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;)1-- z: O{{C (I,): _ La institucionalizacion de la influencia de las aseciadones. Un atolladero de la politica de ordenacion Los intentos de regular y frenar institucionalmente la influen- cia de las asociaciones no constituyen un fenomeno nuevo en Alemania Federal, sino que, ha surgido, por ejemplo, con moti- vo del debate sobre una ley de asociaciones -basta con recor- dar aquf los proyectos y campafias que ha habido desde media- dos de los sesenta con los nombres de «Sociedad Formada», «Ac- cion Concertada», «Consejo Economico y Social» y «Nueva Cuestion Social», y que las mas de las veces no pasaron del pa- pel, pero que, en algun caso, se han llevado a efecto. Tampoco es algo especffico del orden econornico y constitucional de la Re- publica Federal el problema estructural que esta en el origen de tales propuestas e impulsos -basta con recordar aquf los deba- tes que hubo en Gran Bretafia sobre la institucionalizacion de las relaciones industriales, la legislaci6n acerca de las huelgas y I!

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La institucionalizacionde la influencia de las aseciadones.

Un atolladero de la politicade ordenacion

Los intentos de regular y frenar institucionalmente la influen­cia de las asociaciones no constituyen un fenomeno nuevo enAlemania Federal, sino que, ha surgido, por ejemplo, con moti­vo del debate sobre una ley de asociaciones -basta con recor­dar aquf los proyectos y campafias que ha habido desde media­dos de los sesenta con los nombres de «Sociedad Formada», «Ac­cion Concertada», «Consejo Economico y Social» y «NuevaCuestion Social», y que las mas de las veces no pasaron del pa­pel, pero que, en algun caso, se han llevado a efecto. Tampocoes algo especffico del orden econornico y constitucional de la Re­publica Federal el problema estructural que esta en el origen detales propuestas e impulsos -basta con recordar aquf los deba­tes que hubo en Gran Bretafia sobre la institucionalizacion delas relaciones industriales, la legislaci6n acerca de las huelgas y

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----_.-la polftica de salarios y beneficios. Yo parto, al contrario, de latesis, segun la cual, la regulaci6n y la contenci6n de los actoressociales colectivos constituyen un problema estructural perma­nente y presente en el marco de todas las estructuras capitalistasdesarrolladas. Se plantea, pues, la cuesti6n de en que consisteel rnicleo duro del problema estructural que hace que, como tra­tare de mostrar, sus intentos de soluci6n resulten, sucesivamen­te, intentos de escapar al atolladero de la politica de ordenaci6n.

Puede considerarse elcaso de la «Ley de Asociaciones» comoel ejemplo, por excelencia, de la experiencia frecuente en lasciencias sociales donde las realidades sociales se presentan a sfmismas de tal forma y se etiquetan con tales terrninos que plan­tean serios obstaculos al reconocimiento de los contextos y fun­ciones que los causan. En el caso de los partidarios de lograr unaLey de Asociaciones, son demasiado evidentes y visibles, sin em­bargo, los esfuerzos por esconderse bajo una cortina de humoverbal, como para conseguir el mas mfnimo camuflaje. El pro­yecto politico de una ley de asociaciones se presenta, como otrosplanes de innovacion de la «politica de ordenacion», rodeado dedesmentidos que empiezan pOl' el nombre mismo: los argumen­tos y anal isis hechos en apoyo de las posiciones de la CDU/CSUy del FDP que llegan a la conclusi6n de que hace falta regularpor ley la funci6n y la posici6n de las asociaciones en el sistemapolitico de Alemania Federal, dan a cntender clararnente -ypracticamente sin excepci6n- que el corse institucional que seesta urdiendo no esta pensado para «las asociaciones», ni tam­poco para los grandes inversores 0 las asociaciones patronales,como deja ver Bockenforde en su conocido estudio (1976), sinopara los sindicatos. Hay, pucs, buenas razones para que en estosse use el termino clarificador de «Ley de sindicatos»,

Tan mistificante como la denorninacion de ley de «Asociacio­nes» es la patetica referencia a pautasdemocraticas cada vez quese trata de fundamentar la necesidad- y la falta de reparos queponer a una ley de asociaciones. Las fuerzas polfticas liberales yconservadoras, que no han dernostrado ser precisamente recep­tivas ante las reivindicaciones polfticas dernocraticas radicales deltipo de «una democratizaci6n de todos los sectores sociales», 0de una «democracia participativa», planteadas des de finales de

, los afios sesenta por el movimiento estudiantil y otros movimien-

1. DEMOCRACIA INTERNA DE LAS ASOCIACIONES

tos de protesta, tratan de conferir ahora una vigencia y priori­dad casi universales a una norma de democracia -aunque re­

. cortada y entendida de una forma especifica.Para los adalides de una ley de asociaciones tiene doble im­

portancia el principio de la «dernocracia»: por un lado, una leyas! tiene que garantizar que la relaci6n entre los miembros y elaparato de las asociaciones de intereses corresponda a principiosdemocraticos; pero ha deasegurar tarnbien, por otro lado, queel mecanismo de plasmacionde la voluntad y de la ejecuci6n .dedecisiones, formado por elecciones generales, partidos, paria­mentos y gobiernos responsables ante los parlamentos, siendo elunico que corresponde a las normas constitucionales de un Es­tado dernocratico, se yea libre de presiones y distorsiones para­parlamentarias (articuladas, sobre todo, por asociaciones).

