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PEDAGOGÍA del DEPORTE Documentos - Inicio · 2016-03-09 · ... ¡sentimos! que el deporte, en sus más variadas manifestaciones, es uno de los pilares fundamentales para el

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PRÓLOGO José Ignacio Fernández de Carranza y Delgado

Todo un lujo supone abrir las páginas de esta nueva

aportación a la formación de la juventud y encontrarse con el saludo de la magnífica alcaldesa de la ciudad de las flores, de la luz y del amor; la carismática Rita Barbera. Valencia, será en 2007, centro de atención para todos cuantos, en el mundo mundial, sienten, ¡sentimos! que el deporte, en sus más variadas manifestaciones, es uno de los pilares fundamentales para el entendimiento entre los humanos. Con gran acierto, Joan Giradoux, afirma que el deporte es el esperanto de las razas.

No recuerdo haber leído o escuchado en lugar alguno

(enciclopedia, tertulia, mitin, conferencia o charla de café), que el deporte, entendido como superación, estímulo, arte, procedimiento educativo o confrontación de habilidades físicas,

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tuviera su origen en las antiguas civilizaciones egipcia, caldea, asiria o persa (descartando el arrastre de piedras para construir pirámides como deporte), por lo que, una vez más, nos hemos de refugiar en la siempre socorrida Grecia, madre de casi todas las cosas, en especial de las buenas.

En efecto, según hemos estudiado, leído y escuchado

desde nuestros más lejanos recuerdos, parece ser que a los griegos debamos la nada despreciable aportación del culto al cuerpo a través del ejercicio físico. Las primeras noticias que poseemos sobre los deportes o ejercicios físicos con finalidad competitiva, tienen su línea de salida en el lejano año 776 (ojo, antes de Cristo), en que se celebran los primeros juegos en honor de Zeus. A partir de entonces, se repiten en periodos de cuatro años en la ciudad de Olimpia, que dará su nombre a los juegos modernos rescatados a partir de 1896 por Coubertin.

En sus aspectos esenciales, tal como se contempla hoy, el

deporte tiene su origen en la Inglaterra de la Revolución Industrial. El deporte moderno, según Richard D. Mandell, es una adaptación particular a la vida política, económica y social.

Muchos son desde entonces, los estudios, los cantos, las

loas, las definiciones… que pueden aportarse para rellenar más páginas sobre el tema. Al minucioso trabajo desarrollado por la directora del Centro de Formación Fernando Soto, nuestra Inma, al que pudiera faltar de todo menos entusiasmo, cariño y rigor, le complementan las estudiadas, elaboradas, atinadas y, en todos los casos un auténtico lujo, aportaciones de un selecto y escogido grupo del Olimpo del Deporte, que dan contenido, peso y respaldo a nuestro modesto trabajo. Gracias.

En nuestro proyecto educativo, nos afanamos en presentar

a la juventud, un espejo ético donde mirarse; un ejemplo humano al que imitar; una norma de conducta que seguir; un camino que emprender; unas reglas de juego, que articulen su convivencia, Por ello, hemos seleccionado con auténtico mimo los nombres de diez personajes orlados con la corona de laurel. Diez vivencias, con que cerrar con la mayor dignidad nuestra publicación. ¿Es necesario glosar la personalidad y destacar los méritos y/o triunfos de la selecta lista de los que nos adornan con sus

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testimonios? ¿No sería una audacia temeraria intentarlo? Ahí están. Ahí están para el reconocimiento. Ahí están para la admiración. Ahí están para el agradecimiento. Ahí están como referente. Ahí están para el ejemplo.

En la OJE, conocedores –¿cómo no?– de nuestras

grandes limitaciones, conscientes de las dificultades que entraña la empresa, pero imbuidos también de que, como dijo Eneas, “pueden los que creen que pueden”, seguiremos contumaces en nuestro empeño de cooperar en la educación de la juventud. Este año aprovechando las posibilidades que el mundo del deporte nos brinda, con la ingenua terquedad de aquel “tonto” de pueblo que, ajeno a críticas, mofas y rechiflas del “sensato” vecindario, seguía afanado en llegar con sus piedras a la luna. Aquel “tonto”, que ante la “inteligente” pregunta del representante de lo políticamente correcto –“¿no te das cuenta de que jamás llegarás a darle a la luna?”– contestaba entusiasmado, “pues claro”, pero, añadía a continuación: “pero nadie en el pueblo lanza las piedras más lejos que yo”.

Pues eso… Valen más volando.

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“LA PEQUEÑA AVENTURA DE ARNELIO“ Ismael Quintanilla Pardo

Departamento de Psicología Social.

Facultad de Psicología. Universidad de Valencia.

Deseo expresar mi agradecimiento a Vicente Prado, José Manuel Tomás y José Luis González. Estos dos últimos consumados corredores de fondo. Sus sugerencias han sido de gran ayuda y algunas de las frases que aparecen en el texto las he extraído casi literalmente de entre sus sugerencias escritas, para posteriormente asignarlas a alguno de los personajes ficticios de este relato.

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“Cuando emprendas tu viaje a Itaca puede que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias … … …

Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano en

que llegues – !con qué placer y alegría! – a puertos antes nunca vistos.”

Itaca (1991) Constantinos Petros Kavafis ME LLAMO ARNELIO

Me llamo Arnelio y estoy corriendo un maratón. No es el

de 48 kilómetros, es un poco más pequeño, se queda en 22 kilómetros aproximadamente, en un poco menos de la mitad del original... no damos para más por el momento. Es el recorrido que mis amigos Paco, Gloria, Ernesto e Isabel han diseñado, sobre todo esta última que es especialista del deporte o, mejor dicho, es licenciada en ciencias de la actividad física y del deporte. Nuestra carrera transcurre en un monte, muy cercano de Valencia, en la sierra Calderona. Me he preparado para hacerlo y es la primera vez que voy a correr tantos kilómetros sin parar.

Os preguntaréis porqué os hago partícipes de mi

experiencia y cómo es posible que pueda escribir mientras corro. Las respuestas son sencillas. Mi amigo Javier, interesado en el estudio de los valores me ha pedido que escriba algo al respecto. A mi entender, los valores tienen mucho que ver con el deporte, la aventura, el esfuerzo, los retos, los desafíos y las metas que se alcanzan con entusiasmo y vigor. Además, resulta que he dedicado algunos años a estudiarlos y creo conocer su importancia en el desarrollo de la persona.

Para la segunda pregunta mi respuesta es la siguiente.

Me ha parecido que debía escribir en presente, para que mis sentimientos os sean más cercanos y reales. Durante la carrera he ido almacenando mis sensaciones y emociones; y, ahora, los estoy transformando en palabras. Por ello os ruego que disculpéis mi falta de precisión ¿Cómo se pueden transformar

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sentimientos en palabras? Las palabras son sonidos y, bien sabréis, que con ellos algunos músicos consiguen que sintamos la llegada del otoño, una brisa primaveral, una situación jocosa o una profunda melancolía. También sabréis que las palabras son dibujos, y que con ellos los pintores nos muestran lo que ocurrió en el pasado, la profundidad de una mirada, los sueños más extraños y la impresión más delicada. Seguro que no desconocéis que las palabras son, además, palabras encadenadas de manera especial y que, de esta forma, los poetas nos hacen partícipes de sus emociones, sus alegrías, sus amores y sus desamores. Todo esto es cierto, lo sabéis. Pero yo no soy músico, tampoco poeta y mucho menos pintor. No poseo estas habilidades. Es verdad que escribo de vez en cuando, pero lo hago sobre temas que poco tienen que ver con lo que hoy me propongo. Sed benévolos conmigo entonces y dedicadme un poco de vuestro tiempo. Un poco de amabilidad no os hará ningún daño y, puede que al final podamos compartir alguna cosa, alguna emoción o algún valor mejor comprendido.

EL CIELO ES AZUL Hemos empezado a correr muy temprano. No hace ni

mucho frío ni mucho calor, todo parece indicar que hemos elegido el día perfecto. Hemos calentado y estirado nuestros músculos durante unos minutos bajo la estrecha supervisión de Isabel. Todo trabajo bien hecho requiere una preparación bien hecha. Apresurarse con el mayor fervor, pero sin el fondo y la planificación que requiere cualquier tarea, es un error. La nuestra es una sociedad que premia el éxito, esto casi siempre ha sido así. Mas, dejad que os haga partícipes de lo que un día me dijo mi tío Emilio:

– Querido Arnelio -decía mirándome fijamente a los ojos -

no se puede ser competitivo sin aptitudes, sin conocimientos. Para ser bueno en algo hay que prepararse a fondo, estudiar y aprender constantemente.

Mi tío tenía razón. En nuestros días parece que todos

debemos ser competitivos. Pero competitivos sin más, ya que todo se espera lograr con el mínimo esfuerzo. La consecuencia

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es que, en muchas ocasiones, vosotros y yo mismo, somos muy competitivos pero sin tener la preparación adecuada. Esperamos conseguir lo que nos proponemos sin apenas esfuerzo. Eso no está bien. Hay que prepararse, toda preparación es una inversión para el futuro, y creer en ello y practicarlo es un valor. Es decir, una creencia profundamente arraigada que influye en nuestra manera de ser y sobre nuestra forma de ver el mundo. Este mundo en el que vivimos en el que nos relacionamos con los demás, formando parte de una naturaleza que nos abastece de casi todo lo necesario, al menos para nosotros los ciudadanos del primer mundo. Abusar de ella sin reflexión, sin mesura y sin conocimiento, es una forma de ser competitivos con el mínimo esfuerzo pero con resultados catastróficos.

Los que creemos que las cosas se logran con esfuerzo,

lo hacemos bajo la influencia de ciertos valores, nuestras creencias más profundas. Los valores que reivindicaba ardorosamente mi tío Emilio. Así que, como podéis suponer, no se puede empezar un maratón sin preparación. La energía que nos impulsa a correr todos estos kilómetros es como una vida en pequeño. Tiene su principio, su desarrollo y su final; tenemos que estar preparados para todo la secuencia.

Corremos a muy buen ritmo por una pista parcialmente

asfaltada. Unas nubes blancas y algodonadas aparecen en el horizonte curvado entre montañas, árboles y tierra enrojecida. El sol se vislumbra entre las hojas de los árboles que aún no han desprendido todo el rocío acumulado durante la noche. Acompañando una curva a la derecha la carretera comienza a empinarse. Debo hacer un un poco más de esfuerzo. Tan sólo he recorrido un kilómetro y medio y mis piernas están respondiendo muy bien. El día soleado y primaveral acompaña mi pequeña aventura.

– No hay aventuras pequeñas, Arnelio –recuerdo que me

decía mi abuelo con su natural entusiasmo–...toda aventura es grande, es diferente y, lo mejor de todo, es que con ella algo cambia dentro de ti.

¿Algo cambia dentro de mí? Es verdad, el mismo libro ha

acompañado una buena parte de mi vida, lo he leído en

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diferentes ocasiones y siempre, siempre me ha parecido distinto. No lo era, ya que se trataba del mismo libro: “Sinuhe, el egipcio”. Cuando lo leí la primera vez tenía trece años, fue mi primer libro. Puede que leyera otros antes, pero no los recuerdo. Todos tenemos un libro, un primer libro con el que nos hemos apasionado y cada vez que leemos uno nuevo esperamos sentir lo que sentimos con “el primer libro”. Lo he leído muchas, muchas veces y siempre, siempre ha sido diferente.

–Verás Arnelio, el que cambia eres tu y no el libro, por

eso te parece diferente.

MI ABUELO TENÍA RAZÓN ¡Cuanta razón tenía mi abuelo! ¿Cómo se lo he explicado

a mi hija? ¿Lo he hecho igual de bien? ¡Los padres tenemos tantas dudas! Cuanto mayores nos hacemos, más recordamos y con mayor respeto lo que nos advirtieron y recomendaron nuestros mayores. No sé lo que pensaréis vosotros pero el respeto ante los mayores es un valor muy importante. Creedme, por favor, cuando os digo que la experiencia de nuestros mayores y todas sus enseñanzas nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Ahora también me acompañan en mis pensamientos mientras voy corriendo. ¿Qué valores impulsaron a Filípides a correr los 48 kilómetros que separaban a Maratón de Atenas para anunciar la victoria griega? Cuenta la leyenda que tras anunciar la victoria con la frase -¡Alegraos, atenienses, hemos vencido!-, se derrumbó por el esfuerzo y murió.

Puede que no fueran 48 kilómetros ya que de ser cierta

la leyenda, es más probable que el corredor para ir de Maratón a Atenas usara el camino del norte que es de 32 kilómetros. El del sur es unos 41 kilómetros. Poco importa, dejemos el debate para los historiadores, sin embargo, me vuelvo a preguntar ¿qué fue lo que le empujó a hacer tal cosa?

Paco me saca de mis pensamientos, al decirme: – ¿Cómo vas? – Voy bien... pero que muy bien.

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Paco sonríe, no es su primera carrera y sabe que las dificultades no aparecen al principio. Gloria me mira divertida, tampoco es su primera carrera. Ernesto no habla, ya nos advirtió al comenzar que bastaba con observar el paisaje y que las conversaciones le despistaban. Isabel encabeza la carrera, marca el ritmo y nos recomienda actuar de una u otra forma. Corremos juntos hacia una meta común aunque seamos diferentes. Esto me parece realmente hermoso. De hecho las grandes sociedades se han construido de esta forma. Con el esfuerzo de todos, siendo todos distintos: mujeres, hombres, niñas y adultos, sabios e inocentes, altas y bajos, gordos y delgadas, todos tan parecidos y diversos. Esto último, la diversidad, sigue deparándome grandes sorpresas, la naturaleza, y nosotros somos naturaleza, es tan bella.

Algunas veces pienso que sin los demás yo sería muy

poca cosa. Mis maestros y profesoras me enseñaron a comprender los números y las palabras, mis amigos me ayudaron cuando algo me salía mal y cada vez que he leído un libro he sentido la compañía de quien lo escribió. Como me ha dicho muchas veces mi amigo Paco, ¡Yo soy porque tu eres! Y esto no es un trabalenguas, es pura verdad. Aprendí de mi padre que no hay que desear para los otros lo que no se desea para sí mismo. En esta máxima, se sintetizan los valores más relevantes: el respeto por uno mismo y por los demás.

Luego, mucho más tarde, he podido saber que desde

Confucio hasta Jesucristo, desde la primera arcilla escrita hasta el más moderno soporte escrito, ha sido una regla de oro. Haz lo que quieras que te hagan. Ama al prójimo como a ti mismo. Se trata de un mandamiento ético poco discutible. Lo han dicho y escrito repetidamente muchos grandes filósofos: sólo deberíamos seguir los principios que nos gustaría ver aplicados universalmente, los que nos sirvieran a todos.

Sudo mucho y bebo mucha agua y mi siguiente reflexión

se presenta de improviso, unida a la anterior. Esto es lo que pienso ahora: tenemos conciencia de lo que somos cuando nos relacionamos con la naturaleza, o con otras personas. Me estoy liando, lo que quiero decir es que no se trata de conseguir todo lo que uno desea si con ello se perjudica a otras personas; este es

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un valor a tener muy presente en la época en la que vivimos. No recuerdo ahora quien fue el que dijo que "la felicidad no consiste en tener lo que se desea, sino desear lo que se tiene"

Unos metros delante de mí corre Ernesto y no estaría

bien que le pusiera una zancadilla para llegar el primero de esta carrera. El individualismo es, en muchas ocasiones, una forma de egoísmo. Todos tenemos el derecho a ser lo que deseamos ser, aunque no siempre lo logremos pero, de lograrlo, no debería ser a costa de los demás sino con su ayuda y con nuestro agradecimiento respetuoso. La solidaridad es un valor y un principio que debería regular muchas de nuestras conductas. Esto es lo que siento ahora en compañía de mis amigos. Isabel podría correr más rápido y estar unos kilómetros por delante, pero ella sabe que es mejor hacerlo en equipo. Podríamos necesitar su ayuda o ella la nuestra. Ernesto tiene sus dudas, es normal es muy competitivo, pero sabe que, casi con toda seguridad, corriendo con nosotros llegará al final.

UN ÁRBOL EN EL CAMINO ¿Un hombre hecho a sí mismo? Dejad que me ría y que

os diga que conviene no confundir el esfuerzo con la prepotencia. Estoy de acuerdo con que una persona puede lograr con su esfuerzo, y se lo merezca, lo que otros por hastío o vagancia no alcanzan ni siquiera vislumbrar. El pequeño maratón que estoy corriendo es buena prueba de ello y las recompensas que reciba al final serán mis recompensas y estarán bien conseguidas. Pero una persona no se hace a sí misma, necesita de una u otra forma la ayuda de los demás.

Gloria que es psicóloga social me explicaba hace unos

días, con el entusiasmo que la caracteriza, que las conciencias no son, se hacen. Todos somos el resultado del pasado que los seres humanos han ido construyendo y nosotros, los ciudadanos de hoy día, también deberemos contribuir al futuro de los que nos seguirán. Lo que me lleva a proponeros la siguiente reflexión. En los números romanos no existe el cero, ¿os imagináis una multiplicación sin ceros? Hoy aprendemos a multiplicar y dividir

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en nuestros primeros años de vida, ¿y los romanos?, ¿y las culturas que no sabían lo que era el cero? ¿Cómo lo hacían?

La rueda, la máquina de vapor, los ordenadores son

también buenos ejemplos. Estos inventos son el resultado del estudio y la acumulación de los conocimientos de muchas personas ¿Creéis, por ejemplo, que Newton hubiera podido proponer su teoría de la Gravitación universal sin tener en cuenta a Johannes Kepler? ¿Podría haber formulado, este último, las leyes de los movimientos de los planetas sin tener en cuenta lo que escribieron Copérnico o Galileo? Lo que dijeron unos y otros lo hicieron tras esforzarse mucho y durante mucho tiempo; esto hace que los recordemos con admiración y respeto...

Aparece casi de repente haciéndome salir de mis

reflexiones, en el borde de la carretera por la que corro se levanta un gran nogal. Bello, recio y poderoso. Hoy es así, pero antes fue pequeño, frágil e incipiente. Los años lo han transformado, sus raíces se extendieron y absorbieron lentamente, gota a gota, un agua repleta de nutrientes y minerales. Mi ritmo no decrece y me siento igual de fuerte y me digo a mí mismo: ¡yo también fui pequeño y frágil!

Los cinco corremos a buen ritmo, acompasando la

respiración y sintiendo que lo que nos hemos propuesto lo vamos a lograr. Nos esforzamos, sabemos lo que hacemos, por qué lo hacemos y cuál será nuestra recompensa. El paisaje cambia, mientras nosotros cambiamos. Lo que me lleva, de nuevo, a mis reflexiones, aquellas de las que me he comprometido haceros partícipes. Veréis, a mi me parece que nacemos para cambiar. Sin esta capacidad, propia de todo ser vivo, no sobreviviríamos. Todos hemos nacido, vosotros y yo, pequeños e indefensos, pero con la capacidad biológica para desarrollarnos. Crecer, aprender y mejorar... crecer, aprender y mejorar.

En este momento si la senda por la que corro

descendiera yo sabría que los músculos de mis pantorrillas deberían hacer más esfuerzo y que tendría que adecuar el ritmo y movimientos de mi marcha. Esto lo sé entre otras razones porque he aprendido ciertas cosas (aunque Isabel, por su preparación, lo sabe mejor que yo), también lo sé por la

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experiencia. Esto que sé, aunque hubo un tiempo en el que no lo sabía, supone un cambio, un desarrollo para hacer las cosas de mejor manera.

El cambio consiste en pasar de la ignorancia al

conocimiento. No es que con esto crea que sea mejor saber que ser ignorante. No, para nada. Pero me aceptaréis que cuando pasamos de pensar que la tierra es plana a saber que es redonda, cambiamos nuestra manera de ver el mundo.

RECUERDO A DON MODESTO Me he vuelto a liar. Convendréis conmigo en que es

complicado tomar notas mentales mientras se va corriendo ¿Qué creéis que hace que un país sea rico? La mayor parte de las personas responde pensando en el dinero. Bien, pues, según esto, un país con mucho petróleo podría ser un ejemplo de país rico. Ahora bien, cuando los ciudadanos de este rico e hipotético país necesitan comprar una lavadora ¿a quién se dirigen?, cuando desean poner en marcha una red sofisticada de informática ¿qué hacen?, cuando deben abordar la construcción de una obra pública de envergadura ¿a quién recurren? Las respuestas a estas preguntas son evidentes, recurren a los países con los conocimientos necesarios para fabricar estos productos.

Delante de mí corre Gloria, ¿cuánto tiempo hace que la

conozco? En algún momento pude pensar que era una persona compleja y complicada, llena de problemas. Me equivoqué. No era así, estaba buscando... eso es, buscaba. Yo se lo que es eso, cada día descubro algo, la vida es extraordinaria y nos enseña, al menos a mí me ha enseñado, que los problemas son, casi siempre, la antesala de una solución.

Vuelvo a mis pensamientos y me pregunto: ¿qué le

ocurrirá a ese rico país del que antes os he hablado cuando se le acabe el petróleo? Pues, que volverá a ser pobre. La riqueza de una nación no es el dinero, es el conocimiento, aquel que poseen las personas que diseñan nuevas lavadoras, construyen sistemas informáticos más sofisticados y que son capaces de hacer un

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puente seguro y estable. Esto es lo que hace rico a un país o a una persona: no es el dinero, es el saber y sus aplicaciones.

Puedo no tener gas, petróleo u otra fuente no renovable

de energía, pero si poseo los conocimientos para investigar, desarrollar e innovar, es posible que pueda encontrar una solución. Invertir en conocimientos es un valor en alza. Puede que un día nuevas fuentes de energía sustituyan las que, ahora, están contaminando y destruyendo nuestro planeta. Esto sucederá si somos capaces de generar los conocimientos oportunos, sus aplicaciones y si todos, digo todos, tenemos el interés de que sea posible. Siempre lo he creído, lo creyeron mis padres y pretendo que lo crea mi hija. Por eso, insisto en que debe estudiar, lo debe hacer por ella, para mejorar, pero también pensando en la sociedad que le ofrece esa oportunidad. Pero si no estudia una carrera porque cree que su camino es otro, también estará bien. Lo que importará son los valores, que se respete a sí misma y a los demás y su voluntad, junto a su capacidad, para mejorar su vida y la de otras personas.

El trabajo bien hecho consiste en eso: servir a los demás

con mis conocimientos, mis ideas o mis manos y esperar que ellos hagan lo mismo. Es muy sencillo, servir y ser servido, esto es lo que siento mientras corro con mis amigos, cuando llevamos siete kilómetros y empiezan a dolerme mucho las piernas.

Las nubes algodonadas están cambiando su color, ahora

me parecen más grises y obscuras. Hace un poco de frío. Nada importante, pero lo noto y me parece que nuestro ritmo es un poco más lento. Hemos recorrido doce kilómetros. Tengo la sensación de que mis piernas no me responden como yo quisiera, mientras que los demás siguen su marcha como si cualquier cosa. Esto me molesta y me hace sentir diferente ¿Por qué me comparo con los demás?, ¿por qué tengo que ser el más lento y sentirme más fatigado? ¿ por qué me tiene que suceder a mí?

Ninguno de mis amigos parece cansado, disimulo.

Recuerdo cuando Don Modesto, mi profesor de matemáticas, me decía:

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– Te ha pasado lo que a mí -con una mirada amable que no comprendía y que ahora sé que era para ayudarme-, te han podido los nervios-. Entonces se decía así, los nervios. Ahora se habla de ansiedad, falta de concentración, baja autoestima... Lo cierto para mí, lo que me hacía diferente de los demás, era haber suspendido el examen de matemáticas. Don Modesto insistía:

– No tienes que desanimarte, yo se que lo puedes

conseguir–. Yo no le escuchaba, me refugiaba en el silencio, mientras pensaba que nunca sería capaz de entender aquellas fórmulas y aprobar las matemáticas, que era tonto y que los demás eran muy inteligentes.

– No eres tonto, Arnelio–, dijo Don Modesto, como si

hubiera leído mis pensamientos –has estudiado, puede que no lo suficiente, pero no se puede hacer un examen pensando que lo vas a suspender. A todos nos han suspendido alguna vez ¿Por qué crees que contigo iba a ser diferente? Estudia un poco más para el siguiente y, sobre todo, no te des por vencido.

No te des por vencido, no se puede correr un pequeño

maratón pensando que no vas a llegar al final, a la meta–. Al principio no le escuchaba pero, poco a poco, fui

pensando que Don Modesto podía tener razón, fui comprendiendo y unos años más tarde me matriculé en una escuela de ingeniería. Sí, queridos lectores, soy ingeniero ¡Quién me lo iba a decir entonces! Ahora sé que no todo radica en el esfuerzo, también cuenta la manera como afrontamos el fracaso. El fracaso puede ser una excelente experiencia si sabemos sacar partido, si lo vivimos como un reto, como una oportunidad.

De lo contrario nos sumimos en la apatía, nos

paralizamos, nos sentimos diferentes, nos cargamos de culpa o culpamos a los demás, para acabar pensando que no somos capaces. Es como una profecía autocumplida. Pensamos que lo haremos mal y, sin darnos cuenta, lo hacemos mal para confirmar que lo que pensábamos era cierto. Lo adecuado es, sencillamente, persistir para alcanzar nuestra meta y no desanimarse.

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EL CAMINO DE SANTIAGO Ahora sé lo que antes no lo sabía. He cambiado, he

mejorado. A veces imito a Don Modesto intentando animar a mi hija. No siempre obtengo resultados con élla, pero... no importa... persisto e insisto. Sería estupendo que esto se convirtiera en un valor y que mi hija lo utilizara como una regla interior y como un norma de conducta en su vida.

El camino que recorro junto con mis amigos es una

buena metáfora. La han utilizado muchos y muy diferentes escritores y poetas. ¿Os acordáis de Machado? “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar...” Un día le pregunté a Ernesto, quien ha recorrido el camino de Santiago muchas veces, cómo era y qué se sentía. Me respondió:

– Veras Arnelio, cada uno hace el camino de manera

diferente, según como es, en qué cree y qué espera experimentar. Hay tantos caminos de Santiago como personas que lo recorren. Lo importante no es la meta, es lo que siente cada cual mientras hace el camino.

Ernesto sabe lo que dice, conviene no confundir el

camino con la manera en como se hace. Ahora mismo voy corriendo por un camino y lo fundamental no es, desde luego, el asfalto y la tierra en la que se posan mis zapatillas. Lo más importante es lo que voy sintiendo mientras lo recorro, ahora la meta importa muy poco. Simplemente corro, me recreo en lo que veo, en lo que huelo y en lo que oigo, mis amigos me acompañan y siento... siento que todo va bien y que la naturaleza es bellísima.

