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PARA ENTRAR EN EL SIGLO XXI: EL PASO POR EL SURESTE YVON L E B O T INTRODUCCIÓN LA GLOBALIZACIÓN -ECONÓMICA, PERO SOBRE TODO FINANCIERA- va de la mano del desvanecimiento de las antiguas ideologías universalistas, del debilitamiento de los Estados-nación, de la disociación brutal entre los mercados mundializados y las identidades particulares, de la expansión del consumo y la comunicación de masas, y de la fragmentación de las culturas. También, como reacción, va acompañada de la proliferación de movimientos de identidad de carácter étnico, religioso o nacional. Su expresión política rara vez es democrática. Casi por todas partes aflo- ran poderes neocomunitarios, regímenes comunitaristas y tentativas de perpetuar o recrear, de manera voluntarista y autoritaria, comunidades homogéneas. El movimiento zapatista se presenta como una reacción a la globaliza- ción neoliberal y como una tentativa de conciliar la identidad y la demo- cracia. Rechaza la omnipotencia de un mercado que multiplica las des- igualdades sociales y aniquila las identidades particulares, pero no para instaurar un orden igualitario nivelador ni para preconizar repliegues comunitaristas o nacionalistas. Los calificativos que le han sido aplicados, tales como "insurrección poscomunista" o "guerrilla posmoderna", quizá no son totalmente adecuados. Sin embargo, tienen el mérito de destacar ciertas características que constituyen la originalidad del zapatismo y que explican su extraordinaria repercusión; el movimiento se ha desarrollado en forma paralela a la descomposición de las ideologías sobre el sentido de la historia y a la crisis de la modernidad. No apela a los principios universales abstractos o a las categorías generales en los que esos princi- pios se encarnaban (la Razón, la Ley Moral, el Progreso, la Historia, el Estado, el Hombre y el Ciudadano, la Revolución, la Nación, el Pueblo, el Proletariado, etc.), sino a la formación de actores históricos concretos, 593

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PARA ENTRAR EN E L SIGLO XXI : E L PASO POR E L SURESTE

Y V O N L E B O T

I N T R O D U C C I Ó N

L A G L O B A L I Z A C I Ó N - E C O N Ó M I C A , P E R O S O B R E T O D O F I N A N C I E R A - va de la

m a n o del desvanecimiento de las antiguas ideologías universalistas, del debili tamiento de los Estados-nación, de la disociac ión brutal entre los mercados mundial izados y las identidades particulares, de la expansión del consumo y la c o m u n i c a c i ó n de masas, y de la f r a g m e n t a c i ó n de las cul turas . T a m b i é n , como reacc ión , va a c o m p a ñ a d a de la prol i ferac ión de movimientos de identidad de c a r á c t e r é tnico , religioso o nacional . S u e x p r e s i ó n polí t ica r a r a vez es d e m o c r á t i c a . C a s i por todas partes aflo­r a n poderes neocomunitarios , regímenes comunitaristas y tentativas de perpetuar o recrear, de manera voluntarista y autoritaria, comunidades h o m o g é n e a s .

E l movimiento zapatista se presenta como u n a r e a c c i ó n a la globaliza­c i ó n neol ibera l y como u n a tentativa de conci l ia r la identidad y la demo­cracia . R e c h a z a la omnipotencia de u n mercado que multiplica las des­igualdades sociales y aniquila las identidades particulares, pero no para instaurar u n o r d e n igualitario nivelador n i p a r a preconizar repliegues comunitaristas o nacionalistas. L o s calificativos que le h a n sido aplicados, tales como " i n s u r r e c c i ó n poscomunista" o " g u e r r i l l a posmoderna" , quizá no son totalmente adecuados. S i n embargo, t ienen el m é r i t o de destacar ciertas carac ter ís t i cas que constituyen la or ig inal idad del zapatismo y que explican su extraordinaria repercusión ; el movimiento se ha desarrollado e n forma parale la a la d e s c o m p o s i c i ó n de las ideologías sobre el sentido de la historia y a la crisis de la m o d e r n i d a d . N o apela a los principios universales abstractos o a las categorías generales en los que esos princi ­pios se e n c a r n a b a n (la R a z ó n , la L e y M o r a l , el Progreso, la Historia , el Estado, el H o m b r e y el C i u d a d a n o , la Revolución, la N a c i ó n , el Pueblo, el Proletariado, etc.), sino a la f o r m a c i ó n de actores históricos concretos,

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a sus derechos, a sus intereses y a su cultura. S u horizonte es el de u n a universalidad plural , u n a universal idad que se conjuga con la diversidad cultural . " E l m u n d o que queremos es u n mundo donde quepan muchos mundos . "

L o s zapatistas buscan y se abren paso entre el mundo antiguo y el nue­vo mundo. Por sus orígenes, reales o míticos (un movimiento histórico tam­bién posee su mito de origen), tienen u n cierto parentesco con los antiguos actores históricos (proletariado, clase obrera, movimientos campesinos, movimientos de l iberación nacional) que ocuparon el pr imer plano duran­te los siglos XIX y XX, hasta en A m é r i c a Lat ina , donde esos actores apare­cían casi siempre con formas h e t e r ó n o m a s , inacabadas o trágicas.

C o m o su nombre lo indica , el Ejérci to Zapatista de L i b e r a c i ó n Nacio­nal ( E Z L N ) re ivindica al movimiento campesino fundador de la Revolución mexicana y los movimientos latinoamericanos de l iberación nacional . S i n embargo, el E Z L N h a vivido, desde su c reac ión a principios de los años ochenta, varias inflexiones ocasionadas por el derrumbe del comunismo, por su encuentro con el m u n d o indígena (choque cultural) , por la afirma­c ión en su interior de la voluntad de lograr la emancipac ión de la mujer y, luego del levantamiento del 1 de enero de 1994, por su encuentro con la sociedad civi l . T a m b i é n por el impacto que ejerció la c o n t r a r r e v o l u c i ó n neol iberal emprendida en los años ochenta y que llevó a su m á x i m a expre­sión el gobierno de Sal inas (choque e c o n ó m i c o y social) .

C O N T I N U I D A D E S Y D I S C O N T I N U I D A D E S

L a sublevación zapatista no surgió de la nada ni por g e n e r a c i ó n espontá­nea. T a m p o c o es u n e p i f e n ó m e n o engendrado por confabulaciones y manipulaciones .

