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NUDO CIEGO Eduard Moreno Pequeña fábula de la visión Juan Cárdenas Existen muchas versiones de esta historia así que trataré de contarla a partir de los trazos más generales. Un grupo de europeos se reúne con una tribu india de Norteamérica para tratar sobre la com- pra de un territorio. En medio de la negociación y cuando el acuerdo parece inminente, uno de los colonos abre un mapa sobre el suelo para corroborar los límites del terreno, del que hasta entonces solo han hablado mediante referencias espaciales (la orilla de un río, el sendero que divide un bosque, un conjunto de rocas). La aparición del mapa provoca gran incomodidad entre los indios, que se rehúsan a seguir con el negocio, a pesar de que no tienen ningún inconveniente con lo que se les ofrece a cambio. Al final, después de mucho discutir, acceden a cerrar el trato con la condición de que los colonos destruyan el mapa, un objeto casi diabólico para los indios. Este breve cuento saca a la luz al menos dos esquemas de representación del espacio, po- dríamos decir, dos instancias antagónicas de un mismo impulso mimético: una de ellas es producto del desa- rrollo histórico de unas leyes estéticas y formales de la fidelidad de las copias a unos originales; y la otra pone el énfasis en lo simbólico y en el uso del cuerpo como única garantía de aproximación al territorio. Podemos identificar el mapa con el espacio de la figuración, de lo apolíneo; el terror de los indios hacia el mapa sería el ámbito de la abstracción y el contacto. Ciertas teorías de moda intentan deslegitimar el primer sistema de representación echan- do mano de los consabidos motes de la colonialidad y el eurocentrismo, mientras, por otro lado, ensalzan el segundo esquema de representación como una auténtica y olvidada vía de conocimiento. Cabría advertir, sin embargo, que el carácter irreversible del tiempo nos impide elegir entre una de las dos opciones. Nues- tra mirada, la mirada múltiple, nunca idéntica a sí misma, está atravesada por los dos esquemas de represen- tación que se trenzan en nuestro campo de visión como las dos serpientes sobre el cuerpo de Laocoonte. Nuestro punto de vista quizás no sea un punto, como a su vez querrían los dogmas de la perspectiva, sino un garabato retorcido, serpenteante, sometido a una extrema tensión, a una agonía (ἀγών,lucha) entre el mapa que captura el territorio y los actos asociados al hecho de habitarlo. Y estas piezas de Eduard Moreno funcionan como aparatos de visionado, no ya para mirar un objeto, sino para ir revelando como se produce la visión misma, qué se juega en la construcción de la mirada, entendida como drama histórico. De ahí que sus piezas transcurran en una especie de interregno en el que las imágenes son esquivas a la contemplación directa y surgen más bien como el resultado de una operación crítica basada en la necesidad de exhumar figuras residuales, abandonadas por la tradición. En algunos casos esta exhumación es literal, pues Moreno trabaja a menudo con papel carbón o con memorias informáticas desechadas, extrayendo lo visible a partir de un delicado proceso de raspado y extracción. Moreno se propone desmontar el ocultamiento mutuo en- tre la imagen y el material que le sirve de medio y sus trabajos invitan a buscar lo entrevisto, lo negado, lo reprimido. Aquello que vemos, parece decirnos Moreno, tiene un doble hecho de materia oscura.

Nudo Ciego - Texto curatorial

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Este es el texto curatorial de la exposición Nudo ciego. Exposición Nudo ciego Artista Eduard Moreno Curador Juan Cárdenas

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Page 1: Nudo Ciego - Texto curatorial

NUDO CIEGOEduard Moreno

Pequeña fábula de la visiónJuan Cárdenas

Existen muchas versiones de esta historia así que trataré de contarla a partir de los trazos más generales. Un grupo de europeos se reúne con una tribu india de Norteamérica para tratar sobre la com-pra de un territorio. En medio de la negociación y cuando el acuerdo parece inminente, uno de los colonos abre un mapa sobre el suelo para corroborar los límites del terreno, del que hasta entonces solo han hablado mediante referencias espaciales (la orilla de un río, el sendero que divide un bosque, un conjunto de rocas). La aparición del mapa provoca gran incomodidad entre los indios, que se rehúsan a seguir con el negocio, a pesar de que no tienen ningún inconveniente con lo que se les ofrece a cambio. Al final, después de mucho discutir, acceden a cerrar el trato con la condición de que los colonos destruyan el mapa, un objeto casi diabólico para los indios.

