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ONÍRICA Una exploración por el mundo de los sueños Ricardo Ferreira

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ONÍRICAUna exploración por

el mundo de los sueños

Ricardo Ferreira

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Sueños y literatura

“Somos del mismo

material del que se tejen

los sueños, nuestra

pequeña vida está

rodeada de sueños”.

De La tempestad de William Shakespeare

William Shakespeare (1564-1616). Detalle del

grabado de cobre por Martin Droeshout (1623).

Los sueños en el idioma inglés

William Shakespeare

En la Inglaterra isabelina del siglo XVI, la luz artificial era costosa y difícil de mantener y renovar. El campesino y el pobre de la ciudad limitaban sus actividades a los momen-tos de luz solar y las noches invernales se les hacían largas y tediosas. Para muchos, la oscuridad era un receptáculo de miedo, un tiempo desaconsejable donde mandaban los cri-

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minales y los relatos de magos, duendes y fuerzas oscuras.

En esos tiempos, las horas dedicadas al reposo nocturno ocupaban gran parte de la vida, y la ausencia de despertadores hacía que las personas recordaran con mayor faci-lidad los sueños que habían tenido durante la noche.

Por lo tanto, la literatura inglesa de la épo-ca es prolífica en el tema de los sueños y Shakespeare no fue una excepción a la regla. Autor dramático, quizás el más grande de todo el universo literario, abordó como nin-gún otro los defectos, las virtudes y las pasio-nes humanas, los celos, el amor, el odio, la avaricia, la obsecuencia, el honor y la traición. El genio de Shakespeare radica en su capaci-dad para atrapar un material temático tosco, en bruto y despulido, y transformarlo gracias a la alquimia de su mente en el oro que enri-quece la literatura a través de los siglos. Es por eso por lo que su obra tiene vigencia eterna y se la representa permanentemente.

Macbeth. Esta obra del Bardo de Avon muestra la tragedia de la ambición, que va cre-ciendo hasta alcanzar proporciones épicas.

Macbeth y Banco (Banquo) son genera-les de Duncan, rey de Escocia. Volviendo de una victoriosa campaña contra los re-beldes, encuentran en una llanura a tres brujas que profetizan que Macbeth será thane (título nobiliario escocés semejante a “barón”). Tentado por el cumplimiento parcial de la profecía y por su ambiciosa e inescrupulosa esposa, lady Macbeth, que excita en él la ambición, Macbeth asesina a Duncan, hospedado en su castillo mientras

duerme y el tema del sueño forma parte de la trama.

La escena muestra la indecisión de Macbeth, pero su esposa lo acicatea tildándolo de cobar-de y le muestra que ha urdido todo un plan para eliminar a Duncan:

Macbeth. –¿Y si fracasáramos…?

Lady Macbeth. –¡Nosotros fracasar…! Apre-

tad solamente los tornillos de vuestro va-

lor hasta su punto firme y no fracasaremos.

Cuando Duncan esté dormido, sujetaré con

el vino y la orgía a sus dos chambelanes, de

tal modo que la memoria, ese centinela del

cerebro, no será en ellos más que humo y

el receptáculo de su corazón un simple

alambique. Cuando saturados de bebida,

caigan en un sueño de puercos, semejante

a la muerte, ¿qué no podemos llevar a cabo

vos y yo con el indefenso Duncan?

En el acto segundo, después de asesinar a Duncan, Macbeth exclama:

Me pareció oír una voz que gritaba: ‘¡No

dormirás más…! Macbeth ha asesinado

el sueño’. El inocente sueño, el sueño que

entreteje la enmarañada seda floja de los

cuidados… ¡El sueño, muerte de la vida de

cada día, baño reparador del duro trabajo,

bálsamo de las almas heridas, segundo ser-

vicio en la mesa de la gran naturaleza, prin-

cipal alimento del festín de la vida!

En estos segmentos de la obra, se desta-can dos aspectos. Por un lado, la expresión magistral de Shakespeare sobre la memoria, a la que define como “centinela del cerebro”.

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Sueños y literatura

Por otro lado, viene una descripción admira-ble del sueño en forma de oda elogiosa carga-da de virtudes, que resalta la condena que cae sobre Macbeth y su mujer: a partir del crimen cometido, no serán capaces de volver a dor-mir. “¡Macbeth ha asesinado el sueño!” es una de las frases más famosas de esta tragedia.

Hamlet. Esta obra, cumbre de la historia del teatro, se centra en el personaje Hamlet, prínci-pe de Dinamarca. Mientras caminaba por las almenas del castillo de Elsinore, Hamlet se en-frenta con su padre, que surge como un espec-tro nocturno y le informa que no murió de muerte natural, sino que fue asesinado por su hermano, quien le robó el trono y a su esposa, es decir, la madre de Hamlet. A partir de enton-ces, el príncipe arde en deseos de venganza y, para probar lo que el fantasma le relató, contra-ta a un grupo teatral al cual le hace representar en palacio una obra que simula el asesinato de su padre. Una genialidad de Shakespeare al producir una obra dentro de la obra.

Según los académicos, Hamlet es uno de los personajes más complejos que ha creado Shakespeare. En él se mezclan sentimientos de venganza, duda e indecisión. El poeta inglés Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) cayó bajo la fascinación de esta obra sobre la que escribió ensayos y dictó alrededor de dieciocho confe-rencias. Para Coleridge, el personaje de Ha-mlet posee una enorme actividad intelectual asociada con una aversión a tomar decisiones y llevarlas a cabo. Hamlet es intrépido y despre-cia el peligro y la muerte, pero al mismo tiem-po, su sensibilidad lo hace vacilar y pierde la energía para resolver las medidas que debe to-mar y poder recuperar el trono usurpado por

su tío. Esta tragedia muestra un contraste en-tre la fría determinación de Macbeth, o mejor dicho, de su esposa, con la lentitud y morosi-dad de Hamlet para eliminar al usurpador.

