Pablo y Las Mujeres Carmen Bernabe

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  • 8/12/2019 Pablo y Las Mujeres Carmen Bernabe

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    PABLO Y LAS MUJERESCarmen BERNAB

    Profesora de Sagrada Escrituraen la Facultad de Teologa de Deusto

    Bilbao

    1. En el nombre de Pablo A finales del siglo II, Tertuliano, uno de los primeros escritores y polemistascristianos, se quejaba de que algunos estaban usando el ejemplo de una mujer llamada Tecla paralegitimar la enseanza y la administracin del bautismo por parte de las mujeres, pretendiendoaquellos que esta mujer haba sido enviada a hacerlo por el mismo Pablo.

    Con el fin de oponerse a todo ello, Tertuliano explicaba que la obra donde apareca la historia de Teclahaba nacido de la imaginacin de un presbtero de Asia Menor, el cual, aunque haba confesado quelo haba hecho por amor a Pablo, ya haba sido depuesto1.

    Se refera Tertuliano a una obra titulada Los hechos de Pablo y Tecla, libro de gran difusin por lasiglesias de Asia Menor durante el siglo II, en el que se narran las peripecias de su protagonista Tecla

    desde que, una vez convertida, y despus de or a Pablo y a pesar de las reticencias de ste, comienza aseguirle a travs de todo el territorio, pasando multitud de penalidades y pruebas. Habiendorechazado casarse con su prometido, tiene que afrontar la denuncia hecha por ste y por su propiamadre, salvndose milagrosamente de ser condenada a muerte. En su camino detrs del apstol,vuelve a ser pretendida, condenada y salvada, hasta que su valenta y su fe son reconocidas por Pablo,que la enva a predicar y bautizar. El libro parece haber sido utilizado por comunidades de mujerescon el fin de reivindicar un mayor protagonismo en la vida de la comunidad eclesial2.

    ste es un ejemplo de la utilizacin del nombre y la autoridad de Pablo para legitimar ciertas posturasy doctrinas -en este caso a favor del protagonismo de la mujeres en la Iglesia-; pero no es el nico

    ejemplo: Pablo y su autoridad tambin fueron reivindicados por otros grupos con posturas muydiferentes, como la de quienes no vean conveniente el protagonismo femenino, sino que, por elcontrario, eran favorables a una mayor adecuacin de las actitudes y comportamientos de la mujercristiana a las formas de comportamiento requeridas en aquella sociedad para las matronasrespetables y virtuosas. A esta segunda corriente pertenecen las llamadas Cartas Pastorales (1Tm; 2 Tm; Tit) y, con casi total seguridad -segn la inmensa mayora de los exegetas actuales-, lainterpolacin hecha en 1 Co 14,33b-35, que refleja la misma ideologa y la misma situacin eclesialposterior que aparecen en las Pastorales.

    Pero qu pensaba Pablo respecto del lugar y el papel de las mujeres en las comunidades? En esteartculo no se pretende hacer un anlisis exegtico preciso y exhaustivo, sino utilizar algunos de losconocimientos que la antropologa cultural aporta sobre los valores que conformaban el universomental compartido por las comunidades a las que escribe Pablo con sus vecinos no cristianos, a fin depresentar un contexto significativo en el que entender mejor las palabras y actitudes de Pablo enrelacin a las mujeres.

    1De Baptismo I. 17,5.2Sobre la utilizacin de estos libros apcrifos con fines reivindicativos y ejemplarizantes por par- te de algunos grupos de mujerescf. D. R. MACDONALD, The Legend and the Apostle. The Battle for Paul in Story and Canon, Fortress, Philadelphia 1983; S. DAVIESThe Revolt of the Widows. The Social World of the Apocryphal Acts, New York 1980.

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    2. Las mujeres y la estrategia misionera de Pablo Con el fin de valorar correctamente lo que Pablo dicesobre las mujeres, hay que hacer tres precisiones. La primera es que el inters misionero fundamentalde Pablo fue la posibilidad de crear comunidades mixtas en las que no se exigiera el acatamiento de laley y las normas judas para ser seguidor de Jesucristo, superando la diferenciacin entre judos ygentiles; otros temas como el papel de las mujeres, la situacin de los esclavos, etc., estabansubordinados a aqul. La segunda es que Pablo se mueve entre, por una parte, el deseo de fortalecerlos lazos y los lmites que dan identidad a la comunidad, diferencindola de la sociedad circundante,y, por otra, el inters por ganar a personas del exterior para la nueva fe y, por lo tanto, la necesidad depresentar al grupo y sus creencias de forma atractiva y no peligrosa para el orden social. Esta tensinhizo que su comportamiento fuera en cierta medida ambiguo, cambiable segn las circunstancias,abierto a diferentes desarrollos. El tercer dato a tener en cuenta es que antes de que Pablo comenzarasu misin, y en otras comunidades fuera de su rea de influencia, ya existan mujeres conprotagonismo en las diversas iglesias, a las cuales Pablo reconoca una autoridad y un recorridoindependiente del suyo (Rm 16). Por todo ello, no es probable que Pablo pensara que sus opiniones

