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2 3 Página 2/LA NACION Sábado 20 de febrero de 2010 Espectáculos Fiesta Nacional del Chamamé Bailanta en el puente Pexoa Además del festival nocturno, hay música durante la tarde, en Riachuelo CORRIENTES.– Hasta mañana se realiza en esta ciudad la Fiesta Nacional del Chamamé. Cada noche, desde el último miércoles, todo es música en el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. Pero, en rea- lidad, la fiesta no comienza ahí. A 17 kilómetros de la capital provincial está ubicado el puente Pexoa, en el caudaloso Riachuelo (famoso gracias a la canción de Cocomarola; sí, hay que volver a escribir este nombre, que corresponde a uno de los patriar- cas de la cultura chamamecera). “Tardecita de sol/ fiel testigo de amor./ En el puente Pexoa,/ querida del alma/no existió el dolor.” Tal vez lo que existió fue el calor, como en la tarde de anteayer. Cerca de las 5 todavía quedaban unas brasas en la parrilla del camping de la localidad de Riachuelo. La mayoría de la gente se arrimaba a los quinchos en busca de algo fresco para la garganta. Los niños andaban en el agua, jugando y refrescado el cuerpo. Un auto rompía el ruido típico de pájaros y bichos de la zona cuando sus ruedas golpeaban las tablas de madera del puente Pexoa. De fondo se escu- chaba un chamamé lento. Sobre el escenario, primero Los Hijos de los Barrios y luego Caranchillo Ríos eran los encargados de animar la bailanta. A la distancia, la música se sentía en los oídos como esa ondulación que se percibe en la vista al observar un espejismo de agua, en medio de la ruta, en una tarde de mucho sol. Todo parecía lejos, pero estaba ahí nomás. Frente al escenario la gente bailaba, apenas resguardada por una mediasombra gigante que marcaba los límites posibles de la pista. Claro que ese perímetro siempre depende de la convocatoria. Porque ésta es la tercera vez que se realiza la bailanta dentro del marco del festival y cada año crece un poquito más. En una tarde como ésa, animada por 17 conjuntos, entre las 11 y las 18.30, habrían pasado por ahí no más de setecientas personas, pero el fin de semana pueden llegar a 4000. De los que visten como para un día de camping (remeras, shorts y ojotas) se puede pensar que es gente corajuda que se lanza a la pista sin temerle al calor agobiante. Pero es difícil de entender para los que viven en zonas de climas fríos o templados, cómo hacen para bailar toda la tarde esos cristianos que visten pilchas gauchas (botas con espuelas, bom- bachas oscuras de fiesta, como las de antes, camisa, pañuelo, chaleco, sombrero y la infaltable rastra). Ver para creer. La temperatura de la noche siem- pre es más amable. Ese mismo día, en el anfiteatro comenzó una nueva ronda chamamecera que tuvo música de la más refinada, con el dúo de los hermanos Rudi y Nini Flores, grupos añosos como el Cuarteto Santa Ana, clásicos del género como Los de Ima- guaré, nuevos valores del estilo de Amandayé, figuras nacionales de la canción popular como Teresa Parodi y juntadas bastante llamativas y muy poco logradas, aunque cayeron bien en el público, como las de Las Hermanas Vera con el Bahiano. Para la noche de cierre, mañana, se esperan las actuaciones en el es- cenario Sosa Cordero de Coqui Ortiz, Verón-Palacios, Matías Garlarza, Alejandro Balbi y el Ballet Litoral, entre otros. Por Mauro Apicella Enviado especial GENTILEZA SUBSECRETARIA DE CULTURA DE CORRIENTES Los Hijos de los Barrios animaron la bailanta en el escenario del puente Dos veteranos bailarines Como Sandro y Mercedes Sosa, el cuerpo del folklorista Ariel Ramírez fue velado con todos los honores en el Congreso de la Nación y sus res- tos descansarán a partir de hoy en el Panteón de Sadaic del cementerio de la Chacarita. El espacio del Salón de los Pasos Perdidos, cedido por el gobierno na- cional, se abrió a partir del mediodía de ayer para que familiares, amigos y, sobre todo, el público que lo recordaba por obras como “Alfonsina y el mar” le rindiera su último adiós. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de gabinete, Aní- bal Fernández se comunicaron direc- tamente con los familiares durante los últimos días y manifestaron su pesar profundo por el triste final. Mientras tanto, el secretario general de la Pre- sidencia, Oscar Parrilli, anunció a su hijo Facundo Ramírez que decre- tarían duelo nacional por la muerte del músico. Durante el velatorio, su música sonó bajito, a manera de tributo. En un clima de dolor, emoción y profundo respeto, los familiares se sentaron alrededor del cuerpo, mientras fueron llegando las primeras personalidades de la mú- sica. El primero en llegar a despedir al maestro fue Andrés Ciro, cantante de Los Piojos, que está casado con Constan- za, una de las nietas de Ramírez. El público también se fue acercando a medida que se enteró de la noticia. Decenas de personas dejaron sus ac- tividades del día para despedirse del autor de la Misa criolla, obra que dio la vuelta al mundo y fue traducida a más de diez idiomas. También apa- recieron sus viejos compañeros de elenco y vida, como Zamba Quipil- dor, voz emblema de la Misa criolla; Patricia Sosa, que se sentía parte de la familia (“fue como un padre para mí”), y Eduardo Falú, que lo recordó como “un gran creador y, sobre todo, un gran hombre”. Su hijo, Facundo Ramírez, visible- mente emocionado, recordó anécdo- tas junto a su padre: “Con papá, tra- bajamos juntos 10 años haciendo un dúo de pianos. No hay un lugar de la Argentina que mi viejo no conozca y yo puedo dar fe de eso. Recuerdo que un día llegamos a Orán, en Salta, a las 3 de la mañana. Nos tuvimos que cambiar detrás de un árbol y después nos presentamos ante 35.000 personas. Con él era todo así: muy humilde y muy grande a la vez”. En los últimos días de internación en la clínica, Facundo y su familia le ponían música. “Eso le gustaba”, dijo su hijo. “Se merecía que lo despidieran en el Congreso. Ahora, toda la música que haga será en homenaje a él” MUSICA POPULAR 1921-2010: adiós a uno de los más grandes creadores del folklore argentino Ariel Ramírez: esta zamba es de usted jugan de modo admirable las más genuinas esencias de la tierra con las exquisiteces clásicas de la portentosa invención melódica. Entre los mojones de trascenden- cia universal del compositor, resplan- dece su Misa criolla, obra sacra del culto católico traducida al castellano, sobre cuyas partes del ordinario ritual colocó el genio diversos rit- mos autóctonos: vidala-baguala (“Kyrie”), carnavalito-yaraví (“Glo- ria”), chacarera trunca (“Credo”), carnaval cochabambino (“Sanctus Benedictus”) y estilo pampeano (“Agnus Dei”). Cientos de coros y solistas de todo el mundo la están interpretando desde 1964. Tras la primera presentación aquí, el 20 de diciembre de 1965, con Mercedes Sosa como solista, se sucedieron muchas otras a partir de la primera gira europea en 1967, por Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza, que concluyó en Radio Vaticano. Zamba Quipildor, en la segunda gira europea (1974); el tenor lírico José Carreras (1987). Luego, Granada (1992), Londres (1995), Japón (1998), Expo de Hannover (2000), etcétera. A tales hitos se suman cuatro memorables ciclos integrales: Navi- dad nuestra, Los caudillos, Mujeres argentinas y Cantata sudamericana; los más conocidos, amén del no editado Tríptico mocoví, sobre el mundo indígena del Chaco, cantado