la calle.

Esta trabajada, como le decían los po-bladores, fue una fuente de empleo que creó el Ayuntamiento que dirigían el señor Alfonso Lozano y Alfonso Casas: el primero representaba a Bolaños en el exterior y el segundo se encarga-ba del despacho.

El sueldo diario en la extracción de mer-curio era de 25 pesos y el municipio lo vendía, a su vez, a diferentes personas a cinco pesos el kilogramo y los compradores lo embarcaban a San Luís Potosí. Un día, en una de las casas cer-canas al río y al lado poniente de la calle antes mencionada, el señor Benito Guzmán, al estar haciendo un pozo de lazo, se encontró con un estancamiento de mercurio, y era tanto que re-galaba una palada de arena contaminada de mercurio “por mono”, como decía él, y por pa-lada le sacaban hasta ocho pesos, el cual podían vender libremente sin tener que entregarlo al Ayuntamiento.

El mercurio, aparte de traer dinero a Bolaños, hubo quienes se atrevían a utilizarlo co-mo remedio para limpiar el intestino grueso; al tomar una gota de este metal creían que les fa-vorecía y se sentían bien, sin pensar que podrían perder la vida.

Es así como Bolaños y su gente sobrevi-vió a una temporada de escasez, principalmen-te en la década de los años cincuenta y princi-pios de los sesenta, hasta que llegó la Compañía Minerales de Bolaños y dio un respiro a nuestro apreciado pueblo, Bolaños.

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Luis AlonsoMartínezEs el creador,editor y webmaster dewww.bolanoscolonial.comsitio con cincoaños de existencia.

José LuisRodríguezEs el coordinadordel MóduloBolaños de laEscuelaPreparatoriaRegional deColotlán de laUniversidad deGuadalajara

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A la entrada de la sala de su casa, en una es-quina, cubierta con un mantel y bajo la fi-

gura de un cristo, hay una caja con un tesoro. Son simples papeles, pero la diferencia la hace el contenido: documentos que cuentan parte de la historia de Bolaños desde la época colonial, de cuando las minas comenzaron a darle forma y fondo a este lugar. La señorita Petra Ramírez Almeida vive en este domicilio de la calle 5 de Mayo. Menuda de cuerpo, su fortaleza se ma-nifiesta con la seriedad con que ha cuidado el archivo que un día le confiara el padre Nicolás Valdés.

Hay una leyenda en torno a su persona. Que cuando llegan investigadores a consultar el archivo, Petrita no se les despega para que no vaya a desaparecer una hoja, un legajo. Historias aparte, lo cierto es que por más de 30 años ha cumplido con el encargo. El padre Nico no se equivocó.

Luis Alonso Martínez López y José Luis Rodríguez Bañuelos

La fiel guardianadel archivo histórico

Fue profesora y encargada de la oficina de Correo y Radiocomunicación. En 1978, el padre Nico le pidió cuidar el Archivo Histórico de Bolaños, desde entonces lo mantiene seguro y en orden en la sala de su casa, en una caja fuerte.

Petra Ramírez Almeida nació en Bolaños el 31 de enero de 1926, sus padres, Francisco Ramírez y Romualda Almeida, siendo ella la ter-cera de la familia. Quedó huérfana a los tres años y su madre, aunque dedicada a los trabajos del hogar, apoyó a sus hijos para que terminaran el tercero de primaria, que era el grado más alto que había en aquellos años en esta población.

Con la necesidad de las familias que vi-vían lejos del pueblo, ante lo difícil que era man-dar a los hijos a la escuela, los papás buscaban personas de buena voluntad que supieran leer y escribir, y les pagaban para que les enseñaran a sus hijos. Petra se dedicó a ello ocho años. Esta grata experiencia, la docencia, le hizo reafirmar su vocación: el magisterio. En 1949, ella y va-rios compañeros fueron al entonces lejano pue-blo de Villa Guerrero para estudiar en el Colegio de las Madres Franciscanas, donde cursaron has-ta el sexto grado.

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En la página 98, carta del cura

Nicolás Valdés a la señorita Petra Ramírez, con el

tema del Archivo Municipal.

Cortesía de Petra Ramírez

En esta página, Petra Ramírez

hojea un documento

del siglo XIX del Archivo

Municipal bajo su resguardo

desde hace más de 30 años.

Cortesía de Francisco Vázquez

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Regresaron muy orgullosos con su certi-ficado de primaria, este les facilitó el ingreso al magisterio. Petrita trabajó en la comunidad bo-lañense de Mezquitic, que en aquellos años era grande; ahí llegó a atender a más de 50 niños, pero hoy vemos que esa comunidad, ahora con una escuela tan bonita, está abandonada. Una escuela sin niños es una escuela triste.

En Mezquitic estuvo tres años frente a grupo, con la esperanza de que se los toma-ran en cuenta para obtener el nombramiento de maestra federal, para ello era orientada por el

inspector escolar, el profesor Florentino Arellano (QEPD), que radicaba en Totatiche. Sus ilusio-nes se terminaron cuando no le fue posible ir a Guadalajara a presentar el examen. Ahí terminó una etapa de su vida, muy hermosa, por cierto.

En junio de 1959 le ofrecieron empleo en el Correo, trabajo que implicaba mucha respon-sabilidad pues era el único medio de comunica-ción en el lugar, e incluso contaba con el servicio

de paquetería. Esa labor la desempeñó eficaz-mente hasta el 17 de marzo de 1963, día en que por una fiebre complicada la internaron en Guadalajara; en aquella ciudad permaneció du-rante cinco años.

Regresó a Bolaños en junio de 1968 y al año siguiente le ofrecieron el cargo del Correo y Radio Comunicación, que ocupó hasta el mes de junio del 2004. Se dice rápido, pero ella pres-tó este servicio a la comunidad por un lapso de 35 años. El servicio de Radio Comunicación fue demasiado importante para Bolaños: fue una

manera de comunicarnos a los distintos luga-res; gracias a este medio los habitantes se en-teraban de las noticias buenas y de las malas. ¡Cuántas personas que radicaban o radican en Estados Unidos u otra parte de México recibie-ron el mensaje del fallecimiento de un ser queri-do y lograron llegar a tiempo para verlo por últi-ma vez! ¡Cuántas veces, a través de este medio, se solicitó el servicio de una avioneta para sacar

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La caja fuerte en la que se guardan los valiosos papeles, en la casa de Petra.

Cortesía de Francisco Vázquez

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a un enfermo grave! Es decir, que también sirvió para salvar vidas.

Era además el medio de comunicación que utilizaba la compañía minera y el servicio que usaban los cientos de mineros de otros esta-dos de la Repúblia que aquí laboraban. Pero un día llegó el teléfono y ese día el Radio empezó a ser desplazado, cada vez menos personas llega-ban a poner un radiograma.

“Agradezco a Dios y agradezco a las au-toridades que estuvieron apoyándome, sobre to-do al Ayuntamiento encabezado por el doctor Luis Alberto Zamora Zamora, ya que me hicie-ron justicia al otorgarme una pensión más justa. Agradezco también al pueblo en general”, co-menta Petra.

A los que nos tocó vivir esos tiem-pos, cuando pasábamos frente a la Presidencia Municipal, lugar donde estaba la oficina don-de tantos años estuvo trabajando Petrita, toda-vía nos parece escuchar su voz pronunciando

aquella frase: “Aquí Bolaños reportándose, cam-bio. Aquí Bolaños reportándose, cambio”.

De Petrita podemos decir tantas cosas buenas… pero ahora platiquemos con ella sobre el archivo histórico que ha guardado con dedica-ción y cariño.

—¿Cómo llegaron a sus manos los do-cumentos de la historia de Bolaños del padre Nicolás?

El señor cura me los encomendó. Dijo que si algún día él llegaba a faltar, yo sería la más indicada. Cuando dijo eso lo acompañaban otras dos personas. Fue su última visita, la realizó en febrero y él falleció en junio (de 1982).

—¿Qué pasará con esos documentos el día que llegue a faltar?

Me gustaría que se formara un comité, le he pedido a la profesora Leonor Villegas y al señor Alfonso Lozano que sean los responsables de organizar el comité. Los documentos están en una caja fuerte de donde los historiadores han sacado información. Yo sólo les pido que no mo-difiquen el orden que dejó el señor cura Nicolás. Un ejemplo de la información que han sacado es de cómo el Puente de Camotlán pertenece a Bolaños.

—¿De manos de quién recibe usted es-tos documentos, una vez fallecido el señor cura?

Los documentos los recibo del padre Elías, él me dice que el paquete es de un gran volúmen y en la actualidad se encuentra en car-petas y ordenado por fechas. Ahora que comien-zo a perder mis ojos y mis oidos trato de que estén lo mejor posible para que las nuevas gene-raciones conozcan la historia de Bolaños. A las personas que vienen a verlo les recomiendo que los dejen de la misma forma, que tienen un gran tesoro histórico en sus manos.

Han venido personas a solicitar datos de los sacerdotes, pero estos documentos no tienen esa información. Yo conservo una libreta, es mi hobby, donde anoto las obras de mayor relevan-cia de cada uno de ellos, así como su llegada y partida de Bolaños. También tengo un cuader-no y unas fotos de mi abuela, de mi abuelo y de

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mi papá porque les quitaron la vida a temprana edad. En una ocasión vino el sobrino del señor cura Nicolás y me preguntó que por qué me de-jó los documentos a mi. Yo no lo sé. También me preguntó si yo era familiar de él y pues no.

Un día (creo que en 1965) lo encontra-mos (al padre Nico) hospitalizado en el Sanatorio de Santa Margarita, en Guadalajara, al llegar nos recibe una madre que dice, “lo lamento mucho, pero están prohibidas las visitas”. Dígale que so-mos personas de Bolaños, que radicamos aquí. Conseguimos el permiso del doctor por 10 mi-nutos. Le tocamos a la puerta y nos dice que nos acerquemos. A los diez minutos se asoma la ma-dre y él nos dice que nos quedemos otro rato. En 1972 viene a Bolaños de descanso porque esta-ba enfermo y recogía datos.

Yo estaba al frente de Correos y Radio, conocí a mucha gente, la cual me visitaba y un día llego el señor cura a saludarme y me hizo la pregunta. ¿Cuántos radiogramas y cartas se en-vían? Yo le contesté que muchos, que la comu-nicación era por el Correo y el Radio. Después de un tiempo, nos comunicábamos por medio de cartas y él me escribía un mensaje al final de la carta que decía: “Salúdame a mi padre Jesús”.

Petrita sigue con los recuedos. Ahora trae

el tema de los dos libros que escribió el padre Nico sobre Bolaños. El primero acerca de los edi-ficios históricos y el segundo sobre la historia de este Real. “Un día me dijo el señor Cura, ¡a ver si hay alguien interesado en leer estas cosas!, y yo me puse a ofrecer el libro con las personas del pueblo. Se hicieron como 500 libros”.

Nos comenta que buscaron patrocina-dores, y que quienes apoyaron fueron el señor Alfonso Lozano, la señora María Ofelia Rodríguez y la profesora Leonor Villegas. Que no se alcan-zaron a cubrir los gastos, por lo cual fue nece-sario conseguir dinero extra. La tercera o cuarta edición fue pagada por el Ayuntamiento. La se-ñorita Petrita Ramírez nos comenta que Álvaro López Miramontes (investigador del INAH) fue el primero en revisar el archivo, y que trabajaba con la luz de las velas porque en Bolaños no había luz eléctrica.

En la actualidad, Petrita Ramirez Almeida pasa su día recortando noticias relevantes de los periódicos, las archiva y las conserva. Es su ho-bby, además de la costura. Que el Todopoderoso nos la guarde muchos años. Este texto es un sen-cillo homenaje en vida a su gran trayectoria en el magisterio, como servidora pública y como de-fensora de nuestro patrimonio histórico.

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Katya GonzálezEs maestra en Administración por la Universidad de Guadalajara y profesora docente del CUNorte.

Alfonso LozanoMaestro en Administración por la Universidad de Guadalajara y profesor docente del CUNorte.

Francisco VázquezEs editor de Niuki

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Tiro al blanco

Podemos empezar con la ignorancia de la gente. Bolaños es un pueblo con edificios mu-cho muy bonitos con valor arquitectónico. El presidente municipal, el juez, el secretario del Ayuntamiento y toda la gente más intelectual se divertían de la siguiente manera: está un cua-drito abajo de la plaza, para agarrar la calle 16 de septiembre, y ahí se paraban con unos rifles 22 a blanquear; el blanco eran unos lobos que servían de canales y el hocico era el hoyo don-de salía el agua. Entonces ellos tomaban como blanco ese hoyo y el que lograba meterle un tiro (nomás volaban las astillas), era de aplausos, sin

Katya González Jiménez, Alfonso Lozano Pinedoy Francisco Vázquez Mendoza

Volver (a vivir) el pasado

Alfonso Lozano González nació en Bolaños en 1934 y salió de este municipio desde octubre de 1968, pero los hechos, las sensaciones y las anécdotas que ahí vivió permanecen frescas en su memoria. De niño fue monaguillo de Nicolás Valdés, el cura que dejó una huella profunda en la historia y los corazones de los bolañenses; le tocó ver y padecer el hambre a mediados del sigo XX; participó de la recolección de piedras como medio de subsistencia y hasta le subió al 'switch' cuando se hizo la luz en este lugar. Don Alfonso nos comparte sus experiencias en hechos públicos que ya son parte de la historia de Bolaños. Que las disfruten

saber el perjuicio que le estaban haciendo a ese monumento. Había un recaudador de rentas (de Guadalajara) y le gustaba platicar conmigo. Me decía, “mire Ponchito, eso que andan hacien-do estas gentes no se imagina la ignorancia tan grande, son los caciques y nadie les puede decir nada. Pero no se imagina la ignorancia tan gran-de de blanquear ahí”. ¿Qué dónde estaba ese edificio? Está todavía. Es la iglesia antigua. Ahí estaban esos lobos y yo pienso que todavía de-ben estar ahí.

Negociante de piedras

Estaba yo chiquillo, de 8 o 9 años y había

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una crisis como ustedes no se imaginan. Un ca-mión de Colotlán a Bolaños, si hacía menos de 10 horas, el dueño del camión corría al chofer porque eso significaba que le pisaba y el camión pronto se terminaría. ¡Y no son más de 100 kiló-metros de distancia! En los primeros años de los cuarenta, un día estábamos en la placita cuando vimos bajar un camión de volteo que venía de Zacatecas, el dueño era un señor Zavala que se paró enfrente de todos, ya estaba oscureciendo. “Vengo a comprar plomo, lo pago a siete centa-vos el kilo”, y pos era una necesidad tan grande que hasta los pequeños comerciantes cerraron la puerta. Hay una cosa que se llama terrero, que son como cerros de puras piedras, y tú con un martillo vas y le empiezas a pegar y de cada 10 piedras cuatro te salen con plomo. Se las echaba uno a la cabeza y a pesarlas para los 7 centavos. A las 3 de la tarde (del día siguiente) estaba car-gado el camión y hasta sobraba material. A la sa-lida de Bolaños había un pedacito de camino de lo más malo, hagan de cuenta que iban subien-do escalones; podías ir tú al pie del camión pla-ticando con el chofer, él manejando y uno cami-nando. “Mire güerillo”, me dijo el señor Zavala, “junte más plomo, yo voy a volver, junte para cuando venga no entretenerme en cargar”.

—Oiga, pero no se entretuvo—. “Pero voy a venir con más camiones”. Cuando regresé a la plaza estaban las personas, las intelectuales de ahí burlándose del señor porque esos meta-les tenían cientos de años y nadie había hecho caso de ellos, sólo eran piedras. Yo le creí más al señor.

Cerquita de la casa donde yo vivía ha-bía un panadero, Guadalupe López, que tenía un hijo con el mismo nombre, y ese muchachi-llo y yo éramos de la misma edad y compañe-ros, y nos queríamos bien. Yo no tenía herma-nos. Le dije: —Vamos cargando plomo, dile a tu papá que nos fíe la burra y acarríamos plomo—. El viejito, muy cascarrabias, le dijo “haz lo que tú quieras Guadalupe, pero ese mugrero de piedras no sirve”. Arreglamos unos costales y le echa-mos una piedrita a un lado y luego otra y así ya

teníamos unos 40 o 50 kilos. Donde yo vivía, en una esquinita, empezamos a amontonar el plo-mo. Total, que nos cansamos de dar viajes, pero el señor Zavala no llegaba y todos burlándose de nosotros.

A don Lupe le debíamos lo de la burra. Yo ya no pasaba con él, le daba la vuelta porque el viejito me regañaba y más regañaba a Lupe. Pero Lupe siempre me procuraba. Yo tenía un tío en Tepic, el papá de Leonor, mi prima, y vino una familia de allá y él me mandó una chamarra co-rrientita pero muy bonita y como Lupe era de mi cuerpo, yo le dije: —Ya me cansé de que tu papá me regañe, qué te parece si te doy la chamarra por tu parte del plomo y dile a tu papá que nos acepte devolverle la burra–. Total, que le gustó y que le devolvimos la burra… a los cinco días vimos bajar tres camiones. ¡Me dio lástima con Lupe!, le di algo de dinero porque conmigo fue con el primero que cargó el señor Zavala. En 24 horas le llenamos tres camiones y eso empezó a crecer al grado de que salieron cientos de camio-nes; los gambusinos viejos del pueblo entraron a las minas a sacar plomo porque afuera ya no ha-bía. El señor Zavala me puso a comprar las pie-dras, yo me convertí en su comprador oficial, un chiquillo apenas pero de ahí sacamos para comer (mi madre y yo).

Antes, la vida de esa región era irse a Nayarit a trabajar al tabaco, se iban caminando por la sierra y luego regresaban para sembrar. Era un ir y venir, y resulta que eso de las piedras evitó mucho las idas a la costa de Nayarit.