H o y conocemos lo esencial sobre la genealogía y génesis del levanta­miento. 1 L a mayoría de sus bases y sus militantes proviene del movimiento de l iberación y m o d e r n i z a c i ó n que h a recorr ido y dividido a las comuni­dades indígenas desde los años cincuenta. Per tenecían a la corriente de renovac ión catól ica que impulsó el clero de la diócesis de S a n Cristóbal , bajo la batuta del obispo S a m u e l R u i z . Muchos de ellos obtuvieron su p r e p a r a c i ó n para la a c c i ó n social y polít ica en el marco de u n a organiza­ción maoís ta . A part ir de la implantac ión del E Z L N e n la Selva L a c a n d o n a , a pr incipios de los años ochenta, la movilización, el reclutamiento y el

1 Véase la bibliografía al final del capítulo.

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adiestramiento han sido las tareas principales de esta o r g a n i z a c i ó n de ins­p i r a c i ó n castro-guevarista, que reivindica sus antecedentes mexicanos. L a exper iencia zapatista también ha absorbido el discurso y la p r á c t i c a de las guerr i l las centroamericanas, aunque más por contacto, proximidad o difu­s i ó n por los medios de c o m u n i c a c i ó n , que por la p a r t i c i p a c i ó n de miem­bros del EZLN en las guerr i l las centroamericanas o de guerr i l leros centro­americanos en el movimiento zapatista.

Éste, sin embargo, no es la m e r a p r o l o n g a c i ó n de las luchas campesi­nas indígenas que tuvieron lugar en Chiapas durante los úl t imos dece­n i o s , con el apoyo de organizaciones políticas y sindicales, instituciones religiosas y asociaciones para el desarrollo, n i es u n a extensión de las guerr i l las centroamericanas. C o n t r a u n a interpretac ión " e c u m é n i c a " , tam­p o c o es la c o n f l u e n c i a a r m ó n i c a de los "cuatro caminos" , es decir, las luchas campesinas, la e m a n c i p a c i ó n indígena, la teología de la l iberación y el proyecto político-militar . E n cierto momento, durante los años ochen­ta, esas diversas lógicas efectivamente coexistieron, estrechamente unidas , sobre todo en L a s C a ñ a d a s , por las imbricaciones de la U n i ó n de Uniones-A R I C , el grupo Slop,2 la Palabra de Dios y el EZLN. Pero lo que permite c o m p r e n d e r el surgimiento del zapatismo son los desgarramientos en la sociedad local y las conmociones en los ámbitos regional , nac ional e inter­nac ional , la competencia entre proyectos diferentes, las rupturas en las lógicas de a c c i ó n , y las discontinuidades tanto como las continuidades. E l zapatismo se f o r m ó sobre la base de la disociación de las comunidades , los conflictos de g e n e r a c i ó n , las disidencias religiosas, las transformacio­nes de las relaciones sociales de p r o d u c c i ó n , las fracturas del sistema de d o m i n a c i ó n y la f r a g m e n t a c i ó n de las organizaciones sindicales y políti­cas de oposic ión. T a m b i é n debemos tomar en cuenta las disidencias , divi­siones y fracasos, así como la voluntad de superarlos, si queremos com­p r e n d e r las utopías , esperanzas, proyectos y tentativas de r e c o n s t r u c c i ó n que caracterizan el zapatismo.

L A G R A N C O N M O C I Ó N ( E L Z A P A T I S M O , E L C O M U N I S M O

Y LAS GUERRILLAS LATINOAMERICANAS)

U n a de las razones que explican la sorpresa, el escepticismo y el interés que ha suscitado el levantamiento es que éste surgió en el ocaso del perio-

2 Slop significa raíz, en tzeltal. Esta organización militante que se formó en el seno de la diócesis de San Cristóbal, a principios de los años ochenta, conjugaba la teología de la liberación y la reafirmación de las raíces indígenas.

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do de decadencia de las ideologías revolucionarias ( incluida la teología de la l iberac ión) , de desdibujamiento o re t racc ión de los actores —estados, partidos y movimientos— que eran los portavoces de dichas ideologías o que hacían referencia a ellas, tanto en el escenario nacional mexicano como en el paisaje regional latinoamericano (sobre todo, las guerri l las) y en el ámbito m u n d i a l en su conjunto.

Todas las guerri l las revolucionarias de A m é r i c a L a t i n a posteriores a la revolución cubana, ya fueran puramente guevaristas o con una conno­tación trotskista, maoís ta o, a veces, nacionalista (como el M19 en C o l o m ­bia o la O R P A en Guatemala) tenían u n denominador c o m ú n , a saber, que su objetivo era tomar el poder mediante la lucha armada. E l resto de sus metas se subordinaban a él y todas las conductas debían llevar a él. Pero el zapatismo, a u n cuando proviene del mismo horizonte, se h a alejado gra­dualmente de esa galaxia, hoy en vías de ext inción.

E l surgimiento del zapatismo es c o n t e m p o r á n e o y paralelo al derrum­be del c o m u n i s m o . E l E Z L N nació a principios de los años ochenta, cuando el enfrentamiento entre Solidarnosc y el gobierno polaco esbozaba la crisis f i n a l del sistema soviético, y t o m ó vuelo a partir de 1988-1989, al tiempo que se desbarataban, uno tras otro, los regímenes de los países del Este. A s i m i s m o , en 1989, el proceso O c h o a acentuó la decadencia y pérdida de prestigio del r é g i m e n cubano. E n noviembre de ese mismo a ñ o , unos días después de la caída del muro de Berlín, la ofensiva del Frente F a r a b u n d o Mart í de L i b e r a c i ó n Nacional ( F M L N ) , en E l Salvador, presentó la últ ima crecida de la guerr i l la salvadoreña, antes del reflujo y de los acuerdos de paz (enero de 1992). E n febrero de 1990, los sandinistas perdieron las elecciones en Nicaragua y, en esos mismos años , c o m e n z ó en G u a ­temala u n laborioso proceso de paz que habría de llevar a los acuerdos de 1994-1996.

E n M é x i c o , también, la mayoría de los integrantes de la izquierda revolucionaria había iniciado u n viraje. A l g u n o s se convir t ieron y se unie­ron a la c o n t r a r r e v o l u c i ó n neoliberal del presidente Salinas , entre ellos ciertos l íderes y militantes del movimiento m a o í s t a que p r e c e d i ó , en Chiapas , al zapatismo. Otros, más numerosos, se adhir ieron a C u a u h t é m o c C á r d e n a s p a r a después integrarse al Partido de la Revolución D e m o c r á ­tica ( P R D ) . L a l u c h a armada había pasado de moda. A l g u n o s miembros de la diócesis de S a n Cristóbal de L a s Casas , que antes simpatizaron con los m o v i m i e n t o s r e v o l u c i o n a r i o s c e n t r o a m e r i c a n o s y que a y u d a r o n a l zapatismo a entrar en contacto con las comunidades indígenas, ahora con­sideraban que la caída del muro de Berlín, el f i n de las guerri l las en A m é ­rica C e n t r a l y la p e n e t r a c i ó n del neocardenismo habían hecho a n a c r ó n i c a la lucha armada .

