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NÚMERO 1 ENERO 2014 7 € | 50 $ de Crítica Literaria y Cultural TOPOGRAFÍAS: JAVIER SÁNCHEZ ZAPATERO, NOVELA POLICÍACA Y NOVELA NEGRA [4-9]. ENSAYOS: JAUME PERIS BLANES, LITERATURA Y TESTIMONIO [10-17]. BELÉN BISTUÉ, LA IMPOSIBILIDAD DE (PENSAR) LA TRADUCCIÓN [18-23]. FRANCISCO CAUDET, AQUEL OTRO GALDÓS QUE ERA EL GALDÓS DE SIEMPRE [24-27]. VÍCTOR ESCUDERO, DISCURSO NACIONAL, ÉLITES Y RESISTENCIA [28-34]. JOSÉ-RAMÓN LÓPEZ GARCÍA, PICASSO, EL COMUNISMO Y LOS POETAS DEL EXILIO REPUBLICANO DE 1939 [35-45]. CRITERIOS [46-63]. MATERIALES: LIBROS Y LECTURAS HOY (CON NORA CATELLI, JOSEP MENGUAL CATALÀ, JOSÉ ANTONIO MILLÁN, GONZALO PONTÓN, NEUS ROTGER, LEANDRO DE SAGASTIZÁBAL) [64-87]. CONFLUENCIAS: ISAAC ROSA Y LA LITERATURA DE TRINCHERAS [88-95]. PREGUNTAS AL AIRE: LITERATURA Y POLÍTICA, UNA ENCUESTA [96-98]. BARCELONA | BUENOS AIRES | MADRID DEPÓSITO LEGAL: AS-00057-2014 | ISSN: 2341-0124

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Page 1: NÚMERO 1 ENERO 2014 de Crítica Literaria y Cultural 7 € | 50

NÚMERO 1 ENERO 20147 € | 50 $

de Crítica Literaria y Cultural

TOPOGRAFÍAS: JAVIER SÁNCHEZ ZAPATERO, NOVELA POLICÍACA Y NOVELA NEGRA [4-9]. ENSAYOS: JAUME PERIS BLANES,

LITERATURA Y TESTIMONIO [10-17]. BELÉN BISTUÉ, LA IMPOSIBILIDAD DE (PENSAR) LA TRADUCCIÓN [18-23]. FRANCISCO

CAUDET, AQUEL OTRO GALDÓS QUE ERA EL GALDÓS DE SIEMPRE [24-27]. VÍCTOR ESCUDERO, DISCURSO NACIONAL, ÉLITES

Y RESISTENCIA [28-34]. JOSÉ-RAMÓN LÓPEZ GARCÍA, PICASSO, EL COMUNISMO Y LOS POETAS DEL EXILIO REPUBLICANO

DE 1939 [35-45]. CRITERIOS [46-63]. MATERIALES: LIBROS Y LECTURAS HOY (CON NORA CATELLI, JOSEP MENGUAL CATALÀ,

JOSÉ ANTONIO MILLÁN, GONZALO PONTÓN, NEUS ROTGER, LEANDRO DE SAGASTIZÁBAL) [64-87]. CONFLUENCIAS: ISAAC

ROSA Y LA LITERATURA DE TRINCHERAS [88-95]. PREGUNTAS AL AIRE: LITERATURA Y POLÍTICA, UNA ENCUESTA [96-98].

BARCELONA | BUENOS AIRES | MADRID

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El arte de hacer puentes

“El puente como borde y distancia atópicafacilita el paso pero también lo impide; y su erección instituye a las orillas como tales,inabordables la una desde la otra y, sin embargo, vecinas la una a la otra”

(Juan B. Ritvo, La edad de la lectura)

PUENTESde Crítica Literaria y Cultural

BARCELONA | BUENOS AIRES | MADRID

CONSEJO DE REDACCIÓN:Verónica Enamorado, Fernando Janeiro, Albert Jornet Somoza, Iván López Cabello, Marta López Vilar, Paula Meiss, Marta Ortiz Canseco, Bernat Padró, Ana Rodríguez Callealta, Dionisio Sánchez, Daniela C. Serber

