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Paralelismos místicos de la edad media: Elkhart, Von Bingen y Arabi
CIN2014A40270
Centro Universitario México
Autor: Javier Gómez Olivares
Asesores: José Walter Wiechers Rivero y Salvador Crecencio Cervantes Zetina
Área: Humanidades y artes
Disciplina: Filosofía
Investigación documental
Mexica, D.F. 17 de febrero de 2014
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La mística se presenta al hombre contemporáneo como la posibilidad de proyectar
la dimensión espiritual de su existencia y el reconocimiento de lo sagrado. Para el
hombre contemporáneo, alejado e indiferente respecto a su espiritualidad, el
horizonte místico se le presenta como una fuente fiable de sabiduría y experiencia
espiritual. Es a eso a lo que tiende nuestro trabajo, a brindar una tentativa de
respuesta para la espiritualidad contemporánea a partir de la mística medieval. La
filosofía de Plotino, la teología negativa del Pseudo Dionisio y la búsqueda de San
Agustin nos ayudaran a desarrollar la doctrina de Eckhart, Hildegard Von Bingen e
Ibn’Arabi desde el enfoque de la metafísica neoplatónica que es, realmente, el
fundamento teórico y expresivo de la mística medieval.
La doctrina del Maestro Eckhart se centra en los conceptos de “nada” y “vacío”
que deben adoptar el alma del hombre para que el Verbo actúe en ella. Hildegard
Von Bingen expresa su éxtasis de muchas formas (poesía, música, imágenes,
etc.) pero nos centraremos únicamente en algunas imágenes de visones de la
mística alemana para desarrollar el alcance de la expresión en la vida del hombre.
Ibn’ Arabi se centra en la idea de que la unión divina solo le está permitida a
aquellos que han sido elegidos por Dios y que tienen la voluntad de seguirle y dar
a conocer su palabra.
La mística, entonces, le permite al hombre acercarse a su dimensión espiritual
existencial para comprender la dimensión sagrada del mundo y de sí mismo
actualmente.
Palabras clave: Mística, éxtasis, unión, Dios, nada, vacío, fe, esperanza, amor,
búsqueda, contemplación, silencio, inefabilidad, expresión.
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Mysticism is presented to contemporary men as the possibility of projecting the
spiritual dimension of his existence and the recognition of the sacred. For
contemporary men, distant and indifferent to their spirituality, the mystical horizon
is presented as a reliable source of wisdom and spiritual experience. That’s what
our project is about, it’s about providing a tentative answer for contemporary
spirituality starting from medieval mysticism. Plotinus’ philosophy, the negative
theology of Pseudo Dionysius and Saint Augustine’s search will help us develop
the doctrines of Eckhart, Hildegard Von Bingen and Ibn’Arabi from the standpoint
of Neoplatonic metaphysics, which is, really, the theoretical and expressive basis
of medieval mysticism.
The doctrine of Master Eckhart is focused on the concepts of “nothingness” and
“emptiness” that should be taken by man’s soul so the Word acts on it.
Hildegard Von Bingen expresses her ecstasy in many ways (poetry, music,
images, etc.) but we will only focus on some images of the German mystic visions
to develop the scope of expression of man’s life.
Ibn’ Arabi is focused on the idea that divine union is only permitted to those who
have been chosen by God and are willing to follow and make his word known.
Misticism, therefore, allows men to get closer to their existencial spiritual dimension
in order to understand the sacred dimension of the world and their own.
Key words: Misticism, ecstasy, union, God, nothingness, emptiness, faith, hope,
love, search, contemplation, silence, ineffability, expression.
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Paralelismos místicos de la edad media
Introducción
La experiencia mística se ha presentado como el núcleo de muchas tradiciones
religiosas, es, en definitiva, la máxima experiencia de lo divino a la que puede
acceder el hombre. Esta experiencia se proyecta al mundo como una vía de
ascenso desde el mundo material y, en ocasiones, profano hasta el contacto con
Dios. La mística es el núcleo de una tradición religiosa, pues es la experiencia
pura de la divinidad, dicha experiencia presenta problemas como la posibilidad de
ser expresada cuando muchos místicos han proclamado que es una experiencia
que exige silencio y contemplación. Así, la expresión de lo inefable es lo que atañe
a nuestro trabajo. Esta experiencia que se expresa por diferentes formas se ha
llevado en occidente al plano de la parapsicología y las enfermedades mentales.