El padre Nico

Yo fui su monaguillo. “Vamos a ir a Las Crucitas a una misa, Poncho, prepárese”, y pos ahí vamos, ¿no?, nos íbamos a pie. Tengo tan presente de una vez que íbamos por una loma de un camino de ese de muchas piedritas y al señor Cura se le resbalaron los dos pies y cayó de puras sentaderas. Me acuerdo que le dije: —¡Cuidado señor cura!— Me contestó: “¡Eso me habías de haber dicho antes, ya ahorita para

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Alfonso Lozano vivió varios hechos históricos mientras vivió en Bolaños. Desde 1968 radica en Colotlán.

Cortesía de Francisco Vázquez

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qué!”. Yo siempre lo acompañaba a decir misa; siempre era a mí al que invitaba.

Yo ya vivía en Colotlán cuando a un presi-dente municipal le dieron un apoyo para que re-parara unos cuartos, ahí en el Juzgado Municipal. Entonces vino una persona de Guadalajara a di-rigir los trabajos, le dieron instrucciones que el dinero era para ese cuarto y para el que estaba atrás del Juzgado. (Pero) el señor quiso abrir la puerta y no pudo porque estaba lleno de archi-vos, va y le dice al presidente, “ahora qué hace-mos, sigue reparar el cuarto pero no podemos ni abrirlo de tantos papeles”. Y le dicen, saquen al patio todo y ahí quémenlos, eso comenzó un lu-nes. El señor cura Valdés supo el miércoles y con lágrimas en los ojos consiguió dinero, se subió a la avioneta, llegó y empezó a rescatar lo que estaba sin quemar. Cuando estaba en una ca-sa de descanso para los sacerdotes mayores fui a platicar con él y me contó eso. “Lo que alcan-cé a rescatar se lo entregué al nuevo presidente municipal”.

Estaba un agente del Ministerio Público en Colotlán que se llamaba Juan Hernández, pe-ro antes de ser ministerio, él pertenecía a alguna

religión y era ministro. De su iglesia lo comisiona-ron para que tratara de evangelizar a los huicho-les. Se estableció en Tuxpan y estuvo seis meses pero no logró nada. Y como era licenciado y le gustó mucho la zona se quedó como Ministerio Público en Colotlán. Un día convenció al presi-dente municipal de Bolaños, Antonio Casas, pa-ra que le prestara el título de Bolaños, que es un documento de los más importantes. Pasaron los años y nunca lo devolvió. Una vez que fui a Bolaños me dieron la comisión de rescatar-lo, para buena suerte estaba de Subsecretario de Gobierno un licenciado que es todavía ami-go mío, José Luis Leal Sanabria, y fui y le plati-qué el problema. “¿Sí sabes dónde vive?”, me dijo y pos vive en San Marcos, ahí es algo del Ayuntamiento. A la siguiente vez que fui me dijo, “oye, mandé llamar, por conducto del presiden-te municipal, al licenciado y le dije que ese docu-mento no tiene por qué estar con una persona particular, yo soy Subsecretario de Gobierno y te pido que me lo traigas, ese documento pertene-ce al Archivo Estatal. Ayer me lo trajo y aquí lo tengo. Si quieres sácale copia, pero no te lo lle-ves porque se los vuelven a quitar”.

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Entonces, en memoria de eso, el señor Cura se quedó pensando que esa documenta-ción se la iban a robar al presidente y en una de las veces que fui a verlo a Guadalajara me di-jo: “Mira, hay unas cajitas fuertes de esta mar-ca, compra una y pon a Petra Ramírez a que la cuide, ella es muy responsable y vamos a ser tres los responsables: Petra, tú y yo”. Compré la caji-ta, le enseñé la combinación y hasta la fecha ahí está esa documentación. A la casa de Petrita (en Bolaños) van historiadores a ver los archivos, y Petra no se les despega ni un momento.

La gente quiere mucho al padre Nico. Es el benefactor, aparte le gustaba muchísimo esa cosa de la historia. Ya después le ayudé para que escribiera su primer libro y me dijo que esos li-bros se iban a vender y a mí me repondría los centavos, cuando los empezaron a juntar en la presidencia de Villa Guerrero y en esos pueblos le dije al señor Cura, no me dé los centavos, mejor escriba otro libro y lo hizo. Ustedes ya los han de haber leído. El padre Nico se fue a Guadalajara, se refugió allá y yo iba a visitarlo y una de las ve-ces nos dijeron que ya se había muerto (1982).

El año del hambre

El presupuesto del Ayuntamiento era de 5,250 pesos para todo el año. Yo era el teso-rero. Se viene el año del 57, yo pienso que fue el año más seco, no llovió y la gente empezó a tener muchas calamidades. Nos juntamos en la presidencia los comerciantes, los profesores, los poquitos que había, a ver qué se hacía; el único camino era salir a buscar maíz. Había un camión, el único, de un señor Juan Spence Gómez, él es-taba en Chimaltitán. El presidente lo convenció de que me acompañara a Guadalajara. Todo el camino fui pensando… Juan Gil Preciado, a ca-ballo, había recorrido toda la zona llegando has-ta San Martín y Bolaños, ahí lo conocí pero de vista nada más. Era inspector de escuelas o algo así, lo de gobernador fue después. Entonces en el camino me iba yo acordando que ese profesor estaba de presidente municipal en Guadalajara.

Dejamos el camión en un patio cerca del Hospicio Cabañas, como pude llegué hasta él y le dije: yo vengo de Bolaños. “Ese distrito es el que más quiero, yo lo he recorrido de un modo y de otro y fui director de escuelas” y quién sa-be cuántas cosas más me dijo. Pues traigo es-te problema, y empezó a hablar por teléfono y después de casi una hora me habló: “Encontré cuatro toneladas y media en Ciudad Guzmán, ya les dije que te las guardaran, ¿sí traes dine-ro?”. Nos fuimos, dormimos, al día siguiente car-gamos y a las 24 horas estábamos en Bolaños. Pero el maíz se acabó en dos horas y ahí vamos otra vez a Guadalajara, con Juan Gil Preciado. “La hemos visto muy alarmante, hay una necesi-dad muy grande y el señor gobernador, Agustín Yáñez, acaba de hacer un convenio con Panchito (Francisco E. García), hicimos un convenio de que Guadalajara se encargue de auxiliar a la zo-na sur de Zacatecas, que es Mezquital del Oro, Juchipila y todos esos pueblos a cambio de que Zacatecas auxilie a la zona norte de Jalisco”. Pos total que ay vamos a Zacatecas.

El maíz lo manejaba la SEMSA que es hoy la CONASUPO, y el gerente de esa dependencia era Arturo Montiel y pos luego luego a verlo. Él era un hombre completamente borracho y to-das las gentes le llevaban litros de mezcal. A mi me aconsejaron, vete a la cantina fulana y llévale mezcal, si no, no te da maíz. Yo descubrí que el 90 por ciento de todo lo manejaba la secretaria Lupita, escasita de belleza, y empecé a suplicar-le que la zona norte de Jalisco se estaba murien-do de hambre. Me dio el primer viaje y me dio el segundo y en el número tres voy llegando con ella y me dice, “qué cree Poncho, que por moti-vos del señor Montiel, que no quiere dejar de to-mar, el señor gobernador dispuso que el maíz se concediera a través del Oficial Mayor (que des-pués fue gobernador, José Guadalupe Cervantes Corona)”. Y dije, pos ora sí la fregamos.

En el hotel Condesa, el dueño del camión y yo casi no dormimos echando tanteadas que cómo le haríamos para seguir llevando maíz; co-mo a él le gustaba mucho la mañanita, la copa,

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nos fuimos a una cantina que se llamaba “Mi Ranchito”, no sé si todavía exista. ¡Oiga fíjese la bendición!: hacía varios años que se había ini-ciado una campaña contra el paludismo y un so-brino de Cervantes Corona, llamado Lauro, vivía con su familia en Tlaltenango, él era el jefe de to-dos los supervisores en Bolaños y, como de cos-tumbre, ese muchacho ahí estaba en el cuartito que teníamos (en casa) y mi mamá le daba de comer. Tenía el problema de ser muy borracho, llegaba su raya y no hacía caso de trabajar has-ta que se acababa el último centavo, y se ponía tan enfermo que mi mamá tenía que estarle co-ciendo hierbas de unas y de otras para compo-nerlo. Ese muchacho venía a ser nieto de la ma-má de Cervantes Corona, y un día fue la señora a Tlaltenango y ya tenían dos meses que no sa-bían de él; entonces la mamá del muchacho y la mamá de Cervantes Corona fueron a Bolaños y ahí lo encontraron con nosotros. Pos total, que se lo trajeron.

Estando yo en la cantina se me arrimó Lauro, “¡quihubo Poncho, qué andas hacien-do!”. Seguía igual de borracho. Pues fíjate que traemos estos problemas. “Mi tío se entiende con eso, mira, yo no te puedo recomendar por-que le caigo muy mal a mi tío, pero mi abuelita sí, y mi abuelita se acuerda muy bien de ti y de tu mamá por todas las veces que me ayudaron”. Total, que la viejita me reconoció y le habló (por teléfono) a su hijo. El profesor era muy especial, casi no hablaba con nadie. “Este muchacho es hijo de la señora que salvó tres veces a Lauro y viene con el problema de que ocupa maíz allá en Bolaños, por favor ayúdalo”.

Cervantes Corona me dijo, váyase a las 11 de la mañana y pregunte por la señorita Laura, yo me fui desde antes y llegó Cervantes Corona, pero yo no veía que le dijera nada, me desesperé y le dije a Laura traigo este asunto, y ella pasó a su oficina. “Ya me dio instrucciones para que le dé una orden”, me comentó la seño-rita Laura. Nos fuimos a la estación del ferroca-rril, era un maíz que venía de Estados Unidos; ese mismo día cargamos y amanecimos en Bolaños

y a los tres días regresamos a Zacatecas porque allá la gente se estaba muriendo de hambre. El profesor, aún con la recomendación de su ma-má, yo lo veía muy calmado. Pero ahí tienen que en el Teúl, de donde era, le mataron a un her-mano y él sabía que yo era de Bolaños. Como a los ocho días me mandó llamar, me pasó a su despacho y me dijo, “dile a Laura que te dé una orden para dos viajes para que no andes dando vueltas, pero manda cargar porque quiero plati-car contigo. Hace 10 días mataron a un herma-no menor y hemos estado comunicándonos (no había teléfono, había puro telégrafo en el Teúl). El asesino se refugió en un rancho que se llama La Petaca (San Martín de Bolaños), yo no sé si en algo puedas ayudarme”. —Cómo no, todos los presidentes de ahí son mis amigos, inclusive a don Luis Ureña ya le conseguí un viaje de maíz para San Martín—, le contesté. “Por favor, te en-cargo a ver en qué me puedes ayudar”. Platiqué con el presidente municipal y a los tres o cuatro días recibí un telegrama informándome que ya lo tenían ubicado, entonces los policías de Teúl y los de Florencia lo aprehendieron. A la siguien-te vez que fui Cervantes Corona me contó que ya tenían al asesino. Y ya de ahí pa adelante era pura águila pa arriba: ¡ya sólo era cargar el maíz y llevarlo!

Nuevo techo para la iglesia

Venía de Aguascalientes en un camión de carga y nos atascamos, yo quería llegar a las 10 de la mañana, pero llegamos hasta las 4 de la tarde. Estaba bajando mi mercancía. Se me em-pezó a arrimar la gente y me contaron, oye, te estuvimos esperando, hace 15 días tú te diste cuenta que llegó un señor Cura nuevo (se lla-ma Olegario Íñiguez). Vio el techo tan malo que mandó tumbarlo y el domingo en misa toda la gente detrás de los pilares para que no les die-ra el sol. En misa les dice, “señores, yo prefiero que estén batallando con el sol a que se les cai-ga encima el techo”. “Necesitamos reparar, va-mos a formar un comité, los espero a todos en

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En la siguiente página, de

izquierda a derecha:

Ángel Romero Llamas, Dr. Juan

José Martínez Ramos, Alfonso Lozano, Alfonso Orozco Talabera,

Carlos Ramírez Ladewing y el

gobernador Francisco Medina

Ascencio. Le entregan el cheque para la

instalación de la luz para el Cañón

de Bolaños.

Cortesía de Alfonso Lozano

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el atrio”. De presidente quedó Alfonso Lozano. Llego en la tarde y me dan la noticia. —Oigan, pero yo no estaba—. Pos no lease, a ti te nom-braron. Me fui con el señor Cura: oye, voy a aceptar, nomás déjame buscar a mi gente: us-ted va a ser el Secretario y don Jesús Talavera el Tesorero. Comenzamos a juntar dinero. La ma-yor parte de las gentes nos daban un becerrito o una vaquita vieja y yo la vendía y le entregaba el dinero al Tesorero… la esposa del tesorero, doña Petrita, una señora muy católica, delante de la gente le dice Jesús, tú regalaste un buey pal te-cho, ¡tienes que regalar otro! “Petra, estamos a merced de lo que diga Poncho, él esta llevándose el ganado, mira, me acaba de entregar este dine-ro y el techo pos va a hacerse, si falta con todo gusto damos el buey”… Pero don Jesús no le ha-cía caso. Para el dinero de la obra, el señor tenía su caja con unas aldabitas, entonces Petra saca-ba dinero de la caja de la tienda e iba y lo me-tía ahí. Estaba muy sencillo el corte de caja por-que era un talonario de lo que se recibía y otro block de recibos de lo que don Jesús entregaba, entonces usted sumaba los talones y sumaba las entradas y ahí se sabía la existencia. Pero siempre sobraba dinero. —Oiga señor cura, ¿qué pasará? Al último descubrimos que era Petrita la que de-positaba dinero del marido a escondidas.

Hicimos el techo, todo el techo. Me aga-rré recorriendo donde podríamos comprar las vigas: se ocupaban 82 vigas. Fui a Monclova a las fundiciones y me dieron precio, luego fui a Monterrey y a Zacatecas y me las hallé más bara-tas en Guadalajara. Hicimos una lista de gentes en el curato de Bolaños, hay un libro en el que fuimos anotando los apoyos que iba dando cada persona y yo les traía el precio de cada animal, por ejemplo, Ambrosio Silva cooperó con un be-cerro que se vendió en tanto. Había cuatro per-sonas, entre ellos dos compadres míos, que por ningún motivo los hacíamos cooperar. A Daniel Martínez, delante de la gente le dije:

—Oye compadre, aquí hay testigos de que no tienes voluntad de cooperar pa-ra el techo. Ya me di cuenta que estás yendo a

Chimaltitán a traer tu mandado, el otro día es-taba el río grande y ya mero te llevaba. No coo-peres compadre, pero ya quédate a comprar tu mandado en Bolaños—. “Compadre, hay tengo una vaquita flaca para ver qué sale”, y ya lo hi-cimos cooperar.

Había un señor Antonio Yáñez: “Yo no coopero porque hace dos años cooperamos en Puente de Camotlán para hacer la capilla y el se-ñor Cura se llevó los centavos”. —Aquí hay mu-chos testigos, tú danos 500 pesos y si no se ha-ce el techo te voy a devolver mil—, le dije. “Ah no, pos así sí”.

Al que nunca pudimos convencer y ahí está su nombre con ceros es a J. Félix Curiel Casas, puros ceros, es el único de mil gentes que cooperaron. Había personas humildes que a mí me daba lástima. “Yo no tengo dinero, pero me puedo venir de pión, me vengo una semana, no-más busquen quién me da de comer”.

Duramos como seis meses en hacer el te-cho. Un problema que tuvimos fue acarrear las vigas por la bajada (a Bolaños). Las bajamos de a poquito. Mi compadre Cuco era el que las aca-rriaba en su camión, echaba, por decirte, veinte vigas y tenía que echar tres toneladas enfrente de calidra o de cemento pa que no se levantara el camión. Estuvieron bajando de a 20; tuvimos que echar más de cuatro viajes. El Cura se llama Olegario. Muy amigo mío.

Y se hizo la luz

En esta fotografía están: ¿conocen al “Zapopan” Romero?; este otro es (Francisco) Medina Ascencio; tu servidor; luego está aquí uno de los regidores, y este es al que asesinaron (Carlos) Ramírez Ladewing, fue diputado tam-bién. Es de cuando le dimos el dinero al gober-nador para la electrificación en Bolaños.

Esta es la historia. Se comenzó a hablar que era mucho muy importante buscar la forma de electrificarnos y como de costumbre, una vez que se juntaron (por algún motivo no llegué a la reunión) me tenían la misma novedad: yo de

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presidente (representando a Bolaños) y que ha-bía quedado mi compadre Juan Spence de se-cretario (representando a Chimaltitán) y un se-ñor, don Luis Ureña, era el de los centavos para el Comité Pro Electrificación (por parte de San Martín). Esa historia es mucho muy curiosa.

Empezamos a juntar centavos y tam-bién me daban animales. Logramos juntar en Bolaños 100 mil pesos, era una cantidad muy grande; en San Martín juntaron otros 100 mil y en Chimaltitán nomás 50 mil: un cuarto de mi-llón de pesos. Pero antes de formar el Comité nos visitó (Ángel) el “Zapopan” Romero y le di-je, oye diputado, nos está llevando la pura fre-gada de hambre a los 10 municipios, necesitas ayudarnos con algo de lana. “Oye Poncho, a mí me dan 10 mil pesos como diputado, imagína-te que se los reparta cada mes, ¿qué hacen con diez mil pesos? Lo que te prometo es que te voy a traer a (Francisco) Medina Asencio, el gober-nador, te lo voy a sentar en esa silla y si tú crees que lo más conveniente sea la electrificación, pues ahí se la pides”. Un tiempo después me di-jo, “ya está la agenda”. Lo recibimos en Bolaños y la entrega del dinero fue en Chimaltitán, yo traía los tres cheques y aquí (en la foto) se los es-taba entregando. El Gobernador se volteó para donde estaban varias personas y dijo: “Que diera yo porque en las colonias de las gentes ricas de Guadalajara tuvieran el espíritu de cooperación que tienen ustedes, que son los tres municipios más pobres”, y se le rodaron las lágrimas. Estaba una viejita, doña Artemia, que tenía una tiendita y había cooperado con 20 pesos. Ella le vio las lá-grimas, pero no escuchó sus palabras y entonces dice, “fregado Gobernador, se le hicieron poqui-tos los centavos”.