en 1983 por Mercedes Sosa, y Los sonidos del Nuevo Mundo, partitura inédita de homenaje a España y al descubrimiento. En cada uno, Ariel fue devanando, con la alta poesía de Félix Luna, el mágico ovillo de ritmos de todo este sur de América latina junto a las melodías irrepetibles de su inventiva. Su prolífica fantasía nos dejó, además, la Misa por la paz y la jus- ticia, que Ariel consideró superior a muchas de sus obras y que fue presentada en Europa y grabada en Holanda. Viajero Hijo de Rosa Blanca Servetti y Ze- nón Ramírez, maestro, periodista y escritor, había nacido en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921. Allí estudió piano, pero quería aprender de los músicos populares. En Córdoba, Ata- hualpa Yupanqui lo instó a conocer el paisaje y la música nuestra en el Noroeste. Le pagó el pasaje. Y Ariel, con 20 años, recorrió Tucumán, Salta y Jujuy. Recibió enseñanzas de don Justiniano Torres Aparicio, doctor y músico, en Humahuaca. Con 22 años inició en Buenos Aires el camino de pianista intérprete del folklore latinoamericano, en conciertos, filmaciones, audiciones radiales y empresas discográficas. Su discografía arranca con RCA Victor en 1946. Serán 21 discos dobles de 78 r.p.m. A partir de 1961, graba varios LP en Philips. Ariel necesitaba estudiar para enriquecer su vocabulario musical. Luis Gianneo, primero, y más tarde Erwin Leuchter le enseñaron los se- cretos del arte. Con ese bagaje, inicia viajes por Europa en 1950. Se instala en Roma. Durante cuatro años ofrece recitales allí y en prestigiosas salas de Barcelona, Santander, Madrid, Londres, Hamburgo. Se radica en Lima y emprende giras por ciudades del continente. En 1955 funda aquí su Compañía Folklórica, con una decena de músicos de primer nivel. Recorre el país durante dos décadas y Europa oriental. Fueron sus poetas, además de los versos de su padre (“A la Juventud Normalista”), María Elena Espiro, Luna, Tejada Gómez, Aizenberg, Brascó, Espiro, Yupanqui, María Elena Walsh, Cátulo Castillo, León Benarós, Juan L. Ortiz, Antonio Ta- rragó Ros. También poetas anónimos de la tradición. Algunos traducidos y registrados en inglés, francés, italiano, árabe y hebreo. Compositor y pianista El legado de Ariel Ramírez como compositor es casi inabarcable. Ritmos pampeanos (milonga, estilo, triunfo), del Noroeste (chacareras y en especial zambas), del Litoral (chamamé, rasguido doble, galopa), gatos, valses, pericón, una veintena de canciones, un tango; pulsos de choro, bossa nova, guajira, vals peruano, 15 estudios para piano, entre otros. ¿Cómo no recordar las gloriosas zambas “La tristecita” (con su compañera, María Elena Espiro); “Volveré siempre a San Juan” y “Allá lejos y hace tiempo”, con Tejada Gómez; “El Paraná en una zamba”, con Jaime Dávalos; “Zam- ba de usted”, con Félix Luna, o la cadencia mesopotámica aledaña de su pago: “Agua y sol del Paraná” y “Santafecino de veras”, con Miguel Brascó, y “Los inundados”, con Isaac Aizenberg; o el pulso pam- peano en vidalitas, el malambo “Cuatro rumbos”, “Milonga cam- pera”, o “La hermanita perdida”, con Yupanqui; su homenaje al indio toba, con Luna; su tributo a los Hermanos Abalos en la chacarera “La equívoca”; o su primer apren- dizaje en el noroeste argentino en el bailecito “Purmamarca”, o a Cuyo, en la cueca “La cuyana”, además de “Cueca de la frontera”. Pero Ariel fue, además, un gran pianista, un auténtico clásico. No le interesó pertenecer a la van- guardia. La mano derecha, para notas brillantes y transparentes; la izquierda, para subrayar el acorde, el arpegio oportuno. Sus largos dedos no buscaron el virtuosismo. Jamás apabulló ni quiso sorprender. Sí supo adornar melodías con apo- yaturas, raudas