Pan Garcia Juan - La Pista Del Lobo

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  • 7/25/2019 Pan Garcia Juan - La Pista Del Lobo

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    Miguel sufre un accidente de trfico, provocado por un conductor suicida,en el que muere su yerno. Desde entonces vive con su hija Luca y su nieta Rebeca,quienes, un verano, le ofrecen irse con elles de vacaciones a su pueblo, Algar, en la

    ruta de los pueblos blancos de Cdiz.

    Miguel le cuenta a su nieta, a lo largo de diversos captulos, la historia que leimpide acompaarlas: La aventura de los maquis huidos a las montaas yperseguidos por la Guardia Civil, los atracos, secuestros, contrabando, asesinatos yel hambre que sigui a esos hechos obligaron a su familia y a otras muchas aabandonar el pueblo y emigrar hacia el Norte. Una historia dura de la poca negrade Espaa narrada con el ritmo de lo confidencial que llega directamente a lasensibilidad del lector y le hace reflexionar sobre los hechos acontecidos sin buscar

    culpables.

    Esta novela, aunque basada en hechos histricos, no debe tomarse como unacopia de la realidad y nadie debe sentirse aludido ya que es fruto de la imaginacindel autor que ha jugado con hechos y situaciones, personas y localizaciones segnlo requera la trama.

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    Juan Pan Garca

    La pista del Lobo

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    Ttulo original:La pista del lobo

    Juan Pan Garca, 2007

    Diseo/retoque portada: Juan Pan Garca, Orkelyon, Werth

    Editor original: Werth (v1.0)

    Esta obra ha sido publicada en ePubGratis a peticin del autor, y con su

    supervisin.

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    Dedicado a mis padres, con mucho cario

    Captulo 1

    Amaneca despejado en Madrid, el cielo apareca con un color anaranjadohacia el Este y ninguna nube ocupaba el espacio que se divisaba desde el balcn deun apartamento situado en la cuarta planta de un edificio de la calle Delicias.

    Despus de cuatro das de lluvias, la atmsfera de la urbe era clara ytransparente. Nada quedaba aquella maana del casco oscuro de contaminacinatmosfrica que cubra la ciudad antes de las lluvias.

    Eran las cinco de la maana del da 15 de junio de 2005 y Miguel ya se habalevantado de la cama como era su costumbre desde aquel terrible accidente en laautova en que un loco suicida, circulando en direccin contraria, provoc unchoque mltiple, causando varios muertos y heridos. Haban pasado tres aos

    desde que lo sacaron del coche los bomberos. All perdi sus piernas, su alegra ysu futuro: slo le faltaban dos para jubilarse y siempre haba esperado esemomento para comprarse una casa en el campo y vivir lo que le restaba de vida enpaz en medio de la naturaleza.

    Ahora se hallaba invlido en una silla de ruedas, dependiendo de la ayudade Luca, su hija, para hacer todas sus necesidades. La nica alegra que le quedabaera ver cmo creca Rebeca, su nieta desde haca once aos. Dentro de tres horas, lania se levantara, tomara el desayuno y se despedira de l con un par de besosantes de salir de casa y perderse en el ascensor para bajar a la calle, donde serarecogida por el autobs escolar que la llevara hasta su colegio, sito en la calleClaudio Coello. Aqul sera su ltimo da de curso. Luca la acompaara y sequedara para recoger las notas. Luego, la chiquilla tendra tres meses devacaciones, que si no fuese por culpa de l, pasaran en un lugar de la costa, comoantes de No quera ni recordarlo!

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    Miguel gir bruscamente la silla, empujando una sola rueda con su manoderecha y frenando la otra con la izquierda; se apart de la ventana y se dirigi alcomedor. Al pasar junto a una mesa cogi el mando a distancia y encendi eltelevisor para ver las noticias. Desde que sufri el accidente no poda dormir: tena

    frecuentes pesadillas, cuando no eran los dolores, y permaneca despierto durantehoras sin hacer ruido para no despertar a la familia; pero cuando la luz delamanecer se filtraba por la ventana de su habitacin se levantaba y se quedabamirando la salida del sol desde el balcn, hundido en sus nostlgicospensamientos. No poda olvidar aquel coche que a las 7:39 de la tarde vena defrente por el mismo carril que l llevaba en direccin a Madrid, en la A-6, cerca deMoncloa.

    Su yerno Jos, que vena junto a l conduciendo, vio venir el coche suicida eintent esquivarlo, pero tropez con otro que circulaba en paralelo por el lado

    derecho y los tres se convirtieron en un amasijo de hierros. Los dos erantrabajadores autnomos; hacan ese trayecto cada da desde haca dos meses, alsalir de su trabajo en Los ngeles de San Rafael.

    Jos tuvo mejor suerte, no se qued intil para toda la vida: muri en elinstante, sin enterarse. Los peor parados fueron l, su hija y su nieta, quienesdeban vivir para siempre con esa carga, con esos recuerdos, con esossufrimientos Ya nada sera lo mismo para ellos. Su nieta apenas sala de casa,pasaba las horas estudiando o mirando el ordenador y la televisin. De vez en

    cuando vena, le abrazaba y le daba varios besos; luego le haca preguntas sobresus deberes o le rogaba que le contase cuentos o historias. Deca que no querarecordar nada sobre aquel fatdico da; aunque, a veces, el abuelo la sorprendallorando en su habitacin con un retrato de su padre en las manos. La nocheanterior, su madre le haba dicho que si sacaba buenas notas le iba a dar unasorpresa, y la nia tard en dormirse, pensando en qu sera lo que ocultaba sumadre.

    Miguel escuch un ruido en el dormitorio de su nieta y vio que se encendi

    la luz. An faltaban dos horas para que sonase el despertador y el abuelo sepreguntaba qu le suceda a la nia cuando de pronto la vio aparecerrestregndose los ojos, descalza y en camisn.

    Buenos das, abuelo dijo la chiquilla acercndose y dndole un beso.

    Hola, hija, no puedes dormir?

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    Abuelo, t sabes qu es lo que me va a regalar mam?

    El abuelo sonri y abraz a su nieta. La pobre haba estado toda la nochepensando en las notas y en el regalo prometido!

    Pues no, no s nada. Pero ya falta poco, no te preocupes que todo llega.Anda, tmbate ah en el sof y mira la televisin conmigo; es muy temprano.

    As lo hizo la nia y al poco tiempo Miguel vio que su nieta se habadormido de nuevo. l baj el volumen del televisor y esper, como siempre, a quesonara la alarma del despertador en el dormitorio de Luca. Quin le iba a decirque acabara sus das postrado en una silla de ruedas!

    Miguel era natural de Algar, uno de esos llamados pueblos blancos de la

    Sierra de Cdiz.

    Un precioso pueblecito, de unos dos mil habitantes. Sus casas son blancas,encaladas cada ao. Est construido a horcajadas sobre un monte, en cuya cima seencuentran los edificios principales, los ms antiguos: la Iglesia, el Ayuntamiento,la crcel, la plaza de abastos, el cine y el palacio de su fundador, don DomingoLpez de Carvajal.

    Don Domingo era un gallego residente en El Puerto de Santa Mara, y unrico comerciante que tena negocios en Mxico, con las minas de oro, y que por talmotivo viajaba constantemente al otro lado del Atlntico. En uno de esos viajes lesorprendi un fuerte temporal en medio del ocano que amenaz con hundir el

    barco. Las grandes olas golpeaban el casco, pasaban de un lado a otro de lacubierta, y amenazaban con tragarse la dbil goleta, que con las velas destrozadas yrotos los amarres que sujetaban la carga se balanceaba con fuerza, sin rumbo, hacialo desconocido.

    Don Domingo, aterrorizado, se arrodill delante de la imagen de la Virgende Guadalupe, que transportaba desde aquel pas, y le hizo la siguiente promesa:

    Si me salvas de este naufragio, te construir una iglesia en el sitio ms agreste yseco de la provincia de Cdiz, donde tengo mi residencia. Comprar las tierras delalrededor y las repartir entre los pobres.

    Don Domingo se salv aquel da y cumpli su promesa: en el ao 1757 lecompr la Dehesa de Algar al Ayuntamiento de Jerez. Luego se deslindaron lasfincas y se repartieron entre las noventa familias ms pobres de los pueblos de la

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    Sierra de Cdiz. Tambin les construy las viviendas y le dio a cada una de lasfamilias una yunta de bueyes, arado y otros aperos de labranza para que pudiesencultivar las tierras. Por este gesto tan generoso recibi de manos del Rey el ttulo deMarqus de la Atalaya Bermeja y Vizconde de Carrin.

    Algunos descendientes de aquellos colonos los ms pobres de la zonaeran, en los aos cuarenta, los amos del pueblo, los ricos explotadores de los

    jornaleros que vivan en Algar, descendientes, a su vez, de aquellos otros jornalerosque los colonos tuvieron que contratar para poder sacar adelante unas tierras queles haba llovido del cielo.

    Con el paso de los aos haban crecido las desigualdades sociales: los ricoseran cada vez ms ricos; los pobres cada vez ms pobres. Por las noches, los

    jornaleros que no tenan trabajo se reunan en la plaza, delante del cine, y

    esperaban a que acudiesen los mayorales de las haciendas con las listas de losnombres que los amos haban decidido contratar para el da siguiente. Si algn

    jornalero protestaba o reclamaba algo al seorito de turno, ste lo comentaba consus socios en el casino y, desde ese momento, ninguno lo contrataba. El pobrehombre tena que irse del pueblo si no quera morir de hambre.

    En la entrada del pueblo existe una explanada, donde se inicia la carreteraque va a Arcos y Jerez. En ella est la estacin del autobs de Los Amarillos, quecubre la lnea de Jerez-Algar; junto a ella se encuentra la plaza de toros, y un poco

    ms lejos, a la salida del pueblo, el cuartel de la Guardia Civil. La calle Real seinicia en esta explanada y atraviesa toda la villa de norte a sur. Al final de la callesale una carretera que lleva hasta el ro Majaceite, que atraviesa con un puente yconecta con la carretera que une Jerez con Cortes de la Frontera.

    A las ocho en punto son el despertador y la casa cobr vida. Luca selevant y se fue directa a la cocina a preparar la cafetera y unas tostadas; luego fueal cuarto de bao a arreglarse. Al pasar por la puerta que comunicaba con el salndijo:

    Buenos das, pap. Rebeca, levntate que ya es la hora. Hoy no podemosllegar tarde.

    Poco ms tarde, despus de desayunar los tres juntos, Luca se despeda desu padre, diciendo:

    Hoy vendremos antes. Cudate y no le abras la puerta a nadie. Bueno, hasta

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    luego.

    Hasta luego, abuelo! grit la nia desde la puerta.

    Miguel se qued solo viendo la televisin. Las horas se le hacaninterminables. Aparte de las Noticias, nada le interesaba de aquellos programas

    basura que llenaban los espacios televisivos. Pasaba las horas de la maanamoviendo la silla desde el saln al balcn y viceversa, para ver pasar la vida por lacalle y luego reflejada en la pantalla del televisor. A su regreso, Luca le traera elperidico, y la lectura lo mantendra ocupado durante el resto del da. As un da yotro

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    Captulo 2

    Alas doce, casi coincidiendo con la seal horaria del reloj de pared delsaln, escuch el sonido de la llave en la cerradura de la puerta y Rebeca entrcorriendo a abrazar a Miguel. Muy contenta le dijo:

    Abuelo, he sacado un ocho!

