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Dices que soy el futuro, no me desampares en el presente. Dices que soy la esperanza de la paz, no me induzcas a la guerra Dices que soy la promesa del bien, no me confíes al mal Dices que soy la luz de tus ojos, no me abandones en la tinieblas No espero solamente que me des el pan, dame también luz y entendimiento No deseo sólo la fiesta de tu cariño, te pido amor y que me eduques No te ruego sólo juguetes, te ruego buenos ejemplos y buenas palabras No soy simplemente un alguien en tu camino, soy alguien que golpea a tu puerta en nombre de Dios Enséñame la labor y la humildad, la devoción y el perdón Compadécete de mí y oriéntame para lo bueno y lo justo. Corrígeme mientras soy niño, aunque sufra. Ayúdame hoy para que mañana no te dé motivos para llorar (palabras de un niño a su padre terrenal) Todo Pagado por completo con un vaso de leche. Un joven que pagaba sus estudios trabajando de vendedor ambulante, sentía hambre pero no tenía dinero para almorzar. Decidió vencer la vergüenza que le daba mendigar y pedir algo de comer en la próxima puerta que tocase. No obstante, perdió su nervio cuando una hermosa joven le abrió la puerta. En lugar de pedir comida pidió solo un vaso de agua. Ella, sin embargo, se apiadó de el y le trajo un vaso de leche. El se lo tomó tímidamente y preguntó, "¿Cuanto le debo?". - "No me debe nada," respondió ella. "Mi madre nos enseñó a nunca aceptar pago por hacer un favor." "Entonces le agradezco de corazón.", respondió el joven.

Parábolas, Cuentos y Fábulas (parte2)

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Dices que soy el futuro, no me desampares en el presente.

Dices que soy la esperanza de la paz, no me induzcas a la guerra

Dices que soy la promesa del bien, no me confíes al mal

Dices que soy la luz de tus ojos, no me abandones en la tinieblas

No espero solamente que me des el pan, dame también luz y entendimiento

No deseo sólo la fiesta de tu cariño, te pido amor y que me eduques

No te ruego sólo juguetes, te ruego buenos ejemplos y buenas palabras

No soy simplemente un alguien en tu camino, soy alguien que golpea a tu puerta en nombre de Dios

Enséñame la labor y la humildad, la devoción y el perdón

Compadécete de mí y oriéntame para lo bueno y lo justo.

Corrígeme mientras soy niño, aunque sufra.

Ayúdame hoy para que mañana no te dé motivos para llorar (palabras de un niño a su padre terrenal)

Todo Pagado por completo con un vaso de leche.

Un joven que pagaba sus estudios trabajando de vendedor ambulante, sentía hambre pero no tenía dinero para almorzar. Decidió vencer la vergüenza que le daba mendigar y pedir algo de comer en la próxima puerta que tocase. No obstante, perdió su nervio cuando una hermosa joven le abrió la puerta. En lugar de pedir comida pidió solo un vaso de agua.

Ella, sin embargo, se apiadó de el y le trajo un vaso de leche. El se lo tomó tímidamente y preguntó, "¿Cuanto le debo?". - "No me debe nada," respondió ella. "Mi madre nos enseñó a nunca aceptar pago por hacer un favor." "Entonces le agradezco de corazón.", respondió el joven.

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Aquel joven llamado Howard Kelly se fue de aquella casa, no solo sintiéndose fortalecido en su cuerpo sino también en su fe en Dios y en la humanidad. Antes del incidente estaba pensando en rendirse y renunciar.

Muchos años mas tarde aquella joven, ya mayor, se enfermo gravemente. Los doctores locales estaban muy preocupados. Finalmente la enviaron al hospital de una gran ciudad donde practicaba un famoso especialista en aquella enfermedad.

Cuando el médico se dio cuenta del nombre de su nueva paciente y del pueblo de procedencia, inmediatamente se levantó y fue a verla. La reconoció inmediatamente. Volvió a su oficina resuelto a hacer todo lo posible para salvar su vida. La lucha fue larga pero la señora se salvó.

Por su parte la señora andaba muy preocupada sabiendo que el precio de su estancia en el hospital sería astronómico. Sin que ella supiese, el doctor envió órdenes que le pasaran a el la cuenta final. Después de examinarla escribió un mensaje al pie de la cuenta antes de que fuese enviada a la señora.

Ella abrió aquella cuenta con gran temor, pensando que pasaría el resto de sus días pagándola. Finalmente miró y cual fue su asombró cuando leyó al pie de la lista de enormes cifras:

“Pagado con un vaso de leche”

Dios mío, tu que me quieres mucho, Quiero pedirte un gran favor:

Hazme ser un televisor. Así mis padres me cuidarán como lo cuidan a él.

Mami me mirará todos los días como mira su telenovela preferida Papi me escuchará como al noticiero.

Cuando alguien habla por la tele, toda la familia calla para escucharle, Quiero que, cuando yo me enferme,

papi y mami se preocupen por mi como cuando se rompe la tele. Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres y su héroe favorito.

Dios mío, déjame ser televisor aunque sea un solo día.

Hace años un ministro se mudó para Houston, Texas. Poco después, se montó en un autobús para ir al centro de la ciudad. Al sentarse, descubrió que el chofer le había dado una moneda de 25 centavos de más en el cambio. Mientras consideraba que hacer, pensó para sí mismo: "¡Ah!, olvídalo, son sólo 25 centavos. ¿Quién se va a preocupar por tan poca cantidad? De todas formas la compañía de autobús recibe mucho de las tarifas y no la echarán de menos. Acéptalo como un regalo de Dios". Pero cuando llegó a su parada, se detuvo y, pensando de nuevo, decidió darle la moneda al conductor diciéndole: "Tome, usted me dio 25 centavos de más". El conductor, con una sonrisa le respondió: "Sé que es el nuevo ministro. He pensando regresar a la Iglesia y quería ver que haría usted si yo le daba demasiado cambio". Se bajó el ministro sacudido por dentro y dijo: "¡Oh Dios!, por poco vendo a Tu Hijo por 25 centavos." Tus acciones son vistas por todos. ¿Que testimonio das por Cristo?

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... como un billete de $10 parece tan grande cuando lo llevas a la Iglesia y tan pequeño cuando lo llevas a las tiendas. .... cuán larga parece una hora cuando servimos a Dios, pero qué corta cuando vemos nuestro programa favorito. .... qué difícil nos vienen las palabras al rezar y cuán fácil cuando platicamos con un amigo. .... cuánto nos emocionamos cuando un juego de béisbol se extiende a entradas extras y cuánto nos quejamos cuando una misa es mas larga de lo usual. .... lo difícil que es leer un capítulo de la Biblia, pero qué fácil leemos100 páginas de una novela popular o de un periódico deportivo. .... cómo las personas desean los asientos del frente en cualquier juego o concierto, pero cómo hasta se esfuerzan para buscar asientos en la parte de atrás de la Iglesia.

