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79 PATRIMONIO, VIVIENDA Y AGUA EN EL PAISAJE DEL NORESTE MENDOCINO Gabriela C. Pastor CONICET - IADIZA – LaDyOT Av. Ruiz Leal s/n. 5500 MENDOZA e-mail: [email protected] Resumen En el contexto de un proyecto principalmente centrado en los “aspectos hídricos” del uso del agua, este trabajo propone introducir una mirada desde la noción de patrimonio. En particular, se trata de presentar la dimensión patrimonial de las estrategias desarrolladas para la utilización del agua en la escala doméstica del puesto, unidad de habitación y producción característica de las tierras secas del oeste argentino. Este abordaje apunta a aportar en dos aspectos. Por un lado, valorizar una dimensión cultural en el estudio de los usos sustentables del agua. Por el otro, una lectura metodológica que pretende enriquecer el listado de categorías y variables relevantes a ser consideradas a la hora de identificar indicadores del uso sustentable del agua. En base a estos objetivos el trabajo caracteriza y analiza los sistemas de provisión de agua en los puestos del desierto de Lavalle en Mendoza, como elementos que conforman un paisaje cultural característico y finalmente, plantea una reflexión sobre el potencial de estas prácticas y dispositivos patrimoniales en posibles mejoras en la calidad de vida de la población de estas tierras secas. Palabras clave: patrimonio, vivienda, agua y paisaje. Summary In the context of a project mainly focused on the “hydric aspects” of water use, the present study proposes an insight from the notion of heritage. In particular, this study is about presenting the heritage dimension of strategies developed for water use at the domestic scale of the cattle station, a production and housing unit characteristic of the drylands of western Argentina. This approach aims at contributing to two different aspects. On the one hand, appraisal of the cultural dimension when studying the sustainable use of water; on the other hand, a methodological reading that attempts to enrich the list of relevant categories and variables to be considered at the moment of identifying indicators of sustainable water use. Based on these objectives, the present study characterizes and analyzes water supply systems in cattle stations of the Lavalle desert in Mendoza as elements composing a typical cultural heritage and, finally, proposes a reflection about the potential of these heritage practices and devices in relation to likely improvements in the quality of life of the populations of these arid lands. Keywords: heritage, housing, water and landscape. Introducción El agua es un recurso natural escaso imprescindible para el desarrollo de la vida, así como para la mayoría de las actividades humanas; requiere para su aprovechamiento, ciertas condiciones de calidad y cantidad, tanto para su consumo como para mantener las funciones del ecosistema. Es, además, un elemento intrínseco del paisaje al que sus

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PATRIMONIO, VIVIENDA Y AGUA EN EL PAISAJE DEL NORESTE MENDOCINO

Gabriela C. Pastor CONICET - IADIZA – LaDyOT Av. Ruiz Leal s/n. 5500 MENDOZA e-mail: [email protected] Resumen En el contexto de un proyecto principalmente centrado en los “aspectos hídricos” del uso del agua, este trabajo propone introducir una mirada desde la noción de patrimonio. En particular, se trata de presentar la dimensión patrimonial de las estrategias desarrolladas para la utilización del agua en la escala doméstica del puesto, unidad de habitación y producción característica de las tierras secas del oeste argentino. Este abordaje apunta a aportar en dos aspectos. Por un lado, valorizar una dimensión cultural en el estudio de los usos sustentables del agua. Por el otro, una lectura metodológica que pretende enriquecer el listado de categorías y variables relevantes a ser consideradas a la hora de identificar indicadores del uso sustentable del agua. En base a estos objetivos el trabajo caracteriza y analiza los sistemas de provisión de agua en los puestos del desierto de Lavalle en Mendoza, como elementos que conforman un paisaje cultural característico y finalmente, plantea una reflexión sobre el potencial de estas prácticas y dispositivos patrimoniales en posibles mejoras en la calidad de vida de la población de estas tierras secas. Palabras clave: patrimonio, vivienda, agua y paisaje. Summary In the context of a project mainly focused on the “hydric aspects” of water use, the present study proposes an insight from the notion of heritage. In particular, this study is about presenting the heritage dimension of strategies developed for water use at the domestic scale of the cattle station, a production and housing unit characteristic of the drylands of western Argentina. This approach aims at contributing to two different aspects. On the one hand, appraisal of the cultural dimension when studying the sustainable use of water; on the other hand, a methodological reading that attempts to enrich the list of relevant categories and variables to be considered at the moment of identifying indicators of sustainable water use. Based on these objectives, the present study characterizes and analyzes water supply systems in cattle stations of the Lavalle desert in Mendoza as elements composing a typical cultural heritage and, finally, proposes a reflection about the potential of these heritage practices and devices in relation to likely improvements in the quality of life of the populations of these arid lands. Keywords: heritage, housing, water and landscape. Introducción El agua es un recurso natural escaso imprescindible para el desarrollo de la vida, así como para la mayoría de las actividades humanas; requiere para su aprovechamiento, ciertas condiciones de calidad y cantidad, tanto para su consumo como para mantener las funciones del ecosistema. Es, además, un elemento intrínseco del paisaje al que sus

