Padre Amorth - Memorias de Un Exorcista

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  • 8/2/2019 Padre Amorth - Memorias de Un Exorcista

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    Padre AmorthEntrevistado por Marco TosattiMemorias de un exorcista

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    Mi lucha contra SatansTraduccin de Helena Aguil

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    Presentacin de un hombre y un libro muy especialesEl gran conjunto arquitectnico situado en la calle Alessandro Severoes una autntica ciudadela, presidida por una baslica de imponentecpula, sede del cuartel general de la Sociedad San Pablo de Roma. En

    la sala de la planta baja hace fro. Una estufa elctrica libra unadesesperada batalla contra el aire que se cuela a travs de la puerta.Entra un hombre anciano un poco encorvado, con una cartera en lamano, y se apresura a decir: No me voy a quitar el abrigo.Es un espacio sobrio. Los muebles principales son una mesa de maderams que sencilla en el centro, unas sillas aos sesenta, una butacamarrn de esas que estaban de moda hace treinta aos, con brazos demadera y el respaldo un poco inclinado, tapizada en un color tostado,

    que, inevitablemente, recuerda la decoracin socialista de los pases delEste. En una esquina, zumba un gigantesco y vetusto frigorfico. En esa

    butaca se sientan los extraos pacientes de don Gabriele. Extraosporque padecen dolencias que nadie sabe identificar, entender ni curar.Desde luego, no la ciencia mdica, que se da por vencida; tampocoquienes ya deberan estar familiarizados con lo ultraterreno ysobrenatural, o, cuando menos, deberan ser capaces de dejar unapuerta abierta a todo ello y no lo hacen. Pero aqu ya entraramos en

    materia, y antes quisiera hablarles un poco ms del padre Amorth ydel espacio en el que pasa la mayor parte de su tiempo, en un cuerpo acuerpo no slo metafrico con un adversario inexpugnable.

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    Quisiera hablarles de este hombre de ochenta y cuatro aos que haceveintitrs, en 1986, cambi radicalmente su vida e inici una aventuraque hoy sigue apasionndole.En las paredes hay pocas imgenes. Una gran fotografa del padre

    Giacomo Alberione, fundador de la Sociedad de San Pablo. Y otra foto,el retrato de un sacerdote de cabello claro, ojos tremendamenteexpresivos bajo la frente despejada y un corazn blanco bordado en lasotana negra, el uniforme de los religiosos pasionistas. Es el padreCandido Amantini, exorcista del santuario de la Escalera Santa deRoma durante cuarenta aos y mentor de don Gabriele. Una esculturade la Virgen de Ftima, de ms de un metro de altura, seorea desde lapared, al lado de una delicada imagen, probablemente barroca, del

    arcngel Miguel. Desde la butaca sonre un rostro de Juan Bosco, juntoa un padre Po de mediana edad, dos santos que conocan muy bien ala presencia indeseada del despacho de Gabriele Amorth, es decir, aldiablo. Digo ambos, aunque el demonio reserv a Po de Pietrelcinaatenciones muy especiales, que, tcnicamente, se denominan vejaciones.Don Gabriele es un hombre sonriente, de aire burln; siempre amenizala conversacin con alguna broma. No tiene mvil, no sabe qu esInternet, no ve la televisin ni lee peridicos. Durante las comidas mis

    hermanos me ponen al corriente de lo que pasa en el mundo. Y suspacientes lo informan de otros sucesos desagradables.La impresin de entrar en un mundo distinto, en una dimensin fuerade lo habitual, es intensa. Y cada vez es ms fuerte, segn el ancianosacerdote va tirando del hilo de sus relatos y te habla de personas que,al principio, eran el prototipo de la visita sonriente, conversadora yafable, para luego, en cuestin de segundos, caer en trance ytransformarse en seres gritones, de cuya boca salen babas y blasfemias,

    dotados de tal fuerza que seis o siete personas no bastan para

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    inmovilizarlos; a veces es necesario atarlos a una camilla para impedirque se hagan dao a s mismos y a los dems. Despus, cuando finalizala oracin y termina el estado de trance, vuelven a ser personasnormales y tranquilas. En la sobria habitacin situada en la planta baja