Nuestro trabajo se dirige a presentar las formas de expresión de lo inefable, no un
análisis psicológico de la mística. Dicha presentación de la expresión mística nos
parece necesaria para un mundo desacralizado y falto de espíritu, pues la
dimensión existencial del hombre se ha visto permeada por los avances de este
siglo. El hombre se presenta cada vez más indiferente frente a la religión y, aún
más, a la mística. Nuestro trabajo propone a la mística como guía de enseñanza y
fuente de fe para el hombre contemporáneo, pues puede mostrarle la sabiduría y
la experiencia de la dimensión espiritual de la existencia. La mística no salvara al
hombre contemporáneo pero lo puede guiar por los caminos de la espiritualidad y
la unión divina. El hombre contemporáneo debe reconocer lo sagrado en el mundo
para abrirse paso hacia el encuentro de su dimensión espiritual. La mística
muestra como lo sagrado no es solo aquello que se presenta diferente de lo
profano en el mundo sino que también se presenta dentro de nosotros como
búsqueda y Ascencio basados en el amor y la esperanza en Dios.
La inefabilidad de la experiencia mística es el punto de partida de nuestros tres
místicos (Eckhart, Von Bingen y Arabi) para formular sus sermones, imágenes y
poemas que nos llevan a la pregunta: Si la mística medieval afirma la inefabilidad
de la experiencia mística, ¿Por qué busca expresarla?
Para responder a esta pregunta, que es el núcleo de nuestro trabajo, nos
propondremos buscar paralelismos entre los místicos que nos ocupan y analizar
sus formas de expresión de la experiencia mística. Pues no solo nos atañe el
estudio de lo inefable, sino la forma en que la expresión del ascenso místico se le
presenta al hombre como fuente de sabiduría y esperanza. Para esto
estudiaremos el concepto de “nada” que el maestro Eckhart utiliza para designar la
unión con Dios. También analizaremos el concepto de “templo vacío” que maneja
el mismo autor para desarrollar la dimensión expresiva de su experiencia. De igual
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forma estudiaremos algunas miniaturas de visiones de Hildegard Von Bingen para
desarrollar la capacidad de la mística de ser expresada a través de imágenes.
También nos ocuparemos en analizar los poemas de Ibn’Arabi para desarrollar la
forma en que la poesía puede expresar la experiencia mística y la dimensión
espiritual de la existencia.
Para analizar la expresión de la experiencia mística utilizaremos el concepto de
teología negativa que se nos presenta en la “Teología mística” del Pseudo Dionisio
Areopagita, pues esta es una gran proyección de como la mística de Eckhart y la
teología del Pseudo Dionisio se encuentran en el camino de la ascensión negativa.
De igual manera usaremos la ascensión plotoniana presentada en la Eneida
quinta para desarrollar el desapego del mundo por parte del místico para acceder
a la ascesis necesaria para lograr la unión divina. Y usaremos el libro decimo de
las “Confesiones” de San Agustín para explicar cómo la mística es, ante todo,
búsqueda impulsada por el amor. Y no solo eso, sino encuentro de Dios con su
creatura. Pues no es el místico el que por su sola voluntad e inspiración busca a
Dios, recordemos las palabras de Cristo: “No son ustedes quienes me han elegido,
yo los he elegido a ustedes.” (Jn 15, 9-17)
Eckhart: El templo vacio
La mística del maestro Eckhart se ha llegado a clasificar como mística oriental, o
de influencia budista. Realmente este místico alemán comparte algunos conceptos
y acepciones con el budismo y otras doctrinas orientales pero realmente nunca
tuvo contacto con ellas. Su doctrina gira entorno a al concepto de “nada”, pues nos
plantea que debemos de hacernos como “éramos” cuando aún no nacíamos. A
esto se refiere “el templo vacío”, al vacío interior que debemos lograr para que
Dios actue plenamente en nosotros. La trinidad es adoptada por Eckhart como un
sistema de causalidad en el que el Padre ha hablado al Verbo, a Cristo, y Cristo
habla en el alma según el modo en que el Espíritu es capaz de expresarlo.
Entonces el hombre tiene que estar desprovisto de deseos, inclinaciones,
pasiones y de su voluntad para que el Verbo nazca dentro de él y lo transforme.
Aun la voluntad de Dios debe salir de las esperanzas del hombre, el hombre debe
vaciarse absolutamente para que el Hijo hable dentro de él.