... qué necesitemos 2 ó 3 semanas de aviso para responder a un evento de la Iglesia pero ajustamos nuestros compromisos sin previo aviso para otros eventos aunque sea en el último momento. .... lo difícil que es aprender una verdad simple del Evangelio para compartirla con otros, pero qué fácil que es para la misma persona entender y repetir un chisme. .... cómo creemos lo que dicen los periódicos pero cuestionamos lo que dice la Biblia. ... cómo podemos enviar miles de chistes por correo electrónico y se esparcen como reguero de pólvora, pero cuando empezamos a enviar mensajes acerca de Dios, la gente lo piensa dos veces antes de compartirlos.

...que en nuestros países cristianos los sitios mas visitados en el internet son los que ofenden al Señor.

... que muchos sean tan cuidadosos para escoger lo que entra en su estómago pero no se preocupan de lo que entra en su mente o en su corazón.

.... que todos quieran ir al cielo y pocos se preocupan de vivir las exigencias del evangelio necesarias para lograrlo.

Es extraño, ¿no te parece?

Desde una isla remota, el único sobreviviente de un naufragio oraba fervientemente, pidiendo a Dios que lo rescatara, y todos los días revisaba el horizonte buscando ayuda, pero ésta nunca llegaba. Cansado, eventualmente empezó a construir una pequeña cabañita para protegerse, y proteger sus pocas posesiones. Un día, después de andar buscando comida, encontró la pequeña choza en llamas, el humo subía hacia el cielo. Todo lo perdió en aquel incendio. Confundido y enojado con Dios le decía: “¿Cómo pudiste hacerme esto?” y se quedó dormido sobre la arena. Temprano en la mañana del siguiente día, escuchó asombrado la sirena de un barco que se acercaba a la isla. Venían a rescatarlo. Les preguntó, ¿Cómo sabían que yo estaba aquí?. Y sus rescatadores le contestaron, "vimos las señales de humo que nos hiciste...." Sepamos jusgar con rectitud las cosas del señor a veces no las entendemos pero siempre es para nuestro bien.

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Me encuentro en el quirófano, acostado boca arriba, la cabeza en una almohada pequeña y las luces deslumbrantes sobre mi rostro. Se está realizando una operación de corazón abierto. El mío. Me inclino un poco y puedo ver al médico. El gira su cabeza hacia mí y con voz suave y confortante me dice:

-Tu corazón se encuentra endurecido y envejecido. Es muy peligroso.

-¿Endurecido? -pregunto, sorprendido.

-Y envejecido -me responde, con voz suave.

-¿Envejecido? ¿A mi edad? -pregunto, más extrañado aún-. ¿Cómo puede ser?

El médico gira su cuerpo hacia mí completamente y me dice:

-Endurecido y envejecido. Algunas cosas logran ese efecto: tu poco esfuerzo y tus virtudes adormecidas, la suciedad del mundo y las pasiones, la falta de oración y las pocas visitas de Dios en él. Pocas personas saben esto. Viven de esta manera y mueren pronto. No es bueno que continúes como estás ahora. Necesitas que te cambie el corazón.

-Deseé cambiar mi corazón antes, pero no pude. Ahora lo veo claro; yo sólo no podía... Gracias por traerme aquí -digo, inclinando la cabeza hacia atrás de nuevo.

El salvador es el unico que pude cambiar nuestro co razon por medio de la expiación infinita

Cuando yo era niña estaba con mi padre haciendo fila para comprar las entradas del circo. Delante de nosotros en la fila había un matrimonio con ocho chicos, todos probablemente menores de doce años. Se veía que eran muy humildes. Los niños estaban muy entusiasmados hablando de los payasos, los elefantes y otros que verían esa noche. Le escuché decir que era la primera vez que iban al circo.

La esposa miraba al marido con mucha satisfacción. Se ve que el había hecho un gran esfuerzo para poder llevarlos todos al circo.

Cuando llegaron a la ventanilla de ventas, la empleada preguntó al padre cuántas entradas quería. Él respondió con orgullo: "Por favor, déme ocho entradas para menores y dos de adultos". La empleada le indicó el precio. El matrimonio se paralizó y quedó mudo. Era mas de lo que esperaban. ¿Cómo iba decirle a sus ocho hijos que no tenían suficiente dinero para llevarlos al circo? Viendo lo que ocurría, mi papá dejó caer de su bolsillo un billete de veinte dólares (nosotros no éramos ricos en absoluto). Mi padre se agachó, recogió el billete, palmeó al hombre en el hombro y le dijo: "Disculpe, señor, se le cayó esto del bolsillo." El hombre se dio cuenta de lo que pasaba. No había pedido limosna, pero sin duda apreciaba la ayuda en una situación desesperada, angustiosa e incomoda. Miró a mi padre directamente a los ojos, con sus dos manos le tomó la suya, apretó el billete de veinte dólares y con labios trémulos y una lágrima rodándole por la mejilla, replicó: "Gracias, gracias señor. Esto significa realmente mucho para mi familia y para mi." Papá y yo volvimos a nuestro auto y regresamos a casa. No fuimos al circo. Pero no nos fuimos sin nada... Jamás olvidaré aquel acto de mi padre. Se que me hubiese divertido en el circo. Pero aquella noche obtuve una enseñanza que me ha enriquecido toda mi vida. (Hechos 20:35)

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Una mujer salió de su casa y vio a tres viejos de largas barbas sentados frente a su jardín. Ella

no los conocía y les dijo: No creo conoceros, pero debéis tener hambre. Por favor entrad en mi casa para que comáis algo.

Ellos preguntaron: ¿Está el hombre de la casa? No - respondió ella -, no está. Entonces no podemos entrar, dijeron ellos. Al atardecer, cuando llegó el marido, ella le contó lo sucedido. El marido le dijo que saliera y que les hiciera pasar. La mujer salió, como le había dicho su marido, e invitó a los hombres a pasar a su casa. - No podemos entrar a una casa los tres juntos, explicaron los viejitos. - ¿Por qué?, quiso saber ella. Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó: Su nombre es “Riqueza”;

luego indicó hacia el otro y dijo: su nombre es “Éxito”, y yo me llamo “Amor”. Ahora ve adentro y decide con tu marido a cual de nosotros tres desearíais invitar a vuestra casa.

