Paco Madrid - La educación social en el anarquismo

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    La educacin social en elanarquismo

    Paco Madrid

    Debo decir que cuando se me propuso hablar sobre la educa-cin social en el anarquismo, no tena una idea muy clara delo que se pretenda que expusiera en este congreso o debate1.

    El tema es suficientemente amplio para que se pueda enfocardesde muy diferentes puntos de vista y con criterios cierta-mente dispares. Por ello, y con el fin de tratar de unificar este asunto, me hedecidido por hablar de la cultura anarquista, aunque con esta expresin nome voy a referir nicamente a las manifestaciones culturales del anarquis-mo. Ms adelante explicar detalladamente qu entiendo decir al emplearesta expresin y los motivos que me mueven a ello. Ahora citar las opi-niones de dos expertos en esta materia refirindose a los estudios sobre elanarquismo. El primero es un socilogo argentino, Christin Ferrer, el cual,en un brillante ensayo sobre el movimiento crata afirma:

    Y todava est poco rastreada la influencia radial que el anarquismo tuvo sobreintelectuales y sobre otros grupos sociales, entre otros, sobre individualistas detoda suerte, liberales, anticlericales, sobre los bordes del marxismo, el elitismoestetizante, la bohemia, sobre los manifiestos estticos de sectas vanguardistas,sobre la floracin radicalizada de la izquierda de los aos 60, y en el rock y elpunk, sobre las tendencias libertarias en el movimiento de derechos humanosy en el de la disidencia en los pases soviticos, el pacifismo antimilitarista, el

    reclamo al uso placentero del propio cuerpo, el movimiento de liberacin de losanimales y el ecologismo radical de la actualidad. Se dira que el anarquismoconstruy una porcin importante del plancton que hasta el da de hoy consu-men los cetceos del movimiento social, incluso algunos que todava tienen quemadurar del todo. La historia cultural del anarquismo es un yacimiento que toda-va puede ser explorado fructferamente. Cul fue su modo de existencia espe-cfico? Cules sus invenciones ticas? Cules las relaciones entre sus prcticasmodeladoras de la existencia y la imaginacin poltica de su poca?2

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    Aunque la cita es un poco extensa, vala la pena traerla a colacin, por-que nos va a servir como hilo conductor en nuestra propia exposicin.

    El segundo personaje que deseo que d su opinin es el conocidohistoriador lvarez Junco. Al hacer la resea crtica de un libro sobreel anarquismo en la Segunda Repblica, despus de descargar todas susbateras contra esta ideologa, expona a modo de conclusin:

    Quizs este libro marque el momento de emprender otros caminos, o bien usandofuentes distintas o explotndolas de manera diferente: pasar de la ideologa, lasinstituciones y las pugnas polticas a la sociabilidad (los lugares de reunin, lasasambleas, los procesos informales de tomas de decisiones), la vida diaria (la

    conducta sexual, por ejemplo: qu sabemos, de verdad, de lo que significabapara los anarquistas el amor libre?, qu sabemos de las relaciones padres-hijos?), la alimentacin (formas de abastecimiento durante la guerra), la cultura,el mundo mental... El libro de Julin Casanova es un excelente trampoln paradar ese salto.3

    Estoy por completo de acuerdo con estas reflexiones, aunque matizn-dolas un tanto con mi opinin de lo que particularmente entiendo comocultura anarquista, que paso rpidamente a explicar sin ms dilaciones.

    La oposicin de la ideologa anarquista a toda forma de autoridad,obligaba indefectiblemente a sus seguidores a construir los espaciossociales y polticos necesarios para sustituir las tradicionales formas derepresentacin jerrquica, como por ejemplo el Parlamento o cualquierotra institucin autoritaria, de las cuales voluntariamente se apartaba.

    Para ello, desarroll lo que seran sus tres frentes de lucha principales:el frente revolucionario, el educativo y el cultural, con los cuales se inten-tara crear ese sustrato imprescindible para poder modelar la sociedadque deseaban y poder desplegar ampliamente su estrategia al margen de

    las instituciones autoritarias. El desarrollo de estos tres frentes no serahomogneo, ni desde luego tampoco lineal a lo largo de su evolucin his-trica, pero en cualquier caso estuvieron presentes en todo momento.