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implicancias económicas, históricas, estéticas, emocionales y recreativas lo señalan también como un elemento asociado al bienestar. En Mendoza, el agua no sólo es recurso estratégico sino principal agente de ordenación del territorio y consecuentemente, de la imagen de su paisaje cultural. Los usos que del agua se han venido haciendo para satisfacer las demandas de las actividades económicas han incidido notablemente en el territorio, alterando las condiciones de este recurso, las características de la red hidrográfica y su disponibilidad llegando a casos límites en los que se observa su práctica desaparición. Las transformaciones en la construcción del territorio se reconocen en el paisaje cultural, en el marco del cual las huellas del agua resultan enfatizadas, negadas, mitigadas, reconstruidas, recordadas a través de las múltiples intervenciones realizadas. En ese proceso de construcción del paisaje, las formas del hábitat tradicional o vernáculo otorgan importantes rasgos distintivos a su territorio. En las zonas no irrigadas, los puestos -unidades domésticas de producción y alojamiento familiar- emergen como expresión tangible de la dialéctica entre las posibilidades del medio y las necesidades de supervivencia. En este contexto las estrategias implementadas para obtener agua, acompañadas por los dispositivos correspondientes para su almacenamiento, distribución y eliminación, son referentes materiales de la cultura del desierto mendocino revestidos de la condición patrimonial dada por los saberes propios emanados de las tecnologías tradicionales para la construcción del habitat en las tierras secas. El noreste mendocino es una zona que posee clima árido (Abraham, E. y Prieto, M. 1981) con precipitaciones que varían entre 100 mm – al norte- y 180 mm –al sur-. Posee una superficie aproximada de 10.000 km2 en los que habitan alrededor de 3500 personas. Esta población se reconoce descendiente huarpe y se halla organizada en once comunidades indígenas (Figura 1). Las características generales de la zona permiten reconocer un patrón de asentamiento disperso en el que, sin embargo, aparece un cierto nivel de agrupamiento conformando pequeños poblados con no más de 50 viviendas con mínimos servicios e infraestructuras. Estos asentamientos se disponen orgánicamente en las inmediaciones de los cauces de los ríos Mendoza y Desaguadero, otrora “verdaderos corredores de vida” (Chiavazza et al, 2002) que hoy sólo ocasionalmente conducen agua. El uso intensivo realizado aguas arriba para el desarrollo urbano, rural e industrial del Oasis Norte de Mendoza fue menguando el volumen de agua del río hasta llegar a la práctica desaparición del río Mendoza en su paso por esta zona. El Mendoza era un río que en época de la conquista alimentaba el rosario de lagunas sitas en los límites entre las actuales provincias de Mendoza, San Juan y San Luis y que a pesar de la declaratoria de 1999 de las Lagunas de Guanacache como Sitio Ramsar (Convención sobre los Humedales, Ramsar, 1971); hoy se debaten entre la sequía y caudales paupérrimos. En ese contexto los puesteros desarrollan sus actividades productivas de subsistencia, basadas en la cría extensiva de ganado caprino para la producción de carne y guano y en mucha menor medida, apicultura y artesanías. Siendo por demás escaso el régimen de lluvias y habiendo desaparecido los recursos hídricos superficiales -con excepción de las escorrentías que bajan de los cerros producto de los deshielos de la Cordillera de los Andes- la supervivencia en estos territorios está fuertemente condicionada por la disponibilidad y accesibilidad a las aguas subterráneas. Esta agua por su parte, presenta altos índices de contaminación natural por arsénico. La presencia de hidroarsenicismo crónico (HACRE) en la población, también afecta a los animales pasando parte de esta sustancia contaminante a la carne y leche de los mismos (López Alonso, 2000; Licatta, 2004). Este trabajo se propone introducir una mirada desde la noción de patrimonio sobre las estrategias desarrolladas para la provisión de agua a escala de los puestos, con el doble fin de analizar desde la dimensión patrimonial al estudio del uso sustentable del agua, así como

