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ALFREDO A. ROGGIANO Pedro Henríquez Ureña y la Poesía Sobre tiro de la Revista "Armas y Letras' JULIO / SEPTIEMBRE DE 1958 AÑO 1 / Segunda Epoca f Monterrey, N. L.

Pedro Henríquez Ureñ y la Poesía

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Page 1: Pedro Henríquez Ureñ y la Poesía

ALFREDO A. ROGGIANO

Pedro Henríquez Ureña y la Poesía

Sobre tiro de la Revista "Armas y Letras'

JULIO / SEPTIEMBRE DE 1958

AÑO 1 / Segunda Epoca f Monterrey, N. L.

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Alfredo A. Roggiano / PEDRO HENRIOUEZ UREÑA

Y LA POESIA

E Qqpttía Alfonsina s

BdS¡S&eca Universitaria i N DOS aspectos vamos a dividir las

relaciones de Pedro Henríquez Ureña con la poesía: primero, el que se refiere al creador, y segundo, el que se refiere al crí-tico. De este último podemos obtener algunas consideracio-nes de carácter general y técnico que, si bien no formulan es-pecíficamente una doctrina sobre la poesía o la literatura, nos permiten conocer la actitud teórica de Pedro Henríquez Ureña y, más concretamente, su aplicación práctica.

EL POETA Pedro Henríquez Ureña quedará perpetuado en la histo-

ria de nuestras letras con el perfil del humanista, del extra-ordinario erudito y sabio ordenador de la cultura de la Amé-rica hispánica. Y, sin duda, a medida que pase el tiempo y se comprendan los ingentes beneficios de su inagotable saber, este aspecto de su personalidad surgirá cada vez más nítido y terminará por recortarlo y fijarlo definitivamente. El mismo Pedro Henríquez Ureña parece contribuir a esta consideración postuma, no sólo con el ejemplo de sus obras, sino también con expresas confesiones personales. Por ejemplo, en 1922, en un homenaje a José Vasconcelos realizado en la Argentina, dice: "Como mi dedicación principal es la literatura, y, den-tro de la literatura, más que producir cosas mías, admirar las a j e n a s , . . • ' ' • •

En su educación más temprana encontramos *c dualidad vocacional que fluctúa entre la poesí Américo Lugo, quien en 1907 lo admiraba como ta de la última generación"3, con motivo de maestro, escribió:

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Alfredo A. Roggiano / PEDRO HENRIQUEZ UREÑA

Y LA POESIA

E Qqpttía Alfonsina s

BdS¡S&eca Universitaria i N DOS aspectos vamos a dividir las

relaciones de Pedro Henríquez Ureña con la poesía: primero, el que se refiere al creador, y segundo, el que se refiere al crí-tico. De este último podemos obtener algunas consideracio-nes de carácter general y técnico que, si bien no formulan es-pecíficamente una doctrina sobre la poesía o la literatura, nos permiten conocer la actitud teórica de Pedro Henríquez Ureña y, más concretamente, su aplicación práctica.

EL POETA Pedro Henríquez Ureña quedará perpetuado en la histo-

ria de nuestras letras con el perfil del humanista, del extra-ordinario erudito y sabio ordenador de la cultura de la Amé-rica hispánica. Y, sin duda, a medida que pase el tiempo y se comprendan los ingentes beneficios de su inagotable saber, este aspecto de su personalidad surgirá cada vez más nítido y terminará por recortarlo y fijarlo definitivamente. El mismo Pedro Henríquez Ureña parece contribuir a esta consideración postuma, no sólo con el ejemplo de sus obras, sino también con expresas confesiones personales. Por ejemplo, en 1922, en un homenaje a José Vasconcelos realizado en la Argentina, dice: "Como mi dedicación principal es la literatura, y, den-tro de la literatura, más que producir cosas mías, admirar las a j e n a s , . . • ' ' • •

En su educación más temprana encontramos *c dualidad vocacional que fluctúa entre la poesí Américo Lugo, quien en 1907 lo admiraba como ta de la última generación"3, con motivo de maestro, escribió:

