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5/9/2018 Parcial domiciliario de Problemas Socioecon micos Contempor neos II - sl...
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Parcial domiciliario de Problemas Socioeconómicos Contemporáneos II
A partir del marco teórico analizado en las tres primeras unidades de la materia,
atenderemos una serie de problemas planteados en forma de afirmaciones. Así, se
analizarán las sociedades contemporáneas a partir de los procesos de reestructuracióneconómica, política y social a partir de la crisis capitalista abierta a finales de la década
de 1960 y principios de la década de 1970. Se desarrollará, a partir de tres ejes:
reestructuración del capitalismo en tanto sistema económico; su impacto en los Estados,
como así también las capacidades de intervención de este último; además, las
transformaciones en el mundo del trabajo. Por último, los problemas seleccionados
guardan una interrelación que puede ser atendida de diversas maneras. La presente, es
una de ellas.
o La reestructuración capitalista puesta en marcha a partir de finales de la
década del ’60 y principios de los ’70 se sustentó en un cambio radical en la relación
entre capital y trabajo, de manera que se expresó en la ofensiva del primero sobre elsegundo.
Para analizar la reestructuración capitalista a nivel mundial, tendremos en cuenta a
Giovanni Arrighi y el concepto “ciclos sistémicos de acumulación” (que el autor toma
de Fernand Braudel). Se trata, de procesos regulares y sostenidos en el tiempo
caracterizados por una modalidad de acumulación económica y una modalidad de
organización política. Es decir, que se encuentra por un lado, una forma de organización
de las empresas, y por otro lado, un marco de dominación que asegura la acumulación
(Arrighi: 1997). Ejemplos de ciclos sistémicos de acumulación, han sido la experiencia
capitalista genovesa en la segunda mitad del siglo XVI, Holanda en el siglo XVIII, Gran
Bretaña desde fines del siglo XIX y principios del XX, y EE UU hasta el momento, por
lo menos, y aquí reside uno de los interrogantes de Arrighi. Hay que tener en cuenta,
que el marco interpretativo dentro del cual el autor realiza este aporte, se inscribe dentro
de lo que Immanuel Wallerstein ha llamado “sistema mundo”, en el cual la escala de
análisis tanto espacial como temporal de la economía, política y sociedad es más
general.
Además, cada ciclo sistémico se compone de dos grandes fases: por un lado, la
expansión material de la producción y el comercio. Por otro lado, se da paso a la
expansión financiera (que elimina sus referentes materiales). De esta forma, la crisis de
sobreacumulación puede ser entendida como una etapa donde los capitalistas dejan de
invertir en la reproducción ampliada y el capital líquido espera oportunidades deinversión. En este sentido, la crisis es un episodio de gran envergadura que marca el
final de un ciclo sistémico de acumulación para dar paso a otro.
Ahora bien, la novedad de las consecuencias de la crisis que se da hacia fines de la
década de 1960 y principios de 1970, es la bifurcación del poder. Cuando el poder de
los viejos centros de poder declinaba, ascendía un nuevo poder organizador financiera y
política-militarmente. Pero en la actual expansión financiera del capitalismo mundial, el
poder de los viejos centros de poder en vez de devenir en un nuevo orden está dando
paso a una escisión entre los dos grandes poderes mencionados. Es decir, que se
concentran la dominación económica, de un lado, y la política, del otro: como centro de
acumulación económica el este asiático y como centro de dominación política EE UU
(Arrighi: 1997).
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Por su parte, Gosta Esping-Andersen analiza los desafíos por los que atraviesan los
Estados Benefactores en una selección de regiones (Europa Occidental, América del
Norte, Australia, Nueva Zelanda, Europa Oriental, el Este Asiático y América Latina).
Más allá de reconocer en cada una de ellas una particularidad inherente a sus desarrollos
políticos, económicos, sociales y culturales, por otro lado, el autor entiende que existen
similitudes en cuanto a la política social implementada. De esta forma, se argumentaque la apertura económica que sufre el mundo actual, desde la fecha señalada y
producto de una complejización y mayor escala de la integración de los países (Arrighi:
1997; Esping-Andersen: 1996), restringe la soberanía de las naciones en cuanto a
determinar en forma autónoma la política económica. Pareciera haber, un trade-off entre
igualdad y empleo como tendencia principal y compartida, fruto del nuevo orden
mundial, más allá de que el autor hace hincapié en las diferentes respuestas de cada uno
de los escenarios regionales (Esping-Andersen: 1996).