    sobre el tema pudieran tener un alcance universal y atemporal, ms all de unas indicaciones para labuena marcha de las comunidades concretas ante problemas tambin muy concretos.

    - 1 Corintios: la reputacin de la comunidad y la vergenza de sus mujeres

    No se analiza en este trabajo la compleja composicin de 1 Corintios ni si se trata en realidad de unamezcla de varias misivas de Pablo a la comunidad. Baste saber que los captulos en los que estnsituados los pasajes objeto de anlisis son una carta-contestacin de Pablo a una consulta hecha por lacomunidad como consecuencia de la creencia en que la vida en el Espritu -que vivan como fruto delbautismo- les confera una igualdad fundamental3y permita sacar las consecuencias sociales respecto

    de la validez de diferencias (los lmites ordenadores) de gnero, llegando a cuestionar o abandonar lasnormas que regan las relaciones sexuales, los papeles de gnero o la apariencia fsica.

    El cuerpo personal es un smbolo de ese otro cuerpo que es el social; el primero es un microcosmosdonde se reflejan los poderes, peligros y lmites que se atribuyen a la estructura social. La percepcinde uno y otro se influencian y condicionan mutuamente.

    El control sobre el cuerpo personal est reflejando el control social, y viceversa4. Por eso escomprensible que la nueva concepcin de la comn dignidad y la eliminacin de las diferencias quesupona la fe cristiana y el bautismo se reflejaran en la forma de concebir las relaciones personales, lospapeles de gnero y los sexuales. De ah que sea lgica la aparicin de dos tipos extremos de

    comportamiento en relacin al cuerpo: el libertinismo y el ascetismo; postura que se acenta en unpensamiento aunque fuera incipientemente gnstico, como el que parece que existi en la comunidadde Corinto. Un pensamiento dualista, que concibe al ser humano dividido en espritu y materia, elcuerpo como crcel del alma, y la vida espiritual como la autnticamente importante, mantena unaactitud de desprecio hacia la materia que le llevaba o bien a prescindir de la sexualidad o bien al

    3La proclama bautismal de Gal 3,28, anterior a Pablo, recoge esta creencia y vivencia.4M. DOUGLAS, Smbolos naturales, Madrid, Alianza Universidad 1973, cap. V: Los dos cuerpos.

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    extremo contrario, precisamente para significar que vivan ya en la realidad espiritual, donde todo lodems -incluidas, por tanto, las diferencias sexuales- no contaba.

    - 1 Corintios 7 Precisamente, el ascetismo extremo es el problema al que Pablo responde en 1 Co 75, yen el que las mujeres parecen haber tenido un papel importante, hasta llegar a constituir un problemaal que Pablo trata de dar solucion6. Un dato que parece corroborar este inters especial en elcomportamiento de las mujeres -sobre todo viudas, divorciadas y vrgenes- son las rupturas en el

    paralelismo establecido entre varones y mujeres a lo largo de l Co 7, donde Pablo trata de suavizar lafuerte preferencia por el celibato que parece haberse dado entre algunas mujeres7. El celibato suponapara ellas la liberacin de los pesados lazos y cargas que conllevaba un matrimonio en la estructurafamiliar patriarcal propia de aquella sociedad. Aunque es cierto que Pablo demuestra una preferenciapor el celibato (v. 38) como smbolo de la proximidad del eschaton, cuyas primicias ya ha comenzadoa vivir la comunidad, no parece compartir la idea de algunas personas de vivir ya en un universopuramente espiritual. Y as, cuando aborda en 7,32-34 el tema de la virginidad, fundamentalmentefemenina, Pablo no contrapone la santidad de ambos tipos de vida (clibes/casados), sino quereconoce que en ambos puede vivirse con ansiedad, aunque sea por diferentes causas. La ansiedad delas casadas puede ser agradar a su marido; la de las clibes, mantenerse santas en su cuerpo y en suespritu; y ambas pueden ser un obstculo para lo fundamental: la dignidad frente a los de fuera y el

    trato asiduo con el Seor sin divisin (7,35).