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enriquecer la determinación de categorías y variables para la determinación de indicadores ligados a los aspectos socioculturales de este problema en el contexto de las tierras secas. Para ello, se analizan y caracterizan los sistemas vigentes en el aprovechamiento de los recursos hídricos para la provisión de agua a escala doméstica, se señala el espacio de oportunidad que supone este patrimonio para su aprovechamiento en el mejoramiento de las condiciones y la calidad de vida de los habitantes del desierto con el fin de evaluar, en una próxima etapa, la eficiencia de estos sistemas para su optimización y mejoramiento.

Carta área de estudio Fuente: Banco imágenes LaDyOT Del patrimonio consagrado a las expresiones de identidad del desierto lavallino Los conceptos sobre patrimonio han experimentado una evolución significativa. Una tendencia inclusivista desarrollada fundamentalmente en el último tercio del siglo pasado, es la que nos permite plantear la correlación entre la noción de patrimonio cultural y los dispositivos para la captación, distribución, almacenamiento y eliminación del agua en un contexto donde el patrimonio no es lo más evidente y por tanto, requiere de algunas explicaciones.

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Río Mendoza a su paso por La Asunción y Lagunas del Rosario de Guanacache secos. Fuente: Banco imágenes LaDyOT Los bienes construidos objetos de consideración y protección fueron en un principio los de características singulares a escala monumental (Carta de Atenas, 1931; Carta de Venecia, 1964). Las iglesias, palacios y jardines asociados a esos espacios fueron privilegiados en el reconocimiento de los valores que portaban. Bastante mas tarde, luego de reconocer las amenazas derivadas de la “homogeneización cultural y arquitectónicas” y la globalización socio-económica, se planteó en el seno del ICOMOS (International Council of Monuments and Sites) la necesidad de plasmar en un documento los principios de cuidado y protección del patrimonio vernáculo construido, en el marco de una ampliación de los postulados de la Carta de Venecia (ICOMOS, 1999). Nos referimos “al modo natural y tradicional en que las comunidades han producido su propio hábitat” y que constituyen la “expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo”. (ICOMOS, 1999) Previo a ello, las Naciones Unidas en 1992 a través de la Convención del Patrimonio Mundial, habían incorporado la figura de “paisajes culturales” como bienes a reconocer y proteger con los mismos criterios de valoración que había guiado la declaratoria de los sitios de carácter natural o cultural. Se pretendía posicionar dentro del catálogo de Sitios Patrimonio de la Humanidad a aquellos testimonios derivados de las interacciones significativas entre los seres humanos y la naturaleza que sintetizan de manera sobresaliente la relación de la construcción del hábitat en el territorio.

