1
SÁBADO, 15 DEJUNIO DE 1968 LA VANGUARDIA ESPAÑOLA Página 13 SIGNOS RAS EN LA CALLE \ JUSTÁBAMOS en el despacho del di- , rector del periódico — no éste — recibiendo por teléfono y telégrafo la; últimas noticias del momento extraor- dinario que vivía el mundo asesi- natos, guerras, revoluciones y asal- tos —. La delimitación 'cronológica es lo de menos en estas 'reflexiones: lo mismo podía estar radicado el minuto en los días recientes de Nueva York que en 1914 en París, el 1936 en Ma- drid o el 1939 en Berlín, para dedu- cir la procedencia del virus humano que pudría las raíces del instante uni- versal. Sonó insistentemente el timbre del teléfono sobre la mesa del director, y éste descolgó el receptor. Vi en su fiara un gesto de asombro y, al vol- verlo a colocar sobre las orquillas del aparato, me dijo escuetamente: «Suba usted a mi automóvil y vaya ense- guida a la población cercana donde el circo de su amigo Mr. Reynauld está actuando. Parece que ha ocurri- do algo importante». ¿Se ha quemado la carpa? — pregunté —. Algo peor. Se han escapado tres panteras de la jaula, y están sembrando el terror en toda la comarca. Cuando regrese us- ted, seguiremos hablando del articulo de 1 fondo para el número de mañana. Por el camino recordaba a Mr. Rey- nauld. Era un hombre simpático y energético que, por su casamiento con la hija de un gran empresario de cir- cos francés, había logrado su constan- te sueño de dirigir «troupe» propia, después de haber actuado en la pista de su sUeg'ro como trapecista, doma- dor, payaso y caballista. Hombre de ingenio despejado y deseos de cultu- ra, habíase formado lentamente soli- citando ¡a amistad de los intelectuales de cada población que visitaba en sus giras artísticas. Recuerdo perfecta- mente su curiosa descripción de la «metafísica» del circo, Veía en él la proyección del mundo y delas clases sociales: las fieras eran los más fuer- tes; los equilibristas, los banqueros y hombres de finanzas; los monos y orangutanes, eternos imitadores de lo que teman más cerca, y. dúctiles al en- gaño por un puñado de cacahuetes o por un grito de mando, eran para Mr. Reynauld el símbolo de los com- ponentes de tas grandes masas; los ele- fantes <ie su zoo representaban a los llamados «grupos de presión», podero- sos, terribles en sus momentos nervio- sos, y cobardes, temblorosos, en cuan- 'to entraba, en la jaula un ratoncillo. Por último, . los payasos reproducían el concepto qué Mr. : Reynauld tenía de los políticos que, según él, se disfra- zan fácilmente, ocultando sus caras, in- ventando absurdos trucos, proclaman- do sandeces, pero haciendo reír siem- pre cuando se peleaban entre ellos o descubrían la trampa de sus juegos malabares. Llegamos al pueblo cuando termina- ba mi recuerdo de] pintoresco direc- tor y lo encontré a la puerta de la carpa, derrumbado sobre una silla y con las manos en ia cabeza. No era el hombre de la «metafísica». Quise ani- ;-marle recordándole que, por mi parte, había contestado a sus lucubraciones con la relación de hombres notables que también habían usado de tal me- tafísica en sus momentos de desespe- ro: Papini vio en la cabeza mongólica áe Lenin un queso viejo y feo; a Apo- llinari le parecía la torre Eiffel la guitarra del cielo; Rosa Chanel quería ir a la vida eterna «en el "sleeping" de la esperanza»; Pierre Louys habló del «parque aéreo del recuerdo» y Benjamín Jarnés creía que al anoche- cer, el día se va pudriendo, porque se ío comen los gusanos de las estrellas. ¡. La comparación de su metafísica con 'la de cinco pensadores de primera fila pareció calmarle y, entre abrazos y so- llozos, me dijo que la noche anterior se escaparon las tres panteras. El pue- blo estaba aterrado, fuerzas del Ejér- cito, Guardia Civil y particulares ar- mados realizaban batidas para cazar- las. Tres panteras en libertad eran al- go más que un peligro público; signi- ficaban el fracaso de. una organiza- ción circense, la irresponsabilidad de sus directores y el desprestigio de un sistema. Le pregunté cómo pudo ocu- rrir, y, dándose puñetazos en el pe- cho, me dijo: —Yo y mis colaboradores de direc- EXCEPCIONAL REGALO VAJILLAS a todos sus consumidores en Barcelona ción tenemos la culpa. Nos iban las cosas muy bien, ganábamos mucho dinero y el éxito nos acompañaba por todas partes. Nos llegamos a creer omnipotentes y omniscientes. .Y la rí- gida disciplina, el orden perfecto, la constante