113La influencia de las asociaciones

El resultado previsible y, desde luego, buscado en ambas di­recciones es el debilitamiento.tie la organizaci6n interna 0 poli­tica de las asociaciones consideradas como necesitadas de demo­cratizacion, 0 sea, de los sindicatos. El criterio, mencionado enprime9ugar, de un fortalecimiento de la democracia interna defa aso~iaci6n significa, para quienes mantienen esa idea, el so­metimiento del aparato de funcionarios al control eficaz e inme­diato de los miembros de la asociaci6n. En el trasfondo de todoesto se encuentra invertida la teorfa de la oligarqufa de Michels: a

el ansia de poder y de status de los funcionarios les lleva a plan­tear reivindicaciones militantes y a poner en practica tactic as quevan mas alia de los lfrnites de sus atribuciones representativas ya las que se opondrfan los simples miembros dotados de sentidocormin si estuviera en su mano el hacerlo. Esta tesis conserva­dora de sociologfa sindical es, sin duda alguna, completamentedistinta de la de los socialdemocratas, Estos tienen buenas razo­nes, y facilmente entendibles, para desconfiar de la masa de losmiembros de los sindicatos considerandolos como el principalfactor problernatico potencial, mientras que, por otro lado, es­peran del cuerpo de funcionarios la disposici6n a «cooperar consentido cornun».

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nistrativo formado por personas a tiempocompleto. Exige, asi­mismo, un aparato de expertos, una diferenciaei6n y divisi6n ensecciones del complejo conjunto de los iritereses a representary, finalmente, una practica organizativa que permita sacar par­tido de las oportunidades que surgen en la pugna con los inte­reses contrarios, para 10 que ha de disponer de margenes relati­vamente amplios de negociaci6n y mantenerse a una cierta dis­tancia de los intereses ernpfricos mornentaneos de los distintosmiembros. Todo esto quiere decir, simplemente, que las gran­des organizaciones como los' sindicatos son algo distinto de lasasociaciones en las que puede decidirse ad hoc eada cuestion enlas reuniones de los miembros por medio de votaciones y ceses.l.Cual puede ser entonces la razon de que, siendo este tipo deestructura la base de todas las organizaciones de intereses de laindustria grande, mediana y pequefia, de la patronal, de los co­legios profesionales y de los sindicatos, se planteen objecionesen nombre de normas sacadas de la teoria de la demoeracia pre­cisamente (y exclusivamente) a estos ultimos?

La respuesta a esta cuestion se deduce de una segunda con­sideraci6n que ya no se refiere al contexto organizativo, sino alde la estructura de clases: en primer lugar, los sindicatos se dis­tinguen de todas las dernas organizaciones de intereses en quelos intereses representados no estan definidos de antemano-desde fuera de la organizaci6n y en cada uno de sus miern­bros-, de forma que los funcionarios no tengan mas que «re­presentarlos» competentemente, interpretarlos y traducirlos ensecuencias de objetivos parciales. En el easo de los sindicatosocurre al reyes: la organizacion precede a la definicion de los in- 'tereses. Tales intereses, entendidos como orientaciones a largoplazo del eomportamiento en un eonflieto y no sujetas a una si­tuacion concreta, se eoneretan en el caso de trabajadores asala­riados solo en el curso de un proeeso de comunicacion organiza­do, que sirve para la toma de conciencia colectiva. La raz6n deella estaen el sistema mismo del trabajo asalariado: al verse for­zado a vender su fuerza de trabajo el trabajador asalariado se en­cuentra constantemente en la situaci6n de tener que [nteresarsepor conseguir un precio alto (salario) por su fuerza de trabajo,para satisfaeer sus necesidades vitales, perc tambien, al mismotiempo, el comprador de la fuerza de trabajo debe conseguir una

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114 Partidos politicos y nuevos movimientos sociales

La posibilidad de disciplinar a los sindicatos con seguridad,por medio de una «democratizacion» interna y por controles masdirectos y estrictos del aparato por parte de los miembros ordi­narios, es la suposicion plausible de que la conciencia de los pro­pios intereses de la masa de estos esta poco consoli dada y bas­tante afectada por vacilaciones, ambivalencias, presiones sesga­das y contradicciones especificas de grupos (causadas, PQr ejern­plo, por una propaganda que aetna desde fuera), por 10 que cual­quier paso hacia una «democracia» plebiscitaria «en el interiordel sindicato» tiene que debilitarIa cohesion y la capacidad deimponerse de la organizacion. Una democratizaci6n asf entendi­da favorece las tendencias centrifugas en la organizacion y estees, precisamente , su sentido. De esta forma se resuelve la apa­rente paradoja de que las fuerzas conservadoras y liberales seanprecisamente las que empiezan a valorar tanto la democracia in­terna de los sindicatos. En el contexto de una extendida absti­nencia politica por parte de los sindicatos y en la forma preco­nizada, funciona centrffugamente y mermando la solidaridad.

