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299 Las teorías filosóficas contemporáneas sobre la racionalidad práctica, así como las expli- caciones de la conducta en las ciencias sociales, se definen en buena medida por la posi- ción que toman con respecto a la teoría de la acción de David Hume. Más que con la teoría de ningún otro filósofo, la de Hume marca un punto de referencia con respecto al cual hay que tomar posición en cualquier discusión sobre estos temas. Un par de ejem- plos nos pueden dar una idea: 1) hoy en día la discusión en ética, y particularmente en psicología moral, acerca de la naturaleza de la motivación y de las razones para la acción se puede dividir en dos grandes bandos: los humeanos, que sostienen que la explicación de una acción tiene que hacer referencia necesariamente a creencias y deseos, y los no humeanos, antihumeanos o racionalistas, que en términos generales niegan que tal expli- cación tenga que hacer referencia necesariamente a deseos; en ocasiones basta con la refe- rencia a las creencias. Dado que Hume caracterizó mejor que nadie antes los rasgos de este modelo para explicar la acción, se le llama al modelo “humeano”, aunque pensado- res anteriores a él, como Aristóteles o Hobbes, de algún modo también lo hayan soste- nido; y muchos otros después también lo han defendido, como Elizabeth Anscombe, Donald Davidson, Bernard Williams, no cognoscitivistas en ética, muchos funcionalis- tas en filosofía de la mente, así como la mayoría de los teóricos de la decisión racional (Jon Elster o Richard Jeffrey pueden ser buenos ejemplos) o de la teoría de juegos. Dado que hoy en día se considera a la teoría humeana como la teoría estándar en la explica- ción de acciones, para muchos ésta es la teoría a vencer, y por ello se llama a la posición contraria “antihumeana”. Entre los antihumeanos, o racionalistas, encontramos a Kant y a los kantianos, con su afirmación de que la razón pura es práctica, pero también a muchos cognoscitivistas motivacionales que piensan que no siempre es necesaria la refe- rencia a los deseos en la explicación de la acción, como Thomas Nagel, John McDowell y otros realistas morales influidos por ellos (de hecho, no es casual que el debate con- Naturalismo y racionalidad práctica en la teoría de la acción de Hume Gustavo Ortiz Millán 11 acción 19/11/07 00:54 Página 299

Ortiz, Gustavo, Naturalismo y Racionalidad Práctica en La Teoría de La Acción de Hume

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    Las teoras filosficas contemporneas sobre la racionalidad prctica, as como las expli-caciones de la conducta en las ciencias sociales, se definen en buena medida por la posi-cin que toman con respecto a la teora de la accin de David Hume. Ms que con lateora de ningn otro filsofo, la de Hume marca un punto de referencia con respectoal cual hay que tomar posicin en cualquier discusin sobre estos temas. Un par de ejem-plos nos pueden dar una idea: 1) hoy en da la discusin en tica, y particularmente enpsicologa moral, acerca de la naturaleza de la motivacin y de las razones para la accinse puede dividir en dos grandes bandos: los humeanos, que sostienen que la explicacinde una accin tiene que hacer referencia necesariamente a creencias y deseos, y los nohumeanos, antihumeanos o racionalistas, que en trminos generales niegan que tal expli-cacin tenga que hacer referencia necesariamente a deseos; en ocasiones basta con la refe-rencia a las creencias. Dado que Hume caracteriz mejor que nadie antes los rasgos deeste modelo para explicar la accin, se le llama al modelo humeano, aunque pensado-res anteriores a l, como Aristteles o Hobbes, de algn modo tambin lo hayan soste-nido; y muchos otros despus tambin lo han defendido, como Elizabeth Anscombe,Donald Davidson, Bernard Williams, no cognoscitivistas en tica, muchos funcionalis-tas en filosofa de la mente, as como la mayora de los tericos de la decisin racional(Jon Elster o Richard Jeffrey pueden ser buenos ejemplos) o de la teora de juegos. Dadoque hoy en da se considera a la teora humeana como la teora estndar en la explica-cin de acciones, para muchos sta es la teora a vencer, y por ello se llama a la posicincontraria antihumeana. Entre los antihumeanos, o racionalistas, encontramos a Kanty a los kantianos, con su afirmacin de que la razn pura es prctica, pero tambin amuchos cognoscitivistas motivacionales que piensan que no siempre es necesaria la refe-rencia a los deseos en la explicacin de la accin, como Thomas Nagel, John McDowelly otros realistas morales influidos por ellos (de hecho, no es casual que el debate con-

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    de HumeGustavo Ortiz Milln

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  • temporneo realismo/antirrealismo en tica tambin encuentre buena parte de sus or-genes en Hume). 2) Un segundo ejemplo: Hume es uno de los primeros filsofos queexplcitamente defienden una posicin naturalista y causal de la accin (y de la natura-leza humana en general): con l claramente se vuelven a dividir las aguas entre aquellosque favorecen la idea de que los seres humanos somos parte de la naturaleza y nos pode-mos explicar bsicamente con los mismos principios que rigen el orden natural los prin-cipios de los que nos habla la ciencia, y aquellos antinaturalistas que piensan que losseres humanos no podemos explicarnos en esos trminos, sino que hay que apelar, porejemplo, a un orden trascendental o a algn rasgo irreducible a fenmenos fsicos o natu-rales. Para los primeros, por ejemplo, existe un continuo entre naturaleza y cultura, entrecuerpo y mente, para los segundos en cambio, hay una clara lnea divisoria entre estosdos. Hume tiene un papel de honor dentro de la historia de esta discusin, y sus esfuer-zos en favor del naturalismo slo han tenido repercusin recientemente en la epistemo-loga naturalizada o en la psicologa evolucionista. En resumidas cuentas, Hume siguehoy ms vivo que nunca.

    Estos dos ejemplos no han sido casuales: en este ensayo, mi discusin girar en tor-no a dos aspectos de la teora de Hume, su naturalismo y su teora de lo que hoy en dallamamos racionalidad prctica a pesar de que l nunca us estos trminos, y en parti-cular el ltimo, racionalidad prctica, suena incluso contrario a la filosofa de Hume.En la primera seccin, expondr en trminos generales el proyecto naturalista dentro delque se enmarca su teora de la accin, as como su apelacin a una teora causal de laaccin; creo que si no entendemos el marco general dentro del que se inscribe todo elproyecto humeano, ser muy difcil entender muchas de las tesis que sostiene y de lasconclusiones a las que llega. Desafortunadamente, debido a limitaciones de espacio, nohe podido desarrollar las objeciones a una teora naturalista de la accin y de la motiva-cin como la de Hume. En la segunda seccin examino aspectos de la teora humeanade la motivacin, de las pasiones, de la accin y de la racionalidad prctica en general.Advierto desde el principio que aunque muchos de estos temas colindan con aspectosde la filosofa moral de Hume, he preferido dejarlos de lado, a menos que haya sido nece-sario referirme a ellos para una mejor comprensin de la teora de la accin de Hume.En la tercera seccin analizar la polmica entre humeanos y racionalistas y presentarcrticamente algunas de las objeciones que los racionalistas han formulado contra la teo-ra humeana. La discusin contempornea sobre estos temas es amplsima, sin embar-go, me centro en dos muy influyente crticas a la teora humeana hechas por ThomasNagel y por Christine Korsgaard. Termino con lo argumentos que en favor de la teorahumeana de la motivacin ha presentado Michael Smith.

    No pretendo que este artculo sea una exposicin puntual de todos los aspectos dela teora de la accin de Hume; intencionalmente he dejado de lado algunos temas (par-ticularmente el de la libertad de la voluntad) y otros tal vez no los he examinado contoda la atencin que seguramente merecan. La filosofa de la accin y la psicologa moralde Hume es muy rica y es difcil hacerle justicia en estas pocas pginas. De cualquiermodo, las notas y la bibliografa refieren a textos que podrn ser de utilidad.

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  • El proyecto naturalista de Hume

    Durante mucho tiempo se vio a Hume como a un filsofo meramente negativo: un escp-tico que llev a sus ltimas consecuencias las tesis centrales del empirismo de Locke yBerkeley y cuya grandeza resida en haber sido el prembulo a la filosofa de Kant. Sibien es cierto que Hume permite esta lectura, quedarse slo con ella nos dara una visinmuy sesgada de su filosofa. Sin la lectura positiva es difcil entender el proyecto de Hume;y cuesta trabajo ver por qu los intrpretes y crticos de Hume durante los siglos XVIII yXIX no intentaron hacer esta otra lectura, en clave naturalista, que inicia Norman KempSmith a principios del siglo XX y que continan ms recientemente filsofos como BarryStroud o H.O. Mounce. El ttulo y el subttulo mismos de la ms grande obra de Humedan la pauta para hacer esta lectura: Tratado de la naturaleza humana. Un intento porintroducir el mtodo experimental de razonamiento en temas morales. Esto nos da una indi-cacin bastante clara de lo que hemos de encontrar en el libro, y tambin del proyectohumeano en general. Hume nos propone un estudio de la naturaleza humana, toman-do el trmino naturaleza en su sentido ms estricto: los seres humanos somos parte dela naturaleza y podemos explicarnos en trminos muy similares a como se explica el res-to de la naturaleza. Los seres humanos no constituimos un regnum inter regno dentro dela naturaleza, sino que somos parte de sta y, por ello, nos podemos explicar bsicamenteen los mismos trminos en que explicamos otros fenmenos naturales. Las leyes de lagravitacin se aplican a nosotros igual que se aplican a otros objetos en el mundo, y muyprobablemente Hume nos hubiera dicho que los principios de la evolucin se aplican alos seres humanos del mismo modo en que se aplican a otros seres vivientes. De hecho,somos parte de la naturaleza tanto como lo son los animales, a quienes Hume dedicamuchas de las secciones finales de las distintas partes del Tratado, hacindonos ver quenos parecemos ms a los animales de lo que ningn otro filsofo anteriormente habareconocido.