DIRECCIÓN:Max Hidalgo Nácher,Fernando Larraz, Paula Simón

ILUSTRACIÓN:Mister Mourão:www.mistermourao.comRaúl Villullas:www.raulvillullas.com

DISEÑO Y MAQUETACIÓN:Fernando Janeiro,Nacho Gárate

DIRECCIÓN DE ARTE: Déborah Camanyes Gas

EDITA:Ediciones Trea, S. L. | C/ María González La Pondala, 98, nave D. Somonte. 33393 Gijón (España)Teléfono: 34 985 303 801 | Correo electrónico: [email protected] | www.trea.esDepósito Legal: AS-00057-2014 | ISSN: 2341-0124

[email protected]/puentesrevista

AGRADECIMIENTOS:El equipo de Puentes agradece sinceramente la colaboración a todos aquellos que han contribuido a la financiación del proyecto a través de la plataforma de micromecenazgo Verkami.com, así como a quienes han aceptado participar en este primer número de la revista. Igualmente, agradece a la librería barcelonesa Loring Art y a la editorial Trea el apoyo recibido. Sin su complicidad y confianza, este proyecto difícilmente habría sido posible.

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02 EDITORIAL 04 TOPOGRAFÍAS

Novela policiaca y novela negra:una tentativa de definiciónJavier Sánchez Zapatero

10 ENSAYOSLiteratura y testimonio: Un debateJaume Peris Blanes

La imposibilidad de (pensar) la traducción:Apuntes para la historia de la traducción modernaBelén Bistué

Aquel otro Galdós que era el Galdós de siempreFrancisco Caudet

Discurso nacional, élites y resistencia. Notas sobre el colegio en cuatro novelas hispanoamericanasVíctor Escudero

Picasso, el comunismo y los poetasdel exilio republicano de 1939José-Ramón López García

46 CRITERIOS

64 MATERIALESLibros y lectura hoy: un reportajeMax Hidalgo Nácher(con Nora Catelli, José Antonio Millány Leandro de Sagastizábal)

Tres analogías históricaspara el cambio de paradigma del libroNeus Rotger

Reflexiones intempestivassobre el “libro electrónico”Josep Mengual Català

De qué hablamoscuando hablamos de la muerte del libroGonzalo Pontón Gijón

78 CONFLUENCIASIsaac Rosa y la literatura de trincherasUna entrevista de Fernando Larraz

96 PREGUNTAS AL AIRE

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TRANSITANDO POR LASVÍAS DEL REALISMO

Fernando Larraz

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CRITERIOS

Transitando por las vías de un realismo de tintes sociales, Isaac Rosa ha ido construyendo en los

últimos diez años una carrera cuya solidez está basada en su idea de qué debe entrañar el género de la novela y de cuál ha de ser su función. Con cinco novelas y menos de cuarenta años, Rosa es uno de los autores españoles contemporáneos que más bibliografía crítica genera. Repasán-dola, enseguida se comprueba que tal

atención no se debe solo —ni princi-palmente— a la calidad de su prosa, ni siquiera a las arriesgadas y novedo-sas intervenciones sobre el discurso narrativo y a la incisiva crítica de sus historias sino, sobre todo, en un plano más general, a que ha coadyuvado significativamente a reponer en el centro de nuestro campo literario las potencialidades del realismo literario, justo cuando sus refutadores habían adquirido una fuerza inédita en los últimos cuarenta años vía “Afterpop”.

La habitación oscuraIsaac RosaBarcelona, 2013Seix Barral252 páginas

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Con su propuesta, se replantea la perspectiva de la literatura como arma epistemológica para penetrar el mun-do y sus incoherencias. En sus obras, Rosa ha ido moviendo este foco hacia distintos escenarios con la intención de ilustrar en qué medida la violencia —tácita o expresa— ejercida por el poder —político, social, económico— puede avivar reacciones de resistencia o sumisión en quienes son testigos de ella o la sufren. Con ello da respuesta a una urgencia intelectual —tomar de la realidad la materia prima nove-lesca para devolverla transformada a quienes la han generado, despertando en ellos el juicio y la crítica—, necesi-dad cuya defunción se ha anunciado reiteradamente y que, sin embargo, resurge periódicamente como resistencia al autismo esteticista.