    El celibato poda ser una fuente de ansiedad, precisamente porque no vivan an en el eschaton(7,9.36-38); su eleccin por el celibato poda resultar, por tanto, inviable, bien porque no pudieranprescindir de ciertas normas sociales, o bien porque, pensando ser un signo, y -debido precisamente aesas mismas normas-, se conviertan en vergenza para la comunidad al incumplirlo (v. 36). PeroPablo no ordena a estas mujeres que se casen, aun siendo consciente de que su posicin retaba losintereses de la estructura de la casa patriarcal y, por lo tanto, de la sociedad organizada en torno aella.

    En el caso de los divorciados (7,10-11), las palabras dirigidas a las mujeres son ms abundantes, lo cualhace que se centre en ellas la atencin. Con toda probabilidad, Pablo est aludiendo al problema quesurga cuando uno solo de los cnyuges se haca cristiano; situacin que era mucho ms probable yproblemtica en el caso de las mujeres: puesto que eran ellas quienes deban adoptar la religin y losdioses de sus maridos si se haban casado bajo manus (paso a la patria potestad del marido), o a la desu padre si no lo haba hecho, la conversin al cristianismo tena que suponer para ellas una situacinmuy difcil, sobre todo si tal hecho deba permanecer en secreto. Hay que tener en cuenta que lasmujeres tenan una libertad de movimientos muy limitada, y que el mero hecho de que salieran a lacalle era especialmente problemtico, aunque fuera mucho ms fcil para las mujeres nobles. Pabloreconoce que se han dado algunos casos de separacin, al parecer por iniciativa de la mujer (7,10-11),ante lo cual les recomienda que no se separen o que se reconcilien. Y la razn que les da es que el

    5/1/Co/07/1b: Parece existir un consenso creciente en atribuir las palabras del versculo 1b -bien le est al hombre abstenerse de

    mujer- como un eslogan del grupo con tendencias ascticas de la comunidad de Corinto.66. Para la discusin sobre este tema se puede consultar, R. SCROGGS, Paul and the Eschatolo- gical Woman: JAAR 40 (1972

    281-303; D.R. MACDONALD, There is no Male and Female: The Fate of a Dominical Saying in Paul and Gnosticism: HDR 20

    (Foriress, Philadelphia 1987).7Cf. M.Y. MACDONALD, Early Christian Women and Pagan opinin. The power of the Histerical Woman, Cambridge University Press

    Cambridge 1996, pp. 133-144.

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    cnyuge creyente puede acabar influyendo en el no creyente; pero, sobre todo, les recuerda -y en ellose nota que se dirige sobre todo a mujeres- la posibilidad de educar a sus hijos pequeos -dejados alcuidado de la mujer- en la fe cristiana. (Hay que tener en cuenta que, en una separacin, los hijospermanecan con el padre, a cuyo linaje pertenecan).

    De todas formas, Pablo reconoce tambin que a veces la decisin no dependa de la mujer, y entoncesrecomienda paz a la parte abandonada. El mismo problema de rechazo del matrimonio parece

    haberse dado en el caso de las viudas (7,39-40). En una sociedad en la que la mujer, al casarse, eramucho ms joven que el marido, aunque tambin mora ms joven, poda darse, y no era raro, el casode mujeres que llegaran a casarse y a dar hijos a dos o tres familias. Muchas viudas preferan no volvera casarse. Pablo aconseja a las viudas que, si vuelven a casarse, lo hagan con alguien creyente (en elSeor), pero les reconoce el derecho a permanecer sin volverse a casar. Pablo no especifica el tipo deviudas (jvenes o ancianas) a quienes reconoce ese derecho, lo que s harn las cartas Pastoralescuando ordenen que las viudas jvenes se vuelvan a casar (1 Tm 5,3-16). Por ello, la posicin de Pablono deja de ser alternativa a las normas sociales y a la evolucin posterior de las disposicioneseclesiales. Y es que no se puede olvidar que en aquella poca el volver a casarse y engendrar hijosmientras la edad lo permitiera era para la mujer una obligacin de estado, perfectamente legislada,cuyo incumplimiento acarreaba la consiguiente condena. La legislacin de Augusto (27 a.C-14 d.C),

    reforzada posteriormente por Domiciano y renacida en los siglos I y III d.C., haba sido proyectadapara favorecer el estado civil de casada en la mujer y no desperdiciar sus aos de fertilidad. Sealentaba a las viudas y divorciadas a casarse de nuevo, se penaba el no hacerlo y el no tener hijosdespus de los veinte aos (veinticinco para los varones) y se premiaba el tenerlos en mayor nmerodel habitual. De hecho, las mujeres libres que tenan tres hijos, y las libertas con cuatro, podanemanciparse de la custodia de padres o maridos8. Como puede verse, el comportamiento de lasmujeres era objeto de un especial control social. Pero es importante analizar los valores que regansemejantes comportamientos para poder entender en profundidad el porqu de unos y otroscomportamientos y declaraciones.