seriedad de nuestra vida co- munal se fue relajando. En las cua- dras, los mozos de limpieza comen- zaron a flojear, pidiendo más sueldo y menos trabajo. El mismo Paco, al servicio de las panteras, se había vuel- to .malhumorado, perdiendo el tiempo en lecturas de periódicos y folletos que un amigo le traía dela ciudad y que luego comentaba con toda la com- pañía, incitándoles a la rebelión. Se- guramente Paco no engrasó bien las bisagras de la jaula; o se descuidó en apretar los resortes de seguridad, y quién sabe si él mismo las abrió para arruinarme. ¡Paco, sólo Paco, es el culpable! Entonces me permití decirle: ¿Usted cree que él sólo? Después de todo lo que me ha contado, tengo mis dudas. Las manos habrán sido lasde Paco, pero la inducción que le llevó a ha- cerlo, ¿no proviene de toda 'la moli- cie y.de la soberbia de que usted mis- mo se acusa? sonaron a lo lejos unos uros y a poco aparecieron unos hombres tirando de un carro donde yacía una panter, muerta. De las otras dos no había ras- tro. Mr. Reynauld me dijo: ¿Cómo vol- ver esas fieras a la jaula? La salida había sido facilísima, pero la reinte- gración a la disciplina, al orden y a la reglamentación del circo parecía algo imposible o, por lo menos, difícil. Terminado el reportaje regresé al periódico, El director me preguntó si había pensado el tema del artículo edi- torial, que había quedado pendiente con mi rápida salida. Le dije que muy bien podría ser sobre «la metafísica de Mr. Reynauld aplicada a nuestros días». Arrugó unpoco el ceño. Luego me indicó amablemente que evitara rozar toda clase de susceptibilidades y por fin, me rogó que no me ensañara demasiado humillando a las panteras porque todavía estaban en la calle. Me acordé de Mr. Reynauld dando gritos alrededor de la pista, y evocando su propio simbolismo me pareció ver en su figura al mulo de la noria que re- corre kilómetros y kilómetros sin mo- verse del mismo sitio. Pablo VILA SAN-JUAN FANTASÍAS NOTAS DEL MARCIANO Al tripulante de uno de estos objetos que llaman platillos volantes, se lecayó un libro de notas. Decía así: TE escribo en lenguaje terrestre para que sigas haciendo práctica con vistas a la proyectada invasión de la Tierra. Informo sobre costumbres de sus habitantes, según algunos datos obtenidos con mi cubierta invisible. Desde luego, son una gente muy especial, como podrás ver. En verano, cuando tienen calor, se van a la playa a tomar el sol. Y el invierno se lo pasan a la sombra Cuando llueve, para no mojarse, usan un aparato, que llaman para- guas, que tiene el mango precisamente donde tienen que colocarse ellos, con lo que resulta que siempre semojan poco o mucho. Para descansar, estiran todo el cuerpo, y suelen hacerlo en una cama que nunca es bastante larga para poder estirarse del todo. Se acuestan sin tener sueño y cuando tienen sueño se levantan. Las mujeres se ponen batas largas para estar por casa, cuando só- lo las ven sus maridos, y casi se desnudan para salir a la calle, cuando las ve todo el mundo. A los niños pequeños, que pueden hacerse daño al arrastrarse por el suelo, les hacen andar con las piernas al aire, y a las personas mayores, que no se arrastran, les tapan las piernas con pantalones (salvo cuando hacen deporte y pueden volver a caerse al suelo, en cuyo caso vuelven a destapárselas). Los jóvenes, que trenen ganas de gastar dinero, no. tienen dinero. El dinero lo tienen los viejos, que no saben qué hacer con él. Los jóvenes, a pesar de quedarles mucho tiempo de vida, lo hacen to- do de prisa, como si les faltara tiempo, y los, viejos, quedándoles tan po- co, lo hacen todo despacio, como si tuvieran tiempo de sobras. Hay unos hombres, llamados profesores, que saben más cosas y se las enseñan a los que nolas saben, que llaman, alumnos; y no obstante, los que preguntan son los profesores y los alumnos no. Hay otros que leen, y escriben mucho, que llaman intelectuales, los cuales se critican siempre mutuamente más de lo justo, hasta que uno de ellos se muere y entonces lo alaban más de lo debido. Pero, eso sí, tienen tantas cosas en la cabeza que a veces no les queda sitio para el sentido común. Cuando ven quepor casualidad una» cuantas cosas concuerdan, se reen en seguida que han descubierto una ley natural, y si luego les sa- e una cosa que no concuerda la llaman una excepción, y entonces dicen que la excepción confirma la regla, y se quedan tan satisfechos. Consideran