cabriolas y repen- tinos arranques de típicos rasgos folklóricos, para luego adentrarse en matices y sutilezas. Ariel instaló definitivamente el piano como instrumento del folklo- re. Antes, era sostén de algún grupo. El lo puso adelante como protago- nista, solo o con otros músicos. Como intérprete, fue un ejemplo para compositores pianistas al recorrer el mapa argentino y lati- noamericano de los más diversos creadores: Chazarreta, Yupanqui, Polo Giménez, Eduardo Falú, Co- comarola, Fleury, Gómez Carrillo, Cuchi Leguizamón, Rosita Melo, Arnedo Gallo, Morales, Jaime To- rres, Tarteño Rojas, Alomías Robles, entre tantos otros. Y demostró una admirable generosidad y altruismo para con sus colegas. Su toque era único; su sonido, inconfundible. Conjugó sencillez con pujanza, rai- gambre popular con refinamiento pianístico. Fue serio. Descartó al mismo tiempo el malabarismo, la demagogia. Son de antología sus entretejidos con Eduardo Falú (canto y guitarra) y Los Fronterizos en “Coronación del folklore”; con Domingo Cura en “Cuatro rumbos”; con el Conjunto Ritmus (Yepes-Jacobson); o junto al charango de Jaime Torres y la voz maravillosa de Lolita Torres. Funcionario Muchos cargos nacionales e in- ternacionales asumió a lo largo de su vida. En 1983 estuvo al frente del Centro Municipal de Divulgación Musical. La música popular y clásica se expanden por Buenos Aires. Desde allí lanza un intensivo plan educati- vo: La Música va a la Escuela. Por cinco períodos, fue presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic). Debió sor- tear intervenciones y controles con los gobiernos de facto. Se retiró en 2004. Fue el único latinoamericano que presidió la entidad internacional de creadores. El adiós al maestro El público y los artistas se despidieron del pianista Testimonios Mario O’Donnell (“Pacho”). “Ariel Ramírez hizo más por la histo- ria que muchos historiadores. Con Félix Luna hicieron conocer la his- toria profunda, no la convencional. Juntos dieron obras emblemáticas, algunas de ellas de repercusión in- ternacional. Tengo una gran admira- ción por el talento de Ariel Ramírez. Fue un gran intérprete, de formación severa, y un funcionario apasionado. Recuerdo sus años como director nacional de Música, cuando yo era secretario de Cultura.” Jaime Torres. “La Misa criolla era algo inesperado para todos. Ni el más optimista se iba a imaginar esto que nos dio tanta alegría; recorrer buena parte del mundo. Es una obra que ha hecho muy feliz a la gente de nuestro país y del mundo, como mensaje y espíritu de lo que se po- día lograr a través de las melodías relegadas e instrumentos criollos. Yo conocí a Ariel en el 55, en una visita a Rosario. Fue muy claro: era muy sabedor de lo que se buscaba en el momento. Nos marcó a todos. Era- mos muy jóvenes. En el 58 comen- zamos a formar aquel binomio de piano y charango. Desde entonces, seguimos juntos hasta el 87.” Zamba Quipildor. Fue uno de los primeros músicos que se acercaron al Congreso Nacional para despedir a su amigo. Allí conversó con LA NACION. “Hace más de 30 años que lo conozco. Vengo a despedir a un ami- go, a un padre. Lo que me queda es la enseñanza que nos dejó a todos. Recuerdo cada viaje que realiza- mos. Esos recorridos eran, para mí, aprender a ser más hombre.” Ariel, según Facundo Ramírez “Para mí, mi viejo es la voz de la patria. Recuerdo cómo una vez el padre de Daniel Barenboim le dijo que le parecía extraordinario. Mi papá le agradeció pensando que se refería a la Misa criolla. Pero Barenboim le dijo que le parecía un extraordinario pianista.” Continuación de la Pág. 1, Col. 2 Informe: Marina Marianetti Andrés Ciro y la nieta de Ramírez ARCHIVO ARCHIVO/CORBANI DYN