    Enhorabuena, hija contest Miguel. Y qu sorpresa te ha dado mam?

    Mam nos va a llevar de vacaciones a tu pueblo!

    La noticia le sorprendi, no se lo esperaba. Se qued serio, contrariado. Alcabo de unos segundos, que se hicieron interminables para su nieta, dijo:

    A Algar? Y qu vamos a hacer nosotros all? No conocemos a nadie, nonos queda nadie Cuando me fui jur no volver jams. No, no pienso ir

    La nia se qued callada, confundida. Ella esperaba darle una alegra a suabuelo y pareca haber conseguido el efecto contrario. Mir a su madre angustiada,

    sin saber qu decir. sta abraz a su hija y sin mirar hacia el abuelo le dijo:

    Pues nosotras s que vamos. Pinsatelo bien porque aqu solo no te vas aquedar. Tendr que hablar con tu hermano para que venga a recogerte y llevartecon l a Toledo. O, si lo prefieres, a una residencia. Pero deja ya de ponerdificultades porque esto se lo he prometido a la nia y yo suelo cumplir mispromesas.

    Y dnde vais a quedaros a vivir en ese pueblo? All no haba nada, slo

    una msera posada, sin servicios ni nada

    T qu sabes? Han pasado cincuenta aos desde que te fuiste. He visto laweb del pueblo en Internet y dice que tiene un hotel de tres estrellas y docenas deapartamentos de alquiler en una zona de ocio que cuenta concamping, un lago,deportes nuticos Creas que sin ti se hunda el pueblo? Pues no; la vida hacontinuado all como aqu, y ahora es un pueblo recomendado por las agencias de

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    turismo.

    Un lago! Esta mujer no sabe lo que dice, pens Miguel. En Algar nohaba agua, era el sitio ms seco de la provincia de Cdiz, en cumplimiento de lapromesa de su fundador. El agua se traa desde el ro en burros y mulas cargadosde cntaros. Haba gente dedicada exclusivamente a este trabajo y suban los cincokilmetros de cuesta que separan el ro Majaceite de Algar una y otra vez,vendiendo el agua de puerta en puerta.

    Abuelo, por qu no quieres venir? dijo Rebeca.

    Es una historia larga, hija, te aburrira con ella.

    Pues quiero que me la cuentes! Tenemos tiempo de sobra: no nos vamos

    hasta dentro de una semana. T te acuerdas todava de Algar? Cuando te fuiste,mam an no haba nacido

    Que si me acuerdo? Hay cosas que jams se olvidan. Si quieres or lahistoria te la contar; pero lo har desde el principio, aunque te parezca montona,porque cada cosa tiene su importancia. Te hablar de las costumbres de mi familiay de lo que sucedi un da que hizo la vida all insoportable.

    Pues venga, abuelo. Cuntamelo todo.

    En este pueblecito tenan mis padres una casa, en la calle del Llano, con unpatio lleno de macetas de geranios y un granado; sus paredes me daaban la vista,tal era su blancura. Una noche de lluvia nos levantamos asustados al sentir uncrujido y nos salimos de all rpidamente con lo puesto. Debido al peso de las tejas,empapadas de agua, y al musgo que haba crecido sobre ellas, se haba roto unaviga. El techo de la casa se hundi apenas hubimos salido a la calle. Diluviabaentonces. No tenamos dinero para arreglar la casa y la perdimos.

    El dueo del cortijo de Guadalupe, donde trabajaba en esa poca mi padre,

    nos cedi un ranchito en sus tierras, situado en la falda de un monte cercano alMolino de Santa Ana. All nos fuimos. Tena yo entonces tres aos de edad. La casaera de una sola planta, con techo de retamas y paredes de piedra. Slo haba doshabitaciones: un saln comedor y el dormitorio. Mis hermanos mayores trabajabande pastores de cabras y de cochinos. Vivan con el ganado, aunque slo contabandoce y quince aos respectivamente. Cuando venan a casa dorman en el suelo, enun colchn de paja. Mi hermana Ana, de trece aos de edad, trabajaba de niera en

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    el molino. En total, ramos seis hermanos: tres varones y tres mujeres, sin contarlos dos que murieron al nacer. El Gobierno animaba y premiaba a las familiasnumerosas, ponindolas como ejemplo que debamos seguir, aunque la mayoramuriesen de hambre por no poder cubrir sus necesidades

    Abuelo, y qu hacas all para no aburrirte?

    Que qu haca? Mira, te cuento cmo comenzaba yo un da cualquiera enaquella casa alejada del pueblo. Cuando amaneca y los gallos ya haban empezadoa cantar fuera de la casa, me despertaba el olor a pan tostado y el humo de la lea.Yo me bajaba del catre y me acercaba a mi madre, que estaba sentada al lado de unanafe sobre la que herva una cafetera llena de agua con unas cucharadas de maltamolida.

    Al verme, ella abra sus brazos y me abrazaba, me sentaba sobre sus piernasy, besndome, me preguntaba si tena hambre y cunto pan me iba a comer parahacerme grande pronto. Yo abra mis brazos, extendindolos del todo, y deca:

    Una rebanada as de grande.

    Y ella, aprovechndose de que yo tena los brazos levantados, me hacacosquillas, lo cual me obligaba a bajarlos enseguida. Luego me echaba en un jarritode hierro esmaltado la malta; cortaba una rebanada de pan de la telera, la tostaba yle echaba aceite de oliva o manteca colorada de cerdo.Entonces yo, con la tostadaen la mano, sala al porche de la casa y me diriga hacia una especie de miradordesde donde poda ver toda la vega del molino. All me sentaba.

    Para entonces, el sol ya alumbraba el rancho de la Teja, situado a unostrescientos metros ms arriba de mi casa, subiendo la vereda que conduca hastaAlgar. Enfrente de donde yo estaba acababa de salir el Sol, iluminando las crestasde la sierra de Ubrique y los peascos de la entrada del valle del molino, por dondediscurra suavemente el ro Majaceite. Toda la ladera del monte, desde mi casahasta el cortijo de Guadalupe, estaba sembrada de garbanzos, uno de los productos

    que ms demandaban los espaoles en aquellos aos.

    El valle formaba un llano de ms de quinientos metros de ancho por unoscinco kilmetros de largo, comenzaba en los canchos de la Penitencia y llegaba a lacarretera de Cortes, al sur, a los pies de la sierra de las Cabras. All el ro tuercehacia la derecha, y se dirige hacia el Tempul, donde empieza la cola del pantano deGuadalcacn. En medio del valle, destacando sobre la verde arboleda del ro, estaba

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    el Molino de Santa Ana.

    All abajo, en algn lugar del valle estaba mi padre. Junto a otros jornaleroscuidaba de la gran manada de toros bravos que pacan en la vega. No podadistinguirlo entre los otros; los jornaleros vestan todos por igual: una gorra, lachaquetilla campera y unas lonas que se ponan encima del pantaln y que lescubra totalmente el mismo por la parte delantera; por detrs, el pantaln quedabadescubierto. De calzado llevaban unos botines con espuelas, herraduras y punterasde acero. Tambin llevaban una honda, que ellos mismos fabricaban machacandolas hojas de las pitas, que abundaban por aquellas tierras.

    A veces apareca muerto algn animal. Yo lo saba porque por el cielovolaban en crculos los buitres leonados, que nosotros llambamos pajarracos.Una res muerta atraa irremediablemente a esas aves. Cuando mi padre las vea dar

    vueltas, volando muy bajo, corra hasta el lugar para ver lo que suceda. Cuandollegaba, la mayora de las veces, ya estaba all el caporal o el mismo amo del cortijo,con su caballo negro.

    Un da lograron salvar a un becerrillo que no terminaba de nacer, pues sumadre haba muerto intentando parirlo. Terminaron de sacar al becerrito y se lollevaron al cortijo para criarlo, arrimndoselo a otra vaca. A la vuelta, mi padreespant a los buitres que estaban destrozando a la madre, le cort unos trozos decarne y los trajo a casa. Aquel da comimos carne, cosa muy rara en nuestra dieta, a

    pesar de que tenamos algunas gallinas, pues a stas las reservbamos paraconseguir huevos. A veces, cuando reunamos algunas docenas de ellos, loscambibamos en el molino por otros alimentos: pan, aceite y azcar,principalmente.

    Un da me volv para la casa al escuchar llorar a mi hermana Isabel. Llorabaporque mam nos enviaba hasta Algar para hacer las compras y pagar algunasdeudas. Le dio la capacha, un par de varillas y un billete de veinticinco pesetas ami hermana Mara, y le dijo lo que quera que le comprase. A mi otra hermana,Isabel, le dijo: Llvate a tu hermanito y cuida de que no le pase nada. Y los tresnos fuimos hacia el pueblo. Yo iba contento, pues ir a Algar me gustaba muchoporque poda ver las tiendas, la gente, la plaza del mercado, etc. La mayora de losalgareos no saba leer, ni hacer cuentas. Por eso se usaban las varillas. stasconsistan en una vara de olivo bien recta y lisa, de unos treinta centmetros delarga. Se parta la vara por la mitad, en el sentido longitudinal, formando dosmedias caas. Cuando se compraba en las tiendas sin tener dinero para pagar, se

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    usaban las varillas como comprobante de la deuda: se colocaban las dos mitades dela varilla juntas, y con una navaja se le hacan unas muescas; luego, una mitad se laquedaba el dueo de la tienda, y la otra mitad se la llevaba el cliente. Cada muescasignificaba una cantidad de dinero, generalmente cinco pesetas. A la hora de pagar

    la deuda se juntaban las dos mitades en la tienda, se comprobaba que tenan lasmismas marcas coincidentes, y se abonaba la cantidad resultante: un duro por cadamarca. Las varillas pagadas se rompan al instante.

    Entonces, segn iba contando, nos fuimos los tres hermanos por la veredaque nos guiaba durante dos horas hasta el pueblo, a travs de ranchos y cortijos.Desde lejos vimos la rueda grande de una noria: Haba feria en Algar!

    Estaba instalada a la entrada del pueblo, junto a la cochera de Los Amarillosy la plaza de toros; haba mucha gente paseando por medio de las casetas.

    Nosotros fuimos primero a comprar los encargos y a pagar las deudas de lasvarillas; luego volvimos a la feria, y sin pensarlo dos veces nos subimos a la noriacon la capacha de la compra bien agarrada. Yo no quera subir, pues me dabamiedo. Tampoco quera quedarme abajo, solo entre tanta gente. Finalmente sub ala canastilla llorando. A las dos o tres vueltas empec a devolver; mi hermanaIsabel comenz a llorar, y mi hermana Mara, sujetando el capazo en alto para queyo no vomitase encima de la compra, daba gritos para que parasen las mquinas.Finalmente, la noria se detuvo y pudimos bajarnos. Lo peor era volver otros cincokilmetros, manchados por los vmitos, y decirle a mam que nos habamos

    gastado dinero de la comida en la noria. Acordamos decirle que se nos habaperdido en el camino, lo cual no sera suficiente excusa para librarnos de una palizaal llegar a casa. Estbamos ya a mitad de camino cuando vimos llegar de frente a laGuardia Civil. Venan andando y llevaban sujetos por la brida cada uno a sucaballo. Nos echamos a un lado para darles paso y ellos no nos dijeron ni unapalabra al pasar. Sobre los caballos, atravesados en la montura y cubiertos con unamanta, llevaban los cadveres de unos hombres. Sus manos colgaban y sobresalande la manta, goteando sangre. Eran maquis

    Espera, espera, abuelo, qu son los maquis?