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La Carta de Cracovia (2000), impulsada por la unificación europea de cara al nuevo milenio procura, al igual que la del patrimonio vernáculo, actualizar la Carta de Venecia con el fin de adecuarla a la nueva situación de contexto. Esta carta estaba orientada a la puesta al día de los principios para la conservación y restauración del patrimonio construido, que define como “el conjunto de las obras del hombre en las cuales una comunidad reconoce sus valores específicos y particulares y con los cuales se identifica”. Afirma además que “…la identificación y la especificación del patrimonio es por tanto un proceso relacionado con la elección de valores”. Nos interesa destacar además, que esta carta reconoce a los paisajes como una de las diferentes clases de patrimonio edificado, retomando la valoración de estos bienes ya no sólo por su excepcionalidad –UNESCO- si no como contexto de la vida cotidiana de los pueblos. Al respecto señala que “los paisajes como patrimonio cultural son el resultado y el reflejo de una interacción prolongada a través de diferentes sociedades entre el hombre, la naturaleza y el medio ambiente físico. Son el testimonio de la relación del desarrollo de comunidades, individuos y su medio ambiente. En este contexto su conservación, preservación y desarrollo se centra en los aspectos humanos y naturales, integrando valores materiales e intangibles…. En muchas sociedades, los paisajes están relacionados e influenciados históricamente por los territorios urbanos próximos…La conservación integrada de paisajes arqueológicos y estáticos con el desarrollo de paisajes muy dinámicos, implica la consideración de valores sociales, culturales y estéticos”. Independientemente del origen europeo de esta carta, las consideraciones sobre el paisaje como bien patrimonial edificado son plenamente aplicables a contextos como el nuestro. Así, el patrimonio vernáculo es un testimonio privilegiado de las relaciones establecidas entre la sociedad que lo produce y el medio en que se desarrolla y por otra parte, que el patrimonio vernáculo es uno de los agentes principales de la construcción y transformación del paisaje. Por tanto, los bienes que han sido catalogados como arquitectónicamente “modestos” o “de acompañamiento” alcanzan a la luz de estos documentos nuevos valores de significación como fundamento para su rescate y revalorización que, considerados aisladamente como patrimonio arquitectónico o natural, resultan restrictivos y excluyentes para abarcar la riqueza dada por los diversos modos de interacción entre el medio cultural y el natural. Nuevos valores, otros valores… En nuestro país, los nuevos escenarios derivados de la crisis del 2001 promovieron una apuesta muy fuerte al turismo receptivo como estrategia para la generación de empleo, así como la venta de productos y servicios con el fin de promover la atracción de capitales extranjeros. Al mismo tiempo, algunos sectores productivos incentivados por esta situación de oportunidad diversificaron sus productos incorporando los turísticos en función de los perfiles regionales. Para ello, el patrimonio cultural y fundamentalmente el vernáculo construido, resultó un recurso preferencial al que se recurrió para promover los nuevos posicionamientos sectoriales requeridos por el contexto de competitividad. García Canclini afirma que todo el conjunto de bienes materiales e inmateriales –tangibles o intangibles- estaría disponible para su aprovechamiento, sin embargo advierte que las vinculaciones sectoriales – de apropiación, difusión, conflicto, puja, etc- se realizan según “las disposiciones subjetivas que cada uno ha podido adquirir y según las relaciones sociales en que está inserto” (Garcia Canclini; 1999:95). El patrimonio, como rasgo de identidad, permitía generar valores agregados a los productos nuevos o existentes en el marco de esta nueva dinámica económica. Así entonces, se utilizaron referencias y/o citas de algunos bienes extraídos de territorios diversos, no necesariamente propios o locales, que permitían singularizar los productos en base a la “autenticidad” que estas referencias les otorgaban. Elementos de la iconografía indígena, de las tipologías y hasta de las tecnologías pasaron, bajo distintas modalidades y formas, a adosarse a estos otros productos reafirmando que “el patrimonio no es un