1921-2010: Ariel Ramírez: esta zamba es de usted del folklorista Ariel Ramírez ... con Mercedes Sosa como solista, se ... con Eduardo Falú (canto y guitarra) A

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Page 1: 1921-2010: Ariel Ramírez: esta zamba es de usted del folklorista Ariel Ramírez ... con Mercedes Sosa como solista, se ... con Eduardo Falú (canto y guitarra) A

2 3Página 2/LA NACION Sábado 20 de febrero de 2010Espectáculos

Fiesta Nacional del Chamamé

Bailanta en el puente Pexoa Además del festival nocturno, hay música durante la tarde, en Riachuelo

CORRIENTES.– Hasta mañana se realiza en esta ciudad la Fiesta Nacional del Chamamé. Cada noche, desde el último miércoles, todo es música en el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. Pero, en rea-lidad, la fiesta no comienza ahí. A 17 kilómetros de la capital provincial está ubicado el puente Pexoa, en el caudaloso Riachuelo (famoso gracias a la canción de Cocomarola; sí, hay que volver a escribir este nombre, que corresponde a uno de los patriar-cas de la cultura chamamecera).

“Tardecita de sol/ fiel testigo de amor./ En el puente Pexoa,/ querida del alma/no existió el dolor.” Tal vez lo que existió fue el calor, como en la tarde de anteayer. Cerca de las 5

todavía quedaban unas brasas en la parrilla del camping de la localidad de Riachuelo. La mayoría de la gente se arrimaba a los quinchos en busca de algo fresco para la garganta. Los niños andaban en el agua, jugando y refrescado el cuerpo. Un auto rompía el ruido típico de pájaros y bichos de la zona cuando sus ruedas golpeaban las tablas de madera del puente Pexoa. De fondo se escu-chaba un chamamé lento. Sobre el escenario, primero Los Hijos de los Barrios y luego Caranchillo Ríos eran los encargados de animar la bailanta.

A la distancia, la música se sentía en los oídos como esa ondulación que se percibe en la vista al observar un espejismo de agua, en medio de la ruta, en una tarde de mucho sol. Todo parecía lejos, pero estaba ahí

nomás. Frente al escenario la gente bailaba, apenas resguardada por una mediasombra gigante que marcaba los límites posibles de la pista.

Claro que ese perímetro siempre depende de la convocatoria. Porque ésta es la tercera vez que se realiza la bailanta dentro del marco del festival y cada año crece un poquito más. En una tarde como ésa, animada por 17 conjuntos, entre las 11 y las 18.30, habrían pasado por ahí no más de setecientas personas, pero el fin de semana pueden llegar a 4000.

De los que visten como para un día de camping (remeras, shorts y ojotas) se puede pensar que es gente corajuda que se lanza a la pista sin temerle al calor agobiante. Pero es difícil de entender para los que viven en zonas de climas fríos o templados, cómo hacen para bailar toda la tarde

esos cristianos que visten pilchas gauchas (botas con espuelas, bom-bachas oscuras de fiesta, como las de antes, camisa, pañuelo, chaleco, sombrero y la infaltable rastra). Ver para creer.

La temperatura de la noche siem-pre es más amable. Ese mismo día, en el anfiteatro comenzó una nueva

ronda chamamecera que tuvo música de la más refinada, con el dúo de los hermanos Rudi y Nini Flores, grupos añosos como el Cuarteto Santa Ana, clásicos del género como Los de Ima-guaré, nuevos valores del estilo de Amandayé, figuras nacionales de la canción popular como Teresa Parodi y juntadas bastante llamativas y

muy poco logradas, aunque cayeron bien en el público, como las de Las Hermanas Vera con el Bahiano.

Para la noche de cierre, mañana, se esperan las actuaciones en el es-cenario Sosa Cordero de Coqui Ortiz, Verón-Palacios, Matías Garlarza, Alejandro Balbi y el Ballet Litoral, entre otros.

Por Mauro ApicellaEnviado especial

GENTILEZA SUBSECRETARIA DE CULTURA DE CORRIENTES

Los Hijos de los Barrios animaron la bailanta en el escenario del puenteDos veteranos bailarines

Como Sandro y Mercedes Sosa, el cuerpo del folklorista Ariel Ramírez fue velado con todos los honores en el Congreso de la Nación y sus res-tos descansarán a partir de hoy en el Panteón de Sadaic del cementerio de la Chacarita.