    Como objetos naturales que somos, tambin constituimos parte del objeto de estu-dio de lo que en el siglo XVII se llamaba filosofa natural, y que hoy en da llamara-mos ciencias naturales, y que se opona a la llamada filosofa moral. Filosofa moraldebe entenderse en un sentido amplio, que incluye no slo cuestiones ticas, sino todoel estudio de los seres humanos; a esto ms tarde se le llam ciencias humanas o huma-nidades. Para Hume, en el estudio de los seres humanos se pueden aplicar los mismosmtodos que se utilizan en las ciencias naturales, como la fsica, la qumica y la biologa;l intenta introducir el mtodo experimental de razonamiento en el estudio de los sereshumanos para hacer lo que l llamaba la ciencia del hombre. Ciertamente Hume nofue el primero en emprender tal empresa: el exitoso desarrollo de las ciencias naturales apartir del Renacimiento llev a muchos filsofos a introducir principios cientficos en elestudio de los seres humanos y de cuestiones sociales. Hobbes, por ejemplo, lleg a laconviccin de que haba que aplicar el mtodo de las ciencias naturales, que haban pro-gresado hasta el punto de transformar radicalmente nuestra concepcin del universo, alas cuestiones sociales y polticas. Por ello pens su teora poltica bajo el modelo de la

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  • geometra. Y el mismo modelo tambin le sirvi a Spinoza para aplicar los principios delas ciencias naturales al estudio de las pasiones y las motivaciones humanas, que segnl, se podan entender como las lneas y los ngulos de la geometra. Estos filsofos com-parten con Hume no slo la confianza en los mtodos experimentales de la ciencia natu-ral, sino tambin la conviccin de que los seres humanos somos parte del reino naturaly nos podemos explicar en los mismos trminos que otras cosas en la naturaleza. Todosellos, pues, son naturalistas, pero no solamente porque su objeto de estudio sea la natu-raleza humana, que es algo que ya varios filsofos desde la Antigedad haban hecho,sino por el mtodo que emplean para estudiar a los seres humanos. Ms especficamen-te, por naturalismo podemos entender el punto de vista de que, en un sentido impor-tante, todo lo que hay es el mundo estudiado por las ciencias naturales. A este natura-lismo sustantivo u ontolgico, Hume le aade tambin un naturalismo metodolgico:la filosofa debe proceder siguiendo los mtodos ejemplificados por las ciencias natura-les, y no por mtodos apriorsticos o no empricos.

    Es conocida la afirmacin de que Hume se propona hacer en el mbito de las cien-cias humanas lo que ya Newton haba hecho en el mbito de la filosofa natural. La teo-ra newtoniana proporciona una explicacin general de por qu las cosas en el mundofsico ocurren como ocurren; explica muchos y muy complicados sucesos con relativa-mente pocos principios generales. De manera similar, Hume quiere una teora generalde la naturaleza humana que explique por qu los seres humanos actan, perciben, sien-ten, se emocionan y razonan como lo hacen. Su labor consiste en dar ese marco generaldentro del cual se puedan explicar todos los aspectos de la naturaleza humana. Estos prin-cipios generales deben obtenerse por medio del mtodo experimental de razonamien-to, que consiste en sacar aquellas conclusiones que estn apoyadas en la experiencia,mediante experimentos cuidadosos y exactos, as como por la observacin de los efec-tos particulares que resulten de sus distintas circunstancias y situaciones, segn dice enla Introduccin al Tratado (Intro. 8).1 Hume quiere basar su ciencia del hombre en laexperiencia emprica e, igual que Newton, se niega a basar esta ciencia en hiptesis y con-jeturas que luego fueran tomadas por verdades ciertas. Y aunque tal vez no sea posiblerealizar experimentos en el campo de lo humano del mismo modo que en el del resto dela naturaleza, Hume piensa que por lo menos podemos observarnos a nosotros mismosy a los dems: Debemos recoger nuestros experimentos en esta ciencia a partir de unaobservacin cuidadosa de la vida humana, tomndolos tal como aparecen en el cursonormal de la vida diaria y segn el trato mutuo de los hombre en sociedad, en sus ocu-paciones y placeres (T. intro. 10).

    Hume sigue a Newton no slo en el mtodo, sino tambin en la forma en que sigueel modelo atomista y mecanicista newtoniano y lo aplica al anlisis de la mente huma-na. Segn este modelo, los estados mentales, como las pasiones o las creencias, funcio-nan de modo independiente dentro del mecanismo mental ya tendremos oportunidadde ver esto en la siguiente seccin. Hume tambin es newtoniano al proponer relativa-mente pocos principios generales que tendrn un amplio poder explicativo. Uno de estosprincipios generales es el principio de la causalidad, que es uno de los ms ntimamen-

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  • te ligados a la explicacin cientfica. Si los seres humanos son parte del reino de la natu-raleza, entonces tambin tienen que explicarse como parte del orden causal. Tiene queser posible dar una explicacin causal del pensamiento y de la accin humanos. Aqu esdonde el naturalismo humeano se enfrenta a la tradicin filosfica acerca de los sereshumanos y su conducta.

    La tradicin filosfica anterior a Hume haba negado que el pensamiento racional yel comportamiento humanos estuvieran sujetos al orden causal natural. El espritu nopoda estar sujeto a este orden ni era posible formular una ciencia sobre l. Una explica-cin de estos fenmenos en trminos causales, tambin se pensaba (y se sigue pensan-do), es incompatible con la libertad y la responsabilidad que cotidianamente atribuimosa los seres humanos. Asimismo, tal explicacin negaba la distincin entre stos y el res-to de los animales. La razn humana, si es efectivamente libre, no puede ser meramen-te parte del orden causal de la naturaleza, que es tambin el reino del determinismo. Esnecesario que la razn humana est ms all del orden causal natural y, por ende, msall del alcance de la ciencia y su determinismo. Por ejemplo, Descartes, a pesar de todosu cientificismo, haba propuesto una teora de un sujeto racional separado en cuerpo ymente; el primero perteneca al orden causal natural, la segunda no. Pareca necesarioefectuar un movimiento terico como ste para salvaguardar la libertad de la voluntadincluso despus de Hume, Kant y muchos otros harn un movimiento similar. ParaHume, este racionalismo entra en conflicto con su proyecto naturalista. Los sistemasy las hiptesis de los ms prominentes racionalistas, dice Hume, han pervertido nues-tro entendimiento natural cuando vemos que una teora tan simple y tan obvia ha esca-pado durante tanto tiempo a los ms elaborados escrutinios (E2 9.1, p. 217).

    La filosofa de Hume parte del supuesto de que todos los aspectos de la vida huma-na son explicables de modo naturalista. La mente y la razn no son la excepcin, por esoHume rechaza la imagen de un sujeto racional dividido. Pero Hume no se contenta slocon criticar y desacreditar la concepcin racionalista que ve a la mente y a la razncomo separadas del orden causal natural, sino que va ms all e invierte la relacin quela razn tradicionalmente haba tenido con respecto a las pasiones y a nuestra naturale-za sujeta al orden causal. Como afirma Stroud, Hume no solamente propone una teo-ra positiva que hace poco caso del papel de la razn; trata independientemente de mos-trar que la razn no tiene en la vida humana, y que de hecho no puede tener, el papelque tradicionalmente se le ha concedido. sta es la parte de su programa que condujo ala interpretacin que ve en l a un puro escptico (1995: 28). Pero la labor de Humeno es simplemente menoscabar las pretensiones que la razn tena en las teoras racio-nalistas, es decir, su labor no es puramente escptica, sino que la parte positiva de su pro-grama consiste en buscar los fundamentos de la razn en la naturaleza humana. A ellase debe la inversin.

    En su afn por naturalizar todo lo concerniente a lo humano, Hume naturaliza tam-bin a la razn. Dado que los seres humanos somos criaturas de instintos y sentimien-tos, la razn no puede estar en discordancia con ellos. Es ms, se puede decir que la raznde algn modo surge de ellos.2 Hume sostiene, por ejemplo, que no puede mostrarse

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  • que ninguna de nuestras creencias o acciones sea racional en el sentido de la teora tra-dicional racionalista. Ninguna de ellas puede justificarse slo a travs de la razn: el quecreamos, juzguemos y actuemos tambin tiene que ver con el hecho de que la naturale-za nos ha determinado a hacerlo. La naturaleza, por medio de una absoluta e incon-trolable necesidad, nos ha determinado a realizar juicios exactamente igual que a respi-rar y a sentir, dice Hume (T. 1.4.1.7). Para l, no adquirimos nuestras creencias de modomeramente racional, como sostenan los racionalistas, sino que la naturaleza nos ha deter-minado a creer y juzgar y, en ltima instancia, nos ha determinado a ser racionales. Noslo la manera en que se dan nuestras actitudes cognoscitivas, sino tambin el conteni-do de stas est determinado por nuestra naturaleza, no por la razn; como afirma Teren-ce Penelhum: Hume ve nuestra naturaleza como creativa: al generar nuestras creenciasfundamentales, les otorga significado a nuestras percepciones, pero es el instinto y no larazn la que lo hace (1993: 124).

    Un ejemplo de este modo naturalista de explicar la racionalidad lo constituye el razo-namiento causal. Algunos filsofos racionalistas haban formulado teoras de la causali-dad segn las cuales en el razonamiento causal las relaciones causa-efecto eran descu-biertas por la razn. Hume se muestra escptico de estas teoras: causas y efectos sondescubiertos, no por la razn, sino a travs de la experiencia, nos dice. Desde un puntode vista racional, no hay nada en el concepto de una causa que nos permita inferir suefecto; causas y efectos son hechos o sucesos sin relacin lgica entre s; ms bien los rela-cionamos a travs de la experiencia; y es el hbito el que nos permite afirmar relacionesde conexin necesaria entre causas y efectos, no la razn.