¿Habéis visto u olido la Calderona en primavera?, ¿no?

No sabéis lo que os perdéis. En fin, que no siempre nos esforzamos para obtener

resultados. A veces, mediante el esfuerzo no se obtienen los resultados esperados, y, en otras ocasiones, los conseguimos a largo plazo, aparecen mucho más tarde, en el momento oportuno, cuando nos hacen falta. Es así de sencillo y, además,

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es verdad. El esfuerzo del pasado se convierte en resultados para el futuro. Gloría tiene escrito en uno de sus libros que en nuestra sociedad cada vez se valoran más los resultados inmediatos, la inmediatez. Aprietas un botón y las cosas más insospechadas comienzan a marchar. Pero el esfuerzo no es como un mando a distancia en el que se aprieta un botón y se enciende el televisor.

Vi hace unos días un trailer de una película en la que

aparecía un tío con un mando a distancia con el que era capaz de congelar las escenas que le rodeaban, volver hacia atrás e ir hacia delante. Puede que la gente se ría viéndola y que piense que sería estupendo gozar de un poder así. Puede que, poco a poco, sin darnos cuenta, alguien, no se quien, nos este haciendo pensar que esto es posible, que todos nuestros deseos se pueden conseguir así, sin más... apretando un botón.

No es cierto. La vida no es así... no hay un botón que

aprietes y todo vaya bien.

¡ADELANTE CHAVAL, NO DECAIGAS! Ahora mismo necesitaría apretar un botoncito y que mis

piernas recobraran la frescura de los primeros kilómetros. Sé que esto no es posible. Me duelen las piernas, pero sigo corriendo. No espero resultados inmediatos, hago lo que creo que debo hacer. Aunque, !caray! me falta el aliento, me concentro menos en el paisaje y mis pulsaciones están aumentando. De nuevo Paco, interrumpe mis reflexiones:

– ¿Cómo vas? – Voy bien... – Me parece que no – afirma Paco y sonríe de nuevo.

Paco no ha estudiado una carrera universitaria. Siempre he creído que podría haber estudiado cualquier cosa, es muy inteligente y capaz. Es una persona a la que admiro y estimo, a veces me cuesta comprenderlo. Un día, de manera muy directa, le pregunté al respecto y me respondió:

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– Verás Arnelio, estaba confuso y me pareció que debía orientar mis esfuerzos en otra dirección. Hoy se insiste demasiado en que hay que estudiar una carrera. Mi impresión es que, en muchas ocasiones, de lo que se trata no es de estudiar y ser útil a la comunidad, sino de poner los medios para ganar mucho dinero. A mí esto no me parece mal, pero la finalidad no debería ser únicamente ganar mucho dinero, sino ser feliz. Puede que te parezca una chorrada, igual lo es. Para mí, el principal objetivo de la vida no es tener el dinero suficiente para comprar una buena casa, casarse con una chica muy guapa o un chico neumático y tener el último modelo del coche de moda. La felicidad, que es lo que yo busco, es otra cosa –. Paco ha leído mucho y la expresión “chico neumático” creo recordar que la ha obtenido de un libro casi profético: “Un mundo feliz”, de Aldous Husley.

– No vas bien, Arnelio-, dice Paco. – Baja un poco el ritmo y respira más lentamente –, me

recomienda Isabel. – ¡Venga nano!-, me anima Gloria. – Adelante chaval, no decaigas! –, me anima Ernesto,

quien habla por primera vez desde que comenzamos la carrera que ya discurre por su noveno kilómetro.

Pienso, ¡os podéis callar! ¡dejadme tranquilo!, pero no

digo nada. Veo la solución en un recodo del camino en el que al final de una bifurcación aparece una fuente... ya está, necesito beber agua. Me dirijo hacia ella.

–¿Qué haces?-, me dice Paco. – Tengo mucha sed, estoy muy cansado y voy a beber y

reposarme unos minutos en aquella fuente. – Ni hablar – casi grita Isabel-, bajamos el ritmo, eso es

todo. Iremos a tu marcha pero no pararemos. Si lo hacemos puede que ya no puedas recuperar el ritmo, bebe agua y haz un esfuerzo.

¿Un esfuerzo? !Vaya paradoja! Va a resultar que mis

reflexiones anteriores han sido proféticas. Poco puedo hacer sino seguir aunque me duelan las piernas y haya perdido la concentración. Ahora caigo... eso es... la voluntad y la

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concentración. Recuerdo lo que me dijo hace algunos días Isabel:

– A veces, Arnelio, los maratones se pueden convertir en

una agonía, una lucha constante contra el dolor. Sigues a pesar de lo físico, contraviniendo lo que te pide el cuerpo, y llegas... pero llegas con la cabeza.

Ahora voy a tener ocasión de comprobar la profundidad

de mis creencias y de mis valores. Ahora me voy a poner a prueba y comprobar que Isabel tiene razón. Reconozco que me asusta un poco, pero si me arrugo ¿qué pasará?, ¿será importante para mí? Puede que no, no lo se. ¿Seré coherente con lo que pienso? Debo seguir.

Y sigo... con la cabeza.

ES VERDAD, TENGO DUDAS Pienso en que más tarde, mañana posiblemente, deberé

escribir sobre lo que siento. Ahora, en este momento, me parece que lo fundamental ya no es la carrera es lo que escribiré mañana. Debo seguir con mi carrera. no puedo defraudar a mis amigos, ni tampoco a vosotros mis lectores, quienes estáis haciendo un esfuerzo para comprender a este aprendiz de escritor. Si os cansan mis reflexiones podéis beber un poco de agua y seguir adelante. No os prometo gran cosa, tan sólo la sinceridad de mis reflexiones y el deseo que os puedan ser de utilidad. Aunque también en esto tengo mis dudas. Recuerdo lo que Juan de Mairena (profesor inventado por Machado) les decía a sus alumnos: “...os pido un poco de amistad y ese mínimo de respeto que hace posible la convivencia entre personas durante algunas horas. Pero no me toméis demasiado en serio. Pensad que no siempre estoy yo seguro de lo que os digo”

Es verdad, tengo dudas. ¿Quién no las tiene? ¿Que

cómo las resuelvo?, os preguntaréis. Pues, como vosotros, recurriendo a mis creencias o mis valores, por eso son tan importantes. Son mis valores los que me indican cómo resolver una duda o un conflicto. Mis padres me los inculcaron y antes sus

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padres a ellos y así lo hicieron, también, los padres de sus padres. Con el tiempo se han ido transformando un poco, pero, en lo esencial, siguen siendo los mismos valores. No creáis que fueron sólo mis padres, también fueron importantes mis tíos, mis abuelos, mis amigos, los libros que me han acompañado y mis profesores. ¡Pasé tanto tiempo con ellos en un periodo tan corto de tiempo! La educación es cosa de toda la tribu, dice un refrán africano. Todos, de una manera u otra, me han enseñado a comprender el mundo y vivir en él con respeto.

Me estoy dando cuenta que cuando se corre un maratón

con la cabeza, como lo estoy haciendo yo en este momento, todo lo que me han enseñado y todo lo que he aprendido es de suma importancia. Me ayuda a superar el dolor que me agarrota los músculos y me corta la respiración. Otros se hubieran parado en la fuente y no pasaría nada. Pero yo debo seguir, no puedo entretenerme. Creo que no debo parar, aunque tampoco criticaría a los que lo hicieran. Cada cual tiene sus razones, y sin son razones bienvenidas sean. Pero no creáis que me agrada el dolor, ni que piense que debo sentir dolor para vivir la vida, no, no es eso. En la vida, igual que me está ocurriendo en este maratón, se siente felicidad y dolor, alegría y tristeza.

Hemos recorrido casi veinte kilómetros y mi estado físico

no mejora. Es un poco más soportable y he de confesaros que el pensar que luego os lo tendré que contar y describir no solo me anima a proseguir sino que se ha convertido en una trampa. ¿Cómo voy a parar a ahora? Sería una historia sin final y os defraudaría.

Isabel interrumpe el curso de mis reflexiones: – ¿Estáis cansados? -pregunta y lo hace como si

cualquier cosa, seguro que ella no está cansada, fresca como una rosa ¡Vaya tela!

– Estoy bien – digo yo. Al decirlo me doy cuenta de que no es cierto, aunque mi cansancio sea el natural, y que todo lo que imaginé al empezar esta carrera está sucediendo de otra forma. Sabía que iba a sentir cansancio, pero no tanto. Sabía que iba a respirar con dificultad, pero no al borde de ahogarme. Sabía

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que me iban a doler las piernas, pero nunca había sentido pinchazos tan profundos en mis músculos.

Todo lo que he experimentado hasta el momento ha sido

distinto a como lo imaginé, todo. Porque no pensé en la belleza de los árboles que jalonaban el camino. Nunca imaginé como podía ser el sonido de mis pisadas sobre la tierra y lo he oído, ¿vosotros sabéis cómo es?, se fue convirtiendo en una grata compañía, como una rima que acompasaba mis movimientos y que le daban consistencia y resistencia. Recuperé un olor que tenía olvidado: el que desprende la tierra mojada. En las ciudades apenas queda tierra, ¿os habéis dado cuenta? Y muchas cosas más: el vuelo de un pájaro, una flor desconocida, la mirada de Paco, la sonrisa de Gloria, las reflexiones de Ernesto, las palabras de aliento de Isabel, el compromiso conmigo mismo, la elasticidad de mis músculos y la curva de un horizonte que se hace más cercano para luego parecer más lejano. ¿Qué no es posible?, sí lo es, porque cuando corremos un maratón, a cada paso, ganamos en perspectiva y, cada vez, vemos muchas más cosas.

– Sabes Isabel, tengo la impresión de que ahora corro

menos cansado. – No Arnelio –, me dice Isabel sonriendo -no estás

menos cansado, eso no puede ser, lo que pasa es que estás superado una “pájara”. Todos lo hemos visto. Funciona así: estás muy cansado crees que no lo vas a lograr, estás más cansado y acabas parando y diciendo que no puedes más. Pero has podido con ella. A lo largo de una carrera esto puede ocurrir varias veces. Estamos muy contentos, ahora ya sabes que el desaliento se puede superar. A veces se consigue, otras no. A veces es recomendable parar, en otras hay que seguir. Hoy había que seguir adelante, ya tienes una nueva experiencia. Una carrera es así, a veces creemos que no podemos y no es verdad.

¡FELIZ VIAJE A ITACA!

Todos me miran y se sonríen, llevan algún tiempo

corriendo juntos y saben lo que hay que hacer. Pero para mí, lo que estoy haciendo es una pequeña aventura. ¿Pequeña? No, no hay aventuras pequeñas, mi tío Emilio tenía razón. Ahora lo

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sé con seguridad. Puede que lo supiera antes de empezar este maratón, pero ahora me parece que comprendo algo mejor a Felípides y he podido comprobar que detrás de las palabras se pueden esconder grandes verdades: el esfuerzo por afecto hacia uno mismo y hacia los otros, el respeto hacia los que nos muestran el camino a seguir, que sólo será nuestro camino, y el altruismo, que alcanza en Felípides el más alto nivel... el mito ¿Cuál es la causa de tanta admiración y respeto?

Despertar cada día es una maravillosa aventura.

Imaginas lo que sucederá y luego ocurren cosas, pequeñas cosas que nos hacen sentir e imaginar lo que sucederá al día siguiente. Así va la cosa.

Ya hemos recorrido veintiún kilómetros y estoy muy

cansado. No importa, ahora sé que llegaré al final, este pensamiento me hace sentir cierta euforia. El punto que señala el final aparece ante nosotros, está a nuestro alcance ¿Cómo he sido capaz de recorrer tantos kilómetros? Si lo pienso mejor han sucedido pocas cosas, una carrera nada más. Sin embargo, ha sido mi carrera. Aquella que he querido compartir con vosotros. Espero que no estéis muy decepcionados.

Mi nombre es Arnelio y estoy finalizando un maratón de

22 kilómetros. Más o menos 22 kilómetros, poco importa. Hemos llegado al final. Ahora sé que esta carrera no la

hemos hecho igual ninguno de nosotros, para cada uno ha sido diferente. Todos estiramos las manos hasta nuestras rodillas para respirar mejor. Desde esa media altura nos miramos y nos sentimos muy contentos. Puede que mis amigos más que yo, ellos ya lo habían hecho algunas veces y querían que yo experimentara lo mismo. Con mis ojos y mi mirada les transmito un inmenso agradecimiento, ¡gracias!

Mientras mi respiración mejora recuerdo los versos de

Kavafis: “Ten siempre en la memoria a Itaca. Llegar allí es tu meta. Mas no apresures el viaje. Es mejor que se extienda largos años; y en tu vejez arribes a la isla, con cuanto hayas ganado en el camino, sin esperar que Itaca te enriquezca. Itaca te regaló un hermoso viaje. Sin ella el camino no hubieras emprendido. Mas

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ninguna otra cosa puede darte. Aunque pobre la encuentres, Itaca no te engañó. Rico en saber y en vida, como has vuelto, comprendes ya que significan las Itacas”

Así pues, a todos los que me habéis acompañado,

leyendo lo que este modesto plumista ha escrito, os deseo un ¡feliz viaje a Itaca!

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“ALGUNOS VALORES

EDUCATIVOS DEL DEPORTE” Respeto al adversario, saber perder, aprender

de las derrotas, humildad y sentido común. Juan Ángel Gato Gómez

Licenciado en Ciencias de la Educación.

Licdo en Ciencias de la Activ. Física y del Deporte. Ex Del. Prov. de la Juventud en Ávila y Salamanca.

Jefe de Protocolo del Consejo Superior de Deportes. Pte del Col. Oficial de Licdos en Educ. Física de la C. de Madrid.

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Doy gracias a Dios por haber tenido la oportunidad de vivir intensamente una dilatada etapa dedicada a la formación de la juventud desde distintos ámbitos y por ello he aceptado con mucho gusto la oferta que me brinda la Organización Juvenil Española, para poder hacer llegar algunas de las muchas reflexiones que, en materia de valores desde el mundo del deporte, parece conveniente y necesario comentar.

Desde mediados del S.XIX, ha estado vigente un axioma

acerca de ciertos valores educativos de la práctica del deporte. Recordemos, desde Arnold, Coubertin y Carl Diem, el

deporte como escuela de disciplina, de control, como hábito de esfuerzo, de superación de sí mismo, de aceptación de la propia limitación, de colaboración en equipo, de Juego Límpio, de respeto del adversario, de aprendizaje a saber perder, de respeto por el vencido ,etc.

Hoy, el deporte no es una panacea pedagógica, pero es

un instrumento válido en manos de un buen educador, es una conducta humana rica y llena de plasticidad.

A tenor de las nuevas corrientes en ciencias de la

conducta, se han descubierto en el campo del deporte, una rica cantera de conducta humana abierta a nuevas posibilidades educativas.

Disputar el balón en una cancha reglamentaria formando

parte de un equipo, aceptando unas reglas, es un verdadero deporte.

Pero tan verdadero deporte es renunciar al ascensor y

subir a pie a un octavo piso, o caminar tres kilómetros de cara al colegio o al trabajo, o disputar una pelota en el parque o probar a ver quien salta más lejos en la acera del barrio sin necesidad de tener una pista de tartán o un foso . Los espontáneos juegos competitivos o juegos de destreza infantil en su barrio o en su pueblo son verdadero deporte.

El "jogging" ha significado de alguna manera, el rescate

hacia una honorabilidad deportiva de una práctica simple, ajena a

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la solemnidad de un estadio y del polideportivo, al alcance del ciudadano medio, pero es necesario tener en cuenta, que dicha práctica debe hacerse con las convenientes garantías de salud. Pero donde por la edad, por enfermedad o por otras causas, no sea recomendable, puede ser sustituido por un simple paseo deportivo, o tirarse al suelo de su casa y hacer ejercicios abdominales, flexiones, etc.

Cada individuo lleva dentro, su propia capacidad, sus

ganas, sus conocimientos, su disfrute. La simple variedad de formas deportivas y la cantidad de beneficios físicos y psíquicos que acarrea el deporte no quiere decir que sea la panacea para la vida.

Lo que verdaderamente aporta la práctica deportiva, es sobre todo, un estado de ánimo, la capacidad de convertir los esfuerzos físicos cotidianos deportivos en saludables y optimistas, y en descubrir deporte a su alrededor.

Podemos decir que el deporte es hijo del juego, y la

esencia del deporte entronca con la del juego, así como que la actividad física es una decantación de la actividad lúdica, de hecho los juegos de la etapa infantil son la antesala de los deportes de la edad juvenil.

Así pues, el deporte en su origen, nació viciado, no poseía el carácter liberalizador del juego, pues su finalidad es utilitaria. Actualmente estamos viendo la cantidad de veces en que el deporte es utilizado con fines políticos, económicos, etc.

El deporte moderno, surge como consecuencia de un

planteamiento social de carácter discriminatorio: "…la carrera, la equitación, los juegos de pelota, la caza, el tiro, la danza, fueron formas de la preparación de los príncipes".

Contra el mal uso que la sociedad hace de la actividad

deportiva se han rebelado grandes pensadores y humanistas del siglo pasado (Coubertain, Ortega, Cagigal, etc ).

El aumento de los deportes de masas y la toma de

conciencia por la sociedad de los valores e intereses deportivos

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se produce gracias a un elemento común: el ocio. Éste, junto con la forma de ocuparlo, ha sido históricamente el desencadenante de la práctica deportiva.

El ocio como liberalizador del ser humano, ha tenido al

deporte como su forma de decantamiento a lo largo de los siglos y de las civilizaciones.

El deporte es portador y potenciador de valores y así entendido, será e fiel compañero del hombre en su viaje por la historia y permitirá comprender los factores inherentes del ser humano y su conducta y de ahí que influya en la mejora de las relaciones entre personas, potencia las prácticas éticas, inculca hábitos higiénicos y de salud.

Hablar hoy sobre ética o valores, es una tarea difícil,

máxime en esta sociedad materialista, en la que aparentemente sólo cuenta el individualismo, etc... supone un reto a no ser escuchado.

Pero a pesar de estas dificultades, siendo conscientes de

ellas, debemos ser optimistas, pues acaso sea el deporte el rescoldo que avive las llamas de una deseada regeneración social (Coca Fernández, Santiago. "Humanismo y Deporte")

¿Qué placer encuentra un montañero que corona un pico peligroso? ¿Qué siente un corredor de "Fórmula 1" al entrar vertiginosamente en una curva con todos los resortes de su coche y de su propio organismo a tope ?

Hay quienes entienden los riesgos heroicos motivados

por un valor espiritual, humanitario, social, incluso científico, pero no entienden el riesgo deportivo. Así podemos hacernos dos preguntas, anverso y reverso: ¿Cómo es posible poner en peligro la vida por un placer deportivo? Y ¿qué puede tener el deporte para lograr esta motivación?

En casi todas las modalidades deportivas, hay un

elemento de riesgo. Es uno de los atractivos que ofrece el

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deporte en general. Una especie de cita con el peligro. El simple hecho de exponerse voluntariamente a una derrota supone un riesgo.

La vida en sí está circundada por el peligro y la única

forma definitiva de huir del peligro es la muerte. Sólo el hombre es capaz de atender las fuentes llamadas

instintivas y convertirse en un ser temerariamente arriesgado. Existen ciertos valores, mucho más allá del simple mecanismo de autodefensa, capaces de empujar al hombre a ir más allá de los límites normales de conversación. El hombre se convierte entonces en un ser típicamente arriesgado.

Existen riesgos generosos, sublimes y también los hay

temerarios, insensatos; pero la capacidad de asumir voluntariamente el riesgo desmesurado, es un distintivo sólo del hombre frente a los animales. El hombre es el único animal capaz de aventura, de romper con su comportamiento los esquemas prefijados de defensa.

Competidores de alto riesgo son frecuentemente

personas de alta estima vital. En el deporte de riesgo no se busca la muerte (aunque haya excepciones), sino todo lo contrario, se pretende, de alguna manera, burlarla, demostrar la superioridad de la vida. No es la llamada de la muerte la que concierta esa cita del deportista con el riesgo; sino una especie de espíritu lúdico, de entendimiento profundamente humano de la misma vida que le lleva a superarse más y más, hasta ir consiguiendo cada vez metas más altas.

El hecho de la muerte, es una realidad inexorable, y el

hombre asume ese trance necesario y lo domina; no se achica ante él, sino que es capaz de afrontarlo con ánimo, incluso con espíritu lúdico, de entender su propia vida como juego, en cuyo entendimiento puede llegar hasta el acto de "jugarse la vida".

Una capacidad lúdica abierta y no encerrada en el

necesario repertorio del mecanismo para subsistir, está en todo acto creativo humano. El talante deportivo es una pequeña variante de ésta actitud lúdica.

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El hombre, cuando cobra la actitud deportiva, asume una consideración superior sobre sí mismo, juega consigo mismo, con todas sus consecuencias y en el deporte de gran riesgo se pone todo ello en evidencia y nos demuestra que en tales juegos peligrosos, abundan más los hombres excepcionales que los arriesgados deportistas o los aventureros famosos y desequilibrados.

"Saber perder" es una de las características que se

atribuyen al " estilo deportivo" o a la " manera deportiva de vivir". Bastantes disgustos se habría ahorrado la Humanidad si hubiese aprendido a saber perder; pero hay quienes no aceptan la derrota, y opinan que hay que aspirar a ganar siempre; y a ser ganador es a lo que, según estos, hay que enseñar al niño.

El hecho de que, siempre haya habido poderosos que

optan exclusivamente para ganar ha llenado la Historia de guerras.

"Saber perder" y, con perspectiva educativa, "enseñar a

saber perder" no significa necesariamente derrotismo ni fatalismo. Los verdaderos triunfadores en la humanidad no han sido siempre los vencederos, sino los que han asumido plenamente su condición humana. Y ésta lleva al hombre desde que nace al llanto, al dolor, a la frustración. "Aprender a digerir la frustración es el salvoconducto para andar por la vida con equilibrio ".

La mejor pedagogía que se puede elaborar es la que

enseña al hombre a asimilar sus derrotas, además no se ha probado científicamente que en el deporte se aprenda a perder.

Frente al fracaso inexorable que a uno le llega sin

haberlo buscado, está la cita voluntaria con tal derrota. Esta cita se concierta practicando deporte. Esta voluntariedad engendra, confianza en sí mismo mediante el desafío deportivo a la derrota, se elaboran patrones básicos de conducta realista; se mejora la percepción de la realidad..

Un niño sabe que su amigo es más fuerte que él, que

otros de sus amigos es más rápido y otro más ágil. Lo ha

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aprendido luchando, corriendo y saltando. El deporte le ha enseñado con ahorro de otro tipo de disgustos, alguna de las mas elementales realidades personales; pero hay más: a pesar de que lo sabe compite con ellos. Más aún, se divierte, es capaz de jugar, de hacer juegos sin tristeza, con sus propias derrotas.

Las derrotas profesionales, familiares, escolares, son

heridas que a veces escuecen y dejan cicatrices. La derrota deportiva está embalsamada con ambiente lúdico. Llega a doler mucho en el momento, pero ese ambiente ayuda a superarla y olvidarla; más aún, a tomarla como acicate.

De las derrotas se producen reorganización de las fuerzas personales y ahí está el principio de superación. La derrota superada significa enriquecimiento de la persona. La derrota lúdica del deporte facilita esta asimilación.

Por eso, una de las mejores tareas que compete a los

responsables del Deporte es que éste no pierda su sentido lúdico; cosa que, por desgracia y por diversos conductos, está sucediendo en nuestro tiempo, llevando al deporte, en general, a un sentido de negocio, de prestigio, que le aleja de su principal objetivo.

De una persona acostumbrada a superarse

deportivamente se puede esperar un hábito de superación de la vida. Sin embargo, esto aún no ha sido probado. No se ha evidenciado científicamente la transferencia de estos conductos lúdicos de superación a otros órdenes no lúdicos de la vida.

La historia del hombre estuvo llena de evidencias antes

de que llegasen las pruebas científicas. Un atleta español, recordman, Luis Felipe Areta, finalista

en los JJ OO. de Tokio, fue sancionado por la RFEA (1966), con 4 meses sin poder competir; después de un primer momento de indignación, acató disciplinadamente el castigo, continuó entrenando y al cumplir el tiempo de sanción, se reintegró a la competición dijo: "En estos meses he aprendido mas que en muchos años de triunfos".

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Algo similar le ocurrió a otro atleta español, José Luis Albarrán, recordman y campeón de 100 y 200 mts. que decía: "compitiendo he viajado mucho, disfruté y aprendí. Me felicitaban, me hacían promesas pero cuando dejé la competición todo esto desapareció. Pasé por un período de abatimiento, aprendí en pocos meses más que en muchos años de victoria".

Los Juegos Olímpicos (JJ OO), son la visión sintética, en

grande y aparatosa escalada del deporte del mundo. En toda práctica deportiva, a cualquier nivel, desde el olimpísmo hasta la menuda competición escolar o de club, hay muchas mas derrotas que victorias. En los JJ.OO de Tokio, se dieron 392 medallas con una participación de 7060 deportistas, por ello 6.668 deportistas quedaron sin victoria.

Todos aquellos que no vencen ¿son en realidad derrotados?

Media parte de nuestra vida está amasada de fracasos.

Así ocurre en la etapa escolar hasta la universidad, donde hallamos altos porcentajes de suspensos, de derrotas en los objetivos estudiantiles y en el mundo laboral, la mitad de los que aspiran a un puesto de trabajo lo consiguen y lo mismo en la vida política.

La mejor herencia que un padre puede dejar a su hijo o

un educador a su discípulo es la firmeza de aspirar al triunfo y la capacidad de asimilar la derrota.

De la propia vida, del lado negativo, contrario, esquivo,

vencido de la vida, puede sacarse un amplio botín de enriquecimiento personal para poder recibir sin descalabros ese lado de la vida. El aprendizaje a vivir, consiste en definitiva en aprender a recibir las sacudidas de la vida.

En el "saber perder", se esconde algo mucho más

profundo que una simple actitud de elegancia. "Saber perder" es, en definitiva, poder aguantar el encrespado oleaje de la vida. Es estar capacitado para entender la media parte más dificultosa de la vida.

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La "derrota" es la antítesis de la tesis de obtener la victoria y en personas preparadas, la antítesis desencadena nuevas energías, descubre habilidades, abre horizontes, saliendo la personalidad robustecida.

La condición singular de la derrota es: "o provoca un

cuarteamiento de la personalidad o produce el robustecimiento y el enriquecimiento".