Pos total que se entrega el dinero. Un día llego a la presidencia y estaba un telegra-ma. “Espera el señor gobernador al Comité Pro Electrificación sábado 14 de febrero 10 de la ma-ñana”. (Cuando se acerca el día de la cita) yo andaba en San Rafael, Veracruz, y resulta que no me pude venir dos días antes porque no me daban una documentación, me la entregaron

al cerrar la oficina un día antes. Llego a las 2 y media de la mañana al Hotel de Mendoza (Guadalajara), en la mañana veo mi reloj, ocho de la mañana, bueno, descanso otro ratito y cuando faltaban 45 minutos para las 10 me la-vé la cabeza, me puse la ropa, pedí un desayu-no rápido, de a tiro, y cuando faltaban 10 minu-tos voy a dejar la llave y voy viendo el reloj en la pared. ¡Oiga, que ya eran las 10:40 y en mi re-loj faltaban 10 minutos para las 10!, no pos me asusté y ay voy. Le pregunté al conserje, —¿no están aquí con el gobernador unos señores?— y me contesta, “¿unos gorrudos? Salieron por la otra puerta”. Los alcancé en el hotel Américas,

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por (la calle) Hidalgo, estaban enojados hasta la fregada, de que cómo era posible de que yo el presidente, bueno… ya les expliqué lo que me pasó. —Es que el reloj me falló, es más yo en mi vida vuelvo a usar reloj—, y hasta la fecha no lo he vuelto a usar.

Me contaron: se va a redactar un acta que firmaremos todo el Comité y el dinero lo va-mos a dejar para arreglar el camino. —¿Ustedes firmaron algo?—, no, le dijimos que sí estamos de acuerdo y nos van a mandar la documenta-ción a Bolaños para firmarla. —Pero cómo le ha-cen para hacerle saber a la gente que el dinero no se va a quedar para la luz—. “Pos sabe, por eso habías de haber estado tú”. Los llevé al ae-ropuerto, una avionetita viajaba cada tercer día a Chimaltitán. Yo me quedé y en la tarde fui a buscar al diputado y nada; otro día lo fui a bus-car y nada; me fui al Congreso y nada. Que había ido a México y que acababa de llegar. Total, que a los tres días estaba yo en la puerta de su casa, muy temprano, y de suerte estaba yo ahí cuan-do pasó corriendo con su traje deportivo. “No te desesperes, Alfonso, ya sé que me estás buscan-do, me falta dar nada más una vuelta”, me di-jo. Me invitó a almorzar. “¿Oye pues por qué no estuviste con el Gobernador?”. No, pos me pasó esto y esto otro, pero vengo a avisarle que con-sultamos a la población y el 90 por ciento no es-tá de acuerdo en que el dinero se dedique para otra cosa, hazme el favor diputado de hablar con el Gobernador. “No, habla tú, te voy a conseguir una audiencia”.

Y la misma mentira. Señor Gobernador, fuimos a consultar a la gente y de cada 10, nue-ve no están de acuerdo con esto, prefieren tener toda la paciencia del mundo. El Gobernador me contestó: “Yo les prometí lo de la luz sin saber que la presa de Escamé no tiene capacidad más que para 400 focos, que para nada sirven para los tres municipios. Se necesita hacer una inter-conexión del Infiernillo que está hasta Jalpa y hay que cruzar la Sierra y eso cuesta seis millones de pesos y el gobierno estatal no los tiene y ustedes menos; entonces, qué quieres que hagamos”.

—Esperarnos, señor Gobernador, hasta que haya la posibilidad de que el gobierno es-tatal nos ayude y nosotros juntamos más dine-ro—. “Bueno, entonces no hacemos nada del camino”.

Pasaron los meses y viene (Richard) Nixon a entrevistarse con (Gustavo) Díaz Ordaz a Puerto Vallarta en 1970. Díaz Ordaz llegó un día antes a Guadalajara porque quería conocer la carretera Guadalajara−Puerto Vallarta, iba un camión es-pecial escoltado lleno de industriales y de mu-chos secretarios de Estado, entonces, ahí aprove-chó Medina Asencio. Iba don Salvador Mayorga Cameros con ellos (empresario de Colotlán) co-mo industrial, escuchando y luego luego me avi-só, “¡ya fregaron!”.

Medina Ascencio le dijo a Díaz Ordaz: “¡Señor presidente, mis tres municipios más po-bres juntaron dinero para ser electrificados. Tuve problemas con el piloto del helicóptero porque no me quería traer porque los centavos venían en puros costales de morralla”, dice, y que al Presidente nomás le dio risa. “A ver Guillermo ven (Guillermo Martínez Domínguez, titular de la Comisión Federal de Electricidad), ponte de acuerdo con el señor gobernador y busquen la forma de electrificar esos tres pueblos”.

A mi eso me lo platicó don Salvador Mayorga Cameros. Después conseguí una entre-vista con el Gobernador y me dijo, “fíjate que así de pobres como están tienen mucha suerte. Ya conseguimos la interconexión desde Jalpa a Escamé”, dice, pero no conforme con eso “tuvi-mos que sacar un dinero de un programa y aho-rita ya van las máquinas porque fueron a revisar el camino y hay curvas en que no caben los pos-tes (al dar la vuelta el camión); va a ser necesario que amplíen el camino, que le den una arreglada para que bajen los tráiler con los postes”.

—¡Nos arreglaron el camino y nos electrificaron!

En 1971, siendo yo diputado federal su-plente, me tocó subir la palanca de la luz: una de aplausos de todas las personas. Y a partir de ese día tuvimos luz allá en Bolaños.

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Francisco VázquezEditor de Niuki. Profesor de asignatura en el CUNorte de la Universidad de Guadalajara.

Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benitez 2001. Premio Jalisco Emisario 2003.

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Me recibe con la mano extendida:

—Ya nos conocemos, ¡verdad!Yo digo que sí, titubeante. Él insiste. —¡Sí!, ya nos habíamos visto. Héctor Dávila Santos tiene 78 años. Ha

visto cosas en distintas partes y ha saludado ha infinidad de personas; y me saluda con calidez, con esa franqueza que desarma.

Él sabe mirar no solamente personas. Supo distinguir unas piedras ricas en minera-les dentro de las entrañas de la tierra. Muchas y enormes rocas. Todo un cerro. Eso fue en San Martín de Bolaños donde bajó en un tiro, ama-rrado con lazos, a muchos metros bajo tierra y vio, maravillado, mientras colgaba de un hilo, que quienes habían trabajado antes dejaron mu-cho mineral, suficiente para crear una empre-sa. Pero la etapa de San Martín de Bolaños, en

Francisco Vázquez Mendoza

1980, es otra época en su vida. Regresemos a Bolaños.

—Cuando usted llega a Bolaños en 1965, ¿qué se encuentra?

—Puras ruinas, puras ruinas… Y algunos aparatos que habían dejado los americanos1.

Tres cosas coincidieron para que la fami-lia Dávila Santos (de Coahuila) y su amigo Luis Jiménez llegaran a trabajar aquí en 1965: la baja en el precio internacional de la fluorita, la reco-mendación de un amigo de que fueran a cono-cer el viejo Real y el gusto por la aventura. Eran unos jóvenes inquietos.

El hermano Leopoldo Dávila y Luis Jiménez tenían su negocio de fluorita2 en Múzquiz, Coahuila: Leopoldo manejaba un patio donde se limpiaba la piedra para separar el mine-ral; Luis, con sus camiones, lo transportaba. Un buen trabajo para dos jóvenes emprendedores,

La última bonanza. Entrevista con Héctor Dávila

Cuando la familia Dávila Santos llegó en 1965 encontró un pueblo abandonado, pobre, pero con un enorme potencial dentro de sus minas. Comenzaron a trabajar, llegaron los inversionistas estadounidenses y se encontró una buena veta; entonces se dio una etapa de esplendor. Héctor Dávila Santos, testigo privilegiado, nos cuenta sus vivencias. En la actualidad, él ha regresado a Bolaños con la empresa Minerales y Minas Mexicanas S.A. de C.V.

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Guadalupe Benavides y

Héctor Dávila Santos en 1965, cuando llegaron

a Bolaños.

Cortesía de Minas y Minerales

Mexicanas

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sin embargo, el precio de la fluorita comenzó a bajar. El negocio dejó de serlo y ellos, ya lo ha-bíamos dicho, jóvenes inquietos, buscaron otro lugar donde ganarse la vida.

La hermana de Luis Jiménez estaba ca-sada con un mayor del Ejército establecido en el norte de Jalisco. Él le había contado de las “mi-nas famosas” de Bolaños, entonces abandona-das, y tras una visita a la ciudad de México, Luis, intrigado e interesado y más con la crisis por la que atravesaba su pequeña empresa, le comen-tó a Leopoldo de desviarse del camino. De ir a

curiosear por aquel mineral de Jalisco y de paso visitar a su hermana y a su cuñado en Colotlán.

—Íban en una camioneta grande de esas todoterreno, tipo militar. Los de la Coca-Cola, en sus camiones con unos muelles enormes, eran de los únicos que entraban al Cañón de Bolaños.

La camioneta se les descompuso al llegar al Cañón. El tramo hacia Veta Rica, la mina ex-plotada por la familia Bradbury más de 30 años antes, lo hicieron caminando. Sacaron muestras, “unas piedras riquísimas con muy buena ley”, recuerda a la distancia don Héctor. Arreglaron su transporte y tomaron la brecha de regreso a Colotlán para luego llegar hasta Múzquiz, en Coahuila. Pero su destino ya estaba marcado.

En una de las siguientes visitas a Bolaños don Héctor se les unió en la aventura. Dice que en Colotlán, la hermana de Luis Jiménez les hizo

una buena cantidad de tacos para el camino y los días que pasarían en aquel pueblo perdido. El ac-tual padre de Temastián, Alejandro Sánchez, re-cuerda que a principios de los años cincuenta el camino Bolaños−Colotlán era una incipiente bre-cha. Para 1965 había mejorado muy poco.

—Cuando fui la primera vez, al salir de Villa Guerrero había tres caminos y ninguna se-ñal. Pasó un señor con sus mulas y el ingeniero Ramírez le preguntó sobre cuál camino tomar. “El de la derecha”, nos dijo, y le hicimos la se-gunda pregunta, ¿en cuánto tiempo llegamos a

Bolaños? “Miren señores, en mula, caminando o en coche se hace lo mismo: seis horas”, jajaja. ¡Seis horas para recorrer 40 kilómetros! Había bajadas que parecían escaleras de la catedral.

Había un velador en la mina, Nicolás López, que tenía un perro llamado “Quién an-da ay”. Dormía en una pileta, que la había acondicionado y no le habían pagado en años, comenta don Héctor. —Nicolás nos invitó a comer frijoles y

guache y nosotros sacamos nuestros tacos, lle-garon más personas y nuestra comida se terminó el primer día. Buscamos qué comer en el pueblo, ¡pero es que no había nada! Esos días dormimos bajo un techo, en una ruinas, y en las siguien-tes estancias acondicionamos una finca abando-nada por los anteriores mineros. Claro que en Bolaños no había hotel, jejeje.

Bolaños estaba muerto. René Ríos y Alfonso Lozano, en estas mismas páginas de Niuki ofrecen detalles de la vida cotidiana de un pueblo que, atada su suerte a la minería, cuando esta deja de explotarse la oscuridad cu-bre extensas partes de su cielo. Hay una foto de 1965 de cuando las primeras visitas: Guadalupe Benavides es el de la izquierda y Héctor Dávila Santos, desfajado, con la camisa arremanga-da, está a un lado de unos fierros enmohecidos,

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ruinas, más allá un caballo junto a la cerca y al fondo el Cerro del Gallo como testigo.

Los pueblos mineros son de contrastes muy pronunciados: de altas muy altas y bajas al nivel del piso. Así lo registra Bolaños a lo largo de su historia: cuando hubo una o varias vetas ricas, cuando la plata alcanzó un buen precio, se dio la prosperidad; cuando se inundaron los yacimientos o se terminó la veta, con los movi-mientos armados o los conflictos sindicales, ha habido pobreza. Se han llegado a contar 12 mil habitantes, según lo precisa el historiador David Carbajal; en otras épocas han sido menos de mil. Alfonso Lozano, bolañense de cepa, afirma que en un momento de los años cuarenta contaron alrededor de 250 personas.

—Cuando estuvieron los americanos, creo de 1915 a 1930 o 19333 hicieron mucho trabajo y encontraron un cuerpo de mineral muy bueno, que fue la (mina) Veta Rica… Don Héctor hace una pausa. Tres o cuatro segundos después se sincera en algo que conoce muy bien, de algo que ha sido parte relevante de su vida. —Mira, esto de las minas es suerte, mucha suerte. El mi-neral tú no lo vas a hacer. ¡O está o no está! El chiste es que tu lo sepas sacar. Que lo encuen-tres y lo sepas sacar económicamente. Ellos saca-ron el cuerpo este (de Veta Rica) e hicieron otros trabajos en otras partes, pero se les vino la gran depresión en Estados Unidos, el precio de la pla-ta cayó a 29 centavos y también fue la época en que se da el movimiento social… el sindicalis-mo, el socialismo. Entonces a este señor (Lewis Bradbury) se le amotinaron4 y fue a hablar con ellos, pero le tiraron una piedra a la cabeza y se fue. Un señor de apellido Bradbury, desconozco su nombre. Era de una familia de San Francisco.

Aquí es donde se conecta la etapa de una empresa con la otra, la de la familia Bradbury con la de los hermanos Dávila Santos; el ocaso de una empresa estadounidense con el inicio de unos aventureros mexicanos que sellaron su fu-turo con Bolaños; con el Cañón de Bolaños en su conjunto.

—Sucedió el movimiento social y

coincidió con la gran depresión. El señor cerró y se fue. Despuesito vino la Guerra Mundial y poco después murió el señor (1948) y la fami-lia no hizo nada. Contrataron un bufete de abo-gados de México para que les cuidara los fun-dos, pero estos abogados no le pusieron interés. Entonces se perdieron los fundos, se fueron per-diendo, perdiendo y nosotros llegamos en ese momento5. Fundo es el derecho para trabajar el subsuelo. Son áreas que te da el gobierno: tú le solicitas ocho hectáreas o 20 o 30 o lo que se li-bere y tú puedas, entonces esa superficie y para abajo la puedes trabajar tú. Como el gobierno es el dueño del subsuelo, para eso necesitas las concesiones.

El señor Armando Ibarra, actual admi-nistrador de la mina en Bolaños, me platica que aquellos jóvenes comenzaron a trabajar la fluori-ta, como ya lo habían hecho en Coahuila, y con el tiempo iniciaron la explotación. Sigamos con esta parte de la historia en voz de uno de los pro-tagonistas, Héctor Dávila.

—Yo estaba trabajando en la ciudad de México y comencé a investigar lo de los fundos, me moví y comenzamos a cubrir, a cubrir, a cu-brir. O sea, se liberaba un fundo y nosotros lo agarrábamos; se liberaba otra superficie y noso-tros la agarrábamos. Nos tocó esa suerte, como te digo. Y ya después, por el año del 68 metimos gente para desaguar las minas y en 1970 comen-zamos a construir una planta, la que echamos a andar en 1973 (Planta la Huichola. Ver foto de la inauguración en este mismo texto).

La charla se desarrolla en la oficina de don Héctor Dávila Santos. Sentado frente a su escritorio, a su espalda está la computadora, se voltea, mueve el mouse y en la pantalla apare-ce, como protector de pantalla, una imágen pa-norámica de las instalaciones de la minera. Dón Héctor describe la fotografía.

—Es esta misma planta (la Huichola), to-do esto lo hicimos nosotros, después se amplió pero es básicamente lo que nosotros hicimos: acá están los jales, todo esto es el mineral al-rededor del cerro este; para allá están las minas

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Ing. Jesús Ramírez, Héctor

y Leopoldo Dávila Santos,

en la mina Veta Rica en 1969.

Cortesía de Minas y Minerales

Mexicanas

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y aquí también hay minas. Echamos a andar la planta, poco a poco, y comenzamos a trabajar bien.

Aquí está la planta de beneficio: aquí le llevas (mineral) de Veta Rica, de San José, de to-dos lados le llevas el mineral y aquí lo procesas. Tú agarras 100 toneladas de piedras y la con-viertes en una o dos toneladas, que es ya muy concentrado el valor; eso es lo que embarcas a la fundición. Aunque varía, varía, una tonelada (también puede) traer 300 gms. Son mil kilos, tienes que quebrar esos mil kilos para quedarte con los 300 gramos. Ese es el chiste.

Cuenta que en el inicio trabajaron con la gente bolañense, cuando apenas recogían pie-dras y hacían exploración. Pero cuando comen-zaron a meterse a los cerros tuvieron que con-tratar mineros de Zacatecas, de Coahuila, de Durango, etcétera. “La gente de Bolaños no es minera; bueno, ya lo es, pero cuando llegamos no había y tuvimos que llevar mucha gente de otros lugares”.