La escena clásica y más destacada se da en el acto tercero y es de antología en toda la his-toria del teatro. Hamlet tiene en sus manos un cráneo humano y mientras lo mira se ge-nera el siguiente monólogo que esboza el espí-ritu indeciso del personaje y donde el tema del sueño es central:

Hamlet. –¡Ser o no ser: he aquí el problema!

¿Qué es más digno para el espíritu: sufrir

los golpes y dardos de la insultante fortu-

na o tomar las armas contra un piélago de

calamidades y haciéndoles frente, acabar

con ellas? ¡Morir…, dormir; no más! Y pen-

sar que con un sueño damos fin al pesar

del corazón y a los mil naturales conflictos

que constituyen la herencia de la carne. ¡He

aquí un término devotamente apetecible!

¡Morir…, dormir! ¡Dormir…! Tal vez soñar. Sí,

ahí está el obstáculo, porque es forzoso

que nos detenga el considerar qué sueños

pueden sobrevenir en aquel sueño de la

muerte, cuando nos hayamos librado del

torbellino de la vida. He aquí la reflexión

que da existencia tan larga al infortunio.

Más adelante, agrega: Así la conciencia hace de todos nosotros

unos cobardes y así los primitivos matices

de la resolución desmayan bajo los pálidos

toques del pensamiento y las empresas de

mayores alientos e importancia, debido a

esta consideración, tuercen su curso y de-

jan de tener nombre de acción.

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Al decir “morir es dormir… y tal vez so-ñar”, Hamlet evalúa la posibilidad del suici-dio como salida de todos sus problemas, pero no habría cumplido con su padre que le pidió que lo vengara. Esto lo llevaría a un sueño que lo perseguiría por toda la eternidad.

Shakespeare elaboró su Hamlet sobre una leyenda del siglo XIII y, si bien el perso-

naje no existió, se inspiró en el castillo de Kronborg, situado en la ciudad de Elsinore, Dinamarca, donde se desarrolla la mayor parte de la obra.

Lewis Carroll

Charles Lutwidge Dodgson nació en Da-resbury, Reino Unido, pero todos lo conoce-mos como Lewis Carroll, el seudónimo que utilizó como escritor. Carroll tenía dos pa-siones, una de ellas eran las matemáticas, llegando a ser profesor en la materia. Utilizó esta ciencia para inventar juegos y paradojas ingeniosas. Su segunda pasión fue la foto-grafía, donde alcanzó grados de excelencia no superados por sus contemporáneos.

Sin embargo, no es realmente conocido por estas actividades, sino por su ingreso al mundo de la literatura, donde se destaca, por sobre todas sus obras, Alicia en el país de las maravillas, que lo catapultó a la fama y la posteridad. Difícil es encontrar en Occiden-te alguna persona que, siendo niño o adulto, no haya leído las aventuras de Alicia. En cierto modo, su afición por la fotografía fue el puente que lo llevó a escribir esa obra. Más de la mitad de su producción fotográfi-ca estuvo dedicada a retratar niñas y su mo-delo más famosa fue Alice Liddell, por quien sentía especial predilección y solía buscarla para compartir sus tardes. Lo curioso y cer-cano a lo perverso es que, cuando se cono-cieron, ella tenía cuatro años y Lewis, vein-ticuatro. El hecho es que Alice Liddell fue su musa inspiradora para crear Alicia en el país de las maravillas.

Toda la obra es un sueño que comienza cuando Alicia se queda dormida en el jardín

Lewis Carroll

(1832-1898).

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de su casa. Entonces, ve un conejo blanco que pasa corriendo a su lado.

Todo parecía muy natural hasta que el co-

nejo exclamó: ‘¡Dios mío, Dios mío, voy a lle-

gar tarde!’ Acto seguido, sacó un reloj de su

chaleco y miró la hora. Alicia corrió detrás

de él, que se metió por el hueco de un árbol,

y ella hizo lo mismo y cayó en un pozo de

profundidad interminable. Iba descendien-

do lentamente hasta que finalmente termi-

nó sentada sobre una alfombra de hojas.

Delante de ella había una pequeña puerta

por donde, debido a su tamaño, le era im-

posible pasar. Pero encontró un frasco con

una etiqueta que decía ‘cómeme’. Probó su

contenido, que era mermelada y, acto se-

guido, se volvió muy pequeña y pudo atra-

vesar la puerta.

A partir de ese momento, que fue como una introducción, se podría decir que co-mienza el relato. Alicia ingresa en un mundo mágico de personajes extravagantes donde hay un gato que se desarma en distintas par-tes, flores e insectos que hablan. Comparte un té psicodélico con una liebre y un persona-je exuberante y disgregado: “el sombrerero loco”. Finalmente, entra en el territorio de la reina de Corazones, una mujer dictatorial que comanda un ejército de naipes. Cuando la rei-na decide cortarle la cabeza, Alicia se despier-ta de su sueño.

No existe una explicación adecuada para justificar el enorme éxito de esta obra, que sigue persistiendo hasta nuestros días. El libro no es una alegoría y carece de mensa-jes subyacentes, ya sean religiosos, políticos

o psicológicos, como no pocos han tratado de demostrar. Probablemente, el secreto se encuentra en la enorme creatividad del re-lato, plagado de personajes insólitos y de juegos lógicos y en las metamorfosis de Ali-cia en distintos tamaños, que ocurren se-gún las extrañas circunstancias en que se halla envuelta.

