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ORALIDAD Y CARACTERIZACIÓN EN GALDÓS Para S. G. El arte de Galdós para la creación de personajes memorables, ya sean tediosos o inspirados miembros de la sociedad, integrados o marginados, depende de la multiplicidad de técnicas de las que echaba mano y que utilizaba con gran maestría. Una de ellas, no poco frecuente en el siglo xix, aunque no tan altamente desarro- llada como en Galdós, es lá referencia a rasgos vocales de tono, registro y calidad, a los que don Benito era especialmente sensi- ble gracias a su excelente oído musical. Un cuidadoso examen de este fenómeno arroja resultados valiosos en dos campos de inte- rés literario: la cuestión más amplia —que llama la atención de algunos críticos contemporáneos— de la oralidad de las novelas, y el hecho más específico de la caracterización de los personajes. Aunque en estas páginas nos limitaremos al segundo tema, a nin- gún lector se le escapará la significación del primero 1 . Afortunadamente, ya no hablamos de estereotipos, sino que reconocemos que los tipos humanos que encontramos en Galdós tienen sus fallas y virtudes, coherencias e incoherencias, únicas e individuales, que hacen que los más raros de ellos —Almudena o Maxi Rubín— sean creíbles, aceptables. La idea de que las per- 1 Al hablar del grado de la intención oral en las novelas de Galdós, me inclino a atribuirle una importancia bastante considerable. No dudo de que si bien muchos lectores del siglo x i x sabían leer y gozaban de la lectura, otros se hacían leer las novelas, como lo he visto incluso a mediados del siglo xx, por la única persona que sabía leer en una casa o en un grupo de sirvientes. Como sabemos, esto también se hacía con los periódicos. Galdós, tan eviden- temente preocupado de que incluso su criada entendiera su teatro, no puede haber pasado por alto ese segmento tan importante de su público. Para mí, hay pruebas adicionales de esto en los diferentes niveles de sutileza que encon- tramos en su obra: un nivel claro y superficial, portador del mensaje social NRFH, XXXVI (1988), núm. 2, 1193-1206

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ORALIDAD Y CARACTERIZACIÓN EN GALDÓS

Para S. G.

E l arte de Galdós para la creación de personajes memorables , ya sean tediosos o inspirados m i e m b r o s de la sociedad, integrados o marg inados , depende de la m u l t i p l i c i d a d de técnicas de las que echaba m a n o y que u t i l i z a b a con gran maestría. U n a de ellas, no poco frecuente en el siglo x i x , aunque no t a n altamente desarro­l lada como en Galdós , es lá referencia a rasgos vocales de t ono , registro y ca l idad , a los que d o n Beni to era especialmente sensi­ble gracias a su excelente oído mus i ca l . U n cuidadoso examen de este fenómeno ar ro ja resultados valiosos en dos campos de i n t e ­rés l i t e r a r i o : la cuestión más a m p l i a — q u e l l a m a la atención de algunos críticos contemporáneos— de la o r a l i d a d de las novelas, y el hecho más específico de la caracterización de los personajes. A u n q u e en estas páginas nos l i m i t a r e m o s al segundo tema, a n i n ­gún lector se le escapará la significación del p r i m e r o 1 .

A f o r t u n a d a m e n t e , ya no hablamos de estereotipos, sino que reconocemos que los t ipos humanos que encontramos en Galdós t i enen sus fallas y v i r t u d e s , coherencias e incoherencias, únicas e ind iv idua les , que hacen que los más raros de ellos — A l m u d e n a o M a x i R u b í n — sean creíbles, aceptables. L a idea de que las per-

1 A l h a b l a r del grado de l a intención oral en las novelas de Galdós, m e i n c l i n o a atr ibuir le u n a i m p o r t a n c i a bastante considerable . N o dudo de que si b i e n m u c h o s lectores del siglo x i x sabían leer y gozaban de l a lectura , otros se hacían leer las novelas , como lo he visto incluso a mediados del siglo x x , por l a única persona que sabía leer en u n a c a s a o en u n grupo de s irvientes . C o m o sabemos , esto también se hacía con los periódicos. Galdós, tan e v i d e n ­temente preocupado de que incluso su c r i a d a entendiera su teatro, no puede h a b e r pasado por alto ese segmento t a n importante de su público. P a r a mí, h a y p r u e b a s adicionales de esto en los diferentes niveles de suti leza que e n c o n ­t r a m o s en su o b r a : u n n i v e l c laro y superf ic ia l , portador del mensa je social

NRFH, XXXVI (1988), núm. 2, 1193-1206

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1194 D E N A H L I D A NRFH, X X X V I

sonas pertenecientes a determinadas clases o profesiones apare­cen sistemáticamente pintadas con incl inaciones hacia u n a u o t ra ideología se resiste u n poco más. E n rea l idad , la idea general de que los sacerdotes son reaccionarios y los científicos son seres i lus ­trados no es in jus ta , pero siempre hay modulac iones en Galdós . E l lector tenderá a equivocarse menos si se da cuenta de que los personajes progresistas y l iberales o reaccionarios y conservado­res serán identi f icados por algunos rasgos agradables o desagra­dables de voz y de hab la .