que es una cosa mal hecha que uno mate a otro; y si lo hace, muchas veces lo matan a él, y de este modo en vez de una cosa mal hecha resultan dos. Cuando uno quiere matar a alguien, por nías deseos que tenga de hacerlo, la ley se lo prohibe, y cuando nadie tiene ganas de matar a na- die, se ponen a hacer guerra y se matan a millares. Siguen la religión cristiana, que alaba a los pobres y censura a los ricos y, no obstante, creen más en Cristo los ricos que los pobres. Hay algunos que glorifican a los, humildes en la tierra sin esperar que se los glorifique en el cielo, con lo que resulta que dejan dle ser humildes y ya no se les puede glorificar ni en un sitio ni en el otro. Quieren que Dios haga todo lo que ellos quieren y únicamente cuan- do no pueden hacer lo que ellos quieren «s cuando dicen «que sea lo que Dios quiera». Ayudan a los desgraciados, pero sólo un poquito; nunca del todo. Co- mo si dijéramos: cuando ven que uno se ahoga, le dan La mano, pero no lo sacan del agua. A los locos los meten en un manicomio, a los enfermos, en un hospi- tal, y al que no saben seguro si está loco o enfermo lo meten en la cárcel. Han inventado una ciencia para cruzar bien a los animales y no ha- cen nada para cruzarse bien ellos. Porque si celebran un contrato han de estar serenos, pues si no el contrato no, vale, pero para el contrato más im- portante, que es el del matrimonio, no han , de estar serenos sino, al con- trario, lo más apasionados posible. • •' . Utilizan la química para hacer los perfumes y no 'saben nada de quí- mica los que hacen la comida, y el pan, que les gusta blando, se les pone seco, y las galletas, que les gustan secas,, se les ponen blandas. Publican constantemente unas cosas, que llaman anuncios:, que todo el mundo sabe que son mentira y a pesar; de esto todo el mundo hace ca- so de ellos como si fueran verdad. '• ,. '••'!;>'•"''':'"•••"•'. Aseguran que son sociables por naturaleza, pero cuando suben al tren buscan un departamento en el que no haya nadie. Para vivir tranquilos tienen lo que llaman autoridades y para evitar que la autoridad pueda caer en manos de algún loco han acordado que to- do lo decidan miles de tontos. Tienen varios lenguajes para no entenderse, pero con uno solo tam- poco se entienden porque lo usan mal. En lugar de decir «yo creo» di- cen «es verdad», en lugar de «me gusta» dicen «es bello», y en lugar de «me conviene» dicen «es justo». También dicen «crerta edad» cuando es incierta y «seguramente» cuando no hay seguridad. A la semana la lla- man ocho días y a los catorce días, una quincena. Al juzgador lo llaman Juzgado, al contador; contable, al comedero, comedor, al seguro de muerte. seguro de vida, y al peligro de vida peligro.de muerte... Francamente, coa una gente así no sé si vale la pena aterrizar. Salvador EURAS CINE Y POLITSCA NRIQUE URE EN sus minoritarias sesiones de cine, el British Institute de Barcelona ha repuesto hace poco el «Enrique V», de Shakespeare, dirigido y protagoni- zado por sir Laurence Olivier. Pelí- cula en color, de 1943, el tiempo no parece haber pasado por ella (ni, na- turalmente, por casi cuatro siglos que hay entre esta versión y la del dra- maturgo elisabetano). La apología de la monarquía se hace, en esta obra, con palabras, con elocuencia que re- funde imágenes e ideas, y articula motivos y soluciones. Pero sobre todo se vitaliza con elementos de un mundo ido para siempre: conarte medieval. Pues la monarquía puede ser intem- poral, como institución, mas no se puede negar que ciertos arquetipos (dominados por el del monarca-gue- rrero-santo, cuyo paradigma esel cru- zado San Luis IX de Francia) nunca se elevaron a mayor altura que en- tonces, cuando las catedrales eran blancas y cuando un inconcebible, e inexplicable, «milagro» económico las alzaba a cientos, con abadías y tem- plos, en regiones de escasa densidad de población y de recursos muy limi- tados. La sobrevesta partida (azul con li- ses, roja con leopardos) de Enrique V, sobre su armadura de acero plateado; la exactitud en los yelmos, espadas, trajes, acordes cromáticos (que evocan las miniaturas del «gótico internacio- nal», de Pucelle a Jaquemard de Hes- din y Pol de Limbourg), la misma ingenua superposición de personajes reales y fondos suavemente dibuja- dos, con inserción de fragmentos voluntariamente prerrafaelistas, cual, hacia el final, los dos niños que apa- recen en un huerto, todo