Los sueños en la literatura alemana

Franz Kafka

Kafka nació en Praga (Imperio austrohún-garo) en el seno de una familia judía y, cuando llegó a los 29 años, decidió ser escritor. Lenta-mente, fueron surgiendo sus novelas: El proce-so, El castillo, América y La metamorfosis, que son las más importantes, además de numero-sos cuentos. En sus obras, todas escritas en ale-mán, Kafka fue rigurosamente fiel a la tragedia de su vida. Cuando tenemos un sueño absurda-mente complicado, poblado de contratiempos y de revelaciones místicas, de presagios de muer-te, de amenazas implacables, decimos que son kafkianos. Varias de sus obras tienen una es-tructura muy similar a la de los sueños, espe-cialmente aquellos que bordean la pesadilla.

El castillo. Aquí el protagonista es un agri-mensor que ocurrentemente se llama señor K, quien fue convocado por una autoridad invisible para realizar un trabajo. Jamás lo-grará llegar al castillo, quedará retenido en la aldea próxima por una compleja maraña burocrática que no puede superar.

La metamorfosis. Respecto de esta obra, podría afirmarse sin temor a incurrir en un

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equívoco que Kafka se inspiró en una pesadi-lla sufrida por él mismo. El comienzo del re-lato parece reflejar esta situación:

Cuando una mañana se despertó, Gregorio

Samsa, después de un sueño agitado, se

encontró en su cama transformado en un

espantoso insecto. Estaba tumbado sobre

el quitinoso caparazón de su espalda y, al

levantar la cabeza, vio la forma convexa

de su vientre de color oscuro, cruzado por

curvadas durezas, cuyo relieve no podía

soportar la colcha. Numerosas patas, las-

timosamente delgadas, comparadas con el

grosor normal de sus piernas, presentaban

ante su mirada el espectáculo de un movi-

miento sin sentido.

Un médico rural. La misma temática, que hoy llamamos kafkiana, también está presente en sus cuentos. Un ejemplo de ello es Un médico rural. “Estaba muy angustiado. Tenía que em-prender un viaje urgente. Un enfermo me espe-raba en un pueblo a diez millas de distancia”. Así comienza la historia de este médico que desde el comienzo sufre un contratiempo tras otro. El caballo se le murió la noche anterior y tiene que recorrer todo el pueblo hasta encon-trar un mozo de cuadra que le consigue uno y lo ayuda a sujetarlo al carro. Hace frío y nieva copiosamente. El joven trata de propasarse con su criada Rosa, quien despavorida se encierra en la casa, pero el hombre logra ingresar a la vivienda y esa es la última visión que tiene el médico mientras el carro se va alejando. An-gustiado por lo que puede ocurrirle a su criada, llega a la casa del paciente y encuentra a un jo-ven en su lecho con una gran herida de la cual emergen “gusanos largos y gruesos como un meñique, rosados y manchados de sangre, que se retuercen en el fondo de la herida…”.

Ingresan numerosos familiares, desnudan al médico, lo arrojan en la cama del paciente y se retiran. En cuanto puede, el médico se escapa a toda prisa sin alcanzar a vestirse. Monta un caballo, pero por más que lo espo-lea, el animal marcha al paso.

En esta forma nunca llegaré a casa, mi clien-

tela está perdida, un sucesor me estará ro-

bando… En mi casa causa estragos el repug-

nante mozo de cuadra. Rosa es su víctima,

no quiero ni pensar en ello. Como un hombre

viejo, desnudo, expuesto al frío helado de

esta época desgraciada, deambulo con un

coche terrenal y caballos sobrenaturales….

Franz Kafka

(1883-1924).

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Kafka falleció a la temprana edad de cuaren-ta años, enfermo su cuerpo por una grave tu-berculosis. Si bien en vida solo publicó algunos relatos cortos, se pudo conocer el resto de su trabajo gracias a su amigo Max Brod, quien lo publicó desoyendo la última voluntad de Kafka de quemar sus manuscritos. Hasta hoy, su obra nos parece tan actual como si estuviese vivien-do en el siglo XXI, ya que su trabajo describe estados inherentes al ser en cualquier época.

Los sueños en la literatura de habla hispana

Miguel de Cervantes Saavedra

Don Quijote de la Mancha. En el capítulo que narra la aventura de la cueva de Montesi-nos, se desarrolla la siguiente acción. Estando don Quijote en un poblado de La Mancha, los lugareños le hablaron de una cueva misterio-sa llamada Montesinos, de la cual se habían tejido todo tipo de fantasías. Inmediatamen-te, el caballero andante se sumergió en esta nueva aventura y, después de unas plegarias a Dios y evocaciones a su amada Dulcinea del Toboso, descendió por medio de un cordel y con ayuda de Sancho a las profundidades de la cueva. Cuando nuevamente surgió a la su-perficie, fue saludado por Sancho.

—Sea vuestra merced muy bien vuelto, se-

ñor mío, que ya pensábamos que se queda-

ba allá para casta.

Pero no respondía palabra don Quijote; y

sacándole del todo, vieron que traía cerra-

dos los ojos, con muestras de estar dormi-

do. Tendiéronle en el suelo y desliáronle, y,

con todo esto, no despertaba; pero tanto

le volvieron y revolvieron, sacudieron y

menearon, que al cabo de un buen espacio

volvió en sí, desperezándose, bien como si

de algún grave y profundo sueño desperta-

ra; y mirando a una y otra parte, como es-

pantado, dijo:

—Dios os lo perdone, amigos, que me ha-

béis quitado de la más sabrosa y agradable

vida y vista que ningún humano ha visto ni

pasado. En efecto, ahora acabo de conocer

que todos los contentos desta vida pasan

como sombra y sueño o se marchitan como

la flor del campo. (…) Me asaltó un sueño

profundísimo, y cuando menos lo pensaba,

sin saber cómo ni cómo no, desperté dél y

me hallé en la mitad del más bello, ameno y

deleitoso prado que puede criar la naturale-

Miguel de Cervantes

Saavedra (1547-1616).