En el espacio de América Latina, según Carlos Vilas, la reforma del Estado responde
a tal reestructuración general con raíces en la reconfiguración de la economía mundial.
Esto se debe, como consecuencia de la aceleración de la globalización económica y
financiera en desarrollo desde la década del ‟70 del siglo anterior. De esta forma, elautor hace referencia a la relación entre la reforma del Estado y el nuevo bloque
dominante. Al respecto, argumenta que se encuentra “[…] un avance de los actores que
operan en escala global (corporaciones transnacionales, organismos financieros
multilaterales, inversionistas financieros de nuevo tipo, etc.) en detrimento de los
actores que se expresan ante todo en escala nacional” (Vilas: 1997, 94-95). Es decir, que
se implanta un nuevo sistema de acumulación capitalista, el cual Basualdo denomina
“valoración financiera” (Basualdo: 2006). Además, los sectores que impulsan este
modelo de acumulación son los que resultan victoriosos. Por otra parte, más allá de las
claras ventajas dentro de algunas fracciones de capitales sobre otras (el de la economía
imaginaria sobre la economía real), se puede afirmar que lo que registra es una clara
ofensiva del capital sobre la fuerza de trabajo, ya que ésta pierde una serie de
“conquistas materiales” en términos de capacidad de organización, negociación,
movilización, legitimidad, pero también condiciones materiales (Vilas: 1997).
Este cambio radical en la relación entre capital y trabajo, que expresa la victoria del
primero sobre el segundo, es fruto de la combinación de diversos factores que incluyen,
para mencionar otros, cambios técnicos y organizativos, como así también de la liquidez
disponible, los cambios en las escalas de producción. Su efecto, provoca una
descalificación de la fuerza de trabajo. Ahora bien, existió una reforma del Estado que
no hubiese sido posible si él mismo no hubiese impulsado su propia desregulación; es
decir, una política estatal y una fuerte intervención generó las codiciones para la
primacía de la expansión financiera en asuntos de avance sobre la soberanía del Estado(Vilas: 1997).
Sobre el caso argentino, en particular, Corina Rodriguez Enriquez nos indica que en
nuestro país se dió una de las más paradigmáticas experiencias de “retracción” del
Estado de Bienestar, considerada el ejemplo más extremo dentro de la región
latinoamericana sobre la cual se aplicaron las políticas de retracción (2005). De estaforma, el proceso hiperinflacionario hacia fines de la década del ‟80, resultó ser el
escenario más propicio para aplicar un tipo de cambio, una apertura comercial y la
entrada de capitales que junto con el proceso de desindustrialización, comenzado por el
Proceso de Reorganización Nacional y profundizado en la década menemista, tuvieron
un impacto fuertemente ofensivo sobre el mercado de empleo (Rodriguez Enriquez:
2005). La crisis hiperinflacionaria, según Basualdo, demostraba la existencia de unenfrentamiento entre fracciones dentro del bloque dominante, en el cual el predominio
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de los grupos económicos (oligarquía diversificada) sobre los bancos acreedores
externos durante la valorización financiera profundizó el avance del capital sobre el
trabajo, “[…] porque a partir de su desarrollo los sectores dominantes lograron avanzar
en la concentración de la distribución del excedente y de la riqueza acumulada
socialmente” (Basualdo: 2005, 152). Como consecuencia, la fuerza de trabajo ya no
poseerá las capacidades de presión en comparación con la expresada durante la segundasustitución de importaciones, dentro de la cual le permitía una dinámica de acción en la
definición de la conducción del Estado y distribución del excedente.
Hasta aquí, no hemos hecho mención acerca de la flexibilización laboral y la
disciplina como política empresarial, factores que también facilitaron el cambio radical
en la relación entre el capital y el trabajo, y que tiene consecuencias decisivas en la
consolidación del primero sobre el segundo. Sobre está cuestión, se hará referencia más
detallada en el siguiente apartado.
