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Odisea Cristiana 1 COMUNIÓN DE GRACIA INTERNACIONAL NÚMERO 46 Creciendo Juntos en Vida y Fe DESDE ANTES DEL PRINCIPIO P7 ¡DEBÍA ESTAR MUERTO! P12 LA INNOVACIÓN, LOS SMARTPHONES Y LA TRINIDAD P16

Odisea Cristiana No. 46

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Las piras funerarias de Katmandú El mensaje es universal, independientemente del lugar donde nacimos y lo que creamos ahora. Desde antes del principio El Dios Unitrino está permanente-mente comprometido a incluirte en la maravillosa relación de la vida del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Debía estar muerto! Debemos de alegrarnos de que Dios no responda contra el mal como lo hacemos nosotros. Visión integral del ser humano El plan eterno para el mundo, tal como lo ha hecho Dios, gira alrededor del hombre redimido. La innovación, los Smartphones y la Trinidad El concepto de la Trinidad fue una de las ideas más innovadoras del antiguo mundo griego. Indicaciones para acercarnos a la Biblia reverentemente, con oración y fe. La Biblia: Regalo de Dios. Parte III SÓLO ENTRE NOSOTROS REFLEXIONES TRINITARIAS ¿Qué murió en el diluvio y por qué? HABLANDO DE LA VIDA El niño del destino

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Odisea Cristiana 1

C O M U N I Ó N D E G R A C I A I N T E R N A C I O N A L

NÚMERO 46 Creciendo Juntos en Vida y Fe

DESDE ANTES DEL PRINCIPIO P7 ¡DEBÍA ESTAR MUERTO! P12

LA INNOVACIÓN, LOS SMARTPHONES Y LA TRINIDAD P16

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2 Comunión de Gracia Internacional

CONTENIDO

4 Las piras funerarias de

Katmandú El mensaje es universal, indepen-dientemente del lugar donde naci-mos y lo que creamos ahora.

7 Desde antes del principio

El Dios Unitrino está permanente-mente comprometido a incluirte en la maravillosa relación de la vida del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

12 ¡Debía estar muerto!

Debemos de alegrarnos de que Dios no responda contra el mal como lo hacemos nosotros.

14 Visión integral del ser

humano El plan eterno para el mundo, tal como lo ha hecho Dios, gira alrede-dor del hombre redimido.

16 La innovación, los

Smartphones y la Trinidad El concepto de la Trinidad fue una de las ideas más innovadoras del antiguo mundo griego.

23 Indicaciones para acer-

carnos a la Biblia reverente-

mente, con oración y fe.

3 SÓLO ENTRE NOSOTROS

27 REFLEXIONES TRINITARIAS

¿Qué murió en el diluvio y

por qué?

23 HABLANDO DE LA VIDA

El niño del destino

Odisea Cristiana NÚMERO 46 11-2013

Odisea Cristiana es publicada por Comunión de Gracia Internacional - Grace Communion International, PO Box 5005, Glendora, CA, 91740; Copyright©2013. Presidente: Joseph

Tkach. Directores de Misiones His-panas: Centro y Sur América: Héc-tor Barrero. EEUU y México: Lorenzo Arroyo. España: Pedro Rufián. Editor: Rick Shallenberger. Editor Administrativo: Michael Morrison. Editor edición en español: David E. Ágreda. Suscripciones son enviadas electró-nicamente por email. Suscríbase en: http://comuniondegracia.org/suscribirse Si tiene preguntas sobre los temas tratados en esta revista o sobre nues-tras congregaciones, puede comuni-carse a: Argentina: Olavarría 4543, (1842) Bo Las Flores, Monte Grande- BA. email: [email protected] Tel. (011) 4295-1698. Colombia: Calle 49 #26-11 Galerías, Bogotá. Teléfono: 314 2825. Chile:Casilla 11, Correo 21, Santiago. El Salvador: Calle Sisimiles 3155, San Salvador. sansalvador.gcichurches.org/ España: Apdo. 185, 28600 Navalcar-nero, Madrid. Tel. 91 813 67 05 ó 626 468 629 comuniondelagracia.es Estados Unidos: P.O. Box 5005, Glendora, CA 91740-5005. Guatemala: Apdo 2489, Guatemala. Honduras: Apartado 20831, Comaya-güela. México: comuniongracia.org.mx Paraguay: Juan de Salazar 1257- Lambaré. Tel 595971316800 Perú: comuniondelagracia.pe

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COLUMNAS

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Odisea Cristiana 3

uando salí del aeropuerto de Dhaka, Bangladesh y me dirigí hacia el taxi , me sentí abrumado

por la gran cantidad de automóviles, bicicletas, camiones, moto taxis de tres ruedas y gente en todas partes. Mis pensamientos se dirigieron a Marcos 6:34: "Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Así que comenzó a ense-ñarles muchas cosas".

Cuando llegamos a nuestro hotel, nos dijeron que entráramos rápida-mente y no saliéramos sin alguien de Bangladesh acompañándonos. Evi-dentemente, el hotel estaba en una zona de alta criminalidad con los carteristas que trabajan en equipo. Una de las primeras cosas que noté fue el gran número de personas en busca de limosnas. Algunos eran paralíticos, algunos tenían niños pequeños con ellos y algunos no presentaban ninguna diferencia con cualquier otra persona en la calle. Era difícil determinar la diferencia entre aquellos que realmente lo necesitan y los mendigos de profe-sión. Habíamos sido advertidos de no dar dinero a nadie, ya que podría causar problemas en la calle. Pero era inquietante ver a tantos necesi-tados y darme cuenta de que no podía hacer nada por estos hijos amados de Dios.

Sí, así es como yo los vi. Eran hijos amados de Dios que necesitan cono-cer a su Abba / Padre y de su amor por ellos. Tuve compasión de ellos por su vida llena de anhelo, búsque-da de respuestas, su dolor.

No siempre vi a las personas de esta manera. En tiempos pasados he viajado a países en desa-rrollo y me impacientaba con la gen-te del lugar. Me cansaba de la men-dicidad incesante, de la contamina-ción en las calles, de la forma grosera en que me estaban tratando, del comportamiento grosero en las filas. (Aunque por lo general no había filas, sólo una turba desplazándose hacia adelante tratando de llegar a la parte delantera.) Me sentía frustrado por la incapacidad o falta de voluntad de la población local para llegar a tiem-po.

Dios me ha ayudado a ver a la gente como Él la ve, esto ha cambiado mi visión del mundo. Estoy aprendiendo a apreciar las diferencias culturales. Estoy aprendiendo a amar y apreciar a las personas como son. Una vez que mi visión del mundo cambió, mi comportamiento hacia los demás cambió, y me pareció más fácil cons-truir relaciones con los hijos amados de Dios en las diferentes culturas.

Tú no tienes que cruzar océanos para aprender esto. Tenemos múlti-ples culturas en nuestras comunida-des, en nuestros restaurantes y tien-das. Y no se trata sólo de la cultura. Cuando le pedimos a Dios ver a los demás como Él los ve, dejamos de prestar tanta atención al género, la edad, la raza, la etnia, el estilo de vida o los antecedentes religiosos. Empezamos a ver a la gente como Jesús los vio, y empezamos a res-ponder como Jesús respondió.

Continúa en la pág. 31

C SOLO ENTRE NOSOTROS Por Rick Shallenberger

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4 Comunión de Gracia Internacional

Por Rod Matthews

e pie en el borde del río Bagmati, pude ver las piras funerarias que recubren la orilla opuesta. Los

pasos de la pasarela a la orilla del mar se entremezclan con platafor-mas de hormigón, algunas pilas de sujeción de madera en espera de la próxima cremación, algunas vacan-tes, y otras con el humo a la deriva frente a las llamas que consumen a las personas bellamente envueltas, pero anónimas (para mí), cuya vida se había terminado. Los familiares dolientes, cabeza gacha, estaban alrededor de la pira dando sus últi-mos respetos. Me preguntaba lo que pensaban. ¿Estaban preguntándose adonde se había ido su amado al pasar de esta vida a la siguiente des-conocida? ¿Estaban con ansiedad por saber si Shiva se haría cargo de su amado? ¿O estaban fatalmente re-signados a que no podían saberlo? A

medida que contemplan las llamas, tal vez el misterio y la idea de correr el riesgo de un futuro ciclo de vida infrahumana, brevemente los inspi-raba a trabajar más duro en esta vida con la esperanza de complacer a sus dioses.

Mi visita al templo de Pashupati-nath, patrimonio histórico mundial, dedicado al dios hindú Shiva en Kat-mandú, Nepal, me dejó sobrio y triste, con un profundo deseo de ver a estas personas llenas de esperanza y un conocimiento personal de "el Dios desconocido", como el apóstol Pablo lo llamó cuando iluminó a los griegos hace siglos (Hechos 17:16-34). La vida de un devoto hindú se consume complaciendo a los dioses (y hay miles de ellos) que no explican con claridad lo que se necesita para apaciguarlo o apaciguarla lo suficien-te como para justificar una promo-

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Odisea Cristiana 5

ción a un mejor ciclo de vida en la próxima vida. Ciertamente no hay relación personal implicada. Si yo hubiera nacido hindú en Nepal, po-dría estar allí de pie contemplando cómo las llamas consumen la made-ra, la paja y los restos de mi ser ama-do, y estaría preguntándome si hizo lo suficiente para garantizar una mejor vida en el otro mundo. Para millones no hay garantía de que el futuro les depara algo mejor que las penurias y privaciones, el arduo tra-bajo y placeres poco comunes de la

vida recién pasada. Todo lo que pueden tener es una débil esperanza generada personalmen-te de cara a la ignoran-cia y el misterio.