En la oficina de Minerales y Minas Mexicanas S.A. de C.V. hay copias fotográficas de cuando la empresa de la familia Bradbury es-tuvo en Bolaños en la primera mitad del siglo XX; también hay de la época de los hermanos Dávila cuando llegaron en 1965, y sobre todo de aque-llos primeros años en que comenzaron a levantar la minera. En algunas de ellas aparecen, además, inversionistas gringos. Y es que tras la tempora-da de vacas flacas, que se acentúa de los años cuarenta hasta los sesenta, se estaba gestando una bonanza más en las entrañas de Bolaños.

—En 1973 iniciamos con más fuerza y nos asociamos con unos americanos en 1980, que fue la empresa Kennecott: ellos hicieron mu-cha obra y después yo me salí porque puse otra mina hacia el sur del cañón; entonces vendí mi parte de Bolaños para meterlo en San Martín de Bolaños (1980).

—Según se cuenta, de 1985 a 1988 se tuvo una producción muy importante.

—¡Sí, cómo no! ¡Cómo no! En un

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A la izquierda, Héctor Dávila en su oficina de Minas y Minerales Mexicanas (agosto de 2011)

A la derecha, Eustacio Camacho, “Tacho”, en la mina Veta Rica en 1970.

Abajo, foto de la mina el Alacrán, en 1988.

Cortesía de Minas y Minerales Mexicanas

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tiempo estuvimos en primer lugar en producción de plata en el país. Cuando se abrió un cuerpo acá afuera, acá más arriba (don Héctor señala un punto en la foto que tiene de protector de pan-talla), que es el Alacrán. Era muy rico. Se sacaba mucho mineral y muy bueno, de muy buena ley. Se estuvo produciendo mucho.

—¿El Alacrán fue la mina principal?—No, yo creo que la principal, cuando

iniciamos, fue Veta Rica, después en los años ochenta sí tenías más en el Alacrán; en verdad que era muy rica. Era rica en plomo, zinc y tenía mucho mineral. Fue cuando el ingeniero Olguín se fue de las 600 o 700 toneladas que molíamos nosotros, se fue hasta 1,500 toneladas diarias. O sea que era un movimiento tremendo, ¿verdad?, y pues sí se produjo mucha plata.

Hemos llegado al momento de la últi-ma bonanza registrada en Bolaños: cuando los

habitantes de la zona norte de Jalisco veían pa-sar por la carretera cientos y cientos de camiones que subían del Cañón con el mineral; cuando ba-jaban al Cañón camiones repletos de abarrotes, refrescos, cervezas, verduras, dulces, juguetes… camiones con todo lo necesario para surtir las despensas de unos mineros con la cartera llena, que compraban siempre más de lo que necesita-ban; en el pueblo, del otro lado del río, se cons-truyó un fraccionamiento moderno para los in-genieros con amplias áreas para que jugaran los niños o se hicieran jardines y se les construyó un campo de futbol con pasto, el primero que exis-tió en el norte de Jalisco y el sur de Zacatecas. Jesús Becerra describe en este mismo número de Niuki su sorpresa al llegar, como profesor nor-malista recién egresado, y ver no menos de 20 negocios de comida y bebida en la calle principal.

Atrás había quedado el tiempo en que se

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recogían piedras para obtener unos pesos6, de que el Censo era fácil puesto que había poco qué contar, de que los visitantes no tenían otra opción para comer más que frijoles y huache, de que ya tenían luz eléctrica y un mejor camino, todavía sin asfalto, pero mucho mejor que aquel en el que un caminante podía ir platicando con el conductor.

La familia Dávila Santos llegó en 1965, en el decenio de los setenta comenzaron los beneficios por el empleo y el climax llegaría en los ochenta, específicamente entre 1985-1988. Líneas atrás, Héctor Dávila confirma que hubo un lapso que Bolaños fue el principal productor de plata en México. Beneficios que lograron con la llegada de los inversionistas foráneos. La em-presa Kennecott, en 1980; Cyprus, en 1985; y Quilma Bolaños, en 1992 (ya en plena crisis).

—Nos asociamos con unos americanos en 1980, que fue la Kennecott, después yo me salí porque puse otra mina hacia el sur (la del Pilón), y estaba batallando, verdad, entonces vendí mi parte de Bolaños para meterle dinero en San Martín.

Dije al inicio que Héctor Dávila sabe mirar a las personas y a las cosas, cuantimás a los mi-nerales. Mientras florecía Bolaños encontró una veta interesante en el poblado localizado al sur del Cañón y decidió jugársela: le apostó a San Martín de Bolaños. Sólo él, ya que sus hermanos permanecieron como accionistas en el viejo Real.

—(En San Martín) me metí en una caí-da, me amarré con cuerdas, bajé y de repente vi que esa gente había dejado todo. Sacaron lo ri-co, que era una cosa así (hace una pequeña seña con sus dos manos), pero todo lo que había en una pared y de aquí a la otra pared (con sus mis-mas manos hace ahora una seña enorme): ¡ha-bía mineral, y bueno! ¡Oyes, pues luego luego!

—Solamente yendo a ver, le comento.—No hay de otra, no hay de otra. O ves

con tus propios ojos o ves con barreno de dia-mante. No hay de otra.

—Y cuándo la dejaron los que la explota-ron en San Martín antes que usted.

—No sé, no había nada ahí. La traba-jaron, ¡uf!, no sé cuándo, no sé. Creo que los americanos anduvieron por ahí explorando y ha-ciendo ensayes, pero no hicieron más. Hace mu-chos años que se trabajó esa mina.

A la mina le puso un nombre, el Pilón, y comenzó a construir las bases para luego explo-tarla, a partir de 1982 o 1983. Ahí siguió hasta el año 2006, en que la vendió a la empresa cana-diense First Majestic Silver Corp.

El clímax de Bolaños y el declive lo cono-ció de manera indirecta, por cercanía geográfica y consanguínea. Si en 1988 estaba en lo alto de la cresta, en 1992 cayó al precipicio. Problemas sindicales, el precio de la plata y una veta que co-menzó a dar más piedras que mineral, entre las causas. Armando Ibarra, actual administrador de Minerales y Minas Mexicanas S.A. de C.V. traba-jaba en ese tiempo en Chihuahua y tenía fama de rescatar minas en crisis. Cuenta que al llegar él, inversionistas gringos le metieron millones de dólares para buscar más vetas, pero el esfuerzo fue en vano.

—Ellos cerraron en el '92, y cuando no-sotros pasábamos (por Bolaños) se veía todo os-curo, todo apagado, y nosotros trabajando en el Pilón; acá había “rayas” cada semana; en Bolaños no.

Las tiendas cerraron, los locales de comi-da y bebida también, la gente comenzó a emi-grar: los mineros en busca de otro mineral; los bolañenses a Estados Unidos, principalmente; las casas del fraccionamiento se llenaron de tela-rañas, los abarroteros de Colotlán y Tlaltenango vieron mermar sus ganancias, el pasto del campo de futbol se secó.

Ruinas que muestran la bonanza anterior. Como años antes los Dávila encontraran los res-tos enmohecidos que dejara la familia Bradbury (“encontramos –en 1965- una especie de tracto-res armados con cajas para transportar su equi-po y materiales y víveres”). Como años antes, los mexicanos y estadounidenses encontraron los restos que dejaran los ingleses en el siglo XIX, como la Hacienda de Guadalupe, el Chacuaco, el

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Acueducto y el Cementerio Inglés. Como antes, los ingleses encontraron los restos de la grande-za colonial: George Francis Lyon dijo lo siguiente cuando llegó en 1826: “Realmente toda la ciu-dad hoy poco poblada tiene la apariencia de ha-ber sido alguna vez de primera clase”.

Las épocas de esplendor que dejan su huella. El ciclo que se cumple inevitablemente. Bonanza y crisis.

Entre las copias fotográficas que veo en su oficina, le comento la imagen de la Casa de la Marquesa, que no ha quedado en simples res-tos de la primera época de grandeza, sino que se ha mantenido en pie, como la Real Caja de la Moneda o la Casa Real. La Casa de la Marquesa es conocida también por algunas personas como la Casa del Gringo porque en los setenta el arqui-tecto Harold Wagner la conoció, se enamoró y la restauró. Vivía por temporadas en esa espléndi-da casa construida por Antonio de Vivanco, en el siglo XVIII; posteriormente el gringo murió y la empresa minera adquirió la casa. Durante el conflicto sindical en los años noventa estuvo un poco descuidada y en la actualidad pertenece a Minerales y Minas Mexicanas S.A. de C.V.

—Estaba muy bien, en buenas condicio-nes (habla del esgrafiado de la pared exterior de la casa). Se reparó. Pero a medida que pasó el tiempo, que llegó el tráfico, vehículos pasando, se comenzó a deteriorar. Quedan partes. Pero ni modo, no había forma. Es el progreso, con tanto humo y movimiento tenía que acabarse. Nosotros compramos esa casa, pero no sabemos qué hacer con ella. Le dijimos a (la Secretaría de) Turismo que si querían poner su oficina, que hi-cieran lo que quisieran, verdad, pero es que no… Han querido que se haga turístico, pero si Bolaños estuviera en camino de otro lugar, en-tonces te desvías y llegas al pueblo, pero desgra-ciadamente no hay nada. Tenemos un velador y a ver qué se puede hacer con esa casa. Pero no podemos usarla, no es práctica. Es muy bonita pero no es práctica.

Tras la experiencia en San Martín de Bolaños, de 1980 al 2006, Héctor Dávila Santos

volvió a Bolaños en 2007. Su empresa, Minerales y Minas Mexicanas S.A. de C.V. ha venido a in-yectar esperanza en la población tras la crisis de los años noventa del siglo pasado.

—¿Usted ya no va a Bolaños?—¡Ya tengo 78 años, ya poco puedo

hacer! Como sus hermanos, él ya es parte de la

historia de este pueblo minero. Les toca la parte de la última gran bonanza, la registrada a finales del siglo XX. Pero no es pasado solamente; don Héctor todavía es presente; sigue dejando huella

—Con todos estos años en el Cañón, ¿qué significa para usted?

—Es mi vida. Lo que tengo lo saqué de ahí... Me ha dado buena vida. Y como te digo, me gusta, el negocio este me gusta y lo hago con mucho gusto. Ya no hago nada, ya tengo 78 años, ya no puedo andar como andaba an-tes: cuando comenzamos allá en el 65 nos me-tíamos a los agujeritos y llegábamos hasta abajo amarrados con cuerdas. Ahora todo lo veo des-de esta oficina. Desde la foto en su protector de pantalla. Me despide con la misma mano exten-dida. Si nos habíamos visto antes o no, no tiene importancia.

Notas

1 Bradbury Estate Company. 2 Mineral compuesto de flúor y calcio, cristalino, compacto

y de colores brillantes y variados. Tiene uso en las artes

decorativas, en metalurgia como fundente y, sobre todo, en el

grabado de cristal. www.rae.es.3 En los archivos de la Familia Bradbury aparecen las

subsidiarias Compañía Minera Bolaños (1904), Bolaños

Mining Company (1910) y la Compañía Minera del Cañón de

Bolaños (1926). Hay fotos que muestran un trabajo intenso

en los años veinte y en los mismos archivos aparecen algunos

reportes de principios de 1940, pero, mientras no se lean esos

documentos, queda la versión de que para este año ya estaba

parado el trabajo.4 Ver nota de la Familia Bradbury en esta misma revista.5 La Bradbury Estate Company se disolvió en California, EU,

en 1965, mismo año que la familia Dávila Santos llegó a

Bolaños.6 Leer la historia de Alfonso Lozano y el texto de René Ríos en

esta misma revista, pp. 97 y 103

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Luis AlonsoMartínezEs el creador,editor y webmaster dewww.bolanoscolonial.comsitio con cincoaños de existencia.

Amado Castañeda Bustos, perforista. De Michoacán, vive en Bolaños desde 1987. En la actualidad trabaja en la mina de San Martín de Bolaños.

Cortesía de Francisco Vázquez

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A los que nos tocó vivir nuestra niñez en el periodo de 1987 a 1992, podemos recordar

que la compañía minera proporcionaba trabajo a muchas personas de manera directa y muchas más nos beneficiábamos indirectamente: varios obteníamos un ingreso con el simple hecho de llevar el lonche a los trabajdores; quizá poda-mos recordar también que nos tocaba ver a los trabajadores recorrer el pueblo vestidos con sus overoles y sus cascos, y nosotros no comprendía-mos cuáles eran las actividades que realizaba ca-da persona.

Se trabajaba en las minas, eso lo sabía-mos de manera genérica, pero no entendíamos el cómo. Yo escuchaba de los riesgos de esta actividad y, tristemente, también nos dábamos cuenta de algunos accidentes. En ese tiempo se hablaba de las minas llamadas “Los Negritos” y “San José” ya que se localizan a las orillas de nuestro pueblo, así como la mina más conoci-da, “El Alacrán”. A Bolaños llegaban personas de otros municipios o de lugares más lejanos,

Luis Alonso Martínez López

de Michoacán, Zacatecas o Coahuila, y muchos de ellos se quedaron aquí donde formaron sus famlias.

Mi vida laboral es ajena a la minería, pe-ro he tenido la oportunidad de entrar a un cerro y pude observar que las personas que laboran dentro de la mina son muy capaces y realmen-te valientes, pues considero que es una actividad complicada por las condiciones en las que se tra-baja. Me refiero a la temperatura, a estar en ta-les profundidades, al riesgo que ello implica aun cuando las personas ingresan con todas las me-didas de seguridad que la empresa les indica pa-ra salvaguardar su integridad física.

En una ocasión observé el trabajo de un perforista y su ayudante, ellos iluminados con sus lámparas, pero aún así con poca iluminación por lo que parecía humo que cubría el espacio en el que estábamos y que, claro, limitaba el campo de visión de los trabajadores. Cada actividad que se realiza dentro de la mina, ya sea por los opera-dores, los lanzadores, los mecánicos, los jefes de

De oficio perforista. En las entrañas de la mina

La minería ha escrito la historia de Bolaños. Pero cuando se toca el tema siempre se enfoca hacia la producción de la plata, al empleo y a la parte empresarial, considero importante buscar otro enfoque, algo más personal.

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turno, o topógrafos y ayudantes son importan-tes para el logro de los objetivos de la empresa, empero considero que el trabajo del perforista es el más complicado y riesgoso.

Por ese motivo busqué a un amigo perfo-rista para platicar de su laboreo y el desarrollo de sus funciones. Él es Amado Castañeda Bustos, originario de Apatzingán, Michoacán.—Amado, ¿cómo te enteraste de que en Bolaños había trabajo y cómo te nació la idea de venir a probar suerte?—Un buen amigo mío se perdió un tiempo y cuando regresó al pueblo lo hizo con dinero en la bolsa, le cuestioné que cómo le había hecho y que dónde trabajaba. Él me dijo que en Bolaños, que en la mina, pero yo no sabía dónde estaba Bolaños ni mucho menos lo que era trabajar en la mina. Me dijo que de ahí se sacaba la plata por medio de barrenación y dinamita, y al ver que me interesaba me invitó.—¿En qué año llegaste a Bolaños?—En el año de 1987.—¿Cuál fue tu primer empleo en Bolaños?—Me contrataron como velador y en ocasiones me tocaba entrar a la mina para entregar algu-nas cosas y apoyando al almacén, y me llamó la atención trabajar dentro de ella.—¿Por qué decides quedarte en Bolaños?—Me gustó mucho el pueblo, además aquí me casé y formé mi familia, hice mi casa y pues soy uno más de este pueblo que me ha tratado bien.—¿Por qué te llamó la atención trabajar dentro de la mina y no afuera como al inicio?—Me gustó mucho ser parte de las personas que se encargan de realizar los túneles y también porque el tiempo en el que realizas la actividad es solamente de cuatro o cinco horas, y terminas el turno apoyando en los servicios. Es algo que me gusta, lo hago con agrado.—¿Quién te enseñó las labores de perforista?—Pues varios perforistas con los que trabajé como ayudante, cada uno de ellos aportó su experiencia y su conocimiento y me fueron ayudando a aprender hasta que me dieron la oportunidad de tomar esta responsabilidad.