El espacio del Salón de los Pasos Perdidos, cedido por el gobierno na-cional, se abrió a partir del mediodía de ayer para que familiares, amigos y, sobre todo, el público que lo recordaba por obras como “Alfonsina y el mar” le rindiera su último adiós.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de gabinete, Aní-bal Fernández se comunicaron direc-tamente con los familiares durante los últimos días y manifestaron su pesar profundo por el triste final. Mientras tanto, el secretario general de la Pre-sidencia, Oscar Parrilli, anunció a su hijo Facundo Ramírez que decre-tarían duelo nacional por la muerte del músico.

Durante el velatorio, su música sonó bajito, a manera de tributo. En un clima de dolor, emoción y profundo respeto, los familiares se sentaron alrededor del cuerpo, mientras fueron llegando las primeras personalidades de la mú-sica. El primero en llegar a despedir al maestro fue Andrés Ciro, cantante de Los Piojos, que está casado con Constan-za, una de las nietas de Ramírez.

El público también se fue acercando a medida que se enteró de la noticia. Decenas de personas dejaron sus ac-tividades del día para despedirse del autor de la Misa criolla, obra que dio la vuelta al mundo y fue traducida a más de diez idiomas. También apa-recieron sus viejos compañeros de elenco y vida, como Zamba Quipil-

dor, voz emblema de la Misa criolla; Patricia Sosa, que se sentía parte de la familia (“fue como un padre para mí”), y Eduardo Falú, que lo recordó como “un gran creador y, sobre todo, un gran hombre”.

Su hijo, Facundo Ramírez, visible-mente emocionado, recordó anécdo-tas junto a su padre: “Con papá, tra-bajamos juntos 10 años haciendo un dúo de pianos. No hay un lugar de la Argentina que mi viejo no conozca y yo puedo dar fe de eso. Recuerdo que un día llegamos a Orán, en Salta, a las 3 de la mañana. Nos tuvimos que cambiar detrás de un árbol y después nos presentamos ante 35.000 personas. Con él era todo así: muy humilde y muy grande a la vez”.

En los últimos días de internación en la clínica, Facundo y su familia le ponían música. “Eso le gustaba”, dijo su hijo. “Se merecía que lo despidieran en el Congreso. Ahora, toda la música que haga será en homenaje a él”

MUSICA POPULAR1921-2010: adiós a uno de los más grandes creadores del folklore argentino

Ariel Ramírez: esta zamba es de ustedjugan de modo admirable las más genuinas esencias de la tierra con las exquisiteces clásicas de la portentosa invención melódica.

Entre los mojones de trascenden-cia universal del compositor, resplan-dece su Misa criolla, obra sacra del culto católico traducida al castellano, sobre cuyas partes del ordinario ritual colocó el genio diversos rit-mos autóctonos: vidala-baguala (“Kyrie”), carnavalito-yaraví (“Glo-ria”), chacarera trunca (“Credo”), carnaval cochabambino (“Sanctus Benedictus”) y estilo pampeano (“Agnus Dei”). Cientos de coros y solistas de todo el mundo la están interpretando desde 1964.

Tras la primera presentación aquí, el 20 de diciembre de 1965, con Mercedes Sosa como solista, se sucedieron muchas otras a partir de la primera gira europea en 1967, por Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza, que concluyó en Radio Vaticano. Zamba Quipildor, en la segunda gira europea (1974); el tenor lírico José Carreras (1987). Luego, Granada (1992), Londres (1995), Japón (1998), Expo de Hannover (2000), etcétera.

A tales hitos se suman cuatro memorables ciclos integrales: Navi-dad nuestra, Los caudillos, Mujeres argentinas y Cantata sudamericana; los más conocidos, amén del no editado Tríptico mocoví, sobre el mundo indígena del Chaco, cantado en 1983 por Mercedes Sosa, y Los sonidos del Nuevo Mundo, partitura inédita de homenaje a España y al descubrimiento.

