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GAY TALESE GAY TALESE El periodismo hecho arte El periodismo hecho arte Babelia 964 NÚMERO 964. EL PAÍS, SÁBADO 15 DE MAYO DE 2010

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GAY TALESEGAY TALESEEl periodismo hecho arteEl periodismo hecho arte

Babelia964NÚMER

O96

4.EL

PAÍS,SÁB

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E El blog de Babelia en ELPAÍS.com incluye noticias, comentarios, análisis, recomendaciones, imágenes yvoces del mundo de la literatura, las artes plásticas, el cine, el teatro y la música.

O HAY MUCHAS naciones en el mundo, pero ninguna dentrode mí.O EL ÉXITO da alas que permiten al afortunado alzar el vue-

lo, surcar la altura, planear majestuoso a la vista de quienesya lo están apuntando desde abajo con sus escopetas.O DUDO QUE haya un método más rápido y eficaz de adelga-

zamiento que la muerte.O ESTOY DISPUESTO a admitir que no se pueden esperar

grandes aventuras de un tipo como yo que prefiere las casta-ñas asadas a la cocaína.O CONVIENE IR bien vestido al consultorio del médico si no

queremos contribuir a que el diagnóstico empeore.O AUNQUE, AL menos desde un punto de vista práctico, está

bien que existan las naciones. ¿Dónde, si no, se iba uno aexiliar llegado el caso?O DE ACUERDO, la perfección no equivale al arte, pero es un

buen comienzo.O A LO LARGO de mi vida he experimentado momentos de

intensa humildad, de quietud y desprendimiento que acasono queden lejos de la plenitud mística. Por ejemplo, cadavez que me dolieron las muelas.O NO HACE falta subir al último piso de los rascacielos ni a la

cima de las montañas y mirar abajo para adquirir constan-cia de la pequeñez humana. En realidad basta con contenerla respiración durante un minuto, si aguantas.O ¿CÓMO QUE no hay ningún libro perfecto, limpio de erro-

res, de contradicciones, de partes superfluas? Y el listín deteléfonos, ¿qué?O HIJO, TEN cuidado cuando salgas a la calle. Mira bien

dónde pisas, no vayas a tropezar con un himno.O ADOPTES LA táctica que adoptes, antes vencerás al tigre

que a la calumnia.O DESEARÍA formular una serie de preguntas a las personas

que hablan con sus perros, pero no sé ladrar.O A LOS SERES humanos con personalidad doble, ¿cómo hay

que tratarlos? ¿De túes o de ustedes?O LO CONTRARIO de una patada en el vientre no es una

patada en la cabeza o en la espalda. Lo contrario de unapatada es un abrazo.O CONSIDERO UNA cima biográfica cada hora, cada minuto,

cada segundo exento de dolor.O NINGÚN EGOÍSMO tan detestable como el de los demás.O SOY UN FERVIENTE defensor de la duda, con excepción de

las de mi cirujano.O UN TIPO QUE se pasa el día diciendo yo, yo, yo, es un

ególatra. Otro que hace lo mismo diciendo nosotros, noso-tros, nosotros, es un nacionalista. El nacionalismo no esmás que la forma plural de la egolatría.O HE PREGUNTADO al radiólogo, pero él tampoco ha sabido

descubrir dónde tengo la capital.O UN APARATO capaz de medir la belleza de las obras artísti-

cas no nos serviría de nada sin otro aparato capaz de trans-mitirnos las emociones correspondientes, en cuyo caso po-dríamos prescindir tranquilamente de las obras de arte.O LA TIERRA es la docilidad en persona. A todas horas, en

todas partes, sin la menor resistencia abre la boquita y,obediente, se traga otro ataúd.O MALAS NOTICIAS para los habitantes del cielo. A pesar de

las innegables comodidades, allí tampoco le estará permiti-do significar.O POR EL MOMENTO me inclino a descartar la opción del

suicidio dado el alto riesgo de muerte que comporta.O DESCONFÍO DE los espejos. Ni siquiera saben mentir. O

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha publicado reciente-mente la novela Viaje con Clara por Alemania (Tusquets. Barcelona,2010. 472 páginas. 20 euros).

E Lectura exclusiva Babelia adelanta el próximo lunes un capítulo de la novela Contraluz (Tusquets),de Thomas Pynchon.

E Encuentro digital Julia Navarro, autora de la novela Dime quién soy (Plaza & Janés), charlará con loslectores el lunes a las 13.00.

Pequeña magnitud

EN PORTADA Bárbara Celis / Julio Villanueva Chang 4

Gay Talese El periodista estadounidense publica el recopilatorio Retratos y encuentros, que reúne reportajes y perfilesque lo consagraron como un grande del reporterismo del siglo XX. “No quiero leerlo todo ni saberlo todo. Sólo quiero estarinformado de las cosas esenciales”, afirma sobre la avalancha de información digital. Foto: Steffen Roth / Focus

IDA Y VUELTA La pizarra del cielo Antonio Muñoz Molina 7

L0S LIBROS DE LA SEMANA Tworki (El manicomio), de Marek Bienczy / Todo arrasa-

do, todo quemado, de Wells Tower Cecilia Dreymüller / Edmundo Paz Soldán 8

Entrevista con Marcos Giralt Torrente Nuria Barrios / J. Ernesto Ayala-Dip 9

La historia eterna de Rama Chantal Maillard / Jesús Aguado 12

El monstruo voraz / Nuestros contemporáneos L. F. Moreno Claros / D. Innerarity 14

PENSAMIENTO Cuánto debe Europa a los bizantinos Carlos García Gual 15

SILLÓN DE OREJAS De noche todos los nazis son pardos M. Rodríguez Rivero / Max 16

ARTE Una lengua común también en el arte Fietta Jarque 18

LLAMADA EN ESPERA Regalos Estrella de Diego 19

MÚSICA Entrevista con Stacey Kent Chema García Martínez 20

PURO TEATRO ‘As you like it’: tócala otra vez, Sam Marcos Ordóñez 22

OPINIÓN El artista en la corte: del rey burgués al señor narco Edmundo Paz Soldán 23

+

+ .com

Babelia964Fernando Aramburu

El segundo cuarto del resca-te, instalación de la peruanaSandra Gamarra expuestaen Sinergias. Arte latinoame-ricano actual en España.

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 15.05.10

Page 3: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y LENGUA ... · Gay Talese, y su talento principal es haber sabidohacerperiodismo detodoaquello de lo que suelen huir los otros reporteros:

David B. ha publicado recientemente en Francia Trieste-Bologne (Delcourt), primera entrega de su Journal d’Italie. Foto: Ana de Labra

PIERRE-FRANÇOIS BEAUCHARD, en arte David B. (Nîmes, 1959), es idéntico a como se dibuja.Esbelto, nariz afilada, cejas densas detrás de gafas ligeras, mechones rebeldes que empiezana encanecer. La mirada es quieta, apacibles los modales, la atención bien hincada en elcuaderno semiabierto encima del escritorio. Como si le preocupara que los muñecosjaponeses y los pequeños personajes que pueblan la primera plancha de su álbum sobreOsaka pudieran escaparse. Estudia las criaturitas de papel con la concentración afectuosade un padre que observa a su hijo dormir. El artista francés, que con la fundación de laeditorial L’Association (1990) y con La ascensión del gran mal (1996, publicada en Españapor Sins Entido), dolorosa y onírica autobiografía en imágenes, ha dado dignidad literaria ala novela gráfica, se mantiene bien arrimado a su libreta, su “laboratorio portátil, junto aacuarelas y tinta china”. “Dibujar es lo que hago sin parar todo el día. Me encanta y ademásvivo de ello”, dice con serena simplicidad. Su estudio italiano es la prueba de ello.

El techo más que alto es remoto. La luz rebota sin estorbos y los escasos libros dejan casidesempleada la gran estantería de abedul. Al fondo, incómodo en medio de tanto vacío, elescritorio antiguo acoge cajitas de acuarelas, pinceles, unos tarros de mermelada que ahora

sirven para diluir los colores, bocetos y recortes de revistas. Una nave espacial reciénaterrizada en Marte de otro planeta más animado. El cuaderno recoge las planchas delsegundo volumen de Journal d’Italie, un diario de viaje aún a medias cuya primera parteacaba de salir en Francia.

David B. cuenta sus paseos por Trieste, Venecia y Bolonia, la ciudad donde se enamoróhace siete años y donde ahora pasa algún fin de semana con su mujer. El trazo, a vecestembloroso, otras decidido, recorta imágenes bidimensionales y planas como incisionesmedievales. Una caligrafía para relatar el mundo, los recuerdos o los sueños de manerasiempre expresiva, íntima y personal. Con fondo blanco y escenas amplias, ni el colorconsigue dar plasticidad a sus relatos de Italia o Japón, que se quedan flotando en unadimensión de irrealidad lírica. “De pequeño no paraba de copiar imágenes de libros dehistoria. Estaba obsesionado con los guerreros medievales, tan estilizados que acabansiendo expresionistas”. En Bolonia, su segunda casa, después de París, se puede “sumergiren aquella época, ayudado por los soportales, las iglesias románicas y las torres de ladrillovisto”. Y, en casa, encima de la mesita de noche, la autobiografía de Petrarca. Lucia Magi O

David B. dibuja sin pararEl artista francés vive entre París y Bolonia. Su libreta es su “laboratorio portátil, junto a acuarelas y tinta china”

EL RINCÓN

EL PAÍS BABELIA 15.05.10 3

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MILES DE INDIVIDUOS vesti-dos con trajes y corbatasclónicas de variacionestonales y estilísticas mí-nimas caminan a diariopor las calles de Nueva

York. Constituyen un paisaje visual tan ho-mogéneo que resultaría milagroso que de-jaran huella en la retina de cualquier mu-jer. Ocurre algo similar al pasar frente a unquiosco: decenas de celebridades en po-ses parecidas sonríen desde portadas casiidénticas de publicaciones muy semejan-tes. Las diferencias de contenido son tannimias que si uno se equivocara al adqui-rir cualquiera de ellas probablemente nonotaría la diferencia.

Aunque parezca increíble, hubo un tiem-po que ni todos los hombres vestían de for-ma clónica ni las revistas ofrecían como pla-to principal entrevistas con el famoso deturno. Uno de aquellos hombres, que ade-más escribía en aquellas revistas, hoy siguecaminando por las calles de Nueva York conun traje original y hecho a medida y aúnaboga por un periodismo alejado de la obse-sión por la fama y la exclusiva. Su nombre esGay Talese, y su talento principal es habersabido hacer periodismo de todo aquello delo que suelen huir los otros reporteros: delhombre común, del desconocido, del perde-dor o simplemente de los que están lejos delos focos y el éxito y, a través de ellos, ofrecerun retrato bastante acertado del ser huma-no y sus obsesiones. Por ejemplo, del perio-dista encargado de escribir obituarios en elanonimato para The New York Times en losaños sesenta. O del boxeador que tras éxitosmemorables caía en el olvido. O de los obre-ros que construyeron ese milagro de la inge-niería llamado puente de Verrazzano y queune Brooklyn con Staten Island.

Y cuando tuvo que escribir sobre estre-llas del espectáculo, porque sus jefes que-rían que su excelente pluma también bendi-jera a las celebridades, él fue capaz de darlela vuelta a los personajes y buscar el ánguloinexplorado. Entre los reportajes que hanentrado en el panteón del periodismo uni-versal está Sinatra has a cold (Sinatra estáresfriado) y Ali in Havana (Alí en La Haba-na), incluidos en el libro de reportajes Retra-tos y encuentros (que publica Alfaguara, quetambién editará Vida de un escritor y Honra-rás a tu padre). No son entrevistas ni con elcantante ni con el púgil, con quienes nuncallegó a hablar, sino perfiles sobre ambosconstruidos a través de las voces de quienesles conocieron. Fueron ese tipo de reporta-jes, sus descripciones y su tratamiento in-formativo los que llevaron al escritor TomWolfe a bautizar a Talese como “padre” delnuevo periodismo, esa corriente que asaltóla prensa a finales de los años sesenta intro-duciendo recursos propios de la literaturade ficción en el mundo del reportaje. Taleseno comulga con esa etiqueta “porque la ma-yoría de quienes se apuntaron al carro delnuevo periodismo eran unos mentirososque nunca fueron rigurosos con los hechosy que exageraban la realidad. Incluso Hun-ter S. Thompson… Y yo siempre estuve orgu-lloso de contar las historias tal y como fue-

ron, sin engrandecerlas. Los reporteros tene-mos que ser fieles a la verdad”.

El mes pasado Talese, escondiendo trasun cuerpo ágil y enjuto y una espesa cabelle-ra sus 78 años, lo recordaba sentado sobreun elegante diván en su residencia del Up-per East Side de Nueva York. Cuadros y li-bros tapizan las paredes y los éxitos del pro-pio Talese se asoman tímidos desde algunaestantería. En una foto aparece estrechándo-le la mano a Bill Clinton, en otra a RonaldReagan, pero ninguna de las dos reclamaexcesiva atención; escondido en un rincónhay un volumen especial de la revista Lifededicado a fotografías de Frank Sinatra queincluye el celebrado reportaje sobre el can-tante. Bien a la vista, en cambio, hay múlti-ples fotos familiares, cuadros de una de susdos hijas, grandes espejos, una lámpara dearaña sobre una mesa para cenas concurri-das y un extraño aire entre añejo y distingui-do. Todo tiene un cierto sabor a otra época,como el pañuelo de seda asomando del bol-sillo izquierdo de su chaqueta y la discreta y

fina corbata que aflora bajo un chaleco ajus-tado de tonos tierra a juego con sus impeca-bles pantalones. Calza un par de zapatosrefinados que, como todo el conjunto, Tale-se podría haberle robado a su admiradoScott Fitzgerald en los años veinte.

Su imagen es puro buen gusto, aunquesin duda haya quien la consideraría ana-crónica. Y habrá a quien tampoco le gustenopiniones a contracorriente como ésta: “Noleo ni blogs ni noticias online. Cuando algoes realmente bueno, acaba llegando a losperiódicos, como el reportaje de ProPublicaque ganó el Pulitzer. No quiero leerlo todoni saberlo todo. Sólo quiero estar informadode las cosas esenciales”. No sólo se niega aadentrarse en la información digital sinoque también rechaza las comunicacionesdel siglo XXI. “No tengo ni móvil ni email.Hoy hay un exceso de comunicación. Noquiero despertarme y lidiar con 100 correosde desconocidos. Bastante tengo con aguan-

tar las conversaciones de la gente que sepasea hablando a gritos a través del móvil”.

En ese mismo instante suena el teléfo-no de su casa. Ni siquiera es inalámbrico.Lo coge, saluda, escucha y exclama: “Cla-ro, allí estaré. ¿Habrá buenos martinis? Yasabes que el vino me da igual, pero unmartini antes de cenar es imprescindi-ble”. Trata de terminar la conversación ycuelga. “¿Dónde estábamos?”, pregunta.“En el periodismo y las nuevas tecnolo-gías”, contesta la reportera.

Cuando al hablar de su fobia al email fueinquirido por la opinión al respecto de Nan,su esposa, conocida editora, y sobre cuyarelación de cinco décadas versará el próxi-mo libro de este veterano, Talese tomó porasalto la entrevista y realizó un exhaustivo eincómodo interrogatorio a su entrevistado-ra sobre novios, maridos y amantes. Des-ventajas de entrevistar a un periodista… Lacontra entrevista sólo pudo ser abortada invi-tándole a hablar precisamente de relacio-nes, un tema en el que indagó durante casidiez años para escribir el libro La mujer detu prójimo (Grijalbo), su mayor best seller.Con él, Talese se metía directamente en lacama de los estadounidenses —a los quecitaba con nombres propios y reales—, ha-ciendo una crónica del comportamientosexual de su país en los años setenta y parael que practicó abiertamente relaciones conotras mujeres, vivió en una comuna deamor libre y fue propietario de dos saunas.Su matrimonio sobrevivió al terremoto deaquella experiencia y se dispone a explicarlos detalles en el libro que está escribiendo(aún sin título ni fecha). “Creo que es unabuena historia. ¿Cuánta gente puede decirque lleva cincuenta años casado con la mis-ma persona, viviendo bajo el mismo techo,haciendo cosas que jamás se te hubiera ocu-rrido hacer estando solo?”. Teniendo encuenta que en Estados Unidos la duraciónmedia de un matrimonio son apenas sieteaños, sin duda su caso es una rareza. Claroque Talese no es exactamente un hombrecon ideas corrientes.

—Tuvimos una revolución sexual y gra-cias a eso ahora tú puedes vivir con tu noviosin estar casada, pero si tienes un lío fueradel matrimonio… ¡Mira la que se ha armadoalrededor de Tiger Woods y sus amantes!¡Como si él las hubiera obligado a acostarsecon él!

—No entiendo muy bien…—Lo que quiero decir es que la llegada

de las mujeres a la prensa y a otras posicio-nes de poder ha convertido los escándalossexuales en noticia.

—¿Cómo dice?—Sí, cuando yo trabajaba en The New

York Times todos los jefazos tenían líossexuales, pero no se hacían públicos. Y to-dos sabíamos que el presidente Kennedy te-nía muchas amantes, pero a nadie se le ocu-rría escribir sobre ello. La vida sexual de lagente no era noticia.

—Pero… ¿no será que la prensa simple-mente ha descubierto un nuevo filón econó-mico?

Pasa a la página 6

Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932).Foto: Marianne Barcellona / Time Life Pictures /Getty Images

Una obra a pie de calle

”Con las clientas de mimadre aprendí ainteresarme por laspreocupaciones delciudadano común”

“Los ‘blogueros’ sondemasiado vagos, perosiempre hará falta un buenperiodista que salga a lacalle a escuchar a la gente”

Gay Talese, padre del nuevo periodismo junto a Tom Wolfe, reivindica el compromiso de unoficio como testigo y agudo observador de la vida cotidiana. “Siempre estuve orgulloso de contarlas historias tal y como fueron, sin engrandecerlas”, afirma. Retratos y encuentros reúne la obramonumental de este reportero norteamericano que ha hecho del periodismo un arte. Por Bárbara Celis

EN PORTADA / Entrevista

4 EL PAÍS BABELIA 15.05.10

Page 5: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y LENGUA ... · Gay Talese, y su talento principal es haber sabidohacerperiodismo detodoaquello de lo que suelen huir los otros reporteros:

MILES DE INDIVIDUOS vesti-dos con trajes y corbatasclónicas de variacionestonales y estilísticas mí-nimas caminan a diariopor las calles de Nueva

York. Constituyen un paisaje visual tan ho-mogéneo que resultaría milagroso que de-jaran huella en la retina de cualquier mu-jer. Ocurre algo similar al pasar frente a unquiosco: decenas de celebridades en po-ses parecidas sonríen desde portadas casiidénticas de publicaciones muy semejan-tes. Las diferencias de contenido son tannimias que si uno se equivocara al adqui-rir cualquiera de ellas probablemente nonotaría la diferencia.

Aunque parezca increíble, hubo un tiem-po que ni todos los hombres vestían de for-ma clónica ni las revistas ofrecían como pla-to principal entrevistas con el famoso deturno. Uno de aquellos hombres, que ade-más escribía en aquellas revistas, hoy siguecaminando por las calles de Nueva York conun traje original y hecho a medida y aúnaboga por un periodismo alejado de la obse-sión por la fama y la exclusiva. Su nombre esGay Talese, y su talento principal es habersabido hacer periodismo de todo aquello delo que suelen huir los otros reporteros: delhombre común, del desconocido, del perde-dor o simplemente de los que están lejos delos focos y el éxito y, a través de ellos, ofrecerun retrato bastante acertado del ser huma-no y sus obsesiones. Por ejemplo, del perio-dista encargado de escribir obituarios en elanonimato para The New York Times en losaños sesenta. O del boxeador que tras éxitosmemorables caía en el olvido. O de los obre-ros que construyeron ese milagro de la inge-niería llamado puente de Verrazzano y queune Brooklyn con Staten Island.

Y cuando tuvo que escribir sobre estre-llas del espectáculo, porque sus jefes que-rían que su excelente pluma también bendi-jera a las celebridades, él fue capaz de darlela vuelta a los personajes y buscar el ánguloinexplorado. Entre los reportajes que hanentrado en el panteón del periodismo uni-versal está Sinatra has a cold (Sinatra estáresfriado) y Ali in Havana (Alí en La Haba-na), incluidos en el libro de reportajes Retra-tos y encuentros (que publica Alfaguara, quetambién editará Vida de un escritor y Honra-rás a tu padre). No son entrevistas ni con elcantante ni con el púgil, con quienes nuncallegó a hablar, sino perfiles sobre ambosconstruidos a través de las voces de quienesles conocieron. Fueron ese tipo de reporta-jes, sus descripciones y su tratamiento in-formativo los que llevaron al escritor TomWolfe a bautizar a Talese como “padre” delnuevo periodismo, esa corriente que asaltóla prensa a finales de los años sesenta intro-duciendo recursos propios de la literaturade ficción en el mundo del reportaje. Taleseno comulga con esa etiqueta “porque la ma-yoría de quienes se apuntaron al carro delnuevo periodismo eran unos mentirososque nunca fueron rigurosos con los hechosy que exageraban la realidad. Incluso Hun-ter S. Thompson… Y yo siempre estuve orgu-lloso de contar las historias tal y como fue-

ron, sin engrandecerlas. Los reporteros tene-mos que ser fieles a la verdad”.

El mes pasado Talese, escondiendo trasun cuerpo ágil y enjuto y una espesa cabelle-ra sus 78 años, lo recordaba sentado sobreun elegante diván en su residencia del Up-per East Side de Nueva York. Cuadros y li-bros tapizan las paredes y los éxitos del pro-pio Talese se asoman tímidos desde algunaestantería. En una foto aparece estrechándo-le la mano a Bill Clinton, en otra a RonaldReagan, pero ninguna de las dos reclamaexcesiva atención; escondido en un rincónhay un volumen especial de la revista Lifededicado a fotografías de Frank Sinatra queincluye el celebrado reportaje sobre el can-tante. Bien a la vista, en cambio, hay múlti-ples fotos familiares, cuadros de una de susdos hijas, grandes espejos, una lámpara dearaña sobre una mesa para cenas concurri-das y un extraño aire entre añejo y distingui-do. Todo tiene un cierto sabor a otra época,como el pañuelo de seda asomando del bol-sillo izquierdo de su chaqueta y la discreta y

fina corbata que aflora bajo un chaleco ajus-tado de tonos tierra a juego con sus impeca-bles pantalones. Calza un par de zapatosrefinados que, como todo el conjunto, Tale-se podría haberle robado a su admiradoScott Fitzgerald en los años veinte.

Su imagen es puro buen gusto, aunquesin duda haya quien la consideraría ana-crónica. Y habrá a quien tampoco le gustenopiniones a contracorriente como ésta: “Noleo ni blogs ni noticias online. Cuando algoes realmente bueno, acaba llegando a losperiódicos, como el reportaje de ProPublicaque ganó el Pulitzer. No quiero leerlo todoni saberlo todo. Sólo quiero estar informadode las cosas esenciales”. No sólo se niega aadentrarse en la información digital sinoque también rechaza las comunicacionesdel siglo XXI. “No tengo ni móvil ni email.Hoy hay un exceso de comunicación. Noquiero despertarme y lidiar con 100 correosde desconocidos. Bastante tengo con aguan-

tar las conversaciones de la gente que sepasea hablando a gritos a través del móvil”.

En ese mismo instante suena el teléfo-no de su casa. Ni siquiera es inalámbrico.Lo coge, saluda, escucha y exclama: “Cla-ro, allí estaré. ¿Habrá buenos martinis? Yasabes que el vino me da igual, pero unmartini antes de cenar es imprescindi-ble”. Trata de terminar la conversación ycuelga. “¿Dónde estábamos?”, pregunta.“En el periodismo y las nuevas tecnolo-gías”, contesta la reportera.

Cuando al hablar de su fobia al email fueinquirido por la opinión al respecto de Nan,su esposa, conocida editora, y sobre cuyarelación de cinco décadas versará el próxi-mo libro de este veterano, Talese tomó porasalto la entrevista y realizó un exhaustivo eincómodo interrogatorio a su entrevistado-ra sobre novios, maridos y amantes. Des-ventajas de entrevistar a un periodista… Lacontra entrevista sólo pudo ser abortada invi-tándole a hablar precisamente de relacio-nes, un tema en el que indagó durante casidiez años para escribir el libro La mujer detu prójimo (Grijalbo), su mayor best seller.Con él, Talese se metía directamente en lacama de los estadounidenses —a los quecitaba con nombres propios y reales—, ha-ciendo una crónica del comportamientosexual de su país en los años setenta y parael que practicó abiertamente relaciones conotras mujeres, vivió en una comuna deamor libre y fue propietario de dos saunas.Su matrimonio sobrevivió al terremoto deaquella experiencia y se dispone a explicarlos detalles en el libro que está escribiendo(aún sin título ni fecha). “Creo que es unabuena historia. ¿Cuánta gente puede decirque lleva cincuenta años casado con la mis-ma persona, viviendo bajo el mismo techo,haciendo cosas que jamás se te hubiera ocu-rrido hacer estando solo?”. Teniendo encuenta que en Estados Unidos la duraciónmedia de un matrimonio son apenas sieteaños, sin duda su caso es una rareza. Claroque Talese no es exactamente un hombrecon ideas corrientes.

—Tuvimos una revolución sexual y gra-cias a eso ahora tú puedes vivir con tu noviosin estar casada, pero si tienes un lío fueradel matrimonio… ¡Mira la que se ha armadoalrededor de Tiger Woods y sus amantes!¡Como si él las hubiera obligado a acostarsecon él!

—No entiendo muy bien…—Lo que quiero decir es que la llegada

de las mujeres a la prensa y a otras posicio-nes de poder ha convertido los escándalossexuales en noticia.

—¿Cómo dice?—Sí, cuando yo trabajaba en The New

York Times todos los jefazos tenían líossexuales, pero no se hacían públicos. Y to-dos sabíamos que el presidente Kennedy te-nía muchas amantes, pero a nadie se le ocu-rría escribir sobre ello. La vida sexual de lagente no era noticia.

—Pero… ¿no será que la prensa simple-mente ha descubierto un nuevo filón econó-mico?

Pasa a la página 6

Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932).Foto: Marianne Barcellona / Time Life Pictures /Getty Images

Una obra a pie de calle

”Con las clientas de mimadre aprendí ainteresarme por laspreocupaciones delciudadano común”

“Los ‘blogueros’ sondemasiado vagos, perosiempre hará falta un buenperiodista que salga a lacalle a escuchar a la gente”

Gay Talese, padre del nuevo periodismo junto a Tom Wolfe, reivindica el compromiso de unoficio como testigo y agudo observador de la vida cotidiana. “Siempre estuve orgulloso de contarlas historias tal y como fueron, sin engrandecerlas”, afirma. Retratos y encuentros reúne la obramonumental de este reportero norteamericano que ha hecho del periodismo un arte. Por Bárbara Celis

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Page 6: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y LENGUA ... · Gay Talese, y su talento principal es haber sabidohacerperiodismo detodoaquello de lo que suelen huir los otros reporteros:

—No, lo que ha cambiado es que las mu-jeres también toman decisiones. Está claroque los poderes conservadores también ha-cen su parte pero sin duda la entrada de lamujer en el mundo laboral ha redefinido loque es noticia.