    Si Pablo se centra sobre todo en el comportamiento que las mujeres de la comunidad de Corintoestaban adoptando sobre sus vnculos familiares y sexuales, se debe a que, segn los valorescompartidos en aquella sociedad, la imagen y la reputacin de la comunidad entre los de fueradependa en gran medida de la actitud y el comportamiento de las mujeres que formaban parte deella. Unos valores que -no se olvide- se objetivaban en las leyes estatales.

    La sociedad en la que discurra la vida de los cristianos de Corinto se rega por el valor central delhonor, el cual estaba muy ligado -entre otros aspectos- a la reputacin de las mujeres que estaban acargo de los varones, la cual dependa de la certeza de que la sexualidad de la mujer perteneca enexclusiva a su marido -en el caso de estar casada- o de que estaba intacta -en el caso de estar ansoltera-. La prdida de vergenza en las mujeres (su parte del honor familiar) o, lo que era igual, laduda sobre su virginidad o su exclusividad sexual, significaba la prdida del honor y la reputacin delos varones del grupo familiar -marido, padre, hermanos-. En cierta forma, el cuerpo y la sexualidad dela mujer expresaban el honor y la reputacin de una casa familiar, de un grupo. Sin embargo, ellas nopodan representar su propio honor ni el del grupo frente a los dems en el mbito pblico y social.Una mujer sola era considerada peligrosa, sospechosa de promiscuidad sexual y, en cierto sentido,una depredadora9. Por eso los signos externos que indicaban la principal virtud femenina -la castidad-

    8Cf. S. POMEROY, Diosas, esposas, rameras y esclavas, Madrid, Akal Universitaria 1987, pp. 183, 186-189.9Las ideas sobre la irracionalidad de la mujer y su mayor cercana a lo natural y al instinto, con toda probabilidad conformaban estasideas y percepciones sobre la mujer.

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    Pablo por la reputacin de la comunidad ante los vecinos que observan el culto cristiano, que no esmuy probable que lo sea13.

    Si bien es cierto que la comunidad tena como base una iglesia domstica -el mbito privado, por lotanto-, hay que tener en cuenta que su culto -sobre todo si a estas comunidades pertenecanmiembros de otras casas familiares, en concreto mujeres sin sus maridos o amos- estaba expuesto a lacuriosidad y chismorreo de los vecinos, lo cual explica la preocupacin por la opinin externa acerca

    de la respetabilidad de la comunidad, nacida de ese deseo de ganar miembros para el Evangelio.Las mujeres de Corinto, a juzgar por las razones y argumentos dados por el autor, parecen haberdescubierto que el acontecimiento de Cristo permite hacer una lectura diferente de la tradicionalsobre la sujecin de la mujer al varn, sobre las diferencias de gnero y, en consecuencia, sobre lainadecuacin de los signos externos de sujecin y sumisin, como el velo14. De nuevo nos encontramoscon el reflejo en el cuerpo, en esta ocasin el femenino, de la organizacin social. Se alude confrecuencia a que Pablo trata de evitar que el culto cristiano se identifique con otros cultos mistricos -como los dionisacos, los isacos o los cibelinos- que se celebraban en las ciudades greco-romanas, loscuales, a la vez que encontraban gran aceptacin entre las mujeres, eran condenados -y a vecesperseguidos- por las autoridades y los escritores. Muchos de tales cultos celebraban un renacimiento

    a una nueva vida, plasmndolo en la negacin de la diferenciacin sexual mediante la castracin o lautilizacin de ropas del otro sexo, o bien con smbolos que expresaban esa quiebra de las normas queregan los comportamientos adjudicados a cada sexo en la sociedad, como, por ejemplo, el soltarse elpelo o quitarse el velo en el caso de las mujeres, gestos que pueden ser asimilados. Precisamente esaatraccin que sentan las mujeres por estos cultos est hablando de una protesta, consciente oinconsciente, por las normas sociales androcntricas y patriarcales que ordenaban la sociedad como lohacan, as como por el lugar y el papel que les haba sido adjudicado en ella. En este contexto yconstelacin de ideas hay que entender el smbolo del andrgino, la reunificacin original de lacreacin dividida, originalmente unificada. Como se deca ms arriba, citando los trabajos de laantroploga Mary Douglas, la estructura social se refleja en el cuerpo personal, y la actitud hacia ste

