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Í T I C A

Y

D E R E C H O

G i a n f r a n c oP a s q u i n o

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S ECCIÓN DE O BRAS DE P OLÍTICA Y D ERECHO

NUEVO CURSO DE CIENCIA POLÍTICA

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Traducción deCLARA FERRI

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GIANFRANCO PASQUINO

Nuevo curso

de ciencia política

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

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Primera edición en italiano, 1997Cuarta edición en italiano, 2010Primera edición en español, 2011

Pasquino, GianfrancoNuevo curso de ciencia política / Gianfranco Pasquino trad. de Clara Ferri. —

México : FCE, 2011389 p. : ilus., gráfs., tablas ; 23 × 17 cm — (Colec. Política y Derecho)Título original: Nuovo corso di scienza politicaISBN 978-607-16-0734-8

1. Filosofía política 2. Ciencias políticas — Historia 3. Ciencias políticas —Estudio y enseñanza I. Ferri, Clara, tr. II. Ser. III. t

LC JC265 Dewey 320.01 P536n

Distribución en América Latina, Estados Unidos y Puerto Rico

Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

Título original: Nuovo corso di scienza politicaD. R. © 2004, Società editrice Il Mulino, BolognaStrada Maggioere 37, 40125 Bologna, Italia

D. R. © 2011, Fondo de Cultura EconómicaCarretera Picacho-Ajusco 227; 14738 México, D. F.Empresa certi cada ISO 9001:2008

Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.comwww.fondodeculturaeconomica.comTel. (55)5227-4672; fax (55)5227-4640

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuereel medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-0734-8

Impreso en México • Printed in Mexico

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SUMARIO

Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

I. Naturaleza y evolución de la ciencia política . . . . . . . . . . . . 11

II. Los métodos de análisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

III. La participación política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 IV. Grupos y movimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

V. Elecciones y sistemas electorales . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

VI. Partidos y sistemas partidistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165

VII. Parlamentos y representación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

VIII. Los gobiernos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

IX. Las políticas públicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259

X. Los regímenes no democráticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287

XI. Los regímenes democráticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317

Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351

Índice analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383

Índice general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 387

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PREFACIO

Un texto universitario básico tiene la tarea de ofrecer a los lectores la máxi-ma información posible de la manera más sencilla, clara y sintética. Debetransmitir un sentido de orientación y de solidez. Por lo tanto, debe ser es-tructurado según criterios tradicionales, sin perseguir a toda costa una origi-nalidad que correría el riesgo de alterar las modalidades con las que unadisciplina, en este caso la ciencia política, ha nacido, crecido y cambiado. Enotras palabras, las temáticas que debe hacer propias quien se acerca a laciencia política son casi obligadas, las clásicas en torno a las cuales se haconstruido, con el paso del tiempo, el discurso politológico. Lo que cuenta esla manera en que este discurso es conducido, cuáles temas debe incluir ycuáles es mejor que excluya. Por tal razón, consideré que la metodología dela investigación politológica merecía ser enfrentada en un capítulo aparte,no técnico sino dirigido a evidenciar sus aspectos relevantes y especí cos. Detodos modos, resultará claro que a lo largo de este Nuevo curso de ciencia

política se desenvuelve y corre un hilo metodológico; es el hilo de la compa-ración.

Hacer ciencia a menudo sólo es posible a través de una comparacióntanto explícita como, más comúnmente, implícita. Por muchas razones, ha-cer ciencia política requiere que se posea y se emplee una perspectiva com-parada, gracias a la cual se vuelve posible evaluar la relevancia de los datosy la plausibilidad de las explicaciones. Todos los capítulos de este libro, en-tonces, se proponen ser satisfactoriamente comparativos, amén de —comoes obvio— adecuadamente informativos. Sin embargo, informar no signi -ca privarse de la posibilidad de expresar evaluaciones y juicios, siempre ycuando esté claro cuándo termina la información y cuándo empieza la eva-luación.

No procedí muy a menudo a realizar evaluaciones explícitas, pero tampo-co logré resistir siempre, ni quise hacerlo, la tentación de hacer hincapié enmis disensos argumentados con respecto a los mucho menos argumentadoslugares comunes —que son muchos— que abarrotan análisis políticos diver-sa y ampliamente difundidos en Italia. Por otro lado, la comparación antesmencionada, aunque implícita, tiene precisamente el mérito de dirigir laatención más allá de los estrechos aunque cómodos con nes de la políticahecha, discutida y estudiada en casa propia. Naturalmente, quien busca in-formaciones y análisis sobre la política italiana necesita un curso especializa-do y lecturas meditadas y especí cas. Sin tomar en consideración ni siquierapor un instante las tesis de la anomalía italiana, de vez en vez positiva o nega-

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10 PREFACIO

tiva, subrayé debidamente, como verán los lectores, las anomalías realmenteagrantes. Por lo demás, es a partir de la comparación implícita/explícita,

de la comprensión de cómo funcionan determinadas estructuras políticas, decómo se desarrollan determinados procesos políticos, de cómo y con qué con-secuencias se ejerce la participación política de los ciudadanos de otros paí-ses, que se podrán argüir evaluaciones también para captar, apreciándolas olamentándolas, las diversidades del sistema político italiano.

La ciencia política es una disciplina consolidada, caracterizada por unalarga historia y por un futuro previsiblemente igual de largo. Conocer lasmodalidades con las que funcionan y se transforman los sistemas políticossirve para volverse buenos ciudadanos, lo cual no signi ca sin duda ciudada-nos obsecuentes al poder, sino ciudadanos que tengan interés por la política,capacidad de adquirir y seleccionar las informaciones que necesitan, y deutilizar instrumentos de participación activa para controlar a sus elegidos atodos los niveles y, en su caso, para cambiarlos. Estudiar la ciencia políticapuede ser una hazaña estimulante e incluso sugerente. Si este Nuevo curso

de ciencia política, amén de proporcionar las informaciones necesarias paraentender la política, lograse también transmitir el encanto de esta aventuraintelectual, seguramente habrá alcanzado sus ambiciosos objetivos.

G. P. Bolonia, abril de 2004

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I. NATURALEZA Y EVOLUCIÓNDE LA CIENCIA POLÍTICA

Política es, desde tiempos inmemoriales, la actividad que los hombres y, más reciente-mente, las mujeres desarrollan para mantener junto un grupo, protegerlo, organizarlo yampliarlo, para escoger quién toma las decisiones y cómo, para distribuir recursos, presti-gio, fama, valores. Ciencia política es el estudio de esta actividad con método cientí co,es decir de manera de formular generalizaciones y teorías y de permitir su veri cación ysu falsación.

EL ESTUDIO CIENTÍFICO DE LA POLÍTICA

Delinear la evolución de una disciplina como la ciencia política es una ope-ración difícil y compleja por dos tipos de razones.

En primer lugar, porque su historia y la historia de quienes la practicanse entrelazan irremediable y fecundamente con las de otras disciplinas,como la losofía política, la historia de las doctrinas y del pensamiento polí-tico, el derecho constitucional y, más recientemente, la sociología,sobre todo, como es obvio, la sociología política. No es casual, enton-ces, que no exista una verdadera historia de la ciencia política, a pesar de al-gunos intentos más o menos meritorios (Easton, 1953; Blum, 1965; Ma-ckenzie, 1967; Stretton, 1969; Ricci, 1984). Incluso se podría sostener que,tanto por su desarrollo cronológico más de dos veces milenario, como porlas diversas actitudes que exige, se ha vuelto imposible una historia exhaus-tiva de la ciencia política, ya que va más allá de las capacidades de cualquierestudioso. Sin embargo, quien quiera ahondar en el tema encontrará algu-nas contribuciones, aunque muy diversas entre sí, en Sola, 1996a y 2005, y

Almond, 1996 y, con particular referencia a la producción italiana, en Gra-ziano, 1986, y en Morlino, 1989, con mucho material que podrá resultarleútil y relevante.

En segundo lugar, la evolución de la ciencia política ocurre de maneraconjunta a través de la de nición/rede nición del objeto de análisis, así comode la elaboración de nuevas técnicas y nuevos métodos, en busca del máxi-mo nivel de “cienti cidad”, es decir del máximo nivel de posibilidad de co-municación intersubjetiva de los conocimientos adquiridos. Con el paso deltiempo, por lo tanto, cambian ya sea el objeto (qué es la política) o el método(qué es la ciencia). Así que la evolución de la disciplina puede —más biendebe— ser trazada y analizada precisamente en referencia a estas dos modi-

Raíces profundas

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caciones (Sartori, 1979), ninguna de las cuales es de nitiva, ya que ambasson constantemente susceptibles de variaciones y de profundizaciones.

La ciencia política, entonces, cuenta al mismo tiempo con raíces profun-das en un pasado lejano y orígenes recientes. Sus re exiones han acompaña-do todas las fases de desarrollo de la experiencia de organización del mundooccidental en comunidad y colectividad, desde las ciudades-Estado griegashasta los procesos de uni cación supranacional. Dichas re exiones se han vuelto cada vez más especializadas y autónomas en un conjunto de relacio-nes de colaboración y de diferenciación respecto a otras disciplinas.

El problema que se presenta con más claridad para quien pretenda re-construir la evolución de la ciencia política consiste en la ubicación de una fe-cha precisa, de un giro, de un pasaje reconocible y reconocido, antes del cualla política fuese estudiada con métodos “precientí cos”, y después del cual eluso del método cientí co haya prevalecido, se haya vuelto discriminante. Elriesgo de semejante operación es grande. Consiste no sólo en restarles im-portancia a las aportaciones de todos los estudiosos de la larga fase precientí-

ca, sino también en atribuir un valor probablemente excesivo a los análisisde nuestros contemporáneos y a las virtudes de los métodos cientí cos. Asi-mismo, no pocas controversias pueden derivarse del intento mismo de de -nir concretamente el método cientí co. En cambio, resulta mucho másfructífero sostener y presentar una interpretación de la ciencia políticaabierta y en parte ecléctica, pero, en su especi cidad y signi catividad, noimperialista.

La ciencia política contemporánea es el producto de un conjunto de re-exiones y de análisis de los fenómenos políticos madurados, como se men-

cionó, a lo largo de la experiencia política occidental. De vez encuando los estudios se han confrontado con estos fenómenos ape-

lando a los métodos disponibles en sus tiempos y estudiando concretamentelas temáticas que parecían de mayor importancia. Asimismo, ninguno deellos jamás supo, ni quiso —suponiendo que sea posible y deseable— mante-ner absolutamente distinto y separado el momento descriptivo del prescrip-tivo, los hechos de los valores. Sin embargo, de sus re exiones se pueden

deducir incluso hoy las problemáticas más importantes para la disciplina yrecabar de ellas las primeras soluciones clásicas. Por esta razón fundamen-tal, cualquier intento interpretativo de síntesis debe remitirse a un manualde historia de las doctrinas y del pensamiento político (Brecht, 1959; Wolin,1960; Passerin d’Entrèves, 1962; Galli, 2001). Por lo que nos concierne, elcamino que debe trazarse en este ámbito involucra, antes que nada, el objetode la ciencia política, y luego el método.