    Los maquis eran personas que haban huido a las montaas, porque si lascogan las mataban.

    S? Y por qu, abuelo?

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    En Algar, como en otros muchos pueblos, no hubo guerra: el frente estabaen otro sitio, lejos de all. Lo que s hubo fue revancha, saqueos y ejecuciones.

    Al pueblo llegaban camiones llenos de falangistas de Jerez y de Arcos, que sedirigan al Ayuntamiento y al cuartel de la Guardia Civil para solicitar informessobre la gente de all. Todo aquel que hubiera pertenecido a algn partido polticoo sindicato de izquierdas era apuntado en una lista. Luego, por la noche, iban a

    buscarlos a sus casas, sacndolos de sus camas, y se los llevaban. A sus mujeres lescortaban el pelo al rape.

    Algunos hombres de Algar lograron huir al monte con la esperanza deunirse a otros que estuvieran en la misma situacin y luchar con ellos por laRepblica. Varios de ellos consiguieron llegar a los frentes de batalla, situados enSierra Morena, Valencia, Madrid, Teruel, etc. Otros se vieron aislados por las

    fuerzas del Ejrcito de Franco y tuvieron que quedarse en las montaas. Desdeellas organizaban ataques y emboscadas a los soldados.

    Pero el problema vino cuando acab la guerra: sin tener a donde ir y sinpoder volver a sus hogares, donde los esperaban para ejecutarlos por rebeldes ytraidores, sobrevivan a duras penas escondidos en los montes. El Ejrcito y laGuardia Civil, liberados ya de la guerra, empleaban su tiempo y energas en buscara los guerrilleros que estaban escondidos. Hacan correr el rumor de que eranladrones y asesinos, falseando la realidad: los guerrilleros eran defensores de un

    gobierno legtimamente elegido en las urnas.

    El cortijo de Guadalupe, como tantos otros cortijos, estaba vigilado da ynoche por la Guardia Civil; tena una garita en la entrada, que le daba el aspecto deun cuartel. All haba siempre una pareja de guardias que coman y vivan en elcortijo, relevndose cada da. Otra pareja haca la ronda por el molino: haba ungrupo de rojos pasendose por la sierra de Cdiz, desde Jimena hasta Olvera,pasando por Ubrique y Algar.

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    Captulo 3

    Haban terminado de comer y Luca estaba colocando la vajilla en ellavaplatos. Miguel se haba colocado frente al televisor para or las noticias y daruna cabezadita cuando su nieta le pregunt:

    Abuelo, t llegaste a ver a los maquis?

    S, cario. Una vez estuvieron en nuestra casa. Lo recuerdo como si loestuviese viendo. Era medianoche y estaba lloviendo a mares, una de esas fuertes

    tormentas de verano que llegan con gran estruendo de truenos y relmpagos. En lacasa haba goteras en el techo y mi madre haba puesto palanganas y ollas en lossitios donde caa el agua para aprovecharla para beber y para evitar que seformasen charcos en el suelo de la casa. Yo estaba aterrorizado por los truenos,recordaba otra tormenta en la que un rayo haba partido en dos un rbolcentenario, muy cerquita de la casa.

    De pronto sonaron unos golpes en la puerta. Mi padre encendi el quinqu ycogi el hacha, y nos indic con el dedo en la boca que estuvisemos callados. Al

    cabo de unos instantes volvieron a sonar los golpes y mi padre pregunt, con vozalgo insegura, nerviosa:

    Quin anda ah?

    Abra, somos gente de paz respondi una voz desconocida.

    Despus de dudar un momento mi padre abri la puerta y entraron treshombres, que la cerraron tras ellos. Eran desconocidos e iban cubiertos con unoscapotes negros, como los de los guardias, pero no llevaban el uniforme. Tambin

    llevaban armas. Dos de ellos tenan el pelo canoso y escaso en la parte de arriba, enel lugar que cubra la gorra; el otro era ms joven, alrededor de treinta aos. stevena temblando, pareca que estaba enfermo.

    Uno de ellos le pidi a mi madre una toalla o un trapo para secarlo; el otroayud al joven enfermo a sentarse en una silla, cerca del anafe. Luego puso lea yencendi el fuego.

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    Mis hermanas y yo estbamos apretados contra mam, mirando a aquelloshombres, asustados.

    No teman, no les va a pasar nada. Estaremos aqu unas horas y luego, antesde que amanezca, nos iremos.

    S, pero si alguien los ha visto venir hacia aqu, o se enteran de que hanvenido, me detendrn a m dijo mi padre.

    No tenga usted miedo, la Guardia Civil no pasa por el molino hasta elamanecer, y para entonces estaremos lejos de aqu. El hombre ech una miradaalrededor, como si buscara alguna cosa, y dijo:

    Aqu, el compaero, tiene calentura. No sabemos si es que algo de lo que ha

    comido le ha sentado mal o es otra cosa, se ha hartado de comer murtas. Adems,con el agua que nos ha cado encima habr empeorado. Si no fuera por eso no leshabramos molestado. No tendrn ustedes algo para la fiebre?

    El muchacho tena escalofros. Mi madre busc en un tarro y encontr unapastilla de Okal, de las que le daba don Juan, el mdico de Algar; luego cogi unasramitas secas de romero y unos dientes de ajo, para prepararle una infusin caseraque nos haca en el invierno cuando haba gripe.

    Uno de los hombres vio los garbanzos en remojo y los trozos de tocino ymorcilla que nos haba dado mi hermana Ana, la que trabajaba en el Molino. Elhombre se dirigi a mi madre.

    Seora, hace das que no comemos otra cosa que fiambres, porque de daestamos escondidos, descansando, y de noche no podemos encender fuego: elfuego se ve de lejos. Hganos usted un potaje de garbanzos y nosotros se lopagaremos. Por favor.

    Diciendo esto, sac un duro de la cartera y lo puso encima de la mesa. El

    muchacho enfermo rebusc tambin en su bolsillo, sac otro duro y lo puso al ladodel otro sin decir palabra. Diez pesetas era lo que ganaba un jornalero, segando desol a sol: el potaje estaba bien pagado.

    Mi madre se puso manos a la obra. En un momento estuvo la olla puesta alfuego con todos los avos. Nosotros, en el rincn, no nos movamos. Luego,mientras hervan los garbanzos, mi madre cogi pan duro, lo cort en pequeas

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    rebanaditas y las iba echando en los platos. Tambin puso unas hojas dehierbabuena en cada uno. En cuanto el potaje estuviese hecho, mi madre sacara uncazo de caldo y lo echara en cada plato. De esta forma los hombres tendran un

    buen plato de sopa caliente antes de los garbanzos.

    El hombre que pareca mandar comenz a hacerle preguntas a mi padre,pero l no le contestaba, pues estaba preocupado, cogido entre dos fuegos: por unlado, si la Guardia Civil se enteraba de que l haba cobijado a los rojos, lo acusarade cmplice y lo detendra; por otro lado, si se enfrentaba a los maquis, tambin lomataran. Haban circulado historias terribles acerca de lo que les hacan losguardias a los que ayudaban a los maquis, y de lo que les hacan estos a loschivatos.

    Miren, ustedes comen y se van. Yo no quiero saber nada, ni de ustedes ni de

    nadie; slo quiero vivir tranquilo y criar a mis hijos, nada ms. Lo que hay en elcortijo ustedes lo saben, y al pueblo hace tiempo que no vamos. As que no mepregunten nada que yo no les puedo aclarar nada dijo mi padre, visiblementeasustado.

    El hombre no insisti. Sac un cuartern de tabaco de Jorge Ruso y lesofreci a mi padre y a los otros hombres. Luego, ya ms relajados, contaron quehaban intentado varias veces pasar a Gibraltar sin xito, debido a la vigilancia quehaba a causa de los contrabandistas; pero seguiran intentndolo.

    Eran las cuatro de la maana en el reloj de bolsillo del joven enfermo cuandoterminaron de comer. Mi madre era muy exagerada para la comida, siempre cogala olla ms grande para hacer los potajes, de forma que siempre sobrase. Esta vez,despus de haberse comido la sopa de pan y un buen plato de garbanzos con lapringada de tocino y morcilla, quedaba media olla de potaje: ya tenamos hecha lacomida para el medioda.

    Los tres hombres salieron de casa aprovechando una escampada ydesaparecieron en la noche. Era la primera vez que veamos a los rojos en carne y

    hueso. No supimos a qu haban venido ni qu buscaban hasta el otro da: venan asecuestrar a Don Manuel.

    Don Manuel iba montado en su caballo, a media maana. Se diriga hacia elmolino, y estaba ya cerca de ste cuando, de pronto, vio salir de entre las adelfasdel ro a tres hombres que se dirigan hacia l con sus caballos al galope. Eran

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    desconocidos y no le gust que estuvieran en sus tierras, ni la forma depresentarse. Don Manuel se asust, espole a su caballo y sali disparado hacia elmolino. Cuando los perseguidores comprendieron que era imposible alcanzarloantes de que llegase al molino, dejaron de perseguirlo, volvieron a atravesar el ro y

    se perdieron en el monte.

    Bueno, Rebeca, ya te he contado bastante. Ahora, djame ver las noticias unpoco.

    La nia hizo un mohn con la boca y asinti contrariada:

    Vale Pero luego seguimos, eh, abuelito?

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    Captulo 4

    Las noticias que sobresalan en los telediarios y en la prensa escrita estabanrelacionadas con la polmica suscitada con el Estatuto de Catalua. Miguel movinegativamente la cabeza de un lado a otro y dijo:

    Al final la liarn otra vez. Estos nacionalistas no aprenden de la Historia.

    Abuelo, y no cogieron a ninguno? dijo Rebeca.

    Coger a quin? De qu me ests hablando, hija?

    De los maquis

    Ah! S, pero fue unos meses ms tarde. Cogieron a un grupo que estabaoculto en el monte esperando el dinero del rescate de un secuestro para marcharsede Espaa.

    Y cmo los detuvieron?

    A esos los detuvieron en la Sierra del Aljibe. All estaban unos cuantos,dirigidos por un tal Loriguillo. Segn me contaron, pas lo siguiente:

    Pedro Loriguillo sali de una choza construida entre alcornoques en un lugar de lasierra del Aljibe, cerca del pico de Canuto Largo. Se desperez, estirando los brazos ymirando el bonito paisaje que tena delante: el Sol asomaba justo por encima de la cresta dela sierra de Ronda, baando de luz el lugar donde se hallaba.

    Una masa vegetal verde de diferentes tonos lo rodeaba. No tena nada que hacer, salvoesperar a que llegasen los restantes grupos de maquis: el de Ubrique y el del Gastor; ochohombres en total. El comando de Ubrique haba perdido a tres hombres en la primaveraanterior, abatidos por la Guardia Civil de Algar en una redada efectuada en los montes delos Hurones.

    Loriguillo estaba contento porque haba realizado con xito su aportacin a la Causa:reunir un tercio de lo que costaba el viaje que los iba a llevar hasta Amrica, a Mjico

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    exactamente.

