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LA POLÍTICA ORIOLANA ENTRE LAS ELECCIONES DE 1931 Y LA VICTORIA DEL FRENTE POPULAR EN 1936 Antonio José Mazón Albarracín

Orihuela 1931-1936 Antonio José Mazón Albarracín

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LA POLÍTICA ORIOLANAENTRE LAS ELECCIONES DE 1931

Y LA VICTORIA DEL FRENTE POPULAREN 1936

Antonio José Mazón Albarracín

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on sus principios y valores en proceso de cambio,la pasión por la literatura y el sentido del compromiso

empujaron al poeta a impregnarse de las nuevas corrientes, comen-zando a mudar de la mística a la política activa. Éste era un conceptoprácticamente nuevo. Pero era también el inicio de una singladuraarriesgada para quien como él, procedía de un sector social modestoy de unas generaciones que habían pasado la adolescencia bajo laDictadura de Primo de Rivera y ahora, en una ciudad de provincias,comenzaba a moverse en una desconocida política democrática demasas.

A Miguel, la mocedad le llegó en 1931, un año fundamentalpara la historia de España. La fortuna le deparó una excedencia decupo en lo militar y una primera etiqueta política en su militancia.Consecuente con su tiempo, el joven poeta de Orihuela se dejóinfluir por otras compañías, alejándose, de momento, del catolicismoactivo para explorar nuevos campos, y en aquel primer verano re-publicano, influido por su amigo Augusto Pescador Sarget, fuenombrado presidente fundador de las Juventudes Socialistas locales.

o LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA

Según el censo confeccionado el año anterior, Orihuela contabaen 1931 con una población de 38.500 personas, de las que más de23.000 estaban domiciliadas en sus diferentes partidas rurales.Con una economía basada en la agricultura en la que estaban fuer-temente arraigadas las figuras del arrendatario y el pequeñopropietario rural; sin apenas conflictos sindicales, la actividad política

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se había mantenido muy alejada de las corrientes obreras reivindicativasimperantes a nivel nacional, adormecida en manos de un puñadode terratenientes que, además de las tierras, controlaban lossindicatos católicos.

Estos, creados nominalmente a finales del siglo XIX para paliarla vergonzosa situación de explotación y miseria de las clases traba-jadoras y prevenir la posible protesta social, habían experimentadoun fuerte crecimiento sólo en los años veinte, gracias a la coyunturaexcepcional creada durante la Dictadura de Primo de Rivera. Conuna eficaz amalgama de religión y conservadurismo antiliberal, in-tentaron mantener a raya la expansión de las ideas marxistas que,como un reguero de pólvora, prendían entre los jornaleros. El pro-gresivo crecimiento de los sindicatos aconfesionales fue desplazandoa estas organizaciones católico-agrarias que, con la llegada de la Re-pública, pasaron a identificarse plenamente con los sectores políticosmás reaccionarios y ultraconservadores, sirviendo posteriormentede base para la formación de la CEDA.

En los distintos comicios celebrados en los años 30, el perfildel votante oriolano, de bajo nivel cultural en la mayoría de loscasos, se decantó siempre por los partidos de la derecha contrariaal liberalismo político, liderados generalmente por adinerados per-sonajes de prestigio y terratenientes locales. Con estas premisas, elmovimiento republicano a nivel local tuvo en sus inicios un escasopoder de penetración social en la inmovilista ciudad del Segura.

En Orihuela, los candidatos monárquicos, seguros de suaplastante victoria, apenas se molestaron en desplegar una campañaelectoral en condiciones. Llegado el 12 de abril de 1931, aunquelos resultados fueron favorables a la Monarquía, el triunfo de los re-publicanos en la mayoría de las capitales de provincia fue interpretadocomo un rechazo frontal a la institución. A pesar de la predecible ycontundente derrota local de la conjunción republicano-socialistaoriolana en las elecciones municipales, la abdicación de Alfonso XIIIy la proclamación de la República el día 14, alteraron todas lasreglas del juego.