    refleja la actitud social ante sus lmites, sus normas de ordenamiento... Pues bien, en la sociedades einstituciones en que se mantiene la divisin genrica (de gnero) del espacio, de las funciones, de lastareas... se defiende ese orden existente (reglas, ordenacin, estructura de poder...), normalmenteestablecido por y desde una lite de varones, insistiendo y argumentando desde la diferenciacinsexual (en otros casos puede ser la raza, la riqueza...) como causa natural y objetiva de semejantediferenciacin de papeles, espacios y funciones, a la vez que se rechaza toda discusin sobre esaordenacin que se pretenda legitimar apelando a la naturaleza o incluso a una voluntad divinaentendida de forma ingenuamente atemporal15. Por el contrario, los movimientos de protesta delorden social establecido ponen en duda esas diferenciaciones genricas que se establecen sobre labase de las diferencias sexuales, y ms en concreto las consecuencias sociales de dichas diferencias. Laexpresin de esa protesta puede ser diversa, pero una forma es aquella que, mediante gestos o

    13

    14 Un estudio pormenorizado de la estrategia retrica de Pablo como medio para conocer el contexto social comunitario, susproblemas y, en concreto, el papel de las mujeres de Corinto, en A. CLARK WIRE, The Corinthian Women Prophets. AReconstruction through Paul's Rethoric, Fortress Press, Minneapolis 1990.

    15Cf. W. MEEKS, The Image of Androgyne: sume uses of a Symbol in Earliest Christianity: HR 13 (1973) 165-208. El autor piensaque en Gal 3,28 late esta idea, y que en Pablo la idea de que en el Bautismo se haba conseguido la reunificacin del hombre originatuvo incidencia real, favoreciendo la igualdad de papeles entre varones y mujeres. Algo que se perdi despus, cuando se conservel lenguaje de la unidad para reforzar la estratificacin convencional (Ef 5). En I Co. Pablo mantiene an una ambigedad creadora.

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    acciones simblicas -a veces plsticas-, niega esas diferencias y cuestiona los papeles tradicionalesatribuidos a cada sexo.

    Aunque ya se ha mencionado el significado cultural del velo en las mujeres, unas citas que tratan deltema y abarcan un arco de tiempo de ms de un milenio pueden ayudarnos a comprender la seriedad yel significado del tema de la imposicin del velo a las mujeres16.

    Gaius Sulpicius Gallus se divorci de su mujer porque la sorprendi fuera de casa con la cabezadescubierta: es una pena dura, pero no ilgica. La ley, dijo l, prescribe que slo ante mis ojos puedesmostrar tu belleza... Si t, con una provocacin innecesaria, invitas a mirar a cualquier otro, eressospechosa de falta (VALERIUS MAXIMUS, Hechos y dichos memorables, 6,3.9-12 [siglo I d.C])17.Pero el smbolo se remonta an ms atrs. En el siguiente texto se hace evidente que el criterio del usodel velo es la vivencia de la sexualidad de sus portadoras.

    Ni las esposas de seores ni las viudas... que salen a la calle pueden dejar su cabeza al descubierto.Las hijas de un seor... deben taparse, sea con un chal, sea con un manto... Cuando salgan solas a lacalle, se han de cubrir con un velo. Una concubina que salga a la calle con su seora se ha de poner unvelo tambin. Una prostituta sagrada casada se ha de poner el velo en la calle; pero aquella que no se

    ha casado debe dejar su cabeza al descubierto en la calle: no puede ponerse un velo. Una ramera no sepuede tapar con un velo; su cabeza ha de estar al descubierto.. . (art. 40 de las Leyes Mesoasirias[1250 a.C]).

    Y un poco ms adelante la Ley dice: ...quien vea a una ramera que lleva velo, puede arrestarla, buscartestigos y conducirla al tribunal del palacio; no le podrn quitar las joyas, pero el que la ha arrestadopuede quedarse con sus ropas; la azotarn cincuenta veces con barrotes y vertern brea sobre sucabeza. (Si era una esclava joven la que era sorprendida llevando velo, se la despojaba de sus ropas yse le cortaban las orejas)18.