    El grupo del Gastor haba atacado un cortijo y mataron a tiros a la pareja deguardias que lo custodiaban. Luego result que all no encontraron tanto dinero comoesperaban, y slo pudieron llevarse un poco ms de tres mil pesetas y algunas joyas de orodifciles de vender, pues seran tasadas a la mitad de su valor o an menos, si trataban dedeshacerse de ellas. A la vista del alto riesgo que corrieron para tan pobre botn, el grupo deUbrique lo pens hacer de otra manera. El plan era el siguiente: efectuar un secuestro y

    pedir el suficiente dinero de rescate como para cubrir los gastos del viaje de todos losrestantes miembros de la brigada Fermn Galn.

    Pedro Loriguillo le prest al mdico de su grupo, quien se ocupara de cuidar alrehn para que pudieran entregarlo en el mejor estado de salud posible. La familia de ste selas apaara para reunir el dinero del rescate.

    Loriguillo se alej un poco de la casa. Estaba recogiendo ramas secas para hacer leay preparar el caf cuando un reflejo de luz atrajo su atencin. Pedro mir en aquelladireccin y sinti un escalofro al ver el origen del destello. Solt las ramas y sali corriendohacia la casa gritando:

    Los guardias!, vienen los guardias!

    El reflejo de la luz solar en el charol del tricornio de un guardia civil haba atrado lamirada del buscador de lea. En el interior de la choza, los tres compaeros de Loriguillosaltaron de sus camas, unos simples montones de paja esparcidos en el suelo y cubiertos conmantas. Una vez descubiertos, los guardias no perdieron tiempo. Deseaban sorprender a losbandidos mientras dorman en la casa, sin pegar un solo tiro, para llevarlos al cuartel yobligarlos a cantar; pero lo abrupto del terreno y la dificultad de caminar de noche por elmonte los obligaron a retrasarse. Ahora ya era demasiado tarde.

    Estn rodeados! dijo un guardia. Salgan todos con las manos en alto!

    Ven t a buscarnos! dijo Loriguillo disparando hacia el lugar de donde proceda

    la voz y donde l haba visto moverse unos arbustos.

    Sus compaeros tomaban posiciones en las ventanas. Haba una al lado de la puerta,y otras dos en la parte trasera. Los ocho guardias que rodeaban la casa se dieron cuenta deque slo podan acercarse a la choza por los laterales. Mientras que seis guardias disparabansin cesar hacia las ventanas y la puerta, los otros dos avanzaron uno por cada lado, hastallegar a las paredes; cogieron rastrojo del suelo y formaron un pequeo haz, lo encendieron y

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    lo echaron sobre el tejado de retamas. Pero la retama estaba hmeda, por el roco cadodurante la noche, y el truco no dio resultado: el haz de rastrojo, envuelto en llamas, fuerodando por la pendiente del tejado y cay al suelo delante de una ventana. Al ver el fuegocayendo del tejado, uno de los maquis grit:

    Estn quemando el techo! Nos van a achicharrar!

    El terror a morir quemado vivo hizo que se asomara para ver el alcance del fuego:una bala le entr por el cuello. Su cuerpo se qued sobre el alfizar de la ventana, con lacabeza y los brazos colgando hacia fuera.

    Los guardias lo intentaron de nuevo: cogieron rastrojo y retamas secas, las ataron auna vara con un pauelo, le metieron fuego e introdujeron la tea resultante entre lasretamas del techo. Primero comenz a salir un humo denso, bajo la mirada expectante del

    guardia que mantena la vara hundida, clavndola an ms. Pareca que la tea se habaapagado, pues slo sala humo, y el guardia se dispona a sacarla otra vez cuando vio salirentre el humo una llamita vacilante que aumentaba poco a poco a medida que el fuego

    prenda en el techo de la choza.

    Minutos ms tarde, unas llamas de casi un metro de altura salan del tejado. Trozosde retamas encendidas se hundan dentro de la cabaa y el humo sala por las ventanas; laatmsfera era asfixiante. Otro de los maquis vio retirarse a uno de los guardias incendiarios

    y sali a dispararle. El guerrillero cay hacia atrs, fulminado, al recibir cuatro disparossimultneos en el cuerpo.

    El tejado se haba convertido en brasas; la paja y las mantas que servan de colchonesformaban una gran hoguera que alcanzaba al techo; el hombre que yaca muerto sobre laventana tena el pantaln ardiendo y esparca un olor nauseabundo a carne quemada.

    Vmonos! grit un hombre, al que se le haba prendido la camisa

    Sali corriendo de la casa, cuesta abajo, y recibi una andanada de tiros. Cay a seismetros de la puerta que acababa de abrir. Un guardia se haba levantado frente a la puerta

    para dispararle y fue visto por Loriguillo, que le dispar desde la ventana y dio en el blanco:el guardia cay de espaldas, muerto.

    Pedro mir alrededor. No poda aguantar el calor del fuego, ni el humo, seasfixiaba Decidi rendirse. Tir el fusil por la ventana y sali con los brazos en alto. A unmetro de la puerta recibi seis balazos: fue ejecutado all mismo.

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    Abuelo, qu pas con los maquis que estuvieron en tu casa?

    Ya te lo dije: se fueron e intentaron secuestrar a don Manuel, el amo deaquellas tierras. La noticia del intento de secuestro de D. Manuel Gonzlez corripor todo Algar; la Guardia Civil aument las rondas de vigilancia por aquella zonadel molino.

    Abuelo, se era un molino de viento como los que hay en el libro de ElQuijote?

    No, no Qu va! El Molino de Santa Ana era una casa grande, construidaen medio del ro. El muro de la casa formaba una pequea presa de cuatro metrosde profundidad. Las aguas se introducan a travs de una ventana abierta en elmuro, que diriga el agua por una canalizacin subterrnea hasta la sala donde

    estaba el molino propiamente dicho. El paso del agua haca girar las aspas del eje,en cuyo extremo haban sujetado una rueda grande de granito. La piedra estabacolocada dentro de un cajn grande, en donde se echaba el cereal que se queramoler. Una vez molido se recoga en sacos de tela, que se colocaban en la parteinferior del cajn bajo una ventanilla, por donde sala la harina. All se molantodas las clases de cereales que se producan en la comarca.

    El molino tena su entrada hacia poniente. Era una puerta grande, por dondeentraban las carretas y las caballeras, y por la que se acceda al patio interior para

    efectuar la carga o descarga de los productos. La puerta del edificio daba paso a unpasillo empedrado y en el centro de ste haba una puerta a cada lado. La de laderecha daba al horno, donde se amasaban y cocan con lea las teleras de pan(barras de dos y tres kilos de peso); las tortas de pan con aceite, pasas ymatalahva; los roscos, los chuscos y molletes. Luego se cargaban en carretas y sellevaban hasta Algar. Tambin se llevaban a los cortijos y caseros de la zonacargados sobre mulos que en fila india suban todas las veredas que rodeaban almolino.

    La puerta de la izquierda daba a la vivienda de los dueos del molino: don

    Jos Gonzlez y Ana Garca, quienes vivan con sus tres hijos: Andrs, Bartolo yMara Jos.

    El agua del ro atravesaba todo el patio por una canalizacin subterrnea queiba desde la ventana del muro norte hasta la ventana del lado sur, por donde salael agua en cascada despus de hacer girar la rueda de granito. Junto al molino

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    haba una huerta con rboles frutales y hortalizas.

    En los aos del hambre (1941 a 1944), este molino salv a centenares depersonas, que hubiesen muerto irremediablemente por falta de alimentos:diariamente acudan grupos de personas hambrientas, con los nios a cuestas atravs del monte, por senderos tortuosos, cubriendo los siete kilmetros queseparan Algar del molino. A todo el que llegaba se le daba una rebanada grande depan con aceite, mientras hubiera. Algunos das toda una hornada de pan sedistribua en rodajas entre la gente que haca cola delante de un ventanuco quedaba al horno, pues las puertas del molino siempre permanecan cerradas duranteaquellos aos.

    Aquellos malos tiempos acabaron y, desde entonces, que yo recuerde, habacuatro o cinco hombres empleados en el molino. En los cortijos haba trabajo

    durante ocho meses al ao: el tiempo del arado, la siembra y la recoleccin de lascosechas. El invierno en Algar era lluvioso; no haba trabajo. Durante tres o cuatromeses, una fina lluvia caa sin cesar, y no haba labores en los campos una vezterminaba la siembra del trigo. Entonces la gente se buscaba la vida como poda:poniendo lazos y cepos para cazar conejos; perchas, para cazar pjaros; cogiendo

    bellotas para comrselas o venderlas. Todas estas cosas estaban prohibidas porquelos dueos de las tierras decan que lo que se criaba en ellas les perteneca. Infringiresa norma constitua un delito tan grave para la Guardia Civil, que si cogan aalguien hacindolo le daban una paliza y lo metan en la crcel de Algar. Lo mismo

    daba si era un hombre o una mujer. Lo nico que toleraban era coger esprragos ytagarninas.[1]

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    Captulo 5

    El abuelo encendi un cigarro, aspir y luego expuls el humo. Se quedmirando unos instantes cmo suba hacia el techo la nube gris que haba exhalado.

    Abuelo, y no bais a la escuela?

    No, entonces no haba tiempo para pensar en la escuela: tenamos quetrabajar desde muy pequeos para comer. A la escuela iban los nios ricos. Habaun maestro que iba a las casas del campo a ensear a leer y escribir; pero nosotros

    no podamos pagarle. Ni nosotros ni los dems. Los maestros tambin lo pasabanmal. Entonces naci el dicho: Pasas ms hambre que un maestro de escuela.

    Y entonces, qu hacais solos en el campo sin ver a nadie ni estudiar ninada?

    Bueno, tenamos vecinos. Ellos vivan un poco ms arriba, les llamabanLos de la Teja, y sus hijos jugaban con nosotros.

    El rancho de la Teja era una casa situada en la cima del monte, a unos

    trescientos metros subiendo la cuesta desde mi casa, y constaba tambin de doshabitaciones. La nica diferencia era que su tejado era de tejas y no de retamas,como la nuestra.

    La entrada de la casa daba al poniente; desde la puerta se divisaba el crucedel camino que vena desde Algar y tomaba dos direcciones: uno hacia el Norte,que se diriga al cortijo de Guadalupe; el otro pasaba por delante de mi casa ysegua luego hasta el molino.

    En la Teja vivan tres hermanos, de los que slo me acuerdo del nombre de lamuchacha: Mercedes. Del nombre de los varones no me acuerdo, pero los voy allamar Pepe y Andrs, para diferenciarlos. Pepe era ya un hombre de unos treintaaos, cuyo trabajo consista en machacar hojas de pita para fabricar cuerdas, ondasy toda clase de objetos derivados de esa planta. Mercedes era una preciosa ymisteriosa muchacha: pasaba el da delante del espejo peinndose la melena rubia,que le llegaba hasta la cintura, y permaneca siempre arreglada como si esperase

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    alguna visita.

    Andrs era el ms pequeo, tena doce aos, y era un sinvergenza: cuandosaba que mis hermanas y yo estbamos solos porque haba visto pasar a mi madrehacia el pueblo o hacia el cortijo de Guadalupe, donde a veces la llamaban paralavar y planchar la ropa, el nio bajaba hasta mi casa, llamaba a mis hermanas y,cuando nos asombamos, se bajaba los pantalones y nos enseaba la picha.Nosotros nos quedbamos atnitos al verle masturbarse ante nuestros propiosojos! Pasado el momento de estupor, empezbamos a tirarle piedras y a jurarle quese lo diramos a su hermana. l se rea, pues deca que su hermana no podahacerle nada: saba cosas de ella que no nos poda decir; pero si ella le pegaba, l selas contara a todo el mundo. Deca eso para que no intentsemos quejarnos a suhermana, que sin duda le dara una paliza si se enteraba de lo que nos haca, puesla chica era tan formal y educada como hermosa. Y si el novio vena a verla a solas

    en la casa, eso era algo que no nos importaba.