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Pedro creció bajo profético influjo. Fluctuó primero entre dos mundos: la poesia y la ciencia. Pagó tr ibuto a la estirpe materna y fué musageta en 'Lo Inasequible' y 'Al M^r' . en 'Flores de Otoño' y 'Mariposas Negras ' ; pero rindió-le al fin el pujante temperamento paterno, y ya en 1905 era el más notable crítico dominicano. *

Pero nos parece más justa la conclusión a que arriba su amigo y albacea testamentario Emilio Rodríguez Demorizi:

Si Pedro Henríquez Ureña vivió en el mundo de la cien-cia —de la ciencia l i teraria, preferentemente— nunca estuvo ausente de los altos reinos de Apolo: pervivían en él las in-quietudes espirituales de la infancia, el dulce acento apostó-lico de la madre, parte enseñanza y parte poesía. Que toda la sabiduría y todos los caminos del conocimiento y de la vida tienen por meta esa luz única. 5

Y en páginas anteriores: La poesía es el ensueño de la mañana de las grandes

vidas; contiene en sombras todas las realidades fu tu ras de la ex i s t enc i a . . . ¡Desgraciado el que no ha sido poeta una vez en su vida! Estas bellas palabras de Lamart ine parecerían escritas para Pedro Henríquez Ureña, porque el sabio huma-nista, el maestro de disciplina tan áspera como la filología, se inició en las letras como poeta. Antes de cosechar, con manos de filósofo, los maduros frutos del pensamiento, cul-tivó en sus huertos interiores la flor de la poesía. Y f u é siempre poeta: en lo hondo de sus escritos, aun en la par-quedad de la f rase en que ocultaba su emoción hay esa poe-sía recóndita que es quizás la más pura expresión del don divino.

Su fuente de gracia la halló en el seno de la madre poe-ta, da la excelsa Salomé Ureña; reposó la infanti l cabeza so-bre el corazón de la más egregia muje r dominicana; aspiró los hálitos de la poesía en el ambiente de la esclarecida casa solariega. Al despertarle, en la dulce mañana los versos ma-ternales, cantó también. Había de ser poeta donde asenta-ba su reino la poe9ía. Dentro del verso conoció el sentido de las palabras y en ellas puso, con pasmo de todos, el juvenil espíritu. Así nacieron sus versos, antes de los días alcióneos de su precoz adolescencia. *>

La poesía no abandonó nunca a Pedro Henríquez Ureña. Si dejó de producirla en edad relativamente temprana (tal vez en 1916, a los 32 años de edad), nunca dejó de frecuen-tarla, como gustador de ella, como visión básica de su crítica

literaria o como creador de formas imaginativas como el tea-tro y el cuento, tan elogiados por la crítica.7 Alfonso Reyes, otro admirado maestro, poeta y sabio ejemplar, al evocarlo en el más bello y emocionado retrato escrito sobre la perso-nalidad de don Pedro, se lamentaba en 1946 de no conocer bien los versos de su entrañable amigo, pero elogiaba la crea-ción poemática de El nacimiento de Dionisos.8 Y Raimundo Lida, tan agudo siempre, nos hace esta comparación revela-dora: "No es casualidad que entre los cuentos que escribió, haya alguno —para niños— no inferior a los admirables de Martí".9 Por su parte, Enrique Anderson Imbert, si bien sos-tiene que el ensayo crítico "es el sello más visible de su obra"., reconoce: "Pero era también un escritor de imaginación y sen-sibilidad: versos de sabor modernista, prosas poemáticas, des-cripciones de viaje, El nacimiento de Dionisos (1906) Isic; véase nuestra nota 81, "ensaj^o de tragedia a la manera an-tigua", hermosos cuentos. No escribió en esta vena bastante para incorporarse a una historia puramente literaria. Sin em-bargo, su sentido de la forma artística se estampó en todo lo que escribió, aun en sus trabajos de rigor técnico. Tenía una prosa magistral en su economía, precisión y arquitectura".10

Julio Caillet-Bois también exalta la precisión y belleza de esta prosa." En cuanto al "modernismo" de Pedro Henríquez Ureña, su hermano Max ya había adelantado en 1945: "Una de las primeras poesías genuinamente modernista, si no la pri-mera, de un autor dominicano, fué 'Plores de Otoño' ".'2 Al estudiar al crítico veremos cuál fué la verdadera actitud de núestro autor con respecto al modernismo, según sus propios textos.