La mujer entró en su casa y le contó a su marido lo que ellos le dijeron. El hombre se alegró mucho y dijo: “entonces invitemos a Riqueza, dejemos que entre y llene

nuestra casa de riqueza”. Su esposa no estaba de acuerdo y le dijo: “querido, ¿por qué no invitamos a Éxito?”

La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra esquina de la casa y vino corriendo con una idea: ¿No sería mejor invitar a "Amor"? Nuestro hogar entonces estaría lleno de amor.

Hagamos caso del consejo de nuestra hija, dijo el esposo a su mujer. Ve afuera e invita a "Amor" a que sea nuestro huésped.

La esposa salió afuera y les pregunto a los tres viejos: ¿Cuál de vosotros es "Amor"? Por favor que venga para que sea nuestro invitado.

Amor se puso de pie y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y lo siguieron. Sorprendida, la mujer les preguntó a "Riqueza" y "Éxito": Yo solo invite a Amor, ¿por qué venís vosotros también?

Los viejos respondieron juntos: Si hubieras invitado a "Riqueza" o "Éxito", los otros dos habrían permanecido afuera, pero ya

que invitaste a "Amor", donde sea que el vaya, nosotros vamos con él. Donde quiera que hay amor, hay también riqueza y éxito.

Cfr. 1 Cor 13,1-13

En cierta ocasión en una reunión de adultos discutían entre sí cómo construir un nuevo mundo. Se acercó un niño hasta ellos y les dijo: yo sé cómo hacerlo. Los mayores, mirándose con cierta burla unos a otros, le contestaron: tú nos vas a enseñar a nosotros que llevamos tantos años trabajando en ello. El niño se acercó y, tirando al suelo un rompecabezas de la bola del mundo, les invitó a que lo construyeran en un plazo no mayor a cinco minutos. Puestos a la obra y, después de rebasar en cinco y diez minutos el tiempo establecido, se dieron por vencidos. Uno de ellos se dirigió al niño y le preguntó; ¿tú serías capaz de reconstruir este puzzle del mundo?. Y el niño, sin pensárselo dos veces, se tiró al suelo y…en cuestión de un minuto –ante el asombro de todos- dio lugar a una preciosa figura con la imagen de la tierra. Aquel grupo de expertos en buscar la paz le preguntaron; ¿cómo lo has hecho?. Y el niño les contestó: simplemente me he dado cuenta que en el reverso del puzzle estaba dibujado la silueta de un ser humano. Sólo cuando cuidemos al hombre podremos construir el mundo y la paz.

Un niño le contaba a su abuelita que todo iba mal: la escuela, problemas con la familia y enfermedades. Entretanto, su abuela confeccionaba un bizcocho.

Después de escucharlo, la abuelita le dice: "¿Quieres una merienda".

A lo cual el niño le contesta: "¡Claro que sí!".

-"Toma, aquí tienes un poco de aceite de cocinar."

-"Yuck", dice el niño.

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-"¿Que te parecen un par de huevos crudos?".

-"ARRR, ¡abuela!".

-"Entonces, ¿prefieres un poco de harina de trigo, o tal vez un poco de levadura?

-"Abuela, ¿te has vuelto loca?, ¡todo eso sabe horrible!"

A lo que la abuela responde: "Sí, todas esas cosas saben horrible, cada una aparte de las otras. Pero si las pones juntas en la forma adecuada, haces un delicioso bizcocho. Dios trabaja de la misma forma. Muchas veces nos preguntamos por qué nos permite andar caminos y afrontar situaciones tan difíciles. ¡Pero cuando Dios pone esas cosas en su orden divino, todo obra para bien! Solamente tenemos que confiar en Él y a la larga veremos que Dios hace algo maravilloso.

¡Dios te ama! Te envía flores cada primavera y el sol sale para ti cada mañana. Cuando quieres hablar, Él te está escuchando .Su amor por tí no tiene límites. Llora todo lo que necesites llorar... Él secará tus lágrimas. Él te dará otro día para reír solo espera y sobre todo TEN FE .

Esta es la historia de un joven que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. Pronto la puerta se llenaba de clavos. Pero, a medida que aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que podía controlar su genio, pues el clavar le hacia pensar sobre su mala actitud.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter y ya no tenía razón de clavar. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Era ciertamente un gran logro, pero su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tu puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero la herida permanece y el mal se propaga. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física. Ahora hace falta trabajar mucho mas para que la puerta quede como nueva. Hay que reparar cada agujero y muy difícilmente lograrás que quede como nueva.

No es suficiente dejar de pecar. Hay que reparar. Todo se sana con la gracia de Dios, pero requiere mucho sacrificio y reparación. Las heridas que deja el pecado requieren como remedio la cruz.

Cierto día una maestra pidió a sus alumnos que escribieran el nombre de cada compañero de clase y la cosa más linda que pudieran decir de cada uno. Durante ese fin de semana la maestra escribió el nombre de cada uno de sus alumnos en hojas separadas de papel y copió en ella todas las cosas lindas que cada uno de sus compañeros había escrito acerca de él. El lunes entregó a cada alumno su lista. Casi inmediatamente toda la clase estaba sonriendo. "¿Es verdad?", ella escuchó a alguien diciendo casi como en un susurro. "Yo nunca supe que podía significar algo para alguien", y "Yo no sabía que mis compañeros me querían tanto", eran los comentarios. Años más tarde uno de los estudiantes murió en Vietnam y la maestra asistió a su funeral. En la iglesia estaban sus compañeros de clase. La maestra fue la última en acercarse al ataúd.

Mientras estaba allí, uno de los soldados de la guardia de honor se acercó a ella y le preguntó: "¿Era usted la profesora de Marcos"?. -"Sí". -"Marcos hablaba mucho acerca de usted" Después del funeral la mayoría de los compañeros de Marcos fueron juntos a comer con los padres de Marcos y la profesora.

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El papá, sacando una billetera, dijo a la profesora: "Queremos mostrarle algo". "Lo encontraron en la ropa de Marcos. Pensamos que usted lo reconocerá". Abriendo la billetera, sacó cuidadosamente un pedazo de papel remendado y muy gastado por el uso. Era la hoja en la que ella había registrado todas las cosas lindas que los compañeros de Marcos habían escrito acerca de él. "Gracias por haber hecho lo que hizo", dijo la madre de Marcos. "Como usted ve Marcos lo guardaba como un tesoro" Los compañeros de Marcos comenzaron a juntarse alrededor. Carlos sonrió y dijo tímidamente: "Yo todavía tengo mi lista. La esposa de Felipe dijo: "Felipe me pidió que pusiera el suyo en nuestro álbum de boda". "Yo tengo el mío también", dijo otro. "Está en mi diario". Entonces Victoria, otra de sus compañeras, metió la mano en su cartera, sacó una billetera y mostró al grupo su gastada y arrugada lista. "Yo la llevo conmigo todo el tiempo". La maestra se sentó y lloró. ¿cómo podían trascender tanto unas sencillas palabras de afecto escritas en una hoja de papel?