    Una de las veces que vino Andrs, cuando llam a mis hermanas con lospantalones bajados, sali mi hermano Jess, que se haba quedado sin trabajo, y ledio una paliza de muerte. Su hermana nos dijo que habamos hecho muy bien yque si volva a hacerlo que le volvisemos a pegar.

    Otro da estaba clavando una estaca junto a un montoncito de tierra quehaba al lado del camino, cerca de mi casa.

    Qu haces, Andrs? le pregunt yo.

    He enterrado aqu un tesoro y estoy sealando el sitio.

    Maana mi hermano vendr a ayudarme para subirlo hasta mi casa.

    Qu es un tesoro? pregunt yo, que no tena ni idea.

    No lo sabes? Un cofre con mucho dinero, collares y medallas de oro. Lo he

    encontrado yo, es mo me contest.

    Ensamelo, Andrs le rogu.

    Bueno, mralo; pero luego lo entierras otra vez.

    Vale! y me lanc a escarbar la tierra con las manos, hasta que toqu algo

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    que pareca ser una cuerda; la agarr y tir hacia arriba. Al verla di un salto y salcorriendo y chillando: un enorme lagarto verde, que tena pelos en el rabo y cabezamachacada, haba aparecido en mis manos. El hijo de puta, Andrs, se parta derisa.

    Con la llegada de la primavera, la ladera del monte se cubra de toda clase dehierbas y florecillas silvestres: jaramagos, violetas, campanillas, amapolas ymargaritas. Entonces nos gustaba jugar por las tardes y revolcarnos en la hierba;cogamos ramilletes de flores, que mi madre pondra luego en un vaso, lo mismoque Mercedes.

    Una tarde de aquellas, Andrs me llam aparte y me dijo que tena unsecreto y que, como yo era su amigo, quera compartirlo conmigo: conoca unafrmula para crecer rpidamente, hasta convertirse en un hombre. Entonces se

    agach y arranc una hierba con hojitas pequeas, casi redondas, de un colorverde-amarillo y tallo rojizo, que se conoca por el nombre de lechosa, pues alpartir el tallo se formaba una gota blanca como la leche.

    T ves la leche? Pues yo me la puse en la picha y por eso la tengo tangrande y me estn saliendo vellos alrededor. Si quieres te la pongo a ti tambin,para que se te ponga tan grande como la ma y que seas un hombre como tushermanos

    Yo lo pens un momento. Me imagin grande como mis hermanos, viviendosolo, trabajando y aportando dinero para mam.

    Venga, pnmelo le dije a Andrs.

    Andrs no se lo hizo rogar y en un santiamn me unt el pene con el lquidoblanco de la mata. Luego seguimos jugando hasta que se hizo de noche y volvimoscada uno a su casa. Yo siempre corra cuando bajaba hacia mi casa, dando gritospara espantar al miedo: me daba miedo la Luna, que corra a la par ma. Cuantoms corra yo ms corra la Luna. Adems, pareca que se rea, burlndose de m.

    Mis hermanas no se lo crean al principio, pero hicieron una prueba y vieron quecuando uno est parado la Luna est quieta; pero si echas a correr, la Luna tambincorre a la par tuya.

    Aquella noche me despert llorando porque quera orinar. Mi madre mepuso el orinal, pero yo no poda hacerlo: me dola mucho la pichita. Entonces mimadre se dio cuenta de que algo no iba bien: tena el pene hinchado, muy rojo, y

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    me supuraba un lquido blanco. Yo no cesaba de llorar, pero no le dije a mi madrelo que me haba untado Andrs.

    Mi madre me lav con jabn y me visti para llevarme hasta Algar para ver adon Juan, el mdico. Recorri conmigo a cuestas, de madrugada, los cincokilmetros que nos separaban del pueblo. Estaba amaneciendo cuando llegamos acasa de don Juan. l conoca a todas las familias de Algar, pues haba ayudado anacer a casi todos los nios y jvenes que haba en el pueblo. Conoca a quienpoda pagarle la consulta y a quien no tena ni para comer. Don Juan no les cobrabanada a los pobres, ni siquiera las medicinas que usaba en la consulta. A los quepodan pagar les cobraba segn los servicios que prestaba: consulta, inyecciones ycuras, asistencia a partos, visitas a domicilio, etc. A mi familia nunca le cobr.Cuando en Navidad le llevbamos un pavo o un gallo, criado expresamente para len agradecimiento por sus servicios, siempre lo rechazaba diciendo: Para qu os

    habis molestado? Yo os lo agradezco muchsimo, pero no me lo podra comersabiendo que vosotros lo necesitis ms que yo. Mejor es que lo guardis, puesvienen meses malos de lluvia y no habr trabajo en el campo.

    Aquella maana, cuando me vio, supo enseguida lo que haba pasado.

    Mara, a tu hijo le han puesto lechosa en el pito; eso es muy malo. Le voya poner una inyeccin ahora y otra esta tarde. Si sigue sin orinar maana y no le ha

    bajado la hinchazn coge el Amarillo y te lo llevas al hospital de Jerez. Vuelve esta

    tarde, y que no tome nada de lquido hasta que pueda orinar.

    Me puso una inyeccin que me doli ms que lo que me dola la picha. Nosquedamos en casa de unos parientes y por la tarde volvimos a ver al mdico paraque me inyectara de nuevo.

    Espero que con sta sea suficiente; si no, ya sabes: a Jerez. All le pondrnuna sonda le dijo el mdico a mi madre; luego, volvindose hacia m, mepregunt:

    Quin te ha puesto eso? Fuiste t mismo u otra persona?

    Fue Andrs, el nio de la Teja contest yo.

    No hizo falta ir a Jerez: al otro da, con un dolor terrible y llorando a marespude orinar, y en tres o cuatro das, con otras tantas inyecciones, me puse bien.Aunque a m me habra gustado ms que las inyecciones me hubiesen quitado el

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    dolor; pero no la hinchazn.

    Mi madre tuvo que ir a declarar al cuartel de la Guardia Civil: le haba dadouna tremenda paliza al nio de la Teja y sus hermanos la haban denunciado.

    Y qu le pas a tu madre, abuelo?

    Nada, no le pas nada porque ella se enfrent como una fiera a losguardias. Parece que an la estoy viendo gritando en el cuartel: Y qu paza zi zeme muere el nio, eh?, qu paza. Y zi ze me quea inuti?, eh? Quin me paga toezo? Y a mi nio, quin le paga t lo dolore que ha zufro? A eza gente hay quehacerle pag t lo gazto en medicina y del mdico que habemo teno!

    Abuelo, pero si has dicho antes que el mdico no le cobraba nada a ella!

    S, pero eso no lo saban los guardias.

    Y qu ms hacais para divertiros, abuelo?

    Algunas veces acompabamos a mam al cortijo del amo. Andando atravs del campo tardbamos una hora en llegar hasta l. Cada vez que bamospasbamos un mal rato al llegar a la entrada, pues haba un perro junto a la puerta,atado a una cadena, que se volva loco cuando alguien se acercaba. Se llamabaLobo. El animal daba tirones tan fuertes que pareca que en cualquier momento

    acabara rompiendo la cadena que lo sujetaba.

    Nosotros nos escondamos detrs de mam y, con mucho miedo, pasbamoslo ms lejos posible del perro, mirando cmo llegaba en cada salto a tan solo unospocos centmetros de nosotros. Pegados a la pared, en la esquina opuesta a aqullaen la que se encontraba el animal, entrbamos al cortijo y Uf!, respirbamos!

    Aquella puerta daba entrada a un patio grande que tena a su derecha la casaprincipal, donde viva don Manuel con su familia; a la izquierda haba una nave

    grande, el pajar; enfrente de la puerta de entrada se hallaban las cuadras y una salapara los jornaleros.

    Nosotros pasbamos el da jugando en el pajar: nos subamos en lo ms altodel montn de paja y nos tirbamos rodando hasta el suelo. El techo estaba lleno denidos de golondrinas, que revoloteaban alrededor, escandalizadas por nuestrosgritos. Pedrito Gonzlez, el hijo de don Manuel, un nio de diez aos de edad,

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    jugaba con nosotros al escondite por todas las dependencias del cortijo y nosllevaba hasta un sitio en el que haba una higuera grande, granados y un rbolcargado de melocotones, que all llambamos amascos. Comamos hastahartarnos, y luego recogamos unos pocos en un capazo para llevarnos a casa.

    Pedrito era un nio muy alegre, travieso y muy carioso con todos. Era muycampechano, no haca notar entre nosotros la enorme diferencia de clase social quehaba entre ser el hijo del amo de todas aquellas tierras y nosotros, hijos de un

    jornalero muerto de hambre.

    Su padre, sin embargo, era distinto: se haca respetar. Montado en su caballojerezano con su traje campero, peto de cuero y botas con espuelas de plata, nosaludaba a nadie inferior a l. Cuando hablaba era para mandar.

    La casa en la que vivamos era de su propiedad y sabamos que laconservaramos mientras trabajramos para l; luego, iramos a la calle. Estosignifica una forma de esclavitud: trabajar sin protestar ni pedir nada; cobrar lo tequieran dar por un trabajo de sol a sol; aceptar como pago de salarios los productosque sobraban en el cortijo: garbanzos, aceite, habas, etc. Una telera de pan, un kilode garbanzos y medio litro de aceite, podra ser el salario de una jornada detrabajo.

    A los jornaleros que trabajaban en la siega o en la recogida de garbanzos les

    llevaban la comida desde el cortijo: una olla grande de garbanzos cocidos, de lacual se haba sacado previamente el tocino y la carne.

    Mi madre tambin formaba parte de la cuadrilla de mujeres que recogan losgarbanzos. Al amanecer se cubra la cabeza con un pauelo y se protega los brazosy las manos del polvillo que sueltan las matas de garbanzos con unas manijas. Asvestida, se despeda de nosotros diciendo:

    Portarse bien, no pelearos. Mara, cuida de tus hermanos y de la casa.Cuando veis al medio da salir del cortijo la burra con la comida cogis un jarrito

    y venid adonde estoy trabajando, para comer.

    Mi hermana me obligaba a estar toda la maana mirando hacia el cortijo deGuadalupe. La hacienda estaba situada sobre un monte sin rboles, todo alrededorera tierra sembrada de cereales, y se poda ver claramente desde nuestra casa, apesar de la distancia, el momento en que sala la burra con la comida. Entoncescogamos los cazitos, cerrbamos la puerta de la casa y nos bamos a buscar la

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    cuadrilla de las mujeres. A veces llegbamos hasta ellas antes que la burra. Alprincipio, al capataz le haca gracia vernos llegar justo a la hora de la comida:

    Mara Shispenda! era el mote de mam. Ya ha llegao tu cam pa que led de com.

    Todos se rean, y el hombre que haba trado la comida nos llenaba lasjarritas de garbanzos.