Es indudable que el poeta se juzga a través de su poesía, así como el movimiento se demuestra andando. Pero no es menos cierto que la cantidad no hace a la calidad. Por otra parte, cabe admitir una actitud que llamaremos de "produc-ción poética" y otra de "receptividad", o, lo que es más ori-ginal, de "descubrimiento" de la poesía. Pedro Henríquez Ureña no ha dado una extraordinaria producción poética, si se la compara con la obra del investigador y del pensador. Pero esta última labor está de tal manera condicionada por una visión poética del mundo, que sin esa sensibilidad y ap-titud captadora no podría concebirse. Debemos, pues, con-siderar muy seriamente esta primera y —¿por qué no?— de-finitiva condición del ilustre dominicano.

Consideramos que todo poeta, cuando lo es de verdad, tiene una poética, que es precisamente lo que hace que se le reconozca, considere y estime como poeta. Esta poética se manifiesta, creemos, en la visión de la realidad que el poeta

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encuentra, descubre o inventa y con la cual se reconoce a si mismo como poeta: en la actitud que adopta para ese reco-nocimiento y con la cual se define como receptor o creador ante el hecho poético; y, por último, en la expresión de ese hecho, considerado como vivencia en el doble sentido de re-presentación del mundo y de revelación humana. Estos tres aspectos o momentos del fenómeno poético (que pueden dar-se sucesivamente o en un solo instante) son asimismo los pa-sos que consagran el encuentro del poeta con el mundo de su poesía, el encuentro de esa poesía con el hombre que la produce y la comunicación o compromiso de ese hombre con la sociedad en que vive. De ahí que la poesía, el arte en ge-neral, sea siempre una necesaria relación entre individuo y mundo, entre creación y tradición, entre concepción y expre-sión Cuando todo esto se logra en una integración armónica, todo poeta, todo artista puede a s e g u r a r s e que ha conquistado una morada en la eternidad; deviene un clasico es decir uni-versal y eterno, según Juan Ramón Jimenez. El clasicismo grie-go del siglo V a. C. y el clasicismo humanístico del siglo XV i confirman esta convicción totalizadora del acto creador.

Creo que Francisco Romero13 ha dado la más justa y exacta comprensión de Pedro Henríquez Urena al s^uarlo en la corriente humanista de nuestro tiempo. El humanista, tai como se ha fijado su imagen en los momentos ^ a s originales V lúcidos del renacimiento14, es a la vez un receptor y un c r e a d o r de cultura. Tanto en la escuela platónica de.Fiemo

o r n o en los mejores teóricos de la poética y J e l a ^ ^ ^ las "humanidades" significaban una participación del arte en la vida y mía intervención de ésta para la humanización de mundo La necesidad de justificar la literatura de imaginación levó a una organización "científica" de la fantasía y de a

inspiración, pa?a que el poema tuviese una "función social v el poeta y el arte por él producido pudieran adquirir asr ese "sabor de dignidad" que los hacían necesarios como individua-lidad y como existencia compartida del hombre. Verdad que el humanismo del renacimiento puso su mayor entasis en bus-car al hombre según las exigencias de aquella especial circuns-tancia histórica. Pero sabido es también que ese t o m b r e d e b a ser un "nuomo universale". De ahí que el saber - las letras hu-manas, lo mismo que la filosofía y las ciencias - era la mas alta vía de acceso para el hombre que deseaba "conocerse a si mismo V mejorar sus contactos con la tierra de su residencia . El humanismo fué una afirmación del hombre en la adquisición de su cultura, siempre que ésta fuera una ampliación de valo-res humanos, y, ante todo, una afirmación del propio ser del hombre En esta afirmación cifraba el hombre su libertad, la

que, a su vez, garantizaba su capacidad de creción, de hacerse a sí mismo, que era su dignidad humana. "Etre humaniste —dice Fernand Robert17— c'est comprendre en quel sens l'esprit humaine est l i b r e . . S e r humanista —agrega— "c'est décider sans retour que la liberté est la loi de l'esprit"; es hallar la relación exacta "de l'liomme avec la nature humaine, et de l'homme avec son destin".18

