Panfleteros de Santiago

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    y su desafío a Trujillo

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    Los Panfleteros de Santiago

    y su desafío a Trujillo

    Santo Domingo, República Dominicana2009

    COMISIÓN PERMANENTE

    DE EFEMÉRIDES PATRIAS

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    PUBLICACIONES DE LA COMISIÓN PERMANENTE DE EFEMÉRIDESP ATRIAS 2004-2009, V OLUMEN NO. 17

    Primera edición:Comisión Permanente de Efemérides Patrias, marzo, 2007

     Título de la publicación:Los Panfleteros de Santiago y su desafío a Trujillo

    Selección final de textos:Edgar Valenzuela

    Diagramación:Eric Simó

    Diseño de portada:Cristian Cohén Simó

    Elizabeth Del RosarioImpresión:Editora Búho

    ISBN 978-9945-16-102-1

    LEONEL FERNÁNDEZ R EYNA 

    Presidente Constitucional de la República DominicanaLUIS M ANUEL BONETTI

    Secretario Administrativo de la Presidencia

     JUAN D ANIEL B ALCÁCER Presidente Comisión Permanente de Efemérides Patrias

     MU-K IENG A DRIANA  S ANGMiembro

    LIC. R  AFAEL PÉREZ MODESTOMiembro

     V IRTUDES URIBEMiembro

    HECTOR  L ACHAPELLE DÍAZMiembro

    R  AFAEL C ABRAL C ABRERA Miembro

    COMISIÓN PERMANENTEDE EFEMÉRIDES PATRIAS

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     AGRADECIMIENTO ESPECIAL

     Al Dr. Ramón Antonio Veras

    Sobreviviente de los atrevidos Panfleteros de Santiago,cuya valiosa labor de acopio de artículos y documentos 

     fue la fuente principal para la elaboración de este libro.

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    “Debemos continuar rescatando del anonimato a nuestros verdaderos 

    héroes y mártires, dando a conocer su ideario, su trayectoria de lucha 

     y afanes revolucionarios, reconociéndoles como nuestros únicos 

     prohombres acreedores de honrar con sus nombres nuestras escuelas,

     plazas y calles principales, desplazando muchos falsos ídolos de 

    barro que hoy ocupan esas posiciones señeras”.

    M ANUEL BUENO

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    ÍNDICE

    Presentación ............................................................................ 15

    IntroducciónLuis Gómez................................................................................ 19

    I. EN EL INFIERNO DE L A  40

    El recuerdo de su voz Manuel Bueno ............................................................................ 35

    Mi encarcelamiento José Tallaj ................................................................................... 45

    El infierno tan temido y Los Panfleteros de SantiagoRafael Valera Benítez ............................................................... 47

    La resistencia interna antes del 14 de junio de 1959y Los Panfleteros de Santiago José Israel Cuello ........................................................................ 51

    Matanza de 24 jóvenes de Santiago en La 40 iniciaetapa legal de la agrupación 14 de JunioTony Raful.................................................................................. 53

    Los Panfleteros de SantiagoRafael Cucuyo Báez Pérez.......................................................... 57

    1J4 De la apariencia a la esencia y Los Panfleteros deSantiagoDr. Ramón A. Blanco Fernández.............................................. 59

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    Los Panfleteros de SantiagoLuis Salvador Estrella ............................................................... 61

    Los PanfleterosRoberto Cassá ............................................................................63

    Las visitas de la tía muerta Manuel Bueno ............................................................................ 67

    II. ORÍGENES DE LA  CONSPIRACIÓN

    Santiago a finales de los años 50 José Tallaj ................................................................................... 81

     Wenceslao Guillén (Wen)Ramón Antonio Veras ............................................................... 89

     Wen Guillén y Los Panfleteros de Santiago Manuel Bueno ............................................................................ 93

     Wenceslao Guillen, El EncuentroRamón Antonio Veras ............................................................... 99

     Wenceslao Guillén, Sus ComienzosRamón Antonio Veras ............................................................. 103

    Los Panfleteros de SantiagoRamón Antonio Veras ............................................................. 105

    Los Panfleteros de SantiagoRamón Antonio Veras ............................................................. 107

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    Entrevista a Marcelo BermúdezRafael Rodríguez ......................................................................111

    Por Manuel Bueno y su saludRamón Antonio Veras ............................................................. 119

    Manuel Bueno (1 de 2)Pedro Delgado Malagón ...........................................................121

    Manuel Bueno (2 de 2)

    Pedro Delgado Malagón ...........................................................125Hasta siempre, Manuel BuenoRubén Echavarría ....................................................................129

    El anonimato de Los PanfleterosRafael Rodríguez ......................................................................133

    III. EN TORNO  A  LOS P ANFLETEROS

    Una calle para Wenceslao Guillén .....................................139

    Respuesta a una calle para Wenceslao Guillén................141

    Una calle para Pedro Jaime Tineo Tejada ........................143

    Radhamés Gómez Pepín respalda iniciativa ....................146

    Un parque para Los Panfleteros de Santiago ...................149

    Respuesta a un parque para Los Panfleteros de Santiago .. 151

    Una tarja para Los Panfleteros de Santiago .....................152

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    IV. EPÍLOGO

    El analfabeto Manuel Bueno ..........................................................................157

    Datos biográficos de los autores ........................................163

    Bibliografía ............................................................................169

    Publicaciones de la Comisión Permanente

    de Efemérides Patrias 2004-2007 .....................................171

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    PRESENTACIÓN

    El libro que el lector tiene en sus manos constituye,sin dudas, una de las publicaciones más singulares de las

    que ha auspiciado la Comisión Permanente de Efeméri-des Patrias.

    En enero de 1960, cuando se produjo la gran redadallevada a cabo por el tenebroso Servicio de InteligenciaMilitar (SIM) contra los integrantes del Movimiento Revo-lucionario 14 de Junio, en la ciudad de Santiago fueron de-

    tenidos alrededor de 32 jóvenes que habían distribuidounos panfletos denunciando las violaciones y atropelloscometidos por la dictadura en detrimento de sus adversa-rios políticos.

    Los organismos de inteligencia pronto ubicaron a losjóvenes autores y distribuidores de los referidos panfletos(de los cuales el mayor no pasaba de 21 años de edad) y,tras ser detenidos, se les confinó en la cárcel de La 40, don-de fueron sometidos a horripilantes torturas por parte delos esbirros de Johnny Abbes García, sin tomar en cuentala circunstancia de que se trataba de unos mozalbetes toda-

     vía en la plenitud de sus vidas.Mientras estuvieron aherrojados en las ergástulas de ese

    antro infernal que fue La 40, a los jóvenes santiaguenses seles conoció con el nombre de “Los panfleteros de Santia-

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    go”. Entre el 29 y el 30 de enero de 1960, en la cárcel de La40, fueron asesinados 27 jóvenes.

    Los que por obra de no se sabe qué milagro sobrevi- vieron a esa pesadilla dantesca, evidentemente quedaronmarcados para siempre hasta el punto que prefirieron re-primir en una lejana zona del subconsciente tantos supli-cios así como los nombres de sus amigos de adolescenciaque pagaron con sus vidas la audacia de haber distribui-do aquellos panfletos en los que, entre otras cosas, pro-pugnaban por el derrocamiento del tirano Trujillo. Se hadicho, incluso, que no fueron los panfleteros un grupoconstituido al azar, sino que muchos de ellos pertenecíana otro grupo político más organizado que se conocíacomo “Unión de Grupos Independientes de Santiago(UGRI)”.

    Han transcurrido ya más de cuarenta años del tiranicidioy muchos son los libros publicados que desde diferentesperspectivas examinan tanto la figura como la obra y elrégimen de Trujillo. Dentro de esa vasta bibliografía, hay libros que evocan y exaltan con merecida justicia las luchasy sacrificios realizados por el pueblo dominicano para des-

    hacerse del dictador y establecer un régimen de libertadespúblicas. Sin embargo, en no pocas de esas obras, la trage-dia de “Los panfleteros de Santiago” ha sido tratada muy escuetamente. Hacía falta, pues, un texto dedicado a resca-tar del olvido ese penoso episodio y que al mismo tiemporindiera merecido tributo a la memoria de los jóvenes queinocentemente ofrendaron sus vidas en los días finales dela lucha del pueblo dominicano contra la satrapía de

     Trujillo.

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    Nuestro agradecimiento al doctor Ramón Antonio Veras, uno de los sobrevivientes del grupo de los

    panfleteros, por su valiosa contribución para que esta obrafuera posible. Asimismo, al doctor Luis Gómez Pérez,quien en 1960 formaba parte de la resistencia contra Trujilloy se encontraba preso en La 40 cuando fueron ingresadoslos jóvenes panfleteros de Santiago. Junto con el ingeniero

     José Israel Cuello, el doctor José Tallaj y muchos otros lu-chadores antitrujillistas, ellos fueron testigos de cuantoocurrió con esos infortunados jóvenes, cuyo arrojo les costónada menos que sus vidas.

     Tal vez no sea posible obtener los nombres de todoslos inmolados, pero gracias a la Fundación Testimonio seha podido elaborar la siguiente lista de los jóvenes márti-res santiaguenses: Wenceslao Guillén Gómez, Manuel Ar-

    mando Bueno Pérez, Pedro Jaime Tineo Tejada, LuisPrud´homme, Manuel Medina, Pedro Bourdier, Frank Benedicto Rodríguez, Homero Herrera, Miguel Luna Es-trella, Félix Tavárez Vila, Ramón Antonio Hernández,Francisco Ulles Lee, Reynado A. Santelises, Ignacio Méndez,Rafael Antonio Cabreja, Enrique Almánzar, Alfonso Marte,

     Víctor González, José (Cheché) Contreras, NapoleónSánchez, José Camilo Disla, Eugenio Perdomo, Enrique(Cuquito) Pérez, Ramón Liviano, Ramón Mejía, HerminioPolanco, Henry Streese Cepeda, Pedro Jaime Tineo, JorgeCury y José Armando (Chicha) Díaz, entre otros.

    Con la publicación del presente libro, la Comisión Per-manente de Efemérides Patrias, se propone contribuir asituar en un justo plano histórico el caso de los panfleterossantiaguenses, a través de diversos artículos, documentos y 

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    pasajes extraídos de otros textos en los que diferentes au-tores (entre los que hay quienes padecieron en carne pro-

    pia los rigores de las torturas en la cárcel de La 40) brindanun testimonio de primera mano acerca de la inmolación delos jóvenes santiaguenses conocidos como “Los panfleterosde Santiago”.