—¿Cuánto tiempo tienes en este oficio?—Veinte años.—¿En qué consiste el trabajo del perforista?—Todo trabajador debe recibir primero su equipo de seguridad, o mejor dicho su lámpara y máquina para trabajar, ya dentro lo primero que debemos hacer es asegurar el lugar de trabajo para no golpearnos o sufrir un accidente mayor, a esto se le llama amacizar y consiste en tumbar las piedras que están flojas ya que con la vibra-ción de la máquina estas pueden caer. Barrenar el cerro y colocar la barrenación. Acomodar el explosivo. Por ejemplo, si son noneles, acomo-dar la escala de 35 barrenos para que el corte salga completo; esta escala de barrenos consiste en colocar del centro del tope hacia los lados, salen la cuña, los ayudantes, el cuadro y los con-tra ayudantes y los desbordes; esto para hacer el corte completo. Luego encender las cañuelas para la barrenación.—Cuando van a provocar la explosión de los ba-rrenos, ¿a cuántos metros deben retirarse por seguridad?—De 300 a 400 metros ya que la explosión es muy fuerte y puede lastimar los oídos. Esta ex-plosión es muy fuerte.—¿Cuántos metros de corte se avanza en cada explosión?—Se hace el corte de 1.5 metros por el diámetro del túnel.—Una vez que se realizó la explosión, ¿qué sigue?—En este caso, cuando ya se barrenó, entra la máquina y rezaga y deja limpio para que en el siguiente turno se vuelva a hacer la misma labor y seguir avanzando.—¿Qué medidas de seguridad debes tomar para el desarrollo de tus funciones?—Bueno, primero revisar mi equipo de seguri-dad, por ejemplo: botas de hule, que la lámpara funcione adecuadamente, que las conexiones de aire de la máquina perforadora estén bien reali-zadas, ya que si no están bien ajustadas pueden zafarse y golpearte.—Me llamó la atención que hay una imagen de

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la Virgen de Guadalupe a la entrada de la mina.—Todos los que entramos a la mina, antes de ha-cerlo, nos persignamos ya que en ese momento sabemos que entramos, pero no sabemos si lo-gremos salir y cómo lo haremos.—¿Y no prefieres realizar otra actividad laboral menos peligrosa?—Siempre me ha gustado el trabajo de albañi-lería y lo he hecho, pero realmente cuando tú trabajas en lo que te gusta, lo haces con agrado; para mi ser perforista me parece un trabajo muy fácil y no riesgoso, claro, siempre y cuando to-memos las medidas de seguridad, y pues esto último en cada actividad que tú realices, sea la que sea, siempre debes tener cuidado con lo que haces para que no salgas lastimado.—¿Te ha tocado sufrir algún accidente en la mina?—Gracias a Dios ninguno, pero sí me ha tocado ver a compañeros accidentados; es triste ver cuando están los compañeros aterrados y des-afortunadamente si me tocó ver un accidente fatal.—Si un familiar tuyo te comentara que quiere dedicarse a tu oficio, ¿qué le dirías?—A mis hijos y a mis familiares les digo que le echen ganas, que estudien para que puedan te-ner un trabajo mejor remunerado y con menos riesgos, ya que aun cuando tomemos las medi-das de seguridad adecuadas, uno está expuesto a un gran riesgo y pues les recomendaría que mejor buscaran otra opción.—¿El sueldo del perforista es bueno?—Pues todos queremos ganar bien, considero que no es muy bien remunerado, que el sueldo es bajo, pero se puede compensar con los bonos de destajo de acuerdo a la productividad. Es un sueldo seguro y es el ingreso económico y sus-tento de mi familia. Pero en promedio son mil seiscientos pesos por semana.—¿Tu conclusión?—Debemos trabajar con mucho cuidado y con mucha precaución, que se organicen en cada una de las actividades y sobre todo cuidar nues-tra fuente de trabajo.

Me despido de Amado Castañeda Bus-tos, perforista, minero de Michoacán que ha hecho de Bolaños su casa, e invito a los lecto-res que se den la oportunidad de conocer nues-tro pueblo en el que encontrarán una gran cali-dad de atractivos, pero sobre todo gente cálida y amable, que ha sabido dar el lugar que corres-ponde y merecen todos aquellos que han veni-do a trabajar o a colaborar con el avance y creci-miento de Bolaños.

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Jesús BecerraProfesor. Actualmente es Secretario General del Ayuntamiento de Bolaños

Detalle de la inundación a finales de los años ochenta.

Cortesía de Petra Ramírez

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En septiembre de 1975, como a las 11 de la mañana, llegué por primera vez a Bolaños tre-

pado en un camión de carga. Me bajé frente al Palacio Municipal y mi sorpresa fue enorme al ver los edificios coloniales. Me pregunté: cómo es posible que este lugar tan recóndito tenga tal manifestación de arquitectura; con el paso de los días me enteré que Bolaños, desde tiempos re-motos, ha sido un mineral de importancia.

Vine por cuestiones de trabajo. El Gobierno Federal me asignó una plaza en la es-cuela primaria de Huilacatitlán, lugar donde tra-bajé hasta el día de mi jubilación en diciembre de 2007, es decir, que en una sola escuela estu-ve los 33 años que me desempeñé como maes-tro frente a grupo. Me jubilé y aquí sigo y aquí seguiré; aquí me casé y formé mi familia. La ló-gica dice que tal vez deba regresar a mi natal Aguascalientes, pero en el pueblo de donde soy originario ya casi nadie me conoce, así que no tiene caso volver. Además, siempre he dicho que si hay un paraíso, ese lugar se llama Bolaños: aquí soy muy feliz y de ese tamaño quiero a es-te lugar.

En los 36 años que llevo aquí, he vis-to muchas cosas y otras me las han platicado. En 1975, Bolaños pasaba por una bonanza, la

J. Jesús Becerra Lara

compañía minera estaba en su mejor momento, había trabajo para todo mundo y todo el mun-do hacía negocio. A diario llegaban forasteros a emplearse en la mina, razón por la cual en este lugar nos encontramos con personas que se que-daron a vivir, como yo, y que son de diferentes Estados de la República; eso convierte a Bolaños en una especie de crisol donde, positivamente, se funden diferentes costumbres, diferentes for-mas de ser, de hacer y de pensar y que con el paso de los años ha hecho que Bolaños sea di-ferente a nuestros vecinos de Chimaltitán y Villa Guerrero.

Bolaños es un pueblo con ideas liberales y nada reacio a los cambios en todos los órdenes, tolerante con otras ideas y pensamientos, a pe-sar de que estuvimos y estamos todavía muy ale-jados de la “civilización”.

Decíamos que Bolaños pasaba por un gran momento cuando llegué en 1975, recuerdo que la calle principal se caracterizaba por tener una gran cantidad de restaurantes, donde ade-más de comida se servía cerveza a discreción y los fines de semana corrían ríos de dinero y de li-cor. Los mineros gastaban a manos llenas, sabían que a los ocho dias volverían a cobrar y volverían a gastar, y así era la rutina. Los lunes amanecían

Anécdotas de Bolaños

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sin un centavo en el bolsillo, al grado de que al-guien con mucho ingenio acuñó lo siguiente: “Los lunes ni las gallinas ponen ni las esposas de los mineros comen”.

Y con mucha vehemencia se esperaba el sábado para ir “a rayar”. Y así semana tras se-mana, mes tras mes y año tras año el tiempo pa-saba inexorable, nadie se imaginaba lo que de-paraba el futuro.

Por ese entonces, Bolaños se dio el lu-jo de tener una casa “non sancta” y aquí sí no hubo tolerancia por parte de las señoras capita-neadas por el cura del lugar, incluso en una oca-sión cuando había “casa llena”, un sábado por la noche, una mano misteriosa arrojó un bombi-llo a ese lugar y al detonar ocasionó muchos he-ridos y de esa manera nos enteramos de quiénes eran los clientes más asiduos, que por mal nom-bre la voz del pueblo le acuñó el nombre de “La Pitayera” y a las damas que ahí prestaban los ser-vicios les decían las pitayas. La mencionada casa se encontraba a las afueras del pueblo, precisa-mente en medio de una pitayera que la ocultaba de los ojos curiosos de la gente. Por más inves-tigaciones que se hicieron nunca se supo quién fue el autor material e intelectual de ese atenta-do, que pudo haber terminado en cosas peores.

Los sábados por la mañana, la Plaza Principal se convertía en un tianguis, llegaban comerciantes de Colotlán y Tlaltenango y había los más variados productos que la gente adquiría o bien abastecían la despensa para la semana. El sábado por la noche había función de cine, para lo cual se habilitaba un corralón y la gente acudía con silla en mano a ver películas nacionales, casi siempre de pésima calidad en su contenido, para lo cual durante el día los empresarios las promo-cionaban en las comunidades aledañas por me-dio de perifoneo.

En otras ocasiones había bailes de paga y era un gran negocio pues los mineros, ávidos de diversión, abarrotaban el lugar, incluso por esos tiempos un grupo de jóvenes de este lugar de-cidieron incursionar en el mundo de la farándu-la y formaron un grupo musical que le pusieron

por nombre “Los Davis”, ellos se encargaban de amenizar toda clase de festejos. El grupo logró cierto renombre en la región, al parecer sí ha-bía calidad entre sus integrantes, al grado que el grupo se desintegró porque grupos musicales de otros lugares se llevaron a dos o tres elementos a tocar con ellos.

No hay bonanza que dure cien años. Un día nos enteramos que la empresa minera no tu-vo dinero para pagar a los trabajadores y se em-pezó a vislumbrar un negro panorama: a partir de ahí los mineros cobraban una semana si, otra no, y era un desconcierto total. En 1992 estalló la huelga en la empresa minera y con ello se dio fin a una bonanza más del mineral de Bolaños; terminaba una época de esplendor y abundan-cia, que todavía muchos añoramos.

Sabemos y entendemos que todo pueblo minero tiene sus altibajos, de vez en vez entra en crisis por causas muy variadas: se agotan las vetas, baja de precio el mineral, los malos ma-nejos o incluso las conductas desleales de tra-bajadores; la cuestión es que Bolaños entró en una depresión terrible, los negocios empezaron a cerrar; recuerdo el caso de un comerciante de Huilacatitlán, que un día tomó el cuaderno don-de anotaba a las personas que les fiaba mercan-cía de su tienda de abarrotes y empezó a ver ho-ja por hoja y dijo: “Este no paga, este tampoco, este menos; este también no paga… ultimada-mente, nadie paga”, y entonces furioso y ante una andanada de improperios arrojó el cuaderno hasta media calle, luego se inclinó sobre el mos-trador y lloró desconsoladamente la quiebra de su negocio.

Los trabajadores en huelga se enfrenta-ban cada día a una situación verdaderamente te-rrible, por la sencilla razón de que entre ellos no hubo la cultura del ahorro. Lo que ganaron se lo gastaron, así que el movimiento laboral los tomó mano sobre mano. Les llegaba ayuda de otros centros mineros, pero resultaba insuficiente.

Igual o peor situación vivían los trabaja-dores de confianza de la compañía, fuimos testi-gos de cómo las esposas de los empleados salían

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a buscar nopales por las laderas de los cerros. La situación tomó por parejo a todos los que de una manera u otra dependían del trabajo de la com-pañía minera, y los días se hacían semanas y las semanas, meses, hasta casi cumplir dos años vi-viendo esa experiencia desagradable, pero quizá necesaria para recordarnos que todo lo que co-mienza termina.

Bolaños, de ser un emporio se convir-tió en un pueblo fantasma y mineros y no mi-neros, a todos, nos afectó por igual, por ejem-plo, en esos años de gloria la escuela primaria de Huilacatitlán llegó a tener 260 alumnos y des-pués de la crisis no se recuperó la inscripción: de haber ocho maestros, hoy cuatro son más que suficientes para los 60 alumnos que quedan. La gente emigró en busca de mejores horizontes, solamente nos quedamos los más audaces o qui-zás los menos audaces, o los que tal vez no te-níamos a dónde ir.

La mayoría de los mineros aguantaron heróicamente el proceso legal y recuperaban fuerzas cuando se esparcía el rumor de que ya les iban a pagar. El rumor corría como reguero de pólvora y todo mundo nos alegrábamos. Pero nada. Era un falso rumor y así una y otra vez, de ese modo la gente aguantaba. Hubo el caso de un minero, que cada vez que se decía que les iban a pagar, se quitaba los viejos y feos zapatos que calzaba y con mucho rencor los arrojaba a la basura; al día siguiente los iba a recoger pues era el único par que tenía.

La huelga en la empresa minera no so-lamente afectó a Bolaños y sus comunidades

aledañas como Huila, Tepec y La Playa, sino que sus repercusiones fueron mucho más allá de lo imaginable, pues también se vió afectado el comercio de toda la región, principalmente en Tlaltenango y Colotlán, pueblos que lo abaste-cían de todos los productos necesarios para el hogar y, cabe decir que todavía, cuando se llegó el día en que después de casi dos años les paga-ron a los mineros, esos comerciantes recibieron en el lapso de una semana, una derrama econó-mica de varios millones de pesos. Como ya lo de-cíamos, a los mineros les gusta gastar.

La huelga terminó casi dos años después, pero ya nada fue igual. La compañía cerró sus puertas y la gente emigró a otros centros mine-ros porque el minero es minero y para siempre, hasta morir con las botas puestas.

Esa terrible experiencia tal vez hizo re-flexionar a muchos, ojalá también a las autori-dades y entendamos que un pueblo que cifra su bienestar en un recurso natural no renovable, tarde que temprano colapsará. Por eso es nece-sario diversificar las actividades económicas, bus-car otras fuentes de riqueza; es lo que se debe hacer en Bolaños.

En estos momentos otra empresa minera está tomando auge, tal vez y ojalá estemos en-trando en otra bonanza, pero no se necesita ser ducho en el asunto para pronosticar que un día esa empresa también cerrará sus puertas y los que queremos a Bolaños necesitamos de una so-ciedad que esté preparada para ese momento, pues no deseamos que su gente pase por otra experiencia igual.

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Agustín Del CastilloPeriodista del diario Milenio Jalisco. Premio Nacional de Periodismo Ambiental 2010. Premio al Periodismo Ambiental para América Latina de la Fundación Reuters

Inmueble conocido como el “Despacho”, construido durante la época de los ingleses. Al fondo el cerro.

Cortesía de Raúl González

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Mediodía. Un zumbido de motosierra sue-na al fondo del barranco. Los responsables

del predio Las Azucenas, ubicado en los contra-fuertes del cerro del Gallo, hacen una rápida in-cursión entre los coamiles y los encinares, ladera abajo, y llegan al lugar del delito. Lo que ven: la copa de un gran pino derribada en el lecho de un arroyo seco, tres tablones de madera bien elabo-rados sobre el tocón inerte, un echadero de pe-caríes abandonado apresuradamente. Lo que no ven: al responsable, que hace uno minutos huyó. No se acredita la flagrancia. Una vez más, la ley quedara sin efecto.

Una hora después, al otro lado del cami-no que conduce de Bolaños a Tuxpan, se locali-za en su finca a Otilio de la Cruz, indígena de la comunidad de San Lorenzo Azqueltán, con ca-becera en el vecino municipio de Villa Guerrero. Señalado en denuncias ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa)

Agustín Del Castillo Sandoval

como talador clandestino, el campesino guarda su motosierra y madera en alguno de los cuartos de su asentamiento, que consta de chozas de ta-maño diverso, a la usanza tradicional huichola. Sus hijos miran curiosos a los visitantes

Otilio niega ser responsable del corte de-tectado, aunque reconoce que trabaja pinos, siempre con el permiso de su comunidad.

“Si hay algún problema, vamos con el co-misariado”, insiste. En su mano sostiene una ho-ja con el sello comunal donde se le señala su au-torización para trabajar, suficiente a su entender, qué van a hacer falta los permisos del gobierno. Si bien se le denuncia como depredador del am-biente, su tren de vida no demuestra riqueza. Las vestimentas son humildes, guarda pocos anima-les en el corral y en sus fogones solo arden los frijoles y los nopales.

Arriba de dos mil metros sobre el nivel del mar y cerca de los 22 grados de latitud norte,

Cerro del Gallo,la montaña del reino de la plata

Esta es la crónica de un recorrido por el cerro emblema de Bolaños; una descripción de la riqueza de su flora y fauna, también de sus problemas y de lo que ha perdido.

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en ese punto de la Sierra Huichola los atarde-ceres de invierno son fríos. Las ocoteras pade-cen los estragos de una reciente apertura de la línea eléctrica, viven en el ataque de plagas y son mermadas constantemente por múltiples explo-tadores ilegales. El móvil principal es la pobreza, constante en esta región que alguna vez (entre 1748 y 1760) aportó de 15 a 17 por ciento de la plata de la Nueva España y albergó hasta 17 mil habitantes.

Ahora, incluso en sus grandes cabeceras, se persiste en la marginación, con solo 5 mil 374 moradores en 2000; la sangría poblacional lle-vó a la demarcación a un declive histórico de 5 mil 019 habitantes en el conteo 2005 del INEGI; pero la más que modesta reactivación minera le hizo recuperarse hasta 6 mil 820 en el censo de 2010.

Estos cambios poblacionales acusan un fuerte deterioro en sus recursos naturales. Al co-menzar la década, el metal argentífero apenas era extraído por sus bajos precios internaciona-les, pero en 2011, en Bolaños, la legendaria mina El Alacrán, si bien no termina de resucitar, apro-vecha su presa de jales, con al menos un evento desastroso en 2010, en que se derramaron tóxi-cos al río y tanto sus autoridades como su pueblo clamaban por sanciones que no llevaran al cierre del aprovechamiento; en San Martín de Bolaños, la mina El Pilón produce modesta pero constan-temente. Ambos emporios emplean ya a más de 350 lugareños, y se avizora a mediano plazo una creciente importancia de la plata, que tras años de incosteabilidad, vuelve a subir de precio en el mercado internacional.

Ese posible cambio de suerte no alcan-za a la madera y algunas especies animales, que son saqueadas sin controles. Los propietarios de dos unidades de manejo de vida silvestre, Las Azucenas y El Astillero, respectivamente al nor-te y el sur del pico, ven con frustración los es-fuerzos de reforestar y de recuperar fauna ante la importante incidencia del furtivismo, muchas veces ligado a la grave y creciente problemáti-ca del tráfico de drogas. No es casualidad que

se padezcan frecuentes incendios cuyo combate es dificultoso ante la lejanía geográfica del mu-nicipio y su escasa relevancia política y económi-ca en el concierto de Jalisco. La soledad de los bosques, propicia a los cultivos de enervantes, no alcanza para un impulso turístico sostenido; además de la inseguridad, lo ahuyenta el estado precario de obras de infraestructura, como las lí-neas de electricidad y carreteras que no se ter-minan por los enmarañados conflictos sociales y legales.

Así se vive en las montañas y los cañones que el cerro del Gallo enseñorea, con sus 2,580 metros sobre el nivel del mar.

Humanidad

Sólo quedan imágenes en la mente de Antonio Valdivia1. De hace un siglo: llega su abuelo Darío a su labor y se encuentra a un gru-po de osos negros comiendo elotes. De hace 50 años: los hermanos Fermín y Manuel Cacarraca entran a la cueva encantada del cerro del Gallo, pero las ánimas les impiden sacar los tesoros; luego morirían de “asombrados”. De hace tres decenios: baja un gran lobo solitario al cañón del río Bolaños, mata y devora a un burro.

