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#RESURRECCION - MANCUELLo BOU Kranevitter SACHERI BRASIL 2o14

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#RESURRECCION-

MANCUELLo BOU Kranevitter SACHERI BRASIL 2o14

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LA IDEA BÁSICA ES CONTENER A LOS PIBES DE LOS BARRIOS, SACARLOS DE LA ESQUINA, DARLES UN OBJETIVO. EL FUTBOL COMO EJEMPLO PERFECTO DE DEPORTE PARA LA INCLUSIÓN.

TENEMOS EN CUENTA A LOS CHICOS QUE DEJA AFUERA ACIFO. LOS CHICOS DE OCHO BARRIOS DISTINTOS FUERON JUNTÁNDO-SE PARA ARREGLAR LOS POTREROS DE SU BARRIO. Y DEVOLVIÉN-

DOSE LOS FAVORES SE LOGRARON QUE TODOS LOS LUGARES TUVIERAN SU "SEDE". FINALMENTE JUGARON EL TORNEO RELÁM-

PAGO "LUCIANO ARRUGA" Y LOS GANADORES -VILLA DEL PARQUE- TUVIERON COMO PREMIO UN VIAJE A CHAPADMALAL.

SANTIAGO GROSSO - MOVIMIENTO EVITA DE LUJÁN

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El mundo está adoctrinado para subsumirnos en la mediocridad. Como si fuera el pastor de un rebaño enceguecido que camina en conjunto rumbo a un mismo destino, estéril y super-ficial. Nos seduce con su vorágine, con ese aquí y ahora tan perecedero que dura apenas un suspiro. No hay espacio para trascender y cualquier espíritu insurrecto, esos locos que quieren escaparle a una realidad tan mundana como despreciable, es rápidamente repri-mido por la manada hasta cooptarlo y obligarlo a una abdicación anticipada.

Pero acá estamos. Un grupo de locos que todavía no se rinde, que aún cree en las utopías, que insiste en una realidad mucho más profunda que esta que nos toca vivir. En la era de las redes sociales elegimos el papel, en una edad de primicias que se repiten cíclicamente apostaremos por volver a chapotear en el barro para encontrar esas historias que no gene-ran clicks ni polémicas, ni visitas ni puterío.

Y por eso elegimos el Potrero, porque el Potrero nos define, porque en el Potrero nos volve-mos a encontrar con esos valores tan desdeñados por una ciudad plagada de moles de cemento, porque decidimos rescatar al Potrero del ostracismo para reencontrarnos con nuestra identidad, con ese talante que nos define, con esa raigambre hoy difuminada que aunque quieran sepultarla sigue intacta en nuestra genética.

El éxito es subjetivo. No nos impulsa la repercusión mediática, ni el dinero ni la fama. Revista Potrero nace desde nuestras disconformes entrañas ante un escenario que no ofrece reductos para que el viejo periodismo, coincidente con el fútbol que se encumbra en los potreros, vuelva a la primera plana. No tenemos recetas infalibles ni fórmulas mágicas. Tampoco venimos a salvaguardar el periodismo otorgándonos un lugar de privilegio que no creemos merecer. Esta es nuestra propuesta, la del Potrero, la de rebelarse, la de gambetear a la predestinación, la de volver a soñar con ser campeón del mundo mientras gambeteamos descalzos sobre la tierra. Sabe-mos que es una locura pero es nuestra locura, la locura que elegimos vivir, por la que decidi-mos apostar, sabiendo que tenemos mucho para perder y poco, muy poco, para ganar.

Y también asumimos un compromiso, porque la autogestión no debería nunca ser elogiada por la mera iniciativa impulsada desde el esfuerzo. Así como exigimos calidad a los grandes medios, prometemos hacer nuestro mejor esfuerzo con las armas que tengamos a nuestro alcance para brindar una propuesta a la altura de las circunstancias, a la altura de nuestra historia, de nuestro periodismo y de nuestro fútbol.

Bienvenidos al Potrero, donde el fútbol se reencuentra.

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INDICELa hectárea exhaustaJavier Mascherano fue el mejor jugador argentino en el último Mundial de Brasil. Volvimos al Potrero donde se forjó el Jefecito, ahora convertido en estrella mundial.

Cuando fuimos felices Fueron segundos tan efímeros como la ilusión de ser campeón del Mundo. El recuerdo de un momento de alegría instantánea y tristeza eterna.

Bienvenidos al trenAlejandro Sabella fue la piedra basal para que la Selección Argentina volviera a la final de un Mundial después de 24 años.

La vida en azul¿Cómo es vivir una final del Mundial 24 años después? Una historia de sensaciones particu-lares que transita el sendero desde 1990 hasta 2014.

Eduardo SacheriEn la antesala del lanzamiento de "Papeles en el viento", el afamado y exitoso escritor nos cuenta su relación con el fútbol, Independiente y la vida misma.

La contracara del PotreroLa historia del Dandy Neuspiller no es convencional para un fútbol que nace desde las entrañas del barrio, la humildad y el esfuerzo. Él nos cuenta su particular carrera.

REDACTORES JEFEMATÍAS BALDO

STEFANO LA ROSAJAVIER SAÚL

PABLO POKORSKI

CONSEJO DE REDACCIÓNMARCOS SCHIEDACARLOS MAIDANAPABLO PROVITILO

SEBASTIÁN GARAVELLI

DISEÑO GRÁFICOPABLO NELSON

FOTOGRAFÍAHERNÁN PAZ

VANINA POKORSKI

Un fernet con...Mientras busca club, Cristian Campestrini se sienta y nos cuenta sobre su incesante campaña para volver al fútbol.

Como en el 96Después del descenso, River recuperó su estirpe histórica. Matías Kranevitter es el máximo símbolo de un equipo que disfruta su rejuvenecido ADN.

Autodeterminado a crecerEs particular el caso de Federico Mancuello, uno de los jugadores más influyentes de los últimos años en el fútbol argentino. En persona, él mismo nos lo cuenta.

El rugido de la PanteraGustavo Bou llegó a Racing sospechado de ser un negociado más de su representante pero sorprendió a todos con su nivel y fue fundamental para el título de Racing.

STAFF

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La hectárea exhaustaJavier Mascherano fue el mejor jugador argentino en el último Mundial de Brasil. Volvimos al Potrero donde se forjó el Jefecito, ahora convertido en estrella mundial.

Cuando fuimos felices Fueron segundos tan efímeros como la ilusión de ser campeón del Mundo. El recuerdo de un momento de alegría instantánea y tristeza eterna.

Bienvenidos al trenAlejandro Sabella fue la piedra basal para que la Selección Argentina volviera a la final de un Mundial después de 24 años.

La vida en azul¿Cómo es vivir una final del Mundial 24 años después? Una historia de sensaciones particu-lares que transita el sendero desde 1990 hasta 2014.

Eduardo SacheriEn la antesala del lanzamiento de "Papeles en el viento", el afamado y exitoso escritor nos cuenta su relación con el fútbol, Independiente y la vida misma.

La contracara del PotreroLa historia del Dandy Neuspiller no es convencional para un fútbol que nace desde las entrañas del barrio, la humildad y el esfuerzo. Él nos cuenta su particular carrera.

Un fernet con...Mientras busca club, Cristian Campestrini se sienta y nos cuenta sobre su incesante campaña para volver al fútbol.

Como en el 96Después del descenso, River recuperó su estirpe histórica. Matías Kranevitter es el máximo símbolo de un equipo que disfruta su rejuvenecido ADN.

Autodeterminado a crecerEs particular el caso de Federico Mancuello, uno de los jugadores más influyentes de los últimos años en el fútbol argentino. En persona, él mismo nos lo cuenta.

El rugido de la PanteraGustavo Bou llegó a Racing sospechado de ser un negociado más de su representante pero sorprendió a todos con su nivel y fue fundamental para el título de Racing.

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El 16 de octubre de 2013 levantaba la Super-copa Argentina, el último de los tres títulos que consiguió con Arsenal. No se peleó con ningún técnico ni dirigente. No tuvo una baja pronunciada en el rendimiento. Sin embargo, en la actualidad, Cristian Campestrini pasa su semestre más duro, entrenando solo y esperando la apertura del libro de pases para poder cumplir su sueño de jugar en el exterior. Ya tuvo contactos de Paraguay y Colombia, y es optimista. “Sin representante, lo manejo todo yo ahora. Aprendí de los errores”, explica. ¿A qué se refiere? Al finalizar la temporada, el arquero del Arse decidió no renovar contrato porque su manejador le prometió que le conseguiría club en el exterior. Tras varias semanas de espera, finalmente le comunicaron que no habían logrado ubicarlo y que estaba “por su cuenta”. Ya era demasiado tarde para firmar con un club de acá, y el ex Tigre y Ferro entre otros se quedó seis meses parado.

“Al principio no podía ni mirar fútbol porque me hacía muy mal. Ahora veo un poquito más, pero no mucho: solo a Arsenal y a Almirante Brown (equipo del que es hincha)”, asegura. Y cuenta que si bien está disfrutando el tiempo con su familia, también extraña “las concentraciones y los mates con los utileros”. Jura no guardar rencor con Jorge Cyterszpiler, su ex repre-sentante, ya que entiende que “el fútbol es un negocio”, aunque se lo nota dolido.

Pero mientras el vaso de fernet se recarga la charla sigue, y hablar con Campestrini significa indefectiblemente pasar por Arsenal. Y charlar del club de Sarandí obliga a mencionar al ya difunto Julio Humberto Grondona (o “Don Julio”, como lo llama el tatuado arquero cuando hace referencia a él) y su familia. “Pueden decir mil cosas de ellos, pero la realidad es que son gente muy humilde”, afirma sobre quienes manejan los destinos del Arse desde su fundación, hace ya más de 50 años. Un equipo en el que los barras no aprietan a los jugadores para pedirles sumas exorbitantes de dinero, tal como lo relata el arquero: “Antes de la

Por Pablo Pokorski @pablopokoFotos Viespi fotografía

última fecha del Clausura 2012, cuando salimos campeones frente a Belgrano, la barra nos vino a pedir $15 para comprar globos rojos y azules. Quince pesos. No lo podía creer yo”.

El tercer (y último) vaso de fernet se llena y es momento de hablar de la Selección argentina, donde tuvo el honor de ser convocado en distintos momentos por Diego Maradona y Alejandro Sabella. Sobre el primer paso, explica que fue impensado, porque recién había dejado Almirante Brown y estuvo cerca de jugar un Mundial, y que a medida que pasa el tiempo lo disfruta más todavía. Y describe al Diego en su faceta de técnico: “No se lo veía un estrate-ga del fútbol, pero lo compensaba mucho con el aliento, la moral”.

Campeón de la Copa Argentina, la Superco-pa y el Torneo Clausura. Convocado al conjunto nacional por dos entrenadores distintos. Jugó en el club del que es hincha. Fue dirigido por Maradona. Sin dudas, la carrera de Cristian Campestrini es la envidia de muchos jugadores. Hoy, a sus 34 años, tiene un solo objetivo: volver a jugar al fútbol, eso que lo hace tan feliz.

con

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El 16 de octubre de 2013 levantaba la Super-copa Argentina, el último de los tres títulos que consiguió con Arsenal. No se peleó con ningún técnico ni dirigente. No tuvo una baja pronunciada en el rendimiento. Sin embargo, en la actualidad, Cristian Campestrini pasa su semestre más duro, entrenando solo y esperando la apertura del libro de pases para poder cumplir su sueño de jugar en el exterior. Ya tuvo contactos de Paraguay y Colombia, y es optimista. “Sin representante, lo manejo todo yo ahora. Aprendí de los errores”, explica. ¿A qué se refiere? Al finalizar la temporada, el arquero del Arse decidió no renovar contrato porque su manejador le prometió que le conseguiría club en el exterior. Tras varias semanas de espera, finalmente le comunicaron que no habían logrado ubicarlo y que estaba “por su cuenta”. Ya era demasiado tarde para firmar con un club de acá, y el ex Tigre y Ferro entre otros se quedó seis meses parado.

“Al principio no podía ni mirar fútbol porque me hacía muy mal. Ahora veo un poquito más, pero no mucho: solo a Arsenal y a Almirante Brown (equipo del que es hincha)”, asegura. Y cuenta que si bien está disfrutando el tiempo con su familia, también extraña “las concentraciones y los mates con los utileros”. Jura no guardar rencor con Jorge Cyterszpiler, su ex repre-sentante, ya que entiende que “el fútbol es un negocio”, aunque se lo nota dolido.

Pero mientras el vaso de fernet se recarga la charla sigue, y hablar con Campestrini significa indefectiblemente pasar por Arsenal. Y charlar del club de Sarandí obliga a mencionar al ya difunto Julio Humberto Grondona (o “Don Julio”, como lo llama el tatuado arquero cuando hace referencia a él) y su familia. “Pueden decir mil cosas de ellos, pero la realidad es que son gente muy humilde”, afirma sobre quienes manejan los destinos del Arse desde su fundación, hace ya más de 50 años. Un equipo en el que los barras no aprietan a los jugadores para pedirles sumas exorbitantes de dinero, tal como lo relata el arquero: “Antes de la

última fecha del Clausura 2012, cuando salimos campeones frente a Belgrano, la barra nos vino a pedir $15 para comprar globos rojos y azules. Quince pesos. No lo podía creer yo”.

El tercer (y último) vaso de fernet se llena y es momento de hablar de la Selección argentina, donde tuvo el honor de ser convocado en distintos momentos por Diego Maradona y Alejandro Sabella. Sobre el primer paso, explica que fue impensado, porque recién había dejado Almirante Brown y estuvo cerca de jugar un Mundial, y que a medida que pasa el tiempo lo disfruta más todavía. Y describe al Diego en su faceta de técnico: “No se lo veía un estrate-ga del fútbol, pero lo compensaba mucho con el aliento, la moral”.

Campeón de la Copa Argentina, la Superco-pa y el Torneo Clausura. Convocado al conjunto nacional por dos entrenadores distintos. Jugó en el club del que es hincha. Fue dirigido por Maradona. Sin dudas, la carrera de Cristian Campestrini es la envidia de muchos jugadores. Hoy, a sus 34 años, tiene un solo objetivo: volver a jugar al fútbol, eso que lo hace tan feliz.

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OTRERO

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LOSARQUEROSDE CAMPE

DE ARGENTINA:AGUSTÍN MARCHESÍN, WILFREDO CABALLERO

Y GERÓNIMO RULLI.

DEL MUNDO: MANUEL NEUER, IKER CASILLAS Y GIANLUIGI

BUFFON

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Por Matías Baldo @matiasbaldo

Colaboraron Pablo Pokorski @pablopoko Stefano La Rosa @stefanolarosa

Foto Hernán Paz @hernanpaz

DESPUÉS DEL DESCENSO, RIVER RECUPERÓ SU ESTIRPE HISTÓRICA. MATÍAS KRANEVITTER ES EL

MÁXIMO SÍMBOLO DE UN EQUIPO QUE DISFRUTA SU REJUVENECIDO ADN

COMO EN

EL 96

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defensa cada vez más férrea y en la pegada prodigiosa de Leonardo Pisculichi. Ya no era aquel equipo que, como en el potrero, hacía “un gol y enseguida iba a buscar otro”. Su asfixiante presión y su voracidad ofensiva se marcharon con Kranevitter. Milagros modernos, alcanzó a reintegrarse antes de tiempo para celebrar con apenas algunos minutos en cancha la obtención de la Copa Sudamericana.

El bache que supuso su lesión ya es pasado y su ilusión es un futuro que tendrá en el horizonte la Copa Libertadores, objetivo primordial del “Colo” a pesar de haber sido tentado del fútbol europeo (al cierre de esta edición había conseguido su pasaporte comunitario). “Jugarla te va a dar mucho más prestigio. Espero poder jugar la Copa con este club, ganarla sería cumplir un sueño”.

Después de quebrar la maldición internacional frente a Boca primero y frente a Atlético Nacional después, todo el pueblo riverplatense sueña con la Copa Libertadores. Para ello será fundamental el aporte de Kranevitter, una función que puede resumirse en tres

conceptos tan sencillos como indispensables. Él mismo los identifica: “Tratar de estar siempre bien ubicado, recuperar lo más rápido posible y tratar de entregar lo más rápido y lo mejor posible”.

Los días pasarán, algunos se irán y otros llegarán para alimentar una ilusión. Después de una década infame, que River vuelve a ser River no parece ser solamente un slogan publicitario. Marcelo Gallardo, pragmático y utilitario, orquestó una sinfonía que, más allá de la gloria conquistada, recuperó ese genoma identitario que asomaba extinto, ese paladar negro impulsado por pibes del club que Núñez no disfrutaba desde hace más de una década gracias a ese último gran equipo Millonario antes de la debacle, aquel elenco de Ramón que se alimentó de sus inferiores para convertirse en el mejor de todos. River vuelve a ser River y sueña con la Libertadores, ahora con otro pibe que promete marcar una época en el fútbol argentino. Como en el 96.

El pibe camina por los pasillos del Monumental como si fuera uno más, como si no supiera que en él se posan no solo las esperanzas de un River que volvió a ser River sino de un país que lo descubrió engalanado con la banda roja que le cruza el pecho y que lo imagina como el patrón del mediocampo en Rusia 2018, como el heredero de Javier Mascherano, el último gran cinco que emergió desde las entrañas de Núñez.

Su humildad no es impostada, se siente real. Haber sido la piedra basal de la última revolución Millonaria no lo cambió. Sigue siendo el mismo nene, aunque más maduro, que jugaba en el barrio tucumano de Yerba Buena junto a sus amigos, siempre con algún desafío sobre la mesa. “No me siento un referente, me siento una persona normal desde que arranqué aunque he mejorado mucho, he progresado a nivel futbolístico y como persona”.

Las grandes historias de la humanidad suelen explicar-se a través de nombres propios y este River de Marcelo Gallardo que por momentos rescató de la nostalgia los recuerdos de la Maquina o el equipo de Ramón se explica a través de un hombre en particular, un eslabón único e irrepetible, una de las gemas más preciadas que entregó el fútbol argentino en el último año. Forjado en el club, Matías Kranevitter es el pibe que enarbola la histórica estirpe millonaria conjugan-do sus dos características distintivas: su buen fútbol y sus inferiores.

En una época de cracks tan instantáneos como efímeros, Kranevitter es uno de los pocos que superó las expectativas en él depositadas y se afianzó como baluarte insustituible de un equipo que, tras su lesión, solamente se limitó a sobrevivir sin su alma, sin su corazón, sin la pieza que le daba sentido a la filosofía del Muñeco. Pero para explicar su importancia resulta fundamental viajar en el tiempo para diseccionar el contexto en el cual asumió su liderazgo.

Últimos días de mayo, días de paz después de un título que fue el desahogo definitivo tras el descenso a la B Nacional, una pequeña restitución histórica para un club destrozado por una dirigencia canallesca que abatió a un gigante argentino. Pero esa tranquilidad era aparente y la renuncia de Ramón Díaz, el técnico

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“JUGAR LA LIBERTADORES SERÍA UN SUEÑO”

“NO ME SIENTO UN REFERENTE”

más ganador de la historia, reactivó ese talante autodestructivo que había hundido hasta el averno al inmaculado River Plate. Marcelo Gallardo fue elegido como sucesor al trono. Nadie creía en él. Éxodo masivo de un plantel desguarnecido. Anemia en materia de refuerzos. Caos, una tormenta en ciernes. Cristian Ledesma, MVP idolatrado por la hinchada, se iba a Argentinos Juniors y dejaba el listón demasiado alto para quien debiera matizar su abdicación. Encima Leonardo Ponzio tuvo un debut para el olvido que le costó la titularidad en el empate frente a Gimnasia. Ahí apareció Kranevitter y River nunca más perdió desplegando un fútbol de altísimo vuelo hasta su lesión.

“Con Marcelo fue donde me sentí más cómodo, he tenido continuidad, la forma en que plantea los partidos, el equipo que para, el sistema en el que lo hace… Me siento bastante cómodo, me gusta mucho y, gracias a Dios, pude hacerlo bien hasta la lesión”. Su fractura en el quinto metatarsiano del pie derecho trastocó las certezas de un equipo que había encontra-do en él al líder de la orquesta, al disparador que activaba al resto, el factor diferencial que solamente con su jerarquía elevaba hasta límites insospechados el nivel de sus compañeros, disimulando sus falencias y agigantando sus virtudes, haciendo mejores a jugadores que gracias a la influencia de Kranevitter mantuvieron un rendimiento inédito. Todos sabían que si fallaban, ahí estaría el tucumano para matizar los daños colaterales. River tampoco volvió a jugar como lo hacía con él en cancha y debió aprender nuevas formas para subsistir, resguardándose en una

RIVER CON KRANEVITTER10 PARTIDOS: 9 TRIUNFOS

Y 1 EMPATE

RIVER SIN KRANEVITTER 21 PARTIDOS: 10 TRIUNFOS, 9 EMPATES Y 2 DERROTAS

EL SEMESTREINMACULADO

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defensa cada vez más férrea y en la pegada prodigiosa de Leonardo Pisculichi. Ya no era aquel equipo que, como en el potrero, hacía “un gol y enseguida iba a buscar otro”. Su asfixiante presión y su voracidad ofensiva se marcharon con Kranevitter. Milagros modernos, alcanzó a reintegrarse antes de tiempo para celebrar con apenas algunos minutos en cancha la obtención de la Copa Sudamericana.

El bache que supuso su lesión ya es pasado y su ilusión es un futuro que tendrá en el horizonte la Copa Libertadores, objetivo primordial del “Colo” a pesar de haber sido tentado del fútbol europeo (al cierre de esta edición había conseguido su pasaporte comunitario). “Jugarla te va a dar mucho más prestigio. Espero poder jugar la Copa con este club, ganarla sería cumplir un sueño”.

Después de quebrar la maldición internacional frente a Boca primero y frente a Atlético Nacional después, todo el pueblo riverplatense sueña con la Copa Libertadores. Para ello será fundamental el aporte de Kranevitter, una función que puede resumirse en tres

conceptos tan sencillos como indispensables. Él mismo los identifica: “Tratar de estar siempre bien ubicado, recuperar lo más rápido posible y tratar de entregar lo más rápido y lo mejor posible”.

Los días pasarán, algunos se irán y otros llegarán para alimentar una ilusión. Después de una década infame, que River vuelve a ser River no parece ser solamente un slogan publicitario. Marcelo Gallardo, pragmático y utilitario, orquestó una sinfonía que, más allá de la gloria conquistada, recuperó ese genoma identitario que asomaba extinto, ese paladar negro impulsado por pibes del club que Núñez no disfrutaba desde hace más de una década gracias a ese último gran equipo Millonario antes de la debacle, aquel elenco de Ramón que se alimentó de sus inferiores para convertirse en el mejor de todos. River vuelve a ser River y sueña con la Libertadores, ahora con otro pibe que promete marcar una época en el fútbol argentino. Como en el 96.

El pibe camina por los pasillos del Monumental como si fuera uno más, como si no supiera que en él se posan no solo las esperanzas de un River que volvió a ser River sino de un país que lo descubrió engalanado con la banda roja que le cruza el pecho y que lo imagina como el patrón del mediocampo en Rusia 2018, como el heredero de Javier Mascherano, el último gran cinco que emergió desde las entrañas de Núñez.

Su humildad no es impostada, se siente real. Haber sido la piedra basal de la última revolución Millonaria no lo cambió. Sigue siendo el mismo nene, aunque más maduro, que jugaba en el barrio tucumano de Yerba Buena junto a sus amigos, siempre con algún desafío sobre la mesa. “No me siento un referente, me siento una persona normal desde que arranqué aunque he mejorado mucho, he progresado a nivel futbolístico y como persona”.

Las grandes historias de la humanidad suelen explicar-se a través de nombres propios y este River de Marcelo Gallardo que por momentos rescató de la nostalgia los recuerdos de la Maquina o el equipo de Ramón se explica a través de un hombre en particular, un eslabón único e irrepetible, una de las gemas más preciadas que entregó el fútbol argentino en el último año. Forjado en el club, Matías Kranevitter es el pibe que enarbola la histórica estirpe millonaria conjugan-do sus dos características distintivas: su buen fútbol y sus inferiores.

En una época de cracks tan instantáneos como efímeros, Kranevitter es uno de los pocos que superó las expectativas en él depositadas y se afianzó como baluarte insustituible de un equipo que, tras su lesión, solamente se limitó a sobrevivir sin su alma, sin su corazón, sin la pieza que le daba sentido a la filosofía del Muñeco. Pero para explicar su importancia resulta fundamental viajar en el tiempo para diseccionar el contexto en el cual asumió su liderazgo.