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E l mismo E Z L N evolucionó en u n a dirección que lo enra izó en el mun­d o indígena y lo hizo regresar del camino marcado por los movimientos revolucionarios de l iberación nacional , para acentuar su componente pro­piamente zapatista. S i n embargo, ese doble arraigamiento, é t n i c o y nacio­n a l , que Marcos expresa con la f i g u r a s incrét ica de Votan-Zapata, 3 no im­p l i c ó que el movimiento d i e r a marcha atrás, sino que, por el contrario, lo p r o y e c t ó hacia el futuro.

A l desempolvar y "sacar de los museos y los palacios" la f i g u r a de Zapata , es decir, la imagen de la revolución que precediera , a pr incipios de siglo, a la revolución soviética, el zapatismo r e t o m ó el hilo que inte­r r u m p i e r o n los reg ímenes estatistas autoritarios del siglo X X ( incluido el r é g i m e n nacional-popular mexicano) . E s e hilo conduce al cuestionamiento sobre la nac ión y sobre la relación entre la sociedad civi l y el poder, en u n m u n d o globalizado, tras la d e s c o m p o s i c i ó n tanto de los Estados nacional-populares como de los Estados comunistas.

M O V I M I E N T O S S O C I A L E S É T N I C O S E I N S U R R E C C I Ó N A R M A D A

F u e el encuentro c o n el m u n d o indígena lo que condujo a l zapatismo a plantearse u n a pregunta que hoy resulta c r u c i a l , a saber, la pregunta s o b r e las i d e n t i d a d e s , l a d i v e r s i d a d c u l t u r a l y l a c o m u n i c a c i ó n intercul tura l . ¿ C ó m o conjugar la d e m a n d a de igualdad c o n el reconoci­m i e n t o de la diferencia?

Mientras que la mayoría de las organizaciones de g u e r r i l l a latinoame­r icanas no supieron o p u d i e r o n establecer u n vínculo con las poblaciones indígenas y otras les impusieron su propia lógica,, de clase y nacional , el encuentro evitó que el E Z L N desapareciera prematuramente , lo desvió mediante sacudidas sucesivas de su línea original y lo hizo entrar en otra lógica , otro ri tmo, otra temporal idad.

E l encuentro fue c o n indígenas que vivían a su vez u n a r u p t u r a con la t r a d i c i ó n comunitar ia (la "costumbre") . El los se habían ar rancado el pesa­do yugo de las comunidades y las f incas , de las que casi s iempre fueron expulsados para e m p r e n d e r u n largo rodeo hacia la m o d e r n i d a d . C o m o sus hermanos guatemaltecos del Ixcán, del otro lado de la frontera, du­rante el é x o d o se c r u z a r o n con u n grupo de guerr i l leros que también r e a l i z a b a n la " t raves ía del desier to" . Estos i n d í g e n a s , organizados en neocomunidades , construyeron u n a e c o n o m í a , reconstruyeron los lazos

3 Votan es una figura mítica maya.

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sociales, instauraron nuevas relaciones de poder e inventaron u n a india-n i d a d genér ica , l iberada del localismo cerrado de las antiguas comunida­des y de las imágenes negativas del indígena. D e esta m a n e r a volvieron a encontrar la confianza en ellos mismos y la autoestima.

E l t r a u m a del desprendimiento , las adversas condic iones de v i d a en la selva y las violentas confrontaciones con los hacendados , comercian­tes, explotadores de madera , y representantes del estado de C h i a p a s y del E s t a d o federal , a l imentaron u n n e o c o m u n i t a r i s m o con fuerte carga religiosa, n e o c a t ó l i c a o protestante, que era a su vez intolerante hac ia sus propias m i n o r í a s y disidentes. Esto tamb ié n es cierto en lo que se re­f iere a los sectores e n r u p t u r a de sus comunidades que p e r m a n e c i e r o n en L o s Al tos .

Pero, a diferencia del movimiento de Canudos , que tuvo lugar en el noreste brasileño, a finales del siglo XIX, el movimiento de liberación indíge­na de Chiapas no estaba animado por una lógica de rechazo de la sociedad na­cional , sino, todo lo contrario, por una lógica de integración nacional .

El zapatismo y la ruptura del movimiento de liberación y modernización indígena

E l injerto del EZLN en ese movimiento no hubiera tenido éxito si éste no se hubiera estrellado contra u n muro y hubiera estallado. 4 L a s contradiccio­nes y callejones sin salida de la dinámica del desarrollo son los que explican el viraje de u n a porc ión de la población hacia u n a lógica de insurrección que, a su vez, aceleró y profundizó las rupturas. L a crisis del movimiento campesino indígena de 1982-1983 facilitó la implantación del núcleo gue­rril lero, al incitar sobre todo a una fracción de la estructura diocesana a que se acercara a ellos. L a s divisiones en el interior del movimiento social se acentuaron a partir de 1988 y 1989, a resultas de la coyuntura e c o n ó m i c a (caída del precio del café, crisis de la ganadería) , la política salinista (la c o o p t a c i ó n de u n sector del movimiento mediante la solución del proble­ma provocado por la c reación de una reserva lacandona, durante la presi-

4 "Los solicitantes de tierra de la Unión de Uniones encontraron un muro impenetra­ble de injusticia, corrupción e impunidad, que entre otros aspectos se reflejaba hasta en la sólida red de relaciones entre la burocracia agraria y los propietarios, que hacía que la ley no valiera de hecho para los campesinos. Esto sembró la desesperanza entre los solicitantes de tierra que querían resolver por medio de la justicia sus problemas agrarios con los finqueros. Y a su vez todo ello reforzaba la propuesta de que no quedaba otro camino que el de las armas, que sólo con la revolución se resolverían estos problemas y toda la injusticia social en general". Véase María del Carmen Legorreta Díaz, Religión, política y guerrilla en Las Cañadas de la Selva Lacandona, México, Cal y Arena, 1998, p. 197.

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d e n c i a de Echeverría , y mediante los programas de Sol idar idad, 5 la veda forestal que ponía trabas a la e c o n o m í a campesina , la reforma del Art ícu­lo 27 const i tucional y otras m e d i d a s que preparaban el terreno p a r a la f i r m a del Tratado de L i b r e C o m e r c i o de A m é r i c a del Norte, T L C A N ) , así c o m o de las evoluciones ya mencionadas del contexto polít ico centroame­r i c a n o y m u n d i a l . Este contexto contr ibuyó sobre todo a la r u p t u r a entre los zapatistas y la diócesis.

E l zapatismo se nutr ió de los atolladeros que enfrentaba el movimien­to social , el cual entró en crisis desde principios de los años ochenta y e m p e z ó a dividirse irremediablemente a partir de 1988, es decir, a part ir d e l momento en el que debía definirse frente a u n a polít ica neol ibera l ofensiva, que combinaba la d e s t r u c c i ó n de la e c o n o m í a de comercio cam­pes ina , la c o o p t a c i ó n (Solidaridad) y la represión (Patrocinio González) .