    La comida siempre era la misma: garbanzos cocidos. Por eso algunasmujeres, hartas ya del men y sudorosas bajo tantas ropas en pleno verano, senegaban a comer y slo queran beber agua. Siempre sobraba comida, y el arrierose la llevaba de vuelta al cortijo para los cochinos. A pesar de eso, el capataz noquera darnos la comida, y a los tres o cuatro das nos prohibi ir a comer con la

    cuadrilla de mujeres: Oye Shispenda: ya ezt bien de cashondeo. La coma entraen el zueldo, y zi tuz hiho quieren com que ze lo ganen cohiendo garbanzo; y zino, que ze queen en tu caza. Yo no quiero que el amo me ria a m por culpa tuya,

    jo Aquello era falso: don Manuel nunca se meta en esas cosas. Era cosa de l,del capataz. Se cumpla as el dicho popular: No hay gente ms mala que un pobreharto de pan, o que un jornalero, cuando le dan un cargo.

    Del cortijo de Guadalupe salan carretas cargadas de grano para el molino.Cuando llegaban al valle, mis hermanas y yo salamos a su encuentro, y nos

    montbamos en los carros para ir a jugar con nuestra hermana mayor y los hijos delos dueos, y a comer rebanadas de pan tostado con manteca.

    Algunas veces, cuando no iba a la escuela, Pedrito vena con las carretas.Entonces s que nos lo pasbamos bien jugando con l y con sus primos, los hijosde los dueos del molino. No lejos de all haba un remanso en el ro, adondesolamos ir para baarnos. bamos despacio para sorprender a las nutrias quehaba en la orilla; pero, a pesar de nuestros cuidados, al vernos salan disparadas.

    Luego, cuando haban terminado de descargar el grano de las carretas y las

    haban vuelto a cargar con la harina, el pan y las hortalizas, inicibamos el caminodel regreso y nos bajbamos cerca de la casa. Cogamos la telera de pan que noshaba regalado la seora Ana siempre lo haca y subamos el camino hastanuestra casa.

    As pasbamos los das, los meses y los aos: sorteando dificultades,tratando de sobrevivir con alegra, esperando mejores tiempos. Hasta que un da

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    una maldicin cay sobre el valle, convirtiendo aquel bonito, tranquilo y prsperorincn en una tierra yerma, abandonada. Un infierno, donde la sospecha, el odio yel rencor consuman a las familias que lo habitaban, separndolas, destrozndolas,convirtindolas en enemigas las unas de las otras.

    La desgracia la trajo un joven de Ubrique, llamado Antnez, cazador furtivoy amigo de los contrabandistas del tabaco, que se encontr un da, por azar, con ungrupo de maquis en la sierra, y organiz un plan para ayudarles a salir de Espaa.

    Abuelo, ese Pedro Antnez, no es el que vino a verte un da cuandoestabas en el hospital?

    Miguel mir sorprendido a su nieta, preguntndose cmo poda tener tanbuena memoria para recordar a una de los centenares de visitas que fueron a verle

    al hospital cuando le amputaron las piernas.

    T te acuerdas de Pedro el de Ubrique?

    S, abuelo. Cuando se fue me cogi en brazos y me dio un beso. Y cuandollegu a casa me encontr cien euros en el bolsillo. Dijo que era tu paisano.

    Cario, se era el hijo del Pedro del que te hablo. Nos conocimos en Francia.Viva con su padre en Pars. l fue quien me cont la parte de la historia que yodesconoca, para ensamblar, como un puzzle, todos los acontecimientos quetuvieron lugar en Algar aquel ao. Segn me dijo, el encuentro de Pedro Antnez,su padre, con los maquis tuvo lugar al anochecer de un da del mes de diciembrede 1948. Pero esta historia merece un captulo aparte. Escucha:

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    Captulo 6

    Pedro Antnez vena de ver a su novia, una joven de Benahojn. Se le haba hechotarde y cuando lleg a la estacin se acababa de marchar el tren. No habra otro hasta cuatrohoras ms tarde para llevarlo hasta Cortes, a unos dieciocho kilmetros en la direccin de

    Algeciras. Luego tendra que subir una cuesta de unos ocho kilmetros que separaban laestacin del pueblo, situado en lo alto de la sierra, pasar la noche en una fonda y coger alamanecer el autocar de La Valenciana, que lo llevara hasta Ubrique.

    Decidi no esperar al tren. Atraves la va frrea y vade el ro Guadiaro para tomar

    una vereda que lo llevara, a travs de montes y barrancos, directamente hasta Ubrique, aunos veinte kilmetros del lugar donde se encontraba.

    Cuando lleg a la cima de la montaa se sent para descansar. Abajo se poda ver,pequeito, el pueblo de su novia, en donde comenzaban a encenderse las luces de sus calles.Despus, caminando por la ladera de la sierra, tardara dos horas en llegar a su casa. Estabaall sentado cuando vio salir a un hombre de un matorral, situado un poco ms abajo dedonde l se encontraba; detrs de l sali otro hombre y despus otro. Pedro se quedasombrado: haba pasado docenas de veces por aquel lugar y nunca haba visto aquel agujero

    cubierto con el matorral y parecido a la guarida de un lobo, de donde haban salido los treshombres. Estos se le quedaron mirando y uno de ellos, que llevaba una escopeta cargada alhombro, avanz hacia l. Pedro lo esper sentado, sin moverse, hasta que los dos hombres seencontraron frente a frente.

    Quin eres y qu haces aqu? pregunt el hombre.

    Soy Pedro Antnez y vengo de Benahojn, de ver a mi novia.

    Eres de Cortes? Quin es tu padre? continu preguntando el desconocido.

    Soy de Ubrique, y no tengo padre contest Pedro, algo molesto.

    Pues a Ubrique no te vas a poder ir ahora: ha oscurecido ya; es muy peligroso andarde noche por el monte. Vente con nosotros a pasar la noche. Somos maquis, pero no tengasmiedo

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    Entonces, muy intrigado, fue con l hasta donde estaban los dems y entr detrs deellos en el agujero, mientras uno de ellos sujetaba las ramas que tapaban la entrada. Cuandotodos estuvieron dentro el hombre cerr la entrada, soltando las ramas. Tambin puso unosalambres entre las matas y colg un cencerro en ellos: si alguien mova el alambre, el

    cencerro sonara y dara la alarma.Los hombres entraron a gatas dos o tres metros, luego el agujero se iba ensanchando,

    hasta que se pudieron poner de pie y uno de los hombres encendi un quinqu que habaall. Alumbrndose con l avanzaron unos metros por la galera, hasta llegar a lo que

    pareca ser una sala. sta tena varias lmparas de petrleo, distribuidas de modo que todoel lugar estuviese iluminado. Pedro no sala de su asombro, nunca haba visto nada igual!Era una cueva grande, como de veinte metros de dimetro. Del techo colgaban caprichosas

    figuras como de piedra de mrmol, de distintos tonos blancos, ocres y rojizos. Las paredesestaban llenas de figuras y relieves de formas raras: una tena la forma de un len; otra, la

    de una persona acostada. En las paredes laterales haba unos huecos parecidos a nichosgrandes, como habitaciones de tres metros de anchura; y en todas las paredes de la grutahaba pinturas o marcas, ms bien marcas, pues tenan la forma de un peine: una rayahorizontal y varias pas que salan de ella. Haba centenares de ellas; unas estaban en colorrojo y otras en negro. En medio de la sala haba un charco de agua, fra como la nieve y demedio metro de profundidad.

    Los hombres no le decan nada, le dejaban admirar aquella maravilla. Luego sedirigieron todos hacia un rincn de la sala y empezaron a bajar por una escalera de troncos.

    Un hombre empez a encender luces en la parte de abajo. Otro, que se qued arriba, apaglas anteriores. Aquel piso era muy parecido al de arriba. En un rincn de la sala habanueve columnas de diferentes grosores, alineadas unas al lado de las otras. Un hombre, quese llamaba Paco, fue hacia ellas y, cogiendo un palo, dijo:

    Escucha esto, chaval.

    Y golpe con el palo una columna tras otra: a cada golpe sala una de las notas de laescala musical. La Naturaleza haba construido un verdadero instrumento musical de

    piedra. Pedro se acerc al fondo de la sala, frente a la escalera de troncos de madera, pero

    Paco lo agarr por el brazo y le dijo:

    Cuidado, chaval! Hay un precipicio de ms de doscientos metros de profundidad.Acrcate despacio.

    Pedro se acerc y not una corriente de aire que suba por el barranco oscuro. Mirabajo: se vea luz en el fondo, como si fuera la estrella de la maana, el lucero del alba.

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    Esa luz es una boca por la que sale el agua, formando un torrente que va a buscar alro Guadiaro. Cuando vas en el tren lo puedes ver. Est entre Benahojn y Cortes, ms cercade Benahojn le explic Paco. Hay otro piso, ahora bajaremos.

    Baja t con el chaval, nosotros nos quedamos aqu dijo un hombre que pareca serel jefe. Esperaremos a que lleguen los compaeros que faltan.

    Paco encendi una antorcha y bajaron por otra escalera idntica a la anterior.Bajaron con cuidado hasta el piso siguiente. Era ms bonito an que los anteriores. En ste,la charca del centro de la sala tena a su alrededor como una pared de unos seis metros dedimetro y de unos cuarenta centmetros de altura, que le daban el aspecto de una pila demrmol; la pared que bordeaba la pila tena figuras en relieve que parecan coralesentremezclados con racimos de uvas. La Naturaleza haba realizado un trabajo maravillosoen las esculturas que rodeaban la sala.

    Pedro volvi a acercarse a la pared del fondo y mir abajo, al precipicio. Se oa elruido del agua al caer en cascada.

    Qu profundidad tendr el barranco? pregunt Pedro.

    Si calculas la altura que hay desde la entrada de la cueva hasta el nivel del ro, hayms de doscientos metros en lnea vertical contest Paco.

    Luego le cogi de un brazo y, rodeando la pila central, le acerc a un lateral de la

    cueva: entre cuatro columnas de piedra blanca y transparente, como si fueran de cristal, sehallaba el esqueleto de una persona. Estaba tumbado, mirando hacia arriba. El cabello negrode la melena estaba extendido y le sobrepasaba la cintura; las uas eran largas y un pococurvadas. El cuerpo estaba semienterrado con una capa de brillantes, o al menos eso

    parecan las miles de piedrecillas blancas y transparentes que lo cubran como si fuera unamanta. Slo estaban descubiertos un brazo, una pierna y la cabeza, con su larga cabelleranegra. El nicho en el que se encontraba pareca una suite real, con sus columnas y su techolleno de adornos, como tallados por un misterioso escultor.

    Quin era? le pregunt Pedro a su gua.

    No lo sabemos, ya estaba aqu. Dice el comandante que lleva miles de aos. Elmineral que la recubre a ella, y el que cuelga del techo y de las paredes, que parece mrmol ocristal, son estalactitas o estalagmitas, segn crezcan desde arriba hacia abajo o al contrario.Esa criatura se ech ah para morir, o la pusieron ya muerta, y se ha ido cubriendo de esa

    piedra hasta formar una sola pieza con ella. La mujer, o lo que sea, est fosilizada. Dice mi

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    jefe que se necesitan miles de aos para que se pueda formar esa capa de piedras sobre ella.

