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PAOLO FLORES D'ARCAIS_Once Tesis Contra Habermas

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8/14/2019 PAOLO FLORES D'ARCAIS_Once Tesis Contra Habermas

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1. Desde hace algunos añosHabermas propone la cuadratu-ra del círculo: mantener jos losprincipios de la democracia li-beral siguiendo una exigenteversión republicana (rigurosaneutralidad del Estado respecto

a creencias, ideologías y visionesdel mundo; soberanía eectiva–delegada/participada– de to-dos y cada uno; deliberaciónmediante argumentos racionalesuniversalmente accesibles; nece-sidad de un ethos constitucionalgeneralizado, mejor dicho, casiomnipresente), y al mismotiempo reconocer no sólo comolegítimas las “razones” religiosasen cuanto tales –es decir, las ar-gumentaciones y las motivacio-

nes políticas que recurren aDios–, sino considerarlas inclu-so útiles, y en última instanciaimprescindibles en el cuadro dela convivencia de la democracialiberal.

Según Habermas, semejantereconocimiento conlleva nadamenos que el deber, para losciudadanos no creyentes, de tra-ducir en términos laicos las “in-tuiciones” y las “razones” que elciudadano religioso sabe expre-

sar sólo en términos comprensi-vos de su experiencia de la e.Sin esa actitud cooperativa, elciudadano creyente soportaríade orma asimétrica –respecto alciudadano laico– la carga de latolerancia hacia las demás visio-nes alternativas del mundo: su-riría una discriminación.

 Y más. Se insta al ciudadanocarente de e religiosa a concederun “potencial de verdad tambiéna las imágenes religiosas del

mundo”. Es más, se le insta aabrirse a dicha posible verdad.En la escalada habermasiana deencomio cívico-democrático de

las religiones, no basta con otor-gar “a las comunidades religiosasreconocimiento público por lacontribución uncional queaportan a la reproducción demotivaciones y actitudes desea-bles”. La modernidad ha de ser

vivida normativamente por loslaicos como “un proceso comple-mentario de aprendizaje” donde“para el ciudadano insensible ala religión” es taxativa “la invita-ción a denir autocríticamente larelación entre e y ciencia”,abandonando por tanto el ateís-mo tradicional. En el ámbito deun genérico “ejercicio de unarecuentación autorreexiva delos límites de la Ilustración” quedesemboque en la “superación

autorreexiva de la concienciade sí mismo de la modernidad,laicamente endurecida y exclusi-va”.

La aparición del patriotismoconstitucional, donde la convi-vencia está regulada “autónomay racionalmente mediante losinstrumentos del derecho posi-tivo”, etsi Deus non daretur 1,queda por lo tanto inevitable-mente convertida por Haber-mas en el cuaresmal ascetismo

autocrítico al que quedan su-bordinadas la cultura, la prácti-ca política y la experiencia exis-tencial del laicismo ilustrado,como expiación de la presuntaaicción asimétrica con la que,desde hace algunos siglos, su-puestamente se habría oprimidoa los creyentes.

Es bastante comprensibleque otro alemán de reconocidoprestigio, Joseph Ratzinger, vayade la mano con esa “razón post-

secular” habermasiana.

2. ¿En qué sentido, sin embar-go, soportaría el creyente la ve- jación de una pretensión asimé-trica por parte de Estado, cuyatradicional neutralidad laica nosería por tanto en absoluto im-parcial? En primer lugar porque

se cuestionaría injustamente “alos ciudadanos creyentes su de-recho a contribuir a las discu-siones públicas en lenguaje reli-gioso”. La cláusula “etsi Deus non daretur ”, en otros términos,sería persecutoria, puesto queimpone al creyente una renun-cia al argumento-Dios, renunciaonerosísima que obviamente allaico no le cuesta nada.

En realidad, el carácter deli-berante de la democracia liberal,

es decir la condición de una ar-gumentación pública que aleguerazones “igualmente accesibles atodos”, compromiso que Ha-bermas señala como básico eirrenunciable (estaría en peligro,en caso contrario, la democraciamisma), exige por parte de todos  los ciudadanos, creyentes o nocreyentes, la misma autolimita-ción: suspender cualquier prin-cipio perentorio de autoridad. Ante la irrecusable demanda de

argumentación –¿por qué?– noes admisible responder con elabsolutismo de un “¡porque sí!”(Why? Because! Pourquoi? Parce que! Dla czego? Dla tego!, etc.)Precisamente por eso “el Estadoconstitucional democrático (...)constituye una orma exigentede gobierno”.