¿Comprendes el poder de tus palabras para bien y para mal?. Una palabra de afecto, de apoyo, de perdón, de ánimo, tiene un poder inestimable. Ora por todos y proponte decirles lo bueno que tiene cada uno. Serás un instrumento de Jesúcristo. Hazlo ya. Mañana puede ser demasiado tarde.

El maestro pide a los alumnos que compongan una lista de las 7 maravillas del mundo.

Mas tarde pidió lean su lista. A pesar de algunos desacuerdos, la mayoría votó por lo siguiente:

1. Las Pirámides de Egipto 2. El Taj Mahal

3. El Canal de Panamá 4. El Empire State

5. La Basílica de San Pedro 6. La Muralla China

El maestro buscaba consenso para la séptima maravilla cuando notó que una estudiante permanecía callada y no había entregado aún su lista, así que le preguntó si tenía problemas para hacer su elección. La muchacha tímidamente respondió: "Si, un poco" no podía decidirme, pues son tantas las maravillas..... El maestro le dijo: "Dinos lo que has escrito, tal vez podamos ayudarte" La muchaca, titubeó un poco y finalmente leyó: "Creo que las siete maravillas del Mundo son: 1. Poder pensar 2. Poder hablar 3. Poder actuar 4. Poder escuchar 5. Poder servir 6. Poder rezar 7. Y la mas importante de todas..... poder amar Después de leído esto, el salón quedó en absoluto silencio.... Es muy sencillo para nosotros poder ver las obras del hombre y referirnos a ellas como maravillas, cuando a veces pasan desapercibidas las maravillas que Dios hace en nosotros con su gracia y que cada uno debe desarrollar.

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado

tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.

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Una de ellas dijo en voz alta: “No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo inútil”.

Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.

La otra rana, más persistente o quizá más tozuda se dijo: “¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”.

Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas.

Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla.

Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.

Habían dos piedrecitas que vivían en medio de otras en el lecho de un torrente. Se distinguían entre todas porque eran de un intenso color azul. Cuando les llegaba el sol, brillaban como dos pedacitos de cielo caídos al agua. Ellas conversaban en lo que serían cuando alguien las descubriera: "Acabaremos en la corona de una reina" se decían.

Un día por fin fueron recogidas por una mano humana. Varios días estuvieron sofocándose en diversas cajas, hasta que alguien las tomó y oprimió contra una pared, igual que otras, introduciéndolas en un lecho de cemento húmedo. Lloraron, suplicaron, amenazaron, pero dos golpes de martillo las hundieron todavía más en aquel cemento.

A partir de entonces solo pensaban en huír. Trabaron amistad con un hilo de agua que de cuando en cuando corría por encima de ellas y le decían: - "Fíltrate por debajo de nosotras y arráncanos de está, pared". Así lo hizo el hilo de agua y al cabo de unos meses las piedrecitas ya bailaban un poco en su lecho.

Finalmente en una noche húmeda las dos piedrecitas cayeron al suelo y yaciendo por tierra echaron una mirada a lo que había sido su prisión. La luz de la luna iluminaba un espléndido mosaico. Miles de piedrecitas de oro y de colores formaban la figura de Cristo. Pero en el rostro del Señor había algo raro, estaba ciego. Sus ojos carecían del iris. Las dos piedrecitas comprendieron. Eran ellas las ojos de Cristo. Por la mañana un sacristán distraído tropezó con algo extraño en el suelo. En la penumbra pasó la escoba y las echó al cubo de basura.

Cristo tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros, y a veces no lo entendemos y por hacer nuestra propia voluntad malogramos lo que él había trazado. Tu eres los ojos de Cristo. Él te necesita para mirar con amor a cada persona que se acerca a tu vida.

Tú también has sido encontrado y eres parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Martín puso unas pocas cosas en su mochila y partió en dirección al monte. Le habían hablado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a

poner en orden los pensamientos de quien llegaba hasta allí. En el punto más alto del monte giró para mirar su ciudad, quizá por última vez.

Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí. Quizá debía irse. Dejar en manos de los demás lo que tenía. Repartir la cosecha de toda su vida y a pesar de su ausencia, dejarla como legado, como un buen recuerdo para los demás.

En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente, podría empezar de nuevo. Una vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solidaria. Estaba decidido: arreglaría las cosas y antes de Nochebuena, partiría para siempre.

Por una moneda te alquilo el catalejo. Era la voz de un viejo que apareció desde la nada con un pequeño telescopio plegable

entre sus manos y que ahora se lo ofrecía con una mano, mientras con la otra, tendida hacia arriba, reclamaba su moneda.

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Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la alcanzó al viejo, que desplegó el catalejo y se lo dio. Después de mirar durante un rato consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella.

Algo le llamó la atención. Un punto dorado brillaba intensamente en el patio del antiguo edificio. Martín separó sus ojos de la lente, parpadeó varias veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí.

¡Qué raro! exclamó Martín sin darse cuenta de que hablaba en voz alta. ¿Qué es lo raro? preguntó el viejo. El punto brillante... contestó. Ahí, en el patio de la escuela. Es demasiado temprano para

armar el árbol de Navidad... Y además, en la escuela no cuelgan luces... Martín tendió el telescopio al viejo para que viera lo que él veía. Son huellas dijo el anciano. ¿Qué huellas? preguntó Martín. Tuyas dijo el anciano. ¿Te acuerdas de aquel día...? Debías de tener siete años. Tu amigo

de la infancia, Antonio, lloraba desconsolado en el patio de la escuela. Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clase. ¿Recuerdas? Él había perdido el dinero y lloraba a mares.

Martín buscó infructuosamente en su memoria. El viejo, después de una pausa, siguió. ¿Te acuerdas de lo que hiciste? Tú tenías un lápiz nuevo que ibas a estrenar aquel día. Pero te acercaste al portón de entrada y cerrando la puerta sobre el trozo de madera, cortaste el lápiz en dos partes iguales. Luego le sacaste punta a la mitad cortada y le diste el medio lápiz nuevo a Antonio.