    El 29 de enero de 1960 fueron asesinados vilmente los27 jóvenes que integraban el llamado grupo de lospanfleteros. La sociedad dominicana, en especial la socie-dad de Santiago, debería declarar el 29 de enero de cadaaño como el “Día de los Panfleteros de Santiago”.

     JUAN D ANIEL B ALCÁCER PRESIDENTE

    COMISIÓN PERMANENTE DE EFEMÉRIDES P ATRIAS

    Santo DomingoEnero del 2007

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    INTRODUCCIÓNLuis Gómez 

    En muy pocas ocasiones, pudo encontrarse un conjun-to de intelectuales y profesionales de tanta valía esclare-

    ciendo un hecho histórico que ha pasado desapercibidopor la intelectualidad dominicana, por lo menos si la to-mamos en su conjunto. De ahí lo encomiable de la decisiónde la Comisión Permanente de Efemérides Patrias de echara andar estos testimonios tomados de 8 libros y 5 artículosperiodísticos.

    Siguiendo el desarrollo de cada uno de los trabajos re-tuvimos aquellas ilustraciones que ayudan al lector en laconformación de un cuadro integral sobre los denomina-dos Panfleteros de Santiago, que como nos parece, apunta-laron un movimiento con peculiaridades dignas de estu-diarse en cualquier época histórica. Especialmente en éstadonde la unidad de los revolucionarios dominicanos esigualmente decisiva para poner sobre sus pies un país queavanza de cabezas, justamente por haber perdido sus prin-cipales guías desde los años finales de la tiranía trujillista.

    I.- Iniciamos nuestro recuento llamando la atención so-bre aquellos materiales que, aunque aparecen en la segunda

    parte: “Orígenes de la Conspiración”, contienen referen-cias a las condiciones imperantes y a las características dela Unión de Grupos Revolucionarios Independientes

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    (UGRI): José Tallaj, Luis Estrella, Roberto Cassá, MarceloBermúdez, Negro Veras y Manuel Bueno.

     José Tallaj… un clima asfixiante…“Vivíamos en unadictadura, más bien tiranía, que llevaba 30 años. Existía unclima asfixiante, de inseguridad y terror, por doquier habíael nombre de Trujillo o su familia, en ensanches, calles, es-tadio, etc. Y además de eso una estrecha vigilancia, causade zozobra, de los carritos del Servicio de InteligenciaMilitar (SIM), unos Wolswagen, llamados cepillos, con elsonido característico de su motor, causante de que los pro-pietarios de vehículos de esa marca decidieran guardarlopara evitar confusión y por demás, un sistema de delatores(calieses) en toda capa de la sociedad de tal manera que sesembró la desconfianza entre amigos y aun familiares, puesquien menos se pensaba podía ser un informante…”. José

     Tallaj. Ob. Cit. pág. 83-84.Luis S. Estrella…todas las capas sociales dominica-

    nas concurrían… “Es bueno destacar que en su obra,Luichi Estrella, también dice que en la resistencia contra

     Trujillo, refiriéndose a la etapa de los Panfleteros de San-tiago, “en el movimiento se integraban profesionales,

    empresarios, algunos sacerdotes, estudiantes, obreros y campesinos. Era la primera vez que todas las capas socia-les dominicanas concurrían a la formación de neto corteantitrujillista”. Luis Salvador Estrella. Los panfleteros deSantiago. Ob. Cit. Pág. 61.

    Roberto Cassá… extensión de los Panfleteros de San-tiago a Mao y Santo Domingo…“Al igual que la ACC diolugar a ramales del 14 de Junio, lo mismo aconteció con lospanfleteros, quienes extendieron la conspiración a Mao. El

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    sastre Enrique Almánzar, después de haber distribuido volantes en Santiago junto a Domingo Cepeda, Camilo

    Disla y Miguel Luna, se trasladó a residir a Mao. Con rapi-dez, Almázar sumó a propósitos conspirativos a RamónMata Echavarría, quien a su vez conquistó a Fulvio FelipeMadera, José Eduardo Sánchez, y estos a otros más”.

    “Asimismo, se inició la extensión del movimiento a SantoDomingo: uno de los principales panfleteros, un zapaterode la calle Restauración esquina Talanquera, junto a Ra-món Leal y Ariel Estrella, entregaron volantes a doscapitaleños, que los repartieron en la Universidad y otroslugares”. Roberto Cassá. Ob. Cit. Pág. 64.

    Marcelo Bermúdez…contacto con el 14 de Junio…“Ellos sabían que en el país se conspiraba contra Trujillo porque Wenceslao Guillén había hecho contacto

    con Luis Gómez Pérez y Cayeyo Grisanty, miembros delmovimiento 14 de Junio. Grisanty, Gómez, Pérez y Guillénsostuvieron la reunión, a instancia de Manolo Tavárez Jus-to, en el Parque Duarte, frente al restaurant Antillas, paraatar los planes antitrujillistas que estaban delineados ya”.Marcelo Bermúdez. Ob. Cit. Pág. 113.

    Negro Veras… desde 1956… “Wenceslao Guillén(Wen), como le decíamos sus amigos, organizó a princi-pios del año 1956, conjuntamente con otros compañeros,a todos los que para esa época en Santiago manifestabaninquietudes políticas contra el régimen de Trujillo”.

    “La labor política de Wen era activa, militante e inteli-gente. Su primera actividad fue en la Escuela Normal don-de hizo contacto con sus compañeros de estudios y luegocon todos los estudiantes que le merecieran confianza para

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    luchar contra Trujillo en los marcos que permitieran elrégimen”.

    “Después de tener cierta base política en el seno delos estudiantes y de algunos profesores, Wen centralizósus actividades en organizar a los pequeños grupos dejóvenes intelectuales que se reunían en el Ateneo Aman-tes de la Luz”.

    “Una vez que Wen contó con una amplia base de apo-yo entre los estudiantes, profesores y algunos jóvenes coninquietudes intelectuales, decidió unir a los hombres y mu-jeres que en los barrios populares de Santiago sentían des-precio por el régimen de Trujillo, pero que no estaban or-ganizados”. Negro Veras. Ob. Cit. Págs. 90.

    Manuel Bueno… se trazó un plan de acción …“Su pen-samiento político era de una claridad y conciencia increí-

    bles para el momento incierto que le tocó vivir, llegando alconvencimiento que sólo desde dentro se podía hacer larevolución, contrario a la vana ilusión de otros que soña-ban con las armas que “iban a ser arrojadas a los patiosdesde el aire”. Las armas están aquí, las tienen ellos mis-mos, y solamente tenemos que prepararnos para aprender

    a quitárselas, solía expresar a sus íntimos. Por eso prefirióformar su propio grupo de noveles y confiables futuroscombatientes, al cual bautizó con el nombre de “Unión deGrupos Revolucionarios Independientes” (UGRI), aunqueno por eso dejó de mantener contacto con el Movimiento“14 de Junio”, a través del padre Cruz Inoa y de Cayeyo

    Grisanty”.“Se trazó un plan de acción que consistía de varias fases,empezando con el desarrollo simultáneo de la capacidad

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    física a través del ejercicio y la adquisición de concienciapolítica por medio del estudio. Sostuvo la tesis de que se

    debía ir minando paralelamente la estabilidad del régimen,mediante progresivas acciones de propaganda y sabotaje,las que puso en marcha inmediatamente con la colocaciónde letreros de “Abajo Trujillo” en las paredes de escuelas y calles”. Manuel Bueno. Ob. Cit. Págs. 95.

    Los textos reproducidos en este primer momento per-miten pensar los Panfleteros de Santiago como un grupoen gestación, pero con proyecciones de mucho aliento:

    1. José Tallaj nos ofrece el cuadro que objetivamentelanzaba a cualquier revolucionario a la lucha anti-trujillista con lo que tuviera a su alcance.

    2. Luis S. Estrella refiere esa tendencia con toda

    claridad.3. Roberto Cassá nos da cuenta de la propagación de

    este movimiento hacia el noroeste y hacia el este.

    4. Negro Veras explica como se trataba, no de un mo- vimiento improvisado, sino de un proceso que ibatomando cuerpo desde 1956.

    5. Manuel Bueno describe lo que llama un plan de ac-ción fundamental aportando consideraciones gené-ricas pero de mucho valor.

    6. Marcelo Bermúdez rememora la vinculación de laUGRI con el 14 de Junio, algo que permitió un in-tercambio de experiencias y expectativas enrique-

    cedoras para ambas uniones, porque en lo más pro-fundo el 14 de Junio era también una unión de gru-pos revolucionarios independientes.

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    II.- A partir de aquí nos ocupamos de la primeraparte: En el Infierno de la Cuarenta. Nos decidimos por

    resaltar algunos pasajes que ayudan a entender como elmartirologio de los Panfleteros de Santiago se colocóen el umbral de la heroicidad más desafiante. La des-cripción realizada por Rafael Valera Benítez nos metede sopetón en el verdadero infierno de la Cuarenta. Másadelante, aparecerán los testimonios de José Israel Cue-llo, Rafael Cucullo Báez y Ramón A. Blanco Fernández,en cuyas memorias se describe el clima del martirio. Aseguidas los de Tony Raful y Manuel Bueno donde el he-roísmo desafiante enardece a los quisqueyanos de todoslos tiempos.

    Rafael Valera Benítez…una orgía de sangre…“Durantedos noches estuvimos asistiendo a algo nuevo para noso-

    tros: unos repentinos y totales apagones y el cierre de ladoble puerta de hierro y madera de cada celda. Todo esta-ba cerrado por completo y oscuro como boca de lobo:era el escenario para la matanza. En esas noches, no cesa-ron de oírse alaridos y jadeos aún en medio del ruido quehubo que producir con el motor de una inservible camio-

    neta que utilizaban, en ocasiones, para ahogar las manifes-taciones excesivas de las matanzas. Detrás de los murosque nos aprisionaban, en medio de la oscuridad, se desa-rrollaba una orgía de sangre que nosotros, sin embargo,percibíamos. Un equipo de matarifes, encabezado por elestrangulador Manolo Domínguez, uno de los más depra-

     vados asesinos de todo el régimen trujillista, ejecutó lamatanza de los adolescentes de Santiago”. Rafael ValeraBenítez. Ob. Cit. Págs. 49-50.

