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OCUPACIONES CERAMISTAS DE LA LLANADA BARLOVENTEÑA. CONSIDERACIONES EN TORNO A LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA COSTA CENTRO-ORIENTAL DE VENEZUELA Fulvia Nieves de Galicia Abordar las características del poblamiento de la región barlo- venteña implica acércanos a la caracterización de la dimensión geográ- fica donde se han desenvuelto la diversidad de pueblos que en el trans- curso del tiempo han configurado la dinámica de la realidad venezolana. La llanada Barloventeña forma parte en la división política-ter- ritorial de nuestro país, del actuel Estado Miranda. Geográficamente adicionada a la región Centro-Norte Costera, conformada por las áreas del Distrito Federal y Estados Miranda, Carabobo y Aragua. Se sitúa en el extremo oriental de la porción Centro-Norte de Venezuela enmarca- da en los 65° 30' y 682 25' de longitud Oeste y 92 50' y 102 40' de la- titud Norte. 2 Como un gran triángulo de unos 1300 km cuyos lados están forma- dos por la Cordillera de la Costa, la Serranía del Interior y el Lito- ral Marítimo, se abre hacia el oriente la llanada barloventeña, situa- da por detrás de una línea de cordones litorales y albuferas. Corres- ponde con una de las cuatro regiones naturales de Venezuela: el Extre- mo Norte, cuyo clima es el resultado de la influencia de los alisios; clima tropical húmedo caracterizado por dos estaciones lluviosas y dos secas; vegetación de cardonal y espinar en la costa, y bosque húmedo tropical tierra adentro. El estrecho contacto de la Cordillera del Caribe con el mar del cual toma su nombre, si se hace excepción de la llanada barloventeña, da lugar a que los valles abiertos a éste, entre los cuales se encuen- tran los Valles del Tuy, de Aragua y de Caracas, sean de escasa super- ficie. Estos grandes valles interiores, escalonados han sido en todos los tiempos los paisajes de asentamientos de grandes masas de pobla- ción (Vila 1976). Los suelos fértiles y regados por corrientes de agua permanente, facilitaron al aborigen su establecimiento con base a las actividades agrícolas, situación favorecida por su altitud entre los 200 y los 950 metros, lo que sitúa su temperatura media entre los 222 y 262 C. haciéndola propicia para afianzar el poblamiento de estas tierras. En las filas cordilleranas surgen espacios relativamente llanos que han permitido su desarrollo poblacional, tal es el caso de las mon- tañas de Los Teques, la fila de Mariche, el sector de la Serranía del Interior y el litoral marítimo (Vila 1978). La documentación históri- ca referida a la Venezuela del Siglo XVI y XVII, proporciona ciertos elementos que dan cuenta en torno al proceso de colonización de esta región de Venezuela - la Llanada de Barlovento - proceso que irrumpe en este ámbito espacial a partir del Siglo XVII. Al respecto vale señalar algunos comentarios del autor Marco Aurelio Vila:

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OCUPACIONES CERAMISTAS DE LA LLANADA BARLOVENTEÑA. CONSIDERACIONES EN TORNO A LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

DE LA COSTA CENTRO-ORIENTAL DE VENEZUELA

Fulvia Nieves de Galicia

Abordar las características del poblamiento de la región barlo-venteña implica acércanos a la caracterización de la dimensión geográ­fica donde se han desenvuelto la diversidad de pueblos que en el trans­curso del tiempo han configurado la dinámica de la realidad venezolana.

La llanada Barloventeña forma parte en la división política-ter­ritorial de nuestro país, del actuel Estado Miranda. Geográficamente adicionada a la región Centro-Norte Costera, conformada por las áreas del Distrito Federal y Estados Miranda, Carabobo y Aragua. Se sitúa en el extremo oriental de la porción Centro-Norte de Venezuela enmarca­da en los 65° 30' y 682 25' de longitud Oeste y 92 50' y 102 40' de la­titud Norte.

2 Como un gran triángulo de unos 1300 km cuyos lados están forma­

dos por la Cordillera de la Costa, la Serranía del Interior y el Lito­ral Marítimo, se abre hacia el oriente la llanada barloventeña, situa­da por detrás de una línea de cordones litorales y albuferas. Corres­ponde con una de las cuatro regiones naturales de Venezuela: el Extre­mo Norte, cuyo clima es el resultado de la influencia de los alisios; clima tropical húmedo caracterizado por dos estaciones lluviosas y dos secas; vegetación de cardonal y espinar en la costa, y bosque húmedo tropical tierra adentro.

