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El alcalde de Zalamea Salen don ÁLVARO y el SARGENTO ÁLVARO: Yo; que tengo de dar la muerte al pícaro, (vive Dios! 690 Si pensase.... ISABEL: Deteneos, siquiera porque, señor, vino a valerse de mí; que los hombres, como vos, han de amparar las mujeres, 695 si no por lo que ellas son, porque son mujeres; que esto basta, siendo vos quien sois. ÁLVARO: No pudiera otro sagrado librarle de mi furor, 700 sino vuestra gran belleza; por ella vida le doy. Pero mirad, que no es bien en tan precisa ocasión hacer vos el homicidio, 705 que no queréis que haga yo. ISABEL: Caballero, si cortés ponéis en obligación nuestras vidas, no zozobre tan presto la intercesión. 710 Que dejéis este soldado os suplico; pero no que cobréis de mí la deuda a que agradecida estoy. ÁLVARO: No sólo vuestra hermosura 715 es de rara perfección, pero vuestro entendimiento lo es también; porque hoy en vos alïanza están jurando hermosura y discreción. 720 Salen Pedro CRESPO y JUAN, las espadas desnudas CRESPO: )Cómo es eso, caballero?

Obras Con Esgrima

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Page 1: Obras Con Esgrima

El alcalde de ZalameaSalen don ÁLVARO y el SARGENTO ÁLVARO: Yo; que tengo de dar la muerte al pícaro, (vive Dios! 690 Si pensase.... ISABEL: Deteneos, siquiera porque, señor, vino a valerse de mí; que los hombres, como vos, han de amparar las mujeres, 695 si no por lo que ellas son, porque son mujeres; que esto basta, siendo vos quien sois. ÁLVARO: No pudiera otro sagrado librarle de mi furor, 700 sino vuestra gran belleza; por ella vida le doy. Pero mirad, que no es bien en tan precisa ocasión hacer vos el homicidio, 705 que no queréis que haga yo. ISABEL: Caballero, si cortés ponéis en obligación nuestras vidas, no zozobre tan presto la intercesión. 710 Que dejéis este soldado os suplico; pero no que cobréis de mí la deuda a que agradecida estoy. ÁLVARO: No sólo vuestra hermosura 715 es de rara perfección, pero vuestro entendimiento lo es también; porque hoy en vos alïanza están jurando hermosura y discreción. 720 Salen Pedro CRESPO y JUAN, las espadas desnudas CRESPO: )Cómo es eso, caballero? )Cuando pensó mi temor hallaros matando a un hombre, os hallo... ISABEL: ((Válgame Dios!) Aparte CRESPO: ...requebrando una mujer? 725 Muy noble sin duda sois, pues que tan presto se os pasan

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los enojos. ÁLVARO: Quien nació con obligaciones debe acudir a ellas; y yo 730 al respeto de esta dama suspendí todo el furor. CRESPO: Isabel es hija mía, y es labradora, señor, que no dama. JUAN: ((Vive el cielo Aparte 735 que todo ha sido invención, para haber entrado aquí! Corrido en el alma estoy de que piensen, que me engañan, y no ha de ser.) Bien, señor 740 capitán, pudierais ver con más segura atención lo que mi padre desea hoy serviros, para no haberle hecho este disgusto. 745 CRESPO: )Quién os mete en eso a vos, rapaz? )Que disgusto ha habido? Si el soldado le enojó, )no había de ir tras él? Mi hija estima mucho el favor 750 del haberle perdonado, y el de su respeto yo. ÁLVARO: Claro está, que no habrá sido otra causa, y ved mejor lo que decís. JUAN: Yo lo veo 755 muy bien. CRESPO: Pues, )cómo habláis vos así? ÁLVARO: Porque estáis delante, más castigo no le doy a este rapaz. CRESPO: Detened, señor capitán; que yo 760 puedo tratar a mi hijo como quisiere, y no vos. JUAN: Y yo sufrirlo a mi padre, mas a otra persona no. ÁLVARO: )Qué habíais de hacer? 765 JUAN: Perder la vida por la opinión. ÁLVARO: )Qué opinión tiene un villano? JUAN: Aquella misma que vos;