No me acordaba dijo Martín. Pero eso, ¿qué tiene que ver con el punto brillante? Antonio nunca olvidó aquel gesto, y ese recuerdo se volvió importante en su vida. ¿Y? Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros explicó el viejo-. Las

acciones que contribuyen a la felicidad de los demás quedan marcadas como huellas doradas... Martín volvió a mirar por el telescopio y vio otro punto brillante en la acera, a la salida del

colegio. Ése fue el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acuerdas? Volviste a casa con un ojo

morado y un bolsillo del guardapolvo arrancado. Martín miraba la ciudad. Ese que está ahí, en el centro siguió el viejo, es el trabajo que le conseguiste a don Pedro

cuando lo despidieron de la fábrica... Y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que reuniste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez... Las huellas que salen a la izquierda son de cuando interrumpiste tu viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y querías estar con él.

Martín apartó la vista del telescopio y sin necesidad de él, empezó a ver cómo aparecían miles de puntos dorados desparramados por toda la ciudad.

Al terminar de ocultarse el sol, el pueblo parecía iluminado por huellas doradas, que parecían muchas más porque las lágrimas que caían de sus ojos multiplicaban hasta el infinito las luces del pueblo.

Martín dio las gracias al viejo y volvió al pueblo. Este año, la fiesta iba a ser en su casa. Había muchos amigos a quienes quería volver a ver.

Sobre todo a aquellos que habían dejado huella en su vida. Jorge Bucay, psicoterapeuta.

Cfr. Mt 5,13-16

Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal. Pero yo tenía que viajar, tenía tantos compromisos... Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba. Comenzó a hablar cuando yo no estaba... ¡Como crece mi hijo de rápido!. ¡Como pasa el tiempo!. Mi hijo, a medida que crecía me decía: "Papá, algún día seré como tú. Cuando regresas a casa papá?". "No lo sé, hijo, pero cuando regrese jugaremos juntos... ya lo verás". Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días y me dijo: "Gracias por la pelota papá, quieres jugar conmigo?". "Hoy no, hijo... tengo mucho que hacer". "Está bien papá. Será otro día", y se fué sonriendo, y como siempre en sus

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labios las palabras "Yo quiero ser como tú". Mi hijo regresó de la universidad el otro día, todo un hombre. "Hijo, estoy orgulloso de tí, siéntate y hablemos un poco". "Hoy no, papá, tengo compromisos. Por favor, préstame el automóvil, tengo que visitar a algunos amigos". Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy le llamé: "¡Hola hijo!. Quiero verte!". "Me encantaría, padre, pero es que no tengo tiempo. Tú sabes... el trabajo, los niños... pero gracias por llamar, fué hermoso oir tu voz". Al colgar el teléfono me dí cuenta que mi hijo era como yo.

La madre, de 26 años de edad, se paró al lado de la cama de su hijito de 6 años, que estaba muriendo de leucemia. Aunque su corazón estaba lleno de tristeza y angustia, ella también tenía un fuerte sentimiento de determinación. Como cualquier otra madre, ella quería que su hijo creciera y realizara sus sueños. Ahora, eso no sería más posible, por causa de la leucemia terminal. Pero, aún así, ella todavía quería que aquel sueño de su hijo se transformara en realidad.

Ella tomó la mano de su hijo y le preguntó:

- Billy, ¿pensaste ya alguna vez en lo que te gustaría ser cuando crezcas?

Soñaste ya lo que te gustaría hacer con tu vida?

- Mamá, siempre quise ser un bombero, la madre sonrió y dijo:

- Vamos a ver si podemos transformar ese sueño en realidad.

Más tarde, ese mismo día, ella fue al cuerpo de bomberos local, en la ciudad de Phoenix, Arizona, donde se encontró con un bombero de gran corazón, llamado Bob. Ella explicó la situación de su hijo, su último deseo, y le preguntó si sería posible dar una vuelta en el camión de bomberos con su hijito de seis años, alrededor de la manzana.

El bombero Bob dijo:

- Mire, ¡NOSOTROS PODEMOS HACER MÁS QUE ESO! Si tienes tu hijo listo, a las siete horas de la mañana, el próximo miércoles, nosotros lo haremos un bombero honorario por todo el día. ¡Él podrá venir al cuartel, comer con nosotros, salir para atender las llamadas de incendio! Y si nos das sus medidas, nosotros le conseguiremos un uniforme de verdad, con sombrero, con el emblema de nuestro batallón, un saco amarillo igual al que vestimos y también botas. Ellos son todos confeccionados aquí mismo en la ciudad y los conseguiremos rápidamente. Tres días después, el bombero Bob buscó al niño, lo vistió en su uniforme de bombero y lo escoltaron desde la cama del hospital hasta el camión de bomberos. Billy se sentó en la parte de atrás del camión, y lo llevaron hasta el cuartel central.

El estaba en el cielo. Ocurrieron tres llamadas aquel día, en la ciudad de Phoenix, y Billy acompañó a todos. En cada llamada, el fue en vehículos diferentes: en el camión tanque, en la van de los paramédicos y hasta en el auto especial del jefe del cuerpo de bomberos. El también fue filmado por el programa de televisión local. Tuvo su sueño realizado. Todo el amor y atención que le dieron lo tocó tan profundamente, que Billy vivió tres meses más de lo que todos los médicos habían previsto.

Una noche, todas sus funciones vitales empezaron a caer dramáticamente y la enfermera-jefe, que creía en el concepto de que nadie debería morir solo, empezó a llamar al hospital a toda la familia. Entonces, ella recordó el día que Billy había pasado como un bombero, y llamó al jefe, preguntando si sería posible enviar algún bombero al hospital, en ese momento difícil, para quedarse con el niño.

El jefe de los bomberos contestó:

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¡NOSOTROS PODEMOS HACER MÁS QUE ESO! estaremos ahí en cinco minutos. Y hágame un favor. Cuando escuche las sirenas y vea las luces de nuestros autos, avise al sistema de seguridad que no se trata de un incendio. Solamente es el cuerpo de bomberos que viene a visitar, una vez más, a uno de sus más distinguidos integrantes. ¿Y podrías abrir la ventana de su habitación? ¡Gracias!

Cinco minutos después, una van y un camión con escalera telescópica llegaron al hospital, extendieron la escalera hasta el piso donde estaba el niño y 16 bomberos subieron hasta su cuarto. Con el permiso de la madre, ellos lo abrazaron, lo tomaron en los brazos y dijeron lo mucho que ellos lo amaban.

Con un suspiro final, Billy miró al jefe y preguntó:

- Jefe, ¿yo realmente soy un bombero?

- Billy, ¡eres uno de los mejores! dijo el jefe.

Con estas palabras, Billy sonrió y cerró sus ojos por última vez.