S i n embargo, la oposición entre el sector reformista (que se convert i rá e n la A R I C oficial) y el sector radical no se reduce al enfrentamiento de dos estrategias, u n a de negociación con las instancias gubernamentales y otra de confrontac ión armada. Cualesquiera que fueran las contradicciones y ambivalencias en la actitud de los indígenas frente a las autoridades, u n n ú m e r o creciente de ellos aspiraba a ser reconocido como sujeto, exigía ser respetado y reafirmaba su a u t o n o m í a de acc ión frente al desprecio de los " ladinos" y las práct icas clientelistas y autoritarias del poder. E n la revuelta zapatista, nacida de las rupturas sucesivas y dirigida contra las formas anti­guas y nuevas de dominac ión social, cultural y política, se consolida u n actor social y é tnico .

El zapatismo y los movimientos indígenas en América Latina

D e hecho , el zapatismo e x p r e s ó de la m a n e r a más intensa y espectacular las demandas y la p r o b l e m á t i c a de los movimientos indígenas que surgie­r o n e n A m é r i c a L a t i n a durante los úl t imos decenios, y que presentan m u c h a s similitudes con otros movimientos de poblaciones a u t ó c t o n a s de todo el m u n d o . L a s experiencias , positivas o negativas, se mult ipl icaron a par t i r de la a p a r i c i ó n de la F e d e r a c i ó n Shuar, en los años sesenta, en la A m a z o n i a ecuatoriana, pasando por las luchas del C o n s e j o R e g i o n a l de los Indígenas del C a u c a ( C R I C ) en C o l o m b i a , el movimiento katarista en B o l i v i a , la g u e r r a en la Moskit ia n i c a r a g ü e n s e , el confl icto guatemalteco,

5 A partir del momento en que la Unión de Uniones se constituye oficialmente como A R I C (1988), la corrupción aumenta fuertemente en ella y las divisiones se acentúan.

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las insurrecciones de los años noventa en la S i e r r a de Ecuador , la C o a l i ­c ión O b r e r a , C a m p e s i n a y Estudiantil del Istmo (COCEl) , y otras tenta­tivas mexicanas de independizarse del indigenismo oficial .

L o s zapatistas no tienen un conocimiento preciso y directo de esos movi­mientos y conflictos, ni hacen referencia alguna a ellos. L a cultura maya que comparten, las condiciones y modalidades muy semejantes de emancipación y desarrollo, y los antiguos contactos, reforzados por las migraciones que provocó el conflicto guatemalteco en los años ochenta, los acercan a los indí­genas del país vecino. Sin embargo, el paralelismo de ambas trayectorias no remite a vínculos orgánicos ni a estrategias deliberadas. E s cierto que ha ha­bido convergencias, influencias y entrecruzamientos, sobre todo por las me­diaciones eclesiásticas, como ocurr ió , por ejemplo, durante el Congreso Indígena de 1974, con la acogida de los refugiados guatemaltecos en los años ochenta y, en el ámbito continental, cuando se organizó una movilización contra la c o n m e m o r a c i ó n del quinto centenario del Descubrimiento de Amé­rica, en 1992. S in embargo, las afinidades y similitudes, que derivan sobre todo de la lógica interna de los movimientos indígenas, de la identidad de los actores y de los tipos de conflicto y problemática, no impiden que existan diferencias importantes y profundas divergencias, particularmente en las ar­ticulaciones con las organizaciones políticas o político-militares.

S i n estar v inculada o r g á n i c a m e n t e a los movimientos indígenas del resto del continente, la revuelta zapatista se inscr ibe en la misma línea y dio u n impulso a la r e a f i r m a c i ó n a u t ó n o m a de muchos grupos indígenas de otras regiones de M é x i c o . N o constituye la síntesis perfecta, la realiza­ción o consol idac ión de lo que existía en estado potencial o inacabado en los otros movimientos y conflictos, pero ella planteó de la manera más significativa, expresiva y ejemplar la pregunta sobre las relaciones entre la identidad y la democracia : ¿ c ó m o combinar la r e a f i r m a c i ó n de la identi­dad y la exigencia d e m o c r á t i c a ? L o s otros movimientos no plantearon esta pregunta de u n a forma tan política; no cuestionaban el poder de una mane­ra tan directa y radical , sino que más bien se m a n t e n í a n a distancia de él. Sus acciones se desplegaban sobre todo en la esfera e c o n ó m i c a , social o cultural , y casi siempre dentro de lo regional . A l g u n o s grupúsculos o líde­res indígenas intentaron, sin mucho éxito, abrirse u n lugar en el ámbito político partidista . Ciertos dirigentes, grupos o fracciones de la población indígena se adhir ieron, voluntariamente o no, a las estrategias y lógicas político-militares de los movimientos de l iberac ión nacional o de sus ene­migos (Nicaragua, Guatemala , Perú, C o l o m b i a ) . F u e u n desastre para ellos y para grandes sectores de las comunidades .

L a s tentativas (de las que existen ejemplos en los países mencionados) de poner los movimentos sociales étnicos al servicio del resurgimiento de

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los movimientos revolucionarios partían de malos entendidos y terminaron e n el fracaso. L o s dos tipos de movimiento responden a lógicas de a c c i ó n diferentes. L o s primeros no son sucedáneos n i sustitutos de los segundos. L a f i g u r a del indígena no podría remplazar a la f igura desfalleciente del proletario —obrero o campesino del Tercer Mundo—, en tanto portavoz de u n a r e d e n c i ó n y revolución mundiales . L o s movimientos indígenas reales n o remiten a algún tipo de f igura mesiánica dominante y orientadora del movimiento histórico. Éstos, por el contrario, se caracterizan por construir sujetos históricos particulares, en luchas de emancipac ión que conjugan la a f i r m a c i ó n de la diferencia y la demanda de igualdad.

E s esto lo que atrae —sobre todo en el caso de los zapatistas— la simpatía de ciertos individuos y grupos —en su mayoría jóvenes— que viven, a su vez, similares experiencias de lucha contra la dominación y la dependencia, la d i s c r i m i n a c i ó n y la exclusión, y que llevan a cabo el mismo trabajo de subjetivación. "Nuestra solidaridad con ellos [los zapatistas] deriva de nues­tras propias luchas", afirma u n indígena ecuatoriano. L a comunicación entre zapatistas y "zapatizantes" no se basa, a diferencia de los antiguos internaciona­lismos, en la adhesión a una causa común. También rompe con el humanitaris­m o basado en el sentimiento de culpa, que se nutre de la victimización y está marcado de paternalismo. 6 Dicha comunicación se establece entre sujetos iguales, respetuosos de sus diferencias y confrontados a situaciones que, en u n mundo globalizado, se hacen eco entre sí. De esta manera, por medio de identificaciones, correspondencias y redes se bosqueja una universalidad que no consiste en u n principio o en una figura únicos, sino que, por el contra­rio, se alimenta de la diversidad de identidades.