    El escepticismo ante el papel predominante de la razn constituye la fase negativade la filosofa de Hume: el modelo explicativo de la naturaleza humana que hace a larazn prominente y dominante en el pensamiento y en la accin no es defendible y debedar paso a un modelo naturalista. Segn este modelo, la razn tambin tiene su origenen la naturaleza humana, pero sus pretensiones son ms modestas. Tal vez podemos aquver a Hume como un precursor de las teoras que tratan de naturalizar la racionalidad yde ponerle lmites.

    No solamente trata Hume de naturalizar a la racionalidad terica, es decir, aquellaque tiene que ver con el origen y la justificacin de nuestras creencias, sino tambin a laracionalidad prctica, aquella que tiene que ver con la capacidad humana de resolver laspreguntas sobre lo que uno debe hacer, de cmo hay que actuar. Tradicionalmente, laracionalidad prctica se haba explicado en trminos de una voluntad entendida comoel principio racional de la accin o, segn Aristteles, como la apetencia que obra deconformidad con lo racional (1982: 433a). Hume neg toda influencia de la razn sobrela voluntad as entendida: Por voluntad no entiendo otra cosa que la impresin inter-na, sentida y consciente, que surge cuando producimos a sabiendas un nuevo movimientode nuestro cuerpo o una nueva percepcin de nuestra mente (T. 2.3.1.2). La razn dejade tener aqu el papel central que haba tenido tradicionalmente: no slo no comanda ala voluntad, sino que se supedita a ella y a las pasiones: no es posible que nuestra racio-nalidad vaya en contra de nuestra propia naturaleza, de nuestros instintos y pasiones,

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  • sino que debe estar siempre en concordancia con ellos. Para Hume, son las pasiones, nola razn, los motivos que influyen en la voluntad, segn reza el ttulo de una seccindel Tratado, en donde encontramos el famoso dictum humeano: La razn es, y slo debeser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obede-cerlas (T. 2.3.3.4). Esta perspectiva constituye una inversin radical de la dicotomarazn/pasin, no slo en la concepcin de la racionalidad prctica, sino en la explicacinde la accin: la razn no gua nuestras pasiones y nuestra voluntad en general, sino quelas sirve. La racionalidad tiene un carcter bsicamente instrumental: no determina losfines de la accin, que son determinados por las pasiones, sino que simplemente deter-mina los medios para satisfacerlas. Volver a este concepto de racionalidad prctica msadelante.

    Slo quiero mencionar ahora otro aspecto del giro naturalista humeano: su teoracausal de la accin. No solamente la mente est sujeta al principio naturalista de causa-lidad, sino tambin las acciones. Los seres humanos y sus acciones son parte del mundonatural, por lo tanto, obedecen a los mismos principios que lo rigen y es necesario poner-los en el entramado de relaciones propias del mundo natural: las relaciones causales.Muchos, antes y despus de Hume, han rechazado teoras causales de la accin por dis-tintos motivos, pero en particular sobre la base de que estas teoras ponen en entredicholas ideas de libertad de la voluntad y de responsabilidad moral, dado que implican noslo determinismo, sino tambin la idea de que la accin est sujeta a regularidades yleyes. Ante estas objeciones, Hume sostiene una teora compatibilista de la libertad, segnla cual el hecho de que las acciones humanas estn siempre determinadas causalmentees compatible con la libertad de la voluntad y con la responsabilidad moral.3 Otra raznpor la que los filsofos de la accin antes de Hume rechazaban la teora causal de la accinera que de algn modo sta implica la idea de regularidad. Hume no tiene reparos ensostener que las acciones de los seres humanos obedecen a ciertas regularidades, en afir-mar, por ejemplo, que determinadas pasiones regularmente causan determinados tiposde acciones. Los seres humanos, al compartir la misma naturaleza, compartimos un con-junto bsico de pasiones, y la conducta que de ellas resulta exhibe un buen grado de uni-formidad. Es ms, para poder explicar y en alguna medida predecir las acciones de lagente tenemos que suponer cierto grado de regularidad; tambin tenemos que presupo-nerla para orientar nuestras relaciones con otras personas. Incluso los caracteres pecu-liares de un individuo ejercen una influencia uniforme; de lo contrario, nuestro tratocon las personas y nuestra observacin de su conducta jams nos enseara sus inclina-ciones ni nos servira para orientar nuestra conducta con respecto a ellas (E1 8.1.11,p. 66). La conducta humana, basada en una naturaleza comn, muestra uniformidad,incluso a travs de naciones y pocas.

    Es universalmente admitido que hay una gran uniformidad en las acciones de loshombres de todas las naciones y pocas, y que la naturaleza humana permanece la mis-ma en lo que respecta a sus principios y operaciones. Los mismos motivos han pro-ducido siempre las mismas acciones; los mismos acontecimientos se siguen de las mis-

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  • mas causas. La ambicin, la avaricia, el amor propio, la vanidad, la amistad, la gene-rosidad, el espritu cvico: estas pasiones, mezcladas en diferentes combinaciones yrepartidas por la sociedad, han sido desde el principio del mundo, y siguen siendo, lafuente de toda accin y empresa que haya podido observarse en la humanidad. (E18.1.7, p. 65)4

    Hume sostiene as una idea que es central a las teoras naturalistas hasta el da dehoy: que la naturaleza humana es la misma sin importar culturas o pocas, que hay unabase natural que subyace a diferencias culturales; y que las causas de nuestras accioneshan sido siempre similares. Para Hume estas causas son las pasiones, que tambin estnsujetas a los mismos principios y regularidades que el resto de la naturaleza; segn afir-ma en el prrafo con que concluye su Disertacin sobre las pasiones: ...en la producciny conducta de las pasiones, hay un cierto mecanismo regular, que es susceptible de unadisquisicin exacta, igual que las leyes de la dinmica, ptica, hidrosttica o de cualquierparte de la filosofa natural (P., 153).

    ste es, a grandes rasgos, el trasfondo naturalista sobre el que Hume formula su teo-ra de la accin y de la razn prctica. Es necesario ahora ver sus partes especficas y susdetalles, es ah donde encontraremos buena parte de la riqueza filosfica de la teora deHume. Quiero analizar a continuacin algunos aspectos centrales de su teora de la racio-nalidad prctica teniendo en cuenta, de nuevo, que Hume no emplea este trmino parareferirse a los procesos mentales que dan lugar a la accin.

    Accin y racionalidad prctica

    Hume invierte la dicotoma con la que las teoras anteriores haban caracterizado a laracionalidad prctica, y hace a la razn depender de las pasiones; pero aunque inviertela dicotoma tradicional, sigue manteniendo la divisin tajante que ya antes muchos fil-sofos haban hecho entre estas dos, pero da sus propias razones para mantener la divi-sin entre estas dos facultades de la mente.

    Siguiendo el modelo newtoniano, Hume concibe a los estados mentales, como laspasiones, los deseos o las creencias, como tomos o corpsculos que interactan dentrodel complejo mecanismo de la mente y en vez de un principio de gravitacin, postulaun principio de asociacin. Estos estados mentales se agrupan en dos grandes departa-mentos o provincias en que podemos dividir a la mente: la razn y las pasiones, cuyasnaturalezas son radicalmente distintas. Empecemos analizando la forma en que Humecaracteriza a las pasiones, primero, para ver luego su caracterizacin de la razn y de cmointeractan estas dos provincias.

    En la teora humeana, las pasiones son las verdaderas causas de acciones y son aque-llo que mueve la voluntad. Las pasiones son impresiones secundarias que proceden dealguna impresin original, como las impresiones de los sentidos, y todos los dolores yplaceres corporales (T. 2.1.1.1). Ms adelante en el Tratado Hume nos dice que una

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  • pasin es una violenta y sensible emocin de la mente, producida cuando se presentaun bien o un mal, o cualquier objeto que por la constitucin original de nuestras facul-tades sea apropiado para excitar un apetito (T. 2.3.8.13). Una pasin, pues, consiste enuna excitacin de nuestra mente causada por impresiones sensoriales de dolor y placer,que son las que, a fin de cuentas, nos van a mover a actuar. En otras palabras, Hume secompromete con una posicin fuertemente fenomenolgica de las pasiones. Posterior-mente, Hume nos ofrece distintas clasificaciones de las pasiones: por ejemplo, distingue,segn su fuerza o intensidad, entre pasiones serenas (como el sentimiento de belleza) yviolentas (amor, odio, tristeza, alegra, etc.); tambin distingue pasiones directas e indi-rectas, segn sean originadas mediata o inmediatamente por el bien o el mal, por el doloro el placer (miedo, aversin, esperanza, etc.). Pero ms all de clasificaciones, hay quesubrayar que las pasiones, sean del tipo que sean, son impresiones que se caracterizanpor la influencia que ejercen sobre la voluntad, ellas la mueven, y en ltima instancia,son las causas que mueven a la accin. Las pasiones son propensiones o aversiones natu-rales, fuerzas causales que nos empujan a actuar.

    Son las pasiones, no la razn, las que nos motivan. En el Tratado, Hume explcita-mente se opone a las filosofas, antiguas y modernas, que afirman la primaca de la raznsobre la pasin al influir la voluntad para la accin.

