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No Sólo la Lluvia Cae del Cielo

No sólo la lluvia cae del cielo

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Diario de Caminante ( tomo II ) La Legoriza 2014

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Page 1: No sólo la lluvia cae del cielo

No Sólo la

Lluvia Cae del

Cielo

Page 2: No sólo la lluvia cae del cielo

Capítulo primero:

La estación está desierta. Un perro vagabundo ronda por

el andén. El tren se detiene. El Joven Caminante lleva tan

sólo una mochila a la espalda. Decidió marcharse de la

ciudad por unos días. Dijo a todos que se iba a respirar

aire puro, que le hacía falta desconectar, sin más

explicaciones. Así son las cosas a veces.

El sendero que recorre pasa por la orilla de un río de

aguas tranquilas; el agua salta jugando entre las piedras.

Camina. Hace calor y los árboles de la ribera le regalan su

sombra. El perro flaco del apeadero le sigue cauteloso a

cierta distancia. Van pasando las horas y el cansancio se

acumula en sus piernas, es hora de parar pues se acerca el

ocaso. Como si el destino jugara a su favor descubre en un

recodo del sendero un refugio que las estaciones y los

elementos han respetado. Decide hacer noche como huésped de

un desconocido y ausente anfitrión que, sin saberlo, tanto

le facilita hoy la vida. El perro se acerca con timidez y

finalmente se acurruca a su lado con las orejas gachas y

los ojos mansos. Parece que ahora tiene un compañero.

En el oscuro cobijo descubre una vieja maleta y a su

lado un hermoso candil. Mira por los alrededores esperando

hallar a su dueño. No hay ni un alma por allí. Sin poder

contener su curiosidad, deja su mochila a un lado y abre el

equipaje del desconocido: dentro hay un espejo roto, un

catalejo, un trozo de piel, una pluma estilográfica y un

cuaderno con las tapas hermosamente trabajadas. Lo toma

entre sus manos y lo abre con cuidado. La luz de su frontal

ilumina la primera página. Mira la afilada letra

manuscrita. Parece un poema o una canción. Se pregunta

quién será su dueño. Hojea las primeras hojas de lo que

parece ser el Diario de alguien que se llama a sí mismo El

Caminante.

La noche es clara y el perro de color canela ladra a la

luna.

Continúa leyendo más adelante:

“No sólo la lluvia cae del cielo”

Page 3: No sólo la lluvia cae del cielo

Capítulo segundo:

No sólo la lluvia cae del cielo.

El perro color canela sigue ladrando a la luna, que

asoma tímida entre las nubes. La luz del frontal ilumina

las hojas.

“No sólo la lluvia cae del cielo”, repite en voz alta

intentando comprender el sentido de las palabras. Pasa la

página y lee:

“Queda aquí mi vieja maleta de Viajero, la que por tantos senderos

me ha acompañado. Dejo en ella mis pertenencias más queridas, aunque

puedan parecer poca cosa. Lo más valioso es el Diario que un día recibí

de alguien desconocido. No sé quién lo escribió, pero sé que nos unen

muchas cosas. A ti, Joven Caminante, están dedicadas las letras que

añadí. Quizá esto que escribo te sea de ayuda. Si es así, daré El

Camino por bien andado. Para alumbrarte dejo el candil, que su luz te

conforte y acompañe.

Yo, como todos, aspiro a la felicidad, sin saber muy bien qué es lo

que sea. Durante algún tiempo sólo levanté la vista al cielo para

comprobar lo inminente de una tormenta, pocas veces me paré a pensar

seriamente que la lluvia, más que una incomodidad, pudiera ser una

bendición y que muchas otras maravillas pueden verse en el firmamento.

Mi vida transcurría entre tareas y preocupaciones que me parecían muy

importantes entonces, no había espacio para dedicar un solo minuto a la

contemplación celeste. Hoy, cuando escribo esto, muchos de aquellos

asuntos ocupan un segundo plano. Finalmente entendí que eran otras las

cuestiones realmente trascendentales de la existencia. Y alcé un día los

ojos para mirar, quizá por primera vez, lo asombrosamente bello que es

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el cielo cuajado de estrellas. Y sentí que yo era parte de algo

inexplicable, y que no sólo la lluvia cae del cielo.”