Así como dijo San Pablo: “Ya no soy yo sino Cristo quien vive en mi”, así Eckhart
habla de un vacío necesario para que el Verbo divino penetre en el hombre por
medio del Espíritu. Así, Eckhart toma las palabras de Cristo: “Bienaventurados los
pobres de espíritu” y nos da una visión muy diferente de la común. Pues a partir
de esto, Eckhart nos dice que solo la pobreza del espíritu es propicia para que el
Verbo de Dios se exprese en nosotros. Esto implica que aun la fe y la esperanza
quedan en un plano secundario, pues debemos de entregarnos totalmente a la
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contemplación y al silencio para alcanzar la unión divina y que Cristo actué en
nosotros. Eckhart llega al extremo de decir que el hombre debe ser tan pobre que
no sepa nada de las cosas de Dios, que no le interese nada, que no desee nada,
ni si quiera a Dios. Esto significa que solo un estado de indiferencia total nos unen
con Dios. Pues solo allí donde no hay algo puede actuar Dios, pues solo hay lugar
para él dentro de nosotros.
Eckhart toma el concepto de “nada” a partir de la narración de la conversión de
San Pablo. Eckhart nos dice que aquella luz que cegó a Pablo es la luz divina que
ciega al hombre para actuar en él. Pues cuando Pablo cayo de su caballo “nada”
veía, estaba ciego. Eckhart nos plantea tres posibles interpretaciones:
1) Que al caer, Pablo veía la creación pero que eran, ahora, como una “nada”
comparadas con la luz de Dios que había recibido.
2) Que al levantarse nada veía y esa nada era Dios porque cuando ve a Dios
lo llama una nada.
3) Que cuando se levantó, en todas las cosas no veía nada sino a Dios.
Para explicar la experiencia de San Pablo, Eckhart nos dice que lo que
busquemos en cualquier creatura será toda sombra y noche. Todo lo que no sea
la primera luz es oscuridad y sombra. Dios es una luz verdadera, quien quiera
verla debes ir ciego y debe mantener a Dios lejos de todas las cosas. Pues, como
la búsqueda de San Agustín en el libro decimo de las “Confesiones”, podemos
buscar por todo el mundo y preguntarle a cada creatura donde esta aquel que ama
nuestra alma pero nunca encontraremos respuesta ni tranquilidad si no nos
hacemos ciego primero. Debemos olvidarlo todo, volver a un estado de “pre-
nacimiento” para que Dios actúe en nosotros. En Dios no hay nada sino Dios y
Pablo, al levantarse, vieron a Dios en quien todas las criaturas son nada. San
Agustín dice: “Cuando nada veía, entonces veía a Dios”, San Pablo dice: “Quien
nada ve y es ciego, ve a Dios.”
Cuando el alma se aleja de todas las cosas creadas, es necesario que Dios brille
en ella y resplandezca. Pues Dios es luz que brilla en las tinieblas y las tinieblas
no le vencieron.
Para comprender a Eckhart, debemos remitirnos al Pseudo Dionisio cuando nos
dice: “Miremos aquella oscuridad supra esencial que no dejan ver las luces de las
cosas.” Pues la doctrina de Eckhart nos llama a abandonarlo todo, aun nuestra
propia voluntad para ver la nada que son las cosas en comparación de Dios y para
que ver que en las cosas no hay nada sino Dios. Esta increíble paradoja se hace
visible al momento de acercarnos a la mística. Pues es cierto, la creación
pareciera una nada cuando la comparamos con lo Absoluto de aquella luz divina
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que cegó a San Pablo pero, de igual forma, debemos reconocer en toda la
creación la acción divina y, por lo tanto, a Dios. Pues la creación existe por la
voluntad de Dios y nos hacemos de ella para reconocer los caminos y las vías
que, por medio, del reconocimiento de lo sagrado, nos pueden acercar más a Él.
Realmente la gran idea de Eckhart es comparar a Dios con una nada de la que
emanan todas las cosas pero que son nada. Así, pareciera que la nada de Dios
engendra la nada de la creación. Pero comprendamos, no se trata de que Dios
sea una nada sino de que en Dios no hay nada que no sea Dios y, por lo tanto,
todo aquello que no sea Dios debe ser considerado como nada porque no
participa de la perfección del Absoluto. Pero tampoco podemos reducir la creación
a pura nada porque en ella se nos ha revelado Dios.