Aqui parece haber un dilerna, algo molesto, detras de la ex­citaci6n aparentemente imitil con que a veces dan la impresionlos sindicatos de rechazar tales intervenciones legalizadoras ensu estructura interna. Por un lado, se dan perfectamente cuentadel efecto de debilitamiento organizativo y de merma de la soli­daridad que producen tales intervenciones. Por otro lado, no leses facil oponerse a est as intervenciones con el argumento de quela norma dernocratica tiene que subordinarse a intereses propiosde la politica organizativa, y de que favorece a los intereses delos representados la renuncia en buena medida al control sobresus representantes, es decir, al ejercicio de sus derechos departicipacion.

Sin embargo, con un analisis mas detenido, puede resolverseeste dilema, que se revela como un cepo que s610 se cierra siuno se rinde a la sugestion de unos malentendidos cuidadosa­mente dispuestos. En primer lugar, "como ha demostrado Teub­ner (1978) con todo detalle y sin dejar lugar a dudas, el desarro­llo de todas las asociaciones de intereses se caracteriza por unproceso de burocratizaci6n interne: Ia representaci6n eficaz delos intereses exige la coordinacion y la centralizacion supralocalde un gran numero de miembros por medio de un equipo adrni-

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buena ganancia, ya que de no ser asi, no le seria posible pagarpor su fucrza de trabajo en el futuro, Se encuentra, pues, en lasituacion paradojica de eompetencia con la oferta que otros ha­cen de su fuerza de trabajo, teniendo al tiempo que neutralizaresta relacion de competencia, es deeir, practicar la solidaridadcon los otros ofertantes de la fuerza de trabajo, para poder rea­lizar sus intereses respecto al salario y al ernpleo. A diferenciade los dernas participantes en los mercados de bienes 0 de tra­bajo, la fuerza de trabajo se encuentra situada de tal manera enel sistema del trabajo asalariado, que se ve constantemente en­ganada por 10 que en cada memento parece ser su interes, vien­dose forzada a cambiar de orientaci6n con cada cambio de situa­ci6n, mientras se encuentre en est ado de aislamiento y de faltade organizaci6n.

Desde esta concepci6n de los «intereses» cabe afirmar que lafuerza de trabajo aislada estaimpedida estructuralmente para de­finir una orientaci6n de su comportamiento en el conflicto socialindependiente de eada situacion, La fuerza de trabajo aislada so­lamente puede conseguir est a orientacion gracias a la mediaci6ninherente a una identidad colectiva y a su materializaci6n orga­nizativa en un sindicato. En cambio, dellado del capital siemprepuede encontrarse con bastante seguridad, por medio de un cal­culo de optimaci6n en la correspondiente entidad econornica,que interes debe establecer las pautas orientadoras de las aceio­nes y de las tomas de decisiones. Incluso en los casos en que losintercses del capital 0 los de la patronal esten asociados, es de­cir, cuando se defiendan en cormin, no hay un proceso de inter­pretaci6n cornunicativa de lin interes general. En tales asociacio­nes es tlpico que Ia «voluntad asociativa» no provenga de proce­sos politicos explicitos, como una lucha entre fracciones 0 unaargumentaci6n politica, y que los representantes de est a vol un­tad de la asociaci6n no puedan reclaman el cumplimiento decompromisos de sus miembros apelando, por ejemplo, a su so­lidaridad y disciplina. Queda practicamente incolurne el derechode cada empresa a ser dueria de su propiedad y a disponer deella. Esto resulta tambien del hecho de que el capital, adernasde su representacion de intereses de tipo asociativo, tiene a su dis­posicion la integraci6n de intereses individuales, constituidosaparte de que sean miembros de algo, a traves de fusiones eco-

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nomicas 0 de otras formas de concentracion. Por medio de unatransferencia de propiedad puede pasar una unidad de capital aser parte de otra, fundiendose con ella y forrnando una unidadde voluntad estrategica. Mientras que el capital es «sumable» eneste sentido , no pueden sumarse sin mas una con otra las fuer­zas de trabajo, ligadas necesariamente a individuos diferentes,sino que s610 pueden mediarse entre SI de modo comunicativopor medio de procesos organicos que forjan un interes,