    Uno de los problemas ms acuciantes con los que se tropezaran losanarquistas al encarar el proceso revolucionario sera la cuestin de la orga-nizacin. Si algo resulta sorprendente, es el despliegue de energa que losanarquistas realizaron en este campo. En ocasiones concibieron su estructuraorganizativa prefigurando lo que se pensaba que debera ser una sociedad

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    sin explotacin, ms justa y solidaria. En otras, se inclinaron por un tipo deorganizacin por grupos de afinidad con un alto grado de espontaneidad,

    pero, en cualquier caso, asociaciones que fueran eficaces, sin menoscabo dela libertad de los miembros que formaban parte de la misma.Paralelamente desplegaron una intensa actividad propagandstica, a

    fin de dar a conocer su ideario y proporcionar a los explotados una eficazherramienta en su lucha contra el Capital. Creo que no vale la pena insistiren este prolfico despliegue de la propaganda; peridicos, revistas, librosy folletos se editaron con gran profusin -y continan editndose-, yaque los anarquistas eran conscientes de que sta era la mejor base de que

    disponan para la propagacin de sus ideas. Esto explica que la represincontra el anarquismo se cebara principalmente en sus rganos de expre-sin, adems de hacerlo con sus partidarios.

    La prensa obrera -y por ende la anarquista- posee la caracterstica deser un medio directo y regular de transmisin de ideologa, cualidad quecomparte con el resto de la prensa tanto poltica como de informacingeneral. Pero a diferencia de sta abri surcos inexplorados en el campode la informacin: por primera vez se dio preferencia en un peridico a lanoticia de carcter obrero: huelgas, mtines, manifestaciones, comunica-dos, etc. Se abri la posibilidad de un intercambio de ideas entre gruposque antes permanecan aislados; potenci la discusin y la polmica posi-bilitando el avance terico; sirvi de base de sustentacin a una intrincada-en algunos casos- red organizativa. Y por ltimo -pero no por ello menosimportante- sirvi para que el obrero tomase conciencia de s como clasey valorase su fuerza dentro del conjunto social.

    Lo ms importante a destacar es, en todo caso, el carcter que sedeseaba imprimir a la propaganda, ya que de ello se derivara la compo-

    sicin de sus redactores y la idea que stos se hacan de la utilizacin delperidico le dara a ste su disposicin final, de la cual no eran ajenos, enabsoluto, los lectores.

    Efectivamente, la prensa anarquista no era un coto cerrado dondeexpresaban sus opiniones los redactores y la empresa propietaria decidala lnea a seguir. Si partimos del supuesto de que el nacimiento de unperidico anarquista se decida por cuestiones de oportunidad y que gene-ralmente iba ligado a una lnea general de actuacin del anarquismo en el

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    sector del cual surga, dependa para su supervivencia de que dicho sectorapoyase sus iniciativas y de que el cuerpo de redaccin lo interpretase

    correctamente.Dentro de esta trayectoria el peridico se converta en una plataformade discusin en la cual podan intervenir cuantos lo deseasen, con laslimitaciones impuestas por el escaso nivel cultural del proletariado queira elevndose paulatinamente a lo largo del siglo XX.

    Esta cualidad que haca que tericamente todos fueran potencialmentecolaboradores imprimi a los peridicos anarquistas una frescura que sedesprende constantemente de estas colaboraciones espontneas. Poetas y

    narradores annimos; cronistas y articulistas surgidos del taller y la fbri-ca llenaron las pginas de estos peridicos con sus escritos. Estos quizcarezcan, en general, de las virtudes y la calidad de una buena literatura,pero poseen, en cambio, la belleza de lo espontneo.

    Esta interrelacin que haca del peridico una propiedad colectivatena un efecto beneficioso para el mismo, ya que en momentos de apuro,poda contar siempre con la ayuda de quienes se sentan copartcipes desu trayectoria.

    En resumen, el peridico contaba con un cuerpo de redaccin ms omenos estable y un nmero de colaboradores ilimitado. Al estar sus pgi-nas abiertas a todos, daba la posibilidad de sentirse identificado con todosaquellos que a l se adscriban o a sus tendencias.

    Por lo que respecta al plano educativo, el panorama sera igualmentesorprendente, si no tuviramos en cuenta que una de las premisas bsicasdel anarquismo es poner al alcance de todos los instrumentos necesariospara su formacin. Estos grandes esfuerzos que los anarquistas hicieronen favor de la enseanza, tena como motor principal la confianza que

    stos tenan en que la revolucin deba ir estrechamente ligada a la ins-truccin y a la difusin generalizada de las ideas. Hay que tener en cuentaque en aquellos aos -estamos hablando del ltimo tercio del siglo XIXy los primeros aos del siglo XX- el ndice de analfabetismo en Espaaera muy alto y adems ste afectaba principalmente a la clase trabajadora,pero sobre todo a los campesinos. En 1877 el 72 por 100 de la poblacinera analfabeta. Treinta aos ms tarde, en 1910, la proporcin todavasuperaba el 50 o 59 por 100. Haba adems grandes diferencias regionales

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    entre el norte industrializado y el sur agrcola4. En el congreso comarcalde Andaluca del Este, celebrado en Granada en julio de 1883, el presiden-

    te cerr el acto con un discurso en el que entre otras cosas dijo: que lainstruccin es la base de la transformacin social5. Opinin ampliamentecompartida, como lo demuestran los numerosos artculos publicados en laprensa anarquista en aquellos aos de los cuales entresacamos este prra-fo: la escuela y el peridico son para nosotros las poderosas palancas delprogreso en todas sus mltiples manifestaciones, los potentes conductoresde la luz (...) Suprimid la escuela y como dijo el poeta, suprimiris alhombre; suprimid el peridico y apagaris la luz.6