Finalizando, damos cuenta de que la crisis contemporánea parece no responder a los
patrones de acumulación que hasta entonces el capitalismo había manifestado, y se ha
dado a lugar a una concentración y centralización del capital con profundas
consecuencias sobre el resto del sistema.
o Las transformaciones en el mundo del trabajo han favorecido la
sobreexplotación y la consiguiente recuperación de la rentabilidad capitalista.
Experimentada (o experimentando) la crisis del capitalismo, su reestructuración, y el
avance que ha generado el capital sobre la fuerza de trabajo, se puede observar una
reorientación en el reparto salarial y cualquier tipo de beneficios inherentes al mundo
del trabajo, por lo menos desde el Estado de Bienestar. Tal restauración puede ser
entendida como recuperación del control de los detentadores del capital en la dirección
de las iniciativas. A continuación, se realizarán descripciones generales de las
condiciones del mundo del trabajo en lo que se llama el Estado de Bienestar, tanto a
nivel mundial, como en lo que podríamos denominar populismos latinoamericanos, y
una breve mención al caso argentino. Luego, se analizarán las transformaciones que
sufrieron las condiciones de la fuerza del trabajo a partir de la reestructuración del
capitalismo y la valorización financiera.
Tal como describe el Estado de Bienestar Claus Offe, este “[…] ha servido como
principal fórmula pacificadora de las democracias capitalistas avanzadas para el período
subsiguiente a la Segunda Guerra Mundial” (1997,135). Es decir, que el Estado a partir
de esta etapa toma la iniciativa de suministrar asistencia y apoyo a los ciudadanos. Tales
reconocimientos incluyen a la fuerza de trabajo en el sentido que le otorga a lossindicatos el papel formal de negociación de los trabajadores. De esta forma, se busca
equilibrar y limitar el conflicto de clases, la relación entre los detentores del capital y la
mano de obra (Offe: 1997).
En el caso latinoamericano, si tenemos en cuenta la visión de Carlos Vilas y su
concepción de los gobiernos populistas, nos encontramos con un Estado con una
estrategia de acumulación del capital que supone la ampliación del consumo personal y
eventualmente una distribución del ingreso, como política esencial para la reproducción
de las relaciones. En este sentido, la hipótesis del autor nos sirve para entender una
determinada posición del Estado, que asegura a reducir las tensiones entre el capital y el
trabajo -más allá de que el populismo pueda ser interpretado como una forma específica
de dominación ideológica, a lo que Vilas argumenta que cualquier cuestión estaríaintrínsecamente relacionada a la ampliación del consumo personal- (1998). Además,
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durante el peronismo, en Argentina, se aplicaron la mayor parte de las mejoras hacia los
trabajadores que incluyen aumentos salariales y políticas legislativas que favorecieron
sus condiciones.
Las percepciones y representaciones obreras respecto a este período, incluyen una
determinada trayectoria en el mundo laboral, más estable. Donde, también, el lugar del
oficio, el mundo de relaciones con sus pares, los horizontes y la identidad laboral tienenun lugar destacado (Sennett: 2000).
Muy distinta es la situación actual, a partir de la reestructuración capitalista.
Tomando los aportes Boltansky y Chiapello, se ha iniciado un tipo de mecanismo que
termina debilitando la fuerza de trabajo. Se trata de la flexibilidad laboral, que puede
categorizarse en flexibilidad interna, cuando se transforman la organización del trabajo
y las técnicas empleadas propias de cada empresa; como así también, flexibilidad
externa, cuando la reorganización laboral supone una precarización en términos de la
contratación de los trabajadores. Es decir, nos estamos refiriendo a la iniciativa hacia el
autocontrol, el desarrollo de la autonomía y el individualismo, contrataciones de
duraciones determinadas, uso del trabajo externo y terciarizado, trabajadores
independientes, horarios parciales y variables, etc. Esto, puede ser enmarcado en uncontexto donde se justifica la aplicación de tales medidas en búsqueda de la reducción
del paro. Y que, como sostiene la “crítica liberal” a la cual hacen referencia los autores,
se ve “en el derecho del trabajo el principal obstáculo para el respeto al trabajo” (Supiot
en Boltansky y Chiapello: 2002, 318). De esta forma, el debilitamiento de la fuerza de
trabajo entendida como colectivo no es menor si tenemos en cuenta q ue “la
movilización de la clase obrera está vinculada a la existencia de un aparato simbólico de
producción de instrumentos de percepción y expresión del mundo social y de las luchas
laborales” (Pierre Bordieu en Montes Cató: 2005, 52). Es en este sentido, que las clases
dominantes producen condiciones desmovilizantes atendiendo al potencial sindical y
obrero de la etapa anterior.