Esta es una de las razones de que se plantee un dilema en elcampo de tensiones entre la burocracia y la democracia internaen los sindicatos, mientras que en 10 que respecta a las dernasasociaciones de intereses pueden presuponerse los intereses a re­presentar como definidos de antemano desde fuera de la orga­nizaci6n. Estas tienen, por consiguiente, unicamente que repre-.sentar intereses, mientras que los sindicatos tienen que consti­tuirlos ademas en procesos de cornunicacion colectiva. En con­traposici6n a la mayona de las .demas asociaciones de intereses,los sindicatos son mas que instrumentos organizados de la de­fensa de intereses; son ademas y al mismo tiernpo siempre loscauces de un proceso de entendimiento sobre 10 que debe asu-'

mirse como interes.La otra razon de esta diferencia estructural, que tiene tantas

consecuencias entre los sindicatos y las asociaciones de interesesdel capital, consiste en que el medio de sancion en ultima ins­tancia que toda representaci6nsindical de intereses tiene que uti­lizar 0 esgrimir como amenazavesdecir. la huelga, s610 puedeplasmarse por medio de un proceso comunicativo mediado orga­nizativamente (movilizaci6n,vota.ciones, etc.). La Cupula sindi­cal solo dispone de medios depoder para respaldar sus exigen­cias, si cuenta en ese momenta con la disposici6n a luchar parparte de sus miembros y con la capacidad de desmovilizarla. Ental sentido coinciden, a diferencia de otras asociaciones, la basey la direccion. Esta consideraci6n muestra, ademas, el perrna­nente problema de polftica organizativa, especffico de los sindi­catos: desde el punto de vista de la eficacia organizativa tienenque aceptar, como todas las dernas asociaciones, la representa­cion y administraci6n burocraticas de intereses, mientras que,por otro lado, los mismos intereses que han de ser representa­dos, s610 pueden plasmarse por metodos no burocrdticos, es de-

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2. SOBERANIA INTERNA

cir, por medio de la comunicaci6n entre los miembros y de la for­macion de su identidad colectiva. En el marco del sistema de tra­bajo asalariado, reza, por consiguiente para los sindicatos y s6lopara los sindicatos, el que, en general, hay una tensi6n irresolu­ble, inmanente al sistema, entre la democratizacion y la bu­rocratizaci6n.

Todo intento de inclinar hacia un lado esta relaci6n de ten­sion por medio de disposiciones legales y de normas organizati­vas tiende a imposibilitar la representacion sindical de intereses0, al menos, a recortarla drasticarnente. El truco de los que re­claman mas «democracia interna de la organizacion» y que de­rivan de esta exigencia la necesidad de una ley de asociaciones,consiste precisamente en que actuan como si no existiese obje­tivamente esta relacion de tension, ycomo si se debiese, de serinnegable su existencia, a la mera arrogancia de los funcionariosque tratan de escabullirse de la legitimacion y del control por me­dio de los miembros de la asociaci6n.

El argumento de la «dernocratizacion» interna de las asocia­ciones ha conseguido cierto efecto de sorpresa con el correspon­diente aumento de su fuerza de convicci6n gracias a la utiliza­cion de formas de critica que hasta ahora solfa emplear la iz­quierda socialista, tanto dentro como fuera de los sindicatos. Lomismo cabe decir del segundo argumento parcial empleado, dela necesidad de «mantener libre» el sistema dernocratico de go­bierno parlamentario protegiendolo de la influencia ilegitima deasociaciones, de la salvaguardia de la «soberania interna»: comoya ocurri6 anteriormente en la campafia iniciada por Biedenkopfcontra «las redes del poder», aqui no se ha hecho mas que darvuelta y dirigir contra los sindicatos.ies decir, contra el fantasmadel «Estado de los sindicatos», el concepto creado por los te6ri­cos del Stamokap (como, por ejemplo, Simon 1976).

Tambien consigue una aparente plausibilidad esta variantedel argumento de la dernocratizacion, desviando completamentela atenci6n de ciertas caracterfsticas estructurales de los Estadoscapitalistas desarrollados de bienestar y de intervenci6n (0 alen-

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tando fantasias reaccionarias acerca de su posible desaparici6n)en nombre de un modele liberal tradicional de las relaciones en­tre el Estado y la sociedad civil. Una de estas caracteristicas es­tructurales es, por un lado, el que desde hace mucho ya no sepuede hablar de que el canal representativo-democnitico-parla­mentario constituya el iinico y ni siquiera e1 mas importante de­terminante de las actuaciones ejecutivas estatales. Afirmar estoequivaldrfa a ignorar las relaciones objetivas de coacci6n y dechantaje que tienen una funcion determinante en las conexionesentre el aparato del Estadoy una econornia privada altamenteconcentrada e internacionalizada. Se tendria una concepci6n po­lito16gica ciertamente tradicional, pero completamente desenca­minada de la realidad de los inputs politicos, si se quisiera redu­cirlos exclusivamente a las forrnulaciones de propositos explfcitase institucionalizadas hechas en espacios parlamentarios, prepar­lamentarios y en ambitos de: los partidos, dejando de ladoIoscontactos politicos facticos que Kalecki (1971) ha agrupado den­tro del concepto de business confidence. Se distinguen estes delos canales oficiales de elaboracion de la voluntad politica maspor su invisibilidad que por su eficacia: sobre el «clima de inver­siones» no hay que debatir, votar, ni tomar decisiones -las os­cilaciones de este clima aparecen en el mercado de trabajo porellado de la demanda (y de las entradas en el erario del Estado)con una vigencia indiscutible y plantean las premisas de las de­cisiones ejecutivas ya desde el momento en que pueden ser pre­vistas por un sistema politico administrative sensibilizado a esterespecto.