El Joven Caminante piensa que aquel cuaderno no es más

que una colección de tonterías de alguien que tal vez se

cree una especie de gurú. Pero como no tiene nada mejor que

hacer, decide dar uso al viejo candil, que parece esperar

ser encendido, y seguir con la lectura. La luz que

desprende la vela es cálida como un abrazo. El perro come

ávidamente los restos de su cena mientras él continúa la

lectura: No sólo la lluvia cae del cielo.

Pero en el silencio rotundo de la noche se sintió

diminuto y grandioso a la vez.

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Capítulo tercero:

Pero en el silencio rotundo de la noche se sintió

diminuto y grandioso a la vez.

El Joven Caminante continúa la lectura:

“Si tienes la suerte de gozar de una noche despejada y de ver las

mismas estrellas que un día aquí me contemplaron, míralas, lector, y

siente tu insignificancia. Ya sé que eso no te gusta, que te incomoda,

pero es bueno a veces saberse así, un grano de polvo en la inmensidad de

lo creado. ¿Has pensado qué harías si quedaras una noche en medio de

un lugar desconocido, en la más completa oscuridad, absolutamente solo,

sin fuego que te alumbre, agua, comida o abrigo? Yo me quedaría

agazapado y quieto a esperar la luz del día, intentando ahuyentar el

temor y las ideas terribles que me asaltarían al sentir a mi alrededor,

como una amenaza, el más mínimo ruido. Tendría pánico. Me sentiría

la criatura más indefensa de este planeta, porque en realidad lo soy.

Cualquier animal tiene más armas que yo para sobrevivir por sí mismo.

Pensarás tal vez que a ti no te pasaría esto de ninguna manera y me

alegra que lo creas, pero es mentira. El miedo forma parte de la

naturaleza humana.

Si logras aceptar esto sin discutir, percibirás lo que la palabra

humildad significa en verdad. Pero al mismo tiempo, sabiéndote apenas

un cúmulo de materia que un día desaparecerá, sabrás que eres un ser

capaz de pensar, de amar, de crear, de imaginar; eres una maravilla

de la ingeniería divina.”

El Joven Caminante alzó la vista y miró hacia lo alto.

Las estrellas temblaban. Preparó un fuego pues la noche se

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estaba volviendo fría, y al amparo de las llamas siguió

leyendo.

“Ningún otro ser creado mira al cielo y se pregunta quién es… ¿Y

tú, desconocido lector: te has preguntado alguna vez quién eres? ¿Te has

mirado de verdad en el espejo?”

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Capítulo cuarto:

El resplandor de la hoguera iluminaba el refugio. Los

leños chisporroteaban. El Joven Caminante tomó el cuaderno

y siguió leyendo.

“Y tú, ¿te has preguntado alguna vez quién eres? ¿Te has mirado

de verdad en el espejo?

Yo pasé mucho tiempo pensando que lo bueno que me ocurría lo

merecía de sobra y que lo malo era fruto de la confabulación del universo

entero contra mí. Así pasaban mis días, en una ceguera cobarde. Pero

tuve que echarme al camino y no me quedó más remedio que crecer a

fuerza de golpes o afortunados encuentros, y he de decir que aprendí

algunas lecciones. No todo el mundo crece, ¿sabes?

Aprendí que soy yo quien construyo mi destino, y este

descubrimiento fue trascendental. Supe que son mis decisiones, las

buenas y las malas, las que van dibujando casi todo mi retrato. A veces

mis errores me han hecho caer, a veces el destino me sorprendió con

alguna mala pasada, con sufrimiento inmerecido, pero aún así yo soy el

único responsable de lo que fui, soy y seré. Puedo dejarme vencer por las

dificultades, bajar derrotado los brazos sin pelear esperando que un

golpe de suerte me cambie la vida. Puedo compadecerme de mí mismo

tanto como quiera, no aprender de los fracasos o, por el contrario,

decidir que hay metas que alcanzar, pasos que dar, cosas que hacer y

decir.

Page 8: No sólo la lluvia cae del cielo

Y cuando siento que vuelvo a mis viejos pensamientos

autocomplacientes, los que me convierten en esclavo y no en amo, me miro

en el espejo que llevo siempre conmigo para preguntarme, crudamente y

mirándome a los ojos, quién soy. Lo hago para recordarme lo que aspiro

a ser y quién no quiero ser. Porque me ha sido dada gratuitamente la

capacidad de pensar, de sentir, de soñar, de amar, de crear, de diseñar

mi mapa del mundo, mi carta estelar.”