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     José Israel Cuello…ahorcados uno a uno…“A ellos lossacaron de nuevo de las celdas cerca de las 8 de la noche

    (ahí era difícil apreciar la hora de la noche) y los fueronmatando uno a uno con el método de la soga y los dospalitos, ahorcados, y los colocaban de dos en dos en uncarro Volkswagen para tirarlos en una fosa común en elcementerio obrero, el cementerio que está en la parte altade la calle Ortega y Gasset. Ese grupo sería de 27, eran lospanfletistas de Santiago. Su delito: regar un volante repro-ducido con corcho y hollín de carbón vegetal que decía:“con perdón de la expresión, Trujillo es una mierda”. JoséIsrael Cuello. Ob. Cit. Pág. 52.

     Tony Raful…digan a los muchachos del barrio quemuero como un hombre…“El verdugo llamado ClodoveoOrtiz, fue de los principales ejecutores de la muerte de los

    24 jóvenes. Un sobreviviente, el señor Juan Bautista Carrióndice: “Una noche, con mis compañeros de presidio, vi tor-turar en la silla eléctrica a un joven humilde de Santiagoapodado “Chivirico”, a quien Clodoveo Ortiz asesinó per-sonalmente. Luego de haberle aplicado varios choques eléc-tricos, lo bajó de la silla de un solo empellón y luego el

    calié Pascual Clemente le asestó varios palos en el corazón.Momento después Clodoveo Ortiz llamó al joven José O.Espertín, a quien manifestó que el turno le tocaba a él y quepor ser mayor que Chivirico resistiría menos. Frente a esaspalabras, Oliva Espertín, a quien se le conocía por el apo-do de “Machón”, manifestó a sus compañeros que él sabíaque iba a morir, pero que los que quedaran vivos les dije-ran a los muchachos de su barrio que él había muerto comoun hombre” (y murió como algo más, como un héroe, ante

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    el miserable carcelero que le arrancaba la vida. Loor a sumemoria. Tony Raful. Ob. Cit. Págs. 53-54.

    Cucullo Báez… El contenido de los sacos… Transcu-rridas algunas horas comenzamos a escuchar algunos que-jidos y muchos ruidos, luego una tranquilidad asustadiza.Me subí hasta la claraboya de la celda y vi como sacabanunos sacos llenos y los metían en el baúl de unos carros. Elcontenido de los sacos eran los panfleteros. Los iban asesi-nando de una punzonada en el corazón. El relato de dossobrevivientes de ese holocausto era aterrador. RafaelCucullo Báez. Ob.Cit . Pág. 57.

    Ramón Andrés Blanco Fernández…el Generalísimo Trujillo había decidido… “Conforme a las informacionesque obtuve en aquellos tiempos, horas después de haber-me trasladado de la solitaria número 2 a la número 1 de La

     Victoria, llegaron a este centro carcelario varios agentesacompañados del capitán de la Policía Dante Minervino, abuscar a los jóvenes que estuvieron conmigo, y que poste-riormente fueron conocidos con el sobrenombre de “LosPanfleteros”. La finalidad para la cual decían aquellos agen-tes que los buscaban era, en principio, aclarar algunos asun-

    tos relativos a los interrogatorios.Cuando estuvieron todos reunidos en un lugar de La40, les informaron que el Generalísimo Trujillo había deci-dido, no obstante la gravedad de los hechos cometidos,ponerlos en libertad, para que se fueran al extranjero.

    Entre las cosas que les exigían para ponerlos a salvo,estaba la condición de que firmarán una comunicación di-rigida a sus familiares para informarles que por la voluntadmagnánima del “Benefactor de la patria” y “Padre de la

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    Patria Nueva”, Rafael Leonidas Trujillo Molina, todos ha-bían sido enviados a otros países del continente america-

    no, donde podrían desenvolverse sin grandes contratiem-pos”. Ramón A. Blanco Fernández. Ob. Cit. Pág. 59.Manuel Bueno…a todos nosotros nos van a matar, y tú

    eres quien tiene las mayores posibilidades de sobrevivir, demanera que tienes que hacerte cargo…“Ya en La 40, Wen sedestacó –frente a sus torturadores–, de la mayoría de losjóvenes que iban cayendo prisioneros, por su valentía y ex-traordinaria capacidad para resistir el dolor, y su firmezapara enfrentar los interrogatorios manteniendo la postura”.

     “Por éste y muchos otros gestos de valor los matonesa sueldo de La 40 le apodaron “el célebre Wen”, y así lehacían llamar de la solitaria para cada interrogatorio. Re-cuerdo su figura desafiante, aunque encorvada por los tan-

    tos golpes recibidos, desnudo y esposado al frente, al ins-truirme en la sala de torturas, de cara al escritorio del abo-gado: “Escribe tu declaración tal cual te estoy diciendo,cuidando de no involucrar a nadie más, léela bien antes defirmarla, no te vayas a marchar pidiéndole perdón al hijode puta ese”.

     “O luego, en las solitarias del sótano del Palacio de laPolicía –a los que fuimos trasladados catorce de nosotros,la madrugada del 21 de enero de 1960 desnudos en guaguacelular–, enseñándome Manolo, y haciéndome jurarle con-tinuar la lucha, pues ya tenía una clara convicción: “A to-dos nosotros nos van a matar, y tú eres quien tiene las ma-yores probabilidades de sobrevivir, de manera que tienesque hacerte cargo”. Él tenía entonces veinte años, y yo quin-ce”. Manuel Bueno. Ob. Cit. Págs. 96-97.

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    Los nuevos textos permiten, sin ningún esfuerzo, en-tender lo que llamamos el pasaje del martirologio a la he-

    roicidad desafiante.1. Rafael Valera Benítez. El dantesco cuadro repro-

    ducido por Valera ha dado la vuelta al mundo, lle-nando de estupor a sus lectores. Pero el propio

     Valera admitió ulteriormente que su descripciónhabía quedado corta porque aquel espectáculo era

    indescriptible.2.  José Israel Cuello. Los desquiciados matarifes de

    La Cuarenta en esas dos noches memorables eligie-ron el ahorcamiento como la vía más silenciosa paradeshacerse de los Panfleteros, ignorantes de que conello hacían su trabajo para convertirlos en los hé-

    roes-mártires que algún día sacralizará el mundo.3. Tony Raful. Machón pudo decir lo que cada uno delos Panfleteros quiso gritar. Si cuaja la propuesta deuna tarja para los Panfleteros de Santiago, la excla-mación de Machón podría ser la frase a consagrar.

    4. Cucullo Báez. Nunca antes, sacos manipulados pormanos abyectas, fueron como esa noche,

    auspiciosos ataúdes.5. Ramón A. Blanco Fernández. Trujillo y sus de-

    monios de La Cuarenta no podían advertir que el viaje por ellos camuflado, acabaría significando unexquisito tránsito hacia la gloria.

    6.  Manuel Bueno. Al héroe-mártir no se le enturbia

    la mente con la proximidad de la muerte, más bienlo contrario, se vuelve mas lúcido y resuelto. Esefue el caso del “célebre Wen” .

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    IIa.- Como un acto de justicia destacamos la singulari-dad de Manuel Bueno en las opiniones de Rubén Echavarría,

    Negro Veras y Pedro Delgado Malagón.Rubén Echavarria…el fusil de su tío…“Manuel Buenoera y es aquel joven que en el 65 tomó el fusil de su tío, elentonces general Juan Pérez Guillén, para combatir al ladode las fuerzas constitucionalistas. Y el mismo que en unabril de la patria recorrió durante un trecho las peligrosas

    calles de la zona norte junto a Yolanda Guzmán, la patriotaque arengaba a los dominicanos al combate antes de serasesinada. Rubén Echavarría. Ob. Cit. Pág.130-131.

    Negro Veras… Manuel Bueno era la persona más ser- vicial y solidaria del mundo…“Conocí a Manuel Buenoen el 60, en casa de su gran amigo Virgilio Perdomo, aquien trató de salvarle la vida antes del famoso 12 de ene-ro del 72”.

    “Recordar a Manuel es evocar algún favor que de unmodo u otro te haya dispensado. Porque sin que nadie lodude, Manuel Bueno era la persona más servicial y solida-ria del mundo. Recordarlo es evocar el trato afectuoso, laconversación amena, la franqueza absoluta. Pero también

    es evocar lo inesperado, el suspenso, el riesgo permanen-te”. Negro Veras. Ob. Cit. Pág. 130.

    Pedro Delgado Malagón… nadie debe olvidar… “Peronadie deberá olvidar que miles de hombres como ManuelBueno han luchado para quitar a su pueblo los grillos delos pies, y que poco hemos hecho después –poco hacemos

    ahora– para quitar a este pueblo los grillos de la cabeza,porque la ignorancia es el camino de las tiranías”. DelgadoMalagón. Ob. Cit. Pág. 126.

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    III.- Calles, Parques, Tarjas…. para los Panfleteros.Esta tercera parte (En torno a Los Panfleteros) contie-

    ne las cartas con las demandas, principalmente de Negro Veras, tras acciones municipales que rememoren la historiade los Panfleteros. Se trata de un clamor que debería sersecundado por todos los patriotas dominicanos y no sólopor los munícipes de Santiago, pues el valor que encarna-ron estos héroes anónimos, terminará finalmente siendoasumido como patrimonio de la patria dominicana y nosólo de la patria chica santiaguera, aún cuando a ella co-rresponde –claro está– entonar la primera clarinada.

    Es por demás pertinente este clamor: Calles, Parques, Tarjas… para los Panfleteros, pero, quien sabe, si ha llega-do el momento para luchar por un día del calendario do-minicano en su honor… el día 29 de enero de cada año.

    IV. Si no uso esa Filosofía, me joden. El epílogo deltexto (El Analfabeto) recuerda la hazaña del supuesto anal-fabeto, que en realidad era una de las más señeras encarna-ciones de la originalidad ugrista: Fellito. Se trató de un granardid, muy legítimo para ciertos luchadores poco conoci-dos, pero que requiere de una inteligencia, de un valor y de

    una capacidad de simulación excepcionales. Cualidades, queen Fellito sobraban.He aquí el cuadro que habíamos concebido como pre-

    sentación de Los Panfleteros de Santiago y su desafío a Trujillo.

    El hilo conductor de cada una de sus partes (ya puedeentenderse):

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    1) La coherencia del revolucionario al encontrar for-mas de lucha, no importa los métodos elegidos por

    opresores y dominadores.2) Probar esa coherencia buscando como Manuel Bue-no y Fellito sobrevivir físicamente a la tortura ocomo Guillén y Machón sobrevivir históricamenteen la memoria de las nuevas generaciones de revo-lucionarios.

