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    noviembre - diciembre 2015

    SEGUNDAPOCA

    ARTCULO

    Wolfgang Streeck Por qu el euro divide a Europa?

    NUEVAS MASAS

    Zhanna Andreasyan Protestas por el precio dely Georgi Derluguian combustible en Armenia

    Daniel Finn Las guerras del agua en Irlanda

    ARTCULOS

    Paik Nak-chung El doble proyecto de la modernidad

    Fredric Jameson Una relectura de Vida y destinoClaudio Magris La novela como criptograma

    CRTICA

    Dylan Riley La propiedad guiando al pueblo?

    Emilie Bickerton Just Remember This

    Tony Wood Las vidas de Dzhugashvili

    Robin Blackburn Oro blanco, trabajadores negros

    La nueva edicin de la New Left Review en espaol se lanza desde la Secretara deEducacin Superior, Ciencia, Tecnologa e Innovacin y elInstituto de Altos Estudios Nacionales de EcuadorIAEN

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    fredric jameson

    UNA RELECTURA DE

    VIDA Y DESTINO

    Afirmar que Vida y destinoes una novela blica es retomar

    todas las viejas comparaciones con Guerra y paz, as comoconnar el gran libro de Vasili Grossman a los lmites de ungnero, predeciblemente repetitivo, por cierto: Stalingrado

    signica aqu algo ms, como intentar demostrar1. Y tampoco essatisfactorio aadirla a la creciente lista de literatura de holocausto, ungnero del que podra decirse en buena medida lo mismo, pero quees una etiqueta histricamente anacrnica para un libro escrito en ladcada de 1950. Por otro lado, el traductor al ingls ha interpretado que

    las innumerables diatribas sobre la libertad incluidas en la novela per-miten clasicar a Grossman como un disidente, olvidando la mximaestablecida por Adorno de que en una obra las ideas son su materiaprima, no su signicado, y pasando tambin por alto que este trminono emergi hasta ms tarde, en la dcada de 1960, cuando se tomprestado de las lenguas occidentales. Sera deseable, en lo posible, disol-ver estas adiciones propias de la Guerra Fra mediante la adopcin deun enfoque ms formalista de esta novela histrica acerca de los aos

    1942-1943. Por ahora, baste observar que los crematorios de Auschwitzentraron en funcionamiento en septiembre de 1941, aproximadamentetres meses despus de que los alemanes invadiesen Rusia. El gobiernosovitico fue evacuado a Kibishev en octubre de ese ao, mientras queel propio Stalin permaneca en Mosc y dorma de noche en el nivel msprofundo del metro. El ejrcito alemn, que avanzaba en busca de nue-vas fuentes de energa en los campos petrolferos del Cucaso, lleg a la

    1 Vasily Grossman, Zhizni i sudba, Lausana, 1980; Life and Fate (1985), traducida alingls e introducida por Robert Chandler, Londres, 2006 [ed. cast.: Vida y destino,Barcelona, 2007].

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    ciudad de Stalingrado, junto al Volga, el 23 de agosto de 1942. La accinde la novela tiene lugar dentro de estas tres coordenadas2.

    En contradiccin con la narrativa se erige la metfora, que es una especie

    de desnarrativizacin, y dentro de la novela como forma hay siempreuna tensin y un dilema para el novelista entre la percepcin potica yel inters narrativo y la atencin. Grossman cuadra este crculo al inser-tar alguna que otra frase poticade pasada, donde el lector podra nopercatarse en absoluto. De modo que las lpidas funerarias se erguancomo una muchedumbre de intiles viejos que dejaban a todo el mundoindiferente. Tambin el cuerpo de un soldado, tan lleno de muerteeterna, y la guerra golpe obstinadamente el refugio; o las mira-

    das pesadas y atentas de los hombres sobre Katia, la nica mujer enla Casa 6/I; y no hablemos de los paisajes: All donde se erguan losabetos, el olor a hojas muertas y maleza quedaba interrumpido por otro,el de la nota aguda y estridente de la esencia de trementina; en elsilencio, un rbol se estremeca, asustado por un sueo nocturno3. Sinembargo, estas percepciones ampliadas no son meros adornos o deco-raciones estticos; estn ah para recordarnos que todo el relato no escuestin de accin y anotacin de hechos y acontecimientos realistas,

    sino, por el contrario, la organizacin de sendas unidades perceptivas y,por ello, potencialmente poticas. Mltiples captulos breves se organi-zan en secuencias ms amplias, cada una de las cuales es una especiede pequeo mundo por derecho propio, con su ritmo y sus tonalidadespropios, su temporalidad y su lgica afectiva propias, especco y dife-rente de todos los dems. Fragmentos de virtuosismo: s, solo podemoshacerle justicia a Grossman captando de qu manera toda la novela estcompuesta por esos fragmentos entretejidos inextricablemente por laguerra y por una red de personajes unidos por la vida y el destino.