    En su respuesta, Pablo muestra de nuevo su preocupacin por la imagen que la comunidad puedaofrecer al exterior. Reconoce que las mujeres pueden realizar, al igual que los varones, ciertasfunciones, como dirigir la oracin litrgica comunitaria y transmitir las inspiraciones del Espritu (v.5); pero manda que lo hagan con la cabeza cubierta. Poco importa si utiliza o no la palabra velo: elverbo cubrirse la cabeza ya alude a ella. En el fondo, est proponiendo que se considere la asambleacomo un lugar pblico y que las mujeres que profetizan se adecen a las normas sociales establecidassobre el decoro. Ya sea que recordaran a las bacantes, que se quitaban el velo y mostraban librementeel pelo suelto, ya sea que atentaran contra las normas del decoro, el significado cultural de fondo se ha

    16El chador, reivindicado a veces por las mismas mujeres (?) como signo cultural, as como la versin estilizada que supone el velode las religiosas, son dos productos actuales que hunden su prehistoria y sus races, aun sin saberlo, en este sistema cultural de

    valores. Es muy clarificador al respecto el libro de F. MERNISSI, Sueos en el umbral. Memorias de una nia del harn, Circulo deLectores, Barcelona 1996. La autora describe con tanta ternura como agudeza el significado de estos smbolos y su vivencia poparte de las mujeres, que ella, an nia, conoci y le toc vivir. El reciente y triste episodio de los Talibanes imponiendo a lasmujeres, ante la tenue protesta de los organismos e instituciones occidentales de todo tipo, un chador tan tupido que apenas les dejaver por una rejilla a la altura de los ojos, la reclusin en casa y la prohibicin de su acceso a la enseanza, nos recuerda la terriblefuerza y pervivencia de estos esquemas y valores culturales.

    17Cf. M.R. LEFKOWITZ y M.B. FANT, Women's Libe in Greece and Rome. A Source Book, J. Hopkins Press, Baltimore 1993, p. 96.

    18Tomado de G. LERNER, La creacin del Matriarcado, Critica, Barcelona 1990, pp. 208-209.

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    visto ms arriba. Pablo no desea que el culto cristiano sea visto como inmoral o peligroso para lascostumbres y el orden social, porque eso puede cerrar puertas a la nueva fe.

    Su argumentacin, basada en una interpretacin de las narraciones de la creacin androcntrica ypatriarcal, que empalma con las lneas exegticas ms conservadoras, retoma y propone el esquemajerrquico propio de la casa y la familia patriarcal, que haba sido alterado en la organizacin de lasiglesias domsticas. Toda mujer que ora y profetiza con la cabeza descubierta afrenta [avergenza] asu cabeza (v. 5). Mediante un juego de palabras entre cabeza y autoridad, posibilitado por susustrato judo, en el versculo anterior se ha dicho que la cabeza de la mujer es el hombre; lo cualexplica la idea del v. 5: si la mujer va descubierta a-vergenza (deja sin vergenza) al varn. Segn losvalores centrales del honor y la vergenza, el honor del varn dependa de que las mujeres a su cargoconservaran la vergenza, para lo cual era esencial un comportamiento que comenzara por elcumplimiento de unos signos externos, entre ellos llevar velo fuera de casa y en presencia de otrosvarones, cuyas miradas podan acabar simblicamente con su castidad.

    Si la mujer no lo llevaba, se supona que era eso precisamente lo que buscaba, y por lo tanto se la

    consideraba una desvergonzada19. Sin embargo, la argumentacin seguida en los vv. 7-9 sobre larelacin entre ser imagen de Dios y no cubrirse la cabeza, y segn la cual se esperara el mandato delvelo como signo del status derivado, se rompe sorpresivamente -contradiciendo su propia lgica-cuando en el v. 10 dice: ...por eso [porque la mujer fue creada para el varn] conviene que la mujertenga control sobre s20misma a causa de los ngeles.