    En este sentido, el esfuerzo por alcanzar una educacin adecuada a losfines revolucionarios estuvo presente desde los inicios de la Internacionalen Espaa. Pero tanto o ms horror que la falta de escuelas causaba elque stas estuvieran en manos del Estado. A pesar de sus fracasos yde su falta de escrpulos [del Estado], hay quien declarndose enemigosuyo pide escuelas o espera que las haga construir el ministro, cuando espreferible el estado de analfabetismo agudo a la escuela oficial, aunque seinstale en un palacio. Ya dijo Guerra Junqueiro que la escuela oficial soloproducir luz cuando se queme, afirmaba Felipe Alaiz7.

    De aqu la vinculacin de los anarquistas con los proyectos de estable-cimientos de escuelas laicas que tendra concrecin a partir de la dcadade los ochenta.

    Muchas otras iniciativas se sucedieron hasta culminar en las experien-cias de las escuelas racionalistas, cuyo primer precedente fue la EscuelaModerna de Ferrer y Guardia, fundada por ste a su regreso del exilioparisino en 1901.

    Prcticamente todos los esfuerzos de los anarquistas y anarcosindicalis-

    tas en materia de educacin a partir de entonces, se centraron en la creacinde escuelas racionalistas y en la enseanza racional como base necesariapara la formacin de hombres libres y por lo tanto revolucionarios.

    En cuanto a las manifestaciones culturales del anarquismo, tendramosque hablar de un intento de reflexin en las posibilidades de emancipacinque ofrecan los avances en el conocimiento humano. Porque no debemosolvidar que la filosofa social del anarquismo se basaba en una confianzacasi ilimitada en el progreso cientfico y tcnico y en la bsqueda incesan-

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    te de un mtodo para conseguir la adecuacin intelectual del obrero paraencarar el desafo que representaba este mismo progreso. En este sentido,

    desde la celebracin de los dos certmenes socialistas en la dcada de losochenta del siglo XIX, hasta la publicacin de revistas con una calidadestimable, como Acracia, La Revista Blanca o Estudios, entre muchasotras, son una muestra evidente del inters del anarquismo espaol porextender el conocimiento a la mayor cantidad de gente posible. Por ellono sera ninguna exageracin decir que el anarquismo estuvo en algunosperodos de su historia en este pas -al igual que en otros- a la vanguardiade las iniciativas culturales y contribuy en gran medida a la difusin de

    escritores de ideas avanzadas en materia social y poltica.Este sera a grandes rasgos el panorama de la labor de educacin socialdel anarquismo: un continuo despliegue ensaystico de sus propuestas;pero como es lgico, estos ensayos no estuvieron exentos de contradic-ciones y errores; aunque tambin hubo, necesario es reconocerlo, aciertos,si bien estos quedan generalmente oscurecidos por las brumas del tiempode los indiferentes. Precisamente, la historia de estas contradicciones yerrores, junto a los debates y controversias que generaron y sus conse-cuentes acciones, constituye la historia del anarquismo. Ahora bien, elconcepto cultura se ha visto adulterado por una incesante explicacin desu significado, hasta el punto de verse reducido, en algunos casos, a unmosaico de actitudes humanas en sus ms diversas actividades. En el casoque me concierne y a fin de aclarar mi proposicin dir que, en cualquiercaso, la cultura ha servido siempre para configurar un imaginario socialtendente a mantener las estructuras socio-econmicas de explotacin obien a demolerlas. En el caso del anarquismo, este imaginario social sedespliega hacia todas las reas de inters humano, desde elevar la capa-

    cidad del individuo para afirmar su confianza en s mismo, hasta derribarla sociedad capitalista, pasando por todas y cada una de las actitudes quetal empresa provoca. Lo que quiero decir con esto es que los anarquistassupieron crear una cultura que les era propia, utilizando para ello todoslos materiales que la historia les proporcionaba y adecundolos a sus pre-supuestos terico-prcticos.

    Esta es la razn principal que me mueve a llamar cultura al proyectoanarquista, en el cual las manifestaciones culturales son tan slo un aspec-

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    to del mismo, soslayando expresiones como proyecto poltico-social oquiz propuesta revolucionaria, que en mi opinin limitara el horizonte

    del anlisis. Con ello pretendo avanzar la hiptesis, en mi opinin con-firmada por la historiografa, que reducir la historia del anarquismo a suaspecto poltico conduce necesariamente a un callejn sin salida, ya que laconclusin ms lgica desde ese punto de vista es su descalificacin comoalternativa al sistema de explotacin capitalista y a la solucin autoritariade la organizacin social.