Desde el inicio el objeto cali cador aunque no exclusivo del análisis po-lítico se ubicó en el poder . Las modalidades de adquisición y de utilizacióndel poder, su concentración y su distribución, su origen y la legitimidad desu ejercicio, su misma de nición como poder especí camente “político”,

Productos históricos

El poder

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NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA 13

han permanecido en el centro de todo análisis político desde Aris tóteles has-ta Maquiavelo, desde Max Weber hasta los politólogos contemporáneos(Barry, 1976; Barnes, 1988). Claro, las técnicas de análisis han ido cambian-do, recurriendo a instrumentos tomados de la psicología política, con unamayor y mejor formalización del concepto mismo, con la elaboración demodelos matemáticos de medición del poder. Del mismo modo, los proce-sos de modernización social y cultural y de diferenciación estructural hanimpuesto una distinción más clara entre el poder político y las otras for-mas de poder. En síntesis, aunque no de manera central y exclusiva, las in-terrogantes clásicas sobre quién detenta el poder y sobre cómo lo ejerce(interrogantes planteadas también en forma normativa: ¿quién debería te-ner el poder y cómo debería ejercerlo?) informan todavía el análisis con-temporáneo de la política.

El poder parece un fenómeno más difundido que otros, más general ymás generalizado, más presente y que caracteriza mejor la actividad políti-ca. Sin embargo, por ser el objeto central del análisis político, a menudo hasido sustituido, particularmente en los últimos dos siglos, por el Estado . Lamisma experiencia política occidental ha llevado en esta dirección y al mis-mo tiempo ha operado en el sentido de introducir fuertes dife rencias analíti-cas entre los estudiosos, según los procesos de construcción estatal que ellosse encontraban analizando (y deseando). En este caso, la historia de las doc-trinas políticas y del derecho constitucional también puede proporcionarmayores sugerencias sobre el argumento. Si en los primeros análisis clási-cos, desde Maquiavelo hasta Hobbes, el problema es el de crear el orden po-lítico a través del control del poder dentro de límites bien de nidos (Mat-teucci, 1984), en otros casos el problema ha consistido en la creación de unEstado pluralista (Locke), democrático (Tocqueville y los federalistas estadu-nidenses), fuerte (Hegel y los historicistas alemanes), capaz de asegurar unpacto entre las clases sociales (Kelsen), capaz de decidir en situaciones deemergencia (Schmitt). De esta fase emergerán dos tradiciones analíticas dis-tintas. Por un lado, una tradición anglosajona que pone atención a los proce-sos sociales, más que a las con guraciones estatales; por el otro, una tradi-

ción continental de análisis de las estructuras estatales verdaderas, es decirde estudios institucionales. En la primera tradición, el derecho constitucio-nal casi no encuentra lugar en total bene cio de las praxis, de los hábitos, dela common law; en la segunda, el derecho constitucional se eleva como ele-mento central y dominante de los procesos políticos; corre el riesgo de cosi -car y cristalizar los análisis políticos y, nalmente, los fuerza dentro de con -nes nacionales.

Al mismo tiempo, sin importar desde qué perspectiva empeza-ran, los estudiosos de la política se habían planteado repetidamentetambién el problema del método, es decir de las modalidades para recopilarinformaciones, analizarlas y ltrarlas a n de combinarlas en generalizacio-

El Estado

Historia y realidad

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nes y explicaciones. Por mucho tiempo, e inevitablemente, la fuente de cadadato y de cada explicación había sido la historia política, interpretada y uti-lizada de formas diversas. Probablemente una primera ruptura epistemoló-gica se produce con Maquiavelo, quien se re ere no sólo a la historia, sinotambién a la observación y, en particular, declara sus intenciones de descri-bir lo más objetivamente posible la “realidad efectiva”. Desde entonces mu-chos estudiosos seguirán a Maquiavelo al utilizar el método de observación;es clásico el análisis de la democracia en los Estados Unidos por parte deTocqueville, pero no por eso la historia perderá su papel como fuente pri- vilegiada de material sobre el cual fundar generalizaciones y teorías. Una vez que se consolidaron las formaciones estatales, los estudiosos continen-tales decidieron dirigir su atención a las modalidades de formación, decambio, de sustitución de las clases dirigentes. De esta manera empezóuna corriente de análisis, particularmente fecunda en el contexto italiano(Bobbio, 1969), centrado en la clase política, que intentó ir más allá de lastradicionales problemáticas del poder y del Estado, con el objetivo de con-seguir mayor concreción y mayor apego a la realidad. Es probable que losfamosísimos análisis de Mosca, Pareto y Michels, estudiosos que provienende disciplinas distintas (el derecho constitucional, la economía política y elanálisis de las organizaciones, respectivamente), representen las últimascontribuciones clásicas que pueden de nirse, sin por eso desvirtuar su im-portancia como precientí cas.

Por el contrario, la teoría de las élites, precisamente por su economía ypor su elegancia, funda una rica y fecunda corriente de investigación hasta

ahora explorada con provecho (Putnam, 1976; Stoppino, 1989; Sola,1993, 2000; Pasquino, 1999a).

Sucesivamente, entre el siglo XIX y el XX, empieza en el mundo centroeu-ropeo una verdadera revolución cientí ca, cuyos desarrollos en la física(Einstein), en el psicoanálisis (Freud), en la losofía analítica y positivista(Wittgenstein y el Círculo de Viena) habrán de in uir también sobre las cien-cias sociales y la ciencia política. Para estas últimas las tensiones metodológi-cas se hacen particularmente fuertes. Se mani esta la ambición de imitar a

las ciencias naturales, de replicar sus técnicas de investigación, de producirexplicaciones y generalizaciones fundadas en el principio de causa y efectoque tengan fuerza de ley. En el parteaguas, el gran sociólogo alemán Max We-ber participa en el movimiento de renovación metodológica, es arrollado porsus propias consecuencias, experimenta nuevos métodos, funda el métodohistórico comparado y la sociología “comprensiva” que toma en cuenta el pun-to de vista del actor, y elabora originales perspectivas analíticas (Weber, 1922).

En la continuación de esta fase, rica en entusiasmos y repleta de desa-fíos, la ciencia política como disciplina autónoma no logra a rmarse estable-

mente y corre incluso el riesgo de desaparecer. Por un lado, el fascismoy, en particular, el nazismo, aplastarán toda re exión política y harán

La teoría de las élites

Uni caciónde las ciencias

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retroceder décadas, en sus respectivos contextos, a todas las ciencias socia-les, mientras que la gran diáspora de estudiosos alemanes fortalecerá lasciencias sociales estadunidenses. Por el otro, se registra un impulso a la uni-

cación de las ciencias sociales, o incluso de todas las “ciencias”, en torno aun método compartido (como lo revelará el ambicioso proyecto de Otto Neu-rath de la Encyclopedia of Uni ed Sciences, 1932). De esta manera, la cienciapolítica habría perdido la autonomía, arduamente buscada, de las discipli-nas limítrofes ( losofía política, historia política, derecho constitucional),autonomía recién conquistada, pero aún puesta en discusión, de la econo-mía política en la poderosa interpretación marxista, que hace de la políticauna mera superestructura.

Serán otros desarrollos los que volverán a dar aliento a un análisis autó-nomo de la política y, al mismo tiempo, a in uir sobre su paradigma. Por unlado, la innegable manifestación de la autonomía del político en experien-cias tan distantes, aunque tan importantes, como el New Deal, el nazismo oel estalinismo (contra el cual Trotski auspiciaba una revolución precisamen-te “política”), todas necesitadas de un análisis especí camente politológico(del cual la contribución más signi cativa sigue siendo la de Neumann,1942). Por el otro, la difusión de análisis de antropología política sobre so-ciedades que pueden de nirse como sin Estado (sobre cuya especi cidadestá disponible una relación comprensiva [Easton, 1959]), pero para nada

sin política .De esta forma se abría paso la necesidad imprescindible de la rede ni-

ción del objeto de la ciencia política, que ya no podía ser simplemente ni elpoder ni el Estado. El poder debía ser cali cado de manera muy precisacomo político y no podía remitir tautológicamente al Estado, ya que las so-ciedades sin Estado manifestaban la existencia consistente y visible de acti- vidades políticas. De aquí la nueva y, en cierto sentido, concluyente de ni-ción de política a la que llegó, tras un amplio examen histórico-crítico,David Easton: una actividad de “asignación imperativa de valores para unasociedad”, liberada totalmente de la relación con el Estado. De aquí, tam-bién, la propuesta metodológica de un análisis sistémico de la política (Eas-

ton, 1965a; 1965b), es decir de un análisis que tome en cuenta la compleji-dad de las interacciones entre los componentes del sistema y que sepadescribirlas y evaluarlas en su dinámica y en sus consecuencias (Urbani,1971). El análisis sistémico se funda en un modelo que ve inputs, es decirdemandas y apoyos provenientes de la sociedad, traducidos en outputs, esdecir respuestas y decisiones, que pueden tener efectos en las nuevas de-mandas a través de un complejo procedimiento de conversión que tiene lu-gar precisamente en el sistema político y que constituye el corazón del aná-lisis político (para un intento de propuesta alternativa, Stoppino, 1994).Más precisamente, Easton a rma que cualquier sistema político cuenta contres componentes: la comunidad política, el régimen y las autoridades. La

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NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA 17

turalmente, se pueden tener autoridades democráticamente elegidas, au-toridades que deben sus cargos y su poder a con guraciones autoritarias,autoridades que han dado vida a un sistema totalitario. Las autoridadesdemocráticas cambian periódicamente según los procedimientos electora-les. Los demás tipos de autoridad tienen duración más o menos larga, detodos modos impredecible, a menudo relacionada con la di cultad de es-tablecer y respetar reglas de sucesión vagas y no codi cadas. La gura I.1 presenta de manera sintética los componentes del sistema político talcomo han sido formulados por Easton. Es útil destacar que no existe unanecesaria coincidencia entre el Estado y el sistema político y, sobre todo,que algunas organizaciones, como partidos y sindicatos, técnicamente“subsistemas” políticos, pueden ser analizados con provecho con referen-cia a los conceptos de autoridad, de régimen, de comunidad, y a los proce-dimientos de transmisión de demandas y apoyos, inputs, y de produccio-nes de decisiones, outputs .