No es cierto, pues, que sóloel creyente tenga que renunciara su “porque sí”. El uso públicode la razón excluye el dogmáti-

co “Dios lo quiere” (que siem-pre es el Dios  propio)  exacta-mente como cualquier otropresupuesto ideológico –agnós-

tico, pagano, ateo– desde el na-turalismo depredador de la tie-rra y la sangre a la radical noviolencia pacista, desde unamoral de hedonismo universal ala ética de una solidaridad quellega hasta el sacricio. Todos

tienen que renunciar a sus pre-supuestos de valor, creyentes y no creyentes.

De hecho, “la asunción deuna razón humana común es elundamento epistémico” del Es-tado constitucional democráti-co, que sigue estando amenaza-do por el “potencial de conicto(...) aún hoy inalterado (...) en-tre las convicciones existencial-mente relevantes de los creyen-tes, de los no creyentes, de los

seguidores de otras religiones”,si no se salvaguarda el espaciopúblico como horizonte argu-mentativo común, precisamenteexcluyendo de él los dierentespresupuestos de valor. A excep-ción, por supuesto, de ese “ethos  cívico igualitario” que constitu-ye el undamento mismo delEstado constitucional democrá-tico y del que, de hecho, ormaparte indisoluble . Un ethos queno se da en absoluto por des-

contado, que es más bien pro-blemático y sobre el que tendre-mos que volver.

3. Habermas articula su “repu-blicanismo kantiano” con unacontradicción: pese a que “todareligión es en origen una com-  prehensive doctrine ”, que “rei-vindica la autoridad para estruc-turar totalmente una orma devida”, los creyentes “han de po-der expresar y motivar sus con-

vicciones en un lenguaje religio-so aun cuando no encuentren«traducciones» laicas para ellas”.Pero el lenguaje religioso “ca-

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É T I C A  

Once tesis cOntra habermas

paolo flores d’arcais

1 Aunque Dios no existiera.

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rente de traducciones laicas” secaracteriza en esencia por el ca-rácter dirimente del recurso“Dios lo quiere”. Y por lo tantopor la pretensión, permanente-mente acechante, de “estructu-rar totalmente una orma de

vida” adecuando las leyes delEstado a su propio dogma.Contradizion che nol consen-

te 2 [contradicción que lo hace im- posible ] tan lampante que Ha-bermas tiene que asegurar tam-bién lo contrario: “la inserciónde justicaciones religiosas en elproceso legislativo lesiona elprincipio mismo [de la separa-ción entre Estado e Iglesia]”. Y deducir lógicamente de ello que“los ciudadanos religiosos pue-

den expresarse en su lenguajesolamente con la reserva de latraducción”.

El argumento religioso, ensuma, es legitimado por Haber-mas sólo si es traducible en tér-minos no religiosos. Prescin-diendo del argumento Dios,para entendernos. Y por ello, enel horizonte común y vinculan-te del “etsi Deus non daretur ”.Lo que signica, entonces, queel argumento religioso es válido

si y sólo si resulta superuo. Ha-bermas pretende enmendar suprimera contradicción con unaulterior contradicción.

Por lo demás, el creyentepuede incluso sustraerse a lacarga de la “traducción”. ParaHabermas, la tarea correspondea los no creyentes (¡asimétrica-mente!) : es preciso “esperar delos ciudadanos laicos que parti-cipen en iniciativas dirigidas atraducir contribuciones relevan-

tes desde un lenguaje religioso aun lenguaje públicamente acce-sible”, ejercicio del que “las ra-zones religiosas puedan emergeren la orma metamoroseada deargumentaciones universalmen-te accesibles”.

¿Y si, a pesar de toda la “bue-na voluntad” laica, dicha tra-ducción resultara imposible? Ennombre de Dios se pueden im-poner normas que ninguna ar-gumentación racional consegui-ría hacer compatible con losvalores que Habermas considera–con razón– esenciales en unEstado constitucional democrá-tico (y por tanto irrenuncia-bles). Son tantísimas estas nor-mas antidemocráticas que su

nombre es “legión”. Y se tratade pretensiones no precisamen-te trasnochadas. Mejor dicho,están cada vez más presentes.