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Ese día, las sorprendentes noticias que llegaban de Murcia congregarona gran número de simpatizantes republicanos en los alrededores dela Casa del Pueblo. A media tarde, desde sus balcones, RicardoGarcía, José Ortiz, José María Sarabia y José Escudero Bernicola pro-nunciaron enaltecidos discursos interrumpidos por ovaciones yvivas a la Republica. A las 7 de la tarde, una emotiva manifestaciónencabezada por una bandera tricolor comprada esa misma mañanaen Murcia, a los acordes de La Marsellesa, certificó el incruentocambio de régimen. Inmediatamente quedó suspendida la constitucióndel Ayuntamiento monárquico, y un comité escogido de entre losmiembros de la conjunción republicano-socialista se posesionó in-terinamente del Consistorio. Aquella misma noche, la Comisión Re-volucionaria cedió la presidencia al republicano de más edad, paraluego entregar la vara provisionalmente a Ricardo García López.

El 23 de abril de 1931, se formó oficialmente la Gestora, que ainstancias del Gobierno Civil de la provincia, quedó compuesta porlos miembros más destacados de las formaciones aliadas. La Alcaldía

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Ayuntamiento de Orihuela.

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se mantuvo en manos de Ricardo García López (presidente delPartido Republicano Radical), los síndicos fueron Fernando PlazaGómez y Eladio Turón Sánchez (del Partido Republicano Radical So-cialista), y los tenientes de alcalde, uno por cada distrito, José MaríaLucas Parra, Pedro Muñoz Méndez y José María Pescetto Román (delos diversos partidos republicanos) y Antonio Cubí Tomé, José OrtizJuan, Daniel Cases García y Andrés Martínez Jacobo (del Partido So-cialista).

En Orihuela, como en otros muchos ayuntamientos, se repitieronlas elecciones del 12 de abril por manifiestas irregularidades de-nunciadas ante el Gobierno Civil. El sorprendente desenlace de laselecciones había descolocado a los dos bandos. Los monárquicosno podían creer que, a pesar de su amplia victoria en las urnas -31concejales electos, justamente los que presentaron-, habían perdidotodo el poder. A los republicanos les sucedía lo contrario, pues nien sus más optimistas previsiones habían soñado hacerse con elcontrol absoluto del Ayuntamiento. El sistema escogido para nombrarlas gestoras provisionales, tanto en las diputaciones provinciales,como en aquellos ayuntamientos cuyas elecciones se repitieron porpresunto fraude, propició que las irregularidades empleadas por losmonárquicos en abril, se repitieran en mayo protagonizadas por losnuevos regidores. Formado el Consistorio, exclusivamente por so-cialistas y republicanos, debía encargarse tan sólo de cuestionesadministrativas urgentes. En la práctica, sin embargo, controlaronen su favor todo el poder municipal, organizando actos de propaganday cambiando los nombres de las calles por significados personajesrepublicanos, ante la aparente desaparición de los elementos con-servadores.

Celebrados los comicios sin la concurrencia de los monárquicos,la Comisión Provisional se reunió el 6 de junio de 1931 a la 7,30 dela tarde, para constituir el Ayuntamiento compuesto por 33 concejalesescogidos equitativamente entre socialistas, republicanos de izquierday republicanos conservadores. Durante casi un bienio, un grupo deprofesionales liberales y trabajadores cualificados (abogados, im-presores, tipógrafos), junto a otros miembros de la clase media, sehicieron con el poder e intentaron acometer un ambicioso proyecto

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reformista que encontró un fuerte rechazo entre las élites dominantes.Pero más allá de los problemas externos, los desencuentros entrelas diferentes minorías, fueron minando la credibilidad del Consistorio.Tras deshacerse de los radicales, los socialistas recordaron cons-tantemente al resto de los republicanos que sus votos daban yquitaban la Alcaldía y, en una de estas disputas iniciada entreAntonio Cubí y el alcalde Lucas Parra, salieron a la luz acusacionesde coacciones y apaños en los colegios electorales durante larepetición de los comicios municipales de abril, circunstancia queaprovechó el despechado Ricardo García para convertir la indiscreciónen un escándalo a nivel nacional. Esta polémica, que llegó a los juz-gados, se mantuvo de actualidad durante todo el bienio.

o LOS PARTIDOS POLÍTICOS ORIOLANOS

Tras años de vacío político impuesto por el directorio militar, apartir de 1930 emergieron multitud de partidos que sufrieronmúltiples escisiones y fusiones con periodos de fragmentación y denuevos reagrupamientos. Se pueden utilizar diversos criterios paraetiquetarlos, siendo el más habitual dividirlos en derechas e izquierdas.Pero no podemos olvidar otros criterios tan importantes como eltipo de régimen político que propugnaban, que permitiría clasificarlosen republicanos y monárquicos. Entre los partidos que aceptaban laRepública figuraban los de base obrera y los llamados burgueses.Los monárquicos se dividían a su vez en tradicionalistas y alfonsinos.Pero no todo era blanco o negro, los dos grandes partidos demasas - la Derecha Regional Valenciana de Luis Lucía, integrada enla CEDA, y el PSOE-, se declararon accidentalistas, sin ocultar suvoluntad de modificar las reglas del juego cuando llegasen al poder.Partiendo de los dos bloques que se enfrentaron en las municipalesde 1931, el complicado proceso de descomposición y realineamientoculminó en un solo lustro, en una nueva y total bipolarización en loscomicios de 1936.