(Esta historia es verídica.)

Nosotros por Cristo, ¡Cuanto más podríamos hacer co n su gracia de lo que hacemos!

¡Que bien comprendieron esto los santos!:

El maestro contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero no todos los oyentes entendían el sentido de la misma. Un día uno de ellos lo encaró y le dijo: - Tu nos cuentas historias pero no explicas el significado. El maestro se disculpó por ello y luego continuó diciéndole: - Permíteme que en señal de reparación te convide con una rica manzana. - Gracias maestro, respondió halagado el discípulo. - Quisiera para agasajarte pelarte la manzana yo mismo. ¿Me lo permites? - Sí, muchas gracias. - Ya que tengo en la mano el cuchillo, aprovecharé y te la cortaré en trozos, para que te sea más cómodo comerla. - Me encantaría, pero no quiero abusar de su hospitalidad. - No es un abuso, si yo te lo ofrezco. Solo quiero complacerte. Y... Permíteme también que te la mastique antes de dártela. - ¡No maestro!, ¡No me gustaría que hiciera eso!. Se quejó sorprendido el discípulo. El maestro hizo una pausa y dijo: - Si yo te explicara el sentido de cada parábola.... sería como darte de comer una fruta masticada. Tu mismo tienes que encontrarle y saborear su exquisito sabor.

UN TAZÓN DE CALDO

Esta es una historia verdadera ocurrida en Suiza en un restaurante de autoservicio: Una señora de setenta y cinco años coge un tazón y le pide al camarero que se lo llene

de caldo. A continuación se sienta en una de las muchas mesas del local. Pero, apenas sentada, se da cuenta de que se ha olvidado el pan. Entonces se levanta, se dirige a coger un bollo para comerlo con el caldo y vuelve a su sitio. ¡Sorpresa! Delante del tazón de caldo se encuentra sin inmutarse a un hombre de color, un negro, que está comiendo tranquilamente. ¡Esto es el colmo, piensa la señora, pero no me dejaré robar! Dicho y hecho. Se sienta al lado del negro, parte el bollo en pedazos, los mete en el tazón que está delante del negro y coloca la cuchara en el recipiente. El negro, complaciente, sonríe. Toman una cucharada cada uno hasta terminar la sopa. Todo ello en silencio. Terminada la sopa el hombre de color se levanta, se acerca a la barra y vuelve poco después con un abundante plato de spaghetti y... dos tenedores. Comen los dos del mismo plato, en silencio. Al final se van.

¡Hasta la vista! saluda la mujer. ¡Hasta la vista! responde el hombre, reflejando una sonrisa en sus ojos. Parece

satisfecho por haber realizado, una buena acción. Se aleja.

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La mujer le sigue con su mirada. Una vez vencido su estupor, busca con su mano el bolso que había colgado en el respaldo de la silla. Pero ¡sorpresa! el bolso ha desaparecido. Entonces... aquél negro... Iba a gritar “¡Al ladrón!” cuando, ojeando a sus alrededores ve su bolso colgado de una silla dos mesas más atrás de donde estaba ella, y sobre la mesa una bandeja con un tazón de caldo ya frío. Inmediatamente se da cuenta de lo sucedido. No ha sido el africano el que ha comido de su sopa. Ha sido ella quién, equivocándose de mesa, como gran señora ha comido a costa del africano. Cfr. Mt 7,1-5.

Un ex soldado iraquí de Nínive, tras dramáticas experiencias de guerra, ingresó en un monasterio caldeo (católico). El religioso ha pedido permanecer en el anonimato.

Publicado por FIDES, Agencia de la Congregación Vaticana para la Evangelización de los Pueblos. Vengo de una familia cristiana. En 1984 era soldado del ejercito iraquí. Combatí en la guerra contra Irán militando durante casi cuatro años en el ejército. He combatido también contra los kurdos y entre otras adversidades fui hecho prisionero: un grupo de guerrilleros kurdos me capturó y permanecí tres meses en la montaña sufriendo crueles torturas. Me liberaron porque mi familia pagó como rescate 10.000 dinares. La vida militar en el ejército de Saddam me agotó y huí, por lo que me convertí en un desertor. La policía me capturó y un tribunal militar me condenó a prisión por deserción. En aquel período descubrí la oración como verdadero alimento espiritual. Viví esta crisis con mucho dolor y sufrimiento en cuerpo y alma. Pero el Señor estaba siempre conmigo y no me dejó jamás, porque quien tiene fe en el Señor nunca debe tener miedo y encuentra la paz y la alegría a pesar de las situaciones de angustia. Dice el salmo: «Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan» (Sal 37, 25). Comencé a interrogarme sobre el verdadero sentido de la vida y sobre los verdaderos valores, preguntándome dónde y cuándo podría encontrar el camino adecuado de mi existencia en el mundo ¿Qué camino deberé seguir para llegar a la verdadera felicidad? A las preguntas sobre mí mismo se añadían otros interrogantes: ¿por qué hay guerras, injusticias y odio en el mundo? ¿Por qué la humanidad no puede vivir en paz? En aquel momento de angustia, oí una voz fuerte dentro de mí que me llamaba: «Ven y sígueme, encontraras el verdadero sentido de tu vida». «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). En 1988 terminó la guerra y seguí un curso de estudios en la Universidad en mi ciudad, Nínive. Continuaba frecuentando la Iglesia y pidiendo a Dios que confirmara mi vocación. En 1991 comenzó la Guerra del Golfo y la situación de la mayoría de la gente empeoraba de día en día. Muchas familias emigraban de Irak. También yo habría querido unirme a la diáspora. En 1993 me inscribí en un curso de Teología y sentí en lo profundo de mi corazón lo dulce y buena que es la Palabra de Dios. La conciencia de la vocación se hizo más fuerte y entonces respondí a la llamada del Señor. Es el Señor quien llama y es Él quien da el primer paso hacia el hombre.

Al regresar de la Guerra de Vietnam, un soldado telefoneó a sus padres desde San Francisco: -"Mamá, Papá: Voy de regreso a casa, pero les tengo que pedir un favor. Traigo a un amigo que me gustaría se quedara con

nosotros".

-"Claro que sí", le contestaron llenos de alegría por su regreso, "Nos encantaría conocerlo."

-"Pero hay algo que deben saber", el hijo, siguió diciendo, "mi amigo fue gravemente herido en la guerra. Pisó una mina de tierra y perdió un brazo y una pierna. Sus padres no lo quieren. No tiene donde ir y quiero que se venga a vivir con nosotros a casa"

-"Siento mucho el escuchar eso, hijo. A lo mejor podemos encontrar un lugar en donde el se pueda quedar."