    de ese edificio romano, cuartel general de la flota editorial de laSociedad San Pablo, la sensacin de que los dos universos avanzan uno

    junto a otro, muy cercanos y paralelos, es palpable. Dos universos quede vez en cuando se tocan, produciendo un cortocircuito dramticocausado por la Presencia de un poder maligno. Y lo ms asombroso esla serenidad del cura que tienes delante, quien parece tener las llavesdel puente que une ambos universos. Como si fuera lo ms normal delmundo, te habla de alguien que babea y echa por la boca clavos de diez

    centmetros, e incluso puede que te los escupa a ti. Don Gabriele es unamina de recuerdos, experiencias y relatos. No slo eso. Cuando lamemoria le falla, acuden en su ayuda los recuerdos escritos en el

    boletn de la Asociacin de Exorcistas (primero italiana, luegointernacional). Un boletn de confeccin casera, redactado con unamquina de escribir porttil, del que se hacan varias decenas decopias. Don Gabriele puso a mi disposicin esa memoria histrica,segn creo indita. En sus pginas, los sombros combatientes de tan

    extraa guerra intercambiaban informaciones, experiencias yconocimientos tiles para el cuerpo a cuerpo con su Adversario. Juntoal resultado de mis largas conversaciones con don Gabriele, tambinpublico aqu dichos relatos, que muestran de forma concreta y tangibleel sentido de una vocacin y de un ministerio pastoral desempeadoen zonas lmite, envueltas en el misterio.Don Gabriele ofrece tres clases de testimonios (en los que siempre seomiten los nombres de los protagonistas, para evitar su identificacin):

    experiencias que vivi personalmente, hechos acontecidos a otros curasque, al igual que l, luchan contra el Adversario y declaraciones de lasvctimas. Sin embargo, tengo la impresin de que todos ellospertenecen al padre Amorth, pues es su voz la que resuena en lascirculares de la Asociacin de Exorcistas, su creacin ms visible y

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    duradera. Por eso, en vez de dividir el resultado de mis largasconversaciones con l en captulos tradicionales, he preferido mantenery transmitir la sensacin de un largo fluir de palabras y sentimientos,

    jalonado de relatos, testimonios y experiencias. Espero que su lectura

    resulte provechosa.MARCO TOSATTI

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    Un cambio radicalDon Gabriele, el cardenal Poletti lo nombr exorcista en 1986, y lleva usted

    ms de veinte aos librando esta dura batalla. Cmo cambi su vida ese

    hecho?

    La cambi radicalmente. Para empezar, antes escriba mucho. Eradirector deMadre di Dio, la revista mensual mariana de la Sociedad SanPablo; lo fui durante muchos aos. Podramos decir que miespecialidad es la mariologa. Pero, a partir de 1986, mi vida cambiradicalmente y empec a dedicarme de forma exclusiva a practicarexorcismos. Y, como veo que hacen muchsima falta y hay pocosexorcistas, trabajo siete das a la semana, maana y tarde, incluso enNavidad y en Semana Santa. Es decir, que no hago nada ms, excepto

    algn sermn a grupos grandes, slo grupos grandes, sobre todogrupos de Renovacin Carismtica, o de Medjugorje (los dosmovimientos a los que me dedico). Y, una vez al mes, doy unaconferencia en Radio Maria, con preguntas y respuestas, de seis a sietey media de la tarde, una hora y media, el segundo mircoles de cadames. Hace diecisis aos que doy esta especie de conferencia y veo quela gente an no se ha cansado, aunque mi tema siga siendo el mismo:los exorcismos. Est claro que a la gente le interesan estas cuestiones,

    porque aprende de ellas. Recibo muchas cartas y llamadas deagradecimiento. Me hacen gran cantidad de preguntas; y muchos medicen: Nunca consigo hacerle mi pregunta. Hablo tres cuartos dehora; luego empiezan las llamadas con las preguntas. Y me doy cuenta

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    de que, frente al gran silencio sobre el diablo, que a menudo procedede la misma Iglesia, los fieles y la gente corriente tienen un profundodeseo de saber.En definitiva, fue un cambio radical, increblemente radical. Hace aos

    se me conoca como marilogo (o marelogo, vaya usted a saber

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    Una batalla de caridadComenz usted a ejercer de exorcista a cierta edad, y ahora tiene ms de

    ochenta aos, de modo que no puedo evitar preguntarle si su tarea le resulta

    muy gravosa fsicamente.