Los experimentos conservadores habían comenzado en la pri-mavera de 1930, cuando se creó la Unión Monárquica Nacional,partido presidido por un exministro de la Dictadura. Defendía la

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Monarquía y la obra de Miguel Primo de Rivera mientras criticabanla permisividad de una transición que estaba favoreciendo la multi-plicación de organizaciones revolucionarias. Representado enOrihuela por Eusebio Escolano, estaba integrado por dirigentes pri-morriveristas y miembros de Unión Patriótica. Al disolverse, lamayoría de sus componentes pasaron a Renovación Española y aotros partidos de extrema derecha como el Partido NacionalistaEspañol, del doctor Albiñana.

Con la irrenunciable propiedad de la tierra y el discursoreligioso como cemento aglutinador, la derecha se presentó ante lacatólica Orihuela como garante de los antiguos valores pisoteadospor el nuevo régimen. Durante la Segunda República permanecióextremadamente dividida, con una amalgama de partidos conintereses y discursos diferentes. Podemos clasificarlos en tresgrupos: derecha republicana, derecha accidentalista y la declarada-mente monárquica, dentro de la cual pugnaban, como ya hemosdicho, tradicionalistas y alfonsinos.

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Inicialmente, el espacio que representaban estos partidosestaba ocupado en Orihuela por la Comunión Tradicionalista,formación extremista que aglutinaba al Partido Católico Nacional(más conocido como Integrista) y al Partido Católico Tradicionalista,con especial implantación local, que tuvo sus más destacados re-presentantes en Juan Villaescusa y en el médico Ángel García Rogel.Esta organización fue siempre la más activa y movilizada, concontinuos “mítines monstruo”, multitudinarias misas y pomposasactividades en las que exhibían a su vistosa milicia denominadarequeté.

En 1932 las derechas despertaron de un año sabático. Elpopulista Gil Robles recorrió la provincia abarrotando locales en unpaseo triunfal. Los asistentes a sus mítines escuchaban esperanzadoslos discursos a favor de la Iglesia y en contra de la Reforma Agrariay de los sindicatos. La Derecha Regional aglutinó a los sectoresconservadores de la burguesía agraria valenciana con un claromensaje católico-social y de regionalismo valenciano. Curiosamente,a pesar de su escasa implantación en la provincia de Alicante,Orihuela contó con una de sus primeras asociaciones locales,dirigidas por Antonio Balaguer Ruiz y Eusebio Escolano Gonzalvo.Este último, a través del partido Acción Nacional (rebautizado comoAcción Popular), llegó a ser diputado de la Confederación Españolade Derechas Autónomas (CEDA), poderosa organización de carácterinterclasista, con ramificaciones en los ámbitos económico, sindicaly religioso.

La Derecha Liberal Republicana, partido de antiguos dirigentesmonárquicos como Alcalá Zamora, intentó también captar el favorde las clases conservadoras temerosas del efecto revolucionarioaceptando el régimen republicano. En Orihuela estaba representada,entre otros, por Federico Linares Pescetto, Francisco GermánPescetto y Eduardo Almunia Roca de Togores.

Toda esta actividad política conservadora quedó paralizadatemporalmente por el pronunciamiento militar del general Sanjurjoen agosto de 1932, primer intento serio de frenar las aspiraciones

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de la joven República. Pero la ingenua y alocada conspiraciónconocida como “la Sanjurjada”, fue bien resuelta por Azaña, y sóloconsiguió reforzar la posición del Gobierno, avivando el adormecidoentusiasmo republicano.