—Yo no le echaría la culpa a las muje-res…

—Yo no les echo la culpa, eso lo has di-cho tú. Sólo digo que su influencia en laprensa y en el mundo legal ha cambiadociertas cosas.

—O sea, que ¿no le parecebien que se persiga por ejem-plo al ex fiscal Spitzer poracostarse con prostitutas des-pués de promover una leycontra los clientes?

—Sí, de eso me alegro. Enmuchos casos merecen sernoticia, pero no creo que laprensa deba erigirse como de-fensora de los códigos de mo-ralidad sexual. No le corres-ponde. Y me parece mal quelas leyes condenen la activi-dad sexual de la gente quemantiene relaciones con con-sentimiento mutuo. Obvia-mente, que se destapen losabusos sexuales de la Iglesialo veo muy bien, pero eso esdiferente.

La conversación vuelve adirigirse hacia el periodismo,en concreto hacia Internet.“Los periodistas han sido ab-sorbidos por las nuevas tec-nologías y ahora su trabajo es-tá dirigido a personas comoellos, con educación digital.No salen de ese círculo, noestán en la calle, no conocena gente nueva y no descu-bren nada. Por eso, si no en-tro en Internet, no me pierdonada”, dice reacomodándoseen el sillón y ofreciendo a laperiodista otro vaso de vino—un error de cálculo, habría que haberlepedido un martini…— mientras él bebeagua en copa.

Pese a sus opiniones negativas sobre elmundo digital, Talese considera que el perio-dismo que se hace hoy es mejor que el dedécadas anteriores. “Como están amenaza-dos por la crisis, reporteros y empresas tra-bajan bajo presión, están obligados a dar lomejor de sí porque corren el peligro de hun-dirse, así que lo que llega a los periódicos esmuy bueno. Los blogueros son demasiado

vagos para dejar de mirar sus ordenadores,pero siempre hará falta un buen periodistaque mueva el culo y salga a la calle a escu-char a la gente, a mirar el mundo real, y aescribir sobre él”.

Cierto es que esa fue siempre la esenciadel periodismo y eso es lo que ha guiado aeste italo-americano desde los quince años,cuando escribió su primera columna en elperiódico de su instituto en Ocean City(Nueva Jersey). En esa pequeña ciudad en laque nació en 1932, dominada por protestan-tes irlandeses, siempre se sintió fuera de lu-

gar: su familia era católica e italiana, algoque Mussolini y la Segunda Guerra Mundialconvirtieron en motivo de estigma. Era malestudiante y encima era el único niño quevestía con chaqueta y corbata, las que dise-ñaba su padre, un sastre que emigró desdeCalabria (Italia del sur) y que montó unapequeña tienda junto a su esposa en OceanCity. Allí fue donde Talese aprendió a escu-char. “Las clientas de mi madre le contabansus problemas y frustraciones, y con ellasaprendí a interesarme por las preocupacio-

nes del ciudadano común”. Y eso es lo quetrató de reflejar en sus reportajes desde quefue contratado por The New York Times en1953 como chico de los recados. Consiguióascender a redactor porque fue capaz dellamar la atención de sus superiores ofre-ciéndoles artículos sobre gente corriente.“Escribir sobre Obama es muy fácil porqueel personaje es apasionante. Pero ahí no haydesafío. El verdadero reto es conseguir queun desconocido, por ejemplo, el doble deBrad Pitt, se convierta en un personaje inte-resante gracias a tu pluma”.

Eso hizo en The Bridge, una palpitantecrónica de la construcción del puente deVerrazzano, el más largo de los puentes col-gantes de Estados Unidos, en la que hizoexactamente lo mismo que Truman Capoteen A sangre fría: hablar con todos los prota-gonistas anónimos que participaron en laconstrucción del puente, igual que Capotetrazó la cronología del asesinato de la fami-lia Clutter metiéndose en las entrañas delpueblo donde ocurrió. Curiosamente, am-bos libros se publicaron casi a la vez, entre

1964 y 1965, y con ambos quedó inauguradaoficialmente la literatura de no ficción.

Fue la revista Esquire la que desde 1966le ofreció la mejor plataforma para explorarese formato periodístico que en The NewYork Times no podía desarrollar debido a lasrestricciones de espacio. Y fue en Esquire,que en aquella época hacía revolución conlas portadas del diseñador George Lois, don-de Talese publicó sus más celebrados re-portajes. Pero incluso pudiendo disfrutardel espacio que aquella revista le ofrecía—15.000 palabras para escribir sobre Sinatra

sin ni siquiera hablar con él,una quimera inalcanzable entérminos periodísticos actua-les—, Talese quería más. Yademás tenía ideas que aúnnadie había explorado, comola de escribir sobre periodis-tas. Fue así como llegó a pu-blicar El reino y el poder (Gri-jalbo), sobre los “habitantes”de The New York Times, quese convirtió en un éxito ins-tantáneo en 1969.

Talese defiende la necesi-dad de mantener el contactocon la gente a la que un perio-dista entrevista, para poder re-gresar a ellos. Así lo hizo contodos sus reportajes y libros,incluido Honrarás a tu padre,sobre la familia mafiosa Bon-nano. Toda su documenta-ción está almacenada en el só-tano de su casa, donde está suoficina, un lugar sin ventanasni teléfono, ordenado y silen-cioso, donde cajas que llevanel nombre de cada uno de suslibros lucen decoradas con vis-tosos collages hechos por élmismo. “Me gusta visualizarmis historias”, dice. Sobre lamesa hay un ordenador conal menos dos décadas. La má-quina de escribir quizás tengauna solo. Hay cafetera, sillóny ducha, y es hora de volver altrabajo. “Esta es mi guarida.

No tengo email, pero, cuando quieras volvera entrevistarme, ya sabes dónde estoy”. O

Retratos y encuentros. Gay Talese. Traducción deCarlos José Restrepo. Alfaguara. Madrid, 2010.312 páginas. 19,50 euros. www.randomhouse.com/kvpa/talese/

Viene de la página 4

Un señor demasiado elegante y curioso

Cuadernos de notas en los que Gay Talese va preparando sus informaciones. Foto cedida por la revista El Malpensante

E Inicio de Retratos y encuentros, deGay Talese.

Por Julio Villanueva Chang

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CUANDO VAS a conocer a Gay Talese, él acaba haciendo laspreguntas. Pronto te enteras de que tus respuestas debenser urgentes y van en serio. Es un interrogatorio hechocon un sombrero, desde una curiosidad no detectivescani infantil, sino la de un cirujano cardiovascular que inten-ta llegar a un diagnóstico vital desde tus actos más pasio-nales hasta los más aburridos. No es una manía profesio-nal; es una marca genética que ya es parte del personajeTalese. Hijo de unos inmigrantes italianos que viajaron aAmérica y se dedicaron en casa a hacer trajes a mano (supadre) y a vender vestidos (su madre), parece haber here-dado esa mirada microscópica del detalle significativopropia del sastre, un trabajo silencioso y colmado de pa-ciencia, más bien anacrónico y contemplativo. Su venafamiliar fue modelando su elegancia de gentleman, tam-bién de señor de otros tiempos y sólo a medida de la deTom Wolfe, quien lo bautizaría como el padre del NewJournalism, un título nobiliario que no le va bien con susmás de cincuenta trajes colgando del ropero de su man-sión en Manhattan.

El autor de Frank Sinatra está resfriado nunca haceentrevistas. Jamás se la hizo a este divo, y sin embargo—o tal vez por ello mismo— pudo trasmitir la atmósferade gánsteres y la personalidad impredecible, tan genero-sa como intimidante, de un Sinatra, cantante agripado,sin mencionar en ningún momento la palabra mafia. Lasentrevistas son para Talese un escenario teatral donde lagente no se comporta como es. Prefiere entonces ser más

cinematográfico y, cuando te acompaña, enciende sussentidos como una cámara del futuro que, al final de surodaje, capta las escenas reveladoras de una vida. El se-ñor demasiado curioso sale durante semanas o mesescon los personajes de sus historias —a veces más decinco años, como con los mafiosos de Honrarás a tupadre—, y los acompaña ganándose su confianza hastaser testigo de cómo cambian su humor frente a él. Siretroceden, ha aprendido a evitar el portazo en la caracon esos trajes y modales marca Talese que, en lugar dedistanciar, hace que sus personajes se confiesen. Susmaniobras de sastre las ha llevado hasta su modo detomar apuntes: no escribe sus notas en una libreta dediseño tipo moleskine sino en unas tiras hechas con esoscartones que sostienen el talle de las camisas cuando lasdevuelven de la lavandería.

De un momento a otro el sastrecillo valiente se vuelveun introvertido minero que excava en la vida de unos depersonajes desconocidos. No le apetecen las noticias deprimera plana. En su primera historia, que The New YorkTimes publicó sin su firma, el único trabajo con un hora-rio que aceptó en toda su vida, un Gay Talese veinteañe-ro que hasta una semana antes sólo era el chico de losmandados contaba la historia del hombre que proyecta-ba los titulares como flashes luminosos en los altos de unedificio de Times Square. Así, por su literatura de larealidad han desfilado boxeadores olvidados, escritoresde obituarios, un restaurante que siempre fracasa en

una esquina y hasta el célebre pene de un hombre castra-do por su mujer. Hoy Talese trata como una perfectadesconocida a la señora con la que lleva durmiendo másde medio siglo, la prestigiosa editora Nan Talese. Y ensa-ya no una memoria sino un reportaje sobre su propiomatrimonio y el misterio de su duración. Su métodopara escribir es aún más extravagante, lo que lo eleva a lacategoría de lunático muy bien vestido.

Cada mañana, Gay Talese se viste elegante sólo parabajar a escribir al sótano de su casa. Allí, aislado y sinteléfonos ni timbres en la puerta, dibuja a lápiz y sobreuna libreta amarilla una primera frase en mayúsculas.Cuando tiene cinco páginas con esas frases, las transcribeen una máquina eléctrica y allí las sigue corrigiendo hastaimprimir una sola página. Cuando por fin le satisface, lapega con un alfiler en una pared con un panel. Hasta haceunos años se iba al otro extremo de su cuarto, desdedonde las leía con unos binoculares. Hoy las reduce enuna fotocopiadora a un sesenta y siete por ciento de sutamaño original. Busca experimentar con la percepción.Leer su propio texto como si lo hubiese escrito otro. Escuando, de haber sido un minero introvertido, Gay Talesepasa a ser con sus palabras un joyero despiadado. Y sevuelve a hacer preguntas contra sí mismo. O

Julio Villanueva Chang (Lima, 1967) es autor del libro Elogioscriminales (Mondadori. México, 2008) y fundador de la revistaEtiqueta Negra.

EN PORTADA / Entrevista

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CUANDO ERA niña Vija Celmins veíalos aviones militares volando enlos cielos de Europa. Nacida en1938, las imágenes de la guerra se

le grabaron con claridad en la memoria, almismo tiempo que la sensación de peligro,de intemperie y de tránsito. Después de es-capar de su país ensombrecido por la inva-sión soviética y de atravesar una Alemaniaen ruinas sus padres emigraron con ella alos Estados Unidos. Con diez años era unaniña aplicada y solitaria que no hablaba in-glés y que para hacerse entender por sumaestra o por los compañeros de la escueladibujaba las cosas que aún no sabía nom-brar. No hace falta conocer su biografía paraintuir que Vija Celmins era de esos niñosque disfrutaron de la escuela, de la felicidaddel olor de la goma y de la madera, de loscuadernos y los lápices, del ensimismamien-to en el dibujo y en la caligrafía, la cabezainclinada sobre el pupitre, la cara casi rozan-do el papel, la mano derecha apretando conmucha fuerza el lápiz, que acaba formandoun callo en la primera falange del dedo cora-zón. Se la ve dibujar en algunas filmacionesrecientes y en su cara de mujer que no esjoven hace mucho pero que tiene todavíaun redondeado infantil hay ese mismo ges-to de atención sosegada con que dibujaríade niña en un cuaderno escolar las siluetasde los aviones de guerra que atronaban elcielo. Más de veinte años después, en suotra vida americana, los aviones nunca bo-rrados del recuerdo irrumpieron de nuevo,en el blanco y negro de los noticiarios deotra guerra que ahora no se veían en loscines, sino en las pantallas de los televisores:Vija Celmins volvió a dibujarlos, ahora consu pleno dominio del oficio, el blanco y ne-gro del lápiz sobre el papel mostrando conexactitud documental los aviones america-nos que bombardeaban Vietnam, detalla-dos e inmóviles en el cielo como ilustracio-nes en una enciclopedia.

La quietud es uno de los placeres de lapintura, dice Celmins; la quietud que requie-re su ejercicio y la que es necesaria para sucontemplación. No le basta que un cuadro oun dibujo sean mirados: utiliza con frecuen-cia el verbo inspeccionar. Uno se acerca auna obra de Vija Celmins y ha de inclinarse

sobre ella para inspeccionarla, porque deotro modo no hay manera de percibir susdetalles inagotables, de intuir más allá dela evidencia del trabajo entregado la dura-ción del tiempo que hizo falta para su cul-minación. La negrura de uno de sus cielosnocturnos punteados de constelaciones noocupa un tamaño mayor que el de unahoja de cuaderno de dibujo, pero puedehaberle costado un año. El negro del grafi-to se ha ido volviendo más profundo y másilimitado según la mujer afanosa continua-ba frotando contra el papel la punta dellápiz. La luz de una estrella rodeada por untenue halo de claridad es el espacio míni-mo de papel dejado en blanco. El lápiz sehabrá ido reduciendo de tamaño entre susdedos, como en la época de la infancia deVija Celmins en la que un solo lápiz o unahoja de papel eran tan valiosos que no po-dían desperdiciarse, y en la que los niñosaprendían las primeras letras sobre una pi-zarra. El dibujo final es tan esmerado comosi debiera pasar la inspección de un maes-tro severo, en una escuela con bolas delmundo y mapas de hule y pupitres de ma-dera muy frotada en la que los cristales delas ventanas vibran cuando pasan aviones.

Hay pupitres y pizarras en la exposiciónde Vija Celmins que acaba de empezar enla galería McKee de Nueva York; hay graba-dos y dibujos de constelaciones, de telas dearaña tejidas con una liviana geometría co-mo de Paul Klee; hay un pequeño cuadroal óleo que parece un espacio en blancopoblado de cuerpos celestes y que cuandose lo mira más despacio y más de cercaresulta ser la superficie moteada y convexa

de una caracola. Vija Celmins ejerce con per-severancia más bien solitaria las tareas arte-sanales de su oficio: pero también tiene untalento muy agudo para la poesía de los obje-tos encontrados, y si en otras épocas ha crea-do singulares esculturas ordenando sobresuperficies planas piedras recogidas por ellaen los desiertos de California y de NuevoMéxico esta vez ha elegido mostrar peque-ñas pizarras con marcos de madera comolas que usaría en las escuelas de su infancia.Encontró por casualidad docenas de ellasen uno de esos mercadillos de objetos absur-dos que se instalan las mañanas de domin-go en garajes y en aparcamientos vacíos deNueva York y le despertaron los recuerdos.En una pared blanca de la galería McKeecuelga una pequeña pizarra que tiene atadode un hilo el pizarrín con el que se escribíasobre ella. Un poco más allá, sobre un pupi-tre de otra época, hay una pizarra y encimade ella un revólver de juguete que despiertapor igual amenaza y ternura: es uno de esosrevólveres que nos parecían más verdaderosporque estaban hechos de metal y no deplástico, los que recibían como regalos losmismos niños pudientes a los que los ReyesMagos les traían también balones de regla-mento y trenes eléctricos. Algunas de laspizarras son cuidadosas reproducciones enbronce, tan bien hechas que se confundencon las otras puestas junto a ellas. Una escul-tura es un objeto laboriosamente construi-do y también puede ser la conjunción dedos o tres cosas encontradas por azar. VijaCelmins no dibuja premiosamente un pupi-tre y sobre él una pizarra y un revólver: tomaun pupitre de verdad, comprado en algún

anticuario, y la pizarra tangible y el revólvertienen esa belleza inesperada que encontra-ba Lautréamont en una máquina de coser yun paraguas encima de un quirófano.

Ahora comprendo que la exposición esuna sutil autobiografía sin palabras, el esbo-zo de una poética. Y lo mismo que las mejo-res autobiografías le cuentan su propia vidaal lector, en la de Vija Celmins yo reconozcola mía. Yo aprendí a escribir y a hacer losnúmeros y las primeras cuentas en una piza-rra como ésta. Si me fuera permitido tocarlareconocería la superficie lisa y las nervadu-ras gastadas de la madera del marco: misdedos apretarían ese pizarrín casi gastadoque cuelga de su hilo, para que no se pierda.El negro mineral sobre el que Vija Celminstrazó de niña sus primeros signos prefiguralos poderosos negros de grafito con los quedespués dibujó cielos estrellados. Pero nofue un propósito, sino un descubrimientonacido del mismo material, ha explicado:Los cielos nocturnos surgieron del lápiz, deapretar el lápiz tan fuerte y enamorarme deesa negrura. En algunas de las pizarras sepueden distinguir rastros de números y le-tras casi borrados, igual que se leen en losmarcos incisiones de nombres. En un mer-cadillo de Nueva York Vija Celmins examina-ría como un tesoro ese montón de pizarras,venidas quién sabe de dónde, y se imagina-ría que alguna de ellas podía haberle perte-necido de niña, llevar todavía huellas de susdedos manchados de tiza. O

Vija Celmins: New Paintings, Objects and Prints.McKee Gallery. Nueva York. Hasta el 25 de junio.www.mckeegallery.com.

La pizarra del cieloPor Antonio Muñoz Molina

Blackboard Tableau 4 (2007-2010), de Vija Celmins (Riga, 1938), en la galería McKee de Nueva York.

IDA Y VUELTA

EL PAÍS BABELIA 15.05.10 7

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Tworki (El manicomio)Marek BienczykTraducción de Maila Lema QuintanaAcantilado. Barcelona, 2010223 páginas. 19 euros

Por Cecilia Dreymüller

LA MUERTE de la literatura se ha proclama-do tantas veces que a nadieparece interesarle ya su re-surrección. Será porque en-tre tanto cadáver ambulan-te, resulta difícil identificara los escasos ejemplares decarne y hueso, igual que enla escena titular de El bailede los vampiros, la películade Polanski. Polanski, consu humor negro y sus flora-ciones de belleza en mediodel horror, no sólo es com-patriota de Marek Bienczyk,sino probablemente tam-bién hermano en espíritu.La visión compasiva delmundo, la mirada lúcida ypoética, el ardoroso empu-je creativo de un lenguajepropio y original asocia lapresente novela a la obra ci-nematográfica de Polanski.Aunque lo que coloca Twor-ki (El manicomio) a añosluz del reinante realismodescriptivo de las ficcionesnarrativas —preferentemen-te en primera persona— essu poderío literario que evo-ca y convoca milagrosa-mente todas las artes a lavez: pinta óleos impresio-nistas, toca minuetos y za-rabandas, escribe poesíasdadaístas, hace malabaris-mos de animación digital y lo mezcla todocon juguetones retruécanos, aliteracionesy rimas. Un prodigio imaginativo y unavaliente demostración de lo que es capazla literatura, y sólo la literatura.

Un dulce halo mágico envuelve la histo-ria que tiene lugar en Tworki, pues es unahistoria de amor, o varias historias deamor en una. Y ese manicomio, regido du-rante la ocupación nazi de Polonia poruna especie de Theo Schindler, se convier-te, por gracia del amor, en santuario paraunos jóvenes patriotas polacos que tienenmotivos por querer pasar desapercibidos,al pertenecer a la Resistencia los unos yser judíos los otros. Este esqueleto argu-

mental, sin embargo, sólo se intuye porconjeturas y a duras penas. La trama sedesarrolla en múltiples elipsis sólo median-te las vivencias interiores de los persona-jes; de sus identidades o actividades políti-cas apenas se averigua nada. De ahí que,durante los primeros dos tercios, la noveladespliega con parsimonia una cola de pa-vo real de encuentros entre el protagonis-ta, Jurek Tarambana Príncipe Rana o Jurec-

zek Triste Alma de Alpiste, y Sonia, la se-gunda contable y diosa Aurora para todoslos habitantes de Tworki, a los que se unenJanka, Olek, Marcel, Witek y mamá. Y es-tos encuentros, donde se pasea por el par-que del manicomio hacia el columpio, ose celebra el cumpleaños de Sonia a orillasdel río, son como breves estancias en elparaíso, en los que Bienczyk erige un altarde flores al amor y la amistad.

Pero a pesar de una desbordante emoti-vidad, del uso (deliberado, a mi entender)del tópico del poeta enamorado o del ma-nicomio poblado con enfermos llamadosGoethe, Durero o El Zorro, a pesar inclusodel desgaste del marco histórico, la novelano cae en el edulcoramiento, ni en el sen-sacionalismo del horror. Bienczyk precisa-mente no urde con el material biográficoque encontró otro drama trillado de vícti-mas y verdugos, de feroces alemanes nazisy sufridos polacos y judíos, sino que añadeuna nueva dimensión a los hechos, la di-mensión de la empatía. Esta mirada llenade afecto rescata a los personajes de sufatal destino y del aciago momento históri-

co. El autor para por unos instantes defelicidad la rueda de la historia antes deque esta venga y aplaste a todos. Tworkiexiste. Fue y es un hospital psiquiátricoreal cerca de Varsovia, y es una versiónbastante inaudita de lo que pudo haberocurrido allí durante la Segunda GuerraMundial la que plantea Bienczyk, escritorvenerado en Polonia y poco conocido enel extranjero: en medio de la deshumaniza-

ción, rodeado por el infier-no de la guerra, persiste elnatural deseo de felicidad,sobreviven la fraternidad yla bondad.

La Historia con mayús-culas depara, según Bien-czyk, extrañas lecciones. Lade la guerra y el odio es lanecesaria recuperación dela humanidad, como ilus-tra la escena en la que unode los locos intenta conso-lar a Jurek, el contable pro-fesional y poeta vocacional,tras la pérdida de Sonia:“Diga, señor contable:‘hombre’. (…) —No lo voya decir… —gritó Jurek fue-ra de sí, con angustia en lavoz. —Diga, señor conta-ble: ‘Humanidad’. —No lovoy a decir… —gritó Jureky se echó a llorar. Antipla-tón le acarició el brazo y lesusurró en tono confiden-cial, como si le estuvieranescuchando: —Yo le ayudo,señor fracturador. Hay queempezar por el principio.(…) Hay que buscar una ri-ma para Sonia”.

La rima para la amadamuerta queda fijada en elespacio de la memoria,igual que la temblorosa

imagen del sol de la mañana sobre losfragantes arriates del parque de Tworki ylas virutas de humo de la pipa de Goethe.Un espacio antes acaso poblado de espec-tros del resentimiento y de la destrucciónse ha llenado con esta novela de otras vo-ces. Quien todavía duda que se pueda es-cribir —no describir, ojo— un cuadro, unChagall, pero uno que se mece, baila ycanta, que lea esta imaginativa, emocio-nante novela. O

E Primeras páginas de Tworki(El manicomio), de Marek Bienczyk.

Todo arrasado, todo quemadoWells TowerTraducción de Ismael AttracheSeix Barral. Barcelona, 2010263 páginas. 18,50 euros

Por Edmundo Paz Soldán

UNA DE LAS especialidades de la narrativade Estados Unidos es el cuento largo, elque no depende de un solo incidente oepifanía para impactar, el que parece unasuerte de novela comprimida. Faulknerya escribía cuentos memorables en esteestilo, pero quienes lo llevaron a la perfec-ción fueron Cheever (sólo basta recordarThe Country Husband) y Updike. WellsTower, a juzgar por su primer y únicolibro, Todo arrasado, todo quemado, es

hoy por hoy su practicante más aventaja-do, su alumno más osado. Hay tantas co-sas para aplaudir en esta colección de rela-tos que es imposible que una reseña leshaga justicia. Tower lleva en su genealo-gía la impronta de Flannery O’Connor,por su talento para convertir cualquierobjeto en un símbolo cargado de densi-dad, y la de Denis Johnson, por su capaci-dad para encontrar poesía en la vida delos perdedores de la América profunda.Aquí están los hombres expulsados de suscasas por infieles, los hermanos que no sehablan a lo largo de los años, los hijastrosque no se llevan bien con los padres, losdepredadores sexuales en busca de niñosy quinceañeras. Uno de los cuentos másnotables se titula ‘La América salvaje’; asípodría haberse llamado el libro. Ocho deestos nueve relatos quedarán para las an-

tologías. La fuerza descriptiva va acompa-ñada por una mirada compasiva a los per-sonajes y un gran sentido de la sorpresa yel manejo del tiempo a la hora de cons-truir las tramas. En ‘En la feria’, un niñoes abusado sexualmente. La intriga giraen torno al posible culpable, uno de lostrabajadores de esa feria en la que se mez-clan “los rojos estridentes del Coro delDiablo y el blanco azulado de la noria ylos verdes estroboscópicos del Orbitadory los amarillos y morados fugitivos de lassillas voladoras”. El cuento apunta haciauna dirección, pero el final sorprende eimpacta. Uno de los símbolos más emble-máticos de los Estados Unidos de WellsTower es una niña de quince años en esaferia. La niña anda con un caramelo fosfo-rescente en la boca, y mientras se meceen el Barco Pirata hay una “luz tenue y

verde que lanza destellos entre los dientesde la chica, una luz de desolación y con-suelo, la luz de una ventana en una casaapartada en una calle vacía”. Cuando lachiquilla pierde la inocencia, esa mismanoche en que el niño es abusado, “ellaabre la boca de par en par y está muyguapa, pero la luz de su boca ha desapare-cido”. La variedad de registros de WellsTower impresiona. Cuando creíamos quelo suyo era dar cuenta de la América dehoy, aparece el último cuento, ‘Todo arra-sado, todo quemado’, y trastoca todas lasexpectativas. Este cuento va de vikingosque, para paliar su depresión, se dedicanal saqueo y pillaje de los pueblos cerca-nos. ¿Y qué pasa cuando un vikingo seenamora? Descubre lo terrible que es estesentimiento, porque lo vuelve a uno vul-nerable. El mundo hará con él lo que él leha hecho al mundo, y no podrá dormir,“esperando el crujido y el chapoteo de losremos, el sonido metálico del acero, losruidos de los hombres que reman parallegar a tu casa”. O

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La América salvaje

El hospital psiquiátrico de Tworki, en Pruszkow (Polonia), es el escenario de la novela de Marek Bienczyk. Foto: Jan Stradowski

Canción de amor en las puertas del infiernoUn dulce halo mágico envuelve la historia que el novelista polaco Marek Bienczyk ambienta en el manicomio deTworki durante la Segunda Guerra Mundial. El escritor rescata a los personajes de su fatal destino y teje una tramaprodigiosa, con múltiples elipsis, en una valiente demostración de lo que es capaz la literatura, y sólo la literatura

LOS LIBROS DE LA SEMANA

8 EL PAÍS BABELIA 15.05.10

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Por Nuria Barrios

EL ESCRITOR Marcos Giralt Torrenteacababa de matar a su padre en lanovela Los seres felices cuando éstele llamó para contarle que estaba

enfermo. El padre a quien había matado eraliterario, ficticio, podía tratarse del suyo o elde cualquiera. La voz del de carne y huesoparalizó al escritor y alarmó al hijo. Durantedos años, Giralt Torrente (Madrid, 1968) sevolcó en intentar que sanara su padre y tam-bién la relación entre ambos, hecha de equí-vocos y reencuentros, de silencios y esfuerzo,de necesidad y admiración, pero asimismode resentimiento y frustración. Un año des-pués de la muerte de su padre, y apenasunos meses antes del nacimiento de su pri-mer hijo, Giralt Torrente empezó a escribirTiempo de vida, el relato fascinante y valien-te de la vida con su progenitor, una historiade amor contada desde la muerte. “Una his-toria feliz”, subraya el autor, porque permi-tió “cerrar el círculo de la relación tal comodebería haber sido”. Si en su novela anteriordaba muerte a la figura paterna, en Tiempode vida devuelve la vida al padre ya muerto.Tal es el poder alquímico de la escritura.