En cada uno, Ariel fue devanando, con la alta poesía de Félix Luna, el mágico ovillo de ritmos de todo este sur de América latina junto a las melodías irrepetibles de su inventiva.

Su prolífica fantasía nos dejó, además, la Misa por la paz y la jus-ticia, que Ariel consideró superior a muchas de sus obras y que fue presentada en Europa y grabada en Holanda.

ViajeroHijo de Rosa Blanca Servetti y Ze-

nón Ramírez, maestro, periodista y escritor, había nacido en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921. Allí estudió piano, pero quería aprender de los músicos populares. En Córdoba, Ata-hualpa Yupanqui lo instó a conocer el paisaje y la música nuestra en el Noroeste. Le pagó el pasaje. Y Ariel, con 20 años, recorrió Tucumán, Salta y Jujuy. Recibió enseñanzas de don Justiniano Torres Aparicio, doctor y músico, en Humahuaca. Con 22 años inició en Buenos Aires el camino de pianista intérprete del folklore latinoamericano, en conciertos, filmaciones, audiciones radiales y empresas discográficas. Su discografía arranca con RCA Victor en 1946. Serán 21 discos dobles de 78 r.p.m. A partir de 1961, graba varios LP en Philips.

Ariel necesitaba estudiar para enriquecer su vocabulario musical. Luis Gianneo, primero, y más tarde Erwin Leuchter le enseñaron los se-cretos del arte. Con ese bagaje, inicia viajes por Europa en 1950. Se instala en Roma. Durante cuatro años ofrece recitales allí y en prestigiosas salas de Barcelona, Santander, Madrid, Londres, Hamburgo. Se radica en Lima y emprende giras por ciudades del continente. En 1955 funda aquí su Compañía Folklórica, con una decena de músicos de primer nivel. Recorre el país durante dos décadas y Europa oriental.

Fueron sus poetas, además de los versos de su padre (“A la Juventud Normalista”), María Elena Espiro, Luna, Tejada Gómez, Aizenberg, Brascó, Espiro, Yupanqui, María Elena Walsh, Cátulo Castillo, León Benarós, Juan L. Ortiz, Antonio Ta-rragó Ros. También poetas anónimos

de la tradición. Algunos traducidos y registrados en inglés, francés, italiano, árabe y hebreo.

Compositor y pianistaEl legado de Ariel Ramírez como

compositor es casi inabarcable. Ritmos pampeanos (milonga, estilo, triunfo), del Noroeste (chacareras y en especial zambas), del Litoral (chamamé, rasguido doble, galopa), gatos, valses, pericón, una veintena de canciones, un tango; pulsos de choro, bossa nova, guajira, vals peruano, 15 estudios para piano, entre otros.

¿Cómo no recordar las gloriosas zambas “La tristecita” (con su compañera, María Elena Espiro); “Volveré siempre a San Juan” y “Allá lejos y hace tiempo”, con Tejada Gómez; “El Paraná en una zamba”, con Jaime Dávalos; “Zam-ba de usted”, con Félix Luna, o la cadencia mesopotámica aledaña de su pago: “Agua y sol del Paraná” y “Santafecino de veras”, con Miguel Brascó, y “Los inundados”, con Isaac Aizenberg; o el pulso pam-peano en vidalitas, el malambo “Cuatro rumbos”, “Milonga cam-pera”, o “La hermanita perdida”, con Yupanqui; su homenaje al indio toba, con Luna; su tributo a los Hermanos Abalos en la chacarera “La equívoca”; o su primer apren-dizaje en el noroeste argentino en el bailecito “Purmamarca”, o a Cuyo, en la cueca “La cuyana”, además de “Cueca de la frontera”.

Pero Ariel fue, además, un gran pianista, un auténtico clásico. No le interesó pertenecer a la van-guardia. La mano derecha, para notas brillantes y transparentes; la izquierda, para subrayar el acorde, el arpegio oportuno. Sus largos dedos no buscaron el virtuosismo. Jamás apabulló ni quiso sorprender. Sí supo adornar melodías con apo-yaturas, raudas cabriolas y repen-tinos arranques de típicos rasgos

folklóricos, para luego adentrarse en matices y sutilezas.