El diktat de las “operacionescooperativas de traducción” queHabermas quiere descargar enlos no creyentes oculta por tan-to la circunstancia decisiva: quela prevista traducción –en tér-minos laico-democráticos– es amenudo imposible. Dicha pre-visión expresa sólo un wishul 

thinking . Por lo demás, todas laspolémicas actuales, que han lle-vado a hablar incluso de cho-ques de civilizaciones, nacen de

la imposibilidad de traducir entérminos laico-racionales laspretensiones religiosas cruciales .Hasta el cardenal Tettamanzi,hoy arzobispo de Milán y, aligual que su predecesor Marti-ni, mucho más abierto a las ra-

zones laicas que los dos últimospontíces romanos, tuvo quereconocer en un diálogo conmi-go que “sólo partiendo de unaconcepción antropológica quecontemple la realidad de Dios–del Dios cristiano– se puededecir un «no» absoluto a la eu-tanasia” ( MicroMega, 1/2001).

4. Queda pues establecido–también para Habermas– que“las convicciones existenciales

radicadas en la religión, graciasa su reerencia –acaso deendidaracionalmente– a la autoridaddogmática de un núcleo invio-lable de inalibles verdades reve-ladas, se sustraen a ese tipo dediscusión discursiva sin reservas  a la que están expuestas otrasorientaciones vitales”. Dicho sinperírasis: el creyente, en cuantocreyente, no sabe dialogar racio-nalmente.

Habermas intenta salir de la

espiral de contradicciones enla que se ha enroscado, distin-guiendo entre el ámbito estric-tamente político-estatal y el de

la opinión pública. Sólo en elprimero de ellos debería ser vá-lido de orma rigurosa y sin ex-cepciones el imperativo del lai-cismo, del “etsi Deus non dare-tur ”. “El principio de la separa-ción entre Estado e Iglesia obliga 

a los políticos y a los unciona-rios en el ámbito de las institu-ciones estatales a ormular y a justicar las leyes, las decisiones judiciales, las ordenanzas y dis-posiciones exclusivamente en unlenguaje accesible en igual me-dida a todos los ciudadanos”[cursivas mías].

En cambio, de tal obligaciónHabermas exime a los ciudada-nos en cuanto tales y a sus orga-nizaciones políticas (además de

las de la sociedad civil), porque“extender ese principio desde elplano institucional a las opcio-nes de las organizaciones y delos ciudadanos en la esera pú-blica política” constituiría “unexceso laicista de generaliza-ción”. Así se postulan, sin em-bargo, dos universos de comu-nicación separados, regidos porreglas opuestas e incompatibles.Paradójicamente, Hillary Clin-ton (senadora), cuando pide el

voto, no podría sacar a colacióna Dios, mientras que su maridoBill, que igualmente pide elvoto para ella, sí.

No obstante, Habermas re-calca taxativamente que “el ca-rácter discursivo” de las consul-tas que preceden a una decisiónlegislativa es válido como com-ponente esencial e inviolable delprocedimiento constitucionaldemocrático. Por ello, ¿cómo esposible respetar celosamente esa

limitación para los que desem-peñan un cargo electivo, y eli-minarlo para los candidatos, loscreadores de opinión y para los

2 Dante Alighieri, canto XXVII delInferno.

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58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■Nº 179

ciudadanos? Ni siquiera la másrígida institucionalización de laduplicidad sería suciente parala tarea. En la democracia repre-sentativa, el proceso electivo/le-gislativo es en realidad un conti-

nuum circular de opinión pú-blica-asociacionismo político-poderes institucionales-opiniónpública.

Habermas intenta escapar desus propias antinomias teóricascon una “solución” pragmáticaimpracticable. Esconde un nonsequitur mediante un espejismo.La realidad, por lo demás, (y lodramático del problema) es queen la esera pública todos (o porlo menos demasiados , y son cada

vez más) invocan el nombre deDios.

5. Y sin embargo, Habermasinsiste en la presunta persecu-ción de los creyentes: “la cargade la tolerancia no está reparti-da simétricamente entre creyen-tes y no creyentes, como de-muestran las normas más o me-nos liberales sobre el aborto”.Pero la realidad es al contrario.Todas las leyes de Occidente so-

bre el aborto, incluso las que seinspiran en la más abominable(para un creyente) permisivi-dad, no obligan a ninguna mu- jer. Nunca. Le dejan libertad deelección. En cambio, es Ratzin-ger quien quiere imponer a lamujer no creyente, o de otra re-ligión, una prohibición sancio-nada penalmente.