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conjunto de bienes estables y neutros con valores sentidos y fijados de una vez para siempre, sino un proceso social que, como el otro capital, se acumula, se renueva, produce rendimientos y es apropiado en forma desigual por diversos sectores”. (García Canclini; 1999:95) En esa apropiación desigual y de rendimientos asimétricos, una parte del patrimonio vernáculo construido no ha alcanzado una difusión tan notable, permanece profundamente enraizado en las prácticas de la vida cotidiana propia de los territorios en los que es producido y contenido y constituye la estampa del “paisaje típico”; son los bienes que representan los valores de uso por encima de los de consumo (Waisman, 1999: 127) En los bienes que forman parte de ese patrimonio, el puesto como unidad compleja de habitación y producción imprime las señas de identidad propias del patrimonio vernáculo construido en el desierto mendocino. El puesto y el agua en el paisaje lavallino Entre las características sobresalientes del patrimonio vernáculo, las tipologías y las tecnologías tradicionales son componentes intrínsecos del mismo, cuyo carácter tradicional está dado por el modo de su transmisión más que por su antigüedad o vigencia. Una tradición basada en los saberes asociados a los condicionantes estructurales y dinámicos del medio natural y cultural que se han transmitido y aún lo siguen haciendo, dentro de esquemas de intercambio a través del empirismo del “hacer” en la construcción del habitat. La construcción del territorio se nutre y requiere de estos saberes. El paisaje cultural da cuenta de ellos en sus diversos componentes, entre ellos, el puesto -unidades de uso permanente o no, destinadas a la habitación del grupo humano y al aprovechamiento agropecuario de la tierra que ocupa, que emerge como referente privilegiado de un sinnúmero de conocimientos asociados a esos condicionantes de contexto. Los saberes y tecnologías tradicionales son bienes culturales, testimonios de los procesos evolutivos biológico-culturales que representan las experiencias acumuladas de la interacción entre el ambiente y las comunidades humanas (Karlim, U. et al, 1998). Las características diferenciales de estos conocimientos radican en aspectos como la socialización y transferencia de los mismos fundados en un aprendizaje empírico del contexto, ligados a prácticas destinadas a la satisfacción de las necesidades básicas. La producción de las tecnologías tradicionales puede estar inserta en modelos de participación comunitaria propios de los sistemas socioculturales del grupo y se sirven de los recursos materiales y energéticos que el entorno cercano les provee. (Karlim, U; 1998; Pastor, G.; 2000). Los procesos de patrimonialización se sustentan en la selección de rasgos culturales basados en los valores que les atribuyen los actores sociales intervinientes. Las tecnologías tradicionales han resultado efectivas en contextos cuyas características se han mantenido con ciertos niveles de estabilidad. En el desierto lavallino, las consecuencias de las transformaciones de los ecosistemas han promovido adecuaciones que se han manifestado en las tecnologías tradicionales promoviendo una renovación en las mismas, fundamentalmente en la provisión de energía y la incorporación de materiales y elementos exógenos al territorio Los puestos Hemos señalado que, en la zona de estudio, el territorio presenta una ocupación extensiva en base a la dispersión de pequeñas unidades productivas domésticas reconocidas como “puestos” y si bien las investigaciones continúan, podemos efectuar algunas afirmaciones –provisorias- en base a los avances realizados. Los puestos se hallan constituidos por un conjunto de construcciones y espacios yuxtapuestos con funciones diversas en base a la combinatoria formal de espacios cerrados destinados a habitación, edificaciones de usos complementarios a los anteriores y los

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productivos, espacios intermedios como galerías o enramadas y corrales de distinto tamaño y factura ubicados en el mismo conjunto o en las cercanías. Teniendo en cuenta que la accesibilidad al agua es la que orienta y estructura el asentamiento del puesto, los pozos, tanques, cisternas, acequias o aguadas son al puesto, lo mismo que la vivienda, los corrales o los galpones. Constituyen elementos inherentes a su definición y pueden ser de usos exclusivos o compartidos con otros puestos cercanos.