Ninguna de estas per-sonas nepaleses de las colinas, valles y altas montañas del Himalaya eligieron donde nace-rían, o qué apellido o religión o cultura here-darían. Nosotros tampo-co. Me pregunté cómo llegué a nacer donde nací y lo que soy. Sentí un leve sentimiento de culpa por haber podido disfrutar de un amplio espectro de experiencias humanas y placeres, de poder viajar a ver a su mundo cuando muchos de ellos apenas podían permitirse viajar desde sus lugares de origen a este templo para despe-dirse de sus seres queri-dos en la forma que consideran adecuada.

Miré los escombros y basura a lo largo del lecho del río, el agua sucia, que se utiliza muchas veces para todas las necesidades humanas, y sin embargo, se considera parte de un sistema de río sagrado en el que los devotos se bañan y luego sumergen los pies del fallecido antes de la cre-mación. Estaba sobremanera agrade-cido de estar allí para tener un re-cuerdo emocional de que hay un final a esta vida para todos nosotros, y para muchos es un alivio de las

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6 Comunión de Gracia Internacional

dificultades y el miedo a lo descono-cido.

Mientras estaba allí contemplando tristemente a los dolientes al otro lado del río mirando las llamas, cre-yendo en un proceso de vida que no se preocupa de ellos personalmente, sólo podía admirar la compasión y el amor de Dios que salió de su resi-dencia y "se trasladó al barrio" (Juan 1:14), para abrazar como propia nuestra vida y dificultades, nuestro dolor y sufrimiento, nuestras alegrías efímeras y nuestros desalientos, para revelar que su amor abarca todo para todas las personas en la tierra.

Esta vida no es parte de un ciclo infinito de futuros des-conocidos. Es un pasaje de introducción a una relación con el Creador del universo, cada uno a su tiempo, con

un recorrido individualizado.

Abarcando a los dolientes, los sa-cerdotes y los devotos en el templo de Pashupatinath, hay un gran Dios personal, conocido como el Padre, cuyo objetivo siempre ha sido traer a su creación de nuevo en una relación armónica con Él, el Hijo y el Espíritu Santo. A través de la historia ha he-cho saber que quiere que ninguno perezca (2 Pedro 3:9).

Como expresión de este amor total por nosotros, Jesucristo, el Creador, entró en nuestro mundo como un ser humano, nació y vivió como uno de nosotros, murió como nosotros y luego conquistó la muerte al levan-tarse de la tumba y ascendió de nue-vo al Padre, llevando consigo nuestra

humanidad en una forma glorificada. Por eso Pablo pudo escribir que ya estamos "sentados en los lugares celestiales" (Efesios 2:6), si optamos por ir a donde él va. Es la comple-mentación del proceso de reconcilia-ción. Es la completa revelación de un Dios que ama, se preocupa y trabaja con un enfoque personal con respec-to a cada individuo para traerlos de vuelta de la ignorancia, el miedo, el misterio y la desesperanza, al abrazo seguro de una familia eterna.

El mensaje es universal, indepen-dientemente del lugar donde naci-mos y lo que podríamos creer ahora. Esta vida no es parte de un ciclo infinito de futuros desconocidos. Es un pasaje de introducción a una relación con el Creador del universo, cada uno a su tiempo, con un reco-rrido individualizado.

A los dolientes en Pashupatinath se les garantiza un gran día por venir cuando llegarán a saber que no tie-nen nada que temer, no hay ciclos de vida sin fin, no hay un camino poco definido con la esperanza de una mejor vida en el otro mundo. Ellos aprenderán que su Creador ha hecho todo lo necesario para rescatarlos a ellos y a todos los demás de esta desesperanza y misterio. Y mientras Él permanece para siempre como nuestro Salvador, nos invita a cami-nar junto a Él, y expresar personal-mente a todas las personas amor, compasión, paciencia y respeto, en el proceso de traer a todas las personas a la relación familiar que ha existido eternamente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta es nuestra maravillosa salvación. ◊

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Odisea Cristiana 7

Por Joseph Tkach

a doctrina de la Trinidad lleva con nosotros más de mil seis-cientos años. La mayoría de

los cristianos consideran que es uno de los aspectos de su fe “da-dos por sentados” y no piensan mucho sobre él. El teólogo J. I. Parker notó que la Trinidad se considera una pequeña rama del “tronco teológico” al que nadie le presta mucha atención.1

Cualquiera que sea tu nivel de comprensión de la doctrina de la Trinidad, de una cosa puedes estar seguro: El Dios Unitrino está perma-nentemente comprometido a incluir-te en la maravillosa relación de la vida del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Comunión

La doctrina de la Trinidad enseña

1 James Packer, God’s Words (Baker, 1998), Pág. 44.

que no hay tres dioses, sino solo uno, y que Dios, el único verdadero Dios, el Dios de la Biblia, es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Siempre ha sido difícil explicar con palabras este concepto. Pero vamos a tratar de hacerlo. Podemos decir que el Padre, el Hijo y el Espíritu habitan mutuamente el uno en el otro. Esto es, la vida que comparten interpenetra perfectamente.

En otras palabras, no hay tal cosa como el Padre separado del Hijo y del Espíritu. No hay tal cosa como el Hijo separado del Padre y del Espíri-tu. Y no hay Espíritu Santo separado del Padre y del Hijo.

Esto significa que cuando estás en Cristo estás incluido en la relación y gozo de la vida del Dios Unitrino.

Significa que el Padre te recibe y tiene relación contigo como lo hace con Jesús. Significa que el amor de Dios, demostrado de una vez para siempre en la Encarnación de Jesu-cristo, es el amor que el Padre ha

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tenido siempre por ti, incluso antes de que creyeras, y siempre lo ten-drás.

Significa que Dios ha declarado en Cristo que le perteneces a él, que estás incluido, que tú importas. Esa es la razón por la que la vida cristiana es toda sobre el amor, el amor de Dios por ti y en ti.

Dios no nos hizo para estar solos. La humanidad fue creada a la imagen de Dios, como dice la Biblia (Génesis 1:27), fue hecha para relacionarse amorosamente, para tener comunión con Dios y los unos con los otros.

El teólogo sistemático Colin Gunton lo dijo así: “Dios es, como ‘precursor’ de su creación, una comunión de personas existiendo en relación amo-rosa”.

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La sorprendente y maravillosa relación compartida por el

Padre, el Hijo y el Espíritu es la misma relación de amor dentro

de la que nos coloca nuestro Salvador Jesús por medio de su

vida, muerte, resurrección y ascensión como Dios en la carne.

Cohabitación mutua

Esta unión/comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu le llamaron pericho-resis los primeros padres griegos de la iglesia. Usaron la palabra para referirse a la cohabitación mutua.

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¿Por qué importa esto? Porque es

2 Colin Gunton, The Triune Creator: A Historical and Systematic Study (Eerd-mans 1998), Pág. 9.

3 Circumincesio la palabra en latín equi-valente a la griega perichoresis.

precisamente esa vida interior de amor en el Dios Unitrino lo que Dios comparte con nosotros en Jesucristo.

El teólogo Michael Jinkins lo descri-be de esta forma: “Por medio de la entrega propia de Jesucristo, por medio de desvestirse a sí mismo para asumir nuestra humanidad, Dios comparte su propia vida interior y comunión con nosotros, uniéndonos a él por medio del Verbo a través del poder del Espíritu Santo. Así el Dios que es amor nos lleva a una partici-pación real en su vida eterna”.

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¿Suena demasiado “teológico”? Vamos a hacerlo más simple: Como le dijo Pablo a los paganos en Atenas, en Dios “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). El Dios en el que vivimos, nos movemos y somos es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existiendo el uno en el otro en amor y comunión perfecta. El Hijo se con-virtió en humano para que nosotros los humanos pudiésemos unirnos en él en esa perfecta comunión de amor que él comparte con el Padre y el Espíritu. Todo esto lo aprendemos de la propia revelación perfecta de Dios en Jesucristo, y atestiguado en las Escrituras.

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto” (Juan 14:6-7).

“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? …Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí…”

4 Michael Jinkins, Invitation to Theology (InterVarsity, 2001), Pág. 92.

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(Juan 14:10-11)

“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14:20).

“Mas no ruego solamente por és-tos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti…” (Juan 17:20-21).

“Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por me-dio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:19-20).

La salvación fluye del amor absoluto de Dios, no de un

intento desesperado por reparar los daños del pecado.

La salvación fluye del amor y la fide-lidad absolutas de Dios por la huma-nidad, no de un intento desesperado por reparar los daños del pecado. El desprendido propósito de Dios por la humanidad existía antes de que el pecado entrara jamás en la escena (Efesios 1:4). Dios ha asegurado nuestro futuro. Al Padre, como Jesús dijo: “le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). Jesús nos ha llevado con él a donde está (Efesios 2:6).

Dios tiene el propósito de estar siempre con nosotros. Con todos nosotros: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda pleni-tud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz me-

diante la sangre de su cruz” (Colo-senses 1:19-20). A menudo olvida-mos esto, pero Dios nunca lo hace.

En su abrazo

En Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, por la voluntad del Padre, nosotros, seres humanos mortales y pecadores, a pesar de nosotros mis-mos, somos mantenidos graciosa y amorosamente en el abrazo divino del Dios Unitrino.

Eso es exactamente lo que el Padre pretendió para nosotros desde el principio: “En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gra-cia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:5-6).

La redención no empieza con el pe-cado humano sino con la naturaleza de Dios, su absoluto e inquebranta-ble amor por la humanidad. Por me-dio de la Encarnación del Hijo, con-virtiéndose en uno de nosotros y haciéndonos uno con él, Dios nos incluye a nosotros, lo seres humanos, en el abrazo del amor abarcador del Padre por el Hijo y del Hijo por el Padre. Dios nos hizo por esta misma razón, para que en Cristo podamos ser sus hijos amados.

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10 Comunión de Gracia Internacional

Esta ha sido la voluntad de Dios pa-ra nosotros desde antes de la crea-ción: “…según nos escogió en él an-tes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su volun-tad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo acep-tos en el Amado, …dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, …así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1:4-6, 9-10).