    S, claro, es gravosa, sobre todo porque me pasa algo muy raro: cadaao tengo un ao m{s< Ya tengo ochenta y cuatro aos, los cumpl el

    1 de mayo. No puede ser casual: estoy convencido de que nac elprimer da del mes dedicado a Mara en honor de la Virgen.Pues bien, volviendo a lo pesado que puede llegar a ser mi trabajo, loque ms cansa es ver la necesidad de la gente y la compasin quesiento por ellos. Me encuentro con casos de enormes sufrimientos quese prolongan durante aos. Y veo que los exorcismos les hacen mucho

    bien y con frecuencia los liberan por completo. San Alfonso de Ligorio,que entenda de estas cosas, deca: No siempre se llega a la liberacintotal, pero siempre se obtiene un gran beneficio. Y es cierto. Algunaspersonas, aun sin estar completamente liberadas, han conseguido talgrado de autonoma que nadie nota su peculiar condicin. Puedenllevar una vida normal, con su familia y su trabajo, y slo necesitanvisitarme una o dos veces al ao para recibir exorcismos. Una o dosveces al ao no son nada, sobre todo si pensamos que empezaron

    acudiendo una vez a la semana, y que quiz los tenamos que atar auna camilla. En cambio, ahora estn muy cerca de la liberacin total,vienen aqu solos y se sientan tranquilamente en la butaca.En los casos ms difciles, al comenzar el proceso de exorcismo seproducen manifestaciones tan violentas que necesito, al menos, seis osiete personas que me ayuden a controlar los desahogos y reacciones

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    del endemoniado.Desde luego, el auxilio fsico que prestan los colaboradores es muyimportante (inmovilizan a los obsesos, o les limpian la cara y la ropacuando babean, lo cual es muy frecuente), pero su ayuda tambin

    consiste en la oracin que acompaa su accin durante el exorcismo.Adems de estos colaboradores laicos, tambin asisten curas quedesean aprender y perfeccionar su ministerio de exorcistas.Un trabajo arriesgadoQuisiera ofrecer al lector un primer testimonio de las manifestacionesque suelen acompaar los exorcismos. En esta ocasin voy a mostrar elpoder y la utilidad del agua bendita a la hora de resolver un caso.Un prroco, sacerdote de mi dicesis, me pidi que lo ayudara en el

    caso de una mujer trastornada. El da antes de mi llegada la mujer ledijo al prroco que yo no acudira, pues me encontrara mal. Entoncesyo ignoraba este hecho; el prroco me lo cont despus. Al dasiguiente, cuando estaba a punto de marcharme, me sent mal derepente, debido a unos clculos renales, y tuvieron que llevarme alhospital.Unas semanas ms tarde se produjo el encuentro. Al principio la mujertena todo el aspecto de ser una persona trastornada, aunque pareca

    simptica. Luego, segn fuimos hablando, la vi cada vez ms inquieta,ms angustiada por mi presencia. De pronto, se levant, se acerc alotro sacerdote, le ech los brazos al cuello, como una nia asustada, ydijo: Protjame de l. Le hice una seal al prroco para que la instaraa sentarse.