Asociando la identidad particular y las redes interactivas, los movimien­tos indígenas, y en particular el zapatismo, participan en la obra de recom­posic ión del m u n d o . No se conf inan a su dimensión local o regional, n i son simplemente categoriales o sectoriales. Son, como los movimientos de las mujeres , movimientos culturales.

L A O T R A M I T A D D E L S U E Ñ O ( L E V A N T A M I E N T O Z A P A T I S T A

Y E M A N C I P A C I Ó N D E L A M U J E R )

L a s mujeres indígenas chiapanecas son objeto de o p r e s i ó n y d i s c r i m i n a ­c i ó n p o r par t ida doble. E n las c o m u n i d a d e s t radic ionales , estas mujeres

6 No obstante, la masacre de Acteal (diciembre de 1997) dio lugar al retorno obligado de una solidaridad compasiva, de la que existen formas respetables y necesarias.

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están confinadas a la dependencia y relegadas a la esfera de lo pr ivado ; se les reduce a d e s e m p e ñ a r papeles de r e p r o d u c c i ó n biológica , e c o n ó ­mica , social y cultural ; se les somete al d o m i n i o de los hombres , que descargan en ellas el desprecio y las violencias de los que ellos mismos son objeto en sus relaciones con el resto de la s o c i e d a d . 7 E l machismo y el sexismo de la sociedad global están interiorizados y a menudo acentua­dos e n las comunidades . T r a d i c i o n a l m e n t e , éstas e r a n gobernadas por u n a gerontocracia masculina , u n consejo de ancianos a l cual las mujeres no tenían acceso.

E l per iodo pionero de la e m a n c i p a c i ó n indígena (de los a ñ o s cin­cuenta a los setenta) estuvo caracterizado por u n comunitar ismo que a m e n u d o era muy exclusivo. E n las neocomunidades , las mujeres se­g u í a n s in tener otra existencia que como elementos del todo, p o r el papel que d e s e m p e ñ a b a n dentro de la famil ia y la c o m u n i d a d . U n a con­c e p c i ó n holíst ica en la que no es concebible que los conflictos que en­f renten a h o m b r e s y mujeres se d e s p l i e g u e n e n la escena p ú b l i c a y p u e d a n ser resueltos de otra forma que no sea de conformidad con las reglas del d o m i n i o patriarcal . L a p r e e m i n e n c i a de la familia y la comuni ­d a d t a m b i é n se i m p o n e a los hombres , pero de m a n e r a ventajosa p a r a ellos.

N o obstante, las neocomunidades que se f o r m a n en esta fase de mo­d e r n i z a c i ó n responden a u n ideal de igual i tar ismo, que tiene efectos b e n é f i c o s . L a s relaciones hombre-mujer se vuelven menos desiguales, p o r no decir que iguali tarias . L a d e s a g r e g a c i ó n de la costumbre, el ini ­cio de la escolar izac ión femenina , la p a r t i c i p a c i ó n de las mujeres "cate­quistas" en el aggiornamento c a t ó l i c o y el lugar que se les concede e n las iglesias y sectas evangélicas abren brechas . A s i m i s m o , la res t r i cc ión del a l c o h o l en el marco del movimiento catequista y su prohibic ión en los g r u p o s evangél icos contr ibuyen a m e j o r a r el destino de las mujeres . A l g u n a s O N G cercanas a la Iglesia ca tól ica , ciertas organizaciones de iz­quierda y, en ocasiones, t a m b i é n a lgunos organismos oficiales, como el I N I , les a y u d a n a c o n s e g u i r p a r c e l a s de a u t o n o m í a e c o n ó m i c a , les h a c e n par t ic ipar activamente en p r o g r a m a s colectivos de p r o d u c c i ó n , sa lud y e d u c a c i ó n , y les p e r m i t e n que su voz empiece a ser escuchada p ú b l i c a m e n t e .

7 Jules Falquet, "Les femmes indiennes et la reproduction culturelle: réalités, mythes, enjeux. Le cas des femmes indiennes au Chiapas, Mexique", Cahiers des Amériques Latines, nûm. 13, I H E A L , Paris.

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Estos cambios prepararon el terreno para los que tuvieron lugar en el estado de Ghiapas de los años ochenta. Marcos relata que el primer levan­tamiento zapatista no fue el del 1 de enero de 1994 sino, tiempo antes, la i n s u r r e c c i ó n de las mujeres dentro del zapatismo, que condujo a la pro­m u l g a c i ó n de una "ley revolucionaria de mujeres". Hoy las tropas zapatistas t e n d r í a n u n a c o m p o s i c i ó n femenina de 30% y esta p r o p o r c i ó n sería igual e n los cargos de dirección. E n el seno del movimiento, las mujeres partici­p a n en las asambleas en igualdad de condiciones y algunas figuras feme­n i n a s se colocan en pr imer plano durante los actos que t ienen una fuerte carga simbólica , como cuando la "mayor" A n a María leyó el texto de bien­v e n i d a en Oventic , durante el pr imer encuentro intercontinental, o cuan­do la "comandante" R a m o n a apareció como representante del EZLN, en el z ó c a l o de la c iudad de México , en ocas ión del Congreso Nacional Indíge­na , e n octubre de 1996.

E l zapatismo manifestó y aceleró la entrada de las mujeres indígenas en e l espacio público. S in embargo, a m e n u d o esto sigue estando en el o r d e n de las intenciones, las declaraciones o las conductas voluntaristas y minor i ta r ias . L a s resistencias masculinas son muy fuertes; se encubren tras las "necesidades de la g u e r r a " y se exacerban con los atolladeros que encuentra el conflicto . E l acento que ha puesto el zapatismo en la l ibera­c i ó n de las mujeres es también u n a de las causas de las fricciones c o n la Iglesia catól ica .

E l d o m i n i o masculino y la exclusión de las mujeres están profunda­mente arraigados en las instituciones, las conductas y las mentalidades, inc luso dentro de las comunidades zapatistas. T a m b i é n encuentran defen­sores entre los integristas de la "costumbre" y los fundamentalistas de la cul tura indígena, algunos de cuyos representantes se encuentran en las instancias del Consejo Nacional I n d í g e n a . 8 L a emancipación de las muje­res indígenas supone una t r a n s f o r m a c i ó n de las mentalidades y los com­por tamientos . 9

E n ocasiones los zapatistas han decepcionado a sus simpatizantes fe­ministas . S u a m b i c i ó n de ser u n motor de la d e m o c r a t i z a c i ó n depende de su capacidad p a r a promover la e m a n c i p a c i ó n de la mujer, de su capacidad p a r a dar a las mujeres indígenas su dignidad.

8 Véase Rosalva Aída Hernández Castillo (coord.), La otra palabra. Mujeres y violencia en Chiapas antes y después de Acteal, México, CIESAS, 1998, pp. 135 y 136.