    La eternidad, invariabilidad y origen divino de la primera [la razn] han sido pre-sentadas para hacerla ms ventajosa, mientras que se ha insistido fuertemente en laceguera, inconstancia y falsedad de la segunda [la pasin]. A fin de mostrar la falaciade toda esta filosofa, intentar probar, primero: que la razn no puede ser nunca moti-vo de una accin de la voluntad; segundo: que la razn no puede oponerse nunca a lapasin en lo concerniente a la direccin de la voluntad. (T. 2.3.3.1)

    Contra lo que afirmaban los filsofos anteriores, Hume niega no slo el origen divi-no de la razn (argumentando en favor de su origen natural), sino tambin que la raznprovea por s sola la motivacin de ninguna accin voluntaria. Pero Hume da un pasoms all y nos dice que la razn no puede oponerse a la pasin, que es quien provee lafuerza motivadora; su funcin es meramente servir a la pasin. He subrayado el por ssola porque esto es lo que caracteriza a la teora humeana de la motivacin, y porque esimportante entender las intenciones de Hume al respecto: la idea no es que la razn notenga ningn papel en la motivacin de la accin, sino que por s misma no es capaz demotivar ninguna accin, es decir, sin la intervencin de las pasiones. La motivacin deuna accin siempre necesita de ambos componentes: pasin y razn. No basta con lamera razn, como sostuvieron muchos racionalistas antes y despus de Hume Kant,entre los ms notables, pero tambin muchos racionalistas contemporneos. Esta tesisno es exclusiva de Hume, ya Aristteles la haba formulado al afirmar que nunca se con-sidera que el intelecto produzca movimiento sin el deseo (1982: 433a). Sin embargo,lo que caracteriza a Hume es la afirmacin de la primaca de la pasin sobre la razn, deldeseo sobre el intelecto. Estas dos tesis constituyen la teora humeana de la motivacin.

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  • Pero, cules son las pruebas que presenta Hume para apoyar la idea de que la razn nopuede nunca ser motivo de una accin de la voluntad? Es necesario aqu ver la concep-cin humeana de la razn.

    Para Hume, mientras que las pasiones son existencias originales, como lo puedeser cualquier objeto en la naturaleza, o mejor, modificaciones de existencia, la razntiene una cualidad representacional, es decir, es una copia de hechos en el mundo, deexistencias originales. En la medida en que la razn represente estos hechos ser verda-dera, y si no los representa ser falsa. Hume tiene una concepcin representacionista dela razn y de la verdad en la que stas aparecen, usando la frase de Rorty, como espejosde la naturaleza. Pero la verdad no solamente consiste en que la razn se correspondacon hechos reales, sino tambin en un acuerdo con relaciones reales de ideas (como esel razonamiento abstracto matemtico o demostrativo). La razn tiene en Hume unafuncin meramente cognoscitiva: el descubrimiento de la verdad, que puede consistir enun acuerdo de ideas, que representa un tipo de razonamiento apriorstico como el de lalgica o la matemtica, o en descubrir cmo es el mundo y ajustarse a l, esto ltimoentendido en un sentido puramente representacionista, en el cual la funcin de la raznes la de representar adecuadamente a la realidad. En palabras de Hume:

    La razn consiste en el descubrimiento de la verdad o la falsedad. La verdad o lafalsedad consisten a su vez en un acuerdo o desacuerdo con relaciones reales de ideas,o con la existencia y los hechos reales. Por consiguiente, todo lo que no sea suscepti-ble de tal acuerdo o desacuerdo es incapaz de ser verdadero o falso, y en ningn casopuede ser objeto de nuestra razn. Ahora bien, es evidente que nuestras pasiones, voli-ciones y acciones son incapaces de tal acuerdo o desacuerdo, en cuanto que son hechosy realidades originales completos en s mismos, sin implicar referencia alguna a otraspasiones, voliciones y acciones. Es imposible, por consiguiente, que puedan ser con-siderados verdaderos o falsos, contrarios o conformes a la razn. (T. 3.1.1.9)

    La naturaleza de las pasiones es muy diferente. Las pasiones no tienen una cualidadrepresentacional, no son copias del mundo ni se rigen por criterios de verdad o false-dad. Los deseos, el orgullo, el odio o los apetitos no son en sentido estricto verdade-ros o falsos; a diferencia de las creencias, no tienen valores de verdad, y por lo mismo,no tienen una funcin cognoscitiva. Las pasiones son existencias originales que no tie-nen ninguna cualidad representativa.

    Una pasin es una existencia original o, si se quiere, una modificacin de exis-tencia, y no contiene ninguna cualidad representativa que la haga copia de otra exis-tencia o modificacin. Cuando estoy encolerizado, yo poseo realmente la pasin, y enesa emocin no tengo una mayor referencia a algn otro objeto que cuando estoysediento, enfermo o tengo ms de cinco pies de alto. Es imposible, por tanto, que aesta pasin se puedan oponer la verdad y la razn, o que sea contradictoria con ellas,pues esta contradiccin consiste en el descuerdo de ideas, consideradas como copias,con los objetos que representan. (T. 2.3.3.5)

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  • Las pasiones y la razn son dos provincias de la mente de naturalezas y funcionescompletamente distintas: mientras la primera tiene una cualidad motivacional es unamodificacin de existencia, la segunda tiene una representativa y cognoscitiva. Mien-tras que la pasin nos mueve a la accin, la razn toma prestada su fuerza motivadorade la pasin, porque por s misma es motivacionalmente inerte, dada su naturaleza repre-sentativa y no dinmica. Para producir una accin de la voluntad una accin intencio-nal, la razn debe ir asociada con una pasin: su funcin en la motivacin es la de guiary proveer la informacin necesaria para satisfacer a la pasin. Las acciones son modifi-caciones de existencia, por ello mismo revelan la presencia de pasiones.

    Hume es escptico acerca del papel motivacional de la razn: no hay nada en la natu-raleza de la razn que pueda hacer que tenga la fuerza motivadora que la pasin tiene;la razn no puede generar ningn tipo de pasiones o motivos ni puede oponerse a ellos.Las relaciones abstractas de ideas, como las de la lgica o las matemticas, no dan lugara ningn motivo, no producen conclusiones acerca de la accin. Lo mismo sucede conlas relaciones con hechos reales, a menos que exista un motivo previo en ese caso, es decir,si esperamos de algn objeto dolor o placer. El mero descubrimiento racional entrerelaciones de ideas u objetos no provoca, por s mismo, ninguna accin de la voluntad.

    Por otro lado, las pasiones necesitan de la presencia de la informacin provista porla razn para verse satisfechas. Por s solas tampoco motivan acciones de la voluntad. Enotras palabras, la motivacin tiene su fuente en la presencia de ambos componentes: deuna pasin y de la razn instrumental. Si no hubiera pasiones que servir, nunca nos ver-amos movidos a hacer nada, porque la razn por s misma no tiene ningn poder moti-vador. La razn tiene slo un papel instrumental en la motivacin; no tiene ningn papelen la determinacin de los objetos de nuestras pasiones. La racionalidad prctica, segnla teora humeana, es racionalidad instrumental.5

    Dado que razn y pasin se mueven en niveles distintos, la razn no puede influiren la pasin al determinar sus fines. La pasin est aislada de la razn, esta ltima no tie-ne ninguna influencia sobre la pasin, es por ello que no podemos hablar de la pasinen trminos de irracionalidad. Las pasiones estn ms all del alcance de la racionalidad.Sin embargo, Hume admite dos casos en los que podemos decir que las pasiones sonirracionales, y es slo si stas estn acompaadas por juicios. Uno de ellos es cuando unapasin est basada en la suposicin de la existencia de objetos que en realidad no exis-ten: por ejemplo, te enoja que tu vecino est contando chismes de ti, pero en realidadest hablando de otra persona. La pasin estaba basada en una creencia falsa, y eso es loque la hace irracional. En segundo lugar, cuando los medios son insuficientes para elfin previsto y nos engaamos nosotros mismos en nuestro juicio de causas y efectos (T.2.3.3.6). En realidad, basamos nuestra accin sobre una creencia falsa acerca de relacio-nes causales. Tal vez en estos dos casos sea un tanto excesivo hablar de irracionalidad,dado que, en el primer caso, conclusiones que sacamos de premisas equivocadas no sonirracionales. En el segundo, la pasin sera irracional si supiramos la verdad acerca delas relaciones causales relevantes y aun as escogiramos medios insuficientes (cfr. Kors-gaard, 1986: 11-12). Ninguno de stos es un caso de verdadera irracionalidad. Aqu

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  • habra que reformular completamente la doctrina humeana si queremos hablar de pasio-nes racionalmente adecuadas o inadecuadas.

    Si traducimos los trminos que usa Hume a una terminologa contempornea, enlugar de hablar de pasiones, hablaramos de estados conativos, cuyos ejemplares princi-pales son los deseos, y en lugar de hablar de razn, hablaramos de estados cognosciti-vos, cuyos exponentes principales son las creencias.6 (De hecho, hoy en da muchos serefieren a la teora humeana como el modelo de deseos y creencias [belief-desire model],dado que es un modelo que afirma la necesidad de atribuir necesariamente ambos esta-dos para la explicacin de acciones intencionales.) En estos trminos, podramos resu-mir la tesis humeana diciendo que cualquier descripcin completa de la motivacin tie-ne que hacer referencia a creencias y deseos, pero reconociendo que la fuerza motivadorabsica proviene siempre de los deseos. Las razones motivadoras para la accin son siem-pre dependientes de los deseos: los deseos no dependen de otras consideraciones racio-nales, no son conclusiones de ningn proceso de razonamiento prctico, sino siempresu punto de partida.