Según u n a de las pr imeras opiniones al respecto, Galdós era ant i c l er i ca l , e inc luso , para algunos, anticatólico, y m u y dado a la lógica del protestantismo y del par lamentar i smo británicos. E r a entonces u n a consecuencia razonable que los sacerdotes fueran presentados con u n a visión negat iva , como i n d i v i d u o s cerrados y reaccionarios que no servían n i a la congregación n i a la Ig l e ­sia, y cuya f o r m a de v i v i r no correspondía a las exigencias más nobles de la c r i s t iandad . L a inte l igenc ia , l a to leranc ia , la t enden ­cia al progreso se encontraban en los productos de u n a educación l i b e r a l , especialmente entre los médicos o los científicos. C o n este c r i t e r i o es fácil ver a los personajes de Perfecta, Inocenc io , Pao-l e t t i , G a m b o r e n a , incluso el del tío de G l o r i a , d o n Ángel , el obis­po , como precursores del general Millán A s t r a y , famoso por su bárbara exclamación: 6 ' ¡Abajo la inte l igencia ! ¡Viva la M u e r t e ! ' ' Por o t r a parte , aceptamos fácilmente a Pepe R e y , el ingen iero , o a T e o d o r o Golfín como modelos de la nueva España, intelec­t u a l , b i e n i n f o r m a d a , rac i ona l , i lus t rada , que será capaz de ocu­par el l u g a r que le corresponde en la c o m u n i d a d europea occ idental . C l a r o que todo lector ávido sabe ahora que ésa era u n a visión simplista de la sociedad y , por lo tanto , del m u n d o crea­do p o r Galdós .

C i e r t a m e n t e es p r e r r o g a t i v a del autor do tar a sus personajes de rasgos posit ivos y /o negativos , s iguiendo sus propios gustos. C o m o consecuencia, el lector generalmente se entera casi al m i s ­m o t i e m p o de las preferencias de Galdós y de la luz a la que se

básico, y los más elaborados, que enriquecen ese objetivo y apuntan h a c i a otros, i n c l u y e n d o l a intertextual idad l i t e r a r i a y estética. E n El amigo Manso h a y u n a clarísima indicación de que Galdós sentía el efecto ora l de su e s c r i t u r a . A l des­c r i b i r a l a m a d r e de Peña, l a c a s e r a de M a n s o , el n a r r a d o r e m p i e z a el capítulo 3 d ic iendo : " V o y a hablar de m i v e c i n a " (las c u r s i v a s son mías). E l capítulo 4 c o m i e n z a d ic iendo : " D o ñ a J a v i e r a e r a . . . (me molesta el sonsonete, pero no puedo e v i t a r l o ) " (Obras completas, A g u i l a r , M a d r i d , 1960, t. 4, pp . 1170a y 1173a) .

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NRFH, X X X V I O R A L I D A D Y C A R A C T E R I Z A C I Ó N E N G A L D Ó S 1195

habrá de ver a ta l o cual personaje. Examinemos u n e jemplo es­pecíf ico, el más obvio y f a m i l i a r , el del clero, las monjas y la gen­te m u y devota . Es u n grupo sobre el cual solía haber opiniones a r b i t r a r i a s , y que al m i s m o t i e m p o nos presenta los mayores ex­tremos en la obra de Galdós.

Desde el comienzo veremos que existe la imagen de lo que es­pera la sociedad, la i m a g e n de c ó m o ven a los clérigos los demás personajes de la obra , y la i m a g e n que Galdós d i b u j a , o más fre­cuentemente insinúa. Por último, está la imagen con la que se queda el lector , que no necesariamente es la m i s m a para todos los lectores 2 . Para los fines de este ensayo me l i m i t o a las carac­terísticas del habla , sobre todo la voz, el tono , la acentuación, más que el vocabular io o la pronunciación, puesto que se t r a t a sobre todo de u n grupo i n s t r u i d o , y las variaciones de estas últimas ca­tegorías son mínimas o no p a r t i c u l a r m e n t e reveladoras. E n tér­m i n o s generales, los pre juic ios de la sociedad (que posiblemente i n c l u y a a l lector) esperan b o n d a d , compasión, s incer idad, ca lma y u n t ono o t i m b r e agradable en la voz de u n consejero sabio y comprens ivo , t a l como u n sacerdote o u n a m o n j a , que se dedica a la obra d i v i n a . E l p r o p i o Galdós fomenta este p u n t o de vista en varias ocasiones. U n a vez el n a r r a d o r de Fortunata y Jacinta co­m e n t a lo i r r i t a b l e y excitable que es a m e n u d o Nicolás R u b í n , el clérigo h e r m a n o de M a x i , d ic iendo que "se calmó luego, t o ­m a n d o el t ono que cuadra a u n sacerdote, y con el cual sabía él m u y b i e n rect i f icar la descompostura que le producían la i r a o el c o n t e n t o " 3 . L a m a d r e super iora de las Micaelas sufre el m i s ­m o síndrome ya que, después de perder la ca lma, se contro la " y a recobrada la serenidad con que daba siempre sus ó r d e n e s " ( t . 5, 259b) . E n esta novela hay varios personajes m u y secundarios que

2 Véanse, por e jemplo , opiniones diferentes sobre l a santidad en L U C I L L E V . B R A U N , " G a l d ó s ' re -creat ion of E r n e s t i n a M a n u e l de V i l l e n a as G u i l l e r ­m i n a P a c h e c o " , HR, 38 (1970) , 3 2 - 5 5 ; J . L . B R O O K S , " T h e character of D o ­ña G u i l l e r m i n a i n Galdós' novel Fortunata y Jacinta"", BHS, 38 (1961) , 86-94 ; M A R I E - C L A I R E P E T I T , Les personnages féminins dans les romans de Pérez Galdós, L y o n , 1972; F R A N C I S C O R U I Z R A M Ó N , Tres personajes galdosianos, R e v i s t a de O c ­cidente , M a d r i d , 1964; R O B E R T R U S S E L L , " T h e C h r i s t figure in Misericordia", AG, 2 (1967) , 103-130; D E N A H L I D A , " G a l d ó s y sus santas m o d e r n a s " , AG, 10 (1975) .