A través de la Encarnación expiato-ria del Hijo, Jesucristo, los seres hu-manos están ya perdonados, reconci-liados y salvados en Él. Se ha procla-mado amnistía divina para toda la humanidad en Cristo.

El pecado que entró en la experien-cia humana por medio de Adán no puede mantener su llama ardiendo ante la impresionante inundación de la gracia de Dios por medio de Jesu-cristo. “Así que”, escribió el apóstol Pablo, “como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hom-bres la justificación de vida” (Roma-nos 5:18).

¿Salvación universal?

¿Entrarán todos automáticamente en el gozo de conocer y amar a Dios, quizás incluso en contra de su volun-tad? Tal cosa es en realidad una contradicción. Ya que es imposible

que ames a alguien en contra de tu voluntad. Dios atrae a toda la huma-nidad a sí mismo (Juan 12:32), pero no fuerza a nadie a ir. Dios quiere que todos vengan a la fe (1 Timoteo 2:4), pero no obliga a nadie. Dios ama a todas las personas (Juan 3:16), pero no fuerza a nadie a amarle, el

amor tiene que ser voluntaria y li-bremente dado, o no es amor.

La idea de la salvación universal es errada, ya que solo aquellos que confían en Jesús pueden amarle y experimentar el gozo de la salvación. Aquellos que no confían en él, que rechazan su perdón, o la salvación que ganó ya para ellos, sea porque no la quieren o simplemente porque no les importa, no pueden amarle y gozar de su compañerismo.

Para aquellos que consideran a Dios su enemigo, su amor constante por ellos es una grave y grotesca intru-sión. Cuanto más son confrontados con su amor, más lo odian. Para aquellos que odian a Dios, la vida en el mundo de su Creador es el in-fierno.

Como C. S. Lewis dijo: “Los conde-nados, en un sentido, son rebeldes con éxito hasta el fin; para los que las puertas del infierno están cerradas

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Odisea Cristiana 11

en el interior”.5 O como Robert Fa-

rrar Capon explicó: “No hay pecado que puedas cometer que Dios, en Jesús, no haya perdonado ya. La única forma en la que puedes estar en problema continuo es rechazando el perdón. Eso es el infierno”.

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Siempre en su mente

La doctrina de la Trinidad es mucho más que solo un credo para ser reci-tado o impreso en una síntesis doc-trinal. La verdad bíblica central de que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, en realidad da forma a nues-tra fe y a nuestras vidas como cris-tianos.

La sorprendente y hermosa relación compartida por el Padre, el Hijo y el Espíritu es la misma relación de amor en la que nos coloca nuestro Salva-dor Jesús, a través de su vida, muer-te, resurrección y ascensión, como Dios en la carne (Juan 16:27; 1 Juan 1:2-3).

Antes de todos los tiempos el Dios Unitrino determinó llevar a la huma-nidad a la indescriptible vida, rela-ción y gozo que comparten el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como el único verdadero Dios (Efesios 1:4-10).

En Jesucristo, el Hijo de Dios encar-nado, se nos ha dado la paz con el Padre, y en Jesús estamos incluidos en la relación y gozo de la vida com-partida de la Trinidad (Efesios 2:4-6). La iglesia se compone de aquellos que ya han venido a la fe en Cristo,

5 C.S. Lewis, El Problema del Dolor (Co-llier, 1962), capítulo 8, Pág.127). 6 Robert Farrar Capon, The Mystery of Christ (Eerdmans, 1993), Pág. 10.

pero la redención se aplica a todos los seres humanos (1 Juan 2:1-2).

La brecha se ha cerrado, el precio se ha pagado. Está abierto el camino para la raza humana, como el hijo pródigo en la parábola, para que vuelva a casa.

La vida, muerte, resurrección y as-censión de Jesús son la prueba de la devoción total indudable del Padre a su amoroso propósito de incluir a la humanidad en el gozo y en la rela-ción de la vida de la Trinidad. Jesús es la prueba de que el Padre nunca nos abandonará. En Jesús, el Padre nos ha adoptado y nos ha hecho sus hijos amados, y él nunca olvidará sus planes para nosotros.

Cuando confiamos en Jesús como lo más importante en nuestra vida, no es una confianza vacía. En él son perdonados nuestros pecados, nues-tros corazones son hechos nuevos y somos incluidos en la vida que él comparte con el Padre y el Espíritu. La salvación es el resultado directo del amor y el poder siempre fiel del Padre, demostrado incontroverti-blemente por medio de Jesucristo, que se nos da por medio del Espíritu Santo.

No es nuestra fe la que nos salva. Es solo Dios el que lo hace: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Y Dios nos da la fe, como un don, para abrir nuestros ojos a la verdad de quien es, y quie-nes somos nosotros como sus hijos amados. La palabra eterna y todopo-derosa del amor e inclusión de Dios para ti nunca será silenciada (Roma-nos 8:32, 38-39). Tú le perteneces y nada en el cielo o en la tierra podrán cambiar jamás eso. ◊

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por Sheila Graham

o no podía creer lo que dos hombres estaban diciendo

en la sala de espera del doctor:

–“Bueno, yo solía ir a aquella iglesia, pero probablemente hayas oído lo que sucedió allí. Ahora voy a una pequeña iglesia. No somos muchos, pero conoces a todos y a cada uno”.

–“Sí, oí sobre ese pastor. Es terrible que un hombre que se llama a sí mismo de Dios actúe así contra una joven en su congregación”.

–“Debía estar muerto”, asentían los dos.

¿Te has sentido así alguna vez sobre las personas que abusan de su auto-ridad? Yo sí, lo admito. Los llamo hipócritas untosos, y aún peor que eso. ¿Cómo pueden mirarse al espejo y llamarse a sí mismos cristianos?

Debemos de alegrarnos de que Dios no responda contra el mal como lo hacemos nosotros. Cuando pecamos

queremos misericordia y gracia, no justicia. Sin duda no queremos ser muertos.

El fruto del Espíritu de Dios es amor, gozo, paz, paciencia, benigni-dad, bondad, fidelidad, mansedum-bre y control propio (Gálatas 5:22-23). Podemos estar eternamente agradecidos que él nos trata así y no en la forma que nosotros queremos tratar a otros a veces.

Jesús dijo en Lucas 6:37-38: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apreta-da, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”.

Hace pocos meses mi ordenador portátil despertó a mi esposo con un sonido chirriante y agudo. El día siguiente fuimos a una ciudad a unos cuarenta kilómetros y compramos un nuevo ordenador. Lo dejé con ellos

Y

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Odisea Cristiana 13

para que transfiriesen mis archivos y le borraran muchos de los programas basura preinstalados para ahorrarme el disgusto.

Al día siguiente regresamos para re- coger el ordenador. Cuando llegamos a casa traté de acceder a mis archi-vos pero no pude abrirlos. Tuvimos que regresar de nuevo. Ya eran 120 kilómetros los que habíamos condu-cido. Los técnicos admitieron que se habían olvidado de instalar algunos componentes y necesitarían volver a instalarlo todo de nuevo, incluyendo mis archivos, y que tardarían un par de horas.

¡Otro par de horas! Decidimos ir a almorzar. Encontramos un bar tran-quilo en una esquina de la calle, pero llegaron varios personajes rudos y se sentaron al lado de nuestra mesa. Pensé: “Oh no, ¿por qué tuvieron que sentarse a nuestro lado? Me preparé para malos modos, obsceni-dades, cantidad de jaleo y desconsi-deración.

Mi esposo y yo continuamos ha- blando y después de unos pocos minutos me di cuenta que el grupo de “ruditos” estaban sentados en su mesa, conversando en un tono nor-mal y con su comida frente a ellos pero no estaban comiendo.

Luego, cuando entró otro hombre y se unió a ellos, inclinaron sus cabezas y le pidieron a Dios que bendijese su comida. ¡Los había juzgado mal! No me malentiendan, tenemos que hacer algunos juicios sobre las per-sonas y tener cuidado, de otra forma ni nosotros ni nuestras familias esta-rían seguras. Hay muchas personas sin escrúpulos ahí afuera. Pero Jesús

no está hablando sobre esa clase de juicios, está hablando de condenar a las personas. Por ejemplo, cuando levantamos falso testimonio, conde-namos, difamamos o desacreditamos a otras personas a sus espaldas, presuponemos lo peor de ellas, o guardamos rencor contra ellas en nuestros corazones, ese es el tipo de cosas sobre las que Jesús estaba hablando.

Alguna vez probablemente todos hemos herido a alguien con nuestras críticas, y probablemente todos he-mos sufrido por causa de ellas. Hay palabras que hieren. Pero nuestro Salvador nos ha perdonado todo lo que hayamos hecho. Podemos des-cansar en ese perdón, libres de la necesidad de condenar a aquellos que nos han herido. Podemos per-donar a otros porque Dios nos ha perdonado. Jesús dijo que no vino a condenar a los pecadores sino a salvarlos (Juan 3:17). Y Jesús vive en nosotros. De hecho, Pablo dice que él es nuestra vida (Colosenses 3:1-4). Seguros en sus brazos amorosos podemos perdonar a otros así como Dios nos ha perdonado por su amor (Efesios 5:1).

Perdoné a los técnicos que me cau-saron toda esa irritación, y ellos me dieron un bono de descuento de 50 dólares por el problema causado. No pagaba el estrés y la frustración que me causaron, pero cubría casi el gasto del combustible. Además, si no hubiese sido por ellos nunca hubiera tenido la oportunidad de juzgar erróneamente a aquellos rudos en apariencia que me recordaron que tenía que agradecer a Dios que es el juez definitivo de todos nosotros. ◊

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14 Comunión de Gracia Internacional

Por Antonio Correa Domínguez

l ser humano, en una visión

teológico-cristiana, aparece como una figura sumamente com-pleja. En esta visión se enlazan en unitaria totalidad, bajo la dirección dominante del espíritu, los extremos más distan-tes.