    La teora humeana descansa en una concepcin esencialmente empirista de la moti-vacin y los deseos, segn la cual los deseos son disposiciones a la accin tpicamenteligadas al dolor y al placer, estados psicolgicos dinmicos que nos empujan a la accin,y con respecto a los cuales somos en ltima instancia pasivos.7 En la teora humeana, losdeseos son disposiciones a actuar de modo que produzcamos el estado de cosas deseado,y que surgen frecuentemente de un impulso natural o instinto, enteramente inexplica-ble (T. 2.3.9.8).8 No slo en Hume, sino en buena parte de la tradicin empirista, losdeseos son fuerzas primitivas que poseen a los agentes, y ante los cuales stos son pasi-vos y no tienen control racional (de ah el trmino pasiones), porque los deseos no sonsusceptibles de ser modificados por nuestras creencias ni por ninguna clase de argu-mentacin racional. Se ha llamado a este modelo de explicacin de los deseos el mode-lo de poderes activos o de fuerzas ciegas.9 De acuerdo con este modelo, los agentesson movidos por estas fuerzas como marionetas, y la razn no interviene de ningn modopara determinarlos o influir en ellos. Si aceptamos esta idea, el concepto de lo que es unagente pierde mucho de su significado, puesto que ste no acta realmente, sino que losmotivos actan sobre l; como dijo un contemporneo de Hume, el filsofo escocs Tho-mas Reid, al referirse a esta teora: Al agente no le queda sino aceptar que los motivosactan sobre l, dado que el balance depende de los pesos. El axioma supone que el agen-te no acta, sino que se acta sobre l; y de esta suposicin se concluye que no acta(Reid, 1969: 278).

    Bajo esta visin empirista de los deseos, stos son estados mentales que no depen-den de ningn proceso inferencial de pensamiento (en ese sentido, podemos decir queson parte de lo que Sellars llamaba el mito de lo dado10). Dada la diferente naturalezade las creencias y los deseos en la teora humeana, estos ltimos son inaccesibles a larazn. Los deseos estn semntica y causalmente aislados de la razn: puesto que no soncopias o representaciones de nada, no pueden ser verdaderos o falsos, por lo tanto nopueden ser contrarios a la razn. A esta idea se le ha llamado la doctrina del aislamien-

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  • to de la razn y la pasin en Hume (Platts, 1988). La razn tambin es impotente paraoponerse, causar o motivar ninguna pasin o accin, dadas sus muy diferentes natura-lezas. La racionalidad no tiene que ver con la determinacin de los objetos de nuestrosdeseos; como dijo Hume, no es contrario a la razn preferir la destruccin del mundoentero a tener un rasguo en mi dedo (T. 2.3.3.6). La deliberacin racional, podramosparafrasear a Aristteles, no es de fines, no es de deseos, sino de medios. Los deseos noestn sujetos a ningn tipo de modificacin o crtica racional, son lmites a la argumen-tacin racional.

    Crticas a la teora: humeanos vs. Racionalistas

    Hume propuso su teora de la racionalidad prctica y de la accin como una respuestacrtica al racionalismo prevaleciente en la filosofa de su poca, pero tambin de pocasanteriores. Sin embargo, como frecuentemente sucede en filosofa, sus argumentos esta-ban lejos de poner un punto final a la discusin con el racionalismo: la reaccin casiinmediata por parte de los racionalistas fue tratar de enfrentar la posicin humeana. Sele vio con sospechas por varios motivos: por su escepticismo con respecto a las funcio-nes y alcances de la razn y a su incapacidad para influir sobre acciones de la voluntad,pero tambin porque, a nivel de la filosofa moral, se pens que su teora conduca alsubjetivismo moral.

    Hume argument que la pasin, el instinto y los sentimientos tienen autoridad enla moralidad, no la razn. Dado que esas actitudes estn, por as decirlo, sueltas, entanto que no estn sujetas a constriccin racional alguna, y difieren de sujeto en sujeto,los juicios morales que las expresan no pueden ser sino un mero reflejo de esa subjetivi-dad. Puesto que los juicios morales para Hume no son estados cognoscitivos, no sonaprehensiones de verdad moral alguna. La moralidad no es una cuestin de hecho o deverdad, dice Hume en un tono que hoy calificaramos de no cognoscitivista, tampococonsiste la moralidad en ninguna cuestin de hecho que pueda ser descubierta por el enten-dimiento. La moralidad no es una cuestin de verdades fcticas, sino de sentimientos:

    Sea el caso de una accin reconocidamente viciosa: el asesinato intencionado, porejemplo. Examinadlo desde todos los puntos de vista posibles, a ver si podis encon-trar esa cuestin de hecho o existencia a que llamis vicio... Nunca podris descubrir-lo hasta el momento en que dirijis la reflexin a vuestro propio pecho y encontrisall un sentimiento de desaprobacin que en vosotros se levanta contra esa accin. Heaqu una cuestin de hecho: pero es objeto del sentimiento, no de la razn. (T. 3.1.1.26)

    De estas lneas muchos han desprendido una posicin subjetivista en tica, por lomenos as fue como lo vieron muchos crticos racionalistas de Hume, y, de hecho, es unalectura estndar de la teora humeana hasta nuestros das. El subjetivismo tico es la ideade que nuestras opiniones morales estn basadas en nuestros sentimientos y nada ms.

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  • Tal vez sea la posicin que se siga de la escuela del moral sense a la que se adhiri Hume.No obstante, estos crticos han olvidado que el elemento naturalista, que le da una baseuniforme, regular y compartida a nuestras pasiones, instintos y sentimientos, aminorael factor de subjetividad moral que se le suele achacar a Hume. Pero sa no es la lecturaque ha prevalecido, sino ms bien la que deriva subjetivismo de su escepticismo sobre elpapel de la razn y su ensalzamiento de las pasiones y los sentimientos.

    Para sus crticos racionalistas, se haca necesario volver a establecer el papel domi-nante de la razn en cuestiones morales, ya fuera instaurando a la razn como legisla-dora de leyes morales universales, ya como va de acceso a hechos o realidades morales,pues ambas vas son caminos que conducen a la objetividad moral. La objetividad es eltema de fondo en la disputa de los racionalistas con Hume. Tambin era necesario vol-ver a establecer el papel dominante de la razn en la motivacin de acciones (por lo menosen lo que se refiere a acciones morales) o, como lo puso Kant, haba que mostrar que larazn pura es prctica. No es suficiente que la razn nos muestre verdades morales obje-tivas (ya sean verdades fcticas o verdades de razn), es tambin necesario que la raznsea capaz de movernos a actuar conforme a esas verdades. Las razones que hacen unaaccin correcta constituyen las razones, y los motivos, para hacerla. El racionalismo,entonces, acept el reto de Hume.

    El enfoque racionalista sobre la razn prctica, como el de Kant, se basa en la ideade que la razn pura tiene un papel bsico en la explicacin de acciones intencionales,es decir, la razn pura puede motivar por s misma acciones de la voluntad, indepen-dientemente de nuestras inclinaciones empricas, pasiones y deseos. Kant pensaba queuna condicin para la objetividad de la moralidad y la autonoma es que nuestras moti-vaciones morales estn libres de inclinaciones empricas y deseos, ya que stos introdu-cen un elemento de subjetividad en nuestras motivaciones, y tambin, como factorescausales que son, determinan empricamente nuestra conducta, negando la posibilidadde autonoma moral. Adems, Kant comparta con su poca una visin hedonista y ego-sta de los deseos y las inclinaciones empricas.11 Aceptar su inclusin en el mbito de lamotivacin moral equivaldra a negar la posibilidad misma de la moralidad: si nuestrasmotivaciones estn determinadas empricamente, si stas son siempre subjetivas, hedo-nistas y egostas, entonces la moralidad es una ilusin, dado que todo lo que hacemos lohacemos siguiendo nuestro propio inters y no la fuerza de las razones morales. Es cru-cial para Kant que la razn pura sea prctica, es decir, que la razn sea capaz de moti-varnos por s sola, con independencia de deseos e inclinaciones. Asimismo, la razn nosva a garantizar la objetividad de la moralidad: si sta se basara en nuestros deseos e incli-naciones, sera completamente subjetiva; la razn, que es una y la misma para todos losseres racionales, provee una fundamentacin objetiva y universal a la moralidad.

    Desde Kant, muchos filsofos se han preocupado por darle una base objetiva y uni-versal a la moralidad y han visto en la razn un modo de alcanzar esta objetividad. Perono todos los racionalistas son kantianos: muchos han diferido de Kant en cuanto a basarla moralidad en la racionalidad tal vez haya que buscar esa objetividad en algn tipo dehechos o propiedades morales, han sugerido otros filsofos sin embargo, estos otros

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  • racionalistas han mantenido una preocupacin por el carcter objetivo de la moralidad(de nuevo, sa es la marca distintiva del racionalismo), y han aceptado que la razn debetener un papel activo en la determinacin de nuestros fines y en la motivacin para actuar.Aunque todos los racionalistas piensan que la razn, y no los sentimientos, los deseos olas pasiones, est a la base de la moralidad y de cualquier proceso de deliberacin prc-tica, tal vez convendra aqu hacer la distincin entre dos tipos de racionalistas: (i) losracionalistas kantianos, que sostienen que la razn tiene una funcin legislativa (y moti-vacional) y que provee leyes universales que son garantes de objetividad, y que los pro-cesos de racionalidad prctica no tienen que hacer referencia a deseos (por lo menos enlo que se refiere a la motivacin moral); y (ii) los racionalistas cognoscitivistas, que sostie-nen que la razn tiene una funcin cognoscitiva (y motivacional) y que nos da acceso averdades morales que tpica, aunque no necesariamente, tienen que ver con algn tipode hecho o realidad moral; estos cognoscitivistas usualmente optan por mantener la refe-rencia a deseos, siempre y cuando stos se entiendan en trminos cognoscitivos (o porlo menos algunos de ellos).12 Los primeros, en cambio, han tendido a subestimar, o msradicalmente, a erradicar a los deseos del mbito de la motivacin moral. Ambos tiposde racionalismo, empero, tienen a la objetividad moral como su meta, a pesar de que lafundamentan en cosas distintas; tambin ambos coinciden en que la razn puede tenerpor s sola un rol motivacional al dar lugar a acciones intencionales. Tpicamente, ambostipos de racionalismo le reprochan a la teora de la accin de Hume por lo menos trescosas:

    1. Su concepto de los deseos como estados racionalmente sueltos, es decir, sin nin-gn tipo de constriccin racional

    2. Su concepto de la razn, o ms concretamente, de los estados cognoscitivos comolas creencias, como motivacionalmente inertes