ello posee un poder de evocación que, unido a la palabra (el cine es síntesis de imagen y palabra, no lo primero sólo), solamente es superado por la trans- figuración que el protagonista experi- menta en toda la obra, salvo en los instantes (iniciales y terminales) en que sus cámaras filman teatro, y él aparece maquillado teatralmente, y vestido a la moda de 1600, y no a la de 1415, fecha dela batalla de Azin- court, que gana en los campos fran- ceses al condestable Albret y al Del- fín, batalla en que la caballería y nobleza gala fue vencida por la táctica En M-S horas y con solo 23.OOOptas. de entrada o su actual coche usado le entregamos un 850 nuevo CENTRÍLSA ffifü VILAD0MAT.I65 te(s 2239990 aparcamiento propio '2239890 ^bjertojnmterajmpidamente d» 8 o 21 fiero» (incluido Idbodoj) lÍ^iÓÑlJrÑiÓ '" SOLICITO NOMBRE _ DOMICILIO- POBLACIÓN. y la eficacia de los arqueros de Ingla- terra. ¡Qué arenga, de exacta penetra- ción psicológica y de adecuación justísima al momento! Antes de la batalla, sir Laurence, aún sin armar —excepto las piernas de plata— anua y habla a la vez, hasta gritar desde lo alto de un carro, brazos elevados al cielo, para proclamar que todos los que tomen parte aquel día, con él, en el combate, en adelante serán sus her- manos. Yque los nobles que perma- necen en Inglaterra, desde ese mismo día, tendrán en poco su nobleza por no haberse hallado en Azincourt. fren- te a las lanzas de Francia. Ese concepto de la nobleza «de fac- to» es inseparable fie la monarquía, y es la razón de que algunas de estas «formas de gobierno» se hundan en el presente. Al decir presente, más me refiero a un pasado inmediato, pues ese hoy, en que sehabla déla «muerte del hombre» (justa consecuencia de la «muerte de Dios» predicada por Nietzsche a finales del XIX). no sé cómo puede admitir una institución en que el hombre no sólo no ha muerto, sino que aún «participa» (en el sen- tido de Lévy-B.mhl) de los porieies mágicos y religiosos, pues la realeza, conferida por Dios, sólo de su tna: o halla justificación, y las sociedades desmitificadas no pueden ya entrar en la mera comprensión de lo que puede significar ser rey. Pero en 1945, recién acabada la guerra, y a pesar de Hiroshima y del inicio de la «edad atómica», sir Laurence Olivier no se planteaba interrogaciones sobre la li- citud ni la actualidad de su apología. Ya que la apología es, en este caso, tan debida a su persona como a la voz —portentosa voz— de Shakes- peare. Y no se lo preguntaba con ra- zón. Pues siempre habrá estructuras vitales (podemos creer aún) como la vida familiar, la ensoñación, el senti- miento religioso, el mítico, en que la electrónica, la cibernética, la planifi- cación científica, la supuesta filosofía que alia verdad existencia! y conoci- miento absoluto, «no penetrarán». En esas zonas de la lírica vivida es donde se' refugiará, como utopía se quiere (pero las utopías son reales en tanto que utopías) —y esto no se puede negar en la «era de los alucinóge- nos»—, todo ideal que la inmensa y triunfante mayoría, dirigida por ía tecnocracia, decrete periclitado para siempre. ¿Cuánto durará la vida de los símbolos, esos secretos motores de la vida del alma? ¿Cuánto tiempo per- durarán sus-soportes físicos? ¿Cuánto durará la piedra, el hierro, el oro? ¿Cuánto durarán las coronas, «que existen», las espadas, las torres, las monedas con blasones de los siglos XIII a XVI —la gran época— y los mismos templos que la erosión ataca continua, invisiblemente? En la cate- dral de Barcelona, en su tesoro, hay la espada más bella del mundo. Casi ningún barcelonés la ha visto: es la espada del único rey que los catala- nes —como tales— tuvieron, la del romántico Pedro, condestable de Por- tugal, que la donó en 1466 (cincuenta y un años después de Azincourt, pero aún con igual espíritu); espada do- rada, de hierro y acero dorados al fuego, con la divisa del triste,rey que moriría poco después, tras ser pin- tado por Huguet en el retablo que se conserva en la capilla de-Santa Águe- da. «Enrique V» me ha recordado ese objeto. ¿Objeto? Juan-Eduardo CIRLOT de la Academia del,Faro .•- de San Cristóbal AUTOMÁTICA CAUDAL Y TEMPERATURA Tubos flexibles para altas presiones. Compensadores de dilatación^ Amortiguadores de vibraciones. APP4RATEBAU , Ab Representantes exclusivo^: FAUST Y KAMMANN,'S. A. •T F~Ks Sucursales: \§^f MADRIO - SEÍ1LU - WJMU lacio n.° 1. PII ÍA i-'pria m u í .