EASTON Y EL CONDUCTISMO POLÍTICO

Con Easton llega a cumplirse un largo discurso sobre qué es política y qué es

ciencia. La respuesta de Easton es que la política no puede ser expresadaúnicamente como poder, sea porque de todos modos es preciso dife-renciar las diversas formas de poder, y por lo tanto de nir con preci-sión el atributo “político” de aquel poder que debe interesar a los cientí cosde la política, sea porque la política no puede ser ni buscada ni agotada úni-camente en el análisis del Estado.

Por un lado, el poder como objeto de estudio de la ciencia política con-duce a un ámbito demasiado vasto, cuando no es especí camente político;por el otro, concierne a un ámbito demasiado limitado, ya que la política noconsiste sólo en con ictos resueltos recurriendo al poder, sino también enmúltiples formas de colaboración, de coalición, de consenso. Por lo que toca

La política sin Estado

INPUTS

OUTPUTS

Demandas AUTORIDAD

RÉGIMEN

COMUNIDAD POLÍTICA Apoyos

Decisiones

FIGURA I.1. Modelo simpli cado de sistema político

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18 NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

al Estado, ello representa una forma histórica transitoria de organizaciónpolítica que acaba de aparecer y que puede desaparecer. Esta a rmación,ampliamente compartida a nales de los años noventa, fue formulada y ar-gumentada por Easton, con lucidez y preciencia, con una anticipación demás de treinta años. Ha habido política antes del nacimiento del Estado talcomo lo conocemos desde hace unos siglos y hasta hoy (Ruf lli, 1979); habrápolítica aun cuando el Estado sea sustituido por otras formas de organiza-ción política; y, naturalmente, hay política también en niveles inferiores a losdel Estado (en subsistemas como el partidista, el sindical, el de los interesesorganizados), y a niveles superiores a los del Estado (en las relaciones supra-nacionales entre Estados, como en la Unión Europea, en el ámbito de la po-lítica internacional).

La política es, como se mencionó, “asignación imperativa de valorespara una sociedad”. Esto signi ca que no existe una necesaria y obligadacoincidencia entre la actividad política y una determinada forma de organi-zación. Entonces, hay política también en las sociedades sin Estado, dentrode las organizaciones partidistas y sindicales, en el ámbito del parlamento,

en las relaciones entre legislativo y ejecutivo, es decir, donde quie-ra que se asignen valores. El espacio privilegiado de la política se

vuelve el sistema político, identi cado como “un sistema de interacciones,abstraídas de la totalidad de las conductas sociales, a través de las cuales los valores son asignados de manera imperativa para una sociedad” (Easton,1965b). La de nición más correcta y más precisa de ciencia política, enton-ces, es la que se re ere al estudio de las modalidades, complejas y mutables,con las cuales los diversos sistemas políticos proceden a la asignación impe-rativa de valores. Para ahondar más: ¿qué tan imperativa es esta modalidadde asignación y cuáles valores son asignados imperativamente?

Ampliamente nutrido por aportaciones antropológicas y sociológicas, enparticular por lo que concierne a los conceptos de estructura y de función,atento a las contribuciones de la cibernética, más que de la economía, el dis-curso de Easton se mueve en busca de los elementos que vuelvan lo más

“cientí co” posible el análisis de la política. En este camino el encuen-

tro crucial se produce con el conductismo. Nacido y desarrollado enpsicología, el conductismo en política se caracteriza, por un lado, por elacento puesto sobre la necesidad de observar y analizar las conductas con-cretas de los actores políticos (individuos, grupos, movimientos, organiza-ciones); por el otro, por la utilización y la elaboración de técnicas especí cascomo entrevistas, sondeos de opinión, análisis de contenido, simulaciones,re nadas cuanti caciones. Es en esta dirección que, según Easton, el análi-sis de la política puede aproximarse a ser ciencia.

La tarea de dicha ciencia consiste, según la visión conductista que se di-fundiría ampliamente de manera especial en el contexto estadunidense, entomar en cuenta y en tratar de alcanzar los siguientes objetivos:

Asignación de valores

El conductismo

Teoría e

investigación

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1) relevar en las conductas políticas aquellas regularidades que se presten aser expresadas en generalizaciones o teorías con valor explicativo y pre-dictivo;

2) someterlas a veri cación, es decir, compararlas con conductas y activida-des similares para probar su capacidad explicativa;3) elaborar rigurosas técnicas de observación, recopilación, registro e inter-

pretación de datos;4) proceder a la cuanti cación, es decir, en la medida de lo posible, “medir”

fenómenos para obtener mayor precisión;5) mantener separados los valores de los hechos, a sabiendas de que la eva-

luación ética y la explicación empírica implican dos tipos diferentes deproposiciones, sin negar por eso al cientí co de la política la posibilidadde expresar proposiciones de ambos tipos;

6) proponerse la sistematización de los conocimientos adquiridos en una es-trecha interconexión de teoría e investigación (“la investigación no guiadapor la teoría puede ser insigni cante y la teoría no sustentable con los da-tos puede revelarse improductiva”);

7) apuntar a la ciencia pura, ya que, aunque la aplicación del saber es im-portante, la comprensión y la interpretación de la conducta política ante-ceden lógicamente cualquier esfuerzo aplicativo y lo fundan en bases só-lidas;

8) operar en dirección de una integración entre las ciencias sociales, ya que“las investigaciones en el ámbito político pueden ignorar las conclusionesa las que llegan las demás disciplinas sólo a riesgo de debilitar la validez yla generalidad de sus mismos resultados. El reconocimiento de este víncu-lo contribuirá a restituir a la ciencia política la posición que tenía en si-glos pasados y a llevarla otra vez al centro de las ciencias sociales”.

Easton lleva hasta las últimas consecuencias un proceso, emprendidoalrededor de los años veinte, de rede nición de la política, de alejamientode las disciplinas humanísticas y de acercamiento a las ciencias naturales,casi en términos de una imitación paradigmática. Se podría hablar de una

verdadera ruptura epistemológica, ya que la aplicación de losprincipios fundamentales del conductismo parece presionaren dirección de una “cienti cidad” desconocida para los anteriores cultoresdel análisis político y, por otro lado, la disponibilidad de nuevos instrumen-tos y nuevas técnicas parece favorecer dicha investigación. En cambio, elresultado general de esta fase no puede ser de nido automáticamentecomo el de una mayor “cienti cidad”. En efecto, en muchos de quienespractican la ciencia política se mani esta seguramente mayor atención a laelaboración de hipótesis, a la recopilación de datos, a la formulación de lasexplicaciones: todo eso corresponde a una más intensa y saludable necesi-dad de cienti cidad. Sin embargo, en muchos otros las técnicas terminan

Necesidad de cienti cidad

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por prevalecer sobre las teorías, que resultan escasas y, en el mejor de loscasos, de nivel medio; emerge así la desastrosa tendencia a la hiperfactici-dad, a la recopilación desordenada y sin sentido de datos cada vez másabundantes y confusos, a la medición prematura de fenómenos a menudoirrelevantes. Al nal de esta fase la ciencia política corre incluso el riesgode perder su recién conquistada autonomía, su especi cidad de objeto y demétodo, presionada por otras disciplinas y, en particular, por la political

economy (Lipset, 1969).Finalmente, la política como actividad de “asignación imperativa de va-

lores para una sociedad” se ve en la necesidad de indagar fenómenos cada vez más generalizados y difundidos, ya sea porque se amplía considerable-mente, tras el nacimiento de nuevos Estados surgidos de procesos de desco-lonización, el número de los casos (de los sistemas políticos) que pueden serestudiados, ya porque se extiende el ámbito de la intervención del Estado enla economía y en la sociedad, bajo el in ujo del keynesianismo y del welfare .El análisis político, pues, debe enfrentar nuevos problemas, con nuevos de-safíos, con la expansión inesperada de su propio campo de investigación.

EL PUNTO DE LLEGADA CONTEMPORÁNEO

En una sintética reconstrucción de los estudios politológicos a nales de losaños cincuenta, Gabriel Almond y Bingham Powell reprochaban a la cienciapolítica, en particular a la estadunidense, tres defectos fundamentales.

En primer lugar, el provincianismo: el análisis politológico de los siste-mas políticos se había concentrado esencialmente en pocos sistemas del áreaeuropea y occidental, en las grandes democracias (Gran Bretaña, los EstadosUnidos, Alemania, Francia) y en la Unión Soviética. En segundo lugar, el des-

criptivismo: la mayoría de los estudios se limitaba a describir las caracte-rísticas de los sistemas políticos analizados, sin ninguna preocupación

teórica, sin ninguna ambición de elaborar hipótesis y generalizaciones y desometerlas a un examen concreto, sin ningún intento de comparación explí-

cita, consciente, rigurosa. En tercer lugar, el formalismo: una excesiva aten-ción a las variables formales, a las instituciones, a las normas y a los procedi-mientos, y una desatención paralela al funcionamiento real de los sistemaspolíticos, a las interacciones entre estructuras, a los procesos, a los cambios.Salvo poquísimas excepciones, la ciencia política de los años cincuenta era,entonces, sustancialmente eurocéntrica y norteamericanocéntrica, descripti- va y formalista.

Si Easton incursionaba en la dirección del conductismo para llevar a laciencia política por el camino de la teorización y de la cienti cidad, Almondy Powell (1978), por el contrario, sugerían ir en la dirección de la políticacomparada y del desarrollo político. La respuesta a la expansión del campo

Los defectos

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EL CONDUCTISMO Y MÁS ALLÁ

Localizar las dos directrices fundamentales de la disciplina —desarrollo po-lítico, recientemente entendido en particular como estudio de los procesosde democratización, y política comparada— no signi ca de ninguna maneraque la ciencia política deba y pueda ser contenida toda ella en su interiorni que se agote en ellos. Al contrario, a principios del tercer milenio la cien-cia política proporciona una impresión global de pluralismo de enfoques,técnicas y métodos, de variedad de temáticas, pero a veces también de algu-nas confusiones de resultados. Aunque ampliamente consolidada, comonunca antes en su historia, la disciplina ya no es uni cada ni uni cable bajola égida de una única interpretación, de una sola teorización, de líneas deinvestigación uniformes. Sin embargo, ha dado pasos agigantados haciaadelante que son evaluados, por ejemplo por parte de Almond y Powell(1978, V), en la revisión sustancial de su libro sobre la política comparada.En la década posterior a la primera versión la ciencia política se había vuelto:

1) mucho menos euronorteamericanocéntrica y más capaz de dar cuenta ytomar en cuenta experiencias políticas no occidentales;

2) más realista y más atenta a la sustancia de la política, más allá de las des-cripciones formales-institucionales;

3) más rigurosa y más precisa;4) más disponible y más capaz de teorizar.