9 "También tenemos que pensar qué se tiene que hacer nuevo en nuestras costumbres, la ley sólo debiera promover y proteger los usos y costumbres que las mujeres, comunidades y organizaciones analicen si son buenas. Las costumbres que tengamos no deben hacer daño a nadie." Encuentro taller "Los derechos de las mujeres en nuestras costumbres y tradiciones", citado por Hernández Castillo, op. cit,, p. 133.

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E L ZAPATISMO Y LA SOCIEDAD C I V I L

La no violencia armada

T r a s los enfrentamientos de enero de 1994, que dejaron entre 200 y 300 muertos, los Zapatistas se han mantenido en estado de no violencia armada, durante más de cuatro a ñ o s . 1 0 E n esto, también, el zapatismo se distingue de las guerril las revolucionarias, así como de sus propios orígenes. Aque­llas guerri l las respondían golpe por golpe; la "violencia revolucionaria" e ra u n elemento central de su doctrina y de su práct ica . Algunas no duda­r o n incluso en provocar la represión del poder contra la población civi l , c o n el f i n de llevarla a su campo.

L o s dirigentes Zapatistas que esperaban u n a insurrección general (sin tener mucha fe en que así ocurr iera , dice Marcos) y una reacción mili tar masiva, pensaban que la movilización de la opinión nacional e internacio­n a l les ayudaría a proteger sus bases. L a insurrecc ión general no se pro­dujo; la movilización nacional , sí, pero en la forma de manifestaciones contra el enfrentamiento armado y por la paz. Y a sea que éstas hayan in­f l u i d o o no sobre la decisión rápida de las autoridades de adoptar u n a estrategia más política que militar, el hecho innegable es que dichas mani­festaciones hicieron que los Zapatistas descubrieran la existencia de u n a sociedad civil que se o p o n í a a la g u e r r a y que ello contribuyó al viraje del movimiento. Desde enero de 1994, el EZLN busca los caminos por los cua­les poder articularse con esa sociedad civi l .

L o s Zapatistas son campesinos en armas , a la m a n e r a del m o v i m i e n ­to zapatista de pr inc ipios de siglo, y no guerr i l le ros profesionales como las g u e r r i l l a s revolucionarias que surgieron en los últ imos decenios en A m é r i c a L a t i n a . H o y en día, el movimiento parece estar más cercano a G a n d h i y a Mar t in L u t h e r K i n g , que a G u e v a r a . S u lucha contra el racis­m o y p o r la d i g n i d a d t a m b i é n lo aproxima a M a n d e l a y a la l u c h a contra el apartheid.

Pese a declarar: "Soldados p a r a que m a ñ a n a los uniformes militares sólo se usen en los bailes de dis f races" , 1 1 los Zapatistas no son pacifistas. Y a u n a vez usaron las armas y dicen estar listos para volverlo a hacer; de hecho, no las han guardado. P a r a la marcha hacia México , en septiembre

1 0 Una ocupación militar masiva, la masacre de Acteal (22 de diciembre de 1997), las operaciones de desmantelamiento de los "municipios autónomos" y muchas otras provoca­ciones que ha perpetrado el gobierno no han conseguido, hasta ahora, que los Zapatistas abandonen esta postura.

1 1 Declaración del subcomandante Marcos, La Realidad, julio de 1996.

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de 1997, las dejaron en las comunidades, lo que e x p r e s ó u n a vez más su v o l u n t a d de transformarse en movimiento c i v i l . Pero, m á s allá de las b a r r e r a s que h a puesto el poder, las dificultades que i m p l i c a la constitu­c i ó n del Frente Zapatista de L i b e r a c i ó n N a c i o n a l ( F Z L N ) i lustran el ca­r á c t e r p r o b l e m á t i c o de u n a convers ión semejante. S i n ser u n partido, n i u n c u e r p o s i n d i c a l n i u n a O N G , esta o r g a n i z a c i ó n , que se presenta como u n a f o r m a c i ó n en red, pretende ser u n motor de la movil ización de la s o c i e d a d c i v i l . A la fecha no h a llegado hasta allí, lo que s in d u d a se debe tanto a sus debilidades internas como a las de los actores sociales. E l zapatismo d e s p e r t ó u n a g r a n simpatía entre diversos sectores de la soc iedad mexicana, pero fuera de las organizaciones indígenas y de A l i a n ­za Cívica , u n a a s o c i a c i ó n que lucha por la p a r t i c i p a c i ó n c iudadana y con­tra el fraude, no h a encontrado en la sociedad los contrafuertes necesarios p a r a t ransformarse en u n movimiento social que sea capaz de ocupar u n lugar central . M u c h o s de los actores sociales, inc luidos aquellos que sim­pat izan c o n el zapatismo, se quedaron o h a n regresado a la órbi ta de los actores p o l í t i c o s c lásicos , sobre todo el P R D , debido a la e l e c c i ó n de C u a u h t e m o c C á r d e n a s p a r a la gubernatura de la c i u d a d de M é x i c o , en j u l i o de 1997.

E s en el m u n d o indígena donde el zapatismo h a encontrado sus pun­tales más sólidos y h a despertado los ecos más profundos y durables. S u mayor logro es haber reintegrado la d ignidad y la confianza a esos indíge­nas que a m e n u d o h a n interiorizado el racismo del que son objeto. L a intensa expresividad del zapatismo, l igada a dicha c o n n o t a c i ó n indígena, le garantiza u n a resonancia más allá de la esfera indígena, entre las clases medias , en los círculos intelectuales y entre los j ó v e n e s , en México y en el extranjero. N o obstante, el ca rác ter indígena del zapatismo contribuye, a la vez, a mantenerlo alejado de ciertos sectores de la p o b l a c i ó n mexicana, incluidos algunos sectores populares.

La reinvención cultural de lo político

" A los Zapatistas los hemos aniquilado mili tarmente y vencido política­mente", d e c l a r ó u n representante del gobierno mexicano. Pero la fuerza del zapatismo no proviene de sus capacidades militares n i de su peso po­lít ico. S u fuerza es, ante todo, de orden s imbólico .