    Como ya se ha avanzado, se tratara de analizar hasta qu punto esteproyecto era y es revolucionario, es decir, en qu aspectos rompa con el

    estado de cosas presente y en qu otros mantena esas estructuras. Paraello debemos contestar una serie de cuestiones que me parecen clave enla evolucin del anarquismo, al menos en este pas; pero en mi opinin,tampoco se trata de enfocar su estudio desde aspectos alternativos a suevolucin poltica, aislndolos del conjunto. Esto reducira al anarquismoa sus aspectos antropolgicos y seguramente nos llevara a considerarlocomo un fenmeno extico, un objeto digno de estudio tan slo por suexcepcin histrica; es decir, se convertira en un objeto de estudiopuramente acadmico.

    No cabe duda que sera muy interesante analizar por qu los neomal-thusianos propugnaron la generacin consciente y en ningn momentose plantearon la pregunta clave de por qu razones hay que reproducirse.Hoy, el sistema econmico vigente ha llegado -por vas que estn muyalejadas de la consciencia- a resultados muy parecidos a los que pre-tendan llegar aquellos en lo referente a la natalidad, sin que se hayanalcanzado los planteamientos que acompaaban a su propuesta.

    Igualmente interesante sera el estudio de las relaciones interpersonales

    entre anarquistas -supuestamente no jerrquicas- entre las cuales el amorlibre slo sera un aspecto ms; es decir, cmo se traduca en la prcticacotidiana la camaradera amorosa que propugnaba mile Armand.

    Muchos otros campos de investigacin seguramente fructferos podraser propuestos; pero seguira faltando el nexo de unin que nos permitieraresolver las paradojas de un movimiento tan controvertido histricamentecomo lo ha sido el anarquismo.

    Me propongo ahora plantear algunos aspectos que me parecen crucia-

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    les en la evolucin del anarquismo y aunque probablemente no sern esenexo de unin del que antes hablaba, al menos representan un intento de

    anlisis de la cultura anarquista en el sentido que antes le he dado.Uno de ellos se refiere al problema de la violencia, otro a la organiza-cin y por ltimo abordar una interesante paradoja -una entre las muchasque existen en el pensamiento anarquista, ya hemos mencionado ms arri-ba la sealada por Felipe Alaiz- referente a su carcter populista, lo queconlleva lgicamente un alto grado de irracionalidad.

    La violencia va a representar una de las facetas ms controvertidas dela historia del anarquismo, va a atravesar toda su historia y va a llegar

    a nuestros das con el mismo carcter que adopt desde los inicios deeste movimiento. Por consiguiente, este aspecto modelar tanto su tra-yectoria especfica, como el tratamiento historiogrfico otorgado a estemovimiento. En el desarrollo de cualquier organizacin de resistencia alCapital, uno de los aspectos ms importantes es el papel jugado por larepresin, entendida sta en su aspecto ms general. Seguramente en laInternacional espaola se infiltraron espas policiales como sucedi enFrancia con Oscar Testut o en Italia con Giovanni Domanico, pero notenemos constancia. De lo que s la tenemos es de la persecucin que con-tra la misma se desat, hasta conseguir declararla fuera de la ley despusde un violento debate en las Cortes. Y esto se produca en un momentoen que la moderacin de la organizacin internacional espaola era unade las actitudes ms generalizadas. Pero el motivo era la repercusin queen toda Europa tuvieron los sucesos de la Comuna de Pars; como luegoveremos, el fantasma de espectro rojo es un recurso abundantemente utili-zado como justificacin para desatar la represin contra los movimientosde oposicin. Este aspecto de la psicosis de las clases dirigentes, agudi-

    zada en tiempos de crisis y de replanteamiento del problema social, hasido ya lcidamente analizado en alguna ocasin8. Por lo que respecta aEspaa, el Estado trat a la Internacional como una asociacin de crimi-nales. La utopa filosofal del crimen, en boca de Sagasta, definicin quese aplicara sistemticamente a las organizaciones anarquistas. El montajepolicial conocido como La Mano Negra, utilizado en los aos ochentadel siglo XIX para combatir la poderosa organizacin internacionalistade inspiracin anarquista, o el proceso de Montjuich, en el que fueron

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    encartados cuatrocientos acusados, muchos de ellos sometidos a torturasy algunos fusilados, sin que ninguno de ellos tuviera nada que ver con

    los hechos que lo originaron, son un botn de muestra de esta incrimina-cin del anarquismo. En la actualidad el fantasma del espectro rojo se haconvertido en el espectro del terrorismo, pero el objetivo que se persiguesigue siendo el mismo. Sera realmente ingenuo pensar que la persecucinque se est efectuando en este pas contra los movimientos de ocupa-cin, los okupas -por poner un ejemplo-, se debe a la utilizacin socialque este movimiento hace de propiedades abandonadas. En el nimo demuchos est presente el hecho de que aquello que se persigue es su forma

    de organizarse -su carcter antiautoritario, asambleario, al margen de lospartidos y las instituciones, etc.-, pero, sobre todo, su denuncia prcticade la especulacin inmobiliaria, uno de los ejes sobre los que pivota elsistema de explotacin capitalista.