Pintado por Juan de

Jáuregui y Aguilar,

1600. Real Academia

de la Historia,

Madrid, España.

Sueños y literatura

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za, ni imaginar la más discreta imaginación

humana. Despabilé los ojos, limpiémelos, y

vi que no dormía, sino que realmente estaba

despierto.

Entonces, relata que estuvo en un gran pala-cio y conoció a su dueño con quien platicó lar-gamente. Enseguida, don Quijote comienza a divagar sobre todas las maravillas que conoció y, al terminar su exposición, Sancho le dice:

—Yo no sé, señor don Quijote, cómo vues-

tra merced en tan poco espacio de tiempo

como ha que está allá bajo haya visto tan-

tas cosas y hablado y respondido tanto.

—¿Cuánto ha que bajé? —preguntó don

Quijote.

—Poco más de una hora —respondió San-

cho.

—Eso no puede ser —replicó don Quijo-

te—, porque allá me anocheció y amaneció

y tornó a anochecer y amanecer tres veces,

de modo que a mi cuenta tres días he esta-

do en aquellas partes remotas y escondi-

das a la vista nuestra.

El sueño es tan realidad para don Quijote como el contarlo. La sensación de creer estar despierto cuando se está dormido es algo que posiblemente todas las personas hayan expe-rimentado. Un tema sin solución, favorito de los filósofos, nunca sabrá el hombre si duerme o está despierto, y podría ser, como Calderón, Unamuno y tantos otros han sugerido, que vivir es solo soñar. En este relato, Cervantes parece estar sugiriendo que el tiempo es solo una medida que depende de la percepción del que lo experimenta.

Pedro Calderón de La Barca

Cuenta la leyenda que uno de los antepasa-dos de Calderón de la Barca, al momento de nacer, daba toda la impresión de estar muerto. Siguiendo la costumbre de la época, para veri-ficar si era cierto que no vivía, lo sumergieron en un caldero de agua caliente y acto seguido la criatura comenzó a llorar enérgicamente. En recuerdo y homenaje de aquella anécdota, el segundo nombre que recibió de la Barca cuando arribó al mundo fue “Calderón”.

En 1625, el joven se alistó bajo las banderas del duque de Alba y participó en combates en Flandes e Italia. No se destacó por sus campa-ñas militares, pero pasó a la historia de la lite-ratura, especialmente la de la lengua castella-na, por sus obras teatrales. Conviene señalar que fue el primer dramaturgo español. Asi-mismo, son harto famosos sus sonetos de ex-quisita poesía con contenido filosófico.

La vida es sueño. Se trata de la obra cumbre de Calderón de la Barca estrenada en 1635 y forma parte del movimiento literario del ba-rroco. Está inspirada en las disquisiciones fi-losóficas de Platón, quien sostenía que el hombre está sumergido en un mundo de sue-ños, de tinieblas y cautivo en una caverna. Solo podrá liberarse si busca el bien, desistir de la materia y alcanzar la luz.

El influjo de esta concepción platónica en la obra es evidente. El rey Basilio tiene a su hijo Segismundo encerrado en una caverna desde su nacimiento, como consecuencia de un augurio que vaticinó que se convertiría en un tirano y destronaría a su padre. El joven desconoce su identidad e ignora la causa de su encierro, que con toda razón considera abo-

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minable e injustificada. Su padre lo pondrá a prueba y, a lo largo de la obra, Segismundo deberá transformarse para vencer a los hados y mostrarle a su padre el error cometido.

En el primer acto de la obra, se encuentra el primer monólogo de Segismundo donde se queja de su falta de libertad y compara su míse-ra situación con las de otros seres vivos de la naturaleza. Desde un principio, se presenta al protagonista como un personaje profunda-mente reflexivo y este será el rasgo principal de su figura de héroe. Este soliloquio es de gran belleza y amerita que citemos algunas partes.

¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!

Apurar, cielos, pretendo

ya que me tratáis así,

qué delito cometí

contra vosotros naciendo;

…………………………..

Nace el ave, y con las galas

que le dan belleza suma,

apenas es flor de pluma,

o ramillete con alas

cuando las etéreas salas

corta con velocidad,

negándose a la piedad

del nido que deja en calma:

¿y teniendo yo más alma,

tengo menos libertad?

Basilio pone a prueba a Segismundo y lo transporta dormido desde su prisión hasta la sala principal del palacio. El cambio de mun-dos es muy brusco, y Segismundo carece de armas para enfrentarse a él. Se comporta como un ser primitivo agrediendo a los corte-sanos y tratando de violar a una de las damas

presentes. Después de añorar tanto la liber-tad, ahora que la tiene no sabe cómo usarla y considera que ser libre equivale a hacer todo lo que le venga en gana.

Segismundo se desengaña de la treta urdi-da por su padre y descubre que lo vivido en la corte no fue ningún sueño (como le habían hecho creer), como tampoco lo es todo lo que le sucede en ese mismo momento. En vista del comportamiento, el rey Basilio decide vol-ver a dormirlo y llevarlo de vuelta a la torre. Aquí se produce el segundo monólogo de Se-gismundo y que da el título a la obra.

Es verdad. Pues reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos:

Y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte, ¡desdicha fuerte!

¿Qué hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

Sueños y literatura

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sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

Esta obra de Calderón de la Barca explora numerosos temas. Como drama religioso discurre sobre el pecado original y la expia-ción. Como poema filosófico, indaga el desti-no del hombre y las consecuencias del libre albedrío, a la vez que desengaña sobre las ilusiones y las vanidades mundanas. Comba-te la astrología, una pseudociencia que esta-ba muy difundida tanto en el Medioevo como en el Renacimiento. También, en el monólogo final, ataca el principio absolutista de la monarquía, un detalle que curiosamen-te no fue detectado por el rey Carlos III, ya que las crónicas no hacen mención a prohibi-ción alguna de la obra. Conviene señalar que dicho rey, como resultado de la endogamia en la monarquía española, era escaso en lu-ces, raquítico y enfermizo, razones suficien-tes para que recibiera el apodo de “el Hechi-zado” y no se haya percatado de la crítica solapada hacia la realeza.