E l levantamiento Zapatista del 1 de enero de 1994, día en que entra­r a e n vigor el T L C A N , reviste esencialmente el c a r á c t e r de u n golpe sim­b ó l i c o . É s t e fue precedido , el 12 de octubre de 1992, en S a n Cris tóbal , p o r u n a especie de ensayo general , en la f o r m a de u n a m a r c h a de protes-

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ta contra la c e l e b r a c i ó n del quinto centenario del Descubr imiento de A m é r i c a ; y le siguió, en febrero de 1994, otra r e p r e s e n t a c i ó n e s c é n i c a : el diá logo en la catedral de S a n Cris tóbal , ocas ión en la cual se v i o a Marcos desplegar u n a e n o r m e b a n d e r a mexicana, lo que expresaba que la ident idad nacional es u n elemento central de la lucha. O t r a s tantas manifestaciones, con diversos grados de teatral ización, tuvieron lugar posteriormente : la C o n v e n c i ó n N a c i o n a l D e m o c r á t i c a , con su e v o c a c i ó n d e l batean ivre de F i t z c a r r a l d , en agosto de 1994; la o c u p a c i ó n de nu­merosas munic ipal idades de C h i a p a s , en diciembre del m i s m o a ñ o ; la consul ta nac ional e internacional , en agosto y septiembre de 1995; el encuentro in tergalác t i co de 1996, etc. E n septiembre de 1997, la m a r c h a de 1 111 zapatistas (que dec ían repesentar al mismo n ú m e r o de c o m u n i ­dades indígenas) t o m ó , p a r a l legar a la c iudad de M é x i c o , el m i s m o ca­m i n o que el Ejérc i to L i b e r t a d o r del Sur, de E m i l i a n o Zapata, y r e c o r d ó las manifestaciones por los derechos cívicos que se organizaron en Es ­tados U n i d o s , en los a ñ o s sesenta. E l p r o p ó s i t o de tales iniciat ivas no e r a apoderarse de posiciones es t ra tégicas , de lugares materiales, sino de r o m p e r el cerco, al l lamar la a t e n c i ó n de la sociedad mexicana y de la o p i n i ó n internacional .

L a o c u p a c i ó n de S a n Cristóbal , declaró Marcos, t r a n s c u r r i ó "como u n poema" . E l Ejérci to Popular Revolucionario (EPR), guerr i l la revolucio­n a r i a de corte clásico, c o n s i d e r ó conveniente hacer saber a los zapatistas que la política no es u n a extensión de la poesía por otros medios. Pero el impacto del zapatismo proviene precisamente de su capacidad para arra­sar c o n el lenguaje estereotipado, así como con las je rarquías y las prácti­cas en vigor entre las organizaciones políticas y politico-militares. C o n t r a la m o n o p o l i z a c i ó n de la política por las vanguardias y los partidos, el zapa­tismo se propone reinventar la política, movil izando los recursos cultura­les y a la sociedad c ivi l .

E n mayo de 1968, los ocupantes del teatro del O d e ó n , en París, escri­b i e r o n en el frontispicio del edificio aquella frase que se volvió célebre : " L a imaginac ión toma el poder" . E l zapatismo tiene u n parentesco liberta­r io con los levantamientos de 1968 que recorr ieron el mundo. C o m o la mayor parte de ellos, se propone cambiar la sociedad y la cultura política, extender el campo de lo polí t ico hacia las cuestiones culturales, entendi­das como p r o b l e m á t i c a de sentido, a f i rmar a los sujetos en su identidad y sus diferencias , ofrecer i n f o r m a c i ó n y c o m u n i c a c i ó n intercul tural . E l zapatismo es u n movimiento de l iberación, que lucha a la vez por los dere­chos s o c i o e c o n ó m i c o s , polí t icos y culturales. S u horizonte es el de u n a d e m o c r a c i a que no h a de ser solamente política y social, sino también cul tural .

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D E M O C R A C I A P O L Í T I C A , D E M O C R A C I A S O C I A L Y D E M O C R A C I A C U L T U R A L

L a democrac ia se definía, c lásicamente, por la re lación entre el Estado y el sistema polí t ico . E s así como aún la define la mayoría de los poli tólogos y es así como la conciben, tanto en México como en el resto del mundo, quienes consideran que la d e m o c r a t i z a c i ó n consiste, pr imero o exclusiva­mente, en la redef inic ión de las reglas del juego polí t ico , en reformas tendientes sobre todo a separar el sistema político del Estado y a terminar c o n u n centralismo presidencial excesivo. E l objetivo de la democra t izac ión que tiene lugar en este país, desde los años ochenta y que supuestamente tendr ía que culminar en el a ñ o 2000, es salir de setenta a ñ o s —cuando menos— de u n r é g i m e n autoritario e instaurar u n a democrac ia política. E l sistema del partido-Estado, caracterizado por la fusión del sistema polí­tico y el Estado, presenta ya profundos resquebrajamientos. L a descompo­sición del partido sobre el cual descansaba el r é g i m e n está ya muy avanza­da. A l mismo tiempo, se encuentra en marcha la r e c o m p o s i c i ó n del siste­m a polít ico, o más precisamente, la c o n s t r u c c i ó n de u n sistema polít ico m á s abierto (con dos o tres partidos principales) y disociado del Estado. E s t a ha tenido avances y retrocesos, pero las elecciones de j u l i o de 1997 elevaron la esperanza de que pueda dar u n salto cualitativo decisivo en las elecciones presidenciales del a ñ o 2000.

S i n embargo, en M é x i c o como en todo el m u n d o , esta c o n c e p c i ó n de la democracia , heredada del siglo X V I I I inglés, estadunidense y f rancés , aparece hoy insuficiente . E n la actualidad la democrac ia se construye, so­bre todo, por la re lac ión entre el sistema político y los actores sociales y culturales .

E n el contexto de la filosofía de la I lustración, el sujeto libre se define en t é r m i n o s de u n a universal idad abstracta; se encarna en sujetos morales y en ciudadanos, iguales e idénticos, en cuanto son seres racionales inter­cambiables. Por el contrario, la democracia social y cul tural , que buscan los movimientos sociales actuales, está formada por sujetos concretos, igua­les y diferentes entre sí; sujetos personales que se d e f i n e n por identidades múltiples y cambiantes (grupos sociales, g é n e r o , comunidades culturales, é tnicas , religiosas, nacionales, etc.). " H o y en día, [la democracia ] defien­de la diversidad de los actores, de las culturas, de las asociaciones, las m i n o r í a s y, m á s esencialmente, la l ibertad que descansa en u n a sociedad diversa y cambiante, con el reconocimiento del otro como S u j e t o . " 1 2 E l zapatismo se inscr ibe en ese cambio de perspectiva:

1 2 Alain Touraine, Pourrons-nou vivre ensemble?, París, Fayard, 1997, p. 296.

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—Los partidos y actores políticos clásicos desconfían de los actores sociales (caso del P A N y del sector modernista l iberal del P R I ) o los conci­ben como u n a clientela (caso de los sectores tradicionales del P R I y de los sectores del P R D que p e r p e t ú a n la t radic ión populista, aunque se propo­n e n renovarla) .