El estrecho contacto de la Cordillera del Caribe con el mar del cual toma su nombre, si se hace excepción de la llanada barloventeña, da lugar a que los valles abiertos a éste, entre los cuales se encuen­tran los Valles del Tuy, de Aragua y de Caracas, sean de escasa super­ficie. Estos grandes valles interiores, escalonados han sido en todos los tiempos los paisajes de asentamientos de grandes masas de pobla­ción (Vila 1976). Los suelos fértiles y regados por corrientes de agua permanente, facilitaron al aborigen su establecimiento con base a las actividades agrícolas, situación favorecida por su altitud entre los 200 y los 950 metros, lo que sitúa su temperatura media entre los 222 y 262 C. haciéndola propicia para afianzar el poblamiento de estas tierras.

En las filas cordilleranas surgen espacios relativamente llanos que han permitido su desarrollo poblacional, tal es el caso de las mon­tañas de Los Teques, la fila de Mariche, el sector de la Serranía del Interior y el litoral marítimo (Vila 1978). La documentación históri­ca referida a la Venezuela del Siglo XVI y XVII, proporciona ciertos elementos que dan cuenta en torno al proceso de colonización de esta región de Venezuela - la Llanada de Barlovento - proceso que irrumpe en este ámbito espacial a partir del Siglo XVII. Al respecto vale señalar algunos comentarios del autor Marco Aurelio Vila:

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La falta del asentamiento vigoroso del peninsular en el litoral de la Cuenca del Uñare y el que éste asentamiento en el Valle de Caracas no tomará pié firme hasta 1567, dejaba a Barlovento - una comarca cálida, con altas precipitaciones y densa cobertura arbórea - al margen, por el momento del proceso his­tórico que se estaba produciendo (1978: 123-124).

La misma opinión mantiene el historiador Castillo Lara (1980) cu­ando considera que la región barloventeña tuvo un desarrollo tardío de su poblamiento en relación a las otras regiones del país, especialmente el territorio oriental de Barlovento, el cual no fue totalmente penetra­do sino en los años finales del Siglo XVIII y principios del siguiente, cuando las plantaciones de cacao alcanzaron las cercanías de la costa, surgiendo así las poblaciones costeras del oriente de Barlovento.

A excepción del extremo oriental, a finales del Siglo XVIII se inició un determinado desarrollo colonizador de esta región, el cual se intensificó en los primeros decenios del Siglo siguiente y a lo lardo de él, hasta convertir a Barlovento en uno de los grandes emporios caca­oteros de la Provincia de Venezuela.

En términos generales las tierras comprendidas en lo que es hoy el Estado Miranda, abarcan una diversidad de paisajes que reproducen dis­tintos tipos de ambientes - montañoso, costero y de serranía - habita­dos en el período de contacto interétnico o colonizador por una diver­sidad de etnias, las cuales han sido agrupadas por los etnólogos en el área Caribe (Murdock 1951) o área de la Costa Caribe (Acosta Saignes 1949), coincide también con el área poblada por las tribus del Norte de Venezuela, área Circun-caribe (Steward 1948), la cual se extendía desde Paria al oriente, hasta Borburata al occidente. En estas agrupaciones se ubican los Cumanagotos, Palenques o Guaribes, Cores, Tomuzas, Chai­mas, Cuacas, Aruacas, Caribes, Quiriquires y otros (Figura 2). A pesar de que muchas de estas poblaciones compartían ciertas caracterís­ticas vinculadas a su modo de vida, existían un sin número de particu­laridades culturales propias de cada una de ellas, lo cual les daba su especificidad. Tomando en consideración éstas diferencias Acosta Saig­nes (1961) subdivide el área en tres sub-áreas: la de los Caracas, la de los Palenques y la del Oriente. Arístides Rojas (1944), en su traba­jo "La Península de Los Caracas", había distinguido una especie de pro­vincia en el territorio así denominado, sus limites se extendían hasta la laguna de Uchire, incluía grupos tales como los Tomuzas y Quiri­quires. Específicamente la región de la llanada barloventeña corres­ponde a la sub-área de los Caracas, la cual se expande geográfica y cul-turalmente hasta la laguna de Uchire.