La poesía era para aquellos áureos tiempos la esencia mis-ma de lo humano, la afirmación última y definitiva de los va-lores de la cultura, como esencia del pasado y su prestigio, y como manifestación plena y original de la personalidad. De este concepto de la poesía dan testimonio, entre otros, H. Vida (Poética, 1527), B. Danielo (Poética, 1536), Fracastoro (Naugerius sive de Poética dialogus, 1555; 1557), G. B. Ca-priano (Della vera Poética, 1555) y Minturno (De Poeta^ 1559). Para quien sintió tan plenamente el ideal platónico, la cultura tuvo que ser mucho más un acto de creación que una acumulación de saber. Así lo dice Pedro Henríquez Ureña en páginas memorables de "La utopía de América" : " . . .apren-der no es sólo aprender a conocer sino igualmente aprender a hacer".19 Con lo cual aspiraba a "la creación del hombre uni-versal" en América, "por cuyos labios hable libremente el es-píritu". . . "y perfeccione todas sus actividades de carácter ori-ginal. . . " En f in: "Devolverle a la utopía su^ caracteres ple-namente humanos y espirituales".20

En este sentido de la cultura como fuerza dinámica del ser creador y original, en esta su encarnación del humanismo como libertad y afirmación de la personalidad humana, la poesía, entendida como visión, actitud y expresión •—autenti-cidad y totalidad del ser del hombre— es el medio más eficaz de hacer vital y activa la sabiduría. Sería una especie de "ciencia de las ciencias", como querían los renacentistas y co-mo afirma reiteradamente Cervantes. Por este medio bus-caba Pedro Henríquez Ureña esa "voluntad de realizar la con-dición humana en su verdad", que es lo que ahora pide Karl Jaspers para la existencia de un "nuevo humanismo"21. No sólo un "ideal de cultura que implica la asimilación de la tra-dición clásica", sino también "la re-creación del hombre ae tual a partir de su origen", y, sobre todo, "el sentido de lo humano, que permite reconocer a cada hombre la dignidad humana".22

Nos ha parecido necesario recalcar el sentido creador del humanismo esencial y su reintegración al esp'ritu del hombre como guardián de la condición humana que vino con el rena-cimiento del idealismo espiritualista de fines del siglo XIX y

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la noción de la cultura y del hombre que viene dando el hu-manismo actual, para poner como especimen acabado de esta nueva actitud de vida y sentido de la realidad al maestro Pe-dro Henríquez Ureña. Así, creo, se podrá comprender mejor porqué consideramos la condición descubridora de valores poé-ticos o creadores (en el arte, en la literatura, en el pensa-miento en general) en un plano de igualdad con respecto al poeta específicamente productor de poesía. Del mismo modo, no resultará una paradoja si afirmamos que cuando Pedro Henríquez Ureña dejó de escribir poesías, su actitud poiética, creadora, se convirtió en esencial visión del mundo y de la vida, como mirada abarcadora de la existencia total de la cultura y del hombre que de ella se nutre y con ella ren;ace^ Nos complace sostener aquí que Pedro Henríquez Ureña nació poeta, y, como Moisés, salvado de las aguas. Ello explica que haya podido superar esa "erudición sin orden ni concierto, especie de manía de coleccionista que resultaría inocente si no fuera por lo común presuntuosa, amontonamiento de hechos sin esa supeditación del hecho a la significación que es exi-gencia del saber en el humanismo verdadero".23