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que no hubiera un capitán si no hubiera un labrador. 770 ÁLVARO: (Vive Dios, que ya es bajeza sufrirlo! CRESPO: Ved que yo estoy de por medio. Sacan las espadas REBOLLEDO: (Vive Cristo, Chispa, que ha de haber hurgón! CHISPA: (Aquí del cuerpo de guardia! 775 REBOLLEDO: (Don Lope, ojo avisor! Sale don LOPE con hábito, muy galán, y bengala LOPE: )Qué es aquesto? )La primera cosa que he de encontrar hoy, acabado de llegar, ha de ser una cuestión? 780 ÁLVARO: ((A qué mal tiempo don Lope Aparte de Figueroa llegó!) CRESPO: ((Por Dios, que se las tenía Aparte con todos el rapagón!) LOPE: )Qué ha habido? )Qué ha sucedido? 785 Hablad, porque, (votos a Dios!, que a hombres, mujeres y casa eche por un corredor! )No me basta haber subido hasta aquí, con el dolor 790 de esta pierna, que los diablos llevaran, amén, sino no decirme, *Aquesto ha sido?+ CRESPO: Todo eso es nada, señor. LOPE: Hablad, decid la verdad. 795 ÁLVARO: Pues es que alojado estoy en esta casa. Un soldado... LOPE: Decid. ÁLVARO: ...ocasión me dio a que sacase con él la espada. Hasta aquí se entró 800 huyendo. Entréme tras él donde estaban esas dos labradoras, y su padre o su hermanoCo lo que sonC se han disgustado de que 805 entrase hasta aquí. LOPE: Pues yo

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a tan buen tiempo he llegado, satisfaré a todos hoy. )Quién fue el soldado, decid, que a su capitán le dio 810 ocasión de que sacase la espada? REBOLLEDO: ((A que pago yo Aparte por todos!) ISABEL: Aquéste fue el que huyendo hasta aquí entró. LOPE: Denle dos tratos de cuerda. 815 REBOLLEDO: Tra... )Qué me han de dar, señor? LOPE: Tratos de cuerda. REBOLLEDO: Yo hombre de estos tratos no soy. CHISPA: (De esta vez me lo estropean.) Aparte ÁLVARO: ((Ah, Rebolledo, por Dios, Aparte 820 que nada digas! Yo haré que te libren.)

El cantar del mio Cid

38 Minaya en peligro. - El Cid hiere a Hariz Al buen Minaya Álvar Fáñez le mataron el caballo y en su ayuda corren prestas las mesnadas de cristianos. La lanza tiene quebrada y a la espada metió mano, y aunque a pie lucha Minaya certeros golpes va dando. Viólo mío, Cid Ruy Díaz de Vivar el Castellano y acercóse a un alguacil, que tenía buen caballo y diole un tajo de espada certero con diestro brazo que le cortó por el talle y echólo en medio del campo. Y al buen Minaya Álvar Fáñez le fue a ofrecer el caballo: «Cabalgad, Minaya, en él, ya que sois mi diestro brazo. Hoy de todo vuestro esfuerzo me encuentro necesitado; muy firmes están los moros, aun no me dejan el campo, y es menester que, al final, firmes les acometamos.» Cabalgó entonces Minaya, ya con la espada en la mano, por entre las fuerzas moras fuertemente peleando. A los que logra alcanzar, la vida les va quitando. Mío Cid Rodrigo Díaz, Campeador bienhadado, al emir Hariz tres golpes con su mandoble le ha dado; le fallan los dos primeros, sólo el tercero ha acertado y por la loriga abajo la sangre va chorreando; el emir volvió la rienda para escaparse del campo. Y por aquel golpe, el Cid la victoria hubo alcanzado.

La Vida es SueñoSEGISMUNDO:Soy tirano,y ya pretendes, reducirme en vano.CLOTALDO:(Aparte)¡Oh qué lance tan fuerte!Saldré a estorbarlo, aunque me dé la muerte.Señor, atiende, mira.SEGISMUNDO:

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Segunda vez me has provocado a ira,viejo caduco y loco.¿Mi enojo y mi rigor tienes en poco?¿Cómo hasta aquí has llegado?CLOTALDO:De los acentos desta voz llamado,a decirte que seasmás apacible, si reinar deseas;y no, por verte ya de todos dueño,seas crüel, porque quizá es un sueño.SEGISMUNDO:A rabia me provocas,cuando la luz del desengaño tocas.Veré, dándote muerte,si es sueño o si es verdad.(Al ir a sacar la daga, se la tiene CLOTALDO y se arrodilla).CLOTALDO:Yo desta suertelibrar mi vida espero.SEGISMUNDO:Quita la osada mano del acero.La vida es sueño61CLOTALDO:Hasta que gente venga,que tu rigor y cólera detenga,no he de soltarte.ROSAURA:¡Ay, cielos!SEGISMUNDO:Suelta, digo,caduco, loco, bárbaro, enemigo,o será desta suerte(Luchan).el darte agora entre mis brazos muerte.ROSAURA:¡Acudid todos presto,que matan a Clotaldo!(Vase).Sale ASTOLFO a tiempo que cae CLOTALDO a sus pies, y él se pone enmedio.ASTOLFO:Pues ¿qué es esto,príncipe generoso?¿Así se mancha acero tan brïosoen una sangre helada?Vuelva a la vaina tu lucida espada.SEGISMUNDO:

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En viéndola teñidaen esa infame sangre.ASTOLFO:Ya su vidatomó a mis pies sagrado;y de algo ha de servirme haber llegado.La vida es sueño62SEGISMUNDO:Sírvate de morir; pues desta suertetambién sabré vengarme con tu muertede aquel pasado enojo.ASTOLFO:Yo defiendomi vida; así la majestad no ofendo.Sacan las espadas, y sale[n] el REY BASILIO y ESTRELLA.CLOTALDO:No le ofendas, señor.BASILIO:Pues ¿aquí espadas?ESTRELLA:(Aparte)Astolfo es. ¡Ay de mí, penas airadas!BASILIO:Pues, ¿qué es lo que ha pasado?ASTOLFO:Nada, señor, habiendo tú llegado.(Envainan).SEGISMUNDO:Mucho, señor, aunque hayas tú venido;yo a ese viejo matar he pretendido.BASILIO:¿Respeto no teníasa estas canas?CLOTALDO:Señor, ved que son mías,que no importa veréis.La vida es sueño63SEGISMUNDO:Acciones vanas,querer que tenga yo respeto a canas;pues aun ésas podríaser que viese a mis plantas algún día;porque aún no estoy vengadodel modo injusto con que me has criado.(Vase).

OTELO

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Entra CASSIO, persiguiendo a RODRIGO CASSIO.- ¡Sinvergüenza! ¡Canalla! MONTANO.- ¿Qué ocurre, teniente? CASSIO.- ¡Un bribón!... ¡Enseñarme mi deber! ¡Voy a aplastar al bellaco hasta encajarlo en una cesta de mimbres! RODRIGO.- ¡Aplastarme! CASSIO.- ¡Cómo! ¿Chachareas, belitre? (Golpeando a Rodrigo.) MONTANO.- Vaya, buen teniente; os lo ruego, señor, tened vuestra mano. CASSIO.- ¡Dejadme, señor, u os aporrearé los cascos!29 MONTANO.- ¡Vamos, vamos, estáis ebrio! CASSIO.- ¡Ebrio! (Se baten.) IAGO.- (Aparte a Rodrigo.) ¡Pronto, digo! ¡Corred y gritad: «¡Un motín!»! (Sale Rodrigo.) ¡Vamos, buen teniente!... ¡Ay, caballeros!... ¡Auxilio, hola!... ¡Señor Montano!... ¡Señor!... ¡Auxilio, señores!... ¡He aquí una linda guardia, en verdad!... (Toca a rebato una campana.) ¿Quién toca esa campana? ¡Diablo, eh! ¡La ciudad va a levantarse! ¡Poder de Dios!... ¡Teneos, teniente! ¡Os veréis para siempre deshonrado!Vuelve a entrar OTELO, con personas del séquito OTELO.- ¿Qué pasa aquí? MONTANO.- ¡Voto a Dios! ¡Sangro sin cesar! ¡Estoy herido de muerte! OTELO.- ¡Teneos, por vuestras vidas! IAGO.- ¡Teneos, eh, teniente!... ¡Señor Montano! ¡Caballeros!... ¿Habéis perdido todo sentimiento del lugar en que estamos y de vuestros deberes?... ¡Teneos! ¡El general os habla! ¡Teneos, por pudor! OTELO.- ¡Alto! ¡Hola! ¡Eh! ¿Cómo ha ocurrido esto? ¿Nos hemos vuelto turcos y hacemos contra nosotros mismos lo que el cielo no nos ha permitido hacer contra los otomanos? ¡Por pudor cristiano, cesad en esta querella bárbara! ¡El que dé un paso para tratar de satisfacer su furia, tiene en poco su alma! ¡Muere al primer movimiento! ¡Que calle esa terrible campana, que llena de espanto hasta poner fuera de sí a los habitantes de la isla!... ¿Qué sucede, señores? Honrado Iago, tú, que tienes aire de morir de pesar, habla. ¿Quién ha comenzado esta riña? Te lo mando, por tu afecto. IAGO.- Lo ignoro... Eran amigos ahora, hace un instante, en este cuartel, y en tan buenas relaciones como novio y novia cuando, recién casados, se desnudan para ir al lecho; y, de repente (como si algún planeta hubiera sembrado la locura), tiran de sus espadas y se arrojan, pecho a pecho, uno contra otro en lucha sangrienta. No puedo decir quién fue el que empezó esta reyerta extraña, y quisiera haber perdido en una