Resulta aún más evidente laasimetría –de signo contrario ala que lamenta Habermas– si

pasamos del aborto a la eutana-sia. En este caso ni siquiera exis-te la coartada de una segunda“persona” (el eto), cuyos dere-chos habría que tutelar. En elsuicidio asistido (eso es la euta-nasia, y no la eutanasia nazi,homicidio SIN consentimiento,sacada a colación por la Iglesiacomo indecente alsicaciónpolémica) sólo existe el derechode un condenado a muerte ter-minal (e inocente) a abreviar su

tortura (¡y el derecho a una eje-cución no precedida de torturaestá reconocido, en los paísesdonde la pena capital sigue vi-

gente, hasta para los peores cri-minales!).

En suma, y una vez más: lapresunta “asimetría” laica dejalibertad a los ciudadanos cre-yentes de utilizar o no un dere-

cho. La imposición del puntode vista creyente mediante la ley obliga en cambio al no creyente,que tiene vetado hacer todoaquello que el Papa considera“pecado” so pena de ir a la cár-cel.

¿Qué signica entonces que“un Estado no puede imponer alos ciudadanos a quienes garan-tiza libertad religiosa ningunaobligación irreconciliable consu vida de creyentes” porque

ello signicaría “pedirles lo im-posible”? ¿Que no puede pedir-les que practiquen obligatoria-mente el aborto (la eutanasia, laanticoncepción, etc.), o que nopuede pedirles que renuncien aimponer a los demás (de distin-tas creencias o ateos), mediantela uerza del brazo secular, suparticular estilo de vida, aunqueueran mayoría aplastante?

Lo primero es algo que nin-gún laico ha pedido nunca; la

segunda pretensión es irrenun-ciable para una democracia li-beral, y es de hecho parte indi-soluble de la denición de pa-triotismo constitucional.

En cambio, Habermas quieredecir lo contrario cuando insisteen que “el Estado liberal nopuede transormar la necesariaseparación institucional entrereligión y política en un pesomental y psicológico que es im-posible imponer a sus ciudada-

nos creyentes”.6. Pero cuidado: no imponer“pesos mentales y psicológicos”,y menos aún “ninguna obliga-ción irreconciliable con su vidade creyentes”, parece justo y ra-zonable, pero puede abrir unacaja de Pandora de intoleranciasencarnizadas. Eectivamente,todo depende de lo que les exijasu “vida de creyentes”. Si exigela hoguera para los herejes (o

incluso para el autor de unasimple “viñeta satánica”), el Es-tado no sólo puede, sino quedebe , imponer al creyente el

“peso mental y psicológico” dela renuncia a esa religiosísimapulsión suya. Si exige la mutila-ción genital de las niñas, el Es-tado no sólo puede, sino quedebe , castigar (con severa impie-

dad ).Eectivamente, sin duda lotrágicamente cierto es que paramuchos ciudadanos creyentes“su concepto de justicia basadoen la religión les dice lo que es ono es políticamente justo, demodo que son incapaces de per-cibir la atracción ejercida porninguna razón laica”. Pero Ha-bermas no se da cuenta de queal recoger toto corde esa “obje-ción” de Weithmann conside-

rándola “a mi juicio decisiva”,acaba legitimando potencial-mente cualquier  intoleranciareligiosa.

De hecho, el creyente ka-mikaze  es precisamente quiensiente menos que nadie “laatracción de una razón laica”. Y lo mismo vale para el creyenteque exige la hoguera para la pá-gina “oensiva”, o secuestra encasa a su hija tentada por el “es-tilo occidental”, o le pega una

paliza (hasta matarla, tal vez) sino se aviene al matrimonio quele imponen, o para quien, comobuen Testigo de Jehová, dejamorir a su hijo cuando éste ne-cesita una transusión. ¿Y porqué no la poligamia, el caniba-lismo, la pedolia, el abandonode los recién nacidos y acaso lossacricios humanos rituales, envista de que religiones milena-rias y grandiosas los han conver-tido en deber y en pietas ?