A la persona que se interpreta a sí misma le produce tal dificultad con-templar reunidos en armonía ele-mentos tan opuestos, que siempre se inclina a desligar la parte del todo y a considerarlo absoluto, bien lo espiri-tual, lo corporal, lo colectivo, la liber-tad, la dependencia, etc. Unilatera-lismo que origina una imagen parcial del ser humano, espiritualista o libe-ral, materialista o colectivista. Con semejantes concepciones, los obser-vadores tienen a mano, en todo caso, las distintas partes, pero les falta el vínculo que las enlaza.

Si intentamos describir el todo, tal como se le presenta al teólogo cris-tiano, debemos hacerlo parte por parte, de tal modo que lo dicho de cada una de ellas deba hacer siempre referencia, como complemento a la inmediata. Vamos, por lo tanto, a interrogar a la REVELACIÓN conteni-da en el Antiguo y en el Nuevo Tes-

tamento, y con ello nos instalaremos en el centro mismo de la cuestión.

La libertad humana

El Logos del prólogo del Evangelio de Juan, el Verbo que se hizo carne, Jesucristo, nos va a servir de orienta-ción. Dios en la figura de un hombre, y de un hombre pobre y débil, hizo acto de presencia en la historia. Esto significa, entre otras cosas, una afir-mación del ser humano hecha por Dios, y del hombre concreto, indivi-dual y singular. Un hacer histórico de Dios que, con toda seguridad, se dirige a la salvación de lo que se había perdido. Su entrada en la his-toria del ser humano es también una prueba de la condición caída de este.

Todo está puesto a su servicio; Dios mismo, incluso le sirve;

Él mismo dijo: “no he venido a ser servido, sino a servir”

Precisamente, con tal dispendio que Dios hace por el ser humano perdido, queda de manifiesto su rango divino y tiene por lo tanto, un evidente valor el que Dios efectúe, por esta causa, una generosidad tan incomprensible.

El plan eterno para el mundo, tal como lo ha hecho Dios, y como sub-raya una observación del apóstol Pablo, gira alrededor del hombre redimido. Pablo, precisamente, habla de un plan divino eterno en cuyo

E

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centro se halla situado el ser hu-mano. Alrededor del ser humano, en cierto sentido, se mueve todo en el cielo y en la tierra. Él es la piedra angular de la creación y de la histo-ria. Su existencia, su verdadera y propia existencia, no puede ser sacri-ficada a nadie, a ninguna ciudad o gobierno, a ningún progreso científi-co o técnico. Al contrario todo está puesto a su servicio; Dios mismo, incluso le sirve; Él mismo dijo: “no he venido a ser servido, sino a servir” (Mateo 20:28).

El ser humano es llamado a ser señor de toda la creación.

Este es el regalo que Dios le da, y al mismo tiempo su tarea.

¿Cómo puede Dios, según el testi-monio de las Sagradas Escrituras, tener tan elevada opinión del ser humano y de este caído? Las mismas Escrituras nos dan una respuesta muy concreta.

Según el Génesis, primer libro del Pentateuco, el ser humano es ima-gen de Dios, fenómeno de Dios en la creación, una medida finita de Dios mismo. La imagen de Dios se encuen-tra, por tanto, en todos los seres humanos. Y todo ser humano que se contemple así mismo de un modo exacto y que contemple a los demás, ve en sí y en los otros la magnificen-cia de Dios.

Esa verdad la expresa el Salmo 8 de la siguiente forma: “Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coro-naste de gloria y de honra” (Biblia Nueva Versión Internacional, 1984).

Pero ¿en dónde radica esta seme-janza de los seres humanos con Dios?

Según la descripción que hace el Génesis, esta semejanza radica en su libertad, en su situación soberana dentro del mundo. El ser humano es llamado a ser señor de toda la crea-ción. Este es el regalo que Dios le da, y al mismo tiempo su tarea. Y Dios se la ha formulado de modo indicativo y de modo imperativo: “Tú eres el señor del mundo”; “Sé el señor del mundo” (Génesis 1:26-28).

El ser humano participa de la sobe- rana majestad en la superioridad ante el mundo, propia de Dios. Dios libre creó al hombre libre. Dios ama la libertad. Y esta es un rasgo general y decisivo en la imagen de la revela-ción del ser humano. Precisamente se nos manifiesta con profundidad en aquella hora crítica y trágica en que Cristo muere.

Dios ha entrado en la historia hu-mana para salvar a la humanidad, pero no obliga a nadie a aceptar esta salvación. Incluso acepta el fracaso de su intento por la oposición del ser humano necesitado de salvación, que orgullosamente puede rechazar-la. En otras palabras: la salvación no se impone prescindiendo de la liber-tad humana.

De este modo queda expresado el más grande respeto ante el ser hu-mano libre. Aún aquellos que en los testimonios contenidos en las Escri-turas sobre el hombre no vean un espejo de la realidad, sino tan solo un mito, tendrán que reconocer que se trata de un elevado mito de la libertad y dignidad humana. El teólo-go cristiano es consciente de la su-prema afirmación de la realidad humana, y de que Dios crea y garan-tiza su libertad. ◊

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ué te viene a la mente cuando oyes la palabra “Trinidad ”? Si la idea de

que Dios (el Padre, el Hijo Jesús y el Espíritu Santo) existe en una unidad eterna de tres partes te parece algo extraña o incluso obsoleta, puede que te resulte interesante saber que este con-cepto fue una de las ideas más innovadoras del antiguo mundo griego, y hasta ahora continúa ejerciendo sus efectos en nuestra sociedad.

De hecho, al igual que algunas de las aplicaciones y tecnologías de hoy en día, la Trinidad alteró algunas ideas muy arraigadas sobre la natura-leza del mundo en su época. En el sentido de alterar ideas comunes, se podría pensar en la Trinidad como el iPhone del mundo griego antiguo. En este artículo vamos a estudiar la

historia sobre el origen de la doctrina de la Trinidad , una palabra que no está en la Biblia, pero que es un con-cepto sin el cual no podemos enten-der a Dios.

El iPhone ha cambiado para siem-pre la manera en que el mundo mira a los “teléfonos”. Como una analo-gía, la explicación de la Iglesia primi-tiva sobre la Trinidad cambió la com-prensión del mundo griego antiguo acerca de algunos conceptos claves. Así que un poco de historia es nece-sario para sentar las bases para lo que estamos hablando.

Un teólogo cristiano llamado Stan-ley Grenz dice que "de los diversos aspectos de la comprensión cristiana de Dios, tal vez ninguno es más difícil de entender que el concepto de Dios como Trinidad. Al mismo tiempo, ninguna dimensión de la confesión cristiana está más cerca del misterio del Dios que hemos llegado a cono-

¿Q

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cer“. Pero si este concepto es tan central en el cristianismo, se podría pensar que podemos sólo abrir la Biblia y aprender lo que necesitamos saber directamente de las Escrituras mismas, ¿verdad?

¿Está la doctrina de la Trinidad en la Biblia?

La razón por la que el concepto de la "trinidad" o "tri-unidad" de Dios es bastante resbaladizo es que en reali-dad no lo encontramos en la Biblia en forma explícita. Hay un pasaje que parece hacer referencia a la Trinidad de Dios: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”. 1 Juan 5:7 (Reina Valera 1960). Pero la mayoría de los erudi-tos bíblicos están de acuerdo en que los manuscritos más antiguos no contienen este texto y que sólo apa-reció en posteriores versiones lati-nas. Esto se señala en los márgenes en muchas versiones de la Biblia, aunque como veremos más adelante, esta no es toda la historia.

Jesús nos presentó a la Trinidad

Jesús nos presenta al Padre: “Créanme cuando les digo que mi Padre y yo somos uno solo” (Juan 14:11). Después nos presenta al Espíritu Santo: “Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testi-monio de mí” (Juan 15:26). En la Gran Comisión nos envía a bautizar en el nombre de la Trinidad: “Acer-cándose Jesús, les dijo: "Toda autori-dad Me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discí-pulos de todas las naciones, bauti-

zándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ense-ñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:18-20).

La enseñanza de la Trinidad es la enseñanza fundamental de la fe cristiana. Todas las demás enseñan-zas fluyen de esta enseñanza. Dios es Triuno: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas y un solo Dios. La doc-trina de la Trinidad es estrictamente monoteísta: creemos en un solo Dios. No creemos en tres Dioses sino en un solo Dios que comprende tres personas.

Creemos en la Santa Trinidad por fe (El don de la Fe). La doctrina de la Trinidad está claramente fundamen-tada en la Biblia: cada uno de los tres tiene voluntad propia, habla y es llamado Dios en la Biblia. En la crea-ción vemos destellos de cómo Dios puede ser tres y al mismo tiempo uno. Hebreos 1:3 “El cual (Cristo), siendo el resplandor de su gloria…”

Analogías de la Trinidad

En la creación vemos claramente algunas analogías de la Trinidad. “Porque desde la creación del mundo

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Sus atributos invisibles, su eterno Poder y naturaleza divina, han sido vistos claramente, siendo entendidos a través de lo que ha sido hecho (Romanos 1:20).

El universo está conformado por materia, espacio y tiempo. El tiempo es pasado, presente y futuro. El es-pacio es alto, ancho y profundo. La materia es sólido, líquido y gas.

El fuego tiene tres componentes: flama, luz y calor. Haciendo una ana-logía con la trinidad tenemos que la Flama sería Dios Padre, la Luz sería Cristo y el Calor el Espíritu Santo.

¿Cuándo surgió el concepto de la Trinidad?

Vamos a dar un pequeño paseo por el carril de la historia para tener una vista rápida y panorámica de cómo surgió la doctrina de la Trinidad. Esto nos ayudará a abrirnos camino hacia la comprensión de por qué el con-cepto de la Trinidad fue tan innova-dor en su tiempo, y por qué sigue siendo importante ahora.