-"No, mamá y papá, yo quiero que el viva con nosotros y que seamos su familia."

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-"Hijo," le dijo el padre, "tú no sabes lo que estas pidiendo. Una persona tan limitada físicamente sería un gran peso para nosotros. Tenemos nuestras propias vidas que vivir y no podríamos cuidarle adecuadamente. Yo pienso que estás demasiado afectado con ese caso. Deberías de regresar a casa y olvidarte de él. Tú amigo encontrará una manera en la que pueda vivir el solo. Además él es la responsabilidad del gobierno y puede ingresar en un lugar para veteranos de guerra. Para eso pagamos impuestos."

Al oír esas palabras, el hijo colgó el teléfono. Los padres no volvieron a saber nada de él hasta que unos días mas tarde recibieron una llamada telefónica de la policía de San Francisco. Su hijo había muerto al caer de la ventana de un edificio. La policía creía que era un suicidio. Los padres, destrozados por la noticia, volaron a San Francisco y fueron llevados a la morgue de la ciudad para que identificaran a su hijo. Con horror, descubrieron que su hijo tan solo tenía un brazo y una pierna. El representante del ejército les relató algo que el joven había querido mantener en secreto: Había sufrido los efectos de la explosión de una mina. El mismo era el "amigo" y quería saber de antemano si sus padres de verdaderamente lo aceptarían. Lamentablemente, al percibir la negativa, se suicidó desesperado.

Reflexión: La desesperación y el suicidio jamás son el camino. Jesús nos ama y nos acoge tal cual somos y si le entregamos nuestra vida miserable, El nos lleva a la casa del Padre. Pero muchas personas necesitan de nuestra acogida para comprender ese amor divino.

Los padres de esta historia son como muchos de nosotros. Encontramos muy fácil amar a quienes nos resultan atractivos, pero rechazamos a los que retan nuestro egoísmo y nos causan inconveniencias.

Anoche tuve un sueño raro: En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una tienda nueva. El rótulo decía: "Regalos de Dios". Entré: Un ángel atendía a los clientes. Yo, asombrado, le pregunté: - ¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor? - Ofrezco cualquier don de Dios. - ¿Cobras muy caro? - No, los dones de Dios son gratis. Miré los grandes estantes; estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, bultos de esperanza, cajas de salvación y muchas cosas más. Yo tenía gran necesidad de todas aquellas cosas. Cobré valor y le dije al ángel: - Dame, por favor, bastante amor a Dios; dame perdón de Dios; un bulto de esperanza, un frasco de fe y una caja de salvación. Mucho me sorprendí cuando vi que el ángel, de todo lo que yo le había pedido, me había hecho un solo paquete; y el paquete allí estaba en el mostrador, un paquete tan pequeño como el tamaño de mi corazón. - ¿Será posible? - pregunté - ¿Esto es todo? El ángel me explicó: - Es todo, Dios nunca da frutos maduros; El sólo da pequeñas semillas, que cada quien debe cultivar.

Cuentan que había un hombre, que roído por la envidia ante los éxitos de un amigo suyo, le

calumnió gravemente. Dijo de él barbaridades que le hicieron muchísimo daño. Tiempo después se arrepintió del mal que había ocasionado a su amigo con sus calumnias, y

fue a consultar con un sacerdote. Después de haberse desahogado, el sacerdote le dijo que lo que había hecho era algo grave

pues le había robado a su amigo, el valor más grande que una persona tiene ante la Sociedad, como son su dignidad, su reputación y su derecho a la buena fama y, más grave todavía porque no son ni murmuraciones, ni críticas, sino que lo que había dicho de eran auténticas “calumnias”.

Entonces le preguntó al sacerdote: “¿Como puedo reparar todo el mal que he hecho a mi amigo? ¿Que puedo hacer?" A lo que el sacerdote le respondió: “Toma un saco llena de plumas y suéltalas por donde quiera que vayas. Y una vez que lo hayas hecho, vuelve”.

El hombre, muy contento ante aquel mandato tan fácil, salió rápido fuera de la ciudad en busca de una granja, y una vez que hubo conseguido el saco lleno de plumas, regresó a ella, y sin esperar ni un minuto más, empezó a pasearse por las calles lanzando al aire, en todas direcciones, las plumas que llevaba en el saco. Y una vez que lo hubo vaciado del todo, volvió a la iglesia en busca del sacerdote con el que se había desahogado y lleno de satisfacción le dijo: “Ya he hecho lo que me mandó esta mañana”.

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Pero cual no fue su sorpresa, cuando el sacerdote le dijo: “No amigo, esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a las mismas calles en las que las soltaste, e ir recogiéndolas una por una, hasta que vuelvas a tener el saco lleno, y luego vuelve a verme”.

El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba. Y por más empeño que puso no pudo juntar casi ninguna.

Al volver a la iglesia al día siguiente, se lo explicó al sacerdote con una profunda pena, pero éste le dijo: “Así como no pudiste juntar las plumas que soltaste porque se las llevó el viento, lo mismo pasa con las calumnias que se lanzan, vuelan de boca en boca y no se puede recuperar del todo la buena fama que se ha quitado. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, y hablar de nuevo con todas aquellas personas ante las que lo calumniaste, diciéndoles las verdad, para reparar así en la medida de lo posible el daño que le has causado a tu amigo y para tratar de restituirle en la medida que pueda su fama, su reputación”.

Cfr. Mt 5,33-37. 7,1-5; Jn 8,32

Si te has levantado de la cama esta mañana… recuerda cuantos no pueden. Un millón de personas no va a sobrevivir esta semana…

Si nunca has experimentado el peligro de una batalla, la soledad del encarcelamiento, la agonía de la tortura, o la angustia del hambre… recuerda a 500 millones de tus hermanos que lo sufren en este momento.

Si puedes asistir a la iglesia sin temor de ser acosado, arrestado, torturado, o matado… recuerda que tres billones de tus hermanos en el mundo no gozan de esa libertad.

Si tienes alimentos en el refrigerador, ropa para ponerte, un techo sobre tu cabeza, y un lugar donde dormir… recuerda que eres mas rico que el 75% de tus hermanos.

Si tienes dinero en el banco, en tu billetera, y menudo o cambio en algún lugar de tu casa… estas en el tope del 8% de los ricos del mundo.

Si tus padres siguen casados… esto es algo extraordinario en cualquier parte del mundo.

Si agradeces a Dios por tantas bendiciones en tu vida y le correspondes de corazón, eres afortunado pues la mayoría pueden, pero no lo hacen.