En las paredes del luminoso piso madri-leño de Giralt Torrente cuelgan los cuadrosinmensos de su padre junto a lienzos, graba-dos y collages de otros artistas y un pequeñomiró, que éste regaló al escritor cuando te-nía tres años. “Él me regaló el cuadro y yo,un dibujo de unos bomberos apagando unfuego”, cuenta Giralt con su hijo en brazos.De la misma manera le sostenía a él su pa-dre, en 1968, en la fotografía que ilustra laportada de Tiempo de vida. Giralt Torrente,hoy, con 42 años, y su padre, en aquellaimagen, se parecen como dos gotas deagua. El tiempo ha colocado, entre los bra-zos del escritor, un hijo que se llama comosu abuelo: Juan.

PREGUNTA. Meses antes de morir, supadre le dijo: “Fíjate bien en todo, que lue-go podrás usarlo”. ¿Estaba ya en usted laidea de este libro?

RESPUESTA. No, en absoluto. Durantelos dos años que cuidé a mi padre apenasescribí, apenas leí. Aparté lo que era mi vi-da. Él murió en febrero de 2007 y, un añodespués, cuando mi cuerpo pudo despegar-se del duelo, llegó la escritura para narrar lahistoria y me encontré inmerso en una pro-longación del duelo. Había intentado reto-mar la novela en la que estaba trabajandocuando mi padre enfermó, pero yo ya noera el mismo. Intenté empezar algo nuevo ytambién fracasé. Entonces empecé a escri-bir sobre mi padre, y me di cuenta de que

era eso lo que quería. Al acabar Tiempo devida, sentí alivio y felicidad, pero también laconciencia de haber terminado una etapa

de mi vida. Mi padre no murió para míhasta que finalicé el libro.

P. Es la primera vez que se adentraen la no ficción y lo primero que salta ala vista es la transformación radical desu estilo.

R. Mi principal afán era que no hubieseningún artificio literario. Mi voluntad eraser respetuoso con la verdad de mi recuer-do, incluso allí donde yo no salía muy favo-recido. Así que prescindí de mi estilo, fuiafinando la voz y quitando vicios de escritorhasta crear un estilo despojado, el únicoposible para este libro. Me he sentido comoun principiante en muchas ocasiones, perotambién he disfrutado de la libertad de éste.

Intenté evitar, desde el principio, el senti-mentalismo al narrar los acontecimientos.El reto me liberó y me incentivó: la frasecorta, la atomización del pensamiento, elrecurso a la enumeración, la reflexión…

P. Parte esencial de la intensa y ambiva-lente relación con su padre es el nacimien-to de su vocación como escritor.

R. Al apellidarme Torrente, existe sobremí el estereotipo de que mi abuelo (Gonza-lo Torrente Ballester) fue determinante pa-ra convertirme en escritor. No es así: fueuna figura muy cercana, pero sólo me acer-qué a él, como escritor, cuando yo ya escri-bía. Mi vocación tiene más que ver con mipadre pintor, aunque nunca se lo dije. Micuarto de juegos fue su estudio. Siempreme atrajo lo visual, aunque también me gus-taban las palabras, pues mi madre es unagran narradora, y durante un tiempo simul-taneé las dos cosas: hacía collages y escribía.Luego me volqué en la literatura de unaforma absolutamente adolescente, comoun acto de rebeldía contra mi padre. Veomuchas cosas parecidas entre nosotros. Es-cribo de una forma muy pictórica: la formaen que crecen mis textos tiene un desarrollomás espacial que narrativo. Mi trabajo separece al sondeo al que el pintor somete ellienzo. El arte, su arte, era el único terrenoen el que no había riesgo de conflicto.

P. Una cita de Nietzsche abre el libro:“Contamos con el arte para que la ver-dad no nos destruya”. ¿Echó de menosla ficción?

R. No. He trabajado sobre material demi vida y no sobre material inventado, perola forma de trabajar ha sido la misma queen mis dos novelas anteriores. Y he sufridolos mismos cambios anímicos que conellas. Hay una relación muy profunda entremi obra y el yo personal. Me identifico conlo que decía Matisse: “Yo no soy capaz dedistinguir entre el sentimiento que tengo dela vida y la manera como lo traduzco”. Tiem-po de vida es un artefacto novelesco quenarra de la mejor manera posible la historiaque quería contar.

P. Tiempo de vida cuenta el cierre felizde la relación con su padre, pero hasta elfinal cuestiona las reacciones, los gestos,los hechos al estar sometidos al plazo de lamuerte. ¿Jamás se curan las heridas, lasculpas pasadas?

R. Yo no creo en la literatura terapéutica.El libro no me ha hecho dejar atrás senti-mientos dolorosos. Cuento mi verdad, peroabierto a buscar interpretaciones comple-mentarias. En la vida nada tiene una solaexplicación.

P. La muerte de su padre tuvo un efectoinsospechado: “He perdido la rabia con laque antes escribía”, dice en el libro. Usted,que se había hecho escritor de alguna ma-nera contra él, compitiendo con él, llegó adudar sobre su futuro.

R. Al comenzar Tiempo de vida constatéque había perdido la rabia, pero el libromismo es la prueba de que no la necesitopara escribir. O

E Inicio de Tiempo de vida, de MarcosGiralt Torrente.

Tiempo de vida es “una historia feliz”, afirma Marcos Giralt Torrente. Foto: Gorka Lejarcegi

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Elegía luminosaTiempo de vidaMarcos Giralt TorrenteAnagrama. Barcelona, 2010. 200 páginas. 17 euros

Por J. Ernesto Ayala-Dip

TIEMPO DE VIDA, el nuevo libro de Marcos Giralt Torren-te, aborda un tema universal. Todos, en algún momentode nuestras vidas, tenemos que enfrentarnos no sólocon la memoria de nuestros padres, sino con sus fantas-mas, según hayamos procedido de una forma u otra. Osegún consideremos que nos afectó su influencia o faltade ella. Y todos tendremos que afrontar tarde o tempra-no su muerte. Giralt Torrente bordeó este delicado ycrucial asunto en sus novelas París y Los seres felices.Pero lo hizo desde una instancia ilusionista, desde la

exigencia de la representación novelística. A la postre,un ejercicio estilístico entonces de alta competencianarrativa y calado emocional. Pero era ficción. Sus mate-riales, independientemente de sus procedencias más omenos biográficas, tenían para el lector un destino esté-tico. Ahora, en Tiempo de vida, aquellos asuntos imagi-narios se han trocado en verdad humana, recuento vi-tal, ajuste de cuentas consigo mismo. No hay culpables.No hay rencor. Pero se han cometido errores que nohacen sino enfatizar el costado conmovedor que tiene laconfesión.

Puede llamar la atención la preocupación casi docu-mental del autor. Nos detalla los libros y títulos que haleído para iniciar su elegía. Porque en el fondo se tratade eso. De una elegía. ¿Entonces qué función desempe-ña la información casi bibliográfica? Evidentemente nopuede ser otra que el cuidado formal, la transfiguración

literaria ante el dolor de la pérdida, del tiempo perdidopara el abrazo, la conversación, la sencilla comunión deun instante entre un hijo y su padre. En Tiempo de vida,Marcos Giralt Torrente salda lo que él cree que es unadeuda. El tiempo de los reproches. Del abandono. Delos malentendidos. De la incomprensión. Y lo hace de lamanera en que su padre más lo hubiera agradecido.Con la escritura. Implacable y luminosa. El autor madri-leño sabe que precisamente en esta dolorosa circunstan-cia, la forma es más necesaria que nunca. Todas lasvidas puede que se reduzcan a esto, se nos sugieredesde el fondo de sus páginas: ser un buen padre, unbuen hijo. Comprender. Saber arrepentirse. Y, sobretodo, no juzgar. Pero todo ello sería hojarasca sin laintervención de las palabras justas. Por ello Marcos Gi-ralt Torrente apela a una sentencia de Nietzsche: “Conta-mos con el arte para que la verdad no nos destruya”. O

Marcos Giralt Torrente“No creo en la literatura terapéutica”El escritor relata el “tiempo de vida” y la muerte de su padre en un libro fascinante yvaliente en el que se plantea el reto de conciliar la verdad literaria y la verdad vivida

“Escribo de una formamuy pictórica. La formaen que crecen mis textostiene un desarrollo másespacial que narrativo”

LIBROS / Entrevista

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Por Juan José Tamayo

TEOLOGÍA. LA MÍSTICA se ha convertidohoy en uno de los centros de interés delas investigaciones sobre las religiones,quizá desde la convicción de que, comoafirmara Bergson, es la quintaesencia dela religión. De su estudio se ocupan lasmás plurales disciplinas: psicología de lareligión, antropología religiosa, filosofíade la religión, fenomenología de la reli-gión, ciencias del cerebro, estética, filolo-gía, teología. Y lo hacen fuera de los claus-tros y de los espacios confesionales, enámbitos académicos laicos, sin inten-ción apologética, pero tampoco icono-clasta. Las nuevas investigaciones quie-bran la imagen beatífica y evasiva de losmísticos y muestran su carácter política-mente incorrecto, religiosamente subver-sivo y teológicamente creativo. Es el casode Dionisio Areopagita o Pseudo-Dioni-sio (de finales del siglo V y principios delVI de la era común), cuyo mundo intelec-tual fue configurado por el encuentro en-tre la filosofía griega en su versión neo-platónica, el cristianismo en su vertientegnóstica, la sabiduría hindú y la filosofíabuddhista. Él es el iniciador, la máximaautoridad y el principal referente de lateología negativa. Su influencia se ha de-jado sentir en la mística cristiana de to-dos los tiempos, especialmente en elmaestro de espiritualidad Eckhart, el teó-logo Nicolás de Cusa, el místico Juan dela Cruz y el científico Giordano Bruno.Dionisio Areopagita, la tiniebla es Luz, deMaría Toscano y Germán Ancochea, ofre-ce un estudio riguroso de la personali-dad, escritos y pensamiento del teólogomístico. El núcleo de la experiencia cum-bre de Pseudo-Dionisio es la Tiniebla Lu-minosa. Dios es Luz infinita pero incom-prensible, Luz que está presente en laOscuridad. La única posibilidad de cono-cimiento de Dios es la agnosia, el no-co-nocimiento. De Dios sabemos lo que noes, más que lo que es. El conocimientomístico no es irracional, pero trasciendela razón. Hildegarda de Bingen (1098-1179) es otra de las místicas cristianasmayores, cuyas obras son hoy objeto denumerosos estudios interdisciplinares.En Hildegarda de Bingen. Una vida entrela genialidad y la fe, Christian Feldmannofrece una excelente biografía, en la quedestaca su rica personalidad como visio-naria, profetisa, abadesa de dos monaste-rios benedictinos, teóloga, poeta, cosmó-

loga, boticaria, científica, miniaturista ymúsica. Hildegarda mantuvo una inten-sa correspondencia con teólogos, filóso-fos, obispos, reyes, papas, y ejerció unainfluencia decisiva en la vida política yreligiosa a lo largo de todo el siglo XII.Ella, sin embargo, se consideraba sólo“un débil sonido de trombón”, un “senci-llo ser humano” o “una plumita sujeta deDios”. Los dardos de su crítica se dirigie-ron contra el nepotismo de los papas, ladesmesurada apetencia de poder y elamor idolátrico al dinero de los obispos.Osó llamar “azor de rapiña” al obispo deColonia. Tres son las obras mayores deHildegarda, que la convierten en la teólo-ga más relevante del siglo XII y la demayor reconocimiento en el pensamien-to cristiano hasta la publicación de laSumma Theologica, de Tomás de Aqui-no: Scivias. Conoce los caminos (Trotta,Madrid, 1999), Libro de los merecimien-tos de la vida y Libro de las Obras Divi-nas. Esta última, editada recientementepor Herder, es un tratado de cosmologíaen el que traza la topografía de la salva-ción y la condenación, las edades delmundo y una historia de las grandes ma-nifestaciones divinas. Visionaria del Cris-to cósmico, “anticipa el emotivo intentode Teilhard de Chardin de reconciliar elamor al cielo y la fidelidad a la tierra”,según la certera observación de su bió-grafa Feldmann. Místicos y místicas hahabido y hay en todas las religiones eincluso en las espiritualidades laicas.Nos lo recuerda y muestra Javier Mellonien Voces de la mística. Invitación a lacontemplación (Herder), excelente y cui-dada selección de 33 testimonios de lasdistintas tradiciones religiosas y filosófi-cas de todos los tiempos, desde Lao Tse(siglos VI-IV antes de Cristo) hasta CarlosCastaneda (1926-1998), siguiendo un or-den cronológico, que ayuda a contextua-lizar cada uno de los textos. O

Dionisio Areopagita, la tiniebla es Luz. MaríaToscano y Germán Ancochea. Herder. Barcelo-na. 2009. 224 páginas. 14,90 euros. Hildegardade Bingen. Una vida entre la genialidad y la fe.Christian Feldmann. Traducción de José Anto-nio Molina. Herder. Barcelona. 2009. 362 pági-nas. 19,80 euros. El libro de las Obras Divinas.Hildegarda de Bingen. Traducción de María Isa-bel Flisfisch, María Eugenia Góngora y MaríaJosé Ortuzar. Herder. Barcelona. 2009. 616 pági-nas. 42 euros. Voces de la mística. Invitación ala contemplación. Javier Melloni. Herder. Barce-lona. 2009. 160 páginas. 12,90 euros.

El Corán y el futuro del islamNasr Hamid Abu Zayd e Hilal SezginTraducción de Gabriel Menéndez TorrellaHerder. Barcelona, 2009200 páginas. 17,80 euros

ENSAYO. LA FOSILIZACIÓN del discurso islá-mico a manos de la tradición teológica hadesvestido el Corán de su carácter históri-co, mundano, y ha privado al islam de suimpronta primigenia de respuesta a unabúsqueda motivada por problemas socia-les, de solución realista a problemas quehoy llamaríamos políticos. Una denunciatan simple, que arrambla con la clase reli-giosa y las estructuras jurídico-doctrinalesislámicas, le costó en 1995 al teólogo NasrHamid Abu Zayd (nacido en Egipto en1943) una condena por apostasía y el exi-lio. En El Corán y el futuro del islam, AbuZayd sintetiza, en un ensayo que fue en suorigen una serie de entrevistas con la pe-riodista alemana Hilal Sezgin, su concep-ción del texto coránico como discurso enla historia. Esto no significa que desespiri-tualice el Corán. Al contrario, Abu Zaydaporta datos históricos y filológicos paraque el lector lego comprenda la capaci-dad del Corán de dirigirse al creyente decada época y atender sus inquietudes. Pe-ro lo hace mitigando el garantismo metafí-sico en favor de la respuesta ética. ParaAbu Zayd, el Corán es un discurso dinámi-co (polifónico, dialógico, argumentativo,interrogativo, descriptivo, exhortativo) yno un texto sacro (literal, cerrado, exacto,monódico). Por ello ha de ser interpreta-do en cada tiempo y lugar. Y toda exégesisdebe distinguir entre el sentido estable dela revelación islámica y los significadosmutables que la razón humana le ha da-do, éstos variables y renovables. Se supe-raría así el secuestro al que el Corán hasido sometido por las autoridades literalis-tas, que con su recurso a la deducciónramplona y a la generalización a partir defragmentos han propiciado la actual ver-sión dogmática del islam. Contra ella y sucarácter reductor alerta Abu Zayd: “Si elCorán es el resultado de un diálogo, ¿porqué deberíamos interrumpir el diálogoahora?”. Luz Gómez García

América HispánicaGuillermo Céspedes del CastilloMarcial Pons. Madrid, 2010515 páginas. 25 euros

ENSAYO. EN ESTE 2010 en que comienzanlas festividades oficiales para conmemo-rar los dos siglos —década más o menos—de las independencias latinoamericanas,es especialmente oportuna la publicaciónde este volumen, que su autor, GuillermoCéspedes del Castillo, no podrá disfrutarporque falleció hace dos años, pero notanto por la obvia coincidencia con el bi-centenario, sino porque alcanza un justoequilibrio entre autogratificación y auto-flagelación, lo que yo creo que es un buenpunto de partida para revisar la historiaamericana de España. Céspedes del Casti-llo no se propuso construir una toma de

posición favorable ni contraria, sino unensayo de historia total, referido a un pe-riodo especialmente prolongado, arribade tres siglos, de la historia, cosa queobliga a gerenciar con tino compensacio-nes y descompensaciones: cuánto de es-to, cuánto de lo otro; personajes, sí, perso-najes, también; y sobre los episodios máscontrovertidos, sus principales interpreta-ciones, sin duda, pero ¿dónde dejar lasdel propio autor? Y Céspedes ha logradouna navegación brillantemente equidis-tante entre tanto Scilla y Caribdis, paracomponer una obra de largo recorrido,con una pluma que, pese a la relativaabstracción y heterogeneidad del asunto,nunca deja de ser resfrescantemente per-sonal, desde la primera implantación, du-rísima para el indígena, pero no vocacio-nalmente criminal, hasta el intento dehacer que las Indias funcionaran comoverdaderas colonias en la inspiración dela América anglosajona. Y el autor sostie-ne, interesantemente, que ello sólo sirviópara acelerar el fin del dominio españolen el continente. Esa América, que inclu-ye su extensión lusitana, quizá porque laHispania romana abarcaba toda la penín-sula Ibérica, es la historia del tránsito deuna cierta unidad a una absoluta diversi-dad. A día de hoy, como en la obra, loúnico que explica la existencia del mun-do de habla hispano-lusa es la existenciade las antiguas metrópolis y la coloniza-ción lingüística correspondiente. Y, si aca-so, nótese que a la hora de las indepen-dencias —tan plurales todas ellas comounitaria fue la de Estados Unidos— po-dría haberse subrayado algo más la exis-tencia de una tercera fuerza; la de quie-nes querían soberanía sin separación;que, como matizaban tanto, está claroque no podían ganar. M. Á. Bastenier

Barcelona Ciudad.Una crónica urbanade rock en tiempos revueltosJosé María Sanz, LoquilloEdiciones B. Barcelona, 2010272 páginas. 18,00 euros

CRÓNICA. EN SU SEGUNDA incursión litera-ria, José María Sanz, más conocido comoLoquillo, relata sus andanzas vitales en elperiodo comprendido entre el 20-N de1975 y el intento de golpe de Estado del23-F de 1981. O, lo que es lo mismo, laTransición vista en primera persona, en lacalle y desde las canchas de baloncesto alos estudios de grabación. Un recorrido, na-rrado con buen pulso y con lenguaje preme-ditadamente directo, en el que, como tras-fondo de correrías adolescentes siempreestá esa Barcelona de finales de los setenta.Una ciudad distinta de la actual, centro dela cultura alternativa y de la modernidad,en la que tenían su sede las revistas musica-les y los primeros fanzines del cómic under-ground, en la que, en paralelo a los gruposde la onda laietana y a los cantautores de lacançó, bullía una escena que unía a rockers,punks y nuevaoleros, todos tan interesadosen la música como en la estética que ladefinía. Es decir, Loquillo nos presenta unade las realidades de aquellos años, la queno ha pasado a la gran historia, la que seexpresaba en castellano y vivía de espaldasa cuitas políticas y nacionalistas, casi si-guiendo la máxima que reivindicaba la re-vista Star desde su cabecera, “contra todo ycontra todos”. Una Barcelona que tambiénexistió y de la que jóvenes de diferentesextracciones sociales fueron protagonistas,antes de que en Madrid estallara la moviday de que, culturalmente, una ciudad toma-ra el relevo de la otra. Juan Puchades

Claustro del monasterio de Las Huelgas (Burgos). Foto: Xurxo Lobato

El retorno de la mística

LIBROS / Ensayo, Narrativa y Poesía

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Antología del NadaísmoEdición y prólogo de Armando RomeroBiblioteca Sibila. Sevilla, 2009321 páginas. 14 euros

Por Edgardo Dobry

POESÍA. EL NADAÍSMO, movimiento poéti-co surgido en Colombia a finales de losaños cincuenta, fue al principio una com-binación de proclama estética y misticis-mo vanguardista al estilo de Dadá, al quesu mismo nombre religa: “Es una revolu-ción en la forma y el contenido del ordenespiritual imperante en Colombia”, es-cribió Gonzalo Arango en su Primer Ma-nifiesto. “Para la juventud es un estadoesquizofrénico-consciente contra los es-tados pasivos del espíritu y la cultura”. Adiferencia de otros ismos americanos queapenas fueron más allá que su acta funda-cional, la obra de los nadaístas brilla hoycon gozosa intensidad. Por el rico, sutilhumor que lo anima; por esa capacidadde volver dócil la lengua y su fijación, a lavez aguda y despojada de toda solemni-dad. Una actitud que no parece habertenido descendencia, ni en su país ni entodo el ámbito de la lengua.

En una época en que Colombia empe-

zaba a hundirse en su particular pesadillade violencia omnímoda y delirante, cuan-do —al decir de Amílcar Osorio— “la divi-na providencia se lanza desde un octavopiso” y ya no rige el “axiómetro olvidadoen el ático / de la servidumbre”, los na-daístas demostraron que se puede hacerpoesía con sorna mucho más arriba de lamera chanza, acreditando en la circuns-tancia fugaz una valencia universal. Ade-más de Osorio, forman parte de esta anto-logía Gonzalo Arango, Jaime JaramilloEscobar, Jotamario Arbeláez, Alberto Es-cobar, Eduardo Escobar, Darío Lemos,Jaime Espinel, Jan Arb y Armando Rome-ro (quien hace además de editor y prolo-guista). El grandioso Jaramillo Escobar,de quien Pre-Textos había publicado en2000 los Poemas principales, practica unversículo que, partiendo de las proposi-ciones más insensatas —“Mi felicidad noes efímera porque no depende de circuns-tancias contingentes. / He sido y serésiempre feliz”, por ejemplo— remonta elpoema a un torbellino de alta tensiónlírico-cómica. La Biblioteca Sibila, nacidacon la voluntad de acercar al lector librosde referencia de poesía de todo el ámbitodel castellano, en ediciones austeras ypulcras, cumple con esta Antología delNadaísmo un acierto trascendental. O

Poesía del humor trascendental

La barrera del pudorPablo SimonettiLa otra orilla. Barcelona, 2010235 páginas. 17 euros

NARRATIVA. HACIA EL último tercio de La ba-rrera del pudor, del escritor chileno PabloSimonetti, autor por cierto de un excelentelibro de cuentos titulado Vidas vulnerables,se cita una obra clave en el arte de airear losconflictos sexuales de sus protagonistas: merefiero a El lamento de Portnoy, del cada vezmás prolífico Philip Roth. Este libro se publi-có en 1969 y supuso un escándalo mayúscu-lo en su momento. El escándalo, claro, esta-ba en la mente de algunos de sus lectores,nunca en el libro que todavía mantiene vigen-te su meollo temático. Simonetti sale muybien parado del riesgo comparativo. Su nove-la se defiende muy bien sola. En primer térmi-no, el punto de vista de la misma se afinca enuna voz femenina, Amelia. Esta voz en prime-ra persona nunca da la sensación de conten-tarse con contarnos una historia, incluso esprobable que ni siquiera lo pretenda. Esta-mos ante un diagnóstico social (además delindividual): síntomas que remiten a la enor-me confusión que sigue latente en las parejasy en el lío conceptual en el que se encuentranatrapados los sentimientos amorosos. Ame-lia, que es una reconocida diseñadora de jar-dines, está en fase de separación de su mari-do Ezequiel, prestigioso crítico literario. Laindolencia sexual de Ezequiel la lleva a bus-car soluciones extramatrimoniales en conni-vencia con el propio marido. Y así se sucedenuna serie de experiencias amatorias en lasque el matrimonio ha decidido dejar que ter-ceros participen de la imposible solución. Pa-blo Simonetti hace verosímil el relato de Ame-lia. Un discurso entre la intimidad dolida y lanecesidad casi clínica de hallar una explica-ción. O una terapia. Al final Amelia encuen-tra su felicidad. La tenía muy cerca. Simonet-ti resuelve con altura estilística un tema muytrabajado en la literatura universal. Con deli-cadeza y con una crudeza sensual perfecta-mente medida. J. Ernesto Ayala-Dip

El mundo sin las personasque lo afean y lo arruinanPatricio PronMondadori. Barcelona, 2010220 páginas. 17,90 euros

NARRATIVA. LLEGO A LA última página y recu-pero, ya alejada físicamente del libro, a losgatos y su reflejo en las aguas de un río. Lapeluquera polaca habla mientras corta el pe-lo. Se acerca también el viaje, varios viajes.Un juego de encuentros entre dos que quie-ren seguir amándose y el hijo recorriendo lamemoria de una madre en edad joven. Enotro instante y en otro lugar, hay un padresentado tomando el sol que se muestra agra-decido por tener la enfermedad del olvido.Hay varios niños en los relatos de El mundosin las personas que lo afean y lo arruinan.Cuántas imágenes, cuántas voces expresan-do el pavor de la intemperie cotidiana. Quécapacidad la de Patricio Pron (Rosario, Argen-tina, 1975) para expresar de manera intensa

e inmisericorde un universo en apenas unaspáginas, pues este autor hace posible queese mundo recreado se expanda más allá,como si el relato no acabará nunca y quienlee hubiera de proseguir imaginando cami-nos para los personajes de ficción, apropián-dose de sus pasos, mejor acompañándolos.En este libro de relatos, que recoge versionespreliminares de los mismos que fueron publi-cados en diferentes medios, resulta admira-ble que el lector esté allí mismo viajando deun lugar a otro, en una lectura que se necesi-ta sosegada para poder así entregarse a untorbellino que no se espera. En el inquietan-te relato que da título al libro está la tranquili-dad de un parque, una lluvia de orín y unainmisericorde disidencia de la corrección.Vuelvo a mi recuerdo, ahora estoy en Abejas,y no está ya el camino hacia una camioneta,sino el abuelo y su nieta alejándose mientrasel ruido del motor todavía no apaga las pala-bras de aquellos que llamaron a la niña turcade mierda. María José Obiol