En torno a esa sub-área Julio C. Salas (1971) considera que bajo el nombre Caracas se han comprendido multitud de parcialidades, etnias independientes o de iguales costumbres (nada se puede afirmar sobre su lengua) que para la época de la conquista ocupaban parte del territorio de los actuales Estados Aragua, Carabobo y Miranda. Razón por la cual sea más provechoso o justo llamar a la familia que se forma con la reu­nión de esas tribus Los Teques-Caracas, en vez de los Caracas. Igual­mente deben comprenderse en ella a: Los Caracas, propiamente dicho,

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los Tomuzas al oriente, los Mucarias, Araguas y Tacariguas del Lago de Valencia y junto a ellos, las tribus que vivían en las costas del mar, desde Cabo Codera hasta la boca del Yaracuy.

Agustín Codazzi (1841), cuando se refiere a la administración po­lítica de los indios de la Provincia de Venezuela, distribuye a las parcialidades indígenas que nos conciernen en los siguientes términos:

Los Araucos, Teques, Caracas y Mariches en la serranía de la costa de Caracas, así como los Tomuzas y Quiriquires en la montañas del Tuy, eran numerosos y guerreros ... (1841:54).

Por su parte Gomez Cañedo (1967) cuando hace alusión a la rela­ción de Presbítero Matías Ruiz Blanco sobre los antecedentes de la con­quista de la Nueva Andalucía, estado y necesidades de las Misiones de Píritu en 1701, anota que la diversidad de naciones que hay en aquella Provincia y sus nombres son las siguientes:

...cumanagotos, píritus, chacopatas, caracares, palenques o guaribes, tocuyos, tomuzas, cuacas y cores: viven en la serranía de la costa y tierra adentro, hasta la falda de los llanos, donde vi­ven los caribes en los ríos de Amana y de Guara-piche (Gómez Cañedo 1967:111).

Recientemente Sanoja y Vargas (1974) ubican a las poblaciones a-borigen de esta zona en el área de la Costa Centro-Oriental, la cual co­rresponde igualmente a la denominada Costa Caribe por Miguel Acosta Signes. Por su parte Marc de Civrieux (1980) considera que las parcia­lidades indígenas ubicadas en la región que abarca a nuestro análisis, constituyen tribus caribanas vecinas de los Cumanagotos; cultural y lingüísticamente afines, mencionándose entre ellas: los Cores y Taga-res, hacia el oriente; los Palenques, Tucuyos, Guaqueríes, Tesermas y Tomuzas, hacia el occidente (Figura 1).

Vemos en esta forma que hay cierta uniformidad de criterios en cuanto a la identificación de las poblaciones aborígenes que ocupaban para el momento del contacto interétnico las tierras hoy comprendidas en el Estado Miranda y parte del Estado Anzoátegui, las cuales han sido agrupadas en áreas culturales, sub-áreas o en familias según los pare­ceres tomados en cuenta, para establecer las agrupaciones, por los di­ferentes autores.

Retomando el poblamiento indígena de estas tierras tenemos que ésta base humana y cultural, repartida como ya ha sido expuesto, en distintas parcialidades, fue influida poderosamente a partir del proce­so de colonización por la migración peninsular, de lengua castellana; mastarde llegaron los isleños de las Canarias y con la Guipuzcoana, los Vascos (Vila 1959) . Por otra parte la entrada de grupos de población procedente de Africa introducidos en calidad de mano de obra esclava, dada las características coyunturáles del régimen económico predominan­te, permitió, en la dinámica que seguía el proceso colonizador de esta

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región, que se efectuara con mayor rapidez el poblamiento de las tier­ras muy bajas, lluviosas y cálidas - la llanada barloventeña.

El Valle de Caracas hizo las veces de depósito distribuidor do los conquistadores o colonizadores que penetraron en estas tierras. Las fuentes históricas señalan tres rumbos principales utilizados para la introducción y ulterior población de las tierras que fueron ocupadas originalmente por poblados indígenas. El primer avance se proyecta ha­cia el Este, fuera del propio Valle de Caracas, poblándose Guatire en 1601; Guarenas en 1637. En años posteriores se realiza el avance hacia Barlovento, Higuerote y se extremo oriental; a finales del Siglo XVIII se comenzó a poblar los Valles del Tuy.