Por lo tanto la única nada “real” y que no es ninguna metáfora en Eckhart es
aquella que respecta al alma. Pues debemos de olvidarlo todo, abandonarnos y
dejar que la voluntad de Dios y su Hijo nos penetren totalmente hasta al extremo
de decir como San Pablo: “No soy yo sino Cristo quien vive en mí.”
Hildegard Von Bingen: La visión como imagen y símbolo.
Hildegard Von Bingen ha sido una de las místicas más influyentes de la historia,
no solo en la teología sino en la música, en la pintura y en la poesía. Su vida
estuvo cargada de dificultades y dolores que, con fe y esperanza, logro superar a
través de la práctica del amor y el servicio. El amor proporciona las fuerzas que la
ignorancia deniega, Hildegard vivió esto al máximo. Siempre que Dios la llamaba
por medio de un sueño o una visión a hacer algo y lo ignoraba sufría dolores,
postraciones u otros infortunios hasta que cumplía con la voluntad divina. Tal fue
el caso que cuando Dios le dijo en un sueño que saliera con sus monjas a otro
monasterio a otra región de Alemania ella se negó y quedo postrada en su cama
sin poder moverse hasta que cumplió con la misión que se le había encomendado.
Así, lo que nos ocupa de esta extraordinaria santa alemana son sus visiones, en
especial tres: La visionaria, Cristo en la trinidad y la misa. Estas tres visiones nos
muestran el esplendor de la experiencia de Hildegard y la capacidad de la
voluntad para expresar una experiencia que se cree incomunicable a través de las
imágenes. Las visiones acompañan a algunos místicos en su ascenso a la unión
divina, entendamos que no todos los místicos tienen visiones (Eckhart, por
ejemplo) y no todo aquel que tiene una visión es un místico. La mística es
búsqueda y a esta búsqueda se le puede otorgar o no el don de la visión celestial.
Hildegard tuvo muchas visiones, no solo visuales sino también auditivas y son
esas las que proyecto en sus composiciones musicales. Hildegard Von Bingen
expreso su experiencia por medio de poesía, música e imágenes; estas tres vías
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de expresión se nos presentan como un todo unido pues para comprender la
música de Hildegard hay que conocer sus visiones y sus poemas. Para conocerla
totalmente tendríamos que hacer un tratado completo sobre cómo trabaja la gracia
en la experiencia mística y en su expresión pero lo que nos ocupa ahora son las
tres visiones que se han presentado más arriba.
La primera, “La visionaria”, le sucedió a la edad de cuarenta y dos años en 1141.
Hildegard nos dice que cayó sobre ella una luz ígnea que penetro en su corazón
sin quemarlo, solo calentándolo. Y que esa luz, que es la iluminación del espíritu,
le hizo comprender los textos sagrados sin conocer la explicación de los textos.
Esta visión de la mística alemana nos muestra lo que podríamos llamar su
“iniciación” en la vía mística, pues es el momento de iluminación. Que no ilumina
cualquier parte del cuerpo sino el corazón, fue una luz que penetro en lo más
hondo de su corazón para transformarla y moldearla según la voluntad del
Espíritu.
En la imagen vemos las llamas del espíritu descender sobre ella mientras
Teodorico Von Echternach, su biógrafo, escribe lo que ella le dicta. Esta visión es
tan importante como sublime, la mística inicia su camino en el ascenso planteado
por Platino en el que el desprendimiento del mundo y la búsqueda de lo “Uno”
impulsa la voluntad del místico. El fuego creador desciende al corazón de la
criatura para infundirle su amor. Así como Eckhart nos habla del “templo vacío” y
de vaciarnos totalmente para dejar que Dios actue en nosotros, Hildegard nos
muestra en sus visiones y en las descripciones de cada una de estas la fuerza con
que Dios toma a los que ha elegido sin necesidad de la voluntad del hombre sino
con la única razón de la voluntad divina. Pues aquí se cumplen las palabras de
Cristo: “Ustedes no me han elegido, yo los he elegido a ustedes.” Realmente es
esto, la voluntad divina actúa independientemente de la afanosa búsqueda
realizada por los hombres.
Pero entendamos bien, no se trata de que los hombres no deban buscar a Dios.