3 Fortunata y Jacinta, Obras completas, A g u i l a r , M a d r i d , 1961, t. 5, parte I I I , p . 389a . L a s demás referencias a las obras de Galdós son a esta edición de 1958-1961 y se señalan entre paréntesis en el texto, por número de tomo y página.

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1196 D E N A H L I D A NRFH, X X X V I

son antiguos clérigos y aparecen j u n t o s en el café. A u n q u e cada u n o de ellos es más o menos " e n el fondo buena p e r s o n a " (301a), su lenguaje varía considerablemente, desde las habladurías del " v i e j o c a t a r r o s o " y el habla de o t ro que era " u n ceceo con gar­g a r i s m o s " (301b) , hasta Pedernero , más simpático, que es cortés e inte l igente y t iene u n " p i c o de oro que daba g u s t o " (ibid.).

C l a r o está que las mismas características pueden ser afecta­das, c ircunstancia que encontramos a menudo en las obras de G a l -dos. Además de ello, hay pruebas de u n orgu l l o hueco, de u n a ironía dulcemente disfrazada, de altanería retórica, de celo r e l i ­gioso exagerado, etc. N o es de sorprender que d o n Inocenc io , el de Orba josa , c u m p l a perfectamente con esas condiciones, espe­c ia lmente la estudiada ironía en el t ono {Doña Perfecta, O.C, t . 4, 420a, 421b, 429b) . E l abate G i l Carrascosa, de La fontana de oro, aunque no vista hábito eclesiástico, t iene alrededor de su persona u n " n o sé qué de f r a i l u n o " ( O . C . , t . 4, 15b). Su voz es desagra­dablemente " d e s t e m p l a d a y a c r e " (ibid.), pero su diabólica i r o ­nía aparece con m a y o r frecuencia en las expresiones faciales que acompañan el hab la , en este caso en su sonrisa (88a, 89a, 9 2 b ) 4 . H a y repetidos ejemplos de afectación tanto en las pr imeras obras como en las posteriores: en El audaz el cura d o n Pedro Regalado C o r c h ó n , así como el padre M a t a m a l a (sus nombres t r a i c i o n a n de i n m e d i a t o la opinión que de ellos tiene Galdós) m u e s t r a n se­ñales de vanidad y pedantería (O. C., t . 4, 290b, 293b, 352a). A u n ­que los clérigos en Gloria se presentan generalmente de m a n e r a más favorable , como personas cultas, educadas y de buena vo ­l u n t a d , también ellos adoptan a veces — c u a n d o están i r r i tados o son condescendientes— u n " t o n o grand ioso " (O. C., t . 4, 533b), u n tono pomposo que falta , por e jemplo , en L u i s Gonzaga, el her­m a n o de Mar ía Egipciaca en La familia de León Roch.

Esta novela t e m p r a n a nos da u n o de los ejemplos extremos de lo engañosamente m e l i f l u o que puede ser u n sacerdote, en el caso del padre Pao le t t i , confesor de María Egipciaca, que es u n art i s ta consumado en la manipulación de su tono y de su hab la según la ocasión 5 . Así , puede proyectar simultáneamente la i m a ­gen esperada y dejar ver su verdadera intención con " u n tono

4 Piénsese también e n don L i n o P a n i a g u a , t a n lleno de mal ic iosas i n s i ­n u a c i o n e s , expresadas en su voz y en su sonrisa (El audaz, O.C., t. 4, 317a) .

5 P o r su parte doña Perfecta : " E r a m a e s t r a en d o m i n a r , y nadie l a i g u a ­ló en el arte de h a b l a r el lenguaje que m e j o r c u a d r a b a a c a d a o r e j a " (O.C., t. 4, 495b) .

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NRFH, X X X V I O R A L I D A D Y C A R A C T E R I Z A C I Ó N E N G A L D Ó S 1197

de reprensión evangél ica" (0. C., t . 4, 899a). L a descripción que Galdós da de su f o r m a de hab lar es de las más detalladas, y vale la pena c i tar la :

Era Paoletti [. . . ] un hombre afable, meloso, de palabra sencilla, insinuante [ . . . ] , [tenía] la voz más clara, más argentina, más con­movedora que se ha oído jamás. Era su acento dulce y firme a un tiempo, formado del misterioso himeneo de dos notas que parecen antitéticas: la precisión y la vaguedad. Los resabios del decir italia­no, atenuados por el largo uso de nuestra lengua, daban a ésta en su boca como un son quejumbroso [ . . . ] . Se esmeraba [. . . ] con­cordando la idea con la palabra y la palabra con la voz de u n modo perfecto. [. . . ] De sus ojos podía decirse que eran la prolongación de la palabra, pues llegaban a donde no podía llegar la voz. Eran a ésta lo que la música es a la poesía (906b-907a).

C u i d a d o con la voz argent ina , con u n " h i m e n e o " — ¡ e n u n sa­cerdote !— de factores opuestos, y con el " s o n q u e j u m b r o s o " . E l n a r r a d o r añade que Paolet t i t iene el don de emplear " a r t i f i c i o de ojeadas y reclamos de inflexiones dulces para descubrir secretos" (907a) . C u i d a d o , también con los tonos melosos; Galdós n i les cree n i los a d m i r a .