En este sentido, puede afirmarse que en las democracias ca­pitalistas no nos encontramos con un nivel de conflictos, sino condos: por un lado, estan los conflictos politicos institucionaliza­dos y manifiestos, que se resuelven en el marco de la competen­cia entre partidos; pero tambien esta, por otro lado, el conflic- "to entre factores manifiestos y factores latentes de la actividad po­litica. Expresandolo con la terrninologia grafica de AlbertHirschmann (1970), de cuyos analisis dicho sea de paso ha tra­tado de apropiarse sin derecho alguno la econornfa polftica neo­conservadora: tenemos el conflicto entre la voz A y la voz 13 yal mismo tiempo el conflicto entre el «conjunto de las voces» (esdecir, la totalidad de los procesos form ales de elaboraci6n de la

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sos del peligro», es decir, indicaciones que resaltan las conse­cuencias desagradables que llevaria consigo tal 0 cual actuaci6no inhibicion. Al formular tales avisos, se limita el papel expllcitode los representantes de la asociacion ante los actores del apa­rata del gobierno y de la adrninistracion los condicionantes delexito de su actuacion «responsable», trasvasando de esta formael conocimiento de leyes no-polfticas del mercado al interior delsistema politico. '

Esta breve tipificacion de las reglas de juego seguidas por par­te del trabajo y por parte del capitalque, dicho sea de paso, seentremezclan y varian de .forma complicada en las asociacionesde intereses profesionales y de la clase media (10 que aquf nonos interesa), es quiza suficiente para confirmar mi tesis. Todointento de neutralizacion de las presiones polfticas no legitima­bles segun los criterios de la democracia parlamentaria de parti­dos, puede actuar claramente en' contra de los sindicatos que, adiferencia de las organizaciones empresariales, tienen que plas­mar su comportamiento desde la interaccion de los intereses ex­plicitos, de las exigencias y de la disposicion a luchar con las ins­tancias politico-administrativas. Tales reglamentaciones tendrianforzosamente que favorecer, en .cambio, a los intereses organi­zados que debido a sus capacidades de amenaza y potenciales depoder prepoliticos, simplemente Iacticos, no se ven obligados arecurrir a medios de presion explicita ni a canales instituciona­les, y que, en consecuencia, quedarian practicamente intocadospor toda regulaci6n imaginable de la influencia de las asociacio­nes que trate de disminuir las presiones ilegftimas.

EI reclamar una «democratizacion» orientada a unos resulta­dos tan asimetricos puede ser tachado de reaccionario, pero esdiffcil de calificar por eso mismo como poco realista. Para ana­lizar este ultimo aspecto hay que tornar un nuevo hilo de argu­mentaci6n. Al hacerlo quisiera entrar en la cuesti6n de si la pro­puesta de separar unos de otros los intereses organizados por unlado y los organos del poder del Estado por el otro, segun el mo­delo de una teorfa liberal de la democracia y de la Constitucion ,ha de considerarse realista -0 mas bien diletante y doctrinaria,teniendo en cuenta tanto las exigencias de rendimiento a queesta sometido un gobierno rnoderno , como los condicionamien­tos de su funcionamiento interno. Desde la aparicion del trabajo

de Theodor Eschenburg, Herrschaft der Verbiinde, 1955, en elque se pronuncia en favor de «una administraciou apolitica», enla que el «deber de obediencia est a en peligro de desmoronarsey ser sustituido por dependencia de grupo», de 10 que resulta latendencia a un «Estado de" favores», a un «sistema de presas» ya la «merma de la autoridad» del Estado, ha cambiado bastanteen las ciencias sociales el tratamiento te6rico de la funci6n delos intereses organizados en el interior del orden de dorninacion

estatal.Esto se refiere para empezar al reconocimiento del hecho de

que las asociaciones, como suministradores de informaciones alas que ya s610 por razories institucionales no puede tener un ac­ceso propio la adrninistracion estatal, desempefian un papel ab­solutamente insustituible parael sistema politico-administrativo.Igualmente tienen una irnportancia estrategica para la burocra­cia ministerial, ya que solo pueden averiguarse en la interacci6ncon ellas las posibles consecuencias de nuevas leyes y medidas.Las asociaciones contribuyen ademas -yen esto especialmentelas organizaciones de los trabajadores asalariados- a solucionar 'los problemas de funcionamiento del aparato de gobierno en unEstado de Bienestar y de intervenci6n, al disponer de una ciertacapacidad de comprometer a sus miembros, pudiendo en ese mar­co apaciguar las contradicciones internas y hacer aceptables paralas «bases» las decisiones del gobierno en que han participado.Finalmente desempefia --en cuarto lugar- el sistema de asocia­ciones una [uncion de descarga para el gobierno, de gran actua­lidad precisamente en condiciones de crisis y sobre el trasfondode conflictos de distribuci6nagudizados. Consiste esta descargaen pasar la decision en caso de necesidad a partidos compuestospor un pluralismo de grupos, pudiendo trasladarse a un espaciopreestatal, tanto la dinamica del conflicto, como las responsabi­lidades con el relacionadas. Este mecanisme enttll\ en funciona­miento cuando los temas por decidir implican demasiados ries­gos politicos, para que sean asumidos por su cuenta por los or­ganos de decision politica de los gobiernos; en tales casos, tien­den a trasladar el tema a sistemas de agrupaci6n con paridad degrupos, a los que se traspasan la adrninistracion, financiaci6n y,a menudo, incluso la conducci6n politica de un espacio politico.Tales -sistemas de agrupacion, en los que apunta una socializa-