"La derrota es como un veneno, si la dosis es asimilable,

se convierte en vacuna y si no es capaz de asimilarla, produce grandes estragos".

De ahí la trascendencia educativa que cobra la

adquisición de hábitos de aprendizaje a la derrota. ¿Todo vale para ganar? No en el deporte, no en la

empresa. El deportista, como el empresario prepara su carera con

los ojos puestos en el futuro, durante años invierte su dinero, esfuerzos y conocimientos para competir y triunfar; aspira a los mas alto.

Algunos lo consiguen, otros no. Tiene que servirle para

aportarle valores, confianza, paciencia, resistencia y una forma de vivir.

Mentalidad ganadora, planificación estratégica, trabajo en equipo, liderazgo, pero también humildad, capacidad de sacrificio, ética, valores, saber compartir..., son los instrumentos necesarios y deben ser utilizados con tenacidad y armonía.

Tal vez todo valga en el amor y en la guerra, pero no en

el mundo del deporte, no en el mundo de la empresa.

Mentalidad ganadora es “aprender a perder para ganar”. Solamente triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias, y las crea si no las encuentra (George Bernard Shaw)

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Un deportista con espíritu ganador es aquel que cuando sale a disputar una competición está convencido de que “ va a ganar”, no que “pueda ganar”. El que está convencido de ganar, sale con ventaja en el marcador.

“El aprendizaje se produce por ensayo y errores, y esto

es irrenunciable. Una parte del aprendizaje no se puede hacer hasta que cometes el error. No se puede aprender de un acierto” (Jorge Bucal -psiquiatra).

Lo más difícil es alcanzar la cima y mantenerse en ella, y no sólo eso, sino hacerlo con elegancia y humildad, consciente de que llegará un momento en que otros te desbancarán y que deberás retirarte a tiempo y con dignidad.

“El deporte delega en el cuerpo algunas de las virtudes mas fuertes del alma: la energía, la audacia, la paciencia”( Jean Giradoux-editor).

Se puede llegar desde la individualidad, pero necesitamos un buen equipo que apoye tu esfuerzo, entre ellos, muchas veces tu familia, que en multitud de ocasiones con su dulzura, cariño y firmeza, evitarían que en más de una vez quieras tirar la toalla.

Otra parte del equipo, los entrenadores, que en muchas ocasiones te harán llorar, los compañeros y amigos que acaso disfruten otra forma de vida “fuera del deporte”.

La magia del trabajo en equipo llega cuando la individualidad, por muy brillante y eficaz que sea, se pone a disposición del grupo. El individuo colabora en mejorar al colectivo y este hace mejora al individuo.”Todos para uno y uno para todos”. Esa es la “magia”.

Para ello es necesaria la armonía, que el entrenador, con

sus métodos particulares debe corregir y propiciar que el conglomerado de virtudes y defectos que poseemos los humanos, potenciando las virtudes y enfocándolas hacia el objetivo deseado y paliando los defectos, minimizándolos logrará la verdadera armonización del equipo.

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“El día que crees que el éxito va a llegar sólo, sin trabajo, ese día... pierdes, seguro”. Humildad en el Deporte

"Es admirable tener la fuerza de un gigante, pero es atroz usar de ella como un gigante". ( William Shakespeare)

La sociedad occidental está basada en varios pilares que definen su cultura. Uno de esos pilares es la competitividad, un valor inherente al capitalismo.

En los últimos treinta años el mundo ha avanzado en progresión geométrica, lo que significa que asistimos a cambios continuos: cambian las tendencias, los hábitos, las modas, los objetivos y hasta las conductas de los humanos.

La competencia es buena porque resulta estimulante,

aunque como todo debe estar reglada para evitar abusos y acciones poco éticas. Competir hace progresar, progresar permite mejorar y mejorar debe proporcionar mejor calidad de vida. No obstante, vivir obsesionado con la competencia no es bueno, pues puede llegar a convertirse en una paranoia.

Se puede ser competitivo, pero no agresivo. Se puede

ser competitivo, pero no prepotente. Se puede ser ambicioso, pero no arrollador. Hay que ser competitivo, tener unos objetivos claros y alcanzables, asumir las normas establecidas y actuar siempre con humildad.

No temas la competencia, ten temor a la incompetencia.

¿Qué significa actuar con humildad? Pues saber estar en cualquier situación, con cualquier persona, en cualquier momento y adaptarse sin desentonar. Hacer sentirse a quien está contigo como alguien igual o superior a ti.

La humildad es uno de los valores que debemos inculcar a nuestra juventud.

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Lo verdaderamente cierto es que somos efímeros, mucho más de lo que creemos, por eso cuando estemos en la cúspide debemos ser mas accesibles, mas amigo de tus verdaderos amigos y, si puedes, trata de ayudar en todo lo que esté en tu mano a los que te necesitan.

Si al éxito le unes humildad, éste se multiplica de forma

exponencial." La gloria en verdad no es otra cosa que un olvido aplazado" (Santiago Ramón y Cajal)

La victoria y el fracaso son dos imposibles y debemos

recibirlos con serenidad y con un saludable punto de desdén. Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias, y las crea si no las encuentra.

Que los sentidos te curen el alma, y que el alma te cure los sentidos.

“La felicidad es una actividad del alma” (Aristóteles). Trabajar y disfrutar al mismo tiempo parece un sueño al

alcance de unos pocos afortunados, pero proporciona una calidad de vida inimaginable. Los objetivos parecen más asequibles y los resultados mejoran.

Pero ¿cómo se consiguen? Siendo agradecido, capaz de

pedir perdón, ser coherente, capaz de escuchar, comprender y actuar, con capacidad de detectar y resolver situaciones de conflicto, capaz de comunicar de manera clara y rápida, cuidando los detalles de los casos sencillos.

Saber hacer "piña”, amigos de todos y fomentar

complicidades y animando a los que lo pasan peor. Al mal tiempo, buena cara y mucho trabajo.

Es muy difícil salir del pelotón y alcanzar el liderato. Pero aún es más complicado mantenerse en él durante tiempo. En algún momento fallarás o los demás avanzarán más y tratarán de destronarte. Es ley de vida, y es en ese momento cuando se

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demuestra la condición de líder consolidado, capaz de saber sobreponerte a las adversidades.

Otro aspecto fundamental en todos aquellos que deseen acercarse de manera clara y determinante en el logro de sus objetivos, es el sentido común.

El sentido común, fue el éxito organizativo de los Juegos

Olímpicos de Barcelona’92. La organización es un conjunto de medios materiales y

económicos, pero sobre todo, humanos – puestos al servicio de un mismo fin y que actúan de manera armónica bajo una dirección solvente.

No hubo ámbito del saber o del hacer que no entrara en

la organización de un modo o de otro : satélites de comunicaciones, submarinos de bolsillo, biomédica avanzada, expertos en terrorismo internacional, o en dietética, filósofos, arquitectos, ingenieros de todas las ramas , diseñadores, voluntarios, atletas,...etc.

Todos con sus particularidades y sin tiempo prácticamente para entrenarse en su labor específica ni para ensayar su integración progresiva en el conjunto: no había tiempo para hacer experimentos, todo debía funcionar a la primera y con muy poco margen de error, porque no teníamos la oportunidad de repetir ni comenzar de nuevo. Y hacer esto con un equipo que, al final, sumaba mas de 100.000 personas no fue nada fácil.

Para una buena organización es básico disponer de objetivos claros y asumirlos plenamente por el equipo, desde el nivel más alto hasta el que en apariencia, menos relevante, asigna con precisión las funciones, dispone de una jerarquía perfectamente definida y contar con una dirección fuerte basada en la autoridad moral y en la capacidad de liderazgo.

Lo más duro en la organización fue soportar durante años las presiones, a veces brutales del entorno político, del CIO, de las Federaciones Internacionales, de los Comités Olímpicos

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Nacionales, de los medios de comunicación nacionales e internacionales, de los patrocinadores, de los deportistas...

Todos exigían sin misericordia ”su“ solución a “sus”

problemas, fueran o no razonables sus problemas y las soluciones. Soportar la presión insidiosa de ciertos espectadores, y como es bien sabido, estar sometidos cíclicamente a amenazas terroristas.

Frente a todo esto, grandes dosis de sentido común, basado en la convicción de que el proyecto estaba bien concebido y planificado. Pero lo más difícil fue mantener la sangre fría y para ello no había recetas mágicas.

“La rigidez en la organización se aviene mal con la

eficacia”. Lo importante es el aprendizaje constante, el pensar que

nunca está todo hecho o sabido. Creo querido lector que éstas líneas podrán ayudar a lograr una de las grandes preocupaciones de cualquier docente y de cualquier dirigente juvenil, inculcar los importantes valores que el deporte tiene para nuestra vida, con ese ánimo he intentado darte algunas reflexiones y consideraciones, si lo he logrado estaré encantado de haber aceptado la petición de mi gran amigo José Ignacio Fernández Delgado. Gracias por tu confianza.

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BIBLIOGRAFÍA CAGIGAL, José María: Deporte, pulso de nuestro tiempo (Editora Nacional.Madrid,1972) COCA,Santiago: El hombre deportivo ( Alianza.Madrid,1993) Competir, esa difícil realidad (Rev."Deporte 2000".1974 De la dinámica personal a la dinámica de grupo(Rev "El entrenador"1981 CRATTY,Bryant J.: Psicología del deportista de alto nivel (Rev.International Journal of Sport) GARCIA BLANCO,Saúl.: Deporte y valores GARCIA FERRANDO,Manuel: Problemas sociales del trabajo deportivo( Rev Esp.Invest.Soc) LAWTHER, John D.: Psicología del deporte y del deportista( Paidos.Barcelona) ORTEGA Y GASSET,José.: Para una psicología del hombre interesante (Obras Completas) RIERA i RIERA, Joan.: Ámbito y futuro de la psicología del deporte (I Jornadas de Psicología,Las Palmas,1986) ROCA, Josef.: Entrenamiento deportivo:síntesis aplicada a la psicología y demás ciencias Basicas ( I Jornadas de Psicología del deporte, Las Palmas,1986)

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“FACTORES CULTURALES

y HUMANÍSTICOS del DEPORTE“

Conrado Durántez

Presidente del Comité Internacional Pierre de Coubertín Presidente de la Asociación Iberoamericana de Academias Olímpicas.

Presidente de la Comisión para la Academia Olímpica del ACNO (Asociación de Comités Nacionales Olímpicos) Presidente de la Academia Olímpica Española.

Presidente del Comité Español Pierre de Coubertín Magistrado del Tribunal Superior de Justicia en Madrid

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El deporte, como actividad en su polimorfismo concreto y como impacto social en las múltiples repercusiones que su actividad comporta, se ha convertido, sin lugar a dudas, en el fenómeno más trascendente y espectacular del siglo que nos toca vivir. De ahí que, como sagazmente razona el profesor americano Mandell, el concepto de deporte se ha extendido a toda una variada gama de ciencias y actividades que han quedado cualificadas por su encuentro con aquél y así se habla de educación deportiva, equipamientos deportivos, arquitectura deportiva, periodismo deportivo o espectáculos deportivos, y la trascendencia informativa que tal género de quehacer comporta, halla más lectores en las sociedades modernas que las noticias sobre política nacional e internacional juntas. En otro sentido, el lugar ocupado por los deportes en los medios informativos impresos y electrónicos, así como su incidencia en los temas de conversación socialmente homologados, demuestran que, tanto los deportes de participación como el deporte-espectáculo, ofrecen al hombre de las sociedades occidentales más atractivos espirituales que todas las religiones formales del mundo juntas1.

Por eso, como decía Cagigal, el deporte es parte integrante de la vida del hombre contemporáneo y bien como práctica, como espectáculo o como simple recepción o monserga informativa, el deporte es, por decirlo de alguna manera, uno de nuestros hechos cotidianos2.

Ciñendo mi intervención al título enunciado, que a tal

efecto se me ha propuesto, voy a referirme de una forma muy escueta y sintetizada a las características más cualificadoras que deben presidir la actitud deportiva en el entendimiento de que el deporte, como todo tipo de actividad o quehacer humano, participa de la circunstanciada dicotomía que oscila entre el doble parámetro del deber ser, y lo que en realidad es, y en esta escala valorativa de peculiares posibilidades, es quizá la práctica deportiva, la que permite bajo el genérico concepto de su

1 Mandell, Richard D: Historia cultural del Deporte. Barcelona, 1986; prefacio, pág.X 2 Cagigal, José María: El deporte: los Juegos Olímpicos como expresión de amistad entre todos los países del mundo. Madrid, 1985; pág. 62.

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intitulación, las más variadas y dispares realidades, que van o pueden ir, desde un lance festivo, enriquecedor y reconfortante al de una oscura y dramática práctica frustrante de degradantes secuelas. De ahí que partiendo del postulado relativo a lo que el depone debiera ser y en el decurso de la historia así ha sido, procede el examen de sus posibilidades enriquecedoras generadas en la esencia y entraña misma de su humanismo.

El deporte es ante todo cultura. La floración del

agonismo en el mundo antiguo generó una de las vetas más fecundas de difusión cultural. Los Juegos Olímpicos convocaban cuadrienal mente en Olimpia a lo más granado de la raza para enfrentarse pacífica y ardorosamente en la gran confrontación rituaria y litúrgica de las competiciones atléticas3. Pero la convocatoria olímpica congregaba también a los más destacados exponentes del mundo cultural de cada momento. Filósofos, retóricos, matemáticos, historiadores, poetas y escultores se daban cita puntual en el Santuario Olímpico difundiendo sus ideas y doctrinas durante el paréntesis cronológico de duración de los Juegos, consiguiendo con aquel conjunto una simbiosis propia del equilibrio, el factor cualificador y determinante de la prodigiosa cultura helena4. El pasado de una andadura deportiva similar a las desarrolladas en otros escenarios de la historia, haría investigar al profesor holandés Johan Huizinga, el gran filósofo culturalista del primer tercio de siglo, para decantar en frases terminantes las conclusiones extraídas de su paciente y aguda observación en el devenir de los acontecimientos humanos. "Las culturas -diría en 1938- nacen en forma de juego. El juego está presente en el origen de toda cultura. El hombre crea fundamentalmente jugando"5. El factor lúdico como elemento generador de cultura, es también valorado en la dimensión competitiva por Ortega, cuando en 1923, en un artículo publicado en El Espectador, sienta la frase

3 Durántez, Conrado: Olimpia y los Juegos Olímpicos Antiguos. Madrid, 1975; pág. 179. 4 Durántez, Conrado: Las Olimpiadas Griegas. Madrid, 1977; pág. 309. 5 Cagigal, José María: Deporte, pedagogía y humanismo. Madrid, 1966; pág. 78.

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concluyente y rotunda: "La cultura no es hija del trabajo sino del deporte"6.

El deporte ha de ser compensación enriquecedora. El hombre en su lucha por el bienestar y la superación, inventó la máquina, con cuya colaboración ha alcanzado las más altas cotas de facilidad en el dominio de los condicionantes de operatividad, tiempo y espacio. Pero la máquina, como en intencionada venganza sutil, ha ido progresivamente esclavizando al hombre, condicionando gran parte de su cotidiano quehacer, al puntual y perfecto funcionamiento de toda la diversa serie de aparatos más o menos complicados, que se necesitan regular y diariamente para el adecuado desempeño de tan compleja actividad. ¿Cabría evaluar el perturbador trastorno, que al ciudadano de un país industrializado, le produciría la repentina inutilidad de todas las máquinas de las que a diario se sirve? El progresivo uso y utilización de la máquina, ha ido desnivelando al individuo en su armónica conjunción psicofísica, condicionándolo y robotizándolo más y más por el repetitivo ejercicio de una escueta y reducida parcela del múltiple y rico abanico de sus posibilidades existenciales. El encorsetamiento del hombre dentro de los rígidos cauces limitativos de unas escuetas tareas monótonas y repetitivas, ha de provocar angustia y frustración, y necesariamente, mutilación en su entidad como persona. Al final de la década de los sesenta, Cagigal ya denunciaba el hecho evidente por notorio. El hombre -decía- descubre y abarca progresivamente más riquezas naturales, pero el individuo es cada vez más esclavo de esas riquezas. El hombre en abstracto conquista, mientras el individuo es derrotado en su capacidad humana. El borreguismo progresivo de las masas es el efecto logrado por el automatismo. Antes las masas eran incultas y se dejaban arrastrar por los cultos y avispados. Hoy las masas que se dicen cultas, siguen al pie de la letra los dictados, no de los espíritus cultos o avispados, sino de los "slogans" comerciales. La especialización a que ha arrastrado el tecnicismo moderno, ha sido modelada según cánones de productividad social. Se ha olvidado al individuo pese a las enternecedoras proclamas de los sociólogos y éste ha resultado mutilado como persona. Han rodeado la tierra de 6 Durántez, Conrado: Literatura española del tema deportivo. En Mensaje Olímpico. Comité Olímpico Internacional, n° 13. Marzo de 1986; pág. 13.

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satélites artificiales -¡maravilla de la técnica!- y las ciudades se ven abarrotadas de personalidades mutiladas7.

Ante la evidencia social de lo expuesto, la dimensión del trance deportivo en sus múltiples manifestaciones se revela como eficaz medio reparador y rehabilitador.

Sus características de protagonismo, complejidad,

espontaneidad y contacto directo con lo natural, potenciarán en el practicante poderosos mecanismos psicofísicos dormidos por la apatía y la forzada inacción. Sólo hay un peligro que pueda neutralizar la liberalizadora practica del trance deportivo, y es el de que, una forzada superespecialización del gesto postural, conduzca al practicante a una robotización similar a la que en la vida cotidiana padece.

El deporte ha de ser juego porque el juego es el alma del

deporte. El hombre pasa jugando casi la mitad de su existencia en vigilia8. Tan importante y consustancial quehacer es dato cualificador de la dimensión esencialmente humana del hecho deportivo, y de ahí que la esencia del juego genere en aquél su vertiente de fecunda causa de creación cultural. El juego es pues, la sonrisa del deporte9. La trascendentalización del acto deportivo puede ocasionar la pérdida del elemento lúdico, dando como resultado una de las múltiples manifestaciones impropias del deporte. Hace cincuenta años clamaba Huizinga contra la progresiva consolidación de la distorsionante realidad. El deporte -decía- no tiene ningún carácter sacro ni ningún vínculo orgánico con la estructura de la sociedad, aún en el caso de que un gobierno obligue a su práctica. Es más bien una manifestación autónoma de instintos agonales, que un factor de sentido social fecundo. La perfección con que la moderna técnica social incrementa el efecto exterior de las demostraciones de masas no consigue por ello que ni las Olimpiadas, ni las organizaciones deportivas de las universidades norteamericanas, ni los

7 Cagigal, José María: Deporte, pedagogía y humanismo. Madrid, 1966; pág. 59. 8 Cagigal, José María: El deporte. Madrid, 1985; pág. 9. 9 Durántez, Conrado: Agresividad, violencia social y deporte. Fundación Academia Olímpica de Benin. Cotonou, 1 de noviembre de 1985.

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campeonatos internacionales que gozan de tan buena propaganda, se conviertan en una actividad creadora de cultura. Continúa siendo, por mucha importancia que revista para los participantes y los espectadores, una función estéril en la que se ha extinguido en gran parte el viejo factor lúdico10. La ausencia lúdica del hecho deportivo, restará a éste uno de los elementos generadores de mayor riqueza y creatividad, pues es precisamente el juego el factor que se opone tanto al mecanicismo como al profesionalismo. Si alguien juega -decía Nissiotis- no está obligado a hacerlo de una manera concreta ni para ganarse la vida. La esencia y realidad del juego mismo excluyen la posible derivación hacia cualquiera de las dos situaciones. Y es que juego es sinónimo de libertad y se encasilla en paridad con ella en la formación de la personalidad humana. Merced al juego, el hombre franquea su limitativo entorno de tiempo y espacio. El juego es pues, el primer medio natural, irreflexivo y no sofisticado de que dispone el ser humano para participar de su naturaleza profunda, como es la libertad y la necesidad más íntima de respuesta a la llamada interior de ser libre en la creación de una situación nueva que cambia y transforma la realidad tal como nos viene impuesta desde el exterior11.

El deporte ha de ser actividad liberadora y gratificante.

En sus milenarios orígenes, el deporte surge como actividad rimaría con clara dimensión litúrgica12. Desde las mastabas e hipogeos del mundo egipcio a las pirámides mayas o aztecas, o a los frontones de los templos griegos, el hombre ha sido representado en su quehacer deportivo como pieza integrante de un culto a un ser superior. En el tímido nacer del deporte durante la Edad Media, la función desenfadada y entretenida, voluntaria e intrascendente en que el deporte consistía, ha de generar el nombre por el que ahora se la conoce, justa y directa expresión de su significado social.

10 Cagigal, José María: Deporte, pedagogía y humanismo. Madrid, 1966; pág. 47. 11 Nissiotis, Nikolaos: La simplification du sport commejeu et ses effets sur l'Olympisme contemporain. Académie Olympique International, 1982; pág. 42. 12 Durántez, Conrado: De Olimpia a Barcelona '92. En revista Metrópolis, n° 2; pág. 50.

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Es Ortega el que a mediados de 1947, investiga el origen histórico del término deporte y en el magistral prólogo que dedicó al libro del Conde de Yebes Veinte años de caza mayor, nos dice que el vocablo tiene su nacimiento en el comportamiento de los marineros provenzales, que vacan o se hallan en holganza cuando en puerto descansan de los arriesgados y duros trabajos del mar. La palabra deporte -dice Ortega- ha entrado en la lengua común procedente de la lengua gremial de los marineros mediterráneos que a la vida trabajosa en el mar oponían la estancia placentera en el puerto. "Deporte" es ''''estar de portu o estar depuerto"13.

Siguiendo la senda orteguiana, Miguel Piernavieja, el que

fuera Director del Centro de Documentación del l.N.E.F. de Madrid, publicaría en la revista Citius, Altius, Fortius en 1966, su exhaustivo y documentadísimo trabajo sobre el tema Depuerto, deporte. Protohistoria de una palabra14.

En minucioso rastreo semántico, realizado a partir de los

idiomas provenzal, antiguo castellano, antiguo catalán y antiguo francés, en un alarde de erudición, revela el autor cómo, desde el año 1140 en que el término deportar aparece utilizado en el Cantar del Mío Cid, hasta la Crónica de Ramón Muntaner del 1325, de las 54 veces que el vocablo es utilizado, en treinta y seis de ellas es usado como sinónimo de ejercicio físico y diversión. La palabra deport provenzal, aparece por primera vez usada por Guillermo de Poitiers,VII Conde de su nombre y IX Duque de Aquitania (1071-1127). Hombre burlón y sensual, cortejador y mancillador de honras femeninas, en el año 1117, una vez que le fuera levantada la excomunión papal que sobre él pesaba, el famoso Duque, se trasladó a España con seiscientos caballeros para combatir a los almorávides al lado de Alfonso el Batallador. En uno de sus poemas cortesanos, nos dejó el contradictorio personaje, como un hito histórico indeleble, la palabra "deport".

13 Ortega y Gasset, José: Prólogo al libro Veinte años de caza mayor del Conde de Yebes. Madrid, 1942. 14 Piemavieja, Miguel: Deporte, Depuerto. Protohistoria de una palabra. Madrid, 1967.

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La idea de esparcimiento ha de ser, pues, consustancial al deporte, pues si ésta se perdiera, la actividad quedaría relegada a una ocupación forzada, normalmente vinculada al obligado quehacer laboral. La alegría del deportista ha de ser, pues, un síntoma cualificador de su talante, lo que hacía exclamar a Pierre de Coubertin en 1918, con valoración sagaz de experto psicólogo deportivo: "si alguien me pidiera la receta para "olimpizarse" le diría: la primera condición es estar alegre". Y añade dos años más tarde: "el día en que el deportista deje de disfrutar de toda la alegría de su propio esfuerzo y de la embriaguez de poder y equilibrio corporal que de él deriva, el día en que se deje dominar por las consideraciones de vanidad o de interés, ese día su ideal se acabará y el valor pedagógico de este ideal, si se puede emplear esta expresión, disminuirá irremediablemente"15.

15 Coubertin, Pierre: Cartas Olímpicas. En Ideario Olímpico. Discursos y ensayos. I.N.E.F. de Madrid, 1973; pág. 99.

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El deporte ha de ser superación. La trayectoria dinámica del espíritu humano halla una adecuada realidad en el deporte. El deportista, despreciando el riesgo –dato cualificador de su humanismo– afronta cada vez mas difíciles pruebas, ansioso de sobrepasar anteriores hazañas. Pero en este ineludible progreso del deporte, no conviene nunca olvidar, que los logros por él conseguidos, han de ser obtenidos por el deportista en su indisociable condición total de hombre16. La manipulación indebida de cualquiera de su doble dimensión física o espiritual para la obtención de logros superiores, contradice su dignidad y fraudulenta el éxito.

En los comienzos de la moderna andadura olímpica, el dominico francés Henri Didon, prefecto del colegio del Arcueil, lanzó en sintetizada frase el programa de su lema pedagógico Citius, Altius, Fortius, más rápidos, más altos, más fuertes, frase que entusiásticamente acogida por Pierre de Coubertin, se ha convertido en el lema olímpico oficial17. Pero la frase del famoso abate francés, no ha de ser entendida por el simplismo interpretador de una mejora a ultranza de los rendimientos físicos del hombre, sino en el de una superación total de éste, en su condición ontológica integral. Citius, Fortius, Altius; más rápido, más fuerte, luego más alto18.

El Altius del lema olímpico supone el progreso de la capacidad humana sobre la base de la mejora psicofísica de sus cualidades naturales. De ahí que el frío espejismo del récord19, como cota oficializada de una hazaña cotizada por los haremos publicitarios de una sociedad de consumo de éticas frecuentemente amorales, nada dirá, fuera de su lacónico guarismo oficializador, a no ser que la proeza en sí, vaya acompañada y amparada por el calor humano del protagonista que lo consiguió. El joven Jesse Owens pasó a la historia olímpica más por la poderosa garra de su personalidad, que por

16 Cagigal, José María: Deporte, pulso de nuestro tiempo. Madrid, 1972; pág. 11. 17 Coubertin, Pierre: Textes choisis. Zurich, 1986. Volumen IV; pág. 8. 18 Durántez, Conrado: Los símbolos olímpicos. En el Semanal EL PAÍS, n° 14 de agosto de 1988. 19 Mandell, R.: Ob. Cit. Pág. 292.