C u a n d o León, impresionado con el talento histriónico de Pao­l e t t i (908b) , le va a ped i r que visite a su esposa en ferma, el sacer­dote le hab la " c o n c ierta d u l z u r a r e l a m b i d a que a la legua reve­laba la casta i t a l i a n a " (898b) . D e j a n d o a u n lado la opinión de Galdós sobre la lengua i t a l i a n a , es c laro que el re trato da lugar a sospechas. E n la m i s m a conversación, el cuasi-oxímoron de la "reprensión evangél ica" adopta la f o r m a de u n tono austero, pe­ro "des l i zando , en med io de la nube negra de su severidad, u n re lampagui l l o de m a l i c i a " (899b) . M á s tarde , cuando León le ha ­b l a del " a g u a c r i s t a l i n a " del a m o r conyuga l , Pao le t t i , refirién­dose al amor d i v i n o , contesta " c o n expresión seráfica" (911a) que c a m b i a luego a " c i e r t a ironía m e l i f l u a " (911b) para decirle que " l a p a l o m a [o sea María ] se ha escapado de las garras del cerní­calo [o sea L e ó n ] " . Su arte no le fal la n i s iquiera cuando María está m u r i e n d o y él la insta a perdonar a sus enemigos " c o n voz que se esforzó en hacer cavernosa" (932b, las cursivas son mías). T o d o está cuidadosamente estudiado para p r o d u c i r el efecto que se busca. Este es u n actor que representa u n papel , no u n a perso­n a sincera. G r a n parte de este talento se puede encontrar t a m ­bién en el G a m b o r e n a de Torquemaday San Pedro, aunque su t e m -

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1198 DENAH LIDA NRFH, X X X V I

peramento es diferente y quizás su registro no sea t a n grande. S in embargo , puede hab lar " c o n severidad p a t e r n a l ' ' (O. C., t . 5, 1117b), " c o n ins inuante c a r i ñ o " (1139a), " c o n voz patética, so­l emne , t e r r i b l e " (1146b) . C u a n d o T o r q u e m a d a se está m u r i e n ­do G a m b o r e n a le dice que no hay esperanza de sanar: " P r o n u n ­ció este no [. . . ] con la calculada energía que el caso, a su pare­cer, demandaba [ . . . ] " (1193b) . Su intención es la de provocar la pa labra deseada, " c o n v e r s i ó n " , cuya interpretación sigue ocu­pando a los críticos.

E n otro caso, cuando F o r t u n a t a va al convento , las monjas le h a b l a n , según el n a r r a d o r , con palabras " i m p r e g n a d a s de esa cortesía du lzona que i n f o r m a el estilo y el m e t a l de voz de las r e l i ­giosas del d í a " (O.C., t . 5, 229a). Inc luso Belén, u n a hermosa j o v e n c i t a que está en las Micaelas para ser re f o rmada y a q u i e n se presenta in i c ia lmente d ic iendo que t iene u n a " b o n i t a v o z " (245b) , adquiere , al i r creciendo su devoc ión, u n a nueva m a n e r a de hab lar " c o n aquel sonsonete que había aprendido y que t a n b i en se acomodaba a su figura angelical y a sus modi tos i n s i n u a n ­t e s " (251a) .

C i e r t o es que ¿7 hay algunos personajes de clérigos, aunque no típicos de su clase, que se m u e s t r a n de m a n e r a a t rac t iva , t a n ­to en su habla como en sus actos. E l más obv io de ellos, que i n ­mediatamente se nos ocurre , es Nazarín. C u a n d o aparece por vez p r i m e r a en u n a ventana , el n a r r a d o r reconoce que esa figura es la de u n h o m b r e más por su voz que por su cara (O. C., 1682a), de la m i s m a m a n e r a que después se le reconoce " p o r el m e t a l de la v o z " (1708b) 6 . A u n q u e le h a n robado y la seña C h a n f a i n a lo cubre de insultos , Nazarín le hab la " c o n serenidad pasmosa" (1683a) , la m i s m a serenidad que muestra más tarde con el enano (1748a) y con el alcalde sarcástico y descreído que lo está i n t e r r o ­gando (1749a). E l n a r r a d o r se siente c onmov ido p o r la " s e n c i l l a i n g e n u i d a d , sin ningún dejo de afectación" (1685b) con la que

6 E s útil c o m p a r a r a Nazarín con el M a y o r a l de Misericordia. A m b o s tie­n e n algo de semita : Nazarín e r a " e l tipo semítico más perfecto que fuera de l a Morería he visto: u n castizo árabe s in b a r b a s " (1682a) ; M a y o r a l " e r a u n j o v e n m u y listo, algo arabista y h e b r a i z a n t e " (O.C., t. 5, 1960b). S i n e m b a r ­go, e n Nazarín se e v o c a l a figura de C r i s t o , y de M a y o r a l se nos dice que lo que le atrae h a c i a A l m u d e n a , más que l a compasión o l a c a r i d a d , es u n ocioso interés de estudioso, o s implemente u n interés lingüístico. E l lector siente su afectación c u a n d o le h a b l a a doña B e n i g n a " c o n todo m i r a m i e n t o " de su v i d a de v a g a b u n d e o con A l m u d e n a (ibid.).

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NRFH, X X X V I O R A L I D A D Y C A R A C T E R I Z A C I Ó N E N G A L D Ó S 1199

Nazarín a d m i t e que no está amargado y que come cuando hay c o m i d a y a y u n a cuando no la hay .