    Una vez terminada la visita subieron arriba con los dems. Estaban los dos hombresque Pedro conoca de antes y otros cinco que haban llegado mientras l visitaba la planta deabajo. Estaban abrigados con capotes, por la humedad, y se haban sentado sobre unostroncos de madera que les servan de taburetes, formando un crculo.

    Bueno muchacho, te hemos enseado esto, y eso no lo hacemos con cualquiera.Ahora queremos que nos hables de ti.

    Entonces, Pedro les cont toda su historia, y les pregunt si conocan a su padre: unsindicalista que haba huido al comenzar la guerra y que no haba dado seales de vidadesde entonces.

    El nombre de Antnez me suena, de cuando las huelgas de los trabajadores de latierra; pero no lo he visto nunca dijo uno de los hombres.

    A lo mejor lleg hasta Francia dijo otro.

    No creo; debe de estar muerto, si no nos habra escrito alguna vez para quesupisemos que estaba vivo y que nos reunisemos con l; pero no, nunca dio seales de vida

    contest Pedro.

    Puede que s o puede que no dijo el jefe. El correo no funciona bien y menos an

    el internacional. Se pierden muchas cartas, porque no hay medios para llevarlas; otras sonconfiscadas cuando llegan a los pueblos: las coge la Guardia Civil para enterarse de dndeestn. Muchos compaeros le han escrito a su familia para reunirse en algn sitio, y los hancogido a todos juntos. Nosotros tampoco hemos ido a ver a nuestras familias, ni lesescribimos, porque vendran a buscarnos y nos cogeran a todos. Estamos intentando salirde Espaa por Gibraltar, pero hay mucha vigilancia por aqu, debido a los contrabandistas,

    y no hemos podido acercarnos al Pen. Durante muchos aos, entrbamos y salamoscuando nos daba la gana. Nuestro cuartel general estaba en Tnger, y llegbamos en paterashasta Tarifa y Zahara. Pero ahora la cosa ha cambiado: ya han cado muchos de nuestros

    compaeros, sorprendidos por los guardias en plena sierra cuando trataban de traer eltabaco de contrabando, nuestro medio de subsistencia. Sin duda alguna fueron denunciados

    por otros contrabandistas. Ahora nosotros estamos cercados, acorralados, y no nos fiamos denadie. Tampoco conocemos a nadie de confianza que pueda ayudarnos, pues algunos denosotros venimos de lejos y no tenemos amigos por aqu.

    Ayudaros? Cmo os puedo ayudar? dijo Pedro.

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    Se trata de entrar en Gibraltar, coger un barco y salir de Espaa dijo el otro.

    Bueno, yo intentar averiguar algo, pues conozco algunas personas de La Lnea,pero no les puedo prometer nada con seguridad.

    Los maquis, al or esto, se animaron.

    Si salimos de Espaa, nosotros haremos lo imposible por encontrar a tu padre: enPars est la Sociedad de Antiguos Combatientes y Refugiados Espaoles. All puedenencontrarlo. Tienen las listas de todas las personas que se refugiaron en Francia y que luegolucharon contra los alemanes junto a la Resistencia Francesa; tambin tienen tablones deanuncios y revistas, donde ponen los mensajes de las personas que buscan a algn familiar,

    por si alguien las conoce que se pongan en contacto

    Pedro les prometi que los ayudara en lo que le fuera posible. Antes del amanecerabandon la cueva y lleg a su casa a tiempo de ver llegar el autocar de la compaa LaValenciana, que vena de Cortes y continuaba luego hasta Jerez.

    Abuelo Cmo poda Pedro ayudarles si ellos ya lo haban intentadotodo?

    Eso mismo le pregunt yo en Francia a un amigo de Ronda, un tal Bellido,que estuvo con los maquis. l me lo explic as:

    Una noche, a mediados del mes de diciembre, un fuerte temporal de agua y defuertes rfagas de viento azotaba la calle Oviedo en La Lnea. El agua, mezclada conexcrementos y orines, corra cuesta abajo.

    Pegado a la pared, saltando de vez en cuando sobre algn charco, un hombre lleg ala puerta de la Pensin Asturiana y llam. Mientras abran, el hombre ech una rpidamirada a ambos lados de la calle: estaba desierta. La puerta se abri unos centmetros,dejando ver, apenas, un rostro de mujer.

    Qu desea? pregunt.

    Me llamo Antnez; me esta esperando Manolo.

    Pase usted. Es en el primer piso, la habitacin nmero dos.

    El hombre se quit el sombrero, lo sacudi en la calle para que soltase el agua y se

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    limpi el barro de las botas; luego le dio las gracias a la mujer y subi la escalera. La puertade la habitacin se abri antes de que tuviese tiempo de llamar.

    Entra Pedro le dijo un hombre que se apoyaba en un bastn para andar. Sintate.Has cenado ya? No? Bien, le dir a Juana que nos suba algo. Ponte cmodo y scate un

    poco.

    Se asom al rellano de la escalera y grit:

    Juana! Sbeme media botella de vino fino y algo para pinchar le dijo cuando lamujer apareci bajo la escalera. Despus, volviendo a la habitacin, se sent en la cama,

    guard unos papeles que tena sobre la mesita en una carpeta y la puso encima de la colcha.Juana suba por la escalera.

    Primero vamos a comer algo y luego hablaremos dijo, y se sent junto a la mesa.

    Juana entraba en ese momento con una bandeja y la puso encima de la mesa. Labandeja estaba ocupada por media botella de vino del To Pepe, dos catavinos, un plato de

    pajaritos fritos, otro de taquitos de queso curado de oveja y taquitos de jamn, y un trozo depan moreno.

    No tena nada caliente para comer. Pero si quieren ustedes se lo preparo; tendrnque esperarse un rato dijo la mujer.

    Djalo, Juana, con esto ir bien contest Manolo; luego, dirigindose al visitante,dijo: Qu te parece, eh? Esto no lo comen ni los seoritos de Ubrique. Hay que cuidarse;la vida es dura Luego, mirando a la mujer, le dijo: Juana, te acuerdas de aquel chicoque trabajaba conmigo en el Pen antes del accidente?

    Claro! contest ella. Ah en la puerta no lo reconoc: han pasado algunos aosdesde entonces Pero ahora s, lo reconozco. Est hecho un hombre!

    Juana mir al muchacho sonriendo y luego sali de la habitacin.

    Bueno, cuntame, cmo ha ido el viaje? pregunt Manolo.

    Fatal: tres das lleva lloviendo a cntaros. He estado escondido en el monte duranteel da y caminando slo de noche, con tormentas, vadeando arroyos torrenciales, hasta llegara Palmones. Luego di un rodeo al llegar a la estacin de San Roque para esquivar a laGuardia Civil, que siempre est en la estacin. Despus, atravesando el campo, fui a buscar

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    la carretera de San Roque a Gibraltar. El Puente Mayorga estaba minado de guardias, por laplaya y por la carretera, parejas por todos lados dijo Pedro, llenando las copas y cogiendoun zorzal frito de la bandeja.

    El contrabando, hijo. Saben que sale de aqu y quieren evitar que pase, pero pasa:con caballos, a pie, como t esta noche, hasta con perros pasa! Hay guardias que estn encomplot y mandan las parejas a vigilar una zona, dejando al descubierto otras: por all secuelan. Luego hay que pagarles el porcentaje, si no ya no pasan ms. Quieres otra copa?Bebe, hombre!

    Pues habr que estudiar eso tambin. Esta operacin no puede fallar, hay que actuarsobre seguro contest el joven.

    No te preocupes, que todo se andar. Con dinero por delante no hay puerta que no

    se abra. Lo malo es eso, que hay que tener el dinero.

    Continuaron comiendo y contando ancdotas del viaje y de la vida cotidiana.Cuando terminaron, Manolo recogi la bandeja y limpi la mesa para colocar sobre ella sucarpeta.

    Ea! Vamos al grano. De qu se trata el negocio? pregunt.

    Bueno, Manolo. Se trata de pasar una docena de hombres a Gibraltar, y desde all,puesto que no se pueden quedar dentro de la Colonia, salir al extranjero: a Francia,

    Inglaterra a donde sea.

    Qu es lo que han hecho? pregunt Manolo.

    Eso no viene a cuento. Si tuvieran pasaportes no recurriran a ti, se marcharanellos por avin, por barco o por tren. Pero como no les dan el pasaporte y quieren irse, pues

    por eso estoy aqu hablando contigo.

    Bueno, hombre, vamos a ver: hay un cupo fijo de trabajadores que entran

    diariamente en Gibraltar, y cada uno debe presentar sus papeles en regla en la puerta de laAduana a la Guardia Civil. Despus est el control de los ingleses. Hay doscientosveinticinco inspectores de polica en Gibraltar para unos veinticinco mil habitantes: salimosa ms policas por persona que en cualquier pas de Europa. Adems est la polica militar ylos soldados del Pen. Cmo quieres t pasar doce hombres y embarcarlos sin que nadiese entere? pregunt Manolo sonriendo con irona.

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    De la misma forma que sacas t, Manuel, toneladas de tabaco, caf y otras cosaspeores que usan los seoritos en sus fiestas. Eso est tan vigilado y perseguido como puedanestarlo estos hombres Y nunca te han cogido. Se trata de usar el mismo mtodo que usas

    para el contrabando, pero al revs: en lugar de sacarlo clandestinamente del Pen, hay que

    introducirlo en l.Un momento! Un momento. No es lo mismo. Yo s que el contrabando est

    perseguido, pero la Guardia Civil no puede cubrir kilmetros y kilmetros de playas ymontes; siempre hay un sitio por donde pasar. Pero el Pen slo tiene una entrada: la verjade la aduana.

    Y las barcas que salen de Gibraltar y te dejan el tabaco en la playa, tambin salenpor la aduana? contest Pedro con una sonrisa burlona.

    Estn los carabineros y los guardacostas continu Manolo. Si se acercan, se tirala carga al mar y desaparecen las pruebas; no te pasa nada. Pero a unos hombres no los vasa tirar al mar, no crees? Vamos a calmarnos y a pensar un poco

    Entonces No hay forma de arreglarlo? dijo nervioso Pedro.

    Hay que estudiarlo hombre As de pronto no se ven claras las cosas. Se podranpedir doce permisos de trabajo prestados, ya me entiendes, y falsificar los documentosespaoles que tengan esos hombres para que coincidan con estos permisos; pero no No, esdemasiado complicado, demasiados papeles falsos. Adems, tendran que quedarse enGibraltar, y eso no lo permiten.

    Hay otro sistema: la patera dijo Pedro. Una barca coge a los hombres en unaplaya y los lleva a alta mar, a donde un barco los pueda recoger.

    Y los guardacostas?, estn durmiendo? la conversacin estaba ya volvindosesarcstica. La patera y el barco, aun saliendo bien, costara mucho dinero. Lo mismo que siviniera desde Gibraltar cargada de tabaco y caf. Y luego est el capitn del barco. Qucapitn querra parar para recogerlos?

    Qu hace un oficial de la Marina si ve una barca a la deriva y con gente enapuros?

    La recoge y la lleva al puerto, o la entrega a las autoridades en el lugar de destino.

    Pues de eso se trata, no? De recogerlos y llevarlos hasta donde se dirija el barco.

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    Siempre que sea a otro pas dijo Pedro, harto ya de tantas pegas.

    Bueno, Pedro, mirar la forma de hacerlo y te lo dir. Cmo puedo enviarte larespuesta?

    Con los porteadores de tabaco que hacen la ruta de Ubrique o los de la Sierras de lasCabras y de la Sal.