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las extraordinarias proezas conseguidas en los colosales Juegos de Berlín, en los que dominó descollando con talla de gigante. Su afable sonrisa y humilde compostura ante el trance deportivo y el duro revés infringido de forma involuntaria con su triunfo, a las desquiciadas ideas racistas y totalitarias a la sazón en el poder, han generado más literatura en el mundo, que toda la secuencia de asombrosos récords por él obtenidos en aquellos Juegos. Wilma Rudolph, John Weismüller o Karoli Takacs entre otros, también conquistaron el Altius del deporte al conseguir, merced a su práctica, vencer los quebrantos claudicantes de una cruel enfermedad y una vez superada ésta y superándose a sí mismos, alzarse hasta la elevada cota del oro olímpico20. A vosotros queridos y jóvenes deportistas, que parodiando la frase de Pierre de Coubertin sois una generación que emerge al umbral de la vida21 permitidme exhortaros, a que seáis siempre fieles cumplidores de la máxima olímpica y que a través de la dura forja de la brega deportiva, seáis capaces de superaros resistiendo los duros entrenamientos, para que, superándoos a vosotros mismos, seáis capaces así y también de superar a los demás y llegar a ser los mejores, pero siempre que esta progresión, esté acomodada y encauzada dentro de la ética olímpica.

"El Olimpismo es un humanismo" -dice Lenk- y

deberíamos esforzarnos en convertir al movimiento olímpico en más humano, pues a veces el factor "humanista" en la plusmarca deportiva de alto nivel, se halla en peligro debido a conflictos y tensiones. Y ello es particularmente evidente tanto en lo que concierne a las presiones y problemas políticos como a los problemas comerciales. Problemas de televisión y media y problemas telecráticos, por definirlos de algún modo, son los que más condicionarán los Juegos Olímpicos del futuro. Habremos de avanzar en el lema olímpico "Citius, Altius, Fortius" añadiendo el "Pulchrius" (más bellos) y "Humanius" (más humanos) para

20 Fauria, Juan: Héroes olímpicos. Madrid, 1973. Publicación del I.N.E.F.; pág. 137. 21 Lenk, Hans: Vers une anthropologie phiiosophique de I'athlete olympique et comme Vétre acompiissant une réalisation. Mes experiences olympiques. A.O.I., 1982; pág. 233.

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completar así los cinco aros olímpicos22. Y es que la victoria a través del deporte, no ha de ser sólo entendida como la que se consigue sobre el adversario, sino también y sobre todo, la que se logre sobre uno mismo mediante la superación. "No quedan ya terrenos de juego -dice Robert d'Argent- sólo quedan terrenos de guerra, porque la victoria se ha convertido en sinónimo de admiración. La derrota produce vergüenza y un sentimiento de mediocridad. Pero mediocridad ¿en relación a qué o en relación a quién? Todo es relativo y el vencedor aquí puede ser el perdedor allí. Se es superior o inferior ante todo respecto de uno mismo, pues la victoria pasa pero el hombre permanece"23.

El deporte ha de ser escuela de vida y de preparación para la vida. Si por un cálculo proporcional, los éxitos y los fracasos de la existencia humana se reparten a una razón de un 50%, el deporte ha de preparar al hombre con su práctica para la asunción del triunfo sin huecas vanaglorias y la aceptación de las derrotas sin amargos dramatismos. Hay aquí una gran pedagogía del fracaso, generada por la esencia lúdica del deporte. El deportista sabrá asumirla y encajarla para, con un inmediato instinto de superación, volver de nuevo a la carga para conseguir el triunfo. Es la eterna filosofía aristotélica del revés regenerador: el hombre ha de sufrir para ser sabio.

Cagigal sintetizaba en una escueta tabla toda la rica

gama de valores educadores y formativos que el deporte encierra.

Y decía así: Antes de convertirse en victoria o derrota, es

una actividad eminentemente económica, es decir, puede ser portador de satisfacciones necesarias para el equilibrio psíquico. Antes de resolverse en victoria o derrota, da posibilidades de descargar mucha agresividad acumulada en las frecuentes y crecientes tensiones de la vida.

Antes de acabar en victoria o derrota, brinda al individuo la posibilidad de sentirse protagonista, providencia de especial 22 Coubertin, Pierre: Memorias Olímpicas. Traducción al español por José María Soler. Madrid, 1965; pág. 81. 23 D'Argent, Robert: Revista olímpica, n° 282. Abril, 1991; pág. 159.

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importancia, donde el individuo deja de ser artesano para convertirse en obrero-pieza.

Antes de llegar a ser victoria o derrota, alimenta de algún

modo (según inspira M. Moreno), la imagen perennemente juvenil de nuestra persona, arquetípicamente simbolizada en el puer aeternus junguiano, mantenedor de nuestra vida de ilusiones, de un mundo permanente, de posibilidades, sin ataques definitivos, libre como la fantasía, independiente de toda mezquindad, de un mundo en el que aún es posible ser héroe.

Después de la derrota, enseña sin acritud el lenguaje

realista de la propia limitación. Después de ser derrota, desencadena ricas energías de

recuperación, descubre secretas posibilidades en los mecanismos de respuesta.

Después de ser derrota, induce al individuo a una

resolución autodeterminadora (aceptación cabal de la derrota), actitud compensadora de toda una muchedumbre de frustraciones en conflictos no escogidos (laborales, económicos, ambientales, etc.).

Después de ser derrota, el deporte enseña a todos la

media parte débil que somos, e incita a intentar la superación. Después de ser derrota, el deporte enseña a sonreír, a

abrazar sin resquemores, a reintegrarse sin complejos, a dialogar entendiendo el argumento contundente de la victoria ajena24.

Las características antecedentemente expuestas y que debieran acompañar siempre el lance deportivo para humanizar su enriquecedora práctica encajan manifiestamente en la parcela del deporte como medio en la vida, es decir, como factor educativo y formador del individuo, ya que en síntesis nunca habrá que olvidar que si el deporte no sirve al hombre, el deporte para nada sirve.

24 Cagigal, José María: Ob. Cit.; pág. 82.

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“EDUCACIÓN y DEPORTE“ Rafael Bravo Berrocal

Maestro de Primera Enseñanza Profesor de Educación Física

Diplomado en Educación Física Licenciado en Educación Física

Doctor en Filosofía y Letras: Sec. de Ciencias de la Educación. Subdirector Escuela Universitaria EGB

Director de Departamento Universidad de Málaga. Más de 50 publicaciones de libros, y capítulos de libros

Fue Jefe Provincial OJE Fue Jefe Sec. de Medios de comunicación, del Minist. de Cultura.

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Los vocablos educación y deporte, aluden a dos sustantivos que evocan conceptos convergentes, si se les consideran ubicados en las fases destinadas a la formación del ser humano. Asimismo, la concepción de estos términos, utilizados en relación con el proceso evolutivo del mismo, han de ir encaminados hacia la consecución de unos objetivos, claramente concebidos, sin los cuales, el significado de estos, podrían quedar, solamente, en definiciones retóricas, carentes de sentido, aunque se adornaran con perífrasis bien construidas pero vacías de contenidos.

De ahí, que el epígrafe que se nos ha marcado para el desarrollo de esta exposición, lo creamos, más completo, si se considera en función de unos fines a conseguir. Por ello, estructuraremos, este trabajo, sobre los pilares de educación y deporte hacia la consecución de la formación de la persona como parte de la sociedad, inculcándole unos valores que hagan posible la convivencia.

Ello nos hace concebir el desarrollo, del mismo, en base a

los significados de los términos; educación, deporte, persona, sociedad, convivencia y en los valores en las que se encarna, para terminar formulando principios, sugerencias o aportaciones, que pudieran ser de utilidad para quien tenga la generosidad de leer, con detenimiento, lo que aquí se expone, sacando sus propias conclusiones, coincidentes o discrepantes, con las nuestras, pues no se pretende aportar opiniones exclusivas o excluyentes, sino, por el contrario, buscar puntos de encuentro, que hagan reflexionar sobre conceptos que, no por más utilizados, son menos entendidos, posiblemente, por el uso incorrecto que de ellos se hace, o, por el desconocimiento de la riqueza que en estos se encierran.

De ahí que, nuestra exposición, se centre en proponer,

sucintamente, ideas, aclaraciones y sugerencias para el entendimiento de los términos educación, deporte, persona, sociedad, convivencia, y valores de forma que expliciten, con claridad, sus contenidos, buscando el bien del ser humano, como fin último de su existencia.

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EDUCACIÓN Se pueden considerar innumerables las definiciones que al

término educación se les han atribuido desde Platón “dar al cuerpo y al alma toda la belleza y perfección que le son susceptible” pasando por Aristóteles y hasta los estudiosos del tema en la actualidad. Pero, aún así, nos hemos de inclinar por algunas de ellas para dar sentido al tema que nos ocupa, sin que, por ello, pueda entenderse que éstas sean las únicas, ni, incluso las más acertadas para explicitar su contenido. Solo, a titulo de referencia, se pueden considerar las mismas y, el lector, será, en último lugar, quien las estime como más acertadas o no, según los casos, pues, las muchas concepciones del término que se usan para formular las diversas propuestas, no tienen el mismo significado ya que este depende del contexto cultural en el que se contempla.

Sin embargo, es justo dar a la educación y a la ciencia que

se ocupa de su estudio, la pedagogía un status epistemológico propio.

Para unos, la educación es entendida como desarrollo, en

este caso se le concibe en el ámbito naturalista, que si bien es verdad que, se pone de manifiesto, por ejemplo, la germinación de la planta a través de la semilla, no es menos cierto la confirmación del ser como cada uno es, consecuencia directa, de un proceso evolutivo, en el que la ayuda de elementos socializadores son imprescindibles. Es aquí, donde surge la necesidad de contar con la guía del maestro, de las instituciones, de las organizaciones, etc., como fórmulas para ayudar, provocar, intervenir, en la búsqueda del descubrimiento de las capacidades potenciales que cada uno posee.

Por otra parte, sería de interés aludir a otro término, al que

frecuentemente se hace referencia en la educación, es el de formación, concebido, por algunos, como el privilegio de asumir formas o proyectos de vida, que se deben imitar y reproducir. Son frecuentes los consejos dados a los demás referidos a las experiencias de aquel que los imparte, sin caer en la cuenta que las experiencias son intransferibles y que los consejos, generalmente no son atendidos, pues cada individuo tiene el

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derecho, y, también el deber, de formarse, incluso sacando las consecuencias que se deriven de sus propios aciertos o errores. Otra situación, diferente, el poder tener como referencias, testimonios de personas o modelos ejemplares, que, en el devenir de los tiempos, la historia nos muestra, adquiriendo, así, el término formación, un significado con mayor rango y nivel, como es el de valor. Justificándose, este significado, no solo en el ámbito filosófico, sino, en el que sociológicamente adquiere como modelos a seguir, en el espacio de la convivencia. De ahí, que el término educar, no sea concebido, solamente, como el de ayudar a sacar hacia fuera, sino, también, como el de meter hacia dentro.

La educación debería conjugar el hecho inevitable del

mundo de las ideas, con el de las acciones humanas. Aquí alcanzaría un protagonismo merecido la pedagogía, frente al equilibrio pretendido por quienes son partidarios del educacionismo, especialmente defendido por las escuelas nuevas del activismo, en las que adquieren relevancia la actividad por la actividad.

Etimológicamente, el vocablo educar, deriva del verbo

latino educare, yo enseño, emparentado con ducere, conducir, y educere, sacar fuera y a la luz lo que está dentro y oculto, exclaustrar, criar.

Abarca, por tanto, todo el caudal que emerge del ser

humano y que se cultiva en función de la influencia de su entorno.

El verdadero significado del concepto educación, no

comprende la creación de facultades en el educando, ni siquiera las transforma, sino que coopera a su desarrollo y perfección, aceptando, por ejemplo, la imaginación, memoria, inteligencia, voluntad, etc. La educación tiene como objetivo final formar al hombre en su plenitud.

Filosóficamente, el concepto educación adquiere una

dimensión amplia pues es entendido como el desenvolvimiento racional de las facultades y aptitudes del ser humano. Su objetivo es despertar y adaptar, ordenadamente, a los fines del ser, en

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relación con su vida, aquellas aptitudes y tendencias con que el hombre nace y que durante su vida ha de hacer efectivas, creando hábitos permanentes que faciliten la acción.

Asimismo, se debe distinguir, en un sentido restringido, la

educación de la instrucción, pues mientras que, la primera, cuida de la formación moral del individuo, la segunda, se ocupa de la formación intelectual del mismo.

La instrucción debe estar subordinada a la educación,

como, también lo están, todos los fines particulares de la vida, al fin y ley suprema de la moral.

Vulgarmente se confunde con urbanidad y con instrucción,

de ahí, que se entienda por educado a quien muestra un comportamiento correcto, en el ámbito social y de cierta cultura; incluso se llega a confundir con cultura sin tener en cuenta que esta no es más que en un sentido amplio, próximo al de la antropología cultural, “la cultura, de acuerdo con Cole y Wakai, engloba múltiples aspectos: conceptos, explicaciones, razonamientos, sentimientos, intereses, actitudes, pautas de conducta, tipos de organización, familiar, laboral, económico, social, tecnológica, etc. El conjunto de respuestas colectivas generadas por un grupo social para superar las dificultades encontradas en el transcurso de su historia, configuran la cultura”, pero, como se ha explicitado, anteriormente, educación abarca un espectro mucho más amplio.

Por otra parte, la educación comprende todos los factores

que constituyen la personalidad, es decir, la faceta moral, intelectual y física. Su eficacia depende del criterio filosófico que la informa.

Habría que diferenciar, entre el deporte, educativo,

amateur y el profesional, pues, mientras que, para el primero, sus fines son el contribuir a la formación integral del sujeto, para el segundo, el conseguir un estado mejor de salud y de placer, en cambio, para el tercero, su objetivo la realización de un trabajo, por el que sus profesionales llegan a conseguir cotas, “ilimitadas”, de fama y de compensación económica.

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Asimismo, es justo reconocer, la influencia que, entre estos tres tipos, existe, pues, si es verdad, que el deporte profesional puede descubrir posibles valores entre los dos primeros, estos se benefician, del tercero, en cuanto a la investigación que cotidianamente están sometidos los deportistas, en cuanto a mejores resultados, depuración de técnicas y tácticas, hábitos alimenticios, mejoras y adaptación de las reglas de juego a las circunstancias de cada momento, sistemas de competiciones, etc., etc.

DEPORTE El término deporte es entendido, generalmente, como

recreación, placer, pasatiempo, diversión o, simplemente, como la realización de ejercicios físicos.

En este término, se incluye un amplio abanico de

actividades corporales, desde las más remotas épocas, donde eran prácticas utilitarias y de supervivencia, hasta nuestros días, donde se les concibe no solamente, como divertimento, sino, también, como profesión.

Históricamente, el deporte, tuvo un espectacular auge en

Grecia y en Roma, siendo admitido, a partir de la Edad Media, como adiestramiento para las acciones bélicas. Actualmente, el papel asignado, al deporte, adquiere cada vez mayor rango, especialmente, desde que, las nuevas normas higiénicas, lo consideran como fundamento de salud y bienestar corporal, mediante la realización de ejercicios físicos, practicados al aire libre. Algunos de los ejercicios más simples y naturales, han llegado a alcanzar status deportivo elitista, como por ejemplo, la marcha natural, bajo la denominación de footing, la carrera, el salto, el senderismo, la vida en la Naturaleza (campamentos, marchas, acampadas, camping, etc.), así como, aquellos que requieren una preparación especial y unas prácticas subordinadas a equipamientos concretos, entre los que figuran, la natación, equitación, esgrima, diferentes modalidades de lucha, golf, etc., etc.

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Por otra parte, los progresos de la ciencia, de la mecánica y de las nuevas tecnologías, han fomentado el interés y la afición hacia las diferentes modalidades deportivas, convirtiendo, lo que se concebía como una simple afición, en un fin profesional, tales son los casos, entre otros, del fútbol, ciclismo, automovilismo, motorismo, aviación, paracaidismo… que ocupan lugares preferenciales entre los deportes practicados en nuestro días. La vida moderna no se comprende sin el deporte, de ahí, que en todos los países lo regulen, mediante el ordenamiento jurídico respectivo, así como, a través de instituciones y organismos responsables de su práctica, fomentando la creación de clubs, asociaciones deportivas, comités, federaciones, etc., que asumen el compromiso de la dirección, organización y difusión de los diferentes deportes, a nivel local, provincial, regional e internacional, apoyando la investigación científica, en cuanto a los rendimientos morfofuncionales y el estudio de las normas por las que se rigen, para conseguir la armonía convivencial que se requiere en todas las manifestaciones colectivas, llegándose a conseguir una uniformidad universal, en cierto modo exclusiva de algunos deportes, posibilitando, de esta manera, los campeonatos deportivos.

Cuando los resultados se pueden expresar

numéricamente, en unidades de espacio o de tiempo, se obtiene lo que en el argot deportivo se le denomina marca, así como, a la marca más ventajosa, que se haya alcanzado, en cierto orden de circunstancias, constituye un récord. El establecimiento de récords y su superación, es más importante, que la satisfacción personal de quienes lo hayan conseguido, pudiéndose admitir, como el índice más claro del progreso deportivo de una colectividad.

La mayoría de los deportes practicados por aficionados

(amateurs) están representados en las grandes manifestaciones deportivas, de ámbito mundial, como son las Olimpiadas, que se llevan a cabo cada cuatro años, en el país que, previamente haya sido elegido.

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EDUCACIÓN FÍSICA Y DEPORTE Tal vez, la relación entre estos dos conceptos, sirva para

aclarar las ideas sobre la Educación Física. Para algunos autores (entre ellos Hebert, propulsor del

método natural), el juego y el deporte, no son sino un apartado del método general de Educación Física. Otros, en cambio, consideran que no deben confundirse términos por abarcar campos, medios y fines diferentes.

Es preciso señalar algunas características comunes y

diferencias entre Educación Física y deporte: - La primera se sirve para sus fines de movimientos

espontáneos y precisos que pueden corregir, modificar y mejorar la máquina humana. El deporte, en cambio, pierde el carácter sistemático y pasa a ser una actividad espontánea (en el momento del juego, no en el del entrenamiento), deseo, en último extremo, de afirmación de la propia libertad.

- El ejercicio practicado con la voluntad de mejorar la

condición corporal, es el medio habitual para trabajar en la Educación Física. En cambio, el que se realiza con la voluntad de conseguir una victoria, en lugar de con las ideas de emulación y competición, entran de lleno en el terreno del deporte.

Se obtienen así, fácilmente, la consecuencia que un

ejercicio puede pertenecer a uno o a los dos campos a la vez, si reúne las condiciones fijadas. De ahí, que sea muchas veces difícil delimitar cuándo la actividad física del individuo se encuentra en uno u otro apartado, pues, en definitiva, es la finalidad que se persigue, la nota que puede indicar más claramente dónde encuadrarle.

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EL DEPORTE EN EL ÁMBITO DOCENTE El desarrollo de las habilidades deportivas básicas, en el

niño, debería tener en cuenta, entre otras, las siguientes sugerencias:

a) El estudio del deporte como actividad física; la

posibilidad de competición con el sometimiento a unas reglas para su desarrollo; el compromiso a una preparación previa; la aceptación de un orden, etc.

b) Matices didácticos concluyentes de que la competición

es un medio educativo y no selectivo en el ámbito docente.

c) Análisis y estudio de la iniciación deportiva, no como

especialización prematura, sino como orientación al mundo del deporte. Se pretende evitar así, las limitaciones en el desarrollo de las habilidades básicas que toda concreción lleva consigo. Por ello, se recomienda la práctica del mayor número de deporte posible, durante los ciclos de educación primaria.

d) Precisiones sobre la iniciación deportiva, apoyadas en

los tres niveles siguientes: - Iniciación: que servirá de apoyo para conseguir un alto

nivel psicomotor. - Desarrollo: cuya pretensión es la asimilación de

elementos básicos de la técnica.

- Perfeccionamiento: con el objetivo de alcanzar óptimos resultados de ejecución. En este nivel, se utilizará la competición como elemento educativo.

Asimismo, tienen especial cabida, entre estas sugerencias,

las actividades educativo complementarias en el Medio Natural, a través de:

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a) El estudio del Medio Ambiente, como fuente de vida y la influencia que sobre el mismo ejercen los seres que en él habitan, especialmente el hombre, a través del conocimiento de la Ecología y las ciencias que con ésta se relacionan.

b) Estudio del Medio Natural, flora, fauna, biosfera, etc.,

para conocer el origen y evolución de los seres vivos y su adaptación al medio en que viven, así como, la conservación de los equilibrios naturales.

c) Análisis del Medio creado por el hombre, rural y urbano

y las técnicas de defensa del Medio Ambiente, dedicándole especial atención a las conductas humanas que afectan al mismo, tales como la educación ambiental, ordenación del territorio, sus aspectos jurídicos, estrategias española y mundial para la conservación de los recursos naturales, etc.

Asimismo, el análisis de las diferentes organizaciones internacionales que se ocupan del estudio y defensa del Medio Ambiente.

d) Estudio de actividades encaminadas a la formación del

alumno, en su doble acepción: psíquica y somática, a través del medio natural. Para su selección se ha tenido en cuenta que éste experimente la satisfacción de encontrarse con la Naturaleza y en la Naturaleza, al tiempo que se encuentre consigo mismo.

e) Propuesta de actividades científicas que permitirán al

alumno colaborar e investigar en exploraciones geológicas, espeleológicas, arqueológicas, geográficas, entomológicas, meteorológicas, etc., estudiar la flora y fauna de los lugares que recorre, así como, la difusión del conocimiento de las bellezas naturales de nuestro territorio.

f) Estudio y prácticas de actividades al Aire Libre:

marchas, acampadas, levantamiento de planos, técnicas topográficas y de orientación, y el estudio de organización y dirección de colonias, albergues y

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campamentos, como escuelas de formación de la personalidad, alejadas de los vicios que brinda la ciudad.

g) Estudio de actividades tendentes a conocer el folklore,

juegos y deportes populares y su incidencia en la formación del modo de ser del hombre, templando su carácter y estableciendo un clima de comprensión entre las personas que integran el grupo, rompiendo barreras sociales o económicas.

h) Aprendizaje vivenciado en la Naturaleza, de los

fenómenos que en ella se desarrollan, buscando la paz, libertad y gozo de la vida al aire libre, para conseguir la superación de uno mismo ante las dificultades que ofrece vivir en el medio natural, fuera de todo tecnicismo urbano, ausente del aplauso fácil y sin más espectadores que las aves, plantas y flores. No se busca ningún récord, no existe la competición. El triunfo no es material, pues la meta es descubrir lo desconocido y el premio la belleza sublime de la propia Naturaleza.

i) Estudio de teorías sobre Tiempo Libre, Ocio y

Recreación, como fenómenos de nuestro tiempo, su organización y planificación, destacándose al Deporte, la Educación Física y Actividades recreativas, como medios integradores de convivencia en la Escuela, la familia y el Municipio.

PERSONA

Siguiendo el guión que nos hemos marcado, el concepto

persona, equivale “al ser subsistente, es decir, sujeto único y radical de su propia existencia; lo permanente, estable, lo que dura en su existir” (Fdez. Miranda, 1963, 13).

Ser un ente subsistente de naturaleza racional y libre,

indica, desde una reflexión metafísica, la denominación de

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persona. Ser persona equivale a ser actor de la vida en sus múltiples formas y facetas siendo dueño y señor del propio vivir.

Cada persona, durante su existencia, tiene que

desempeñar una función, función que viene exigida por las necesidades que, en cada momento la sociedad, de la que forma parte, demanda para el desarrollo de su vida comunitaria. El desempeño de la función o papel que, cada uno ha de realizar, ha sido concebido a lo largo de la historia, como lo demuestran los testimonios que importantes genios de nuestra literatura, en la que, tiene gran relevancia la obra de Calderón de la Barca “El gran teatro del mundo”.

Entre las características, importantes, que definen a la

persona se pueden citar, entre otras: - Su incomunicabilidad; es decir, una persona no

puede ser asumida por otra persona, es única e irrepetible, no transmisible, algo en sí misma. Nadie puede, nacer, vivir o morir por otro. “Es propio de la persona ser una substancia individual, completa en sí misma, independiente e incomunicable. la persona representa un individuo, totalmente independiente de otro en el existir… La persona se presenta dotada de libertad e independencia frente al mecanismo de toda la Naturaleza” (Fdez. Miranda, 1963, 14).

• Dignidad; ya que la persona tiene valor en sí

misma, en contraposición a las cosas, que solo tienen utilidad.

• Libertad; equivale a ser dueño de sus propios

actos, de su propia conducta. Los actos del hombre son voluntarios, nacen de él. Es la libertad la que constituye al hombre como persona en el orden moral, capacitándole, asimismo, para desempeñar su papel, en el escenario del mundo.

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• Responsabilidad; por ser libre, y dueño de sus actos, también, es responsable de los mismos. La responsabilidad, del hombre, nace, por tanto, de su libertad. “La responsabilidad moral es, en último término, la necesidad que el hombre tiene de atenerse al resultado de sus actos y sufrir las consecuencias de los mismos, precisamente, porque es dueño y señor de ellos” (Fdez. Miranda, 1963, 16)

LA PERSONA Y LAS NORMAS DE CONDUCTA

La vida del hombre se expresa en su conducta, en su

quehacer, al concebirlo como ser libre. Pero esta conducta puede manifestarse de muchas formas, pero sólo la que deba ser será la legítima.

Esta conducta que debe ser se expresa en la norma, p.e. “honrarás a tu padre y a tu madre”. Esto es exactamente una norma; el enunciado imperativo de cómo debe ser una conducta humana.

Fernández Miranda (1963, 17 y ss.) Clasifica estas normas

como sigue: a) Normas técnicas

Son las que dicen cómo hay que hacer los instrumentos o útiles que sirven al hombre, p.e. cómo hay que hacer un automóvil, un bolígrafo, un edificio, una carretera, etc.

b) Normas de comportamiento social

Establecen cómo ha de ser la conducta de los hombres en su relación con los demás.

c) Normas jurídicas Regulan la conducta humana en la vida social para crear determinadas situaciones, que se definen en derechos y obligaciones.

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d) Normas morales o éticas Son aquellas que, implicando o no conducta social, persiguen, no la realización de situaciones sociales, sino que el hombre realice en sí determinadas virtudes.

e) Normas religiosas

Establecen las relaciones del hombre con Dios.