    Cuntas veces no habremos odo hablar de que la violencia generaviolencia o de que en determinado momento se gener una espiral deviolencia; pero demasiado a menudo se olvida que en esta espiral las espi-ras estn formadas por los cadveres de los oprimidos y el ncleo -casisiempre invisible para la historia- lo constituyen las instituciones repre-sivas del Estado. La violencia en el anarquismo -como en cualquier otrogrupo o en cualquier circunstancia- debe analizarse en el contexto socialdel momento, pero, sobre todo, en el talante represivo de la coyuntura.No sirven en absoluto las descalificaciones apriorsticas o las incrimina-ciones; apelar a la legalidad convierte a la historia social en un manualde derecho comparado y desde luego no resuelve los interrogantes que lapropia violencia plantea.

    No obstante, una parte importante de la historia social se ha deslizado

    insensiblemente por la vertiente de la incriminacin apriorstica de losmovimientos sociales -especialmente el anarquismo- y para ello no seduda en utilizar una de las fuentes menos fiables para hacer la historiade este tipo de movimientos: las fuentes policiales. Una parte de la histo-riografa ha utilizado abundantemente este tipo de fuentes y para algunaspocas -como por ejemplo los primeros aos del siglo XX- con el agra-vante de una polica muy corrupta, especialmente en Barcelona.

    Sobre el tema de la organizacin ya apuntaba ms arriba que el movi-

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    miento anarquista ensay y puso en prctica todas las formas posibles deorganizacin antiautoritaria, pero la historia se ha limitado a analizar las

    estructuras institucionales de las grandes formaciones anarquistas o anar-cosindicalistas. Se ha dejado de lado precisamente la estructura bsicade la organizacin anarquista: el grupo de afinidad. No obstante, comosealara acertadamente Dolors Marn, el grupo anarquista es un grupoque piensa y conoce, al mismo tiempo que acta de cara a la sociedad deacuerdo con los mbitos polticos y sobreestructurales. El grupo encarnaas la prctica cotidiana de vivir en anarqua y luchar por el advenimien-to de una sociedad libertaria9. Y es precisamente esta caracterstica lo

    que confiere al grupo de afinidad anarquista una relevancia en la prcticacotidiana de la transformacin social que por desgracia se ha soslayadoen aras de estudios menos conflictivos.

    Las razones de este desinters no estriban slo en las dificultadespara su estudio, sino tambin porque para ello sera necesario un radicalcambio de enfoque en la historia social. El conocido anarquista rusoPedro Kropotkin, en su brillante estudio sobre la revolucin francesa,caracterizaba a los anarquistas -trmino acuado por Brissot- comorevolucionarios diseminados por toda la nacin; hombres completamentededicados a la Revolucin, que comprendan su necesidad, que la amabany trabajaban por ella, pero el da que se agot el impulso revolucionariodel pueblo volvieron a la oscuridad y nicamente quedan los iracundosescritos de sus adversarios para permitirnos reconocer la inmensa obrarevolucionaria por ellos realizada10.

    Podramos decir con propiedad que tal es la situacin de los grupos deafinidad anarquista. Los anarco-comunistas definieron sus caractersticasgenerales en la dcada de los ochenta del siglo XIX, pero hasta hace muy

    poco slo contbamos con los iracundos escritos de sus adversarios;aunque conviene sealar que un estudio sistemtico de los ataques, cr-ticas y descalificaciones que ha recibido la ideologa anarquista a travsde su evolucin histrica por parte de sus oponentes, a lo que habra queaadir tambin la evolucin de la propia historiografa en este campo,o la opinin de los modernos historiadores del poder, nos deparara nopocas sorpresas. Adems el material es, en este aspecto, particularmenteabundante.

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    Pero la pregunta sigue en el aire: qu se esconde tras determinadasopiniones referidas a los grupos anarquistas?