La poesía presidirá el saber y todos los actos de la vida del noble maestro. Saber y vida hechos ensueño y acción, y, sobre todo, dados siempre como humanidad generosa, única, inalterablemente bella. Vida y poesía entregadas siempre en un acto verdadero de amor. Y porque nadie como él frecuentó tanto los caminos humanos del amor —¿existen otros caminos humanos?—, es posible que nadie, en el estricto mundo del saber, haya hecho de su vida una más permanente y honda frecuentación de lo poético. Antes de que nos lo conviertan en ratón de biblioteca —como no hace mucho me decía en una carta José Antonio Portuondo— quisiéramos que bajen de su inmortalidad sagrada las manos generosas de! poeta y levan-ten un muro de protección hecho de la sabia de su espíritu y de la lección eterna de su idealidad inmarcesible. Sí, que don Pedro siga viviendo en ese mismo recinto de poesía que lo acogió desde el puro seno materno y que siga enseñando desde ese alto sitial, como dicen que vivió Sócrates enseñando a amar, a ser y a crear, aún a los desalmados.

SUS "POESIAS JUVENILES"

La excelente cronobibliografía de Emma Speratti Piñero24

nos muestra que Pedro Henríquez Ureña, en 1894, o sea a los diez años de edad, ya escribía versos. Y Max, en su impres-cindible "Hermano y maestro"23, nos evoca las circunstancias en que nuestro autor nació a la vida poética. Hasta 1900 sólo le conocemos obra de creador y de traductor, aunque se inte-

resó también por los estudios científicos. Su primer artículo se titula "De poesía" y su primera "Crónica" está dedicada a un poeta de su tierra. Hasta 1905, fecha en que aparecen sus Ensayos críticos,26 alterna la producción poética con el ensayo y la crónica. Y en estos Ensayos... —su primer libro: tiene don Pedro 21 años de edad—, denso de ideas y de hondas reflexiones filosóficas, se incluyen estudios que dan una visión del mundo poético de la hora. Su "Rubén Darío", su "José Joaquín Pérez" y su "D'Annunzio, el poeta", así como "El mo-dernismo en la poesía cubana", reflejan la actitud fundamen-tal del poeta-humanista.

Las Poesías juveniles27 contienen 19 composiciones toma-das de diarios y revistas de Santo Domingo y de Cuba, una del archivo de Alfonso Reyes, otra del de Pablo del Monte y una más del de Max Henríquez Ureña. Total: 22 composicio-nes, todas escritas o publicadas entre 1897 y 1911. En una nota al pie de la página 10 se señalan los lugares de su proceden-cia.

Hallamos en este libro los temas de la adolescencia, re-cuerdos de infancia, de su ciudad natal, del hogar, de alguna niña de los primeros escarceos amorosos ("Incendiada", de 1899, págs„ 14-16), una dedicatoria al decano de la poesía pa-tria, Félix María Del Monte (págs. 17-18), evocaciones fami-liares ("Intima", págs. 29-31) y de Nueva York (págs. 33-34 y 37-39). Las más son traducciones y paráfrasis. A los trece años ya traducía a Sully Prud'homme: poesía "Aquí abajo", con que se abre este pequeño volumen. Cita e imita D'Annun-zio, poeta que había tomado como modelo, en lo que tenía de heroísmo y afirmación, para oponerlo a los decadentes moder-nistas franceses28, como dirá en varias oportunidades. Es evi-dente que don Pedro deplora la poesía hermética y el repliegue ensimismado que rechaza todo contacto con la realidad del mundo y que prefiere "el hombre en las batallas de la vida" (pág. 24). Así, su poema "En la cumbre" (págs. 24-26), donde el tema social de la injusta situación de la mujer se conjuga con reflexiones filosóficas, como en "Lux" (págs. 44-50), su poesía más ambiciosa. Se apoya en la rebelde energía de un Nietzsche ("En la cumbre", págs. 24-26) en cuanto a lo vital, pero en lo poético sigue las huellas de Baudelaire ("La belle-za", págs. 20-21) y acusa influencias de poetas hispanoameri-canos, como Manuel Gutiérrez Nájera ("Mariposas negras", págs. 27-28), a quien dedicó la primera disertación juvenil, según su hermano Max, y de algunos de su propia patria, como Tulio Cestero, José Joaquín Pérez, Del Monte y acaso su pro-pia madre.