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SOCIEDAD Este vocablo proviene del latín societas, -tatis, equivalente

a “la reunión, mayor o menor de personas, familias, pueblos o naciones. También a la agrupación, natural o pactada, de personas que constituyen unidad distinta de cada cual de sus individuos con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de la vida” (Salvat, 1967, 283), así se asocian comerciantes, hombres de negocios, accionistas …, y, también, grupos de personas para satisfacer aquellas necesidades que el mundo actual, cada vez con mayor intensidad, demanda comunicación a través del ocio, recreación, actividades de tiempo libre, etc., como puede ser el deporte, mediante la creación de clubs, asociaciones, entidades, etc.

En otro ámbito, que no es el que nos ocupa, surgen otros

tipos de sociedades, cuyos objetivos van dirigidos hacia otras facetas de la vida en colectividad, clasificándose según la finalidad del contrato, siendo de tipo mercantil, cuando la finalidad sea el ejercicio del comercio y civil en los demás casos.

Para el estudio de la sociedad, como grupo de personas

que conviven, suele diferenciarse la sociedad como general y la particular. En el primer sentido, se comprende todos los hombres que pueblan la Tierra, de ahí, que se le denomine sociedad universal, mientras que en el segundo, solo una parte de ellos, siendo estas innumerables, pues también son innumerables los fines que mueven al hombre.

La universal, se le considera como un organismo vivo, por

tratar del conjunto de la vida de todos los hombres, es, por tanto, un organismo vivo cuyo desenvolvimiento, en el tiempo y el espacio, obedece a leyes biológicas.

Sin embargo, entre las sociedades particulares, destacan

por su importancia la religiosa, la civil o política y la doméstica, ocupándose, de las mismas, la Iglesia, el Estado, Nación, Familia, Municipio, etc.

Por su parte, y ciñéndonos al diseño que nos interesa,

hemos de tener en cuenta, que el bien de la persona, se realiza

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siempre en el bien común, de ahí, que los dos pilares sobre los que se asienta la conducta humana sean la Moral y el Derecho. La moral regula la conducta humana, para que la persona realice, en sí, la virtud, mientras que el derecho, regula la conducta social con miras a la realización de la justicia.

FACTORES QUE HACEN POSIBLE LA CONVIVENCIA a) Pautas sociales, hacen diferenciar la sociedad de

una yuxtaposición de gentes; las pautas tienen, en nuestra vida individual, una singular importancia. Así, Ortega y Gasset (1883-1955) establece los tres efectos siguientes en relación a las mismas:

- Posibilita la convivencia con personas extrañas. - Son acumuladoras del pasado - Son automatizadoras y simplificadoras de nuestra

conducta

b) La cooperación Cooperar, es obrar unos con otros, con objeto de conseguir un mismo fin. Cooperar es sinónimo de colaborar. La colaboración puede ser directa, cuando surge por el simple hecho de actuar en compañía, e indirecta o complementación funcional, basada en la consciente combinación de las diferencias, por ejemplo, el reparto de las funciones en razón a las capacidades de los miembros de la comunidad; la concesión de ayudas según las circunstancias de cada uno; la división del trabajo … .

c) El fin social La cooperación no es algo que se realice porque sí, sino que equivale al resultado de coincidencias, más o menos expresas, de todas las voluntades, de quienes forman la colectividad, encaminadas a la consecución

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de un fin que, en sentido amplio, se le suele denominar bien común.

d) El derecho Equivale a “dar a cada uno lo suyo”… y ese “suyo” propio de cada cual (suum cuique), es lo que en latín se denomina ius, y en castellano Derecho. Para que, a cada miembro de la sociedad, se le respete lo que le pertenece, la propia sociedad elabora unas normas o leyes, de obligado cumplimiento, que regula la vida comunitaria, y dirime en caso de conflicto entre las partes. En el Derecho se ha de considerar, el derecho natural, que tiene su génesis en la propia naturaleza, y, el derecho positivo, que es el establecido por decisión voluntaria del hombre.

e) El poder Proviene del latín potere, equivalente a tener la facultad o el medio de hacer una cosa. La misión más importante, del poder, no es la coacción, sino organizar y dirigir la vida comunitaria. El poder puesto al servicio del derecho, recibe una denominación especial: autoridad. Concibiéndose ésta como el poder legítimo, por el crédito y fe que se le otorga a una persona. “La autoridad no es más que poder aceptado, reconocido y legítimo en razón a su subordinación al derecho” (Rodrigo, 1969, 39)

CONVIVENCIA

Convivir, equivale a vivir con otra persona, compartir su

vida o sus ideas. En contraposición, el concepto coexistir, que expresa la idea de vivir unos al lado de otros, pero sin relación mutua afectiva.

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Ortega y Gasset explicita que “el progreso exige, junto a la capacidad de no ser hoy lo que ayer no se fue, la de conservar eso de ayer y conservarlo. Ahora bien, el individuo como individuo estrena siempre la vida, y sería siempre un primer hombre, eterno Adán, como lo es el animal en su especie. Durante su existencia se desarrolla su humanidad pero no progresa. Sólo habrá progreso si esa humanidad que en él se desarrolla parte de otra que ya se desarrolló y llegó a su culminación; en suma, si se acumulan otras humanidades a la suya y su vida no es la de un primer hombre, sino la de un segundo, tercero, etc. Para este menester de acumulación hace falta que el hombre, al nacer, encuentre ya una forma de humanidad hecha, lograda, que no tiene él que inventar, sino, simplemente, instalarse en ella, partir de ella para su individual desarrollo. Así, este desarrollo no empieza desde cero, sino desde una cantidad positiva a la cual añade su propio crecimiento”.

Convivir, exige cooperación, justicia, trabajo, respeto,

comprensión, ayuda mutua, etc., etc.

VALORES Los conceptos educación y deportes, epígrafe que da

sentido a este trabajo, se han de sustentar sobre la base que constituyen la persona, sociedad, convivencia humana y especialmente sobre los valores en que se encarnan, de ahí, que con este apartado se pretenda explicitar el conjunto de virtudes, actitudes y normas por las que se rige el ser humano a lo largo de su existencia.

Valor, en un sentido amplio, es también subsistencia y

firmeza de algún acto. La influencia de los valores humanos en la educación y por

extensión en el deporte, como fenómeno adyacente a la misma, se hace, también, patente en la selección de actividades que se pretenden llevar a cabo. Una actividad se considera educativa si participa de aquellos principios cuya finalidad se persigue.

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Los valores son patrimonio de la cultura, siendo

transmitidos por medio de procedimientos, métodos y formas que los difunden y reproducen, contribuyendo a su divulgación.

Por medio de la educación y el deporte, como actividad

que coadyuva a la formación del educando, se pueden transmitir aquellos valores, entendidos como imprescindibles, para el desenvolvimiento de una comunidad, y que, entre otros, pueden citarse, la solidaridad, respeto a si mismo y al adversario, sentido crítico, responsabilidad, cooperación, trabajo, justicia, etc., etc.

Los valores, actitudes y normas, se adquieren, modifican y

perfeccionan, a través de la observación, contrastación, comparación, imitación… pues su aprendizaje requiere de un entrenamiento continuo.

Por otra parte, y por entender que la exposición de nuestro

trabajo, debe ceñirse a unas normas, en cuanto a su extensión, ofrecemos, esquemáticamente, aquellos criterios para la planificación de su enseñanza, que, a nuestro juicio, pudieran ser de interés, sin que supongan exclusividad o exclusión alguna. Entre otros se citan:

- Organización del espacio, horario y asignación de

trabajos o funciones, para facilitar la convivencia, autonomía, cooperación, respeto, etc.

- Organización de actividades que hagan posible la vida cohesionada; por ejemplo visitas culturales, actividades en la Naturaleza, marchas, acampadas campamentos, etc.

- Organización de actividades en grupo. - Proponer actividades que requieran la solución de

problemas y de diferentes situaciones no previstas, tomas de decisiones, diálogo, etc.

Asimismo, todo proceso educativo requiere un sistema de

medición de resultados, la evaluación. Pero entendida, como el resultado de la estrategia educativa, mediante el cual, se pueda emitir un juicio acerca del grado de adecuación de los resultados obtenidos en razón a los objetivos propuestos. Este juicio no se

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refiere, solo y exclusivamente, al sujeto paciente, el educando, sino que es extensivo a la programación del profesor, al proyecto pedagógico, al currículum, en suma, a toda la estrategia de se desarrolle.

Asimismo, la evaluación del contenido ético plantea, a su

vez, una situación de incertidumbre, dado a que valores y actitudes no son directamente observables, sino que se han de estudiar a partir de la observación de indicadores de comportamiento. Observación que debe ser objetiva para evitar situaciones preconcebidas.

Para el proceso de evaluación, que a nuestro juicio debe

comenzar, a partir de la puesta en práctica del proyecto, se tendrá en cuanta el diagnóstico de la realidad de desenvolvimiento, es decir, las características del alumno, el centro, los equipamientos.

Por otra parte, los valores, actitudes y normas, deben ser

evaluados al mismo tiempo que los otros contenidos. Los valores, actitudes y normas, así como, algunas de las

circunstancias en las que se presentan, pueden ser modificados, adaptándose a las peculiaridades de cada momento, de ahí, que el esfuerzo personal del alumno, para superar las dificultades de sus propias limitaciones, permita incorporar ciertas modificaciones en la dinámica de la comunidad, grupo de alumnos, profesores, entrenadores, árbitros, dirigentes, equipos, etc., etc.

Con la exposición que antecede, hemos pretendido

ofrecer, al lector, una serie de reflexiones, que, a nuestro juicio, pueden ser de utilidad a quienes, de una manera u otra, utilizando procedimientos, métodos o formas iguales o diferentes, le puedan ser de utilidad, para que conociendo la sociedad en la que vivimos, la convivencia a la que hemos de tender, la persona que integra la comunidad y los valores sobre los que se encarnan, se consiga a través de las prácticas deportivas la educación de quienes pueblan el mundo, procurando que, la solidaridad, el respeto mutuo, la comprensión, el trabajo, la

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justicia, la cooperación … sean la polar que oriente nuestras acciones como si se tratase de un plebiscito cotidiano. BIBLIOGRAFÍA - Alonso Marañón, P. M.; 1994: La Educación Física y su Didáctica. Madrid, publicaciones I.C.C.E. - Blázquez Sánchez, D. y otros.; Fundamentos de E.F. para enseñanza primaria. Vol. I, Edit. Ide. - Bravo Berrocal, R. y otros.: 1999, Aptitudes y correlaciones entre rendimientos académicos y motores, en niños y niñas de 11 años de edad, Archidona (Málaga) Aljibe. - Bravo Berrocal, R. y Romero Ramos, O.; 1998. Actividades educativo - complementarias en la Naturaleza. Málaga. Ediciones Aljibe. - Bravo Berrocal, R., Fernández Rodríguez, E. y Merino Marbán, R.: 1999, El juego: Medio educativo y de aplicación a los bloques de contenidos, Archidona (Málaga) Aljibe. - Bravo Berrocal, R.: 1998. “Las actividades complementarias en el contexto educativo” En Fundamentos de los Contenidos en E.F. Escolar, coordinado por el Dr. Santiago Romero Granados, Sevilla, Copy-Rex, SL. - Bravo Berrocal, R.: 1995, La educación física en la legislación española (1900-1980), Málaga, Ágora. - Bravo Berrocal, R.; 1997: “Tratado de Educación Personalizada dirigido por Víctor García Hoz. Glosario de Educación Personalizada”. Madrid, Ediciones RIALP, S.A., volumen 19. - Diccionario Enciclopédico Salvat; 1967, Barcelona, Salvat Ediciones, (20ª, 1ª edición 1906) Tomos, 4-5 y 11. - Fernández Calero, G. y Navarro Adelantado, V., 1989: Diseño curricular en Educación Física. Barcelona, Edit. Inde. - Fernández Carvajal.: 1969, La Sociedad y el Estado, Madrid, Doncel. - Fernández Miranda, T.: 1961, El hombre y la Sociedad, Madrid, Doncel. - Francisco J. Giménez, F. - Manuel Díaz, T. (EDS).: 2001. Diccionario de E.F. en Primaria. Huelva. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva.

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- García, M. y Asins, C.; 1994: “La coeducación en Educación Física”. Universidad Autónoma de Barcelona. - Gimeno Sacristán, J.; 1984: “Teoría de la Enseñanza y Desarrollo del Currículo”. Madrid, Edit. Anaya. - Gómez, Isabel y Mauri, Teresa: “Valores, actitudes y normas”, en Cuadernos de Pedagogía. - Sánchez Bañuelos, F.; 1989: Bases para una Didáctica de la Educación Física y el Deporte. Madrid, Edit. Gymnos. - Toro Bueno, S. y Zarco Resa, J. A.; 1992: “Planteamiento Didáctico Educación Física”. Archidona (Málaga), Edit. Aljibe. - VV. AA.; 1983: Diccionario de las Ciencias de la Educación. Madrid, Editorial Diagonal / Santillana. - VV. AA.; 1984: Diccionario de la Lengua Española. Madrid, Real Academia Española. 20ª Edición. - VV. AA.; 1991: Organización escolar aplicada (Estrategias e Instrumentos en el marco de la LOGSE). Grupo IDE (Investigación y Difusión Educativa”. Madrid, Editorial Escuela Española, S.A. - VV. AA.; 1996: Enciclopedia Multimedia Salvat. Madrid, Editorial Salvat

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“DEPORTE y VALORES“ Dr. Saúl García Blanco

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Licenciado en Educación Física. Catedrático del área de Ed. Física de la Univ. de Salamanca.

Director de Master y Doctorados en España y Argentina. Presidente de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Históricos

de la Educación Física y el Deporte. Ex – dirigente nacional de la OJE

“F” de oro de la Organización Juvenil Española.

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“… si nuestro señor D. Quijote resucitara y volviese a esta su España, andarían buscándole una segunda intención a sus nobles desvaríos. Si uno denuncia un abuso, persigue la injusticia, fustiga la ramplonería, se preguntan los esclavos: ¿qué irá buscando con eso?... algunos creen que lo hace por divertirse, por deporte. ¡Lástima grande que a tan pocos les dé por deportes semejantes!”.25

El deporte moderno, siendo un fenómeno genuino de nuestra época, hunde sus raíces en los juegos de sociedades pretéritas, cooperando incluso en el desarrollo de las mismas. Si se desea buscar la paternidad de los deportes contemporáneos, a excepción de los mecánicos 26, es preciso acudir a los juegos antiguos “... lo que resulta incuestionable es que los juegos y deportes al aire libre que hoy se practican en nuestro entorno social y que, en parte, son considerados como una conquista de los primeros años del siglo veinte, ya eran practicados en la España del XVI, considerada en aquellos tiempos como el emporio de toda suerte de juegos”27. Este planteamiento es avalado por una pléyade de otros estudiosos e investigadores humanistas, pertenecientes a todos los campos del saber: Huizinga, Rodrigo Caro, Diem, Cagigal, y un largo etcétera.

Ortega y Gasset, por ejemplo, llegó a considerar a la

actividad lúdrica28 y deportiva como el origen del Estado. Las actividades fisico-lúdicas desarrolladas por las asociaciones juveniles, dice Ortega, introducen en la Historia la exogamia, la organización autoritaria, la disciplina del entrenamiento o ascética, la necesidad de acometer empresas, la ley, la asociación cultural y las danzas: “… vemos que la primera sociedad humana es esta asociación de jóvenes para robar mujeres al grupo consanguíneo y dar cima a toda suerte de bárbaras hazañas. Más que a un

25 D. Miguel de Unamuno, en su obra “Vida de D. Quijote y Sancho”. 26 Los hijos de la Revolución Industrial del XIX, en los que se precisa de una máquina para su práctica. 27 Álvarez del Palacio, E.: El juego en el Renacimiento, en García blanco, Saúl (Coor.), VII Simposium Historia de la Educación Física, p. 63. Universidad de Salamanca, 2000. 28 Aunque se use con más frecuencia el término lúdico-a (ambos son aceptados por la Real Academia), no debemos olvidar que se trata de un galicismo (ludique); mientras que la raíz propiamente latina es la de lúdrico-a.

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Parlamento, se parece a un Atletic Club. Dígame el lector si es tan excesivo con en un principio pudo parecerle proclamar el origen deportivo del Estado”29.

Por tanto, se puede afirmar con propiedad que el deporte

es hijo, natural o bastardo según el caso, del juego: “... los deportes aparecerán como los hijos mutantes de los juegos”30. En esta línea de pensamiento, la esencia del deporte entronca con la del juego. Puede decirse incluso, que la actividad deportiva es una decantación de la actividad lúdrica, de hecho los juegos de la etapa infantil son la antesala de los deportes de la juvenil. "Solo el deporte es capaz, gracias a los estímulos que le son peculiares, de mantener en el juego movido a esa juventud más madura sometida a profundos cambios espirituales. Si no llegara a ampliarse, convirtiéndose en deporte, el juego no podría cumplir su función innegable de formación y entrenamiento del hombre en desarrollo"31. Es decir, en un principio se encuentra el juego, como actividad libre y placentera, posteriormente la actividad lúdrica desembocará en la actividad deportiva.

Así pues, el deporte en su origen es juego y juego será siempre que se practique de forma espontánea y natural. Otra cosa diferente son los deportes modernos, mediatizados por intereses materiales, en los que el carácter lúdrico solo se da, y no siempre, entre los espectadores y con carácter excepcional entre algún practicante. Ya en su origen, el deporte moderno nace viciado, no posee el carácter liberalizador del juego, sino que su finalidad es utilitaria. En la actualidad, conocemos infinidad de ejemplos sobre cómo el deporte es utilizado con fines políticos, económicos, etc. El deporte contemporáneo es, casi en su totalidad, la antítesis del juego personal. La actividad deportiva resulta ser un negocio, o sea, la negación del ocio (nec-otium); y en este negocio intervienen desde las multinacionales del mundo capitalista, a las organizaciones políticas del casi fenecido mundo comunista, así como las mafias del Tercer Mundo. 29 Ortega y Gasset, J.: El origen deportivo del Estado. Revista de Occidente. o.c., II, p. 617. Madrid, 1929. 30 Vidart, Daniel.: El juego y la condición humana. Ediciones de la Banda Oriental, p. 78. Montevideo, 1995. 31 Eppensteiner, F.: El origen del deporte, en Citius, Altius, Fortius, vol. XV, p. 263. INEF, Madrid, 1973.

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El deporte así entendido se convierte en el "anti-juego", en

expresión afortunada de Daniel Vidart32: “De tal modo la cosificación de su cuerpo y la reiteración de sus habilidades convierten al deportista actual en una especie de esclavo del panem et circensis de nuestro tiempo. Salvando las distancias con las costumbres romanas, es un gladiador al servicio de una organización tecnoburocrática, comercial la mayoría de las veces, y políticamente propagandística siempre, que nada tiene que ver con la libertaria y liberadora esencia del juego”33; es decir, la mayoría de los deportistas de hoy no son sino profesionales de una actividad laboral, o lo que es lo mismo, obreros que realizan un trabajo obligado con la finalidad de recibir unos emolumentos, eso si… casi siempre substanciosos.

El deporte moderno, surge como consecuencia de un

planteamiento social de carácter discriminatorio. El disport anglosajón de la época isabelina significaba juego, distracción; pero no todos los ciudadanos ingleses podían acceder a la actividad deportiva, ésta era reservada para los componentes de la nobleza, para aquellos que por sus rentas podían dedicarse a entrenar su cuerpo y competir de forma "amateur" (el vocablo deportivo con una significación más hipócrita). Para el pueblo llano, para los snob34 en definitiva, la única diversión permitida era la manual; así, los primeros deportes populares fueron los manuales: damas, naipes, lucha, boxeo, etc. Esto también era frecuente en tiempos muy anteriores. El refranero español, verdadero catalizador sociológico, es gráfico al respecto: “juegos de manos, juegos de villanos...”; ya en la España del Renacimiento se comprueba este planteamiento: “…la carrera, la equitación, los juegos de pelota y otros juegos, la caza, el tiro, la danza y el combate simulado, son formas básicas de la preparación del príncipe; desaconsejándose las distintas

32 Científico y Humanista vasco de Iparralde, nacionalizado uruguayo, con el que tuve la oportunidad de intercambiar opiniones sobre la esencia del juego y el deporte, en su domicilio de Montevideo. 33 Vidart, D.: opus. cit., p.30. 34 En los censos ingleses, junto al nombre del ciudadano se colocaba su categoría social. En el caso de los artesanos, obreros manuales, etc, al nombre se le añadían las siglas s.nob.; es decir, sin nobleza.

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formas de lucha a mano y cualquier otra actividad que implique manoseo, tal y como hacen los villanos.”35

Contra el mal uso que la sociedad hace de la actividad

deportiva se rebelan los grandes pensadores y humanistas del siglo pasado (Coubertain, Proust, Ortega, Laín Entralgo, Cagigal, etc.) descubriendo y describiendo los valores que encierra el deporte y que resultan imprescindibles para el desarrollo de la persona y la mejora de la especie humana; los cuales se manifiestan, en esencia, en el “Citius Altius, Fortius” de los olímpicos, o en los “Per Aspera ad Astra” y “Si voc non vobis” de la Organización Juvenil Española, verdaderas consignas deportivas.

Nuestro genial polígrafo Ortega y Gasset intuyó,

adelantándose a su época y a la actual, que siendo el siglo XX eminentemente utilitarista ello conllevaría que todas las acciones humanas, de esa época y venideras, también lo fueran; así, la actividad primaria sería la de satisfacer diversas necesidades materiales. La humanidad, cegada por el utilitarismo, solo aceptará como valores el trabajo, el tiempo, la mecanización, etc., y esos valores los incorporará a todas sus actividades, de forma tal, que el resto de actividades carecerá de valor. Así, el deporte contemporáneo, engendrado que no creado, en los Colegios Públicos ingleses, responderá a los citados planteamientos sociales. Ante ello se opone Ortega, defendiendo la necesidad de devolver al deporte su primitivo carácter lúdrico: "La actividad original y primera de la vida es siempre espontánea, lujosa, de intención superflua, es libre expansión de una energía preexistente. No consiste en salir al paso de una necesidad, no es un movimiento forzado o tropismo, sino, más bien, la liberal ocurrencia, el imprevisible apetito... Esto nos llevará a transmutar la inveterada jerarquía y considerar la actividad deportiva como la primaria y creadora, como la más elevada, seria e importante de la vida, y la actividad laboriosa como derivada de aquella, como su mera decantación y precitado. Es más, vida propiamente hablando es solo la de cariz deportivo, lo otro es relativa mecanización y mero funcionamiento"36.

35 Mariana, J. de (Padre): Del rey y la inst. real. pp. 505-506. BAE., Madrid, 1950. 36 Ortega y Gasset, J.: Ob Completas, pp. 607-622. Revista de Occidente, Madrid, 1944.

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El aumento de los deportes de masas y la toma de

conciencia por parte de la sociedad de los valores e intereses deportivos se va a producir, durante los últimos siglos, gracias al impulso de dos estamentos: la aristocracia y la burguesía; ambos grupos sociales poseían, aunque vivido de diferente forma, un elemento común: el ocio. Éste, junto a la forma de ocuparlo, ha sido históricamente el factor desencadenante de la práctica deportiva. Como vemos, la “cultura del ocio” en contra de la

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“cultura del trabajo”, tampoco es patrimonio de nuestra época. Vivimos nec-ociosos (o sea, trabajamos) para tener ocio, escribía Aristóteles. Ya los griegos entendían que el ocio era aquella actividad, no laboral y sin carácter utilitario, que permitía al alma alcanzar su más alta expresión. Esta idea del ocio como liberalizador del ser humano, ha sido contemplada a lo largo de los siglos y por todas las civilizaciones; y en todas ellas, su decantamiento ha sido el deporte.

Éste, y otros valores de los deportes ya los intuyo Pierre

de Fredy, más conocido por el barón de Coubertin, cuando logró que los países desarrollados del mundo firmaran, en 1892, en la universidad parisina de la Sorbona, el retomar los Juegos de la antigüedad, con el objetivo de buscar la unidad de la especie humana (la pax olímpica) a través de competiciones deportivas en las que tomaran parte los jóvenes de todas las razas y regiones de la Tierra.

Del valor regenerativo del deporte para el hombre estaba

también convencido Ortega, hasta el punto que no dudó en presentarse como casi el mesías de un nuevo evangelio encaminado a que orientemos nuestras vidas con un talante deportivo: “Bien sé que a la hora presente me hallo solo entre mis contemporáneos para afirmar que la forma superior de la existencia humana es el deporte. Algún día trataré de explicar por qué he llegado a esta convicción, mostrando como la marcha de la sociedad, junto con los nuevos descubrimientos de las ciencias, obligan a una reforma radical de las ideas en este punto y anuncian un viraje de la historia hacia un sentido deportivo de la vida”37.

Nuestro filósofo creía que tal viraje habría de producirse

como consecuencia de dos cosas: el avance científico-técnico y el triunfo del socialismo (no del obrerismo) frente al mundo capitalista. Este triunfo llevaría consigo el paso del poder social de manos del hombre con mentalidad utilitaria, al perteneciente al tipo humano opuesto, al hombre antieconómico, vitalmente lujoso para quien vivir no es ganar, sino al contrario, regalar.

37 Ortega y Gasset, J.: Biología y Pedagogía, o.c., II, p. 302.

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Adelantándose a su tiempo, e intuyendo lo que ocurriría muchos años después, consideró que el motivo de este cambio estribaba en que el hombre de su época se encontraba desorientado (lo cual no ha variado mucho), sin norte o brújula que dirigiera su existencia, como consecuencia de una carencia y segura jerarquía de valores: “El sistema de valores que disciplinaba la actividad y vida del hombre europeo ha perdido evidencia, fuerza de atracción, vigor imperativo. El hombre de Occidente padece una radical desorientación, porque no sabe hacia que estrellas mirar”38.

Como remedio propone la mentalidad y actitud deportiva

frente a la utilitaria, ya que considera que el esfuerzo implicado en el deporte es siempre lujoso, sin esperanza de recompensa, como una especie de rebose de íntimas energías vitales, es siempre un esfuerzo egregio, exquisito, de ahí que no pueda ser sometido a la medida del tiempo, tal y como exige la remuneración del trabajo: “… la creación científica y artística, el heroísmo político y moral, la santidad religiosa, son los sublimes resultados del deporte. Pero adviértase que a ellos no se va de una manera preconcebida. Nadie ha descubierto una ley física solo por habérselo propuesto; más bien la ha hallado como un regalo imprevisto que se desprendía de su ocupación gozosa y desinteresada con los fenómenos de la naturaleza”39.

Así, visto de una perspectiva humanística, única vía de acceso válida, el deporte es portador y potenciador de valores. El objeto de su aplicación es el ser humano, pero el ser humano en su totalidad, al que favorece en su desarrollo integral tal y como ya proponía Platón con su kalokagathia40 . En la medida en que nos acerquemos o nos alejemos de dicho ideal, el deporte será o dejará de ser más humano.