Cabe señalar que Barlovento presenta actualmente como consecuencia de su antigua ocupación, dos tendencias en la distribución de centros poblados: la de la franja del litoral, donde se hallan los poblados de Carenero, Curiepe, Higuerote, Río Chico, San José de Río Chico, Tacari-gua de La Laguna, Cúpira y Machurucuto. Puede observarse en esta franja dos lineas de localidades; las estrictamente de litoral, cuya subsisten­cia depende de la pesca y de los cocoteros (Vila 1959; Chaves 1963), y otra situada más al interior, cuyos habitantes dependen de la agricultu­ra del cacao, plátano, yuca, etc. La segunda tendencia de centros po­blados viene determinada por el río Tuy.

Este proceso formativo de las poblaciones de la llanada barloven­teña en los períodos que conforman la historia colonial venezolana, no puede ser desvinculada de la dinámica inherente a la ocupación de esa parte del territorio nacional durante el período prehispánico, razón por la cual se hace necesario revisar las características resaltantes de las étnias que ocuparon la llanada barloventeña para esos momentos, partien­do de su estudio es como podemos entender el proceso de incorporación de las comunidades prehispánicas a la estructura social, económica y tecno­lógica colonial.

Las evidencias arqueológicas que han sido hasta el presente regis­tradas para esta área, denotan la existencia de varias ocupaciones cera­mistas, cada una con sus características peculiares en cuanto a las ex­presiones culturales, temporalmente distribuidas desde la segunda mitad del período II, cronología relativa establecida por Cruxent y Rouse (350 + 1150 DC), hasta el período V (1500 DC). Ocupaciones que han si­do tradicionalmente vinculadas, según el estilo cerámico que definen su patrón alfarero, en las Series Valencioide y Memoide (Cruxent y Rouse 1963) a excepción del estilo Río Guapo, el cual llama la atención en opinión de dichos autores, por ser el único en el centro de Venezuela, que está relacionado estrechamente con la Serie Saladoide de Venezuela Oriental.

Desde el punto de vista analítico, la documentación arqueológica actual concerniente a este ámbito espacial, da referencia únicamente de los aspectos descriptivos de la alfarería o artefatos asociados a los yacimientos de esta región; sus posibles relaciones con la alfarería de otras regiones de Venezuela así como su ubicación cronológica, dejando de lado la base explicativa del proceso histórico-social de las pobla­ciones asentadas en esta parte del territorio nacional, para el período prehispánico. Estas consideraciones plantean la necesidad de orientar

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los futuros trabajos arqueológicos del área con nuevas perspectivas, que permitan conocer las características particulares de cada comuni­dad vinculada a la estructura económica-social en la cual estaban enma­rcadas, con la finalidad de explicar la coyuntura pertinente a cada una en el marco de la historia social venezolana.

Las nuevas investigaciones que actualmente se realizan en la lla­nada barloventeña nos enfrenta a nuevos planteamientos en cuanto al a-nálisis e interpretación del registro arqueológico; es concebir a la arqueología no sólo como el estudio del pasado, mas importante que la referencia al pasado es su introducción en calidad de una distancia to­mada en relación al presente, que tiene por función significar lo que falta en él; por lo cual el dato arqueológico recobra su valor, más aún en la medida en que ante todo remite a una ausencia, ese pasado intro­duce también la grieta de un futuro, como bien lo ha expresado Michel De Certeau: "...un grupo, no puede expresar lo que tiene ante sí, lo que aun falta, más que por una redistribución de su pasado..." (1978: 53). En palabras mas sencillas, la importancia de los factores histó­ricos en la explicación de los cambios socio-culturales.

Espacialmente las ocupaciones prehispánicas de la llanada barlo­venteña que han sido evidenciadas hasta los momentos, se ubican en lo que Cruxent y Rouse (1961, 1963) han definido arqueológicamente como el área de Río Chico, principalmente formada por los valles del río Tuy, que forman la vertiente Oeste de Los Andes marítimos; se extienden por la zona costera del Estado Miranda, bordeada al Norte y al Sur por ter­renos montañosos. Hacia el Este termina en el mar, existiendo al Oeste fácil paso desde el valle del río Tuy al valle de Aragua y de aquí al lago de Valencia.