Esta concepción de la novela como puente dialéctico a la realidad se ha trazado históricamente bajo formas distintas y para nombrar estas diferen-cias se echa mano de epítetos y deter-minantes que acompañen al genérico “realismo”. La más reciente de estas denominaciones, la de “nuevo realis-mo”, agrupa autores que, como Rosa, han nacido en la segunda mitad de la década de los sesenta o en los setenta y buscan replantear, desde discursos narrativos, conflictos contemporáneos para los que no hay una respuesta satisfactoria, pero sí discursos legiti-madores del statu quo, tales como la evolución del capitalismo tardío y sus efectos, el cuestionamiento de la le-gitimidad ideológica de la Transición, la exigencia de reinterpretar el pasado histórico de guerra civil, franquismo y la subsiguiente salida en falso, el es-tatuto del intelectual y de la inteligen-cia ante las nuevas realidades sociales y, en general, los desequilibrios de la sociedad española contemporánea, patentizados a raíz de la última crisis financiera.

La obra de Rosa es una de las más significativas en este quiebro hacia nuevas formas de realismo, desde El vano ayer (2004), crítica de los dis-cursos narrativos dominantes sobre el franquismo, hasta la penúltima La mano invisible (2011), una angus-tiosa rehechura de la lógica laboral del capitalismo, en la que el trabajo aparece, bajo la irónica apelación a Adam Smith, como lo que ya Marx calificó: una transacción comercial en la que se establece un precio de mercado por la mano de obra sobre la que el empleado pierde todo derecho y el empleador obtiene una cuantiosa plusvalía. Ninguno de estos acerca-mientos tendría más valor que el pu-ramente especulativo si no fuera por la elaborada manipulación a la que Rosa, notable fabulador, somete a la escritura: ruptura de la voz narrativa, hibridación de géneros, alegorización, desdoblamientos, abismaciones, pro-fusos pasajes metaliterarios, intertex-tos y digresiones, grotescas parodias... En todas sus novelas hay una tensión por despojar al lector de modos mecánicos de aprehender la realidad. Su realismo consiste, precisamente, en representar acciones desacostumbra-das para enfocar aporías y contradic-ciones de una modernidad aquejada de adulteración e irracionalidad.

Abundan también algunos de estos procedimientos en La habitación oscura, en la que Rosa reincide en abordar narrativamente mediante lo inusitado la realidad más presente —la “crisis”, entre comillas—. Al libro, el editor le ha colocado una faja promocional en la que, amén de los ditirambos críticos al uso, reza el eslogan “La novela de tu generación”. Un colectivo anónimo perteneciente a esa generación, la de quienes rondamos, como el mismo autor, los cuarenta años, protagoniza la historia narrada, generación de seguridades disipadas y zozobras so-

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brevenidas, desmentida bruscamente en su cegadora certeza de habitar el mejor de los mundos posibles. For-man un grupo de cuyos antecedentes carecemos de referencias; tan solo los conocemos a partir de la instauración de una habitación oscura en el sótano de un local arrendado para celebrar encuentros festivos. A aquellos jóvenes, que son mujeres y hombres maduros en el tiempo del discurso, se les revela, a partir de un descubri-miento fortuito, el paradójico poder iluminador de la oscuridad: la absoluta negrura les ofrece un sexo gozoso y a veces colectivo. Precisamente una de las antítesis sobre las que se sostiene la novela es la de colectivo/individual.