Está claro que tenemos que ver con u n i n d i v i d u o to ta lmente sincero ( " m e respondió con sencillez que revelaba su s i n c e r i d a d " , 1685b) , así que cuando se enoja, es porque tiene buenas razones para el lo . Por consiguiente , puede revelar sus verdaderos senti ­mientos y no necesita encubrirse y recuperar la compostura p r o ­p ia de u n sacerdote. A u n amigo que t r a t a de hacerle ver que su f o r m a de v i d a es m u y sospechosa e inqu ie tante contesta Nazarín, " e n el reposado tono que usaba s i e m p r e " (1704a), que su i n t e r ­locutor no debe preocuparse por la f o rma en que su conducta pueda afectar a sus amigos, porque está a p u n t o de marcharse de su ca­sa. N i s iquiera l a voz imper iosa , amedrentadora y a i rada de Be l -m o n t e provoca más que u n a respuesta " c o n voz segura y h u m i l ­d e " (1721b) . Frente a la superstición de unas mujeres que bus­can u n a cura mi lagrosa para u n a niña en ferma, Nazarín las reprende con " s e v e r i d a d y casi casi con e n o j o " (1714a, las curs i ­vas son mías ) 7 . S in embargo , cuando las mujeres persisten, l l a ­mándolo santo y pidiéndole que interceda en favor de la niña, N a ­zarín t rata de desengañarlas " c o n reposado y firme acento" (ibid.). Después les dice que deben aceptar la v o l u n t a d de Dios y orar p o r l a curación de la niña. Por su parte , dice con " a r d o r o s o e n t u ­siasmo y convicción [. . . ] honda y firme" (1715a) que todo lo que puede hacer es rogar a Dios para que descargue en él todas las calamidades, el do lor y las desgracias que afl igen a la h u m a n i d a d a cambio de la salud de la niña. Nazarín es creíble debido a la sencillez de su f o r m a sincera de expresión, a la honest idad que se trasluce en el t ono calmado y firme de su voz. M a n t i e n e a sus oyentes "pend ientes de su pa labra persuasiva, sin retóricas ocio­sas" al t i e m p o que t r a t a de enseñarles algunos pr inc ip ios re l ig i o ­sos básicos " c o n lenguaje sencillo, dándoles más c lar idad a veces con la f o r m a de e j e m p l o s " (1719b) . D o n Ben i to no deja d u d a a l ­guna de que comparte la exhortación de maese Pedro: " L l a n e z a , muchacho ; no te encumbres , que toda afectación es m a l a " .

A p a r t i r de esta reseña bastante detallada se ve c laramente que aunque por su aspecto físico Nazarín puede parecer árabe, por el deter ioro de su atuendo puede parecer indigente y la compañía

7 L o m i s m o vale más adelante , c u a n d o las m u j e r e s c r e e n que sí ha. s a l v a ­do a la niña y b u s c a n su intervención p a r a tratar de a l i v i a r l a hister ia de B e a ­triz (1717a) . Sólo c u a n d o los ladrones t ienen p a l a b r a s y gestos blasfemos pier ­de rea lmente l a c o m p o s t u r a — " p e r d i ó su bendita s e r e n i d a d " ( 1 7 5 6 a ) — y los regaña " a r d i e n d o en santa cólera" (ibid.).

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de sus seguidoras puede dar la impresión de que es mu jer i ego , la única clave constante de su carácter se encuentra en su f o r m a de hab lar sencilla y sincera y en lo atract ivo de su voz. Fa l ta por completo ese vacío m e l i f l u o , afectado y retórico que se encuentra en otros m i e m b r o s del clero. L o m i s m o se podría decir de m u ­chos personajes auténticos, sean sacerdotes, médicos , mendigos o sirvientes. Recíprocamente , muchos personajes m a l i n t e n c i o n a ­dos y negativos, sin i m p o r t a r cuan elevado sea su lenguaje , son traic ionados por rasgos desagradables en el lenguaje y en la voz. Galdós siente g r a n desconfianza p o r la pompos idad de la m a y o ­ría de los abogados quienes, como J a c i n t i t o , el " a b o g a d i l l o " de Doña Perfecta ( t . 4, 433a) , d i g a n lo que d i g a n lo hacen de m a n e r a m u y enfática y pedante. S in embargo , o t ro personaje de esa p r o ­fesión, m u y desarrol lado por Galdós , d o n J u a n de L a n t i g u a , el padre de G l o r i a , es u n abogado de éxito, de carácter t r a n q u i l o , cuya f o rma de hablar pasa del tono sencillo, b i enhumorado y afec­tuoso que generalmente emplea cuando hab la a su h i j a , aunque esté cada vez más i r r i t a d o con el la , al tono serio, firme, hasta ter ­co, que adopta cuando habla de sus ideas religiosas y políticas, que son bastante reaccionarias.

C o m o lo hemos sugerido, la impresión general de los lectores de Galdós es que favorecía a los hombres de ciencia, especialmente a los médicos . L a m e d i c i n a ya distaba m u c h o de ser la profesión impotente que había sido, objeto de muchas bromas, especialmente p o r parte de los autores del siglo x v n . E l siglo x v m puede haber sido la E d a d de la R a z ó n en muchos campos, pero en el de la m e ­d i c ina la corriente que continuó hasta b ien entrado el siglo x x só­lo empezó a cambiar de dirección a finales del x i x . A grandes ras­gos, Galdós era t a n entusiasta respecto a los adelantos de las c ien­cias como lo era respecto a lo que consideraba democratización y progreso político. U n m u y q u e r i d o amigo suyo, M a n u e l T o l o -sa L a t o u r , era u n médico que le facilitó a Galdós la entrada a hos­pitales y otras instituciones donde pudo comprobar referencias mé­dicas. Las propias incl inaciones de Galdós , además de esa amis ­t a d íntima, resu l taron en la i m a g e n básicamente favorable de la mayoría de los médicos como personas bondadosas, amables, se­renas —siendo esta última u n a cua l idad necesaria que conservan más fácilmente que muchos de los sacerdotes, quienes también deberían caracterizarse por la s e ren idad—, precisas, ju ic iosas , enérgicas y con sentido del h u m o r . A u n q u e sólo Celipín Centeno es personaje centra l de u n a novela — y eso debe tomarse cum gra­no salis—, algunos de ellos t ienen papeles de gran i m p o r t a n c i a .