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cion de la politica (nada programatica sino como recurso deemergencia), por medio de una amplia incorporacion de asocia­ciones, son el objeto de debate que esta detras de los conceptosde «corporativismo liberal» (Lehmbruch), 0 societal corporatism(Schmitter). En la Republica Federal de Alemania, los sectoresen que podria mostrarse que existen, y por que presiones impe­rativas existen, estas estrategias de descarga corporativista porparte de los organos decisorios del Estado, son la politica eco­nomica general, Ia polftica de salud publica y del mercado de tra­bajo y la politica de forrnacion profesional.

En todos estos contextos tiene evidentemente un precio ladisposicion a colaborar por parte de las organizaciones socia­les y no hay que admirarse de que tal precio suba al hacersemas urgente la necesidad de cooperacion por parte del sistemapolitico-administrative. Mientras la cooperacion se de sobre labase de la libre voluntad, solarnente estaran dispuestos a ejer­ceria quienes obtengan ventajas polfticas como grupo y no veandefraudada a largo plaza esta expectativa. Partiendo de estaidea de una prestacion con su correspondiente contrapartida,participa, por ejemplo, la DGB en la Accion Concertada (si­milar al «pacto social») de la.que , como es sabido, esperabanlos sindicatos en un principio que pudiese instrumentalizarsepara 1a promocion de sus objetivos generales sociales y de lapolitica de distribucion. Cualquier intento de regular restricti­varnente la amplitud ternatica de la representacion de intere­ses sindicales 0 de los medios institucionales de que se sirvepara ello, disminuira inevitablemente la motivacion a partici­par al menos la capacidad interna de asumir compromisos delos sindicatos, privando al poder del Estado de un potencial decooperaci6n al que realmente solo podrfan renunciar como mu­cho en una situaci6n de prosperidad sin problemas. En ese sen­tido, una ley de asociaciones que trate de arremeter contra elproblema de la «ingobernabilidad», lo.que hara es precisamen­te agudizarlo (d. Scharpf 1978). No se puede al tiempo guar­dar y comer el pastel, por ejemplo, diciendo que sf a la AccionConcertada como varita magica de la politica de ingresos, tra­tando, por otro lado, de mantenerla libre de todo elemento de«congestion por encima de la ernpresa».

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3. EL FLANCO DESCUBIERTO DE LA POLITICA

«SOCIALIZADA»

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Estas dudas en la viabilidad de propuestas que en nombre dela «soberania interna» tratan de reducir el poder de las organi­zaciones de trabajadores asalariados, no perrniten, sin embargo,en manera alguna, sacar la 'conclusion opuesta de que la renun­cia a tales regu1aciones asegure mejor la estabilidad social y eco­nornica y pueda evitar con mas seguridad que Begue una situa­cion de «ingobernabilidad», de «derrumbamiento de la sobera­nia», que 10 que probablemente se puede conseguir por mediode una institucionalizacion restrictiva de la influencia de las aso­ciaciones. Mas bien sostengo aquf la tesis de que 1a observacionconservadora sobre las incomjJatibilidades que resultan entre laparticipaclon corporativista-liberal de los intereses organizadosen el ejercicio del poder publico, por un lado, y las condicionesde estabilidad de una economla capitalista. por otro lado, tienealgo de verdad, si bien los remedies de politica de ordenacionc.oncebidos para tal problema no son .convincentes en manera al­guna, como ya se ha expuesto.-En esto precisamente consiste elatolladero de la politica de ordenaci6n, en que no es viable, nila vuelta atras hacia concepciones de la «soberania interna» deviejo corte liberal, 0 a defmiciones estatalistas del bien cornunni, por otro lado, la salida por medio de una «socializacion» prag-matica de la politica estatal,

El planteamiento hecho por el presidente Kuhn, de Renaniadel Norte-Westfalia, en la campana electoral de las elecciones alparlamento del Land en 1975,"de que, en caso de que la Demo­cracia Cristiana Begase al gobierno el Land seria «ingobernable»implica la conclusion contraria, de que en caso de que haya unavictoria electoral del Partido Socialdem6crata eso no ocurrirfa,10 cual es muy Incierto. Claro que el concepto de «ingobernabi­lidad» no pone en evidencia a quienes 10 usan, mientras no seformulen los criterios con los que medir la presencia de tan la­mentable situaci6n. En consecuencia, nos vemos forzados are­currir a argumentos te6ricos para sostener la tesis de que la al­ternativa «liberal-corporativista» de la politica de ordenaci6n,que confia sin mas en la solidez y eficacia estabilizadora de lacooperacion entre el gobierno y las asociaciones, no tiene en