“El Estado liberal que prote-ge igualmente todas las ormasde vida religiosa” es por lo tantoliberal sólo en la idiosincrasiaanti-laica en la que se ha sumer-gido Habermas. El Estado libe-ral no puede ni debe tutelar to-das “las ormas de vida”, sinoexclusivamente las libertadesconstitucionales de todos  losciudadanos. Y por lo tanto, tu-telar las “ormas de vida” (reli-giosas o no) sólo si son compa-

tibles con la democracia repu-blicana.Por ello, y para salvaguardar

de orma simétrica a los ciuda-

danos, el constitucionalismo li-beral debe  imponer un “pesomental y psicológico” asimétrico sobre cada uno de ellos: que esosuponga o no una carga (y unacarga más o menos pesada) para

quien vive una determinadaconvicción religiosa o losócamide sólo la distancia, la con-ictividad y eventualmente laincompatibilidad entre dichasconvicciones y el Estado libe-ral.

Ese “esuerzo de aprendizajey de adaptación exigido a losciudadanos religiosos”, que que-de claro, no es algo que se “aho-rran los ciudadanos laicos”. Esirrenunciable para la democra-

cia, y por tanto se le exigiríatambién a un ateo que conside-rase “ley de la Naturaleza” unvitalismo depredador con con-notaciones racistas, o que ar-mara que la homosexualidad esuna enermedad, o que predica-ra la eliminación de los dismi-nuidos. En realidad nunca sepuede eximir de ese esuerzo aquien está contra los valores de-mocráticos, a menos que la de-mocracia renuncie a sí misma.

7. La esera pública será por lotanto pública, un espacio simé-tricamente abierto a todos losciudadanos, sólo si se mantienelibre de cualquier argumento-Dios.

De hecho, es absolutamentealso que “sólo se pueden or-mular normas ecuánimes si losinteresados aprenden a asumirgradualmente también los pun-tos de vista de los demás”. ¿Por

qué tendríamos que aprender aasumir –y así hacer nuestros –puntos de vista exquisitamenteantidemocráticos? ¿Y ponernosen el punto de vista de un nazi,de un racista, de un undamen-talista? Al contrario: se trata deexiliar toda pretensión de cual-quier “porque sí”, expresionesde simple y totalitaria “voluntadde poder”, incompatibles con lademocracia (incluso en su acep-ción más minimalista). Y el ar-

gumento-Dios es un “porquesí” particularmente ominoso,que arrastra tras de sí como unasombra la tentación del “Dios

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paolo flores d’arcais

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está con nosotros”(hace relativa-mente poco: Gott mit uns ).

Es obvio que la renuncia alargumento-Dios no puede im-ponerse por ley. No obstantepodemos hacer que resulte so-

cialmente indecente y psicológi-camente impracticable sacar acolación a Dios rente a la ley,exactamente igual que resultatabú toda reerencia a superiori-dades raciales, inerioridades (opreerencias) sexuales, y demás“diversidades”, alusión hoy im-presentable como argumento,pero hasta ayer utilizada a ma-nos llenas y efcazmente .

¿Por qué tiene que haber cu-ras y rabinos, pastores e imams,

en las ceremonias civiles? ¿Y porqué su obligada presencia en te-levisión cuando se discute demoral, como si la religión impli-cara una ética privilegiada conmás quilates? Y si la ayuda espi-ritual es necesaria en el ejército oen las cárceles, que con el mis-mo título estén previstos “conse-  jeros espirituales” agnósticos y ateos de todas las “escuelas”.

Pero sobre todo: que se ense-ñe el darwinismo en los colegios

desde el primer día de clase (conlos instrumentos didácticos ade-cuados para la edad de los alum-nos, ça va sans dire ), y que sepresente a los niños la plurali-dad de las creencias (o del re-chazo ateo de las religiones) –esdecir, la relatividad de las cultu-ras amiliares de origen– comoun rico patrimonio de la aven-tura humana. Y leyes que nopermitan la objeción/prevarica-ción respecto a un derecho aje-

no. Un Estado democrático nopuede tolerar (a dierencia de loque ocurre en el Reino Unido)que en nombre de su Dios unarmacéutico le niegue a una jo-ven la píldora del día siguiente , oque un médico se niegue a reco-nocer a un paciente del sexoopuesto. Por ese camino, unutbolista podría negarse a jugarcontra un equipo de “negros” ode “ineles”, o sencillamente,de israelíes. De hecho, eso es ya

moneda corriente.En el ondo, se trata sólo delprimer mandamiento: no pro-nunciarás el nombre de Dios en

vano. Porque utilizarlo en la es-cena pública signica arrastrarel conicto de las opiniones y ladialéctica democrática hacia elpeligro de una interminable or-dalía.