Así entendido, el deporte, fiel compañero del hombre en

su viaje por la historia, participará y coadyuvará en las formas de vida e, incluso, en la cultura de la especie humana41. Es más, el 38 Ortega y Gasset, J.: o.c., III, p. 193. 39 Ortega y Gasset, J.: o.c., III, p. 195. 40 Ideal educativo propuesto por Platón, en su obra “La República”, consistente en el empleo de la actividad deportiva para lograr el desarrollo armónico de todas las capacidades del hombre. 41 Al respecto, cabe señalar que el estudio de las distintas culturas habidas en el

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deporte permite comprender factores inherentes al ser humano y su conducta, por ello influye y busca mejorar las relaciones entre personas, potencia el desarrollo de conceptos y prácticas éticas, inculca hábitos higiénicos y de salud… “porque el acto deportivo es fundamentalmente purificador, liberador de la persona,… los valores humanos del deporte se deben incorporaren una integración global a la labor educativa”42. Frases como las anteriores son frecuentes en la ingente obra de otro gran humanista del deporte, José María Cagigal, quien lo definió como andadura humana.

Hablar en los tiempos actuales sobre ética o valores,

refiriéndonos a cualquier ámbito de la vida, es una tarea difícil no exenta de ser considerada como trasnochada. Hablar de los valores del deporte cuando vivimos en una sociedad materialista, en la que aparentemente solo cuenta el individualismo, el éxito logrado a cualquier precio, el consumismo, el hedonismo… supone un reto a no ser escuchado. Así, los políticos y los “diseñadores” de planes educativos, amparados en la manida crisis de valores, esperan pasivamente a que sean otros los que tomen la iniciativa para hablar de estos temas.

A pesar de las dificultades manifestadas, incluso siendo

conscientes de ellas, debemos de ser optimistas y considerar que, quizás, sea el deporte el rescoldo que avive las llamas de una deseada regeneración social, “si el humanismo es promesa de un hombre nuevo, el deporte y su acción creadora aventurarían el nacimiento de unas condiciones de vida que instruirían la confección de un ser totalmente distinto, más sociable, más expresivo, más auténtico”43. Conscientes de esta realidad, creo que ha llegado la hora de rescatar para nuestros mundo será incompleto mientras no se aborden con rigor investigaciones sobre sus actividades deportivas. A modo de ejemplo baste señalar, el que resulta imposible entender la cultura de la Grecia clásica sin conocer, en profundidad, el mundo olímpico o las competiciones deportivas de Delfos, Argos y Corinto. 42 Nueve libros y multitud de publicaciones realizó Cagigal sobre el tema de los valores deportivos. Para los interesados recomiendo los que, a mi juicio, considero como piedras fundamentales en su planteo humanístico-deportivo: “Hombres y Deporte” (1957) y “Deporte, pedagogía y humanismo” (1966). 43 Coca Fernández, Santiago: “Humanismo y Deporte”, en García Blanco, S. (Coor.), I Congreso Inter. Historia de la Educación Física, pp. 25-32. Universidad de Salamanca, 2002.

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jóvenes y la sociedad, los valores que el deporte conlleva, fieles a la vieja consigna, propuesta por otro humanista, poeta y joven político español, de que “quien acierta con la primera nota en la música misteriosa de cada época, no puede eximirse de terminar la melodía”.

BIBLIOGRAFÍA

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“DEPORTE y

TRABAJO en EQUIPO“ Juan J. Rosa Sánchez - Elhecte del Río Mateos

Juan J. Rosa Sánchez Ex jefe Provincial de la OJE de León

Profesor Honorario de la Universidad de León Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

Medalla de Oro de la ULE Insignia de Oro de la Facultad e Educación de la ULE

Medalla de Plata de la Juventud Guía Nacional de Alta Montaña de la OJE

Elhecte del Río Mateos

Profesora jubilada del área de Educación Física y Deportiva Licenciada en Educación Física

Insignia de Oro de la Fac. de Educación de la Univ. de León Medalla de Plata de la Univ. de León

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INTRODUCCIÓN Cuando el Sr. Presidente de la Organización Juvenil Española, nuestro buen amigo José Ignacio Fernández de Carranza y Delgado, nos regaló dos hermosas e interesantes publicaciones de la Organización que preside, tituladas Canta a la vida y Aventura, lo llamamos para darle las gracias y nos espetó: “De nada. Para la próxima publicación ya tengo comprometidos a... (nos citó a los autores y los temas que iban a desarrollar)”. Añadió: “Sólo me falta concretar quiénes harán el titulado Deporte y trabajo en equipo y como vosotros sois un equipo... ¿hace falta que diga quiénes son los encargados?” Nos dimos por aludidos y nos pusimos a trabajar el tema, que comenzó planteándonos las preguntas siguientes: ¿Qué es el deporte? ¿Qué es el trabajo en equipo? ¿Deporte y trabajo en equipo son sinónimos? ¿Hacer deporte es lo mismo que trabajar en equipo? ¿Todo deportista es un trabajador nato en equipo? El deporte colectivo, o de equipo, parece ser un trabajo en equipo pero ¿y el deporte individual es también un trabajo en equipo? Los deportistas ¿trabajan en equipo, son solidarios, están coordinados por alguien, persiguen un objetivo común y se preparan para alcanzarlo? La actividad física llamada deporte-espectáculo ¿es lo primero, es lo segundo, es un híbrido? El que cobra por competir en un deporte ¿es un deportista, es un trabajador? ¿La actividad física es siempre un trabajo en equipo? El trabajo en equipo no es un invento de este nuestro tiempo, ha existido siempre: el hombre cazaba, la mujer cuidaba del hogar (en su más amplio sentido de la palabra) (¿división del trabajo? ¿Trabajo en equipo?). Se inventaron los trabajos comunitarios (si se inundaba el habitáculo del cavernícola, su vecino, también troglodita, le ayudaba a desaguar pues corría el peligro de que se le encharcara a él el suyo). La hacendera es, posiblemente, la versión primitiva y localista del trabajo comunitario o del trabajo en equipo: hay que limpiar el pueblo para que entre el coche de la Duquesa (en Castilla) o del señorito (en Andalucía). División del trabajo, trabajo comunitario, trabajo en equipo, etc. ¿es todo lo mismo? ¿El deporte qué tiene que ver con todo esto? Comencemos por el principio, trabajemos el tema y veremos si somos capaces de llegar a unas conclusiones que se ajusten a lo que vaya deduciéndose del contenido del trabajo.

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Acabamos esta introducción presentando el esquema que más abajo exponemos, que pretende estudiar brevemente la labor encomendada y aportar algo a lo ya dicho y escrito sobre el particular y, además, ser original. Es difícil ser original en este tema, pero lo vamos a intentar con la ayuda del Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española de la Real Academia Española. 1. El deporte en el Diccionario de la RAE 2. Clasificación del deporte 3. El trabajo en el Diccionario de la RAE 4. Concepto de equipo en el Diccionario de la RAE 5. ¿Qué es el trabajo en equipo?

6. Conclusiones

1. EL DEPORTE EN EL DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA El Diccionario de Autoridades (1737) dice en la entrada deporte: “Diversión, holgura pasatiempo. Es compuesto de la preposición De y la voz Porte; y como ésta significa el trabajo de portear o pasar las cosas de unos parajes a otros, puede ser se dijese Deporte para explicar se deponía absolutamente todo lo que era cuidado y fatiga para divertirse mejor. // Marian. Hist. Esp. lib. 8, cap. 9. ‘Gobernó este Capitán las cosas de los moros... por su Rey, que vivía ocioso, sin cuidar más que de sus deportes.’ // Fonsec. Vid. de Crist. tom. I, lib. 2., cap. 8. ‘No porque en el Paraíso hubiese necesidad de buscar aire, adonde sobraba tanto deporte y recreación.” Es decir el deporte es diversión, se hace para pasar el tiempo, consolarse, por placer, para aliviar los trabajos y como esparcimiento. Es holgura, se pretende el regocijo y la diversión; y es pasatiempo, se hace con el objetivo de además de divertirse, etc., gastar o emplear el tiempo libre. En 1780 la definición que trae el Diccionario de la RAE, es mucho más breve: “Diversión, holgura, pasatiempo.” Son las notas esenciales que hemos analizado antes.

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La edición de 1803 del mismo Diccionario nos dice que deporte es: “Lo mismo que recreación, pasatiempo, placer, diversión.” Se incorporan dos nuevas palabras, recreación y placer que interpretamos como 1) divertirse para el alivio del trabajo y 2) gozar divirtiéndose, entreteniéndose. En la edición de 1914, la Academia hace derivar deporte “De deportar, 3ª acepción.” Añade que deporte es: “Recreación, pasatiempo, placer, diversión.” Buscamos la 3ª acepción de la voz deportar y dice así: “Ant. Divertirse, recrearse.” La edición de 1950, a la recreación, pasatiempo, placer y diversión del significado de deporte, le añade: “...por lo común al aire libre”. ¿Quiere esto decir que el deporte practicado en local cerrado no es tal? No, sólo dice que casi siempre se hace fuera de recintos cerrados pero si hay recreación, placer, pasatiempo, diversión... habrá que concluir que hay deporte y si esto es así ¿un guateque puede ser considerado como deporte? Tal actividad se puede hacer en recinto cerrado y abierto y, desde luego es placentera, divertida, recreativa y el tiempo se pasa en un suspiro. Hay que esperar hasta 1970 para que el Diccionario de la RAE le dé otros significados a la palabra deporte: “(De deportar). Recreación, pasatiempo, placer, diversión, o ejercicio físico, por lo común al aire libre. // 2. Ejercicio físico, por lo común al aire libre, practicado individualmente o por equipos con el fin de superar una marca establecida o de vencer a un adversario en competición pública, siempre con sujeción a ciertas reglas.” Parece que la 2ª acepción es la que más se acerca al concepto actual de deporte. Hay ejercicio (a nosotros nos gustaría más que dijera actividad) físico, casi siempre al aire libre (ya hemos dicho algo sobre el particular), puede ser individual o colectivo para superar una marca o vencer al oponente. Si esto es así el montañismo o la escalada no son deportes, puesto que no se supera una marca –o quizás sí- ni se vence a un adversario, a no ser que como adversario deriva de adverso y las condiciones climatológicas o nuestras propias limitaciones se pueden oponer a la consecución del éxito pues nuestra incapacidad o el mal tiempo pueden ser nuestros adversarios y por lo tanto, las dos especialidades citadas son deportes.

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La edición de 1983 añade que hacer algo por deporte quiere decir, hacerlo por distracción, desinteresadamente, sin ánimo lucrativo. Entonces, el profesional, el que cobra por participar en un espectáculo denominado deporte no está en este caso, puesto que su actividad puede ser distraída y hasta puede que le interese poco ganar o perder pero el ánimo de lucro se le supone, no necesita más justificación que observar que sus emolumentos se componen del sueldo, fichaje, prima por ganar y posiblemente hasta puede que alguna subvención que recibe más o menos puntualmente. A no ser que esos ingresos, apartando algo para vivir, los dedique a fundaciones u obras de caridad, lo que echaría por tierra todo lo anterior. El Diccionario que venimos citando, edición de 1992, en la misma voz, mantiene la 1ª acepción de 1970 pero rectifica la 2ª así: “Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas.” Y añade “por deporte. Por gusto, desinteresadamente. Ú t. en sent. irón.” Por fin, la edición electrónica (2001) dice: “Deporte. (De deportar). 1. m. Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. // 2. m. Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.” // Por deporte. 1. loc. adv. Por gusto, desinteresadamente. U. t. en sent. irón.” Y en la entrada deportar se expresa así: “(Del lat. deportāre). 2. prnl. ant. Descansar, reposar, hacer mansión44. // 3. prnl. ant. Divertirse, recrearse.” Ya parece que hemos llegado a un principio de acuerdo, el deporte es actividad física, no es sólo ejercicio físico, comporta más: es facultad y prontitud de obrar, diligencia, eficacia y pretende la resolución de problemas para alcanzar el éxito. Que se puede hacer para competir, pero también nada más que para jugar (compitiendo o no). El deporte desarrolla determinadas cualidades físicas, morales, psíquicas... pero también las exige, por lo que para practicarlo necesita del entrenamiento previo y para que se desarrolle tiene necesidad de que haya unas

44 “Hacer mansión. Detenerse en alguna parte.” (RAE, 2001).

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determinadas normas que son impuestas y absolutamente obligatorias. No ocurre como en el juego que las reglas las acuerdan los participantes y es entonces cuando son absolutamente obligatorias. 2. CLASIFICACION DEL DEPORTE La literatura sobre la clasificación del deporte, trata de enmarcarlo en diversas formas y categorías. Se habla de deporte y le añaden el apellido que exige la función que se le asigna o el fin que persigue. Las manifestaciones del deporte son múltiples, pues según el lugar en el que se practica, se habla de deporte al aire libre o en recintos cerrados; por el espacio en el que se realiza se le denomina deporte en tierra, en la mar y en el aire; se habla también de deporte de competición, de deporte recreativo y de deportes utilitarios; de deportes educativos o formativos y de mantenimiento físico; de deportes para la mejora y mantenimiento de la salud y de deportes higiénicos, que procuran el mejor funcionamiento de órganos y aparatos, etc. etc. Quizás la más sencilla de todas las clasificaciones es la que lo divide en dos grandes grupos: individual y colectivo. Otros autores que comparten esta misma publicación, seguro que tratarán sobre el concepto y la clasificación del deporte y, desde luego, nos demostrarán que no es tan simple, pero para lo que nos interesa en este trabajo nos quedamos con ella y en ella nos detendremos. Como sus propias denominaciones indican, deporte individual es el que practica una sola persona, en competición con otra o con ella misma, luchando contra sus propias limitaciones o contra el metro y el reloj; y, deporte colectivo es el practicado por un grupo de personas en competencia con otro grupo, ambos conforman unos equipos y de ahí que se conozca también como deportes de equipo pero tanto uno como el otro ¿pueden ser considerados trabajo en equipo? El deporte individual puede ser un trabajo en equipo y el deporte de equipo

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puede ser un trabajo no de equipo, sino de un grupo de amiguetes o no tan amigos. Desde nuestro punto de vista sí, el primero es el que puede tener más problemas pues al denominarse deporte individual parece que sólo interviene una persona, y así es cuando compite pero hasta que llega al lugar en el que debe demostrar sus aptitudes ha necesitado la colaboración del entrenador, preparador físico, médico deportivo, fisioterapeuta, psicólogo y puede que alguien más. Es decir, un equipo de trabajo en el que cada uno tiene unas funciones para alcanzar el fin, que no es otro que el éxito del deportista en competencia con otro o con él mismo. Además se celebran competiciones por equipos de deportes individuales (léase tenis, natación, atletismo y un largo etc.) El deporte colectivo parece tener menos problemas para demostrar que responde a las exigencias del trabajo en equipo, si compromete a un número determinado de personas en la búsqueda de un resultado final; ese resultado no es el del trabajo de cada uno de sus miembros sino del grupo; busca que cada participante sea especialista en una de las áreas que afecta al trabajo; pretende que cada uno sea responsable de un cometido pero todos responden de la totalidad y quiere no ser solamente la suma de aportaciones individuales sino la labor coordinada de un determinado número de personas en busca de un objetivo común. No es lo mismo el deporte de equipo que el deporte en equipo; uno se refiere al grupo que hace deporte colectivo y se enfrenta a otro grupo; y el otro al deportista individual con el grupo que lo apoya o al grupo de personas que practica un deporte colectivo si responde a las características del trabajo en equipo. Otra clasificación que nos viene bien para este trabajo es la que divide al deporte en profesional y aficionado. Al primero se le denomina así porque el jugador cobra por hacer un deporte que realmente es un espectáculo al que asiste público que paga por ver jugar, para ganar, a su club. Este es un tipo de actividad que, para determinar si es deporte o no, habría que considerar si sus practicantes se recrean, disfrutan etc. El deporte aficionado se realiza sólo para el goce, solaz, mejora física, entretenimiento,

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ocupación del tiempo libre, etc. Claro que muchas veces el deportista aficionado, sueña con convertirse en profesional de los de bolsa llena.

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3. EL TRABAJO EN EL DICCIONARIO DE LA RAE De nuestros tiempos de estudiantes tenemos un recuerdo impreciso de una definición del trabajo, que decía algo así como que el trabajo es la participación, voluntariamente prestada del hombre (y de la mujer, desde luego), en la producción... pero como no la recordamos completa y, además, no está en ninguna de las ediciones del Diccionario de la Real Academia pues no seguimos por ahí. El Diccionario de Autoridades (1739) en el lema trabajo, dice así: “Ejercicio u ocupación en alguna obra o ministerio...” Esta definición se mantiene hasta la edición de 1884. La edición de 1899 y siguientes dicen en la misma voz: “Acción y efecto de trabajar.” En la entrada trabajar leemos: “Ocuparse en cualquier ejercicio, obra o ministerio.” // “Solicitar, procurar e intentar alguna cosa con eficacia, actividad y cuidado.” // “Aplicarse con desvelo y cuidado a la ejecución de alguna cosa.” La edición de 1936 aporta una acepción nueva que dice así: “4. Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza. Se usa en contraposición de capital.” La edición de 1992 dice más, pues añade: “2. Ocupación retribuida. // 4. Obra, cosa producida por el entendimiento. // 6. Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza. Se usa en contraposición de capital.” La última edición, la electrónica 2001, dice: “Trabajo. 1. m. Acción y efecto de trabajar. // 2. m. Ocupación retribuida. // 3. m. obra (ǁ cosa producida por un agente). // 4. m. Obra, resultado de la actividad humana. // 6. m. Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital.” “Grupo de trabajo. 1. m. Conjunto o equipo que en una escuela organiza el profesor o constituyen los alumnos para realizar en común una tarea.” “Trabajar. (Del lat. *tripaliāre, de tripalĭum). 1. intr. Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual... // 2. intr. Tener una

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ocupación remunerada en una empresa, una institución, etc. // 3. intr. Ejercer determinada profesión u oficio. // 7. intr. Intentar conseguir algo, generalmente con esfuerzo. Trabajar por la paz. // 10. tr. Aplicarse o dedicarse con esfuerzo a la realización de algo.” No dice nada del trabajo en equipo, pero de todo lo trascrito pueden surgir preguntas. 1) Si el trabajo es una ocupación retribuida ¿los que por hacer deporte cobran son trabajadores? Parece que sí, este es un asunto que creemos resolvió hace tiempo la legislación laboral. 2) Si es realizar una obra ¿ganar o perder un partido es realizar una obra? Parece que no, pues no es un producto intelectual en ciencias, letras o artes, ni es un libro que contenga un trabajo, ni es un edificio en construcción, ni el arreglo de un pavimento, ni es la labor de un artesano. 3) Si es un esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza ¿formar parte de un equipo deportivo contribuye a ello? Pues parece que tampoco, aunque ricos lo que se dice ricos si que se hacen algunos de los que semanalmente contribuyen a que las tardes de los sábados o domingos y noches de miércoles, sean menos tediosas para los (entre comillas) aficionados al deporte. 4. CONCEPTO DE EQUIPO EN EL DICCIONARIO DE LA RAE Como lo hecho hasta ahora, hemos querido saber que dice el ya tan repetido Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en la voz equipo. Este es el resultado. La edición de 1925 es la primera que lo trata desde el punto de vista que nos interesa aquí, y lo hace así: “2. Grupo de operarios organizados para un fin o servicio determinado. // 3. Cada uno de los grupos que se disputan el triunfo en ciertos deportes.” Es decir, por definición, el grupo de personas que compiten con otro para ganar un determinado partido es un equipo. En 1950, después de ciertos deportes, añade: “bando.” Lo que nos lleva a afirmar que un equipo deportivo es un bando,

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es decir una facción que compite con otra para alcanzar el triunfo. La edición de 1970, aporta novedades, estas son: “2. Grupo de personas profesionales o científicas, organizado para una investigación o servicio determinado. // 3. Cada uno de los grupos que se disputan el triunfo en ciertos deportes.” Las siguientes ediciones repiten las acepciones de la de 1970. Los grupos de personas que más se identifican con la definición de equipo son, y así lo cita expresamente la Academia, los operarios y los deportistas, pero en grupos organizados para llevar a cabo un trabajo o investigación o para ganar o perder que es el resultado de disputarse durante un tiempo determinado, en un lugar concreto y con unas reglas obligatorias un encuentro en el que compiten para alcanzar el éxito final. Sigue sin decir nada del trabajo en equipo. 5. ¿QUÉ ES EL TRABAJO EN EQUIPO? Como la Real Academia no nos ha ayudado, hemos tenido que buscarnos la vida por otros caminos y lo que sigue es lo que hemos entendido sobre el particular. El trabajo en equipo compromete a un número determinado de personas en la búsqueda de un resultado final que no es del trabajo de cada uno de sus miembros sino del grupo; busca que cada participante sea especialista en cada una de las áreas que afecta al proyecto; pretende que cada cual sea responsable de un cometido pero todos responden de la totalidad y quiere conseguir no ser solamente la suma de aportaciones individuales sino la labor coordinada de un determinado número de personas en busca de un objetivo común. Si esto es así, un grupo de personas que trabajan en un determinado lugar (empresa, taller, laboratorio, etc.), en la misma materia (producción, elaboración, investigación) sin coordinación entre ellos, no forman un equipo, son un grupo de trabajo.

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Hemos leído que el trabajo en equipo se basa en la complementariedad, coordinación, comunicación, confianza y compromiso. El equipo responde de los resultados que obtenga en la realización del trabajo que le ha sido encomendado pero goza de libertad para organizarse. Para la Real Academia de la Lengua un equipo es un grupo de personas organizado para una investigación o servicio determinado. Pero también es el grupo que compite con otro disputándose el triunfo. Las diferencias entre equipo y grupo de trabajo se pueden resumir en las siguientes: 1. El equipo responde solidariamente del resultado. Los miembros del grupo son responsables individualmente. 2. La formación de los miembros del equipo es diversa, cada uno domina una materia o especialidad. La de los componentes del grupo de trabajo, es similar. 3. El funcionamiento del equipo de trabajo exige coordinación, mientras que los componentes del grupo puede funcionar de manera autónoma. 4. El equipo tiene que estar cohesionado, debe haber una estrecha colaboración entre sus miembros, el grupo no tiene por qué. 5. En el equipo de trabajo las jerarquías se diluyen, hay un coordinador y unos colaboradores elegidos en función de sus conocimientos que funcionan en pie de igualdad. El grupo de trabajo se estructura por niveles jerárquicos en el que cada uno tiene una misión de la que tiene que responder ante el jefe. Pero un equipo de trabajo puede ser eficaz o no. Un equipo eficaz es el que es capaz de coordinar de manera óptima el esfuerzo de sus componentes obteniendo el máximo rendimiento, mientras que el ineficaz es aquél que fracasa. El equipo eficaz ha sabido seleccionar a sus componentes y nombrar un coordinador capacitado, con carisma. El ineficaz, aún habiendo hecho una buena selección no tiene líder.

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El equipo eficaz tiene bien definidos sus objetivos. El ineficaz no. El equipo eficaz tiene una meta difícil pero puede ser conseguida. El ineficaz tiene una meta inalcanzable. Y si a lo anterior, se le suma el apoyo o no de la organización patrocinadora, la comunicación o incomunicación entre los miembros del equipo, la participación de los componentes, etc. tendremos equipos que funcionan y alcanzan su objetivo y equipos que no pueden ser incluidos dentro de la categoría de equipos de trabajo o del concepto de trabajo en equipo. CONCLUSIONES PRIMERA. El deporte es actividad física, no sólo ejercicio físico, comporta más: es facultad y prontitud de obrar, es diligencia y eficacia; y pretende la resolución de problemas para alcanzar el éxito. Se puede practicar en forma de competición, pero también nada más que para jugar (compitiendo o no). El deporte desarrolla determinadas cualidades físicas, morales, psíquicas... pero también las exige, por lo que para practicarlo necesita del entrenamiento previo y para que se desarrolle tiene necesidad de que haya unas determinadas normas que son impuestas y absolutamente obligatorias. SEGUNDA. El deporte puede ser dividido en dos grandes grupos: individual y colectivo o de equipo. Como sus propias denominaciones indican, deporte individual es el que practica una sola persona, en competición con otra o con ella misma, luchando contra sus propias limitaciones o contra el metro y el reloj; y, deporte colectivo es el practicado por un grupo de personas en competencia con otro grupo. Otra clasificación divide al deporte en profesional y aficionado. Al primero se le denomina así porque el jugador cobra por hacer un deporte que realmente es un espectáculo al que asiste público que paga por ver jugar, para ganar, a su club. Este es un tipo de actividad que, para determinar si es deporte o no,

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habría que considerar si sus practicantes se recrean, disfrutan etc. El deporte aficionado se realiza sólo para el goce, solaz, mejora física, entretenimiento, ocupación del tiempo libre, etc Tanto uno como el otro para poder ser considerados como deportes en equipo, tendrán que cumplir las condiciones que se exigen para el trabajo en equipo: comprometer a un número determinado de personas en la búsqueda de un resultado final que no es el del trabajo de cada uno de sus miembros sino del grupo; buscar que cada participante sea especialista en una de las áreas que afecta al trabajo; pretender que cada uno sea responsable de un cometido pero todos respondan de la totalidad y querer no ser solamente la suma de aportaciones individuales sino la labor coordinada de un determinado número de personas en busca de un objetivo común. TERCERA. El trabajo es la acción y efecto de trabajar. Es ocupación retribuida y el resultado de una determinada actividad humana que mediante el esfuerzo aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital, busca la consecución de una determinada obra. Trabajar es ocuparse en cualquier actividad física o intelectual, tener una ocupación remunerada en una empresa, una institución, etc.; ejercer determinada profesión u oficio e intentar conseguir algo, generalmente con esfuerzo. CUARTA. Un equipo es un grupo de personas profesionales o científicas, organizado para una investigación o servicio determinado. También es cada uno de los grupos que se disputan el triunfo en ciertos deportes. Los grupos de personas que más se identifican con la definición de equipo son los operarios y los deportistas, pero en grupos organizados para llevar a cabo un trabajo o investigación o para ganar o perder que es el resultado de disputarse durante un tiempo determinado, en un lugar concreto y con unas reglas obligatorias un encuentro en el que compiten para alcanzar el éxito final. QUINTA. El trabajo en equipo es una labor que compromete a un número determinado de personas en la búsqueda de un

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resultado final que no es del trabajo de cada uno de sus miembros sino del grupo; busca que cada participante sea especialista en cada una de las áreas que afecta al proyecto; pretende que cada cual sea responsable de un cometido pero todos responden de la totalidad y quiere conseguir no ser solamente la suma de aportaciones individuales sino la labor coordinada de un determinado número de personas en busca de un objetivo común y se basa en la complementariedad, coordinación, comunicación, confianza y compromiso. El equipo responde de los resultados que obtenga en la realización del trabajo que le ha sido encomendado pero goza de libertad para organizarse. SEXTA. Para que el deporte sea considerado un trabajo en equipo tendrá que responder solidariamente del resultado tanto en el conocido como individual como en el de equipo. Sus componentes tendrán una formación diversa. Deberá funcionar con un director con capacidad de coordinar de manera óptima el esfuerzo del grupo, obteniendo el máximo rendimiento. Buscará la eficacia al seleccionar a sus miembros. Tendrá bien definidos sus objetivos. Se marcará una meta difícil pero al alcance del equipo. La comunicación entre sus individuos habrá de ser continua. Del cumplimiento o no de todo lo anterior dependerá que existan deportes en los que los equipos funcionan y alcanzan su objetivo y otros que no pueden ser incluidos dentro de la categoría de equipos de trabajo o del concepto de trabajo en equipo.