    La antología de testimonios directos e indirectos so-bre los Panfleteros de Santiago, y el fervor desplegadopor la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, ensu proyección futura, apuntan decisivamente hacia am-bos empeños.

    10 de enero de 2007

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    EL RECUERDO DE SU  VOZ Manuel Bueno

    “Ahora sí me jodí”, pensé la noche que me dejaron ab-solutamente solo. “Esperar mi turno con serenidad”, me

    dije para consolarme. Entonces fue cuando comprendí loque era una solitaria. Solo con mis pensamientos, mis te-mores y mis recuerdos. Los primeros días de cautiverio,entre gritos, torturas y maldiciones, el tiempo tenía otramedida. Cada día traía sus propias alternativas:interrogatorios, latigazos y aberraciones; nuevos conspira-

    dores que llegaban y viejos torturadores que se iban parasiempre. Instantes eternos entre un corrientazo y el siguiente;la cadencia acompasada del “güebo de toro” al cruzar lasespaldas desnudas y los teclazos esporádicos de los escri-bientes. Música de fondo a todo volumen al unísono de losmotores encendidos de los “cepillos” para acallar losestertores de los moribundos. Todo se sucedía en una se-cuencia mucho más rauda que el ritmo de la respiración”.

    “En el silencio de la solitaria sólo se advertía la tibiezade los fantasmas, y el aroma impenetrable de la muerte. A

     veces, interrumpido el silencio por el toque de diana, seoían las notas lejanas de “Salón Méjico” en los ensayos dela banda policial, al compás de los latidos del corazón”.

    “¿Dónde estarán a esa hora Wen y el Alemán? ¿Quésería del profesor Tineo y del negrito Prud’homme? ¿Vivi-

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    rían todavía Ucho Capri y Díaz Hernández? ¿Serán de ellostodos estos espíritus que vienen a visitarme?”

     “Al principio me cagaba del miedo, me engurruñabaacostado en el suelo frío y me cubría el rostro con los bra-zos. No soportaba que me oprimieran los hombros, queme halaran los pies. Me estremecía y contrariaba que meacariciaran la nuca. Sin embargo, siempre agradecí que unade estas almas en pena, compadecida de mi soledad y mitristeza –dijo en casa que se acercó a mí para consolarmey me dejó tranquilo al notar mi sobresalto–, fue la quellevó sosiego a mi afligida madre diciéndole que me en-contraba triste y solo, pero a salvo”.

    Estando allí, solito con mis pensamientos, me puse apensar, por primera vez, en los míos que habían quedadoatrás. En mi madre, con atención especial. Porque mi pa-

    dre podría estar roncando a esas horas, pero mi madre, sinduda alguna, estaría desvelada y con los ojos hinchados detanto llorar. Fue entonces cuando quise hacer este tratoconmigo mismo: “Ya que han pasado todos estos días y nohe podido llorar por mí, y mi madre sí lo ha hecho, luegodéjame llorar por ella”. Hice todo el esfuerzo, pero no

    pude. En cambio, si brotaron de mis ojos dos lagrimasfurtivas cuando pensé que me iría de este mundo sin cono-cer el amor: “Tantas chicas buenas y bellas en mi pueblo,en el vecindario y en la escuela, y no llegar a querer a ningu-na de ellas”.

    “Aquí fue cuando reparé en Francisco, el prisionero dela celda vecina. Era la segunda solitaria del pasillo. La míaera la primera y daba de frente a la escalera. Oí su voz lla-mándome a través del postigo. O mejor dicho, llamando a

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     ver si quedaba alguien con quien hablar. Liz era el compa-ñero que más hablaba con Francisco, a veces. Díaz

    Hernández también habló con él. Yo nunca quise acercar-me a la puerta a hablar con nadie, excepto al Sargento Valerio, quien, aparentemente, me distinguía. Supimos dela existencia de Francisco para los días eternos de los gri-tos eternos de Enrique. En varias ocasiones se asomó arogarle que se callara”.

    Para mí, la voz refrescante de Francisco llegó comouna bendición. Inmediatamente dejé de sentirme solo y me incorporé de un tirón a contestarle. Le di los buenosdías y mi nombre. También tuve que darle los nombresde mis padres, de todos mis hermanos. De mi novia nopude decirle nada, lugar de procedencia, año escolar,motivos de mi prisión, etcétera. Todo me lo preguntó.

    Me hizo más preguntas en sólo diez minutos que todaslas preguntas que me hicieron en “La 40” durante doshoras continuas de interrogatorios. Pero era reconfortante.Luego habló de él, de su familia. Francisco era un granconversador. Habló con cariño y nostalgia de su esposa y de sus niños. Del tercero que ya venía de camino. De cómo

    cayó preso: “Fue por una delación”, me dijo. Su mujerera española, campesina como él, y vivían muy felices enuna casita de la colonia agrícola de Baoba del Piñal. Mecontó cómo la conoció, trabajando de peón para su pa-dre, un gallego testarudo, pero muy buena gente. Prontolo quiso como a un hijo y lo llenó de consejos. Buenos y malos, a escoger.

    “Al día siguiente ya éramos grandes amigos y la con- versación tomó un giro trivial. Pronto me di cuenta de que

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    él debía contentarse con relatar sus pequeñas vivencias, sustormentos. Pero así y todo, no era lo mismo que quedarse

    uno callado, doblemente encerrado entre cuatro paredes y en la soledad de los pensamientos. Me encantó que me con-tara y me pareció comerlo-, acerca de aquel dulce de lechepura, amasado en forma de huevo y dejado cocinar, porquince días, dentro de un coco de agua, sellado, en la calde-ra de un ingenio. Me contó lo de una cocaleca que él prepa-raba en base a granos de arroz y ajonjolí unidos con mielde abejas, de unos yaniqueques rellenos con picadillo depechuga de colibrí de cómo cochinillo manso se convirtióen cochinillo jíbaro de cómo ratoncito Pérez cayó en laolla por la golosina de la cebolla de cómo las gentes delcamino pusieron de mojiganga al hombre, al niño y al bu-rro de la perrita traidora que le comía la comida a doña

    Dora de cómo María estaba lavando y se le acabó el jabóny así por el estilo hasta toser y luego volver a toser paraentonces despedirse, ronca la voz, con un “Hasta luego”.

    “Cada mañana, sin anuncio previo, a una hora determi-nada, nos hallábamos ambos, cada cual detrás de sus ba-rrotes, iniciando un diálogo cualquiera. Reíamos, celebrá-

    bamos, chismeábamos y, a veces, muy queda la voz, perosin aspavientos, uno de los dos sabía que el otro sollozaba,embriagado por los recuerdos”.

    “El veintinueve de enero, como a la una de la madru-gada, dormía. Rudos golpes en la puerta de madera meestremecieron. Eran los toques fatídicos y las voces fatídicasde los que venían a buscarme. Los mismos toques y lasmismas voces que vinieron a buscar a Enrique, a Liz, y porúltimo, a Díaz Hernández. Era, al fin, mi turno”.

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    Me ordenaron salir al pasillo y así lo hice. A ponermela ropa, y repliqué que cuál ropa, si desnudo como estaba

    me habían trasladado desde “La 40”. Entonces, los doscalieses intercambiaron miradas, se encogieron de hom-bros y uno de ellos masculló al subalterno que así no po-drían llevarme, que debían regresar a buscar alguna pren-da y que volverían luego. Un soberbio empujón, y de nue-

     vo al calabozo. Ya no pude dormir más. De ninguna manera hubiera

    podido hacerlo, pues Francisco, despertado por el bulli-cio, estaba en su puesto. Y cuánto le agradecí, y le seguiréagradeciendo, que en esos momentos me quisiera entrete-ner con sus fantásticos cuentos. No valía que el sargento,desde la casa de guardia, le ordenara hacer silencio. Hubie-ra tenido que azotarlo, amordazarlo o guardarlo más aden-

    tro. Y así se pasó las horas, contándome muchos cuentos.La mayoría repetidos, pero al fin, sus grandes cuentos. Hastaque volvieron los hombres con una camisa de muerto.

    “Ahora si me jodí”, dije para mis adentros. Abierto elcerrojo, salí al pasillo con la frente erguida y las rodillastemblando, tanto de frío como de miedo. Me puse la cami-

    sa a cuadros que me alargaron y, mientras la abotonaba,Francisco decía frases de aliento. Intenté avanzar hasta supuerta, no tanto para un último adiós, sino para conocerlo,pues su voz me era ya íntima, pero no así su mirada ni lasonrisa que mi imaginación fue construyendo.

    “Un pescozón, en mitad del oído derecho, me hizo de-tener el paso y retomar conciencia de la realidad. “Adiós,Francisco”, le dije desde lejos y él me respondió: “Hastaluego”.

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    “Desde aquí, hasta los años venideros, la historia se si-gue escribiendo, pues yo salvé el pellejo y me pude dedicar

    a contar todos mis cuentos. Pero no tuve sosiego, pues miquerido Francisco, o por lo menos su voz, quedó eterna-mente impregnada en mis adentros”.

    “La voz de Francisco, sonora, risueña, juvenil, limpia y sin matices de engaños ni desalientos, me persiguió parasiempre. La comparaba cotidianamente con las voces delos nuevos amigos que fui adquiriendo, pues mis viejosamigos, los amigos del Jefe los mandaron al infierno. Se meparecía, a veces, a las voces de muchas de las novias queentonces desfilaron en mi elenco. A la voz hombruna demi esposa, cada vez que se ponía tierna y cariñosa. A las

     voces de mis chiquillos, chillando al jugar conmigo, segúnfueron creciendo.

    “A la voz de Francisco, su voz nítida y clara, de timbresmusicales y de corte perfecto, la perseguí yo por muchotiempo. La anduve buscando en todos los conciertos. Enla plaza, en el teatro y en los cementerios. En el cine, en lossupermercados y en el resto del comercio. Confiaba, y has-ta soñaba, que al voltear la cara en el preciso momento de

    escuchar y reconocer mi voz, llamándome por mi nombre,rodeado de su mujer, de sus hijos y su suegro, ahí estaríaFrancisco, confundido en un abrazo con su antiguo vecinocarcelario, su compañero”.

    “Así pasaron los años: la voz de Francisco persiguién-dome a mí, eternamente, y yo angustiado, en continua y obsesiva persecución de su voz”.