Naturalmente, los resultados ya obtenidos no eximen de ser exigentes yde pedir todavía más. En particular, como notó recientemente con ciertaamargura el mismo Almond (1990a), ni siquiera las teorizaciones más origi-nales deberían dejar de reconocer los méritos de los precursores, de confron-tarse con las teorías que las precedieron y de apuntar al crecimiento de laciencia política a través de un proceso de crítica y de revisión, pero no de ol- vido, de lo que se ha hecho y escrito. En particular, la observación crítica de

Almond vale tanto por la perspectiva llamada neoinstitucional, incomprensi-ble si no se toma en cuenta el trabajo hecho por algunos estudiosos del des-arrollo político, como por la teoría de la elección racional, igualmente deu-dora de progresos metodológicos realizados ya en los lejanos años sesenta(sobre ambas, véase más adelante).

No es fácil poner orden en un campo que se revela vastísimo no sólo des-de el punto de vista de sus cultores, esencialmente académicos (alrededor de20 000, de los cuales al menos tres cuartas partes están profesionalmenteactivos en los Estados Unidos), sino también desde el punto de vista de laproducción de libros y de artículos. Existen numerosas revistas nacionalesespecializadas, como el American Political Science Review, fundada en 1906 y

Los pasos haciaadelante

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que ha ido enriqueciéndose con dos suplementos, PS Political Science & Poli-tics y Perspectives on Political Science; la Revue Française de Science Politi-

que, fundada en 1950; la Politische Vierteljahresschrift, fundada en 1960; el British Journal of Political Science, fundado en 1970; la Rivista Italiana diScienza Politica, fundada en 1971, y los más recientes Quaderni di ScienzaPolitica, fundados en 1995; la revista o cial del European Consortium forPolitical Research, European Journal of Political Research, fundada en 1972,y la revista de la Asociación Internacional de Ciencia Política, InternacionalPolitical Science Review, fundada en 1979, amén de numerosas revistas másespecializadas, como Comparative Political Studies, Legislative Studies Quar-terly y, de fundamental relevancia, World Politics, y de revistas de carácterinterdisciplinario: en Italia, por ejemplo, Teoria Politica . Asimismo, cabe se-ñalar los Quaderni dell’Osservatorio Elettorale, óptima fuente de datos y deartículos originales de suma utilidad para el investigador y el estudioso.

Si, pese a las di cultades, hay que hacer un intento, se entenderá perfec-tamente cómo es necesario escoger una línea interpretativa o, por lo menos,utilizar unos criterios analíticos su cientemente exactos y, al mismo tiempo,elásticos, para no reducir demasiado las diferencias, por ejemplo las nacio-nales, que siguen siendo de gran importancia.

Aun hoy un útil punto de partida consiste en combinar los objeti- vos que Easton asignaba al conductismo con los “cinco fragmentos enbusca de unidad” que Dahl (1961) detecta tras el éxito del mismo conductismo.

1) En orden de complejidad creciente de los objetivos y de su integraciónen el cuerpo de la disciplina, se puede partir de la cuanti cación . Si debía li-brarse una batalla por la introducción de técnicas cuantitativas para la me-dición de los fenómenos políticos, por un rigor analítico que condujera a ex-plicaciones cuanti cables, esta batalla fue, en gran parte, ganada. Es más, dealguna manera la victoria puede incluso parecer excesiva. En la ciencia políti-ca, como lo atestigua la mayoría de los artículos publicados en las revistasespecializadas, y sobre todo en la más importante, la American Political Science

Review, el recurso a técnicas cuantitativas ya es muy difundido. La descon-anza por estas técnicas ha disminuido claramente, aunque por desgracia a

veces su utilización es casi estéril y no está dirigida al esclarecimiento de losproblemas, a la formulación de generalizaciones y a la propuesta de solucio-nes. Las técnicas cuantitativas, no sólo en los Estados Unidos, forman partedel bagaje profesional de muchos estudiosos y, en medida creciente, casi ge-neralizada, de los jóvenes profesionales. Pero al mismo tiempo apareció cla-ramente cómo a menudo la cuanti cación sigue siendo prematura y cómo sedan pocos pasos verdaderos hacia adelante gracias al mero empleo de estastécnicas. En resumidas cuentas, las técnicas cuantitativas están bien, son úti-les, a veces indispensables, pero corren el riesgo de permanecer con nadas alanálisis y a la solución de un número de problemas muy limitados, si no sonrelacionadas explícitamente con nuevas teorizaciones, o bien corren el riesgo

Los fragmentos delconductismo

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de proporcionar respuestas precisas a problemas sustancialmente poco rele- vantes (al respecto, en favor de una revaluación de las investigaciones “cuali-tativas”, es muy importante el libro de King, Keohane y Verba (1994).

2) El segundo fragmento en busca de unidad concierne a lo que Dahl de-nió como ciencia política empírica . El conductismo ha tenido el gran méritode exigir de sus seguidores la investigación de regularidades en las conductas

políticas, la elaboración de generalizaciones sobre la base de las re-gularidades observadas, la comprobación de las generalizacioneselaboradas. La descripción de los fenómenos, acompañada por la re-

copilación de datos, de su acumulación para su sucesiva utilización, tambiénen series diacrónicas, ha sido naturalmente más fácil y más afín en algunossectores, por ejemplo en el electoral que, en casi todos lados —de los EstadosUnidos a Francia, de Gran Bretaña a los países escandinavos, de la RepúblicaFederal Alemana a Italia— está muy desarrollado (Rose, 1974) y ha llevado ala formulación de teorías de alcance medio sobre la conducta electoral (en elcontexto estadunidense, por citar un caso, sobre el peso diferenciado que asu-men, en la determinación de la conducta de voto, las variables “identi caciónpartidista”, “personalidad del candidato”, “temáticas salientes”).

Además de ser particularmente susceptibles al tratamiento con técnicasestadísticas y métodos matemáticos, los análisis de las conductas electoraleshan permitido — y a veces incluso impuesto— la integración entre discipli-nas que deseaba Easton. En efecto, la sociología, que emplea explicacionesbasadas en la estructura de clase y en la religiosidad de un país, de una re-gión, de un conjunto de electores; la historia, cuando formula explicacionescentradas en las modalidades de formación de determinadas agrupacionessociales, y la psicología social, que analiza los procedimientos individuales yde grupo de formación de las opciones de voto, contribuyen a plasmar inter-pretaciones profundizadas de las conductas electorales y de sus variacionesen el tiempo. Dichas interpretaciones resultarán más convincentes si son en-riquecidas ulteriormente con el estudio de las organizaciones partidistas enacción, de las modalidades de competencia electoral y de las técnicas de co-municación política. Globalmente, este sector de estudios, sus técnicas y sus

resultados, han avanzado tanto como para constituir uno de los sectores másinteresantes de análisis político en las democracias competitivas, y entre losmás inclinados a una intervención operativa, de ingeniería, de transforma-ción de las reglas, particularmente las electorales, con el n de alcanzar de-terminados resultados: por ejemplo, en la transición de un régimen autorita-rio a un régimen democrático, para garantizar representación y capacidadde decisión sin fragmentar el sistema partidista.

Por lo general, y en conexión con algunas tendencias a la cuanti cación,la ciencia política, en todo caso, ha acentuado y consolidado el recurso a lastécnicas empíricas de investigación, en todas sus variantes, desde la observa-

ción participante a la investigación de campo, de las entrevistas a los

Las investigacionesempíricas

Las técnicas

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sondeos de opinión, de la recopilación a la elaboración de datos ya disponi-bles, pero de manera fragmentaria y no sistemática. Sin embargo, sobre estepunto, cabe señalar dos cambios importantes. El primero es la reapariciónde un debate metodológico, que concierne a todas las ciencias sociales, so-bre qué es realmente el método cientí co, lo que ha llevado a algunas reela-boraciones y a una mayor conciencia en el uso de técnicas que pretendantraducir de inmediato los postulados positivistas en programas de investiga-ción, tal vez cuantitativa. El segundo es la a rmación de la ciencia políticaempírica como objetivo de fondo, lo cual ha conllevado una reducción de su“agresividad” y su convivencia, más o menos fructífera, con otras diversasperspectivas, según los países y, naturalmente, los estudiosos.

Si la ciencia política empírica apuntara a localizar, describir, analizar yevaluar lo existente, sin otras preocupaciones, coincidiría con el objetivo decrear una ciencia pura . Paradójicamente, en cambio, de la ciencia políticaempírica provinieron poderosos estímulos al análisis aplicado. Se abrió así,recientemente, un nuevo sector de estudios, de nible en un sentido ampliocomo análisis de las políticas públicas (para la propuesta general ycomprensiva de la temática, véase Regonini, 2001). Éste ha sido pro-bablemente el sector de mayor crecimiento en los años ochenta, como lamodernización y el desarrollo político lo fueron en los años sesenta (por estarazón a las políticas públicas se les reservó en este libro un capítulo especí -co, al cual se remite). Aquí bastará con destacar que el meollo de estos estu-dios consiste en el análisis de los procesos decisorios, en la descripción delas organizaciones institucionales y de su in uencia en los procesos deciso-rios, en la detección de los participantes y de sus coaliciones, en la evalua-ción de la incidencia y de los efectos de las diversas coaliciones, de los asíllamados policy networks o issue networks, sobre la decisiones mismas.

De alguna manera, en la medida en que no estén pura y sencillamenteorientados a la solución de problemas concretos, inmediatos, contingentes—en cuyo caso el cientí co de la política se transformaría en técnico de ur-gencias— los policy studies pueden contribuir a la renovación de algunasproblemáticas clásicas en la ciencia política. Es indudable, por ejem-

plo, que una re nada detección y descripción de los participantes enlos procesos decisorios hará posible plantear mejor y resolver de maneramás satisfactoria el problema de la existencia o no de una clase política, deuna elite política, de un conjunto militar-industrial, de una partidocracia.

Sin embargo, los policy studies entrañan dos riesgos. Por un lado, unriesgo es el de una interpretación restrictiva de la política como conjunto deinteracciones entre individuos, expertos, grupos y asociaciones, con escasaatención a las organizaciones estructurales y a las motivaciones ideológicasy, a veces, a la historia de estas interacciones. Por el otro, existe el riesgo deuna teorización inconclusa o hasta negada que deriva de estar tan dominadapor lo contingente y, por lo tanto, de no poder producir generalizaciones

El análisis aplicado

Los policy studies

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aplicables a diferentes contextos, a diferentes recintos, a diferentes ambien-tes nacionales y transnacionales.

Más sólido, también por estar fundado en una larga tradición de estu-dios, parece ser el otro ámbito en el que la ciencia política opera como cono-

cimiento aplicable: el estudio de las instituciones. En efecto, éste es, en susdiversas facetas, el sector en mayor expansión, de investigación y teórica, amenudo bajo el nombre de ingeniería política, que para sus detractores indi-ca una visión crítica, mientras que para sus seguidores retrata correctamen-te la ambición y las capacidades de intervención en la dinámica de las insti-tuciones (Sartori, 2004).