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T a l es el caso de Teodoro Golfín (Marianela, La deBringas) y A u g u s ­to M i q u i s , en más de m e d i a docena de novelas, médico de m u ­chos otros personajes y el que más parece asemejarse a Tolosa L a -t o u r . C i e r t o es que hay fuertes rasgos ind iv idua les que caracter i ­zan a cada médico , pero en general la gama de personalidades es m u c h o más l i m i t a d a que entre los m i e m b r o s del clero. N o es hasta Marianela cuando desarrollará Galdós u n t i p o m o d e r n o de médico , que es ante todo u n h o m b r e de ciencia realista. D o n N i -comedes, el médico que atiende a G l o r i a , todavía es u n extraño " d e c i d o r algo e x t r a v a g a n t e " (O.C., t . 4, 655b) que t r a t a a sus pacientes empleando u n lenguaje florido, con h u m o r i s m o y afec­to (670a) . H a dejado su consulta en la c i u d a d para vagar por el c a m p o , de casa en casa, pasando p o r u n l ibrepensador que va a misa . T e o d o r o Golf ín, t a n sensible a l a belleza de la voz de M a ­r iane la y a los sonidos de la natura leza , p r u e b a desde el c o m i e n ­zo, no sólo su b u e n carácter, sino también su franqueza — " e s ­pontane idad s u m a " (690a )— y su h u m a n i d a d al desengañar al i luso Pablo " c o n emoc ión y lást ima" (ibid.) sobre la belleza de u n pedazo de p iedra caliza c o m ú n y corr iente que éste recoge, o al hablar le a M a r i a n e l a en f o r m a t a n afectuosa. N o puede h a ­ber d u d a de que Galdós lo re t ra ta con u n a m u l t i t u d de buenas cualidades, y u n poco de m a l genio, que se no ta en su m a n e r a de hab lar . Pero el hecho es que , a pesar de su inte l igenc ia , T e o ­doro Golfín tiene que aprender u n a lección difícil. Su saber es c ien­tífico, puede devolver o dar la v ista a los ciegos, pero no puede ev i tar el hecho de que esa visión m a t e r i a l quizá obs t ruya la " v i ­s i ó n " i n t e r n a , n i puede i m p e d i r que las dos se c o n f u n d a n , como ocurre con Pablo y su sentido de la belleza. Así que el b u e n doc­t o r no es perfecto.

E l más desarrollado de los personajes médicos es Augusto M i ­qu is , al que vemos como estudiante y profesional y también co­m o j o v e n enamorado de I s idora Rufete en La desheredada. L o ca­rac ter i zan la compasión y el b u e n h u m o r , pero también puede ser serio y dar muestras de d i g n i d a d profesional y de i r a , espe­c ia lmente cuando I s idora se niega a aceptar lo que todo el m u n d o menos ella reconoce como rea l idad . Su b u e n carácter y su senti ­do del h u m o r f o r m a n parte del t r a t a m i e n t o médico que apl ica a muchos de los personajes de Galdós. M i q u i s aparece con frecuencia en la serie de Torquemada, y especialmente al p r i n c i p i o , en Ángel Guerra. Sabe c laramente cuándo ser serio y firme con el paciente y su f a m i l i a , s in volverse amenazante n i melodramático: " C o n ­solaba a los enfermos con su carácter festivo y sus humoradas fa-

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m i l i a r e s ; inspirábales conf ianza en el t r a t a m i e n t o , robusteciendo la m o r a l , y encubr iendo la aridez adusta de la ciencia con las flo­res más agradables del t ra to u r b a n o " (O. C., t . 5, 1244a). E l autor s iempre parece estar pensando en su amigo médico y espera que todos los médicos tengan b u e n carácter. Por lo t a n t o , la mayoría de ellos poseen voces agradables, puesto que Galdós no concibe fácilmente que personajes agradables tengan voces desagradables. L a b o n d a d , la a m a b i l i d a d , la serenidad y el h u m o r a l t e rnan con la precisión, la c l a r i d a d , la energía y la a u t o r i d a d , según lo re ­q u i e r a n las c ircunstancias. Esto no quiere decir que n u n c a hay u n médico que sea verboso y emplee u n lenguaje florido, como d o n Nicomedes en Gloria, o que sea u n poco afectado en el h a ­b l a r , como Ballester en Fortunata y Jacinta. L o que es poco p r o b a ­ble que encontremos es la dicotomía extrema que vemos en el clero, como la que existe entre don Inocencio o Pedro Polo (Tormento) y Nazarín.

Las figuras públicas como los políticos y los empleados de go­b i e r n o no rec iben tan b u e n t ra to como los médicos , n i en térmi­nos de la caracterización generalmente favorable n i en los deta­lles ind iv idua les específicos, aunque se podría decir que también ellos ofrecen de m a n e r a parecida u n a gama de rasgos moderada , sin extremos. E l hecho de que el p rop io Galdós fue delegado en las Cortes podría l levarnos a pensar en u n p r i n c i p i o que su r e t r a ­to de las figuras públicas sería por lo menos benigno . Pero prec i ­samente porque el autor estuvo en contacto cercano con la espe­cie y la observó con cuidado al t i e m p o que se mantenía en si len­cio, es sensible a su afectación, su sentido de la prop ia impor tanc ia , su a u t o r i t a r i s m o , su paternal i smo y su pomposa severidad. N i n ­guno sale i n d e m n e de las manos del maestro , ya sea el ridículo y engañoso Pez, en La de Bungas y muchas otras novelas, o el cí­n ico Federico C i m a r r a en El amigo Manso, con su lenguaje agra­dable y d irecto . E l tío de Federico , que aparece en La familia de León Roch —es el magis trado d o n Justo C i m a r r a — es obv iamente afectado y t r a t a de hab lar " c o n entonación severa" (O.C., t . 4, 955b) , y salpica cuidadosamente sus palabras de graves pausas: " [ . . . ] daba a las pausas oportunas g r a n i m p o r t a n c i a para la cla­r i d a d del d i s c u r s o " (945b) . S in embargo , cuando t r a t a de con­vencer a Pepa, la esposa de Federico , de que sacrif ique su a m o r p o r León y vue lva a la casa de su padre , completamente separada de Federico , adopta u n tono profesional más decoroso: " O y ó s e después la voz reposada y persuasiva del m a g i s t r a d o " (956b) .