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Variedad de metros y estrofas: trisílabo?., heptasílabos, de-casílabos rítmicos e isócronos ("Despertar", págs. 59-60), en-decasílabos con diversos acentos, metro de doce; sonetos y poe-ma libre: todo lo cual anuncia- al insigne investigador de la versificación castellana, que es una de sus primeras conquis-tas (en el tiempo y en la calidad) en los estudios hispánicos de este siglo. En "Flores de otoño" usa la unidad rítmica del tetrasílabo isócrono, como en el conocido "Nocturno" de José Asunción Silva: "Crisantemas/crisantemas como el oro,/cri-santemas cual la nieve.. ." (Págs. 22-23).29 En "Ensueño" en-contramos grupos de pies anfíbracos (v-v), que se anticipan a la "Marcha triunfal" de Rubén Darío y en una combinación mucho más compleja: "Es regio palacio de sueños/el bosque" (pág. 35). Desintegra el dodecasílabo de acentos fijos y nos da un eneasílabo ternario isócrono. Pero, para evitar su mono-tonía, los combina con trisílabos y hexasílabos. En "Maripo-sas negras", inspirada en una página musical de Schumann (me consta que don Pedro íué un extraordinario conocedor de la música de todos los tiempos y modalidades y que tenia un oído excepcional), desarrolla los "interni sognr' que hacen tumulto", como en el verso danunziano (In me misero fan tumulto...) "en la prisión oscura de mi espíritu". Dice:

Es allí donde ruge el sentimiento, naufragio de la vida, do el insaciable anhelo entre sus ligaduras se debate en infructuoso empeño...

(Págs. 27-28)

"¡ Incendiada!" es una combinación de endecasílabos y hep-tasílabos rimados al modo tradicional español, en donde se integran la claridad y precisión de la poesía clásico-latino-hispana con una sana y fresca sensibilidad actual. El adjetivo necesario, el toque discreto, el sentimiento sobrio, la sensibi-lidad contenida, la prudente sinceridad, lo sensual espiritua-lizado por lo familiar, dan a este poema elegante dignidad de reposo y armonía, cualidades sin duda raras en la edad ju-venil. Él hombre, prematuramente sazonado, es también una mente y una sensibilidad en pleno equilibrio. Parece ser una intencionada respuesta a los desafueros propios de la poesía finisecular, contra la que hay reiteradas constancias en sus di-versos ensayos a partir de su primer libro. Contra el pesimis-mo, contra el desenfreno confesional, contra el desorden psí-quico, contra la nebulosidad sin causa, contra el preciosismo vano, contra el pirueteo formalista, este poema es espejo fiel

de los sentimientos auténticos, de la pureza, de la emoc,ión natural de un alma noble, sencilla y buena. Nos recuerda a Francis Jammes (que don Pedro amaba y recitaba de memo-ria), al Longfellow hogareño y cordial y al Guido Spano de "Al pasar", aunque con menos despliegue narrativo que éste, con más síntesis y esencialidad en la visión de los hechos co-tidianos. En el modo clásico de adjetivar, de enumerar y de realizar la sintaxis, nos da un buen ejemplo de cómo se puede hacer poesía con el lenguaje más simple de la conversación diaria. Un aire de antigua melancolía latina parece nutrir por dentro a desenvueltas frases coordinadas y subordinadas en torno a un solo objetivo, un hecho circunstancial, una idea central. Si a veces asoma el venerable acento virgiliano, direc-tamente o a través de Bello, no falta el uso gongorino de la supresión cultista del artículo, como en: "Entre sus ravos/la envuelve [el] sol de maternal te rnura . . . " (pág. 15) o defl. hi-pérbaton español, tan apreciado por Dámaso Alonso: . .como de suave arroyo linfa pura" (Ibid). Este poema, tiernamente delicado, merece figurar en las antologías hispanoamericanas eon más derecho que tantas aburridas declamaciones patriote-ras o "didácticas", que por asfixiantes "razones históricas" o por inercia de profesores "conservativos" nos vienen haciendo bostezar desde nuestros inocuos años estudiantiles.