En la ciudad sumergidaJosé Carlos LlopRBA / La Magrana. Barcelona, 2010331 páginas. 21 euros

NARRATIVA. SON MUCHAs y hermosas lasimágenes que nos salen al encuentro eneste libro que habla de una ciudad, la su-ya, Palma (JC Llop, Palma de Mallorca,1956), sumergida, perdida, invisible, anhe-lada, levítica, oscura, muy hecha al rito delos funerales, fantasmal. Una ciudad queya no es, pues siempre se escribe desde lamemoria, y la memoria mudada en vaga

melancolía es como esos hierbajos con losque el escritor purga las toxicidades delalma. Son muchas, sí, las imágenes, y unade ellas es la de vigía de la bahía desde lamuralla, soldado raso cumpliendo —en-tonces— con la costumbre. Y también ladel andarín de su órbita, que camina unay otra vez por las siete colinas de Palma—si ésta las tuviera como Roma— paraatravesar, una y otra vez, las muchas ciu-dades que contienen su ciudad, la suya y

cualquier otra. Cuando ya se han cumpli-do los cincuenta años —dicen que le dije-ron—, cuando uno ha decidido, como él,refugiarse en o viajar por o vivir desde,uno debe dedicarle un libro sin género asu ciudad. Y más si es la ciudad en la quese ha construido un árbol genealógico, seha hecho escritor —esos frágiles peces al-binos: es muy bonita la concreción zooló-gica y abisal—, y uno entonces al hacerlopropende a la melancolía. Una melanco-lía que no almibara nada, pues la preci-sión en la palabra justa es su norte deescritor, de observador de la realidad, deandarín por las calles palmesanas, de prác-tico de puerto, de vigía de la muralla, deescalador del castillo de Bellver, desdedonde se ven los fantasmas de su ciudad,sus calles, sus casas y sus funerales, loscampanarios de las iglesias, y sus gentes.Llop ha escrito una muy hermosa elegíade una ciudad, la suya, la que pudo ser, ola que es, a su manera. Javier Goñi

El último loboLászló KrasznahorkaiTraducción de Adan KovacsicsFundación Ortega Muñoz. Badajoz, 2009108 páginas, 12 euros

NARRATIVA. LA FUNDACIÓN pacense OrtegaMuñoz apadrina el original proyecto de in-vitar a autores mundialmente célebres apasar unos días en Extremadura para quese inspiren en las tierras y las gentes de tanvasta región. El escritor húngaro LászlóKrasznahorkai (1954) ha sido el primer par-ticipante en esta iniciativa, dirigida porMercedes Monmany, y que continuará conel filósofo alemán Peter Sloterdijk. Tras via-jar por la comunidad autónoma, Kraszna-horkai escribió el relato que reseñamos, pu-blicado en una cuidada edición bilingüe enespañol y húngaro, muy bien traducidopor quien ya es su traductor oficial al caste-llano. La editorial barcelonesa Acantiladoedita en España las obras del singular escri-tor: libros como Melancolía de la resisten-cia o Guerra y guerra dan la talla de estepolifacético heredero de Kafka y ThomasBernhard que es Krasznahorkai. En este en-tretenido relato, impregnado de la “fasci-nante” Extremadura, Krasznahorkai reela-bora a su modo una anécdota de caza ruralque convierte en un caso detectivesco: lamuerte del último lobo extremeño, mal fe-chada en 1985. Con escéptica distancia alprincipio y emotiva implicación después,el protagonista del relato —un escéptico ydesengañado escritor que, perplejo frentea lo desconocido, no se entera de nada enExtremadura y deambula medio abotarga-do por esos pueblos entre moriscos y portu-gueses de nombres raros como Alburquer-que— descubrirá al fin que lo que une a loshombres aunque provengan de las regio-nes más diversas del mundo es la universa-lidad de los sentimientos: la piedad y elamor, por ejemplo, que hablan idéntico len-guaje… sin palabras, y erizan la piel. Buenaliteratura desde este punto de vista. LuisFernando Moreno Claros

Imagen captada en Medellín (Colombia) en 1955. Foto: Charles Perry Weimer / Three Lions / Getty Images

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LA TRADICIÓN hindú ha produci-do dos grandes epopeyas, elMahabharata y el Ramayana,de cien mil versos, la primera,recogida por el sabio Vyasa; deveinticuatro mil, la segunda,

atribuida a Valmiki. Aunque hayan ido com-pilándose con anterioridad al inicio de nues-tro calendario, ambas son obras vivas,actualmente, en India. En 1987, la versióntelevisiva, en hindi, del Ramayana tuvo unaaudiencia masiva (se calcula unos ochentamillones de telespectadores). En la penúlti-ma semana de febrero, cada año, desdetiempos inmemoriales, durante cinco días,tiene lugar el Ram Lila, la fiesta (o el juego:lila) de Rama. En esa época, el Ramayana serepresenta en pueblos y ciudades. Versionescultas o populares, íntegras o resumidas, lahistoria de Rama vive en la mente de todos.No hay nadie que no conozca las hazañasdel príncipe Rama y la virtud de su esposaSita, el rapto de ésta por el demonio Ravana,y las dotes mágicas del mono Hanuman,hijo de Vayu, el dios del viento, con cuyaayuda Rama destruye la ciudad de Lanka ylibera a su amada. No hay quien no llore,aún, al ver cómo Sita, para probar su virtud,entra en el fuego y sale indemne de él. Nohay quien no salga más íntegro al ver laentereza de los personajes en el cumpli-miento de su dharma (su deber, acorde conla ley social).

Tan intenso es el papel que juega estaepopeya en la vida de los habitantes deIndia que ha podido ser utilizada por cier-tos dirigentes de partidos políticos para laexacerbación nacionalista de algunos. Tanintenso, que el nombre de Rama se utilizapara acompañar a los muertos en el cami-no hacia el lugar de cremación (Rama na-ma sathya he: el nombre de Rama es laverdad). Sería fácil acudir a las ideas consa-bidas: la ingenuidad de los pueblos “primiti-vos”, etcétera. El etnocentrismo es una vigaque nos atraviesa la mirada. ¿Acaso no vivi-mos, nosotros, la cultura de la imagen, pre-sos en nuestras representaciones? ¿Acasono pensamos tal y como nos dictan nues-

tros mitos? ¿Desde qué mitos juzgamos losajenos, desde qué reglas, las de otros? Y ¿noserá mayor ingenuidad la nuestra, que a laverdad damos un solo nombre? Que elnombre de Rama es la verdad significa, sim-plemente, que es inamovible. Es la funciónde todo mito (llámese historia, cuento oreligión) formar memoria colectiva. En lamemoria, las cosas permanecen iguales a símismas, y su repetición permite el reconoci-miento. Como los niños, antes de dormir.El que no tiene cuento, enferma.

Estamos muy acostumbrados, en la cul-tura occidental, a considerar, contra todaevidencia, que el mundo en el que estamoses sólido, y nuestra existencia, real. No obs-tante, en India, la cosa se invierte. Desde elmomento en que se entiende que la reali-dad (este mundo en el que estamos) es ilu-soria, la realidad de la ficción cobra mayorsolidez. Es más fácil, entonces, creer en unmito, que es una realidad estable, que en lacambiante deriva en la que transcurre nues-tra existencia. Es tan sencillo como esto.Cualquier realidad, por ello, por el hecho deser representada, adquiere valor de verdad.

Necesidad de referente y metafísica dela ilusión son dos de los motivos por losque la representación posee tanto atracti-vo, pero hay un tercero: la necesidad deplacer, ese placer especial que se obtiene aloír una historia o verla representar. Estanecesidad no sólo está presente en los ni-ños, lo está en todos nosotros, y se acrecien-ta en la cultura global, encaminada —y éste

es un riesgo— a construir con esos mediosvalores que serán de todos y para todos.

El Ramayana no es sólo una epopeya;también y, sobre todo, es un poema. Puedeser cantado, y representado. Ésta era la fun-ción del poema en la antigüedad, la de seroído, y en India hay una estrecha correla-ción entre la escritura poética, la música yla danza, que se combinan en la dramatur-gia, considerada, por ello, la principal delas artes. De ahí que, desde muy temprano,se formasen escuelas de pensamiento quetratasen de poética y dramaturgia. El Rama-yana tiene una importancia crucial paraello, por un pasaje del segundo capítulo dela parte primera, donde Valmiki, introdu-ciéndose a sí mismo como personaje, cuen-ta que, paseando por la orilla del río Tama-sa, se encontró con una pareja de garzasapareándose. En ese instante, la flecha deun cazador atravesó al macho y la hembralanzó un grito de dolor. Valmiki, lleno decompasión, maldijo así al cazador, pero,apenas hubo hablado, admirado, se perca-tó de que aquellas palabras eran versos decuatro pies que armonizaban con la escalamusical de la vina. Como habían surgidode la pena (soka), a ese nuevo metro le dionombre de sloka.

Dicho episodio marca a un tiempo elorigen del Ramayana, el de la métrica sáns-crita y el de la primera teoría del gustoestético, que, iniciada por el Tratado de ladramaturgia (Natyasastra) de Bharata enel siglo II, formaría escuela en Cachemiraentre los siglos VIII y XI y se ocuparía prin-cipalmente de las causas del gusto por larepresentación. El concepto más impor-tante de esta teoría es el de rasa: sabor oesencia que se destila y se paladea por efec-to de la transformación de las emociones.

El drama es, en India, una enseñanzasagrada, es el quinto veda, aquel al que, adiferencia de los otros cuatro, tienen accesotodos los seres humanos, independiente-mente de la casta a la que pertenezcan. Asícomo en la representación, así el mundo enel que vives, nos viene a decir. Así comoentras y sales de aquél, así entras y sales deeste otro al que crees más real. De la mismamanera que te has emocionado con los per-sonajes que salieron a escena, así es como teemocionas dentro de tu personaje. El mun-do es representación, el gran juego del brah-man en el que tú, sin saberlo, participas. O

Chantal Maillard (Bruselas, 1951) ha publicadorecientemente Hainuwele y otros poemas (Tus-quets) y La tierra prometida (milrazones).

RamayanaValmikiTraducción de Roberto Frías a partirde la versión inglesa de Arshia SattarAtalanta. Girona, 2010582 páginas. 39 euros

Por Jesús Aguado

RAMA, EL ACTOR principal de esta historia(Ramayana significa Hechos o sucesos dela vida de Rama), es el personaje más

conocido y venerado de la India, un paísque ha forjado sus ideales, en gran medi-da, a partir de los de este héroe legenda-rio. Una larga tradición oral y, a partirdel texto fijado por el sabio Valmiki, tam-bién escrita, le ha usado como referentemoral, político, familiar, social y religio-so. Rama, encarnación o avatar de Visnú,que desciende al Mundo cada vez queéste se desvía de su dharma o curso co-rrecto, fue un dios de pleno derecho sindejar de ser, al mismo tiempo, un serhumano completo, doble condición que

explica los múltiples niveles herméuticosde las hazañas en las que participa y tam-bién los distintos usos y versiones quehan hecho de éstas los muchos pueblosdel subcontinente que las han asumidocomo propias. Hay un Rama, y un Rama-yana, de las cortes y de las tribus, de lostemplos y de los guerreros, del norte dela India y del sur de la India, de los poe-tas devocionales y de los filósofos. Todosellos, sin embargo, pertenecen a una tra-dición que, por sentirse tan a gusto conlas heterogeneidades e incluso con las

contradicciones, los ha fundido en unosolo: el protagonista del Ramayana, unaepopeya que en el sureste asiático siguerecitándose y leyéndose, y sobre la quese sigue reflexionando, cada hora de ca-da día por millones de personas.

Desde que Valmiki fijara, aproximada-mente entre los años 750 y 500 antes deCristo, las distintas versiones orales de lahistoria de Rama en un texto unitario enlengua sánscrita, el Ramayana ha sidotraducido a decenas de las lenguas ver-náculas y dialectos de la India, los cua-les, al recibirlo en su seno gramatical ycultural, han privilegiado unos sucesossobre otros, añadido o suprimido pasa-jes y cambiado el signo mitológico, éticoy filosófico de algunos episodios o perso-

najes. Algunas de esas traducciones son,en realidad, versiones originales de altísi-mo nivel literario, entre las que destacanlas de Tulsidás en hindi (la única de laque hay traducción al castellano, aun-que deficiente), la de Kamban en tamil ola de Krittivasa en bengalí. Es por esoque los eruditos no hablan de uno sinode muchos Ramayanas, y la razón deque, ante el alud de documentos escritosy orales existentes, se hiciera necesariauna edición crítica del texto de Valmiki,tarea monumental que se culminó, gra-cias a los auspicios de la Universidad deBaroda, en el año 1975. Ésta es la princi-pal virtud de la presente edición frente alas otras disponibles en castellano: mien-tras la de Juan G. de Luaces (1952 y 2001)

se basa en la traducción al francés (1903)de Alfred Roussel y la de Juan Bergua(1968) en esa misma y en otras francesas,alemanas e inglesas del siglo XIX, por nomencionar las abreviadísimas o las adap-tadas para jóvenes, ésta de Roberto Fríasestá hecha de la versión al inglés (1995)de Arshia Sattar, que manejó la mencio-nada edición crítica de la Universidad deBaroda.

Arshia Sattar, que firma un prólogoextraordinario, quizás el mejor texto in-troductorio a este poema épico disponi-ble en nuestra lengua, ha aligerado eltexto original de repeticiones, de floritu-ras estilísticas, de interpolaciones espú-reas y de errores de transcripción, y lo haadaptado con sensibilidad y maestría al

lenguaje contemporáneo para que pue-da leerse ahora con la misma emocióncon que se hacía cientos o miles de añosatrás. El resultado es espectacular: esteRamayana, lejos de ser un monumento oun objeto de museo, defecto de la mayo-ría de las versiones occidentales mencio-nadas (incluida una en latín que refuerzatodavía más esta sensación de antiguallavenerable pero inservible y lejanísima),aparece como un texto vivo, actual, próxi-mo y directo con el que uno, sin impor-tar a qué región geográfica o mental delmundo pertenezca, puede dialogar so-bre todo lo divino y lo humano. ArshiaSattar, que dedicó diez años de trabajo asu versión, ha sabido ser fiel a las necesi-dades de los lectores de hoy sin dejar de

ser fiel a las exigencias filológicas y cultu-rales de este clásico universal, uno de loslibros más deslumbrantes y poliédricosque ha producido la Humanidad. Gra-cias a ese esfuerzo y a la excelente laborde Roberto Frías, el Ramayana puedepor fin leerse, unos veinticinco siglos des-pués, en un español exacto y propio quesabe salvar las distancias espaciales ytemporales sin ignorarlas, consiguiendode paso que nosotros, tan extraños enprincipio a ese mundo de fábula, poda-mos penetrar en él y probarnos sus pre-guntas y sus respuestas, sus zozobras ysus alegrías, sus misterios y sus clarida-des. Una gran oportunidad para ser laIndia sin necesidad de desplazarse física-mente hasta ella. O

Ser la India

E Primeras páginas del Ramayana, deValmiki.

La historiaeternade RamaUna nueva edición del Ramayana, la gran epopeya de lamitología hindú y referente moral, político, social y religiosoen India, redescubre el placer de leer, oír y ver el largo poema—24.000 versos— de Valmiki. Por Chantal Maillard

+ .comEscenas del Ramayana, en un manuscrito mogol del siglo XVI. Museo Británico

Que el nombre deRama es la verdadsignifica, simplemente,que es inamovible

Versiones populares ocultas, resumidas o íntegras,la historia de Ramavive en la mente de todos

LIBROS / Reportaje

12 EL PAÍS BABELIA 15.05.10

Page 13: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y LENGUA ... · Gay Talese, y su talento principal es haber sabidohacerperiodismo detodoaquello de lo que suelen huir los otros reporteros:

LA TRADICIÓN hindú ha produci-do dos grandes epopeyas, elMahabharata y el Ramayana,de cien mil versos, la primera,recogida por el sabio Vyasa; deveinticuatro mil, la segunda,

atribuida a Valmiki. Aunque hayan ido com-pilándose con anterioridad al inicio de nues-tro calendario, ambas son obras vivas,actualmente, en India. En 1987, la versióntelevisiva, en hindi, del Ramayana tuvo unaaudiencia masiva (se calcula unos ochentamillones de telespectadores). En la penúlti-ma semana de febrero, cada año, desdetiempos inmemoriales, durante cinco días,tiene lugar el Ram Lila, la fiesta (o el juego:lila) de Rama. En esa época, el Ramayana serepresenta en pueblos y ciudades. Versionescultas o populares, íntegras o resumidas, lahistoria de Rama vive en la mente de todos.No hay nadie que no conozca las hazañasdel príncipe Rama y la virtud de su esposaSita, el rapto de ésta por el demonio Ravana,y las dotes mágicas del mono Hanuman,hijo de Vayu, el dios del viento, con cuyaayuda Rama destruye la ciudad de Lanka ylibera a su amada. No hay quien no llore,aún, al ver cómo Sita, para probar su virtud,entra en el fuego y sale indemne de él. Nohay quien no salga más íntegro al ver laentereza de los personajes en el cumpli-miento de su dharma (su deber, acorde conla ley social).

Tan intenso es el papel que juega estaepopeya en la vida de los habitantes deIndia que ha podido ser utilizada por cier-tos dirigentes de partidos políticos para laexacerbación nacionalista de algunos. Tanintenso, que el nombre de Rama se utilizapara acompañar a los muertos en el cami-no hacia el lugar de cremación (Rama na-ma sathya he: el nombre de Rama es laverdad). Sería fácil acudir a las ideas consa-bidas: la ingenuidad de los pueblos “primiti-vos”, etcétera. El etnocentrismo es una vigaque nos atraviesa la mirada. ¿Acaso no vivi-mos, nosotros, la cultura de la imagen, pre-sos en nuestras representaciones? ¿Acasono pensamos tal y como nos dictan nues-

tros mitos? ¿Desde qué mitos juzgamos losajenos, desde qué reglas, las de otros? Y ¿noserá mayor ingenuidad la nuestra, que a laverdad damos un solo nombre? Que elnombre de Rama es la verdad significa, sim-plemente, que es inamovible. Es la funciónde todo mito (llámese historia, cuento oreligión) formar memoria colectiva. En lamemoria, las cosas permanecen iguales a símismas, y su repetición permite el reconoci-miento. Como los niños, antes de dormir.El que no tiene cuento, enferma.

Estamos muy acostumbrados, en la cul-tura occidental, a considerar, contra todaevidencia, que el mundo en el que estamoses sólido, y nuestra existencia, real. No obs-tante, en India, la cosa se invierte. Desde elmomento en que se entiende que la reali-dad (este mundo en el que estamos) es ilu-soria, la realidad de la ficción cobra mayorsolidez. Es más fácil, entonces, creer en unmito, que es una realidad estable, que en lacambiante deriva en la que transcurre nues-tra existencia. Es tan sencillo como esto.Cualquier realidad, por ello, por el hecho deser representada, adquiere valor de verdad.

Necesidad de referente y metafísica dela ilusión son dos de los motivos por losque la representación posee tanto atracti-vo, pero hay un tercero: la necesidad deplacer, ese placer especial que se obtiene aloír una historia o verla representar. Estanecesidad no sólo está presente en los ni-ños, lo está en todos nosotros, y se acrecien-ta en la cultura global, encaminada —y éste

es un riesgo— a construir con esos mediosvalores que serán de todos y para todos.

El Ramayana no es sólo una epopeya;también y, sobre todo, es un poema. Puedeser cantado, y representado. Ésta era la fun-ción del poema en la antigüedad, la de seroído, y en India hay una estrecha correla-ción entre la escritura poética, la música yla danza, que se combinan en la dramatur-gia, considerada, por ello, la principal delas artes. De ahí que, desde muy temprano,se formasen escuelas de pensamiento quetratasen de poética y dramaturgia. El Rama-yana tiene una importancia crucial paraello, por un pasaje del segundo capítulo dela parte primera, donde Valmiki, introdu-ciéndose a sí mismo como personaje, cuen-ta que, paseando por la orilla del río Tama-sa, se encontró con una pareja de garzasapareándose. En ese instante, la flecha deun cazador atravesó al macho y la hembralanzó un grito de dolor. Valmiki, lleno decompasión, maldijo así al cazador, pero,apenas hubo hablado, admirado, se perca-tó de que aquellas palabras eran versos decuatro pies que armonizaban con la escalamusical de la vina. Como habían surgidode la pena (soka), a ese nuevo metro le dionombre de sloka.

Dicho episodio marca a un tiempo elorigen del Ramayana, el de la métrica sáns-crita y el de la primera teoría del gustoestético, que, iniciada por el Tratado de ladramaturgia (Natyasastra) de Bharata enel siglo II, formaría escuela en Cachemiraentre los siglos VIII y XI y se ocuparía prin-cipalmente de las causas del gusto por larepresentación. El concepto más impor-tante de esta teoría es el de rasa: sabor oesencia que se destila y se paladea por efec-to de la transformación de las emociones.

El drama es, en India, una enseñanzasagrada, es el quinto veda, aquel al que, adiferencia de los otros cuatro, tienen accesotodos los seres humanos, independiente-mente de la casta a la que pertenezcan. Asícomo en la representación, así el mundo enel que vives, nos viene a decir. Así comoentras y sales de aquél, así entras y sales deeste otro al que crees más real. De la mismamanera que te has emocionado con los per-sonajes que salieron a escena, así es como teemocionas dentro de tu personaje. El mun-do es representación, el gran juego del brah-man en el que tú, sin saberlo, participas. O

Chantal Maillard (Bruselas, 1951) ha publicadorecientemente Hainuwele y otros poemas (Tus-quets) y La tierra prometida (milrazones).

RamayanaValmikiTraducción de Roberto Frías a partirde la versión inglesa de Arshia SattarAtalanta. Girona, 2010582 páginas. 39 euros

Por Jesús Aguado

RAMA, EL ACTOR principal de esta historia(Ramayana significa Hechos o sucesos dela vida de Rama), es el personaje más

conocido y venerado de la India, un paísque ha forjado sus ideales, en gran medi-da, a partir de los de este héroe legenda-rio. Una larga tradición oral y, a partirdel texto fijado por el sabio Valmiki, tam-bién escrita, le ha usado como referentemoral, político, familiar, social y religio-so. Rama, encarnación o avatar de Visnú,que desciende al Mundo cada vez queéste se desvía de su dharma o curso co-rrecto, fue un dios de pleno derecho sindejar de ser, al mismo tiempo, un serhumano completo, doble condición que

explica los múltiples niveles herméuticosde las hazañas en las que participa y tam-bién los distintos usos y versiones quehan hecho de éstas los muchos pueblosdel subcontinente que las han asumidocomo propias. Hay un Rama, y un Rama-yana, de las cortes y de las tribus, de lostemplos y de los guerreros, del norte dela India y del sur de la India, de los poe-tas devocionales y de los filósofos. Todosellos, sin embargo, pertenecen a una tra-dición que, por sentirse tan a gusto conlas heterogeneidades e incluso con las

contradicciones, los ha fundido en unosolo: el protagonista del Ramayana, unaepopeya que en el sureste asiático siguerecitándose y leyéndose, y sobre la quese sigue reflexionando, cada hora de ca-da día por millones de personas.

Desde que Valmiki fijara, aproximada-mente entre los años 750 y 500 antes deCristo, las distintas versiones orales de lahistoria de Rama en un texto unitario enlengua sánscrita, el Ramayana ha sidotraducido a decenas de las lenguas ver-náculas y dialectos de la India, los cua-les, al recibirlo en su seno gramatical ycultural, han privilegiado unos sucesossobre otros, añadido o suprimido pasa-jes y cambiado el signo mitológico, éticoy filosófico de algunos episodios o perso-

najes. Algunas de esas traducciones son,en realidad, versiones originales de altísi-mo nivel literario, entre las que destacanlas de Tulsidás en hindi (la única de laque hay traducción al castellano, aun-que deficiente), la de Kamban en tamil ola de Krittivasa en bengalí. Es por esoque los eruditos no hablan de uno sinode muchos Ramayanas, y la razón deque, ante el alud de documentos escritosy orales existentes, se hiciera necesariauna edición crítica del texto de Valmiki,tarea monumental que se culminó, gra-cias a los auspicios de la Universidad deBaroda, en el año 1975. Ésta es la princi-pal virtud de la presente edición frente alas otras disponibles en castellano: mien-tras la de Juan G. de Luaces (1952 y 2001)

se basa en la traducción al francés (1903)de Alfred Roussel y la de Juan Bergua(1968) en esa misma y en otras francesas,alemanas e inglesas del siglo XIX, por nomencionar las abreviadísimas o las adap-tadas para jóvenes, ésta de Roberto Fríasestá hecha de la versión al inglés (1995)de Arshia Sattar, que manejó la mencio-nada edición crítica de la Universidad deBaroda.

Arshia Sattar, que firma un prólogoextraordinario, quizás el mejor texto in-troductorio a este poema épico disponi-ble en nuestra lengua, ha aligerado eltexto original de repeticiones, de floritu-ras estilísticas, de interpolaciones espú-reas y de errores de transcripción, y lo haadaptado con sensibilidad y maestría al

lenguaje contemporáneo para que pue-da leerse ahora con la misma emocióncon que se hacía cientos o miles de añosatrás. El resultado es espectacular: esteRamayana, lejos de ser un monumento oun objeto de museo, defecto de la mayo-ría de las versiones occidentales mencio-nadas (incluida una en latín que refuerzatodavía más esta sensación de antiguallavenerable pero inservible y lejanísima),aparece como un texto vivo, actual, próxi-mo y directo con el que uno, sin impor-tar a qué región geográfica o mental delmundo pertenezca, puede dialogar so-bre todo lo divino y lo humano. ArshiaSattar, que dedicó diez años de trabajo asu versión, ha sabido ser fiel a las necesi-dades de los lectores de hoy sin dejar de

ser fiel a las exigencias filológicas y cultu-rales de este clásico universal, uno de loslibros más deslumbrantes y poliédricosque ha producido la Humanidad. Gra-cias a ese esfuerzo y a la excelente laborde Roberto Frías, el Ramayana puedepor fin leerse, unos veinticinco siglos des-pués, en un español exacto y propio quesabe salvar las distancias espaciales ytemporales sin ignorarlas, consiguiendode paso que nosotros, tan extraños enprincipio a ese mundo de fábula, poda-mos penetrar en él y probarnos sus pre-guntas y sus respuestas, sus zozobras ysus alegrías, sus misterios y sus clarida-des. Una gran oportunidad para ser laIndia sin necesidad de desplazarse física-mente hasta ella. O

Ser la India

E Primeras páginas del Ramayana, deValmiki.