    Oigamos las de Adolfo Bueso, un conocido cenetista con una trayec-toria poltica un tanto tortuosa, que as nos los describe:hombres que se llamaban de accin, que se reunan por grupos que ellos llama-ban de afinidad, compuestos de media docena de hombres y mujeres, anima-dos muchos de ellos por un espritu de protesta ante las injusticias sociales, perola mayora sin cultura alguna, sin estudios serios del problema, todo lo ms, malalimentados espiritualmente por media docena de folletos y la lectura, a trompi-cones, del inevitable libro, La conquista del pan.11

    Gustavo La Iglesia, un conocido intelectual de principios de siglo yadems un plagiario de prestigio, tambin los analiza someramente, ver-tiendo de ellos una opinin poco halagea. Para este autor, los finesprcticos que estos grupos realizan en todas partes es el socorro pecunarioy el auxilio desinteresado a los compaeros presos en la localidad o quepor ella transitan, conducidos por la fuerza pblica o en calidad de propa-gandistas, emigrantes o huidos de su pas natal.12

    No parece probable que se trate nicamente de apata o desinters porun problema que era realmente acuciante: la proliferacin de los gruposque en determinados momentos se extendieron sorprendentemente portoda la geografa del pas; porque lo que resulta evidente es que hubie-ra sido impensable un desarrollo tan extraordinario de la propagandaanarquista y de su difusin ideolgica sin su concurso. Tambin resultasumamente interesante el que fueran capaces de construir una red tanvasta de relaciones sin el concurso de un centro directivo y con el apoyocasi exclusivo de la prensa anarquista. Y desagraciadamente, sta es unade las principales fuentes -posiblemente la nica- para adentrarnos en

    el conocimiento de un sector del movimiento poco estudiado y que sinembargo fue fundamental en su desarrollo. Constantemente los peridicoso revistas anarquistas nos comunican la constitucin en este o en aquellugar de un grupo, detallando sus caractersticas y los objetivos que perse-gua, pero de todos modos su reconstruccin sera casi ms bien una obrade arqueologa que de historia. En cualquier caso, independientemente deque se lleve a cabo o no esa labor arqueolgica, lo importante es constatarque este tipo de organizacin por grupos de afinidad sigue funcionando, a

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    pesar de todas las dificultades que ha habido para su transmisin ideol-gica, lo cual nos plantea un interrogante histrico realmente sorprendente.

    Se trata -como antes afirm- de una forma de organizacin caractersticadel anarquismo y en ese caso estos grupos de hoy seran anarquistas,aunque no se definan como tales? Es posible otra definicin ideolgicacon esa misma estructura organizativa? Y por ltimo, es posible unaorganizacin por grupos de afinidad sin que sea necesaria una definicinideolgica precisa?

    Quiz tuviera razn Kropotkin cuando afirmaba, refirindose a losrevolucionarios franceses, que a nosotros, descendientes de aquellos a

    quienes los contemporneos llamaban los anarquistas, corresponde estu-diar esa corriente popular, trazar al menos sus rasgos esenciales.13

    Pasemos ahora a la paradoja que supone que un movimiento raciona-lista, como sin duda lo es el anarquismo, se inclinara hacia un irraciona-lismo populista, es decir que pusiera un nfasis excesivo, en demasiadasocasiones, en un culto desmedido al pueblo. El pueblo posee la justicia,el pueblo la ha conservado mejor que sus seores, apoyar las organiza-ciones populares de toda clase es consecuencia lgica de nuestras ideasfundamentales y muchas otras frases del gnero han suscitado crticas.Muchos historiadores se han dedicado al tema y han extrapolado de estehecho la caracterizacin del anarquismo como movimiento mesinico,milenarista y muchas otras del gnero; sin embargo no ha sido slo estemovimiento el que ha utilizado tales abstracciones para apoyar sus pro-puestas. Sea el pueblo, la ciudadana o cualquier otra expresin pare-cida, su contenido resulta siempre impreciso y sobre todo confuso.

    No obstante conviene sealar que los propios anarquistas ya sealaronestos errores. El anarquista italiano Camillo Berneri, por poner slo un

    ejemplo, as lo sealaba:Nuestro movimiento, abandonado al revolucionarismo genrico y al mito popu-lista, ha cado en un doble error: el de un extremismo verbal demasiado conti-nuado para ser eficaz y para encontrar adecuadas respuestas a las situaciones, yel de confiar demasiado en las masas, hasta el punto de subordinar la iniciativarevolucionaria a la participacin de aquellas, faltando as al cometido de abrirsecamino con la audacia y el sacrificio de las minoras voluntarias.14

    Su respuesta a este acuciante problema se basaba en la confianza que

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    depositaba en la labor constructiva de los anarquistas conscientes, dis-puestos a llevar su esfuerzo a sus ltimas consecuencias.