Notas del Marciano

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Notas de un marciano informando del comportamiento de los humanos. Puvlicado en La Vanguardia el año 1968

Citation preview

Page 1: Notas del Marciano

SÁBADO, 15 DE JUNIO DE 1968 LA VANGUARDIA ESPAÑOLA Página 13

S I G N O S

RAS EN LA CALLE\ JUSTÁBAMOS en el despacho del di-

, rector del periódico — no éste —recibiendo por teléfono y telégrafo la;últimas noticias del momento extraor-dinario que vivía el mundo — asesi-natos, guerras, revoluciones y asal-tos —. La delimitación 'cronológica eslo de menos en estas 'reflexiones: lomismo podía estar radicado el minutoen los días recientes de Nueva Yorkque en 1914 en París, el 1936 en Ma-drid o el 1939 en Berlín, para dedu-cir la procedencia del virus humanoque pudría las raíces del instante uni-versal.

Sonó insistentemente el timbre delteléfono sobre la mesa del director, yéste descolgó el receptor. Vi en sufiara un gesto de asombro y, al vol-verlo a colocar sobre las orquillas delaparato, me dijo escuetamente: «Subausted a mi automóvil y vaya ense-guida a la población cercana dondeel circo de su amigo Mr. Reynauldestá actuando. Parece que ha ocurri-do algo importante». ¿Se ha quemadola carpa? — pregunté —. Algo peor.Se han escapado tres panteras de lajaula, y están sembrando el terror entoda la comarca. Cuando regrese us-ted, seguiremos hablando del articulode1 fondo para el número de mañana.

Por el camino recordaba a Mr. Rey-nauld. Era un hombre simpático yenergético que, por su casamiento conla hija de un gran empresario de cir-cos francés, había logrado su constan-te sueño de dirigir «troupe» propia,después de haber actuado en la pistade su sUeg'ro como trapecista, doma-dor, payaso y caballista. Hombre deingenio despejado y deseos de cultu-ra, habíase formado lentamente soli-citando ¡a amistad de los intelectualesde cada población que visitaba en susgiras artísticas. Recuerdo perfecta-mente su curiosa descripción de la«metafísica» del circo, Veía en él laproyección del mundo y de las clasessociales: las fieras eran los más fuer-tes; los equilibristas, los banqueros yhombres de finanzas; los monos yorangutanes, eternos imitadores de loque teman más cerca, y. dúctiles al en-gaño por un puñado de cacahuetes opor un grito de mando, eran paraMr. Reynauld el símbolo de los com-ponentes de tas grandes masas; los ele-fantes <ie su zoo representaban a losllamados «grupos de presión», podero-sos, terribles en sus momentos nervio-sos, y cobardes, temblorosos, en cuan-'to entraba, en la jaula un ratoncillo.Por último, . los payasos reproducíanel concepto qué Mr.:Reynauld tenía delos políticos que, según él, se disfra-zan fácilmente, ocultando sus caras, in-ventando absurdos trucos, proclaman-do sandeces, pero haciendo reír siem-pre cuando se peleaban entre elloso descubrían la trampa de sus juegosmalabares.

Llegamos al pueblo cuando termina-ba mi recuerdo de] pintoresco direc-tor y lo encontré a la puerta de lacarpa, derrumbado sobre una silla ycon las manos en ia cabeza. No era elhombre de la «metafísica». Quise ani-

;-marle recordándole que, por mi parte,había contestado a sus lucubracionescon la relación de hombres notablesque también habían usado de tal me-tafísica en sus momentos de desespe-ro: Papini vio en la cabeza mongólicaáe Lenin un queso viejo y feo; a Apo-llinari le parecía la torre Eiffel laguitarra del cielo; Rosa Chanel queríair a la vida eterna «en el "sleeping"de la esperanza»; Pierre Louys hablódel «parque aéreo del recuerdo» yBenjamín Jarnés creía que al anoche-cer, el día se va pudriendo, porque seío comen los gusanos de las estrellas.

¡. La comparación de su metafísica con'la de cinco pensadores de primera filapareció calmarle y, entre abrazos y so-llozos, me dijo que la noche anteriorse escaparon las tres panteras. El pue-blo estaba aterrado, fuerzas del Ejér-cito, Guardia Civil y particulares ar-mados realizaban batidas para cazar-las. Tres panteras en libertad eran al-go más que un peligro público; signi-ficaban el fracaso de. una organiza-ción circense, la irresponsabilidad desus directores y el desprestigio de unsistema. Le pregunté cómo pudo ocu-rrir, y, dándose puñetazos en el pe-cho, me dijo:

—Yo y mis colaboradores de direc-

EXCEPCIONAL

REGALO

VAJILLASa todos sus consumidores

en Barcelona

ción tenemos la culpa. Nos iban lascosas muy bien, ganábamos muchodinero y el éxito nos acompañaba portodas partes. Nos llegamos a creeromnipotentes y omniscientes. .Y la rí-gida disciplina, el orden perfecto, laconstante seriedad de nuestra vida co-munal se fue relajando. En las cua-dras, los mozos de limpieza comen-zaron a flojear, pidiendo más sueldoy menos trabajo. El mismo Paco, alservicio de las panteras, se había vuel-to .malhumorado, perdiendo el tiempoen lecturas de periódicos y folletosque un amigo le traía de la ciudad yque luego comentaba con toda la com-pañía, incitándoles a la rebelión. Se-guramente Paco no engrasó bien lasbisagras de la jaula; o se descuidó enapretar los resortes de seguridad, yquién sabe si él mismo las abrió paraarruinarme. ¡Paco, sólo Paco, es elculpable!

