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CUANDO DESPERTÉ, ME HABÍA CONVERTIDO EN ¡¡ INVISIBLE!! Era lunes. Me sonó el despertador a las ocho como todas las mañana. Me levanté, me vestí y fui al cuarto de baño a lavarme. Todo era normal hasta que pasé por delante del espejo y no vi nada. Volví a pasar, pues aún estaba un poco atontado y de nuevo pasó lo mismo. ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaba yo? Me había vuelto invisible y yo lo veía todo pero nadie me veía a mí. Al principio me asusté un poco, pero luego me di cuenta que podría ser divertido. Bajé a desayunar. Cogí mi cartera y me fui al cole. De camino, saludaba a todos mis amigos pero ellos no me contestaban. Tocó el timbre y yo ya estaba en mi asiento pues como nadie me veía me había subido antes. Pensé gastarle una broma a mi amigo Adrián y le cambié los libros de sitio, poniéndolos en la mesa de Edu. Adrián se enfadó mucho con él. Se pelearon y la señorita terminó castigándolos a los dos. Ya no se me ocurrió gastar ninguna broma más. Tenía ganas de hablar con ellos, pero si lo hacía me descubrirían y se podía armar un buen follón. Me aburrí toda la mañana muchísimo pues no pude jugar con nadie en el recreo. No pude preguntarle a mi seño dudas que tenía… Yo pensaba que esto de ser invisible era más divertido, pero me equivoqué, pues si no tienes a nadie para jugar o para reír no vale la pena. Estaba deseando acostarme y que llegara la mañana siguiente siendo otra vez invisible. No podía dormir y las

Nuestras historias

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Page 1: Nuestras historias

CUANDO DESPERTÉ, ME HABÍA CONVERTIDO EN

¡¡ INVISIBLE!!

Era lunes. Me sonó el despertador a las ocho como todas las mañana. Me levanté, me vestí y fui al cuarto de baño a lavarme. Todo era normal hasta que pasé por delante del espejo y no vi nada. Volví a pasar, pues aún estaba un poco atontado y de nuevo pasó lo mismo. ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaba yo? Me había vuelto invisible y yo lo veía todo pero nadie me veía a mí.

Al principio me asusté un poco, pero luego me di cuenta que podría ser divertido.

Bajé a desayunar. Cogí mi cartera y me fui al cole. De camino, saludaba a todos mis amigos pero ellos no me contestaban.

Tocó el timbre y yo ya estaba en mi asiento pues como nadie me veía me había subido antes.

Pensé gastarle una broma a mi amigo Adrián y le cambié los libros de sitio, poniéndolos en la mesa de Edu. Adrián se enfadó mucho con él. Se pelearon y la señorita terminó castigándolos a los dos. Ya no se me ocurrió gastar ninguna broma más.

Tenía ganas de hablar con ellos, pero si lo hacía me descubrirían y se podía armar un buen follón.

Me aburrí toda la mañana muchísimo pues no pude jugar con nadie en el recreo. No pude preguntarle a mi seño dudas que tenía…

Yo pensaba que esto de ser invisible era más divertido, pero me equivoqué, pues si no tienes a nadie para jugar o para reír no vale la pena.

Estaba deseando acostarme y que llegara la mañana siguiente siendo otra vez invisible. No podía dormir y las horas pasaban lentas, hasta que de pronto… ¡Ring, ring! Sonó el despertador. Me fui corriendo al aseo y me miré en el espejo. ¡Qué alegría! ¡Ya me veía! Podía ir al cole a jugar con mis amigos y la seño se daría cuenta de que estaba allí.

No quiero ser invisible nunca más, pues no me gustó estar solo. Mario

Page 2: Nuestras historias

¡ALGUIEN MAYOR CON BARBA BLANCA Y TRAJE ROJO ESTÁ ENTRANDO POR LA VENTANA! ¡QUÉ SUSTO!

Era la noche del 24 de diciembre y seguramente todos los niños del mundo estarán esperando a Papá Noel con sus regalos, menos yo.

Me llamo Celia y desde las pasadas navidades no creo en Papá Noel. Se podría decir que soy, siempre he sido muy realista. Yo no creo ni en hadas que te conceden deseos, ni en sirenas, ni en los fantasmas y mucho menos en un hombre, que se pasea por todas las casas del mundo repartiendo regalos a todos los niños. Y encima, va montado en un trineo enorme conducido por unos renos voladores.

Esa noche, cuando dormía, se abrió la ventana y vi a una persona entrar a mi habitación.

Pensé que era un ladrón, así que le tiré un zapato y ese extraño salió corriendo escaleras abajo hacia el salón. Naturalmente yo salí corriendo detrás de él. Cuando llegué al salón, el extraño se estaba bebiendo la leche y comiéndose las galletas, que mis padres y mi hermano pequeño habían puesto para ese tal Papá Noel.

Yo estaba muerta de sueño, y así no se podía ver, pero reconocía, entre la oscuridad una silueta que ponía cosas cerca del árbol y luego abrió la puerta de la chimenea y la cerró.

Encontré el interruptor pero ya no había nadie. Agotada me dormí en el sofá del salón.

Page 3: Nuestras historias

A la mañana siguiente, me desperté con los gritos de mi hermano y me levanté. Vinieron mis padres y me dijeron que si me había quedado durmiendo ahí. Observé el vaso de leche vacío, luego el árbol y por último, los regalos.

Entre los regalos había una bolsita con mi nombre. La abrí y tenía carbón y una nota que ponía: “me tires más zapatos”.

Desde aquel día creí en Papá Noel.

Clara