    La desafortunada misin de Liudmila Shposhnikova hasta su hijoherido, Tolia, es solo la ms distintiva de estas mnadas narrativas(Auschwitz es otra, y la Casa 6/Ide Stalingrado, otra). Ella lleva en suinterior un eterno resentimiento por la indiferencia del marido hacia

    este hijo de un matrimonio anterior, para llegar a cuyo hospital debetomar el vapor del Volga, rodeada por los abrigos de piel y las estolas de

    2 Tamara Deutscher hace un excelente anlisis de la situacin histrica en su origi-nal resea de la traduccin incluida en nlrI/163, mayo-junio de 1987.3 V. Grossman, Life and Fate, cit., pp. 136, 404, 414, 226, 143, 157 respectivamente[Vida y destino, cit., pp. 183, 533, 546, 302, 192, 211 (en adelante, los nmeros depgina de la edicin castellana se indicarn entre corchetes)].

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    piel blanca de las esposas de burcratas importantes. Tolia, un mucha-cho agradable, querido por las enfermeras y el personal, muere despusde someterse a la tercera operacin, antes de que llegue su madre. Elhospital no est preparado para esta porada y formidable mujer, que

    no malgasta su tiempo, sin embargo, en recriminaciones, sino que seabandona al delirio de su propio dolor yaciendo toda la noche sobre latumba del hijo. Este extenso episodio es a un tiempo lugar de encuen -tro de toda una serie de personajes agudamente individualizados, y laprolongada, subjetiva y bien tejida pesadilla surrealista de una sola pro-tagonista central.

    A veces, de hecho, esta forma de enclave se reduce temporalmente a un

    presente por completo autosuciente: no el presente sin futuro de lascmaras de gas, o el vaco de la espera, el miedo, el aislamiento y la incer-tidumbre, sino un presente completo, una temporalidad completa de labatalla en s, en la que todo en el mundo, la materialidad y la fuerza, tupropio cuerpo, se contrae en una intensidad que verdaderamente va msall del tiempo, en la medida en la que no tienes ni idea de cunto dura, silas palabras breves y las largas tienen ya signicado alguno. Pero esto ocu-rre por alternancia, no mediante una intensicacin misteriosa o mstica:

    Hay una sensacin que los participantes en un combate pierden casi porcompleto: la sensacin del tiempo. La chica que ha bailado hasta la madru-gada en una esta de n de ao no puede decir cul ha sido su sensacindel tiempo, si ha sido larga o, por el contrario, corta []. La noche del baileestar llena de acontecimientos efmeros: miradas, fragmentos de msica,sonrisas, roces, y cada uno de ellos pasar tan rpido que no dejar en lamente de la chica la sensacin de duracin en el tiempo. Sin embargo, lasuma de estos breves acontecimientos engendra la sensacin de un largointervalo de tiempo que parece abarcar toda la felicidad de la vida humana

    []. Ms complejo es el proceso de deformacin del tiempo referente a lapercepcin de la brevedad del mismo y de su duracin que se da en elhombre que vive un combate. All las cosas van ms lejos, all son inclusolas primeras sensaciones individuales las que se ven deformadas, alteradas.Durante el combate los segundos se dilatan, pero las horas se aplastan. Lasensacin de larga duracin se relaciona con acontecimientos fulminan-tes: el silbido de los proyectiles y las bombas areas, las llamaradas de losdisparos y las explosiones. La sensacin de brevedad se correlaciona conacontecimientos prolongados: cruzar un campo arado bajo el fuego, arras-trarse de una guarida a otra. En cuanto al combate cuerpo a cuerpo, ese

    tiene lugar fuera del tiempo4.

    4Ibid., p. 32 [pp. 51-52].

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    Pero esta indescriptible especicidad dialctica del combate es solo unode los tonos bsicos especcos con los que Grossman debe dotar a cadauno de sus enclaves narrativos.