Es posible que te sorprendas al sa-ber que el término "Trinidad" no se utilizó sino hasta el siglo III dC , allá por principios de los años 200s. Apa-reció por primera vez en un docu-mento llamado "Adversus Praxean", escrito por el teólogo latino Tertu-liano. Tertuliano fue llamado el "Pa-dre de la Iglesia Latina", o básica-mente el lado católico de la iglesia, ya que había dos ramas principales, la iglesia de oriente y la iglesia de occidente.

Las iglesias que formaban la iglesia occidental en general, escribían en latín, y las iglesias de Oriente, escri-bían en griego. También tenían dife-

rentes maneras de ver las cuestiones teológicas básicas. El lado occidental podría ser considerado como un poco más de análisis, mientras que la iglesia oriental se inclinó hacia una forma de ver el mundo más mística y platónica (es decir, según la filosofía de Platón).

Estamos mirando hacia atrás para obtener una rápida comprensión de cómo y por qué surgió el pensamien-to trinitario. Esto nos ayudará a avanzar hacia la comprensión de por qué el concepto de la Trinidad fue tan innovador en su tiempo. Los primeros cristianos fueron en su mayoría judíos, y por lo tanto proba-blemente el principal patrón de pen-samiento que trajeron con ellos al cristianismo fue el "monoteísmo", o la creencia en un solo Dios en con-traposición a la creencia en muchos Dioses que es llamada “politeísmo”. Una de las escrituras fundamentales para la comunidad judía era Deute-ronomio 6:4, o lo que se llama el Shemá. Este versículo dice: "Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es“.

Los judíos fueron instruidos en los siguientes versículos del Deuterono-mio a enseñar esto a sus hijos, a meditar sobre estas escrituras don-dequiera que iban, y básicamente mantenerlo a la vista en todo mo-mento. Por lo tanto, esta escritura particular, y la idea de que Dios es uno era central a las personas que se convirtieron en los primeros cristia-nos. Con esto en mente, ¿cómo veían a Jesús los primeros cristianos? En cierto modo, Jesús presentó un pro-blema teológico, porque el darle estatus divino como Dios, algunos de

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los primeros cristianos judíos creían que era una amenaza a su mono-teísmo. Básicamente, pensaban que la creencia en Jesús como Dios los hacía " bi-teístas ", y esto fue un gran problema.

Pero no sólo tuvieron que lidiar con el problema más espinoso de que Jesús está al mismo nivel con Dios, de hecho es el mismo Dios, sino que también estaba el tema del Espíritu Santo. Los primeros cristianos expe-rimentaron al Espíritu Santo, sobre todo después del "Pentecostés", evento que leemos en Hechos capí-tulo 2, donde los discípulos comenza-ron a hablar en diferentes "lenguas" como el Espíritu Santo les daba. Esto añade otra dimensión al problema del monoteísmo judío, porque agre-gar una tercera figura en igualdad con Dios traía lo que algunos pensa-ron ser un " tri-teísmo ", o la creencia en tres dioses distintos. Ahora, en este punto, casi parece como si los primeros cristianos estaban rom-piendo radicalmente de su mono-teísmo judío heredado y se conver-tían en politeístas, ya que parece ser que ahora tenían varios dioses, algo que era un problema importante para los judíos, porque era una de las principales distinciones con los gru-pos étnicos circundantes y sus dioses múltiples.

Los apologistas

Durante este primer período, hubo una serie de pensadores cristianos que trataban de explicar más a fondo la fe cristiana en relación con la cul-tura circundante. Un grupo de teólo-gos conocidos como los "apologis-tas", trataron de utilizar los recursos del pensamiento filosófico griego

predominante del día. Ellos usaron la idea de "logos", que era la concep-ción griega del orden y la razón en el universo. Los apologistas establecie-ron lo que comúnmente se llama "cristología logos", o básicamente, las ideas teológicas detrás de la idea de Jesús como “la Palabra", ya que en griego “logos” se correlaciona débilmente con nuestro término en español "palabra".

Los apologistas enseñaron que Je-sús era el principio ordenador del universo y que él era pre-existente (que existía antes de la creación) con Dios y que por medio de esta "pala-bra" Dios habló el universo a la exis-tencia. Por supuesto que estaban siguiendo de cerca el Evangelio de Juan 1:1 - "En el principio era el Ver-bo, y el Verbo era con Dios, y el Ver-bo era Dios. Él estaba en el principio con Dios". Así que había algunos que no estaban de acuerdo con este punto de vista teológico de Jesús pre-existente y con igualdad con Dios. Creían que, como se dijo antes, esto crea una situación de "bi-teísmo", o la creencia en dos dioses distintos. Así, algunos de estos pri-meros cristianos propusieron lo que ahora se llama "monarquismo".

El monarquismo

Básicamente, ellos pensaron que Jesús debe estar subordinado a Dios el Padre por lo menos en alguna manera, para permitir el estatus de Dios el Padre como el único y verda-dero Dios. Y, con el paso del tiempo, hubo muchas formas de monar-quiismo, como el "Modalismo", que propone que el Padre, el Hijo y el Espíritu son revelaciones sucesivas de Dios para diferentes períodos de

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tiempo. Cada una de estas ideas se presentó como la solución al pro-blema básico. Todas estas ideas fue-ron rechazadas finalmente por la Iglesia, pero una idea que tuvo un impacto particularmente grande se llama "arrianismo".

El arrianismo

El arrianismo fue una forma de mo-narquismo (la idea de que Dios el Padre debe tener prioridad) que fue propuesta por un diácono de la igle-sia de Alejandría, en el norte de Áfri-ca. Arrio estaba de acuerdo con un teólogo contemporáneo llamado Orígenes (que se considera un "pa-dre" de la iglesia - por el impacto de sus escritos) en que Jesús fue "en-gendrado" o "generado" por el Pa-dre, pero no estuvo de acuerdo en que esta generación era eterna como Orígenes proponía. Y así Arrio propu-so la idea de que Jesús fue esencial-mente "engendrado" por Dios, o que él fue verdaderamente una creación de Dios, de la misma manera que un verdadero hijo humano es engen-drado por un padre. Ahora bien, este fue un gran error teológico a los ojos de la Iglesia primitiva (y con razón), ya que básicamente despoja a Jesús de su estado divino y eterno.

Atanasio

Otro teólogo de la época llamado Atanasio argumentó que si Jesús no era verdaderamente Dios, entonces la salvación que nos ofrece no es realmente mucho. Y no pasó mucho tiempo después de esta particular lucha teológica de que el Concilio Ecuménico de Nicea se llevó a cabo. El Concilio de Nicea sucedió en el año 325 dC, y básicamente establece la

primera posición oficial de la Iglesia sobre de la naturaleza de Jesús y su relación con Dios. De aquí es de don-de surge la fórmula, hablando del Hijo, que afirma que es "engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre". Y fue unas décadas más tarde que el Segundo Concilio de Constantinopla declaró la plena divi-nidad del Espíritu Santo. Así que la Iglesia estaba empezando a formar la posición oficial sobre la Trinidad. Pero el debate no se detuvo allí. Aquí es donde se pone realmente intere-sante.

Los Capadocios

No fue sino hasta un poco más tar-de que la Iglesia tuvo un grupo de tres teólogos, llamados los "capado-cios" a quienes agradecemos por la comprensión clásica de la Trinidad. No se trataba de la versión teológica de Los Tres Amigos, pero fueron muy innovadores para su tiempo. Ellos propusieron la fórmula clásica que afirma que el Padre, el Hijo y el Espí-ritu Santo son de una esencia, pero tres realidades distintas. Los térmi-

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nos griegos utilizados en esta fórmu-la son "ousia (esencia) e hipóstasis ('centro de conciencia" o "realidad independiente"). Los Capadocios tomaron el trabajo teológico de los teólogos anteriores y desecharon algunas de las principales ideas filo-sóficas griegas de la época.

Los capadocios propusieron la fórmula clásica que afirma

que el Padre, el Hijo y el Espí-ritu Santo son de una esencia, pero tres realidades distintas.

De hecho, su trabajo fue responsa-ble de cambiar la idea misma de lo que significa ser una " persona " en el mundo antiguo. Al expresar sus ideas en una declaración sofisticada sobre la Trinidad, básicamente establecie-ron lo que se convirtió en el estándar de facto en la teología trinitaria, así como el estándar de facto para lo que significa ser una persona hasta la era moderna. Un teólogo ortodoxo llamado John Zizioulas lo explica de esta manera: "El concepto de la per-sona con su contenido absoluto y ontológico nace históricamente de la tarea de la Iglesia para dar expresión ontológica a su fe en el Dios trino” (Ser como comunión, p. 36). Si eso no es totalmente claro, permítanme traducir. Básicamente lo que está diciendo es que nuestra idea misma de ser una "persona" se desarrolló por el trabajo de la Iglesia.

En el mundo griego antiguo (y hasta cierto punto en el mundo romano), se pensaba que en gran medida el ser humano era preso del destino. De hecho, fue en el teatro griego que podíamos ver a los actores que tra-

bajan en contra de las fuerzas fuera de su control, los "dioses" y “el des-tino", para alcanzar la libertad y convertirse en una " persona ", aun-que sólo fuera por un breve tiempo. Trágicamente, se dejaron caer en la futilidad de aceptar que no eran más que esclavos de estas fuerzas exter-nas. Solo estaban usando una másca-ra teatral que con el tiempo sería quitada, y podían sólo temporalmen-te saborear la libertad de convertirse en una verdadera "persona".

Sigue conmigo la historia, puede que comiences a sentir que tu cabeza te da vueltas, pero esto es emocio-nante si prestas atención. Lo que los Capadocios hicieron fue tomar estas ideas y darles vuelta. Antes se pen-saba que si se lograbas tener algún tipo de personalidad, eso era sim-plemente algo que se añadía a la sustancia subyacente que eras ver-daderamente tú. Lo mismo sucedía con Dios de acuerdo a la antigüedad. El problema era cómo entender a las personas de la Trinidad si la persona-lidad simplemente se añadía a la

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sustancia “verdadera" como una máscara sobre el "verdadero" rostro.