Entonces me permití decirle: ¿Ustedcree que él sólo? Después de todo loque me ha contado, tengo mis dudas.Las manos habrán sido las de Paco,pero la inducción que le llevó a ha-cerlo, ¿no proviene de toda 'la moli-cie y.de la soberbia de que usted mis-mo se acusa?

sonaron a lo lejos unos uros y apoco aparecieron unos hombres tirandode un carro donde yacía una panter,muerta. De las otras dos no había ras-tro. Mr. Reynauld me dijo: ¿Cómo vol-ver esas fieras a la jaula? La salidahabía sido facilísima, pero la reinte-gración a la disciplina, al orden y ala reglamentación del circo parecíaalgo imposible o, por lo menos, difícil.

Terminado el reportaje regresé alperiódico, El director me preguntó sihabía pensado el tema del artículo edi-torial, que había quedado pendientecon mi rápida salida. Le dije que muybien podría ser sobre «la metafísicade Mr. Reynauld aplicada a nuestrosdías». Arrugó un poco el ceño. Luegome indicó amablemente que evitararozar toda clase de susceptibilidades ypor fin, me rogó que no me ensañarademasiado humillando a las panterasporque todavía estaban en la calle. Meacordé de Mr. Reynauld dando gritosalrededor de la pista, y evocando supropio simbolismo me pareció ver ensu figura al mulo de la noria que re-corre kilómetros y kilómetros sin mo-verse del mismo sitio.

Pablo VILA SAN-JUAN

F A N T A S Í A S

NOTAS DEL MARCIANOAl tripulante de uno de estos objetos que llaman

platillos volantes, se le cayó un libro de notas. Decía así:

TE escribo en lenguaje terrestre para que sigas haciendo práctica convistas a la proyectada invasión de la Tierra. Informo sobre costumbres

de sus habitantes, según algunos datos obtenidos con mi cubierta invisible.Desde luego, son una gente muy especial, como podrás ver.

En verano, cuando tienen calor, se van a la playa a tomar el sol.Y el invierno se lo pasan a la sombra

Cuando llueve, para no mojarse, usan un aparato, que llaman para-guas, que tiene el mango precisamente donde tienen que colocarse ellos,con lo que resulta que siempre se mojan poco o mucho.

Para descansar, estiran todo el cuerpo, y suelen hacerlo en una camaque nunca es bastante larga para poder estirarse del todo.

Se acuestan sin tener sueño y cuando tienen sueño se levantan.Las mujeres se ponen batas largas para estar por casa, cuando só-

lo las ven sus maridos, y casi se desnudan para salir a la calle, cuandolas ve todo el mundo.

A los niños pequeños, que pueden hacerse daño al arrastrarse por elsuelo, les hacen andar con las piernas al aire, y a las personas mayores,que no se arrastran, les tapan las piernas con pantalones (salvo cuandohacen deporte y pueden volver a caerse al suelo, en cuyo caso vuelven adestapárselas).

Los jóvenes, que trenen ganas de gastar dinero, no. tienen dinero. Eldinero lo tienen los viejos, que no saben qué hacer con él.

Los jóvenes, a pesar de quedarles mucho tiempo de vida, lo hacen to-do de prisa, como si les faltara tiempo, y los, viejos, quedándoles tan po-co, lo hacen todo despacio, como si tuvieran tiempo de sobras.

Hay unos hombres, llamados profesores, que saben más cosas y selas enseñan a los que no las saben, que llaman, alumnos; y no obstante,los que preguntan son los profesores y los alumnos no.

Hay otros que leen, y escriben mucho, que llaman intelectuales, loscuales se critican siempre mutuamente más de lo justo, hasta que uno deellos se muere y entonces lo alaban más de lo debido. Pero, eso sí, tienentantas cosas en la cabeza que a veces no les queda sitio para el sentidocomún.

Cuando ven que por casualidad una» cuantas cosas concuerdan, sereen en seguida que han descubierto una ley natural, y si luego les sa-e una cosa que no concuerda la llaman una excepción, y entonces dicen

que la excepción confirma la regla, y se quedan tan satisfechos.Consideran que es una cosa mal hecha que uno mate a otro; y si lo

hace, muchas veces lo matan a él, y de este modo en vez de una cosa malhecha resultan dos.