Este breve cuento saca a la luz al menos dos esquemas de representación del espacio, po-dríamos decir, dos instancias antagónicas de un mismo impulso mimético: una de ellas es producto del desa-rrollo histórico de unas leyes estéticas y formales de la fidelidad de las copias a unos originales; y la otra pone el énfasis en lo simbólico y en el uso del cuerpo como única garantía de aproximación al territorio. Podemos identificar el mapa con el espacio de la figuración, de lo apolíneo; el terror de los indios hacia el mapa sería el ámbito de la abstracción y el contacto.

Ciertas teorías de moda intentan deslegitimar el primer sistema de representación echan-do mano de los consabidos motes de la colonialidad y el eurocentrismo, mientras, por otro lado, ensalzan el segundo esquema de representación como una auténtica y olvidada vía de conocimiento. Cabría advertir, sin embargo, que el carácter irreversible del tiempo nos impide elegir entre una de las dos opciones. Nues-tra mirada, la mirada múltiple, nunca idéntica a sí misma, está atravesada por los dos esquemas de represen-tación que se trenzan en nuestro campo de visión como las dos serpientes sobre el cuerpo de Laocoonte. Nuestro punto de vista quizás no sea un punto, como a su vez querrían los dogmas de la perspectiva, sino un garabato retorcido, serpenteante, sometido a una extrema tensión, a una agonía (ἀγών,lucha) entre el mapa que captura el territorio y los actos asociados al hecho de habitarlo. Y estas piezas de Eduard Moreno funcionan como aparatos de visionado, no ya para mirar un objeto, sino para ir revelando como se produce la visión misma, qué se juega en la construcción de la mirada, entendida como drama histórico. De ahí que sus piezas transcurran en una especie de interregno en el que las imágenes son esquivas a la contemplación directa y surgen más bien como el resultado de una operación crítica basada en la necesidad de exhumar figuras residuales, abandonadas por la tradición. En algunos casos esta exhumación es literal, pues Moreno trabaja a menudo con papel carbón o con memorias informáticas desechadas, extrayendo lo visible a partir de un delicado proceso de raspado y extracción. Moreno se propone desmontar el ocultamiento mutuo en-tre la imagen y el material que le sirve de medio y sus trabajos invitan a buscar lo entrevisto, lo negado, lo reprimido. Aquello que vemos, parece decirnos Moreno, tiene un doble hecho de materia oscura.

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Es necesaria una técnica de desvelamiento para sacar a la luz eso que Benjamin llamaba el “inconsciente óptico” y que Michael Taussig no duda en identificar con el fantasma de la mercancía, con ese extraño poder que consiste en obliterar el trabajo y sustraerlo a la conciencia de modo que el valor parezca una cualidad inherente a la propia mercancía y no el producto de la explotación. “La mercancía”, escribe Taus-sig, “oculta en su ser más íntimo no solo los misterios de la naturaleza socialmente constituida del valor y del precio, sino también todo su particular carácter sensorial; y esta sutil interacción entre lo imperceptible y la perceptibilidad sensorial equivale a su calidad de fetiche, al animismo y a ese brillo espiritual de las mercancías que con tanta habilidad aparece en la publicidad (por no hablar de las vanguardias) desde finales del siglo XIX”. El trabajo de Moreno, lejos de refugiarse en una nostalgia de la autenticidad, asume estas contradicciones desde el interior y deja en el aire varias preguntas: si la magia de la mercancía logra esconder la cadena de ex-plotación de la que depende, ¿qué es entonces lo que vemos? ¿Qué es aquello que se presenta ante nosotros como objeto de nuestra visión? ¿Qué interacción de fuerzas produce nuestra imagen del mundo y, por con-siguiente, quiénes somos nosotros, los que miramos? ¿Somos los dueños del mapa? ¿Somos los indios que, entre aterrados y ofendidos, exigen la destrucción de las cartografías de la dominación del territorio? Y si las obras de arte no escapan a ese sistema de organización de las cosas, ¿qué tipo de existencia particular tienen? Dicho de otro modo, ¿son las obras de arte unas mercancías capaces de hablar del fetichismo de la mercancía? ¿En qué clase de negociación estamos involucrados y qué papel desempeñamos en ella?

Obras

1. Falso recuerdo320 x 340 x 200 cmImpresión de golpe sobre formas contínuas de papel carbón, tinta azul y archivadores20152. Al otro lado2 x 7 mInstalación: Microprocesadores informáticos, videos encontrados, cable y sonido20153. Carta del curso del Río de la Magdalena38 x 300 x 36,5 cmGoteo de trementina e impresión de golpe sobre formas continuas de papel carbón20154. Entrañamiento 55 x 48 x 60 cmVideo objetual: Gallinazo disecado, video incrustado, sonido y formas continuas de papel carbón2015