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Para que las cucarachas dejen de caer del cielo Gabriel Ilieff No hay tanto silencio como se presupone en la obra de Gabriel Ilieff. La línea que conforma sus dibujos dice todo casi en un solo trazo. Las formas que se delimitan a partir de ella aglutinan todas las palabras del mundo desde la contradicción de lo liso y lo peludo. En su obra, el silencio es solamente el medio de la hoja en blanco. Los cuerpos surgen de la nada misma para gritar al mundo. ¿Qué gritan? Cabe solo callar para averiguarlo. Los nombres rebalsan en la hoja desde la línea peliaguda que traza los contornos. La sensualidad y desfachatez encuentran su punto culmen en la lengua, las manos, los cigarrillos que corrompen. Casas caídas y destrozadas u hoteles esperando un inquilino. Hoteles esperando que esas criaturas sugerentes dejen su escenario para entrar a los abismos. Seres unicelulares y unioculares colisionan con otros para encontrarse. Se muestran y seducen desde el plano, nos invitan a ingresar desde su frontalidad. Señalando y relamiéndose de antemano, las figuras contorneadas nos llaman para fagocitarnos. Escaparnos es irrisorio, con tan solo cerrar los ojos la imagen explota. Retumbando desde el lóbulo frontal, solamente la línea en negro sobre el blanco que calla. Ya en escena, ahí también estamos colisionando con ellos, masticados entre sus dientes y empapados de su saliva.

Para Que Las Cucarachas Dejen de Caer Del Cielo

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Page 1: Para Que Las Cucarachas Dejen de Caer Del Cielo

Para que las cucarachas dejen de caer del cielo

Gabriel Ilieff

No hay tanto silencio como se presupone en la obra de Gabriel Ilieff. La línea que conforma sus

dibujos dice todo casi en un solo trazo. Las formas que se delimitan a partir de ella aglutinan todas

las palabras del mundo desde la contradicción de lo liso y lo peludo. En su obra, el silencio es

solamente el medio de la hoja en blanco. Los cuerpos surgen de la nada misma para gritar al mundo.

¿Qué gritan? Cabe solo callar para averiguarlo.

Los nombres rebalsan en la hoja desde la línea peliaguda que traza los contornos. La sensualidad y

desfachatez encuentran su punto culmen en la lengua, las manos, los cigarrillos que corrompen.

Casas caídas y destrozadas u hoteles esperando un inquilino. Hoteles esperando que esas criaturas

sugerentes dejen su escenario para entrar a los abismos.

Seres unicelulares y unioculares colisionan con otros para encontrarse. Se muestran y seducen desde

el plano, nos invitan a ingresar desde su frontalidad. Señalando y relamiéndose de antemano, las

figuras contorneadas nos llaman para fagocitarnos. Escaparnos es irrisorio, con tan solo cerrar los

ojos la imagen explota. Retumbando desde el lóbulo frontal, solamente la línea en negro sobre el

blanco que calla. Ya en escena, ahí también estamos colisionando con ellos, masticados entre sus

dientes y empapados de su saliva.

Desde el plano, las formas surgen gimiendo. Desde su placer, se erecta la línea perpendicular que

son raíces sensitivas. Entonces así, vibran sobre la hoja en blanco. Los entes excitados y en eterno

movimiento, quieren saltar babosos para besarnos. Sonríen al público y frotan sus manecitas.

Saborean el gusto de la carne humana.

Gritan palabras inaudibles en otra frecuencia y sintonía. Gimiendo chanchadas y burradas, nos

desafían a ingresar a un mundo sin reglas. Solo podemos captarlo desde la lisergia y a ojos cerrados.

Los dibujos de Ilieff son como una droga que quema en nuestro cerebro la socialización

normatizada.

Nosotros no vemos nada, esas figuras esperan el momento oportuno para saltar desde el cielo.

Constanza Burton