    3. La naturaleza afectiva o conativa, no cognoscitiva, de los juicios morales

    Usualmente, los racionalistas han enfrentado estas afirmaciones argumentando 1)que los deseos estn o pueden estar sujetos al poder de la razn y a ciertas constriccionesracionales (reconociendo muchas veces que hay deseos que irremediablemente estn msall de la sujecin a la razn); 2) que cierto tipo de consideraciones racionales o estadoscognoscitivos tienen la capacidad de motivar, por s solos, deseos y acciones intenciona-les, cosa que est ntimamente ligada a 3) los juicios morales tienen una naturaleza cog-noscitiva; estos juicios normativos, y no cualquier creencia fctica, se nos dice, tienenuna capacidad motivacional.13

    Tpicamente, los racionalistas kantianos han aceptado buena parte de la concepcinhumeana de los deseos y las inclinaciones empricas y, por ese mismo motivo, han opta-do por su expulsin del campo de la motivacin moral para salvaguardar la pureza de lasacciones morales; los racionalistas cognoscitivistas, en cambio, han optado por otras estra-tegias para enfrentar el reto humeano. Su estrategia ha consistido en cuestionar el con-cepto humeano de deseos. De hecho, buena parte del debate entre humeanos y racio-

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  • nalistas se ha centrado en la discusin acerca de si la motivacin requiere de la presenciade deseos y acerca de cmo deben stos ser entendidos: si como estados sueltos, comoafirma Hume, como estados sujetos a constricciones racionales, o bien como estados quepueden reducirse a estados cognoscitivos.

    A medio camino entre la posicin kantiana y la cognoscitivista, se encuentra la teo-ra racionalista de la motivacin de Thomas Nagel. l argumenta explcitamente en con-tra del humeanismo que los deseos no estn sueltos y que estn sujetos a constriccio-nes racionales: as como hay exigencias racionales sobre el pensamiento, hay exigenciasracionales sobre la accin y sobre los deseos (cfr. 1970: 3). Hay principios de racionali-dad que establecen condiciones racionales sobre nuestros deseos y acciones, el altruismoy la prudencia figuran entre ellos, y tienen un papel central en la determinacin de nues-tros fines y en la motivacin para actuar. Estos principios determinan tambin nuestrosdeseos. Nagel se da entonces a la tarea de formular una teora de los deseos diferente dela humeana: una teora en la que los deseos (o por lo menos cierto tipo de deseos) seansusceptibles de ser influidos por principios racionales.

    Contra Hume, Nagel argumenta que el conocimiento de principios morales y pru-denciales representa una fuente de motivacin y que aceptar las razones que justificanuno de estos principios es estar a favor o en contra de algo, en otras palabras, equivale aestar motivado para actuar de alguna manera se ha llamado a sta la tesis internista dela motivacin. La adscripcin de un deseo para esta clase de acciones sera secundariadado que el deseo estara motivado por nuestras consideraciones racionales o inclusopodra no llegar a ser necesaria. La fuente primaria de motivacin viene de nuestro cono-cimiento de un principio racional y de nuestra aceptacin del mismo. Podramos resu-mir las premisas bsicas de la posicin racionalista del siguiente modo: 1) un principioracional obliga a los agentes que conocen ese principio; 2) estos principios racionales nosobligan en tanto que somos racionales; y 3) aceptar un principio racional significa estarde algn modo motivado a actuar de acuerdo con ese principio (lo que no significa quelas consideraciones racionales siempre tengan xito motivndonos puede haber casosde debilidad de la voluntad, pero de nuevo, ellas nos motivan en tanto que somos racio-nales [cfr. Korsgaard, 1986: 15]). Si el racionalista tiene razn en estos puntos, eso mos-trara la falsedad de la tesis humeana.

    Como parte de su estrategia argumentativa, Nagel marca una distincin entre dosclases de deseos: motivados e inmotivados. Los segundos son deseos que simplementenos asaltan, que vienen a nosotros sin ninguna invitacin, como los apetitos y los impul-sos stos son los deseos humeanos. Tales deseos tienen una explicacin, pero no entrminos de las razones del agente, sino, por ejemplo, en trminos meramente causales(fisiolgicos, psicolgicos, etc.). A diferencia de stos, los deseos motivados son deseosque el agente tiene a travs del reconocimiento de que hay una razn para perseguir elobjeto de su deseo. Deseos, por ejemplo, a los que se arriba por decisin y tras delibe-racin; deseos para los cuales podemos dar una explicacin racional.14 A diferencia delhumeano, Nagel no trata todos los deseos de la misma manera, y toma a los deseos deri-vados de consideraciones racionales como motivados por las razones que nos dan tales

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  • consideraciones, al punto que podramos prescindir de la apelacin al deseo en nuestraexplicacin de la accin.

    La peticin de que un deseo subyace a todo acto es verdadera slo si se conside-ra que los deseos incluyen tanto los deseos motivados como los inmotivados, y es ver-dadera slo en el sentido de que cualquiera que sea la motivacin para que alguien per-siga intencionalmente un propsito, deviene ipso facto en virtud de su prosecucin,apropiada para atribuir a l un deseo de tal propsito. Pero si el deseo es motivado, suexplicacin ser idntica a la explicacin de su prosecucin, y no es de ninguna mane-ra obvio que un deseo deba entrar en esta explicacin ulterior. (Nagel, 1970: 29)

    El que la explicacin de un deseo pueda ser la explicacin del propsito del agentesignifica que algo ms que sus deseos, es decir, consideraciones racionales, pueden con-tar como explicaciones de la motivacin. Esto es algo que explcitamente va en contrade la tesis de Hume de que la razn, por s sola, es motivacionalmente inerte y no influ-ye sobre acciones de la voluntad. Pero aqu podramos preguntar, en nombre del hume-ano: si las consideraciones racionales pueden tener un rol motivacional y la carga de laexplicacin est en estas consideraciones, por qu deberamos mantener a los deseosdentro de este cuadro? Por qu insiste Nagel en atribuir un deseo al agente incluso encasos en los que la carga explicativa est en las consideraciones racionales y stas supues-tamente estn haciendo todo el trabajo motivacional? Qu sentido tiene plantear la ideade deseos motivados, si lo que a fin de cuentas est motivando son las consideracionesracionales? Se podra inferir, de lo que nos dice Nagel, que podemos deshacernos de losdeseos en el caso de la conducta prudencial y altruista (o moral).15

    Contra la afirmacin del humeano, Nagel rechaza que toda motivacin est funda-da bsicamente en deseos, y trata de mostrar que hay tipos de motivacin (la prudencialy la moral) que pueden ser mejor entendidos si pensamos que tienen consideracionesracionales a la base. Con este objetivo, nos ofrece una teora de la motivacin pruden-cial como un modelo en cuyos trminos puede entenderse la motivacin moral. En suteora, la razn es la fuente de la motivacin, excepto en el caso de los deseos inmotiva-dos. Para decidir qu hacer, uno se pregunta qu razones tiene; algunas de estas razonespueden derivar de deseos presentes, algunas no. Pensemos en el ejemplo de alguien quecompra vveres para s mismo incluso a pesar de que en el presente no tiene hambre, perosabe que va a tenerla despus. Esta persona compra vveres porque sabe que va a tenerhambre en el futuro. l supone que su deseo futuro le va a dar una razn para comprarahora. Nagel argumenta que la teora humeana no es capaz de manejar un caso comoste de motivacin prudencial sobre el propio futuro. Un deseo futuro no puede darleal agente una razn para hacer algo ahora. Para la teora humeana, las creencias mante-nidas en el presente acerca del propio bienestar futuro pueden slo motivarlo a uno aactuar en el presente si tambin hay un deseo correspondiente al tiempo de promover elpropio bienestar futuro. Pero en la concepcin de Nagel, uno puede tener una razn parahacer algo que no derive de ningn deseo que uno tenga en el presente. Es de hecho un

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  • principio de racionalidad prctica, nos dice, el que si alguien sabe que va a tener un deseoen el futuro, esa persona tenga una razn ahora para hacer algo que la llevar a la satis-faccin de ese deseo futuro, sin importar cules sean sus deseos presentes. Anticipandola objecin humeana, Nagel argumenta que incluso si uno tiene un deseo presente desatisfacer deseos futuros, el primero no es un deseo inmotivado, y su poder motivacio-nal descansa no en alguna caracterstica fenomenolgica o en alguna funcin corporaltransitoria, sino en la manera en que nos concebimos a nosotros mismo a travs del tiem-po, en nuestra identidad personal y en la naturaleza de la razn misma. De hecho, serairracional no tener esta clase de deseos acerca del propio futuro o que no nos importa-ra, sabiendo que en el futuro vamos a tener ciertos deseos y nos va a importar.

    Nagel presenta argumentos similares a los del caso de la prudencia para el del altruis-mo: as como nuestros deseos futuros nos pueden dar una razn presente para actuar, losdeseos dirigidos hacia otras personas tambin nos pueden dar razones para actuar. Elaltruismo impone exigencias racionales sobre nuestras acciones y nuestros deseos. Estosera un problema para el humeano: el altruismo no sera una exigencia racional sobre laaccin. Los deseos e intereses de otras personas pueden darme razones para hacer cosasslo si tengo un deseo previo de que los deseos de otras personas sean satisfechos. Peropara Nagel, esto obviamente no es un deseo bsico no motivado, ste es un deseo moti-vado por nuestro reconocimiento de la realidad de otros, y por la capacidad de verse auno mismo como un individuo entre otros.