Si te olvidas de ti mismo y vives para Dios y para tus hermanos, si te acercas a ellos para compartir tus riquezas espirituales y materiales, has encontrado la felicidad mas grande.

Si puedes leer este mensaje, eres dichoso pues tienes vista y la estás utilizando en un lugar que alimenta tu fe. Dios te ama. Comparte tu dicha. Alaba a Dios y se agradecido. Dos billones de personas en el mundo ni siquiera pueden leer muchos millones mas son ciegos.

Ten un buen día, cuenta tus bendiciones, y compártelas.

El pescador solitario era un auténtico hombre de Dios. Había escogido su camino por vocación. Su vida de soledad y silencio era deseada.

Buscaba con sinceridad a Dios. El mar, la arena, la barca, el cielo, la pesca... todo le hablaba de Dios y le servía para comunicarse con él.

Un día tuvo la audacia de pedir al Señor un signo claro y evidente de su presencia y de su compañía constantes: Señor, hazme ver que tú siempre estás conmigo. Dame el don de experimentar cómo me amas. Y el gozo de saber que caminas conmigo...

Y mientras hacía esta oración tenía una gran paz en el alma. Caminaba con paso sereno a la orilla del mar.

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Cuando llegó a las rocas que cerraban la playa, y reemprendía el camino que conducía nuevamente a su casa observó con asombro que junto a las huellas de sus pies descalzos había otras cercanas y visibles.

Mira, le dijo el Señor, ahí tienes la prueba de que camino a tu lado. Esas pisadas tan cercanas a las tuyas son las de mis pies. Tú no me has visto pero yo caminaba a tu lado.

La alegría que tuvo fue inmensa. Desbordaba de gozo. El Señor le había dado la prueba esperada y deseada. La respuesta de Dios a su plegaria sobrepasaba lo que hubiera podido soñar.

A partir de este signo sorprendente de Dios la oración del pescador solitario adquirió aires nuevos. La gratitud no tenía límites en su alma. El gozo de la alabanza era el pan de cada día. Empezó a pedir y a interceder por todos los hombres con una confianza nueva. Pero no siempre fue así.

Días de tormenta y de fría noche nublaron el horizonte. El cansancio de los duros días de trabajo se hizo notar. Los días de labor infructuosa llenaron su corazón de desánimo.

Caminaba taciturno por la playa. Así al llegar a las rocas volvió sobre sus pasos y observó que, esta vez, en la arena, solo había la huella de dos pies descalzos. Aquel día su oración fue de protesta:

Señor, has caminado conmigo cuando estaba alegre y sereno, y me lo hiciste ver. Ahora que estoy con el alma por tierra, ahora que el desánimo y el cansancio hacen huella en mi vida... me dejas sólo. ¿Por qué, Señor...? ¿Dónde estás ahora?.

La voz del Señor no se hizo esperar: Mira, amigo... cuando estabas bien, cuando la calma y la serenidad inundaban tu alma, yo

caminaba a tu lado. Pudiste ver mis huellas en la arena... ahora que estás mal, cansado y abatido ya no

camino a tu lado porque he preferido llevarte en brazos. Las pisadas que ves en la arena no son las tuyas, son las mías, son profundas y claras... marcadas por el peso de tu propio cansancio...

Cfr. Jn 3,16; Rm 5,8

Uno chico preguntó: -Maestra... ¿qué es el amor? La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el campo de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor. Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo: -Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo. El primer alumno respondió: -Yo traje esta flor: ¿no es linda? El segundo alumno dijo: -Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas: la voy a colocar en mi colección. El tercer alumno completó: -Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido ¿no es gracioso? Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio. Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía apenada porque no había traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó: Muy bien: ¿y vos? ¿no has encontrado nada? La criatura, tímidamente, respondió: -Disculpe, maestra... Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para otros también la puedan gozar. Vi también la mariposa, con su bellos colores, pero parecía tan feliz que preferí dejarla libre. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero... su mamá volaba cercana y preferí dejarlos juntos...

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Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje? La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.

Aprendamos de los "incapacitados".

Años atrás, en unas competencias del las Olimpiadas Especiales celebradas en Seattle, nueve contendientes, todos con deficiencias físicas o mentales, se alistaron en el punto de arranque para la carrera de las 100 yardas. Al sonido de la pistola, todos empezaron, aunque no muy precipitadamente, pero con ganas de correr hasta el final y ganar. Todos, eso es, excepto por un niño que tropezó, se revolcó varias veces, y comenzó a llorar.

Los otros ochos, al oír llorar al niño, aflojaron el paso y miraron hacía atrás. Entonces, para la sorpresa de los espectadores, todos regresaron para asistirle. Una niña con el Síndrome Down se agachó y besándole le dijo: "Esto te hará sentir bien." Entonces los nueve enlazaron sus brazos y caminaron todos juntos hasta la línea final.

Todos en el estadio se pararon y aplaudieron efusivamente por largo tiempo. Nunca había habido unas olimpiadas tan emocionantes y tan reveladoras de las mas altas capacidades humanas. Las personas que estuvieron allí todavía cuentan lo sucedido.

Un hombre santo, orgulloso de serlo, ansiaba con todas sus fuerzas ver a Dios. Un día Dios le habló en un sueño: “¿Quieres verme? En la montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré”. Al despertar al día siguiente comenzó a pensar qué podría ofrecerle a Dios. Pero ¿qué podía encontrar digno de Dios? “Ya lo sé”, pensó. “Le llevaré mi hermoso jarrón nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo”. Estuvo pensando mucho en lo que metería en el precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? Después de todo, Dios mismo había hecho todas aquellas cosas, por lo que se merecía un presente mucho más valioso. “Sí”, pensó al final, “le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios, buenas obras...”. Estaba contento de haber descubierto justamen-te lo que Dios esperaría y decidió aumentar sus oraciones y buenas obras, consiguiendo un verdadero récord. Durante las pocas semanas siguientes anotó cada oración y buena obra colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando estuviera lleno lo subiría a la montaña y se lo ofrecería a Dios. Finalmente, con su precioso jarrón hasta los bordes, se puso en camino hacia la montaña. A cada paso se repetía lo que debía decir a Dios: “Mira, Señor, ¿te gusta mi precioso jarrón? Espero que sí y que quedarás encantado con todas las oraciones y buenas obras que he ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas. Por favor, abrázame ahora”. Al llegar a la montaña, oyó una voz que descendía retumbado de las nubes: “¿Quién está ahí abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Qué has puesto entre nosotros?” “Soy yo. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para Ti”. “Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista”. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas? “No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para Ti. Lo he llenado de mis...” “Tíralo. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte a ti. Te quiero a ti”.