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titucionalizarse por sf mismos (d. Anderson 1977). 0 bien sedebe su duraci6n, comoes el caso en todos los sistemas corpo­rativistas no liberales, a la represi6n manifiesta con la que sehace enmudecer la cuesti6n acerca de la legitimidad del proce­dimiento mismo, 0 bien a un entendimiento meramente ernpiri­co de los distintos participarites, que puede por consiguiente rom­perse en cualquier mornento y que cabe cultivar con tacticas de«persuasi6n moral», por medio de simbiosis de «redes de po­der», y por medio de mecanismos informales. Pero, sin embar­go, tales factores estabilizantes pierden su eficacia en cuanto sonvisibles para terceros, 10 que por 10 menos afecta a la capacidadde los sindicatos para comprorneter a sus miembros.

En ultima instancia, la estabilidad y la eficacia, estabilizado­ras de las formas para-parlarilentarias de participaci6n de inte­reses organizados en el poderpublico, dependeran de que se denun nivel de movilizaci6n polltica y'una tasa de crecimiento eco­n6mico que permitan a los sindicatos desempenar en el marcode instituciones cooperativas y de colaboracion social, como laAcci6n Concertada, tanto el papel de «factor de ordenacion»,como el de «contrapoder» al mismo tiempo. No parece que hayahoy ninguna seguridad de que se den las condiciones empfricasde las que depende en exclusiva el logro de este acto de equili­brio descrito por Streeck (1972).

Toda agresi6n contra la autonomfa tarifaria, contra la auto-nomia organizativa sindical y contra la representatividad de lossindicatos frente al gobierno, por parte de una politica de orde­nacion , producirfa, desde el punto de vista de la estabilidad ca­pitalista, mas dafios que beneficios; tales agresiones exacerba­nan los conflictos sociales y politicos y destruirian adernas las re­laciones de cooperaci6n, de cuyos efectos de guia y descarga de­pende tan urgentemente la actividad de los gobiernos. Pero, por{,tro lado, cada vez pueden fiarse menos los gestores en gobier­nos y partidos de la estabilidad poHtico-econ6mica de que elmantenimiento sin ningun recorte de tal autonornia y tales dere­chos de representaci6n, y el fomento de relaciones cooperativasentre gobierno y sindicatos, nos acerque de hecho al objetivobuscado. En una situaci6n de recesi6n continuada se ve con unaclaridad especial la pertinencia del problema estructural, comose puede apreciar suficientemente en las camp anas organizada's

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modo alguno mejores fundamentos que la tesis opuesta conser­vadora. Como puede apreciarse, esta tesis discrepa, tanto de laconcepci6n de la politica de ordenaci6n que ha dado, por ejern­plo, lugar a 1a «Accion Concertada» en 1a Republica Federal,como de su contrapunto aparentemente radical, segun el que yase ha realizado, 0 es perfectamente realizable, el tipo de sindi­cato «cooperative», «integrado» 0 «consolidado».

EI flanco descubierto de un tal programa liberal-corporativis­ta de estructuraci6n de la relaci6n entre el Estado y los interesesorganizados, que combina el principio de la representaci6n ciu­dadana (territorial), con el de la 'representacion funcional, con­siste en que no puede garantizarse ni la duraci6n, ni el «precio»aceptable de la relaci6n corporativista. Se perfila siempre en elhorizonte la posibilidad de desligarse, 0 la presi6n de las exigen­cias que son el pago por la renuncia a desligarse. Se afiade a estoque en principio todos los procedirnientos de representaci6n«funcional» en que se encuadran intereses organizados en la re­soluci6n de tareas publicas, care~en de un criterio de legitima­cion universalista. No se puede fundamentar el procedimientoen cuanto tal -ni tampoco por consiguiente cuestionar-, sinos610 teniendo en cuenta relaciones de poder ya definidas, resul­tados deseados y esperados y criterios pragrnaticos de convenien­cia. En el caso de los derechos politicos sobre los que se funda­mentan el principio de la representaci6n de los ciudadanos delEstado, es decir, del derecho al sufragio universal y del derechoa la creacion de partidos y a la actividad politica partidista, secuenta con una base inmune ante cualquier objecion empirica,que es la norma de la racionalidad e igualdad del valor politicode cada voluntad individual. Falta, en cambio, una base de pa­recida solidez sobre la que fundamentar el procedimiento de re­presentacion funcional. Es, pues, por asi decir, irresoluble enprincipio 16gicamente la disputa sobre: a) cuales son los intere­ses organizados con derecho a reclamar una representaci6n,b) con que peso proporcional y con que derechos de procedi­miento ha de dotarse esta representaci6n y c) a que terreno ob­jetivo han de referirse sus deliberaciones y decisiones. Un rasgocaracteristico de todos los acuerdos sobre representaci6n funcio­nal es el de institucionalizar la confusion entre los pianos de la«Constitucion» y de la «politica», es decir, el que no pueden ins-