    Es esta inseparabilidad de lo objetivo y lo subjetivo lo que debemosadmirar en Grossman, la extraordinaria habilidad con la que una redde personalidades plenamente realizadas est dotada de la unidad delafecto lo que Heidegger podra haber denominado Stimmung, quees al mismo tiempo mmesis de una accin. Deseara insistir en queencontramos el mismo dominio formal en las largas discusiones pol-ticas o cientcas, que pueden parecer sendas pginas de una comnnovela de ideas, hasta que apreciamos en qu medida el momento de

    torpeza, el error poltico, la mencin embarazosa de un tema o un perso-naje prohibidos, transforma toda la conversacin en un acontecimientopor derecho propio, un todo o una imitacin de una accin completa,como podra haber dicho Aristteles.

    Las nociones de realismo y movimiento moderno no son especialmentetiles aqu; y tampoco la consideracin lukcsiana de la novela histricay su hroe corriente y testigo parece especialmente pertinente, por

    la sencilla razn de que no hay guras de la historia mundial en ladistancia, a pesar de que tanto Stalin como Hitler hacen su aparicin.Lo que acecha como presencia ausente central es el destino en s, lafuerza misteriosa que lo gobierna todo y a todo: a veces llamado lavoluntad de Stalin, sin ninguna referencia especialmente personal. Adiferencia de esa totalidad ausente, respecto a esa necesidad que todolo abarca, deben interpretarse las digresiones del autor sobre la liber-tad. La edicin en rstica de la traduccin al ingls, editada en 1987,incluye un obsceno elogio de The Wall Street Journal,al efecto de queleer el libro es alcanzar cierta percepcin de lo que se siente al no serlibre. A lo que bien podra aadirse que Grossman no muestra interspor el sistema de libre mercado ni por Occidente en general; la mayorade sus personajes son viejos bolcheviques y, por paradjico que puedasonar, lo que mantiene su novela como un relato unicado es tambinlo que mantiene unida la Unin Sovitica en este periodo, la falta delibertad que le permiti, con muchas probabilidades en contra, derrotara la Wehrmacht de Hitler y ganar la Segunda Guerra Mundial.

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    Nuevos tipos de colectividad

    Permtaseme seguir desarrollando esta escandalosa paradoja, hasta quese convierta en la dialctica en s. Lo que est aqu ms drsticamente

    representado como la prdida de libertad son, con seguridad, las esce-nas de prisin: los campos de concentracin, el Gulag, la Lubianka;pero tambin la propia Stalingrado, que signica encarcelamiento paraambas partes, un asedio mutuo, hasta el movimiento de pinza nal delos tanques rusos que sellan el destino del ejrcito alemn. Pero estoslugares y emplazamientos histricos se reproducen despus en diver-sas formas y tamaos. De ese modo Stalingrado es ejemplarizada enminiatura en la legendaria Casa 6/I, en la que unos cuantos soldados

    soviticos se encuentran aislados del resto de un ejrcito con el que estnconectados solo por un tnel. Aqu estamos, por as decirlo, fuera de lasociedad ocial, y en un nuevo tipo de colectividad informal que puedeo no ser la autntica. No le encuentro ni pies ni cabeza a lo que estpasando all dice uno de los visitantes. Todos temen a ese Grkov, perol los trata de igual a igual; duermen hacinados, y l en medio de ellos, letutean y le llaman Vania. Disclpeme por lo que voy a decirle, camaradacomandante, pero aquello parece ms la Comuna de Pars que una uni-

    dad militar5

    . Otra visita efectuada por uno de los protagonistas clave, elcomisario Krmov, un viejo bolchevique y primer marido de Zhenia, lahermana de Liudmila, acaba mal: los habitantes de la casa 6/ Ino apre-cian los sinceros discursos de Krmov sobre el socialismo y el signicadode Stalingrado, al tiempo que l no aprecia la fraternidad informal delos soldados ni el misterio de la autoridad personal de Grkov, que lossocilogos no dudaran en denominar carisma sin entenderla en lo msmnimo. Grossman transmite ms adelante las estremecedoras contin-gencias de la guerra comentando de pasada la eliminacin nal de esteenclave por los alemanes.

    Pero parte del mismo encierro se evidencia en Kibishev, adonde hasido evacuado el gobierno:

    La ciudad se haba convertido temporalmente en la capital, refugio delMosc evacuado, con su cuerpo diplomtico, el ballet del Teatro Bolshi,sus escritores clebres, sus productores moscovitas y sus periodistas

    extranjeros.

    5Ibid., p. 224 [p. 299].