3) Los riesgos de interpretación restrictiva de la política y de teorizacio-nes inconclusas e imperfectas se encontraban ya desde el conductismo clási-co. Y, en efecto, el tercer fragmento en busca de unidad es, según Dahl, eluso de la historia . “En su interés por analizar lo que es, al cientí co políticoconductista le ha resultado difícil hacer un uso sistemático de lo que ha sido ”

(Dahl, 1961: 71). El punto crítico concierne no tanto al recurso almétodo historiográ co, sino más bien a la utilización del material

proporcionado por la historia al análisis político. Los años posteriores a laa rmación de Dahl vieron una mejora de la situación (Almond, Flanagan yMundt, 1973), pero el problema general permanece e implica también a loshistoriadores.

Si bien por obvias razones la dimensión diacrónica de la ciencia políticaestá destinada, de todos modos, a resultar menos desarrollada que la dimen-sión sincrónica, entre los politólogos ha aumentado la sensibilidad por la di-mensión diacrónica, ha crecido la conciencia de su relevancia. El mismo he-cho de que, aunque de manera no sistemática, 40 años de investiga cionespolitológicas hayan producido una acumulación de datos y de interpretacio-nes sin antecedentes en los 20 siglos anteriores, permite un ahondamientohistórico, la detección de un bagaje signi cativo, y presiona, entre otras co-sas, en dirección de útiles comparaciones interdisciplinarias (Tilly, 1975;Grew, 1978; Mahoney y Rueschemeyer, 2003).

d) Permanece abierto el problema de la relación entre los policy studies y

la teoría general en ciencia política, que es el cuarto fragmento en busca deunidad. Exagerando un poco se podría recordar naturalmente que la cremay la nata de los cientí cos políticos del pasado —de Maquiavelo a Hobbes, de

Locke a John Stuart Mill—, y con ellos muchos otros cientí cos socia-les, se han ocupado como policy-makers de los problemas de la crea-

ción del orden político, de la construcción del Estado, del mantenimiento, dela ampliación y del funcionamiento de la democracia representativa y, almismo tiempo, han elaborado teorías generales de la política a las que aúnhoy se puede, y se debe, referirse con provecho. No existe, entonces, unacontradicción implícita e insalvable entre policy-making y teoría general dela política. Al contrario, de las preocupaciones por lo que se debe y se puede

El uso de la historia

La teoría política

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hacer pueden surgir las necesidades teóricas, las interrogantes teóricas y, -nalmente, las mismas teorizaciones. También la actividad política produceinterrogantes teóricamente relevantes, a las que el cientí co de la políticapuede contestar recurriendo a sus conocimientos y a sus teorizaciones.Dahl (1967; 1985) considera a este propósito, y demuestra con sus ex-haustivos estudios sobre la naturaleza y sobre el cambio de los regímenesdemocráticos, que “si el estudio de la política no nace y no es orientado porteorías generales vastas, valientes, aunque altamente vulnerables, estará des-tinado al desastre de nitivo de caer en la banalidad” (1961: 72). Esta opiniónes ampliamente compartida, sobre todo por los críticos internos y externosde la ciencia política, pero está igualmente difundido el escepticismo sobrelas posibilidades concretas de “lanzar” teorías generales vastas y valientes.Así que hoy resultan particularmente preocupantes a rmaciones como la deWilliam Mitchell (1969: 129):

La teoría se volverá cada vez más lógico-deductiva y matemática. Con base en sucontenido haremos un uso cada vez más amplio de la teoría económica, de lateoría de los juegos, de la teoría de las decisiones, de la economía del bienestar yde la teoría de las nanzas públicas. Asistiremos a una proliferación de mode-los de sistemas políticos análogos a los tipos de economía y de mercados. Asícomo los economistas empezaron con los extremos opuestos de la competenciaperfecta y del monopolio, así los teóricos políticos procederán de los modelos dela democracia y de la dictadura a combinaciones análogas a la competencia mo-nopolística, al duopolio y al oligopolio. En un principio los modelos serán cons-truidos en ausencia de datos empíricos, como ocurrió en economía; luego surgi-rá una generación de críticos no especialistas y de “econométricos políticos”para someter a comprobación los vínculos entre teorías y datos.

Todo esto ocurrió; por cierto, todavía son posibles desarrollos de estetipo a futuro. Sigue siendo notable no sólo la indicación de modalidades es-pecí cas de hacer teoría, y de hacer teoría general, sino la sugerencia de se-guir el camino de la political economy, es decir, en extrema síntesis, de un

estudio integrado que combine variables económicas y variables políticas,que ha sido ampliamente retomado por la mayoría de los seguido-res de la teoría de la elección racional. Es cierto que los críticos lo-graron detectar fácilmente los numerosos inconvenientes de las teorizacio-nes en economía, sus visibles inadecuaciones ante nuevos fenómenos, su es-casa capacidad de predicción. Y, sin embargo, en al menos un aspecto hubodesarrollos que pueden reconfortar a los que compartían la idea de Mit-chell: la creciente e indisoluble interpenetración de la esfera política con laesfera económica, y las referencias correspondientes, clarísimas en el textode Mitchell, al keynesianismo y al welfare, los dos grandes desafíos a la au-tonomía y a la relevancia de la política, y de la disciplina que la estudia.

La political economy

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28 NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

4) Es bastante improbable que Dahl planteara desarrollos similares. Detodos modos, como colaborador y coautor de uno de los mayores exponen-tes de la political economy, Charles Lindblom, seguramente estaba cons-ciente de la factibilidad concreta de dichos desarrollos, y también de suutilidad, de su misma fecundidad. Pero la directriz que él mismo in-

dicó, en el lejano 1961, el quinto fragmento en busca de unidad, estáconstituida por la especulación teórica . Y es a lo largo de esta direc-

triz que, en realidad, la ciencia política no ha dado grandes pasos haciaadelante, permaneciendo así tan criticable y criticada. Vale la pena ahon-dar especí camente en el argumento, ya que es también con referencia a sudisertación que se hace posible evaluar mejor la evolución pasada, presentey futura de la ciencia política.

CIENCIA POLÍTICA Y TEORÍA POLÍTICA

A n de que la especulación teórica sea capaz de manifestarse y expresarsepor entero, resultan necesarias tres operaciones a un tiempo complejas ymultiformes. Para saber dónde se coloca la ciencia política hoy, cómo hallegado ahí y en qué dirección está encaminándose, hay que realizar estastres operaciones.

La primera operación se de ne fácilmente. Si la ciencia política quiereenfrentar adecuadamente equipada a la especulación teórica, debe confron-tarse con (y rede nirse con respecto a) la losofía política. La rica y variadatradición de pensamiento de la losofía política contiene al menos cuatrocomponentes signi cativos:

1) búsqueda de la mejor forma de gobierno o de la república óptima;2) búsqueda del fundamento del Estado y consiguiente justi cación (o no jus-

ti cación) de la obligación política;3) búsqueda de la naturaleza de la política o de la politicidad y consiguiente

distinción entre política y moral;

4) análisis del lenguaje político y metodología de la ciencia política (Bobbio,1971: 367).

Tal sólo el último de estos signi cados caracteriza a una “ losofía polí-tica” en condición de encontrarse con la ciencia política. Los otros tres sig-ni cados, en efecto, carecen de al menos uno de los componentes que Bob-bio considera indispensables para fundar una ciencia política empírica, yprecisamente la búsqueda de la mejor forma de gobierno no es ni pretendeser no estimativa, todo lo contrario; la búsqueda del fundamento del Esta-do no es explicativa, sino justi cativa; la búsqueda de la naturaleza de lapolítica se sustrae a toda posible comprobación empírica .

La especulaciónteórica

La losofía política

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Cabe hacer una única observación a esta nítida clasi cación de Bobbio.La ciencia política ya no delega a la losofía política la búsqueda de la me- jor forma de gobierno. Por el contrario, recientemente, gracias al redescu-brimiento de la irreprimible relevancia de las instituciones, a la acumula-ción de conocimientos empíricos y teóricos, a la posibilidad deintervenir concretamente en los procesos de democratización y deconsolidación democrática, la ciencia política ha actuado y está ac-tuando activamente para de nir las características, si no de la mejor formade gobierno, al menos de las formas de gobierno más adecuadas según lanaturaleza de los sistemas políticos, de los sistemas partidistas, de las socie-dades civiles. La diferencia respecto a la losofía política es que la cienciapolítica busca detalladamente y con la aplicación del método comparado losfundamentos empíricos de sus prescripciones.

Es interesante notar cómo las diversas tradiciones de ciencia políticaque radicaron en los distintos países europeos y en los Estados Unidos sederivaron, no marginalmente, de cierta manera de caracterizarse con respec-to a algunos de los componentes signi cativos que Bobbio considera centra-les para las corrientes de pensamiento de la losofía política. Por ejemplo,por mucho tiempo el historicismo y el idealismo alemanes, que operaban enuna tradición cultural fuertemente impregnada por el derecho y marcadapor el peso de las instituciones, impulsaron la ciencia política en la direcciónde una interpretación de los fenómenos políticos como, de vez en cuando,un deber ser, la búsqueda de una esencia, una concepción totalizadora.

Mientras se desarrollaba lentamente una obra de emancipación iniciadaen la sociología por Weber, y luego de renovación intentada por la escuela deFráncfort (dentro la cual se abrirían camino muchos politólogos renombra-dos, el más importante de los cuales puede ser considerado Otto Kirchhei-mer (Jay, 1973), la represión nazi se abatió sobre las ciencias socialesalemanas. Su renacimiento presenta, por lo tanto, una doble cara (Lep-sius, 1984): por un lado, la reimportación de métodos e interrogantes que ladiáspora de los cientí cos sociales alemanes llevó consigo a un ambientemás receptivo, pero también culturalmente muy diferente, como los Estados

Unidos; por el otro, el resurgimiento de una tradición local, incluso con am-biciones de teoría general de la sociedad (como en Jürgen Habermas) y tota-lizadoras. Aun moviéndose de manera creciente en dirección empírica, laciencia política alemana lleva consigo un impulso a la teorización muy in-tenso, que la vuelve única en el panorama internacional.

En Francia, la tradición más fuerte no parece haber sido ni la de una -losofía política global ni la de una prescripción de mundos mejores. Si es lí-cito generalizar (colocando, entre los padres fundadores de la ciencia políti-ca francesa, a los ilustrados, Montesquieu y Tocqueville, los historiadores ala Thiers y la escuela que se había formado alrededor de la revista Anna-les), emerge una ciencia política a veces esencialmente connotada como

La mejor formade gobierno

En Alemania

En Francia

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30 NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

historia política, historia de las instituciones, no muy propensa a la investi-gación empírica, bastante provinciana, a veces losofante, en su conjuntomarginal en la escena mundial y sin la in uencia que historiadores y estruc-turalistas franceses han sabido ejercer en otros sectores. Pero existen signi -cativas excepciones que han encontrado su punto de llegada en un importan-te tratado (Grawitz y Leca, 1985).