Cuando uno quiere matar a alguien, por nías deseos que tenga dehacerlo, la ley se lo prohibe, y cuando nadie tiene ganas de matar a na-die, se ponen a hacer guerra y se matan a millares.

Siguen la religión cristiana, que alaba a los pobres y censura a losricos y, no obstante, creen más en Cristo los ricos que los pobres.

Hay algunos que glorifican a los, humildes en la tierra sin esperar quese los glorifique en el cielo, con lo que resulta que dejan dle ser humildesy ya no se les puede glorificar ni en un sitio ni en el otro.

Quieren que Dios haga todo lo que ellos quieren y únicamente cuan-do no pueden hacer lo que ellos quieren «s cuando dicen «que sea lo queDios quiera».

Ayudan a los desgraciados, pero sólo un poquito; nunca del todo. Co-mo si dijéramos: cuando ven que uno se ahoga, le dan La mano, pero nolo sacan del agua.

A los locos los meten en un manicomio, a • los enfermos, en un hospi-tal, y al que no saben seguro si está loco o enfermo lo meten en la cárcel.

Han inventado una ciencia para cruzar bien a los animales y no ha-cen nada para cruzarse bien ellos. Porque si celebran un contrato han deestar serenos, pues si no el contrato no, vale, pero para el contrato más im-portante, que es el del matrimonio, no han , de estar serenos sino, al con-trario, lo más apasionados posible. • •' .

Utilizan la química para hacer los perfumes y no 'saben nada de quí-mica los que hacen la comida, y el pan, que les gusta blando, se les poneseco, y las galletas, que les gustan secas,, se les ponen blandas.

Publican constantemente unas cosas, que llaman anuncios:, que todoel mundo sabe que son mentira y a pesar; de esto todo el mundo hace ca-so de ellos como si fueran verdad. '• ,. '••'!;>'•"''':'"•••"•'.

Aseguran que son sociables por naturaleza, pero cuando suben al trenbuscan un departamento en el que no haya nadie.

Para vivir tranquilos tienen lo que llaman autoridades y para evitarque la autoridad pueda caer en manos de algún loco han acordado que to-do lo decidan miles de tontos.

Tienen varios lenguajes para no entenderse, pero con uno solo tam-poco se entienden porque lo usan mal. En lugar de decir «yo creo» di-cen «es verdad», en lugar de «me gusta» dicen «es bello», y en lugar de«me conviene» dicen «es justo». También dicen «crerta edad» cuando esincierta y «seguramente» cuando no hay seguridad. A la semana la lla-man ocho días y a los catorce días, una quincena. Al juzgador lo llamanJuzgado, al contador; contable, al comedero, comedor, al seguro de muerte.seguro de vida, y al peligro de vida peligro.de muerte...

Francamente, coa una gente así no sé si vale la pena aterrizar.

Salvador EURAS

CINE Y POLITSCA

NRIQUEURE

EN sus minoritarias sesiones de cine,el British Institute de Barcelona

ha repuesto hace poco el «Enrique V»,de Shakespeare, dirigido y protagoni-zado por sir Laurence Olivier. Pelí-cula en color, de 1943, el tiempo noparece haber pasado por ella (ni, na-turalmente, por casi cuatro siglos quehay entre esta versión y la del dra-maturgo elisabetano). La apología dela monarquía se hace, en esta obra,con palabras, con elocuencia que re-funde imágenes e ideas, y articulamotivos y soluciones. Pero sobre todose vitaliza con elementos de un mundoido para siempre: con arte medieval.Pues la monarquía puede ser intem-poral, como institución, mas no sepuede negar que ciertos arquetipos(dominados por el del monarca-gue-rrero-santo, cuyo paradigma es el cru-zado San Luis IX de Francia) nuncase elevaron a mayor altura que en-tonces, cuando las catedrales eranblancas y cuando un inconcebible, einexplicable, «milagro» económico lasalzaba a cientos, con abadías y tem-plos, en regiones de escasa densidadde población y de recursos muy limi-tados.

La sobrevesta partida (azul con li-ses, roja con leopardos) de Enrique V,sobre su armadura de acero plateado;la exactitud en los yelmos, espadas,trajes, acordes cromáticos (que evocanlas miniaturas del «gótico internacio-nal», de Pucelle a Jaquemard de Hes-din y Pol de Limbourg), la mismaingenua superposición de personajesreales y fondos suavemente dibuja-dos, con i n s e r c i ó n de fragmentosvoluntariamente prerrafaelistas, cual,hacia el final, los dos niños que apa-recen en un huerto, todo ello poseeun poder de evocación que, unido ala palabra (el cine es síntesis deimagen y palabra, no lo primero sólo),solamente es superado por la trans-figuración que el protagonista experi-menta en toda la obra, salvo en losinstantes (iniciales y terminales) enque sus cámaras filman teatro, y élaparece maquillado teatralmente, yvestido a la moda de 1600, y no a lade 1415, fecha de la batalla de Azin-court, que gana en los campos fran-ceses al condestable Albret y al Del-fín, batalla en que la caballería ynobleza gala fue vencida por la táctica