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“DEPORTE y LIDERAZGO“ Gustavo Santangelo Magrini

Médico y Licenciado en Educación Física Doctor en Fisiología

Entrenador deportivo Equipo Olímpico Barcelona’92 Ent. Dep. Equipo Copa América “Desafío’96” en San Diego

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En 1995 la Copa América se celebró en San Diego. Nuestro país estuvo en aquel evento representado por el Rioja de España, un barco “humilde” en el universo millonario de la formula 1 de la vela. Tuve la inmensa suerte de formar parte de aquel puñado de hombres, cargados más de ilusión que de recursos, que conformaban la tripulación y el equipo técnico.

Estaba en el cenit del deporte de la vela. Después de un

largo recorrido en el que el trabajo con el equipo olímpico de vela en Barcelona 92, había supuesto mi lanzamiento como especialista en la preparación deportiva de regatitas de élite, aquella primavera de 1995 iba a vivir la Copa América desde sus mismas entrañas.

Además de la enorme satisfacción por participar en él,

aquel evento, dejó en mí una huella mucho más profunda e indeleble en lo humano que en lo estrictamente profesional. Lejos de sólo cambiar mi currículum, me invitó a crecer, a moldear una habilidad de comunicación y entrega que no estaba en los libros, que no venía en el guión.

Mi trabajo consistía en afinar la preparación deportiva del

equipo, ello incluía el entrenamiento físico, la nutrición, el descanso, la coordinación de las horas de trabajo, y todo aquello que se relacionara con la vida de los deportistas en San Diego. Tenía a mi cargo veinticinco tripulantes. En un Copa América navegan diecisiete, quien no lo hace se constituye en apoyo en tierra. Los navegantes de aquel Copa América eran también mecánicos, constructores, limpiadores, costureros de velas….todo lo que hubiese que hacer en la base española era tarea de mi tripulación.

A las 5.45 am de cada día iniciábamos la jornada.

Entrenábamos hasta las 7.45, desayunábamos y nos dirigíamos a la base a preparar el día de navegación.

En esta rutina, donde los días se cuentan por minutos, la

presión que los deportistas sufren para realizar sus tareas comienza a no tener sólo una vertiente deportiva. Nos acompañaban medios de comunicación españoles y extranjeros que relataban de forma detallada nuestras posibilidades de éxito

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o fracaso, analizando pormenorizadamente las causas, que a su juicio, ponían de un lado u otro de la balanza estas opciones. Así las cosas, perder una salida, o fracasar en una manga de una regata, lanza al grupo una enorme cantidad de percepción negativa. Surge de allí una especie de metamorfosis. Quienes no tienen elementos suficientes de contención se sienten profundamente agredidos, creen que todo está pensado para perjudicarles, relatan una historia de despropósitos en relación a todo aquello que está en su rutina diaria, desde los entrenamientos, la alimentación, las relaciones humanas, los recursos disponibles…y digo metamorfosis porque hasta ese momento son personas afables, de fácil manejo en la relación cotidiana, entrañables.

Hasta que llegué a San Diego mi experiencia en sacar el

mejor rendimiento de un deportista era el manejo concienzudo y detallado de todo aquello que afectaba a su preparación física, su nutrición y actitud psicológica para enfrentar la competición. Y en eso creía firmemente. En una precisada programación, en dominar los últimos avances, en controlar el vasto terreno técnico que encierra ese conocimiento…pero algo me estaba fallando allí. Realizaba mi tarea con un puntilloso guión que repasaba una y otra vez. Evaluaciones de datos, pruebas, comparaciones con otros modelos, análisis estadísticos…nada. Todo estaba en el libreto del perfecto preparador pero tenía problemas con el grupo que perjudicaban seriamente el trabajo final. Deserciones de los entrenamientos, gente que creía que su rendimiento bajaba por aquello que comía, ataques directos a los programas de trabajo, dudas a la eficacia del sistema….escuchaba ya las primeras críticas de quienes hasta entonces habían ensalzado mi labor….y yo sin poder encontrar la solución, porque en realidad no veía el problema.

Solía seguir al Rioja de España desde una lancha motora

donde trabajábamos varios técnicos. Una embarcación grande, potente que permitía seguir al barco con comodidad, alcanzarle, dejarle, rodearle. Desde mi puesto de observación tomaba imágenes de vídeo que después analizaba, del trabajo de la tripulación en el barco.

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Aquella mañana de abril, teníamos por delante una dura jornada de entrenamiento. El parte meteorológico era favorable en las primeras horas de la jornada pero se preveía ciertas complicaciones al final del día. Los Copa América navegan mal con vientos demasiado fuertes y su gran superficie vélica, unida a la fragilidad del enorme mástil y sus componentes les hacen poco indicados para estar en el mar con una tormenta.

Seguíamos al barco de cerca. Yo tomaba imágenes del

trabajo del tripulante que navega en el piano, que es control de todo el aparejo de palo y proa. Grababa mientras pensaba qué era lo que fallaba para que la preparación no estuviera resultando la adecuada. Miraba por el objetivo de la cámara cómo se movía el tripulante a un lado y a otro, cómo manejaba con destreza aquel galimatías de cabos y winches….y de pronto me di cuenta que era incapaz de ver como aquel hombre realizaba su trabajo con eficacia desde el objetivo de una cámara porque en realidad no veía su tarea, sino que sólo podía ver cómo se movía en el estrecho campo de mi objetivo. El piano era parte de un enorme esfuerzo colectivo, de una sinfonía de movimientos que se coordinaba para dar sentido al objetivo final que era que aquel monstruo corriera más que ningún otro…estaba todo allí en aquel barco y en aquella mañana. Las cosas empezaron a complicarse, el viento subió a más de veinticinco nudos, el cielo plomizo parecía querer tragarse el mar, en el Rioja cundió la alarma al romperse los obenques de estribor. Silencio roto sólo por las órdenes precisas del patrón. Todos realizaban su labor, sin más, sin ahorros, sin dudas. Dejé la cámara y acerqué la embarcación de seguimiento. En proa el navegante que desciende a las entrañas del barco se llama topo. Allí estaba, empapado en sudor, retirando el spinaker que había caído hasta el hoyo donde trabajaba, ajeno a otra cosa que no fuera hacer rápido y bien su tarea. El palo movía con prontitud el tangón porque la rotura convertía al barco inestable navegando en ceñida y había que girar a popa. La toma de baliza se realizaba en segundos y todo esfuerzo sería poco para cazar con prontitud la mayor y el Génova y entonces los coffis remarían frenéticamente en sus molinillos en segunda, tercera…todos a una, sumando músculo, sin pensar en otra cosa que no sea mover los brazos hasta que manden a parar… Allí estaba todo. El Copa América me estaba mostrando el enorme error de mi preparación. Una mañana, una

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tormenta, un detonante para que todos estuvieran del mismo lado.

En el deporte, como en la vida, ninguna parte es válida

sin el todo y el todo no es nada sin el maravilloso detalle de las partes. En mi afán de dotar a cada tripulante de la mejor preparación había olvidado que las tareas mejor hechas son las que tienen sentido cuando aportan claridad, beneficio al trabajo de los demás. La aportación colectiva a un bien común tiene siempre, como en el Copa América, que estar basada en la tarea individual bien hecha, en la preparación concienzuda, en los detalles elaborados que magnifican el rendimiento. Cuando brillo y descolla mi aptitud, se engrandece la sensación colectiva del trabajo bien hecho. Mi generosidad en el esfuerzo es el motor de otros esfuerzos. Quiero ser el mejor y no importa el resultado, porque esa voluntad es el resultado mismo. Cada segundo que el equipo se entrega en esta partitura de todos, crece la capacidad individual de aportar y la del grupo para recibir. Una simbiosis despertada sólo si los individuos comprenden y aceptan su pertenencia y subordinación a un interés común. Nada ni nadie es más importante que ese interés. Sólo así se está en el camino de la grandeza en el terreno deportivo… y en la vida también.

Mis objetivos quedaban eclipsados por esta revelación.

Las sesiones de entrenamiento con cargas individualizadas, de acuerdo a concienzudos trabajos de valoración del esfuerzo, las dietas pensadas estrictamente en el valor calóricos de los nutrientes y los estrictos horarios de trabajo y descanso dieron paso a sesiones colectivas, comidas con todo el equipo y sugerencias más que órdenes en la regularidad de la vida fuera de la base. Comprendí que el éxito en la preparación deportiva necesita de una acabada formación técnica pero sobretodo de una gran capacidad de liderazgo.

Es líder el preparador que lee el rendimiento como la

vida. El que no entrega nada por perdido y lo pierde todo si no tiene la confianza de su gente. Igual que ocurre en un hogar, en el matrimonio, con los hijos, con los padres…Se es líder cuando se plantea con rigor y conocimiento la tarea a realizar pero a la vez este rigor da paso al entusiasmo, a la empatía, cuando la planificación y la evaluación detallada despiertan y sostienen la

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autoconfianza, el optimismo, cuando la utopía no maneja los objetivos realistas pero les da color. Es líder quien desde la firmeza fomenta la flexibilidad, quien desde la solidaridad y la mano siempre tendida pretende ambición y ganas de ganar. El líder deja en el grupo la huella de la inteligencia, el control emocional, la determinación del triunfo, motivación y fuerza mental. No importa la derrota porque es solo un tránsito hacia el éxito.

Mis sesiones tenían ahora el valor del esfuerzo individual

en la necesidad colectiva. Los componentes del grupo sabían que las diferencias en la preparación no amparaban privilegios sino que respetaban la singularidad, que todos estábamos en el mismo barco. De la misma forma que una familia enfrenta el devenir cotidiano, cada uno en lo suyo pero sabiendo que sin mí, sin mi esfuerzo, sin mi responsabilidad, sin mi motivación y mis ganas, los demás estarán perdidos. Ahí estaba el secreto.

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Mis tripulantes empezaron a sonreírme otra vez. En cada mañana desde aquélla, parecía que cada uno de ellos había decidido llegar a ser el mejor que se puede ser según las propias características. Eran los mismos madrugones, pero éramos otra gente. En ese nuevo contexto decidí que las mejores opciones de rendimiento estaban en encontrar factores que mantuvieran en el barco la nueva actitud del grupo. Pensé, en un principio, que todo dependía de mí. Que era yo quien generaba esta nueva fuerza colectiva, que el liderazgo de la acción sólo la ejerce el entrenador…pero volvía a equivocarme.

Los grupos crean líderes en función de las características

y las necesidades que presentan las situaciones. Todos podemos ser líderes. Se puede aprender a ser líder. Este modelo, alejado de la visión de un líder con “rasgos” específicos, “nacido para el cargo”, me suponía otro gran aprendizaje. Mi grupo era dinámico, innovador, estaba extraordinariamente vivo. El grupo encontraba líderes con un modelo integrador, global, que considera que el liderazgo es específico en cada contexto.

Lo hicieron ellos. Todo lo hicieron ellos. El equipo

entendió que cada parte cuenta. En un Copa América, el navegante es un tripulante

experto en recoger e interpretar datos. Un buen navegante parece “a priori” fundamental para el éxito final. Pero el táctico es un tripulante que lee la regata, el campo donde se juega, huele el mejor “bordo”, aconseja con fundamento. En un puesto reservado al prestigio de grandes regatistas. Quizás entonces sea él, el elemento decisivo. Pero en realidad el patrón es quien decide. Lleva la caña, gobierna el barco, conduce. Entonces es el patrón el fundamental? Puede que sea así, pero los trimmers son quienes dan presión a las velas, el piano lleva el gobierno del aparejo, el palo es un obrero de alta especialización, el topo un tripulante sacrificado y los coffis la fuerza. Allí estaba el auténtico cambio, la fuerza que generaba esta nueva visión. Nadie era más importante que todos. El viento sopla para todos igual y desde el gobierno del barco al trimado de una vela, desde la compleja lectura de los dead lines en el ordenador del navegante a la fuerza incesante aplicada en el molinillo, todas y cada unas de esas partes interactuando eran el alma del Rioja de España. Sin

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jerarquías impuestas, todos llevaban una parte esencial de la responsabilidad para que el barco corriera más que ningún otro. Lo aleccionador era que regata tras regata, las derrotas, la falta de consecución del objetivo no mermaba el sistema.

Cada mañana estábamos todos. Y llegaron las victorias.

Y el reconocimiento. La organización de la regata Louis Vouitton, la Citizen Challenger o regata previa de clasificación, premió al equipo español como el mejor preparado.

Cuando pienso en aquellos días, en cómo creía tener

todo mi trabajo bajo control, en cómo me equivoqué, en cómo encontré respuestas, reconozco una de esas situaciones en las que el deporte se convierte en escuela de la vida.

Nada es más importante que las personas, que sus

sentimientos, sus anhelos, sus sueños. El rendimiento es sólo la consecuencia de aquello que creemos poder hacer y en menor medida de cómo nos preparamos para hacerlo. No hay la más mínima posibilidad de triunfar si no creemos firmemente en que lo vamos a lograr.

Desde luego que la preparación es fundamental. La

excelencia no es una opción, es un deber. Cada día empieza con ese reto. Pero el motor de esa búsqueda está alimentado de sueños, de deseos, de proyectos. El deporte me ha enseñado que nada de lo que quiera lograr será fácil. Las dificultades están representadas por la incertidumbre del juego, el manejo de los elementos, la inestabilidad del medio y por mi adversario. Por alguien que pretende lo mismo que yo. Pero lejos de ser mi enemigo, es mi competencia, mi referencia, gracias a él crezco, lucho, me motivo. Y si pierdo, gano una nueva oportunidad de jugar. Si triunfo sé que él esta ahí, esperando la suya. El deporte me enseñó a administrar la alegría inenarrable de la victoria y la amargura contenida de la derrota, porque lo maravilloso del juego es que todo volverá a empezar.

Aquella Copa América fue el inicio de una nueva etapa.

El deporte me estaba enseñando a vivir…

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“VIOLENCIA en el DEPORTE y

DISCIPLINA DEPORTIVA“ Ricardo García Soriano

Presidente del Comité Valenciano de Disciplina Deportiva

Director de la Escuela Nac. de Actividades Náuticas de la OJE Abogado

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La expresión “disciplina deportiva” admite numerosas acepciones: hablamos de una determinada disciplina deportiva, de la disciplina que exigen los entrenamientos de un deportista o de la sanción disciplinaria que se recibe como consecuencia de una infracción deportiva. En realidad todas estas posibilidades son ciertas si bien ninguna de ellas lo es completamente, ya que al hablar de disciplina, y más aún si hablamos de disciplinar, debemos referirnos a un cúmulo de circunstancias y situaciones que nos permitirán acercarnos al concepto que nos ocupa.

Para situar la cuestión hemos de recordar brevemente

que la disciplina viene a ser una especie de contrapartida de la violencia, entendida ésta en su sentido más amplio.

Resulta evidente que la violencia, al menos cierta

cantidad de violencia, interviene necesariamente en la actividad física y deportiva, ya que la mera ejercitación del cuerpo para desarrollar esa actividad deportiva implica la posibilidad de que existan contactos con otros deportistas o que la actividad deportiva individual pueda tener como requisito o como consecuencia un movimiento o una serie de movimientos de carácter más o menos violento.

Saltar, llevar a cabo una maniobra o luchar contra un

rival implican el ejercicio de una violencia intrínseca con la actividad deportiva, pero cuando esa violencia deja de estar sometida a las reglas y controles de las reglas del deporte en cuestión nos encontramos con la posible comisión de una infracción a las reglas del juego, y es aquí donde aparece el concepto de disciplina en su cualidad de correctora de la violencia excesiva.

A fin de cuentas, mediante el proceso disciplinario se

procede a valorar en su integridad el complejo de las circunstancias que han intervenido en la acción potencialmente sancionable pero, y esto tiene un valor esencial, no desde el punto de vista de los lances del juego sino desde el punto de vista de las consecuencias que tal lance pueden ocasionar a un deportista, a un árbitro o incluso al club deportivo al que pertenece el deportista.

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Debe quedar muy claro, utilizando una expresión coloquial, que los lances del juego se quedan en el campo, pero sus consecuencias no; es decir, la calificación de una maniobra como no permitida, de un movimiento como contrario al reglamento o de una acción como causante un perjuicio al contrario, siempre que vayan más allá de la limpia competencia es una función que se encomienda al árbitro, al oficial o al juez de la competición, dependiendo de su función y su denominación en cada deporte, y eso “se queda en el campo”, como antes decíamos.

Bien diferente es el tratamiento que reciben las

consecuencias que se puedan derivar de una infracción al reglamento de cada disciplina deportiva, que pueden oscilar entre la mera advertencia hasta la pérdida de la licencia federativa y, en consecuencia, su exclusión definitiva de la actividad competitiva.

En efecto, existen deportes en los que no se permite el

contacto físico en absoluto y otros en los que tal contacto es necesario, si bien no se permite más allá de determinados límites; en estos casos, si la presión que un jugador ejerce sobre otro resulta excesiva se suele paralizar momentáneamente el juego y se sanciona al equipo infractor con una acción que le cause una cierta desventaja frente al que no infringió. Pero si en ese lance del juego resulta que la maniobra realizada o el movimiento llevado a cabo o la actitud del jugador resulta excesiva, nos podemos encontrar con que la consecuencia de que, además de la ya mencionada desventaja que se produce al equipo infractor durante el juego, se puede llegar a sancionar al jugador que la causó e incluso al club al que pertenece.

Llegados a este punto debemos partir de la base de que

el deporte es una manifestación cultural del hombre y de la sociedad, que implica una muestra de convivencia y de sana comparación de los pueblos. Pero esta encomiable vertiente del deporte se ve en nuestros días periódicamente ensombrecida por la percepción que a todos los ciudadanos, y a los más jóvenes en particular, llega a través de los medios de comunicación.

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En efecto, se suelen mostrar informaciones en las que las cuestiones de índole estrictamente deportiva aparecen íntimamente ligadas con otras extradeportivas, como es el caso de la construcción de instalaciones deportivas de gran tamaño, de los fichajes por cantidades astronómicas o de declaraciones de los, en ocasiones, escasamente preclaros dirigentes deportivos.

Al final, el ciudadano en general y el deportista en

particular tienen la sensación de que si se sanciona a su equipo se está cometiendo una grave injusticia contra él, porque imaginan que existe una confabulación de los restantes deportistas y equipos, así como de las instancias federativas y administrativas, para que el equipo de sus amores pierda una determinada competición.

Quizá una de las cuestiones que más afecten al

comportamiento actual de los deportistas en las competiciones es la presión social y familiar, por un lado, y, por el otro, el comportamiento que los deportistas más jóvenes observan en los equipos y deportistas de las categorías superiores.

Antes de entrar en esta cuestión se debe reflexionar

sobre un extremo pocas veces tratado, y es la cuestión de si es posible considerar el deporte profesional y el deporte aficionado.

No es necesario profundizar mucho para observar que en

el deporte profesional priman los aspectos empresariales sobre los propios de la mera actividad física, y en ese campo una decisión arbitral o la imposición de una sanción deportiva puede dar lugar a que un equipo se vea privado de participar en una determinada competición o a ser eliminado de la misma, con notables repercusiones económicas para el equipo, que, no lo olvidemos, no es más que una empresa; pero este argumento es engañoso en sí mismo, puesto que no se debe olvidar que la sanción al deportista no se debe nunca a cuestiones extradeportivas sino, exclusivamente, a un lance del juego en el que, con toda probabilidad, el deportista en cuestión realizó una maniobra no permitida o incumplió con alguna regla, lo que, según el reglamento, será merecedor de una sanción.

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Es esa confusión que se produce habitualmente entre el deporte profesional y el aficionado el que hace que sean los propios deportistas, acuciados en muchas ocasiones por sus clubes deportivos o por sus familias, los que agraven la competición con unas exigencias desorbitadas con las que pretenden justificar determinadas manifestaciones inadecuadas o directamente violentas.

La tensión del momento, los gritos del público o la

trascendencia del resultado en ningún caso pueden considerarse eximentes, ni siquiera atenuantes, de conductas agresivas que exceden la dureza normal de cada deporte.

Al final, resulta mucho más fácil y menos comprometido

intelectualmente entender que se está cometiendo una injusticia más dentro de un perverso plan trazado para perjudicar a un equipo o a un jugador.

Con todo, en sí misma la violencia en el deporte no es

una cuestión que pueda calificarse como un verdadero problema de gran trascendencia en nuestros días, si bien se debe estar muy alerta para evitar que lo que ahora no son sino excepciones se puedan convertir en regla general o en actos que se acaben aceptando socialmente.

En efecto, resultan difícilmente admisibles para una

persona normal las alegaciones formuladas por algunos equipos cuando, al ser sancionados por invasión del terreno de juego afirman que tal invasión no tuvo lugar sino que los padres de los jugadores y los demás espectadores entraron en el campo a preguntar al árbitro porqué había tomado determinada decisión, o pretender que la sustitución de un jugador por otro que no podía participar estaba justificada porque en la foto de la ficha eran muy parecidos y el entrenador se confundió.

Estas cuestiones, que pueden calificarse como divertidas

si no fuera porque implican, en definitiva, que se está incurriendo en una circunstancia sancionable por el reglamento, no pasan de ser anecdóticas, pero es necesaria una extrema vigilancia por parte de los deportistas, los clubes, las federaciones y la Administración para que no sólo no aumenten en número sino

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que se vean reducidas, puesto que no son más que el resultado de una mala interpretación de lo que es el deporte y lo que significa la actividad deportiva.

Por la misma razón es muy importante que los jugadores

y los clubes en los que se encuadran conozcan con cierta profundidad los reglamentos del deporte que practican y no sólo los rudimentos de las reglas del juego, ya que en el caso de que se produzca una infracción durante el desarrollo de la competición se podría dar lugar a la imposición de la correspondiente sanción, lo que, a su vez, puede venir a significar que se deba tramitar un procedimiento de orden administrativo, primero en la vía federativa y después ante la propia Administración deportiva que, en excepcionales ocasiones, puede llegar a tramitarse en la vía jurisdiccional.

Quizá entre todos debamos reflexionar sobre lo que

estamos haciendo y acabar entendiendo que el deporte no es más que una manifestación cultural que, teniendo gran trascendencia social dentro de la comunidad internacional, en definitiva nos permite formarnos como personas que se relacionan desarrollando una actividad física reglada que nos permite desarrollarnos en unas adecuadas condiciones de salud.

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“EL SENTIDO DEPORTIVO de la

EDUCACIÓN JUVENIL DIEZ CLAVES para TIEMPOS

TURBULENTOS“ Agustín Domingo Moratalla

Ldo. Filosofía y Letras. Univ. Pontificia Comillas

Doctor en Filosofía y Letras. Univ. Autónoma de Madrid

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CINCO PESETAS PARA BOMBONES Hace unos días, preparando las clases de Ética, me

encontré con un texto de José Ortega y Gasset que no tiene desperdicio. Está recogido en el conjunto de ensayos que llevan por título El espectador y con él proporciona pistas para construir una Psicología de la juventud. Allí cuenta la anécdota de un chaval de 12 años que -a principios de siglo XX- se acerca a su madre y le dice “Mamá, mañana vamos de excursión todos los del colegio, chicos y chicas. Yo quiero que me arregles bien la chaqueta, que me des un pañuelo de seda para el bolsillo y cinco pesetas para bombones”. Sorprendida por tan remilgada exigencia, la madre le preguntó las razones. El adolescente le confesó lo siguiente: “Mamá, ya sabes, es que nos gustan las chicas”.45

Lo importante de esta anécdota está en el plural al que

se refiere el joven: “nos gustan las chicas”. Ortega comenta que lo delicioso de la frase radica en el “nos”, porque al chico individualmente no le gustaban ni le gustan todavía las chicas. Ocurrió que súbitamente en el grupo escolar había brotado la curiosidad por la mujer antes de que brotara explícitamente en el individuo. Y unas líneas más adelante precisa, “el joven es hazañoso, necesita acometer empresas. Entre los jóvenes surge un temperamento o más imaginativo o más audaz, o más diestro, que propone la gran osadía.”

Cuando trasladamos esta anécdota a los primeros años

del siglo XXI descubrimos que el arreglo de la chaqueta, el pañuelo de seda y la caja de bombones han sido sustituidos por la cazadora de moda, el móvil de diseño o la cuenta del Messenger. También descubrimos esta primacía del grupo sobre el individuo y esta voluntad de acometer empresas cuando muchos sábados por la mañana acompañamos a nuestros hijos a los campeonatos deportivos escolares. Es todo un espectáculo comprobar cómo los sufridos padres que acompañan a los adolescentes a los colegios o los polideportivos municipales se

45 J. Ortega y Gasset, El espectador, VII y VIII, Espasa-Calpe, Madrid, 1966, p. 70.

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despiertan de verdad sueño cuando cometen una falta contra su hijo o contra alguno de su equipo.

Aunque a veces se trata de un espectáculo lamentable porque observamos que los padres no siempre estimulan el juego limpio o la mentalidad de equipo, es importante observar hasta qué punto los padres pueden dejarse llevar por la personalidad anónima de los grupos que les anulan la capacidad individual de juicio, llegando a pensar y sentir por ellos. Esta importancia del nosotros en el equipo de jóvenes se traslada a los padres y corren el peligro de perder la capacidad de juicio. Aparecen sentimientos nuevos, emociones nuevas y agresiones nuevas que no estaban en la propia actividad deportiva y alteran lo que llamamos la dimensión educativa del deporte escolar. Quien haya tenido que arbitrar cualquier partido o simplemente contemple como curioso observador imparcial las expresiones y el lenguaje de los padres, comprobará que el “nosotros juvenil” está siendo alterado y desnaturalizado por el “nosotros adulto”.