El hombre perdió la vista, lo que lo obligó a vender sus tierras y sus vacas. La vida transcu-rre ahora entre sombras más o menos espesas, a veces amortiguadas por la luz solar que entra por la puerta o que lo baña pleno cuando se sienta al pie del camino y rumia sus recuerdos de vie-jo. Después de todo, entre el día y la noche hay matices que se perciben en el ojo más apagado. Y agréguese el tacto del calor o el frío, y las sen-saciones del viento, de la lluvia o la resolana; el olfato de la tierra y de las flores; el oído de los sonidos multiformes de los animales y el bullicio o el silencio de los casi siempre taciturnos ran-cheros; el gusto de las tortillas recién hechas por su mujer, de los frijoles caldosos y de la carne que de vez en cuando le permite su actual rui-na económica.

Don Antonio conserva cuatro de los

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Cerro del Gallo desde lo alto.

Cortesía de Marco Aurelio Vargas

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cinco sentidos clásicos y un sexto, poderoso: la memoria. Allí la ley del cambio se mezcla con los recuerdos petrificados de 98 años.

A la vera del camino polvoso, en su humil-de choza de adobe, el campesino siente los pe-ñascos resquebrajados del cerro de Aguamilpa, el primer paredón espectacular de un macizo co-ronado por la cresta del Gallo, y hacia abajo, pa-rece tocar el amplio cañón de Bolaños, preñado de riqueza volubles. Habla sin amargura.

“El cerro era de mi abuelo Darío Valdivia. Mi abuelo y mi abuela eran inditos pacíficos; se dedicaban a sembrar, a trabajar trapiches para moler caña”. En la revolución villista y la carran-cista, don Antonio perdió a su padre y a un her-mano; en la guerra cristera fue soldado federal; luego, la paz en medio de privaciones. El campe-sino vendió el predio que ni su abuelo cortó, por-que no había mercado para su madera. Hoy está considerado un reducto de naturaleza, aunque

ya no hay osos ni lobos ni el famoso pitorreal de medio metro, el carpintero imperial.

“Los lobos bajaban hasta Bolaños y ma-taban a los burros a la orilla del río. Después no-más ya no se vieron. Los osos también se acaba-ron. Una vez mi abuelo andaba en la cumbre y que los encuentra en la labor comiendo elotes. Luego los mataron. Lo que todavía hay es león [puma]…”.

Natura

El cerro del Gallo es el sitio de anidación del águila real, el ave más apreciada del país. Sus barreras de acantilado ofrecen el aislamiento y la seguridad ideal para el desarrollo de esta espe-cie que se encuentra en peligro de desaparecer. Sin embargo, cada vez es más difícil observar en los amaneceres el vuelo majestuoso del ave ra-paz. Uno de los elementos que más ha dañado

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su hábitat es la torre de telefonía celular insta-lada en la montaña desde el año 2000, que por utilizar motor de diesel genera ruido y emana-ciones tóxicas que poco ayudan al desarrollo del frágil depredador, cuya suerte poco cambió al in-troducirse la generación eléctrica desde la red, en 2006.

Pero el verdadero símbolo del desastre es la desaparición del pájaro carpintero imperial, el mayor conocido en el mundo, especie de medio metro endémica de México y que todavía recien-temente era buscada en la zona.

La agrupación civil Bosque Antiguo pa-trocinó una investigación para encontrar sus huellas en las florestas de viejo crecimiento que permanecen en las cañadas, sin resultados. Sin embargo, sostiene un proyecto de protección sobre unas 22 mil hectáreas que no ha podido consolidarse pese al apoyo de las autoridades ambientales.

Situado en el corazón de un área natu-ral protegida federal olvidada desde los años 40 del siglo XX, pero rescatada en 2003, es ade-más oficialmente una “región terrestre prio-ritaria” Los estudios de la Comisión Nacional para Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) destacan que el cerro del Gallo do-mina una amplia demarcación “con alta con-centración de especies consideradas en peligro de extinción como la guacamaya enana, la ar-dilla (especie Tamias sp.) y el guajolote silvestre, y tiene el último registro de lobo mexicano de la región”.

Resalta su papel como corredor biológi-co, en especial por ser paso en la ruta de mu-chas aves, y advierte sobre la fragmentación de los ecosistemas por “la silvicultura extensiva, que llega a representar un impacto severo en algu-nos sitios”.

Esta nueva calidad ambiental lo hace enfrentar nuevos conflictos, ante la tradicional oposición de las comunidades indígenas y de los propietarios rurales a estas formas de regulación de un Estado que perciben distante y que sólo les quita riquezas mientras perpetúa su abandono.

“Si quieren mis predios, que me los compren”, advierte el dueño de El Astillero, irritado con la idea “expropiatoria” que a su juicio arrastra la protección de los exhaustos bosques.

Almas en pena

Don Antonio piensa que la fortuna de los ladrones también duerme en la montaña. “Tienen un entierro (tesoro escondido); lo han visto. Pero no deja sacar nada. Está encantado. Una vez se metieron tres; iban con perros, ha-llaron un jabalín, lo corretearon a ladre y ladre, y dan con la entrada de la cueva, y entra casi de panza […]”.— ¿Hay muchos tesoros?— Hay de tres clases de dineros; un esquinado [sic], un peso de esos de antes, y doblones; a la entrada de la cueva hay un parapeto de una víbora que lame al que va entrando, pero no lo mata; estas personas hicieron tambache para sa-lir y sacar centavos, y se les cerró la puerta.

Eran “Fermín y Manuel Cacarraca, y otro que no me acuerdo […] se salieron y murieron en sus casas de asombrados, dicen que hay ahí adentro ánimas, porque el jefe que metía todo ese dinero siempre mataba al compañero que llevaba para que no diera razón […] esas ánimas están ahí cuidando el tesoro. Y tanto que le han buscado y nunca han hallado”.

Con las consejas antiguas se pierde la historia, relato de hombres. En 1548, Toribio de Bolaños descubrió la veta de Bolaños y Tepec, pero no fue sino hasta dos siglos después cuan-do llegó el auge espectacular, en plena monar-quía borbónica. El siglo XIX fue desastroso, y desde hace unos quince años, los habitantes de la región no hallan salida a la debacle argentífe-ra, que resucita de forma modesta desde 2004, sin recuperar el auge de los años 60 a 80 del si-glo previo.

Antes de la llegada de la minería, “en los alrededores de Bolaños la vegetación era muy abundante y el suelo muy montuoso, pero al pa-so de lo años los bosques fueron talados para

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Vista del Cerro desde Bolaños.

Cortesía de Raúl González

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satisfacer la demanda de madera y leña de los habitantes y las minas […] en 1793, el visitador José Menéndez Valdez describió el clima como caliente y seco, además de que la fauna la redu-jo a cucarachas y animales ponzoñosos” (El co-mercio y los comerciantes del Real de Bolaños, David Carbajal, 1999). Hoy, con un río contami-nado y cerros talados, despuntan los albores de una nueva decadencia.

Don Antonio Valdivia parece conservar el don de mirar cuando presume que su cerro del Gallo es el mayor de la región. “Arriba, por don-de el sol sale se ve el cerro de Tepic, que le llaman Sangangüey; y ya acabándose el sol, se ve el de Chacala, yo creo que ai van en tamaño con es-te”. El viento de la tarde mortecina sopla intenso y frío en su rostro ajado, por una intemperie casi centenaria. A unos minutos y algunos kilómetros al norte, Otilio y su familia encenderán una foga-ta de leña para cenar frijoles y calentarse, mien-tras la noche manda su avanzada de estrellas por encima de los acantilados silenciosos.

Notas

1 La primera versión de este texto se publicó en el diario

Público Milenio en el año 2006. Antonio Valdivia ya falleció.

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Antonio ArteagaDirector del periódico La Voz del Norte

Antonio Valdivia cuando ya no veía y rozaba los 100 años.

Cortesía de Antonio Arteaga

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Era temporada de calores. Había pitayas y el mayor Guzmán tenía sitiada la casa de

Antonio Valdivia en Bolaños por rencillas perso-nales. No la llevaban bien por causa de que el mayor Guzmán (José "Chico") había ordenado que Efrén, uno de los tres hermanos Valdivia que estaban a sus órdenes, matara a cinco cristeros que tenía amarrados a las puertas del templo de Cocuasco, municipio de Chimaltitán, sin antes haberlos enjuiciado. Otros diez ya habían corrido esa suerte a manos de otros soldados del Mayor. Ahí empezó la enemistad para toda la vida en-tre el jefe y sus subordinados de Aguamilpa, a quienes no pudo obligar a que mataran a esos cinco cristeros, y en cambio, ellos en más de una ocasión cuando ya no estaban bajo sus órdenes (ya habían desertado) le cobraron vidas de algu-nos hombres del Mayor, y hasta se le enfrentaron

Antonio Arteaga Paz

a él mismo en más de una ocasión. Finalmente, su osadía le costó la vida a Efrén y a Benjamín. Antonio pasa los cien años y de las muertes que seguramente debe, ya ni se acuerda.

Antonio nació el año de 1908 en casa del abuelo Darío Valdivia, por acá mismo en las fal-das de la sierra. Porfirio Díaz despachaba todavía en la Presidencia de la República. Don Antonio y sus hermanos se criaron en medio de las barran-cas y tras el azadón cuando de cultivar la tierra se trató; sin embargo, a temprana edad abraza-ron casi todo el movimiento armado, pero del la-do del gobierno.

Antonio, Efrén y Benjamín fueron subal-ternos del mayor Guzmán, aquel militar de Agua Caliente (Chimaltitán) que impuso su ley por el cañón de Bolaños respaldado en la herencia mi-litar de la llamada "Guzmanada".

La Cristiada en el Cañón de BolañosI parte*

Antonio Valdivia Galicia fue un hombre polémico en el Cañón de Bolaños. Hechos de sangre lo acompañaron en su vida. En esta entrevista platica exclusivamente de su experiencia en la Guerra Cristera, en particular sobre la enemistad entre los Valdivia y el mayor Guzmán, otro personaje duro de la región.

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Sus ancestros pertenecieron a las defen-sas del pueblo en plena época revolucionaria. Al Mayor le decían José "Chico” porque así se lla-mó su padre, oriundo a su vez de San Martín de Bolaños.

Para ese entonces estaban trabajando en las minas de Bolaños y el movimiento de la Cristiada seguía vivo. Era el año del 30, aproxi-madamente, recuerda vagamente don Antonio Valdivia Galicia. Una edad que pocos pueden presumir con la macicez que demuestra aún este hombre que vivió dos revoluciones, parte de la villista y toda la gesta cristera. De hecho, a este personaje se le liga con la muerte de varias per-sonas, principalmente en la década de los sesen-ta, entre los que figura por lo menos un homici-dio de tipo político.

Don Antonio ya estaba casado con Cristina cuando el mayor, José Guzmán Fregoso, a quien le caían bien, les dio armas a Efrén, a Benjamín y a él, por edades, de menor a mayor.

"Nos alineamos con los carrancis-tas junto con Demetrio Guzmán, tío de José. Anduvimos en las armas como unos tres años o más. Después me tocó corretear a los cristeros, entre ellos a Manuel Paz, a Tereso Castañeda y a muchos otros sobrevivientes de los que ya no me acuerdo. Mi arma era un rifle 7mm con suficien-te parque y una pistola 45 reglamentaria”.

De la región ya no recuerda ningún so-breviviente gobiernista; de los cristeros, uno que otro. De hecho, ya después de finalizada la Guerra Cristera hizo amistad con algunos de sus enemigos, pues asegura que no le agarraron co-raje los cristeros aunque haya peleado a favor del gobierno.

“De los cristeros que quedaban en la re-gión de Bolaños se fueron muriendo. Unos eran de Huila, varios fueron asesinados por el mayor Guzmán; un tal Andrés y su hijo, no me acuer-do del apellido, pero eran de La Playa. Y de que hubo muchos balazos sí que los hubo, y de que nomás quedaban tirados… como si fuera orita”.

Desde que nació, se crió y sigue vivien-do en Aguamilpa. Antonio Valdivia Galicia tiene

99 años, dice. “Al lado de Efrén, mi hermano, pelié en el Ejército. Efrén tuvo el grado de Jefe de Armas, traía un pelotón a su mando. Pero el Mayor nos traía coraje desde aquella vez en que juntó a todos los habitantes de San Juan de Potreros y los encerró en la Capilla, y apartó a los que eran cristeros y ahí mismo mandó a sus solados a que los mataran. Eran como 15 hom-bres. Los soldados ejecutores eran: uno apodado “La Muerte”, nativo de San Martín de Bolaños, Pancho Antuna y Pablo Guzmán. En esa ocasión, José "Chico" apartó a cinco, y se los dio a mi hermano Efrén para que él los matara, pero mi hermano le dijo 'en la batalla le mato a los que se me pongan enfrente, pero así, amarrados, no le mato a ninguno…' y eso no le gustó nada al Mayor y ahí mismo se iban a enfrentar entre ellos a balazos, pero siempre no. Pero desde entonces le agarró mala idea a él y a todos los que éramos Valdivia. Todavía anduvimos con él como un año más, pero ya después nos le separamos”.

“Una vez vino el mayor Guzmán a ma-tar a Efrén aquí a Aguamilpa, a consecuen-cia de lo que pasó en Cocuasco (municipio de Chimaltitán). En esa ocasión, yo y Benjamín ve-níamos de un baile”.

“A consecuencia de las diferencias que los Valdivia teníamos con el Mayor, nos man-dó a un tal Salvador de Haro que le decían “El Cuajarón”, él era de Villa Guerrero. Lo mandó a matarnos acá a Aguamilpa. Venían él, Víctor, Cayetano y Cuco, hijo de Víctor, todos de ape-llido Ramos. Venían expresamente a matar a mi hermano Efrén”.

“Mi hermano no se había retirado del gobierno, era todavía soldado. La muerte la or-denó José "Chico" argumentando que 'por co-rrelones', pero la verdad es que lo mataron entre munchos y a corta distancia. Efrén alcanzó a des-enfundar su pistola 45 hiriendo a los Ortiz, pero no le valió ya que siempre lo mataron a él. Esto sucedió subiendo ya las casas de Aguamilpa, an-tes de llegar a El Platanito”.

Entre la balacera nomás quedába-mos Benjamín y yo. Les echamos balazos todo

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El mayor José Guzmán Fregoso en el albergue indígena infantil en 1936.

Cortesía del Capitán Primero, Armando Guzmán

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el día y Benjamín alcanzó a matar a Cayetano Ramos con su rifle de 16 balas a una distancia de unos 500 metros, mientras al que le decían “El Cuajarón” se escapó por un pedregal, ahí por El Platanito. Víctor Ramos corrió pa’ Villa Guerrero con todo y sus hijos, llorando por la muerte de su hermano Cayetano a quien nosotros tuvimos que levantar porque era parientón por parte de madre. Esa noche bajamos a Bolaños con ocotes, cuidándonos que no nos salieran más pistoleros del Mayor”.

Esa vez, el mayor Guzmán no se apareció. Se fue para Zacatecas con el general Quintero, quien desde allá vino a hacer las investigacio-nes. El General mandó llamar a Benjamín y a

José "Chico" a Villa Guerrero y entonces le dijo al Mayor: “Te mataron esos y bien te pudieron haber matado a todos, tú me pediste permiso pa´ venir a ver tu familia, no a pelear ¡cabrón!”.

“Primero, el general Quintero López es-taba a favor de los Guzmán, pero después de eso estuvo en su contra. Por eso, ya después me quiso bien y hasta me defendió en la presiden-cia de Bolaños una vez que Manuel Carrillo nos dejó encerrados toda la noche, y los soldados del Mayor tenían sitiada la casa y con ganas de fregarnos”.

“Otra vez, el mayor Guzmán vino y nos quiso matar en venganza porque le ha-bíamos matado a Pedro Reyes, quien se fue

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herido durante un pleito ocurrido en una calle de Bolaños. Esa vez, el juez fue a pedir una orden de cateo para sacarnos vivos o muertos, pero sus superiores le dijeron al Mayor que andaba muy mal, y que mejor retirara a todos sus soldados. El cargo contra nosotros era por ser desertores. Por esos tiempos el presidente municipal era Pedro Villalobos, mi compadre”.

“Cuando salimos de la cárcel bien pu-dieron matarnos los soldados del Mayor, eran como once, pero no le obedecieron y nos de-jaron ir porque todos eran gente de la región de Bolaños y algunos habían sido nuestros compa-ñeros. Entre los que nos perdonaron la vida es-taban Pedro Herrera y Román Cano, entre otros, nosotros éramos como ocho”, explica el entre-vistado con voz pausada pero clara.

Don Antonio nunca fue borracho. Tuvo cuatro mujeres pero todas a diferente tiempo. Actualmente está casado al civil y por la iglesia con la señora Gamboa Ramos de 81 años, nativa de Totatiche; ella es ahora su sostén para todo. Aunque ya no tuvieron hijos, criaron a uno pe-queño que ella traía, de nombre Maclovio Torres Gamboa, quien ha resultado mejor que algunos de los hijos biológicos de él, pues seguido viene de Bolaños a visitarlos y a llevarlos al doctor.

“Una vez fui a la fiesta de Chimaltitán, iba con una pistola 22 de 15 tiros, estaba pla-ticando con un amigo y en eso me salió José Dolores Guzmán para retarme. Yo le contesté:

vente para acá, y aunque ya venían dos más con sus armas en la mano —uno de ellos era Antonio Guzmán— ninguno se animó a entrarle a los ba-lazos conmigo”, añade el interlocutor, sentado en un pequeño banco “huicholeño” colocado en la banqueta de su casa, casi casi junto a la te-rracería que conduce a Tuxpan de Bolaños.