Si la losofía analítica, la re exión sobre el lenguaje y sobre el método,constituyen los campos de investigación más atribuibles a la ciencia políticay a los tres presupuestos cientí cos de la explicación, de la comprobación yde la incapacidad estimativa, las mismas encuentran terreno fértil en Gran

Bretaña y, más en general, en el mundo anglosajón y escandinavo.Sin grandes ambiciones teóricas pero con solidez, la parte mejor dela ciencia política británica sigue las huellas de John Stuart Mill en

la descripción de fenómenos, procesos, instituciones políticas, en el análisisde la democracia con muchas inspiraciones fabianas y progresistas. Laciencia política británica, cuantitativamente superada por la estadunidense,se mantiene de todas formas sólidamente anclada en el terreno de investiga-ciones serias, bien planteadas, analíticamente maduras. Lo mismo valepara los politólogos escandinavos, que logran fundir de la mejor maneraalgunas tradiciones culturales “continentales” (sobre todo el análisis insti-tucional) y ciertas tradiciones culturales anglosajonas (la investigación em-pírica y la losofía analítica), combinadas en su máximo nivel en la obra deStein Rokkan.

La ciencia política italiana, abruptamente interrumpida por la llegadadel fascismo, pero bastante heterogénea, no muy arraigada y aún frágil, puederemontarse a un pasado ilustre e importante y a nombres como los de Ma-quiavelo, Mosca, Pareto y Michels. Pero si las tradiciones culturales cuentan,entonces el peso del derecho, por un lado, y por el otro la in uencia de la -losofía idealista (que se manifestó en la abierta oposición de Benedetto Crocea la sociología, despreciada como “ciencia enferma”), son los principales res-ponsables de haber retrasado la evolución de la ciencia política italiana, quesólo a nales de los años sesenta empezó su radicación académica y su pro-

fesionalización, lenta y desigual. Tiene una historia breve, marcada por in-tensas relaciones con la cultura estadunidense, y que corre el riesgo de que-dar dividida y fragmentada. Sin embargo, a nivel de propósitos, la cienciapolítica italiana parece buscar un justo equilibrio entre investigación empíri-ca y teorización, sin caer en la simple historia política y sin rozar las teoriza-ciones abstractas (para un balance, véase Graziano, 1986).

En España, el regreso a la democracia ha sido en pequeña parte precedi-do, en gran parte acompañado por el orido desarrollo de la ciencia política.

Estudiosos que se formaron primero en el extranjero (en las universidadesinglesas, estadunidenses y francesas), luego en España, han producido

considerables análisis empíricos de su sistema político e importantes teori-

En Gran Bretañay Escandinavia

En Italia

En España

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zaciones que conciernen a la naturaleza de la democracia, su dinámica, sutransformación. Si los manuales testimonian la capacidad de producir sínte-sis de investigaciones y teorías, entonces la ciencia política española ha dadouna reciente y signi cativa con rmación de su madurez (Caminal Badia,1996), aunque con ciertas deudas con el derecho constitucional.

El discurso evaluativo se hace mucho más complejo por lo que conciernea los Estados Unidos. La ciencia política norteamericana es, por un lado,una hazaña cultural relativamente reciente que, por otro lado, tiene ya másde un siglo de vida y perdura; además, es practicada por un número de estu-diosos superior a la suma de todos los de los demás países en su conjunto.Asimismo, el escrutinio al que es sometida la ciencia política estadunidensees constante (Crick, 1959; Ricci, 1984) o se somete (Eulau y March, 1969;Waldo, 1975; Finifter, 1983; 1993; Katznelson y Milner, 2002); las tendenciasson diversi cadas, las diversidades son grandes. Así que es particularmentedifícil dar un juicio sintético de la ciencia política estadunidense aunquesólo sea desde la perspectiva visual de sus relaciones con la losofía políticay con la especulación teórica.

Para comprender la dinámica y la evolución de la ciencia política en losEstados Unidos, en efecto, no basta con mirar las tradiciones culturales. Enpequeña parte la in uencia alemana del formalismo jurídico e institucionalmarca los orígenes de la disciplina, pero el elemento que más la caracterizaes la losofía empírica y pragmática de Dewey y, sucesivamente, el encuen-tro con todas las demás ciencias sociales, comenzando con la psi-cología conductista. En una extrema síntesis, la ciencia política es-tadunidense es netamente empírica, orientada a la solución de los problemaspolíticos más urgentes, en particular en el sector de las relaciones interna-cionales, poco inclinada a la teorización, vinculada al modelo de democraciade su propio país. Establecido lo anterior, sin embargo, sintetizar las investi-gaciones y las publicaciones de miles y miles de politólogos predominante-mente activos en el ámbito universitario es una operación por entero imposi-ble. Las tendencias dominantes pueden re ejar un periodo que ha pasado;las tendencias emergentes todavía no se han consolidado; está bastante di-

fundida cierta insatisfacción, que presagia transformaciones. Se puede pre- ver un repunte de re exiones teóricas, pero no un abandono de la investiga-ción empírica, verdadera linfa de la ciencia política estadunidense, para bieny para mal. Tal vez el problema mayor concierna la superación de una inca-pacidad estimativa incorrectamente interpretada, que terminó por traducir-se en una aceptación dogmática y en una reproposición del modelo nor-teamericano de democracia, aplanado y sin la fuerza propulsora de suscontradicciones entre igualdad y libertad, entre igualdad de oportunidad eigualdad de resultados (para críticas incisivas por parte de los mismos estu-diosos estadunidenses, véanse McCloskey y Zaller, 1984; Verba y Orren,1985; Verba, Scholzman Lehman y Brady, 1995).

En los Estados Unidos

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32 NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

Si cada una de las ciencias políticas nacionales ha tenido que comparar-se y rede nirse en el contacto con sus propias y peculiares tradiciones de -losofía política nacional, es igualmente cierto que para cada una, y para laciencia política en su conjunto, existe el problema de la relación que se debeinstaurar y nutrir con los clásicos del pensamiento político. Desde cualquierpunto de vista que se la enfrente, se trata de una relación difícil. Los clásicos

pueden ser simplemente embalsamados, sosteniendo que los mejoresentre ellos han sabido plantear las interrogantes cruciales, imperece-deras, en relación con la política, ya sea como forma de re exión teó-

rica o como actividad empírica; y luego despacharlos con la a rmación deque, junto a los tiempos y los lugares, han cambiado también los métodos ylas técnicas, que la ruptura epistemológica ocurrida en todas las cienciasaproximadamente a principios de nuestro siglo separa con claridad la re-

exión politológica posterior de la de los clásicos. La ciencia política se des-poja así, culposamente, de su bagaje.

Sin embargo, también quien sostiene la posibilidad de una utilizaciónefectiva y e caz de los clásicos de la política tiene muchos problemas enasignarles un papel bien de nido. Como el debate parece estar especialmen-te encendido en la ciencia política estadunidense, dos citas pueden ejempli -car las diversas posiciones y los problemas correspondientes.

Los clásicos de la losofía política, entonces, nos invitan a compartir la granaventura de la mente y del espíritu continuando la búsqueda de sus autores deuna ampliación de la perspectiva y un ahondamiento de la conciencia. No se tra-

ta de “imitar” a estos autores de una manera mecánica, ni de “compe-tir” contra ellos en una vana búsqueda de gloria, sino de reproducir re-

exivamente las experiencias interiores en las que se fundaron los clásicos y deplanear intentos originales de elaboración de símbolos que guíen al hombre con-temporáneo en su atormentado viaje. [Germino, 1975: 262.]

La teoría política clásica sigue de niendo muchos de los problemas fundamenta-les, dando forma a las interrogantes críticas y proporcionando los conceptos cru-

ciales que informan y guían, directa o indirectamente, a los estudiosos en la cien-cia política, incluyendo a los que son más conscientemente cientí cos. Losanálisis de la conducta electoral, los sondeos de muestra y los datos adjuntos quese re eren a categorías de sistemas políticos, así como los estudios de la actua-ción de las políticas públicas, pueden ser reconocidos casi siempre como dirigi-dos a temáticas que fueron identi cadas antes como signi cativas en la teoríapolítica clásica. [Bluhm et al., 1985: 252.]

Si de la primera cita es bastante improbable derivar indicaciones opera-tivas de investigación y re exiones que tengan realmente una conexión conla ciencia política (aunque, probablemente, el autor quiera sugerir más bien

Relaciones con losclásicos

Todavía con los clásicos

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NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA 33

una inversión de la tendencia), la segunda es, por lo menos, la expre-sión de un wishful thinking, de un sueño guajiro. De todos modos,ambas señalan una considerable insatisfacción ante el estado de las relacio-nes entre la ciencia política y los clásicos de la teoría política. Y las raras re-ferencias al pasar a los clásicos (Aristóteles y Tucídides, Hobbes y Locke,Burke, Tocqueville y Mill) en las investigaciones politológicas no cambian lasustancia de las cosas: la ciencia política contemporánea todavía no encuen-tra la forma de “recuperar” por entero el pensamiento de los clásicos. Ni, porotro lado, los historiadores del pensamiento político y los lósofos políticoscontemporáneos han logrado reformular las contribuciones de los clásicos demanera de volverlas más relevantes y utilizables. En vez de un enriqueci-miento recíproco, se desprende una fogosa batalla entre lósofos y cientí -cos de la política por la defensa de los límites de su disciplina o bien por laconquista de mayores espacios académicos, acompañada del repliegue en elterreno ya explorado y seguro de la investigación estrictamente disciplinaria.Todo esto se ve favorecido por la di cultad de dominar al mismo tiempo alos clásicos, los contemporáneos, las nuevas técnicas de investigación y aná-lisis, la amplia bibliografía producida en los diversos sectores.

Permanece abierto, así, el problema de qué signi ca realmente hacerteoría política en la ciencia política contemporánea. Si las respuestas de Ger-mino y del grupo de politólogos de la American Political Science Associationson, por diversas razones, inadecuadas, ¿existen otras respuestas más satis-factorias? ¿Existen caminos teóricos bien iluminados? ¿Existen propuestasmotivadas y su cientemente compartidas? Es probable que no, pero explo-rar los problemas abiertos contribuye a de nir mejor el campo de la discipli-na y a localizar sus posibles perspectivas de desarrollo.