Dios se nos ha revelado para que buscándolo, escuchemos, escuchando
creamos, creyendo esperemos y esperando amemos. La revelación divina es el
motor que impulsa al hombre para acercarse más a su amor, pero es Dios quien
nos ha tomado y quien nos toma en su ser para que seamos participes de la
salvación y el amor divinos. Hildegard, como los grandes héroes, ha sido marcada
con fuego por el Espíritu; esos son los elegidos, aquellos que han sido marcados
con fuego. El fuego creador que nunca se apaga, el fuego del Espíritu.
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“La visionaria”
La segunda visión que nos ocupa es “Cristo en la trinidad” en la que Hildegard
contempla a Jesús dentro del Espíritu y dentro del Padre pero, a la vez,
participando del Espíritu y del Padre. Este es el misterio de la trinidad, que
siempre si ilustra con la figura del triángulo pero que a Hildegard se le muestra con
la figura del cirulo con el cuerpo místico de Cristo en el centro. El dogma nos dice
que en Dios hay una sola esencia, una sola naturaleza en tres hipostasis o
personas diferentes. Aquí, Hildegard nos muestra como la naturaleza del primer
círculo que contiene al segundo y a Cristo, participa del segundo en tanto que la
luz del segundo concierne al primero y proviene de él. Y participa también de
Cristo porque es su misma naturaleza. No concibe a Dios de modo uniforme sino
como el Uno en Tres: el Padre eterno como sujeto, el Hijo eterno como objeto y el
Espíritu Santo eterno como verbo, o sea, el amante, el amado y el amor.
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“Cristo en la trinidad”
La tercera y última visión que trataremos será “La misa”. Este complicado visón
nos narra cómo se le revelo a Hildegard el sacramento del amor, que ha acuñado
la Iglesia como fuente y culmen de salvación de los hombres. En esta visión se
nos narra cómo se le presento Cristo clavado en la cruz y como de su costado
derramaba sangre y agua. Entonces se acerca una mujer y recibe en un cáliz la
sangre y agua de Jesucristo. De la cruz parte un rayo de luz que cae en el altar
donde un sacerdote está impartiendo los sacramentos y está por repartirlos a los
fieles.
Detengámonos en esta primera parte, la mujer que se acerca al costado de Cristo
y recibe su sangre en el cáliz representa a la Iglesia que, fiel seguidora de Cristo,
toma de él los sacramentos que él mismo ha instituido. La luz que emana de la
cruz y que llega al altar es la transubstansacion que se efectúa en el momento de
la consagración y que se derrama en la presencia del sacerdote que oficia la
eucaristía. La segunda parte involucra a la figura de los fieles que se acercan a
recibir el cuerpo y la sangre de Cristo que no son ningunos símbolos, es el cuerpo
real de Cristo junto con su sangre que fue derramada por el perdón de los
pecados. Los fieles se acercan y algunos irradian una luz cegadora, otros están
envueltos en tinieblas pero cuando comulgan todos irradian una luz infinita que los
llena y transforma.
Es así como se le presento a la mística alemana el sacramento del amor, la
redención del género humano y la salvación de los que creen en el Verbo divino.
Este último visón proyecta como la fe se vive en comunidad, en la unión de toda la
Iglesia para la gloria de Dios. Observamos como la primera visión era meramente
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individual, era la iluminación de una solo alma para su transformación e iniciación.
Ahora se nos presenta como se le revela la posibilidad no solo de la fe en
comunidad sino de la necesidad de expresar lo que ha visto. Pues la misa es un
rito, quizá el rito por excelencia, y la visión que se le otorga a Hildegart supone que
debe salir a la comunidad a la “eclesial” y encontrar ahí el amor de Dios por medio
de la comunicación de lo que ha visto. Pues si el fenómeno místico se queda
encerrado en el individuo, entonces no ha cumplido su misión primordial que es la
gloria de Dios en la tierra. Es necesario que aquel que ha ascendido, vuelva y
muestre el fuego a los hombres para que sea verdadera fuente de agua viva en
medio de un mundo sediento.
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Ibn’Arabi: La poesía y la búsqueda
Ibn ‘Arabi ha sido una de los místicos musulmanes más influyentes de la historia,
su filosofía y mística impresionaron a occidente. Su doctrina gira entorno a darle
un fundamento místico a la doctrina tradicional del islam y de la inalcanzable luz
divina. Arabi escribió algo parecido al cantar de los cantares que título “El
intérprete de los deseos” en el que un hombre persigue a una mujer pero nunca es
capaz de alcanzarla y siempre que llega a un lugar donde casi la alcanza, ella se
acababa de ir. La mística de Arabi es de una iluminación y lucidez impresionantes.