E n todas las épocas de la producción de Galdós a b u n d a n los

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empleados de gobierno, los funcionarios y las figuras públicas, pero nos conviene concentrarnos u n rato en M a n u e l María José del Pez , también conocido como María José Ramón [del] Pez , M a ­nuel Ramón José María Pez y Ramón María Pez. E s evidente que Pez es u n hombre hueco, pues el narrador se refiere a él co­mo a una persona " d e conversación insustancial ' ' (La de Bringas, O. C., t. 4, 1593a). C u a n d o hablaba, " s e le oía con gusto, y él gustaba también de oírse [ . . . ] . S u lenguaje habíase adaptado al estilo político creado entre nosotros por la Prensa y la t r i b u n a " (1593b). Pez maneja " c o n pasmosa fac i l idad" (1593a) las mis­mas frases que a Torquemada le costará tanto trabajo aprender. P a r a Manolo Peña la tarea no exigirá ningún esfuerzo, pero has­ta Torquemada logra su cometido debido a la flexibilidad que tiene para adaptar su entonación y su modo de hablar a la situación, el sine qua non de una figura pública. Incluso José María Manso logra manejarlo, aunque de manera un tanto cuanto absurda.

C u a n d o Pez habla con Rosalía Bringas, y a sea para lamen­tarse de su infeliz situación conyugal o para alabar a la propia Rosalía, lo hace con vehemencia (1595b, 1619a). A pesar de es­to, el narrador-personaje tiene una reacción diferente frente al ha­bla de Pez: " P o r mi parte, confieso que el modo de hablar de aquel señor tan guapíri y de palabras tan bien medidas ejercía no sé qué acción narcótica sobre mis n e r v i o s " ; mientras lucha por contro­lar su modorra, se encuentra en " u n estado semejante al que los médicos l laman coma vigil" (1623b). E l sonido y las palabras son igualmente soporíficos. Este Pez se h a deteriorado desde su apa­rición anterior en El amigo Manso, donde era apenas u n poco más soportable. Tenía " t a l idea de sí mismo, que sus palabras salían revestidas de autoridad s i b i l i n a " . A Máximo le cuesta trabajo es­cuchar sus " h u e c o s párrafos, que resonaban en mi espíritu con rumor semejante al de un cascarón de huevo vacío cuando se cae al suelo y se aplasta por sí so lo " (O. C., t. 4, 1193b-l 194a). C u a n ­do pronuncia su discurso en la función de caridad en beneficio de la Sociedad General para el Socorro de los Inválidos de la I n ­dustria, Máximo comenta: " E r a la oratoria de este señor acaba­do ejemplo del género ampuloso, hueco y vacío [ . . . ] " (1228b) 8 .

8 L o m i s m o se puede dec ir de u n congresista en La incógnita, que h a b l a h o r a tras h o r a " y su voz s in matices caía sobre el cerebro del auditorio c o m o l l u v i a m e n u d a y persistente sobre u n techo de c r i s t a l e s " (O.C., t. 5, 700a) . E l a b s u r d o F r a n c i s c o de P a u l a de l a C o s t a y S a i n z del B a r d a l de El amigo Man­so, empleado de B e n e f i c e n c i a y S a n i d a d , es tratado aún más d u r a m e n t e por

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Peña, el discípulo de M a n s o , es m u c h o más elocuente, aunque tampoco él dice cosas m u y sustanciales: " H a b l a b a de todo y de n a d a " (1234b) . E l público está h i p n o t i z a d o por " e l encanto físi­co de la voz robusta y flexible [ . . . ] . Despertaba [. . . ] , con la v i ­bración celestial de las cuerdas de su noble espíritu, los sentimientos cardinales del a l m a h u m a n a [. . . ] " . Peña tiene el d o n n a t u r a l del " e x t r a o r d i n a r i o hechizo de la pa labra [. . . ] " (1234a). M a n s o ad ­m i t e la deb i l idad del texto , pero a d m i r a la capacidad de Peña pa­r a conmover a su público: " Q u é var i edad de tonos y cadencias, qué secreto i n i m i t a b l e para someter la voz al sentido [. . . ] , qué dicción enérgica y dulce , sin descomponerse n u n c a , sin i n c u r r i r en la declamación, sin sa lmodiar la frase [. . . ] " (1234b) . M u c h o antes, M a n s o había v isto que las palabras de M a n o l o eran pedes­tres , pero , así pensaba, eso se podía remediar . L o i m p o r t a n t e era su d o n de expresión ora l que había revelado desde el p r i n c i p i o " l a gradación, el calor persuasivo [ . . . ] , l a frase [. . . ] l l ena de sonoridades s impáticas" (1181a). C l a r o que ésta es la visión, a l ­go pre ju i c iada e ingenua , que t iene M a n s o de su discípulo. S in embargo , nos i n t r i g a la decisión de Galdós de p e r m i t i r que M a n ­so y Peña a t ra igan la simpatía del lector. Hace años, sostuve que Peña representaba u n a pequeña m e j o r a frente al político c o r r u p ­to . Nues t ro amigo Car los Blanco estuvo en desacuerdo y alegó que , a la l a rga , Peña no sería m e j o r que los demás. D e j a n d o de lado m i resistencia a leer más allá del marco del texto , llegué con el t i e m p o a pensar que Blanco puede haber tenido la razón. Esta opinión se ve reforzada en parte por las de u n n a r r a d o r menos favorable , José María Bueno de G u z m á n , q u i e n tampoco es de­masiado simpático, y considera a Peña, ahora d i p u t a d o , " m u y dec idor e i n q u i e t o " (O. C., t . 4, Lo prohibido, 1692b), u n a persona de i r r i t a n t e " su f i c i enc ia y d e s p a r p a j o " (1696a) , " [ • • • ] m u y l i s ­t o , charlatán y [. . . ] con su pa labra fácil se ha hecho u n puesto en la política, porque sabe hab lar de todo , y saca unas figurillas y unas monadas retóricas que entusiasman a las señoras ' ' (1730b-1731a). E n la t e r t u l i a él y Gustavo Tellería " h a b l a b a n más a l to , cediéndose el t u r n o de los párrafos estrepitosos y afectados" (1731a). Pero debemos reconocer que en El amigo Manso Peña es-