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    Todos estos miles de moscovitas vivan en cuchitriles, habitaciones dehotel, residencias, y seguan con sus actividades habituales: los secretariosde Estado, los jefes del gabinete, los directores administrativos daban rde-nes a sus subordinados y dirigan la economa del pas; los embajadoresextraordinarios y plenipotenciarios se desplazaban en coches lujosos a las

    recepciones con los altos cargos de la poltica exterior sovitica; Ulnova,Lmeshev, Mijilov entretenan al pblico del ballet y la pera; el seorShapiro, el representante de la agencia United Press, formulaba preguntasinsidiosas a Solomn Abrmovich Lozovski, el responsable de la Ocinade Informacin Sovitica, durante las conferencias de prensa; los escrito-res escriban noticias para radios y peridicos soviticos y extranjeros; losperiodistas se desplazaban a los hospitales para obtener nuevas con las queescribir reportajes sobre la guerra.

    Pero la vida de los moscovitas all era totalmente diferente [], los direc-tores de los grandes peridicos soviticos reciban a sus invitados en mesasdonde, despus de las horas de trabajo, los nios preparaban sus leccionesy las mujeres cosan. En esta mezcla de aparato estatal y bohemia de la eva-cuacin haba algo atractivo6.

    Aqu, esa cosa annima llamada el gobierno no exactamente el Estado,como veremos se ha convertido en una heterognea poblacin de indi-viduos de toda clase, poco distinta socialmente, en ese aspecto, de losgrupos heterogneos al principio encerrados en sus guetos y despus

    conducidos como ganado en los trenes. En cuanto a su estructura, ambosconjuntos de evacuados son similares: ambos reunidos por una fuerzaexterna, pero mientras que uno se dirige a un destino indescriptible,el otro le parece a Zhenia de algn modo liberado de las restriccionesde la sociedad ocial. Solo mediante una percepcin de la ambivalenciafundamental de la dialctica logramos captar esta dualidad, situada en elcentro mismo de la forma de la novela.

    Pero articular este rasgo de la dialctica, que es en muchos aspectos suesencia misma, es un proceso delicado, que conrmar para los ene-migos de dicha dialctica la sensacin de que es fundamentalmenteinmoral; es cierto que va ms all del bien y del mal, en la medidaen que este constituye muy precisamente una de las oposiciones fun-damentales que arma trascender y superar, situando en el proceso aesos mismos crticos en el espacio de una dogmtica puramente mora -lizante o tica. Porque no es solo en el mbito lgico donde la dialcticaarma trascender la ley de no contradiccin: en la historia, en la pol-tica, tambin en la tica, su punto de vista impersonal y dolorosamente

    6Ibid., p. 105 [pp. 144-145].

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    Vida y destino93

    indiferente mantiene una identidad de bien y mal, que puede quiz dra-matizarse mejor al inicio del Manifesto comunista, en el que Marx armasimultneamente la extraordinaria productividad del capital y su ilimi-tado poder de dao y perjuicio. Este argumento no debe interpretarse en

    el sentido de que el capital consigue algunas cosas buenas y tiene otrascaractersticas que son destructivas: por el contrario, plantea la identi-dad del bien y el mal simultneamente, dentro de un solo fenmeno.Esa identidad parecera, con suerte, menos escandalosa examinada enel contexto de los fenmenos formales; aun as, quiero resaltar aqu lanecesidad de una perspectiva dialctica, para impedir la conclusin deque la novela de Grossman hace equivaler socialismo y totalitarismo.Es esta una cuestin de forma y, sobre todo, de la forma de la totali -

    dad, de las condiciones sociales previas para la coherencia narrativa y, enltima medida, de la relacin paradjica entre las dos categoras funda -mentales de encierro y colectividad que presiden Vida y destinoy que sepresuponen mutuamente, sin importar lo desagradables que pudieranparecerles a los lectores de una prspera sociedad burguesa occidental.

    Podemos seguir este hilo con ayuda de otro anlogo en miniatura, pre-sente en una gran cantidad de pelculas de guerra: es la cocina colectiva,

    omnipresente en esos espacios atestados:A Yevguenia Nikolyevna le resultaba extrao, despus de Stalingrado,compartir una pequea habitacin tranquila con una viejecita que nodejaba de asombrarse de cmo una nia con dos trenzas se haba conver-tido en una mujer adulta.