Últimos días de mayo, días de paz después de un título que fue el desahogo definitivo tras el descenso a la B Nacional, una pequeña restitución histórica para un club destrozado por una dirigencia canallesca que abatió a un gigante argentino. Pero esa tranquilidad era aparente y la renuncia de Ramón Díaz, el técnico

LOS TRES CONCEPTOS DE KRANEVITTER

ESTAR BIEN UBICADO

RECUPERAR RÁPIDO

ENTREGAR CON

PRECISIÓN

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más ganador de la historia, reactivó ese talante autodestructivo que había hundido hasta el averno al inmaculado River Plate. Marcelo Gallardo fue elegido como sucesor al trono. Nadie creía en él. Éxodo masivo de un plantel desguarnecido. Anemia en materia de refuerzos. Caos, una tormenta en ciernes. Cristian Ledesma, MVP idolatrado por la hinchada, se iba a Argentinos Juniors y dejaba el listón demasiado alto para quien debiera matizar su abdicación. Encima Leonardo Ponzio tuvo un debut para el olvido que le costó la titularidad en el empate frente a Gimnasia. Ahí apareció Kranevitter y River nunca más perdió desplegando un fútbol de altísimo vuelo hasta su lesión.

“Con Marcelo fue donde me sentí más cómodo, he tenido continuidad, la forma en que plantea los partidos, el equipo que para, el sistema en el que lo hace… Me siento bastante cómodo, me gusta mucho y, gracias a Dios, pude hacerlo bien hasta la lesión”. Su fractura en el quinto metatarsiano del pie derecho trastocó las certezas de un equipo que había encontra-do en él al líder de la orquesta, al disparador que activaba al resto, el factor diferencial que solamente con su jerarquía elevaba hasta límites insospechados el nivel de sus compañeros, disimulando sus falencias y agigantando sus virtudes, haciendo mejores a jugadores que gracias a la influencia de Kranevitter mantuvieron un rendimiento inédito. Todos sabían que si fallaban, ahí estaría el tucumano para matizar los daños colaterales. River tampoco volvió a jugar como lo hacía con él en cancha y debió aprender nuevas formas para subsistir, resguardándose en una

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inferiores. Hay jugadores grandes y estamos otros que somos jóvenes, pero

con cierta experiencia".

Y este momento te encuentra siendo un referente para los que llegan a primera.Apenas soy unos años más grande que varios. Pero quizás, por cercanía, por la forma de diálogo, eso hace que puedan venir a hablarte en otro tono. Algo más próximo a una amistad, a veces puede ser más difícil acercarse a un jugador de 35 años, no porque no lo permita, sino porque está en otro momento personal y de su carrera. Hay otra distancia.

¿Cómo pasaron de sufrir tanto para ascender, a ilusionarse con poder ser campeones de primera?Hubo un giro de 180 grados. Si me preguntabas durante la pretemporada en Cardales, no esperábamos esto. Teníamos que enfrentar al Atlético Mineiro en un amistoso y Omar paró un equipo sin refuerzos y sin el Rolfi, que todavía no había renovado. Nos juntamos en la utilería y nos dijimos que debíamos meternos un poco atrás para salir de contragolpe. Y no pasar vergüenza, por más que fuese un entrenamiento. Ganábamos 1-0 y sobre el cierre empató Ronaldinho de penal. Pero esa era la mentalidad del equipo. A los pocos días nos quedamos sin técnico y teníamos que jugar otro amistoso, con Vélez. Nos propusimos hacer una práctica seria, que nos sirva. Ganamos 2-0, con un gol mío y otro de Sebastián Penco. Íbamos viendo cómo se daban las cosas, hasta que llegó Jorge Almirón y nos pusimos a disposición suya, para jugar como él quisiera. El plantel necesitaba un torneo como éste. Su primer partido, ante Belgrano por Copa Argentina, fue espectacular. Hicimos goles, hubo triangulaciones, buenos movimientos. Y casi sin ninguna práctica encima.

LA HORA DE DISFRUTARDurante su crecimiento siguió perseverante, incansable, corriendo detrás de una pelota. Apareció orgullosa una cinta en su brazo, testimonio de su madurez y personalidad. Se permite ilusionarse con esperanzas olímpicas desde un pequeño ángulo recto custodiado por un banderín. Y en el camino, encontró otro hombre que le facilitó el crecimiento. Mancuello identifica en Almirón al otro gran responsable de la campaña de Independiente y de su aporte goleador. A ese entrenador procedente de Godoy Cruz y desconocido para muchos, al que varios le objetan cada decisión que toma, el volante le destaca sus virtudes.

¿Se lo discute de más al director técnico?Hace poco escuché a Riquelme hablar de Almirón. Lo elogió,

pese a que muchos dicen que es un técnico raro. Quizás por cómo se dio su llegada, que fue de un día para otro. Y le jugó en contra todo

lo que se dice acerca de los representantes de técnicos y jugadores (N. de R.: A Almirón lo maneja Cristian Bragarnik, uno de los empresarios más observados por los medios en el último tiempo). Yo no creo que un DT traiga futbolistas que no les guste, que los soporte a desgano, sólo porque son del mismo representante. El caso de Emanuel Aguilera es un claro ejemplo. Nosotros tenemos movimientos preestablecidos en defensa, automatizados, a los que nos costó adaptarnos. Él, que ya lo tuvo de DT, llegó y los conocía de memoria, los hizo naturalmente. Convertimos goles, como el primero de Martín Lucero a Tigre, luego de un córner rápido de Francisco Pizzini. A todos les pareció una avivada, pero es una orden, una jugada preparada en la semana. En el gol del Rolfi, en el 4-1 a Lanús, Jorge anticipó los movimientos defensivos de los delanteros rivales y en virtud de ello, nuestro avance. Practicamos la jugada siete veces el día anterior y salió tal cual nos dijo que iba a salir. Se le criticó hasta la intención de salir jugando. En la B nos pasaba que al dividir la pelota, volvía mucho más rápido. Cuando acertamos, jugando de esta manera, podemos terminar dentro del arco rival. A veces no acertamos, puede ser que por inexperiencia.

¿Qué te dijo para explotar de esta manera tu rendimiento?En su primera práctica, mantuvo el equipo que dejó Omar, en un amistoso ante Armenio. A los dos días jugamos con Dálmine y paró un 3-4-1-2, poniéndome en la posición en la que estoy ahora. Metí un gol y tuve varias chances. Entonces se acercó y me dijo que no me iba a volver a poner por la banda, porque en el medio entraba mucho más en juego y eso era lo que él necesitaba de mí. Después me mostró videos de cómo quería que jugase, los movimientos que pretendía que hiciera, de cómo avanzar y cómo retroceder para ser salida. Y me brindó libertades, para que pudiera jugar.

¿Te gusta cómo están jugando?Sí. Con todo lo que hay para mejorar, veo que la gente se fue contenta y riéndose varios encuentros. Y cuando veo a mis compañeros, hay satisfacción. En la B, si jugábamos un sábado, el cansancio nos duraba hasta el jueves. Cuando terminaba el partido, nos teníamos que tirar de cabeza a la pileta con hielo, porque terminábamos liquidados de la cabeza.

Allí va el chico que se autodeterminó a crecer, ya todo un hombre, aún detrás de una pelota. Despegó tanto que ya vuela. Y déjenlo volar nomás. Esa mochila ya gastada de tantos viajes se llenó de cosas que de pibe no le habían enseñado. Por suerte nunca es tarde para aprender.

Cuando aquel niño de Reconquista corría detrás de una pelota, ya había cargado una mochila de sueños e ilusiones. Mochila que se trasladó a Avellaneda de pibe, soportando hasta el desarraigo de sus afectos en pos de la gloria y el triunfo en el club de sus amores. Hoy Federico Mancuello es el nuevo jugador mimado por el hincha de Independiente. Pero ese niño nunca imaginó que, como en la vida misma, el trayecto deportivo podría presentarse sinuoso y enredado.

Tras un surgimiento esperanzador en Primera, alternó en un sube y baja constante. "Tenía partidos excelen-tes y otros muy malos, no lograba mantener una regularidad". Necesitó migrar de Buenos Aires a Córdoba para sumar experiencia ante la escasez de minutos. Luego retornó y sufrió en carne propia el descenso a la Primera B Nacional. El superarse forma parte de su vocabulario: "A mis compañeros más chicos que generalmente van al banco les digo que piensen en crecer. Si es necesario irte para jugar partidos y sentirte importante, no tiene nada de malo", afirma.

EL APARENTE PUNTO DE NO RETORNOCorriendo detrás de una pelota siguió Federico, más avezado por su paso en Belgrano. Ricardo Zielinski fue un hábil maestro. Su juego se vio reforzado con nuevos conceptos, como el posicionamiento, capacidad de

relevo y lectura táctica.Sin embargo, circunscribe su mayor momento de contrariedad dentro del verde césped al tercer partido de su regreso. Aquella derrota ante la Academia por el Inicial 2012, por 2-0 con goles de José Sand: "Regresé a Independiente y el club había incorporado numerosas figuras. A la segunda fecha ya fui titular contra Vélez. Después, vino ese clásico con Racing". Sus recuerdos fluyen automáticamente, como si fuese una máquina que registra al detalle cada partido que disputó.

¿Qué pasó allí?Expulsan a Morel Rodríguez. Yo pasé a jugar de lateral, con diez hombres y sin ayuda de un volante por mi sector. El segundo gol, analizado fríamente hoy, fue una desgracia. Quise trabar con Hauche habiéndome cruzado a la posición de lateral derecho, y el balón me rebotó en el talón, permitiéndole hacer el pase al medio. A mí me quedó un sabor a injusticia por ese contexto, yo aún no estaba adaptado a jugar de lateral. Pero son las reglas del juego. En este fútbol tan dinámi-co, uno debe resolver cuando lo ponen en la cancha, y no lo hice.

Y ahí no jugaste más hasta que el tolo gallego retornó al club.Así es. En su debut con Godoy Cruz fui suplente, y después jugué los dos partidos con Liverpool por la

numero 0

P

OTRERO

12

Copa. Me tocó hacer el gol de la clasificación a cuartos de final. Sentí que comenzaba a presionar a los que venían jugando. Contra Argentinos, mandé el centro para el gol de Julián Velázquez con el que ganamos. No estuve ante Universidad Católica en el empate 2-2 de local, pero sí en la vuelta, donde jugué de lateral izquierdo.

Todo eso pasó apenas un mes y medio después de aquél partido con Racing. Volví de Chile y mantuve la titularidad. Ahí escuché que se comenzó a hablar de mi nivel como lateral, pero hay una diferencia. Ahí éramos once contra once y con el Malevo Ferreyra delante mío.

Así como tus sensaciones más negativas se remon-tan a ese encuentro, quizás el inicio de tu idilio con la gente parte desde aquel partido con vélez en el final 2013, donde tula convierte el 1-0 definitivo.Ese fue otro partido extraño. Lo expulsan a Julián Velázquez, y el Tolo iba a hacer ingresar a Nicolás Villagra, un chico de 17 años. Si bien no es correcto, le sugerí a Gallego que me ubique de lateral a mí. Charló con Borrelli y me pusieron sin entrar en calor.Cualquiera hubiese dicho que estaba loco. Hacía un año atrás, en circunstan-cias idénticas, jugué de lateral y pasé mi peor momento dentro de una cancha. Con Vélez le saqué un gol en la línea a Rescaldani. Al partido siguiente, con Racing, volví a jugar de 3, ganamos y nos fuimos aplaudidos.

Y de tanto correr, Federico despegó. Sus palabras vislumbran convicción personal. Desde allí fue enamorando a los fanáticos Rojos, trocando esos cuestionamientos de antaño por una realidad que le sonríe gracias a su esfuerzo y perseverancia. En el Transición 2014 se concretizó en goles, pero el rendimiento sostenido se remonta a dos años atrás. Él lo tiene muy en claro: "Mi representante (Jorge Cyters-zpiler) siempre me recalcó su felicidad por el cariño de la gente, pero que no sabía bien de qué jugaba. Yo quería estar en todos los sectores a la vez. Luego del último encuentro ante San Lorenzo, afirmó que había madurado como jugador y que fue mi partido más

completo del año. Inicialmente no comprendí, pero él no contabilizó pases errados o relevos mal realizados. Me fue enumerando situaciones que, analizándolo fríamente, comprendí a lo que apuntaba".

A FORJAR CARÁCTER EN LA B NACIONALEse despegue vino acompañado de un revés: la pérdida de la categoría. Mancuello fue uno de los estandartes en depositar nuevamente a Independiente en Primera División. Ese crudo año no lo disfrutó, aún siendo vitoreado por la multitud. Recién encontró satisfac-ción cuando el martirio finalizó en aquel 2-0 final ante Huracán. Señala convencido que "La B Nacional nos

sirvió de experiencia. Los chicos aprendieron mucho jugando en la segunda categoría. Se nota un progreso en nuestro rendimiento".

Allí comenzaste a jugar en tu puesto actual.El primero que me colocó allí fue Miguel Brindisi. Con Boca Unidos expulsan a Alderete al inicio del encuentro y me ubica ahí como auxilio. Con un hombre menos tuvimos bastante la pelota hasta el final del partido. Luego vino el mejor primer tiempo de su etapa en la B Nacional ante Aldosivi, donde convierto un gol y fuimos al descanso 2-0. D e s g r a c i a d a m e n t e terminamos empatando.Luego, disputé algunos partidos con Omar De Felippe (N. de R.: En la segunda vuelta, con San

Martín de San Juan, Ferro y Patronato), compartiendo mediocampo con Vidal o Bellocq, mientras arriba se encontraban habitualmente Pisano, Montenegro, Insúa y Parra. Era un esquema en nombres similar al que utilizamos ahora.

LA BANDERA DEL REGRESO A PRIMERALa vida también forja personalidad. Mientras despega-ba, Federico fue adquiriendo dotes de líder en un plantel que requiere de ellos ante su evidente inexpe-riencia. Esa abundancia de juventud tal vez pesó para no ser certeros en los momentos definitorios. Pero lejos de renegar de eso, valora que los más chicos tengan su lugar: “El patrimonio del club está volviendo a aparecer y eso es bueno para todos. Se formó un grupo unido, con muchos chicos identificados con las

Por Marcos Schieda @mjschiedaCarlos Maidana @carlitosmaidana Foto Vanina Pokorski

EL ACTUAL ESTANDARTE DE INDEPENDIENTE ES EL PROTAGONISTA DE UNO DE LOS CAMBIOS MÁS

DRÁSTICOS DE LA HISTORIA DEL FÚTBOL ARGENTINO. DEL OSTRACISMO A LA GLORIA, CAMBIÓ LOS MURMULLOS POR IDOLATRÍA EN UN SUSPIRO.

GOLEADOR Y FIGURA, RECONOCE CUANDO HIZO EL CLICK NECESARIO PARA MADURAR.

AUTODETERMINADOA CRECER

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inferiores. Hay jugadores grandes y estamos otros que somos jóvenes, pero

con cierta experiencia".

Y este momento te encuentra siendo un referente para los que llegan a primera.Apenas soy unos años más grande que varios. Pero quizás, por cercanía, por la forma de diálogo, eso hace que puedan venir a hablarte en otro tono. Algo más próximo a una amistad, a veces puede ser más difícil acercarse a un jugador de 35 años, no porque no lo permita, sino porque está en otro momento personal y de su carrera. Hay otra distancia.

¿Cómo pasaron de sufrir tanto para ascender, a ilusionarse con poder ser campeones de primera?Hubo un giro de 180 grados. Si me preguntabas durante la pretemporada en Cardales, no esperábamos esto. Teníamos que enfrentar al Atlético Mineiro en un amistoso y Omar paró un equipo sin refuerzos y sin el Rolfi, que todavía no había renovado. Nos juntamos en la utilería y nos dijimos que debíamos meternos un poco atrás para salir de contragolpe. Y no pasar vergüenza, por más que fuese un entrenamiento. Ganábamos 1-0 y sobre el cierre empató Ronaldinho de penal. Pero esa era la mentalidad del equipo. A los pocos días nos quedamos sin técnico y teníamos que jugar otro amistoso, con Vélez. Nos propusimos hacer una práctica seria, que nos sirva. Ganamos 2-0, con un gol mío y otro de Sebastián Penco. Íbamos viendo cómo se daban las cosas, hasta que llegó Jorge Almirón y nos pusimos a disposición suya, para jugar como él quisiera. El plantel necesitaba un torneo como éste. Su primer partido, ante Belgrano por Copa Argentina, fue espectacular. Hicimos goles, hubo triangulaciones, buenos movimientos. Y casi sin ninguna práctica encima.

LA HORA DE DISFRUTARDurante su crecimiento siguió perseverante, incansable, corriendo detrás de una pelota. Apareció orgullosa una cinta en su brazo, testimonio de su madurez y personalidad. Se permite ilusionarse con esperanzas olímpicas desde un pequeño ángulo recto custodiado por un banderín. Y en el camino, encontró otro hombre que le facilitó el crecimiento. Mancuello identifica en Almirón al otro gran responsable de la campaña de Independiente y de su aporte goleador. A ese entrenador procedente de Godoy Cruz y desconocido para muchos, al que varios le objetan cada decisión que toma, el volante le destaca sus virtudes.

¿Se lo discute de más al director técnico?Hace poco escuché a Riquelme hablar de Almirón. Lo elogió,

pese a que muchos dicen que es un técnico raro. Quizás por cómo se dio su llegada, que fue de un día para otro. Y le jugó en contra todo

lo que se dice acerca de los representantes de técnicos y jugadores (N. de R.: A Almirón lo maneja Cristian Bragarnik, uno de los empresarios más observados por los medios en el último tiempo). Yo no creo que un DT traiga futbolistas que no les guste, que los soporte a desgano, sólo porque son del mismo representante. El caso de Emanuel Aguilera es un claro ejemplo. Nosotros tenemos movimientos preestablecidos en defensa, automatizados, a los que nos costó adaptarnos. Él, que ya lo tuvo de DT, llegó y los conocía de memoria, los hizo naturalmente. Convertimos goles, como el primero de Martín Lucero a Tigre, luego de un córner rápido de Francisco Pizzini. A todos les pareció una avivada, pero es una orden, una jugada preparada en la semana. En el gol del Rolfi, en el 4-1 a Lanús, Jorge anticipó los movimientos defensivos de los delanteros rivales y en virtud de ello, nuestro avance. Practicamos la jugada siete veces el día anterior y salió tal cual nos dijo que iba a salir. Se le criticó hasta la intención de salir jugando. En la B nos pasaba que al dividir la pelota, volvía mucho más rápido. Cuando acertamos, jugando de esta manera, podemos terminar dentro del arco rival. A veces no acertamos, puede ser que por inexperiencia.

¿Qué te dijo para explotar de esta manera tu rendimiento?En su primera práctica, mantuvo el equipo que dejó Omar, en un amistoso ante Armenio. A los dos días jugamos con Dálmine y paró un 3-4-1-2, poniéndome en la posición en la que estoy ahora. Metí un gol y tuve varias chances. Entonces se acercó y me dijo que no me iba a volver a poner por la banda, porque en el medio entraba mucho más en juego y eso era lo que él necesitaba de mí. Después me mostró videos de cómo quería que jugase, los movimientos que pretendía que hiciera, de cómo avanzar y cómo retroceder para ser salida. Y me brindó libertades, para que pudiera jugar.

¿Te gusta cómo están jugando?Sí. Con todo lo que hay para mejorar, veo que la gente se fue contenta y riéndose varios encuentros. Y cuando veo a mis compañeros, hay satisfacción. En la B, si jugábamos un sábado, el cansancio nos duraba hasta el jueves. Cuando terminaba el partido, nos teníamos que tirar de cabeza a la pileta con hielo, porque terminábamos liquidados de la cabeza.

Allí va el chico que se autodeterminó a crecer, ya todo un hombre, aún detrás de una pelota. Despegó tanto que ya vuela. Y déjenlo volar nomás. Esa mochila ya gastada de tantos viajes se llenó de cosas que de pibe no le habían enseñado. Por suerte nunca es tarde para aprender.

Cuando aquel niño de Reconquista corría detrás de una pelota, ya había cargado una mochila de sueños e ilusiones. Mochila que se trasladó a Avellaneda de pibe, soportando hasta el desarraigo de sus afectos en pos de la gloria y el triunfo en el club de sus amores. Hoy Federico Mancuello es el nuevo jugador mimado por el hincha de Independiente. Pero ese niño nunca imaginó que, como en la vida misma, el trayecto deportivo podría presentarse sinuoso y enredado.

Tras un surgimiento esperanzador en Primera, alternó en un sube y baja constante. "Tenía partidos excelen-tes y otros muy malos, no lograba mantener una regularidad". Necesitó migrar de Buenos Aires a Córdoba para sumar experiencia ante la escasez de minutos. Luego retornó y sufrió en carne propia el descenso a la Primera B Nacional. El superarse forma parte de su vocabulario: "A mis compañeros más chicos que generalmente van al banco les digo que piensen en crecer. Si es necesario irte para jugar partidos y sentirte importante, no tiene nada de malo", afirma.

EL APARENTE PUNTO DE NO RETORNOCorriendo detrás de una pelota siguió Federico, más avezado por su paso en Belgrano. Ricardo Zielinski fue un hábil maestro. Su juego se vio reforzado con nuevos conceptos, como el posicionamiento, capacidad de

relevo y lectura táctica.Sin embargo, circunscribe su mayor momento de contrariedad dentro del verde césped al tercer partido de su regreso. Aquella derrota ante la Academia por el Inicial 2012, por 2-0 con goles de José Sand: "Regresé a Independiente y el club había incorporado numerosas figuras. A la segunda fecha ya fui titular contra Vélez. Después, vino ese clásico con Racing". Sus recuerdos fluyen automáticamente, como si fuese una máquina que registra al detalle cada partido que disputó.

¿Qué pasó allí?Expulsan a Morel Rodríguez. Yo pasé a jugar de lateral, con diez hombres y sin ayuda de un volante por mi sector. El segundo gol, analizado fríamente hoy, fue una desgracia. Quise trabar con Hauche habiéndome cruzado a la posición de lateral derecho, y el balón me rebotó en el talón, permitiéndole hacer el pase al medio. A mí me quedó un sabor a injusticia por ese contexto, yo aún no estaba adaptado a jugar de lateral. Pero son las reglas del juego. En este fútbol tan dinámi-co, uno debe resolver cuando lo ponen en la cancha, y no lo hice.

Y ahí no jugaste más hasta que el tolo gallego retornó al club.Así es. En su debut con Godoy Cruz fui suplente, y después jugué los dos partidos con Liverpool por la

Copa. Me tocó hacer el gol de la clasificación a cuartos de final. Sentí que comenzaba a presionar a los que venían jugando. Contra Argentinos, mandé el centro para el gol de Julián Velázquez con el que ganamos. No estuve ante Universidad Católica en el empate 2-2 de local, pero sí en la vuelta, donde jugué de lateral izquierdo.

Todo eso pasó apenas un mes y medio después de aquél partido con Racing. Volví de Chile y mantuve la titularidad. Ahí escuché que se comenzó a hablar de mi nivel como lateral, pero hay una diferencia. Ahí éramos once contra once y con el Malevo Ferreyra delante mío.

Así como tus sensaciones más negativas se remon-tan a ese encuentro, quizás el inicio de tu idilio con la gente parte desde aquel partido con vélez en el final 2013, donde tula convierte el 1-0 definitivo.Ese fue otro partido extraño. Lo expulsan a Julián Velázquez, y el Tolo iba a hacer ingresar a Nicolás Villagra, un chico de 17 años. Si bien no es correcto, le sugerí a Gallego que me ubique de lateral a mí. Charló con Borrelli y me pusieron sin entrar en calor.Cualquiera hubiese dicho que estaba loco. Hacía un año atrás, en circunstan-cias idénticas, jugué de lateral y pasé mi peor momento dentro de una cancha. Con Vélez le saqué un gol en la línea a Rescaldani. Al partido siguiente, con Racing, volví a jugar de 3, ganamos y nos fuimos aplaudidos.

Y de tanto correr, Federico despegó. Sus palabras vislumbran convicción personal. Desde allí fue enamorando a los fanáticos Rojos, trocando esos cuestionamientos de antaño por una realidad que le sonríe gracias a su esfuerzo y perseverancia. En el Transición 2014 se concretizó en goles, pero el rendimiento sostenido se remonta a dos años atrás. Él lo tiene muy en claro: "Mi representante (Jorge Cyters-zpiler) siempre me recalcó su felicidad por el cariño de la gente, pero que no sabía bien de qué jugaba. Yo quería estar en todos los sectores a la vez. Luego del último encuentro ante San Lorenzo, afirmó que había madurado como jugador y que fue mi partido más

completo del año. Inicialmente no comprendí, pero él no contabilizó pases errados o relevos mal realizados. Me fue enumerando situaciones que, analizándolo fríamente, comprendí a lo que apuntaba".

A FORJAR CARÁCTER EN LA B NACIONALEse despegue vino acompañado de un revés: la pérdida de la categoría. Mancuello fue uno de los estandartes en depositar nuevamente a Independiente en Primera División. Ese crudo año no lo disfrutó, aún siendo vitoreado por la multitud. Recién encontró satisfac-ción cuando el martirio finalizó en aquel 2-0 final ante Huracán. Señala convencido que "La B Nacional nos

sirvió de experiencia. Los chicos aprendieron mucho jugando en la segunda categoría. Se nota un progreso en nuestro rendimiento".