Jorge Luis Borges

Salvo la novela, a la cual nunca se dedicó, Borges navegó con elegancia única y magis-tral en todos los géneros literarios y sus escri-tos, especialmente los ensayos, son tema de estudio en todas las facultades de letras del mundo. El tema del sueño lo abordó en poe-sías, cuentos y ensayos. Un ejemplo de un en-sayo con esta temática es El sueño de Coleridge, que será desarrollado en el capítulo de “Sue-ños y creatividad” de este libro. También adoptó este tema en cuentos como “El otro”, que seguidamente se describe.

El otro. Este cuento breve forma parte de El libro de arena y fue publicado en 1975. Con el bellísimo estilo que lo caracteriza, Borges relata un acontecimiento que, según afirma, lo tenía angustiado. Se encontraba en Cambridge, Estados Unidos, sentado en un banco frente al río Charles, mientras re-cordaba las sensaciones vividas en su reciente conferencia. De pronto, notó que en el otro extremo del banco se hallaba sentado un jo-ven a quien reconoció como a él mismo, que aseguraba encontrarse en Ginebra, en 1918.

El cuento gira sobre el diálogo de estos dos personajes, el Borges anciano junto al río Charles y el Borges joven a orillas del Ródano. El Borges anciano intenta convencer al joven de que ambos son la misma persona, aunque estén separados por medio siglo de vida. Como prueba, le relata intimidades que solo uno mismo puede saber y luego le vaticina lo que le ocurrirá en su vida en los años venide-ros. El joven, por su parte, pretende conven-cerse de que este encuentro no es más que un sueño. El relato finaliza de esta manera:

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Le propuse que nos viéramos al día siguien-

te, en ese mismo banco que está en dos

tiempos y en dos sitios. Asintió en el acto

y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había

hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual

sabía que su interlocutor estaba mintiendo.

Le dije que iban a venir a buscarme.

—¿A buscarlo? —me interrogó.

—Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdi-

do casi por completo la vista. Verás el color

amarillo y sombras y luces. No te preocupes.

La ceguera gradual no es una cosa trágica.

Es como un lento atardecer de verano. Nos

despedimos sin habernos tocado. Al día si-

guiente no fui. El otro tampoco habrá ido.

He cavilado mucho sobre este encuentro,

que no he contado a nadie. Creo haber des-

cubierto la clave. El momento fue real, pero el

otro conversó conmigo en un sueño y fue así

que pudo olvidarme; yo conversé con él en la

vigilia y todavía me atormenta el encuentro.

Adolfo Bioy Casares

Este escritor argentino fue uno de los más destacados autores de la literatura fantástica universal. Varias de sus obras fueron escritas junto con su entrañable amigo Jorge Luis Bor-ges, quien influyó fuertemente en su carrera literaria. En las obras de Bioy Casares hay un constante uso de la paradoja y el sentido del humor, donde el mundo está formado por nu-merosos submundos, a la manera de las mu-ñecas rusas, donde hay una tenue barrera en-tre verdad y apariencia.

Retrato de

Jorge Luis

Borges

(1899-1986)

por Horacio

Villalobos.

Sueños y literatura

©Horacio Villalobos.(1899-1986).

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El sueño de los héroes. Relatada en una Bue-nos Aires reconocible y cotidiana, en la que se entrelaza, sin embargo, un relato fantástico, está considerada una de las obras fundamen-tales de la literatura argentina del siglo XX.

La narración se ubica entre 1927 y 1930, y tiene como protagonista principal a Emilio Gauna, un joven con ínfulas de héroe, que de-cide recuperar una serie de hechos confusos de un pasado reciente.

Después de ganar en las carreras, invita a sus amigos a derrochar el dinero en los carna-vales. Tres noches serán las que el grupo vivi-rá de barrio en barrio, anestesiados por el al-

cohol y la vigilia. Tres noches, que serán olvidadas por Gauna y despertarán en él la búsqueda ineludible de su azar. Ya finalizada la juerga, presiente que algo trágico o dramá-tico ocurrió en la última noche y que él prota-gonizó un acto de cobardía. Obsesionado por este hecho, se obliga a encontrar la forma de recuperar sus recuerdos.

El destino irrumpe de forma fantástica y concede a Gauna una segunda oportunidad, reservándole el don del tiempo y de la salva-ción, permitiéndole de este modo saldar un asunto pendiente: soñar. Soñar a ser valiente, un sueño propio de los héroes.

Gauna debe demostrar su condición de va-liente enfrentándose a sí mismo. Para ello in-tentará repetir exactamente lo sucedido tres años atrás, sabiendo que el resultado puede conllevar el peor de los finales: la muerte.

El olvido de estos acontecimientos desen-cadena en Gauna una necesidad descontrola-da por recuperar eso que fue robado de la me-moria, y con ella, la búsqueda de un final heroico, que pueda reivindicarlo de su condi-ción de “cobarde”. La novela tiene un final abierto donde el lector deberá optar por el desenlace que guste.

Podremos decir que los sueños son propios del destino, pudiendo o no cumplirse. ¿Era el destino de Gauna ser héroe? Si murió, lo hizo cumpliendo su sueño de valentía, un sueño quizás otorgado por el propio destino.

Gabriel García Márquez

Después de intentos frustrados con varias editoriales, Gabriel García Márquez y su es-posa Mercedes recibieron noticias provenien-tes del Río de la Plata: la editorial Sudameri-

Adolfo Bioy

Casares

(1914-1999).