La historiaeternade RamaUna nueva edición del Ramayana, la gran epopeya de lamitología hindú y referente moral, político, social y religiosoen India, redescubre el placer de leer, oír y ver el largo poema—24.000 versos— de Valmiki. Por Chantal Maillard

+ .comEscenas del Ramayana, en un manuscrito mogol del siglo XVI. Museo Británico

Que el nombre deRama es la verdadsignifica, simplemente,que es inamovible

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Por Luis Fernando Moreno Claros

DESDE HACE más de una décadavivimos en España una eclosiónde libros sobre Hitler, dignos deatención en su mayoría, como

los que reseñamos ahora. El excelente estu-dio sobre las lecturas de Hitler, “voraz lec-tor”, disipa el tópico de que el dictador naziera “inteligente y culto”. Más bien fue untarugo que leía de manera compulsiva,consciente de su bajura intelectual. Llegó aposeer 16.000 volúmenes en sus bibliotecaspersonales, sólo se han conservado unos2.000. Nunca leyó por placer sino por afian-zar sus prejuicios y darles barniz científico.

En su juventud leía libros de aventuras;de haber seguido esa estela, entrando lue-go en la gran literatura, tal vez hubiera sidoun hombre normal, pero fue un monstruo.Los libros que de verdad le influyeron es-taban llenos de ideología reaccionaria yprejuicios: eugenesia, esterilización, ocul-tismo. No frecuentó ni la literatura ni lafilosofía clásicas, odiaba las novelas y losescritos pacifistas de Gandhi, Tagore o Ro-lland. Devoró mucha memoria de guerra ytítulos antisemitas como El judío interna-cional, de Henry Ford.

Se supone que Nietzsche marcó la ideo-logía de Hitler: ¡No sabía ni palabra deNietzsche! Como tampoco de la filosofíaalemana seria; leyó una biografía de Kant,pero en nada le influyó la humanidad delsabio profesor. Leni Riefenstahl le regalóuna bella edición de las obras completas deFichte y el Führer subrayó algunos pasajesde exaltado nacionalismo. En uno de susdespachos tenía un busto de Schopen-hauer, aunque sólo para impresionar al visi-tante. Ryback consigue un libro ameno queconfirma que la buena literatura agudiza lainteligencia de las personas que ya la tie-nen, y que los malos libros afianzan a losnecios en su maldad y necedad.

El amigo de adolescencia de Hitler, Au-gust Kubizek, luego director de orquesta yfuncionario, trató al futuro dictador duran-te cuatro años en Linz y Viena. En su librohagiográfico, cuyos episodios hay que con-siderar con cautela, recuerda al joven Hitler“inmerso en un mundo de libros y músi-ca”. Las antiguas sagas germanas eran susfavoritas, además de la música de Wagner.Se conocieron en el teatro de Linz dondeambos jóvenes se disputaban una columnaen la que solían apoyarse, pues tenían quever las largas representaciones de pie, al notener dinero para palcos. El relato de Kubi-zek atrapa desde las primeras líneas. Pintaa Hitler como un héroe romántico: un chi-co de férrea voluntad, consciente de su ge-nialidad y de una “misión”; un alma deartista, antiburgués soñador que no quería

ser un gris funcionario, y que abominabade los trabajos “para ganarse el pan”.

Entre varios episodios fabulados —comoel enamoramiento platónico por Stefanie—,destaca el recuerdo de las ideas del jovenHitler que Kubizek escuchaba extasiado.Peroratas sobre música y arquitectura mos-traban un ansia de dominio sin medida; in-solidario, egoísta, manifestador a ultranza,Hitler no tenía amigos, tan sólo a este Kubi-zek al que prohibía otras relaciones. Rígido,férreo, gélido, incapaz de bromear se toma-ba a sí mismo tan en serio que daba miedo.No es extraño que este hombre en el fondotan tosco e incapaz de madurar siguiera unacarrera política, cegado por la ambición degobernarlo todo y de manipular el mundo asu antojo. Kubizek narra también la hora dela gran epifanía: después de asistir a unarepresentación del wagneriano Rienzi, Hit-ler lo llevó en plena noche a un monte deLinz; allí tuvo la visión de su actividad futu-ra: la política, la sangre y la inmortalidad.

En el estudio de MacDonogh vemos aHitler, ya canciller del Reich, en un añocrucial, el de “las grandes decisiones”. Ladoma absoluta del ejército, que dejó de serindependiente, la invasión de Austria yChecoslovaquia y las primeras persecucio-

nes de judíos, así como la construcción delos campos de Dachau y Buchenwald enlos que se encerraba a los disidentes. Seveía ya que Hitler anhelaba la guerra totalpor el dominio de Europa. El ensayo esmagnífico y pormenoriza los aconteci-mientos centrándose en los hechos inter-nos del círculo de gerifaltes nazis, entre losque Hitler jamás contó con amigos sinosólo con tramoyistas que lo ayudaron aescenificar el gran acto final de destruc-ción al que encaminó a Alemania.

Por último, el libro de Grunberger, deabsoluta referencia, proporciona una am-plia panorámica de la sociedad alemanaen la época de plenitud nazi. Cómo y hastaqué punto la ideología del partido impreg-

nó la vida de millones de ciudadanos, másvíctimas que artífices de una revoluciónabsoluta que sacudió la existencia enterade hombres y mujeres. El trabajo, la educa-ción y los pensamientos fueron literalmen-te fagocitados por Hitler y su camarilla deideólogos y asesinos, por aquella ideologíanefasta y absorbente que llegó a controlarhasta el más mínimo movimiento en elReich alemán, desde las grandes obras deingeniería y arquitectura, las artes y lasletras, hasta las profesiones, la vida fami-liar o los medios de comunicación, en fin,todo; el aborrecible líder nazi consiguió loque más deseaba: seducir y someter a mi-llones de personas a su arbitrio igual queen su juventud al amigo Kubizek. O

Los libros del gran dictador. Timothy W. Ryback.Traducción de Marc Jiménez Buzzi. Destino. Bar-celona, 2010. 380 páginas. 19,50 euros. El jovenHitler que conocí. August Kubizek. Traducción deRaquel Herrera. Tempus. Barcelona, 314 páginas.24 euros.Hitler 1938. El año de las grandes decisio-nes. Giles Macdonogh. Traducción de Luis Norie-ga. Crítica. Barcelona, 2010. 398 páginas. 27,90 eu-ros.Historia social del Tercer Reich. Richard Grun-berger. Traducción de Esther Donato. Ariel. Barce-lona, 2010. 366 páginas. 22 euros.

Se supone que Nietzschemarcó la ideologíade Hitler: ¡no sabía nipalabra de Nietzsche!

Adolf Hitler, en un concierto en Berlín en 1936. Foto: Getty Images

Filosofía contemporáneaManuel CruzTaurus. Madrid, 2010432 páginas. 20 euros

Por Daniel Innerarity

LA FILOSOFÍA ES un asunto que nos pone enrelación con los muertos, más que con losvivos. El tratamiento filosófico de cual-quier problema convoca inevitablementea personajes desaparecidos que quierenparticipar en la conversación y hacer valersus puntos de vista. La filosofía constituyeuna conversación online con los muertos,hasta tal punto que cuando uno se poneen relación con los filósofos que todavía

viven parece que los está queriendo enviaral otro mundo. Tal vez esto nos induce apensar que, en el fondo, todos los filósofosdel pasado están mal enterrados y los ac-tuales forman parte de una comunidad enla que nadie está ni demasiado vivo ni de-masiado muerto. El historiador de la filoso-fía contemporánea hace algo que luego ha-rá la historia: seleccionar a unos y matardel todo a otros. De ahí el temor que eneste oficio se tiene a la hora de enjuiciar lascosas y que quienes observan desde fuerala operación suelan ser tan poco compren-sivos con la dificultad de la tarea. El traba-jo de los enterradores siempre ha sido algoingrato y mal remunerado. La historia dela filosofía contemporánea es la más arries-gada de todas las historias del pensamien-

to. Manuel Cruz habla incluso de que lamisma expresión tiene mucho de paradóji-co, cuando no de contradictorio. La cerca-nía en el tiempo sugiere familiaridad yevidencia, pero en realidad es todo lo con-trario. Hay una extrañeza que procede delas cosas que tenemos demasiado cerca,sobre las que no ha pasado todavía el ple-biscito anónimo del tiempo, que no hanterminado de instalarse en lo comúnmen-te sabido. El presente tiene una opacidadde la que carece el pasado, una oscuridadmuy distinta de la que es propia de lo remo-to. Es la ininteligibilidad de lo demasiadoinmediato. Distinguir las voces valiosas en-tre aquellas que aún no se han apagado,cuando la partida está en juego, es unatarea para la que se necesita más osadía

que a la hora de examinar otros periodosde un pasado lejano, donde ya hay muchascosas que apenas son controvertidas. Poreso quien no se sienta incómodo escribien-do historia de la filosofía contemporáneaes que no sabe bien lo que hace. Esta com-plejidad sirve como disculpa cuando la ta-rea no sale bien o para protegerse al me-nos del juicio severo, pero es también loque hace que admiremos especialmente aquienes han salido ilesos del empeño eincluso lo han hecho bien, como es el casode este libro. Puede ser que las cosas lehayan salido bien porque Manuel Cruzcuenta con la ventaja de moverse con co-modidad en distintas tradiciones, porqueno es un hooligan de ninguna escudería,sino alguien que lleva tiempo circulandopor las zonas de contacto entre diversasconcepciones del mundo, las tradicionesanalítica, dialéctica y fenomenológica, apartir de las cuales diseña su estrategia deordenación de la filosofía del siglo XX. O

El monstruo vorazAlgunos libros sobre las lecturas de Hitler —nunca leyó por placer sino por afianzar sus prejuicios—, sus “grandesdecisiones” y la sociedad del Tercer Reich, además del relato de su amigo August Kubizek, retratan al aborrecible líder nazi

¿Quiénes son nuestros contemporáneos?

LIBROS / Ensayo

14 EL PAÍS BABELIA 15.05.10

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EL DICCIONARIO de la RAE de la Len-gua Española (edición de 1970) defi-ne “bizantinismo” como “corrup-ción por lujo en la vida social, o por

exceso de ornamentación en el arte”, y, ensegunda acepción: “Afición a discusiones bi-zantinas”. Respecto a “bizantino”, nos ad-vierte: “Dícese de las discusiones baldías,intempestivas o demasiado sutiles”. El senti-do despectivo del término es común a otraslenguas; y se funda en un viejo estereotipo,heredado de la Ilustración, junto a la ima-gen de un mundo bizantino “corrupto” defiguras rígidas, joyas y ropas de oro, iconos,cúpulas, mosaicos, sedas, eunucos, una cor-te de intrigas sangrientas y discusionesteológicas infinitas en monasterios, plazas ymercados. (Una imagen decadente evocadapor Hegel, Voltaire y Gibbon, y sus contem-poráneos).

Pero esa imagen deformada no hace jus-ticia al refinado y milenario imperio quedefendió a Europa de los ataques árabesdurante siglos, y civilizó y cristianizó elmundo eslavo, y mantuvo y transmitió elgran legado cultural del helenismo y a tra-vés de los exiliados y los textos clásicos im-pulsó el Humanismo del Renacimiento.“Sin Bizancio no habría existido Europa”,afirma Judith Herrin al tiempo que denun-cia esa perversa fama y su difusión euro-pea. Los europeos no sólo cometieron unade las más infames traiciones de la historiaal lanzar la Cuarta Cruzada a conquistar ysaquear impíamente la espléndida Constan-tinopla, sino que más tarde rehusaron soco-rrer a la aislada Bizancio en 1453, cuandoMehmet II acometió su conquista. Con fe-roz codicia asesinaron a muchos bizanti-nos en 1204, dos siglos más tarde abando-naron la ciudad a los turcos, y, luego, acasocon mala conciencia, insultaron a los venci-dos. “Las sistemáticas calumnias dirigidashacia Bizancio como imperio que conti-núan aún hoy”, escribe J. Herrin, “se origi-naron en el intento de los cruzados dejustificar su codicia y pillaje contra sus co-rreligionarios cristianos”. (Los bizantinoseran hermanos en la fe, pero cismáticos,algo heréticos y encima arruinados. Ni losmonarcas europeos ni el Papado les teníanninguna simpatía. Tampoco los intelectua-les del XVIII, ya se ve, por otras razones).

No faltan libros recientes con una pers-pectiva más justa de los méritos y logros dela civilización bizantina, corrigiendo el tópi-co tradicional, y subrayando los avances ylos claros rasgos de modernidad en aquelprolongado y versátil imperio, que también,como otros, tuvo sus tiempos siniestros yuna triste decadencia. Como ha escritoG. Cavallo: “Bizancio anticipa el estado cen-tralizado de la edad moderna, experimentaformas estatutarias de asistencia pública yprivada a la pobreza, se abre a modos capita-listas de expansión económica, concede a lamujer —aunque sea bajo el ropaje de undifundido antifeminismo— una dignidad yun papel desconocidos hasta nuestro siglo,y anticipa prácticas de trabajo intelectual(ediciones de textos, formas de lectura) de laedad moderna”. Mucho antes, Hans Freyerdestacaba, en su Historia universal de Euro-pa, cómo había ejercido de dique y filtroespiritual entre Oriente y Occidente: “Bizan-cio recibe los poderosos efectos del Orientey, en sentido positivo, ha impermeabiliza-do al Occidente contra ellos, o al menos,como un filtro, ha dejado pasar poco haciaél. Muy varia sabiduría de la sangre, viejasexperiencias del cuerpo y el alma, muchoarte del goce y de la ascesis se han perdidocon ello para Occidente, y sólo gracias aello es éste tan inquieto, tan inteligente, tan

falto de sabiduría y tan laborioso ahora”.El Bizancio de Judith Herrin es “una his-

toria distinta” sin el habitual esquema cro-nológico. Enfoca en capítulos sueltos susaspectos más característicos, sugestivos yfascinantes, en un relato espléndido por suamenidad, colorido dramático y fresco esti-lo. Trata, en sabias viñetas, de Constantino-pla, la mayor ciudad de Europa, Santa Sofía,los iconos, los mosaicos de Rávena, la orto-doxia, los eunucos, la corte, la sociedad cos-mopolita y el bastión contra el islam; tam-bién de Cirilo y Metodio, las cruzadas, laiconoclasia, el “fuego griego”, Venecia y eltenedor (joyel de una princesa bizantina), elMonte Athos, el asedio de 1453 y, en fin, de“la grandeza y el legado de Bizancio”.

Al comienzo Judith Herrin cita una nota

reciente de prensa sobre la Unión Europeay sus “regulaciones tributarias de una com-plejidad manifiestamente bizantina”. Luegocomenta: “Si necesitamos una palabra paradescribir la mendacidad de nuestros actua-les líderes políticos, la estrafalaria incompe-tencia de nuestras burocracias, el taimadoegoísmo y las maquinaciones ilegales denuestras grandes empresas, o bien el enreve-sado atractivo de los pasillos globales de lafama, debemos encontrar un término apro-piado, y no es el de bizantino. No es que elimperio estuviera libre de corrupción, decrueldad y de barbaridades, pero al proyec-tar en él las ideas que todavía evoca el térmi-no bizantino, estamos sugiriendo que todosesos defectos pertenecen a una sociedad re-mota y condenada, ajena a nuestro caráctery desvinculada absolutamente de nuestraspropias tradiciones”.

El adjetivo “bizantino” merece otras con-notaciones, y Bizancio otra mirada. O

Bizancio. El imperio que hizo posible la Europamoderna. Judith Herrin. Traducción de FranciscoJ. Ramos Mena. Debate. Barcelona, 2009. 495 pá-ginas. 27,90 euros.

El hombre bizantino. Guglielmo Cavallo (editor).Traducción de P. Bádenas y otros. Alianza. Ma-drid, 1994. 356 páginas. 26,30 euros.

Iglesia de Santa Sofía, en Estambul. Foto: Fatih Saribas

Cuánto debeEuropa a losbizantinosJudith Herrin denuncia lainjusticia histórica contra unacivilización con más lucesque la sombra de su fama

Por Carlos García Gual

“Sin Bizancio no habríaexistido Europa”,afirma Judith Herrinal tiempo que denunciasu perversa fama

PENSAMIENTO

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Por Jesús Ferrero

ES UN PLACER acceder a este libro. En edi-ción bilingüe, magníficamente editado ytraducido, contiene cinco obras de Henry

Michaux, tres de ellas fundamentales, a sa-ber: La noche se agita, Lejano interior y Plu-me. La escritura de Michaux supone un re-vulsivo contra la literatura fácil y acomoda-ticia de nuestros días, y es una lástima queesté tan olvidado, habría que decir tan arra-

sado, por la literatura de consumo y la escri-tura-basura. Una situación que en nuestropaís está adquiriendo niveles de una vulga-ridad y una zafiedad alarmantes y contra laque nadie parece dispuesto a hacer nada.Nacido en la antes muy sombría ciudadbelga de Namur en 1899, Michaux pasóbuena parte de su vida viajando por el mun-do y por el interior de sí mismo, conscientede que todo viaje hacia fuera es un viajehacia dentro y todo viaje hacia dentro es unviaje hacia fuera. En los años sesenta y se-tenta del siglo pasado alcanzó cierta noto-riedad, incluso en España, debido a sus ex-periencias con las drogas más que a la des-lumbrante riqueza de su escritura. AHuxley y a Jünger les pasó casi lo mismo.Michaux fue un precursor, y tanto en Lanoche se agita como en Plume el lector ha-llará procedimientos que posteriormentevan a aparecer en más de una novela exis-tencialista y en el nouveau roman, y quesuponen un enfrentamiento radical a la lite-ratura convencional de todas las épocas. Lahistoria de Plume empieza de la siguiente

manera: “Al sacar las manos fuera de lacama, Plume se sorprendió de no encon-trar paredes”. Podría ser una definición dela literatura de Michaux: una literatura sinparedes, ni exteriores ni interiores, unaliteratura abierta a las estepas del mundoy las estepas del alma, exhaustiva en sudenuncia del dolor personal y colectivo,afincada en los vértices más puntiagudosde la conciencia, salvaje, culta, oscuramen-te redentora, claramente innovadora ysiempre dispuesta a denunciar las omisio-nes y mentiras del humanismo clásico.“Uno nunca acaba de conquistar su pro-pia humanidad”, dijo en una ocasión encontra de los que se llenan la boca con laspresuntas excelencias del hombre y omi-ten sus abominaciones para aligerar laconciencia y digerir mejor lo indigerible:nuestro lejano interior. O

La noche se agita. ‘Plume’ precedido de ‘Lejanointerior’. Henri Michaux. Traducción de MartaSegarra. Ellago Ediciones. Pontevedra, 2010. 452páginas. 29,90 euros.

DE NOCHE todos los nazis son par-dos. Y, de día, también. A estasalturas, ya casi nadie duda (nisiquiera los que se toman en

serio las “justificaciones” de su devotaamante Hannah Arendt) de que Heideg-ger fue uno de ellos. La polémica se cen-tra en si esa condición afectó o no a supensamiento. Es decir, si el autor de Ser ytiempo fue o no un filósofo nazi o, simple-mente, sus devaneos políticos deben seratribuidos a un pasajero entusiasmo juve-nil (aunque cuando tocó poder pardo co-mo rector tenía 34 años). Emmanuel Fayeargumenta a favor de lo primero (y nosiempre utilizando procedimientos meto-dológicos impecables) en Heidegger, la in-troducción del nazismo en la filosofía(Akal), un libro que cuando se publicó enFrancia (2005) suscitó tal polémica quetemblaron los cimientos de la Academia.Faye, a cuyo lado Víctor Farías (que habíapublicado en 1987 Heidegger y el nazis-mo, reeditado por Muntaner) resulta untibio cazanazis, llega a sugerir que los li-bros del alemán constituyen un peligro, yque deberían ser retirados de las bibliote-cas, lo que se parecería mucho, en todocaso, a lo que demandaban (y hacían,incluso quemándolos) los estudiantes delrector de Friburgo con las obras de auto-res “degenerados”. Mientras los profeso-res discuten acerca de si el nazismo delfilósofo contamina o no su filosofía, semultiplican las interpretaciones de unaobra que, en todo caso, ha influido pode-rosamente en la filosofía del siglo XX. Ytambién en lo que no es filosofía. En Hei-degger y su herencia; los neonazis, elneofascismo y el fundamentalismo islámi-co (Tecnos, 2010), Víctor Farías rastrea lahuella del pensador en los movimientosfascistas, “criptofascistas” y extremistasde hoy, incluyendo entre ellos a los ecolo-gistas radicales de Rudolf Bahro, a ciertosfundamentalistas islámicos (señalandolas coincidencias entre Heidegger y Sa-yyid Qubt, mentor espiritual de Bin La-den) y al “neomarxista populista” y “anti-semita radical” (¡sorpresa!) Hugo Chávez.En cuanto a la obra del pensador alemán,que al final de su vida parecía empeñadoen devolver a la filosofía el hálito preso-crático del lenguaje poético (“el Habla esla casa del Ser”, decía), Herder publicaahora la interesantísima recopilación Pen-samientos poéticos, que reúne tanto pro-sas líricas tempranas como cartas deamor, largos poemas filosóficos y apun-tes poéticos tardíos en la onda de Desdela experiencia del pensar. A lo largo deellos pueden rastrearse algunas líneas defuerza del pensamiento heideggeriano,como ese sintomático primitivismo quetanto ha fascinado a los nacionalistas detoda laya y que quedó radicalmente expre-sado en una de las fervorosas alocucionesde 1933 (tengo subrayada la cita en El

olvido de la razón, de Juan José Sebreli,Debate): “Cada pueblo encuentra la ga-rantía primera de su autenticidad y sugrandeza en la sangre, el suelo y el creci-miento corporal”. Miren, es posible quesea un prejuicio, pero yo nunca concede-ría mi voto a nadie que tuviera un esloganasí en su programa. O a alguien capaz desintetizar sus opiniones sobre el Holo-causto como mero “efecto colateral” (aun-que monstruoso) de la tecnología, el granSatán de los antimodernos del pasado si-glo. Por lo demás, les prometo que segui-ré intentando escrutar lo indecible conayuda de sus obras. A mí también consi-gue hipnotizarme de vez en cuando, co-mo, a su muy diferente modo, hacen SanJuan de la Cruz o Valente.

CoincidenciaYA ES OFICIAL: el 28 de mayo, el mismo díaque se inaugura la apoteosis gutenber-giana de la Feria del Libro de Madrid, sepondrá a la venta en España el iPad, la

tableta destinada a convertir los conven-cionales lectores de e-books en pintores-cos fósiles de nuestro asendereado meso-zoico electrónico. No creo, sin embargo,que la coincidencia de fechas entre losdos acontecimientos se deba a una medi-tada provocación de Steve Jobs. Aunquelo cierto es que el presidente de Apple(55 años bien enfundados en jeans y ca-miseta de marca) se ha revelado comouno de los más formidables estrategascomerciales de lo que va de milenio, sus-citando tales admiraciones que a algunoscomentaristas sólo les ha faltado asegu-rar, como Hegel tras la entrada a caballode Napoleón en Jena (1806), que reencar-na “el espíritu del mundo”. En todo ca-so, la rapidísima popularización de losnuevos soportes informáticos queda per-fectamente reflejada en un cartoon deWard Sutton publicado en The New Yor-ker que no me resisto a describirles. Eldibujo representa el interior de una cabi-na de avión con todos sus ocupantesabsortos en la lectura de libros electróni-cos. El texto al pie (voz en off) dice: “Va-mos a emprender el aterrizaje; por favor,apaguen sus libros”. Por lo demás, losdatos disponibles sobre la rapidísimapropagación del último artilugio deApple (más veloz que el virus de la yacasi olvidada gripe A) no pueden ser máscontundentes: el iPod, puesto a la ventapor la compañía en 2001, tardó 20 mesesen alcanzar el millón de unidades vendi-das; el iPhone (2007), 74 días, mientrasque el iPad (abril 2010), que es el máscaro de los tres, ha conseguido su primermillón a los 28 días de su lanzamiento.Menos mal que aquí, con la que todavíaestá cayendo (y no me refiero precisa-mente a la lluvia premonitoria —vayamal fario— que cae de la nube de lasabiduría en el dibujo del cartel anuncia-dor de la Feria del Libro), la gente se lopensará dos veces a la hora de gastarseentre 479 y 779 euros (según modelos)en la tableta. Porque como cunda elejemplo estadounidense y los lectores selancen como locos al dispendio electró-nico, veremos qué presupuesto les que-da para esas divinas antiguallas que soncasi irrompibles, pero arden si se les ex-pone a una temperatura de 451 gradosFahrenheit.

RumoresCUANDO TODAVÍA eran novios Letizia y Fe-lipe, circuló por el barrio de Salamancade Madrid un panfletillo que asegurabaque la futura princesa era una personatan caprichosa que, durante unas vaca-ciones caribeñas, había sido capaz dehacer venir de Miami un helicóptero conun cóctel que se le había antojado. Díasdespués un vecino ultraderechoso memanifestó, basándose en aquella “infor-mación”, su preocupación por el carác-ter voluble de quien podía llegar a ser“reina de los españoles”. Algunos añosantes, la misma persona se preguntabasi sería cierto, tal como “había oído”,que en las posesiones territoriales de Fe-lipe González —adquiridas con el dinerodefraudado a los españolitos— práctica-mente no se ponía el sol. Por absurdosque parezcan, todos sucumbimos algu-na vez a los rumores, esos artefactos dedesinformación que en el Antiguo Régi-men se conocían con el hermoso nom-bre de “voces vagas”. Rumorología, deCass R. Sunstein (Debate), examina suscaracterísticas y condiciones de disemi-nación, deteniéndose de modo especialen su adecuación a las convicciones pre-vias de quienes los aceptan, respaldan ydifunden. Un libro cuyas tesis ayudan acomprender, por ejemplo, los pánicosespeculativos que contribuyen a que laBolsa esté por los suelos, y a que enciertos ambientes se dé pábulo a la filo-sofía del cuanto-peor-mejor que tantofomentan determinadas terminales de laTDT. O

De noche todos los nazis son pardos

Ilustración de Max.