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acción gloriosa estas piernas que me han traído aquí para que la presencie. OTELO.- ¿Cómo es posible, Miguel, que os hayáis olvidado de vos mismo hasta este extremo? CASSIO.- Os lo ruego, perdonadme; no puedo hablar. OTELO.- Digno Montano, siempre habéis sido correcto. El mundo ha notado vuestra gravedad y la placidez de vuestra juventud, y vuestro nombre es altamente estimado por los censores más sesudos. ¿Qué ha sucedido, pues, para que deslustréis así vuestra reputación y consintáis en trocar la rica estima de que gozáis por la calificación de quimerista nocturno? Dadme una respuesta MONTANO.- Notable Otelo, estoy herido de cuenta. Vuestro oficial, Iago, puede informaros -mientras 30ahorro palabras que ahora me producen un poco de malestar- de todo cuanto sé. Ni por mi parte creo haber dicho ni hecho nada censurable esta noche, a menos que el cuidado de sí propio sea a veces un vicio y el defendernos cuando la violencia nos ataca, un pecado. OTELO.- ¡Por el cielo!, la sangre comienza ahora a regirme, en lugar de mis facultades más tranquilas; y la pasión, ennegreciendo mi mejor juicio, trata de guiar mi conducta. ¡Si me muevo tan sólo o levanto este brazo, el mejor de vosotros va a sucumbir bajo mi castigo! Decidme cómo ha empezado esta odiosa querella; quién la promovió, y el que sea reconocido culpable de esta falta así fuera mi hermano gemelo, nacido a la misma hora que yo, me perderá para siempre. ¡Cómo! ¡Venir a levantar una rencilla particular y doméstica en una ciudad de guerra, todavía agitada, el corazón de cuyos habitantes está henchido de miedo, en plena noche y en el cuerpo de guardia, y de seguridad! ¡Es monstruoso! -Iago, ¿quién la empezó? MONTANO.- Si por camaradería o espíritu de cuerpo faltas en lo más mínimo a la verdad, no eres soldado. IAGO.- No me toquéis tan de cerca. Preferiría que se me arrancase esta lengua de la boca antes que ofender a Miguel Cassio. Sin embargo, estoy seguro de que, diciendo la verdad, no le perjudicaré en nada. He aquí lo que ha sucedido, general: Estábamos Montano y yo de charla, cuando viene un individuo gritando: «¡Auxilio!» y Cassio persiguiéndole con la espada tendida y decidido a descargar un golpe sobre él. Señor, este caballero colocose delante de Cassio para rogarle que se contuviera, y yo mismo me lancé tras el individuo que gritaba, de miedo que con sus clamores -como ha pasado- no sembrara el terror en la

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ciudad. Pero él, ágil de talones, me impidió que lograra mi objeto, y volví, tanto más rápido cuanto escuché el choque y caída de espadas y a Cassio jurando en altas voces lo que jamás hasta esta noche hubiera podido afirmar. Cuando hube retornado (porque esto fue breve), les hallé el uno contra el otro, en guardia y esgrimiendo, exactamente en la situación en que estaban cuando llegasteis para separarlos. No puedo decir otra cosa de este asunto... Pero los hombres son hombres; los mejores se olvidan a veces... Aunque Cassio haya maltratado un poco a este caballero -pues cuando los hombres se hallan enfurecidos hieren a aquellos que más aprecian-, sin embargo, creo yo que Cassio ha recibido seguramente de parte del que huyó algún ultraje extraordinario que la paciencia no podía tolerar. OTELO.- Sé, Iago, que tu honradez y tu amistad te inducen a atenuar el hecho, para que pese menos sobre Cassio.- Cassio, te estimo; pero no serás nunca más mi oficial.