    El significado no vara y puede entenderse en la misma lnea de que la mujer ha de tener presente quesu comportamiento avergenza u honra a su marido y a la comunidad delante de los dems, ya fueranlos ngeles, presentes en las asambleas para llevar las oraciones ante Dios (segn la creencia deltiempo), ya fueran aquellos vecinos que podan acercarse a las mismas. Pero lo que s vara es que

    Pablo no puede estar de acuerdo con lo que significa tal gesto en su sociedad: el status derivado. Ypor ello, como si se hubiera dado cuenta de adnde le llevaba su lnea argumentativa primera -condemasiados resabios rabnicos-, utilizada para apoyar una norma social, sigue el argumento anterior,pero en una lnea de mutualidad entre los sexos, basada en su comn procedencia de Dios, que enrealidad deslegitima su primer razonamiento. Pero en su argumentacin ha utilizado una hiptesispeligrosa que ha sido utilizada despus, a lo largo de los siglos, por los intrpretes de Pablo: lospapeles y las diferencias de aspecto segn gnero son algo natural y querido por Dios, confundindolocon la diferenciacin sexual.

    3. La castidad, el silencio y la sumisin: signos de identificacin de la mujer virtuosa

    19A poco que se piense y se recuerden ideas, comportamientos, leyes, comentarios... de no hace tanto tiempo, e incluso actuales

    (basta con recordar algunas sentencias judiciales), se podrn reconocer estos modelos y esquemas culturales, tpicos sobre todo de

    nuestras sociedades mediterrneas. Es evidente que algunos de ellos son patrimonio universal del patriarcado.20Comparto las opiniones que traducen exousa como capacidad para hacer algo, autoridad o control sobre si, y no comosigno de autoridad; cf. J.M. BASSLER, The Women's Bible Commentary, John Knox Press, Westminster 1992; J.R. BUSTO, SanPablo y las mujeres de Corinto: Sal Terrae (Marzo 1993) 217.

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    Esta actitud de Pablo ser desarrollada posteriormente por aquellos que reivindican su nombre y suherencia. La tradicin paulina posterior, tanto la directa -la que viene a travs de sus discpulos mscercanos y que se recoge en las cartas a los Colosenses y a los Efesios- como la ms remota -plasmadaen la llamada tradicin deuteropaulina (1-2 Tim; Tito) o la que recogen los escritos apcrifos (queno fueron admitidos entre los libros oficiales de la gran corriente eclesial), se siente toda ella como undesarrollo legtimo de la enseanza de Pablo. A finales del siglo I y comienzos del siglo Il, la situacinen las comunidades eclesiales era, por lo general, la que se intua ya la en poca de Pablo. Las iglesias

    domsticas estaban compuestas, cada vez ms, por miembros de diferentes casas familiares -con elproblema que supona en el caso de las mujeres y los esclavos que haban decidido no seguir los ritos yla religin de sus maridos o amos-; progresivamente, la Iglesia iba siendo conocida como una religindiferente del judasmo y abrindose al mbito pblico; los ataques y acusaciones de corrompermujeres y destruir casas familiares comenzaron a proliferar (Celso, Plinio, Fronto...)21.

    Desde ah se comprende que el comportamiento de las mujeres fuera tan importante para la imagenque del cristianismo se podan hacer los ciudadanos del mundo greco-romano. Y es desde ah desdedonde deben ser entendidas las restricciones e imposiciones que sufren las mujeres cristianas.

    - I Corintios 14,33b-35 y las Pastorales

    Las mujeres cllense en las asambleas, que no les est permitido tomar la palabra; antes bien, estnsumisas, como tambin la Ley lo dice.

    Si quieren aprender algo, pregntenlo a sus propios maridos en casa, pues es indecoroso que la mujerhable en la asamblea.

    Actualmente son mayora los exegetas que piensan que estos versculos (/1Co/14/33b-35) de 1 Co son

    una interpolacin que corresponde a un momento institucional y a una problemtica posterior

    22

    .Sin embargo, este tema del silencio de las mujeres como un aspecto de la forma de actuar recatada,propuesta para ellas como propia de su gnero, constituye uno de los temas importantes en las cartasPastorales. Y as, en /1Tm/02/09-15 se dice:

    Asimismo, que las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia, no contrenzas ni con oro o perlas o vestidos costosos, sino con buenas obras, como conviene a mujeres quehacen profesin de piedad. La mujer oiga en silencio, con toda sumisin. No permito que la mujerensee ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio... Con todo, se salvar por sumaternidad mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad.

    Y en Tito 2,4-5 /Tt/02/04-05: Que las ancianas... enseen a las jvenes a ser amantes de sus maridos yde sus hijos, a ser sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no seainjuriada la Palabra de Dios.

    21Para un anlisis detallado de estos ataques, cf. M.Y. MACDONALD, Early Christian Comen and Pagan Opinion, pp. 49-127.22Si se suprimen estos versculos, el pasaje recupera su fluidez y coherencia. Adems, la idea se contradice con la postura depermitir que las mujeres profeticen en la Iglesia, que aparece en otro momento de la carta. Los valores expresados en estosversculos coinciden con aquellos que se ven reflejados en las cartas Pastorales (1-2 Timoteo; Tito).