La prospección arqueológica llevada a cabo en el año de 1949 ubi­có cinco estaciones cuyas muestras de material cultural, específicamen­te el alfarero, originó los estilos cerámicos establecidos por Cruxent y Rouse (1961) para esta área: Estilo Río Guapo, Estilo Río Chico (in­tegrado por la alfarería procedente de las estaciones Río Chico, Cueva Cruxent y Balneario) y Estilo La América; posteriormente (1963) estos conforman junto con otros estilos las Series Valencioide y Memoide. En el año de 1973 se prospeccionó las márgenes de los ríos Cúpira y Chupa-quire, ubicados en ésta área, localizándose dos yacimientos, los cuales por sus características culturales conforman la Fase Cúpira. Más re­cientemente, el el año de 1976 se realizaron excavaciones en la pobla­ción de Chirimena, región de Barlovento, las cuales se prolongaron has­ta 1977; la muestra arqueológica está siendo actualmente analizada.

La revisión de los datos aportados por Cruxent y Rouse (1961, 1964) conjuntamente con las interpretaciones arqueológicas y etnohistó-ricas proporcionadas por la investigación de Cúpira y Chirimena, nos permiten aproximarnos a las siguientes características en cuanto al mo­do de vida de las poblaciones prehispánicas de la llanada barloventeña, características que serán ampliadas o en algunos casos modificadas con futuras investigaciones arqueológicas y etnohistóricas por desarrollar en el área.

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La historia cultural del área se enlaza temporalmente (según las evidencias actuales) desde la segunda mitad del Período II de la crono­logía relativa establecida por Cruxent y Rouse (1961), arqueológicamente vinculada a las poblaciones ceramistas asentadas en las vecindades del río Guapo, en la parte costeña hacia el Este de Caracas (Figura 3). has­ta el Período VI y V, relacionadas con las estaciones de Río Chico y La América (para el momento de redactar este papel de trabajo no contamos con una secuencia relativa para la estación de Chirimena). Si bien hay variaciones en cuanto al patrón alfarero de estas poblaciones ceramis­tas, hay cierta uniformidad en cuanto a la distribución y ubicación de centros poblados, así somo, en los patrones de subsistencia y aprovecha­miento de la variabilidad de recursos que las condiciones ambientales les proporcionaban. Encontramos así una prolongación temporal de los patrones de asentamiento vinculados a las márgenes de los principales ríos del área, los sitios de habitación prehispánicos en su mayoría con-cheros, reflejan por lo tanto un patrón de asentamiento vinculado al ti­po de habitat ribereño (Rio Guapo, Río Chico, Cúpira, Chupaquire, Chiri­mena) los numerosos ríos que riegan los valles de ésta región ofrecían en sus márgenes fajas de suelos particularmente útiles para el desarrollo de las actividades de subsistencia fijando asi los núcleos de población, más aún cuando se hallaban enclavados en valles de suelos fértiles que posibilitaban a la población aborigen el uso de un vasto hinterland que sevía a la vez de reservorio de recursos alimenticios y de área de ex­pansión para nuevas aldeas. Este patrón de asentamiento se mantiene en la conformación de los nuevos pueblos que se erigen con el proceso de colonización y evangelizacion. Se ha constatado en las fuentes históri­cas que los pueblos de misiones o los poblados españoles, se edificaron a orilla de los ríos, donde en algunos casos anteriormente lo constituían poblados indígenas autóctonos, o si no, en linderos muy cercanos a el­los; distribución de centros poblados que hoy día se mantiene en lo que corresponde a la franja del litoral caribe, como son: Los pueblos de Río Chico, Machurucuto, El Guapo, Cúpira, Chirimena, Higuerote, entre otros.

Los datos culturales proporcionados por las excavaciones o reco­lectas superficiales, sugieren que el patrón de asentamiento de algunas de estas comunidades que poblaban el área en estudio, se acondicionaba fundamentalmente al uso y trabajo de la tierra - distribución de los sitios de habitación o de las aldeas en las inmediaciones de los campos de cultivos - por la necesidad de proveer a cada comunidad de una can­tidad suficiente de tierra para el desarrollo de los cultivos; esto lo podemos observar con cierta precisión en los asentamientos de Cúpira y Chupaquire, partiendo del análisis de los datos arqueológicos y etno-históricos los "cupirienses" cambiaban su lugar de residencia de Cúpira a Chupaquire en función de su actividad agrícola, encontrándose los campos de cultivos en el Valle de Chupaquir; las fuentes documentales - crónicas - indican que éste valle por sus condiciones naturales era propicio para el cultivo de cualquier tipo de planta en relación al de Cúpira, conformado por terrenos muy pantanosos y anegadizos (P. Matías Ruiz Blanco 1965; Cualin 1966-1778).