¿Acaso no nos estamos refiriendo al mismo grupo?

¿Acaso la solidaridad de equipo que reclaman los padres no es la misma que la de los hijos? Es probable que en algunos aspectos sí lo sea, por ejemplo, cuando hay cierta homogeneidad entre los jóvenes y los padres porque los chicos son de la misma clase, del mismo colegio o del mismo vecindario. Sin embargo, es importante señalar que las experiencias del nosotros juvenil y las experiencias del nosotros adulto son diferentes, que son dos formas diferentes de entender la solidaridad sin las cuales es imposible organizar la educación juvenil.

No voy a explicarlas con detalle. Me limitaré a proponer

una serie de claves con las que poder trabajar y analizar estas diferencias. Incluso me atrevo a decir que son algo más que pistas o referencias con las que educar a la juventud, son claves con las que guiarse por la vida, con las que poder discernir entre una solidaridad cerrada y una solidaridad abierta, entre una autonomía egocéntrica y una autonomía solidaria, entre un compromiso que capacita y un compromiso que esclaviza, entre un estilo de vida que ilusiona o entusiasma y un estilo de vida que deprime y entristece.

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1.- DEL SENTIMIENTO TRÁGICO AL SENTIDO DEPORTIVO Una primera clave es la que nos sitúa ante las dos

grandes tradiciones de educación moral del siglo XX: la tradición construida por Don Miguel de Unamuno cuando describe el “sentimiento trágico de la vida” y la tradición de Don José Ortega y Gasset cuando nos sitúa ante el sentido deportivo de la vida. Aunque tendríamos que remontarnos a Cervantes y El Quijote, o Platón, Séneca o Cicerón para precisar cada una de estas formas de situarse ante la vida, por ahora nos basta retener que también son dos formas de orientar la educación juvenil.

Orientan en el sentimiento trágico quienes enfocan los

problemas desde la singularidad individual y reclaman que cada sujeto se sitúe defensivamente ante la vida y el mundo. En la organización de las actividades hay una primacía del esfuerzo individual y la gravedad de todas sus actuaciones como si en cada uno de los instantes se jugara toda la vida y cada momento determinara la supervivencia no ya del individuo sino del mundo. El joven acaba siendo un héroe no por sus hazañas o por sus ideales sino por su capacidad de introversión melancólica, de resistencia, de aguante, de aceptación y de sufrimiento.

Por el contrario, orientan en el sentimiento deportivo

quienes enseñan a objetivar los problemas, a tomar distancia ante los acontecimientos; quienes enseñan a descubrir que la vida no es siempre una tragedia o un drama sino que la vida también es novela o comedia. La metáfora del deporte nos sitúa ante un mundo en el que no sólo hay responsabilidades, cargas y obligaciones, sino ilusiones, ideales, metas y entusiasmo. En la organización de las actividades se le da la espalda al destino y el esfuerzo ciego de quienes se centran en su propio yo individual dándole la espalda al contexto, las reglas, o las metas. El sentido deportivo exige capacidad para discernir entre las propias capacidades y los propios límites, entre lo que depende de uno mismo y lo que depende de los otros, del contexto, del momento o, simplemente, de las circunstancias.

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2.- JUGAR CON LA VIDA Y MANTENER LA VIDA EN FORMA La segunda clave está directamente relacionada con el

sentido deportivo de la vida, tiene que ver con la capacidad para diferenciar entre el juego y el deporte. Si en la educación infantil es importante el juego, en la educación juvenil es importante el deporte. Esto no quiere decir que los jóvenes tengan que olvidarse del juego o que los niños no tengan que hacer deporte. Sería absurdo plantear que los jóvenes pedieran la capacidad de jugar o que los adultos perdieran la capacidad de hacer deporte porque ya no tienen las capacidades que tenían cuando eran jóvenes. Me refiero al hecho de que el sentido deportivo de la vida exige mantener la vida en forma y no simplemente entender la vida como una actividad lúdica o simple juego.

En la juventud uno descubre que en la vida hay una

dimensión de riesgo, de aventura y de peligro que no había descubierto cuando era niño. El sentido deportivo de la vida nos recuerda que esta presencia de los riesgos y los peligros exigirá un especial sentido de la prudencia que se pone a prueba en todas las actividades juveniles relacionadas con la aventura. Y no nos referimos estrictamente a lo que se llaman “deportes de aventura” donde, a veces, el sentido de la prudencia queda ocultado por los excesos en la aventura, nos referimos al valor del esfuerzo, del entrenamiento y de la capacidad de sacrificio.

A diferencia del esfuerzo obligado propio del trabajo, el

esfuerzo deportivo se asume con libertad, con gracia y con espontaneidad. A nadie se le exige el esfuerzo deportivo y por eso está relacionado con capacidad de elevarse ante la vida, de tener ideales, de aumentar las posibilidades que uno tiene, de crearlas; en definitiva de situarse creativa e ilusionadamente ante la vida.

El deporte nos prepara para una dimensión ascética de

la vida que no está en el juego. Como recuerda Ortega repetidas veces, el ascetismo de algunas órdenes religiosas que se hace presente en la literatura del siglo de Oro español está directamente relacionado con el ejercicio de entrenamiento al que se sometían los atletas griegos. Quienes participan en competiciones deportivas o se preparan para un campeonato

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deportivo saben que tienen que organizarse, que limitar sus salidas, que organizar sus comidas o régimen de vida, en definitiva, son conscientes de los ejercicios, los sacrificios y las privaciones que el deporte les exige. Lo comprobamos cuando a los equipos se les somete a concentraciones o centros de alto rendimiento donde se acaba practicando un ascetismo casi monacal.

Esto no quiere decir que todos tenemos que ser

deportistas y todos tenemos que competir, quiere decir que cuando orientamos la educación juvenil desde el deporte no sólo cultivamos la aventura o el sentido del juego sino que también cultivamos la capacidad para autolimitarnos, para entrenarnos, para sacrificarnos y para conseguir que la aventura de vivir sea mucho más que el simple vegetar. Por eso en la juventud tenemos la oportunidad de aprender a poner la vida en forma y descubrimos que quienes no descubren el sentido de la aventura o proyecto vital, más que vivir humanamente lo que hacen es vegetar gregariamente.

3.- AFRONTAR LAS CUESTIONES DIFÍCILES Y ÚLTIMAS

Cada vez es mayor el número de padres y educadores

que hacen de los hijos o los alumnos unos “señoritos satisfechos”. En muchos pueblos de Castilla y Andalucía todavía se oye hablar de los “señoritos” como personajes populares que viven cómodamente, sin someterse a la disciplina del trabajo, disfrutando de las herencias recibidas y con el aire de una aristocracia heredada. Al nacer los señoritos ya aparecen instalados en medio de la riqueza y de los privilegios, tienen de todo y se sitúan ante la vida con el caparazón de sus antepasados. En La rebelión de las masas afirma Ortega que son personas cuya vida pierde autenticidad porque tienen que vivir como “herederos”, son los hijos de fulanito o de menganito, su vida es pura representación, pura fachada, pura apariencia de algo heredado.

En las sociedades del bienestar corremos el peligro de

educar a nuestros hijos como señoritos satisfechos, tienen de todo, no les falta de nada y a veces no sólo los arropamos

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mientras están en la cuna sino que los seguimos arropando en la universidad. Los acostumbramos a lo fácil e intentamos evitarles problemas. Nos creemos que así les hacemos la vida más fácil pero en realidad lo que hacemos es proporcionarles medios que les hacen la vida más cómoda. Con los medios les facilitamos vegetar en la vida pero no vivir a la intemperie y poder instalarse en ella.

Queremos que la seguridad artificial del hogar se

extienda en todos los ámbitos de la vida y así cuando salen de casa creen que pueden seguir haciendo fuera lo que les da la gana, como si la impunidad en la que les entrenamos les hubiera entrenado para vivir. Acaban entrenándose sólo para lo fácil y lo penúltimo, acaban rehuyendo grandes metas e ideales, prefieren no hacerse preguntas últimas e instalarse en lo penúltimo. El bienestar, el consumo y las facilidades maquillan la necesidad de responder a unas preguntas últimas que siguen estando ahí, unas preguntas para la que nuestros hijos buscan una respuesta propia. Los grandes interrogantes relacionados con la muerte, con Dios o con la esperanza no se resuelven ocultándolos o maquillándolos.

Para educar en la responsabilidad hay que afrontar las

cuestiones últimas, incómodas y difíciles. La cultura de la satisfacción y el bienestar nos sitúa en lo fácil y nos hace creer que la impunidad de la casa se puede trasladar a la calle. Y no es así. Aunque en casa todo puede repararse en la calle no, aunque en casa todo puede tener remedio en la calle no se puede hacer lo que a uno le venga en gana. Es más fácil entrenarse en la impunidad que en la responsabilidad, en la comodidad que en la dificultad, a la intemperie de la calle que al cobijo del hogar.

4.- EDUCAR NO ES CAUSAR SINO INCITAR

Muchos padres y maestros interpretan los procesos

educativos como procesos de causación. A veces, cuando estamos orgullosos porque algún hijo nos hace caso o algún discípulo continúa nuestra labor nos creemos que hemos sido nosotros la causa de la buena obra o de la vocación. Ingenuamente creemos que el efecto de un buen alumno o un

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buen hijo está causado exclusiva y mecánicamente por un buen maestro o un buen padre. Puede ser y es necesario tener en cuenta las condiciones necesarias para que emerjan los valores, pero no son suficientes.

La educación no es un proceso de causación sino de

incitación. En la causación mecánica siempre hay proporción, como el movimiento es proporcional a la fuerza producida. La educación no es un proceso físico, es un complejo proceso biológico y biográfico, a la vez. Por eso Ortega habla de la incitación con las metáforas del aguijón y la espuela. Son recursos para pensar que lo que necesitan los jóvenes no son empujones físicos para que se muevan sino estimulaciones biológicas y biográficas para reaccionen, despeguen, salten o despierten.

El verbo espolear no lo aplicamos únicamente a los

caballos, también lo debemos usar en tareas educativas para que cada generación se despierte y reacciones ante las numerosas tentaciones a la somnolencia que ahora vienen del consumo, la abundancia, de las nuevas tecnologías o lo que siempre se ha llamado aburguesamiento.

5.- CONTAR CON LOS HABERES Y LAS TRADICIONES

Cuando nos referimos al sentido deportivo y reclamamos

el uso del verbo espolear no lo hacemos pensando que la base de la educación tiene que ser el esfuerzo ciego y puro de la voluntad o la reacción voluntaria y heroica de quien tras una clase, mitin o arenga se siente incitado o motivado para realizar una empresa. La educación de los jóvenes no puede estar basada en la ética de una voluntad pura, libre, inocente y heroica. Si así fuera sería una educación idealista y ciega que condenaría a los jóvenes al idealismo romántico y la melancolía.

¡Cuántos voluntarios han fracasado en sus empresas

porque se decidieron a la acción sin suficiente reflexión!, ¡Cuántas empresas han fracasado por excesos de heroísmo y voluntarismo individual! En muchas organizaciones juveniles sobran héroes y faltan tradiciones, sobran espontáneos y faltan

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capacitados, sobran idealistas melancólicos y faltan idealistas históricos. El idealismo juvenil no puede consistir en la acumulación de metas y deberes ciegos, tiene que contar con las fuerzas reales, con los valores reales, con los “haberes” y no sólo con los “deberes”.

Quienes conocen el funcionamiento de las ONGs y los

grupos de voluntariado saben que una determinada campaña es importante si se inscribe en una tradición o en un proyecto de intervención. Los proyectos se integran en programas y estos a su vez necesitan de equipos, mentalidades y creencias compartidas. Las tradiciones no son lastres de las organizaciones sino trampolines que les facilitan la intervención en la historia.

6.- VIVIR DE DENTRO HACIA FUERA

Uno de los elementos educativos más revolucionarios es

el silencio. En sociedades presididas por el ruido donde casi todos los jóvenes están entretenidos por la música, las comunicaciones, los videojuegos o las modas, el silencio se ha convertido en un arma educativa revolucionaria. Incluso los hogares se han convertido en áreas llenas de ruido. Es muy difícil que un profesor consiga que sus alumnos estén varios minutos en silencio, como si no fuéramos capaces de aguantarnos unos junto a otros, o incluso a nosotros mismos, sin el uso del móvil, del mp3, de la mini cadena, del aparato de música, el ordenador, la televisión o el mega sistema “wifi” con el que además del sonido envolvente tendremos ruido en alta fidelidad.

Si aprendiéramos a crear, gestionar y administrar los

silencios descubriríamos que además de biología somos biografía, que además de vegetar podríamos proyectar, de además de un oficio o una profesión, hasta podemos llegar a descubrir nuestra vocación. El camino de la interioridad no es el camino de una profundidad abismal o un pozo oscuro en el que es mejor no mirar. Así se presenta cuando el silencio no se descubre sino que se impone, así aparece cuando llegan los fracasos, así se presenta cuando el esfuerzo se convierte en impotencia y caemos en la melancolía.

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El camino de la interioridad se parece más a un armario que a un pozo, se parece más a una mochila que a una cueva. El hecho de que los jóvenes se sientan atraídos por religiones orientales o líderes religiosos que apelan a la interioridad es tan sólo un símbolo de una cultura y una sociedad agotada porque está entretenida, extrovertida y acaba reduciendo el vivir al tener.

El camino de la interioridad es complejo y para conocerlo

hay que entrenarse en el silencio. Hay que entender la vida no como algo de lo que uno se apropia sino como algo que uno ofrece, no como algo que uno posee sino como algo que uno ex - pone. Cuando vivimos de dentro hacia fuera podemos hacer que nuestra vida sea un proyecto y así transformamos nuestra biología en biografía; de esa forma llegamos a plantearnos la posibilidad de nuestra vocación porque proyectamos nuestra vida como tarea. Con ello no nos inventamos nuestra biografía, no la creamos desde el voluntarismo una decisión arbitraria, la recreamos intentando ser fieles a nosotros mismos. Entonces descubrimos por qué la autenticidad sigue siendo el gran motor de la ética juvenil; entonces nos damos cuenta por qué los jóvenes dan la espalda a lo falso y buscan lo auténtico.

7.- SUJETOS DE DERECHOS PERO AGENTES DE RESPONSABILIDADES

En las sociedades liberales es habitual plantear las

relaciones humanas en términos de derechos y obligaciones, como si todo en la vida tuviera la naturaleza de un gran contrato. En las últimas décadas los jóvenes han conocido y disfrutado de esta cultura casi como nunca, conocen sus derechos y poco a poco se van dando cuenta de que a la cara de un derecho le sigue la cruz de una obligación.

Sin embargo, la vida social no puede estar presidida sólo

por la lógica de los derechos y las obligaciones. Empezando por bienes como la amistad, el buen gusto, la buena educación y terminando por el amor, el voluntariado o los ideales democráticos, en la educación juvenil no podemos limitarnos al aprendizaje de los derechos y los deberes. Los jóvenes son agentes de responsabilidades, en sus proyectos hacen mucho

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más que canalizar su derecho a la participación social. Para participar hay que tener entusiasmo e ilusión en aquella empresa en la que se participa, de nada vale entender la participación como el “cumplo-y-miento” normativo.

Las organizaciones juveniles son mucho más que

centros de participación y asociacionismo juvenil, pueden ser escuelas de grandes empresas, de grandes proyectos y, sobre todo, cauces de entusiasmo, de energía y de vitalidad. En este sentido no son espacios donde se garantiza la perpetuación en la vida biológica sino cauces para ensanchar biografías que forman parte de historias comunes. Como agentes de responsabilidades los jóvenes son mucho más que gestores de tareas administrativas y burocráticas. Si se quedaran se limitarían a reproducir historias contadas por otros y mantendrían empresas creadas por otros.

8.- ELOGIO DE LA VOCACIÓN EN LA PARTICIPACIÓN SOCIAL

Hay cuestiones que no son políticamente correctas y una

de ellas es la vocación. En tiempos donde prima el profesionalismo, el laboralismo y el economicismo como ideologías de quienes tienen un trabajo, oficio o dedicación, oír hablar de vocación tiene algo de intempestivo, subversivo y hasta contracultural. En la educación de los jóvenes es necesario recuperarla porque sin ella les animamos para empresas sin entusiasmo, sin garra y energía vital.

Tanto en los colegios como en los centros de educación

no formal relacionados con el tiempo libre tenemos que recuperar la pregunta por la vocación. ¿Y para qué?, se preguntarán algunos. Pues muy sencillo, para analizar si lo que hacemos nos llena, nos da vida, está relacionado con nuestro proyecto de vida, nos hace más auténticos. Es posible que el estudio, el juego o el deporte sean algo mecánico que hacemos. Es posible que la participación sea rutinaria y no le hayamos encontrado sentido a las reuniones, las actividades o los papeleos.

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Al plantearnos la pregunta por la vocación en aquello que hacemos, nos preguntamos si aquello en lo que de verdad empleamos el tiempo son actividades para “llenar la agenda” y “estar ocupados”, o por el contrario son actividades que nos llenan, actividades donde se requiere nuestro proyecto de vida, donde somos interpelados, llamados y convocados. Y ser llamados no sólo para “dar un tiempo” de nuestra agenda sino para “dar-nos-como-tiempo”, para hacer lo que tenemos que hacer con dedicación, entrega y compromiso. No simplemente como obligación sino como religación, es decir, como expresión de nuestra vinculación, como expresión de la vinculación que nuestro proyecto de vida tiene con el proyecto de la organización o los equipos de personas con los que trabajamos, incluso como expresión de nuestra integración en el equipo como entrega o dedicación. Una expresión que para ser auténtica no puede plantearse como respuesta a algo que no viene de fuera (obligación) sino como realización y respuesta de algo que va de dentro hacia fuera, desde nuestro proyecto de vida hasta nuestro compromiso en las actividades donde participamos. Entonces podemos decir que nuestra participación es valiosa y significativa.

9.- INVITAR A LA MAGNANIMIDAD COMO VIRTUD VITAL

Aunque la solidaridad y la justicia social sean valores

importantes en la vida de las organizaciones juveniles, cada día es más necesario contar con la magnanimidad como su valor central. Etimológicamente significa “animus magnus” y aunque una traducción literal nos hablaría de una persona con un “ánimo grande”, en realidad haríamos referencia a una persona generosa, con modo de ser, de estar en la vida y de obrar presidido por la generosidad y la disponibilidad de sí. Indica algo más que la solidaridad o la simple generosidad porque para practicarla no es necesario tener muchas cosas y compartirlas o darlas.

No define a la persona que da lo que tiene sino a una

persona que comparte lo que es, que se entiende a sí misma si no viera su vida como donación. Decimos que un joven es generoso y magnánimo no cuando actúa calculadamente y se

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rige por el principio de reciprocidad. Una acción magnánima es aquella que va más allá de la reciprocidad, aquella que va más allá del cálculo. Decimos que tienen ánimo grande y son generosos los que dan sin llevar las cuentas de lo que dan, los que dan sin cálculo ni medida.

Así, el futuro de las organizaciones juveniles no puede

limitarse a la justicia o la solidaridad. Si así fuera, el voluntario que participa o el miembro de la organización orientaría su acción por lo que considera justo, incluso por la solidaridad cuando quisiera ir más allá de la simple justicia distributiva. Estos fines o metas de la organización tienen que plantearse de manera muy distinta cuando se trata de animar a la participación y querer motivar de verdad a todos los miembros. El nivel de una participación significativa a la que nos hemos referido no sólo exige metas o ideales claros sino formas de organización adecuadas a la propia juventud. Si la organización juvenil se plantea como un banco, una empresa de servicios, un partido, un sindicato o cualquier otra entidad social de adultos está condenada a la burocracia, al papeleo y al puro formalismo.

Las organizaciones juveniles tienen que ser analizadas

en clave de generosidad, de magnanimidad y desde una lógica adecuada a la edad de sus miembros. ¿Es que hoy los jóvenes no son generosos? ¿Es que hoy la juventud no está dispuesta a dar ir más allá de la simple reciprocidad? Quizá estamos aplicando categorías de organizaciones viejas a los tiempos nuevos y por ello tenemos pereza para pensar en términos de magnanimidad.

Se podrá decir que estamos ante una virtud aristocrática,

pero esto no significa que sea una virtud de los ricos, los capitalistas o aquellos que tienen dinero. Hay quienes siguen pensando que los valores aristocráticos son los valores de los ricos, como si sólo los que tienen dineros pudieran darlos. Están confundidos de medio a medio porque en toda la tradición moral de Occidente (y Oriente) las virtudes no se sitúan en el orden del “tener” sino en el orden del “ser”. Esto significa que las virtudes aristocráticas no son propiedad de los ricos sino virtudes universales. Incluso algunas tradiciones morales como la del

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cristianismo deja bien claro que el tener, el poseer y las riquezas pueden dificultar la vida virtuosa.

La nobleza de la juventud emerge de su magnanimidad,

de la capacidad que pueden tener para no limitarse a la reciprocidad, al cálculo de las acciones o la simple lógica de los derechos y las obligaciones. No hay que tener miedo a estar virtudes aristocráticas y, por tanto, tampoco hay que tener miedo a que estas virtudes presidan la vida de la organización. No está en juego un planteamiento elitista, clasista o diferenciador de las organizaciones por el hecho de aspirar a lo mejor. Lo que de verdad está en juego es la voluntad de mantenerse en la mediocridad administrativa y personal de quienes creen que la justicia y la solidaridad no se alimentan de la generosidad o la magnanimidad.

10.- CUANDO NO HAY ALEGRÍA

Para terminar estas claves de la educación juvenil quiero

recordar lo que importante que es la alegría como elemento expresivo, comunicativo y formativo. No me estoy refiriendo a las gracias de adolescentes que provocan un reír desmedido, tampoco me quiero referir a la simple diversión o al estado de euforia que se consigue artificialmente porque a uno le da lo que llamamos “un subidón” psicológico. Me refiero a una disposición importante en el carácter que podemos llamar disposición para la alegría.

¿Significa esto no tomarse la vida en serio? ¿Acaso los

jóvenes pueden tener este privilegio educativo y los demás no? La disposición a la que me refiero es una disposición para la apertura, para al despliegue del ánimo y para el afrontamiento positivo de las posibilidades que la vida nos va ofreciendo. La disposición para la alegría no significa una disposición para ver “la botella de la vida” siempre medio llena, sería mejor llamar a eso optimismo. Tampoco me estoy refiriendo al contento, fruición o gozo por el hecho de tener toda la vida por delante cuando es joven. La alegría no nace por tener menos años y tener un horizonte vital más abierto que los adultos o los ancianos.

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La alegría a la que me refiero es una disposición positiva para mantenerse abierto ante los bienes que me encuentro, que puedo generar o que puedo compartir. Y no me estoy refiriendo a una disposición para el bienestar, para instalarse en la sociedad de consumo o la comunidad política que llamamos “estado del bienestar”. Es una disposición para el “bien-ser” más que para el “bien-estar” o el “bien-vivir”.

Quizá, la alegría entendida como gracia vital sea una

disposición para esperar la luz, recibir la luz, para acoger la luz y para ser luz en la vida de otros. La luz es algo más que una simple metáfora relacionada con la claridad es los espacios o de los ambientes. De hecho, Simone Weil, una de las pensadoras más interesantes y desconocidas del pasado siglo XX afirmaba que sólo dos fuerzas reinan el universo: la gravedad y la luz. Mientras que la gravedad hace descender los cuerpos, la gracia los eleva pero claro está no físicamente sino anímicamente. A su juicio esta elevación no es de naturaleza física sino de naturaleza moral y se consigue mediante la apertura a los otros, la disponibilidad y lo que ella llama el rebajamiento. De hecho, y por paradójico que resulte dice que la gracia es la ley del movimiento descendente. Incluso afirma: “Rebajarse es ascender en lo que concierne a la gravedad moral. La gravedad moral nos hace caer hacia lo alto”46.

La alegría es una disposición del ánimo que facilita la

asertividad, es una disposición que nos ayuda ser prosociales y que si no nos ayuda a “elevarnos” física o anímicamente, al menos nos ayuda a resistir el peso de la gravedad, a aguantar la gravedad de la rutina de los trabajos y los días, a resistir con ánimo la carga o responsabilidad de vivir. Convendría recordar aquí que llamamos alegre a una casa en la que hay luz, grandes ventanales y buena ventilación. De hecho, el propio Ortega y Gasset hace alusión en uno de sus escritos juveniles al tema de la alegría relacionándolo con esta disponibilidad para la apertura, la gracia y la luz. Así dice Ortega:

46 S. Weil, La gravedad y la gracia. Caparrós editores, Madrid, 1994. Trad. A. del Rio y J. Pendás, p. 25.

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“Cuando no hay alegría el alma se retira a un rincón de nuestro cuerpo y hace de él su cubil. De cuando en cuando da un aullido lastimero y enseña los dientes a las cosas que pasan. Y todas las cosas nos parece que hacen camino rendidas bajo el fardo de su destino y que ninguna tiene vigor bastante para danzar con él sobre los hombros. La vida nos ofrece un panorama de universal esclavitud…si la falta de alegría proviene de un dolor físico percibimos con extraña evidencia la línea negra que limita cada ser y lo encierra dentro de sí, sin ventanas hacia fuera…sin el infinito que este hombre contento metía dentro de cada uno. Este es el descubrimiento que hacemos por medio del dolor como por medio de un microscopio: la soledad de cada cosa. Y como la gracia y la alegría y el lujo de las cosas consisten en los reflejos innumerables que las unas lanzan sobre las otras y de ellas reciben, la sospecha de su soledad radical parece rebajar el pulso del mundo”47

Aunque este texto nos plantea nuevos problemas y

nuevas inquietudes, somos conscientes de que ha llegado el momento de terminar estas pequeñas claves educativas. Este alegato a favor de la alegría puede ser una buena forma de terminar este abanico de claves con las que seguir navegando en la apasionante empresa de la educación juvenil. Unas claves que no serán de mucha utilidad a los lectores que con ellas quieran llegar a buen puerto, al fin y al cabo, el puerto de llegada es una meta que cada cual debería marcarse. Ahora bien, aunque no sean de utilidad para llegar al puerto marcado, espero que sean útiles durante la navegación. O al menos para sortear las tormentas y navegar en aguas turbulentas.

47 J. Ortega y Gasset, El espectador, I, Espasa, Madrid, 1980, p. 41.