El Joven Caminante recuerda que en la vieja maleta vio

un trozo de espejo roto. Lo coge y observa la imagen que le

devuelve.

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Capítulo quinto:

Quedan sólo ascuas en la hoguera. El espejo roto le

devuelve su imagen envuelta en la penumbra. Coge una manta

y se cubre con ella, pues vuelve a hacer frío. El café que

preparó está muy caliente. Abre el cuaderno y lee a la luz

del candil:

“Para decirme quién aspiro a ser y quién no quiero ser. Porque

me ha sido dada gratuitamente la capacidad de pensar, de sentir, de

soñar, de amar, de crear, de diseñar mi mapa del mundo, mi carta

estelar.

Lo más sencillo fue saber lo que no quiero ser, recordar aquello que

me hace maldecir a veces a la raza humana. No quiero servir a la

injusticia, a la violencia, al abuso del débil. No quiero ser el corrupto,

el prepotente, el desleal, el egoísta, el manipulador, el racista, el

fanático, el insensible al dolor ajeno, el trepa, el que se hace siervo de la

imagen, el que adora lo material como al dios supremo y olvida

alimentar con amor y belleza su espíritu. No quiero vivir en soledad,

quiero dejar alguna huella de mi existencia, algo que hable de mis

pequeños o grandes sueños, de mis legítimos anhelos, de mi lucha, de lo

que amé, de lo que fui capaz de dar y de todo lo que, agradecido, recibí

de otros.”

Las estrellas ofrecían un espectáculo asombroso. El

lector buscó en la noche el lucero más brillante.

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Capítulo sexto:

Las estrellas ofrecían un espectáculo asombroso. El

Joven Caminante buscó en la noche el lucero más brillante.

La luz temblorosa del candil ilumina las palabras.

“Porque yo he sido a veces aquello que nunca quise ser. Sucumbí

ante los embates de la tormenta y pudo más el dolor que la esperanza.

Formé parte del ejército de los Sin Alma, fui uno de aquellos que se

conforman con vegetar en lo pequeño, lo estrecho, lo egoísta y mezquino.

Mi espíritu quedó extraviado en algún lugar esperando ser rescatado.

Todos tenemos nuestras noches oscuras y terribles.

¿Dónde se perdió aquel que fui un día, aquel que soñé con ser?

Parecía no quedar nada del Andariego. Miré al espejo y me vi

gritando, maldiciendo el silencio que me rodeaba, hundiéndome en mi

sufrimiento. Odié a todo y a todos, y sobre todo a la luna que brillaba

pálida, indiferente y eterna.

El gastado macuto lloró por el amigo perdido, pude sentirlo. Una

noche, una tímida estrella brilló solitaria en el firmamento para mí. El

tiempo pareció detenerse y sólo entonces fui capaz de recordar las cosas

que en el Camino me acompañaron, aquellas que, de niño, sencillas y

luminosas, recibí, las que dieron sentido a mi infancia; después vinieron

las grandes palabras, las que se escriben con mayúsculas, los ideales

que hicieron latir mis venas y dieron alas a mis sueños. Y mi mente voló

hasta los amores compartidos con mi gente, aquellos que son de mi

misma sangre y aquellos que fueron mis compañeros de ruta, senda y

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aventuras. Pensé en todo lo valioso que llenaba mi mochila, los

compañeros de viaje que elegí un día.

Y fue entonces que la soledad y el dolor cedieron paso a la fe, y

firmé un tratado de paz con el mundo, con la vida y conmigo mismo. Y

decidí volver a caminar con mis semejantes, esos otros tan imperfectos y

terribles a veces como yo mismo. Aprendí a perdonar y quise ser

perdonado.

Y la noche se volvió mi amiga.”

El Joven Caminante rogó porque las sombras no le

rozaran, pero supo que no podría esquivarlas. Como

adivinando sus pensamientos, “Canelo”, -al que dio ese

nombre por su color-, lamió sus manos y supo entonces que

la soledad nunca es absoluta.

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Capítulo séptimo:

El Joven Caminante acarició a “Canelo”, su nuevo

amigo, que decidió echarse a dormir. Recordó que en la

gastada maleta había un catalejo, lo tomó y miró al

firmamento; parecía que podía tocar con sus manos el cielo.