La densidad de población de estas comunidades estaría en conso­nancia con la extensión o tamaño de los campos de cultivos que se desa­rrollaban alrededor de la vivienda asi como, de los otros recursos ex-

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plotados para subsistir, comp se£Ía el caso de la recolección de molu­scos - la mayoría de los yacimientos por su naturaleza y composición se trataban de acumulaciones de conchas -. Características que confor­maban aldeas pequeñas, integradas posiblemente por grupos de 3 a 4 bo­híos, distantes aproximadamente 2 kilómetros o más, uno de otro. Tipi­ficación ésta que se desprende tanto de la disposición de los yacimien­tos arqueológicos en esta área, así como de las descripciones que los cronistas hicieron acerca de la distribución de las viviendas en las poblaciones de la Provincia de Caracas y de la Provincia de Píritu, las cuales vivían dispersas en familias por los montes, formando poblacio­nes pequeñas, para lo cual buscaban los cerros y sitios llanos, areno­sos y de menor humedad. En general habitaban aldeas de tres, cuatro o seis casas, que sin duda se trataban de agrupaciones de parientes (Cau-lin 1966; Ruiz Blanco 1966).

Las características antes mencionadas nos permiten considerar que las poblaciones prehispánicas que ocuparon esa parte del territorio na­cional presentaban un modo de vida resultante de las relaciones esta­blecidas entre el grupo humano y las condiciones ambientales prevale­cientes en la región, las cuales por lo que se desprende de los restos arqueológicos fueron aprovechadas por las parcialidades indígenas para hacer efectiva la base del sustento diario. En este sentido, la mues­tra zooarqueológica proveniente de algunos de los sitios excavados (Cú-pira, Chupaquire, y Chirimena) indican que los sistemas de subsistencia de esas poblaciones respondían a los recursos naturales de la zona; ma­rinos, fluviales y terrestres. Ellos pudieron ser simplemente recolec­tados, como sería el caso de la apropiación de los moluscos o caracoles para lo cual no se necesitaba de un aparataje instrumental especializa­do o, explotados con instrumentos de producción específicos para deter­minadas prácticas vinculadas a la agricultura, la caza o la pesca.

Esta base económica, explotación de recursos marinos por medio de la recolección y la pesca, combinado con la agricultura o lacaza, unido a habitats costeros, ribereños y montañosos, condicionó el desarrollo de comunidades semipermanentes sedentarias en la llanada barloventeña. Posiblemente estas comunidades estaban en proceso de crear una nueva situación (con el perfeccionamiento de las técnicas de explotación de sus diversos habitats, donde prevalecían condiciones óptimas para el asentamiento estable apoyado en una base económica sólida y por ende en una complejización de las relaciones sociales de producción), cuando se produce el contacto interétnico, proceso que ocasionó un freno en el desarrollo interno de las diferentes etnias aborígenes, sociedades que de manera paulatina iban consolidando una unidad político-territorial. Situación que a la inversa se transformó en un deterioro de la base so­cial y económicas de estas comunidades, con el abandono progresivo de su poblados autóctonos y la fuga de indios hacia lares menos inaccesi­ble a la acción de conquista y colonización, como fue el caso de los tomuzas que poblaban las vecindades de los ríos Cúpira y Chupaquire, los cuales por las arremetidas de los conquistadores primero y poste­riormente la de los misioneros, se refugiaron en las montañas de la Serranía del Interior.