En “Las iluminaciones de la Meca” nos habla de cómo su don divino de místico y
visionario se le fue otorgado por ser elegido y por ser fiel siervo de Dios.
La mística de Arabi se expresa, sobre todo, por medio de poemas que expresan
su sed de infinito y su revelación por parte de Dios. La lucidez del autor nos deja
entrever que sus intenciones son meramente individuales, realmente no busca un
reconocimiento de otro sino que incite y cae muchas veces en designarse a sí
mismo como elegido de Dios para interpretar sus normas.
La mística de Arabi se presenta diferenete a la de Eckhart pero similar a la de
Hildegard. Pues no comparte la idea de nada y vacio que tanto insiste Eckhart,
sino que se dirige mas al terreneo de la mistica como búsqueda del amor
inalcanzable que se aleja de nosotros cual horizonte cuando caminamo.
Inalcanzable, asi es la msitica de Arabi, la espiritualidad de un hombre que estaba
conciente que todos sus esfuerzos son solo intentos fallidos por alcanzar la unión
divina y que lo único que lo une realmente con Dios es su carácter de elegido.
Asi, Arabi es un mistico indivisualista que busca salir al encuentro del otro para
comprobarse a si mismo que es aquel elegido para normar la religión islámica. Su
pretensión no llego muy lejos, pues al final su mistica se vio delimitada por las
normas del islam tradicional y la necesidad de alguien que guiara los pasos de los
feligreses musulmanes que se precipitaban a la desesperación. La espiritualidad
de Arabi se proyecta como aquella del hombre que es conciente de su
incapacidad para alcanzar la divinidad pero que reconoce que si es la voluntad de
Dios que sea iluminado, nada podrá impedirlo y debe dejarse penetrar por el amo
y la inspiración de la divinidad.
Conclusiones
La mistica es, ante todo, la búsqueda de la unidad con Dios y esta búsqueda debe
culminar, necesariamente, con la comunicación a los demás de la experiencia que
se ha alcanzado. Porque la experiencia mistica exige la expresión de si misma
para ser fuente de sabiduría y fe para todos aquellos que están sedientos de
verdad. Pero no la verdad del mundo sino la verdad del espíritu, aquella que el
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hombre encuentra en si mismo y que lo llama a superar los limites de lo físico para
encontrar un mundo que se le presenta como lejano pero que esta mas cerca de
lo que se imagina. La inefabilidad de la mistica no es sino una conclusión
apresurada para una dimensión espiritual perfecta. Pues es posible comunicar la
experiencia mistica, el problema es el como. Hildegard nos logra comunicar su
experiencia por medio de imágenes pero ¿Por qué? ¿Por qué los misticos se
preocuparían en hacer llegar su mensaje al mundo desde el contancto con la
divinidad? Quiza, y esta es una tentativa de respuesta, es porque se les ha
llamado no ha la unión divina sino a la iluminación extática para llevar el mensaje
al mundo, a los hombres. Pues Dios se ha encarnado en el Hijo para revelarse a
los hombre y, de la misma forma, el mistico es un instrumento del amor de Dios
que se proyecta en el mundo como fuente de sabiduría y esperanza. La verdadera
misión es esa: Acender y volver para mostrar el fuego, saciar la sed de infinito y
proclamar la certeza de que lo que se cree existe y vale la pena luchar por ello.
Pues se debe entregar la vida, y eso es lo que logran los misticos. Entregan su
vida a la contemplación y después a los demás para mostrarles el esplendor de
los frutos del viaje, aquel esplendor que es iluminación y esperanza. Asi, el
hombre contemporáneo puede encontrar en las formas de expresión de la
experiencia mistica una renovación de su condición humana hacia la dimensión
espiritual de su existencia. Pues el reconocimiento de un mundo real y significativo
esta íntimamente ligado con el reconocimiento de la espiritualidad.
Bibliografia
Arabi, Ibn. Las iluminaciones de la Meca. Siruela. España, 1999.
Cirlot, Victoria. Vida y visiones de Hildegard Von Bingen. Siruela. España, 1997.
Eliade, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Editorial Paidos. España, 1998.
Eckhart. El fruto de la nada. Editorial Siruela. España, 1998.
Agustin. Las confesiones. Editorial Porrua. México, 1970.
Ratzinger, Joseph. El Dios de la fe y el Dios de los filósofos. Editorial Encuentro.
España, 1960.