    Jenny Guenrjovna viva en un cuartucho sombro que en un tiempohaba estado destinado al servicio en aquel enorme piso que haba perte-necido a unos comerciantes. Ahora en cada habitacin viva una familia, ycada habitacin estaba dividida con ayuda de biombos, cortinas, alfombras,

    respaldos de sofs en rincones y esquinas, donde se dorma, coma, recibaa invitados, y donde la enfermera pona inyecciones a un anciano paraltico

    Por la noche la cocina zumbaba con las voces de los inquilinos.A Yevguenia Nikolyevna le gustaba aquella cocina con las bvedas lle-

    nas de holln y el fuego rojo negro de los hornillos de petrleo. Entre lalencera que se secaba en los cordeles se oa el alboroto de los inquilinosen batas, chaquetones guateados, guerreras. Los cuchillos resplandecan.Las mujeres que estaban lavando arrodilladas ante las tinas y los barreoslevantaban nubes de vapor. La amplia cocina nunca se encenda y sus ladosrecubiertos de azulejos blanquecan fros como laderas nevadas de un vol -

    cn hace tiempo extinguido.En el apartamento viva la familia de un estibador que haba partido para el

    frente, un gineclogo, un ingeniero de una fbrica de armamento, una madresoltera que trabajaba como cajera en una tienda, la viuda de un peluquero cado

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    en el frente, el administrador de una ocina de correos y, en la habitacin msgrande, la antigua sala de estar, viva el director de una policlnica.

    El apartamento era espacioso, como una ciudad, e incluso tena a suloco, un viejecito silencioso con ojos de cachorro manso y amable7.

    Esa promiscuidad puede ser atractiva (A Yevguenia Nikolyevna [espintora] le entraban ganas de retratar no tanto los objetos y los habitan-tes de la casa como el sentimiento que suscitaban en ella), pero unospocos ejemplos de mezquindad, resentimiento y pequea crueldad bas-tan para poner tambin de maniesto su lado ineludiblemente negativo.

    Conversaciones

    Este encarcelamiento, esta existencia de enclave, no necesita ser meramenteespacial, sin embargo: no es el de la conversacin en s un ejemplo de unaforma muy similar? Y as una palabra indolente emitida de pasada (podrahacer referencia a un rumor sobre la captura de Ykov, el hijo mayor deStalin, por los alemanes, o el comentario ambiguo sobre la supuesta aso-ciacin de Krmov con toda clase de trotskistas y bujarinistas8) revela derepente los lmites de la conversacin incluso entre amigos:

    Hablaba de manera sencilla, sin rebozo, lo haca con tanta naturalidadcomo lo habra hecho el director de una fbrica de gneros de punto o elprofesor de una escuela tcnica. Pero todos comprendan que esta senci-llez y libertad solo eran aparentes; Maschuk saba mejor que nadie de quse poda hablar y de qu no se deba hablar [], era consciente de la pro-fundidad oculta bajo la supercie de una conversacin viva y animada [].Nikoli Terntievich saba que aquel incidente trivial, fuera de tono, seraolvidado, pero tambin saba que no lo sera del todo9.

    Pero es tambin agradable informar de que la autocensura o los lmitesa la libertad de expresin esencia de las denuncias occidentales detotalitarismo pueden tambin convocar recursos inesperados de inven-tiva e ingenio, como cuando un comisario, tambin judo, enfrentadoa un ataque antisemita contra un miembro del regimiento, convierte elantisemitismo en una correccin antinacionalista de la propia vctima(Me sorprende encontrar la mentalidad del shtetl en un miembro delKomsomol):

    7 Ibid., p. 100 [pp. 137-138].8Ibid., pp. 107-108, 106 [pp. 127, 126], respectivamente.9Ibid., p. 90 [pp. 126, 128].

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    [Berman] acababa de pronunciar unas palabras que ejercan, inevitable-mente, cierto poder hipntico sobre los hombres. Todos comprendan queSolomatin quera ofender a Korol y lo haba logrado, pero Berman explicabaconvencido que Korol no se haba liberado de los prejuicios nacionalistasy que su conducta manifestaba desprecio respecto a la amistad entre los

    pueblos. Korol no deba olvidar que eran precisamente los fascistas los quese servan de prejuicios nacionalistas []. Todos se movieron y se acomoda-ron mejor en sus asientos al percatarse de que el asunto haba concluido10.