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cana estaba dispuesta a publicar su novela. El matrimonio estaba haciendo malabarismos para sobrevivir con mínimos recursos duran-te los dieciocho meses que “Gabo” se encerró en su escritorio para escribir una obra que se-ría un punto de inflexión en la literatura. Con Cien años de soledad, Gabo acababa de crear un nuevo estilo literario: “el realismo mági-co”. El escritor pasó de la pobreza extrema en que se hallaba, al podio de los universales, ya que la novela fue traducida a treinta y cinco idiomas y, junto con sus otras obras, le signifi-có el Premio Nobel de Literatura.

Cien años de soledad. Relata el origen, la evolución y la ruina de Macondo, una aldea imaginaria que había hecho su aparición en las tres novelas cortas que su autor había pu-blicado con anterioridad. La crónica de los Buendía, que acumula una gran cantidad de episodios fantásticos, divertidos y violentos, y la de Macondo representan el ciclo completo de una cultura y un mundo. Uno de los temas destacados de la novela es una epidemia de insomnio que azotó a Macondo.

…No durmieron un minuto, pero al día si-

guiente se sentían tan descansadas que se

olvidaron de la mala noche. Aureliano co-

mentó asombrado a la hora del almuerzo

que se sentía muy bien a pesar de que ha-

bía pasado toda la noche en el laboratorio

dorando un prendedor que pensaba rega-

larle a Úrsula el día de su cumpleaños. No

se alarmaron hasta el tercer día, cuando a

la hora de acostarse se sintieron sin sueño,

y cayeron en la cuenta de que llevaban más

de cincuenta horas sin dormir.

‘Los niños también están despiertos’, dijo

la india con su convicción fatalista. Una

vez que entra en la casa, nadie escapa a la

peste. Habían contraído, en efecto, la en-

fermedad del insomnio. Úrsula, que había

aprendido de su madre el valor medicinal

de las plantas, preparó e hizo beber a todos

un brebaje de acónito, pero no consiguie-

ron dormir, sino que estuvieron todo el día

soñando despiertos. En ese estado de alu-

cinada lucidez, no solo veían las imágenes

de sus propios sueños, sino que los unos

veían las imágenes soñadas por los otros.

Era como si la casa se hubiera llenado de

visitantes.

…lo más terrible de la enfermedad del in-

somnio no era la imposibilidad de dormir,

pues el cuerpo no sentía cansancio alguno,

sino su inexorable evolución hacia una ma-

nifestación más crítica: el olvido. Quería de-

cir que, cuando el enfermo se acostumbra a

su estado de vigila, empezaban a borrarse

Gabriel García

Márquez

(1927-2014).

Sueños y literatura

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Onírica. Una exploración por el mundo de los sueños

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de su memoria los recuerdos de la infancia,

luego el nombre y la noción de las cosas, y

por último la identidad de las personas y

aun la conciencia del propio ser, hasta hun-

dirse en una especie de idiotez sin pasado.

A través de estos elementos oníricos se des-criben tanto hechos históricos como situacio-nes generales de los países latinoamericanos y son muestra de la actitud de la gente frente a su pasado. Cien años de soledad no debe ser visto solo como un libro de ficción, sino que para el autor constituiría un reflejo de la rea-lidad. Cada elemento coincide con la historia del continente, en su identidad, y es parte de las personas que lo constituyen. De la misma manera que los protagonistas de la novela ol-vidaron lo que aterrorizaba a sus antepasa-dos, nosotros nos olvidamos de nuestra verda-dera identidad.

Los sueños en las letras de Francia

Paul Verlaine

Paul Verlaine fue, junto con Víctor Hugo, el mayor poeta lírico francés del siglo XIX y el único que mereció el epíteto de “impresionis-ta”. Fue catalogado como “poeta maldito”, como consecuencia de una obra que el mismo Verlaine publicó bajo el título de Les poètes maudits, donde honra a Stéphane Mallarmé, Tristan Corbière, Marceline Desbordes-Val-more, Auguste Villiers de L’Isle-Adam, Arthur Rimbaud y Pobre Lelian (Pauvre Lelian, en el original francés, anagrama del propio Paul Verlaine). Verlaine expuso que, dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno

de ellos había sido también su maldición, ale-jándolos del resto de la sociedad y llevándolos de esta forma a acoger el ostracismo y la idio-sincrasia como formas de escritura. También, fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad porque sus vidas fueron trágicas y con tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dotes literarias.

De Verlaine hay dos poemas referidos al sue-ño. El primero se titula “Mi sueño familiar”:

Tengo a veces un sueño extraño y penetrante,

De una mujer desconocida a la que amo y

que me ama

Y que no es cada vez, en absoluto la misma

Ni en absoluto otra, y me ama y me comprende.

Ella me comprende, y mi corazón transparente

Para ella sola, ¡ay! Cesa de ser un problema

Para ella sola y los sudores de mi frente pálida,

Ella sola los sabe refrescar, llorando

¿Es morena, rubia o pelirroja? Lo ignoro.

¿Su nombre? Recuerdo que es dulce y sonoro

Como los de los amados que la vida exilia

Su mirada es parecida a la mirada de las es-

tatuas,

Y en su voz, lejana, calma y grave, tiene

La inflexión de las voces queridas que se han

callado.

El segundo poema de Verlaine con temáti-ca onírica es “Soñé contigo esta noche”:

Te desfallecías de mil maneras

Y murmurabas tantas cosas…

Y yo, así como se saborea una fruta

Te besaba con toda la boca

Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.

Era de una elasticidad,

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De un resorte verdaderamente admirable:

Dios… ¡Qué aliento y qué cintura!

Y tú, querida, por tu parte,

Qué cintura, qué aliento y

Qué elasticidad de gacela…

Al despertar fue, en tus brazos,

Pero más aguda y más perfecta,

¡Exactamente la misma fiesta!