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alrededor de lemas como «la nueva cuestion social», «ingober­nabilidad», «redes de poder», en las disputas sobre si los sindi­catos debieran continuar participando en la accion concertada,la polernica actual sobre la legalidad del cierre patronal, sobrelos «limites del Estado social» y sobre el saneamiento de las pen­siones. No cabe esperar que pueda resolverse este dilema sin unareorganizacion verdaderamente fundamental de la relacion en­tre el mercado y la politica, es decir, entre los respectivos terre­nos de validez de los mecanismos de conclusion y de voz. Loque en vez de esto cabe esperar, podrfa designarse como una se­rie de esfuerzos sucesivos y cada vez mas intensificados por li­mitar las consecuencias del dilema resultante de que las organi­zaciones de trabajadores asalariados no sean con seguridad «in­tegrables» ni de una ni de otra manera.

En conclusion, quisiera caracterizar diferenciadamente dosde estas estrategias de contencion que cumplen cierta funcion enla Republica Federal de Alemania. Ambas parten de la convic­cion de que solamente pueden coexistir y admitirse, por un ladela autonornia tarifaria y organizativa y, por otro lado, la estabi­lidad politico-economica, reduciendo el area de temas conflicti­vos cuya resoluci6n pueda forzarse recurriendo al instrumentode lucha especifico de los sindicatos, la huelga, es decir, la arne­naza de retirar organizadamente la fuerza de trabajo y el apoyopolitico. Desde un punto de vista l6gico, solo existen dos alter­nativas para conseguir esto: 0 se alcanzan acuerdos instituciona­les que hagan la huelga imposible, 0 acuerdos institucionales quela hagan innecesaria en el mayor mimero posible de ternas con­flictivos. Tienden ambas alternativas, por muy distintas que sedefinan respecto a sus consecuencias concretas politico-sociales,a recortar el terreno en que se: puede esgrimir en absoluto elarma de la huelga, es decir, a un desarme mas 0 menos ampliode las organizaciones de trabajadores asalariados. En la Repu­blica Federal de Alemania la prirnera de ambas alternativas cua­dra, mas bien, con la estrategia conservadora de la politica deordenacion, mientras que la segunda es mas propia de lasocialdemocracia. '

Tanto en este, como en otros contextos polfticos, 10 que per­sigue el proyecto conservador es imponer y dar vigencia a unaconcepcion del!bien cormin disociada, por asf decir, de los con­

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flictos ernpfricos y procesos de poder y referida inmediatamenteal «conocimiento», El conflicto, cuyo contenido se refiere a lasareas relativas de va!idez de los mecanisrnos de conclusion y devoz, ha de resolverse de acuerdo con las decisiones de instanciasque entienden 10 que es el «verdadero» bien cormin , siendo Be­gitirna y practicarnente irnposible toda objecion contra la senten­cia de tales instancias. Dosde estas instancias se plantean comofuente de tal «percepci6n de la verdad»: la competencia politico(economica) de la ciencia organizada y la jurisdicci6n (constitu­cional). La idea de fondo es evidente: cuanto mas amplio sea elespacio de ternas politicos conflictivos que pueden decidirse de­finitivamente canalizandolos cientffica y jurfdicarnente, tantomas se estrecha el espacio residual en que pueden y deben en­trar en juego los instrumentos de poder social y politico (cf. Ar­nim, 1978). Por consiguiente, la tendencia natural de una opo­sicion conservadora, consiste en orientar el curso de todos los te­mas controvertidos a traves de los canales de decision de estasinstancias que pretendidamente son capaces de reconocer la ver­dad -aunque la consecuencia sea el descredito demasiado facilde la pretensi6n de que sus sentencias esten en posesi6n de laverdad, de 10 que ultimamente se detectan sintornas indudablestanto en relacion con el Consejo de Expertos como con el Tri­bunal Constitucional y con los expertos que se ocupan de la po­litica energetica y tecnologica.

La estrategia alternativa, que propugnan mas bien los social­dernocratas en la Republica Federal de Alemania, intenta tras­ladar preventivarnente los temas conflictivos para cuya resolu­cion en cualquier otrocasopodrfa recurrirse a la huelga comomedio de lucha, a un terreno polftico en el que, por razones po-.liticas 0 legales, se excluya el empleo del arma de la huelga. Estaestrategia, que en parte se lleva adelante con la aprobaci6n ofi­cial de los sindicatos, consiste, por una parte, en llevar al ambi­to politico administrativo los ternas conflictivos que se dan en lasrelaciones industriales de trabajo asalariado y que de otra formatendrian que resolverse en el plano de las luchas sindicales, sus;trayendolos, por tanto, del alcance del arma de la huelga; crece,al tiempo, sin embargo, en la misma proporcion la !ista de loscompromisos de «politica de reforrna» que asumen y tienen quecumplir los gobiernos. Por otro lado, esta estrategia se concen-

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