El narrador enuncia la historia desde un nosotros, sujeto que en los tiem-pos de seguridades había hallado un proyecto común. Es un organismo que actúa por consensos tácitos, consciente de compartir un objetivo. De aquí procede el primer sentido de la metáfora de la oscuridad: anulación de la diferencia —las formas percep-tibles— en favor de la cooperación instintiva, prerracional. La habitación oscura narra precisamente el fin de una arcádica utopía, la primigenia habitación —ámbito de realización personal, de colaboración íntima expresada en lo sexual— convertida en ámbito de la negación y la retrac-ción —defensa, refugio—. El paso de una a otra supone una honda crisis de conciencia y de seguridad en la forma de habitar el mundo. La oscuridad significa igualmente el valor ante lo desconocido: en sus inicios, no había ningún miedo, sino que por el con-trario, el no saber atraía la voluntad de los personajes. Las primeras deser-ciones proceden precisamente de los timoratos y de los que se refugian en lo individual (la pareja) frente a lo colectivo.

El narrador describe aquellos tiempos como ingenuos, limpios y alegres: una inconsciencia confiada y aparente-mente inocente. Pero enseguida se plantea la duda sobre la racionalidad de aquella euforia. En su relato, se la equipara al sometimiento inadvertido de los personajes de una telecomedia al capricho de los guionistas; se revela un orden social que está plagado de lugares comunes que se digieren como ingrediente fundamental y en el que el consumo avala un nivel de bienestar. Aquella alegre ligereza se revelará falaz a la vuelta de la esquina. Y entonces, lo que había sido un todo —grupo, generación, clase— empieza a disgregarse en historias de sufrimiento: la de María y Raúl, Sergio y Olga, Jesús y Pablo, Víctor y Su-sana, Sonia y Eva... La fisura acomete cuando la comedia deja de resultar graciosa; primero por las acechanzas de la madurez y luego por la intem-perie del medio, la habitación termina por configurarse como espacio al que replegarse, perdida ya la actitud osada con la que había sido instituida. Pasa a ser “refugio”, “escondite”, “agujero”, “madriguera”… determinada por un mundo psicológico que se desmorona con el violento estrépito de despidos, desahucios, invasión de la intimidad, acoso, represión policial... Los perso-najes de la novela, que en su juventud dieron casi por casualidad con el feliz hallazgo de la habitación, encuentran ahora que carecen de estrategias para escapar de ella. La habitación oscura del consumo, de la explotación laboral consentida, de la competitividad y la insolidaridad se ha convertido con el tiempo en una trampa y por ello regresan casi alucinados a ella pese a las imprecaciones de Silvia para que abandonen el agujero y salgan a luchar a pecho descubierto contra el enemi-go común. El dilema que plantea la novela viene precisamente de la mano de dos personajes que renuncian a la

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habitación oscura, la de abajo, y con ella a su elusivo amparo. Son Silvia y Jesús, partidarios de responder a la violencia con dosis equivalentes, de resistir en vez de tener una actitud de defensa pasiva.

Nuevamente, Rosa, como ya hiciera en El país del miedo, materializa espa-cios psíquicos trazando cartografías precisas. Se trata de espacios que interpelan la conciencia moral del lector, incomodando su percepción del mundo y su intervención como sujeto de esa misma historia que está leyendo. En este caso, el “país” sigue siendo el del miedo, pero ahora la inseguridad y la violencia están más extendidas. El drama de estos indivi-duos no es tanto la precariedad de sus vidas como su enajenación: su estatu-to de sujetos que tocaron las primicias del bienestar para terminar descu-briendo que sus voluntades pendían del arbitrio de una voluntad superior, compuesta de fuerzas de seguridad, empresarios y otros poderes. Reducir

esta realidad a un espacio metafórico como la habitación oscura no la simplifica, sino que da a sus múltiples y confusas esquinas un sonido per-fectamente inteligible. Enfoca dilemas que afectan hoy, de manera directa, a nuestra condición histórica: hasta qué punto es aceptable ponernos a res-guardo de una realidad amenazante o luchar contra ella, acatar los límites de la legalidad o transgredirla en virtud del imperativo superior de justicia, dónde ubicar los límites morales de la violencia en esta lucha, de qué ma-neras desarrollar la solidaridad y hasta dónde estamos obligados moralmente a ejercerla, qué implica la privacidad en el mundo contemporáneo... La habitación oscura es pues un ejercicio de realismo —habría que discutir si “nuevo”— que no representa objeti-vamente la realidad, sino que la desci-fra, enfrentándonos al imperativo de hacernos responsables del tiempo presente.