Lo mimo podemos decir de "Intima", composición dedica-da a su tía Ramona Ureña, que recuerda la fluidez lírica del argentino Rafael Obligado, poeta al que solía elogiar discre-tamente Pedro Henríquez Ureña en originales cursos dictados en la Universidad Popular Alejandro Korn de La Plata (Ar-gentina). Una íntima y resignada nobleza la alumbra desde el fondo de un alma cargada de recuerdos y evidentemente torturada. Nuestro autor está en New York (1904), desde donde contempla el desmoronamiento de la patria y sus tra-diciones con angustia y desolación:

Todo cuanto fué amores, luz de la edad y juveniles sueños, yace entre los escombros del pasado, apenas en los lindes del recuerdo. Sobre esas ruinas la vista tiendo con muda indiferencia. No renace el extinto sentimiento, cual si el ansia de dulces efusiones fuese muerta en el pecho.

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En Ramona Ureña encarna esa tradición que se está destru-yendo y en las palabras que ella le envía, el joven dolorido en-cuentra el alma del "terruño entero". Así, lo que pudo termi-nar en un desplante de desesperación o de retórica pesimista —soledad consumida como aperitivo literario—, se comprime

. y se ahonda en una verdad de vida, que se define en lo cívico y se eleva a una austera idealidad.

En "La Serpentina" hay algún tributo al modernismo, f>i es que la "objetividad parnasiana" y el "ritmo verbal" son atri-butos visibles y representativos de este momento de nuestra poesía. Está fechada en 1905, en La Habana, y coincide con el examen que Pedro Henríquez Ureña hizo del modernismo cu-bano. No sería arbitrario atribuirle, pues, un intento cons-ciente de renovación poética basada en el aprovechamiento del fenómeno como realidad válida en sí misma para provocar efectos de forma y diluir en ellos la subjetividad confesional de fin de siglo, innecesariamente abusiva. Lo "modernista" estaría en la sustitución del elemento lírico personal por un ritmo poético interno que surge del objeto ajeno a la perso-nalidad del poeta (como en los parnasianos) y ejecutado, como quería Croce, en la "contemplación del sentimiento" (son los años de la difusión de la Estética). Inclusive hallamos en es-te poema elementos del "confort" moderno, como el automó-vil (¿fué don Pedro el primero en hacerlo entrar en la poe-sía?), que después usarán las llamadas actitudes poéticas de vanguardia, especialmente el futurismo.

Más decididamente modernista (o, digamos, inteneional-mente renovadora) es "Plores de otoño", en donde no falta la contaminación pre-modernista, como hemos visto, en el apro-vechamiento de una modalidad rítmica usada por José Asun-ción Silva. Aparece el "lejanísimo Japón" grato a Julián del Casal, visto, sin embargo, como "en atávicos ensueños" de un "pa's encantado", es decir, como "una patria luminosa que no han visto". Así como "Mariposas negras" parece ser una res-puesta a las "Mariposas" de Gutiérrez Nájera, esta poesía po-dría ocultar una intención simbolista de despedida del moder-nismo, por aquello de

" ya ha pasado entre esplendores el estío,

ya es la hora, desplegad vuestro botón!