Allí comenzaste a jugar en tu puesto actual.El primero que me colocó allí fue Miguel Brindisi. Con Boca Unidos expulsan a Alderete al inicio del encuentro y me ubica ahí como auxilio. Con un hombre menos tuvimos bastante la pelota hasta el final del partido. Luego vino el mejor primer tiempo de su etapa en la B Nacional ante Aldosivi, donde convierto un gol y fuimos al descanso 2-0. D e s g r a c i a d a m e n t e terminamos empatando.Luego, disputé algunos partidos con Omar De Felippe (N. de R.: En la segunda vuelta, con San

Martín de San Juan, Ferro y Patronato), compartiendo mediocampo con Vidal o Bellocq, mientras arriba se encontraban habitualmente Pisano, Montenegro, Insúa y Parra. Era un esquema en nombres similar al que utilizamos ahora.

LA BANDERA DEL REGRESO A PRIMERALa vida también forja personalidad. Mientras despega-ba, Federico fue adquiriendo dotes de líder en un plantel que requiere de ellos ante su evidente inexpe-riencia. Esa abundancia de juventud tal vez pesó para no ser certeros en los momentos definitorios. Pero lejos de renegar de eso, valora que los más chicos tengan su lugar: “El patrimonio del club está volviendo a aparecer y eso es bueno para todos. Se formó un grupo unido, con muchos chicos identificados con las

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inferiores. Hay jugadores grandes y estamos otros que somos jóvenes, pero

con cierta experiencia".

Y este momento te encuentra siendo un referente para los que llegan a primera.Apenas soy unos años más grande que varios. Pero quizás, por cercanía, por la forma de diálogo, eso hace que puedan venir a hablarte en otro tono. Algo más próximo a una amistad, a veces puede ser más difícil acercarse a un jugador de 35 años, no porque no lo permita, sino porque está en otro momento personal y de su carrera. Hay otra distancia.

¿Cómo pasaron de sufrir tanto para ascender, a ilusionarse con poder ser campeones de primera?Hubo un giro de 180 grados. Si me preguntabas durante la pretemporada en Cardales, no esperábamos esto. Teníamos que enfrentar al Atlético Mineiro en un amistoso y Omar paró un equipo sin refuerzos y sin el Rolfi, que todavía no había renovado. Nos juntamos en la utilería y nos dijimos que debíamos meternos un poco atrás para salir de contragolpe. Y no pasar vergüenza, por más que fuese un entrenamiento. Ganábamos 1-0 y sobre el cierre empató Ronaldinho de penal. Pero esa era la mentalidad del equipo. A los pocos días nos quedamos sin técnico y teníamos que jugar otro amistoso, con Vélez. Nos propusimos hacer una práctica seria, que nos sirva. Ganamos 2-0, con un gol mío y otro de Sebastián Penco. Íbamos viendo cómo se daban las cosas, hasta que llegó Jorge Almirón y nos pusimos a disposición suya, para jugar como él quisiera. El plantel necesitaba un torneo como éste. Su primer partido, ante Belgrano por Copa Argentina, fue espectacular. Hicimos goles, hubo triangulaciones, buenos movimientos. Y casi sin ninguna práctica encima.

LA HORA DE DISFRUTARDurante su crecimiento siguió perseverante, incansable, corriendo detrás de una pelota. Apareció orgullosa una cinta en su brazo, testimonio de su madurez y personalidad. Se permite ilusionarse con esperanzas olímpicas desde un pequeño ángulo recto custodiado por un banderín. Y en el camino, encontró otro hombre que le facilitó el crecimiento. Mancuello identifica en Almirón al otro gran responsable de la campaña de Independiente y de su aporte goleador. A ese entrenador procedente de Godoy Cruz y desconocido para muchos, al que varios le objetan cada decisión que toma, el volante le destaca sus virtudes.

¿Se lo discute de más al director técnico?Hace poco escuché a Riquelme hablar de Almirón. Lo elogió,

pese a que muchos dicen que es un técnico raro. Quizás por cómo se dio su llegada, que fue de un día para otro. Y le jugó en contra todo

lo que se dice acerca de los representantes de técnicos y jugadores (N. de R.: A Almirón lo maneja Cristian Bragarnik, uno de los empresarios más observados por los medios en el último tiempo). Yo no creo que un DT traiga futbolistas que no les guste, que los soporte a desgano, sólo porque son del mismo representante. El caso de Emanuel Aguilera es un claro ejemplo. Nosotros tenemos movimientos preestablecidos en defensa, automatizados, a los que nos costó adaptarnos. Él, que ya lo tuvo de DT, llegó y los conocía de memoria, los hizo naturalmente. Convertimos goles, como el primero de Martín Lucero a Tigre, luego de un córner rápido de Francisco Pizzini. A todos les pareció una avivada, pero es una orden, una jugada preparada en la semana. En el gol del Rolfi, en el 4-1 a Lanús, Jorge anticipó los movimientos defensivos de los delanteros rivales y en virtud de ello, nuestro avance. Practicamos la jugada siete veces el día anterior y salió tal cual nos dijo que iba a salir. Se le criticó hasta la intención de salir jugando. En la B nos pasaba que al dividir la pelota, volvía mucho más rápido. Cuando acertamos, jugando de esta manera, podemos terminar dentro del arco rival. A veces no acertamos, puede ser que por inexperiencia.

¿Qué te dijo para explotar de esta manera tu rendimiento?En su primera práctica, mantuvo el equipo que dejó Omar, en un amistoso ante Armenio. A los dos días jugamos con Dálmine y paró un 3-4-1-2, poniéndome en la posición en la que estoy ahora. Metí un gol y tuve varias chances. Entonces se acercó y me dijo que no me iba a volver a poner por la banda, porque en el medio entraba mucho más en juego y eso era lo que él necesitaba de mí. Después me mostró videos de cómo quería que jugase, los movimientos que pretendía que hiciera, de cómo avanzar y cómo retroceder para ser salida. Y me brindó libertades, para que pudiera jugar.

¿Te gusta cómo están jugando?Sí. Con todo lo que hay para mejorar, veo que la gente se fue contenta y riéndose varios encuentros. Y cuando veo a mis compañeros, hay satisfacción. En la B, si jugábamos un sábado, el cansancio nos duraba hasta el jueves. Cuando terminaba el partido, nos teníamos que tirar de cabeza a la pileta con hielo, porque terminábamos liquidados de la cabeza.

Allí va el chico que se autodeterminó a crecer, ya todo un hombre, aún detrás de una pelota. Despegó tanto que ya vuela. Y déjenlo volar nomás. Esa mochila ya gastada de tantos viajes se llenó de cosas que de pibe no le habían enseñado. Por suerte nunca es tarde para aprender.

Cuando aquel niño de Reconquista corría detrás de una pelota, ya había cargado una mochila de sueños e ilusiones. Mochila que se trasladó a Avellaneda de pibe, soportando hasta el desarraigo de sus afectos en pos de la gloria y el triunfo en el club de sus amores. Hoy Federico Mancuello es el nuevo jugador mimado por el hincha de Independiente. Pero ese niño nunca imaginó que, como en la vida misma, el trayecto deportivo podría presentarse sinuoso y enredado.

Tras un surgimiento esperanzador en Primera, alternó en un sube y baja constante. "Tenía partidos excelen-tes y otros muy malos, no lograba mantener una regularidad". Necesitó migrar de Buenos Aires a Córdoba para sumar experiencia ante la escasez de minutos. Luego retornó y sufrió en carne propia el descenso a la Primera B Nacional. El superarse forma parte de su vocabulario: "A mis compañeros más chicos que generalmente van al banco les digo que piensen en crecer. Si es necesario irte para jugar partidos y sentirte importante, no tiene nada de malo", afirma.

EL APARENTE PUNTO DE NO RETORNOCorriendo detrás de una pelota siguió Federico, más avezado por su paso en Belgrano. Ricardo Zielinski fue un hábil maestro. Su juego se vio reforzado con nuevos conceptos, como el posicionamiento, capacidad de

relevo y lectura táctica.Sin embargo, circunscribe su mayor momento de contrariedad dentro del verde césped al tercer partido de su regreso. Aquella derrota ante la Academia por el Inicial 2012, por 2-0 con goles de José Sand: "Regresé a Independiente y el club había incorporado numerosas figuras. A la segunda fecha ya fui titular contra Vélez. Después, vino ese clásico con Racing". Sus recuerdos fluyen automáticamente, como si fuese una máquina que registra al detalle cada partido que disputó.

¿Qué pasó allí?Expulsan a Morel Rodríguez. Yo pasé a jugar de lateral, con diez hombres y sin ayuda de un volante por mi sector. El segundo gol, analizado fríamente hoy, fue una desgracia. Quise trabar con Hauche habiéndome cruzado a la posición de lateral derecho, y el balón me rebotó en el talón, permitiéndole hacer el pase al medio. A mí me quedó un sabor a injusticia por ese contexto, yo aún no estaba adaptado a jugar de lateral. Pero son las reglas del juego. En este fútbol tan dinámi-co, uno debe resolver cuando lo ponen en la cancha, y no lo hice.

Y ahí no jugaste más hasta que el tolo gallego retornó al club.Así es. En su debut con Godoy Cruz fui suplente, y después jugué los dos partidos con Liverpool por la

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Copa. Me tocó hacer el gol de la clasificación a cuartos de final. Sentí que comenzaba a presionar a los que venían jugando. Contra Argentinos, mandé el centro para el gol de Julián Velázquez con el que ganamos. No estuve ante Universidad Católica en el empate 2-2 de local, pero sí en la vuelta, donde jugué de lateral izquierdo.

Todo eso pasó apenas un mes y medio después de aquél partido con Racing. Volví de Chile y mantuve la titularidad. Ahí escuché que se comenzó a hablar de mi nivel como lateral, pero hay una diferencia. Ahí éramos once contra once y con el Malevo Ferreyra delante mío.

Así como tus sensaciones más negativas se remon-tan a ese encuentro, quizás el inicio de tu idilio con la gente parte desde aquel partido con vélez en el final 2013, donde tula convierte el 1-0 definitivo.Ese fue otro partido extraño. Lo expulsan a Julián Velázquez, y el Tolo iba a hacer ingresar a Nicolás Villagra, un chico de 17 años. Si bien no es correcto, le sugerí a Gallego que me ubique de lateral a mí. Charló con Borrelli y me pusieron sin entrar en calor.Cualquiera hubiese dicho que estaba loco. Hacía un año atrás, en circunstan-cias idénticas, jugué de lateral y pasé mi peor momento dentro de una cancha. Con Vélez le saqué un gol en la línea a Rescaldani. Al partido siguiente, con Racing, volví a jugar de 3, ganamos y nos fuimos aplaudidos.

Y de tanto correr, Federico despegó. Sus palabras vislumbran convicción personal. Desde allí fue enamorando a los fanáticos Rojos, trocando esos cuestionamientos de antaño por una realidad que le sonríe gracias a su esfuerzo y perseverancia. En el Transición 2014 se concretizó en goles, pero el rendimiento sostenido se remonta a dos años atrás. Él lo tiene muy en claro: "Mi representante (Jorge Cyters-zpiler) siempre me recalcó su felicidad por el cariño de la gente, pero que no sabía bien de qué jugaba. Yo quería estar en todos los sectores a la vez. Luego del último encuentro ante San Lorenzo, afirmó que había madurado como jugador y que fue mi partido más

completo del año. Inicialmente no comprendí, pero él no contabilizó pases errados o relevos mal realizados. Me fue enumerando situaciones que, analizándolo fríamente, comprendí a lo que apuntaba".

A FORJAR CARÁCTER EN LA B NACIONALEse despegue vino acompañado de un revés: la pérdida de la categoría. Mancuello fue uno de los estandartes en depositar nuevamente a Independiente en Primera División. Ese crudo año no lo disfrutó, aún siendo vitoreado por la multitud. Recién encontró satisfac-ción cuando el martirio finalizó en aquel 2-0 final ante Huracán. Señala convencido que "La B Nacional nos

sirvió de experiencia. Los chicos aprendieron mucho jugando en la segunda categoría. Se nota un progreso en nuestro rendimiento".

Allí comenzaste a jugar en tu puesto actual.El primero que me colocó allí fue Miguel Brindisi. Con Boca Unidos expulsan a Alderete al inicio del encuentro y me ubica ahí como auxilio. Con un hombre menos tuvimos bastante la pelota hasta el final del partido. Luego vino el mejor primer tiempo de su etapa en la B Nacional ante Aldosivi, donde convierto un gol y fuimos al descanso 2-0. D e s g r a c i a d a m e n t e terminamos empatando.Luego, disputé algunos partidos con Omar De Felippe (N. de R.: En la segunda vuelta, con San

Martín de San Juan, Ferro y Patronato), compartiendo mediocampo con Vidal o Bellocq, mientras arriba se encontraban habitualmente Pisano, Montenegro, Insúa y Parra. Era un esquema en nombres similar al que utilizamos ahora.

LA BANDERA DEL REGRESO A PRIMERALa vida también forja personalidad. Mientras despega-ba, Federico fue adquiriendo dotes de líder en un plantel que requiere de ellos ante su evidente inexpe-riencia. Esa abundancia de juventud tal vez pesó para no ser certeros en los momentos definitorios. Pero lejos de renegar de eso, valora que los más chicos tengan su lugar: “El patrimonio del club está volviendo a aparecer y eso es bueno para todos. Se formó un grupo unido, con muchos chicos identificados con las

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inferiores. Hay jugadores grandes y estamos otros que somos jóvenes, pero

con cierta experiencia".

Y este momento te encuentra siendo un referente para los que llegan a primera.Apenas soy unos años más grande que varios. Pero quizás, por cercanía, por la forma de diálogo, eso hace que puedan venir a hablarte en otro tono. Algo más próximo a una amistad, a veces puede ser más difícil acercarse a un jugador de 35 años, no porque no lo permita, sino porque está en otro momento personal y de su carrera. Hay otra distancia.

¿Cómo pasaron de sufrir tanto para ascender, a ilusionarse con poder ser campeones de primera?Hubo un giro de 180 grados. Si me preguntabas durante la pretemporada en Cardales, no esperábamos esto. Teníamos que enfrentar al Atlético Mineiro en un amistoso y Omar paró un equipo sin refuerzos y sin el Rolfi, que todavía no había renovado. Nos juntamos en la utilería y nos dijimos que debíamos meternos un poco atrás para salir de contragolpe. Y no pasar vergüenza, por más que fuese un entrenamiento. Ganábamos 1-0 y sobre el cierre empató Ronaldinho de penal. Pero esa era la mentalidad del equipo. A los pocos días nos quedamos sin técnico y teníamos que jugar otro amistoso, con Vélez. Nos propusimos hacer una práctica seria, que nos sirva. Ganamos 2-0, con un gol mío y otro de Sebastián Penco. Íbamos viendo cómo se daban las cosas, hasta que llegó Jorge Almirón y nos pusimos a disposición suya, para jugar como él quisiera. El plantel necesitaba un torneo como éste. Su primer partido, ante Belgrano por Copa Argentina, fue espectacular. Hicimos goles, hubo triangulaciones, buenos movimientos. Y casi sin ninguna práctica encima.

LA HORA DE DISFRUTARDurante su crecimiento siguió perseverante, incansable, corriendo detrás de una pelota. Apareció orgullosa una cinta en su brazo, testimonio de su madurez y personalidad. Se permite ilusionarse con esperanzas olímpicas desde un pequeño ángulo recto custodiado por un banderín. Y en el camino, encontró otro hombre que le facilitó el crecimiento. Mancuello identifica en Almirón al otro gran responsable de la campaña de Independiente y de su aporte goleador. A ese entrenador procedente de Godoy Cruz y desconocido para muchos, al que varios le objetan cada decisión que toma, el volante le destaca sus virtudes.

¿Se lo discute de más al director técnico?Hace poco escuché a Riquelme hablar de Almirón. Lo elogió,

pese a que muchos dicen que es un técnico raro. Quizás por cómo se dio su llegada, que fue de un día para otro. Y le jugó en contra todo

lo que se dice acerca de los representantes de técnicos y jugadores (N. de R.: A Almirón lo maneja Cristian Bragarnik, uno de los empresarios más observados por los medios en el último tiempo). Yo no creo que un DT traiga futbolistas que no les guste, que los soporte a desgano, sólo porque son del mismo representante. El caso de Emanuel Aguilera es un claro ejemplo. Nosotros tenemos movimientos preestablecidos en defensa, automatizados, a los que nos costó adaptarnos. Él, que ya lo tuvo de DT, llegó y los conocía de memoria, los hizo naturalmente. Convertimos goles, como el primero de Martín Lucero a Tigre, luego de un córner rápido de Francisco Pizzini. A todos les pareció una avivada, pero es una orden, una jugada preparada en la semana. En el gol del Rolfi, en el 4-1 a Lanús, Jorge anticipó los movimientos defensivos de los delanteros rivales y en virtud de ello, nuestro avance. Practicamos la jugada siete veces el día anterior y salió tal cual nos dijo que iba a salir. Se le criticó hasta la intención de salir jugando. En la B nos pasaba que al dividir la pelota, volvía mucho más rápido. Cuando acertamos, jugando de esta manera, podemos terminar dentro del arco rival. A veces no acertamos, puede ser que por inexperiencia.

¿Qué te dijo para explotar de esta manera tu rendimiento?En su primera práctica, mantuvo el equipo que dejó Omar, en un amistoso ante Armenio. A los dos días jugamos con Dálmine y paró un 3-4-1-2, poniéndome en la posición en la que estoy ahora. Metí un gol y tuve varias chances. Entonces se acercó y me dijo que no me iba a volver a poner por la banda, porque en el medio entraba mucho más en juego y eso era lo que él necesitaba de mí. Después me mostró videos de cómo quería que jugase, los movimientos que pretendía que hiciera, de cómo avanzar y cómo retroceder para ser salida. Y me brindó libertades, para que pudiera jugar.

¿Te gusta cómo están jugando?Sí. Con todo lo que hay para mejorar, veo que la gente se fue contenta y riéndose varios encuentros. Y cuando veo a mis compañeros, hay satisfacción. En la B, si jugábamos un sábado, el cansancio nos duraba hasta el jueves. Cuando terminaba el partido, nos teníamos que tirar de cabeza a la pileta con hielo, porque terminábamos liquidados de la cabeza.

Allí va el chico que se autodeterminó a crecer, ya todo un hombre, aún detrás de una pelota. Despegó tanto que ya vuela. Y déjenlo volar nomás. Esa mochila ya gastada de tantos viajes se llenó de cosas que de pibe no le habían enseñado. Por suerte nunca es tarde para aprender.

Cuando aquel niño de Reconquista corría detrás de una pelota, ya había cargado una mochila de sueños e ilusiones. Mochila que se trasladó a Avellaneda de pibe, soportando hasta el desarraigo de sus afectos en pos de la gloria y el triunfo en el club de sus amores. Hoy Federico Mancuello es el nuevo jugador mimado por el hincha de Independiente. Pero ese niño nunca imaginó que, como en la vida misma, el trayecto deportivo podría presentarse sinuoso y enredado.

Tras un surgimiento esperanzador en Primera, alternó en un sube y baja constante. "Tenía partidos excelen-tes y otros muy malos, no lograba mantener una regularidad". Necesitó migrar de Buenos Aires a Córdoba para sumar experiencia ante la escasez de minutos. Luego retornó y sufrió en carne propia el descenso a la Primera B Nacional. El superarse forma parte de su vocabulario: "A mis compañeros más chicos que generalmente van al banco les digo que piensen en crecer. Si es necesario irte para jugar partidos y sentirte importante, no tiene nada de malo", afirma.

EL APARENTE PUNTO DE NO RETORNOCorriendo detrás de una pelota siguió Federico, más avezado por su paso en Belgrano. Ricardo Zielinski fue un hábil maestro. Su juego se vio reforzado con nuevos conceptos, como el posicionamiento, capacidad de

relevo y lectura táctica.Sin embargo, circunscribe su mayor momento de contrariedad dentro del verde césped al tercer partido de su regreso. Aquella derrota ante la Academia por el Inicial 2012, por 2-0 con goles de José Sand: "Regresé a Independiente y el club había incorporado numerosas figuras. A la segunda fecha ya fui titular contra Vélez. Después, vino ese clásico con Racing". Sus recuerdos fluyen automáticamente, como si fuese una máquina que registra al detalle cada partido que disputó.

¿Qué pasó allí?Expulsan a Morel Rodríguez. Yo pasé a jugar de lateral, con diez hombres y sin ayuda de un volante por mi sector. El segundo gol, analizado fríamente hoy, fue una desgracia. Quise trabar con Hauche habiéndome cruzado a la posición de lateral derecho, y el balón me rebotó en el talón, permitiéndole hacer el pase al medio. A mí me quedó un sabor a injusticia por ese contexto, yo aún no estaba adaptado a jugar de lateral. Pero son las reglas del juego. En este fútbol tan dinámi-co, uno debe resolver cuando lo ponen en la cancha, y no lo hice.

Y ahí no jugaste más hasta que el tolo gallego retornó al club.Así es. En su debut con Godoy Cruz fui suplente, y después jugué los dos partidos con Liverpool por la

Copa. Me tocó hacer el gol de la clasificación a cuartos de final. Sentí que comenzaba a presionar a los que venían jugando. Contra Argentinos, mandé el centro para el gol de Julián Velázquez con el que ganamos. No estuve ante Universidad Católica en el empate 2-2 de local, pero sí en la vuelta, donde jugué de lateral izquierdo.

Todo eso pasó apenas un mes y medio después de aquél partido con Racing. Volví de Chile y mantuve la titularidad. Ahí escuché que se comenzó a hablar de mi nivel como lateral, pero hay una diferencia. Ahí éramos once contra once y con el Malevo Ferreyra delante mío.

Así como tus sensaciones más negativas se remon-tan a ese encuentro, quizás el inicio de tu idilio con la gente parte desde aquel partido con vélez en el final 2013, donde tula convierte el 1-0 definitivo.Ese fue otro partido extraño. Lo expulsan a Julián Velázquez, y el Tolo iba a hacer ingresar a Nicolás Villagra, un chico de 17 años. Si bien no es correcto, le sugerí a Gallego que me ubique de lateral a mí. Charló con Borrelli y me pusieron sin entrar en calor.Cualquiera hubiese dicho que estaba loco. Hacía un año atrás, en circunstan-cias idénticas, jugué de lateral y pasé mi peor momento dentro de una cancha. Con Vélez le saqué un gol en la línea a Rescaldani. Al partido siguiente, con Racing, volví a jugar de 3, ganamos y nos fuimos aplaudidos.

Y de tanto correr, Federico despegó. Sus palabras vislumbran convicción personal. Desde allí fue enamorando a los fanáticos Rojos, trocando esos cuestionamientos de antaño por una realidad que le sonríe gracias a su esfuerzo y perseverancia. En el Transición 2014 se concretizó en goles, pero el rendimiento sostenido se remonta a dos años atrás. Él lo tiene muy en claro: "Mi representante (Jorge Cyters-zpiler) siempre me recalcó su felicidad por el cariño de la gente, pero que no sabía bien de qué jugaba. Yo quería estar en todos los sectores a la vez. Luego del último encuentro ante San Lorenzo, afirmó que había madurado como jugador y que fue mi partido más

completo del año. Inicialmente no comprendí, pero él no contabilizó pases errados o relevos mal realizados. Me fue enumerando situaciones que, analizándolo fríamente, comprendí a lo que apuntaba".

A FORJAR CARÁCTER EN LA B NACIONALEse despegue vino acompañado de un revés: la pérdida de la categoría. Mancuello fue uno de los estandartes en depositar nuevamente a Independiente en Primera División. Ese crudo año no lo disfrutó, aún siendo vitoreado por la multitud. Recién encontró satisfac-ción cuando el martirio finalizó en aquel 2-0 final ante Huracán. Señala convencido que "La B Nacional nos

sirvió de experiencia. Los chicos aprendieron mucho jugando en la segunda categoría. Se nota un progreso en nuestro rendimiento".

Allí comenzaste a jugar en tu puesto actual.El primero que me colocó allí fue Miguel Brindisi. Con Boca Unidos expulsan a Alderete al inicio del encuentro y me ubica ahí como auxilio. Con un hombre menos tuvimos bastante la pelota hasta el final del partido. Luego vino el mejor primer tiempo de su etapa en la B Nacional ante Aldosivi, donde convierto un gol y fuimos al descanso 2-0. D e s g r a c i a d a m e n t e terminamos empatando.Luego, disputé algunos partidos con Omar De Felippe (N. de R.: En la segunda vuelta, con San

Martín de San Juan, Ferro y Patronato), compartiendo mediocampo con Vidal o Bellocq, mientras arriba se encontraban habitualmente Pisano, Montenegro, Insúa y Parra. Era un esquema en nombres similar al que utilizamos ahora.