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    Yo haba puesto dos vasos en la mesa; uno contena agua corriente, elotro, agua bendita. Le ofrec a la mujer agua corriente; me dio lasgracias y bebi. Al cabo de unos minutos le tend el vaso del agua

    bendita. Bebi, y esta vez su aspecto cambi de golpe: de nia asustada

    pas a ser una persona muy enfadada. Recalcando las palabras con untimbre de voz grave y fuerte, como si un hombre hablase en su interior,me dijo: Te crees muy listo, cura!. Entonces empezamos la oracinde exorcismo. Al cabo de una hora, al finalizar el rito, se produjo laliberacin en la iglesia.Voy a relatar ahora un segundo testimonio. Slo haca un ao que mehaban ordenado sacerdote cuando recib una llamada de un hermano.Me peda si poda ir a ayudarlo en el caso de una joven que acababan

    de llevarle a la rectora. Al principio vacil; tena mis razones: acababade reincorporarme a mi parroquia despus de haber padecido unahepatitis durante seis semanas; adems, tena que oficiar la misa detarde, porque mi prroco estaba ausente, de modo que rechac lainvitacin. Durante la celebracin eucarstica, tras dar la comunin a losfieles, tuve la sorpresa de or una voz interior mientras guardaba elcopn en el sagrario: Estoy contigo, me dijo. Sent que una nuevafuerza recorra mi cuerpo y supe que deba acudir junto al hermano

    que me haba pedido ayuda.Llegu a la rectora. Despus de una primera oracin muy larga (casitres horas), comprendimos que era un caso de autntica posesin yllamamos al obispo, con el fin de pedir su autorizacin para utilizar losexorcismos necesarios. A continuacin expondr algunos de los hechosque ocurrieron.En determinado momento el cuerpo de la joven rept tres metros porel suelo, como una serpiente. Varias personas que estaban con nosotros

    fueron testigos de ello. Recuerdo que por aquellos das tuve una

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    horrible pesadilla. Me llevaban a una especie de cuarto de bao, en unbarco que navegaba en alta mar. En el bao haba tres personas: unaseora rubia, completamente desnuda, cuyo rostro se iba transformadosegn se acercaba, hasta que le qued media cara de animal y media de

    mujer. La segunda persona era un joven blanco con el pelo oscuro, queasa un palo; se acercaba a m e intentaba estrangularme. La tercera eraun hombre de color, pero no le vea la cara; pareca estar manteniendorelaciones sexuales con una mujer negra que ocultaba su rostro.Al da siguiente, durante el exorcismo, averiguamos los nombres deestas tres personas y de otras, a travs de la chica poseda. Antes derecibir la ltima seal de la expulsin de los demonios y de la victoriade Cristo sobre Legin como dijo llamarse el demonio que la posea

    , llegu tarde a la oracin. Mientras me diriga a la iglesia, mi coche seapart suavemente de la calzada y se desvi hacia el csped. En esemomento yo conduca muy despacio, a unos quince kilmetros porhora. De nada sirvieron mis esfuerzos por volver a la carretera; elcoche no me responda. La joven poseda iba en el asiento de atrs,

    junto a una persona muy fuerte a quien ped que me acompaara parainmovilizarla. Vi que la rueda delantera derecha se haba pinchado, sinsaber cmo. Llegamos tarde. Unos das despus de la liberacin, el

    cura que me haba pedido ayuda tuvo un accidente de coche en elmismo sitio.Mientras entraba en casa del sacerdote sent la presencia del malignoen mi interior, listo para atacarme. Me volv y pude ver a una chica conunas tijeras en la mano, a punto de herirme. Bendito sea Dios, todotermin gracias a su honor y su gloria. La joven poseda, tras unaliberacin completa, se cas, y vive feliz.Obispos incrdulos

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    Hace tiempo usted dijo que haba pocos exorcistas, y que muchas dicesis no

    tenan ninguno. Hoy ha cambiado la situacin?

    Por desgracia, la situacin no ha cambiado: sigue habiendo muchoscuras y obispos que no nos creen. Le he escrito una carta al Santo

    Padre, a ver qu se puede hacer al respecto. Me ha prometido unescrito de la Congregacin para el Culto Divino, la nica institucinque puede redactar este tipo de documento, en el que se recomendara los obispos que, como mnimo, tengan un exorcista en cada dicesis.El problema es que, durante aos, muchas dicesis han dejado depracticar exorcismos (esto sera largo de contar) y, a consecuencia deello, en la mayor parte de los seminarios, donde se forman lossacerdotes del maana, ya no se habla del tema.