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CARACTERIZACIÓN DEL PATRON ALFARERO

Hablar en términos de procesos culturales partiendo de la fuente arqueológica implica acércanos a los niveles clasificatorios y descrip­tivos de los restos culturales, con el objeto de delinear los cambios y las relaciones espacio-temporales vinculadas a las contextúales, que de­notan la dinámica de cada grupo social. Esos niveles permiten advertir cómo se modifican los productos culturales en la dimensión tempo-espa-cial y cómo estas fluctuaciones posiblemente están revelando alteracio­nes o variaciones internas en la coyuntura social y por ende económica. Por lo tanto haremos una breve revisión del material cerámico provenien­te de los sitios ceramistas de la llanada Barloventeña, con el fin de delinear los aspectos mas resaltantes que se desprenden del material al­farero .

Respetando la posición temporal, iniciaremos el análisis con la muestra de Río Guapo, tratada por Cruxent y Rouse (1961, 1963); la al­farería que conforma el Estilo Río Guapo, se caracteriza por poseer for­mas de vasijas sorprendentemente sencillas y uniformes, donde lo domi­nante son los bols de paredes expandidas y curvas hacia arriba, de for­ma campaniformes; presencia de asas acintadas y unitubulares colocadas en forma vertical sobre la pared del bol, bajo su borde o en el propio borde; muchas de ellas - las asas acintadas - están muy adornadas con apéndices que forman a veces cabezas zoomórficas, cadenetas y protube= rancias marcadas con hoyo. Se observan dibujos incisos sobre pestañas o bordes salientes; las incisiones son relativamente anchas y superfi­ciales y en algunos casos encierran áreas que muestran ligero rayado. En la muestra no hay señales de pintura, lo que no quiere decir que no haya existido.

Río Guapo llama la atención por ser el único estilo en el Centro de Venezuela que está relacionado estrechamente con la Serie Saladoide de Venezuela oriental, relaciones que se dan en las características se­ñaladas. Cruxent y Rouse (1963) consideran que la única razón por la cual este estilo no está incluido en la mencionada Serie es por carecer del pintado, lo cual es un rasgo diagnóstico de aquella. En la opinión de ellos, Río Guapo debe ser considerado por las evidencias que se te­nían hasta esos momentos, como resultado de una expansión de la Serie Saladoide que se dirigió hacia el Oeste a lo largo de la costa, poco después de la era cristiana.

Los trabajos realizados por Vargas en el Medio Orinoco y la costa Oriental de Venezuela (1979, 1980) conjuntamente con Sanoja (1979) en el Bajo Orinoco dan como resultado nuevos planteamientos en relación a la posición de Río Guapo con respecto a las tradiciones barrancoides y sa-ladoides con las cuales ha sido vinculado por los anteriores autores. Vargas (1978) considera que en la Península de Paria, partiendo de los influjos provenientes del Orinoco, surgen entre 100 y 280 d.C, o qui­zás antes, en los finales del último milenio a.C, la Tradición Sala­doide Costera, donde se nota un proceso de mestizaje de los rasgos al­fareros del Orinoco Medio y del Bajo Orinoco con los otros complejos o estilos todavía poco definidos como Río Guapo en la costa central de Venezuela, cuyas afinidades más inmediatas pueden establecerse con las

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cnicas pintadas, donde predominan la combinación de motivos pintados en rojo sobre fondo blanco, blanco sobre fondo rojo o blanco sobre fondo dejado en crudo. Muchos de estos atributos definen la muestra alfarera de los sitios ceramistas de esta área, en especial Rio Chico, La América y Chirimena.

Es poco lo que podemos indicar en torno a las particularidades de la alfarería de Chirimena, ya que actualmente estamos iniciando la cla­sificación tipológica de la muestra cerámica procedente de este sitio; no obstante en la primera revisión observamos que comparte muchas de las características apuntadas anteriormente; principalmente el antiplástico de arena, las formas de vasijas, las asas acintadas o tubulares, la de­coración plástica modelada-incisa y el punteado. Sobresale la presencia de un baño rojo intenso, en algunos casos pulido y la inclusión de ties­tos molidos en calidad de antiplástico, elementos que no lo encontramos en ninguna de las muestras procedentes del área estudiada.

Este bosquejo ha sido planteado para dar una aproximación de la configuración estructural pertinente a las sociedades que en el pasado ocuparon lo que es hoy el sector de la llanada Barloventeña, integrada al estado Miranda, con miras de incorporar en un presente la trayecto­ria histórica de esta área en la dinámica de las sociedades contemporá­neas Venezolanas.

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GUARICO

Figura 2. Sitios arqueológicos de la llanada Barloventeña.