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11 Personalidades Asisr a un encuentro con el explorador Charles Brewer-Carías no es cosa fácil. No basta con haber subido el tepuy Roraima a manera de un Everest personal. Tampoco estar casada con un voluntario de un grupo de rescate amante del trekking o senderismo. Definivamente, es necesario trasladarse a siglos pasados para poder entender cómo era posible que en esa época, los hombres se dedicaran al estudio de la ciencia de manera integral propia del enciclopedismo, sin muchos límites entre una disciplina y otra. Nuestra cita quedó pautada en uno de los cafenes del Caracas Country Club, un lugar que enmarcaría nuestra conversación de manera perfecta: arquitectura colonial, con mucha naturaleza y deporte a nuestro alrededor. Como periodista, resulta dicil coordinar citas antes de las 10 de la mañana. Por eso resultó inusual que la hora fijada para la entrevista hubiese quedado pautada para las 8 en punto. Y es que para este caraqueño que se levanta a las 4 de la madrugada a escribir alguno de los libros que se encuentra desarrollando al momento, ha transcurrido casi la mitad de su día y no hay empo que perder. “Aquel olor a frailejón” Para quienes han acampado en estos empos, sabrán que la variedad de arculos especializados para tal fin son todo un catálogo en donde práccamente hay una carpa y un sleeping para cada uno. Pero, al conocer a Brewer-Carías, enseguida se puede entender que no siempre fue así. Corrían los años cincuenta y la anécdota da cuenta de lo que significaría el verbo “explorar” en la vida de este personaje: “Fue a los 16 años cuando salíamos a coronar los picos nevados que se observaban desde el pao del Colegio San José de Mérida. Aquello lo hacíamos como un entrenamiento espartano, ya que como aún no se había inventado el plásco o el nailon y estábamos obligados a dormir en el páramo con temperaturas bajo cero, tan sólo arropados con las hojas del frailejón. Esas hojas nos dejaban un olor que más nunca olvidamos”. Charles Brewer-Carías junto a su hija Karen, pupila y heredera de su pasión.

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11Personalidades

Asistir a un encuentro con el explorador Charles Brewer-Carías no es cosa fácil. No basta con haber subido el tepuy Roraima a manera de un Everest personal. Tampoco estar casada con un voluntario de un grupo de rescate amante del trekking o senderismo. Definitivamente, es necesario trasladarse a siglos pasados para poder entender cómo era posible que en esa época, los hombres se dedicaran al estudio de la ciencia de manera integral propia del enciclopedismo, sin muchos límites entre una disciplina y otra. Nuestra cita quedó pautada en uno de los cafetines del Caracas Country Club, un lugar que enmarcaría nuestra conversación de manera perfecta: arquitectura colonial, con mucha naturaleza y deporte a nuestro alrededor. Como periodista, resulta difícil coordinar citas antes de las 10 de la mañana. Por eso resultó inusual que la hora fijada para la entrevista hubiese quedado pautada para las 8 en punto. Y es que para este caraqueño que se levanta a las 4 de la madrugada a escribir alguno de los libros que se

encuentra desarrollando al momento, ha transcurrido casi la mitad de su día y no hay tiempo que perder.

“Aquel olor a frailejón” Para quienes han acampado en estos tiempos, sabrán que la variedad de artículos especializados para tal fin son todo un catálogo en donde prácticamente hay una carpa y un sleeping para cada uno. Pero, al conocer a Brewer-Carías, enseguida se puede entender que no siempre fue así. Corrían los años cincuenta y la anécdota da cuenta de lo que significaría el verbo “explorar” en la vida de este personaje: “Fue a los 16 años cuando salíamos a coronar los picos nevados que se observaban desde el patio del Colegio San José de Mérida. Aquello lo hacíamos como un entrenamiento espartano, ya que como aún no se había inventado el plástico o el nailon y estábamos obligados a dormir en el páramo con temperaturas bajo cero, tan sólo arropados con las hojas del frailejón. Esas hojas nos dejaban un olor que más nunca olvidamos”.

Charles Brewer-Carías junto a su hija Karen,pupila y heredera de su pasión.