8. En el plano cognitivo, dichaobligación igual para todos –sensibles o no a una e religio-sa– signica la renuncia omnila-teral a cualquier pretensión deVerdad ética. Las “determinadaspremisas congnitivas” que Ha-bermas acertadamente exigecomo conditio sine qua non paraque pueda “cumplirse la obliga-ción del «uso público de la ra-zón»” se remontan a la aplica-

ción rigurosa del principio deHume: nunca se puede obtenerun valor de un hecho, una pres-cripción de una descripción, undeber ser del ser, una ley moralde una ley cientíca.

Por lo demás, Habermas su-braya que “la competencia entrelas imágenes del mundo y lasdoctrinas religiosas, que preten-den explicar la posición delhombre en el mundo, no puederesolverse a nivel cognitivo”. En

otros términos, amiliares parala losoía pero hoy “anticua-dos”, los valores no son decidi-bles racionalmente. Para armarun valor es necesario recurrir aotro valor. Y el valor “primero”(o “último”) sobre el que se basatoda la cadena de nuestra argu-mentación sobre el deber serseguirá siendo denitivamenteinundable .

Por lo tanto no es cierto quesea suciente con “presupuestos

débiles sobre el contenido nor-mativo de la constitución co-municativa de ormas socio-cul-turales de vida” para desembara-zarnos de la realidad “derrotista”de Kelsen. Las ormas socio-cul-turales de vida altamente die-renciadas y complejas desde elpunto de vista comunicativo, y en suma tecnológicamente mo-dernísimas, son perectamentecompatibles con prácticas y constituciones políticas radical-

mente anticomunicativas y an-tiliberales. China docet , actual-mente, como ayer lo hizo elFührerprinzip.

Que el desarrollo (capitalis-ta) y la tecnología traigan la de-mocracia es una ilusión diun-dida por las ideologías del esta-blishment . El valor democraciapresupone optar-por-la-demo-

cracia. Del hecho de la comuni-cación no se puede obtener elvalor comunicación (la ética delas comunicaciones); es decir,que de la comunicación comonecesidad técnico-social no sepuede deducir la comunicacióncomo simetría de derechos-li-bertades-poder, exactamenteigual que de las armacionescientícas del darwinismo nopueden derivarse las prescrip-ciones del vitalismo depredador

(“darwinismo” social).Por lo que se reere a la ese-ra pública, en resumen, en ma-teria de valores debemos limi-tarnos al mínimo denominadorcomún democrático del patrio-tismo constitucional (que habráque precisar). Todas las demásVerdades ético-políticas tienenpleno derecho de ser proesadas,y a motivar las existencias y lasconductas, pero no pueden va-ler como argumento.

9. Ni siquiera la verdad “cien-tista”, naturalmente. Que paraHabermas constituye la auténti-ca bestia negra. El “crudo natu-ralismo”, que debe “entendersecomo una consecuencia de laspremisas cientistas de la Ilus-tración”, según Habermas “tam-bién traiciona una secreta com-plicidad” con los “asertores de laortodoxia religiosas”, de modoque “las mentalidades unda-

mentalistas y laicas”, auténticosextremismos de signo opuesto,“ponen en riesgo la estabilidadde la comunidad política con supolarización de visiones delmundo”. ¿Jomeini y Dawkinsunidos en la lucha? ¡Por a-vor...!

El presupuesto cognitivo quepuede salvar a la democracia dela deriva “cientista” sería paraHabermas la “razón multidi-mensional, no jada únicamen-

te en la relación con el mundoobjetivo”. Kant y Hegel seríansus dioses protectores .

Un vicio losóco del “natu-

ralismo radical” sería la “reduc-ción de nuestro saber a la mul-titud de enunciados que repre-sentan sucesivamente el «estadode las ciencias»”. Un vicio ético-político sería la conclusión sus-

tancialmente nihilista de una“naturalización de la mente quepone en cuestión nuestra visiónpráctica de nosotros mismoscomo personas que actúan res-ponsablemente, e induce a peti-ciones de revisión del derechopenal”.