— E l "neozapatismo", que se construye a partir del encuentro con la sociedad civil , en 1994, hace descender la cuestión de la democrac ia de las alturas de la p i rámide y la sitúa en las relaciones entre el sistema polí­tico y los actores sociales, sobre todo los actores sociales é tnicos . L a de­mocracia , según los zapatistas, se distingue del populismo que "clienteliza" a la sociedad; que subordina los actores sociales al partido y al Estado nacional-popular; que movil iza e integra, pero desde lo alto de la pirámi­de. A h í radica la pr inc ipal diferencia entre el zapatismo y el cardenismo. E l nacional-populismo, que consti tuyó la pr inc ipal corriente polít ica en M é x i c o y en el conjunto de A m é r i c a L a t i n a durante el siglo XX, trata a los actores sociales como agentes del sistema del partido-Estado. L o s zapatistas, por su parte, preconizan la a u t o n o m í a de los actores sociales, que deben guiar a los actores políticos y no la inversa. T a l es el sentido de la fórmula : "mandar obedeciendo" .

— L a voluntad de trasladar el debate sobre la d e m o c r a t i z a c i ó n de la relación entre el sistema polí t ico y el Estado, a la relación entre los actores sociales, por u n a parte, y el sistema polít ico y el Estado, por el otro, se redobla con la voluntad de reaf i rmar la diversidad en el interior de la sociedad civi l y exigir el reconocimiento de las diferencias y de la plural i ­dad cultural . Éste es el sentido del aforismo zapatista antes citado: "el m u n d o que queremos es u n m u n d o donde quepan muchos m u n d o s " .

C o m o muchas otras sociedades que salen de regímenes autoritarios, M é x i c o encara, s imul táneamente , la tarea de instaurar u n sistema polít ico d e m o c r á t i c o y aquellas que derivan del surgimiento de la sociedad civi l y de la re ivindicación de los derechos culturales, al t iempo que atestigua la expresión de demandas relativas a los derechos sociales amenazados por las leyes del mercado.

Const rui r u n sistema político disociado del Estado es lo que está en juego en la reforma política, en las relaciones entre los partidos, en las elec­ciones sucesivas. Garantizar la defensa y p r o m o c i ó n de los derechos del hombre y del ciudadano es lo que persiguen muchas asociaciones y O N G , especialmente A l i a n z a Cívica. Defender y, en su caso, ampliar los derechos económicos y sociales es el punto central de la renovación sindical y el objeti­vo de muchas asociaciones, como E l Barzón. Vincular el impulso de los de­rechos cívicos y los derechos e c o n ó m i c o s y sociales a la reaf i rmación y reco-

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nocimiento de los derechos culturales es el motivo de lucha de muchas organizaciones y movimientos, como ciertos sectores del Congreso Nacional Indígena, del movimiento de las mujeres, del movimiento ecologista. Pero el zapatismo es el que puso en primer plano, de la manera más elaborada y coherente, la necesidad de conjugar los derechos cívicos (democracia polí­tica) , los derechos sociales (justicia social) y los derechos culturales (identi­d a d , libertad). Marcos ha expresado con fuerza, a veces incluso con poesía, l a idea de que, en los albores del siglo X X I , la invención d e m o c r á t i c a se hace mediante la resistencia y la creatividad, mediante el rechazo de la domina­c i ó n y la dependencia, mediante la af i rmación y expansión de la libertad d e l sujeto. Ésta es la razón por la que su f igura y sus textos h a n tenido tal resonancia .

¿ C U Á L E S S O N L A S P E R S P E C T I V A S ?

E l zapatismo se d e s e m p e ñ a mejor cuando se trata de acciones ejemplares y expresivas, que en lo que se refiere a estrategias, conductas instrumenta­les, o r g a n i z a c i ó n y propuestas. S o n más las preguntas que plantea que las respuestas que ofrece, lo cual resulta refrescante en los f inales de u n siglo d o m i n a d o por las doctrinas y los sistemas, u n siglo que se a t iborraba de respuestas para no tener que hacerse preguntas.

Pero, tras cada iniciativa fuerte, el ánimo vuelve a decaer. ¿ C ó m o perdu­rar? E l desgaste propio del movimiento y la guerra de deterioro que se ha emprendido contra él vuelven incierto su futuro. Numerosos peligros lo ame­nazan, entre ellos el de una involución hacia las tendencias antieconómicas , antidemocráticas , comunitaristas, autoritarias y guerrilleras que marcaron sus orígenes y de las que no ha logrado desprenderse del todo. S in embargo, pese a sus insuficiencias y errores, y cualquiera que sea su futuro, el zapatismo contribuyó a descubrir u n horizonte obstruido por la burbuja financiera. S u proyecto de conjugar identidad y democracia se enlaza con aspiraciones que también se reivindican en el "Pr imer mundo", sobre todo en Europa . E l zapatismo, dice Marcos, no aspira a hacer surgir una nueva internacional, u n programa para la revolución mundial , una nueva ideología o u n a "teorización de la utopía" para luchar contra la angustia resultante de la brutal ley del mercado. Pero, entonces, ¿a qué aspira? A u n mundo hecho de muchos mun­dos, de ecos y correspondencias, a "una red de voces que nace resistiendo, reproduciendo su resistencia en otras voces todavía mudas o solitarias". 1 3

1 3 E Z L N , Crónicas intergalácticas. Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, Chiapas, México, p. 275.

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E l zapatismo se ubica en la perspectiva, que esbozó E d g a r M o r i n , de u n pensamiento y u n a experiencia "para salir del siglo X X " , de ese siglo de hierro dominado por dos totalitarismos, inconmensurables , tajante­mente distintos, pero ambos inspiradores de masacres masivas. E l zapatismo abandona las respuestas hechas, las categorías cuadradas y los sistemas ideológicos , privilegia la in ter rogac ión y coloca en el centro el pr incipio de indefinición, de indeterminac ión . D a u n lugar al imaginario, al sueño, a la poesía, a la e m o c i ó n , a las desesperanzas y esperanzas. "Hablar le al c o r a z ó n y no sólo a la cabeza." Nace de la violencia de la modernidad , de los desgarramientos que hoy en día son los desgarramientos de las expe­riencias individuales y colectivas, e intenta contribuir a la r e c o m p o s i c i ó n m u n d i a l , mediante la a f i r m a c i ó n de la sociedad civi l y el reconocimiento de la p lura l idad de identidades culturales, tal como se viven en las socie­dades modernas . U n a contr ibución imperfecta y quizá fugitiva —pero sig­nificativa— a u n a obra que no responde a u n modelo preestablecido y que no puede ya aspirar al acabamiento; que no puede apelar a u n a f inal idad determinada de la Historia . L o s defensores del "sistema mexicano" y en general los adeptos de la realpolitik, los nostálgicos de las ideologías agota­das, como otros que h a n cambiado la lógica del sistema por la lógica del mercado, acusan al movimiento zapatista de ser "antis is témico" . E n reali­dad le r i n d e n u n homenaje . Defendiendo el punto de vista de los actores y no el del sistema, es como el zapatismo abre una brecha para entrar en el siglo XXI .

T r a d u c c i ó n de LORENA MURILLO S.

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