Puesto en la zona de San José Fuente: Banco imágenes LaDyOT Actualmente, los puestos poseen funciones de alojamiento del grupo familiar y de producción animal, fundamentalmente caprina. La escasa disponibilidad y la dificultad para obtener el agua condicionan la producción de otro tipo de bienes, como los de base agraria. Los puestos con mayor tiempo de permanencia en un sitio definen su parcela de ocupación con cerramientos perimetrales que permiten efectuar un manejo y control de ese espacio. Las edificaciones destinadas a alojamiento del grupo familiar son multifuncionales, sin instalaciones específicas para usos determinados. Dado el carácter evolutivo de estas unidades, esa misma evolución pauta el uso de las edificaciones existentes y nuevas. Si bien las áreas de habitación presentan una tendencia a la compacidad, el conjunto adquiere un carácter disperso dado por la multiplicidad de edificaciones y funciones. Las edificaciones se organizan a través de una secuencia de habitaciones contiguas, sin espacios destinados a circulación y con escasos vínculos entre el interior y exterior. El conjunto de edificaciones cubiertas destinadas a habitación se halla orientado convenientemente, -fundamentalmente al norte y al este- y se articulan con uno o varios espacios semi-cubiertos que a manera de galerías o enramadas de generosas dimensiones cubren los espacios de transición aproximadamente, el equivalente al 50% de la superficie cubierta del espacio habitación. Es en estos espacios intermedios donde transcurre la vida de relación, donde se recibe, se trabaja, se come, incluso, donde se realizan tareas de higiene personal.

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Los sistemas constructivos se definen en base al aprovechamiento de los recursos que el entorno cercano provee, fundamentalmente tierra sin cocer, que se utiliza tanto para la elevación de muros –adobes, quincha- como para la realización de cubiertas livianas en base a torta de barro aplicada sobre estructuras de madera y cañizo. Es posible observar también en las edificaciones complementarias, sistemas constructivos de caña a pique –cañas clavadas verticalmente en la tierra y atadas unas a otras- y palo a pique -semejante al sistema anterior, pero realizado con palos de madera-

Materiales y sistemas constructivos vigentes Fuente: Banco imágenes LaDyOT El estado general de conservación de estas unidades es regular y presenta estados críticos en elementos constructivos claves, como son las cubiertas y los servicios propios de cada una. Todas las construcciones del desierto manifiestan una preocupación menor respecto de la ornamentación de las edificaciones. Se presentan como obras de modestia constructiva siendo su imagen consecuencia de las necesidades funcionales. En muy pocos casos es posible señalar una intención estética o decorativa adicional; cuando aparece, se presenta en edificios singulares, como algunas capillas y en zonas muy concretas de la edificación (por ejemplo, en los retablos de la Capilla del Rosario o de San José). En los puestos, la sinceridad constructiva, dada por la economía de recursos materiales y técnicos, define la estética de las construcciones, característica que en los espacios destinados al ámbito de la producción alcanza su mejor expresión. Los distintos estadios evolutivos de las diferentes edificaciones del puesto, la necesidad de permanente renovación dado el uso de materiales orgánicos que se degradan en tiempos cortos que requieren para su óptimo funcionamiento de un mantenimiento periódico constante, constituyen la imagen exterior de los elementos del conjunto.