Posteriormente se crearon nuevas formaciones: el Partido Re-publicano Conservador, representado por el incombustible políticoJosé Martínez Arenas; Renovación Española, representada en Orihuelapor Indalecio Casinello; Partido Agrario Español, representado porManuel Bonafós. A regañadientes, se forjaron débiles alianzas demínimos entre los partidos monárquicos, a los que se acabaronuniendo los radicales de Ricardo García y el republicano independienteJoaquín Chapaprieta, veterano político torrevejense que tuvo sumomento de gloria intentando la unión circunstancial de las derechascomarcales. Estas negociaciones escandalizaron a la derecha católicaoriolana que, habiendo vencido claramente en su circunscripción,se resistía a pactar con republicanos masones.

La victoria del bloque antimarxista acalló temporalmente lascríticas. Haciendo de tripas corazón para retirar a los candidatosmás extremistas e incluyendo a los republicanos, habían logradoderrotar a la izquierda en las urnas. Pero las maniobras efectuadaspor el Partido Radical no fueron asumidas por todos sus militantes ysu organización quedó muy fracturada. A la difícil cohabitación deradicales y cedistas, se fue sumando la actitud combativa desocialistas y republicanos de izquierda. Más allá de la doctrina decada partido, en el fondo de la rivalidad subyacía un afán desimpatías y odios personales.

Resulta curioso revisar las actas municipales y estudiar laactitud de algunos dirigentes oriolanos, aliados o competidores,que se zancadilleaban sin pudor, en especial las disputas conRicardo García en su afán por conseguir la vara de alcalde en elprimer bienio y la pugna con Francisco Ros Alifa en el segundo, per-sonalizada en Mazón Torrecillas, radical-socialista expulsado de supartido, con el que tuvo enfrentamientos verbales y físicos.

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A partir de 1935 comenzó una nueva tendencia en las filas de-rechistas de la comarca. Hasta entonces, la Comunión Tradicionalistahabía monopolizado el espacio ultraderechista y antirrepublicano,aglutinando en sus filas a tradicionalistas, integristas, upetistas y al-fonsinos conversos. El requeté era, sin duda, la milicia más atractivapor cantidad y preparación, pero Falange Española, partido lideradopor el hijo del dictador, al que se fusionaron las Juntas OfensivasNacional Sindicalistas, comenzó a recibir un goteo de afiliados quebuscaban un partido moderno, con una doctrina cercana a lostriunfantes dictadores europeos y muy alejada del añejo carlismo. El22 de julio, protegido por la Guardia Civil y por las Fuerzas deAsalto, José Antonio Primo de Rivera celebró un mitin en el cineImperial de Callosa de Segura. Su semilla cayó en tierra fértil y nu-merosos jóvenes de las zonas rurales de la Vega Baja decidieron en-fundarse la camisa azul bajo el liderazgo local asumido por AntonioPiniés, barón de La Linde.

En el caso de las izquierdas, aunque todos los grupos que apo-yaban la República compartían valores irrenunciables como democraciaparlamentaria, laicismo y reforma de la educación como herramientade mejora social, las diversas sensibilidades hicieron imposiblearticular un programa consensuado. Así pues, alcanzado su objetivoprimordial -derribar a Alfonso XIII- el Frente Antimonárquico se fuediluyendo, reforzando el compromiso entre socialistas, radicalessocialistas y Acción Republicana, mientras desplazaban a los radicalesde Ricardo García, que llegó a calificar al Ayuntamiento oriolano de“faccioso”.

Este añejo republicano abandonó el Consistorio dedicándosea reorganizar su partido, a través del cual editaría el semanario ElRadical, en el que, a imagen y semejanza de su idolatrado lídernacional, fustigó por igual a monárquicos, revolucionarios ynacionalistas periféricos de izquierda, a los que tildaba de separatistas.Alejandro Lerroux, que al proclamarse la República formó parte delGobierno provisional, pasó a la oposición antes de finalizar el año1931. La estrategia centrista de los radicales, con bandazos aizquierda y derecha a la caza del voto moderado, le procuró un

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gran resultado en los comicios generales de 1933, pero a costa deforzados guiños a la derecha de Gil Robles. Estos pactos devolvierona don Ricardo a la Alcaldía de Orihuela y llevaron a don Alejandro ala Presidencia del Gobierno. Y es que, a pesar de referirnos a lapolítica en el ámbito local, las alianzas, escisiones y rupturas en lospartidos oriolanos son extrapolables en la mayoría de los casos alresto de España, ya que las organizaciones y partidos locales seguíandirectrices de carácter nacional.