    Los argumentos de Nagel constituyen, sin duda, una de las defensas contempor-neas mejor armadas en favor de la posicin racionalista y explcitamente en contra de lateora humeana de la motivacin. Al mostrar que hay constricciones racionales sobrenuestros deseos y acciones, y que los deseos no son todos del mismo tipo, Nagel ya estnegando la tesis humeana de que los deseos no pueden ser contrarios a la razn, dadassus muy diferentes naturalezas. Al mismo tiempo est negando la idea de que la raznes motivacionalmente inerte: segn l, consideraciones racionales pueden motivar dese-os y, en ltima instancia, acciones intencionales. Si Nagel tiene razn en su concepcinde los deseos y de las creencias, entonces podramos afirmar que la teora humeana resul-ta incompleta, si no es que falsa.

    Otra lnea de argumentacin racionalista en contra de las tesis de Hume provienede la defensa de la posicin kantiana de Christine Korsgaard. En Skepticism about Prac-tical Reason, Korsgaard presenta algunos argumentos en contra del escepticismo hume-ano sobre la posibilidad de la razn prctica, o sea, en contra de las dudas acerca de lamedida en la que la accin humana es o puede ser dirigida por la razn (1986: 5). Msprecisamente, Korsgaard distingue entre dos tipos de escepticismo: (a) el escepticismodel contenido, que duda acerca de la relacin de consideraciones racionales en las acti-vidades de deliberacin y decisin y de si principios formales tienen algn contenido ypueden dar una gua sustantiva a la decisin y la accin, y (b) el escepticismo de la moti-vacin, que duda acerca del alcance de la razn como un motivo. Hume es un escpti-co acerca de la razn prctica en ambos sentidos. Hume tiene ya una opinin acerca delcontenido de principios racionales: la razn consiste en el descubrimiento de la verdad

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  • y la falsedad, tambin tiene un papel en el razonamiento matemtico y demostrativo yes capaz de determinar relaciones causales. Dado el modo en que le asigna estas funcio-nes a la razn, no puede sino dudar acerca de otras posibles funciones que la razn podratener.

    Los argumentos de Hume en contra de un uso prctico ms extenso de la razndependen de las propias opiniones de Hume acerca de lo que es la razn, es decir, acer-ca de qu tipos de operaciones y juicios son racionales. Su escepticismo de la moti-vacin (escepticismo acerca del alcance de la razn como un motivo) es completa-mente dependiente de su escepticismo del contenido (escepticismo acerca de lo quela razn tiene que decir acerca de la decisin y la accin). (Korsgaard, 1986: 7)

    Si el anlisis de Hume acerca de las operaciones de la razn hubiera incluido otrascosas que las que aparecen en su lista de las funciones de la razn, su tesis acerca de laeficacia motivacional de la razn hubiera sido diferente. El escepticismo acerca de la moti-vacin de Hume depende de su escepticismo acerca del contenido y las funciones de larazn y no al revs, como otros filsofos han pensado. Por qu habra que aceptarque las operaciones de la razn consisten exclusivamente en aquello que Hume dice? Porqu no podran incluir tambin formas racionales de motivacin? A fin de cuentas, hayoperaciones de la razn que producen conclusiones acerca de acciones que nos puedenmotivar. La aceptacin racional, o el conocimiento de la verdad, de un juicio moral impli-ca la existencia de un motivo (no necesariamente uno que se imponga de manera cate-grica) para actuar con base en ese juicio. sta, de nuevo, es la tesis internista acerca dela motivacin que, formulada en estos trminos, constituye un reto a la idea humeanasobre las funciones de la razn.

    Hume nos dice que la razn es motivacionalmente inerte y que solamente tiene unpapel instrumental en la determinacin de los medios para satisfacer los fines estableci-dos por la pasin. Sin embargo, sostiene Korsgaard, esto slo puede ser as si aceptamosque estar motivado por la consideracin de que una accin es un medio hacia un findeseable es algo que est ms all de la mera reflexin acerca de ese hecho. La fuerza moti-vacional que acompaa al fin debe transmitirse a los medios para que sta sea una con-sideracin que ponga en movimiento al cuerpo humano, y slo si es as, podemos decirque la razn tiene una influencia sobre la accin (1986: 13). Es decir, la consideracinracional acerca de qu accin es el medio hacia el fin deseado, no es una mera reflexinsin fuerza motivacional alguna: la fuerza motivacional del fin se transmite a los medios,y la consideracin racional sobre stos tambin nos motiva. De modo que aceptar estaidea tambin nos llevara a cuestionar la idea humeana de la falta de fuerza motivacio-nal de la razn. El escepticismo de Hume acerca de las funciones motivacionales de larazn parecera venirse abajo tras estas crticas, acreditando un punto importante parala posicin racionalista que sostiene precisamente ese poder motivacional de la razn.

    Las crticas de racionalistas como Nagel o Korsgaard nos podran hacer pensar quelas afirmaciones centrales de la teora humeana de la motivacin tendran dificultad en

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  • sostenerse, a saber, que la explicacin de las razones motivacionales de un agente paraactuar tiene que hacer referencia necesariamente a las creencias y a los deseos del agen-te, a un deseo relevante en el momento de actuar y a creencias instrumentales acerca delos medios para satisfacer su deseo. Estas crticas tambin ponen en cuestin la idea deque la razn es motivacionalmente inerte y que las pasiones o los deseos no tienen cons-tricciones racionales. Algunos de estos argumentos han obligado a los humeanos a refor-mular diversos aspectos de la teora. Muchos, por ejemplo, han abandonado la concep-cin puramente instrumental de la racionalidad que sostena Hume. Sin embargo, siguensosteniendo la tesis central de la teora humeana: la necesidad de apelar tanto a creenciascomo a deseos en la explicacin de la accin. La defensa de esta tesis se ha hecho a travsde varios argumentos. Quiero presentar aqu slo uno de ellos.

    En el contexto de su defensa de la teora humeana de la motivacin, Michael Smithnos da un argumento a favor de la tesis de que la explicacin de la accin intencionaltiene que hacer referencia necesariamente tanto a creencias como a deseos. Hay que decirque el argumento de Smith no tiene que comprometerse con la imagen humeana de lanaturaleza de los deseos segn la cual stos son una especie de las pasiones, y las pasio-nes a su vez, una cierta clase de sensacin ligada al dolor o al placer. En otros trminos,las pasiones son una especie de percepcin y stas un tipo de sensacin. Cuando desea-mos algo sentimos una emocin de aversin o de propensin, dice Hume. Segn esto,los deseos tienen una fenomenologa fuerte y notable. Si bien esta concepcin es correc-ta para muchos casos de pasiones y deseos (como en emociones viscerales o en deseosardientes), no parece ser el caso para muchos otros deseos, como seran aquellos de lar-ga duracin o que tenemos en estado latente, pero que no se manifiestan con una feno-menologa como la que describe Hume. Podemos deshacernos de esta concepcin fuer-temente fenomenolgica de los deseos y seguir manteniendo una teora humeana de lamotivacin. El argumento es el siguiente y encuentra sus orgenes en Hume mismo.

    Segn Hume, la razn se distingue por ser una representacin o una copia del mun-do, carece de fuerza motivacional, pero dada su naturaleza representativa, nos da la infor-macin o el conocimiento acerca del mundo que gua nuestras pasiones. Las pasiones,en cambio, constituyen la fuerza motivacional que nos empuja a actuar. La combinacinde estos dos elementos de nuestra naturaleza psicolgica es necesaria para la explicacinde la accin. Las pasiones dan la motivacin para actuar, pero necesitan algn tipo deinformacin para verse satisfechas por s solas no son capaces de producir acciones inten-cionales y la razn, por s sola, no nos da la motivacin para actuar, pero sirve a los dese-os al proveer la informacin necesaria para su satisfaccin. Esta idea fue retomada pos-teriormente por varios filsofos contemporneos que la pusieron en trminos de ladiferente direccin de ajuste de los deseos y las creencias con el mundo. Mientras que lascreencias tratan de ajustarse al mundo, el mundo debe ajustarse al contenido de los dese-os, las primeras tienen una direccin mente-a-mundo, los segundos, una mundo-a-mente. Si las creencias se ajustan al mundo es que son verdaderas, si no se ajustan debencambiarse, puesto que son falsas. En el caso de los deseos es el mundo el que tiene queajustarse a ellos, y si no se ajusta, esto no parece ser un motivo para cambiar de deseos.

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  • La direccin de ajuste de deseos y creencias con respecto al mundo es lo que nos da ladiferencia entre ambos estados.

    Para Smith la diferencia entre creencias y deseos se resume en su diferente depen-dencia contrafctica con respecto a la percepcin: mientras que una creencia de que ptiende a desaparecer ante la percepcin con un contenido de que no p, un deseo de quep tiende a perdurar ante tal percepcin. Incluso si el contenido del deseo no se realiza,el deseo tiende a persistir (Smith, 1994: 115). Pero ms importante aun que el modo enque la define, en Smith esta idea tiene el propsito de mostrar que una especificacincompleta de las razones motivacionales de una accin tiene que hacer referencia a esta-dos con los dos tipos de direccin de ajuste: una creencia y un deseo. La creencia, dadasu direccin de ajuste con el mundo, no es capaz de motivar una accin intencional pors sola, pero s nos da la informacin sobre el mundo que es necesaria para realizar eldeseo. Se necesita la presencia de un estado con la direccin de ajuste propia de un deseo,es decir, de un estado dirigido a fines o un estado al que el mundo se tiene que ajustar.Los deseos representan el elemento teleolgico o de direccin hacia fines que est pre-sente en cualquier accin intencional. Las creencias no tienen este carcter teleolgico y,por ello, no tienen el carcter motivacional que s tienen los deseos.