Además, pueden señalarse otro tipo de precarización del empleo que favorece a la
sobreexplotación y consiguiente recuperación de la rentabilidad capitalista, cuestiones
tales como los procesos de selección y exclusión intensificados, el crecimiento de la
intensidad del trabajo con un salario idéntico. Todas las cuestiones mencionadas,
reproducen un mecanismo que genera, en la mayor parte de los casos, una obra de obra
inestable, en escasa protección social, con salarios que no están a la altura de la
subsistencia, o que no representa el valor que poseían en el pasado cercano (en
cualquiera de los casos “infrapagados”) (Boltansky y Chiapello: 2002).
En el caso del texto de Juan Montes Cató, nos brinda un panorama de explotación
laboral que, dentro de los parámetros a los que hemos hecho referencia, demuestran un
contexto de subordinación y dominación en los espacios de trabajo, que seintensificaron en los últimos tiempos. Más allá de que el análisis propuesto por el autor
está enmarcado dentro de un tipo de empleo, el caso de los call centers, se puede
extender el disciplinamiento que estas empresas ejercen hacia otras que no son
precisamente del mismo rubro. En este sentido, la flexibilización laboral y la disciplina
como política empresarial, también facilitó el cambio radical en la relación entre el
capital y el trabajo, mediante la consolidación del primero sobre el segundo.
De esta forma, junto con los cambios en los vínculos contractuales que el autor
desarrolla (efecto de la desocupación, nuevas técnicas de organización del trabajo, otras
formas de contratación, las transformaciones de la legislación laboral) y a los cuales
hicimos mención con otros autores, nos encontramos con una nueva forma de
disciplinamiento de la masa trabajadora. Hacemos referencia en este caso a laconstrucción de la diferencia entre los mismos pares, que facilita la autonomía e
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individualización, de los cuales nos ocupamos más arriba. Además, hay una
internalización del control por parte de los trabajadores, a través de diferentes métodos:
asociar el colectivo laboral con la empresa para fortalecer los vínculos verticales,
apelación al desempeño, y fidelidad como forma de subordinación, fomento de la
competencia entre los mismos trabajadores, organización de reuniones con la intención
de minimizar conflictos (que durante los Estados de Bienestar podían ser iniciadores dedemandas), introducción de las planillas de rendimiento del personal, entre otros.
Estos cambios radicales en las formas de actividad laboral, no son exclusivos de las
empresas de telecomunicaciones, como ya argumentamos. Entonces, la intensificación
del orden y el mismo trabajo junto con determinadas herramientas, amparadas en la ley,
profundizan la explotación. Con esto, no estamos queriendo decir inocentemente que no
haya habido explotación en los marcos del trabajo en el pasado, ni mucho menos.
Por último, pero no por ello menos relevante, un punto central en el avance del
capital sobre la fuerza de trabajo y su consiguiente sobreexplotación de la mano de obra
se debe a la introducción de nuevas tecnologías, a la cual solo nos habíamos referido de
forma implícita.
Para finalizar, durante la etapa previa a las crisis de finales de 1960 y principios de1970 se puede observar la colaboración de los trabajadores en beneficio capitalista
desde la presión y movilización obrera y formas de organización colectiva, y un cierto
espíritu del capitalismo en el cual la justicia social estaba dentro de los parámetros
permitidos (Boltansky y Chiapello: 2002). Hay una diferencia sustancial en el contexto
en el que nos encontramos en la actualidad, como consecuencia de la ya tantas veces
nombrada reestructuración capitalista (tantos en sus aspectos económicos, desde el
Estado y la fuerza del trabajo, que son las que nos preocupan en las primeras unidades
de la materia). Además entendemos al trabajo como una mediación entre el hombre y la
naturaleza, y la capacidad transformadora del hombre como productor no sólo del
mundo, sino también de él mismo como sujeto; y como expresión de subjetividades y
cooperaciones (Delfini y Spinosa: 2008). Por lo tanto, nos podemos permitir pensar que
la explotación tiene una finalidad que excede el marco laboral y tiene una función
social.
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