Los vértices de la conciencia

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

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Francesc TorresGalería Elba Benítez. San Lorenzo, 11. MadridHasta el 29 de mayo

Por Javier Maderuelo

A FALTA DE cosas mejores, en estos últimos dos años se estávolviendo la vista atrás para revisar obras, actos e ideas surgidoshace unos cuarenta años que sucedieron fugazmente o que losacontecimientos inmediatamente posteriores relegaron a unaforzosa obsolescencia en beneficio de las novedades que impo-ne el nervioso mercado del arte. Así, en el último año hemospodido ver en diferentes ciu-dades españolas varias expo-siciones de poesía y arte expe-rimental que, no sin ciertanostalgia, nos han situadoen torno a unos episodiosacaecidos en los alrededoresde 1968, pero que habían si-do arrollados por una histo-riografía basada en el éxitocomercial. De entre esas ex-posiciones ha sido notable ladedicada a los Encuentros dePamplona de 1972 en el Mu-seo Reina Sofía de Madrid.Ensartada en esta cadena deactos expositivos no premedi-tados habría que situar la ac-tual exposición de FrancescTorres (Barcelona, 1948) quemuestra una de sus primerasobras, ideada en 1969.

Vista ahora, más de cuarenta años después de su concepción,esta obra refleja bien algunas de las contradicciones de uno delos momentos creativos más interesantes de la modernidad, pro-ducido cuando, tras el fracaso de las revueltas de Mayo del 68,empezaba a ser desmantelada la utopía social y las relacionesentre forma artística y contenido ideológico alcanzaban los másaltos grados de contradicción. La obra fue ideada en el momentoálgido del “arte conceptual”, justo cuando las “nuevas tecnolo-gías” empezaban a tentar a los artistas y el coreano Nam JunePaik mostraba en público las primeras obras de videoarte. Enton-ces, cuando sólo contaba 20 años y no disponía de medios,

Francesc Torres, que no podía acceder a realizar ningún tipo deobra “tecnológica”, dio rienda suelta a su imaginación pensandoun proyecto en el que poder servirse de esos procedimientosexperimentales que ofrecía el vídeo y, a la vez, plantear unaalternativa al cerrado mundo del arte de militancia política.

Así proyectó una obra, en teoría posible pero aún irreali-zable, en la que “la idea era tanto o más importante que laobra en sí”. Con el tiempo, aquel proyecto conceptual sellevó a cabo íntegramente en 1995. Entonces la obra cobróexistencia física, pero la utopía ideológica a la que pretendíaservir ya había fracasado definitivamente. Para tener unaidea de sobre qué estoy hablando, he de explicar que la obrade Francesc Torres a la que me refiero se titula Lluvia Unifor-

me o algo Más de una gotade agua y consiste en unavideoinstalación en tiemporeal en la cual una videocá-mara toma la imagen deunas gotas de suero quepausadamente van cayendosobre una bandeja desde unsistema de goteo para aplica-ciones médicas. Esa imagende la gota individual cayen-do sobre el agua, acompaña-da del sonido producidopor la caída, es instantánea-mente reproducida en unacuarentena de pequeñosmonitores distribuidos, co-mo bandejas idénticas, porel suelo de la galería. De es-ta manera, la gota generaun efecto de lluvia, unifor-me y monótono.

Tal vez esta obra pueda parecer ingenua o simplista, dadoslos procedimientos empleados y la inmediatez con que se perci-be y racionaliza el fenómeno que el espectador contempla yescucha en la exposición, pero cualquiera de los trabajos artísti-cos de Torres es consecuencia siempre de una reflexión y depura-ción que, como sucede en la poesía y, más concretamente, en lapoesía experimental, le permite al artista concentrar en unaúnica imagen, esencialista y pregnante, un universo de ideas; enel caso de esta Lluvia Uniforme esa imagen cala en las entretelasde una ideología que se ha puesto en relación dialéctica con elaparato crítico-lingüístico del “arte conceptual”. O

Agua pasada

Mireya MasóAntártida. Tiempo de cambioArts Santa MònicaLa Rambla, 7. BarcelonaHasta el 27 de junio

LA PREOCUPACIÓN de Mireya Masó por el im-pacto de la huella humana sobre el entornonatural y su fauna ha sido constante a lolargo de su carrera como fotógrafa y videoar-tista. La suya no es una postura estética; sutrabajo no son unas vacaciones de la reali-dad, sino que corresponde a una autora quea través del medio visual investiga en losmecanismos de percepción ante el deterio-ro medioambiental. En el Centro Arts SantaMònica, la artista barcelonesa (1963) presen-ta su último trabajo de campo realizado abordo del rompehielos Irizar durante un pe-riodo de maniobras, en colaboración conun grupo de especialistas y ecólogos mari-nos que operan en un territorio tan simbóli-co, por inhóspito, como la Antártida. Masódocumenta los cambios del paisaje y la deri-va de los témpanos azules en la zona deBahía Esperanza, y los exhibe en un vídeodesplegado en cinco grandes pantallas. Enotro ámbito, muestra la microvegetación deaquel lugar a una escala mayor, en modelostridimensionales, inspirados en los elemen-tos formales que integran el plancton antár-tico. Complementa el estudio la serie 96horas. Registro de variabilidad, con cuatropanorámicas obtenidas desde un punto ele-vado de la base argentina en días sucesivos.Antártida es una celebración de la bellezade un paisaje cuyo declive se ha convertidocasi en una elegía. Es posible que, más alláde su intención, estas imágenes pronto pa-rezcan pintorescas y acaben superadas poruna superproducción cinematográfica conel mismo propósito y posicionamiento. Elfilme Océanos, que se proyecta estos días enlas salas de cine, es también una exaltaciónde la sensación y la percepción, y plantea ala vez el debate ecológico. No está considera-da una obra de arte. Su paradigma todavíaestá oculto. Pero es que el arte mismo es lanaturaleza. Ángela Molina

Peter FriedlSala Rekalde. Alameda Rekalde, 30. BilbaoHasta el 6 de junio

BILBAO SONG de Peter Friedl recoge en untravelling puestas en escena de cuadros enun teatro mientras un acordeón y un pianointerpretan la canción de Weill. Dispositivode producción de movimiento, el cine hacemás evidente la incongruencia intrínseca altableau vivant, tratar de trasladar al discu-rrir de la vida una imagen detenida. Las esce-nas se muestran aquí en una sucesión queelimina jerarquías y genera la ilusión de con-tinuidad. Del travelling se ha dicho que esuna cuestión moral porque implica unadecisión subjetiva que privilegia un relatosobre el resto. En éste, Friedl yuxtaponeescenas relacionadas con lo vasco. No sonrepresentativas o, si lo son, contienen unaalteridad inadecuada, como en El paria cas-tellano (1917) de Juan de Echevarría o lamirada colonial de Landaluce, pintor de laCuba del XIX, en Soldado y mulata. La otre-dad de la Trilogía de la Guerra de AurelioArteta reside en ser la respuesta al Guernica

de Picasso, símbolo universal del horror dela guerra. La inadecuación también surgede las uniones, ausencias y anacronismosde unas imágenes cuyo arco temporal va deun cuadrito de Ingres de Enrique IV, rey deFrancia y de Navarra, recibiendo al embaja-dor de España, a los populares payasos Pi-rritx eta Porrotx. La noción de relato alter-nativo atraviesa la práctica de Friedl. Elartista somete las imágenes a operacionesde edición (reordenación, reactivación,igualación…). De ahí resultan narracionesinestables que proporcionan asideros parapensar la historia en un contexto de crisis dela experiencia e imposibilidad del contratosocial. No es casual por ello su uso de laimagen en movimiento: el cine ha manteni-do de siempre una relación privilegiada conla problemática moderna de la historicidad.En Bilbao Song, la continuidad del relatoofrece una posibilidad de “reconciliaciónsin aplacamiento” con el pasado. El relatode la obra central de esta muestra comisaria-da por Leire Vergara se compone de cuer-pos en ademán de movimiento. “El cine con-duce las imágenes al territorio del gesto”.Más allá de la estética, prosigue Agamben, elgesto, allí donde se aúnan potencia y acto,contiene la posibilidad de recuperar una vi-sión ética y política de lo humano. En BilbaoSong, la cámara se para sobre los cuerpos ylos rostros vibrantes del embajador, el solda-do, la viuda, la mulata o la madre muerta,iluminados dramáticamente y detenidos enel gesto. Miren Jaiok

Los Granell de André Breton:sueños de amistadGalería Guillermo de OsmaClaudio Coello, 4. MadridHasta el 28 de mayo

ADEMÁS DE LA NOTORIA y reconocida aporta-ción al surrealismo de varios artistas españo-

les, como Miró, Dalí, Buñuel y Óscar Domín-guez, hubo otros que también lograron inte-grarse en la central parisina, como Reme-dios Varo y Esteban Francés, aunque, pordiversos motivos, no lograron el predica-mento de los primeros. En todo caso, entrela amplia e intensa nómina de surrealistasespañoles, destacó el gallego Eugenio Grane-ll (A Coruña, 1912-Madrid, 2001), que fraguóuna amistad con André Breton y la mantuvohasta la muerte de éste en 1966. El primercontacto entre ambos se produjo en mayode 1941 en la República Dominicana, dondeGranell se hallaba exiliado y donde Bretonrecaló en una de sus etapas que le conduci-ría, también como exiliado, a Nueva York.Algo importante ocurrió entre ellos, porque,a partir de este momento, no perdieron elcontacto. Cuando se conocieron, las circuns-tancias habían impedido a Granell desarro-llar todo su potencial artístico, que era mu-cho y variado. La activa militancia políticaen el POUM y los avatares de la Guerra Civillo retardaron, pero en los años siguienteslogró acreditarse como pintor y activo miem-bro de la internacional surrealista, que estu-vo operativa hasta el fallecimiento de su lí-der, Breton. Este preámbulo es necesario,no tanto para dar a conocer a Granell, quelogró regresar a España en 1969 y pudo exhi-bir su obra en nuestro país sin cortapisas

después de la transición democrática, sinopara explicar la peculiaridad y el interés dela convocatoria que ahora nos ocupa, quenos ofrece el abundante conjunto de piezasdel artista gallego que pertenecieron a Bre-ton, y, por si fuera poco, la correspondenciacruzada entre ambos. Se trata de un mate-rial en su mayoría inédito o muy poco visto,pero, además, repleto de información enjun-diosa. Evidentemente, los organizadores deesta iniciativa han realizado un esfuerzo for-midable para conjuntar las obras y las cartasque sellan esta apasionante amistad y, mar-ca de la casa, lo han sabido presentar de laforma más adecuada, pues, además de física-mente mostrarlo, han editado un catálogocon un amplio estudio introductorio de Em-manuel Guigon y Georges Sebbag, y toda ladocumentación pertinente, lo que la con-vierte en una publicación de referencia. Ver-sado en muchas materias, además de enarte, es difícil acotar la creación y el pensa-miento de Eugenio Granell, el cual encarnóa la perfección el exigente modelo de surrea-lista que diseñó Breton. Su obra plástica flo-reció justo en el momento del inicio de ladeclinación de este movimiento de vanguar-dia, que mantuvo su preponderancia duran-te la época de entreguerras pero cuya in-fluencia sigue aún hoy viva. En cualquiercaso, Granell siguió trabajando y en perfectacomunión con el surrealismo de después dela Segunda Guerra Mundial. La obra recogi-da en la exposición, además de llevar el hon-roso sello de pertenecer a la colección deBreton, tiene el interés añadido de que nosmuestra al primer Granell, con obras de losaños 1940 y comienzos de 1950, cuando semantenía todavía vivo el debate del futurodel arte asediado por el caos bélico y laspeligrosas incertidumbres del comienzo dela guerra fría. En definitivas cuentas: nos en-contramos con una convocatoria a la quehay que acudir por muy diferentes motivosy todos de peso. Francisco Calvo Serraller

Parte de la instalación de Francesc Torres, Lluvia uniforme, en la galería Elba Benítez.

Imagen del vídeo Bilbao Song (2010), de Peter Friedl.

Escena virtual del cruel del tiempo, de Eugenio Granell.

Antártida. Orcadas (2006), de Mireya Masó.

ARTE / Exposiciones

EL PAÍS BABELIA 15.05.10 17

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Por Fietta Jarque

EL VENEZOLANO Alexander Após-tol es capaz de ver más allá delas paredes. Durante más deuna década rastreó las expre-siones de las utopías del mo-dernismo en la arquitectura

de su país. Casas, hoy ruinosas, son testi-gos del empeño de la modernidad instan-tánea entre los años cincuenta y setenta,cuando el petróleo enriqueció un país has-ta entonces casi rural, provinciano. Após-tol (Barquisimeto, 1969), que vive ahoraentre Caracas y Madrid, es uno de los artis-tas latinoamericanos de carrera más sóli-da en la escena internacional. Y ahora havuelto su mirada hacia los edificios emble-máticos del franquismo y la imagen deprogreso que quisieron ofrecer. “Así comoel hecho de vivir en España me agudiza encierta forma mi visión acerca de Venezue-la y Latinoamérica, el hecho de ser extran-jero de alguna forma me hace tener unavisión especial, ni mejor ni peor, acerca deciertos temas españoles”, explica. “En mitrabajo, y desde hace un buen tiempo, bus-co elementos en la arquitectura y en elurbanismo que definan o ejemplifiquenaspectos sociales y políticos de la región.Trabajos como Residente Pulido, Documen-tal o Av. Caracas, Bogotá (que se han vistoen España) hablan de cómo la moderni-dad en Latinoamérica no siempre estuvoen concordancia con la maduración o ne-cesidades de la población, pero sí con unaidea cívico-militar de sectores del país quequerían pertenecer a la modernidad ayuda-dos por el petróleo. Es imposible separar laforma de crecimiento de una ciudad de lamentalidad política de sus gobernantes ysu población. Es lo que me interesa y esdesde donde parto con el trabajo de Losárboles de El Pardo. Me interesa cómo losedificios de la plaza España han sido prota-gonistas de dos momentos españoles anta-gónicos, pero con resultados similares, apartir de su imagen. Fueron construidosen la España franquista en la década de losaños cincuenta para demostrar forzosa-mente que el país no estaba sumido en lapobreza sino en un ímpetu desarrollista.Hoy en día, 50 años después, vemos cómo,en la España democrática, la economía haestado fuertemente unida a la especula-ción inmobiliaria, donde estos edificios,que también han sido arte y parte, nosdemostraron que nada de lo que parecíaera verdad. Ni los números ni la imagen; nimucho menos la certeza de ese oasis deldesarrollo que los españoles de la posgue-rra nunca encontraron. Aquí la imagen,una vez más, se nos convierte en símil denuestros deseos, fetiches y engaños”.

En el mundo del arte hay también co-rrientes migratorias. Entre Nueva York yMiami, Londres, Berlín, São Paulo o Méxi-co —puntos calientes de esta ruta— se en-cuentran también Madrid y Barcelona. Lasciudades españolas han atraído en los últi-mos años a algunos de los artistas latino-americanos más destacados y no precisa-mente por la potencia de su mercado. Esmás por su situación en Europa y una cul-tura y lengua común. “Madrid es un sitiode encuentro para los artistas latinoameri-canos”, dice el colombiano Antonio Fran-co, que llegó a la capital española en 1989.“Si vives en el norte de Europa vienes aMadrid. Si vives en Madrid te puedes des-

plazar fácilmente al resto de Europa o a lospaíses mediterráneos. Aparte de los artis-tas de paso veo a muchos que han escogi-do Madrid como su sitio de trabajo. En laúltima Bienal de Venecia varios de los artis-tas del área latinoamericana que estabanexpuestos vivían aquí”. Una docena de es-tos creadores, con una trayectoria interna-cional acreditada, han sido reunidos en lamuestra Sinergias. Arte latinoamericano ac-tual en España, que se acaba de inauguraren el Museo Extremeño e Iberoamericanode Arte Contemporáneo (MEIAC), de Bada-joz. La mayoría de ellos con obras que alu-den de alguna manera a la relación con supaís de acogida. Además de AlexanderApóstol y su visión de la plaza de España,hay trabajos de la peruana Sandra Gama-rra, los argentinos Laura Lío, Andrea Naca-ch e Iván Marino; los uruguayos DanielCharquero y Carlos Capelán; los colombia-nos Antonio Franco y Natalia Granada; elmexicano César Martínez, el ecuatorianoTomás Ochoa, el brasileño Marlon de

Azambuja y los cubanos Carlos Garaicoa yArmando Mariño.

“Después de media vida aquí mi identi-dad es una suma de dos culturas”, mani-fiesta Laura Lío. “Me siento entre mediasde ser una artista latinoamericana y unaartista española. Me siento parte del aire,parte del océano, parte de algo mayor a lospaíses como es el inmenso territorio de lacreación. He observado en las personasque se dedican al arte en sus distintas ma-nifestaciones una especial y potente capa-cidad para ser parte de la tierra que pisan yde los sonidos que oyen”.

Pisar la calle y extraer de la ciudad estí-mulos para su trabajo. Carlos Garaicoa pre-senta una instalación escultórica para unaplaza pública con un monumento ecuestrede Francisco Franco decapitado y la op-ción de una serie de cabezas de mandata-rios (desde Hugo Chávez al Rey) para com-pletarlo. Se titula Y Jesús dijo a Lázaro…levántate y anda. El joven brasileño Marlonde Azambuja mira al suelo y encuentra entrampillas, tapas de alcantarillas y otros ele-mentos callejeros la posibilidad de combi-narse en dibujos geométricos de irónicasconnotaciones. Iván Marino realiza una se-rie de instalaciones de arte digital en rela-ción con Los desastres de la guerra, de Go-

ya. En esta ocasión utiliza el de La Horca,utilizando el caso del ahorcamiento de Sa-dam Husein. César Martínez utiliza el sím-bolo del mariachi (fusión de tradiciones es-pañolas, mexicanas y francesas) para suscollages de Solita por el río Huitzilinares deMadrihuantepec (2006), con barcas adorna-das como jardines flotantes, que recuerdana traineras de Xochimilco, que aquí nave-gan por el río Manzanares.

No todo son guiños a lo urbano. Algu-nos también trabajan en torno al pasadoamericano. En la videoinstalación Indiosmedievales (2008), Tomás Ochoa hace unacomparación entre los estereotipos difun-didos en Europa a través de los grabadosde Theodor de Bry en el siglo XVI sobre elaspecto de los indios americanos (que nun-ca vio) y los emigrantes ecuatorianos delsiglo XXI llegados a España. Sandra Gama-rra, que aborda desde hace años el temadel “museo deseado”, compone con unaserie de pinturas un museo arqueológicovirtual. “El segundo cuarto del rescate (elprimero fue el del inca Atahualpa) es unainstalación que no habla sobre la conquis-ta de Perú sino que se refiere al litigio entrela Universidad de Yale y el Estado peruanopor la recuperación de los restos arqueoló-gicos encontrados en Machu Picchu, parasu conservación y su museología. Estaobra alude a un determinado tipo de mu-seo exigido por Yale para la devolución delas piezas. A un nivel más amplio, la obracuestiona cómo se gestiona la cultura,quién la construye y dónde están sus fragi-lidades”, explica Gamarra.

Los comisarios de esta muestra sonCarlos Jiménez y Carlos Delgado. Jiménezpiensa que entre estos artistas y los espa-ñoles hay “un aire de familia” en el lengua-je plástico que utilizan. “Si bien todos seexpresan mediante las técnicas y retóricasdel arte contemporáneo internacional,hay un sesgo —no discriminatorio— queimpone el hecho de trabajar en España yque no sería igual si estuvieran en ReinoUnido o Bélgica. Las obras que presentanGaraicoa, Apóstol y Marino tocan temashistóricos relacionados con la política y lahistoria española, que asumen como su-ya”, comenta.

Los Carpinteros es un colectivo (undúo) formado por los artistas cubanos Da-goberto Rodríguez y Marco Castillo. Ellostienen actualmente una exposición indivi-dual en Madrid, donde han decidido resi-dir desde hace unos meses. Están a puntode inaugurar en EE UU su obra de mayorenvergadura, Free Basket, en un nuevo par-que escultórico del Indianapolis Museumof Art (IMA) llamado 100 Acres. Es su pri-mer trabajo a gran escala y consiste en unacancha de baloncesto profesional cruzadapor decenas de tubos curvos que podríansimular la trayectoria de los rebotes delbalón en una jugada.

“Madrid es ahora una ciudad cosmopo-lita, muy distinta de cuando vinimos en1994. Ahora los camareros de los sitios sonde todas partes del mundo. La ciudad tie-ne un sabor multicultural y nos sentimosmás cómodos”, afirma Dago Rodríguez. Alo que añade Castillo: “Hemos encontradoen Madrid una cultura mucho más cerca ala cubana que si nos fuésemos a vivir aMéxico o a Lima”. El colectivo, formado enlos años noventa junto a Alexandre Arre-chea (que sigue su carrera en solitario des-de 2003 y también vive en Madrid), ha de-sarrollado su trabajo en La Habana, donde

utilizaban materiales reciclados para abor-dar con un propósito conceptual el proce-so de elaboración de la obra en sí. Losprincipales museos y centros de arte espa-ñoles tienen trabajos suyos en sus coleccio-nes (Reina Sofía, MEIAC, Musac, CGAC),además de su presencia en las coleccio-nes de la Tate (Londres), LACMA (Los Án-geles, EE UU), MoMA (Nueva York) y Da-ros (Suiza).

Las obras que presentan ahora en Ma-drid, todas nuevas, son sumamente refi-nadas y de una factura cuidada hasta elextremo. En más de un caso podría consi-derarse ebanistería más que carpintería,si es que fueran realmente trabajadoresde la madera. No obstante, Dago y Marcodicen que les gusta hacer con sus propiasmanos la mayor parte del trabajo. “Reali-zamos nuestras primeras obras cuandoteníamos veintitantos años y ahora esta-mos entrando en los cuarenta. Hemos ma-durado en lo artístico y podría decir queestamos entrando en un estado de gra-cia”, afirma Marco.

Son esculturas y acuarelas. Estas últi-mas, en algunos casos, forman parte delproceso de conceptualización de las queluego realizan de forma tridimensional. Al-gunas de las piezas han sido realizadaspensando específicamente en el espaciode la galería, como la espectacular 16m, enla que se alinean un centenar de trajescolgados en un burro (perchero de las tien-das de ropa), todos ellos perforados con unagujero similar en el centro. Si se observa através de ellos hasta el agujero de salida,da la impresión de un túnel o tubo negro,de una profundidad extraña. “Nuestros ob-jetos no suelen referirse al cuerpo huma-no, pero en esta pieza los trajes vacíos nosdieron pie para plantear varias cosas. Que-

ríamos simular una de esas tiendas de altacostura y aludir a los espacios vacíos, asép-ticos, sin nada. Lo único que une a lostrajes es el hueco que construyen todosjuntos”, afirma Dago, y continúa: “La expo-sición se titula Drama turquesa. Nos gustadarle a nuestras esculturas una aparienciaatractiva, de superficies nítidas y siemprecon un punto de ironía o humor. Pero de-trás hay un dramatismo agridulce”.

Pero no se llamen a engaño. España noes un paraíso para los artistas latinoameri-canos, sobre todo para los que empiezan.

Resulta difícil conseguir galerías que apues-ten por ellos. “Creo que Madrid ha sidodurante muchos años una ciudad muy po-co arriesgada con los nuevos artistas”, se-ñala Antonio Franco. “En algunas ocasio-nes, sólo en la Feria Arco podías ver cosasque estuvieran fuera del discurso princi-pal, rupturistas. Algunos años ni siquieraen Arco. Parece que ahora se están viendocosas más atrevidas. Hablando con un ami-go mexicano, comisario de exposiciones,decíamos que hay muchas cosas por haceren Madrid. Y creo que es mejor estar en un

sitio así que en uno en que todo esté he-cho. Quiero formar parte de eso”.

Aunque siempre está el factor suerte,como la que ha acompañado al joven Mar-lon de Azambuja, de 31 años, que tuvo unaexposición el año pasado en el Mataderode Madrid. “Para mí hay, sobre todo, doscosas aquí que me gustan mucho: la prime-ra es que es una ciudad que, comparadacon Curitiba en Brasil, que es de dondevengo, tiene muchos concursos y becasque permiten que la gente vea lo que esta-mos haciendo; la segunda, que es la más

importante, creo que Madrid me ha acepta-do… Me gusta pensar en las ciudades co-mo entidades, que te aceptan o no queestés en ellas… y en ese sentido Madrid hasido muy generosa conmigo”. O

Sinergias. Arte latinoamericano actual en Espa-ña. MEIAC. Museo, s/n. Badajoz. Hasta el 14 deseptiembre.

Los Carpinteros. Drama turquesa. Galería IvoryPress. Comandante Zorita, 48. Madrid. Hasta el24 de julio.

LLAMADA EN ESPERA RegalosPor Estrella de Diego

Una lengua comúntambién en el arteEspaña se ha convertido en los últimos años en un polo de atracción para artistas de AméricaLatina con una carrera ascendente. Una exposición reúne a una docena de ellos, que ofrecensu mirada sobre su país de residencia, mientras se siguen sumando a la lista otros creadores

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Los árboles de El Pardo, de Alexander Apóstol; Autorretrato, de Antonio Franco; Greco-Posada, de César Martínez; Metaesquema 13, de Marlon de Azambuja; Derrame rojo, de Los Carpinteros, e Y Jesús dijo a Lázaro… levántate y anda, de Carlos Garaicoa.

EL OTRO DÍA comentaba un medio británico la decepciónque experimentaban los visitantes del pabellón inglés parala expo de Shanghai, diseñado por el joven artista y arquitec-to de ultra moda Thomas Heatherwick, conocido por su usoinesperado de materiales y soluciones de ingeniería auda-ces para esculturas y edificios públicos. La decepción veníaporque después de esperar horas al sol para ver algunos delos muchos logros del arte o la cultura inglesa, se daban debruces con el más absoluto vacío: allí no había nada, nisiquiera una película proyectada. El edificio, como por otrolado ocurre a menudo en las “expos”, era la esencia delespectáculo, la obra a exponer en sí misma.

Aunque en este caso concreto el vacío es sólo aparente,dado que el edificio, con forma de flor, un diente de dragóngigantesco, guarda en todas y cada una de las miles de púasque configuran su estructura simientes de los famosos KewGardens de Londres, símbolo de las tradiciones botánicasque configuran una cultura desde siempre preocupada porunas relaciones intensas y sofisticadas con la naturaleza.Esta Catedral de las simientes —como se ha llamado alpabellón— tiene además una función social que habla de

futuro y que va más allá del simple espectáculo: cuando elevento termine, las simientes serán, parece, donadas a dife-rentes escuelas por toda China creando un vínculo que vamás allá del mero consumo cultural que implican las “ex-pos”. Pero claro, vaya usted a contar la maravillosa iniciativaa los que han estado cinco horas al sol para ver algo…

Sea como fuere, es posible que el problema no residaen la propuesta, ajustada al antiguo espíritu de las exposi-ciones universales y su tradición, mostrar las preocupacio-nes y las innovaciones de cada época, sino en lo absurdode dichas “expos” que se han ido convirtiendo en unaespecie de reiterada muestra de arte contemporáneo, loque supone ahora, con demasiada frecuencia, garantía debanalización, acumulaciones de imágenes sin ton ni son,para pasar el rato. Consumo cultural, se advertía. No esde extrañar, dado que la tradición de las exposicionesuniversales no tiene ya razón de ser. Tenían sentido cuan-do casi todo, y sobre todo la información, escaseaba.Ahora que nos sobra bastante de mucho las “expos” nodan a conocer maquinaria o inventos, sino que optan porel éxito asegurado en la industria cultural: arte, diseño.