Desplegó después el trozo de piel que reposaba en el fondo.

Algún significado debía tener. Si algo aprendió aquella

larga noche en vela era que el Viajero guardaba en su

equipaje cosas con un extraño sentido, que ahora él tenía

que descifrar. Le pareció que era la representación de un

rústico mapa celeste. Reconoció las formas que hacía años

alguien le enseñó, pero que por algún motivo habían sido

rebautizadas. El loco del Diario, en un acto de soberbia,

arrebató a los griegos y a los astrónomos el poder sobre

los astros. Y nombrándolas creó un universo suyo,

particular y extravagante.

Tomó el Diario esperando encontrar las claves que

aclararan el enigma:

“Y la noche se volvió mi amiga.

Y fui recordando a aquel que fui y el ejemplo recibido. Y escuché,

como si aquí mismo estuvieran, las sabias palabras de todos los que han

sido mis maestros.

Y fue entonces que decidí, en su honor, dar un nombre nuevo a las

constelaciones. Me sentí el amo del cielo. Y pensé en ellos y en toda la

buena gente que mora la tierra y el más allá, en las Gentes con Alma

que antes que yo soñaron, y en las que seguirán soñando un mundo

mejor, después de mí. Seremos todos, un día, sublime polvo de estrellas

aguardando la reunión con el Creador. Y habitará en cada una de ellas

el espíritu de los que llamaré “Los Aventureros”, “Los Justicieros”,

“Los Buscadores”, “Los Benéficos”, “Los Amados”, “Los Valerosos”

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y “Los Constructores”, para que las gentes sepan de sus virtudes,

porque así lo quiero…

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Capítulo octavo:

“Y habitará en cada una de ellas su espíritu, la luz de los que

llamaré “Los Aventureros”, “Los Justicieros”, “Los Buscadores”,

“Los Benéficos”, “Los Amados”, “Los Valerosos” y “los

Constructores”, para que las gentes sepan de sus virtudes y porque así

lo quiero.

Se reconoce a “Los Aventureros” porque miran con espíritu curioso

y van siempre más allá de las vías trazadas y los límites establecidos.

Viven su existencia como un juego apasionante y en lo pequeño o lo

grandioso buscan lo que nadie más intuye, lo que sólo a ellos está

destinado.

Y van siguiendo las huellas que sus semejantes dejaron sobre la

tierra, en el mar y el aire, en los abismos y las cumbres, en el bosque,

en el asfalto y la piedra. Van abriendo sendas nuevas, rutas

insospechadas que legarán a otros.

Gustan de andar en compañía, pues El Camino es lugar de

encuentro entre maestros y aprendices, entre iguales y extraños que pronto

dejarán de serlo, para formar parte de la Fraternidad de los

Andariegos. Mas no reniegan de la soledad para medir sus fuerzas,

para retarse, para saber de qué pasta están hechos.

Siempre un poco más allá, siempre un poco más alto y más

lejos.”

Y al Joven Caminante le fue regalada aquella noche una

luna como pocas veces se ve, y contemplándola se quedó

meditando en todo lo que hasta ese momento había leído.

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Capítulo noveno:

Y al Joven Caminante le fue regalada aquella noche una

luna como pocas veces se ve, y contemplándola se quedó

meditando en todo lo que hasta ese momento había leído.

Y quiso saber más de los pobladores de estrellas, y un

nuevo capítulo le siguió desvelando su esencia:

“Los llamados “Justicieros” tienen el espíritu en llamas, a veces,

la mirada feroz y retadora. No callan su voz ante la iniquidad, el

abuso, la crueldad o el dolor infringido a los humildes e indefensos.

Gritan y se rebelan. Pagan muchas veces caro su atrevimiento pues el

mal los persigue con saña, quisiera maniatarlos, silenciarlos, convertirlos

en mansas ovejas que quedan adormecidas en el redil.

“Los Justicieros” vagan por los caminos, son los guardianes de la

dignidad humana, ésa que queda mancillada por el prejuicio, la que

queda sepultada en las catacumbas, los guetos, los prostíbulos o las

cárceles del pensamiento único. Son aquellos que curan las heridas de los

niños humillados, de los dolientes y olvidados.

“Los Justicieros” tienen el alma y las manos anchas, parece caber

en su pecho el mundo entero.”