    Dado el modo en que Smith define la idea de direccin de ajuste, resulta imposibleel movimiento que intentan racionalistas como Nagel u otros de caracterizar a los jui-cios morales o prudenciales como estados cognitivos y motivacionales al mismo tiempo,es decir, estados con doble direccin de ajuste. Dice Smith al respecto: Un estado conambas direcciones de ajuste tendra... que ser tal que, en la presencia de [una] percep-cin [con un contenido contrario] tendiera a desaparecer, y, en la presencia de esa per-cepcin, tendiera a perdurar, conduciendo al sujeto que lo posea a producir p. Tomadaliteralmente, entonces, la idea de que hay un estado que tenga ambas direcciones de ajus-te es simplemente incoherente (1994: 118). Los juicios morales o prudenciales debenser entendidos, entonces, ya como deseos, ya como creencias, pero no como una espe-cie de mezcla entre ambos estados. El humeano, tpicamente, los ver como formas oexpresiones de deseos, que no tienen valor cognoscitivo alguno, pero que nos motivan aactuar.

    Los argumentos de Smith constituyen una defensa fuerte de la posicin humeana.Es importante su insistencia en la idea de que la accin intencional tiene un carcter tele-olgico y revela la presencia de un estado dirigido a fines, como lo es un deseo. Sin embar-go, se le puede objetar que descansa mucho en una idea muy metafrica como es la ideade la direccin de ajuste. En su caracterizacin, la manera en la que Smith hace depen-der a las creencias de la percepcin nos remite al asunto de si todas nuestras creenciasdependen de la percepcin del modo en que Smith afirma. Parece que se estn caracte-rizando simplemente a las creencias fcticas o empricas y no a cualquier otro tipo decreencia por no hablar de otros estados cognoscitivos. Tambin podramos pregun-tarnos si los deseos efectivamente tienen la tendencia que Smith afirma que tienen conrespecto a la percepcin. Tal vez tambin podra verse en el trasfondo cierto compromi-so con una cierta teora de la verdad al caracterizar a las creencias, a saber, una teora

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  • correspondentista de la verdad, cosa que podramos cuestionar. Finalmente, podramospreguntarnos si, incluso usando la misma idea de direccin de ajuste caracterizada enotros trminos (sin hacer alusin a la percepcin, por ejemplo), no podramos rescatarla idea de estados con doble direccin de ajuste, que tan cara le resulta a muchos racio-nalistas o cognoscitivistas motivacionales.16 En fin, la teora de Smith est tambin suje-ta a los cuestionamientos de los racionalistas y de ningn modo da un argumento defi-nitivo en la polmica sobre la motivacin de la accin.

    Podra continuar aqu con distintos argumentos que se han presentado tanto a favordel bando humeano como del racionalista o antihumeano, pero un anlisis ms o menosdetallado de stos requerira mucho ms que estas pocas pginas. Algunos filsofos con-temporneos (como Allan Gibbard o Simon Blackburn) han argumentado a favor de lateora humeana, entre otras cosas, dados sus orgenes y su espritu naturalista (y antirre-alista). Se ha sostenido que un tipo de teora como sta es ms compatible con la visinque nos dan las ciencias naturales hoy en da acerca de la psicologa, la conducta y lanaturaleza de los seres humanos que una teora antinaturalista como la kantiana o comola que sostienen algunos cognoscitivistas. No obstante, se han presentado varios argu-mentos en contra de un tipo de proyecto naturalista como el humeano: en contra de lanaturalizacin de estados mentales intencionales, de la racionalidad y de los juicios nor-mativos.17 Todos estos son temas demasiado grandes como para abordarlos aqu. Miintencin en este ensayo ha sido simplemente la de presentar algunos de los elementosms caractersticos de la teora humeana de la motivacin y de la accin, rastrear su ori-gen en una visin naturalista del ser humano, y finalmente ver el modo en que esta teo-ra ha sido cuestionada en la discusin contempornea sobre temas de psicologa moral.Sin duda alguna, muchos de estos temas requeriran de anlisis ms detenidos que losque he ofrecido aqu, pero mi intencin no ha sido la de hacer un estudio muy minu-cioso, sino la de pintar a grandes trazos los elementos primordiales de la teora humea-na de la accin y algunas de las principales objeciones que se le han presentado.

    Bibliografa

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    Notas

    1 De aqu en adelante dar las referencias al Tratado (T.) entre parntesis dentro del texto, siguiendo lamanera de citar que se ha establecido a partir de la edicin de Norton y Norton, y no la de Selby-Bigge.Para las traducciones del Tratado, he utilizado la edicin de Flix Duque, cuyos datos se encuentran enlas referencias al final del artculo; en ocasiones he modificado las traducciones segn he consideradoconveniente. Las citas a los Enquiries aparecen como E1 (Investigacin sobre el conocimiento humano) yE2 (Investigacin sobre los principios de la moral), y las de la Disertacin sobre las pasiones, como P.

    2 Que, por otro lado, es una idea que ya estaba en Hobbes, quien afirma que la razn no es innata ennosotros, sino alcanzada por el esfuerzo, un esfuerzo en el que las pasiones, particularmente el miedo,tienen un papel central. Vase Hobbes, 1991: I, 5; vase tambin II, 27.

    3 Dada la inmensidad de este tema, no abordar aqu el problema de la libertad de la voluntad y del com-patibilismo en Hume. Para un anlisis detallado del problema de estos temas, vanse Stroud, 1995: 201-219; Mounce, 1999: 64-68; Penelhum, 1993: 129-132; y Baillie, 2000: 73-85. Para un anlisis de la teo-ra causal de la accin de Hume, vase Lecuona, 1994, caps. 1 y 2.

    4 Vase tambin su Historia natural de la religin, Introduccin.5 Para un anlisis ms detallado de la concepcin instrumental de la racionalidad en Hume, vase Audi,

    1989: cap. 2.6 Aunque hay que tomar en cuenta que el concepto de razn en Hume tiene varios sentidos, de los que

    podemos resaltar dos: la razn como capacidad o facultad, y como la actividad de esa capacidad. VaseTasset Carmona, 1990: 16-17.

    7 sta es la teora de las pasiones y los deseos que encontramos en otros empiristas britnicos, por ejemploen Hobbes, Leviathan, I, 6; Locke, An Essay Concerning Human Understanding, I, II, XXI; e incluso Hut-cheson, An Essay on the Nature and Conduct of the Passions and Affections; todos estos pasajes se encuen-tran en Raphael (1991); vase tambin Darwall (1995: 223).

    8 Esto encuentra un eco en las teoras de la eleccin racional contemporneas que sostienen que no es posi-ble explicar racionalmente la formacin de nuestras preferencias, y que, por tanto, stas tienen que tomar-se como algo dado.

    9 Vase Platts, 1992: cap. 1, y Schueler, 1995: cap. 6. No slo la tradicin empirista sostena esta teora,tambin era muy popular entre filsofos franceses como Rousseau, La Rochefoucauld, Helvecio, Mon-tesquieu o Sade. Kant de algn modo tambin comparta la misma opinin, l vea a los deseos comociegos y esclavizantes, pero su psicologa moral nos dice que podemos vrnoslas sin ellos. Vase Kant,2005: 118.

    10 El mito de lo dado consiste en la idea de corte empirista de que el conocimiento emprico descansasobre una base de experiencias sensoriales no inferenciales de particulares que nos son dadas en nuestraexperiencia sensible del mundo externo. stas nos dan puntos de certeza sobre los que se funda todonuestro conocimiento emprico. Estas experiencias sensibles son concebidas como episodios internossensaciones que les pueden ocurrir a los agentes sin ningn concepto, conocimiento, creencia o pro-

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  • ceso de aprendizaje previo, y sin los cuales sera imposible tener ninguna experiencia perceptual, puestoque son la base del resto de nuestro conocimiento. Es porque el agente tiene estas experiencias sensoria-les que adquiere una representacin no inferencial (no verbal, no conceptual) del objeto de su percep-cin. Y, a su vez, es porque tiene esta creencia no inferencial, junto con otras creencias del mismo tipo,que est justificado en tener otras creencias inferenciales. En cualquier caso, es importante notar que estetipo de teoras (como las teoras de los sense data) conceban ste como un proceso pasivo de relacionescausales con el mundo fsico; en l, el sujeto adquiere cada parte de su cuerpo de conocimiento inde-pendientemente de los otros. Una imagen muy similar funcionara para los deseos. Los deseos seran unaespecie de impactos que nos vienen de nuestras propias funciones corporales, no del mundo externo,pero que estn fuera de lo que Sellars llama el espacio de las razones (Sellars, 1997).

    11 He argumentado ms sobre esto en Ortiz Milln (en proceso a). Para una visin ms puntual de la teo-ra de la motivacin moral en Kant en trminos similares, vase Timmons, 1985.

    12 He intentado ahondar en las razones por las que los cognoscitivistas toman esta estrategia en Ortiz Milln(en proceso b), donde argumento que hay dificultades para las teoras antihumeanas de la motivacinen sus conceptos de deseos y de creencias motivacionales.

    13 Esto incluso se podra sostener en Kant, para quien la razn tiene una funcin legislativa, una cognos-citiva por medio de la cual conocemos el contenido de las leyes que da la razn misma, y una moti-vacional. Un panorama ms amplio de la discusin entre humeanos y racionalistas se puede encontraren Wallace, 1990.

    14 Esta clasificacin de deseos de Nagel ha sido criticada y desarrollada por Platts (1992), cap. 2, quien dis-tingue entre cuatro, y no dos, tipos de deseos; las distinciones de Nagel y de Platts han sido analizadas,a su vez, por Schueler (1995).

    15 He desarrollado ms estas preguntas, tratando de responderlas y analizando algunas inconsistencias enla posicin racionalista, en Ortiz Milln (en proceso b).

    16 se es, por ejemplo, el intento de Jacobson-Horowitz, 2006, quien usa la idea de estados con doble direc-cin de ajuste para argumentar a favor de un cognoscitivismo motivacional.

    17 Una de esas razones usadas por los antinaturalistas, por cierto, ha sido la llamada Ley de Hume, segnla cual no es posible derivar normatividad de algo no normativo, como sera lo natural.

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