    Cierta mañana de finales de diciembre, mi nuevo amigo Arturo,, el del porte perpetuo de pavo real de los tiempos

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    del comando, y de una hermosa voz para el canto (ya viejoamigo con el paso de los años), me invitó a acompañarle a

    uno de los viajes rutinarios de inspección que exigía su tra-bajo. Y, coincidencialmente, por primera vez en mi vida,caímos en Baoba del Piñal, o mejor dicho, en lo que queda-ba de la antigua colonia agrícola de españoles fomentadapor el Jefe.

    Sin decir media palabra me fui separando de Arturo,me fui desplazando por aquí y por allá, preguntando, dis-cretamente, donde podría encontrar a un pobre campesi-no, a un obrero del arroz llamado Francisco, casado conuna españolita, hija de un gallego de la colonia; así nadamás, Francisco, sin otro nombre y sin apellidos, pues sedesvanecieron de mi memoria con la misma lentitud que sefue desvaneciendo el sublime recuerdo de su voz. Desde

    luego sabía, tenía la certidumbre, de que, luego de encon-trarme frente a mi viejo amigo y yo me identificara y él meabrazara y me hablara, su voz resurgiría dentro de mí conla misma frescura, con la misma intensidad, con los mis-mos matices límpidos y juveniles que acariciaron mis oí-dos en aquellos cruciales momentos.

     Así llegué, de casa en casa, hasta una casita bien pareci-da a la que Francisco me describió en sus delirios. Me de-tuve a observarla y me brincó el corazón. No había dudaalguna: esta era la casa de Francisco. Y, sin más titubeos,procedí a tocar. Toqué con cierto nerviosismo, pero toquéfirme para que se me oyera. Esperé bastante tiempo y na-die respondió. Volví a tocar un poco más fuerte y seguíesperando. Iba a tocar una tercera vez y, entonces, la puertase abrió.

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     Vista de una delas sillas eléctri-cas donde tor-turaron hastamatar a lospanfleteros deSantiago, ob-

    sérvense los ca-bles eléctricosen la pared.

     Vista de frente de la

    silla eléctrica dondese torturaban a losenemigos del régi-men de Trujillo.

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     Apareció una señora pequeña, muy blanca, de pelo grisy ojos tristes, pero de mirada muy serena. Era más vieja

    que la mujer a la cual Francisco describía, con su voz, des-de la solitaria que para entonces era su morada. Pero, sinduda, era ella. Y todavía muy bella.

    Entonces, sin más preámbulos, me dispuse a pregun-tarle si hablaba con la esposa de Francisco, y, no sé comopude recordar lo que me dijo, si fue que me desplomé alcontestarme, que, desde hacía mucho tiempo, antes de quenaciera la niña que le dio su primer nieto, ella no era laesposa de Francisco, sino su viuda.

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    MI ENCARCELAMIENTO José Tallaj 

    El teniente Alicinio Peña Rivera se dirigió a mí y medijo:

     —Tallaj, tú que eres un joven que goza de simpatías enSantiago, que tienes una profesión y estás produciendo mu-cho, que eres el médico de mis hijos, de los hijos de casi todosnosotros, ¿cómo piensas que con panfleticos y sermones decuras se va a tumbar un gobierno tan fuerte como éste?

     Yo, como me había enterado por Nigero Albaine del

    interrogatorio a Ramón Mejía (a) Actividad, y no que-riendo empeorar mi situación, pues supuse que él no sa-bía de mi participación en el complot, le contesté mos-trando mucha extrañeza.

     —Teniente, la verdad es que yo no sé por qué me hantraído, yo no sé nada de lo que usted me está hablando.

     —Mira, Tallaj –me responde Peña Rivera–, yo no séqué decirte, pero te tengo que enviar a Ciudad Trujillo,pues de allí te pidieron por radio y no depende ya de mí.

     A un gesto del Tte. Peña Rivera el Tte. Mercado mecondujo hasta la planta baja a la oficina del oficial del día.Sentado en el escritorio estaba un sargento a quien pocosdías antes le había atendido a una hija con tifoidea. Cuando

    él creía que yo no le miraba de reojo con el rabillo del ojo,se quedaba viéndome y movía su cabeza casi impercepti-blemente de un lado a otro como quien se está condoliendo

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    de mi suerte. En ese momento pensé que, aunque sintieramiedo, debía mantener la mente lo más fría posible para

    poder discernir lo que mejor fuera para mí.Pocos minutos después me montaron en un carro y se dirigieron a la fortaleza San Luis a buscar otro preso, Manuel Bueno, y de ahí al cuartel del SIM en la Ave.Bartolomé Colón donde, luego de esposarnos, nos trasla-daron a un Wolswagen (un cepillo) rumbo a Ciudad Trujillo.Nos escoltaba el Sgto. Puello, quien conducía, y el Tte. AlbaMartínez. Cada vez que el vehículo cruzaba por un puebloel conductor del mismo informaba a la estación centraldiciendo: X48 llamando a estación central, estamos pasan-do por Licey, Moca, etc. En la recta de Bonao se detuvie-ron a pedido del Tte. Alba Martínez que se estaba dur-miendo por los trasnoches que tenía y fueron a beber café

    en un puesto de venta y nos trajeron para que Manuel Bue-no y yo bebiéramos.

    Cuando al llegar a Piedra Blanca el vehículo iba a en-trar a la Autopista Duarte, construida hasta ahí, el Sgto.Puello al comunicarse con la base dijo:

     —X48, llamando a estación central, estamos entrando

    a la Autopista con los paquetes, qué hacemos con ellos. Ahí me asusté de verdad, recordando que a Marrero Aristy, pocos meses antes, luego de asesinarle lo derricaron,simulando un accidente, por la carretera a Constancia, enel lugar llamado Casabito y en ese momento me recordédel Padre Nuestro y empecé a rezar.

    El viaje continuó sin contratiempo hasta llegar a Ciudad Trujillo, donde fuimos conducidos a la Cárcel de La 40.

    Fuente: Un médico en La 40.

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    EL INFIERNO  TAN  TEMIDO  Y  LOS P ANFLETEROSDE S ANTIAGORafael Valera Benítez 

    “...Cada prisionero tenía ya su escena preparada cuan-do entraba a La 40. La noche que yo llegué al antro de

    tortura, aquello parecía la obra de alguna alucinacióndantesca. En todo el patio de la prisión y en sus diversasdependencias se torturaba del más diverso modo en me-dio de un frenesí bestial en que aparecían, entremezclados,esbirros y hombres desnudos y esposados dando alaridosy revolcándose como gallinas decapitadas. No es poco el

    impacto que produce en el ánimo más aplomado, contem-plar a un hombre, indefenso y desnudo, vuelto una masade carne lacera convertido en una especie de cebra bípedacon todo el cuerpo cubierto de surcos negros y sanguinolentos causados por pelas de más de doscientosazotes que se aplicaban con foetes, gruesos alambres y tu-bos de material plástico. Los alaridos provocados por apli-cación de corriente eléctrica, con su efecto quemante entodo el sistema nervioso, tienen un carácter particularmenteondulante y desgarrador y la escena de un hombre desnu-do y amarrado a una poltrona recubierta de láminas decobre, es en especial dramática: la víctima se retorcía alrecibir las descargas eléctricas y las contracciones de su cuer-

    po y los rictus del rostro que se sucedían entre aullidos dedolor, producen una visión realmente insoportable. Mien-

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    tras tanto, el coro de torturadores, en medio de las pausas, vertía toda suerte de chistes y sarcasmos con respecto a

    las víctimas, en tanto practicaban la diversión de apagarcigarrillos, de manera continua, en los cuerpos de los ma-niatados en La Silla. Cuando alguien perdía el conocimien-to, como consecuencia de las pelas aplicadas en un cua-drilátero denominado El Coliseo por dos o tres esbirrosa la vez, sobre el cuerpo despellejado, sanguinolento y encarne viva del cautivo era derramada una lata de agua desal o se le sentaba en La Silla para reanimarlo con descar-gas eléctricas”.

    “Por otra parte, un potente foco que producía una luzenceguecedora le quemaba a uno el cerebro mientras elinterrogatorio avanzaba, aun en el caso en que se cerraranlos ojos. El Coliseo también era usado para hacer entrar en

    acción a dos perros amaestrados que eran azuzados contrael cautivo –siempre desnudo y esposado– que sufría unataque intermitente con pausas de 30 segundos a un minu-to, lapso en el cual, se reanudaba el asediante interrogato-rio para darle paso a una nueva acometida de los canes.Los perros, como verdaderos seres humanos, obedecían

    de manera automática, tanto la orden de atacar como la desuspender el ataque. Aquello era un sistema de tortura físi-ca y psicológica: los perros, aún cuando suspendían pororden de los esbirros el ataque, permanecían prácticamen-te encima de la víctima gruñendo y en espera de la nuevaseñal para acometer otra vez. La aplicación de los tuboseléctricos en las partes vitales era cosa común, pero lo másterrible de todo aquel catálogo infernal no estuvo consti-tuido, precisamente, por la cuota de tormento que cada

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    quien recibía. En fin de cuentas, llega un momento en queel dolor físico, intensificado gradualmente, lo sumerge a

    uno en una nebulosa, en una especie de duermevela en laque la mente llega a ponerse en blanco y sobreviene el des-mayo y se produce una extraña insensibilidad. Todavía másinsufrible que el propio castigo recibido es la contempla-ción o percepción auditiva del tormento que soportan losotros. Y Johnny Abbes García sabía esto y lo tenía en cuen-ta en su trabajo”.

    “La noche del 29 y el amanecer del 30 de enero de 1960,un total de 27 muchachos con una edad promedio de 13 ó14 años fueron asesinados en La 40. El grupo había sidodenominado Los Panfleteros de Santiago por haber im-preso y distribuido un volante en la ciudad de Santiago delos Caballeros, en el que se insultaba a Trujillo y se exhorta-

    ba al pueblo a la insurrección. Algunas de las víctimas te-nían sólo diez y once años. Eran niños en realidad. Pero eltirano era en especial sensitivo con su persona y ese tipo deconducta oposicionista estaba deparada, pues, para la máxi-ma sanción. Unos días antes, se le hizo firmar a cada unocarta en la que daban constancia de haber sido puestos en

    libertad por orden de Trujillo y agradecían tal medida: erauna añagaza para obtener una falsa prueba de que el SIMlos había libertado y para no responder de sus desapari-ciones luego de que fueran asesinados.

