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Nuestro tesoro nacional Más de mitad de la población hondureña es joven y según datos de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, el 80% de la población es pobre. Y no es pecado ser pobre. Pecado es el sistema sostenido por un reducido sector de pudientes que se basa en una riqueza que se produce socialmente pero es apropiada individualmente. Es decir, la dignidad de los pobres no se cuestiona, lo que se cuestiona es al sistema productor de pobreza y exclusión social. Si 8 de cada 10 hondureños son pobres, significa que este sector de la población no tiene acceso a salud, no tiene acceso a educación, no tiene acceso a vivienda, no tienen acceso a servicios básicos. Los pobres, hombres y mujeres, son personas que viven en un constante abandono, sobreviviendo con unos pocos lempiras diarios. Si la mayoría de la población en Honduras es empobrecida, significa que la mayoría de nuestros jóvenes son pobres. La exclusión, marginalización y violencia en contra de nuestra juventud son fuente de otros factores subjetivos que van confeccionando el carácter y la personalidad de esta juventud. Se vuelven agresivos y desconfiados, porque así se les ha tratado. Y van progresivamente creando ambientes propios para su autoprotección y definir su identidad frente a los extraños. Muchos deciden emigrar. Según datos del Foro Nacional de las Migraciones, cada año se van unos 100 mil hondureños, en su mayoría jóvenes y adolescentes entre 15 y 30 años. Maltratados y marginalizados aquí, obligamos a que nuestros jóvenes busquen en otro país lo que les negamos aquí. Esto quiere decir que seguimos exportando de manera forzada el mayor tesoro nacional, y luego sometemos todas las políticas económicas a las remesas que esta juventud nos envíe desde el país extraño. Y que quedamos atrapados en el círculo perverso de un sistema expulsor de juventud, y nos aprovechamos de sus remesas para seguir alimentando a los pudientes que tratan a los jóvenes que se quedan, como si fuesen criminales. Son muchos los peligros que nuestros jóvenes deben sortear en el camino hacia otros países. Hay algunos que no cumplen su objetivo y se quedan atrapados en el delito de trata de personas, se quedan atrapados en las redes de la prostitución, sufren la persecución de los “caza migrantes”, y lo que es peor, pierden la vida en manos de las bandas de narcotraficantes. Si se logró el acuerdo internacional de Cartagena de Indias, ¿por qué no se pueden lograr acuerdos internos que pongan un alto a la ola de inseguridad y violencia que está acabando con nuestra juventud? El respeto a la vida de nuestros jóvenes pasa por tener acceso a una educación de calidad, pasa por tener oportunidades de empleo con salarios dignos, pasa por tener espacios donde puedan desarrollar sus talentos. Tal y como se presenta nuestra realidad, con persecución y asesinatos contra jóvenes involucrados en maras por culpa de la exclusión social; si lo que estamos viviendo no se transforma en un actuar humano del gobierno y de la sociedad misma, estaremos condenando a que nuestros jóvenes sigan creciendo en un país lleno de injusticia social acompañada de persecución y muerte. Nuestra Palabra | 28 MAYO 2011

Nuestro tesoro nacional - 28 de mayo de 2011

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Editorial Radio Progreso, ERIC-SJ

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Nuestro tesoro nacional

Más de mitad de la población hondureña es joven y según datos de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, el 80% de la población es pobre. Y no es pecado ser pobre. Pecado es el sistema sostenido por un reducido sector de pudientes que se basa en una riqueza que se produce socialmente pero es apropiada individualmente. Es decir, la dignidad de los pobres no se cuestiona, lo que se cuestiona es al sistema productor de pobreza y exclusión social. Si 8 de cada 10 hondureños son pobres, significa que este sector de la población no tiene acceso a salud, no tiene acceso a educación, no tiene acceso a vivienda, no tienen acceso a servicios básicos. Los pobres, hombres y mujeres, son personas que viven en un constante abandono, sobreviviendo con unos pocos lempiras diarios. Si la mayoría de la población en Honduras es empobrecida, significa que la mayoría de nuestros jóvenes son pobres. La exclusión, marginalización y violencia en contra de nuestra juventud son fuente de otros factores subjetivos que van confeccionando el carácter y la personalidad de esta juventud. Se vuelven agresivos y desconfiados, porque así se les ha tratado. Y van progresivamente creando ambientes propios para su autoprotección y definir su identidad frente a los extraños. Muchos deciden emigrar. Según datos del Foro Nacional de las Migraciones, cada año se van unos 100 mil hondureños, en su mayoría jóvenes y adolescentes entre 15 y 30 años. Maltratados y marginalizados aquí, obligamos a que nuestros jóvenes busquen en otro país lo que les negamos aquí. Esto quiere decir que seguimos exportando de manera forzada el mayor tesoro nacional, y luego sometemos todas las políticas económicas a las remesas que esta juventud nos envíe desde el país extraño. Y que quedamos atrapados en el círculo perverso de un sistema expulsor de juventud, y nos aprovechamos de sus remesas para seguir alimentando a los pudientes que tratan a los jóvenes que se quedan, como si fuesen criminales. Son muchos los peligros que nuestros jóvenes deben sortear en el camino hacia otros países. Hay algunos que no cumplen su objetivo y se quedan atrapados en el delito de trata de personas, se quedan atrapados en las redes de la prostitución, sufren la persecución de los “caza migrantes”, y lo que es peor, pierden la vida en manos de las bandas de narcotraficantes. Si se logró el acuerdo internacional de Cartagena de Indias, ¿por qué no se pueden lograr acuerdos internos que pongan un alto a la ola de inseguridad y violencia que está acabando con nuestra juventud? El respeto a la vida de nuestros jóvenes pasa por tener acceso a una educación de calidad, pasa por tener oportunidades de empleo con salarios dignos, pasa por tener espacios donde puedan desarrollar sus talentos. Tal y como se presenta nuestra realidad, con persecución y asesinatos contra jóvenes involucrados en maras por culpa de la exclusión social; si lo que estamos viviendo no se transforma en un actuar humano del gobierno y de la sociedad misma, estaremos condenando a que nuestros jóvenes sigan creciendo en un país lleno de injusticia social acompañada de persecución y muerte.

Nuestra Palabra | 28 MAYO 2011