Ariel instaló definitivamente el piano como instrumento del folklo-re. Antes, era sostén de algún grupo. El lo puso adelante como protago-nista, solo o con otros músicos.

Como intérprete, fue un ejemplo para compositores pianistas al recorrer el mapa argentino y lati-noamericano de los más diversos creadores: Chazarreta, Yupanqui, Polo Giménez, Eduardo Falú, Co-comarola, Fleury, Gómez Carrillo, Cuchi Leguizamón, Rosita Melo, Arnedo Gallo, Morales, Jaime To-rres, Tarteño Rojas, Alomías Robles, entre tantos otros. Y demostró una admirable generosidad y altruismo para con sus colegas. Su toque era único; su sonido, inconfundible. Conjugó sencillez con pujanza, rai-gambre popular con refinamiento pianístico. Fue serio. Descartó al mismo tiempo el malabarismo, la demagogia.

Son de antología sus entretejidos con Eduardo Falú (canto y guitarra) y Los Fronterizos en “Coronación del folklore”; con Domingo Cura en “Cuatro rumbos”; con el Conjunto Ritmus (Yepes-Jacobson); o junto al charango de Jaime Torres y la voz maravillosa de Lolita Torres.

FuncionarioMuchos cargos nacionales e in-

ternacionales asumió a lo largo de su vida. En 1983 estuvo al frente del Centro Municipal de Divulgación Musical. La música popular y clásica se expanden por Buenos Aires. Desde allí lanza un intensivo plan educati-vo: La Música va a la Escuela.

Por cinco períodos, fue presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic). Debió sor-tear intervenciones y controles con los gobiernos de facto. Se retiró en 2004. Fue el único latinoamericano que presidió la entidad internacional de creadores.

El adiós al maestroEl público y los artistas se despidieron del pianista

Testimonios Mario O’Donnell (“Pacho”).

“Ariel Ramírez hizo más por la histo-ria que muchos historiadores. Con Félix Luna hicieron conocer la his-toria profunda, no la convencional. Juntos dieron obras emblemáticas, algunas de ellas de repercusión in-ternacional. Tengo una gran admira-ción por el talento de Ariel Ramírez. Fue un gran intérprete, de formación severa, y un funcionario apasionado. Recuerdo sus años como director nacional de Música, cuando yo era secretario de Cultura.”

Jaime Torres. “La Misa criolla era algo inesperado para todos. Ni el más optimista se iba a imaginar esto que nos dio tanta alegría; recorrer buena parte del mundo. Es una obra que ha hecho muy feliz a la gente de nuestro país y del mundo, como mensaje y espíritu de lo que se po-día lograr a través de las melodías relegadas e instrumentos criollos. Yo conocí a Ariel en el 55, en una visita a Rosario. Fue muy claro: era muy sabedor de lo que se buscaba en el momento. Nos marcó a todos. Era-mos muy jóvenes. En el 58 comen-zamos a formar aquel binomio de piano y charango. Desde entonces, seguimos juntos hasta el 87.”

Zamba Quipildor. Fue uno de los primeros músicos que se acercaron al Congreso Nacional para despedir a su amigo. Allí conversó con LA NACION. “Hace más de 30 años que lo conozco. Vengo a despedir a un ami-go, a un padre. Lo que me queda es la enseñanza que nos dejó a todos. Recuerdo cada viaje que realiza-mos. Esos recorridos eran, para mí, aprender a ser más hombre.”

Ariel, según Facundo Ramírez “Para mí, mi viejo es la voz de la patria. Recuerdo cómo una vez el padre de Daniel Barenboim le dijo que le parecía extraordinario. Mi papá le agradeció pensando que se refería a la Misa criolla. Pero Barenboim le dijo que le parecía un extraordinario pianista.”

Continuación de la Pág. 1, Col. 2

Informe: Marina Marianetti

Andrés Ciro y la nieta de Ramírez

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ARCHIVO/CORBANI

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