    “Durante dos noches estuvimos asistiendo a algo nue- vo para nosotros: unos repentinos y totales apagones y elcierre de la doble puerta de hierro y madera de cada celda.

     Todo estaba cerrado por completo y oscuro como bocade lobo: era el escenario para la matanza. En esas noches,

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    no cesaron de oírse alaridos y jadeos aún en medio delruido que hubo que producir con el motor de una inservi-

    ble camioneta que utilizaban, en ocasiones, para ahogar lasmanifestaciones excesivas de las matanzas. Detrás de losmuros que nos aprisionaban, en medio de la oscuridad, sedesarrollaba una orgía de sangre que nosotros, sin embar-go, percibíamos. Un equipo de matarifes, encabezado porel estrangulador Manolo Domínguez, uno de los más de-pravados asesinos de todo el régimen trujillista, ejecutó lamatanza de los adolescentes de Santiago”.

    “La brutalidad exhibida por la tiranía contra “LosPanfleteros de Santiago”, abrió los cauces a través de loscuales la indignación se propagó hasta los círculos más ín-timos del dictador”.

    Fuente: Complot develado.

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    Los Panfleteros de Santiago y su desafío a Trujillo

    L A RESISTENCIA INTERNA  ANTES DEL 14 DE  JUNIODE 1959  Y  LOS P ANFLETEROS DE S ANTIAGO José Israel Cuello

    “A mí me tocó ir con Villamán en el traslado demonía-co de La 40 a La Victoria, que se produjo tras la matanza

    de los panfletistas de Santiago en la noche del 29 y 30 deenero. Durante el día sacaron a los panfletistas. En la celdanuestra había uno llamado el Chino Liriano; como a lasnueve y media de la mañana fue sacado de la celda y llegómuy contento, llegó muy alegre, porque había firmado unacarta dándole las gracias al Jefe por haberlo puesto en li-

    bertad. Dijo: “Me sueltan ahorita. Pero acabando de decir:“me sueltan ahorita”, le leyó a Villamán en la cara (¡viejopreso, experto en eso!), lo que significaba la firma. Me suel-tan ahorita porque firmé tal cosa”. Y la cara de Villamánera la de “te llevó el diablo”.

     Trujillo se cuidaba de eso, no sé por qué ni para qué.Iba a matar a una gente y hacía firmar una carta dándole lasgracias porque lo había soltado. Pero para Villamán fueclaro: Para mí, un ratito después, cuando Villamán dijo:Mira, lo van a arreglar…

    “Entonces El Chino se pasó el día entre la euforia por-que lo van a soltar y la angustia porque lo van a matar.Pasaba un rato contento, diciendo: “qué va, me sueltan”, y 

    otro diciendo testamentos: “Mira, cuando tú vayas a San-tiago, si algún día te sueltan, mi mujer se llama Mercedes,

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    yo soy El Chino Liriano, tengo un taller de ebanistería en lacalle Libertad, en Pueblo Nuevo, etc.

    “De más está decir que cuando fui no existía ni Merce-des, ni calle Libertad, ni Pueblo Nuevo, ni nada de eso,porque una familia de esa extracción ¿a dónde va a pararfrente a la tragedia del jefe de familia? ¡Quién sabe dóndefue esa familia a parar!”

    “A ellos los sacaron de nuevo de las celdas cerca de las8 de la noche (ahí era difícil apreciar la hora de la noche) y los fueron matando uno a uno con el método de la soga y los dos palitos, ahorcados, y los colocaban de dos en dosen un carro Volkswagen para tirarlos en una fosa común enel cementerio obrero, el cementerio que está en la partealta de la calle Ortega y Gasset. Ese grupo sería de 27, eranlos panfletistas de Santiago. Su delito: regar un volante re-

    producido con corcho y hollín de carbón vegetal que de-cía: “Con perdón de la expresión, Trujillo es una mierda”.

     Así nos trasladaron a La Victoria, una noche, despuésdel asesinato, del fusilamiento de ese grupo de muchachosde Santiago; nos trasladaron a La Victoria en 6 ó 7 guaguaspoliciales, todos desnudos y nos metieron en las llamadas

    solitarias de La Victoria.

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    M ATANZA DE 24 JÓVENES DE S ANTIAGO EN L A 40INICIA ETAPA LEGAL DE LA  AGRUPACIÓN 14 DE JUNIOTony Raful 

    “...24 jóvenes antitrujillistas de Santiago fueron electro-cutados en la Cárcel La 40 en la famosa silla eléctrica. Se

    conocieron con el nombre de “Los Panfletistas” y conspira-ron contra la dictadura de Trujillo distribuyendo volantesanti-gobiernistas y pegando en los postes de luz de la ciudadcibaeña un letrero que decía: “Trujillo es un mierda”.

    Un calié llamado Luis Rafael Mendoza era un informa-dor de los jóvenes panfletistas de Santiago ya que les avisaba

    y les daba datos sobre persecuciones y crímenes. Los mu-chachos de Santiago fueron previamente torturados hasta lasaciedad y luego sentados en la famosa silla eléctrica.

    El verdugo llamado Clodoveo Ortiz, fue de los princi-pales ejecutores de la muerte de los 24 jóvenes. Un sobre-

     viviente, el señor Juan Bautista Carrión, dice: “Una noche,con mis compañeros de presidio, vi torturar en la silla eléc-trica a un joven humilde de Santiago apodado “Chivirico”,a quien Clodoveo Ortiz asesinó personalmente. Luego dehaberle aplicado varios choques eléctricos, lo bajó de lasilla de un solo empellón y luego el calié Pascual Clementele asestó varios palos en el corazón. Momento despuésClodoveo Ortiz llamó al joven José O. Espertín, a quien

    manifestó que el turno le tocaba a él y que por ser mayorque Chivirico resistiría menos. Frente a esas palabras, Oli-

     va Espertín, a quien se le conocía por el apodo de “Ma-

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    chón”, manifestó a sus compañeros que él sabía que iba amorir, pero que los que quedaran vivos les dijeran a los

    muchachos de su barrio que él había muerto como unhombre” (y murió como algo más, como un héroe, anteel miserable carcelero que le arrancaba la vida. Loor a sumemoria).

    El relato de Mendoza continúa: Inmediatamente Ma-chón fue sentado en la silla eléctrica y Clodoveo personal-mente aumentó el voltaje de la corriente, y luego aplicó loschoques a la víctima. Machón resistió valerosamente loschoques eléctricos y con la fuerza que hizo logró romperuna tela fuerte que cubría el asiento. Momentos despuésfue apaleado en el pecho. Machón era muy conocido en losmuelles de la capital, ya que había trabajado como capatazen una ocasión.

    El criminal Candito Torres del SIM, torturó, conjunta-mente con Dante Minervino, a Ramón E. Polanco Ruiz.Relatando la muerte de los 24 panfletistas de Santiago, queeran sus compañeros de celda en La 40, Polanco Ruiz dice:“la noche del 27 de enero de 1960, al amanecer 28, loscaliés del SIM no cesaron de cometer atrocidades como si

    estuvieran endemoniados y sedientos de sangre. Mi com-pañero de celda me invitó a presenciar por una rendija dela puerta los crímenes que se estaban cometiendo. Lo pri-mero que se le hizo firmar a los jóvenes fue una carta en lacual decían que por generosidad de Trujillo habían sidopuestos en libertad (entre los jóvenes estaba uno apellidoStresse, cuyo padre era un alemán, amigo íntimo del ing.Leandro Guzmán). Vi cuando dos miembros del SIM ibancolocando cadáveres dentro de un carro. Todo estaba os-

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    curo, pero uno de los agentes encendió un fósforo parafumar y pude ver claramente que uno era Luis Ruiz, calié

    sanguinario.De los 26 panfletistas detenidos en Santiago por cons-pirar contra Trujillo, sólo se salvaron dos. Eran adoles-centes casi todos y no hubo piedad con ellos. Entre lostorturadores estaba uno apodado Chabacana quien erauno de los más crueles.

    La tiranía trujillista había entrado en una fase de des-composición absoluta y total, pues éste fue uno de los epi-sodios más repugnantes de la vida nacional.

    Después de una búsqueda infatigable por cárceles, islasy cayos adyacentes del territorio nacional, la comisión debúsqueda de presos políticos de la Agrupación 14 de Ju-nio, envió una histórica carta al presidente Balaguer que

    reproducimos por su carácter trascendental:

    “28 de diciembre de 1961

    Señor Presidente:

    Estamos incluyendo el comunicado que contiene el in-forme rendido por nuestra Comisión Pro Búsqueda dePresos Políticos.

    Como usted podrá ver, nuestra comisión no encon-tró más que uno solo de los presos que buscaba, el cualya ha sido puesto en libertad; pero conocedores de queno estamos capacitados para dar oficialmente por muer-tos o desaparecidos a ninguno de los individuos citados enel comunicado, ponemos en conocimiento de usted algunos

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    datos que hemos obtenido de personas que aseguran ha-ber sido testigos presenciales de la eliminación física de

    unos cuantos de los presos incluidos en nuestra lista. Porrazones personales, la mayoría de estos testigos no han que-rido que se publiquen sus nombres, pues entre ellos figuranactuales presos comunes y ex presidiarios a los cuales pu-dimos notar aún cierto recelo y temor.

    “Porfirio Gomez, Wenceslao Guillén, Manuel RamónLiriano (Chino), Pedro Jaime Tineo, Henri Streese Cepeda,

     Víctor González Pardi, y que formaban un total de 27, fue-ron llevados a la oficina, en La 40, se les hizo firmar unascartas en las cuales daban las gracias por “haber sido pues-tos en libertad”, pero luego fueron ahorcados unos, elec-trocutados otros, etc., en fecha 27 de enero de 1960. JoséRamón Osorio (Monguito): ahorcado el 25 de enero de

    1960. También fueron vistos muertos, sin haber podidoestablecer la fecha: Napoleón Sánchez Cabreja, JorgeKhoury, Guarino Jiminián, Pedro Montás, Domingo Russo,Francisco Manuel González (Manolito), Samuel Dinzey 

     Torres, Luis Ramón Peña (Pepillín), Julio César Encarna-ción Casado, Denzil y Rafael Castro Portorreal, Gilberto y 

    Pedro Fuentes; Eugenio Perdomo: ahorcado por un talPalma, José Espertín Oliva (Machón), quien fue ultimado abalazos cuando, después de haber sido horriblemente tor-turado, trató de saltar una pared de La 40 completamentedesnudo, en un intento de fuga”.