A quienes quieran realizar esta exploración se les presenta una di cultadpreliminar: no existe una idea universalmente aceptada de qué es y qué debeser la “teoría política”. De manera probablemente correcta se comparan másformas de hacer teorías y más teorías. La distinción más clara pasa entre lateoría weberianamente entendida como el conjunto de empatía y compren-sión de nido como verstehen (comprender) y la teoría positivista especí ca-

mente de nida, por ejemplo, por Kaplan (1964). Según este autor, unateoría es un “sistema de leyes”, y existen dos tipos generales de teorías: concatenadas y jerárquicas . En las primeras, las leyes que las componenentran en “una red de relaciones tales como para construir una con gura-ción o un patrón (pattern) identi cable”. En las segundas, las leyes que lascomponen son presentadas como “deducciones de un pequeño conjunto deprincipios fundamentales” (1964: 297-298). En ciencia política no existe unaelección teórica precisa y unívoca entre estas dos modalidades teóricas.

La gran mayoría de los politólogos considera que en el mejor de los ca-sos es posible producir teoría de mediano alcance, por ejemplo, en el ámbitode la conducta electoral, en el análisis de los partidos políticos, en el sector

Las di cultades

¿Qué es lateoría política?

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34 NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

de los estudios sobre el parlamento y sobre la representación política, y noelaborar una teoría general de la política; sin embargo, muchos intentan,conscientemente, dejar abierto el camino de la teorización general. Peropara emprender ese trayecto es indispensable disponer de un aparato con-ceptual uni cador y compartido.

Actualmente, en el ámbito de la teoría política la competencia entre apara-tos conceptuales es muy intensa, al grado de que un estudioso habló de dis-

persión (Gunnell, 1983: 4). Según algunos, una teoría general del poder po-dría constituir todavía la aspiración de la teoría política; según otros, sepodría resucitar una teoría general del Estado (pero, contra, Easton, 1981);según otros más, el concepto central debe seguir siendo el de sistema (políti-co) elaborado por Easton entre los años cincuenta y sesenta, concepto que

tendría también la ventaja de permitir conexiones e caces y dura-deras con las demás ciencias sociales; nalmente, hay quienes

sostienen que el concepto crucial de la teoría política debe ser el de decisión .Especí camente, Riker (1983: 47, 55) sugiere que la nueva teoría política de-berá de nirse como heresthetics, “estudio de la estrategia de la decisión”, yque su objetivo consistirá en la determinación de las “condiciones para unequilibrio de las preferencias”.

En última instancia, se instauró una suerte de duelo entre dos perspecti- vas que, si bien no son excluyentes, parecen dominantes: el neoinstituciona-lismo y la teoría de la elección racional. La primera perspectiva —en sus dosprincipales variantes, histórica y sociológica— redescubrió, por así decirlo,el papel de las instituciones, no sólo formales, sino también como conductasritualizadas, como constricciones y como expectativas de rol (para una sínte-sis e caz pero complicada, véase March y Olsen, 1989; para un planteamien-

to original, véase Tsebelis, 2002); la segunda, por el contrario,pone el acento en las conductas, en los cálculos, en las expectati-

vas de los actores políticos individuales (véase Giannetti, 2002; y para unasevera crítica, véase Green y Shapiro, 1995).

Como lo demostrarán los siguientes capítulos, de vez en cuando, segúnel problema estudiado, las formulaciones teóricas se re eren al poder, a las

instituciones, al sistema, a las elecciones, a la decisión. Cada una de las di- versas formulaciones es capaz de constituir un pedazo de teoría. Lamenta-blemente, sus adquisiciones no son acumulables; falta, en consecuencia, unateoría general de amplio alcance y de gran envergadura.

En términos generales, es posible a rmar que la hermosa imagen deOtto Neurath concerniente a la hazaña cientí ca (Zolo, 1986) vale especial-

mente en el ámbito de las relaciones entre ciencia política y teoríapolítica: estamos en una balsa mar adentro y tenemos que hacer

arreglos frecuentes y bastante sustanciales a los instrumentos de navega-ción y a la balsa misma, sin detener el curso y sin volver a tierra

rme. La ciencia y la teorización no proceden, pues, por acumu-

Los conceptos teóricos

Neoinstitucionalismo

Elección racional

La balsa de la ciencia

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NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA 35

lación de datos y de investigaciones, sino a través de sustituciones que per-mitan modi car nalmente la estructura misma de la balsa, de las teorías.Y por lo que concierne más especí camente a la ciencia política a princi-pios del tercer milenio, parece difícil no detectar —junto con una gran acu-mulación de datos e investigaciones, y un buen trabajo sobre teorías de al-cance medio— un repliegue teórico global. Puede ser que se trate de un

reculer pour mieux sauter, de agarrar impulso para superar mejor los obs-táculos que se interponen a la formulación de teorías audaces e innovado-ras, pero el pluralismo de los conceptos sugiere más la permanencia dedispersión y de fragmentación, a veces también positivas, que la apariciónde los síntomas de una síntesis teórica general in progress .

LA UTILIDAD DE LA CIENCIA POLÍTICA

Las críticas y las preocupaciones que se presentaron, de manera recurrente,respecto a todo tipo de “crisis” (crisis de gobernabilidad, crisis de la políti-ca, crisis de las ciencias sociales, crisis de la democracia en los años setentay ochenta), parecen hoy superadas, o por lo menos relegadas en el marco deun serio debate cientí co. Sin adoptar actitudes complacientes por el hechode que no existen textos o ensayos de cientí cos políticos en los que se la-mente la “crisis de la ciencia política”, es justo destacar que laciencia política ha adquirido un destacado papel académico,de cierta importancia, profesionalizado y ligado a la scholarship entendidacomo mezcla de investigación y teoría, y que no ha renunciado para nada aplantearse preguntas grandes y perennes que conciernen a los temas de lademocracia, de la justicia social, de la construcción de la paz. Y que trata deformularse estas interrogantes de manera tal de construir respuestas falsa-bles y susceptibles de aumentar los conocimientos politológicos, más queplantear interrogantes tan vastas como vagas y, sustancialmente, “no inves-tigables”, fáciles presas de emociones y de demagogos.

Por lo que concierne a la democracia, no se puede decir que los politólo-

gos contemporáneos no compartan de manera netamente mayoritaria unaorientación favorable a la democracia como forma de gobierno. Al contrario,gran parte de ellos —en esencia los mejores y los más prestigiosos— se entre-garon con gran empeño en los años ochenta y noventa a un thoughtful wi sh-ing, a auspicios informados por la re exión, para que la democracia se hicie-ra realidad y se consolidara. Y no se puede decir, juzgando por la calidad delos estudios sobre las transiciones y sobre las democratizaciones, que los re-sultados no hayan sido satisfactorios (por ejemplo, Fernando Henrique Car-doso, uno de los más inteligentes de estos estudiosos, fue incluso presidentede Brasil de 1994 a 2002; pero es sólo la punta del iceberg del compromisopolítico activo de muchos politólogos en América Latina y en otras partes).

Las preguntas perennes

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36 NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

La madurez de la ciencia política ha arribado al pleno reconocimientode la no unilinealidad de los procesos a través de los cuales se llega a los regí-menes democráticos, a la valorización de la diversidad de las organizacionesposibles, a la determinación de la volubilidad de las formas y de los conteni-dos, de los tipos de pluralismo en o de las democracias.

De alguna manera se podría sostener que la ciencia política contemporá-nea por n es capaz de dominar la complejidad de los sistemas políticos con-temporáneos, y partiendo precisamente de esta simple constatación, se pue-de ofrecer un cuadro global de la disciplina hoy.

En primer lugar, la diversidad de las perspectivas y de las aportacionesse revela más como un elemento de riqueza, como un bienvenido y aprecia-

do pluralismo, que como una fragmentación del campo analítico y teóri-co (para una visión panorámica, véase Campus y Pasquino, 2004). La au-

sencia de un paradigma predominante permite la prosecución de un debateintelectual y de un desafío de ideas que se anuncian fecundas (véase Pane-bianco, 1989).

En segundo lugar, la expansión de las investigaciones, incluso de aque-llas mayormente operativas, permite la adquisición de nuevos datos y la ela-boración de nuevas hipótesis. A la expansión de la política, de su presencia yde su penetrabilidad, sirve de contrapeso la expansión de la ciencia política

y, por lo tanto, del estudio sistemático y empírico de los fenómenospolíticos y de los conocimientos que derivan de ello. Para un consi-

derable número de estudiosos la investigación fue mucho más allá del esta-dio de la hiperfacticidad y la teoría ya logra evitar los excesos de laselaboraciones abstractas.

En tercer lugar, no sólo resulta académicamente consolidada la discipli-na, sino que su utilidad social ya no está en discusión. Más bien se mani es-

ta una verdadera necesidad de ciencia política, como la rama de lasciencias sociales capaz de formular y sistematizar conocimientos

especí cos en materia de fenómenos políticos, de instituciones y de movi-mientos, de procesos y de conductas.

Por último, la ciencia política de nitivamente logró colocar las variables

políticas al centro de todo análisis de los sistemas políticos. Abandonandolas pretensiones voluntaristas (“la política en lugar de mando”) y las asercio-nes normativas (“la política es la más importante actividad humana”), laciencia política contemporánea ha sabido documentar convincentementela importancia crucial de las variables políticas en las colectividades organi-zadas. Sin triunfalismos, emergió la conciencia de que el funcionamiento delos sistemas políticos no puede ser explicado de manera satisfactoria porquien no posee técnicas analíticas especí cas; que su transformación nopuede ser comprendida si no se utilizan instrumentos apropiados; que nin-gún cambio deseable y deseado puede ser introducido si no se lo extrae deese conjunto de conocimientos, incluso operativos, que la ciencia política ha

La madurez

Pluralidad de tesis…

… e investigaciones

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NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA 37

elaborado y sigue elaborando. Sustancialmente, la ciencia política es “opera-tiva”. Quien se adueña de sus aptitudes y de sus conocimientos es capaz deaplicarlos e cazmente o, por lo menos, de señalar con conocimiento de cau-sa las consecuencias de determinadas intervenciones, en particular de aque-llas que apuntan a reformar instituciones y mecanismos. Bajo la égida de al-gunas bien fundadas teorías probabilistas, el cientí co de la política podráa rmar con con ada seguridad que “si cambian algunas condiciones, enton-ces es probable que se derivarán de ello algunas consecuencias especí cas”.Los ejemplos podrían multiplicarse. Anticipando el discurso que gura en elcapítulo sobre los sistemas electorales, me limitaré aquí a un único ejemplo.Si se quiere reducir el número de los partidos representados en el parlamen-to, es posible hacerlo, por ejemplo, sin abandonar la representación propor-cional, pero diseñando circunscripciones electorales pequeñas, es decir queelijan, cada una, a no más de cinco parlamentarios. Es fácil entender que encircunscripciones de este tipo el partido o el candidato deberán conquistarcasi 20% de los votos, umbral que realmente pocos partidos pueden esperaralcanzar. El punto a considerar es que el conocimiento politológico es efecti- va, concreta, e cazmente aplicable.