Y es que en el tiempo que peleó Antonio Valdivia, lo hizo del lado del gobierno. Asegura que le tocaron enfrentamientos muy duros, algu-nos de cuerpo a cuerpo. No sabe cuántas vidas debe, la gente dice que fue un pistolero a suel-do, él lo desmiente. Asegura que era en defensa propia o de plano, mejor evade el tema. “Por eso —agrega— como soldado yo no ganaba nada, solamente la pistola que traía, por eso, cuando terminó la relación con el mayor no entregué ni mi pistola ni rifle, sólo acepté entregárselas a un Teniente Coronel, pero al Mayor ¡ni madres!”.

Antonio Valdivia, ¿fue ejecutor o un hombre valiente? Sólo ruinas quedan de la ex hacienda de José Guzmán (José "Chico"), des-de donde se fraguaron muchos acontecimientos bélicos ligados a la Cristiada.

Notas

* Entrevista publicada en el periódico La Voz del Norte en el

número 140, de junio de 2007.

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Antonio ArteagaDirector del periódico La Voz del Norte

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Soy José Guzmán Quintero, su servidor”. Son las dos de la tarde de una calurosa mañana

de mayo del 2001. Estamos en San Martín de Bolaños. Es la casa de uno de los pocos hom-bres que quedan por estos rumbos a los que les tocó vivir de cerca la Guerra Cristera, pero des-de el otro lado, es decir, como soldado o gobier-nista del Cañón de Bolaños. Es de los soldados fieles del mayor Guzmán o de José “Chico”, co-mo se le conoció a este personaje que no pue-de desaparecer de la memoria de nuestros viejos de la comarca y mucho menos de la gente de Chimaltitán.

Sus palabras se remontan a los tiempos idos de la revuelta. La nostalgia de la edad y los años que caen como pesados fardos en sus hom-bros hacen que sus palabras sean un poco pau-sadas, pero no menos fuertes ni directas: “Nací en La Yesca, Nayarit, el día 7 de septiembre de 1909. Ando en 92 años”.

—Bueno, te voy a contar. Mis padres se vinieron a vivir al Cañón cuando yo tenía dos años de edad; ellos trabajaban en Bolaños, de ahí nos venimos aquí a San Martín. Aquí vivimos cinco años, de aquí nos fuimos a Chimaltitán, ahí vivimos otros nueve años. Luego nos regre-samos a Bolaños donde vivimos 37 años. Mi

Antonio Arteaga Paz

papá se nombró Benito Guzmán López y mi ma-má Agapita Quintero Ayala. Ella de aquí de San Martín y él de Chimaltitán.

Aquí (en San Martín de Bolaños) llevo 38 años. A Bolaños llegué casi de 15, pero antes, en Chimaltitán, hice mi escuela hasta... sí, has-ta cuarto año, porque entonces no había más de cuarto grado, pero era superior al sexto de aho-ra, ¡eeeeh! Entonces había maestros, pues tam-bién ahora hay, pero no enseñan como antes… ya no es igual.

—¿Quién fue su maestro?—No, pos no tuve muchos, pero una fue

mi tía María Guzmán Frausto, otra fue una seño-rita que se llamaba María Marcos Ávila, otra fue Enedina Córdova, no supe el otro apelativo, era de Totatiche. El maestro que me dio buena en-señanza se llamaba Juan Cervantes; no supe de onde era, pero creo que era de por allá de arri-ba. Ése maestro conocía algo de música porque ¡yo fui músico también!, casi toda la vida desde que pude.

—¡Ah, le gustó la música!—Sí, toqué la trompeta todo el tiempo,

hasta que ya no pude, ya se me aflojaron todos los dientes y los labios también, se ocupa fuerza, labios y dientes firmes, si no, no puedes tocar.

La Cristiada en el Cañón de BolañosII parte. José Guzmán Quintero: músico y soldado en la cristiada*

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José Guzmán Quintero en

su casa de San Martín

de Bolaños.

Cortesía de Antonio Arteaga

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Por ejemplo, normal, agudo y sí es posible hasta sobreagudo.

—¿Con qué músicos tocó José Guzmán Quintero?

—En Chimaltitán, los primeros, los que la hacían... el que la hacía ahí de jefe se llama-ba Silvino Ávila, no supe el otro apelativo, ese era o jue el que la hizo como maestro, pero tuvi-mos maestros, maestros de adeveras. Un maes-tro que se llamó... se llamaba... ¿cómo se llama-ba? José sabe de qué... Castillo, hombre bueno,

se me hace que José de la Flor Castillo, él fue el maestro que formó la música desde el empiezo; después se fue él y entró otro maestro más co-rriente que se llamaba Felipe García y ya después nos dejaron solos, pero ya el que llevaba la ba... ¡Adiós! —interrumpe de pronto su plática para saludar desde la sala de su casa a uno de tantos amigos que don José tiene por la parte alta de Barrio Blanco, en su querido San Martín.

—...El señor de la batuta era Silvino Ávila, era trompetista muy bueno, en la banda no eran trompetas, eran cornetines, porque eran corti-tos, muy duros... ¡Ah!, entonces ahí toqué en Chimaltitán al tiempo que viví ahí, en la banda, porque yo empecé a tocar de 13 años el corne-tín, y ya después que nos fuimos a Bolaños allá entré en una orquesta que había, muy buena, muy superior.

—Bien, bien, entonces de ahí se va us-ted a Bolaños.

—A Bolaños, y allá estuve tocando con una orquesta especialísima, no había más que nos miraran, ahí nos reconocían por apodos, nos nombraban los “Caderones”, pero bueno, y uno de ellos el que tocaba el violín era maestro, escri-bía música, repartía música y todo; luego se aca-bó esa orquesta.

Entonces empecé con otros, un Luis Marín pero ya esos eran líricos, porque yo sí co-nocía solfeo, todavía puedo leer la clave de sol. Entonces empecé con ese Luis Marín pero ya ce-ro, líricos, bueno, siempre tocaba yo con ellos, se acabaron aquellos y entonces yo organicé unos, unos muchachos con mucho entusiasmo y todo, pero yo ya tenía, pues tenía yo trabajo y negocio que ya no podía atender, pero por complacerlos y todo, los quería mucho, casi yo los crié, enton-ces unos Carrillo que fue con los últimos que to-qué y yo enseñé a un trompetista y me voló un punto, me salió más arriba, muy superior.

Pero los demás que enseñé no sirvieron para nada, pero malos de atiro, pero líricos como te digo, y ese trompetista salió muy bueno pero lírico, hace poco que murió se llamaba Gumaro Carrillo. La última etapa toqué con los Carrillo, y

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casi yo... pos no digo que yo les enseñé porque no soy maestro, pero ahí en Bolaños creen que yo les enseñé. En fin, fui músico unos 35 años.

—Oiga, don José, alguna experiencia que usted recuerde. Una vivencia dura, una hazaña, alguna muerte, algo que le haya quedado a us-ted grabado... usted tiene muy buena memoria, siendo músico, ¿qué experiencias vivió aquí en San Martín, en Bolaños o en Chimaltitán?

—No pues, digo… las experiencias, tú sa-bes. Cuando saca uno a los borrachos ya le an-dan rayando la jefa, lo maltratan y todo pero pa-sa, pos pasa.

—Después de haber andado en la re-vuelta cristera como soldado, ¿nunca se le ca-lentaron las orejas por algo que le hicieron sien-do músico?

—Pues sí, pero qué hace uno, ni modo; pero eso sí, yo siempre traje mi pistola fajada aquí —al momento, el hombre de los años vie-jos señala hacia el costado derecho de su cintura como queriendo mostrar el arma que siempre le acompañó en sus andanzas, la cual ahora yace sólo en el baúl de la casa.

—Sí, yo era músico con pistola —conti-núa su relato— ya había salido del Ejército. Fue el 29 que nos dieron de baja, cuando ya el go-bierno dominó al que se les volteó; entonces era cuando no querían que nadie se sentara porque así se puso de caliente la cosa, pos fíjate ya de por si la cristiada... y encima, pos todo el cle-ro en contra del gobierno y la mitad de la gen-te voltiárseles al mismo gobierno que jue toda la División del Pacifico y la División del Norte y pa 1929 se amnistiaron, los dominó el gobierno porque ellos se atuvieron a que Estados Unidos les iba a ayudar, al último les falló, no pos los de-rrotó el gobierno. Los meros jefes grandes se pe-laron (e) hicieron matazones de tropa y de todo eso, entonces ya de ese modo en 1929 ya nos “licenciaron”, ya nos dieron de baja a muchas tropas.

—Usted, ¿cuándo se da de alta en el Ejército?

—En el 27.

—¿Con qué grado?—Yo entré como soldado, como recluta

con la tropa.—¿Quién lo invitó, o por qué se reclutó?—Me invitó un tío mío que era Capitán

Primero, se llamó José Guzmán Fregoso. Mi tío estaba dedicado por el estado de Nayarit y en-tonces ahí me di de alta yo, todo el tiempo mili-tamos casi por el estado de Nayarit, pocas veces estuvimos en Ameca, Jalisco, en una hacienda muy grande que no recuerdo cómo se llamaba, pero había unos cañaverales muy grandes.

—¿Por dónde se iban ustedes del Cañón hasta Ameca en aquellos tiempos?

—Pos caminábamos, por ejemplo, toda-vía había tiempo aquí de Nayarit a Ameca, pe-ro pos no te sé decir; andaban a San Marcos, a Etzatlán, luego pos ya de ahí se viene uno por ejemplo a entrar pa´ el lado de Jalisco, pa’ Amatitán, pa’ Magdalena, Hostotipaquillo y to-do eso pa’ llegar ya a Jalisco... (sic)

Pos como te iba contando —sigue en su plática don José después de un respiro hondo que acompaña con trago de agua—. A mí me decían “el nene”. Yo andaba en 17 años, así me bautizaron en la tropa donde duré un año de corneta; porque en el regimiento se es clarín y en el batallón se es corneta. Yo no alcancé gra-do más que de cabo, “cabo de hacha”, pero eso sí, me querían muchísimo los jefes. Mucho me querían.

—¿Por qué razón le querían sus compañeros?

—Pos yo era noble, no tenía vicios, no

tenía nada, muchacho chico, mandable y todo, pos ¡anda y tráime más cerveza nene! —pega carrera— y ora rápido —déjate la feria— ¡anda! tráime unos cigarros, nene y... ¡nene cabrón! Así lo tratan a uno, a la carrera, ¡deja el cigarro!, ¡deja la feria!, no pos yo fregaba, yo de todas maneras siempre tenía centavitos para más co-sas ¿edá?

—Usted, ¿qué sentía cuando sabía que se iba a armar la friega y que a la mejor ahí iba a quedar?

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—No, no, pos uno en la guerra todo el tiempo nomás está esperando a la huesuda. A ver cuándo te llega. Estás viendo que están ca-yendo tus compañeros, parientes o... ahí en la tropa se hace uno de muchísimos amigos. Hay gente muy buena y hay gente malosa, pos tu no-más andas pensando, el que cree en Dios, pos anda uno: ¡Dios mío, pos ya se me llegó, perdó-name mis culpas, y a ¡dale! y ¡dale!

—Oiga, pero, ¿cómo peleaban contra los cristeros, creyendo en Dios, si la guerra era con-tra la religión?

—!Eeeeeh¡ porque sabíamos que eran una bola de bandidos. ¡Qué soldados de Dios ni que la madre! Hacían más crueldades ellos que el mismo gobierno, ¡nooo!, ellos al que agarra-ban no lo perdonaban, lo hacían pedazos. Luego andaban los “curitas”, no todos, pero sí muchos, con sus dos carabinotas echando bala también.

—¿Matando gente... ?—Pos cómo no, y pos sabrá Dios...—¿Participó usted en muchos combates?—Si, pero yo no, no... pos un agarrón

a veces. Yo anduve a las órdenes del mayor Guzmán “Chico”. Ese sí era cabrón. Uno que anda al mando, lo que le ordenen los superio-res eso hace... Ése era del Agua Caliente. Que en paz descanse mi tío, pero a él sí no lo espanta-ban con el petate del muerto. Acostumbrado a mandar, pues, y en tiempos de revuelta ¡imagí-nate! Enseguidita te platico de él.

—A sus 92 años, ¿cómo se siente us-ted con la vida y con Dios por lo que hizo como soldado?

—Contento con todo. Tranquilo. Porque creo tener mi conciencia limpia, porque a mí no me ha pasado que haya tenido que sacrificar gente inocente y menos si no se podía defen-der... de las cosas que he vivido, cosas horribles. En la cristiada se quiso repetir la inquisición, hu-bo muchas, muchas cosas parecidas.

—¿Por ejemplo?—No, pos... por ejemplo... Adiós Manuel

—interrumpe de nuevo la plática para contestar el saludo de un parroquiano que pasa frente a

su casa, en la parte alta del Barrio Blanco de San Martín de Bolaños—. Aquí había un cura de ape-llido Pérez, que era según ellos el coronel de los cristeros. Él ordenaba fusilamientos en masa fue-ran o no fueran gobiernistas, nomás con que no le simpatizaran... yo soy católico y soy hijo de Dios, pero ya, francamente, a los sacerdotes casi no les creo. No les tengo mucha fe, pues.

—Dice usted ya no les creo. ¿Les creyó alguna vez?

—Pos como no, hasta antes de la revolu-ción; hasta los 17 años, y de ahí para adelante, pos también violaron mujeres, como los federa-les. Bueno, hablo de los soldados, pero pos de los sacerdotes no sé; de eso sabrá Dios. Había un sacerdote que le decían el cura Montoya, ese de-cían que tenía por allá tres muchachas con hijos, por la barranca de San Pablo, decía la gente, a mí no me consta, pero a ese curita lo persiguie-ron muchísimo, y jue muy cruel y todo eso, y al último lo vinieron matando... un compadre de él lo entregó a la federación. A ese curita lo mata-ron ahí en un rancho, lo trajieron y lo colgaron en Villa Guerrero. !Nooo¡, pero eso sí, valientazo el hombre. Operó mucho por Monte Escobedo, por Mezquitic, todo eso, por Villa Guerrero, has-ta que lo mataron. ¡Aaaah! en Jalpa, ahí sí an-duvo con ellos un general del Ejército que se le voltió al gobierno, un tal Gorostieta1, no sé cómo se nombraba.

—¿Enrique Gorostieta, dirá usted?—Ése pues, ese general venía dirigiendo

a la gente desde Los Altos, y pelió muy bonito ahí. Él sí sabía organizar a la gente, porque los pobres cristeros cuando estaban en desventaja corrían como los conejos, y ahí van dando las es-paldas, ahí iban matándolos.

—El movimiento cristero de los tres años, del 26 al 29 ¿dónde se acentuó más? ¿En San Martín, Chimaltitán o Bolaños? ¿Dónde?

—Por todo el río. Parejo, parejo desde… pos desde Totatiche y todos esos rumbos pa-ra acá. Villa Guerrero, Mezquitic y Huejuquilla. Todo eso, todo eso...

—¿Por qué tanta muerte de parientes,

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amigos, vecinos, compadres? Hasta familiares tuvieron que matarse entre sí. ¿Usted cree que fue justa esa revolución?

—¡Claro que no! Lo que pasa es que la gente entonces éramos completamente ignoran-tes, ahora ya no hay tanta ignorancia; por ejem-plo, toda la gente que se decía católica, ¿ver-dad?, fanática, luego el sacerdote les decía que las balas del gobierno no mataban, porque eran balas del chamuco —en ese momento don José libera una sonora carcajada— y que nomás las de ellos mataban, y que el que moría de ellos (de los cristeros) que se iba con todo y guara-ches al cielo.

—¿Eso decían los sacerdotes?—Pos sí, y la gente ignorante... y resulta

que en todos los combates quedaba el puro ten-dido de cristeros: el gobierno traía armas mejo-res, caballada reglamentaria y todo. Los pobres con unas carabinitas viejas con dos, tres cartu-chitos, en una yegüita cola pelona, nomás le ha-cían así las yegüitas (hace señales con la mano en forma de círculo). En algunas ocasiones —agre-ga—, que los alcanzaba el gobierno, ya no ocu-paban matarlos a tiros, con un culatazo les par-tían la cabeza, los que quedaban pataleando, las pisadas de la caballada los acababan de matar. No, no, si la cosa no estaba fácil para ellos, hay que reconocerlo.

—Entonces, cuál es el consejo que usted le da a las personas que están gobernando aho-rita el municipio, el Estado y el país ¿qué no se debe de repetir?

—Esa guerra, esa guerra que no se vol-viera a repetir, ninguna, porque no, en tiempo de guerra es cosa horrible, porque ahí sufres tú de los dos lados. Si eres pacífico, llegan unos —pos dénme de comer— ¿verdad? Te exigen, tie-nes que darles de comer y luego llegan los otros, ¿por qué le diste de comer a éstos? y... ora ahí están los otros y ahí estás peliando con unos y con otros. Muchas veces mataban gente así por-que les habían dado de comer a unos o les ha-bían dado de comer a los otros.

—¿Cuántos quedan como usted, de un

lado o del otro, que usted recuerde?—No, yo creo que del lado mío ya no

quedará nadie, no de la gente que yo conozco.—Oiga don José y como cuánta gente

del cañón se enlistó en la CristiadaNooooo, pos casi toda. Quedó muy poca

gente pacífica, porque la gente pacífica no pu-do ya soportar, estaba duro tener que aguantar las friegas de los dos lados. Era uno obligado; no era un gusto, era una obligación, irse a un ban-do o irse al otro. Te ibas pa’ donde te alcanzaban más pronto, sí, no, y luego los sacerdotes decían que se levantaran todos en armas a un lado o a otro, que no fueran agachados ni “semillones”, que no se dejaran apapachar por las viejas. Los de Colotlán casi no le entraron tanto porque ahí hubo mucho gobierno, en Colotlán se metieron hasta cuando se voltió... el movimiento, las divi-siones del Norte y Pacífico. Te digo que a los 92 años ya debería estar yo medio loco. Hay mu-chos bien jodidos, ya dementes y otros ciegos de atiro.