“Canelo”, que algo de lobo viejo guardaba en su

interior, aulló a la enorme luna que los contemplaba,

rindiendo culto a su naturaleza profunda.

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Capítulo décimo:

“Canelo”, que algo de lobo viejo guardaba en su

interior, aulló a la enorme luna que los contemplaba,

rindiendo culto a su naturaleza profunda.

El Joven Caminante miró pensativo el astro y sintió

que algo de “Los Justicieros” y “Los Aventureros” habitaba

en él. Era hora de seguir leyendo.

“Los Buscadores” son las almas inquietas, los que persiguen y

anhelan la Verdad sin acabar de hallarla, los de la duda que reclama

respuesta. A veces envidian a los que acumulan certezas sin

cuestionarlas, a quienes parecen cómodos y felices con el estado de las

cosas, pues el sendero de la búsqueda sabe de soledades, indiferencias y

desamores.

Pero está en su naturaleza la inconformidad. Y su afán de

descubrimiento les lleva a veces tan lejos, que nada después de ellos será

nunca como fue.”

El Joven Caminante hace recuento de sus certidumbres y

de las inquietudes que, como aguijones, laceran a veces su

espíritu. Confía en que la vida le irá dando respuestas,

pero sabe también que siempre habrá nuevos dilemas y nuevos

aprendizajes.

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Capítulo undécimo:

El Joven Caminante hace recuento de sus verdades y sus

dudas que, como aguijones, laceran a veces su espíritu.

Confía en que la vida le irá dando respuestas, pero sabe

también que siempre habrá nuevos dilemas y nuevos

aprendizajes.

La llama del candil se estremece. El viento se desata,

el bosque canta su canción verde e insondable. Sus dedos

acarician el papel.

“Los Benéficos” embellecen la tierra entonando canciones que

acompañan a las gentes en su diario caminar, alegrando sus días o

sirviendo de bálsamo en sus penas y desamores. Los Benéficos se elevan,

llevándonos con ellos a universos irreales y fantásticos en los que habitan

genios y hadas, caballeros andantes con sus rocines y sus damas o seres

llegados de tierras exóticas y lejanas.

Llenan de color, de poesía, de magia y de emoción la tierra

entera. Nacieron con el don de hacer felices a otros. Son los hechiceros

de la tribu que convocan a los espíritus de la belleza y la imaginación

valiéndose del genio creador que les fue concedido.”

El Joven Caminante toma un tizón de los restos de la

hoguera y se dibuja a sí mismo en el cuaderno. Se da

permiso de hacerlo para dejar testimonio de que alguien

recibió de aquel otro Caminante su herencia, pues la

consideraba ya suya.

Quiso formar parte de aquella hueste de Gentes con

Alma que empezaron a parecerle tan cercanas y admirables.

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Capítulo duodécimo:

El Joven Caminante quiso formar parte de aquella

hueste de Gentes con Alma que empezaron a parecerle tan

cercanas y admirables.

Era hora de decidir si él, tan lleno de defectos y

limitaciones, era capaz de asumir la exigente misión de ser

faro que alumbra a otros.

Y la noche le sorprendió con un fantástico baile

estelar. Los astros jugaban mientras él se tendía sobre la

hierba, agradeciendo poder ser testigo de aquella danza

magnífica.

Y leyó con las estrellas sobre él.

“Los Amados se vacían dándose, derramándose generosos en

otros. Tan humildes son que parecen no saber que son la sal de la

tierra, la buena simiente.

Su amor es incondicional, no juzgan, son bondadosos. Irradian

una luz especial. Entran de puntillas en el corazón y allí se quedan para

siempre. Dejan una huella imborrable y son amados por sus virtudes y

su entrega. Su lema y divisa es el servicio a sus semejantes. No sabrían

vivir de otra manera.

Según mi entender de humilde Caminante, ésta es la virtud

principal que debe adornar a todo ser humano, pues el que no es capaz

de salir de sí y darse, está condenado a vivir la más gris y triste de las

existencias.”

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Capítulo decimotercero:

“Según mi entender de humilde Caminante, el espíritu de servicio

a los demás es la virtud principal que debe adornar a todo ser humano,

pues el que no es capaz de salir de sí y darse, está condenado a vivir la

más gris y triste de las existencias.

“El grito arrogante de “Los Valerosos” retumbó en el silencio.