La izquierda republicana estuvo muy fraccionada en el primerbienio. El grupo que más destacó fue el Partido Radical Socialista, li-derado en Orihuela por José Escudero Bernicola. Fruto de unaescisión de los radicales, postulaba la unión entre socialismo yrepública con un programa liberal muy avanzado, válido para inte-lectuales y obreros. Además de Escudero, nombrado gobernadoren 1931, componían el Comité Local: José Ortiz Juan, Pedro MuñozMéndez, Eladio Turón Sánchez, Francisco Oltra Pérez, Luis CarrióPastor y David Galindo Martínez.

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Los militantes de Acción Republicana, el partido de ManuelAzaña, procedían principalmente de las clases medias, experimentandoun crecimiento lento y constante en todo el territorio nacional. En1934, con la fundación de Izquierda Republicana, esta formaciónacabó por reunir a todo el sector progresista del republicanismo. EnOrihuela, estaba representado por el abogado José María LucasParra, que gracias a los acuerdos con los socialistas, arrebató laAlcaldía a Ricardo García en el verano de 1931. Los republicanosde izquierda comenzaban a reagruparse tras un complicado procesode escisiones. También en 1934, David Galindo Martínez pasó aliderar otra nueva formación llamada Unión Republicana, en la queconfluyeron los más progresistas de Partido Republicano Radical ylos más conservadores del Partido Republicano Radical Socialista.Galindo alcanzó la Alcaldía en junio de 1931, siempre con el apoyodel grupo socialista que también seguía la estrategia del partido anivel nacional, cediendo la representación del poder a los partidosrepublicanos.

Los socialistas eran la formación más sólida al caer la Dictadura.Bajo este régimen, el PSOE y la UGT fueron tolerados y fortalecidos,consolidando su estructura al margen de las demás fuerzas políticasque llegaron a acusarles de colaboracionismo con Primo de Rivera.Mientras que, para el resto de los grupos opositores, la caída del di-rectorio militar fue el pistoletazo de salida para reagruparse ydefinirse, el Partido Socialista estaba muy consolidado en todo el te-rritorio nacional, de ahí su resistencia inicial a aliarse con los repu-blicanos burgueses. La Casa del Pueblo oriolana, instalada durantela Dictadura, se convirtió en el centro neurálgico de política localdesplazando a la añeja Casa de la Democracia, presidida por el re-publicano radical Ricardo García en 1924.

El grupo socialista oriolano, junto al sindicato Unión Generalde Trabajadores, contaba en sus filas con Daniel Cases García (pre-sidente), Rafael Gas, Vicente Ibáñez, Antonio Cubí Tomé, IsidoroSánchez Mora, Antonio Esquiva, Pedro Martínez Vegara, ManuelBas y José Alonso Egío.

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El resto de las formaciones de izquierda no estuvieron repre-sentadas en Orihuela durante la Segunda República. Grupos comoel Partido Comunista o la CNT no aparecieron hasta 1936.

o EVOLUCIÓN POLÍTICA

La Vega Baja fue durante la Segunda República un hervideropolítico condicionado por la permanente confrontación entre ricospropietarios y una masa obrera que dependía del “jornal de lahuerta”. Las promesas de la República provocaron una granpolitización de estas clases trabajadoras rurales, multiplicando suafiliación a los partidos y sindicatos obreros, especialmente a la he-gemónica UGT y a sus Casas del Pueblo. Frente al sistema agrarioestablecido, con una estructura de propiedad que condenaba a lamiseria al numeroso colectivo de jornaleros agrícolas, apareció lapromesa del sindicalismo reivindicativo y de una auténtica Ley deReforma Agraria, a cuyas directrices se resistía la patronal. Laburocracia empantanó cualquier proyecto y los rumores o falsosmitos se extendieron rápidamente entre los pequeños propietariosy muchos arrendatarios, quienes a veces no estaban muy alejadosde las circunstancias de los jornaleros, pero temblaban al oír hablarde expropiación de tierras. La izquierda obrerista, como en otraszonas del regadío valenciano, tropezó aquí con la oposición de uncomplejo bloque social.

En el primer bienio, con un Ayuntamiento de izquierdas, seplantearon grandes proyectos sin llegar nunca a consumarse,proyectos de transformación económica y social que habían causadomuchas ilusiones entre los obreros del campo. Suspendido el Ayun-tamiento progresista, le llegó el turno a Ricardo García, y su gestoraradical-cedista poco pudo deshacer.