—¿Tiene usted muy buena memoria don José?

—No, no muy buena pero me ha servido.—Entonces, vámonos regresando unos

40 o 50 años atrás. Hábleme de sus antepasa-dos, de su abuelo, por ejemplo, y de los herma-nos de él.

—Mi papá se llamó Benito Guzmán y mi abuelo Gerardo Guzmán, mi bisabuelo Marcial. Recuerdo que allá por 1916 yo estaba chico cuando todavía estaba dura la “villada”, luego me tocó la entrada de un Ernesto Ulloa a San Martín mientras que en Chimaltitán una vez en-tró un tal Abraham Cano.

A los de Chimaltitán y Agua Caliente en-tonces les nombraban los faldillones del río de Bolaños porque usaban calzón blanco, así to-do “anchonón”, se los arremangaban hasta acá cuando iban a peliar. Mi papá y otros que to-davía estaban jóvenes se reían, porque se arre-

mangaban los calzones pa’ poder correr. Se los agarraban de atrás o de adelante de onde fuera, porque así solo, el calzón se meniaba todo.

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—¿Quiénes fueron los padres de José Guzmán “Chico”?

—Juan Guzmán grande y la mamá se lla-maba María Dolores Fregoso

—¿Él qué era de su papá?—Primo hermano carnal. Mi papá era hi-

jo de mi abuelo Gerardo, y mi tío José de mi tío Juan grande. Hermanos los dos.

—Usted es de la misma sangre, pero si no lo fuera ¿cómo los calificaría? ¿Fueron gente buena o mala?

—No, no, en su tiempo antes de la re-volución fueron hombres buenos, porque mi tío abuelo don Valentín, que era también de los je-fes grandes de Chimaltitán, durante los llama-dos domingos terceros venía con toda su fami-lia —tenía muchos hijos—, bajaba a despachar el mandado, y querían muchísimo al señor cura José Encarnación Urzúa. Le tenían vacas presta-das pa que ordeñara, le traían pastura, le traían caballos. Ellos vivían en Pisotita, municipio de Chimaltitán. Y a este señor curita que tanto le ayudaron, después en lugar de defenderlos pos se les voltió...

—¿Qué anécdotas recuerda de José Guzmán “Chico” su tío y jefe?

—Conmigo fue de lo mejor, en la defen-sa anduve todo el tiempo de secretario de él. Yo andaba con una maquinita Remington en la ca-beza de la silla, rindiendo los partes porque ése era el reglamento. El sector estaba con matriz en Villanueva, Zacatecas, y donde quiera que andu-viéramos rendíamos los partes. Uno los pasaba al taquígrafo a Colotlán, y ya de ahí los pasaban a México.

—Mi tío José era como mi padre. Tanto que anduve con él. Le servía de modo que él me

quería de soldado, de secretario, de clarín o en la defensa.

—¿A cuanta gente mandaba José “Chico”?

—Pos aquí en el cañón de Bolaños a to-da la gente de gobierno la mandaba él, como a unos 300 hombres.

Cuando él ya estaba mayor, todavía se reía de sus enemigos. Dijo una vez: "El orgu-llo que tengo, que con un sombrero que quede de los Guzmán, va a asustar cabrones". La ex-presión era agresiva pero a él qué le importaba. Unos tres meses antes de su muerte fui a verlo —porque yo lo quería mucho y lo seguía, y él a mí también—. Entonces fui a Guadalajara, ya es-taba él en el Hospital General Militar, ¿verdad? De ahí lo sacaron a una casa particular, donde murió, todo chapeteado como él era. Nunca se vio decaído... falleció de leucemia, decían que de eso.

Murió con su pistola fajada en la cintura, hasta en sus últimos días... En esa ocasión me dijo, "mijo, ya me llevó la chingada, pero ¡mira! —en el momento en que sacaba su pistola 45 re-glamentaria— mientras este dedo jale, ¡vive José Guzmán Fregoso!". Como a los tres meses de que me platicó eso allá en la casa de Antonio Márquez, murió.

Notas

* Esta entrevista se publicó en el periódico La Voz del Norte

en el número 32, de octubre de 2001. 1 Enrique Gorostieta (1890 - 1929)

Máximo jefe militar cristero.

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Reseña

Javier RamírezProfesor docente del CUNorte

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La bonanza mineraen 248 páginas

Javier Ramírez Romo

Con una obra escrita que inicia con el libro El comercio y los comerciantes del real de

Bolaños, 1766−1810 y una investigación so-bre demografía histórica en Bolaños durante 1740-1848, la cual es su trabajo doctoral, David Carbajal López decide en La minería en Bolaños 1748−1810. Ciclos productivos y actores econó-micos, investigar un real de minas de corte me-diano, así como a concesionarios o usufructua-rios mineros pequeños con sus momentos de borrasca, o de malanza, como también se decía en aquel tiempo. Nos dice Carbajal que la histo-riografía generalmente ha privilegiado el estudio de experiencias mineras exitosas dentro del te-rritorio novohispano, siendo centro de atención distritos mineros opulentos y de explotación tem-prana e intensiva (Zacatecas, 1546; Guanajuato, 1548; Real del Monte-Pachuca, 1552), junto con empresarios acaudalados y los lapsos de bonan-za. En este contexto, el presente trabajo ofrece una visión de conjunto, un acercamiento sobre los actores económicos y los ciclos productivos del sector minero de Bolaños durante la segun-da mitad del siglo XVIII y primera del XIX, un mi-neral tardío y de nivel medio en el ámbito de la Nueva España.

En este libro, Carbajal aborda, con una

excelente rigurosidad académica, el estudio de la explotación en gran escala de los yacimien-tos argentíferos existentes en la comarca Tepec−Bolaños ocurrida a partir del siglo XVIII, cuan-do los españoles atraídos por el descubrimiento de ricos depósitos minerales se asentaron en el área a pesar de la escarpada orografía y la hos-tilidad indígena del lugar. Fue a finales del de-cenio de 1740 cuando inició el primer auge de la región, favorecido en su consolidación por las autoridades centrales de la Nueva España, a cau-sa de su potencial riqueza minera y de su ubi-cación estratégica en la Frontera de San Luis de Colotlán. Bolaños fue un distrito minero de pri-mer orden en la Nueva Galicia, pero sus breves lapsos de prosperidad, alternados con agudas crisis productivas, y su dependencia del capital externo, entre otros factores, impidieron que esta jurisdicción minera trascendiera su carác-ter secundario dentro del ámbito novohispano. Consecuentemente, es a partir de la década de 1750 que se estructuró la comarca en torno a la minería, actividad que fungió como dinamizado-ra de la economía regional, la cual quedó supe-ditada a los altibajos en la extracción y beneficio del metal argentífero bolañense.

El historiador David Carbajal López

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Vista del patio de la actual Casa

de la Cultura.

Cortesía de Raúl González

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principia su estudio en 1748 porque es a partir de ese año en que se registraron datos relativa-mente más precisos sobre la producción argén-tea de Bolaños, debido al interés de las autorida-des por controlar y fiscalizar con mayor eficacia la plata del lugar, ya que en ese momento co-menzaba la primera y gran bonanza bolañense, bonanza que concluye en 1810 a causa de que después de la irrupción del movimiento insur-gente en la Intendencia de Guadalajara, los fun-cionarios de la tesorería tapatía ya no asentaron la procedencia del metal blanco producido en el distrito de Bolaños, para ese tiempo decadente.

A lo largo de las 248 páginas de este li-bro, en las que deja traslucir su oficio de histo-riar, nuestro autor describe y muestra al grupo de poseedores mineros que conformaban la es-tructura argentífera bolañense, integrado por grandes empresarios ligados de manera indivi-dual o colectiva a la explotación de las princi-pales minas, y que, aunque eran pocos los que contaban con haciendas de beneficio y con pro-piedades agrícolas y ganaderas, tenían acceso

al financiamiento externo y participaban activa-mente en las instancias administrativas y políticas de la localidad. Concesionarios medianos que, a pesar de que poseían haciendas de beneficio y explotaban yacimientos de regular calidad, care-cían de una infraestructura productiva sólida que los protegiese de los contratiempos que afecta-ban a la minería colonial; y un amplio número de usufructuarios pequeños que carecían de avíos, yacimientos y haciendas de beneficio y que prac-ticaban una minería de subsistencia, dependien-te para su operación de la venta de mineral que éstos hacían a los rescatadores.

El contenido de la investigación está di-vidido en cinco capítulos, y en cada uno de ellos el especialista trata de combinar las perspectivas temática y cronológica en un relato explicativo e interpretativo continuo, donde los ejes centra-les son los ciclos productivos de la actividad mi-nera bolañense, así como la participación de los distintos actores que intervinieron en la minería local: 1) El paisaje Tepec−Bolaños es el escena-rio del objeto de estudio y comprende además

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un recorrido por el pasado de los pobladores que habitaron dicha área durante el largo lap-so comprendido entre la época prehispánica y 1747. 2) La primera bonanza de Bolaños y los factores que posibilitaron la consolidación de este centro minero ubicado entre comunidades indígenas y condiciones geográficas relativamen-te hostiles. 3) La primera borrasca bolañense y la pugna entre el gobierno central novohispano y la Audiencia de Guadalajara por el control de las principales minas de Bolaños, explotaciones mi-neras que influyeron intensamente en los ciclos productivos de dicho distrito. 4) La reactivación de la minería local, los usufructuarios mineros y el tamaño de sus negociaciones; la actuación de la diputación minera, la inversión directa del sector mercantil en las principales explotaciones de Bolaños y el destino de la riqueza obtenida por los empresarios mineros exitosos. 5) La re-habilitación y auspicio en la minería local de la Compañía de Minas de Bolaños, su decadencia y cierre en la jurisdicción bolañense.

En la minería en Bolaños, Carbajal López subraya, como uno de sus puntos significativos, las características del estatus jurídico del minero durante la temporalidad estudiada y las implica-ciones del régimen de propiedad de las minas en la práctica de la minería y por ende, a partir del análisis de la legislación minera, considera, como generalmente se acepta, que la Corona deten-taba la propiedad de los yacimientos minerales, los cuales concesionaba a sus súbditos para su explotación. Los mineros eran concesionarios, pero con un alto grado de autonomía, ya que las regulaciones eran pocas; tenían la opción de vender, permutar, arrendar, donar y heredar los derechos de usufructo que sobre los depósitos metalíferos recibían del Estado español; con el condicionante de que si estos vasallos no lleva-ban a cabo el pago a la Real Hacienda de los im-puestos estipulados, el laborío activo y regular de las concesiones, así como el mantenimiento de la infraestructura de las minas, las referidas pre-rrogativas de los usufructuarios y la posesión de las explotaciones mineras quedaban sin efecto.

En Bolaños ciertamente hubo mineros que como virtuales “dueños" trabajaron por varios años los yacimientos a su cargo, no obstante, hubo otros que, involucrados en la explotación de las prin-cipales minas del lugar, frecuentemente fueron objeto de la intervención por las autoridades vi-rreinales y neogallegas en los asuntos relaciona-dos con sus posesiones mineras.

Carbajal López destaca que el nivel pro-ductivo de un mineral, Real o distrito, se consi-dera como un factor clave para determinar su importancia, que es un aspecto esencial para su clasificación en el ámbito novohispano, en la medida en que este indicador sea tomado como resultado de la incidencia de diversas condicio-nes y circunstancias, tales como riqueza de las vetas, disponibilidad de mano de obra y crédi-to, apoyo oficial, suministro de insumos y distan-cia con el centro. Por eso recalca, como ejemplo, las cifras de la producción argéntea, así como su participación porcentual en el monto total de la plata registrada en 1783 del Real de Bolaños, su segundo mejor año: Guanajuato, 544,102, 20.08%; Bolaños: 191,525, 7.06%; Parral: 57,146, 2.10% y Nueva España: 2´709,167.

Algunos historiadores resaltan la impor-tancia que tuvieron los concesionarios mineros de nivel medio y bajo, cuya presencia no debió ser desdeñable; sin embargo, para el estudioso de la minería colonial, Carbajal López, hay au-sencia de información sobre los fracasos y las quiebras en la minería argentífera novohispana, sobre todo cuando se intenta traspasar —ha-blando de los dueños de minas— la barrera de los nombres famosos. Nuestro historiador juzgó que se trata de un problema de fuentes y de mé-todo, y para superar esta dificultad en su trabajo, fue necesario que se propusiera desde el princi-pio de la investigación, la búsqueda de testimo-nios sobre los actores económicos y las negocia-ciones mineras de menor éxito.

En la Nueva España, la plata ya beneficia-da era llevada a la casa de afinación para analizar su grado de pureza, y una vez fundida en barras o lingotes, se grababa su ley. Posteriormente el

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metal blanco era trasladado a la real caja para cubrir las cargas impositivas respectivas. Los lin-gotes eran marcados con un grabado que repre-sentaba el escudo real como señal de que dicha plata había cumplido sus obligaciones hacen-darias. En tal contexto, a pesar de la evasión o fraude, se puede establecer a partir de los da-tos contenidos en los referidos registros fiscales, cuál era la tendencia de la producción minera, ya que “la fuente más fidedigna sobre la produc-ción de oro y plata es el registro de la recepción de los derechos reales elaborados por las ofici-nas de tesorería”. No obstante, la recaudación hacendaria y las oscilaciones productivas, agrega nuestro investigador, son cuestiones diferentes, debido a que pudo aumentarse la recaudación como consecuencia de una mejora en los me-canismos fiscales y, viceversa, es posible que la producción se incrementara y no se reflejó en el pago de impuestos.

David Carbajal, pese a contar con limita-ciones para obtener información sobre los pe-queños usufructuarios, a nombre propio, buscó lograr un acercamiento tanto a los niveles pro-ductivos como a los concesionarios mineros de Bolaños, revisando partidas en diversas fuentes sobre el abasto y venta de azogue, que realizaba

la Corona mediante las tesorerías a los miembros de la minería bolañense. En la segunda mitad del siglo XVIII, La Nueva España experimentó un auge sin precedentes en los niveles productivos de la plata. Florecimiento argentífero debido al activo interés de la Corona por fomentar y ha-cer más rentable al sector minero, conscientes de los efectos multiplicadores que tenía la mine-ría para las arcas reales; la plata era un producto privilegiado tanto en el espacio colonial como en el externo.

Otro aspecto destacable de este trabajo, es que a pesar de que rescata información y ofre-ce ciertas precisiones respecto a sitios, fechas, personas y procesos, no pretende y dista mucho de ser una microhistoria del lugar. De ahí que los datos sobre el pasado lejano de los habitantes y poblaciones de la comarca Tepec−Bolaños se proporcionan con la finalidad de contextualizar los ciclos productivos y los actores económicos de la minería bolañense, problemas centrales del presente estudio historiográfico.

El escenario del objeto de estudio de David Carbajal es el paisaje de la comarca Tepec−Bolaños, situada en los alrededores de las pobla-ciones de Bolaños, Chimaltitán y San Martín de Bolaños, y como bien lo señaló el capitán de

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infantería Félix Calleja, el Real de Bolaños y su área de influencia se hallaban en el centro de una barranca profunda, ardiente y sofocada con bastante cantidad de agua. Se trata de un paisa-je de cañadas profundas (800 m.s.n.m.) que al abrigo de los vientos es extraordinario el calor, y en las cimas de sus ásperas sierras, elevaciones de 2,700 metros sobre el nivel del mar, se hielan de frío los ganados. Sierra fragosa, de terreno barrancoso y poco propicio para la agricultura y la ganadería donde, sin embargo, la mayoría de los cerros albergaban abundantes yacimientos argentíferos.

En la actualidad se pueden recorrer los 242 km. que separan a la capital jalisciense del centro minero, en un tiempo aproximado de cuatro horas a través de la ruta Guadalajara−Colotlán, vía San Cristóbal de la Barranca, El Teúl, Tlaltenango; delante de Momax la carretera se bifurca: hacia el oeste el camino continúa por Totatiche y Villa Guerrero hasta llegar al pie del cañón donde se localiza Bolaños.

La sensación de lejanía persiste, además, el viajero ajeno queda invitado a regresar por el imponente paisaje y por la evocación de una grandeza olvidada, aunque latente en sus edifi-cios coloniales.

Carbajal López aprovecha este excelente trabajo historiográfico de la minería en Bolaños, para explorar la pugna eclesiástica o pleito en-tre el cura secular de Santa Rosa y el doctrinero franciscano de Chimaltitán, que se disputaban la atención espiritual de la respectiva feligresía y los ingresos económicos que representaba, y además, para recalcarnos que dado que la eva-sión tributaria era un fenómeno común en ese centro minero, ya que los usufructuarios de los yacimientos más ricos de Bolaños registraban la plata en la plaza donde obtenían más fácilmente azogue y avíos, era más adecuado erigir una caja en el expresado Real de Bolaños, una tesorería propia o instancia del control central, para que asegurada la abundancia de metales y el aumen-to de su población y comercio, se quintasen y pagasen allí los derechos de las platas.

Es digno de reconocer que David Carbajal López ha venido forjando una de las obras más sólidas de la historiografía minera del occidente mexicano y que derivada de una amplia y profe-sional investigación, nos entrega en La minería en Bolaños 1748−1810. Ciclos productivos y ac-tores económicos, una obra inteligente y vasta, escrita con soltura, prestancia y generosidad, que estamos seguros, trascenderá el ámbito regional.

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Esta publicación es una edición conjunta entre el H. Ayuntamiento del mu-nicipio de Bolaños y el Centro Universitario del Norte. Se imprimieron

1,500 ejemplares

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