Esta caricatura del naturalis-mo constituye una cómoda ca-beza de turco, polemizando conla cual Habermas restaura supropia versión de cognitivismo

ético y escamotea la democraciay el laicismo de las “premisas”cognitivas del principio deHume.

La ciencia nos dice “sólo”que el neocórtex desliga al simioevolucionado que somos cadauno de nosotros de la premurade los instintos y lo obliga a su-brogar dichos instintos con unanorma. No nos dice (ni preten-de decirnos, mientras sea cien-cia) qué norma. Mejor dicho,

nos dice que una norma cual-quiera, con tal de que uncione.Por lo tanto nos declara dueñosy señores de la norma, absoluta-mente responsables ante ella. Nireducción “cientícamente ob- jetivada de las personas” ni mu-cho menos.

Sino más bien: la “Razón” deHegel ante la que Habermasquema incienso no es razón, esteología. Y más. Es restauraciónomnipresente de la teología en

contra de las conquistas de laescepsis crítico-empírica. Tantoes así que las antasías, más me-taísicas que nunca, del diseñointeligente son puro Hegel: lasvicisitudes empíricas y contin-gentes del cosmos, de la Tierra y de la historia del hombre, na-rradas como res gestae del Espí-ritu, dirigidas a una nalidad.

Por eso, la eventual “elabora-ción especulativa de inorma-ciones cientícas”, es decir, la

ideologización abusiva de laciencia en la visión del mundo(rara avis , en realidad), que pre-tende que se puede obtener el

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60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■Nº 179

“deber” del hombre a partir delmapa de sus conexiones neuro-nales, se combate sólo con unarigurosa aplicación de la separa-ción entre hecho y norma. Pre-cisamente la regla que Haber-

mas se niega a aplicar.

10. El desencanto es sin em-bargo para Habermas también(y acaso hoy  muy a menudo y regularmente ) tierra baldía (was-teland ).

“Los progresos de la raciona-lización cultural y social” hancontribuido a producir “des-trucciones inmensas” y un «des-carrilamiento» secularizador dela sociedad en su conjunto” que

seca los manantiales de la soli-daridad entre los ciudadanos.Solidaridad de la que “el Estadodemocrático debe depender to-talmente aun sin poder impo-nerla por ley”.

He ahí por qué, en auxilio dela democracia, es necesario tri-butar “a las comunidades reli-giosas el reconocimiento públi-co por la contribución uncio-nal que aportan a la reproduc-ción de motivaciones y actitudes

deseables”. Pilares imprescindi-bles del ethos  republicanos, enpocas palabras. Además, sólo lasreligiones, con sus “posibilida-des expresivas”, pueden salvarde “quiebra existencial, patolo-gías sociales, nauragio de pro-yectos individuales de vida, de-ormación de contextos vitalesalseados”.

Ratzinger ya ha traducido ellaicismo de Habermas a un len-guaje católico: para que la de-

mocracia no se precipite en elnihilismo, todos –creyentes y ateos– tienen que comportarse“sicuti Deus daretur 3”. La com-pleta inversión de la moderni-dad.

Pero la aportación de la reli-gión es inextricablemente bi-ronte. En manos de DietrichBonhoefer (o de los muchoscuras “de calle” que colaborancon MicroMega) es sin duda unimportante patrimonio que está

disponible a avor de las liberta-

des. En manos de incontablesotras –y más diundidas– cons-telaciones hermenéuticas, estentación segura y permanentede prevaricación conesionalcontra la democracia. Y el apoyo

de las comunidades religiosas,una vez invocado, ya no puedegobernarse a placer.

Por otra parte no hay necesi-dad de esa amenazadora ayuda,en vista de que Habermas re-cuerda que no es cierto que “elEstado liberal sea incapaz de re-producir sus promesas motiva-cionales gracias a sus propiosrecursos laicos”. Tiene razón: las“virtudes políticas (...) esencia-les para la subsistencia de una

democracia” pueden ser custo-diadas e incentivadas iuxta pro-  pria principia, sin tener que“aprender” nada de las creenciasreligiosas.