Sin embargo, los Capadocios tenían una mejor descripción de la situa-ción. Ellos establecieron que la per-sona estaba en primer lugar, y que la sustancia del ser estaba en segundo lugar. Esto significaba que la persona del Padre en la Trinidad, por ejem-plo, no era sólo una máscara añadida al ser "real" subyacente de Dios, sino que el ser verdadero de Dios es la persona del Padre. (Lo mismo es con el Espíritu y el Hijo). ¡Esta fue una idea radical! Esto significaba que la persona no era temporal y fugaz, algo que se pone y luego se quita, sino que es lo principal. Y si hubiera una "sustancia" subyacente del ser, esta era sostenida por las personas de la Trinidad, no al revés. ¿Tiene sentido? Puede que tengas que leer-lo un par de veces hasta que lo en-tiendas bien, pero cuando lo hagas, espero que veas que se trataba de una idea revolucionaria.

Innovaciones de los Capadocios

Aquí está la verdadera innovación: en esencia esto significa que Dios no puede ser entendido como algo aparte de la Trinidad. Según Zizioulas y su lectura de las ideas innovadoras de los Capadocios, Dios no puede ser entendido en ningún sentido fuera de la idea de la Trinidad. Lo que esto significa es que la comunidad es esencial para la estructura subyacen-te del universo. Otra innovación: También significa que no podemos ser verdaderamente "personas" a menos que estemos en comunidad. Ser persona es estar relacionado y en relación. Existir fuera de una comu-

nidad esencialmente cubre nuestra personalidad y nos degrada a nada más que otro individuo en la masa, pero no necesariamente una persona con una verdadera personalidad.

Tener una rápida compren-sión de cómo y por qué surgió el pensamiento trinitario nos

ayudará a avanzar hacia la comprensión de por qué el concepto de la Trinidad fue tan innovador en su tiempo.

La diferencia entre la persona hu-mana y las personas de la Trinidad no puede ser explicada en este artículo, pero la diferencia se reduce al hecho de que los seres humanos somos creados, y Dios no lo es, y eso cambia las cosas bastante. Tal vez en este momento te sientas un poco marea-do, o tal vez te sientas un poco más o menos como una persona real, en función de tu participación en una comunidad. Espero hayas captado el sentido de la calidad innovadora de la explicación de los Capadocios sobre la Trinidad. ¿Quién dijo que los antiguos no eran innovadores? Algu-nos creen que solo ahora existe la innovación, pero aquí vemos que un trío de teólogos del siglo IV tenían ideas innovadoras que aún impactan nuestro mundo de hoy.

Los Capadocios innovaron para to-do el mundo el concepto de qué es ser una persona, y para la iglesia el concepto de Dios como Trinidad. ¡Y todavía nos falta comprender más el concepto de que sólo podemos tener el estatus de personas si vivimos en comunidad! ◊

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La Biblia: Regalo de Dios. Parte III

a que, como hemos venido discutiendo, las Escrituras son el regalo de Dios, donde Dios

graciosamente prometió hablar-nos por medio de su Palabra Vi-viente, entonces, ¿cuáles son algunas de las indicaciones para aproximarnos a ellas?

Creo que lo primero que se debe decir es que debemos aproximarnos con reverencia, con un deseo de que se nos diga algo, de escuchar una palabra de Dios. Esta actitud se muestra mejor, probablemente, cuando empezamos con oración a Dios, al Dios de la Biblia. En oración reconocemos que deseamos y antici-pamos recibir una palabra de Dios mismo; esto es, escuchar de la Pala-bra Viviente a través de la palabra escrita por medio del Espíritu. Y ex-presamos en oración que queremos escuchar lo que el Señor tiene que decirnos. Esto es, escuchamos como sus hijos, como sus ovejas; no como uno de sus consejeros ni como un ingeniero puede buscar información impersonal sobre algún objeto empí-rico o ley de física para usarla, quizás, con algún otro propósito.

En oración también reconocemos que dependemos del Señor y su gracia por hablarnos de una forma que podemos recibir. Esto es, escu-chamos por fe mientras confiamos que el Señor habla y sabe como lle-gar a nosotros, ¡la oveja testaruda!

Escuchar las Escrituras como la san-ta Palabra de Dios es un acto de fe en el Dios de quien es la Palabra. Lee-mos o escuchamos la Biblia por fe en la gracia de Dios, así como lo hace-mos en cualquier otra de nuestras respuestas a Dios. Escuchamos y estudiamos las Escrituras por fe.

Esto significa que no ponemos nuestra confianza en nuestras técni-cas de estudio de la Biblia, sin impor-tar cuán simples o cuán sofisticadas sean. Y no estamos buscando solo datos, información, formulas, princi-pios o verdades que podamos poseer o usar para nuestros propios fines o propósitos. Nos colocamos delante del Señor viviente en oración con-fiando que se dé a conocer a sí mis-mo a nosotros y nos capacite para oírle y seguirle donde quiera que nos lleve. La oración fiel al Dios viviente de la Biblia es esencial para prepa-rarnos para escuchar las Escrituras.

La agenda de Dios, no la nuestra

Segundo, escuchar las Escrituras como Dios hablándonos significa permitirle que establezca nuestra

Y

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agenda de acuerdo a la naturaleza y a los propósitos que él tiene al dar-nos el don de su Palabra. Esto signifi-ca que vendremos a la Biblia no para que primero nos de exactamente lo que estamos buscando como res-puestas a nuestras cuestiones co-rrientes o incluso importantes, sino para que nos muestre cuales son las preguntas correctas y cuales temas tienen prioridad a los ojos de Dios. No forzaremos las Escrituras para contestar a preguntas que no están diseñadas para contestar, ni para darle prioridad a algunas preocupa-ciones o temas que tenemos que no concuerdan con las prioridades y asuntos centrales de las mismas. Estaremos abiertos a que nuestra mente sea rehecha para que refleje la de Cristo y lo que él considera de primer orden o importancia.

La primacía de la pregunta ¿QUIÉN?

Y ¿cuál es la razón central de la re-velación bíblica? Es dar a conocer la identidad, carácter, corazón, propó-sito y naturaleza de Dios. Las Escritu-ras están diseñadas principalmente para contestar a la pregunta: “¿Quién es Dios?”. Así nuestra pre-gunta más importante al leer y escu-char las Escrituras deber ser: “¿Quién eres tú Señor?”. Esa es la pregunta primera y más importante que de-bemos tener en nuestros corazones y mentes al estudiar las Escrituras. Sin importar que pasaje estamos leyen-do, nuestra preocupación principal debe ser: “¿Qué me está diciendo Dios sobre sí mismo en este pasa-je?”.

Debemos dejar en segundo lugar nuestras cuestiones ¿qué?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿cuándo? y ¿dónde? De

hecho, estas preguntas pueden ser contestadas correctamente solamen-te haciendo primero la pregunta “¿Quién?”.

No podemos discernir adecuadamente qué quiere Dios que hagamos y cómo

hacerlo, a menos que actuemos basados en

conocerle y confiar en Él de acuerdo a quién es.

En muchas situaciones en la iglesia la pregunta más difícil que necesita ser dejada en segundo plano es esta: “¿Qué se supone que debo de estar haciendo para Dios?”. Estamos tan deseosos de descubrir lo que Dios quiere que hagamos para él que, a menudo, pasamos por alto el aspecto más importante de las Escrituras: revelarnos, clarificar y recordarnos la naturaleza, el carácter, el corazón, el propósito y plan de Dios. Es mucho más importante conocer a quién vamos a obedecer, que tratar de hacer lo correcto. De hecho, no po-demos discernir adecuadamente qué quiere Dios que hagamos y cómo hacerlo, a menos que actuemos basados en conocerle y confiar en él de acuerdo a quién es. Solo entonces nuestra actitud y motivaciones y el carácter de nuestras acciones darán testimonio del propio carácter de Dios. Solo entonces encontraremos que sus mandamientos no son gra-vosos y que su yugo es fácil y su carga ligera. Así que necesitamos leer la Biblia y escuchar la predicación para ver más profundamente quién es Dios.

También debo añadir que el engaño

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más grande y dañino en el que po-demos caer es ser desviados con respecto a la naturaleza y carácter de Dios. Ser desviado o engañado sobre quién es Dios mina nuestra fe, que es la base de la totalidad de nuestra respuesta a él. Con nuestra fe o con-fianza en Dios minada, o torcida, todo lo demás colapsará también: nuestra adoración, nuestra oración, nuestro escuchar las Escrituras, nues-tra obediencia, nuestra esperanza y nuestro amor a Dios y a nuestro prójimo. Nuestra fe es una respuesta a quién percibimos que Dios es real-mente. Cuando eso está establecido apropiadamente, entonces la vida cristiana se revitaliza y llena de ener-gía, incluso bajo situaciones difíciles. Cuando está distorsionada, entonces tratamos de correr la carrera de la vida cristiana con cuerdas atadas a nuestros pies. Recordar diariamente la verdad de quién es Dios deber ser nuestra prioridad principal, que es la misma de la estructura y propósito de la palabra escrita y Viviente de Dios.