➤ En interacción constante, probablemente perenne, entre la rede nición desus objetos y la revisión de sus métodos, en contacto con las innovaciones enlos diversos sectores de la ciencia, el análisis político contemporáneo apuntaa volver a incluir en su interior las contribuciones fundamentales de los clá-sicos, así como las aportaciones de los estudiosos vivientes. La política esanalizada también por muchos comentadores, periodistas y analistasque se adornan con el título de politólogos. La diferencia decisiva entrelos politólogos autonombrados y los cientí cos políticos contemporá-neos es que los segundos —no necesariamente mejores que los grandes pen-sadores políticos del pasado— han adquirido mayor conciencia metodológi-ca de los problemas. Están conscientes de tener que ser más sistemáticos,menos normativos, más atentos a la construcción de hipótesis y la formula-ción de generalizaciones. Todo esto puede no ser su ciente. Sin embargo, sin

esto no existe ciencia política, sino sólo comentarios efímeros carentes decienti cidad. Por esta razón es importante que la re exión sobre la cienciapolítica y sobre sus aportaciones parta de la discusión de los métodos utili-zados para adquirir conocimientos con ables. El próximo capítulo está de-dicado precisamente a los métodos en ciencia política.

CUESTIONES PARA PROFUNDIZAR

• La relación entre clásicos y la ciencia política contemporánea. Elementospermanentes y novedades metodológicas.

Sistematicidady conciencia

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• ¿Qué ofrecen especí camente al análisis de la política los cientí cos políti-cos con respecto a los lósofos, a los constitucionalistas y a los historiado-res de la política?

• ¿Cuáles son las diferencias y las semejanzas entre la ciencia política italia-na y la de los demás países europeos?• Ilustrar la evolución de la ciencia política entre poder, Estado y sistema

político.• ¿Cuándo el poder es “político”?• ¿Por qué y cómo la ciencia política adquiere y produce un saber aplicable y

útil?

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II. LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS

En el primer capítulo hemos delineado el objeto de estudio de la ciencia política y hemosexplicado por qué, al menos en parte, ha variado con el paso del tiempo. Asimismo, he-mos subrayado qué criterios se han sugerido para que el estudio de la política adquieracienti cidad. En este capítulo dedicaremos nuestra atención a los métodos que se em-plean para estudiar la política de manera cientí ca.

CONSIDERACIONES PRELIMINARES

La objeción banal que suele plantearse a la ciencia política es que la políti-ca no es una ciencia. En efecto, no lo es; la política no es, como se repitesin re exionar, el arte de lo posible, sino más bien el arte, la habilidad, laactividad directa de crear las condiciones de lo posible. Pero, por lo mis-mo, las modalidades con las que se crean las condiciones de lo “posible”,su éxito, los resultados en términos de mecanismos y de instituciones, susconsecuencias probables/predecibles, son aspectos que pueden ser estudia-dos y analizados con métodos cientí cos. Por consiguiente, en términos ge-nerales, la ciencia política consiste en el estudio de la política con métodosque se utilizan en las demás ciencias sociales, y con algunas diferencias im-portantes, pero no concluyentes, incluso con las demás ciencias físico-naturales.

En este punto son indispensables dos notas de advertencia. La primeraes que estudiar las conductas de mujeres y hombres en las asociaciones y enlos sistemas políticos es, naturalmente, mucho más complicado y más ricoen riesgos analíticos que estudiar la aparición de cometas o la estructura delas interacciones en los átomos. Lo que les ocurre a los cometas y los áto-

mos obedece a caminos y dinámicas predeterminados y, de alguna manera,regulares y recurrentes, que resultan, pues, en determinadas condiciones,cientí camente determinables y predecibles. En cambio, las mujeres y loshombres a menudo aprenden algo de sus conductas; de todos modos, siem-pre tienen la posibilidad, si así lo quieren, de cambiarlas. Ya que lo hacen enrespuesta a acontecimientos especí cos y a otras conductas, también susnuevas conductas pueden estudiarse y explicarse, pero sólo gracias a nue- vas, mejores teorías, o bien con rede niciones de las viejas teorías. Esto eslo bueno de estudiar las sociedades y los sistemas políticos, porque siemprese mani estan nuevos problemas y siempre se dispone de nuevas informa-ciones en las modalidades con las que ciudadanos más o menos organiza-

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40 LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS

dos eligen conducirse con respecto a aquellas sociedades y a aquellos siste-mas políticos, reaccionando también a las restricciones impuestas y a losincentivos ofrecidos por ambos. Así que puede resultar preciso rede nir lasgeneralizaciones y reformular las teorías, aunque ya sean probabilistas, máso menos en estos términos: “si se presentan las condiciones a, b y c, enton-ces es probable que se obtenga el resultado x”.

La segunda nota de advertencia es que sería totalmente improductivoemplear criterios tan apremiantes cuan irrealistas por su rigor, a menudo yaabandonados en las ciencias físico-naturales, con el objetivo de estudiarconductas políticas y sociales, de formular teorías probabilistas y de some-

terlas a comprobación. Se terminaría, por un lado, por paralizarla investigación y, por el otro, dedicando mucho, demasiado tiem-

po a las especi caciones meramente metodológicas, sin lograr jamás alcan-zar el análisis concreto de los fenómenos políticos, o bien creando un abis-mo entre la metodología y la investigación, y no haciendo ni buenametodología ni buena investigación. Establecido lo anterior, naturalmente,si la ciencia política quiere producir conocimiento verdadero, convincente,aplicable, parece ser no sólo recomendable sino indispensable una buenadosis de rigor metodológico. La atención, entonces, debe dirigirse hacia unanálisis de los métodos ya empleados, de sus contribuciones, de sus incon- venientes para la comprensión y la explicación de los fenómenos políticos ypara la construcción de generalizaciones y de teorías.

LA PLURALIDADDE LOS MÉTODOS ANALÍTICOS

La multiplicidad y la complejidad de los fenómenos políticos requieren tam-bién una pluralidad de métodos para analizarlos; ciertos métodos sirven es-pecí camente para estudiar algunos fenómenos y serían totalmente inapro-piados para el estudio de otros. Es más, parece oportuno destacar quecualquier método resulta mejor que no tener ningún método, aunque lamen-

tablemente a menudo demasiados análisis carecen por entero de método y, a veces, más métodos son aplicables con provecho al estudio del mismo fenó-meno político.

Naturalmente, es probable tanto que el estudioso de todos modos privi-legie uno, como que uno de esos métodos demuestre alcanzar mejores resul-tados, más económicos, más elegantes. Con respecto a la batería metodoló-gica disponible para los cientí cos sociales y, más especí camente, para los

cientí cos políticos, durante demasiado tiempo ha sido aceptada y re-producida sin ninguna consideración crítica, distinción todavía impor-

tantísima planteada por primera vez por Lijphart en 1971 y retomada luegopor la casi totalidad de los estudiosos.

Criterios apremiantes

Más métodos

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LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS 41

Según el politólogo holandés, quien luego se trasladó a San Diego, Cali-fornia, para hacer investigación y teorización, en la ciencia política estaríandisponibles exclusivamente tres tipos de métodos: el método experimental,el método estadístico y el método comparado. Una vez establecido que elmétodo experimental en la política se presta, evidentemente, a pocas posibi-lidades aplicativas, la diferencia en la elección entre los dos restantes méto-dos estaría determinada únicamente por la consideración relativa al númerode casos, o unidades de investigación, y de las variables.

Si los casos son numerosos, y las variables también, entonces el investi-gador tiene la posibilidad —más bien la necesidad— de recurrir al métodoestadístico.

En cambio, si los casos son pocos, por ejemplo, cuando se analizan lossistemas políticos (pero veremos que, en determinadas condiciones, tambiénlos sistemas políticos son analizables recurriendo al método estadístico), ylas variables son numerosas, en primer lugar resulta necesario reducir inteli-gentemente el número de las variables, por ejemplo estudiando los ca-sos más similares y recurriendo entonces a la cláusula mágica del coete-

ris paribus (“en igualdad de condiciones”), puesto que los casos elegidosson muy similares con respecto a muchos elementos; en segundo lugar, hayque utilizar el método especí camente comparado. Hasta aquí llega el cono-cimiento consolidado y hasta ahora no “desa ado”. Por lo que me concierne,tras una larga y cuidadosa re exión, y habiendo tomado en cuenta muchasinvestigaciones, sobre todo politológicas, efectivamente desarrolladas, lleguéa la conclusión de que el método estadístico no tiene una autonomía precisa.Es más bien una técnica que puede ser empleada lo mismo por quienes re-curren a la observación participante —método que curiosamente pasa casipor entero desapercibido, si no es que hasta olvidado— que por quienes apli-can el método experimental y, naturalmente, aunque los casos son su cien-temente numerosos, también por quienes quieren comparar una pluralidadde fenómenos, sistemas y subsistemas políticos. Así que, por el momento, elcuadro II.1 se limita a enriquecer la gama disponible de los métodos de análi-sis como se presenta antes de la profunda revisión a la que me dispongo en

los párrafos siguientes.Las formulaciones que prevalecen en la bibliografía hasta ahora hanaceptado dogmáticamente, como ya dije, la existencia de tres únicos méto-dos. En el cuadro II.1, en cambio, presento cuatro métodos, ya que, al menosde modo preliminar, me pareció oportuno añadir a los métodos experimen-tal, estadístico y comparado, también el método de la observación partici-pante, obviamente tomando en cuenta su potencial y efectiva aplicabilidad adeterminados fenómenos, exclusivamente aquellos que permitan y toleren lapresencia física del estudioso como “observador”. En efecto, como veremospronto, el método de la observación participante no sólo ha tenido aplica-ción en una de las más importantes investigaciones de ciencia política, que

La aplicabilidadde los métodos

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8/10/2019 Pasquino_nuevo Curso de Ciencia

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Conocer las modalidades con las que funcionan y se transforman los sistemas polít

el surgimiento de buenos ciudadanos, no obsecuentes sino interesados por la políti

de adquirir y seleccionar la información que necesitan y de utilizar instrumentos d

para vigilar a sus representantes en todos los niveles y, dado el c aso, para cambiarl

Pasquino ofrece al lector las nociones fundamentales de la disciplina, expone sus m

revisando todas sus aristas, y aporta definiciones, tipologías y estudios de caso, de

que estudiar la ciencia política puede ser una actividad estimulante e incluso suges

Este texto, cercano a la filosofía política y a la historia, logra transmitir el encan

intelectual que es entender la política como instrumento indispensable para la com

de la convivencia cotidiana.

u r a e c o n o m i c a. c o m