En M - S horasy con solo

23.OOOptas.de entrada

o su actual coche usadole entregamos un 8 5 0 nuevo

CENTRÍLSA ffifüVILAD0MAT.I65 t e ( s 2239990aparcamiento propio ' 2 2 3 9 8 9 0

^bjertojnmterajmpidamente d» 8 o 21 fiero» (incluido Idbodoj)

l Í ^ i Ó Ñ l J r Ñ i Ó '"

SOLICITO

NOMBRE _

DOMICILIO-

POBLACIÓN.

y la eficacia de los arqueros de Ingla-terra. ¡Qué arenga, de exacta penetra-ción ps i co lóg ica y de adecuaciónjustísima al momento! Antes de labatalla, sir Laurence, aún sin armar—excepto las piernas de plata— anuay habla a la vez, hasta gritar desdelo alto de un carro, brazos elevadosal cielo, para proclamar que todos losque tomen parte aquel día, con él, enel combate, en adelante serán sus her-manos. Y que los nobles que perma-necen en Inglaterra, desde ese mismodía, tendrán en poco su nobleza porno haberse hallado en Azincourt. fren-te a las lanzas de Francia.

Ese concepto de la nobleza «de fac-to» es inseparable fie la monarquía,y es la razón de que algunas de estas«formas de gobierno» se hundan en elpresente. Al decir presente, más merefiero a un pasado inmediato, puesese hoy, en que se habla déla «muertedel hombre» (justa consecuencia dela «muerte de Dios» predicada porNietzsche a finales del XIX). no sécómo puede admitir una institución enque el hombre no sólo no ha muerto,sino que aún «participa» (en el sen-tido de Lévy-B.mhl) de los porieiesmágicos y religiosos, pues la realeza,conferida por Dios, sólo de su tna: ohalla justificación, y las sociedadesdesmitificadas no pueden • ya entraren la mera comprensión de lo quepuede significar ser rey. Pero en 1945,recién acabada la guerra, y a pesarde Hiroshima y del inicio de la «edadatómica», sir Laurence Olivier no seplanteaba interrogaciones sobre la li-citud ni la actualidad de su apología.Ya que la apología es, en este caso,tan debida a su persona como a lavoz —portentosa voz— de Shakes-peare. Y no se lo preguntaba con ra-zón. Pues siempre habrá estructurasvitales (podemos creer aún) como lavida familiar, la ensoñación, el senti-miento religioso, el mítico, en que laelectrónica, la cibernética, la planifi-cación científica, la supuesta filosofíaque alia verdad existencia! y conoci-miento absoluto, «no penetrarán». Enesas zonas de la lírica vivida es dondese' refugiará, como utopía sí se quiere(pero las utopías son reales en tantoque utopías) —y esto no se puedenegar en la «era de los alucinóge-nos»—, todo ideal que la inmensa ytriunfante mayoría, dirigida por íatecnocracia, decrete periclitado parasiempre. ¿Cuánto durará la vida delos símbolos, esos secretos motores dela vida del alma? ¿Cuánto tiempo per-durarán sus-soportes físicos? ¿Cuántodurará la piedra, el hierro, el oro?¿Cuánto durarán las coronas, «queexisten», las espadas, las torres, lasmonedas con blasones de los siglosXIII a XVI —la gran época— y losmismos templos que la erosión atacacontinua, invisiblemente? En la cate-dral de Barcelona, en su tesoro, hayla espada más bella del mundo. Casiningún barcelonés la ha visto: es laespada del único rey que los catala-nes —como tales— tuvieron, la delromántico Pedro, condestable de Por-tugal, que la donó en 1466 (cincuentay un años después de Azincourt, peroaún con igual espíritu); espada do-rada, de hierro y acero dorados alfuego, con la divisa del triste,rey quemoriría poco después, tras ser pin-tado por Huguet en el retablo que seconserva en la capilla de-Santa Águe-da. «Enrique V» me ha recordado eseobjeto. ¿Objeto?

Juan-Eduardo CIRLOTde la Academia del,Faro...•- de San Cristóbal

AUTOMÁTICACAUDAL Y TEMPERATURA

Tubos flexibles para altas presiones.Compensadores de dilatación^Amortiguadores de vibraciones.

APP4RATEBAU , AbRepresentantes exclusivo^:

FAUST Y KAMMANN,'S. A.•T F~Ks Sucursales:\ § ^ f MADRIO - SEÍ1LU - WJMU

lacio n.° 1. PII ÍA i-'pria m u í .