Jesucristo, el Centro del centro

Tercero, al hacer eso tendremos como centro y norma de nuestro conocimiento y confianza en Dios todo lo que las Escrituras dicen sobre Jesucristo. Orientados a este Centro viviente del centro, querremos ver como el Antiguo Testamento nos señala y prepara para reconocerlo. Jesucristo es la respuesta de Dios a la pregunta “¿Quién?”, en persona, en el tiempo y en el espacio, en carne y sangre, que el antiguo Israel buscaba conocer. En Jesucristo, “aquello que ves es lo que recibes”. En él la pleni-tud de Dios está personalmente

presente, activa y hablando. Jesús es la clave interpretativa de todas las Escrituras, porque en él vemos y escuchamos el latido del corazón de Dios. Observamos y oímos los movi-mientos de su corazón, incluso su Espíritu, el Espíritu Santo. La luz que vemos brillar en el rostro de Jesús ilumina todas las Escrituras, porque en él el Dios de toda la Biblia se ha dado a conocer a sí mismo.

Debemos de leer e interpretar las Escrituras de una forma que, por encima de todo, de una forma u otra, lleguemos a ver cómo señalan hacia y encuentran su cumplimiento en Jesucristo. Pensar en esto como en un proceso semejante a leer por segunda vez una novela de misterio. La primera vez llegas a descubrir “quién lo hizo” al final de la novela. La segunda vez es una experiencia muy diferente. Puedes ver con una nueva luz cómo todas las claves, desde el principio, señalan a “quién lo hizo”. La segunda vez que la lees aprecias más aún las claves y recono-ces los atajos. Pero las claves no son la solución. Su valor está en que son indicaciones que señalan a la resolu-

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26 Comunión de Gracia Internacional

ción del misterio.

Esto significa que la persona y ac-ciones de Jesús deben ser centrales para nuestro estudio y comprensión de toda la Biblia. Esto indica que tenemos que darle una cierta priori-dad y centro a los evangelios. Esto no significa reducir nuestra atención simplemente a las palabras o ense-ñanzas de Jesús, como algunas bi-blias con “letras rojas” pueden ten-tarnos a hacer. Al contrario, esto significa colocar en el centro del escenario todo lo que los evangelios nos dicen sobre quién es Jesús. Esto incluirá sus propias palabras, accio-nes e interpretaciones propias (pien-sa por ejemplo en todas las afirma-ciones “Yo soy” de Jesús en el Evan-gelio de Juan), pero incluirá también todos esos textos que contestan más directamente quién es Jesús, no solo en los evangelios sino también a lo largo de todo el Nuevo Testamento.

Quién es Jesús con relación al Padre y al Espíritu Santo

A medida que empezamos a escu-char las Escrituras en oración, con-centrándonos en la pregunta Quién como la contesta Dios mismo en Jesús, encontrarás que la primera forma en la que Jesús es identificado incluye su relación con Dios el Padre y con Dios el Espíritu Santo.

La respuesta a la pregunta ¿Quién? está intrínsecamente unida a captar la naturaleza, propósito y cometido de Jesús en relación con el Padre y el Espíritu. Porque Jesús se identifica a sí mismo, principalmente y consis-tentemente, por medio de esas rela-ciones. Él es el enviado del Padre, aquel que ha estado con y sido eter-

namente amado por el Padre. Él es el que tiene el Espíritu y que ha venido para darnos su Espíritu Santo.

La concentración más alta de la im-portancia de la relación de Jesús con el Padre y el Espíritu se encuentra en el Evangelio de Juan, alcanzando su culmen en Juan 17. Conocer a Jesús es conocer al Padre. Conocer al Pa-dre significa reconocer quien es Je-sús. Interactuar con Jesús significa hacerlo directa y personalmente con el Padre y con el Espíritu.

Por ello en el estudio bíblico y en la predicación debemos prestar aten-ción a la cualidad y naturaleza de la relación e interacción de Jesús con el Padre y con el Espíritu. Porque él es, en su ser, el Hijo del Padre, uno con su Espíritu. Pongamos atención espe-cial a cualquier parte en las Escrituras que nos de claridad sobre las rela-ciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Porque en esas relaciones veremos y oiremos muy directa, personal y concretamente quién es el Dios de la Biblia. Y al regresar una y otra vez a ese Centro viviente del centro, encontraremos que nuestra fe se nutre y crece con una vida de gozosa obediencia fluyendo de él.

Con el Centro de nuestra oración, fe, devoción y adoración establecido, como una estrella Polar, todo lo que tiene que ver con escuchar y estudiar las Escrituras del Señor queda orien-tado apropiadamente. ◊

Este artículo es el tercero de una serie de seis por el Dr. Gary Deddo, sobre la interpre-tación de la Biblia.

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os acercamos vertiginosa-mente al final del 2013, don-de comenzamos a experi-

mentar las actividades que llevan inherentemente un final o hacer referencia a metas cumplidas y no cumplidas. Los que somos afi-

cionados al Béisbol, en octubre dis-frutamos el final de la temporada con la llamada Serie Mundial, en los Estados Unidos, noviembre inicia en México con la celebración a los muertos, herencia que nos legaron nuestros antepasados mexicas, prin-cipalmente y, claro, ya vislumbramos la navidad, época de hacer balances para iniciar un nuevo año. Todo esto nos hace reflexionar que el final de las cosas implica un nuevo comienzo, con la esperanza de que sea mejor cada vez. Esto es lo que Dios nos ha enseñado en su Santa Palabra, nos

hace vivir en etapas como círculos que finalizan y terminan en una rue-da eterna.

La festividad que identifica al mes de noviembre en México, relaciona-da con la muerte tiene una profundi-dad tal que se constituye en un pa-radigma para mucha gente; el men-saje presente es que la muerte no es el fin de las cosas, sino un tránsito hacia una nueva oportunidad, en otras condiciones, siempre mejores que las actuales.

Y la Biblia nos enseña que Dios ter-mina una etapa y comienza otra, cumpliendo sus planes establecidos desde la eternidad. Hablando de la muerte, surge a pregunta que da título a esta reflexión: ¿Qué murió en el diluvio y por qué?

A la luz de la Palabra de Dios dare-

N

REFLEXIONES TRINITARIAS Por Rubén Ramírez Monteclaro

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mos respuesta a este interrogante y el significado eterno que lo llena. Partiremos de la Escritura para saber los antecedentes: “Luego los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra, y les nacieron hijas. Los hijos de Dios vieron a las hermo-sas mujeres y tomaron como esposas a todas las que quisieron. Entonces el Señor dijo: «Mi Espíritu no tolerará a los humanos durante mucho tiempo, porque sólo son carne mortal. En el futuro, la duración de la vida no pa-sará de ciento veinte años»”. (Géne-sis 6:1-3) NTV

Esta Escritura nos muestra que ha-bía personas que creían en el Crea-dor y lo obedecían, de acuerdo con su conocimiento y Dios les había dado su Santo Espíritu; sin embargo, dada la naturaleza humana afectada por el pecado de nuestros primeros padres, les limitó lo que ahora cono-cemos como la esperanza de vida, a 120 años.

Dios nos narra la condición de la humanidad en aquellos tiempos: “El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el Señor lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón. Enton-ces el Señor dijo: «Borraré de la faz de la tierra a esta raza humana que he creado. Así es, y destruiré a todo ser viviente: a todos los seres huma-nos, a los animales grandes, a los animales pequeños que corren por el suelo y aun a las aves del cielo. La-mento haberlos creado». Pero Noé encontró favor delante del Señor”. (Génesis 6:5-8) NTV

Esta condición ha prevalecido a tra-vés de la historia, pero Dios tiene otros planes; veamos: Dice la Biblia que le dolió a Dios ver tanta maldad y decidió borrarla de la faz de la tierra. Tal vez pensemos que Dios descarga su ira sobre los seres hu-manos enojado y con la intención de venganza, pero no es así, Dios es amor y nos lo demuestra a cada instante. Decidió terminar esa etapa de la historia para dar paso a otra mejor, porque Dios tiene fe en sus hijos. Y a partir de una sola familia, decide comenzar nuevamente. Dice la Palabra de Dios que “Noé encontró favor delante del Señor. Noé era un hombre justo, la única persona inta-chable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima comu-nión con Dios” (Génesis 6:8-9) NTV

Dios ama desmedidamente a sus Hijos Amados, sepultó

con agua su maldad, su corrupción, su violencia; esto lo hizo porque tenía

otros planes que datan desde antes de la creación del mundo.

Aquí nos muestra Dios la condición por la que puso sus ojos en Noé: tenía una relación de intimidad con Él; eso le agrada al Señor.

Continuemos con la historia: “Aho-ra bien, Dios vio que la tierra se había corrompido y estaba llena de violen-cia. Dios observó toda la corrupción que había en el mundo, porque todos en la tierra eran corruptos. Entonces Dios dijo a Noé: «He decidido destruir a todas las criaturas vivientes, por-que han llenado la tierra de violencia. Así es, ¡los borraré a todos y también

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destruiré la tierra! »Construye una gran barca de madera de ciprés y recúbrela con brea por dentro y por fuera para que no le entre agua… Pon la puerta en uno de los costa-dos…” »¡Mira! Estoy a punto de cu-brir la tierra con un diluvio que des-truirá a todo ser vivo que respira. Todo lo que hay en la tierra morirá, pero confirmaré mi pacto contigo. Así que entren en la barca tú y tu mujer, y tus hijos y sus esposas. Mete en la barca junto contigo a una pareja —macho y hembra— de cada especie animal a fin de mantenerlos vivos durante el diluvio… Entonces Noé hizo todo exactamente como Dios se lo había ordenado… Cuando Noé tenía seiscientos años, el día diecisie-te del mes segundo, todas las aguas subterráneas entraron en erupción, y la lluvia cayó en grandes torrentes desde el cielo. La lluvia continuó cayendo durante cuarenta días y cuarenta noches.

Ese mismo día Noé

había entrado en la barca con su esposa y sus hijos —Sem, Cam y Jafet— y las esposas de ellos. Con ellos en la barca había parejas de cada especie animal… Luego el Señor cerró la puerta detrás de ellos”. (Gé-nesis 6:11-22 a 7:11-14)

Durante el tiempo que duró la construcción de la barca Noé se constituyó en un pregonero del evangelio; Dios, a través de él, hacía un llamado al arrepentimiento, mientras el tiempo no se acababa porque llegado el momento, nadie pudo entrar en la salvación que ofre-cía la barca; Dios mismo cerró la única puerta. Esa puerta nos anuncia a Cristo, quien es la única puerta a la eternidad.