    Un anarquismo actualista, consciente de sus propias fuerzas combati-vas y constructivas y de las fuerzas adversas, romntico con el corazny realista con el cerebro, lleno de entusiasmo y capaz de contemporizar,generoso y hbil en la concesin de su apoyo, capaz, en suma, de una eco-noma de las propias fuerzas: este es mi sueo. Y espero no estar solo.15

    Con todo no me refera a este aspecto del problema populista, sino aotro que en alguna medida podra ser considerado como su corolario. Amediados de los aos veinte apareci en una singular revista anarquista

    de Barcelona, un par de artculos escritos por Margarita Pavitt, antrop-loga al parecer, que denotaban un extraordinario inters por un problemacrucial en el planteamiento revolucionario anarquista. Especialmente enuno de ellos la autora afirma:

    La pregunta que debe hacerse toda persona que anhela una reformaradical de la sociedad en que vivimos, no es la ingenua de si ser posi-ble derrocar un rgimen basado en una hipottica violencia, sino la desi ser posible salvar al pueblo contra su voluntad. Porque a eso vienetoda tentativa de revolucin y reorganizacin. Las afirmaciones de quetodo gobierno tuvo su origen en la violenta usurpacin del poder y quepersiste contra la voluntad del pueblo, merced al sistemtico empleo dela fuerza; de que si el hombre no disfruta de libertad es porque se le haprivado de ella arbitrariamente; y de que la religin la han inventado lasclases dominantes para atemorizar a la masa y hacerla ms dcil al yugo,resultan completamente inadecuadas para explicar el secular dominio deuna nfima minora sobre millones de sus semejantes.16

    Creo que la autora lo expresa con meridiana claridad; para una ideo-

    loga anti-autoritaria no resulta fcil soslayar este problema sin recurrir amtodos expeditivos. Malatesta lo abord diciendo que habra que impul-sar la revolucin hasta sus ltimas consecuencias, pero sin abandonaren ningn momento el carcter que los anarquistas desean imprimir a lamisma.

    Despus de todo lo expuesto, parece lgico preguntarse qu es hoy elanarquismo, cules de sus propuestas son an vlidas; en resumen, en quse ha convertido la cultura anarquista en la actualidad. Antes de contestar

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    a esta pregunta me gustara traer de nuevo a colacin al socilogo argen-tino que he citado al comienzo de mi exposicin.

    Christian Ferrer, en un tono no exento de irona, afirma refirindose alos anarquistas:Existieron? Todo indica que s, que fueron el asombro de su poca y,

    por un tiempo, la obsesin de la polica secreta de los Estados modernos.Pero su sorprendente aparicin histrica ha sido tan improbable que tientaal historiador a hacerse la pregunta contrafctica: qu hubiera pasadode no haber existido anarquistas? Hubiera aparecido otro grupo polticoequivalente en su lugar? La cuestin de la jerarqua y el poder autocrtico,

    hubieran quedado sin teorizar y sin impugnacin? O hubieran sido pro-blemas presentados de forma ms suave, en boca de pensadores liberalesy de fugitivos de la doctrina marxista? La historia de la disidencia seradistinta a como la rememoramos? Toda la tensin poltica de la moder-nidad se hubiera condensado en un pulso entre liberalismo y socialismo?Entre nacionalismo e imperialismo?17

    Por fortuna los anarquistas existieron y todava existen, aunque segnlas interpretaciones de ciertos analistas de hoy -desde luego reduccionis-tas y orientadas en un sentido muy concreto-, el movimiento anarquistaclsico, que entr en crisis en los aos veinte y treinta, habra muertoen la prctica despus del Mayo 68, incapaz de renovarse y dar respuestaa los cambios de la sociedad contempornea. La coherencia del proyectoanarquista -siempre segn su opinin- tal como se manifest a lo largo dela segunda mitad del siglo XIX, reposaba en cuatro postulados principalesque progresivamente se han vuelto obsoletos a los largo del siglo XX: lanecesidad de la regeneracin social por la revolucin, exclusin de todahiptesis gradualista, la solucin comunista y el papel otorgado a la clase

    obrera y campesina. La emergencia de tal proyecto estaba estrechamenteunida al contexto del desarrollo de la revolucin industrial, pero las pro-fundas transformaciones econmicas y sociales que han experimentadolas sociedades occidentales, lo han hecho inviable. Por ello, algunostericos postulan el abandono del proyecto clsico de carcter socio-econmico, en provecho de nuevas formas de intervencin anarquistacentradas en una reivindicacin acentuada de las exigencias de libertadpara los individuos. Exigencias que deberan conducir a los libertarios a

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    hacerse los defensores de la autonoma individual y de la pluralidad de lasformas de vida y de experimentacin para todos.18

    Como bien afirma Gaetano Manfredonia, lo que ms llama la atencinen este tipo de anlisis, adems de su falta de originalidad, es la ausenciade toda referencia a la existencia de clases sociales o a la lucha de clases,como si la autonoma del individuo no fuera social, como si sus expectati-vas de poder experimentar formas de vida alternativa no dependieran deldesarrollo del capitalismo o como si la realizacin de tales reivindicacionesno comportara ninguna modificacin en la estructura de la propiedad de losmedios de produccin (...) Significativamente, estos discursos se acompaan

    por lo general de una decidida voluntad de inscribir al anarquismo en elcuadro de pensamiento de una civilizacin liberal que ya se ha renunciadoa destruir19.