LA BANDERA DEL REGRESO A PRIMERALa vida también forja personalidad. Mientras despega-ba, Federico fue adquiriendo dotes de líder en un plantel que requiere de ellos ante su evidente inexpe-riencia. Esa abundancia de juventud tal vez pesó para no ser certeros en los momentos definitorios. Pero lejos de renegar de eso, valora que los más chicos tengan su lugar: “El patrimonio del club está volviendo a aparecer y eso es bueno para todos. Se formó un grupo unido, con muchos chicos identificados con las

"Me gustaría entrenarlo. Decimos que faltan volantes interiores y ahí tenemos uno que está jugando muy bien".

Gerardo Martino, DT Argentina.

"Me gustaba cuando jugaba por la izquierda, pero definitiva-mente Almirón le encontró el puesto. Así llega de frente al

arco, es otra cosa".Ricardo Bochini.

"Se nota que ama al Club, tiene una gran identificación y

es un jugador muy importante". Jorge Almirón,

DT Independiente.

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continuidad que pude tener en Olimpo y no en River, donde siempre pude codearme con grandes como David Trezeguet o Radamel Falcao; de lo que padecí en la altura de Ecuador con Liga de Quito y de mi paso por Gimnasia, bueno a nivel grupal pero sin sentirme comple-to. Todo eso me enseñó para que hoy pueda explotar en Racing que me abrió las puertas y me permitió mostrarme con confianza como en Olimpo, pero en ese momento nada tuvo la trascendencia mediática a la que ahora me acostumbré en este club grande”.

La serenidad de una ciudad como Bahía Blanca le devolvió los aromas de la niñez, de la despreo-cupación que invade a cada niño que, descalzo, gambetea en el barro y sueña con ser campeón del mundo. “Olimpo me permitió volver a ser yo mismo. Esta profesión tiene esos vaivenes difíciles de asimilar. Con Racing me toca una realidad que me gusta mucho pero trato de manejarme con cautela y frialdad. Sé muy bien que mi vida en lo personal y en lo grupal me puede sonreír, pero también pasé por los duros momentos que te fortalecen, y que pueden regresar aunque uno no quiera. Volvemos a lo del inicio: Lo más importante en el jugador es lo mental, pasa por la cabeza”, remarca.

El caballero de la humildad inoxidable, destilan-do optimismo no eludió las críticas que lo envol-vieron desde su arribo al club. “Sabía que mi llegada iba a traer cuestionamientos que se iban a focalizar en mi falta de minutos en cancha con Gimnasia, y en mi operación de apendicitis durante el receso. No todo lo que sucedió con mi representante. De hecho, sabía que si no podía rendir en este club, rendiría en mi próximo destino. Me lo tomo con esa filosofía porque desde chico me dediqué a esto y conozco este ámbito: sabía que si lograba revertir esas críticas, aquellos que me cuestionaban iban a ser los primeros en reconocer mis virtudes. Dicho y hecho, así fue”, admite.

Su padre dejó un legado a sus nueve hijos, entre ellos Gustavo, de los más pequeños: nunca bajar los brazos. Y aunque la decisión de abandonar lo

que hoy lo hace feliz haya estado latente en los momentos más difíciles, una escena es la pieza del rompecabezas de la motivación que lo obliga a seguir: “Estaba en la vereda de mi casa lloran-do. Levanté la mirada y mi papá, arriba de su bicicleta, volviendo de trabajar al mediodía y con un sol ardiente me preguntó qué me pasaba. Le dije que extrañaba a mamá. 'Yo también', me contestó, “pero fijate cómo, a pesar de todo, yo sigo adelante. Por ustedes'. Ver a mi papá así me hizo recordar aquella frase de mi madre. Cómo mi sueño también era el suyo. 'Me voy a Buenos Aires', le dije convencido y así decidí continuar en este camino difícil.

Con esa convicción hereditaria y con un objetivo que alcanzar para cumplir con su palabra, el 14 de diciembre Gustavo Bou pudo celebrar su primer campeonato. Uno que le permitió saber de lo que es capaz dentro de una cancha, uno que rompió con los cristales de su predestinación para constituirlo como ícono de este Racing inimitable, uno que, aunque sea por un momen-to, le permitió fundirse en un abrazo eterno con sus compañeros y con todos los allí presentes y con el cielo y con su madre. Porque sí, el fútbol es capaz de hacer posible hasta lo más soñado.

Bou pudo romper con un paradigma académico: dejó de ser el eterno soñador de falsas victorias y libró a un pueblo del fantasma augurador de tiempos mejores que se alejaban cada vez más para perderse para siempre en el enorme e inalcanzable horizonte; dijo presente para hacer realidad el anhelo de un mundo que hoy lo encumbra bajo un manto celeste y blanco, para hacer realidad la ilusión del campeón más sufrido, para devolverle el insípido y olvidado sabor del campeón más festejado.

Pitazo final y campeonato. Racing volvió a romper el maleficio: la investidura del príncipe Diego Milito cede ante la emoción y lo hace caer de rodillas ante un Cilindro desbordado; Sebas-tián Saja hace catarsis en un grito enajenado y con la mirada puesta en un hincha, o en dos, o en miles; Gustavo Bou llora, no puede parar de hacerlo, está triste pero feliz.

Miles de personas retuvieron, aunque sea por un instante, las palabras más sinceras de un futbo-lista que alcanzó la gloria, las de un hombre que saldó su deuda más profunda, las de un niño al que el destino, que cometió la tropelía de presen-tarse en su figura más oscura, procuró darle una oportunidad más. “Es algo soñado para mí y para mi familia. Esto es para mi vieja, que si no fuera por las palabras que me dijo antes de que se fuera yo no hubiese cumplido este sueño. Me gustaría que estuviera acá dándome un abrazo y felicitándome. Mi familia me puso en la cabeza que tengo que confiar en mí porque todo se puede revertir, hice caso a eso y traté de abstraerme, hoy le demostré a toda la gente que habló, que yo puedo estar jugando acá, en Racing”, expresó el goleador.

Resulta una contradicción difícil de compren-der, pero Bou cosifica un cúmulo de sensaciones, de penas y sinsabores, de alegrías inconmensu-

rables y de agonías eternas que se condicen con el impredecible semblante de un club predesti-nado a escribir páginas doradas en la historia del fútbol, pero que, atosigado por su propio desan-dar, se acostumbró a forjarse entre los vaivenes más irrisorios y las vivencias más paradójicas.

Y para poder sobreponerse a esas adversidades, un aspecto fue preponderante: el mental. “Cuando me preguntan qué es lo que se debe trabajar con más dedicación para llegar y mantenerte en el fútbol argentino, o ser profe-sional, siempre digo que se debe ser fuerte anímicamente. A cada jugador se le presentan inconvenientes a lo largo de su carrera, como en mi caso la pérdida de mi madre a los 15 años. Fue un golpe duro que me costó mucho digerir, pero es cuestión de poner el pecho y de procurar estar firme de la cabeza para sobrellevarlo. Quizás por eso hoy en día estoy disfrutando de este presen-te”, destaca la Pantera.

La intrepidez que lo erigió como uno de los bastidores principales de la gesta comandada por Diego Cocca, sitúa su estirpe en un aconteci-miento que subyace del rincón más preciado del cajón de sus recuerdos y que sus ojos, inundados en lágrimas de idolatría, reflejan por sí mismos. “El último año el cáncer la hizo sufrir mucho. Cuando estaba bien pasaba un puñado de días

EL RUGIDO DE LA PANTERA

con ella, y cuando estaba mal regresaba desde Capital con el objetivo de poder verla. La enfer-medad produce esos altibajos. Y yo no podía pasar mucho tiempo en casa porque ella se entristecía por mí. Pensaba que podía abando-nar el deporte y se sentía culpable, notaba mi estado de ánimo. Un día estaba cuidándola mientras dormía, de repente se despertó y me dijo: 'Quiero que sigas con el fútbol. No lo dejes, es lo que te gusta, es tu pasión. Tratá de vivir de ello. Yo en el lugar que esté siempre te voy a estar ayudando'. Ese es el recuerdo más impac-tante que me dejó”, rememora un Bou mucho más adulto y más sensato, el mismo que celebra cada gol con una intrínseca mirada al cielo dedicada a su figura materna, que luego culmina con un beso a una leyenda que lleva grabada en su brazo izquierdo -“Gracias por todo. Aunque mis ojos no te puedan ver, te puedo sentir, sé que estás aquí”.

En el juego en el que la predicción y el azar poseen la misma jerarquía, sentó las bases de una atracción que hoy resulta inobjetable. Se transformó en el jugador polivalente que hizo cenizas el ayuno de alegrías y se mofó del desasosiego racinguista con coraje, característi-

ca que encuentra origen en un lugar preciado: el potrero. “Cuando era chico iba siempre al campito. Hacíamos los arcos con piedras o con palos que encontrábamos tirados y nosotros mismos enterrábamos. Yo era muy pequeño, y me llevaba mi hermano más grande. Por eso, cuando se armaba un grupito de más de diez chicos, me dejaban afuera porque era menor y tenían miedo de que me golpeé aunque desde afuera también lo disfrutara. La pelota era algo que nos acompañaba a todos lados, a la escuela y a los cumpleaños, era cuestión de armar una con bolsas o de medias para poder jugar y patear. Eso es lo que me hacía feliz. Hoy, más grande, sé que me cuidaban, pero el desafío era sentirme fuerte contra jugadores que tenían, alguno, 20 años más que yo”, evoca. Resurrección. Una simple palabra, pero la expre-sión perfecta para confinar la tesitura precisa del entrerriano. Una niñez difícil que precedió a una juventud trágica, sólo sirvieron como coyuntura para adentrar en su temple una cualidad única, la de reinventarse como jugador y resurgir ante la desdicha. “Las idas y vueltas en mi corta carrera me sirvieron para aprender mucho. Extraje vivencias de todos los clubes: la

numero 0

P

OTRERO

17

GUSTAVO BOU LLEGÓ A RACING SOSPECHADO DE SER UN NEGOCIADO MÁS DE SU REPRESENTANTE PERO SORPRENDIÓ A TODOS CON SU NIVEL Y FUE

FUNDAMENTAL PARA EL TÍTULO DE RACING.

Por Stefano La Rosa @stefanolarosaColaboraron Matías Baldo @matiasbaldo Marcos Schieda @mjschieda

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continuidad que pude tener en Olimpo y no en River, donde siempre pude codearme con grandes como David Trezeguet o Radamel Falcao; de lo que padecí en la altura de Ecuador con Liga de Quito y de mi paso por Gimnasia, bueno a nivel grupal pero sin sentirme comple-to. Todo eso me enseñó para que hoy pueda explotar en Racing que me abrió las puertas y me permitió mostrarme con confianza como en Olimpo, pero en ese momento nada tuvo la trascendencia mediática a la que ahora me acostumbré en este club grande”.

La serenidad de una ciudad como Bahía Blanca le devolvió los aromas de la niñez, de la despreo-cupación que invade a cada niño que, descalzo, gambetea en el barro y sueña con ser campeón del mundo. “Olimpo me permitió volver a ser yo mismo. Esta profesión tiene esos vaivenes difíciles de asimilar. Con Racing me toca una realidad que me gusta mucho pero trato de manejarme con cautela y frialdad. Sé muy bien que mi vida en lo personal y en lo grupal me puede sonreír, pero también pasé por los duros momentos que te fortalecen, y que pueden regresar aunque uno no quiera. Volvemos a lo del inicio: Lo más importante en el jugador es lo mental, pasa por la cabeza”, remarca.

El caballero de la humildad inoxidable, destilan-do optimismo no eludió las críticas que lo envol-vieron desde su arribo al club. “Sabía que mi llegada iba a traer cuestionamientos que se iban a focalizar en mi falta de minutos en cancha con Gimnasia, y en mi operación de apendicitis durante el receso. No todo lo que sucedió con mi representante. De hecho, sabía que si no podía rendir en este club, rendiría en mi próximo destino. Me lo tomo con esa filosofía porque desde chico me dediqué a esto y conozco este ámbito: sabía que si lograba revertir esas críticas, aquellos que me cuestionaban iban a ser los primeros en reconocer mis virtudes. Dicho y hecho, así fue”, admite.

Su padre dejó un legado a sus nueve hijos, entre ellos Gustavo, de los más pequeños: nunca bajar los brazos. Y aunque la decisión de abandonar lo

que hoy lo hace feliz haya estado latente en los momentos más difíciles, una escena es la pieza del rompecabezas de la motivación que lo obliga a seguir: “Estaba en la vereda de mi casa lloran-do. Levanté la mirada y mi papá, arriba de su bicicleta, volviendo de trabajar al mediodía y con un sol ardiente me preguntó qué me pasaba. Le dije que extrañaba a mamá. 'Yo también', me contestó, “pero fijate cómo, a pesar de todo, yo sigo adelante. Por ustedes'. Ver a mi papá así me hizo recordar aquella frase de mi madre. Cómo mi sueño también era el suyo. 'Me voy a Buenos Aires', le dije convencido y así decidí continuar en este camino difícil.

Con esa convicción hereditaria y con un objetivo que alcanzar para cumplir con su palabra, el 14 de diciembre Gustavo Bou pudo celebrar su primer campeonato. Uno que le permitió saber de lo que es capaz dentro de una cancha, uno que rompió con los cristales de su predestinación para constituirlo como ícono de este Racing inimitable, uno que, aunque sea por un momen-to, le permitió fundirse en un abrazo eterno con sus compañeros y con todos los allí presentes y con el cielo y con su madre. Porque sí, el fútbol es capaz de hacer posible hasta lo más soñado.

Bou pudo romper con un paradigma académico: dejó de ser el eterno soñador de falsas victorias y libró a un pueblo del fantasma augurador de tiempos mejores que se alejaban cada vez más para perderse para siempre en el enorme e inalcanzable horizonte; dijo presente para hacer realidad el anhelo de un mundo que hoy lo encumbra bajo un manto celeste y blanco, para hacer realidad la ilusión del campeón más sufrido, para devolverle el insípido y olvidado sabor del campeón más festejado.

Pitazo final y campeonato. Racing volvió a romper el maleficio: la investidura del príncipe Diego Milito cede ante la emoción y lo hace caer de rodillas ante un Cilindro desbordado; Sebas-tián Saja hace catarsis en un grito enajenado y con la mirada puesta en un hincha, o en dos, o en miles; Gustavo Bou llora, no puede parar de hacerlo, está triste pero feliz.

Miles de personas retuvieron, aunque sea por un instante, las palabras más sinceras de un futbo-lista que alcanzó la gloria, las de un hombre que saldó su deuda más profunda, las de un niño al que el destino, que cometió la tropelía de presen-tarse en su figura más oscura, procuró darle una oportunidad más. “Es algo soñado para mí y para mi familia. Esto es para mi vieja, que si no fuera por las palabras que me dijo antes de que se fuera yo no hubiese cumplido este sueño. Me gustaría que estuviera acá dándome un abrazo y felicitándome. Mi familia me puso en la cabeza que tengo que confiar en mí porque todo se puede revertir, hice caso a eso y traté de abstraerme, hoy le demostré a toda la gente que habló, que yo puedo estar jugando acá, en Racing”, expresó el goleador.

Resulta una contradicción difícil de compren-der, pero Bou cosifica un cúmulo de sensaciones, de penas y sinsabores, de alegrías inconmensu-

rables y de agonías eternas que se condicen con el impredecible semblante de un club predesti-nado a escribir páginas doradas en la historia del fútbol, pero que, atosigado por su propio desan-dar, se acostumbró a forjarse entre los vaivenes más irrisorios y las vivencias más paradójicas.

Y para poder sobreponerse a esas adversidades, un aspecto fue preponderante: el mental. “Cuando me preguntan qué es lo que se debe trabajar con más dedicación para llegar y mantenerte en el fútbol argentino, o ser profe-sional, siempre digo que se debe ser fuerte anímicamente. A cada jugador se le presentan inconvenientes a lo largo de su carrera, como en mi caso la pérdida de mi madre a los 15 años. Fue un golpe duro que me costó mucho digerir, pero es cuestión de poner el pecho y de procurar estar firme de la cabeza para sobrellevarlo. Quizás por eso hoy en día estoy disfrutando de este presen-te”, destaca la Pantera.

La intrepidez que lo erigió como uno de los bastidores principales de la gesta comandada por Diego Cocca, sitúa su estirpe en un aconteci-miento que subyace del rincón más preciado del cajón de sus recuerdos y que sus ojos, inundados en lágrimas de idolatría, reflejan por sí mismos. “El último año el cáncer la hizo sufrir mucho. Cuando estaba bien pasaba un puñado de días

“QUIERO QUE SIGAS CON EL FÚTBOL. NO LO DEJES, ES LO QUE TE GUSTA, ES TU PASIÓN. TRATÁ DE VIVIR DE ELLO. YO

EN EL LUGAR QUE ESTÉ SIEMPRE TE VOY A ESTAR AYUDANDO” (FUE EL MENSAJE DE SU MAMÁ A BOU)

con ella, y cuando estaba mal regresaba desde Capital con el objetivo de poder verla. La enfer-medad produce esos altibajos. Y yo no podía pasar mucho tiempo en casa porque ella se entristecía por mí. Pensaba que podía abando-nar el deporte y se sentía culpable, notaba mi estado de ánimo. Un día estaba cuidándola mientras dormía, de repente se despertó y me dijo: 'Quiero que sigas con el fútbol. No lo dejes, es lo que te gusta, es tu pasión. Tratá de vivir de ello. Yo en el lugar que esté siempre te voy a estar ayudando'. Ese es el recuerdo más impac-tante que me dejó”, rememora un Bou mucho más adulto y más sensato, el mismo que celebra cada gol con una intrínseca mirada al cielo dedicada a su figura materna, que luego culmina con un beso a una leyenda que lleva grabada en su brazo izquierdo -“Gracias por todo. Aunque mis ojos no te puedan ver, te puedo sentir, sé que estás aquí”.

En el juego en el que la predicción y el azar poseen la misma jerarquía, sentó las bases de una atracción que hoy resulta inobjetable. Se transformó en el jugador polivalente que hizo cenizas el ayuno de alegrías y se mofó del desasosiego racinguista con coraje, característi-

ca que encuentra origen en un lugar preciado: el potrero. “Cuando era chico iba siempre al campito. Hacíamos los arcos con piedras o con palos que encontrábamos tirados y nosotros mismos enterrábamos. Yo era muy pequeño, y me llevaba mi hermano más grande. Por eso, cuando se armaba un grupito de más de diez chicos, me dejaban afuera porque era menor y tenían miedo de que me golpeé aunque desde afuera también lo disfrutara. La pelota era algo que nos acompañaba a todos lados, a la escuela y a los cumpleaños, era cuestión de armar una con bolsas o de medias para poder jugar y patear. Eso es lo que me hacía feliz. Hoy, más grande, sé que me cuidaban, pero el desafío era sentirme fuerte contra jugadores que tenían, alguno, 20 años más que yo”, evoca. Resurrección. Una simple palabra, pero la expre-sión perfecta para confinar la tesitura precisa del entrerriano. Una niñez difícil que precedió a una juventud trágica, sólo sirvieron como coyuntura para adentrar en su temple una cualidad única, la de reinventarse como jugador y resurgir ante la desdicha. “Las idas y vueltas en mi corta carrera me sirvieron para aprender mucho. Extraje vivencias de todos los clubes: la

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continuidad que pude tener en Olimpo y no en River, donde siempre pude codearme con grandes como David Trezeguet o Radamel Falcao; de lo que padecí en la altura de Ecuador con Liga de Quito y de mi paso por Gimnasia, bueno a nivel grupal pero sin sentirme comple-to. Todo eso me enseñó para que hoy pueda explotar en Racing que me abrió las puertas y me permitió mostrarme con confianza como en Olimpo, pero en ese momento nada tuvo la trascendencia mediática a la que ahora me acostumbré en este club grande”.

La serenidad de una ciudad como Bahía Blanca le devolvió los aromas de la niñez, de la despreo-cupación que invade a cada niño que, descalzo, gambetea en el barro y sueña con ser campeón del mundo. “Olimpo me permitió volver a ser yo mismo. Esta profesión tiene esos vaivenes difíciles de asimilar. Con Racing me toca una realidad que me gusta mucho pero trato de manejarme con cautela y frialdad. Sé muy bien que mi vida en lo personal y en lo grupal me puede sonreír, pero también pasé por los duros momentos que te fortalecen, y que pueden regresar aunque uno no quiera. Volvemos a lo del inicio: Lo más importante en el jugador es lo mental, pasa por la cabeza”, remarca.

El caballero de la humildad inoxidable, destilan-do optimismo no eludió las críticas que lo envol-vieron desde su arribo al club. “Sabía que mi llegada iba a traer cuestionamientos que se iban a focalizar en mi falta de minutos en cancha con Gimnasia, y en mi operación de apendicitis durante el receso. No todo lo que sucedió con mi representante. De hecho, sabía que si no podía rendir en este club, rendiría en mi próximo destino. Me lo tomo con esa filosofía porque desde chico me dediqué a esto y conozco este ámbito: sabía que si lograba revertir esas críticas, aquellos que me cuestionaban iban a ser los primeros en reconocer mis virtudes. Dicho y hecho, así fue”, admite.

Su padre dejó un legado a sus nueve hijos, entre ellos Gustavo, de los más pequeños: nunca bajar los brazos. Y aunque la decisión de abandonar lo

que hoy lo hace feliz haya estado latente en los momentos más difíciles, una escena es la pieza del rompecabezas de la motivación que lo obliga a seguir: “Estaba en la vereda de mi casa lloran-do. Levanté la mirada y mi papá, arriba de su bicicleta, volviendo de trabajar al mediodía y con un sol ardiente me preguntó qué me pasaba. Le dije que extrañaba a mamá. 'Yo también', me contestó, “pero fijate cómo, a pesar de todo, yo sigo adelante. Por ustedes'. Ver a mi papá así me hizo recordar aquella frase de mi madre. Cómo mi sueño también era el suyo. 'Me voy a Buenos Aires', le dije convencido y así decidí continuar en este camino difícil.

Con esa convicción hereditaria y con un objetivo que alcanzar para cumplir con su palabra, el 14 de diciembre Gustavo Bou pudo celebrar su primer campeonato. Uno que le permitió saber de lo que es capaz dentro de una cancha, uno que rompió con los cristales de su predestinación para constituirlo como ícono de este Racing inimitable, uno que, aunque sea por un momen-to, le permitió fundirse en un abrazo eterno con sus compañeros y con todos los allí presentes y con el cielo y con su madre. Porque sí, el fútbol es capaz de hacer posible hasta lo más soñado.

Bou pudo romper con un paradigma académico: dejó de ser el eterno soñador de falsas victorias y libró a un pueblo del fantasma augurador de tiempos mejores que se alejaban cada vez más para perderse para siempre en el enorme e inalcanzable horizonte; dijo presente para hacer realidad el anhelo de un mundo que hoy lo encumbra bajo un manto celeste y blanco, para hacer realidad la ilusión del campeón más sufrido, para devolverle el insípido y olvidado sabor del campeón más festejado.

Pitazo final y campeonato. Racing volvió a romper el maleficio: la investidura del príncipe Diego Milito cede ante la emoción y lo hace caer de rodillas ante un Cilindro desbordado; Sebas-tián Saja hace catarsis en un grito enajenado y con la mirada puesta en un hincha, o en dos, o en miles; Gustavo Bou llora, no puede parar de hacerlo, está triste pero feliz.

Miles de personas retuvieron, aunque sea por un instante, las palabras más sinceras de un futbo-lista que alcanzó la gloria, las de un hombre que saldó su deuda más profunda, las de un niño al que el destino, que cometió la tropelía de presen-tarse en su figura más oscura, procuró darle una oportunidad más. “Es algo soñado para mí y para mi familia. Esto es para mi vieja, que si no fuera por las palabras que me dijo antes de que se fuera yo no hubiese cumplido este sueño. Me gustaría que estuviera acá dándome un abrazo y felicitándome. Mi familia me puso en la cabeza que tengo que confiar en mí porque todo se puede revertir, hice caso a eso y traté de abstraerme, hoy le demostré a toda la gente que habló, que yo puedo estar jugando acá, en Racing”, expresó el goleador.

Resulta una contradicción difícil de compren-der, pero Bou cosifica un cúmulo de sensaciones, de penas y sinsabores, de alegrías inconmensu-

rables y de agonías eternas que se condicen con el impredecible semblante de un club predesti-nado a escribir páginas doradas en la historia del fútbol, pero que, atosigado por su propio desan-dar, se acostumbró a forjarse entre los vaivenes más irrisorios y las vivencias más paradójicas.

Y para poder sobreponerse a esas adversidades, un aspecto fue preponderante: el mental. “Cuando me preguntan qué es lo que se debe trabajar con más dedicación para llegar y mantenerte en el fútbol argentino, o ser profe-sional, siempre digo que se debe ser fuerte anímicamente. A cada jugador se le presentan inconvenientes a lo largo de su carrera, como en mi caso la pérdida de mi madre a los 15 años. Fue un golpe duro que me costó mucho digerir, pero es cuestión de poner el pecho y de procurar estar firme de la cabeza para sobrellevarlo. Quizás por eso hoy en día estoy disfrutando de este presen-te”, destaca la Pantera.