El tema dominante en estos dos poemas es el deseo, poder compartir la existencia con una mujer perfecta e ideal, el placer imagina-tivo del autor, que evoca la relación recurrien-do a un episodio onírico. A través de este, Paul idealiza a la mujer que surgirá en algún momento de su historia, y el simple hecho de ilusionarse con besarla o abrazarla constituye su deseo máximo.

Victor Hugo

Victor Hugo está considerado entre los grandes escritores de lengua francesa. Incur-sionó exitosamente en el género poético, tea-tral y en numerosas novelas cuyo estilo ro-mántico atraparon a generaciones por la fuerza de sus personajes. El tema del sueño lo encontramos en Los miserables, una de las obras más célebres del siglo XIX, que narra las vidas y las relaciones de una multitud de personajes, mientras reflexiona sobre la na-turaleza del bien y el mal, la historia de Fran-cia, la política, la ética, la justicia, la religión y las clases sociales. Los miserables está con-siderada como una defensa de los oprimidos en cualquier tiempo y lugar.

Los miserables. La siguiente es una escena del capítulo IV llamada “Formas que toma el

Paul Verlaine

(1844-1896).

Victor Hugo

(1802-1885).

Sueños y literatura

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Onírica. Una exploración por el mundo de los sueños

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sufrimiento durante el sueño”, donde uno de los personajes tuvo una pesadilla que lo afectó tan vivamente que posteriormente la escribió. Aquí se cita un fragmento de ese sueño.

Estaba en el campo. Un gran campo triste,

donde no había hierba. No podía distinguir

si era de noche o de día.

Me paseaba con mi hermano, el hermano

de mis años de infancia, ese hermano del

cual debo decir que apenas lo recuerdo y

que casi nunca pienso en él.

Había un camino hondo, en el cual no se

veía ni un matorral, ni una brizna de musgo.

Todo era de color de tierra, incluso el cielo.

Al cabo de algunos pasos, nadie me respon-

dió cuando hablé. Me di cuenta de que mi

hermano ya no estaba conmigo.

Entré en un pueblo que vi. La primera calle

estaba desierta, excepto por un hombre de

pie, apoyado en la pared. Le pregunté:

—¿Qué región es esta? ¿Dónde estoy?

El hombre no respondió. Vi la puerta de una

casa abierta y entré.

La primera habitación estaba desierta. En-

tré en la segunda. Detrás de la puerta de

aquella habitación, había un hombre de

pie. Le pregunté a aquel hombre:

—¿De quién es esta casa? ¿Dónde estoy?

El hombre no respondió.

Salí al jardín de la casa que estaba desier-

to. Detrás del primer árbol, encontré a un

hombre de pie. Dije a aquel hombre:

—¿Qué jardín es este? ¿Dónde estoy?, pero

tampoco me respondió.

Anduve errante por el pueblo, todas las

calles estaban desiertas, pero detrás de

cada esquina, de cada puerta, de cada ár-

bol, había un hombre de pie y en silencio.

No se veía más que uno a la vez, y todos me

miraban al pasar.

Salí de la ciudad, y me puse a andar por los

campos.

Al cabo de algunos minutos me volví y vi una

gran multitud que venía detrás de mí. Reco-

nocí a todos los que había visto en el pueblo.

Tenían unas cabezas extrañas. Parecía que

andaban muy despacio y, no obstante, mar-

chaban más deprisa que yo. No hacían ruido

alguno al andar. En un instante, me alcanza-

ron y me rodearon. Los rostros de aquellos

hombres eran de color de tierra.

Entonces, el primero que había visto y pre-

guntado al entrar en la ciudad me dijo:

—¿Adónde vas? ¿Es que no sabes que estás

muerto desde hace mucho tiempo?

Abrí la boca para responder, y me di cuenta

de que no había nadie a mi alrededor.

Se despertó. Estaba helado. Un viento que

era frío, como el viento de la mañana, hacía

girar en sus goznes las hojas de la venta-

na que había quedado abierta. El fuego se

había apagado. La vela tocaba a su fin. Era

aún noche negra.

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ENTREVISTA | Nora Dottori, docente, crítica literaria, editora y traductora

“Las primeras noticias sobre los sueños están ligadas al comienzo de la escritura”

Además de profesora de Letras (UBA) y psicóloga social (Primera Escuela de Psicología Social Dr. E. Pichon Rivière),

Nora Dottori es docente (ORT, UBA y otras instituciones), crítica literaria, investigadora y traductora. Ha publicado

numerosos artículos y estudios críticos en revistas especializadas y antologías, presentado trabajos en congresos y

ha realizado ediciones críticas de obras de autores como Jane Austen, Thomas Hardy, Katherine Mansfield, Jack Lon-

don, Edgar Allan Poe y Charles Darwin, entre otros, cuyos textos, además, ha traducido. En colaboración con Jorge

Luis Borges, tradujo Las muertes concéntricas, de Jack London, y desde hace muchos años es colaboradora permanente

de Ediciones de la Flor.

¿Qué funciones se le ha adjudicado a los sueños? Por sus características particulares (su irracionalidad respecto de la “realidad”, su carácter tumultuoso, desordenado, indescifrable, muchas veces; otras, además, misterioso, inquie-tante), han concitado la atención y el interés de la humanidad desde tiempos remotos. Por esas razones se les ha atribuido distintas funciones a lo largo de la historia, desde las premo-nitorias y proféticas (ya presentes en las civilizaciones más antiguas, como la sumeria, en el 5to milenio a. C.) hasta las poéticas, presentes en la literatura de todos los tiempos. Finalmen-te, en nuestra época, han sido abordados por el psicoanálisis con una finalidad epistemológi-ca, pero especialmente terapéutica vinculada a la cura.