¿Qué murió en el diluvio? La mal-dad, la violencia, la corrupción que había en ese tiempo. Y Noé, al tener una relación de intimidad con Dios, les transmitió a sus descendientes esa actitud que tanto le agrada a Dios, así se inicia una nueva etapa.

Dios ama desmedidamente a sus Hijos Amados, sepultó con agua su maldad, su corrupción, su violencia; esto lo hizo porque tenía otros pla-nes que datan desde antes de la creación del mundo. Además del pregón diario de Noé, la humanidad de aquel tiempo recibió amorosa-mente la predicación personal de Jesús, después de su acto de reden-ción en la cruz, ya que para Dios nada hay imposible y como dueño del tiempo y el espacio, pudo llegar a aquellas personas que murieron en el diluvio llenas de corrupción, vio-lencia y maldad. Este hecho nos muestra un aspecto más del amor de Dios quien se preocupa de sus hijos en todo momento. El apóstol Pedro nos hace llegar esta característica de ese amor ágape, que trasciende la materia: “Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu. Por lo tanto, fue a predicarles a los espíri-tus encarcelados, esos que desobe-decieron a Dios hace mucho tiempo, cuando Dios esperaba con paciencia mientras Noé construía el arca”. (1 Pedro 3: 18-20) NTV

Y así como Jesús, después de haber resucitado y ascendido al cielo predi-có a los hombres que no se arrepin-tieron y murieron en el diluvio, así

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podrá predicarles a nuestros antepa-sados indígenas, sean mexicas, ma-yas, quechuas, guaraníes, borinque-ños, apaches, siux, cheyenes, etc. Porque nuestro Dios trino es Dios de TODOS y porque para Dios no existe ni el tiempo ni el espacio.

Dios ama desmedidamente a sus Hijos Amados purificándonos con su sangre y derramando su Espíritu con el ímpetu limpiador del agua. Con el diluvio Dios mismo nos bautizó para que en ese acto quedara sepultada la maldad, la corrupción, la violencia de la humanidad; para emerger resuci-tada una nueva humanidad, repre-sentada en aquel entonces por Noé: “hombre justo, la única persona intachable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima co-munión con Dios” (Génesis 6:9)

La Palabra de Dios nos lo dice cla-ramente: “El agua del diluvio simbo-liza el bautismo que ahora los salva a ustedes —no por quitarles la sucie-dad del cuerpo, sino porque respon-den a Dios con una conciencia lim-pia— y es eficaz por la resurrección de Jesucristo”. (1 Pedro 3:21) NTV

En otra época de la historia, Dios nos muestra otro final, otro nuevo comienzo y otro bautismo cuyo pro-pósito fue terminar con una vida de esclavitud de su pueblo escogido: Israel; para salir desde Egipto en busca de una tierra pródiga y abun-dante, y vuelve a enseñarnos la efi-cacia del agua para dar término y principio a la vez. Dios, a través del apóstol Pablo nos lo deja por escrito: “Amados hermanos, no quiero que se olviden de lo que les sucedió a nues-tros antepasados hace mucho tiempo en el desierto. Todos fueron guiados

por una nube que iba delante de ellos y todos caminaron a través del mar sobre tierra seca. Todos ellos fueron bautizados en la nube y en el mar como seguidores de Moisés. Todos comieron el mismo alimento espiri-tual y todos bebieron la misma agua espiritual. Pues bebieron de la roca espiritual que viajaba con ellos, y esa roca era Cristo”. (1 Corintios 10:1-4) NTV

Así que Dios se vale del bautismo para sepultar la maldad y limpiar a quienes ama incomprensiblemente. El diluvio y el paso por el mar Rojo son ejemplos vivos de cómo Dios no abandona a su creación, a pesar de descender hasta lo más bajo en la jerarquía de los valores.

Y cuando Cristo vuelva como “Rey de reyes y Señor de señores” la tierra estará sumergida nuevamente en la maldad, la violencia y la corrupción para que su llegada sea comparable a un diluvio sanador y de esa manera pueda llevarnos a la tierra prometi-da, que es la vida eterna: una vida en completa comunión con Padre, Hijo y Espíritu Santo: “»Cuando el Hijo del Hombre regrese, será como en los días de Noé. En esos días, antes del diluvio, la gente disfrutaba de ban-quetes, fiestas y casamientos, hasta el momento en que Noé entró en su barco. La gente no se daba cuenta de lo que iba a suceder hasta que llegó el diluvio y arrasó con todos. Así será cuando venga el Hijo del Hombre”. (Mateo 24:37-39) NTV

Esta es nuestra esperanza, pero como Dios nos lo ha revelado, mu-chos de sus hijos responderemos a su predicación diaria, y cuando esté aquí, los que creemos estaremos del

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lado de la familia de Noé, ya no se-remos solo ocho personas, sino to-dos los que hemos decidido creer en Jesucristo para ser salvos (Hechos 16:31)

Si usted celebra estas fiestas que nos hablan de la muerte como el paso de esta vida a otra mejor, tal como originalmente lo hacían nues-tros antepasados mexicas; que esta revelación sea lo que mueva su vida, seguros del amor de Padre, Hijo y Espíritu Santo, quien no escatima su gracia para perdonar a sus Hijos Amados, que no espera a que noso-tros decidamos bautizarnos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Él ya nos bautizó, no nada más en el diluvio y en el Mar Rojo, sino en sí mismo, y al final, nos va a bautizar con su presencia y a envolvernos en sus brazos para vivir

una pericoresis eterna. Dios ha se-pultado en el diluvio y ha dejado clavado en la cruz al hombre peca-dor, lleno de maldad, corrupción y perversidad y en la resurrección y ascensión ha emergido una nueva humanidad santa, pura y sin mancha para vivir en cuerpo, alma y espíritu la vida eterna en comunión perfecta con el Dios Todopoderoso y eterno, nuestro amoroso Padre. Que el gozo de la eternidad motive diariamente nuestra vida. ◊

Rubén Ramírez Monteclaro es pro-fesor de Educación Primaria y Secundaria y Pastor Regional de la Comunión de Gra-cia Internacional en Veracruz, México.

Viene de la pág. 3

"Él tuvo compasión de ellos y co-menzó a enseñarles muchas cosas."

Cuando empezamos a ver a los de-más desde el punto de vista de Dios, los vemos como hermanos y herma-nas en Cristo. En otras palabras, como iguales. Vemos a los demás como personas de valor. Vemos a la gente que Jesús ama y por quienes murió y vive. Vemos a la gente que Jesús ha perdonado, adoptado, re-conciliado e incluido – lo sepan o no. Vemos a muchos que están confun-didos acerca de quién es Dios, y no-sotros los amamos tal y como son. Vemos algunos que no tienen idea de que Dios es real o bueno o su Abba / Padre y actúan así, y los amamos de todos modos. Vemos algunos que

viven estilos de vida que nos asustan, o que nos oponemos personalmente, y los amamos de todos modos, por-que son hijos de Dios.

Cuando le pedimos a Dios que nos ayude a ver a los demás como él los ve , creo que nos da la capacidad de amar a las personas, independiente-mente de lo que son, lo que creen o lo que hacen. Pero deseamos que de alguna manera, de alguna manera, vamos a ver un poco de lo que Dios es a través de nuestra respuesta a ellos. Nuestra constante esperanza y oración es que Dios nos use para ayudar a que todos sepan que son amados y que están incluidos. ◊

Bendiciones, Rick

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El niño del destino

n julio pasado, el mundo entero se dio cuenta cuando el

príncipe George nació en Inglaterra. Se dice que es el ” Niño del Destino”. Su futuro se ha decidido. Es tercero en la línea de sucesión al trono británi-co y un día será rey. To-dos parecemos estar fascinado por las tradi-ciones y pompa de la realeza. Así que no es de extrañar que este niño capturó la imaginación de personas de todo el mundo. Y cada detalle de su vida continuará en las noticias en los próximos años.

Pero aquí hay algo que apuesto a que no lo habías pensado. Según la oficina de estadísticas de EE.UU., El Príncipe George fue solo uno de los cerca de 370 mil bebés nacidos ese día. La mayoría nacieron en los paí-ses más pobres del mundo. Muchos, lamentablemente, ya han muerto. Muchos más no van a sobrevivir su primer año. Los que vivan crecerán en pobreza, conociendo solamente el hambre y la miseria. Algunos tienen el infortunio de nacer en una de las zonas de guerra del mundo, y sus recuerdos de la infancia están desti-nados a estar llenos de miedo e in-certidumbre.

Eso es un hecho triste de la vida actual. Pero, gracias a Dios, esa no es toda la historia. Hace unos 2 mil años, otro rey nació – en Belén. A

diferencia del Príncipe George nació en circunstancias humildes, y sólo unas pocas personas se dieron cuen-ta de su nacimiento. Pero el naci-miento de ese bebé cambió el des-tino de todo ser humano que haya vivido. Estoy, por supuesto, hablando de Jesús. A través de su vida, muerte y resurrección, la promesa de vida eterna en una creación restaurada y renovada se pondrá a disposición de todos los seres humanos.

Para Dios, toda vida humana es preciosa – cada bebé que nace es un niño del destino. Él ama a su creación y está al tanto de todos los aspectos de la misma. Jesús nos dijo que ni siquiera un gorrión vive y muere sin que Dios sea consciente de ello. Y añadió: “No tengan miedo; ustedes valen más que muchos pajarillos”.

A través de Jesús, todo ser humano se ha convertido en un niño del des-tino. Y esa es la esencia de la buena noticia que se encuentra en el evan-gelio. ◊

E

HABLANDO DE LA VIDA Por Joseph Tkach