La intrepidez que lo erigió como uno de los bastidores principales de la gesta comandada por Diego Cocca, sitúa su estirpe en un aconteci-miento que subyace del rincón más preciado del cajón de sus recuerdos y que sus ojos, inundados en lágrimas de idolatría, reflejan por sí mismos. “El último año el cáncer la hizo sufrir mucho. Cuando estaba bien pasaba un puñado de días

con ella, y cuando estaba mal regresaba desde Capital con el objetivo de poder verla. La enfer-medad produce esos altibajos. Y yo no podía pasar mucho tiempo en casa porque ella se entristecía por mí. Pensaba que podía abando-nar el deporte y se sentía culpable, notaba mi estado de ánimo. Un día estaba cuidándola mientras dormía, de repente se despertó y me dijo: 'Quiero que sigas con el fútbol. No lo dejes, es lo que te gusta, es tu pasión. Tratá de vivir de ello. Yo en el lugar que esté siempre te voy a estar ayudando'. Ese es el recuerdo más impac-tante que me dejó”, rememora un Bou mucho más adulto y más sensato, el mismo que celebra cada gol con una intrínseca mirada al cielo dedicada a su figura materna, que luego culmina con un beso a una leyenda que lleva grabada en su brazo izquierdo -“Gracias por todo. Aunque mis ojos no te puedan ver, te puedo sentir, sé que estás aquí”.

En el juego en el que la predicción y el azar poseen la misma jerarquía, sentó las bases de una atracción que hoy resulta inobjetable. Se transformó en el jugador polivalente que hizo cenizas el ayuno de alegrías y se mofó del desasosiego racinguista con coraje, característi-

ca que encuentra origen en un lugar preciado: el potrero. “Cuando era chico iba siempre al campito. Hacíamos los arcos con piedras o con palos que encontrábamos tirados y nosotros mismos enterrábamos. Yo era muy pequeño, y me llevaba mi hermano más grande. Por eso, cuando se armaba un grupito de más de diez chicos, me dejaban afuera porque era menor y tenían miedo de que me golpeé aunque desde afuera también lo disfrutara. La pelota era algo que nos acompañaba a todos lados, a la escuela y a los cumpleaños, era cuestión de armar una con bolsas o de medias para poder jugar y patear. Eso es lo que me hacía feliz. Hoy, más grande, sé que me cuidaban, pero el desafío era sentirme fuerte contra jugadores que tenían, alguno, 20 años más que yo”, evoca. Resurrección. Una simple palabra, pero la expre-sión perfecta para confinar la tesitura precisa del entrerriano. Una niñez difícil que precedió a una juventud trágica, sólo sirvieron como coyuntura para adentrar en su temple una cualidad única, la de reinventarse como jugador y resurgir ante la desdicha. “Las idas y vueltas en mi corta carrera me sirvieron para aprender mucho. Extraje vivencias de todos los clubes: la

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#RESURRECCIÓN

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JAVIER MASCHERANO ES EL CAPITÁN DE LA SELECCIÓN AUN CUANDO NO LLEVA LA CINTA EN EL BRAZO. UN RECORRIDO POR EL CAMPITO EN DONDE DEJÓ AL NIÑO QUE ALGUNA VEZ FUE, AYUDA A ENTENDER A ESTE JUGADOR CON MÁS ARROJO DE CABRAL QUE HABILIDAD DE SAN MARTÍN. EN CONTEXTOS DE CRISIS Y EN ESCENARIOS HOSTILES FUE DONDE EL JEFECI-TO FORJÓ SU CORAJE Y CONSIGUIÓ LAS FUERZAS COMO PARA, ENTRE OTRAS COSAS, LANZARSE SIN MIRAMIENTOS A TAPAR EL AGÓNICO REMATE DE ROBBEN EN LA SEMIFINAL DEL

ÚLTIMO MUNDIAL.

Por Sebastián Garavelli @tatangaravelli

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historia de algún suicidio. Entre las fábricas que cerraron estaba Cerámica San Lorenzo, una empresa que contaba con un campo de deportes en dónde se divertía con la pelota un niño de apenas siete años, hoy capitán de la selección. Mientras un cura le preguntaba en público al Presidente de la Nación por la prometida revolu-ción productiva, un señor de traje oscuro y de aspecto sombrío ponía un candado a la “canchi-ta” de Club Cerámica. Oscar, a esta altura padre de familia, sopesó la situación y subió a su hijo al auto rumbo al Club Barrio Vila. Además de ser de los pocos clubes que sobrevivían, este estaba cerca de la casa de la familia. Allí, en la esquina de Boulevard Urquiza y Paraíso, los recibió Daniel, “no me acuerdo del primer día, pero sí de los siguientes”, confiesa quien además fuera el primer entrenador de Javier. A ese potrero llegó con toda su ilusión. En el club lo recuerdan siempre enchufado, líder y con gol. El fin de semana se lo pasaba completo ahí. Ante la posibilidad de que en otra categoría alguno de

sus jugadores no se presentaran, él se quedaba esperando la oportunidad de jugar otro partido más.

La mecha que provocó el boom sojero todavía no estaba prendida cuando en 1998 Jorge Solari cosechó el mejor cultivo de la zona y se lo llevó a Renato Cesarini. Dos años más tarde se iría a Buenos Aires, y con el pasar del tiempo cada vez más lejos. Durante los últimos 16 años de movimiento ascendente en la carrera de Javier, la cancha de Defensores de Barrio Vila sigue penando la falta de presupuesto. Inclusive los arcos denuncian con óxido ser los mismos en los cuales Javier hacía goles de tiro libre. Los claros sin césped ya no responden al tránsito que los partidos proponen. Parece una cancha nostálgi-ca. Un terreno en medio de la pampa húmeda que parece agotado tras la cosecha de tamaño crack.

Cemento y pavimento en línea recta. Nada de árboles, ni cantero central, ni planificación de paisaje. Arbitrariamente aparecen loteos, casas y negocios. La descripta extensión del original-mente afable Boulevard Urquiza en la ciudad de San Lorenzo existe gracias a la explosión agríco-la ganadera de principios de siglo. Antes, en ese camino seco y poco amistoso no había casi nada. Lo único que se instaló allí, antes de que los más de mil camiones de cereales diarios ingresaran a la ciudad, fue el predio del Club Defensores de Barrio Vila. Parcela trazada con cal en donde creció Javier Mascherano.

Otro cimbronazo macroeconómico fue el que forzó a finales de la década del sesenta al club a ubicarse en una zona ajena a la de su origen. El Club Barrio Vila está en el Barrio Mitre. En un principio se especuló con cerrar el club –que básicamente se dedicaba al fútbol- pero entre quienes lo sostenían día a día retrucaron al Estado con el pedido de un terreno baldío ubica-do sobre la continuidad del Boulevard Urquiza. Quince cuadras al noroeste de donde, años más tarde, Oscar y Teodolina criaron al defensor de Barcelona.

El terreno del club se mantiene en uso hasta el día de hoy. Entre las rendijas de la puerta metáli-ca que cuelga de una pared perimetral blanca, se adivina que allí adentro hay una cancha de fútbol. El descuidado predio alberga entre 40 y 50 partidos mensuales de la Liga Sanlorencina. Quien se asome por el portón que lleva los colores del club dará con un hombre algo mayor, de anteojos, zapatillas deportivas y, si el febo asoma, algún sombrero. Se presentará bajo el nombre de Daniel. Él es el encargado del lugar, y no mostrará reticencias si el curioso pide pasar. Todo lo contrario. Ya de cerca, la cancha de Barrio Vila confirma lo que se puede sospechar desde más lejos: tenien-do en cuenta que es el centro geográfico de la zona más fértil -si hablamos de tierra-, el campo

de juego es desprolijo. Es un desafío para cualquier topógrafo encontrar una constante en esa hectárea. Ortigas en un rincón, césped corto más allá, tierra seca, un espacio florido, plantas de 20 centímetros –inclusive más altas- y otro poco de tierra negra, más húmeda, por los lugares con menor cantidad de tránsito. “Todos los años solicito una cantidad de camiones de tierra para mejorar la cancha. Ahora habría que rellenar un poco las áreas”, cuenta Daniel, mientras señala uno de los tantos pozos que hay dentro del área chica.

Además, el predio carece absolutamente de cualquier comodidad. Su enrejado, los postes de luz, los vestuarios, el comedor y los bancos de suplentes de dos metros de alto proponen una aventura para el futbolero que se acerque a ver algún partido. Su orientación Norte-Sur denota criterio depor-tivo de quienes trabajaron por forjar ese potrero. Si hoy se parece bastante a una cancha de fútbol es debido al empeño y la dedicación de la genera-ción que acompañó a Daniel allá por los setenta.

Ya veinte años después de la mudanza otra crisis golpearía bajo a la ciudad en donde Cabral, soldado heroico del ya histórico combate, fue herido de muerte. “Era una época en donde en la ciudad había exceso de kioscos y taxistas”, cuenta Miguel Ángel Pepe Piagentini, vecino del boulevard. Gran parte de los trabajadores cobra-ban la indemnización y se largaban a la aventura del pequeño empresario, una moda por aquellos años. La economía de la ciudad entró de lleno en la recesión y en los diarios a menudo se leía la

MASCHERANO JUGÓ DE LOS SIETE A LOS TRECE AÑOS, ANTES DE PASAR

A RENATO CESARINI.

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historia de algún suicidio. Entre las fábricas que cerraron estaba Cerámica San Lorenzo, una empresa que contaba con un campo de deportes en dónde se divertía con la pelota un niño de apenas siete años, hoy capitán de la selección. Mientras un cura le preguntaba en público al Presidente de la Nación por la prometida revolu-ción productiva, un señor de traje oscuro y de aspecto sombrío ponía un candado a la “canchi-ta” de Club Cerámica. Oscar, a esta altura padre de familia, sopesó la situación y subió a su hijo al auto rumbo al Club Barrio Vila. Además de ser de los pocos clubes que sobrevivían, este estaba cerca de la casa de la familia. Allí, en la esquina de Boulevard Urquiza y Paraíso, los recibió Daniel, “no me acuerdo del primer día, pero sí de los siguientes”, confiesa quien además fuera el primer entrenador de Javier. A ese potrero llegó con toda su ilusión. En el club lo recuerdan siempre enchufado, líder y con gol. El fin de semana se lo pasaba completo ahí. Ante la posibilidad de que en otra categoría alguno de

sus jugadores no se presentaran, él se quedaba esperando la oportunidad de jugar otro partido más.

La mecha que provocó el boom sojero todavía no estaba prendida cuando en 1998 Jorge Solari cosechó el mejor cultivo de la zona y se lo llevó a Renato Cesarini. Dos años más tarde se iría a Buenos Aires, y con el pasar del tiempo cada vez más lejos. Durante los últimos 16 años de movimiento ascendente en la carrera de Javier, la cancha de Defensores de Barrio Vila sigue penando la falta de presupuesto. Inclusive los arcos denuncian con óxido ser los mismos en los cuales Javier hacía goles de tiro libre. Los claros sin césped ya no responden al tránsito que los partidos proponen. Parece una cancha nostálgi-ca. Un terreno en medio de la pampa húmeda que parece agotado tras la cosecha de tamaño crack.

Cemento y pavimento en línea recta. Nada de árboles, ni cantero central, ni planificación de paisaje. Arbitrariamente aparecen loteos, casas y negocios. La descripta extensión del original-mente afable Boulevard Urquiza en la ciudad de San Lorenzo existe gracias a la explosión agríco-la ganadera de principios de siglo. Antes, en ese camino seco y poco amistoso no había casi nada. Lo único que se instaló allí, antes de que los más de mil camiones de cereales diarios ingresaran a la ciudad, fue el predio del Club Defensores de Barrio Vila. Parcela trazada con cal en donde creció Javier Mascherano.

Otro cimbronazo macroeconómico fue el que forzó a finales de la década del sesenta al club a ubicarse en una zona ajena a la de su origen. El Club Barrio Vila está en el Barrio Mitre. En un principio se especuló con cerrar el club –que básicamente se dedicaba al fútbol- pero entre quienes lo sostenían día a día retrucaron al Estado con el pedido de un terreno baldío ubica-do sobre la continuidad del Boulevard Urquiza. Quince cuadras al noroeste de donde, años más tarde, Oscar y Teodolina criaron al defensor de Barcelona.

El terreno del club se mantiene en uso hasta el día de hoy. Entre las rendijas de la puerta metáli-ca que cuelga de una pared perimetral blanca, se adivina que allí adentro hay una cancha de fútbol. El descuidado predio alberga entre 40 y 50 partidos mensuales de la Liga Sanlorencina. Quien se asome por el portón que lleva los colores del club dará con un hombre algo mayor, de anteojos, zapatillas deportivas y, si el febo asoma, algún sombrero. Se presentará bajo el nombre de Daniel. Él es el encargado del lugar, y no mostrará reticencias si el curioso pide pasar. Todo lo contrario. Ya de cerca, la cancha de Barrio Vila confirma lo que se puede sospechar desde más lejos: tenien-do en cuenta que es el centro geográfico de la zona más fértil -si hablamos de tierra-, el campo

de juego es desprolijo. Es un desafío para cualquier topógrafo encontrar una constante en esa hectárea. Ortigas en un rincón, césped corto más allá, tierra seca, un espacio florido, plantas de 20 centímetros –inclusive más altas- y otro poco de tierra negra, más húmeda, por los lugares con menor cantidad de tránsito. “Todos los años solicito una cantidad de camiones de tierra para mejorar la cancha. Ahora habría que rellenar un poco las áreas”, cuenta Daniel, mientras señala uno de los tantos pozos que hay dentro del área chica.

Además, el predio carece absolutamente de cualquier comodidad. Su enrejado, los postes de luz, los vestuarios, el comedor y los bancos de suplentes de dos metros de alto proponen una aventura para el futbolero que se acerque a ver algún partido. Su orientación Norte-Sur denota criterio depor-tivo de quienes trabajaron por forjar ese potrero. Si hoy se parece bastante a una cancha de fútbol es debido al empeño y la dedicación de la genera-ción que acompañó a Daniel allá por los setenta.

Ya veinte años después de la mudanza otra crisis golpearía bajo a la ciudad en donde Cabral, soldado heroico del ya histórico combate, fue herido de muerte. “Era una época en donde en la ciudad había exceso de kioscos y taxistas”, cuenta Miguel Ángel Pepe Piagentini, vecino del boulevard. Gran parte de los trabajadores cobra-ban la indemnización y se largaban a la aventura del pequeño empresario, una moda por aquellos años. La economía de la ciudad entró de lleno en la recesión y en los diarios a menudo se leía la

EN LA SEGUNDA MITAD DE SU PASO POR BARRIO VILA, JAVIER FUE DIRIGIDO POR SU PROPIO PADRE.

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Fueron apenas cuatro o cinco segundos. Efíme-ros, casi imperceptibles pero felices, perfectos. Messi inventó su enésima genialidad, Lavezzi lanzó un centro de afuera hacia adentro que Higuaín empujó a la red, a la eternidad, ahuyen-tando los fantasmas de ese insólito fallo tras la concesión de Kroos, golpeándose el pecho para recordarle a aquellos que desconfiaban de su estirpe y jerarquía para las grandes citas.

Faltaba muchísimo y enfrente estaba el Blitzkrieg alemán que había destrozado a los brasileños pero estábamos ganando. El país unido en un grito y en un abrazo que hubiéra-mos recordado por el resto de nuestras vidas con una precisión quirúrgica. La hora exacta, el lugar, dónde estaba sentado cada uno, con quién lo vimos, incluso agregándole épica a estúpidas anécdotas que nos hubiéramos sentido orgullosos de contarle a nuestros hijos, a nuestros nietos. Asimilar que al menos durante un ratito todos fuimos iguales, ricos y pobres, viejos y jóvenes, todos encolumnados detrás de un sueño.

Y la bestia negra que nos jodió la existencia y se convirtió en karma para toda una generación por fin estaba hincada a nuestros pies, suplicando por un empate que íbamos a impedir con enjundía, valentía, hombría, con huevos, con el corazón. Faltaba mucho, una eternidad, pero ese gol era sepultar esa barrera psicológica, esos miedos de otro fracaso ante un equipo demoledor. Era mandar todas las certezas al carajo y, aunque todavía faltara una vida o quizás dos, sentirnos campeones, creer que por fin podíamos ganarle a ellos, que por fin

la tómbola una vez iba a apuntar para nuestro lado.

Fueron cuatro o cinco segundos desde que Higuaín la empujó y el línea marcó correcta-mente su off-side. Esos que tanto se equivocan habían acertado cuando esperábamos que una injusticia nos diera una mano. El gol que más gritamos en nuestras vidas fue estéril. El partido seguía 0-0. El momento más feliz se convirtió en un sinónimo inmortal de tristeza. El resto es historia conocida. Argentina fue mejor que Alemania. Jugó como se juegan las finales, con ese sello tan distintivo de la raigam-bre argentina. Como en el 2006, fuimos superiores. Pero tampoco ganamos. Y maldeci-mos, porque otra vez Alemania, otra vez inmis-cuyéndose en nuestros sueños. No le ganamos ni jugando mejor, ni con mística ni de casuali-dad. Gotze rescató a un equipo deslucido, a esos supuestos superhombres que eran mejores que nosotros, esos que desde las adyacencias de las propias huestes argentinas algunos pesimistas se encargaron de agigantar.

Argentina perdió la Copa del Mundo en un miserable detalle. Estoy destrozado, con el alma en pena, como si fuera un zombie que responde a automatismos adquiridos por costumbre. No se trata de vivir sino de sobrevi-vir, de cargar con una existencia que se hace insoportable. Y uno no duerme, y se regodea en el morbo de una realidad utópica, del improba-ble “qué hubiera pasado si…”.

Tarde o temprano esta tristeza que nunca se

Cuando fuimos felicesPor Matías Baldo @matiasbaldo

irá, empezará a matizar. Lo asimilaremos un poco, aprenderemos a vivir con la derrota en el Maracaná. Y estoy satisfecho y orgulloso, pero la coyuntura duplica el dolor. Saber que acariciamos la gloria, que la Copa se nos escurrió de entre los dedos. No me pidan hoy que festeje porque esta vez es el corazón y no el cuerpo el que se niega.

Pero más que por mi, me duele por los otros. Me duele por las lágrimas de mi hermano, por ese abrazo con un amigo que tenía la misma ilusión que yo, por ese desconocido que me cruce esperando el 67 y que me consolaba desconso-lado. Y también me duele por estos pibes tan fustigados, tan castigados que pese a todo se mataron por la camiseta, que jugaron como hinchas, que dejaron la piel, esos millonarios estigmatizados que volvieron al potrero para ilusionar a todo un pueblo. Es imposible no llorar mientras escribo. Pero también es imposible no sentir orgullo, aunque esta herida nunca va a cicatrizar.

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Fueron apenas cuatro o cinco segundos. Efíme-ros, casi imperceptibles pero felices, perfectos. Messi inventó su enésima genialidad, Lavezzi lanzó un centro de afuera hacia adentro que Higuaín empujó a la red, a la eternidad, ahuyen-tando los fantasmas de ese insólito fallo tras la concesión de Kroos, golpeándose el pecho para recordarle a aquellos que desconfiaban de su estirpe y jerarquía para las grandes citas.

Faltaba muchísimo y enfrente estaba el Blitzkrieg alemán que había destrozado a los brasileños pero estábamos ganando. El país unido en un grito y en un abrazo que hubiéra-mos recordado por el resto de nuestras vidas con una precisión quirúrgica. La hora exacta, el lugar, dónde estaba sentado cada uno, con quién lo vimos, incluso agregándole épica a estúpidas anécdotas que nos hubiéramos sentido orgullosos de contarle a nuestros hijos, a nuestros nietos. Asimilar que al menos durante un ratito todos fuimos iguales, ricos y pobres, viejos y jóvenes, todos encolumnados detrás de un sueño.

Y la bestia negra que nos jodió la existencia y se convirtió en karma para toda una generación por fin estaba hincada a nuestros pies, suplicando por un empate que íbamos a impedir con enjundía, valentía, hombría, con huevos, con el corazón. Faltaba mucho, una eternidad, pero ese gol era sepultar esa barrera psicológica, esos miedos de otro fracaso ante un equipo demoledor. Era mandar todas las certezas al carajo y, aunque todavía faltara una vida o quizás dos, sentirnos campeones, creer que por fin podíamos ganarle a ellos, que por fin

la tómbola una vez iba a apuntar para nuestro lado.

Fueron cuatro o cinco segundos desde que Higuaín la empujó y el línea marcó correcta-mente su off-side. Esos que tanto se equivocan habían acertado cuando esperábamos que una injusticia nos diera una mano. El gol que más gritamos en nuestras vidas fue estéril. El partido seguía 0-0. El momento más feliz se convirtió en un sinónimo inmortal de tristeza. El resto es historia conocida. Argentina fue mejor que Alemania. Jugó como se juegan las finales, con ese sello tan distintivo de la raigam-bre argentina. Como en el 2006, fuimos superiores. Pero tampoco ganamos. Y maldeci-mos, porque otra vez Alemania, otra vez inmis-cuyéndose en nuestros sueños. No le ganamos ni jugando mejor, ni con mística ni de casuali-dad. Gotze rescató a un equipo deslucido, a esos supuestos superhombres que eran mejores que nosotros, esos que desde las adyacencias de las propias huestes argentinas algunos pesimistas se encargaron de agigantar.

Argentina perdió la Copa del Mundo en un miserable detalle. Estoy destrozado, con el alma en pena, como si fuera un zombie que responde a automatismos adquiridos por costumbre. No se trata de vivir sino de sobrevi-vir, de cargar con una existencia que se hace insoportable. Y uno no duerme, y se regodea en el morbo de una realidad utópica, del improba-ble “qué hubiera pasado si…”.

Tarde o temprano esta tristeza que nunca se

ERA MANDAR TODAS LAS CERTEZAS AL CARAJO Y, AUNQUE TODAVÍA FALTA-RA UNA VIDA O QUIZÁS DOS, SENTIRNOS CAM-PEONES, CREER QUE

POR FIN PODÍAMOS GA-NARLE A ELLOS, QUE POR FIN LA TÓMBOLA

UNA VEZ IBA A APUNTAR PARA NUESTRO LADO.

irá, empezará a matizar. Lo asimilaremos un poco, aprenderemos a vivir con la derrota en el Maracaná. Y estoy satisfecho y orgulloso, pero la coyuntura duplica el dolor. Saber que acariciamos la gloria, que la Copa se nos escurrió de entre los dedos. No me pidan hoy que festeje porque esta vez es el corazón y no el cuerpo el que se niega.

Pero más que por mi, me duele por los otros. Me duele por las lágrimas de mi hermano, por ese abrazo con un amigo que tenía la misma ilusión que yo, por ese desconocido que me cruce esperando el 67 y que me consolaba desconso-lado. Y también me duele por estos pibes tan fustigados, tan castigados que pese a todo se mataron por la camiseta, que jugaron como hinchas, que dejaron la piel, esos millonarios estigmatizados que volvieron al potrero para ilusionar a todo un pueblo. Es imposible no llorar mientras escribo. Pero también es imposible no sentir orgullo, aunque esta herida nunca va a cicatrizar.

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Lionel Messi se puso el equipo al hombro ante una situación límite. Leo y Sergio Agüero marca-ron en el complemento y plantaron bandera. Fue el quiebre del ciclo, el momento en el que el grupo se aferró a una idea, a un hombre. Ya nada sería igual.

De buen 2012, con un año voraz de la Pulga, logró en 2013 la clasificación a Brasil sin despeinarse. Puso en marcha a “los cuatro fantásticos”, apostó por una defensa por la que pocos ponían un peso y devolvió aquello de “saber el equipo de memoria”. Tras el desconocimiento popular previo, logró conseguir nuevos adeptos y llegó al Mundial sin sobresaltos, con la excepción de ciertos grupos de prensa que le apuntaron por sus declaraciones políticas. Tan peronista como fanático de los libros de historia, desde aquella juventud donde el joven habilidoso y elegante compartía minutos con el estudiante de aboga-cía, muchos descubrieron su ideología en junio de 2014. Pero terminó convenciendo a gran parte de sus detractores. Como en Estudiantes, donde se amoldó a la par de los títulos, en la selección fue silenciando críticas de la mano de cada etapa que se fue superando. Sin mostrar la mejor versión ofensiva, la faceta que todos destacaban como el as de espadas, desplegó un juego de ajedrez y potenció al equipo de atrás para adelante. El Messi goleador de los primeros

partidos pasó a ser un Messi de overol. El Rojo resistido pasó a ser un encastre clave. El Mascherano todoterreno dejó de ser terrenal. El Di María que nadie quería ingresó al podio de los cracks nacionales. El Romero apedreado desde la prensa por su poco rodaje se convirtió en héroe ante Holanda. Sin lucir desde la estética, siempre ganó por puntos. No lo superó Bosnia, Nigeria, ni Irán. No fue menos que Suiza ni Bélgica. Maniató y desdibujó a Holanda, siempre cuco, y puso contra las cuerdas a Alemania, que llegaba con las acciones en alza tras la histórica paliza por 7-1 a los dueños de casa . Sin el golpe del campeón, le perdonó la vida a Die Manns-chaft y eso no se perdona. Fue el último acto de Sabella. A 24 años de la última final, culminó su trabajo y se quedó sin energías para seguir. Sin caer en la grieta que proponen bilardistas y menottistas, prefirió aferrarse a la tercera posición. Mostró trabajo, capacidad y docencia. Ya lo decían los grafitis de los ferrocarriles de Sheffield, cuando su zurda, sin lugar en River, prefirió tener minutos en The Blades: “Sabella is magic”. Bienvenidos al tren.

No pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país". Las palabras del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy reper-cutieron con fuerza en el Capitolio de Washing-ton. Fue en la toma de posesión, el 20 de enero de 1961. En Ezeiza, el 5 de agosto de 2011, alguien recogió el guante. No fue el único guiño a la historia. Después, miró fijo la bandera argentina que flameaba en la sala de conferencias y evocó a Manuel Belgrano. "Allí tenemos la bandera creada por Belgrano. El dio todo por la patria, dejó su sueldo, murió pobre. Es el ejemplo a seguir: el de poner el bien común por encima del individuo". No se dio en una clase de historia americana, sino que formó parte de la presenta-ción de Alejandro Sabella como nuevo entrena-dor de la selección argentina.

Tras la salida de Sergio Batista, después del fracaso del equipo nacional en la Copa América disputada en casa, Julio Grondona retomó su vieja fórmula de la teoría del contraste y apostó por la serenidad, luego del desorden. Por la

calma, después del caos. Bajó a Sabella de un avión con destino a los Emiratos Arabes, donde tenía un pre-contrato bañado de petrodólares para dirigir a Al-Jazira, lo convenció y le dio el mando de un equipo que no teníaotra opción que la de llegar como candidato al Mundial de

Brasil 2014. A la clásica obligación por ser parte de la elite, se le sumaban dos factores: Messi y, claro, Brasil. El sueño de arrebatarle el sueño al vecino. De festejar en la casa del enemigo íntimo.

BIENVENIDOS AL TREN

"ALLÍ TENEMOS LA BANDERA CREADA POR BELGRANO. EL

DIO TODO POR LA PATRIA, DEJÓ SU SUELDO, MURIÓ POBRE. ES EL EJEMPLO A SEGUIR: EL DE PONER EL

BIEN COMÚN POR ENCIMA DEL INDIVIDUO".

Pachorra, un apodo que lo acompaña producto de su apego a la siesta en las tardes del Sudame-ricano juvenil de Chile de 1974, llegó a la selección con interesantes antecedentes como ayudante de campo y con dos años de gloria en Estudiantes. En el Pincha, se adaptó al traje de entrenador a fuerza de títulos. A los 54 años, decidió aceptar la propuesta platense y meses más tarde se consagró como campeón de Améri-

ca. Asistente de Daniel Passarella desde la década del 90, su paso al frente se dio previa consulta al Káiser, quien ya estaba lanzando su candidatura para presidente de River. “No seas gil, agarrá”, le respondió. Su amigo le firmó la declaración de independencia.

En su primera charla al frente de los futuros campeones, apeló a la mística, a la historia de Estudiantes. Tomó una camiseta, se la mostró al plantel y pidió que sea honrada, porque así lo marcaba la tradición. Gestos similares a los que se fueron viviendo a lo largo de sus tres años como seleccionador. Desde el convencimiento, logró tocarle la fibra al grupo y potenciar las individualidades. Cambió sobre la marcha, se adaptó. Encontró en Colombia, en una victoria épica en el infierno de Barranquilla, su tabla de salvación. Pero también encontró el equipo. Con el ciclo en jaque ni bien daba sus primeros pasos, esa tarde del martes 15 de noviembre de 2011 se fue con una derrota por la mínima al entretiem-po y tuvo que mentalizar al vestuario que el partido se podía dar vuelta. La imagen de ese lugar era desoladora. En un rincón, Nicolás Burdisso, quien se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla derecha, estaba sobre una camilla. Pero se produjo un click. Sabella pensó variantes, los jugadores más experimentados empezaron a arengar, a pedir más actitud, y

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Por Javier Saúl @dr javi

A LOS 54 AÑOS, PASÓ DE AYUDANTE TROTAMUNDO A ENTRENADOR Y SE ADAPTÓ AL CARGO AL RITMO DE LOS TÍTULOS. DOS TEMPORADAS MÁS TARDE, ASUMIÓ EN LA SELECCIÓN Y NOS DEVOLVIÓ LA SONRISA, TRAS 24 AÑOS DE SEQUÍA. YA LO DECÍAN LOS GRAFITIS EN

LOS VIEJOS FERROCARRILES DE SHEFFIELD: “SABELLA IS MAGIC”.

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Lionel Messi se puso el equipo al hombro ante una situación límite. Leo y Sergio Agüero marca-ron en el complemento y plantaron bandera. Fue el quiebre del ciclo, el momento en el que el grupo se aferró a una idea, a un hombre. Ya nada sería igual.

De buen 2012, con un año voraz de la Pulga, logró en 2013 la clasificación a Brasil sin despeinarse. Puso en marcha a “los cuatro fantásticos”, apostó por una defensa por la que pocos ponían un peso y devolvió aquello de “saber el equipo de memoria”. Tras el desconocimiento popular previo, logró conseguir nuevos adeptos y llegó al Mundial sin sobresaltos, con la excepción de ciertos grupos de prensa que le apuntaron por sus declaraciones políticas. Tan peronista como fanático de los libros de historia, desde aquella juventud donde el joven habilidoso y elegante compartía minutos con el estudiante de aboga-cía, muchos descubrieron su ideología en junio de 2014. Pero terminó convenciendo a gran parte de sus detractores. Como en Estudiantes, donde se amoldó a la par de los títulos, en la selección fue silenciando críticas de la mano de cada etapa que se fue superando. Sin mostrar la mejor versión ofensiva, la faceta que todos destacaban como el as de espadas, desplegó un juego de ajedrez y potenció al equipo de atrás para adelante. El Messi goleador de los primeros

partidos pasó a ser un Messi de overol. El Rojo resistido pasó a ser un encastre clave. El Mascherano todoterreno dejó de ser terrenal. El Di María que nadie quería ingresó al podio de los cracks nacionales. El Romero apedreado desde la prensa por su poco rodaje se convirtió en héroe ante Holanda. Sin lucir desde la estética, siempre ganó por puntos. No lo superó Bosnia, Nigeria, ni Irán. No fue menos que Suiza ni Bélgica. Maniató y desdibujó a Holanda, siempre cuco, y puso contra las cuerdas a Alemania, que llegaba con las acciones en alza tras la histórica paliza por 7-1 a los dueños de casa . Sin el golpe del campeón, le perdonó la vida a Die Manns-chaft y eso no se perdona. Fue el último acto de Sabella. A 24 años de la última final, culminó su trabajo y se quedó sin energías para seguir. Sin caer en la grieta que proponen bilardistas y menottistas, prefirió aferrarse a la tercera posición. Mostró trabajo, capacidad y docencia. Ya lo decían los grafitis de los ferrocarriles de Sheffield, cuando su zurda, sin lugar en River, prefirió tener minutos en The Blades: “Sabella is magic”. Bienvenidos al tren.

No pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país". Las palabras del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy reper-cutieron con fuerza en el Capitolio de Washing-ton. Fue en la toma de posesión, el 20 de enero de 1961. En Ezeiza, el 5 de agosto de 2011, alguien recogió el guante. No fue el único guiño a la historia. Después, miró fijo la bandera argentina que flameaba en la sala de conferencias y evocó a Manuel Belgrano. "Allí tenemos la bandera creada por Belgrano. El dio todo por la patria, dejó su sueldo, murió pobre. Es el ejemplo a seguir: el de poner el bien común por encima del individuo". No se dio en una clase de historia americana, sino que formó parte de la presenta-ción de Alejandro Sabella como nuevo entrena-dor de la selección argentina.

Tras la salida de Sergio Batista, después del fracaso del equipo nacional en la Copa América disputada en casa, Julio Grondona retomó su vieja fórmula de la teoría del contraste y apostó por la serenidad, luego del desorden. Por la

calma, después del caos. Bajó a Sabella de un avión con destino a los Emiratos Arabes, donde tenía un pre-contrato bañado de petrodólares para dirigir a Al-Jazira, lo convenció y le dio el mando de un equipo que no teníaotra opción que la de llegar como candidato al Mundial de

Brasil 2014. A la clásica obligación por ser parte de la elite, se le sumaban dos factores: Messi y, claro, Brasil. El sueño de arrebatarle el sueño al vecino. De festejar en la casa del enemigo íntimo.

Pachorra, un apodo que lo acompaña producto de su apego a la siesta en las tardes del Sudame-ricano juvenil de Chile de 1974, llegó a la selección con interesantes antecedentes como ayudante de campo y con dos años de gloria en Estudiantes. En el Pincha, se adaptó al traje de entrenador a fuerza de títulos. A los 54 años, decidió aceptar la propuesta platense y meses más tarde se consagró como campeón de Améri-

ca. Asistente de Daniel Passarella desde la década del 90, su paso al frente se dio previa consulta al Káiser, quien ya estaba lanzando su candidatura para presidente de River. “No seas gil, agarrá”, le respondió. Su amigo le firmó la declaración de independencia.

En su primera charla al frente de los futuros campeones, apeló a la mística, a la historia de Estudiantes. Tomó una camiseta, se la mostró al plantel y pidió que sea honrada, porque así lo marcaba la tradición. Gestos similares a los que se fueron viviendo a lo largo de sus tres años como seleccionador. Desde el convencimiento, logró tocarle la fibra al grupo y potenciar las individualidades. Cambió sobre la marcha, se adaptó. Encontró en Colombia, en una victoria épica en el infierno de Barranquilla, su tabla de salvación. Pero también encontró el equipo. Con el ciclo en jaque ni bien daba sus primeros pasos, esa tarde del martes 15 de noviembre de 2011 se fue con una derrota por la mínima al entretiem-po y tuvo que mentalizar al vestuario que el partido se podía dar vuelta. La imagen de ese lugar era desoladora. En un rincón, Nicolás Burdisso, quien se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla derecha, estaba sobre una camilla. Pero se produjo un click. Sabella pensó variantes, los jugadores más experimentados empezaron a arengar, a pedir más actitud, y

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Lionel Messi se puso el equipo al hombro ante una situación límite. Leo y Sergio Agüero marca-ron en el complemento y plantaron bandera. Fue el quiebre del ciclo, el momento en el que el grupo se aferró a una idea, a un hombre. Ya nada sería igual.

De buen 2012, con un año voraz de la Pulga, logró en 2013 la clasificación a Brasil sin despeinarse. Puso en marcha a “los cuatro fantásticos”, apostó por una defensa por la que pocos ponían un peso y devolvió aquello de “saber el equipo de memoria”. Tras el desconocimiento popular previo, logró conseguir nuevos adeptos y llegó al Mundial sin sobresaltos, con la excepción de ciertos grupos de prensa que le apuntaron por sus declaraciones políticas. Tan peronista como fanático de los libros de historia, desde aquella juventud donde el joven habilidoso y elegante compartía minutos con el estudiante de aboga-cía, muchos descubrieron su ideología en junio de 2014. Pero terminó convenciendo a gran parte de sus detractores. Como en Estudiantes, donde se amoldó a la par de los títulos, en la selección fue silenciando críticas de la mano de cada etapa que se fue superando. Sin mostrar la mejor versión ofensiva, la faceta que todos destacaban como el as de espadas, desplegó un juego de ajedrez y potenció al equipo de atrás para adelante. El Messi goleador de los primeros

partidos pasó a ser un Messi de overol. El Rojo resistido pasó a ser un encastre clave. El Mascherano todoterreno dejó de ser terrenal. El Di María que nadie quería ingresó al podio de los cracks nacionales. El Romero apedreado desde la prensa por su poco rodaje se convirtió en héroe ante Holanda. Sin lucir desde la estética, siempre ganó por puntos. No lo superó Bosnia, Nigeria, ni Irán. No fue menos que Suiza ni Bélgica. Maniató y desdibujó a Holanda, siempre cuco, y puso contra las cuerdas a Alemania, que llegaba con las acciones en alza tras la histórica paliza por 7-1 a los dueños de casa . Sin el golpe del campeón, le perdonó la vida a Die Manns-chaft y eso no se perdona. Fue el último acto de Sabella. A 24 años de la última final, culminó su trabajo y se quedó sin energías para seguir. Sin caer en la grieta que proponen bilardistas y menottistas, prefirió aferrarse a la tercera posición. Mostró trabajo, capacidad y docencia. Ya lo decían los grafitis de los ferrocarriles de Sheffield, cuando su zurda, sin lugar en River, prefirió tener minutos en The Blades: “Sabella is magic”. Bienvenidos al tren.

No pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país". Las palabras del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy reper-cutieron con fuerza en el Capitolio de Washing-ton. Fue en la toma de posesión, el 20 de enero de 1961. En Ezeiza, el 5 de agosto de 2011, alguien recogió el guante. No fue el único guiño a la historia. Después, miró fijo la bandera argentina que flameaba en la sala de conferencias y evocó a Manuel Belgrano. "Allí tenemos la bandera creada por Belgrano. El dio todo por la patria, dejó su sueldo, murió pobre. Es el ejemplo a seguir: el de poner el bien común por encima del individuo". No se dio en una clase de historia americana, sino que formó parte de la presenta-ción de Alejandro Sabella como nuevo entrena-dor de la selección argentina.

Tras la salida de Sergio Batista, después del fracaso del equipo nacional en la Copa América disputada en casa, Julio Grondona retomó su vieja fórmula de la teoría del contraste y apostó por la serenidad, luego del desorden. Por la

calma, después del caos. Bajó a Sabella de un avión con destino a los Emiratos Arabes, donde tenía un pre-contrato bañado de petrodólares para dirigir a Al-Jazira, lo convenció y le dio el mando de un equipo que no teníaotra opción que la de llegar como candidato al Mundial de

Brasil 2014. A la clásica obligación por ser parte de la elite, se le sumaban dos factores: Messi y, claro, Brasil. El sueño de arrebatarle el sueño al vecino. De festejar en la casa del enemigo íntimo.

EL MESSI GOLEADOR DE LOS PRIMEROS PARTIDOS PASÓ A SER UN MESSI DE

OVEROL. EL ROJO RESISTIDO PASÓ A SER UN ENCASTRE CLAVE. EL MASCHERANO TODOTERRENO DEJÓ DE

SER TERRENAL. EL DI MARÍA QUE NADIE QUERÍA INGRESÓ AL PODIO DE LOS CRACKS

NACIONALES.

Pachorra, un apodo que lo acompaña producto de su apego a la siesta en las tardes del Sudame-ricano juvenil de Chile de 1974, llegó a la selección con interesantes antecedentes como ayudante de campo y con dos años de gloria en Estudiantes. En el Pincha, se adaptó al traje de entrenador a fuerza de títulos. A los 54 años, decidió aceptar la propuesta platense y meses más tarde se consagró como campeón de Améri-

ca. Asistente de Daniel Passarella desde la década del 90, su paso al frente se dio previa consulta al Káiser, quien ya estaba lanzando su candidatura para presidente de River. “No seas gil, agarrá”, le respondió. Su amigo le firmó la declaración de independencia.

En su primera charla al frente de los futuros campeones, apeló a la mística, a la historia de Estudiantes. Tomó una camiseta, se la mostró al plantel y pidió que sea honrada, porque así lo marcaba la tradición. Gestos similares a los que se fueron viviendo a lo largo de sus tres años como seleccionador. Desde el convencimiento, logró tocarle la fibra al grupo y potenciar las individualidades. Cambió sobre la marcha, se adaptó. Encontró en Colombia, en una victoria épica en el infierno de Barranquilla, su tabla de salvación. Pero también encontró el equipo. Con el ciclo en jaque ni bien daba sus primeros pasos, esa tarde del martes 15 de noviembre de 2011 se fue con una derrota por la mínima al entretiem-po y tuvo que mentalizar al vestuario que el partido se podía dar vuelta. La imagen de ese lugar era desoladora. En un rincón, Nicolás Burdisso, quien se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla derecha, estaba sobre una camilla. Pero se produjo un click. Sabella pensó variantes, los jugadores más experimentados empezaron a arengar, a pedir más actitud, y

LOS 4 FANTÁSTICOS

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Lionel Messi se puso el equipo al hombro ante una situación límite. Leo y Sergio Agüero marca-ron en el complemento y plantaron bandera. Fue el quiebre del ciclo, el momento en el que el grupo se aferró a una idea, a un hombre. Ya nada sería igual.

De buen 2012, con un año voraz de la Pulga, logró en 2013 la clasificación a Brasil sin despeinarse. Puso en marcha a “los cuatro fantásticos”, apostó por una defensa por la que pocos ponían un peso y devolvió aquello de “saber el equipo de memoria”. Tras el desconocimiento popular previo, logró conseguir nuevos adeptos y llegó al Mundial sin sobresaltos, con la excepción de ciertos grupos de prensa que le apuntaron por sus declaraciones políticas. Tan peronista como fanático de los libros de historia, desde aquella juventud donde el joven habilidoso y elegante compartía minutos con el estudiante de aboga-cía, muchos descubrieron su ideología en junio de 2014. Pero terminó convenciendo a gran parte de sus detractores. Como en Estudiantes, donde se amoldó a la par de los títulos, en la selección fue silenciando críticas de la mano de cada etapa que se fue superando. Sin mostrar la mejor versión ofensiva, la faceta que todos destacaban como el as de espadas, desplegó un juego de ajedrez y potenció al equipo de atrás para adelante. El Messi goleador de los primeros

partidos pasó a ser un Messi de overol. El Rojo resistido pasó a ser un encastre clave. El Mascherano todoterreno dejó de ser terrenal. El Di María que nadie quería ingresó al podio de los cracks nacionales. El Romero apedreado desde la prensa por su poco rodaje se convirtió en héroe ante Holanda. Sin lucir desde la estética, siempre ganó por puntos. No lo superó Bosnia, Nigeria, ni Irán. No fue menos que Suiza ni Bélgica. Maniató y desdibujó a Holanda, siempre cuco, y puso contra las cuerdas a Alemania, que llegaba con las acciones en alza tras la histórica paliza por 7-1 a los dueños de casa . Sin el golpe del campeón, le perdonó la vida a Die Manns-chaft y eso no se perdona. Fue el último acto de Sabella. A 24 años de la última final, culminó su trabajo y se quedó sin energías para seguir. Sin caer en la grieta que proponen bilardistas y menottistas, prefirió aferrarse a la tercera posición. Mostró trabajo, capacidad y docencia. Ya lo decían los grafitis de los ferrocarriles de Sheffield, cuando su zurda, sin lugar en River, prefirió tener minutos en The Blades: “Sabella is magic”. Bienvenidos al tren.

No pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país". Las palabras del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy reper-cutieron con fuerza en el Capitolio de Washing-ton. Fue en la toma de posesión, el 20 de enero de 1961. En Ezeiza, el 5 de agosto de 2011, alguien recogió el guante. No fue el único guiño a la historia. Después, miró fijo la bandera argentina que flameaba en la sala de conferencias y evocó a Manuel Belgrano. "Allí tenemos la bandera creada por Belgrano. El dio todo por la patria, dejó su sueldo, murió pobre. Es el ejemplo a seguir: el de poner el bien común por encima del individuo". No se dio en una clase de historia americana, sino que formó parte de la presenta-ción de Alejandro Sabella como nuevo entrena-dor de la selección argentina.

Tras la salida de Sergio Batista, después del fracaso del equipo nacional en la Copa América disputada en casa, Julio Grondona retomó su vieja fórmula de la teoría del contraste y apostó por la serenidad, luego del desorden. Por la

calma, después del caos. Bajó a Sabella de un avión con destino a los Emiratos Arabes, donde tenía un pre-contrato bañado de petrodólares para dirigir a Al-Jazira, lo convenció y le dio el mando de un equipo que no teníaotra opción que la de llegar como candidato al Mundial de

Brasil 2014. A la clásica obligación por ser parte de la elite, se le sumaban dos factores: Messi y, claro, Brasil. El sueño de arrebatarle el sueño al vecino. De festejar en la casa del enemigo íntimo.

Pachorra, un apodo que lo acompaña producto de su apego a la siesta en las tardes del Sudame-ricano juvenil de Chile de 1974, llegó a la selección con interesantes antecedentes como ayudante de campo y con dos años de gloria en Estudiantes. En el Pincha, se adaptó al traje de entrenador a fuerza de títulos. A los 54 años, decidió aceptar la propuesta platense y meses más tarde se consagró como campeón de Améri-

ca. Asistente de Daniel Passarella desde la década del 90, su paso al frente se dio previa consulta al Káiser, quien ya estaba lanzando su candidatura para presidente de River. “No seas gil, agarrá”, le respondió. Su amigo le firmó la declaración de independencia.

En su primera charla al frente de los futuros campeones, apeló a la mística, a la historia de Estudiantes. Tomó una camiseta, se la mostró al plantel y pidió que sea honrada, porque así lo marcaba la tradición. Gestos similares a los que se fueron viviendo a lo largo de sus tres años como seleccionador. Desde el convencimiento, logró tocarle la fibra al grupo y potenciar las individualidades. Cambió sobre la marcha, se adaptó. Encontró en Colombia, en una victoria épica en el infierno de Barranquilla, su tabla de salvación. Pero también encontró el equipo. Con el ciclo en jaque ni bien daba sus primeros pasos, esa tarde del martes 15 de noviembre de 2011 se fue con una derrota por la mínima al entretiem-po y tuvo que mentalizar al vestuario que el partido se podía dar vuelta. La imagen de ese lugar era desoladora. En un rincón, Nicolás Burdisso, quien se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla derecha, estaba sobre una camilla. Pero se produjo un click. Sabella pensó variantes, los jugadores más experimentados empezaron a arengar, a pedir más actitud, y

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vislumbraba a temprana edad ya había profun-dizado sus negocios hasta convertir al fútbol en el principal producto de entretenimiento, no exento de episodios de corrupción y componen-das permanentes. Sin embargo, la llegada de un nuevo mundial lograba que toda la parte oscura cediera, por lo que la expectativa y la pasión por la competencia en general y el seleccionado en particular siguieran intactas. Otros factores confluían para que las finales del 90 y el 2014 se desarrollaran sobre una línea de tiempo con pocas variaciones: el rival (Alemania), el resulta-do (0-1) y la asonada periodística contra el entre-nador (Alejandro Sabella), visualizado este último como la reencarnación en horario de protección al menor de Carlos Bilardo, seguido con ojo clínico en virtud de ese debate de escue-las que, a los 38 años, comprendía en todas sus variables. También había otra similitud: la camiseta Adidas azul con la que el equipo argen-tino disputó el partido decisivo. Y Azul es el nombre de mi hija, que nació en pleno mundial de Brasil y trajo infinidad de cosas maravillosas, entre ellas, volver a jugar la final de una copa del mundo después de dos décadas y media. No pude levantar la copa con ella, Messi no igualó a Maradona aunque eso no le quita mérito alguno, y la multinacional FIFA consagró una vez más su producto, definitivamente convertido en una mercancía.Menos inocente, más maduro, por momentos escéptico y por otros apasionado al límite de lo irracional, sufrí la caída como 24 años atrás, si bien este equipo tuvo contra las cuerdas a los alemanes, lo cual no atenúa la tristeza. En ambas finales estuvimos cerca: de los milagro-sos penales en 1990 y de la victoria en tiempo suplementario en 2014. Esa delgada línea que separa la derrota del triunfo explica, en buena medida, por qué el fútbol y su competencia máxima, el mundial, desata fervores como ningún otro acontecimiento, independiente-mente del negocio que aturde y las crónicas sospechas. En medio de la derrota en Brasil, nuevamente advertí otro gesto fuerte: la retira-

da silenciosa de Sabella. Confirmé lo que intuía desde hace un tiempo: los buenos ganan de vez en cuando. Pero también otra cosa, el fútbol es un fenómeno cultural popular que nos trascien-de y por eso a los 14, a los 38, a los 62 o a los 76 años, no existen reaseguros para morigerar las emociones y creer que más adelante seremos indiferentes, neutrales, mesurados. Muchísimo menos cuando consiente la posibilidad de la revancha y las ilusiones se vuelven a activar. Entonces uno imagina el desquite con Alemania, en la final, yendo de punto y ganando, por fin, ganando. Con la camiseta azul.