    Pero el antisemitismo no siempre es tan fcil de desviar. Al igual que laslneas ineludibles pero invisibles que unen a toda una poblacin en unasituacin de asedio proyectan inevitablemente la traicin y la suspicaciacomo lado negativo de la solidaridad forzosa, as tambin una posibili-dad permanente de antisemitismo impregna las relaciones sociales deesta sociedad: olvidado, pero no del todo

    ste es el drama del marido de Liudmila (y cuado de Zhenia), el fsicojudo Vktor Shtrum, que de repente hace un descubrimiento funda-mental en su exilio en Kazn. La evacuacin de su instituto produceotra situacin de enclave, en la que presumiblemente es la ener-ga atmica la que est en juego. Los cambios de humor de Vktor seencuentran entre los efectos ms vvidos de las anotaciones psicolgicas

    de Grossman, provocando el distanciamiento de Liudmila por su indi-ferencia al destino del hijo de sta, y del lector, por su autocompasion ynarcisismo. El instituto vuelve a Mosc tras la victoria en Stalingrado, yen la cumbre de su triunfo personal Vktor empieza a percibir traiciny hostilidad, a travs del desprecio a la llamada ciencia occidental, esdecir, a la ciencia juda, la ciencia de Einstein. Un duro periodo dedepresin y aislamiento es interrumpido, sin embargo, por una llamadatelefnica: Buenos das, camarada Shtrum. La conocida voz le pre-

    gunta con amabilidad por las condiciones de trabajo de su laboratorio ypor sus necesidades de investigacin. Y enseguida concluye: Le deseoxito en el trabajo11. Pero esta crucial llamada, con el cambio de fortunaque garantiza, tiene la indeseada consecuencia de que a Vktor le pidenque rme una denuncia contra uno de sus compaeros: haz como tehan hecho a ti. Su angustiada aquiescencia escasamente le garantiza elfuturo, porque el lector sabe que el Complot de los Mdicos acecha en elhorizonte, al nal de la guerra.

    10Ibid., p. 153 [pp. 205, 206].11Ibid., p. 746 [p. 970].

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    La voluntad de Stalin

    Este es el momento de hablar de la voluntad de Stalin y la impor-tancia central del Estado. Krmov, detenido despus de su misin en

    Stalingrado, es bien consciente, como viejo bolchevique, comunista deprimera generacin, del nuevo tipo de funcionarios del Partido, sustitu-tos de los miembros liquidados, destituidos o arrinconados en 1937. Eragente con una mentalidad diferente. Lean otros libros y los lean de otramanera; para ser ms exactos, los trabajaban con esmero []. Krmovcomprenda que los nuevos y los viejos cuadros del Partido formabanuna gran comunidad de ideas e intereses, que no poda haber diferen-cias, sino solo anidad, unin. Sin embargo, aquello no le impeda

    experimentar cierto sentimiento de superioridad respecto a los nuevoshombres, la superioridad del bolchevique leninista []. Krmov no sehaba percatado del sutil cambio, pero ahora la seguridad del juez ins-tructor era la propia de un verdadero comunista12.

    Siempre recorriendo la obra, al igual que la realidad histrica, se encuen-tra la tensin entre ociales y comisarios, esa incmoda separacin depoderes heredada de la Revolucin Francesa y que expresa la suspicacia

    de los revolucionarios hacia los expertos: de hecho, el propio Krmoves comisario poltico, y hemos visto esta tensin en el otro sentido, enla hostilidad de los combatientes reales de la Casa 6/Ienfrentados a suintrusin. Pero ahora l mismo es blanco de un nuevo tipo de comisario,los annimos nuevos hombres jvenes de 1937 que han sustituido alos camaradas revolucionarios que Stalin comenzaba entonces a liquidarsistemticamente.

    Pero no debemos llamarlos exactamente una nueva burocracia, porqueno administran ms que terror; al igual que no debemos, en esta novela,sustituir por las explicaciones psicolgicas de Stalin (su paranoia, suansia de poder, etctera) lo que en mi opinin es el parecer ms profundode Grossman, que una y otra vez detecta el funcionamiento en todoslos personajes de una fuerza misteriosa, que tira de ellos y los conducecontra su propia voluntad. Pero esta fuerza, a veces llamada tambinpor los rusos la voluntad de Stalin, no es personal, es el Estado pro-piamente dicho. Stalin! El gran Stalin! Es probable que tuviera una

    voluntad de hierro, pero era ms dbil de carcter que cualquiera. Unesclavo del tiempo y de las circunstancias, resignado y humilde servidor

    12Ibid., p. 761 [pp. 986-987].