el n a r r a d o r , pero eso se debe a que es u n poetastro pomposo que deja sus v e r ­sos en los álbumes de las señoras. S u voz es " a g r i a y di f icultosa , c o m o si m a ­nos impías le es tuvieran apretando el g a z n a t e " (t. 4, 1193a) . D u r a n t e su i n ­tervención en l a función benéfica, su "declamación h i n c h a d a i b a l a n z a n d o al aire bolas de jabón [. . . ] . L a s bombil las estal laban, resonando de diversos m o ­dos , y a en tono grave , y a en el plañidero y s e r m o n a r i o " (1232b) .

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NRFH, X X X V I O R A L I D A D Y C A R A C T E R I Z A C I Ó N E N G A L D Ó S 1205

tá dotado de cualidades que no se le a t r i b u y e n a n i n g u n a o t r a fi­g u r a política. ¿Por qué? ¿Sería que Galdós pensaba en Cánovas o en Castelar , y que él m i s m o , como M a n s o , al m i s m o t i e m p o a d m i r a b a y reconocía las l imitaciones?

N o hace fa l ta detenernos más en las muchas figuras que t i e ­n e n cabida en esta categoría, pero debemos dedicar u n a m i r a d a al pequeño func ionar io desplazado, el cesante. D o n R a m ó n V i -l l a a m i l , l l a m a d o Ramsés I I (Fortunata y Jacinta), es el e jemplo del empleado de gobierno s in t raba jo , que p ierde su puesto poco a n ­tes de que le h u b i e r a tocado j u b i l a r s e . A di ferencia del empleado pomposo y seguro de sí m i s m o , el cesante, aunque también pue­de ser afectado al c o m u n i c a r su lamentable condic ión, hab la con " u n a voz que parecía salida de u n a b o t e l l a " ( t . 5, 297a). Es u n a voz " d e u l t r a t u m b a , que salía de su garganta como eco de las frías cavernas de u n a pirámide e g i p c i a " (304a) . V i l l a a m i l no pertene­ce a su sociedad. Es la suya u n a voz que viene de u n pasado m u y distante , enterrado hace m u c h o . Esta opinión se expresa en Miau: " v o z cavernosa y s e p u l c r a l " , " t emerosa y empañada v o z " (O. C., V 554a) , " v o z que parecía salir del centro de la t i e r r a " (569a) .

C o m o hemos v isto , aunque no es to ta lmente in jus to deduc i r que Galdós revela su preferencia por ciertas profesiones y t ipos h u m a n o s y les a t r i b u y e ciertas características generales, es arr ies­gado suponer que no hay gradaciones n i excepciones. Se supone que los curas deben ser serenos y sinceros. A u n q u e la mayoría de ellos pueden afectar esas cualidades al hab lar , sólo algunos lo son verdaderamente , y Galdós aclara la distinción. Los abogados y las figuras públicas pueden hab lar b i e n , pero en su mayoría se t r a i c i o n a n y revelan p o r el t ono de su voz que son cr iaturas pre ­sumidas y pomposas. A m e d i d a que conocemos a esos i n d i v i d u o s , especialmente a aquellos que aparecen repetidas veces en las no ­velas, hay menos caracterizaciones de este t i p o , que aparecen más en las obras tempranas o cuando se presenta por vez p r i m e r a a u n personaje en las novelas posteriores. Conv iene al lector pres­t a r cuidadosa atención a ciertas indicaciones clave que i n v a r i a ­b lemente t r a i c i o n a n a los i n d i v i d u o s que no son lo que parecen o pretenden ser. Las voces huecas, agrias, nasales, at ipladas, ar ­gentinas, son u n l l a m a d o de atención al lector , y también lo es u n a entonación que sugiere ironía o sarcasmo, pomposidad o cual ­q u i e r t i p o de afectación. Se nos recuerda la i m p o r t a n c i a de la voz en la conclusión de Lo prohibido, cuando José María Bueno de G u z -mán a f i r m a al final de su v i d a , después de sufr i r u n ataque de hemiplejía: " m i voz me era odiosa, antipática, y valía la pena de

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condenarme a perpetuo m u t i s m o por no oírme yo m i s m o . L a ver­d a d , señores: la voz que me quedó después de la h o r r i b l e crisis era inaguantab le ; u n a voz a t ip lada , ch i l l ona y aguda, que me re ­cordaba la de los cantores de capi l la . C u a n d o me hice cargo de este fenómeno, entróme h o r r o r y asco de m i prop ia p a l a b r a " ( t . 4, 1885b). Puede conformarse con todos sus demás defectos, " p e r o h a b l a r de aquel la m a n e r a . . . , f rancamente , y con perdón de la J u s t i c i a d i v i n a , me parecía demasiado f u e r t e " (ibid.).

D E N A H L I D A

Brandéis U n i v e r s i t y

Traducción de Flora Botton-Burla