Para que “los principios de  justicia” penetren en el tejidomás denso de las orientacionesculturales de valor” sin que paraHabermas –precisamente– seponga en peligro la democracia, será suciente con que el Esta-do constitucional democrático,

en sus políticas sustanciales,permanezca el al denominador común de valores, que puedeobtenerse lógicamente del prin-cipio procedimental mínimo:“un voto por cabeza”, que ya nodiscute ni el más acérrimo con-servador. Y que no es tan míni-mo, si lo examinamos a ondo.Veamos.

11. La democracia liberal esautos-nomos , soberanía de los

ciudadanos para darse una ley por sí mismos. De los ciudada-nos existentes concretamente,de todos y cada uno, no de una“voluntad general” abstracta,imprecisable y con riesgo totali-tario. Un voto libre e igual pre-supone, sin embargo, condicio-nes materiales y culturales deautonomía   para todos y cadauno. El voto no es libre (un votopor cabeza) en un clima de inti-midación maosa (una bala, un

voto), o de corrupción (unamordida, un voto), pero tampo-co si la necesidad domina laexistencia de un ciudadano, o

cuando la alta de instrumentoscríticos y de inormaciones pre- juzga su elección. O si la dispa-ridad de recursos entre los can-didatos pre-juzga los resultados(un dólar, un voto), o si se sus-

tituye el debate argumentativocon la publicidad (un anuncio,un voto).

Políticas sustanciales de bien-estar radical (independencia dela necesidad), imparcialidad y pluralismo televisivo, enseñanzarepublicana y educación perma-nente son, por lo tanto, pre-con-diciones  del voto libre e igual.Como tales tendrían que estargarantizadas en la constitución,sustraerse al azar de las mayo-

rías. Exactamente igual de irre-nunciables para la democraciason: unas políticas sustancialesque omenten la participación,los movimientos cívicos, lasdesburocratización de los parti-dos, la eectividad en el tratoigual rente al aparato judicial, y más generalmente, el ethos deldisidente rente a la homologa-ción, el conormismo y el pen-samiento único.

La lista sería demasiado lar-

ga. Medidas permanentes detipo hiper-libertario e hiper-pro- gresista son en suma lo trascen-dental de una constitución libe-ral, porque esa “multitud” depolíticas sustanciales extrema-damente exigentes y radicalesen el plano social y culturalconstituyen las condiciones de  posibilidad del mínimo procedi-mental “un voto por cabeza”.Sin condiciones socio-culturalesde autonomía, el voto como

instrumento de democracia sedestiñe, se extingue (como biensaben todos los populismos y los plebiscitarismos).

Habermas, en vez de arontarel problema de las democraciasactuales, es decir, el décit dedemocracia producido por polí-ticas anti-libertarias y/o antii-gualitarias y/o de conormismocultural y social, es decir, anti-democráticas aunque sean ma-yoritarias, pide auxilio a las reli-

giones para que aporten un su-plemento de alma, de sentidocomún y de solidaridad. Pero deesa orma elude la cuestión: la

lucha por la democracia dentrode la democracia, contra lasuerzas del privilegio y del con-ormismo que la reducen a un atus vocis.

El secreto del riesgo de “tie-

rra baldía” no es el desencanto,ni el relativismo de los valoresni la presunta aridez laica de lademocracia, sino la democraciainacabada –legal, social, culturaly políticamente. Eectivamenteno hay religión que pueda sal-varla si la democracia no se nu-tre cotidianamente de políticasde igualdad-para-la-libertad y de libertad-para-la -igualdad.

Por todo ello no es con unaautocrítica de la Ilustración sino

más bien con su cumplimiento;no es con el temor al desencan-to –es decir al autos-nomos delhombre, al que Ratzinger concoherencia anti-ilustrada impu-ta los totalitarismos del siglopasado y los males del actual–sino con su radicalización endemocracia radical, como pue-de arontar la modernidad lascontradicciones, las injusticias y los peligros que genera, unda-mentalismos y nihilismos in-

cluidos.■

Traducción de Alejandro Pradera.

Las citas son del libro: J. Habermas,  Zwischen Naturalismus und Religion,Suhrkamp Verlag, 2005. [Entre natura-lismo y religión, Ediciones Paidós Ibéri-

ca, 2006].

Paolo Flores D’Arcais coeditor de larevista Micromega. Autor de El desaíooscurantista.3 Como si Dios existiera.