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    Vida y destino97

    del da de hoy que abre de par en par la puerta de los tiempos nuevos13.Esta omnipresencia en Vida y destino del misterioso nuevo poder del

    Estado en s es el secreto del parecer manifestado por Grossman de queexiste cierta convergencia entre Stalin y Hitler, este ltimo entrevisto

    solo una vez, en un solitario paseo por una naturaleza que lo descon -cierta y lo atemoriza. Lo que ambos representan como guras alegricasno es el totalitarismo de la ideologa liberal de la Guerra Fra, sino, porel contrario, la emergencia histrica de un nuevo Estado industrial todo-poderoso; Grossman no es ni trotskista ni disidente, sino anarquista, yes una ofensa tanto esttica como poltica encuadrarlo en el anticomu-

    nismo del mundo libre.

    La omnipresente palabra libertad caracteriza algo, de igual modo, mscomplejo que la usual retrica antiestalinista, algo de hecho un pocoms cercano a Tolsti (y a su maestro Stendhal), una psicologa en laque la personalidad ms profunda, ms verdaderamente humana, essumergida y reprimida por los efectos insensibilizadores del Estado. EnTolsti esta represin es la de la sociedad y su sociabilidad articial, dela que solo los campesinos, en su proximidad a la tierra, estn exen-tos. Aqu, sin embargo, una presin ms invisible e irrepresentable solo

    ser detectada indirectamente, en su nuevo despertar. En el pasado, lapropia revolucin se recuerda como una inmensa explosin de vitalidadhumana, que es despus domada y superada por la obediencia; una obe-diencia que nos habla de una nueva fuerza terrible que triunf sobrelos hombres. La extrema violencia de los sistemas totalitarios demostrser capaz de paralizar el espritu humano en continentes enteros14.

    Es una doctrina de autenticidad, pero diferente de la doctrina de losverdaderos sentimientos planteada por Stendhal, o de la oposicin queTolsti establece entre lo articial y lo natural: ms cercana quiz anociones sartreanas modernas de una libertad dormida e inconsciente,sobre todo en este sentido, de que es necesario atravesar y destruir congran dicultad las capas de inautenticidad.

    Cambios particulares [Grossman habla del ejrcito alemn] tomaban formaen la mente y los corazones de los alemanes, hasta entonces embrujados yfascinados por el poder inhumano del Estado nacional. Esos cambios tenan

    lugar en el subsuelo de la vida humana y por ese motivo los soldados nisiquiera se daban cuenta. Era difcil advertir ese proceso, del mismo modo

    13 Ibid., p. 826 [p. 1068].14Ibid., p. 198 [p. 262].

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    que es difcil percibir el trabajo del tiempo. Los tormentos del hambre, losmiedos nocturnos, la sensacin de la desgracia que se avecinaba comen-zaron a liberar, lenta y gradualmente, la libertad en los hombres; estos sehumanizaban y en ellos triunfaba la vida sobre la negacin de la vida15.

    Humanizarse: este es el amargo secreto de la visin de Grossman.Porque no solo es profundamente ambiguo: los ociales de Paulusrecuperan sus idiosincrasias y sus caractersticas personales y egosmosdespus de la rendicin: Se haban humanizado, pero de manera desa-gradable16. El proceso signica tambin inevitablemente sufrimiento,es solo el sufrimiento lo que devuelve una dolorosa vida a las extremida-des entumecidas, el que permite a los paralizados por el sofocante poderdel Estado revivir, rehumanizarse. Esta conviccin fue claramente la

    experiencia de Grossman con la gente en ese periodo no es un vestigiode una nocin de redencin tradicional. Es mucho ms mdica y tera -putica; y el remedio muy trgico es la propia guerra. Es el tormentode la guerra en ambos bandos el que hace que la supercie de una socie-dad articial y burocrtica empiece a resquebrajarse, y que se libere laautenticidad de estas personas, sus agonas personales y los verdaderossentimientos que radican bajo sus ambiciones, su obediencia, sus cobar-das, su temor y asentimiento al Estado.