En la huerta, el salto hacia atrás no fue sencillo. Los jornalerosse aferraron al sistema de turno riguroso de empleo, controladodesde las Casas del Pueblo, mientras los propietarios volvían acontratar a los que siempre habían trabajado en sus fincas, rechazando

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a todo el que se hubiese relacionado con sindicatos obreros. Esteforcejeo derivó en situaciones de fuerza y grupos de falangistas co-menzaron a reunirse clandestinamente para perpetrar acciones vio-lentas, a veces de carácter defensivo, otras de pura provocación yamedrentamiento.

La ideología combativa y revolucionaria que había separado alos partidos obreros de los burgueses acabó superándose cuando,bajo la amenaza que procedía de la Alemania de Hitler, su colaboraciónse hizo necesaria en las elecciones generales de 1936. El éxito en laprovincia fue tal, que no hizo falta ni segunda vuelta: la victoria delFrente Popular fue aplastante y la candidatura fue elegida en sutotalidad. La lista total quedó compuesta por cuatro diputados so-cialistas, tres de Izquierda Republicana, uno de Unión Republicana,dos de la CEDA (entre ellos, Eusebio Escolano) y un centrista inde-pendiente. Inmediatamente, el gobernador civil repuso al Ayuntamientosuspendido.

Para republicanos y socialistas, los comicios de febrero de1936 supusieron una especie de reválida que les permitió retomar

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con orgullo la labor emprendida en el primer Bienio, achacando sudestitución a “manejos caciquiles”. En las manifestaciones de losportavoces municipales quedó reflejada la disposición de los tresgrupos mayoritarios ante la nueva etapa que comenzaba. DavidGalindo recomendó a sus compañeros alegría, cordura y sensatezen sus conductas, José María Lucas, recomendó a sus compañeroscordura y serenidad, pero Antonio Cubí dijo sentirse con másautoridad que nunca y, en nombre de su minoría, condicionó la co-laboración leal con los republicanos al cumplimiento del pacto acor-dado. Mientras Izquierda Republicana y Unión Republicana pedíanmesura y contención, los socialistas se mostraron dispuestos acumplir escrupulosamente los postulados del Frente Popular.

En sesión extraordinaria, celebrada el día 21 de marzo de1936, el sastre Francisco Oltra Pérez, miembro de Izquierda Repu-blicana, se hizo con la Alcaldía según lo pactado por 22 votos afavor y 2 papeletas en blanco. Oltra tomó posesión inmediatamentey se procedió a escoger las dos Tenencias de Alcaldía que estabanvacantes, recayendo por unanimidad en el exalcalde David Galindo,de Unión Republicana, y en el socialista Amado Granell. Al igual queen el Gobierno de la Nación, la representación del poder quedabaen manos de los republicanos y los socialistas se mantenían ensegundo plano, recordando al flamante alcalde que debía su cargo ala minoría socialista que había secundado la iniciativa del FrentePopular con la disciplina que les caracterizaba, pero a cambio leexigían “dar vigor a la República”.

La victoria del Frente Popular y el aumento del desempleorural motivado por la crisis agrícola, hizo aflorar toda la conflictividadlatente, reactivando espectacularmente la afiliación obrera en lahuerta en una nueva etapa de gran dinamismo político. Cualquierdecisión que adoptase el Gobierno en materia de reforma agrariaera recibida como una amenaza por los propietarios y tachada deinsuficiente por las organizaciones obreras. Sin otro medio de infor-mación que la recibida a través de su agrupación política, susdirigentes difundían y magnificaban a la medida de sus intereses,las medidas gubernamentales y sobre todo, los sucesos de orden

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público, exacerbando a una población inculta y fácilmente manipulable.En esta tesitura, el discurso violento y la confrontación física endefensa de las ideas fueron utilizados de manera general. Los dere-chistas tenían que parar a toda costa lo que veían como unarevolución y, poco a poco, el miedo se fue apoderando de lahuerta, tejiendo un bucle sangriento de represalias y contrarrepre-salias.

Los partidos moderados en ambos bandos habían fracasado.Todo quedó en manos de tradicionalistas, falangistas y el ala másradical del socialismo -liderada por Largo Caballero-, a la que seunieron comunistas y anarquistas, grupos dotados de miliciasarmadas y entrenadas para la confrontación física. La conspiraciónmilitar estaba en marcha y la Guerra Civil se esbozaba como unaposibilidad creciente.

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Puerta de Callosay caseta de consumos, 1931.

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