    Por otra parte, este discurso tiene mucho puntos en comn con el liberta-rianismo, es decir, los modernos tericos del contrato social, partidarios delEstado mnimo que desde hace algunos aos se desarrollan en Norteamrica.Aunque no slo son ellos los que consideran nefasta la accin del Estado;para algunos pensadores, el Estado capitalista ha fracasado en su gestin dela crisis econmica y no puede tampoco echar mano de aquellos otros meca-nismos que en pocas pasadas le permitieran sobrevivir, como las salidasfascistas o bolcheviques.

    Llegados a este punto, resulta estimulante recordar ahora lo que afirmabaProudhon en su estudio sobre la Idea general de la revolucin en el sigloXIX: Cuando el pueblo conozca su propio bien y resuelva, no ya una refor-ma del gobierno, sino una revolucin de la sociedad, entonces se realizarla disolucin del gobierno en el organismo econmico, de una manera queahora slo nos es dado sospechar. Solo que esta disolucin no parece que

    vaya a realizarse a travs de una sociedad mutualista, como prevea el anar-quista francs, sino que la est llevando a cabo el propio sistema capitalista.Este hecho abre nuevas vas al debate y desde luego re-actualiza an ms elpensamiento anti-autoritario.

    Tal como hemos visto antes, se podrn argumenta todas las razones quese quieran para una transformacin radical de la estrategia y tctica del anar-quismo, pero en este sentido creo que las afirmaciones del anarquista italia-no Malatesta siguen hoy estando tan vigentes como cuando las escribi:

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    porque o el anarquismo resuelve anrquicamente el problema de la gestindirecta del patrimonio social, tal como fue acumulado por el progreso y que

    se ver todava ms enriquecido por el futuro progreso y entonces la anarquaser la posible realidad del futuro; o bien, el anarquismo no resolver anr-quicamente este problema, se contentar con resolverlo mediante expedientesautoritarios y entonces, no solamente la anarqua ser imposible en el por-venir; sino que el mismo anarquismo es hoy un pleonasmo absurdo que nosirve a otra cosa que a designar una de las tantas corrientes autoritarias delmovimiento revolucionario.

    Notas:1.- Congreso LXXV Aniversario de la FAI, Guadalajara 2002.

    2.- tomos sueltos, en Cabezas de Tormenta, ensayos sobre lo ingobernable(Pepitas de Calabaza, Logroo 2004) 15-16.

    3.- Revista de Libros 16 (abril 1998) 5.

    4.- Mara Dolores Samaniego, El problema del analfabetismo en Espaa (1900-1930): Hispania 124 (Madrid, mayo-agosto 1973) 375-400; Carolyn P. Boyd,Els anarquistes i leducaci a Espanya (1868-1969), Recerques 7 (Barcelona,1978) 62.

    5.- El Estandarte 165 (Madrid, 20 julio 1883) 1.

    6.- Rodolfo, La escuela y el peridico: Los Desheredados 62 (Sabadell, 1 sep-tiembre 1883) 1.

    7.- Literatura y periodismo VIII: La Revista Blanca 239 (Barcelona, 1 mayo1933), 712.

    8.- Por ejemplo el ensayo de Jos Alvarez Junco, La literatura sobre la cuestinsocial y el anarquismo, en Estudios sobre historia de Espaa (Madrid 1981)391-398.

    9.- Dolors Marn Silvestre, De la llibertat per coneixer al coneixement de lallibertat. Ladquisici de cultura en la tradici llibertria catalana durant ladictadura de Primo de Rivera i la Segona Repblica Espanyola (tesis doctoralindita, Barcelona 1989-1990) 406-407.

    10.- Piotr Kropotkin, La gran revolucin francesa (Proyeccin, Buenos Aires1976) 263.

    11.- Adolfo Bueso, Recuerdos de un cenetista (Barcelona 1976) 148-149. Parauna descripcin del grupo Redencin -con una fuerte carga de hostilidad y frus-tracin- del que form parte el autor, cfr. p.154-158.

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    12.- Gustavo La Iglesia, Caracteres del anarquismo en la actualidad(Barcelona1907) 292ss. En p.293-295 (en nota) puede verse una lista bastante amplia delos grupos anarquistas de que el autor tena conocimiento en diferentes ciudades

    espaolas y tambin en el extranjero.13.- Op. cit., 17

    14.- Risposta ad una consultazione sui compiti immediati e futuri dellanarchismo:La Revue Internationale Anarchiste (Pars, 15 enero 1925).

    15.- Per un programma dazione comunalista (manuscrito indito, Pars1926).

    16.- La psicopatologa de la sumisin: Revista Nueva (25 julio 1925).

    17.- Op. cit., 14.

    18.- Gaetano Manfredonia, Unit et diversit de lanarchisme: un essai de bilanhistorique (Lyon 2001) 17-18.

    19.- dem.