    Rafael Noble: murió el 21 de enero de 1960 a manosdel Teniente Lugo, de la Policía, y el oficinista Amador, deseguridad.

    Fuente: Movimiento 14 de Junio, Historia y Documentos.

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    LOS P ANFLETEROS DE S ANTIAGORafael Cucuyo Báez Pérez 

    El 28 de enero fue la noche más trágica y espeluznanteque pasé en La 40. Un grupo de panfleteros de Santiago,

    casi todos muchachos muy jóvenes de Marilópez, Nibaje y del callejón San José de Santiago, fueron traídos de la cár-cel del kilómetro 9 a firmar una carta dirigida a sus familia-res donde les decían que los iban a dejar en libertad esamisma noche. Después de estampar sus firmas, fueron con-ducidos al pasillo de nuestras celdas. Creyendo en la pro-

    mesa se despidieron de nosotros. A mí me dijeron que in-mediatamente llegaran a Marilópez le dirían a mi madredoña Llella Maldonado, su maestra, que me habían vistobien. Todos estaban felices por su libertad.

     Transcurridas algunas horas comenzamos a escucharalgunos quejidos y muchos ruidos, luego una tranquilidadasustadiza. Me subí hasta la claraboya de la celda y vi cómosacaban unos sacos llenos y los metían en el baúl de unoscarros. El contenido de los sacos eran los panfleteros. Losiban asesinando de una punzonada en el corazón. El relatode dos sobrevivientes de ese holocausto era aterrador.

    Esa misma noche, después de apagar las luces, se pre-sentaron a las celdas unos militares que abrieron las puer-

    tas, nos alumbraron con una linterna y con una pistola nosapuntaron a la cabeza. Mi reacción fue taparme los ojos conlas manos para no ver cuando me mataran y comenzaron el

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    tiroteo a quemarropa, pero eran balas de salva, sólo paraamedrentarnos y atormentarnos.

    En la madrugada nos sacaron a todos de las celdas alpatio, nos esposaron en parejas y desnudos nos monta-ron en las guaguas perreras de la Policía. No sabíamosadónde nos llevaban bajo aquella oscuridad, pensamosque era el fin.

    Fuente: La fuerza de mis vivencias.

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    1J4 DE LA  APARIENCIA  A LA ESENCIA Y  LOS P ANFLETEROS DE S ANTIAGODr. Ramón A. Blanco Fernández 

    “Conforme a las informaciones que obtuve en aque-llos tiempos, horas después de haberme trasladado de la

    solitaria número 2 a la número 1 de La Victoria, llegaron aeste centro carcelario varios agentes acompañados del ca-pitán de la Policía Dante Minervino, a buscar a los jóvenesque estuvieron conmigo, y que posteriormente fueron co-nocidos con el sobrenombre de “Los Panfleteros”. La fi-nalidad para la cual decía aquellos agentes que los busca-

    ban era, en principio, aclarar algunos asuntos relativos alos interrogatorios.Cuando estuvieron todos reunidos en un lugar de La

    40, les informaron que el Generalísimo Trujillo había deci-do, no obstante la gravedad de los hechos cometidos, po-nerlos en libertad, para que se fueran al extranjero; valedecir, deportados de la República.

    Entre las cosas que les exigían para ponerlos a salvo, es-taba la condición de que firmaran una comunicación dirigi-da a sus familiares para informarles que por la voluntad mag-nánima del “Benefactor de la Patria” y “Padre de la PatriaNueva”, Rafael Leonidas Trujillo Molina, todos habían sidoenviados a otros países del continente americano, donde po-

    drían desenvolverse sin grandes contratiempos. Les mani-festaron que el Jefe había ordenado entregarles una buenasuma de dinero para que pudieran sostenerse durante

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    algún tiempo en el lugar adonde iban, tales como pagaralojamiento y gastos de manutención mientras pudieran

    conseguir algún trabajo productivo y ayudar, inclusive, asus familiares más cercanos. Así se envolvía la promesa que el jefe de La 40 les hacía,

    o sea, la de pagarles los gastos de transporte y cualesquieraotras cosas necesarias para el viaje. Ahora, la única obliga-ción de ellos era firmar aquella comunicación a sus familia-res, al igual que otra dirigida en forma colectiva al Jefe, dán-dole las gracias por el gesto de generosidad que les habíadispensado.

    Cuando “Los Panfleteros” procedieron a redactar lascomunicaciones para sus familiares, se les dijo que esto sehacía con el propósito de que ellos, dichos familiares, no sepreocuparan por su ausencia y así se enteraran del viaje y 

    del lugar en donde iban a permanecer. Algunos de aquellos jóvenes no sabían leer ni escribir, y 

    estamparon dichas cartas con sus huellas digitales y con unacruz sobre el lugar en donde aparecía el nombre.

    Después de la infausta firma de las cartas a sus familia-res, fueron encerrados de nuevo en las solitarias de La 40,

    hasta tanto llegara aquel supuesto momento en que todosiban a partir para el extranjero. Arribaron a las celdas muy contentos, por haber sido perdonados por el Jefe. Pero,además de perdonarlos, los iban a enviar al extranjero, le-jos de las garras del dictador; y, lógicamente, para que estosucediera había que tener mucha suerte y ellos la habíantenido con la noticia dada por el jefe del funesto centro detorturas y asesinatos.

    Fuente: 1J4 De la apariencia a la esencia , Dr. Ramón A. Blanco Fernández.

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    LOS P ANFLETEROS DE S ANTIAGOLuis Salvador Estrella 

    “La discreta pero firme circulación de libelosantitrujillistas, críticos y denunciadores, se había converti-

    do, para finales de 1959, en un recurso de conspiración y de concientización. En el medio santiaguense, había surgi-do un grupo denominado “Los Panfletistas de Santiago”,constituido por unos 27 muchachos, cuya edad promedioera de 13 a 21 años más o menos. Algunos de estos mucha-chos tenían diez y once años, pero todos ellos habían distri-

    buido un volante impreso en el que se insultaba al dictador y se exhortaba al pueblo a la insurrección. Detectados por lostentáculos del SIM, “Los Panfleteros” fueron llevados a LaCuarenta y asesinados entre el 29 y 30 de enero de 1960.Para esta fecha, los miembros más comprometidos, hom-bres y mujeres, habían sido apresados y sometidos a las másbestiales torturas”.

    “Es bueno destacar que en su obra, Luichi Estrella, tam-bién dice que en la resistencia contra Trujillo, refiriéndosea la etapa de Los Panfleteros de Santiago, “en el movimientose integraban profesionales, empresarios, algunos sacerdo-tes, estudiantes, obreros y campesinos. Era la primera vezque todas las capas sociales dominicanas concurrían a la

    formación de neto corte antitrujillista. La Iglesia, que hastaese momento había asumido una actitud francamente de

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    complicidad con la tiranía por obra de algunos miembrosdel alto y bajo clero, se vio de repente sacudida por una

    división. En nuestros cuadros había muchos seminaristas y estudiantes de institutos manejados por religiosos católi-cos. Varios sacerdotes rurales y de pequeñas localidadeshabían intervenido en la formación de un sector aprecia-ble del movimiento y casi todo el clero extranjero residen-te en el país se había polarizado hacia una actitudantitrujillista. El principal dirigente de los seminaristas y estudiantes era un valiente sacerdote rural: el padre DanielCruz Inoa, que fue detenido y encarcelado en los subterrá-neos del Palacio Nacional. Luego se lo entregarían desnu-do a Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito, para con-cretar un ultraje y una irreverencia”.

    Fuente: Salvador Estrella Sadhalá, del Complot a la Gloria.

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    LOS P ANFLETEROSRoberto Cassá 

     A diferencia de algunos grupos, en Santiago se consti-tuyó otro que pudo ser precariamente contactado por el

    14 de Junio. Se trató del que recibió el nombre de LosPanfleteros, compuesto por adolescentes de procedenciahumilde, sobre todo de la barriada de Pueblo Nuevo. Al-gunos se distinguían por un excepcional valor y disposi-ción a la lucha. Era el caso de Teófilo (o Emilio) SantosPrud’homme, compañero de celda y “personaje inolvida-

    ble” de Juan José Vargas, a quien recitaba pasajes enterosde La  historia me absolverá, en vísperas de ser ejecutado. Erahijo de un haitiano e invirtió el orden de sus apellidos. Es-tos jóvenes se dedicaron a confeccionar y repartir volantesque atacaban a Trujillo en el plano personal. El contenidode uno de ellos ha sido recordado: “Viva Fidel Castro y larevolución cubana. Abajo la tiranía trujillista. Pueblo deSantiago, con perdón de la palabra, Trujillo es un mierda”.

    Los panfleteros tomaron precauciones en sus operativos,como imprimir los volantes en hoyos ocultos. Pero se dis-tinguieron por la intrepidez con que emprendieron sus ac-ciones. Llegaron a la osadía de repartir uno de sus volantesen un Volkswagen del SIM que habían robado. Otra nota

    curiosa de este conglomerado radicó en la participaciónde analfabetos que aceptaron repartir los volantes por paga.

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    Los grupos que repartían los volantes estaban directamen-te comandados por Wenceslao Guillén, el líder del grupo.

     Al igual que la ACC dio lugar a ramales del 14 de Junio,lo mismo aconteció con los panfleteros, quienes extendie-ron la conspiración a Mao. El sastre Enrique Almánzar,después de haber distribuido volantes en Santiago junto aDomingo Cepeda, Camilo Disla y Miguel Luna, se trasla-dó a residir a Mao. Con rapidez, Almánzar sumó a propó-sitos conspirativos a Ramón Mata Echavarría, quien a su

     vez conquistó a Fulvio Felipe Madera, José EduardoSánchez, y estos a otros más.

     Asimismo, se inició la extensión del movimiento a San-to Domingo: uno de los principales panfleteros, un zapate-ro de la calle Restauración esquina Talanquera, junto a Ra-món Leal y Ariel Estrella, entregaron volantes a dos

    capitaleños, que los repartieron en la Universidad y otroslugares.

    Entre los dirigentes del 14 de Junio generó preocupa-ción la acción de los muchachos, por el riesgo de que, alactivar al espionaje, su localización pusiera al descubiertoa todo el mundo. Grisanty logró que un emisario entablara

    contacto con algunos de los cabecillas de los panfleteros,quienes aceptaron incorporarse al 1J4. También estuvieronde acuerdo en detener la repartición de los volantes, perose trató de un paso tardío, en la antesala del develamientode ambos movimientos, por lo que no hubo tiempo paraque la integración fuera efectiva. No ha quedado estableci-do cómo el SIM descubrió a los panfleteros, pero pareceque fue al margen del 1J4, lo que explica que recibieran untrato diferente.