¿En qué momento aparecen los sueños en la literatura?Las primeras noticias que se conocen acerca de los sueños en la historia de la humanidad están férreamente ligadas al comienzo de la escritura. Así, se encuentran registros de apro-ximadamente el 5to milenio a. C. en la Mesopotamia (región rodeada por los ríos Tigris y Éufrates). Los sueños eran considerados por esos pueblos como señales o presagios acerca del porvenir. Se considera a la Epopeya de Gilgamesh (personaje de la mitología sumeria) tanto la

Sueños y literatura

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Onírica. Una exploración por el mundo de los sueños

primera obra literaria en la historia de la humanidad como la primera que incluye elementos oníricos en su trama. Como sabemos, la Biblia presenta abundante material onírico, conside-rando a los sueños también como presagios. Asimismo, en el mundo islámico se consideraba que los sueños tenían una capacidad predictiva, y están presentes en el Corán, donde mues-tran cómo Mahoma –quien explicó su doctrina a través de los sueños– obtuvo sabiduría in-finita a través de ellos. En tanto, los griegos, ya sea desde el punto de vista de la medicina, como Hipócrates, o desde la filosofía, como Sócrates, Platón y Aristóteles (que escribió tres tratados sobre los sueños), también abordaron este tópico. En Roma, Cicerón, al igual que Aristóteles, cuestionó la capacidad predictiva de los sueños. “El arte de la noche ha ido pene-trando en el arte del día”, ha dicho Borges al hablar de los sueños y la literatura. La lista de escritores que han incluido los sueños en sus creaciones sería interminable. Mencionaremos algunos, quizá los más emblemáticos. Los clásicos griegos: paradigmáticamente, Homero y los grandes trágicos como Sófocles, Esquilo y Eurípides, Virgilio, Shakespeare, Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca; los románticos, especialmente los alemanes, ingleses y fran-ceses; De Quincey, Poe, Henry James; los surrealistas; Lewis Carroll, Franz Kafka, Eça de Queiroz, Pirandello… Para no hablar de la literatura latinoamericana, y especialmente la argentina, que merecen un capítulo aparte.

Yendo, entonces, a ese capítulo, ¿qué papel ocupan los sueños en la literatura argentina?En primer lugar tenemos que citar a Borges, que ha frecuentado este tópico en innumerables relatos y también en su poesía, además de reflexionar profusamente sobre el tema. Resulta pa-radigmático el cuento “El otro”. Borges ha compilado, también, el notable y curioso Libro de los sueños, que reúne sueños de la Biblia, comentarios, epigramas, reflexiones y relatos de diferen-tes épocas y autores –el que abre el volumen es, precisamente, la Epopeya de Gilgamesh–, como también relatos del propio Borges –Ulrica, El sueño de Coleridge, Dreamtigers, Ragnarök, El sueño de Pedro Henríquez Ureña–. Asimismo, mencionaría a Antonio Di Benedetto, en su novela Som-bras nada más…, cuya materia prima son los sueños, unos realmente soñados y otros ficciona-les, pero siempre sujetos a la peculiar sintaxis de los sueños (incoherencia, arbitrariedad, salto brusco, súbita interrupción). De aparición reciente (2013) es La gran ventana de los sueños, un libro póstumo de Rodolfo Fogwill, quien durante muchos años tomó nota de sus sueños en su preocupación por no olvidarlos. El libro reúne reflexiones y transcripciones de sueños de distin-tas épocas. Yo lo vincularía más bien con el psicoanálisis (Fogwill menciona “…dos de los cuatro psicoanalistas que escucharon mis relatos entre 1965 y 1982 coincidieron en interpre-tar…”), aunque él mismo dice de sus sueños que “tal vez sean una obra. Obra del sueño u obra del dueño, siempre será más original que cualquier intento de ficción. Cualquiera –y a mí me ha sucedido– puede volver a escribir o a reescribir la obra de otro, pero nadie podrá resoñar tus sueños ni soñar los suyos con tu propio estilo de soñar, o de escuchar tus sueños”.

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¿En qué corrientes literarias está lo onírico más presente?Indiscutiblemente, en el romanticismo (en especial, el alemán y el francés). Albert Beguin, en su célebre tratado El alma romántica y el sueño, menciona en particular a los románticos alemanes, como Novalis y Hoffman, y a los franceses, como Víctor Hugo y Nerval. En la obra de Lautreámont y Rimbaud también está muy presente el tema onírico, así como en la de los surrealistas.

La aparición del psicoanálisis, ¿influyó o modificó el abordaje de lo onírico en la literatura?Decididamente, sí. Las investigaciones y estudios de Freud (y los posteriores) sobre el incons-ciente y sobre los procesos oníricos y la interpretación de los sueños pusieron sobre el tapete estos temas, al dotarlos de categoría científica. Ello se demostró especialmente en la literatu-ra mediante un recurso que adquirió prestigio y que permitió ahondar, en lo que respecta a la psicología de los personajes: el fluir de la conciencia, el “monólogo interior”. Cito el caso más paradigmático: el Ulises de Joyce. Pero por cierto hay muchos otros: el caso de Faulkner y, para hablar de literatura latinoamericana, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Morirás lejos de José Emilio Pacheco (ambos mexicanos) y el guatemalteco Augusto Monterroso. En la literatura argentina, citaría a Manuel Puig, quien utiliza mucho este recurso.

La inclusión de los sueños en un texto, ¿ha sido utilizada como una salida “fácil” para la resolución de conflictos que hubieran sido complicados de resolver sin apelar a lo onírico?Efectivamente, se ha recurrido en oportunidades a esta solución “fácil”, aunque su empleo ha sido más frecuente en la literatura infantil, en la que resulta más explicable el uso del recur-so, ligándolo a la fantasía.

Sueños y literatura