La llegada de un Mundial genera entusiasmos y pasiones extendidas, situadas en tiempo y lugar, difíciles de experimentar en cualquier otro evento deportivo. Es que se trata de un aconteci-miento único, que demanda 4 larguísimos años de espera. El mundial es, fundamentalmente, un momento íntimo y especialísimo para cada uno de los hinchas, es decir nosotros, habida cuenta de que en mayor o menor medida nos remonta a otras épocas, contextos, geografías, rostros, dichas y desdichas. De ahí que es frecuente que muchos evocamos situaciones del pasado, trascendentes al fútbol, asociándolas a la copa del mundo. Personalmente nunca me reconocí como un hincha fiel de la Selección, acaso porque creía y sigo creyendo que entre los sentimientos prime-ro figura el club, la patria chica, y luego la Selección. Sin embargo durante el mundial las lealtades se suspenden. Ni hablemos si entre los titulares aparece el nombre Maradona. Así ocurrió en Italia 90, un torneo que me encontró en el tumultuoso colegio secundario, fanatizado al punto de iniciar un curso de italiano en la escuela Dante Alighieri, y ansioso de revivir la gesta nacional de 4 años atrás. Era la edad de la inocencia, felizmente. Tan inocente que cuestio-nes de fondo, claves para entender los alcances y las dimensiones de este juego eran todavía imperceptibles. Por caso, todavía no había profundizado en el feroz debate de escuelas Menotti-Bilardo inducido por dos sectores periodísticos enemistados, ni era consciente de los intereses políticos y económicos en disputa, ni tampoco lograba descifrar con claridad cuestiones relativas a tácticas y esquemas de juego.

De ese mundial afloran recuerdos, buenos y malos. El comienzo de la copa, y uno podría decir todo el certamen, transcurrió entre zozobras y miedos. Un equipo que jugaba decidi-damente mal, perdido en muchos partidos, alejado del protagonismo de otras épocas. Pero estaba Maradona. Y el diez construyó la jugada que derivó en la eliminación de Brasil en octavos de final, uno de los triunfos más celebrados en el itinerario del seleccionado nacional. La sola presencia de Diego, pese a su maltrecho tobillo, invitaba a soñar dado que en su diminuta figura descansaban la suma de todas las fortalezas: el talento, la garra, la conducción, el compromiso con la causa, también el milagro. A los 14 años, en pleno descubrimiento de los atractivos y pesares del mundo, el fútbol llamaba a aferrarse a cuestiones importantes. Ganar otro mundial, de visitante, con Maradona y frente al odio de propios y extraños, sin dudas lo era.

La crónica final se contó mil veces. Un penal mal sancionado convertido por Andreas Brehme, a solo 6 minutos del epílogo, acabó con la ilusión. Entre el lamento por la derrota, la rabia por el despojo y la impotencia de ver a un equipo incapaz de generar una sola situación de gol en 90 minutos, reparé en un gesto excesivo: el llanto de Maradona mezclado con su furia contra el poder corporizado en la FIFA y el Norte italiano. Me identifiqué con su pena y su rabia y advertí que el fútbol puede ser muy placentero, pero también despiadadamente cruel. Tuvieron que pasar 24 años para ver a la selección en otra final, ya sin Maradona pero con Lionel Messi, el astro al que muchos considera-ban igual o mejor que Diego. Ese poder que

FINALES EN AZUL

numero 0

P

OTRERO

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Por Pablo Provitilo @pprovitilo

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vislumbraba a temprana edad ya había profun-dizado sus negocios hasta convertir al fútbol en el principal producto de entretenimiento, no exento de episodios de corrupción y componen-das permanentes. Sin embargo, la llegada de un nuevo mundial lograba que toda la parte oscura cediera, por lo que la expectativa y la pasión por la competencia en general y el seleccionado en particular siguieran intactas. Otros factores confluían para que las finales del 90 y el 2014 se desarrollaran sobre una línea de tiempo con pocas variaciones: el rival (Alemania), el resulta-do (0-1) y la asonada periodística contra el entre-nador (Alejandro Sabella), visualizado este último como la reencarnación en horario de protección al menor de Carlos Bilardo, seguido con ojo clínico en virtud de ese debate de escue-las que, a los 38 años, comprendía en todas sus variables. También había otra similitud: la camiseta Adidas azul con la que el equipo argen-tino disputó el partido decisivo. Y Azul es el nombre de mi hija, que nació en pleno mundial de Brasil y trajo infinidad de cosas maravillosas, entre ellas, volver a jugar la final de una copa del mundo después de dos décadas y media. No pude levantar la copa con ella, Messi no igualó a Maradona aunque eso no le quita mérito alguno, y la multinacional FIFA consagró una vez más su producto, definitivamente convertido en una mercancía.Menos inocente, más maduro, por momentos escéptico y por otros apasionado al límite de lo irracional, sufrí la caída como 24 años atrás, si bien este equipo tuvo contra las cuerdas a los alemanes, lo cual no atenúa la tristeza. En ambas finales estuvimos cerca: de los milagro-sos penales en 1990 y de la victoria en tiempo suplementario en 2014. Esa delgada línea que separa la derrota del triunfo explica, en buena medida, por qué el fútbol y su competencia máxima, el mundial, desata fervores como ningún otro acontecimiento, independiente-mente del negocio que aturde y las crónicas sospechas. En medio de la derrota en Brasil, nuevamente advertí otro gesto fuerte: la retira-

da silenciosa de Sabella. Confirmé lo que intuía desde hace un tiempo: los buenos ganan de vez en cuando. Pero también otra cosa, el fútbol es un fenómeno cultural popular que nos trascien-de y por eso a los 14, a los 38, a los 62 o a los 76 años, no existen reaseguros para morigerar las emociones y creer que más adelante seremos indiferentes, neutrales, mesurados. Muchísimo menos cuando consiente la posibilidad de la revancha y las ilusiones se vuelven a activar. Entonces uno imagina el desquite con Alemania, en la final, yendo de punto y ganando, por fin, ganando. Con la camiseta azul.

La llegada de un Mundial genera entusiasmos y pasiones extendidas, situadas en tiempo y lugar, difíciles de experimentar en cualquier otro evento deportivo. Es que se trata de un aconteci-miento único, que demanda 4 larguísimos años de espera. El mundial es, fundamentalmente, un momento íntimo y especialísimo para cada uno de los hinchas, es decir nosotros, habida cuenta de que en mayor o menor medida nos remonta a otras épocas, contextos, geografías, rostros, dichas y desdichas. De ahí que es frecuente que muchos evocamos situaciones del pasado, trascendentes al fútbol, asociándolas a la copa del mundo. Personalmente nunca me reconocí como un hincha fiel de la Selección, acaso porque creía y sigo creyendo que entre los sentimientos prime-ro figura el club, la patria chica, y luego la Selección. Sin embargo durante el mundial las lealtades se suspenden. Ni hablemos si entre los titulares aparece el nombre Maradona. Así ocurrió en Italia 90, un torneo que me encontró en el tumultuoso colegio secundario, fanatizado al punto de iniciar un curso de italiano en la escuela Dante Alighieri, y ansioso de revivir la gesta nacional de 4 años atrás. Era la edad de la inocencia, felizmente. Tan inocente que cuestio-nes de fondo, claves para entender los alcances y las dimensiones de este juego eran todavía imperceptibles. Por caso, todavía no había profundizado en el feroz debate de escuelas Menotti-Bilardo inducido por dos sectores periodísticos enemistados, ni era consciente de los intereses políticos y económicos en disputa, ni tampoco lograba descifrar con claridad cuestiones relativas a tácticas y esquemas de juego.

De ese mundial afloran recuerdos, buenos y malos. El comienzo de la copa, y uno podría decir todo el certamen, transcurrió entre zozobras y miedos. Un equipo que jugaba decidi-damente mal, perdido en muchos partidos, alejado del protagonismo de otras épocas. Pero estaba Maradona. Y el diez construyó la jugada que derivó en la eliminación de Brasil en octavos de final, uno de los triunfos más celebrados en el itinerario del seleccionado nacional. La sola presencia de Diego, pese a su maltrecho tobillo, invitaba a soñar dado que en su diminuta figura descansaban la suma de todas las fortalezas: el talento, la garra, la conducción, el compromiso con la causa, también el milagro. A los 14 años, en pleno descubrimiento de los atractivos y pesares del mundo, el fútbol llamaba a aferrarse a cuestiones importantes. Ganar otro mundial, de visitante, con Maradona y frente al odio de propios y extraños, sin dudas lo era.

La crónica final se contó mil veces. Un penal mal sancionado convertido por Andreas Brehme, a solo 6 minutos del epílogo, acabó con la ilusión. Entre el lamento por la derrota, la rabia por el despojo y la impotencia de ver a un equipo incapaz de generar una sola situación de gol en 90 minutos, reparé en un gesto excesivo: el llanto de Maradona mezclado con su furia contra el poder corporizado en la FIFA y el Norte italiano. Me identifiqué con su pena y su rabia y advertí que el fútbol puede ser muy placentero, pero también despiadadamente cruel. Tuvieron que pasar 24 años para ver a la selección en otra final, ya sin Maradona pero con Lionel Messi, el astro al que muchos considera-ban igual o mejor que Diego. Ese poder que

DOSSIER MUNDIAL

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¿Fanático de algún estilo particular o no te sumás a esa dicotomía de bilardo o menotti o, más para acá, la de guardiola y mourinho?Me gustan los equipos con variantes. Y los que atacan más que los que defienden. Pero no me gustan las banderas o eso de llevar todo el extremo, porque son simplificaciones. El equipo de Menotti campeón del mundo del 78 jugaba bien, pero no era lírico y era muy fuerte atrás y el de Bilardo en el 86 jugaba un fútbol espectacular. O el Estudiantes de Bilardo, que tenía una mitad de cancha impresionante. El que me cae bárbaro es Marcelo Bielsa. Por cómo es, por el personaje. Cree honestamente en lo que hace y hoy no sobran tanto los honestos. Me gusta ese costado porque prefiero a la gente buena.

¿Qué nos faltó en brasil?Hay que valorar haber llegado a una final después de 24 años. Eso significa que las cosas se hicieron mejor que lo que se venían haciendo. Lo que sí, da la sensación de que podríamos haber ganado. Que tuvimos la de Higuaín (Gonzalo), la de Messi, la de Palacio (Rodrigo). Que si le tirás a Götze la misma pelota siete veces más no la vuelve a bajar así. No volví a ver la final contra Alemania, ni creo que la vuelva a ver. Pero nos queda eso de poder haber ganado.

¿Messi se merecía otro final? o, mejor dicho, ¿se merece otro final?Le deseo otro final a Messi. Lo voy a seguir bancando y lo sigo admirando. Pensar que sí metía ese mano a mano en la final era un héroe. Espero que tenga revancha. Y, aunque él no lo diga públicamente, entiendo que también la quiere.

El secreto de sus ojos, la adaptación de Metegol, Esperándolo a Tito, Papeles en el viento. Uno repasa y aparece el fútbol. Es la pelota como nexo en varias de tus historias. ¿Es la mejor herramienta para mostrar cómo somos?Es una buena herramienta. No sé si la mejor, pero es buena. Tiene que ver con el juego y jugar te desnuda, te exhibe, te obliga a la franqueza.

En esa cuadra donde ahora sólo se ven casas que completan el paisaje residencial de un barrio del oeste del conurbano bonaerense estaba 'la canchita de Buchardo'. Canchita que, obvio, quedaba en la calle Hipólito Buchardo, entre Máximo Paz y Bahía Blanca, en Castelar. Lugar de gambeta, pierna fuerte y aprendizaje a codazo limpio. Lejos de la imagen idílica, no era un territorio amigable para los chicos que, en los finales de la década del 70, dejaban de patear la pelota en la calle y se querían ganar un lugar, un horario, un espacio en el potrero. Era una infan-cia cerca de la ciudad, pero con aires de pueblo. Y ahí atajaba un pibe que, por idolatría y fiebre mundialista, alguna vez se habrá creído Ubaldo Matildo Fillol. Fanático de Independiente, el castillo de naipes familiar se le desmoronó cuando tenía 10 años y encontró la contención en el fútbol, en los amigos, en el barrio.

Varios años después, no resulta difícil encon-trarlo. Eduardo Sacheri sigue caminando por las mismas veredas de Castelar. Es su lugar en el mundo. Aunque ya sea un hombre de mundo. Entre un viaje a Singapur y otro a México, atiende a Potrero. Habla de fútbol y vale la pena seguir cada frase que lanza con ritmo pausado,

del que se desprende una indisimulable pasión por la redonda. Ya sin los guantes, corta y hace jugar desde su nueva posición de volante central. El rincón que encontró a los 24 años, en el mismo momento en el que se lanzó a la escritura. Primero, encandilando con sus cuentos futboleros. Después, con sus novelas. Y ahora, con películas como El secreto de sus ojos (Oscar a la mejor película extranjera en 2009) o Papeles en el viento, que se estrenará el próximo 8 de enero.

¿Qué significa el potrero?Es uno de los grandes elementos de la formación como persona. En mi caso, es uno de los ejes de mi vida. El potrero no sólo te hace jugador, sino que te forma como persona.

¿Y qué recuerdos tenés de aquél potrero de castelar, ese campito de un fútbol más libre, más puro, pero también con muchos códigos?Jugábamos en ‘la canchita de Buchardo’, que, claro, quedaba por la calle Buchardo. Por enton-ces, no era fácil hacerse de un sitio en un potre-ro. Conseguir un horario, un espacio y disputar-se el lugar con los vecinos, con otros pibes. Aunque sea a las 2 de la tarde en enero. Era

"EL POTRERO NO SÓLO TE HACE JUGADOR, SINO

QUE TE FORMA COMO PERSONA"

Por Javier Saúl @dr javi Foto Patricia Asses_

hacerse un lugar en el mundo a los codazos. Para nosotros, que veníamos de la calle, de jugar en la vereda, no significó el comienzo de algo, sino que fue nuestro techo, nuestro punto de llegada.

Menor de tres hermanos, sufriste el fallecimien-to de tu padre a los 10 años y siempre destacás que el fútbol fue una vía de escape, una tabla de salvación...Y así fue. La muerte de mi padre fracturó mi infancia en dos etapas. Y la calle y los pibes con los que jugaba me permitieron prolongar la segunda parte mucho tiempo más. No sé que me hubiese pasado ahora que no existe todo eso.

¿Podés recordar en qué momento de esa niñez empezó la pasión por independiente?Fue pura herencia familiar, por mi viejo. Apren-día a hablar, a caminar y a ser hincha de Independiente. Los hinchas se dividen entre los que “se hacen” y los que ya vinieron “hechos”. Y yo pertenezco a los que vienen hechos. Hay muy lindas historias de los otros, pero a mí me tocó esto.

Cuesta imaginar otro ídolo que no sea ricardo bochini, pero todos tenemos en la infancia otro jugador que, quizás sin tanto brillo, nos llama la atención por algún motivo.Bochini es lo máximo, pero el Bocha no fue mi primer ídolo. Mi ídolo era Bertoni (Daniel). De Bertoni me deslumbraba eso de que era

goleador. Por eso, mi número de cuero que estaba bordado en la espalda de la camiseta era el “11” y no el “10”. Igual, ojo, que también tenía de ídolo de Fillol porque me gustaba mucho el arco. Por edad me lo perdí a Santoro (Pepe), pero en el Mundial 1978 lo tenía al Pato y era lo máximo.

¿Vida y mundiales, de la mano?Hay muchos momentos de la vida que me los recuerdo o los relaciono con algún hecho futbo-lístico en particular. Y los mundiales no son la excepción.

Retomando lo de fillol, ¿siempre fuiste al arco?No, a los 24 años decidí empezar a jugar de “5” y empecé a escribir. Algún día tendré que hablarlo con el analista (risas).

¿Cuánto te dolió el descenso de independiente? Para muchos es un drama futbolístico, pero otros tienen una mirada que va más allá, como que se rompe esa idealización que se hace del club en la infancia. Que golpea más por ese pasado de gloria que por el presente.El descenso fue como que te saquen una meda-lla. Sentí eso, como en las películas. Como que te corten eso de lo que te vanagloriabas. Algo que antes ni te lo planteabas (ser uno de los equipos que no había bajado de la máxima categoría), pero que con el tiempo se había transformado en una muestra de la realidad. A mí me dolió mucho más la decadencia, la larga decadencia de Independiente. Era ver desastre tras desastre. Una crónica de un descenso anunciado. Algo que fue diferente a lo que vivió River, que sólo tuvo un puñado de años nefastos. En Independiente se vivió una lenta erosión. Se vio venir.

Resulta difícil de explicar y entender cómo crece la pasión del hincha en las malas…No pasa en todos lados del mundo. En otros países, ir a la cancha o no es una protesta o una forma de legitimar lo que pasa en el club. A nosotros nos multiplica. Es como ir a ver a un ser querido que está enfermo. Aunque te lleva al peligro de convertirte en hincha de la hinchada. Hay que saber distinguir, en esto de acompañar en la mala, quiénes van por el club y quiénes van por los trapos o aplauden cualquier cosa. Es entendible el apoyo y es, como decía, como con un familiar. Cuando le va bien, quizás hasta ni lo vas a ver. Pero cuando está mal, necesitás estar con él.

numero 0

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OTRERO

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¿Fanático de algún estilo particular o no te sumás a esa dicotomía de bilardo o menotti o, más para acá, la de guardiola y mourinho?Me gustan los equipos con variantes. Y los que atacan más que los que defienden. Pero no me gustan las banderas o eso de llevar todo el extremo, porque son simplificaciones. El equipo de Menotti campeón del mundo del 78 jugaba bien, pero no era lírico y era muy fuerte atrás y el de Bilardo en el 86 jugaba un fútbol espectacular. O el Estudiantes de Bilardo, que tenía una mitad de cancha impresionante. El que me cae bárbaro es Marcelo Bielsa. Por cómo es, por el personaje. Cree honestamente en lo que hace y hoy no sobran tanto los honestos. Me gusta ese costado porque prefiero a la gente buena.

¿Qué nos faltó en brasil?Hay que valorar haber llegado a una final después de 24 años. Eso significa que las cosas se hicieron mejor que lo que se venían haciendo. Lo que sí, da la sensación de que podríamos haber ganado. Que tuvimos la de Higuaín (Gonzalo), la de Messi, la de Palacio (Rodrigo). Que si le tirás a Götze la misma pelota siete veces más no la vuelve a bajar así. No volví a ver la final contra Alemania, ni creo que la vuelva a ver. Pero nos queda eso de poder haber ganado.

¿Messi se merecía otro final? o, mejor dicho, ¿se merece otro final?Le deseo otro final a Messi. Lo voy a seguir bancando y lo sigo admirando. Pensar que sí metía ese mano a mano en la final era un héroe. Espero que tenga revancha. Y, aunque él no lo diga públicamente, entiendo que también la quiere.

El secreto de sus ojos, la adaptación de Metegol, Esperándolo a Tito, Papeles en el viento. Uno repasa y aparece el fútbol. Es la pelota como nexo en varias de tus historias. ¿Es la mejor herramienta para mostrar cómo somos?Es una buena herramienta. No sé si la mejor, pero es buena. Tiene que ver con el juego y jugar te desnuda, te exhibe, te obliga a la franqueza.

En esa cuadra donde ahora sólo se ven casas que completan el paisaje residencial de un barrio del oeste del conurbano bonaerense estaba 'la canchita de Buchardo'. Canchita que, obvio, quedaba en la calle Hipólito Buchardo, entre Máximo Paz y Bahía Blanca, en Castelar. Lugar de gambeta, pierna fuerte y aprendizaje a codazo limpio. Lejos de la imagen idílica, no era un territorio amigable para los chicos que, en los finales de la década del 70, dejaban de patear la pelota en la calle y se querían ganar un lugar, un horario, un espacio en el potrero. Era una infan-cia cerca de la ciudad, pero con aires de pueblo. Y ahí atajaba un pibe que, por idolatría y fiebre mundialista, alguna vez se habrá creído Ubaldo Matildo Fillol. Fanático de Independiente, el castillo de naipes familiar se le desmoronó cuando tenía 10 años y encontró la contención en el fútbol, en los amigos, en el barrio.

Varios años después, no resulta difícil encon-trarlo. Eduardo Sacheri sigue caminando por las mismas veredas de Castelar. Es su lugar en el mundo. Aunque ya sea un hombre de mundo. Entre un viaje a Singapur y otro a México, atiende a Potrero. Habla de fútbol y vale la pena seguir cada frase que lanza con ritmo pausado,

del que se desprende una indisimulable pasión por la redonda. Ya sin los guantes, corta y hace jugar desde su nueva posición de volante central. El rincón que encontró a los 24 años, en el mismo momento en el que se lanzó a la escritura. Primero, encandilando con sus cuentos futboleros. Después, con sus novelas. Y ahora, con películas como El secreto de sus ojos (Oscar a la mejor película extranjera en 2009) o Papeles en el viento, que se estrenará el próximo 8 de enero.

¿Qué significa el potrero?Es uno de los grandes elementos de la formación como persona. En mi caso, es uno de los ejes de mi vida. El potrero no sólo te hace jugador, sino que te forma como persona.

¿Y qué recuerdos tenés de aquél potrero de castelar, ese campito de un fútbol más libre, más puro, pero también con muchos códigos?Jugábamos en ‘la canchita de Buchardo’, que, claro, quedaba por la calle Buchardo. Por enton-ces, no era fácil hacerse de un sitio en un potre-ro. Conseguir un horario, un espacio y disputar-se el lugar con los vecinos, con otros pibes. Aunque sea a las 2 de la tarde en enero. Era

hacerse un lugar en el mundo a los codazos. Para nosotros, que veníamos de la calle, de jugar en la vereda, no significó el comienzo de algo, sino que fue nuestro techo, nuestro punto de llegada.

Menor de tres hermanos, sufriste el fallecimien-to de tu padre a los 10 años y siempre destacás que el fútbol fue una vía de escape, una tabla de salvación...Y así fue. La muerte de mi padre fracturó mi infancia en dos etapas. Y la calle y los pibes con los que jugaba me permitieron prolongar la segunda parte mucho tiempo más. No sé que me hubiese pasado ahora que no existe todo eso.

¿Podés recordar en qué momento de esa niñez empezó la pasión por independiente?Fue pura herencia familiar, por mi viejo. Apren-día a hablar, a caminar y a ser hincha de Independiente. Los hinchas se dividen entre los que “se hacen” y los que ya vinieron “hechos”. Y yo pertenezco a los que vienen hechos. Hay muy lindas historias de los otros, pero a mí me tocó esto.

Cuesta imaginar otro ídolo que no sea ricardo bochini, pero todos tenemos en la infancia otro jugador que, quizás sin tanto brillo, nos llama la atención por algún motivo.Bochini es lo máximo, pero el Bocha no fue mi primer ídolo. Mi ídolo era Bertoni (Daniel). De Bertoni me deslumbraba eso de que era

goleador. Por eso, mi número de cuero que estaba bordado en la espalda de la camiseta era el “11” y no el “10”. Igual, ojo, que también tenía de ídolo de Fillol porque me gustaba mucho el arco. Por edad me lo perdí a Santoro (Pepe), pero en el Mundial 1978 lo tenía al Pato y era lo máximo.

¿Vida y mundiales, de la mano?Hay muchos momentos de la vida que me los recuerdo o los relaciono con algún hecho futbo-lístico en particular. Y los mundiales no son la excepción.

Retomando lo de fillol, ¿siempre fuiste al arco?No, a los 24 años decidí empezar a jugar de “5” y empecé a escribir. Algún día tendré que hablarlo con el analista (risas).

¿Cuánto te dolió el descenso de independiente? Para muchos es un drama futbolístico, pero otros tienen una mirada que va más allá, como que se rompe esa idealización que se hace del club en la infancia. Que golpea más por ese pasado de gloria que por el presente.El descenso fue como que te saquen una meda-lla. Sentí eso, como en las películas. Como que te corten eso de lo que te vanagloriabas. Algo que antes ni te lo planteabas (ser uno de los equipos que no había bajado de la máxima categoría), pero que con el tiempo se había transformado en una muestra de la realidad. A mí me dolió mucho más la decadencia, la larga decadencia de Independiente. Era ver desastre tras desastre. Una crónica de un descenso anunciado. Algo que fue diferente a lo que vivió River, que sólo tuvo un puñado de años nefastos. En Independiente se vivió una lenta erosión. Se vio venir.

Resulta difícil de explicar y entender cómo crece la pasión del hincha en las malas…No pasa en todos lados del mundo. En otros países, ir a la cancha o no es una protesta o una forma de legitimar lo que pasa en el club. A nosotros nos multiplica. Es como ir a ver a un ser querido que está enfermo. Aunque te lleva al peligro de convertirte en hincha de la hinchada. Hay que saber distinguir, en esto de acompañar en la mala, quiénes van por el club y quiénes van por los trapos o aplauden cualquier cosa. Es entendible el apoyo y es, como decía, como con un familiar. Cuando le va bien, quizás hasta ni lo vas a ver. Pero cuando está mal, necesitás estar con él.

Page 36: Número 0 #Resurrección

¿Fanático de algún estilo particular o no te sumás a esa dicotomía de bilardo o menotti o, más para acá, la de guardiola y mourinho?Me gustan los equipos con variantes. Y los que atacan más que los que defienden. Pero no me gustan las banderas o eso de llevar todo el extremo, porque son simplificaciones. El equipo de Menotti campeón del mundo del 78 jugaba bien, pero no era lírico y era muy fuerte atrás y el de Bilardo en el 86 jugaba un fútbol espectacular. O el Estudiantes de Bilardo, que tenía una mitad de cancha impresionante. El que me cae bárbaro es Marcelo Bielsa. Por cómo es, por el personaje. Cree honestamente en lo que hace y hoy no sobran tanto los honestos. Me gusta ese costado porque prefiero a la gente buena.