    En los cuatro primeros siglos de la historia cristiana cualquiera podahacer exorcismos; no existan exorcistas en el sentido en que losentendemos hoy, como curas que tienen una funcin ministerialconcreta. Jess dijo: Arrojarn a los demonios en mi Nombre; slohaba que creer en l y obrar con fe. Y esto sigue siendo vlido hoy. Poreso existen grupos de Renovacin, y otras personas a ttulo individual,que hacen algo que yo no llamo exorcismos para diferenciarlos delos exorcismos en sentido estricto, sino plegarias de liberacin. Y la

    verdad es que si se hacen con fe son muy efectivas, tanto como losexorcismos en sentido estricto.Pero volvamos a la historia: en los cuatro primeros siglos de la historiade la Iglesia todo el mundo haca exorcismos. Despus instituyeron elexorcistado como orden menor y slo podan ejercerlo los sacerdotes,concretamente los obispos. Hoy sigue funcionando as: los obispos sonlos nicos que poseen la facultad, el monopolio absoluto para nombrarexorcistas, o para retirarles el permiso de hacer exorcismos. Ahora

    bien, estos exorcismos, a los que llamo as porque los sacerdotespronuncian una oracin pblica, no son las nicas iniciativas posibles

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    para liberar a alguien del demonio. Siempre quedar la oracinprivada, que todo el mundo puede pronunciar, tal como nos ense

    Jess.Pases sin exorcistasQu consecuencias tiene ese silencio sobre el diablo que, como usted dice, se

    guarda desde hace tiempo incluso en el seno de la Iglesia?

    La primera consecuencia es que me escriben desde muchos paseslamentndose de la ausencia total de exorcistas. Y me refiero a pasesde primer plano, como Alemania, Austria, Suiza, Espaa o Portugal,por citar slo algunos. En estos pases no hay exorcistas. Muchos fielesme escriben porque quieren venir a Roma a recibir mis exorcismos.Slo que no puede ser, porque estoy desbordado de trabajo, de casos.

    Por eso los remito a grupos de Renovacin, o a curas que haganplegarias de liberacin; si se hacen con fe tienen el mismo efecto quelos exorcismos propiamente dichos, como he explicado antes.Al hilo de todo esto, me gustara sealar que en la vida de muchossantos hay numerosos episodios que testimonian cmo stos, sin serexorcistas, liberaban a la gente del demonio. Mencionar a un santoque no ha sido nombrado oficialmente patrn de los exorcistas, pero alque se suele considerar protector de este colectivo: san Benito. Pues

    bien, san Benito no era sacerdote ni exorcista. Era monje, pero susplegarias de liberacin eran muy efectivas. Otro caso: santa Catalina deSiena. Cuando los exorcistas no conseguan liberar a alguien, se lomandaban a santa Catalina, que no era cura ni exorcista; ella rezaba ycon su fe obtena liberaciones portentosas. Lo mismo hacan otroshombres y mujeres con su fe y su santidad. Tambin hay testimonios

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    de que el padre Po, que nunca fue exorcista oficial, liber a variaspersonas de la influencia y accin del maligno.Una batalla en dos frentesUsted libra una batalla por partida doble, en dos frentes: contra el adversario

    de siempre y contra el silencio o incredulidad de la propia Iglesia.S, una batalla para persuadir a los miembros de la Iglesia. Hasta elsiglo XII todo fue bien, porque haba muchos exorcistas en todas lasdicesis. Luego empez lo que yo llamo el perodo de locura, en el quealgunos miembros de la Iglesia autorizaban las torturas a herejes.Despus otro perodo, en el cual autorizaron que los herejes fueranentregados al brazo secular, es decir, a la justicia de los estados, y quelos quemaran vivos en la hoguera. Semejante barbarie dur varios