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Sin embargo, en los puestos que mayor “riqueza”/diversidad productiva/ permanencia en el sitio/ antigüedad en la explotación ostentan, los espacios interiores contrastan con esta desornamentación exterior. Imágenes religiosas, fotografías diversas, “trofeos” no sólo deportivos sino, obtenidos en la “lucha diaria” componen el repertorio de elementos significativos que componen la decoración. Las infraestructuras domésticas: los dispositivos para el aprovechamiento del agua Las infraestructuras domésticas destinadas al aprovechamiento de los recursos hídricos cuya finalidad es el manejo del agua destinada a consumo humano, animal y riego son los dispositivos básicos que posibilitan el asentamiento de los puestos. El relevamiento de campo sobre estos dispositivos ha mostrado una interesante gama de soluciones para los fines mencionados, las que abordaremos en función del ciclo del agua al interior del puesto: obtención o captación, almacenamiento, tratamiento, distribución y eliminación. Dada la importancia y situación crítica del recurso, el sistema de captación u obtención resulta uno de los que mayor importancia posee y se halla indicado por la diversidad de procedimientos para dotar de agua al puesto poniendo en evidencia la capacidad de adaptación en la construcción del hábitat. Los escasos acuíferos superficiales son aprovechados mediante la construcción de acequias excavadas en la tierra a manera de zanja, que permiten llevar eventualmente agua del río al puesto, en caso de no estar muy alejado y ser depositada en los pozos. Las lluvias, en cambio, son almacenadas en lagunas artificiales excavadas en la tierra o en ramblones (depresiones) naturales de muy poca profundidad, con el fin de evitar la contaminación con la napa freática. Pero el pozo para acceder a los recursos subterráneos, en sus diversas variantes, es el dispositivo de mayor difusión al interior del territorio. Popularizado en el siglo XIX (Chiavazza, 2002) a partir de la aparición del balde volcador los “pozos balde” comienzan a sustituir a los primitivos “pozo manga” (Moreno; 1996:197). El desarrollo de esta tecnología permitió el aprovechamiento de las napas subterráneas y consecuentemente la expansión de las áreas de ocupación a zonas interiores alejadas de los cursos de agua. Los “pozos balde”, consisten en una excavación que permite acceder mediante la introducción de baldes, a las primeras napas de agua subterránea. Son de sección cuadrangular con paredes de aproximadamente 0.80 a 1.00m de lado, revestidas con troncos de madera de algarrobo los más antiguos o de sección circular revestidos con caños cementicios, los más recientes. El pozo manga se diferencia con el anterior en la utilización de una manga de goma –trozo de cámara de tractor que anteriormente era realizada en cuero- para elevar el agua desde la napa subterránea a unos 9 -12 m de profundidad. El agua así obtenida es depositada luego en calicantos, bebederos, piletas o los mismos ramblones. También se utilizan molinos de viento, aunque son raros en Lavalle. Mención aparte merece el pozo jagüel. El pozo jagüel se ha difundido no sólo en Mendoza sino también en la provincia vecina de La Pampa y a diferencia de los dispositivos anteriores, está destinado a satisfacer exclusivamente las necesidades del consumo animal. Se trata también de alcanzar la napa freática mediante una rampa excavada en el suelo. Es un dispositivo de gran tamaño que aprovecha las posibilidades de excavación en suelos blandos para permitir el acceso animal hasta el fondo del pozo donde se encuentra el agua. Ese acceso no es irrestricto si no que posee una tranquera que permite efectuar el manejo del ganado. Los otros bordes del pozo conservan el perfil del terreno original a cuya contención colaboran en algunos casos, las especies vegetales naturales del entorno.

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Dispositivos para captación de agua

Acequia y ramblón. Pozo balde y pozo manga. Fuente: Banco imágenes LadyOT En cuanto a los dispositivos de almacenamiento, los destinados para el consumo animal son los mismos bebederos, algunos coinciden con la fuente de captación como en el caso de los ramblones, otras son construcciones ad hoc realizadas en mampostería convencional o bien, mediante el reciclado de elementos tales como las cubiertas de vehículos de variados tamaños convenientemente recortadas. Para el consumo humano, tanques de reserva de fibrocemento, piletas, piletones, tanques plásticos, baldes y las aún vigentes tinajas cerámicas, constituyen el repertorio de elementos disponibles para el almacenamiento. Se trata en general de un almacenamiento disperso, que permite eliminar las instalaciones de distribución al interior de la vivienda al tener diversos depósitos repartidos en distintas dependencias del puesto. Esta modalidad es coherente con la multifuncionalidad de los locales dado que no requieren de instalaciones previas para definir su función. Es de destacar que en estos dispositivos es donde se observan los más marcados procesos de sustitución de materiales y elementos, entre los cuales un papel protagónico lo asumen algunos residuos que cobran nueva vida en su reutilización, siendo el reciclado permanente de elementos una de las características propias de la vida rural. El tratamiento para potabilización es una práctica poco difundida. La compra de agua de fuentes seguras -como la proporcionada por el municipio- o la utilización de las pastillas potabilizadoras, solucionan este problema. También perdura, aunque en menor medida, el uso del filtro de piedra. La eliminación de efluentes se realiza a cielo abierto y en pocos casos, se cuenta con pozo absorbente para el vertido de los desechos provenientes tanto del uso sanitario como del de higiene y limpieza.