Don juan tenorioEscena IX DON JUANyDON GONZALO. DON GONZALO ¿Adónde está ese traidor? DON JUAN Aquí está, Comendador. DON GONZALO ¿De rodillas? DON JUAN Y a tus pies. DON GONZALO Vil eres hasta en tus crímenes. DON JUAN Anciano, la lengua ten, 540 y escúchame un solo instante. DON GONZALO ¿Qué puede en tu lengua haber que borre lo que tu mano escribió en este papel? ¡Ir a sorprender, infame, 545 la cándida sencillez

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de quien no pudo el veneno de esas letras precaver! ¡Derramar en su alma virgen traidoramente la hiel 550 en que rebosa la tuya seca de virtud y fe! ¡Proponerse así enlodar de mis timbres la alta prez, como si fuera un harapo 555 que desecha un mercader! ¿Ese es el valor, Tenorio, de que blasonas? ¿Esa es la proverbial osadía que te da a el vulgo a temer? 560 ¿Con viejos y con doncellas las muestras…? ¿Y para qué? ¡Vive Dios! Para venir sus plantas así a lamer, mostrándote a un tiempo ajeno 565 de valor y de honradez. DON JUAN ¡Comendador! DON GONZALO ¡Miserable! Tú has robado a mi hija Inés de su convento, y yo vengo por tu vida o por mi bien. 570

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DON JUAN Jamás delante de un hombre mi alta cerviz incliné, ni he suplicado jamás, ni a mi padre, ni a mi rey. Y pues conservo a tus plantas 575 la postura en que me ves, considera, don Gonzalo, que razón debo tener. DON GONZALO Lo que tienes es pavor de mi justicia. DON JUAN ¡Pardiez! 580 Óyeme, Comendador, o tenerme no sabré, y seré quien siempre he sido no queriéndolo ahora ser. DON GONZALO ¡Vive Dios! DON JUAN Comendador, 585 yo idolatro a doña Inés, persuadido de que el cielo me la quiso conceder para enderezar mis pasos por el sendero del bien. 590 No amé la hermosura en ella ni sus gracias adoré;

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lo que adoro es la virtud, don Gonzalo, en doña Inés. Lo que justicias ni obispos 595 no pudieron de mí hacer con cárceles y sermones, lo pudo su candidez. Su amor me torna en otro hombre regenerando mi ser, 600 y ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue. Escucha, pues, don Gonzalo, lo que te puede ofrecer el audaz don Juan Tenorio 605 de rodillas a tus pies. Yo seré esclavo de tu hija, en tu casa viviré, tú gobernarás mi hacienda diciéndomeesto ha de ser. 610 El tiempo que señalares, en reclusión estaré; cuantas pruebas exigieres de mi audacia o mi altivez, del modo que me ordenares 615 con sumisión te daré. Y cuando estime tu juicio

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que la pueda merecer, yo la daré un buen esposo y ella me dará el Edén. 620 DON GONZALO Basta, don Juan; no sé cómo me he podido contener oyendo tan torpes pruebas de tu infame avilantez. Don Juan, tú eres un cobarde 625 cuando en la ocasión te ves, y no hay bajeza a que no oses como te saque con bien. DON JUAN ¡Don Gonzalo! DON GONZALO Y me avergüenzo de mirarte así a mis pies, 630 lo que apostabas por fuerza suplicando por merced. DON JUAN Todo así se satisface, don Gonzalo, de una vez. DON GONZALO ¡Nunca! ¡Nunca! ¿Tú su esposo? 635 Primero la mataré. Ea, entregádmela al punto, o, sin poderme valer, en esa postura vil el pecho te cruzaré. 640

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DON JUAN Míralo bien, don Gonzalo, que vas a hacerme perder con ella hasta la esperanza de mi salvación tal vez. DON GONZALO ¿Y qué tengo yo, don Juan, 645 con tu salvación que ver? DON JUAN ¡Comendador, que me pierdes! DON GONZALO ¡Mi hija! DON JUAN Considera bien que por cuantos medios pude te quise satisfacer; 650 y que con armas al cinto tus denuestos toleré, proponiéndote la paz de rodillas a tus pies.