Llamo así a quienes enfrentan las dificultades a cara descubierta, los

que en la derrota se crecen, aquellos que jamás se dan por vencidos, los

de la fuerza interior.

Se asemejan “Los Valerosos” a los árboles viejos de robustas

raíces, que resisten la embestida de sequías y tempestades. Tienen la

sonrisa franca y abierta, pero se atisba en su mirada el leve rastro de

los dolores padecidos, las cicatrices del guerrero vencedor de mil

batallas.

La mañana los encuentra dispuestos y decididos. Son “los amos

de su destino, los capitanes de su alma”.

Y en el final de sus días la muerte los toma dulcemente de la

mano y las gentes los guardan en su memoria por los siglos de los

siglos.”

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Capítulo décimo cuarto:

“Y en el final de sus días la muerte toma a “Los Valerosos”

dulcemente de la mano y las gentes los guardan en su memoria por los

siglos de los siglos.”

El Joven Caminante apura las últimas horas de aquella

noche extraordinaria. “Canelo” duerme profundamente, quizá

sueña con anchas praderas. Queda muy poco por leer.

“La última constelación habitada por los Seres con Alma es la

Casa de “Los Constructores”.

Ellos cuidan de los tesoros antiguos, la herencia recibida de sus

ancestros, la que no se desgasta con el tiempo. Pero son los dueños del

futuro, son los visionarios.

El orbe de los sueños les pertenece. Sueños que hacen realidad,

que toman forma y se encarnan. Son cimiento y pilar, mapa y brújula,

anhelo y tarea.

Una vez, y otra vez, y una vez más…

El mundo les habla y ellos escuchan. Escuchan y comprenden. Y

sueñan. Y anuncian las Buenas Nuevas.”

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Capítulo décimo quinto

“Una vez, y otra vez, y una vez más…

El mundo les habla y ellos escuchan. Escuchan y comprenden. Y

sueñan. “Los Constructores” anuncian las Buenas Nuevas.”

El Joven Caminante reanudará pronto la marcha. Duda si

llevarse los regalos encontrados en aquel lugar. Es hora de

partir. Lee con nostalgia anticipada el último capítulo.

“Me despido de este cielo, de esta larga noche de encuentro que

explica quién soy. Emprendo de nuevo el Camino con las estrellas como

guía. Me marcharé sin nada, pues nada necesito. Dejaré en este lugar

mis pocas pertenencias y mis recuerdos.

El Caminante y yo somos uno, unidos por la fe que nos alienta.

Ahora te toca a ti, que lees este Diario, echar a andar, tú que con

mirada nueva todo lo contemplas. Recuerda que no sólo la lluvia cae del

cielo. Ojalá derrame sobre ti amor, serenidad y sabiduría, Que seas

feliz y puedas hacer felices a otros. Que tu vida, Joven Caminante, sea

larga y fecunda,

Antes de partir elevo una oración que nace de todo aquello que amo

y en lo que creo. Estos son los tesoros que forman mi carta celeste.En

esto creo, a esto aspiro:

Plegaria del caminante:

Que logre ser tenaz y esforzado constructor de mi destino.

Page 24: No sólo la lluvia cae del cielo

Que sepa ver la dignidad de todo ser humano, sea quien sea y esté

donde esté.

Que mi voz no calle jamás ante lo injusto y clame en un grito que

despierte al dormido.

Que la libertad, tuya y mía, sea bandera y búsqueda incansable.

Que en la vida aprenda a rendir culto a la amistad en el altar de

lo importante.

Que tome, como un tesoro inapreciable, el consejo de los buenos y

los sabios.

Que en mis ojos queden rastros de luz y de esperanza aún en la

más oscura tormenta.

Que la alegría y la humildad vistan mis días.

Que mis pasos recorran, creadores e incansables, los senderos de

mi patria hermosa.

Que servir sea siempre mi camino.

Y que Dios, con su mirada siempre amorosa, cuide mis pasos.

¡Así sea!

El Joven Caminante escribe su nombre en la siguiente

página en blanco, guarda con cuidado en la vieja maleta el

catalejo, la piel con el mapa de estrellas, la pluma, el

Diario y el espejo para que esperen allí al siguiente

visitante. Apaga la luz del candil, se pone el macuto al

hombro, sale de la choza, mira el sol que despierta en el

horizonte y, seguido del fiel Canelo, continúa su Camino.

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