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Pozos jagüel Fuente: Banco imágenes LaDyOT

Dispositivos para almacenamiento. Fuente: Banco imágenes LaDyOT

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Dispositivos para almacenamiento y tratamiento. Fuente: banco imágenes LaDyOT Consideraciones finales

Diversos documentos elaborados y dados a conocer a partir del segundo tercio del siglo pasado han contribuido a la elaboración de conceptos más amplios y abarcativos vinculados al patrimonio, en el marco de los cuales se ha propiciado la generación de hipótesis, desarrollos metodológicos y criterios de intervención sobre los diversos bienes considerados de interés patrimonial. También han contribuido a la elaboración de registros de bienes que han permitido avanzar en su conocimiento para indagar otras explicaciones de la construcción del hábitat vernáculo y del paisaje cultural en contextos diversos, constituyen un texto para saber de nosotros mismos en el que “ningún elemento debe ser desechado” (Agudo Torrico; 1999:17) La noción de “lo patrimonial” sobre el paisaje cultural del noreste lavallino, de los puestos en general y los dispositivos para el aprovechamiento del agua en estas tierras secas en particular, nos inducen a reflexionar sobre las diversas y múltiples dimensiones del concepto, de las que queremos señalar al menos tres: las territoriales, arquitectónicas, y tecnológicas. La cantidad de dispositivos diversos para la captación de agua implementados al interior de los puestos indica el valor determinante del acceso a este recurso para la instalación de un puesto. Esta diversidad y riqueza contrasta con los implementados para la eliminación de las aguas servidas que prácticamente son nulos. La calidad del agua resulta casi accesoria respecto de la posibilidad de contar con el recurso. Una hipótesis que explique esto podría ser que la posibilidad de la reafirmación de la pertenencia al terruño a través de la instalación del puesto resulta mucho más relevante que la calidad de vida que proponga el sitio elegido. Esa necesidad de establecer el lugar de asentamiento se explica en las luchas de las comunidades huarpes que habitan esta zona para la obtención de la titularidad de las tierras. El poder ejercer esa posesión sería el factor de presión que permitiría lograr el objetivo anterior.

Entre los extremos del circuito del agua al interior del puesto, las fases de almacenamiento y distribución son indicadoras de la condición de patrimonio en crisis y por consiguiente, del impacto en las transformaciones en el paisaje. La introducción de

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elementos descartados de otros usos externos a este territorio, permite al menos dos lecturas casi simultáneas. Una, debido al carácter residual de estos elementos, su “donación” hacia el desierto lavallino reafirmaría el carácter periférico del territorio. La otra, presentaría el valor de la creatividad y capacidad de los habitantes de estas tierras, para generar nuevos dispositivos que permitirían aumentar la eficiencia de los mismos y recrear su cultura en un contexto que tiende a degradarse.

Finalmente, vale señalar que el carácter tradicional no incide en el agregado o disminución del valor patrimonial a un bien cultural, si no que señala el espacio de oportunidad para desarrollar un potencial creativo para la mejora de la calidad de vida de estas comunidades en su tierra. Un potencial qué, como en el caso del desierto de Lavalle, requiere de una evaluación sobre las incidencias de estos dispositivos en la salud humana y animal en relación a la calidad del agua, con el fin de establecer participativamente y a la luz de los cambios acontecidos en el ecosistema y de los nuevos conocimientos, los posibles aprovechamientos de estas prácticas tradicionales.

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