Bueno, sobra de todo menos los visitantes en Shanghai,dicen, que andan escasos, cosa de la cual, con perdón, mealegro, porque tal vez quiere decir que el público se vadando cuenta de lo absurdo de viajar hasta una ciudad paratener el mundo a la mano en un día, en un paseo, comoocurría con la expo colonial de París de 1931 que tantoodiaron los surrealistas. Eso sí, dicen que las ventas enShanghai van viento en popa…, y de eso se trata, ¿no?

Me pongo a pensar un momento en el bello malentendi-do del pabellón inglés y en cómo en este mundo absurdoque vivimos es más sencillo comprar que recibir regalos, laceremonia del don que el maestro de Levy Strauss, MarcelMauss, comentaba en un libro mítico, publicado por vezprimera en 1925, y reeditado en castellano: Ensayo sobre eldon: forma y función del intercambio en las sociedades arcai-cas (Katz editores). Tres son las fases en dicha ceremonia:regalar, aceptar y devolver. ¿Se han preguntado alguna vezpor qué siempre que nos hacen un regalo nos vemos en lanecesidad de hacer otro regalo igual o mejor? Tal vez poreso a muchos les gusta más comprar y por eso no se haentendido el pabellón inglés. Tal vez. O

“Después de mediavida en España miidentidad es unasuma de dos culturas”,manifiesta Laura Lío

“Entre estos artistas ylos españoles hay ‘un airede familia’ en el lenguajeplástico que utilizan”,según el comisario

ARTE / Reportaje

18 EL PAÍS BABELIA 15.05.10

Page 19: PDF Diario EL PAÍS - Bitácora de LITERATURA y LENGUA ... · Gay Talese, y su talento principal es haber sabidohacerperiodismo detodoaquello de lo que suelen huir los otros reporteros:

Por Fietta Jarque

EL VENEZOLANO Alexander Após-tol es capaz de ver más allá delas paredes. Durante más deuna década rastreó las expre-siones de las utopías del mo-dernismo en la arquitectura

de su país. Casas, hoy ruinosas, son testi-gos del empeño de la modernidad instan-tánea entre los años cincuenta y setenta,cuando el petróleo enriqueció un país has-ta entonces casi rural, provinciano. Após-tol (Barquisimeto, 1969), que vive ahoraentre Caracas y Madrid, es uno de los artis-tas latinoamericanos de carrera más sóli-da en la escena internacional. Y ahora havuelto su mirada hacia los edificios emble-máticos del franquismo y la imagen deprogreso que quisieron ofrecer. “Así comoel hecho de vivir en España me agudiza encierta forma mi visión acerca de Venezue-la y Latinoamérica, el hecho de ser extran-jero de alguna forma me hace tener unavisión especial, ni mejor ni peor, acerca deciertos temas españoles”, explica. “En mitrabajo, y desde hace un buen tiempo, bus-co elementos en la arquitectura y en elurbanismo que definan o ejemplifiquenaspectos sociales y políticos de la región.Trabajos como Residente Pulido, Documen-tal o Av. Caracas, Bogotá (que se han vistoen España) hablan de cómo la moderni-dad en Latinoamérica no siempre estuvoen concordancia con la maduración o ne-cesidades de la población, pero sí con unaidea cívico-militar de sectores del país quequerían pertenecer a la modernidad ayuda-dos por el petróleo. Es imposible separar laforma de crecimiento de una ciudad de lamentalidad política de sus gobernantes ysu población. Es lo que me interesa y esdesde donde parto con el trabajo de Losárboles de El Pardo. Me interesa cómo losedificios de la plaza España han sido prota-gonistas de dos momentos españoles anta-gónicos, pero con resultados similares, apartir de su imagen. Fueron construidosen la España franquista en la década de losaños cincuenta para demostrar forzosa-mente que el país no estaba sumido en lapobreza sino en un ímpetu desarrollista.Hoy en día, 50 años después, vemos cómo,en la España democrática, la economía haestado fuertemente unida a la especula-ción inmobiliaria, donde estos edificios,que también han sido arte y parte, nosdemostraron que nada de lo que parecíaera verdad. Ni los números ni la imagen; nimucho menos la certeza de ese oasis deldesarrollo que los españoles de la posgue-rra nunca encontraron. Aquí la imagen,una vez más, se nos convierte en símil denuestros deseos, fetiches y engaños”.

En el mundo del arte hay también co-rrientes migratorias. Entre Nueva York yMiami, Londres, Berlín, São Paulo o Méxi-co —puntos calientes de esta ruta— se en-cuentran también Madrid y Barcelona. Lasciudades españolas han atraído en los últi-mos años a algunos de los artistas latino-americanos más destacados y no precisa-mente por la potencia de su mercado. Esmás por su situación en Europa y una cul-tura y lengua común. “Madrid es un sitiode encuentro para los artistas latinoameri-canos”, dice el colombiano Antonio Fran-co, que llegó a la capital española en 1989.“Si vives en el norte de Europa vienes aMadrid. Si vives en Madrid te puedes des-

plazar fácilmente al resto de Europa o a lospaíses mediterráneos. Aparte de los artis-tas de paso veo a muchos que han escogi-do Madrid como su sitio de trabajo. En laúltima Bienal de Venecia varios de los artis-tas del área latinoamericana que estabanexpuestos vivían aquí”. Una docena de es-tos creadores, con una trayectoria interna-cional acreditada, han sido reunidos en lamuestra Sinergias. Arte latinoamericano ac-tual en España, que se acaba de inauguraren el Museo Extremeño e Iberoamericanode Arte Contemporáneo (MEIAC), de Bada-joz. La mayoría de ellos con obras que alu-den de alguna manera a la relación con supaís de acogida. Además de AlexanderApóstol y su visión de la plaza de España,hay trabajos de la peruana Sandra Gama-rra, los argentinos Laura Lío, Andrea Naca-ch e Iván Marino; los uruguayos DanielCharquero y Carlos Capelán; los colombia-nos Antonio Franco y Natalia Granada; elmexicano César Martínez, el ecuatorianoTomás Ochoa, el brasileño Marlon de

Azambuja y los cubanos Carlos Garaicoa yArmando Mariño.

“Después de media vida aquí mi identi-dad es una suma de dos culturas”, mani-fiesta Laura Lío. “Me siento entre mediasde ser una artista latinoamericana y unaartista española. Me siento parte del aire,parte del océano, parte de algo mayor a lospaíses como es el inmenso territorio de lacreación. He observado en las personasque se dedican al arte en sus distintas ma-nifestaciones una especial y potente capa-cidad para ser parte de la tierra que pisan yde los sonidos que oyen”.

Pisar la calle y extraer de la ciudad estí-mulos para su trabajo. Carlos Garaicoa pre-senta una instalación escultórica para unaplaza pública con un monumento ecuestrede Francisco Franco decapitado y la op-ción de una serie de cabezas de mandata-rios (desde Hugo Chávez al Rey) para com-pletarlo. Se titula Y Jesús dijo a Lázaro…levántate y anda. El joven brasileño Marlonde Azambuja mira al suelo y encuentra entrampillas, tapas de alcantarillas y otros ele-mentos callejeros la posibilidad de combi-narse en dibujos geométricos de irónicasconnotaciones. Iván Marino realiza una se-rie de instalaciones de arte digital en rela-ción con Los desastres de la guerra, de Go-

ya. En esta ocasión utiliza el de La Horca,utilizando el caso del ahorcamiento de Sa-dam Husein. César Martínez utiliza el sím-bolo del mariachi (fusión de tradiciones es-pañolas, mexicanas y francesas) para suscollages de Solita por el río Huitzilinares deMadrihuantepec (2006), con barcas adorna-das como jardines flotantes, que recuerdana traineras de Xochimilco, que aquí nave-gan por el río Manzanares.

No todo son guiños a lo urbano. Algu-nos también trabajan en torno al pasadoamericano. En la videoinstalación Indiosmedievales (2008), Tomás Ochoa hace unacomparación entre los estereotipos difun-didos en Europa a través de los grabadosde Theodor de Bry en el siglo XVI sobre elaspecto de los indios americanos (que nun-ca vio) y los emigrantes ecuatorianos delsiglo XXI llegados a España. Sandra Gama-rra, que aborda desde hace años el temadel “museo deseado”, compone con unaserie de pinturas un museo arqueológicovirtual. “El segundo cuarto del rescate (elprimero fue el del inca Atahualpa) es unainstalación que no habla sobre la conquis-ta de Perú sino que se refiere al litigio entrela Universidad de Yale y el Estado peruanopor la recuperación de los restos arqueoló-gicos encontrados en Machu Picchu, parasu conservación y su museología. Estaobra alude a un determinado tipo de mu-seo exigido por Yale para la devolución delas piezas. A un nivel más amplio, la obracuestiona cómo se gestiona la cultura,quién la construye y dónde están sus fragi-lidades”, explica Gamarra.

Los comisarios de esta muestra sonCarlos Jiménez y Carlos Delgado. Jiménezpiensa que entre estos artistas y los espa-ñoles hay “un aire de familia” en el lengua-je plástico que utilizan. “Si bien todos seexpresan mediante las técnicas y retóricasdel arte contemporáneo internacional,hay un sesgo —no discriminatorio— queimpone el hecho de trabajar en España yque no sería igual si estuvieran en ReinoUnido o Bélgica. Las obras que presentanGaraicoa, Apóstol y Marino tocan temashistóricos relacionados con la política y lahistoria española, que asumen como su-ya”, comenta.

Los Carpinteros es un colectivo (undúo) formado por los artistas cubanos Da-goberto Rodríguez y Marco Castillo. Ellostienen actualmente una exposición indivi-dual en Madrid, donde han decidido resi-dir desde hace unos meses. Están a puntode inaugurar en EE UU su obra de mayorenvergadura, Free Basket, en un nuevo par-que escultórico del Indianapolis Museumof Art (IMA) llamado 100 Acres. Es su pri-mer trabajo a gran escala y consiste en unacancha de baloncesto profesional cruzadapor decenas de tubos curvos que podríansimular la trayectoria de los rebotes delbalón en una jugada.

“Madrid es ahora una ciudad cosmopo-lita, muy distinta de cuando vinimos en1994. Ahora los camareros de los sitios sonde todas partes del mundo. La ciudad tie-ne un sabor multicultural y nos sentimosmás cómodos”, afirma Dago Rodríguez. Alo que añade Castillo: “Hemos encontradoen Madrid una cultura mucho más cerca ala cubana que si nos fuésemos a vivir aMéxico o a Lima”. El colectivo, formado enlos años noventa junto a Alexandre Arre-chea (que sigue su carrera en solitario des-de 2003 y también vive en Madrid), ha de-sarrollado su trabajo en La Habana, donde

utilizaban materiales reciclados para abor-dar con un propósito conceptual el proce-so de elaboración de la obra en sí. Losprincipales museos y centros de arte espa-ñoles tienen trabajos suyos en sus coleccio-nes (Reina Sofía, MEIAC, Musac, CGAC),además de su presencia en las coleccio-nes de la Tate (Londres), LACMA (Los Án-geles, EE UU), MoMA (Nueva York) y Da-ros (Suiza).

Las obras que presentan ahora en Ma-drid, todas nuevas, son sumamente refi-nadas y de una factura cuidada hasta elextremo. En más de un caso podría consi-derarse ebanistería más que carpintería,si es que fueran realmente trabajadoresde la madera. No obstante, Dago y Marcodicen que les gusta hacer con sus propiasmanos la mayor parte del trabajo. “Reali-zamos nuestras primeras obras cuandoteníamos veintitantos años y ahora esta-mos entrando en los cuarenta. Hemos ma-durado en lo artístico y podría decir queestamos entrando en un estado de gra-cia”, afirma Marco.

Son esculturas y acuarelas. Estas últi-mas, en algunos casos, forman parte delproceso de conceptualización de las queluego realizan de forma tridimensional. Al-gunas de las piezas han sido realizadaspensando específicamente en el espaciode la galería, como la espectacular 16m, enla que se alinean un centenar de trajescolgados en un burro (perchero de las tien-das de ropa), todos ellos perforados con unagujero similar en el centro. Si se observa através de ellos hasta el agujero de salida,da la impresión de un túnel o tubo negro,de una profundidad extraña. “Nuestros ob-jetos no suelen referirse al cuerpo huma-no, pero en esta pieza los trajes vacíos nosdieron pie para plantear varias cosas. Que-

ríamos simular una de esas tiendas de altacostura y aludir a los espacios vacíos, asép-ticos, sin nada. Lo único que une a lostrajes es el hueco que construyen todosjuntos”, afirma Dago, y continúa: “La expo-sición se titula Drama turquesa. Nos gustadarle a nuestras esculturas una aparienciaatractiva, de superficies nítidas y siemprecon un punto de ironía o humor. Pero de-trás hay un dramatismo agridulce”.

Pero no se llamen a engaño. España noes un paraíso para los artistas latinoameri-canos, sobre todo para los que empiezan.

Resulta difícil conseguir galerías que apues-ten por ellos. “Creo que Madrid ha sidodurante muchos años una ciudad muy po-co arriesgada con los nuevos artistas”, se-ñala Antonio Franco. “En algunas ocasio-nes, sólo en la Feria Arco podías ver cosasque estuvieran fuera del discurso princi-pal, rupturistas. Algunos años ni siquieraen Arco. Parece que ahora se están viendocosas más atrevidas. Hablando con un ami-go mexicano, comisario de exposiciones,decíamos que hay muchas cosas por haceren Madrid. Y creo que es mejor estar en un

sitio así que en uno en que todo esté he-cho. Quiero formar parte de eso”.

Aunque siempre está el factor suerte,como la que ha acompañado al joven Mar-lon de Azambuja, de 31 años, que tuvo unaexposición el año pasado en el Mataderode Madrid. “Para mí hay, sobre todo, doscosas aquí que me gustan mucho: la prime-ra es que es una ciudad que, comparadacon Curitiba en Brasil, que es de dondevengo, tiene muchos concursos y becasque permiten que la gente vea lo que esta-mos haciendo; la segunda, que es la más

importante, creo que Madrid me ha acepta-do… Me gusta pensar en las ciudades co-mo entidades, que te aceptan o no queestés en ellas… y en ese sentido Madrid hasido muy generosa conmigo”. O

Sinergias. Arte latinoamericano actual en Espa-ña. MEIAC. Museo, s/n. Badajoz. Hasta el 14 deseptiembre.

Los Carpinteros. Drama turquesa. Galería IvoryPress. Comandante Zorita, 48. Madrid. Hasta el24 de julio.

LLAMADA EN ESPERA RegalosPor Estrella de Diego

Una lengua comúntambién en el arteEspaña se ha convertido en los últimos años en un polo de atracción para artistas de AméricaLatina con una carrera ascendente. Una exposición reúne a una docena de ellos, que ofrecensu mirada sobre su país de residencia, mientras se siguen sumando a la lista otros creadores

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Los árboles de El Pardo, de Alexander Apóstol; Autorretrato, de Antonio Franco; Greco-Posada, de César Martínez; Metaesquema 13, de Marlon de Azambuja; Derrame rojo, de Los Carpinteros, e Y Jesús dijo a Lázaro… levántate y anda, de Carlos Garaicoa.

EL OTRO DÍA comentaba un medio británico la decepciónque experimentaban los visitantes del pabellón inglés parala expo de Shanghai, diseñado por el joven artista y arquitec-to de ultra moda Thomas Heatherwick, conocido por su usoinesperado de materiales y soluciones de ingeniería auda-ces para esculturas y edificios públicos. La decepción veníaporque después de esperar horas al sol para ver algunos delos muchos logros del arte o la cultura inglesa, se daban debruces con el más absoluto vacío: allí no había nada, nisiquiera una película proyectada. El edificio, como por otrolado ocurre a menudo en las “expos”, era la esencia delespectáculo, la obra a exponer en sí misma.

Aunque en este caso concreto el vacío es sólo aparente,dado que el edificio, con forma de flor, un diente de dragóngigantesco, guarda en todas y cada una de las miles de púasque configuran su estructura simientes de los famosos KewGardens de Londres, símbolo de las tradiciones botánicasque configuran una cultura desde siempre preocupada porunas relaciones intensas y sofisticadas con la naturaleza.Esta Catedral de las simientes —como se ha llamado alpabellón— tiene además una función social que habla de

futuro y que va más allá del simple espectáculo: cuando elevento termine, las simientes serán, parece, donadas a dife-rentes escuelas por toda China creando un vínculo que vamás allá del mero consumo cultural que implican las “ex-pos”. Pero claro, vaya usted a contar la maravillosa iniciativaa los que han estado cinco horas al sol para ver algo…

Sea como fuere, es posible que el problema no residaen la propuesta, ajustada al antiguo espíritu de las exposi-ciones universales y su tradición, mostrar las preocupacio-nes y las innovaciones de cada época, sino en lo absurdode dichas “expos” que se han ido convirtiendo en unaespecie de reiterada muestra de arte contemporáneo, loque supone ahora, con demasiada frecuencia, garantía debanalización, acumulaciones de imágenes sin ton ni son,para pasar el rato. Consumo cultural, se advertía. No esde extrañar, dado que la tradición de las exposicionesuniversales no tiene ya razón de ser. Tenían sentido cuan-do casi todo, y sobre todo la información, escaseaba.Ahora que nos sobra bastante de mucho las “expos” nodan a conocer maquinaria o inventos, sino que optan porel éxito asegurado en la industria cultural: arte, diseño.

Bueno, sobra de todo menos los visitantes en Shanghai,dicen, que andan escasos, cosa de la cual, con perdón, mealegro, porque tal vez quiere decir que el público se vadando cuenta de lo absurdo de viajar hasta una ciudad paratener el mundo a la mano en un día, en un paseo, comoocurría con la expo colonial de París de 1931 que tantoodiaron los surrealistas. Eso sí, dicen que las ventas enShanghai van viento en popa…, y de eso se trata, ¿no?

Me pongo a pensar un momento en el bello malentendi-do del pabellón inglés y en cómo en este mundo absurdoque vivimos es más sencillo comprar que recibir regalos, laceremonia del don que el maestro de Levy Strauss, MarcelMauss, comentaba en un libro mítico, publicado por vezprimera en 1925, y reeditado en castellano: Ensayo sobre eldon: forma y función del intercambio en las sociedades arcai-cas (Katz editores). Tres son las fases en dicha ceremonia:regalar, aceptar y devolver. ¿Se han preguntado alguna vezpor qué siempre que nos hacen un regalo nos vemos en lanecesidad de hacer otro regalo igual o mejor? Tal vez poreso a muchos les gusta más comprar y por eso no se haentendido el pabellón inglés. Tal vez. O

“Después de mediavida en España miidentidad es unasuma de dos culturas”,manifiesta Laura Lío

“Entre estos artistas ylos españoles hay ‘un airede familia’ en el lenguajeplástico que utilizan”,según el comisario

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Por Chema García Martínez

LLEVA EL PELO CORTADO a lo garçon,lee a Baudelaire y cuenta con unaMedalla de las Artes y las Letras deFrancia. Stacey Kent (Nueva Jer-

sey, 1968) canta jazz y no es francesa…,aunque por poco: “Soy americana de pasa-porte y francesa de corazón”, confiesa. Lamás afrancesada de las cantantes de jazzen ejercicio publica Raconte-moi…, su primer disco completa-mente en francés, con versionesde Benjamin Biolay, Paul Misraki,André Manoukian… y los textosde crédito, únicamente, en el mis-mo idioma. “Ahí yo no he tenidoque ver”, aclara.

PREGUNTA. Uno siempre tie-ne la duda con usted de si es unacantante francesa que nació en Es-tados Unidos o una cantante esta-dounidense a la que le gusta lanueva cocina de Francia.

RESPUESTA. Soy un poco detodo. En estos momentos tengomi base en Londres por razonesprácticas, teóricamente vivo enAmérica, y en realidad el país en elque paso más tiempo es Francia.

P. Un amor, el suyo, por lo fran-cés que no es un idilio pasajero…

R. Mi abuelo paterno, que erade origen ruso, me imbuyó del es-píritu francés. Él sólo me hablabaen francés, me hacía ver películasfrancesas, incluso me recitaba lospoemas de Baudelaire, pese a queyo no comprendía una palabra. Élfue quien me puso los primerosdiscos de Serge Gainsbourg…, alfinal era como si no viviera en Amé-rica. Ahora entiendo que he sidouna privilegiada: la mayoría de miscompatriotas no tienen el menorinterés por lo que ocurre en el res-to del mundo.

P. Algunas de sus compatrio-tas, como Madeleine Peyroux,Dee Dee Bridgewater o MelodyGardot, también han hecho sus pi-nitos en el idioma de Molière.

R. Es cierto que hay una “epide-mia francesa” entre las cantantesamericanas. Supongo que para no-sotros lo francés ejerce un atracti-vo romántico y exótico…, de todasformas, ellas y yo hemos seguidocaminos diferentes. Yo he nacido ycrecido en América, pero al mismotiempo he estado inmersa en la cul-tura francesa desde niña.

P. Se entiende que grabar undisco en francés ha sido para us-ted un acto natural.

R. En ningún momento me planteé gra-bar un disco por el mero hecho de hacerloen francés. Para mí, cantar en francés esuna obviedad, y una bendición, porque lacultura francesa es todo un mundo.

P. Aparte del idioma, ¿tenía algunaidea previa acerca del repertorio?

R. Raconte-moi… es el álbum más perso-nal e íntimo de mi carrera. Mi idea erareproducir una atmósfera precisa que mepermitiera explorar el fondo de armario dela poesía francesa, su dulzura y su ternura.En realidad, en este disco estoy contandomi propia vida de una forma metafórica.Por ese motivo no quise seleccionar 12 can-ciones que sonaran bien sin más, sino queestuve literalmente “inmersa en cancio-nes” hasta elegir las que encajaban perfec-tamente, y estoy orgullosa del resultado.

P. ¿Sería posible un disco como ésteen otro idioma que no fuera el francés?

R. Cada lengua tiene su propia persona-lidad, no son sólo los textos, también lapronunciación, el ritmo…, incluso física-mente, el acto de cantar en un idioma uotro es distinto. El francés, por ejemplo, esun lenguaje tierno y sensual. Pero siemprehay que entender lo que uno está cantan-do. Reproducir las palabras fonéticamen-te es un recurso demasiado pobre. Hayque penetrar en el idioma hasta alcanzarel inconsciente. Ahora mismo estoy con

un profesor de portugués con vistas a mipróximo proyecto.

P. Supongo que tiene que ver con suinterés por la bossa nova. En Raconte-moi… ha incluido una versión de Águasde Março, de Jobim, traducida porMoustaki.

R. Pero eso no quiere decir que haya ce-rrado el “capítulo francés”, de hecho, ahoraestoy trabajando en nuevas canciones, ymantengo las del disco en mi repertorio.

P. En su página de Facebook puedevérsela radiante acompañada por Mous-taki.

R. Es que, cuando le vi ahí, junto a mí,no me lo podía creer. Fue un honor cantarjunto a él.

P. El disco incluye un tributo a HenriSalvador, con su interpretación de Jardind’hiver.

R. Únicamente coincidí con él en un es-pectáculo televisivo, y por supuesto quería

recordarle, pero, sobre todo, esque es una canción de amor a lanaturaleza muy hermosa, aunqueno sea suya, pero formaba partede su repertorio.

P. Si tuviera que elegir unacanción del álbum como single,¿cuál seleccionaría?

R. Raconte-moi…, sin duda.Es la canción de amor perfecta.Habla del mundo interior de lapareja, lo que ocurre de puertasadentro, y cuando los amantes sa-len al exterior y se enfrentan almundo real. Cada vez que la can-to cierro los ojos y veo a dos per-sonas amándose. Que una sim-ple canción me permita hablarde algo tan íntimo y tan bonitome parece lo más hermoso delmundo.

P. En su caso, trabajo y amorvan unidos. Raconte- moi… es-tá producido y arreglado por sumarido, el saxofonista JimTomlinson.

R. Entre nosotros hay unacompenetración casi telepática,derivada, creo yo, de la vida encomún. Jim me ha ayudado a cre-cer como artista, con él sientoque estoy en buenas manos. Perono es sólo él, también los músi-cos que me acompañan. Porqueuna cosa es tocar con un músicoy otra tener en torno a ti a ungrupo de personas capaces de es-cuchar las ideas de los demás.

P. ¿Qué se siente cuando supaís de adopción le concede auno la máxima distinción artís-tica?

R. Fue algo inesperado y gran-dioso. Ni por lo más remoto podíahaberme imaginado que el Minis-terio de Cultura me había “echadoel ojo” y, de repente, me vi conver-tida en “embajadora de la músi-ca”. ¡Yo no tenía ni idea de queestaba haciendo algo por alguien!Y ahí estaba la ministra ChristineAlbanel en persona imponiéndo-me la medalla en reconocimientoa mi trabajo llevando la música

francesa fuera de Francia.P. Steven Tyler, líder de Aerosmith, la

citó entre sus dos cantantes favoritos jun-to a Willie Nelson.

R. Pues para mí constituye todo un ho-nor, porque ¡adoro a Steven Tyler! Cuandome llegó la noticia, me dejó fuera de com-bate. Entiendo que puede resultar extrañoque alguien como Tyler escuche mi músi-ca, pero la música es la música y ya está.Al final, lo que queda es la emoción. Haymúsicas para todos los estados de ánimo,yo puedo en un momento sentirme comoMaria Callas y en otro como Steven Tyler.Mi sensibilidad es obviamente jazzística,vivo en un mundo distinto del de él, peroeso no significa que no disfrute con sumúsica, ¿por qué no habría de hacerlo? O

Stacey Kent actuará en el teatro Häagen Dazs deMadrid el próximo 25 de mayo, www.staceykent.com. www.facebook.com/StaceyKent.