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     Trujillo ordenó la eliminación de estos jovenzuelos. Lacausa principal de esa severidad debió estribar en que su

    persona había sido ofendida, pero también fue un escar-miento, dada a la condición humilde de casi todos. Deacuerdo a los estimados de sus compañeros de prisión,

     veintiocho fueron ultimados. Horas antes de ser asesina-dos se les ofreció la libertad y se les puso a firmar cartasdirigidas a familiares y a Trujillo; en la noche fueron con-

     vocados en el pasillo de solitarias y sacados uno a uno a“La Casita en Canadá”, donde eran ejecutados mientras semantenía un vehículo a toda marcha para neutralizar losruidos. Los cadáveres fueron depositados en baúles de

     vehículos. Únicamente 4 ó 5 lograron sobrevivir, por cau-sas accidentales. El líder, Wenceslao Guillén, afrontó la tor-tura y la muerte con tal temple que su figura de inmediato

    adquirió tintes legendarios entre quienes presenciaron susdías postreros.

    Fuente: Orígenes del Movimiento 14 de Junio. Roberto Cassá.

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    L AS  VISITAS DE LA  TÍA MUERTA Manuel Bueno

    Nadie me brindó más cálida compañía, ni consolómejor mi dolor, durante el laaargo cautiverio de dieciocho

    días en todas las cárceles de la nación, que mi tía Consuelo,la siempre querida y nunca olvidada tía Concón. En un prin-cipio, al aparecer la primera noche para protegerme delfrío y curarme del insomnio, la confundí con la tía de micompañero de estudios Odiseo, por su manía de medir eltiempo al revés, pues me hizo creer que ya estaba amane-

    ciendo cuando, en realidad, eran las dos de la madrugada.De todas maneras, resultaba difícil adivinar la hora en baseal viejo reloj de la fortaleza “San Luis” tañendo cada quin-ce minutos, y como la medianoche me cogió gritándole alcoronel Hungría que, por su madrecita querida, por amora Dios, parara de apagarme colillas en el pecho que yo deesa vaina no sabía ni mierda, la primera campanada solita-ria que escuché en la absoluta oscuridad de la solitaria, co-rrespondía –según establecí después contando hacia atrás–,al toque de las doce y cuarto.

     Yo quedé tirado sobre el piso frío, impelido por el pes-cozón que me propinó el enorme gorila que hacía las vecesde carcelero, luego de gruñir entre dientes: ¡Qué ganas ten-

    go de partirte el alma, hijo ‘e la gran puta. Tóma, pa’ quesigas privando en Fidel Castro!” Al sonar un segundocampanazo, regresó el primate en búsqueda de un prisio-

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    nero, y lo obligó a incorporarse mediante un soberbio pun-tapié en mitad del culo. Entonces, me di cuenta de que no

    estaba solo en esta inmunda celda, sino que tenía bastantecompañía dormitando a mi lado. “Arropa bien las bolsasentre las piernas –me advirtió uno de los cautivos–, si noquieres que te las partan en dos de una patada”. Me enrollécomo un andullo convertido en mujer, arrimado a la pared.

    Permanecí inmóvil durante una tercera, una cuarta, unaquinta, una sexta campanada, una a una resonando cada

     vez más solitaria, lenta, distante, temiendo incluso respi-rar, en espera de que me volvieran a procurar para nuevosinterrogatorios. Despierto como estaba, desvelado, el tiem-po entre un campanazo y el siguiente se alaaargaba inter-minablemente y aumentaba mi agitación. Entretanto, losruidos nocturnos de la prisión, con su remozada actividad

    producto de la conspiración, eran incapaces de acallar las voces interiores que me atormentaban. Voces propias y ajenas (más ajenas que propias), confundidas, revoloteandoy zumbando alrededor de mis oídos, oprimiéndome la nuca,las sienes, las mejillas. Sentí miedo, mucho miedo. Y empecéa temblar. Sobrecogido estaba, a punto de estallar, cuando

    una voz dulce, angelical, me dijo en tenue susurro:“Quieto, mi niño... ya no sufras más. Estoy aquí contigo”.Me sobresalté primero, me estremecí. Me recorrió un

    escalofrío a todo lo largo de la espina dorsal, y sin poder-me arropar. Pero, sin mover un solo dedo y sin entenderpor qué, de pronto mis temores empezaron a ceder. Re-tornó luego la voz, aún más cariñosa:

    “No estás solo. No temas. Nada te pasará”.

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    El séptimo campanazo, solitario y distante como losdemás, renovó mi incertidumbre. Volví a preguntarme, al

    igual que como lo fui haciendo con los otros seiscampanazos anteriores, pero esta vez desesperado: “Diosmío, ¿cuántas veces van a dar la una? ¿Es que, estando unopreso, el tiempo no camina?

    “Calma, calma, hijo mío”, me dijo ahora la voz. “Faltapoco para el amanecer”.

    Pero siguieron estacionarios los segundos, subdividi-dos en microsegundos, los que atrapados en las tinieblasde la noche, amenazaban con prohibirle a la luz resplande-cer jamás.

    ¡Taaam! ¡Taaam! Uno... dos campanazos. ¿Se equivocóahora el reloj? ¿Se le corrió la cuerda o se le zafó algúnengranaje? ¡NO! ¡Acaban de dar LAS DOS! La razón se

    impuso y comprendí, de una vez por todas, lo sucedido:Las siete campanadas solitarias del viejo reloj, resonandoen la total estrechez y en la absoluta oscuridad de la solitaria,correspondían a las doce y cuarto, a las doce y media, a lasdoce y tres cuartos, a la una, a la una y cuarto, a la una y media, a la una y tres cuartos y ahora, finalmente, dos toques

    juntos anunciando ¡LAS DOS DE LA MADRUGADA!“Duérmete tranquilo, Nano, que ahorita va a amanecer”.“¿Nano? ¿Me has llamado Nano? ¿Quién más desde el

    Cielo puede llamarme Nano, sino solamente tú, miqueridísima tía Concón? Y, obedeciéndola a fe ciega, metranquilicé, me dispuse a dormir y, entre dormitando y delirando, vagué, no sé por cuanto tiempo, sumergido enlos gratos recuerdos de mi primera infancia.

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    De madre a hijo. Sí, eso es, como si yo hubiese sido elhijo que nunca parió, así fue siempre la relación con mi tía

    Concón. Desde muy pequeño, burlando los designios demi madre verdadera, tomó el control absoluto de mi edu-cación, encaminándola por los senderos estilistas del curaCarreño y ciñéndola a los métodos heterodoxos de donSimón, mientras soñaba con mares y montañas, con mulasy carabelas.

    Sentada en el piso de la sala en nuestra casa solariega,junto a mí y a mis hermanitos, nos fabricaba laberintos conlas tapitas de botellas de ron que nosotros recorríamos re-gocijados con la yema del dedo, desde el centro del cara-col, hasta hallar una salida en la periferia que nos dejabaexpuestos a las veleidades del mundo exterior. Luego, mor-tificados por la comezón, nos recostábamos en su regazo

    para que, con gran alborozo, nos reventara los piojos y entresacara las liendres, mientras nos iba contando cuentoshasta terminar bobitos, y finalmente, dormidos. A mí, elque más me gustaba de todos, puesto que me transfigurabaen una especie de resurrección, era el cuento del Abejón.Consistía en una retahíla inacabable de rimas concatenadas

    con suma gracia. Este, y muchos otros, no los he podidoolvidar jamás. No me abandonó un solo instante, me reconfortó y llenó de fuer- 

    zas para que no sucumbiera a mis escrúpulos en la hora crucial de las 

    decisiones trascendentales, al no quedarme más remedio que recoger 

     –tras cuatro días de hambre en una solitaria del cuartel general de la 

    Policía– el contenido de la primera cantina de mondongo humeante 

    que nos trajo el sargento Valerio para el desayuno (¡cuánto le agra- 

    dezco!) y que yo, acabado de despertar con sus toques en la puerta, y 

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    Los Panfleteros de Santiago y su desafío a Trujillo

    todavía tambaleándome por el sueño, dejé caer al contacto del metal 

    caliente, desparramándose caldo y tripas sobre el piso mugriento de la 

     prisión; ni cuando me animó a lavar la lata oxidada para los papeles cagados en el baño de la celda común para “Robos y Atracos” en 

    “La Victoria”, único recipiente disponible para que no dejara esca- 

     par la oportunidad –luego de dos días en tránsito con el estómago

    vacío–, de desayunar la porción de harina grumosa y desabrida que 

     pregonaban cada mañana desde el pasillo. Me la hizo recordar sin 

    esfuerzo tan pronto gritaron: “La harina... la harina!”, ya que la 

    acababa de usar la tarde anterior para purgar el castigo que me im- 

     puso el preboste (un criminal que cumplía sentencia a veinte años), de 

    limpiar los inodoros rebosados de excremento, a mano pelada, por- 

    que llegué a sus dominios sin un solo centavo encima.

    El abejón, muerto-vivo en un serón

    el serón era de paja, muerto-vivo en una cajala caja era de pino, muerto-vivo en un pepinoel pepino era mocato, muerto-vivo en un zapatoel zapato era de hierro, muerto-vivo en el infiernoel infierno era caliente, muerto-vivo en San VicenteSan Vicente no lo quiso, porque le faltaba un diente... y se lo pegó en la frente.

    y diciendo esto último me daba una palmadita en la fren-te, que yo disfrutaba muchísimo más que el “Tin-bola” en elgalillo cuando me hacía mirar hacia la supuesta lagartija pa-seándose por el cielo raso, y que, por más adormilado queestuviera me espabilaba para volver a empezar. “Otra vez,otra vez, tía Concón”. Y ella, incansable, repetía y repetía lodel abejón, cantaba lo de las tres muñecas llegadas de París”;lo de ‘Tribilín, te vas a morir, y si te descuidas darás un

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     En el infierno de La 40

    explotón, ¡Pum; lo de “las cortinas del palacio son de ter-ciopelo azul”, hasta que al fin lograba zafarse para un corto

    descanso, quejándose de un dolor laaargo en el brazo. Me infundió coraje para seguir tragando la sopa del almuerzo al quedar, por un minuto, paralizado, cuando saqué a flote, mientra