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    La mujer virtuosa, segn los cnones y los valores sociales del tiempo, era la matrona, recluida en casa-de la que sala en contadas ocasiones, y siempre con velo-, dedicada a las tareas domsticas y a lacrianza de los hijos de su marido. Una mujer que saliera demasiado de casa -y mucho ms para acudira cultos distintos de los del marido-, mirara de frente a los varones, hablara con extraos, no secubriera con velo, se vistiera de forma provocadora o se atreviera a discrepar de su marido o a exponersus opiniones en pblico, inmediatamente habra sido etiquetada como una desvergonzada, su virtud-la castidad- habra quedado en entredicho, y su marido o su familia habran visto disminuir o

    desaparecer su honor de forma decisiva. Aunque las mujeres con dinero podan ser patronas depersonas, grupos o incluso ciudades, por lo que reciban honores en forma de estatuas o inscripciones,tenan vetados tres mbitos: los tribunales de justicia, el campo de batalla y la Asamblea. No podantomar la palabra en pblico, y mucho menos dirigirla a los varones en una asamblea. Muchos son losejemplos al respecto que han quedado plasmados en las obras de los escritores clsicos.

    Incluso en el caso de las mujeres que ejercan algn tipo de patronazgo -y por lo tanto, en algunamedida, un papel pblico-, cuando se hablaba de ello haba que asegurar sus virtudes segn el canonfemenino, pues la mujer en pblico corra el peligro de ser considerada una mujer pblica23. Dosparecen haber sido los factores que influyeron en el reforzamiento de los papeles tradicionales paralas mujeres, con la consiguiente prdida de protagonismo eclesial. El primero fue la necesidad de

    evitar acusaciones y recelos, puesto que el cristianismo, que comenzaba a ser conocido como religindiferente del judasmo, era observado con sospecha; las acusaciones de subvertir la tradicin y elorden impuesto por sta eran habituales en los autores que hablaban de los cristianos; atentar contrael orden de la casa era hacerlo contra el estado. Y el segundo factor fue que los varones de clase alta,que entraron poco a poco en las iglesias, fueron los que escribieron las directrices morales y dedisciplina que ordenaban la vida de las comunidades y sus miembros, y lo hicieron desde su educaciny sus esquemas culturales, que, en el caso de la imagen y los papeles de gnero, eran tradicionales yconservadores.

    La estructura social no estaba preparada para asumir las implicaciones que en el tema del gnero

    supona el mensaje de Jess, y con el fin de encarnarse en ella se eligieron otras prioridades y otraestrategia. Hubo grupos que expresaron su desacuerdo, y de ello ha quedado constancia en escritosque quedaron fuera del canon oficial y en los propios escritos oficiales, que tuvieron que prohibirmuchas veces prcticas contrarias que se seguan dando o defendiendo. De una forma u otra, latensin entre lo pre-visto y lo posible se mantuvo a lo largo de los siglos, en espera de que lamentalidad, los esquemas culturales y la recepcin social cambiaran. Quin puede interpretar lossignos de los tiempos y decir que no es an el momento?

    SAL TERRAE 1997/05. Pgs. 421-437

    23Un ejemplo, entre otros muchos, de las ideas y valores culturales de la poca se pueden vislumbrar en los escritos de Plutarcoque vivi en el siglo ll: ...y adornar aquello que hace de la mujer ms hermosa. Y no es el oro ni la esmeralda ni la prpura los quela hacen as, sino cuantas cosas la rodean con la apariencia externa de la dignidad, la moderacin y el recato (26); Teano [esposade Pitgoras], colocndose el manto alrededor de su cuerpo, enseaba el brazo. Cuando alguien le dijo: 'Hermoso brazo', ella lerespondi: 'Pero no pblico'. Conviene que no slo el brazo, sino tambin el discurso de la mujer prudente, no sean pblicos (31)Fidias represent a Afrodita de los Eleatas con un pie sobre una tortuga, queriendo decir que las mujeres deben cuidar la casa yguardar silencio. En verdad, conviene, o bien que hable a su marido, o bien a travs de su marido, no molestndose si a travs deuna lengua extraa produce, como el tocador de flauta, un sonido ms digno (32): PLUTARCO, Moralia, Vol. II, Gredos, Madrid1986.

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