    Guerra convertida en forma

    Hasta aqu la visin que Grossman tena de la historia, y de la mayor gue-rra que la historia ha visto. Pero necesitamos tambin ser analticos contodo esto, e implacablemente formalistas: porque las cuestiones intere-santes no solo hacen referencia al contenido del libro, o al inmenso talentode Grossman; quieren sondear la materia de la posibilidad histrica y

    hacerse cierta idea de cmo un libro como este pudo haberse escrito, paraempezar. Y la respuesta es la misma, por supuesto: es la guerra; pero esla guerra vista ahora desde un ngulo peculiar y quiz incluso desagrada-blemente inhumano. Porque solo el contenido ofrece la posibilidad de laforma; los escritores occidentales no podan escribir as, no por falta detalento propio; y tampoco Tolsti alcanz esta totalidad narrativa, a pesarde lo extraordinario que fue en otros muchos aspectos.

    15Ibid., p. 715 [p. 931].16Ibid., p. 785 [p. 1016].

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    jameson:

    Vida y destino99

    Observemos de nuevo la cocina comunitaria, y las unidades neoclsi-cas del siglo xvii. La propia realidad debe comprimirse, y encogerseincmodamente sobre s misma, viviendo sobre s misma, para queexistan unas verdaderas relaciones: nuestros propios parques y nuestras

    cmaras de vigilancia, las comunidades cerradas de los ricos aisladossolo nos dan un puado de individuos separados, a distancia inclusode s mismos. El mundo burgus nos da familias en pisos y coches, enintermitente yuxtaposicin; incluso sus guerras poco ms son que vaca-ciones mortales. En la guerra sovitica, sin embargo, superponiendola implacable red de relaciones econmicas socialistas a aquella, redo-blada, del esfuerzo blico, y de ese macrocosmos al microcosmos de lapropia Stalingrado, el otro es omnipresente; no hay intimidad, mucho

    menos soledad, y todos estn atados por las ligaduras del cotilleo tcito,la traicin y la propia Causa, sin excluir las alegres energas y el orgullopor los logros de dicha Causa. Es solo esta materia prima humana laque permite las nuevas unidades, no meramente de la trama, sino dela totalidad: la totalidad de las relaciones, la totalidad de una naturalezasocial encerrada en s misma, la totalidad de la narracin y de la novelacomo forma. Si todos estn relacionados aqu, en el sentido ms banalde parentesco y matrimonio, de soldados y ociales, de pueblo y vozhd

    [lder], no hay nada que nos sorprenda o nos haga sentir incmodos conel entrecruzamiento arbitrario o la casualidad innecesaria y contingente,con adiciones improbables o soluciones o coincidencias increbles; todoes coherente, desde Polonia a los Urales, es todo una nica experiencia,sublime o repulsiva, una condena o una liberacin fortuita, la vida y eldestino, el dios de Spinoza.

    Como todas las poblaciones que sobreviven hasta el nal de la guerra,ya fuesen del Eje o de los Aliados, con o sin cartillas de racionamiento ypermisos de residencia, y solo gradualmente dispuestas a abandonar sushbitos de obediencia, aunque solo sea para buscar comida, estas perso-nas conocen un momento histrico de esperanza colectiva, rpidamentefrustrado. La liberacin de Pars, el Reino Unido laborista, la emergenciade los partisanos en toda Europa, el ejrcito de la Octava Ruta, la vueltaa casa de muchos tipos distintos de soldados, aqu Stalingrado signicaalgo parecido:

    En las ruinas de la ciudad quedaban al descubierto, como por estratos, trestipos de vida: la preguerra, el periodo de la batalla y el tiempo actual, enque la vida buscaba retomar su rumbo pacco. La casa que una vez habaalbergado una tintorera y un pequeo taller de arreglos de ropa tena las

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    ventanas tapiadas con ladrillos, y durante los combates, a travs de las aspi-lleras practicadas en las paredes, haban hecho fuego las ametralladoras deuna divisin de granaderos alemana. Ahora, a travs de las mismas aspille-ras, se distribua el pan a las mujeres que hacan cola []. Y eso de ah, ques? pregunt ella indicando una amplia pared ennegrecida por las llamas,

    donde se abran los ojos desencajados de las ventanas. Ocinas varias. Lo mejor sera que fueran para la gente. Y antes qu haba? Antes aqu estaba instalado Paulus. Aqu es donde le cogieron. Y antes de eso? No lo reconoce? Los grandes almacenes17.

    Pero aqu, la breve euforia del nal de la guerra es el n de una tarea,una tarea sobrehumana que absorbe el aliento y las horas de vigilia de

    todos en todos los bandos. Ahora ya no hay nada que hacer ms quesobrevivir; y la inmensa totalidad social histrica de la guerra empieza avacilar y disolverse. Es lgico que la novela se disuelva con ella.

    17Ibid., pp. 842-843 [p. 1089].