STACEY KENT podría pasar por una deestas americanas chifladas por el ViejoContinente como aquella Audrey Hep-burn que desembarcaba en París a la bús-queda del “enfaticalismo” y acababa ves-tida por Givenchy. Como prueba de esaquerencia continental y francófona, aquínos viene con este álbum íntegramenteen francés y como marca de la casa, elacento jazzy que le imprime su marido,saxofonista y productor, Jim Tomlinson.Aunque no es todo jazz lo que reluce ni

tampoco chanson lo que acaba por ser,Kent consigue salirse con un trabajomuy personal donde sus hilitos de vozacaban por llenarlo de un perfume sen-sual y lírico, y con estas armas logra tra-zar la regla de tres imposible de haceralgo sofisticado y a la vez de una sencillezprodigiosa. En el menú francés, selec-ción exquisita, las Aguas de marzo de Jo-bim pasadas por la versión que en su díahizo Moustaki, temas añejos comoL’etang que cantara allá por los añoscincuenta la actriz Danielle Darrieux, elJardin D’hivern de Henri Salvador, Lesvacances au bord de la mer de MichelJonasz, un músico que debería tener me-jor suerte entre nosotros y una versiónde punto de cruz, delicada y emocionan-te de Le mal de vivre de la siempreañorada Barbara. Toda una declaraciónde amor tricolor. Carles Gámez

Stacey KentRaconte-moi…Blue Note / EMI

Nació en Nueva Jersey, pero creció escuchando los poemas de Baudelaire. Con un estilo lírico y sensual, StaceyKent pone voz y el acento justo al jazz francés en su nuevo disco Raconte-moi… “Es cierto que hay como unaepidemia francesa entre las cantantes americanas. Supongo que lo francés ejerce un atractivo exótico”, asegura

Jazz con sabor francés

Stacey Kent, la más afrancesada de las cantantes de jazz. Foto: Nicole Nodland

MÚSICA / Entrevista

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YA CONOCEN LA HISTORIA: El Bronx es unquinteto hardcore —de Los Ángeles, a pe-sar del nombre— que, allá por 2007, deci-dió acercarse a los aires del mariachi, conun proyecto paralelo. La ocurrencia cayóen gracia y, tras una serie de impactantesconciertos, Mariachi El Bronx parece apunto de eclipsar al grupo madre. Comodemuestra su estreno discográfico, el con-cepto resulta embriagador. Además, estáhecho a conciencia, más allá de cualquierfrivolidad: los cinco gringos, que actúanuniformados, han sido reforzados por mú-sicos de origen mexicano. Mariachi ElBronx ofrece aquí un repertorio original,nada complaciente: letras de denuncia,historias de tiempos duros, crónicas deamores desesperados. Un cancionero quese hace irresistible gracias al empuje detrompetas, violines, jarana, requinto, guita-rrón. Se trata de un mariachi de pequeñoformato, que potencia el ritmo y pega fuer-te: una bellísima idea. Diego A. Manrique

CUANDO MÚSICOS de distintas formacionesse unen en un supergrupo, o la químicalos propulsa nuevas cotas (caso de Crosby,Stills, Nash & Young) o la cosa se queda enaventurilla de amiguetes (véase Electro-nic). Por suerte, Monsters of Folk va por elprimer camino, y su álbum de estrenoamplifica los talentos de sus miembros,provenientes de las formaciones indies deEstados Unidos Bright Eyes, My MorningJacket y She and Him. Que el nombre de labanda no lleve a engaño. Hay aromas cam-pestres de folk y celestiales armonías voca-les en esa tradición tan americana que vade los Jayhawks a los Fleet Foxes. Pero elregistro de los monstruos incluye tambiénrock clásico, country, power pop y soul conbases de trip hop, siempre interpretadoscon el entusiasmo de los que se sientenentre amigos. Mikel López Iturriaga

COMO SUENA: posiblemente, Tom Russelles el músico que más ha hecho por retra-tar a la sociedad de Estados Unidos enlos últimos 25 años. Su visión narrativaengloba, bajo sonidos del folk, el countryy el tex-mex, un amplio abanico de perso-najes anónimos y célebres, que se revuel-ven con sentimientos encontrados, citasliterarias, hechos históricos e imágenesconcisas. De un tiempo a esta parte, seha erigido como uno de los últimos song-writers, un majestuoso contador de his-torias, un artista mayúsculo para la músi-ca de raíces americanas. Pese a todo,nuestro hombre es un desconocido enEspaña. Si con su anterior Love and Fear(2006) mostró una madurez envidiable,con este último trabajo hay que referirsea obra maestra con la inestimable ayudade miembros de Calexico, que aportanun magnético sabor fronterizo en losvientos. La voz rasposa de Tom Russelles la ventana a ese mundo imprevisibleque espera en la carretera, abundanteen heridas abiertas que sangran histo-rias y anhelos. Blood and Candle Smokepasa por ser uno de los discos más ele-gantes y profundos de la americana mu-sic. Fernando Navarro

Monsters of FolkRough Trade /Popstock!

Mariachi el BronxWhite Drugs /Nuevos Medios

Tom RussellBlood and CandleSmokeProper Records /Shout! Factory

Cano & EnsembleHispánico NumenFlamenco CrossoverAutoedición

A LOS DOS AÑOS de su debut discográfico, elguitarrista flamenco Juan Antonio Suárez,Cano, da una nueva vuelta de tuerca a supotencial creativo acompañado de unosmúsicos con los que colaboró en parte desu anterior trabajo. Los componentes de En-semble Hispánico Numen —Mangu Díaz(bajo), Ignacio Gil (saxo y clarinete turco) yRafael F. Viedma (viola)— corresponden alos otrora Caponata Argamacho. Un temadedicado al desaparecido saxofonista Mi-chael Brecker, una bulería para el brasileñoHermeto Pascoal, unas “desviaciones”, tam-bién en tiempo de bulería, como tributo alvihuelista John Griffiths dan buena muestrade lo abierto y desprejuiciado de la inspira-ción del combo. Claro que las músicas y laguitarra son de un flamenco y su aporta-ción se hace por momentos patente enritmos, ecos y armonías. Pero, a la vez, elsupuesto líder se muestra tan permeablecomo sus compañeros para confeccionarcooperativamente una música ecléctica, derica variedad tímbrica y un cuidado trata-miento camerístico. En una soleá se incor-pora el piano de Pablo Suárez para darle unvuelo más alto al trabajo, y en la granaínaes Cano solo el que se apodera de la inspira-ción y de la experimentación postrera. Fla-menco de vanguardia o, sencillamente, labuena música del siglo XXI que se inspiraen el flamenco. Fermín Lobatón

INFINITO PARTICULAR Un caballo llamado ‘txalaparta’

Por C. Galilea

SE LA PRESENTA como la gran estrella popde China y se recurre a lo más obvio: laMadonna de ojos rasgados o la Björk asiá-tica. En el año del Tigre —ella nació enuno del Cerdo— esta joven que viene deun país de más de 1.300 millones de habi-tantes, y una de las civilizaciones más anti-guas, es la primera cantante china a laque los medios occidentales prestan tantaatención. Su padre es han —etnia mayori-taria en China— y su madre mongol. En-tre los tres y los seisaños vivió con suabuela en la estepa.En una yurta —vivien-da portátil de los nó-madas que consisteen un marco de ma-dera circular con uncobertor externo delonas o pieles—. “Lorecuerdo con muchaalegría porque podíajugar todo el día conlas ovejas y los caba-llos e ir a cualquier la-do hasta que se poníael sol. Tenía una granlibertad. Y eso es muyimportante”. Sa Ding-ding se esfuerza porhablar en inglés aun-que cuando ya noconsigue hacerse en-tender recurre al tra-ductor. “Escuchaba ala gente cantar acom-pañándose con el mo-rin khuur —violín dedos cuerdas de crin de caballo—. Allí nohabía discos. Cuando volví a la ciudad noentendía muy bien eso de los discos, aun-que me fui acostumbrando. Y con 11 añosdescubrí a Michael Jackson. Cuando oigosu música me olvido de todo”, asegura.

Su segundo disco —el primero ven-dió en Asia más de dos millones de ejem-plares— se titula Harmony. “Desde quepubliqué Alive he cantado en más deveinte países y eso me ha permitidocomprender que lo más importante esla armonía con la naturaleza, entre laspersonas”. El productor de Harmony esMarius de Vries (Rufus Wainwright, An-nie Lennox…). “Cuando me entregaronen Londres el premio de la BBC [en 2008se llevó el de World Music para Asia-Pacífico], actué en el Royal Albert Hall yél vino a saludarme y me dijo que leencantaría trabajar conmigo. En noviem-bre le mandé siete maquetas de cancio-nes para que las desarrollara. Entre di-

ciembre y enero nos estuvimos comuni-cando por Internet. Y en febrero Mariusviajó a Pekín”, cuenta. “A veces en elestudio parecíamos un par de locos por-que nos poníamos a bailar descalzos, agritar… No éramos Sa Dingding y Ma-rius de Vries sino dos niños jugando”.

Tiene 26 años y está tan interesada porla música electrónica como por la culturaancestral. En su iPod lleva canciones deRadiohead, Chemical Brothers, Nine InchNails… y música china tradicional. “Viajoa lugares remotos para grabar canciones einstrumentos de las minorías étnicas que

viven allí”. La canciónHa ha li li —de la quehay una remezcla dePaul Oakenfold— “seinspira en una vieja le-yenda según la cualun gallo dorado derri-bó un árbol y la tierrase separó del cielo. Enla provincia de Yun-nan, suroeste de Chi-na, viven los Yi y otros20 grupos étnicosque consideran quela montaña, el árbol,el agua, son Dios”, di-ce. Sobre los Gobier-nos poco preocupa-dos por la destrucciónde nuestro hábitat na-tural admite: “En Chi-na es un problemaque tenemos pendien-te. La gente de Yun-nan ha sabido conser-var la naturaleza y esun ejemplo para to-dos nosotros”.

Canta en mandarín, tibetano, inglés eincluso en un idioma inventado —“por-que cada lengua tiene una melodía distin-ta”— y se queja de que la mayoría de lamúsica que se está haciendo en Asia sue-na prácticamente igual que el pop másinsustancial: ejércitos de clones… Unapregunta que Sa Dingding oía a menudoen sus comienzos: ¿pero qué hace estachica haciendo esto? “Sí, hasta el año2006 muchas personas me cuestionaban,decían que estaba loca, pero no me dejéinfluenciar. Sabía lo que quería hacer.Ahora los medios dicen ‘nos gusta su mú-sica aunque no sabemos por qué”, cuentariendo. “Expreso mis emociones a mi ma-nera y la visión que pueda dar de China alos occidentales es a través de mis ojos. Yono puedo representar la cultura china”. O

Harmony está editado por Wrasse / HarmoniaMundi. Sa Dingding actúa hoy enMurcia (Festi-val Tres Culturas, plaza de la Universidad).

Por Carlos Galilea

¿EL TROTE O GALOPE de un caballo como los que estánpintados en las cuevas de Santimamiñe o Ekain? ¿Un siste-ma de comunicación entre caseríos? Historias fantásticassobre el origen de la txalaparta, un idiófono que se golpeacon palos. Materiales necesarios: un tablón de maderacolocado de forma horizontal sobre dos cestos separados(ahora se recurre a caballetes) sobre los cuales se poníanhojas o hierbas (hoy, gomaespuma) para favorecer la vibra-ción, y dos palos redondeados en sus extremos —maki-las— con los que se percute rítmicamente (de arriba haciaabajo) el tablón. Jorge Oteiza escribió que “se produce porpercusión un canto compuesto de dos voces, de dos líneasrítmicas (una regular y la otra libre), más exactamente, esun canto (regular) descompuesto y dominado por un con-tracanto”. El documento más antiguo que se conoce sobrela txalaparta es un texto de 1882. Su sonido estaba ligado ala elaboración de la sidra: era costumbre en Guipúzcoaque, finalizada la tarea de triturar la manzana en el lagar,se organizara una fiesta con toques de maderos. En el valle

de Oiartzun animaba a los jóvenes en las celebracionesnupciales con un entusiasmo que, como cabía esperar, noestaba bien visto por las autoridades eclesiásticas. Lo cuen-ta Juan Mari Beltrán en Txalaparta (editorial Nerea), librobilingüe euskera-castellano, con CD y DVD, y doscientaspáginas magníficamente ilustradas. Juan Mari BeltránArgiñena (San Sebastián, 1947), incansable investigador ydivulgador de la música popular, ha contribuido a que uninstrumento rústico prácticamente desconocido a media-dos del siglo XX se haya convertido en un símbolo de lacultura vasca. Profesor en Hernani, y con varios discoseditados, recogió en Lasarte el testimonio de los hermanosZuaznabar, que ya en 1931 habían tocado en Radio SanSebastián. Y los de Asentsio y Ramón Goikoetxea, Jose yJose Mari Zabalegi o Jesús y Josean Artze —que empeza-ron a colocar varios tablones por txalaparta con el fin deaumentar sus posibilidades sonoras—. Los Gerla Beti—con la introducción de las láminas de pizarras como unaalternativa a la madera— o el propio Juan Mari y su herma-

no Bixente normalizaron el instrumento tocando por todala geografía vasca. Igual que músicos como Tomás SanMiguel —con su disco Lezao en 1993—, Kepa Junkera,Pascal Gaigne… Luis de Pablo compuso para txalapartaZurezko olerkia y Carmelo Bernaola le hizo sitio en suEuskarari abestia. Hoy suena la txalaparta en las campa-ñas turísticas del Gobierno Vasco. O en una coreografía dela Compañía Nacional de Danza estrenada en el teatroReal de Madrid. Y viaja por el mundo: Nömadak tx se titulael proyecto de Oreka tx que se gestó durante sus encuen-tros con músicos mongoles, indios, norteafricanos y sa-mis, mientras que las gemelas Ttukunak tocan con JohnZorn, Arto Tunçboyaciyan o Mariza y en el Royal FestivalHall de Londres o el teatro Castro-Alves de Salvador deBahía. Es la historia, apenas esbozada, de unos txalaparta-ris cada vez más numerosos que han llevado su instrumen-to de los caseríos de Euskadi a las capitales del mundo. Elsonido de la madera, latido ancestral que se asemeja al denuestro corazón, y nos trae la voz del árbol y la tierra. O

Cruzando la Gran MurallaSa Dingding, la gran estrella pop de China, mira alpasado y al futuro con su música ancestral y electrónica

Sa Dingding presenta Harmony, su segundo disco.

MÚSICA / Discos

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SIEMPRE SE descubren cosas nuevasen Shakespeare. Tras ver As youlike it en el estupendo montajede Sam Mendes, en el Español,

pienso que perfectamente hubiera podi-do ser una late play, uno de sus roman-ces últimos: la misma mezcla de tonos,el mismo gozoso carrusel de inverosimili-tudes. Veo también los vínculos, los hi-los del tapiz. Rosalind, disfrazada de mu-chacho, anticipa a Viola; Adam, el viejosirviente, desaparece de golpe como elbufón de Lear; el duque Frederick aban-dona su reino y se retira a meditar, antici-pándose a Próspero; el villano Oliver sevuelve bueno de la noche al día tras seratacado por una leona tan incongruentecomo el oso de Cuento de invierno. Re-lumbran las antiguas pautas: la pavanaamorosa que se muerde la cola (Silvioama a Febe, Febe a Ganímedes, Ganíme-des a Orlando, Orlando a Rosalind… queresulta ser Ganímedes) y cuya música,una trenza de paradas y estocadas, aca-ba convirtiéndose en la acción misma.Música mozartiana: no estamos lejos deCosì fan tutte. Ni de la isla de La tempes-tad o el bosque de El sueño de una nochede verano, esos espacios propicios a latransformación.

Lo esencial del espectáculo de Men-des es que se toma a los personajes enserio, por muy disparatadas que sean lastramas. No los degrada, no los encierraen una égloga o en una farsa. Todo sue-na verdadero, cada uno toca en su tono.Todo se comprende, todo es diáfano. Elafecto y la claridad son las principales (einusuales) bazas de la función. Hay ver-dadero afecto entre Rosalind y su amigaCelia, entre Orlando y el viejo Adam,incluso entre el bufón Touchstone y elpastor Corin: ambos saben que son dosprimeros espadas y juegan a medirse, avacilarse, con maravillosa complicidad.Nunca había visto tan bien entendidaesa escena.

Sam Mendes no presenta esta vez unreparto estelar (si exceptuamos la colabo-ración de Stephen Dillane, que tambiénencarna a Próspero en La tempestad), pe-ro todos son grandes actores, fantástica-mente conjuntados.

La función empieza en invierno abso-luto, totalitario. La corte del dictador Fre-derick es un muro de tablas grises connieve enquistada. El exilio del “otro” Du-que (que por perder ha perdido hasta elnombre) y sus compañeros no es menosgris ni menos frío: visten con abrigos ygorros de trampero en western crepuscu-lar pero exhalan auténtica nobleza deespíritu. Esto es importante porque losactores doblan sus papeles. Primero he-

mos conocido al usurpador, temible, psi-cópata, y luego al legítimo, sabio y bon-dadoso: parece increíble que los inter-prete el mismo actor, Michael Thomas, ylo mismo sucede con los dos juegos decortesanos. No dobla, en cambio, Ste-phen Dillane, el inolvidable Herzen deLa costa de la utopía: tampoco había

visto nunca servir así, con tal elegancia ydelicadeza, al melancólico Jacques, casiun caballero sudista o un aristócrata che-joviano. No sé cómo actuaría Shakespea-re, pero me lo imagino así, con esa vozoscura y cálida, distante y apasionado,contemplando a los amantes como unautor contempla a sus personajes. La pri-

mera parte se cierra con una imagen dig-na de John Ford: Mendes hace que elviejo Adam muera en brazos de sus ami-gos, que le alimentan a cucharaditas, jus-to después de que Jacques recite el pasa-je de las siete edades del hombre comosi evocara una leyenda india. Con Adammuere el invierno y todo florece: brota eltrigo, brotan los amores, la luz de PaulPyant crea cálidas manchas de verdor yel juego actoral se vuelve ligero y celéri-co. Orlando (Christian Camargo) tiene laradical seriedad de la adolescencia: qui-zá hay algo de rigidez en su composi-ción, pero en ningún momento lo pintancomo un bobo, pese a clavar atroces poe-mas en los árboles. Tampoco el jovenpastor Silvio (Aaron Krohn) es el consa-bido merlucete, sino un amante descon-certado; ni la campesina Audrey (JennyBarber), que seducirá a Touchstone consensualidad de revuelque en pajar, es lagañanaza de rigor; incluso la gordura dePhoebe (Ashlie Atkinson) es alegre y su-culenta.

El único personaje un tanto desafora-do es el vicario Sir Oliver, que Alvin Eps-

tein, hasta entonces el conmovedorAdam, convierte en un delicioso excén-trico inglés. Aún no hemos hablado deltrío visitante. Thomas Sadowski inter-preta al bufón Touchstone como un cru-ce entre Jerry Senfield y Jason Alexan-der, o sea, entre el sarcasmo luminoso yel vinagretismo exasperado. MichelleBeck es una Celia lúcida, comprensiva,madura, que contempla con cariño yprevención los arrebatos de la vitalísimaRosalind, tal vez el mejor personaje fe-menino de todo el teatro de Shakespea-re (y al que más espacio dedicó: 736líneas de texto). Rosalind juega para son-dear y educar a Orlando, y tiene el verboafilado de Beatrice y la determinaciónque heredará Viola, pero es algo más,algo que muchas veces suele escaparse:una dualidad constante, que JulietRylance ha pillado a la perfección. SuRosalind es racional y enloquecida, tími-da y apasionada, enamorada y temerosadel amor. Y se muestra realmente preo-cupada, sin apearse nunca de la comici-dad, cuando trata de resolver todos losfollones que ha montado. El enredo y lafiesta campestre que precede a las bo-das (rápidas, apañadas, agridulces, co-mo siempre en Shakespeare) están mu-cho mejor resueltos que en el Cuento deinvierno que Mendes nos regaló en suanterior visita: flotaba allí una tonalidadparódica y un tanto aturullada que noasoma en el bosque de Arden. El ritmotrepidante del lío se disuelve en la ce-lebración como un perfecto fundido en-cadenado: respiramos el aire fresco delparaíso, iluminado por las lámparas depapel, como en una verbena de infan-cia, y la voz de Anthony O’Donnell can-tando It was a lover and his lass sobreun suave trote country inyecta una som-bra de caducidad, como una nube antici-pando el otoño que les espera a la salidadel bosque. Precioso, memorable espec-táculo. Y una última cosa: los subtítulosen castellano están muy bien traduci-dos. El nombre del autor o autora debe-ría constar en el programa. O

Mendes se tomaa los personajes en serio,por muy disparatadasque sean las tramas

Juliet Rylance (izquierda) y Michelle Beck en As you like it, de William Shakespeare. Foto: Joan Marcus

‘As you like it’: tócala otra vez, SamSam Mendes ha vuelto a hacer diana con la obra de Shakespeare en el Español. Un montaje claro, con verdaderoafecto hacia (y entre) los personajes, y un reparto sin estrellas pero con enormes y muy bien conjuntados actores

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

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CUÁL ES EL lugar del artista en laLatinoamérica contemporánea?¿Qué relación existe entre el artey el poder? ¿Cómo ha cambiado

la función social de la literatura entre elmodernismo de fines del siglo dieci-nueve y nuestro presente? Trabajosdel reino (2004), la primera noveladel mexicano Yuri Herrera, es unbuen lugar para articular una re-flexión al respecto. Esta novela atra-jo la atención de críticos importan-tes como Elena Poniatowska, y fuereeditada en España el año pasado.

A Herrera, autor de la recienteSeñales que precederán al fin delmundo (2009), le interesa mostraren Trabajos del reino la relación queexiste entre el arte y la violencia. Es-te tema aparece en algunas novelasdel chileno Roberto Bolaño, entreellas Nocturno de Chile y Estrella dis-tante. En Nocturno de Chile hay unavisión del crítico como un cortesanodel poder autoritario y de la literatu-ra como una vocación artística queprocura mantenerse alejada de labarbarie, pero que es más bien cóm-plice de esa barbarie.

Las novelas de Bolaño tienenuna evidente conexión con las “no-velas del dictador”, tan fundamenta-les en la literatura latinoamericana.En Nocturno de Chile, el dictador esun personaje, y en la trama es clavesu relación de Ibacache, el críticonarrador en su lecho de agonizante;quiere aprender de él los fundamen-tos del marxismo. En la novela deHerrera, estamos lejos del poder es-tatal. Aquí no hay presidentes ni mi-nistros; apenas uno que otro policíacorrupto. Más que de un Estado fa-llido se trata de uno ausente, comoen algunos cuentos de Rulfo (Noshan dado la tierra). Pero esa ausen-cia del poder central ya dice mucho, por-que lo que se instala a cambio es el poderlocal del narcotráfico en el norte de Méxi-co. El Rey es quien hace y deshace, y lacorte de áulicos se forma en torno a él.

En Trabajos del reino hay una reflexiónaguda sobre el lugar del arte en una socie-dad capitalista regida por los valores delnarcotráfico. Lobo, el Artista, es un cantorde corridos cuyo camino se cruza con elRey, un poderoso jefe narco; vivir de corte-sano en torno al Rey tiene sus costos: sedebe componer pensando en ese mundoen el que vive. Se trata de un arte de gesta,a la usanza medieval: los corridos cantanlas hazañas de los moradores del lugar.Así, lo que hará Lobo al privilegiar el lugarcentral del Señor será componer narcoco-rridos. El arte no es independiente, autóno-mo; quizás nunca lo es del todo, pero enesta novela se explicita el intercambio dela creación de una obra por el mecenazgo,la tranquilidad económica.

Lobo no cree estar haciendo nada inco-rrecto. Por un lado, su justificación artísti-ca tiene que ver con el hecho de que estácomponiendo corridos que salen del pue-blo. Por otro, sabe que al estar del lado delRey transgrede las normas de la correc-ción social; el lado peligroso de su arte leda a su vocación un toque disidente, dehombre enfrentado a los valores de la cul-tura burguesa (“Que se asusten, que seasombren los decentes, sobájelos”, creeque le dice el Rey; “Si no, ¿pa qué es artis-ta?”).

Lo que está en juego en Trabajos delreino es la función misma del arte. Resultasignificativo contrastar esta novela con untexto de Rubén Darío, El Rey burgués(1888). En este cuento, el escritor nicara-güense reflexiona también sobre la co-nexión entre el arte y su función social. Setrata de otro momento histórico, en el queel poeta ha perdido su lugar privilegiadoen la sociedad y, desplazado por los valo-

res mercantilistas, de profesionalizacióndel arte, busca desesperadamente ese lu-gar perdido. En la corte del Rey burgués,mecenas aficionados a las artes, el poetase queja de que, en la naciente sociedad

moderna, su rol de profeta visionario espuesto en entredicho.

El poeta de Darío rompe una lanza poruna visión romántica del arte que está sien-do desplazada por los valores del merca-do: “Los ritmos se prostituyen, se cantanlos lunares de las mujeres, y se fabricanjarabes poéticos… Señor, el arte no está enlos fríos envoltorios de mármol, ni en loscuadros lamidos, ni en el excelente señorOhnet. ¡Señor! El arte no viste pantalones,ni habla en burgués, ni pone los puntos entodas las íes”.

De nada sirve la queja. Lo que le ofreceel Rey al poeta es ingresar al nuevo sistema,ofrecerle una transacción comercial a cam-bio de su arte: “Pieza de música por pedazode pan”. El poeta “hambriento” termina ol-vidado en el jardín del rey burgués, y le llega

la muerte mientras él sigue soñando en lasociedad venidera que cantan sus versos.

Ha pasado más de un siglo entre laobra de Darío y la de Herrera. El Artista deTrabajos del reino sigue buscando su lugar

en la corte. Lo que ha cambiado es el gra-do de conciencia que tiene de pertenecera la sociedad capitalista; el poeta de Daríose acerca a la corte y busca ingresar a ella

entre quejas acerca de una función privile-giada perdida; sus ataques a los valoresburgueses son también ataques al Rey quedebería darle un trabajo, pues éste encar-na esos valores triunfales.

En cambio, el Artista de Herrera aceptaque ya no tiene ninguna función socialprivilegiada y, más bien, se legitima a símismo cuando se acerca al centro de irra-diación del poder. Un poder que ya no esestatal, pero que es poder al fin. Entre Da-río y Herrera media todo el siglo XX, lahistoria del intelectual latinoamericanoque, fascinado por el poder, se dejó sedu-cir por él y perdió su capacidad de discur-so crítico. O

Trabajos del reino. Yuri Herrera. Periférica. Cáce-res, 2010. 125 páginas. 16 euros.

Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia,1967) ha publicado recientemente Los vivos y losmuertos. Alfaguara. Madrid, 2009. 208 páginas.15.50 euros.

El artista en la corte: del rey burgués al señor narcoLa comparación entre dos textos escritos con más de cien años de diferencia —Trabajos del reino, de Yuri Herrera, y unrelato de Rubén Darío— permite analizar la relación entre el arte y el poder en Latinoamérica. Por Edmundo Paz Soldán

El poeta de Darío seacerca a la corte y buscaingresar a ella. El Artistade Herrera se legitimacuando se acerca al centrode irradiación del poder

Fotografía tomada durante un concierto de Los Tigres del Norte en Monterrey el año pasado. Foto: Reuters

OPINIÓN

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