    siglos. Es evidente que adoptaron medidas exageradas contra lahereja, hasta el punto de que, durante mucho tiempo, dejaron de hacerexorcismos y mandaban a los endemoniados directos a la hoguera. Contodo, se han conservado documentos de los pocos clrigos que anhacan exorcismos. Por ejemplo, hubo un obispo francs que no quisocondenar a la hoguera a una monja poseda por el diablo (unaautntica bruja) y la mand exorcizar. Necesitaron dos aos paraliberarla, pero luego vivi santamente el resto de su vida. Era una

    posesin en toda regla, lo cual se da muy pocas veces; son mucho mshabituales otras manifestaciones y acciones diablicas.Hablando de persecuciones a herejes y posedos, recuerdo que unavez, en Radio Maria, me preguntaron si san Carlos Borromeo habacondenado a gente a la hoguera. Y s, es cierto, segn algunostestimonios, Borromeo lo hizo, porque la santidad no exime a nadie de

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    siempre voy encantado, para divulgar, dar a conocer, difundir elmximo de informacin sobre el tema. He hecho mucho ruido con esteasunto. Creo que el Seor se ha servido de m para difundirlo, para quese volvieran a practicar exorcismos. Hay muchas personas que sufren,

    y a quin acuden? A magos y brujos. A quin ms podran acudir?Lo hacen porque algunos curas los tratan mal y entonces se dicen:acudir a alguien que me reciba con amabilidad, que me invite a tomarasiento y demuestre su voluntad de ayudarme. Lo malo es que algunoscuras, al or a alguien decir que sufre perturbaciones, responden: esoson cuentos, vete! Y le dan con la puerta en las narices. Lo cual esincreble, porque Cristo jams lo hubiese hecho.El nico obispo italiano que practica exorcismos, monseor Gemma,

    habla muy claro y con gran valenta de la realidad del demonio en unlibro suyo. Desde luego, ms voces hablan de este tema, que tantasveces ha sido relegado e incluso censurado, pero no son suficientes.Slo unos pocos mencionan a los exorcistas, pero lo hacen ms bienentre dientes, sin mucho entusiasmo. Adems, el propio clero suele vercon malos ojos a los exorcistas y los considera unos exaltados. No losaceptan, a pesar de que se hallan entre los mejores clrigos, pues,segn el Derecho Cannico, el obispo tiene que nombrar exorcista a un

    sacerdote de oracin, culto, equilibrado, con buena reputacin.Cualidades que todo cura debera poseer, pero que no todos tienen.Por eso digo que los exorcistas son elegidos entre la flor y nata delclero. Sin embargo, hay muchos sacerdotes que no creen en la labor delos mismos y no la valoran.Con todo, algo est cambiando. En realidad, quien rompi el hielo fuePablo VI, al pronunciar el famoso discurso del 15 de noviembre de1972, dedicado al demonio. En resumen, vino a decir que quien no cree

    en la existencia del demonio est fuera de la doctrina de la Iglesia. Asfue como se rompi el hielo, y lo hizo nada menos que el Papa. Pero notuvo mucho xito. En cambio, el Seor ha bendecido a un servidor, queno es Papa ni nadie importante

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    Yo soy alumno del padre Candido Amantini [y seala su fotografa enla pared], un pasionista. Durante cuarenta aos fue exorcista en elsantuario de la Escalera Santa de Roma. Me nombraron exorcista comoayudante del padre Candido y a l le debo todo lo que s. Publiqu mi

    primer libro para dar testimonio escrito de lo que me haba enseado elpadre Candido. Al igual que cualquier autor, yo tambin aspiraba auna segunda edicin. En general, los autores aspiran, como mnimo, ala segunda edicin. Slo que, en mi caso, hubo seis ediciones en unsolo ao. Se vendan como rosquillas! Incluso ahora, al cabo de tantosaos, sigue siendo mi libro de mayor xito. Los otros tambin van bieny las traducciones tambin han tenido xito. Pude comprobarlo cuandoestuve en Madrid; el editor me organiz seis entrevistas en un da. Y

    hasta lo han traducido al japons