¿Qué nos faltó en brasil?Hay que valorar haber llegado a una final después de 24 años. Eso significa que las cosas se hicieron mejor que lo que se venían haciendo. Lo que sí, da la sensación de que podríamos haber ganado. Que tuvimos la de Higuaín (Gonzalo), la de Messi, la de Palacio (Rodrigo). Que si le tirás a Götze la misma pelota siete veces más no la vuelve a bajar así. No volví a ver la final contra Alemania, ni creo que la vuelva a ver. Pero nos queda eso de poder haber ganado.

¿Messi se merecía otro final? o, mejor dicho, ¿se merece otro final?Le deseo otro final a Messi. Lo voy a seguir bancando y lo sigo admirando. Pensar que sí metía ese mano a mano en la final era un héroe. Espero que tenga revancha. Y, aunque él no lo diga públicamente, entiendo que también la quiere.

El secreto de sus ojos, la adaptación de Metegol, Esperándolo a Tito, Papeles en el viento. Uno repasa y aparece el fútbol. Es la pelota como nexo en varias de tus historias. ¿Es la mejor herramienta para mostrar cómo somos?Es una buena herramienta. No sé si la mejor, pero es buena. Tiene que ver con el juego y jugar te desnuda, te exhibe, te obliga a la franqueza.

En esa cuadra donde ahora sólo se ven casas que completan el paisaje residencial de un barrio del oeste del conurbano bonaerense estaba 'la canchita de Buchardo'. Canchita que, obvio, quedaba en la calle Hipólito Buchardo, entre Máximo Paz y Bahía Blanca, en Castelar. Lugar de gambeta, pierna fuerte y aprendizaje a codazo limpio. Lejos de la imagen idílica, no era un territorio amigable para los chicos que, en los finales de la década del 70, dejaban de patear la pelota en la calle y se querían ganar un lugar, un horario, un espacio en el potrero. Era una infan-cia cerca de la ciudad, pero con aires de pueblo. Y ahí atajaba un pibe que, por idolatría y fiebre mundialista, alguna vez se habrá creído Ubaldo Matildo Fillol. Fanático de Independiente, el castillo de naipes familiar se le desmoronó cuando tenía 10 años y encontró la contención en el fútbol, en los amigos, en el barrio.

Varios años después, no resulta difícil encon-trarlo. Eduardo Sacheri sigue caminando por las mismas veredas de Castelar. Es su lugar en el mundo. Aunque ya sea un hombre de mundo. Entre un viaje a Singapur y otro a México, atiende a Potrero. Habla de fútbol y vale la pena seguir cada frase que lanza con ritmo pausado,

del que se desprende una indisimulable pasión por la redonda. Ya sin los guantes, corta y hace jugar desde su nueva posición de volante central. El rincón que encontró a los 24 años, en el mismo momento en el que se lanzó a la escritura. Primero, encandilando con sus cuentos futboleros. Después, con sus novelas. Y ahora, con películas como El secreto de sus ojos (Oscar a la mejor película extranjera en 2009) o Papeles en el viento, que se estrenará el próximo 8 de enero.

¿Qué significa el potrero?Es uno de los grandes elementos de la formación como persona. En mi caso, es uno de los ejes de mi vida. El potrero no sólo te hace jugador, sino que te forma como persona.

¿Y qué recuerdos tenés de aquél potrero de castelar, ese campito de un fútbol más libre, más puro, pero también con muchos códigos?Jugábamos en ‘la canchita de Buchardo’, que, claro, quedaba por la calle Buchardo. Por enton-ces, no era fácil hacerse de un sitio en un potre-ro. Conseguir un horario, un espacio y disputar-se el lugar con los vecinos, con otros pibes. Aunque sea a las 2 de la tarde en enero. Era

hacerse un lugar en el mundo a los codazos. Para nosotros, que veníamos de la calle, de jugar en la vereda, no significó el comienzo de algo, sino que fue nuestro techo, nuestro punto de llegada.

Menor de tres hermanos, sufriste el fallecimien-to de tu padre a los 10 años y siempre destacás que el fútbol fue una vía de escape, una tabla de salvación...Y así fue. La muerte de mi padre fracturó mi infancia en dos etapas. Y la calle y los pibes con los que jugaba me permitieron prolongar la segunda parte mucho tiempo más. No sé que me hubiese pasado ahora que no existe todo eso.

¿Podés recordar en qué momento de esa niñez empezó la pasión por independiente?Fue pura herencia familiar, por mi viejo. Apren-día a hablar, a caminar y a ser hincha de Independiente. Los hinchas se dividen entre los que “se hacen” y los que ya vinieron “hechos”. Y yo pertenezco a los que vienen hechos. Hay muy lindas historias de los otros, pero a mí me tocó esto.

Cuesta imaginar otro ídolo que no sea ricardo bochini, pero todos tenemos en la infancia otro jugador que, quizás sin tanto brillo, nos llama la atención por algún motivo.Bochini es lo máximo, pero el Bocha no fue mi primer ídolo. Mi ídolo era Bertoni (Daniel). De Bertoni me deslumbraba eso de que era

goleador. Por eso, mi número de cuero que estaba bordado en la espalda de la camiseta era el “11” y no el “10”. Igual, ojo, que también tenía de ídolo de Fillol porque me gustaba mucho el arco. Por edad me lo perdí a Santoro (Pepe), pero en el Mundial 1978 lo tenía al Pato y era lo máximo.

¿Vida y mundiales, de la mano?Hay muchos momentos de la vida que me los recuerdo o los relaciono con algún hecho futbo-lístico en particular. Y los mundiales no son la excepción.

Retomando lo de fillol, ¿siempre fuiste al arco?No, a los 24 años decidí empezar a jugar de “5” y empecé a escribir. Algún día tendré que hablarlo con el analista (risas).

¿Cuánto te dolió el descenso de independiente? Para muchos es un drama futbolístico, pero otros tienen una mirada que va más allá, como que se rompe esa idealización que se hace del club en la infancia. Que golpea más por ese pasado de gloria que por el presente.El descenso fue como que te saquen una meda-lla. Sentí eso, como en las películas. Como que te corten eso de lo que te vanagloriabas. Algo que antes ni te lo planteabas (ser uno de los equipos que no había bajado de la máxima categoría), pero que con el tiempo se había transformado en una muestra de la realidad. A mí me dolió mucho más la decadencia, la larga decadencia de Independiente. Era ver desastre tras desastre. Una crónica de un descenso anunciado. Algo que fue diferente a lo que vivió River, que sólo tuvo un puñado de años nefastos. En Independiente se vivió una lenta erosión. Se vio venir.

Resulta difícil de explicar y entender cómo crece la pasión del hincha en las malas…No pasa en todos lados del mundo. En otros países, ir a la cancha o no es una protesta o una forma de legitimar lo que pasa en el club. A nosotros nos multiplica. Es como ir a ver a un ser querido que está enfermo. Aunque te lleva al peligro de convertirte en hincha de la hinchada. Hay que saber distinguir, en esto de acompañar en la mala, quiénes van por el club y quiénes van por los trapos o aplauden cualquier cosa. Es entendible el apoyo y es, como decía, como con un familiar. Cuando le va bien, quizás hasta ni lo vas a ver. Pero cuando está mal, necesitás estar con él.

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ME GUSTAN LOS EQUI-POS CON VARIANTES. Y LOS QUE ATACAN MÁS QUE LOS QUE

DEFIENDEN. PERO NO ME GUSTAN LAS BAN-DERAS, PORQUE SON

SIMPLIFICACIONES

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¿Fanático de algún estilo particular o no te sumás a esa dicotomía de bilardo o menotti o, más para acá, la de guardiola y mourinho?Me gustan los equipos con variantes. Y los que atacan más que los que defienden. Pero no me gustan las banderas o eso de llevar todo el extremo, porque son simplificaciones. El equipo de Menotti campeón del mundo del 78 jugaba bien, pero no era lírico y era muy fuerte atrás y el de Bilardo en el 86 jugaba un fútbol espectacular. O el Estudiantes de Bilardo, que tenía una mitad de cancha impresionante. El que me cae bárbaro es Marcelo Bielsa. Por cómo es, por el personaje. Cree honestamente en lo que hace y hoy no sobran tanto los honestos. Me gusta ese costado porque prefiero a la gente buena.

¿Qué nos faltó en brasil?Hay que valorar haber llegado a una final después de 24 años. Eso significa que las cosas se hicieron mejor que lo que se venían haciendo. Lo que sí, da la sensación de que podríamos haber ganado. Que tuvimos la de Higuaín (Gonzalo), la de Messi, la de Palacio (Rodrigo). Que si le tirás a Götze la misma pelota siete veces más no la vuelve a bajar así. No volví a ver la final contra Alemania, ni creo que la vuelva a ver. Pero nos queda eso de poder haber ganado.

¿Messi se merecía otro final? o, mejor dicho, ¿se merece otro final?Le deseo otro final a Messi. Lo voy a seguir bancando y lo sigo admirando. Pensar que sí metía ese mano a mano en la final era un héroe. Espero que tenga revancha. Y, aunque él no lo diga públicamente, entiendo que también la quiere.

El secreto de sus ojos, la adaptación de Metegol, Esperándolo a Tito, Papeles en el viento. Uno repasa y aparece el fútbol. Es la pelota como nexo en varias de tus historias. ¿Es la mejor herramienta para mostrar cómo somos?Es una buena herramienta. No sé si la mejor, pero es buena. Tiene que ver con el juego y jugar te desnuda, te exhibe, te obliga a la franqueza.

En esa cuadra donde ahora sólo se ven casas que completan el paisaje residencial de un barrio del oeste del conurbano bonaerense estaba 'la canchita de Buchardo'. Canchita que, obvio, quedaba en la calle Hipólito Buchardo, entre Máximo Paz y Bahía Blanca, en Castelar. Lugar de gambeta, pierna fuerte y aprendizaje a codazo limpio. Lejos de la imagen idílica, no era un territorio amigable para los chicos que, en los finales de la década del 70, dejaban de patear la pelota en la calle y se querían ganar un lugar, un horario, un espacio en el potrero. Era una infan-cia cerca de la ciudad, pero con aires de pueblo. Y ahí atajaba un pibe que, por idolatría y fiebre mundialista, alguna vez se habrá creído Ubaldo Matildo Fillol. Fanático de Independiente, el castillo de naipes familiar se le desmoronó cuando tenía 10 años y encontró la contención en el fútbol, en los amigos, en el barrio.

Varios años después, no resulta difícil encon-trarlo. Eduardo Sacheri sigue caminando por las mismas veredas de Castelar. Es su lugar en el mundo. Aunque ya sea un hombre de mundo. Entre un viaje a Singapur y otro a México, atiende a Potrero. Habla de fútbol y vale la pena seguir cada frase que lanza con ritmo pausado,

del que se desprende una indisimulable pasión por la redonda. Ya sin los guantes, corta y hace jugar desde su nueva posición de volante central. El rincón que encontró a los 24 años, en el mismo momento en el que se lanzó a la escritura. Primero, encandilando con sus cuentos futboleros. Después, con sus novelas. Y ahora, con películas como El secreto de sus ojos (Oscar a la mejor película extranjera en 2009) o Papeles en el viento, que se estrenará el próximo 8 de enero.

¿Qué significa el potrero?Es uno de los grandes elementos de la formación como persona. En mi caso, es uno de los ejes de mi vida. El potrero no sólo te hace jugador, sino que te forma como persona.

¿Y qué recuerdos tenés de aquél potrero de castelar, ese campito de un fútbol más libre, más puro, pero también con muchos códigos?Jugábamos en ‘la canchita de Buchardo’, que, claro, quedaba por la calle Buchardo. Por enton-ces, no era fácil hacerse de un sitio en un potre-ro. Conseguir un horario, un espacio y disputar-se el lugar con los vecinos, con otros pibes. Aunque sea a las 2 de la tarde en enero. Era

hacerse un lugar en el mundo a los codazos. Para nosotros, que veníamos de la calle, de jugar en la vereda, no significó el comienzo de algo, sino que fue nuestro techo, nuestro punto de llegada.

Menor de tres hermanos, sufriste el fallecimien-to de tu padre a los 10 años y siempre destacás que el fútbol fue una vía de escape, una tabla de salvación...Y así fue. La muerte de mi padre fracturó mi infancia en dos etapas. Y la calle y los pibes con los que jugaba me permitieron prolongar la segunda parte mucho tiempo más. No sé que me hubiese pasado ahora que no existe todo eso.

¿Podés recordar en qué momento de esa niñez empezó la pasión por independiente?Fue pura herencia familiar, por mi viejo. Apren-día a hablar, a caminar y a ser hincha de Independiente. Los hinchas se dividen entre los que “se hacen” y los que ya vinieron “hechos”. Y yo pertenezco a los que vienen hechos. Hay muy lindas historias de los otros, pero a mí me tocó esto.

Cuesta imaginar otro ídolo que no sea ricardo bochini, pero todos tenemos en la infancia otro jugador que, quizás sin tanto brillo, nos llama la atención por algún motivo.Bochini es lo máximo, pero el Bocha no fue mi primer ídolo. Mi ídolo era Bertoni (Daniel). De Bertoni me deslumbraba eso de que era

goleador. Por eso, mi número de cuero que estaba bordado en la espalda de la camiseta era el “11” y no el “10”. Igual, ojo, que también tenía de ídolo de Fillol porque me gustaba mucho el arco. Por edad me lo perdí a Santoro (Pepe), pero en el Mundial 1978 lo tenía al Pato y era lo máximo.

¿Vida y mundiales, de la mano?Hay muchos momentos de la vida que me los recuerdo o los relaciono con algún hecho futbo-lístico en particular. Y los mundiales no son la excepción.

Retomando lo de fillol, ¿siempre fuiste al arco?No, a los 24 años decidí empezar a jugar de “5” y empecé a escribir. Algún día tendré que hablarlo con el analista (risas).

¿Cuánto te dolió el descenso de independiente? Para muchos es un drama futbolístico, pero otros tienen una mirada que va más allá, como que se rompe esa idealización que se hace del club en la infancia. Que golpea más por ese pasado de gloria que por el presente.El descenso fue como que te saquen una meda-lla. Sentí eso, como en las películas. Como que te corten eso de lo que te vanagloriabas. Algo que antes ni te lo planteabas (ser uno de los equipos que no había bajado de la máxima categoría), pero que con el tiempo se había transformado en una muestra de la realidad. A mí me dolió mucho más la decadencia, la larga decadencia de Independiente. Era ver desastre tras desastre. Una crónica de un descenso anunciado. Algo que fue diferente a lo que vivió River, que sólo tuvo un puñado de años nefastos. En Independiente se vivió una lenta erosión. Se vio venir.

Resulta difícil de explicar y entender cómo crece la pasión del hincha en las malas…No pasa en todos lados del mundo. En otros países, ir a la cancha o no es una protesta o una forma de legitimar lo que pasa en el club. A nosotros nos multiplica. Es como ir a ver a un ser querido que está enfermo. Aunque te lleva al peligro de convertirte en hincha de la hinchada. Hay que saber distinguir, en esto de acompañar en la mala, quiénes van por el club y quiénes van por los trapos o aplauden cualquier cosa. Es entendible el apoyo y es, como decía, como con un familiar. Cuando le va bien, quizás hasta ni lo vas a ver. Pero cuando está mal, necesitás estar con él.

Papeles en el viento está basada en la novela que Sacheri publicó en 2009. dirigida por Juan Taratuto y con la partici-pación de Diego Peretti,

Pablo Echarri, Pablo Rago y Diego Torres, se estrenará el próximo 8 de enero. ¿De qué se trata? Son tres amigos

que buscan recuperar la inversión que un cuarto

amigo hizo con un jugador de fútbol antes

de morir.

SACHERI EN POTRERO

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GOLEADOR SIN POTREROnu

mero 0

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OTRERO

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ES MÉDICO, POLÍTICO Y FUTBOLISTA. JUGÓ MUCHOS AÑOS EN LA D SIENDO DE CLASE MEDIA-ALTA. COMEN-ZÓ SU CARRERA A LOS 26. Y TIENE UN RÉCORD QUE MESSI AÚN NO LE PUDO SACAR. ESTE ES EL “DANDY” NEUSPILLER, EL CRACK QUE PASÓ DE LAS PROLIJAS CANCHAS DE LOS INTERCOUNTRIES A LOS DESCUIDA-

DOS TERRENOS DEL ASCENSO.

que era de una clase social más elevada que sus compañeros. Pero el futbolista de breve paso por Los Andes explica por que nunca sintió eso: “En ese momento cobraban por partido ganado, así que yo les servía en lo económico”.

El histórico goleador del ascenso va de tema en tema. Cuenta que tuvo ofertas de Ferro e Independiente que se truncaron por represen-tantes que quisieron sacar su tajada, y que él no se enteró de esas negociaciones en su momento. Salta a la política, y explica que no quería saber nada porque “está mal vista”, pero que una vez que se metió, le encantó. Y que, para su sorpresa, recibió la aceptación total de sus pacientes.

Sobre el final, llega el momento de los nombres propios. El premio al rival más duro se lo lleva Darío Carpintero, de Sacachispas, aunque aclara: “Él también cobró eh. Así como recibía, yo también daba”. Los mejores asistidores que tuvo en su carrera: “Canseco, el chino Ruíz Díaz y Nacho Martínez”. Y una mención con tono de desafío para el mejor del mundo: “Yo hice seis goles en un partido dos veces, Messi todavía no

pudo ni una. Está bien, él juega contra el Real Madrid y yo contra Atlas, pero a él no le pegan como me pegaban a mí. Pepe al lado de los defen-sores del ascenso es una Barbie”.

Neuspiller asegura que pese a tener una agenda muy cargada entre la política y la medicina, juega toda las semanas porque “los picados no se negocian”. Y al recordar el título de la revista, cierra dejando en claro su postura: “no se pierde nada por no haber tenido Potrero. Lo sentís o no lo sentís, es así”. Más allá de coincidir o no, no quedan dudas que el Dandy lo sentía.

Sebastián Neuspiller es un hombre multifacéti-co. Tan hábil para definir un mano a mano frente a un arquero como para ayudar a una mujer a quedar embarazada, y ahora dando sus primeros pasos en la política, como candidato por el PRO a la intendencia de Pilar para 2015. Sin embargo, siempre tuvo clara su verdadera pasión: “Desde que nací quise ser futbolista. Cuando tenía diez años le decía a mi viejo que a las tres de la mañana no iba a un parto ni loco, pero a un partido de fútbol si”.

El “Dandy”, ginecólogo, obstetra y especialista en fertilidad (al igual que su papá, su tío y su primo) se probó en River a los 12 años, hizo “tres o cuatro goles” y quedó, pero sus padres le hicieron priorizar el estudio y jamás volvió para entrenar en el club del que es hincha, una espina que le quedará clavada por siempre. “Es una cuenta pendiente jugar en el Monumental, le dije al “Colo” que organice un partido solidario de esos que arma él para poder cumplirla”, detalla el pedido para Diego Santilli, dirigente del PRO, y quien convenció al ex goleador de Fénix de iniciarse en la política.

Justamente en el club de Pilar fue donde comen-zó, a los 26 años, su carrera como futbolista. “La verdad es que del ascenso no sabía nada, cuando me lo propusieron ni sabía qué era Fénix”, se sincera. Y cuenta su objetivo original, que fue largamente superado cuando se retiró con 242 goles en su cuenta personal: “Cuando fui a firmar a AFA solo pensaba en guardar el recorte de Olé para mostrárselo a mis hijos un día. Al cuarto o quinto partido estaba en la tapa”.

Neuspiller era un tipo extraño para la Primera D, y así se lo hicieron sentir sus adversarios. Más allá de las agresiones verbales, en sus dos prime-ros partidos los defensores rivales lo recibieron con una piña, dándole la bienvenida al ascenso. Sin embargo, el Dandy no se achicó: “Al tercero fui yo de entrada y le puse un codazo al 2 rival que casi lo mato. Ahí me increpó con un ‘¿Qué hacés?’, y le dije que así eran las cosas acá”.

Más allá de los contrincantes, era esperable que en su propio club miraran con recelo al delante-ro, que no entrenaba y solo iba los sábados a jugar porque no tenía tiempo por sus estudios, y

Por Pablo Pokorski @pablopoko Foto Hernán Paz @hernanpaz

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que era de una clase social más elevada que sus compañeros. Pero el futbolista de breve paso por Los Andes explica por que nunca sintió eso: “En ese momento cobraban por partido ganado, así que yo les servía en lo económico”.

El histórico goleador del ascenso va de tema en tema. Cuenta que tuvo ofertas de Ferro e Independiente que se truncaron por represen-tantes que quisieron sacar su tajada, y que él no se enteró de esas negociaciones en su momento. Salta a la política, y explica que no quería saber nada porque “está mal vista”, pero que una vez que se metió, le encantó. Y que, para su sorpresa, recibió la aceptación total de sus pacientes.

Sobre el final, llega el momento de los nombres propios. El premio al rival más duro se lo lleva Darío Carpintero, de Sacachispas, aunque aclara: “Él también cobró eh. Así como recibía, yo también daba”. Los mejores asistidores que tuvo en su carrera: “Canseco, el chino Ruíz Díaz y Nacho Martínez”. Y una mención con tono de desafío para el mejor del mundo: “Yo hice seis goles en un partido dos veces, Messi todavía no

pudo ni una. Está bien, él juega contra el Real Madrid y yo contra Atlas, pero a él no le pegan como me pegaban a mí. Pepe al lado de los defen-sores del ascenso es una Barbie”.

Neuspiller asegura que pese a tener una agenda muy cargada entre la política y la medicina, juega toda las semanas porque “los picados no se negocian”. Y al recordar el título de la revista, cierra dejando en claro su postura: “no se pierde nada por no haber tenido Potrero. Lo sentís o no lo sentís, es así”. Más allá de coincidir o no, no quedan dudas que el Dandy lo sentía.

Sebastián Neuspiller es un hombre multifacéti-co. Tan hábil para definir un mano a mano frente a un arquero como para ayudar a una mujer a quedar embarazada, y ahora dando sus primeros pasos en la política, como candidato por el PRO a la intendencia de Pilar para 2015. Sin embargo, siempre tuvo clara su verdadera pasión: “Desde que nací quise ser futbolista. Cuando tenía diez años le decía a mi viejo que a las tres de la mañana no iba a un parto ni loco, pero a un partido de fútbol si”.

El “Dandy”, ginecólogo, obstetra y especialista en fertilidad (al igual que su papá, su tío y su primo) se probó en River a los 12 años, hizo “tres o cuatro goles” y quedó, pero sus padres le hicieron priorizar el estudio y jamás volvió para entrenar en el club del que es hincha, una espina que le quedará clavada por siempre. “Es una cuenta pendiente jugar en el Monumental, le dije al “Colo” que organice un partido solidario de esos que arma él para poder cumplirla”, detalla el pedido para Diego Santilli, dirigente del PRO, y quien convenció al ex goleador de Fénix de iniciarse en la política.

Justamente en el club de Pilar fue donde comen-zó, a los 26 años, su carrera como futbolista. “La verdad es que del ascenso no sabía nada, cuando me lo propusieron ni sabía qué era Fénix”, se sincera. Y cuenta su objetivo original, que fue largamente superado cuando se retiró con 242 goles en su cuenta personal: “Cuando fui a firmar a AFA solo pensaba en guardar el recorte de Olé para mostrárselo a mis hijos un día. Al cuarto o quinto partido estaba en la tapa”.

Neuspiller era un tipo extraño para la Primera D, y así se lo hicieron sentir sus adversarios. Más allá de las agresiones verbales, en sus dos prime-ros partidos los defensores rivales lo recibieron con una piña, dándole la bienvenida al ascenso. Sin embargo, el Dandy no se achicó: “Al tercero fui yo de entrada y le puse un codazo al 2 rival que casi lo mato. Ahí me increpó con un ‘¿Qué hacés?’, y le dije que así eran las cosas acá”.

Más allá de los contrincantes, era esperable que en su propio club miraran con recelo al delante-ro, que no entrenaba y solo iba los sábados a jugar porque no tenía tiempo por sus estudios, y

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El ángel de las piernas chuecas

A un pase de Didí, Garrincha avanza:El cuero junto al pie y el ojo atento.Dribla a uno y a dos, luego descansaComo quien mide el riesgo del momento.

Tiene un presentimiento, así se lanzaMás rápido que el propio pensamiento,Dribla uno más, dos más, la bola alcanzaFeliz entre sus pies, los pies del viento.

La lleva, así la multitud contritaEn un acto de muerte se alza y gritaEn unísono canto de esperanza.

Garrincha, el ángel, oye y dice: ¡goooool!En la imagen la G chuta en la ODentro del arco entonces la L danza.

Vinícius de Moraes

Por ECHE ILUS

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