    T los conoces? pregunt extraado Manolo.

    Bueno! Hay dos que llegan por la sierra, hasta detrs de la venta del Tempul,siguen adelante y pasan cerca de la ermita del Mimbral, para buscar el pantano deGuadalcacn, la junta de los Ros, Arcos y Jerez. Estos hacen siempre un alto en el arroyodel Caballo, donde llegan al amanecer y esperan la noche para continuar. All, bajo los

    rboles del arroyo, descargan los caballos y esconden la carga, por si los descubren que veanlos caballos descansando, pero no la mercanca. Otros dos pasan por la sierra entre Ubriquey Cortes, por un sitio en donde yo acostumbro a poner mis perchas. T me haces llegar larespuesta de cualquier forma, para que yo me ponga en contacto contigo. Incluso por carta.Diciendo que te encuentras bien y con muchas ganas de verme, yo entender que todo vabien y que me tengo que poner en contacto contigo. Vale?

    Bueno, ya ver la mejor forma de hacrtelo saber. Una cosa quiero que tengaspresente, Pedro: sobornar guardias, falsificar papeles, una patera y el viaje en barco hastaFrancia u otro lugar, todo eso cuesta mucho dinero, ms de lo que t te imaginas.

    Ya lo comprendo, Manuel. Eso tambin lo deben de saber ellos.

    Bueno, qu vas a hacer ahora? Te quedas aqu esta noche o te vas?

    Me voy. Voy a ver si llego hasta la estacin de San Roque y me subo a algn tren demercancas que me lleve hasta la estacin de Cortes. Desde all subir hasta el pueblo ycoger el coche de lnea que me lleva hasta Ubrique.

    Como quieras, Pedro. T sabes que todo lo que tengo est a tu disposicin.Vale, hasta pronto Manuel. Voy a ver a la Juana, por la cena.

    No te preocupes. De eso me encargo yo. Ten cuidado, nio.

    Pedro baj las escaleras, Juana sali a su encuentro y sin decir palabra abri lapuerta de la calle, mir a ambos lados y dijo:

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    Todava llueve. Ten mucho cuidado, Pedro, y buena suerte!

    Pedro sali y desapareci por una esquina cercana al mercado de abastos. Cuandohubo desaparecido de la vista, Juana subi a la habitacin de Manolo y le pregunt:

    Qu es lo que pasa, Manuel?

    Juana, aqu hay negocio a la vista. Se puede ganar mucho dinero, muchsimo.Cunto daras t por escapar de la justicia?

    No s, segn por lo que me busquen.

    Debe de ser algo grave cuando se quieren ir, dejando su casa, su familia, su pas. S,debe ser algo grave dijo Manolo.

    Jess! Pobre hombre Cunto le vas a pedir?

    No se trata de uno solo, son una docena. Es muy arriesgado, pues si me cogen sercmplice y lo pagar muy caro. Si me arriesgo, tambin lo cobrar caro, una cosa por otra.

    Adems, habr que untar a mucha gente. Iremos anotando todo lo que nos gastemos: elprecio del viaje, los trmites de papeles, las comisiones Al total de los costes, le aadirtreinta mil pesetas para m solito. Para compensar los riesgos.

    Jess! Y de dnde van a sacar tanto dinero esos pobres? dijo Juana.

    Eso es problema de ellos, no mo.

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    Captulo 7

    Abuelo, te ests desviando. Me estabas hablando de Pedro

    S, hija; pero lo otro tambin forma parte de la historia. Te hablar de ellosms adelante.

    Pero, por qu fue a ver a ese hombre de ese modo?

    Haba querido comprobar por s mismo las posibilidades que tena de

    llegar hasta La Lnea, andando desde Ubrique a travs del monte y evitando elencuentro con la Guardia Civil. Lo hizo en tres das, caminando de noche porveredas y caminos. De da se paraba a descansar, tal como hacan loscontrabandistas. Rodeando los controles de la Guardia Civil, haba conseguidollegar hasta el lugar de la cita con Manuel, sin haber tropezado con ellos en unazona en la que, sin duda alguna, haba la mayor vigilancia de carreteras y de playasde toda Andaluca. Lo haba conseguido: Todo un xito!

    Y qu hizo Pedro cuando sali de aquella casa?

    Cuando sali de la fonda La Asturiana, Pedro cogi directamente por lacarretera. Ya haba cumplido el propsito del viaje y ahora no haba necesidad deocultarse. Su hijo Pedro me lo cont as:

    No haba nadie por la carretera a esas horas y haca mal tiempo. El cielo, cubierto denubes, amenazaba con llover durante toda la noche. Pedro caminaba de prisa y dio un

    pequeo rodeo en Puente Mayorga antes del control permanente de la Guardia Civil, pues,aunque ya haba cumplido su misin, prefiri pasar de ellos: si le paraban, le preguntaran adonde iba tan tarde y en una noche tan mala, y l no estaba seguro de poder convencerlos de

    que slo iba a coger un tren que lo llevase hasta Cortes. Por lo tanto, unos doscientos metrosantes de la curva en la que estaba situado el control, subi por una loma situada a la derechade la carretera hasta llegar a una casa, que estaba a oscuras y tena las ventanas y la puertacerradas. Los ladridos de un perro, atado en una esquina de la casa, lograron ponerlenervioso. Atraves la carretera dejando a su izquierda el control y continu recto a travsdel campo hacia otra loma, en cuya cima haba un cortijo que tena algunas ventanasiluminadas. Detrs del cortijo apareci una pequea aldea, llamada Guadarranque. Pedro

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    sigui recto, hasta que lleg a la estacin de San Roque. Haba adelantado unos treskilmetros, caminando por los atajos.

    Pedro mir la hora en el reloj de la estacin: eran las dos de la maana y cuarentaminutos. Hasta las siete no pasara por all el tren correo que se diriga hacia Granada,despus de dejar en Bobadilla parte de sus vagones para ser enganchados en otros trenes condestino a Mlaga o Madrid. Decidi continuar caminando por la va, a la espera de queapareciese algn tren de mercancas para subirse a l en marcha, pues en este tramo de lava frrea el tren circula muy despacio, debido a los frecuentes desprendimientos de tierrasobre la va y a la gran cantidad de tneles que hay desde San Roque hasta Cortes.Diecisis, haba contado Pedro en uno de sus viajes a La Lnea.

    A veces, entre un tnel y el siguiente tan slo hay unos metros. Estos huecos entretneles sirven de chimenea de salida de la enorme humareda que se forma en el interior cada

    vez que pasa un tren.

    Pedro haba caminado ya algo ms de tres kilmetros, cuando un ruido sordo y lasvibraciones de la va le hicieron volverse para mirar atrs: una locomotora, cuya chimenea

    produca algunas llamaradas entre el humo negro y espeso que sala por su boca, seacercaba. Tena un foco con una luz muy fuerte, que iluminaba la va unos cientos demetros por delante de la mquina. Cuando el maquinista vio a Pedro tir de una palanca yun silbido estridente sali por una pequea vlvula de vapor.

    Pedro se ech a un lado para dejar pasar al tren, que suba resoplando la suavependiente que lo llevara hasta el mismo corazn de la Sierra de Ronda. Era un largo convoyde vagones de madera. Unos estaban cubiertos y con puertas correderas; otros eran

    plataformas de carga, sin paredes ni techos.

    Pedro esper a que pasara un vagn que llevara las puertas abiertas, pero no tuvosuerte. Encontr uno que tena en la parte trasera una escalerilla, que suba a una torreta deobservacin adosada a la parte trasera del vagn. La torreta sobresala unos cuarentacentmetros del techo de los vagones y tena una ventanilla desde la que se vigilaba el techo

    y la carga de estos. En esas torretas a veces viajaba la Guardia Civil y algn empleado de

    RENFE; pero esta vez no viajaba nadie.

    Pedro ech a correr detrs del tren, alcanz la barandilla de la escalera que suba a latorreta y dando un salto se encaram al escaln, subi a la torre y se sent en un rincn. Sesenta satisfecho por el resultado del viaje. Haca diez aos que la Guardia Civil le vigilaba;a veces se presentaba de improviso en su casa, a distintas horas del da o de la noche,tratando de descubrir en ella a su padre, al que buscaban desde el comienzo de la Guerra

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    Civil.

    Cuando lo llamaron a filas le toc hacer la mili en Ronda, y all conoci a Carmen,su novia. La muchacha era de Benahojn. Una vez, estando ya licenciado, lo invitaron acenar en su casa. Estaban cenando cuando llamaron a la puerta. El padre de ella se levant

    para abrir y se encontr con una pareja de guardias, que le preguntaron si Pedro estaba enla casa y qu relaciones tena con la familia.

    Los vecinos de la calle, que durante los meses del verano sacaban sus sillas a laspuertas de las casas para tomar el fresco del anochecer y dedicarse tambin al noble oficio decriticar, chismear y publicar la vida de sus convecinos, hallaron con la visita de la GuardiaCivil a la casa de la novia de Pedro materia para varios das de habladuras. Los padres deCarmen se enfadaron con algunos vecinos y se pusieron serios y tirantes con Pedro, a la vezque se ensaaban con su propia hija:

    No hay suficientes muchachos en Benahojn que tienes que enamorarte de unforastero, que nadie sabe quin es, ni cules son sus intenciones! le gritaban.

    As, con estas u otras frases parecidas, lograron que Pedro y Carmen dejaran deverse. Pedro tena entonces veintisis aos. Su padre haba sido jornalero y fue nombradodelegado del Sindicato de la Federacin Comarcal del Campo de la Sierra de Cdiz. Comodelegado, asisti al Congreso II de la Federacin de Campesinos, celebrado en Jerez los das23 y 24 de febrero de 1933. En ese congreso haba representados 16 pueblos, con ms deveinte mil afiliados a los sindicatos. El tema del congreso era la situacin laboral, que eramuy mala: los terratenientes estaban introduciendo mquinas que hacan las labores queantes hacan los jornaleros. De esta forma se crearon grandes bolsas de parados en toda

    Andaluca. Los hombres iban de pueblo en pueblo buscando trabajo y ofrecindose a trabajarpor menos dinero. Esto, a su vez, produca enfrentamientos entre los jornaleros locales y losforasteros. En Medina Sidonia trataron de impedir que unos jornaleros de Vejer fuesencontratados, llamndoles esquiroles y enfrentndose a ellos; los propietarios llamaron a laGuardia Civil, que se li a tiros, matando a dos hombres e hiriendo a otros cinco.

    En aquel caso, la Guardia Civil defendi los intereses de los terratenientes, que slo

    buscaban sacar beneficio de la situacin de desempleo para pagar la mano de obra msbarata, en lugar de hacer respetar la Ley en vigor, decretada por el ministro de Trabajo,Largo Caballero, el 9 de septiembre de 1931. sta obligaba a los dueos de los cortijos y

    fbricas rurales a contratar en primer lugar a los parados locales y despus, cuando yaestuvieran todos trabajando, si hacan falta ms jornaleros se autorizaban las contratacionesde forasteros.

  • 7/25/2019 Pan Garcia Juan - La Pista Del Lobo

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    En respuesta a esto, los terratenientes decidieron no sembrar, y dedicaron la mayorparte de sus tierras a la ganadera y a cotos de caza.

    El Gobierno contraatac, expropiando las tierras no cultivadas. En la provincia deCdiz le ex