Son los años de Almas de violetas (1900) y de Ninfeas (1900) de Juan Ramón Jiménez. En 1918, estando en Mmeapolis. escribió don Pedro un importante estudio sobre el andaluz universal" (esta expresión figura en dicho estudio) . benaia

tres etapas en el autor de los Sonetos espirituales: a) melan-colía, color, narcisismo; b) visión exaltada del amor; c) poe-sía de conceptos y emociones trascendentales. Concluye:

. . . en su peregrinación oiremos siempre la voz del canto inagotable y veremos la sinceridad del espíri-tu platónico que, después de haber conocido y ex-presado la magia y la hermosura del mundo, aspira a más: aspira a revelarnos su visión del paraíso, el cielo de las ideas puras, y a hacer de la poesía, no sólo el verbo de las cosas bellas, sino la palabra eterna de las cosas divinas.31

En el mismo estudio se pregunta y responde:

¿No es en la embriaguez donde hallamos la piedra de toque para la suprema poesía lírica, —como en el sentimiento de purificación para la tragedia? No basta la perfección, acuerdo necesario de elementos únicos: podemos concebir poesía perfecta, de perfec-ción formal, de nobleza en los conceptos, sin el pe-culiar acento del canto; pero la obra del cantor, del poeta lírico, cuando la recorremos sin interrupción, debe darnos transporte y deliquio.

Verdad que estamos a más de quince años de distancia crono-lógica, pero si volvemos a los Ensayos críticos de 1905, encon-tramos las mismas reflexiones. De esa fecha es "El modernis-mo en la poesía cubana"32, y allí vemos cómo una actitud cons-ciente lo lleva a abandonar a los "modernistas franceses" y aun el estado natural de la adolescencia y juventud como esca-moteo de la responsabilidad creadora transferida al juego ar-tístico. Nuestro autor está decidido en su posición: la renova-ción del lenguaje y del estilo, el cambio de actitud y la nueva visión del mundo que trajo el modernismo no se consolidarán con la exclusión de tres elementos fundamentales: el "elemen-to genuinamente humano", la renovación dentro de la tradi-ción hispánica y el predominio de una "célula psíquica ame-ricana". De ahí su rechazo de todo lo que fuera exotismo decorativo, destreza preciosista o pesimismo decadentista, pa-ra pedir que una transformación se haga dentro de "una lite-ratura plena y vigorosamente humana (así, subrayado por él) y marche acorde con el progreso artístico del mundo, reali-zando su evolución propia dentro de la evolución universal"33.

Page 11: Pedro Henríquez Ureñ y la Poesía

Hemos dicho en otra oportunidad que Pedro Henríquez Ureña, pensamiento integrador, hace suya la afirmación de Nietzsche, según la cual se debe "ver la verdad por la óptica del artista, pero el arte por la óptica de la vida"34. Tanto el pensador como el poeta, en una absoluta correlación de inte-ligencia y sensibilidad, se afirman en una conciencia de ser, acuciados por la necesidad de un descubrimiento sustancial. En 1905 ha pasado revista al panorama mundial de la cultura y está prodigiosamente preparado para f i jar su pensamiento (actitud reflexiva, teórica) en una sensibilidad que se exprese "como idea viva en acción" (¿las "ideas fuerzas" de Fouillée?; La psychologie des idées-forces es de 1893, y de 1902 y 1903 son los célebres estudios sobre el humanismo práctico del in-glés Schiller). De 1905 es precisamente su más extenso y serio poema, titulado "Lux", en donde es evidente que Pedro Hen-ríquez Ureña no comulga, por ejemplo, con las Prosas profanas de Rubén Darío. Es el año de Cantos de vida y esperanza y ese "Lux" debe interpretarse como el hallazgo de esa espe-ranza nuestra, de ese canto de vida, que es la luz de un cami-no auténtico para el destino del hombre como humanidad en el mundo, y por ende, también, del h o m b r e hispanoamericano incorporado a la cultura mundial por medio de su originali-dad creadora. No nos sorprende, pues, que este año escribiera sus reveladores ensayos sobre Martí35 y Rubén Darío36. So-bre Martí dijo: "Cada día me parece Martí el mejor poeta de Cuba (y naturalmente el mejor prosista también"37. Y sobre Rubén Darío: con Cantos de vida y esperanza el poeta ha entrado "a la región donde el arte deja de ser literaria para ser pura, prístina, vivamente humana (lo subraya). En_ este libro Darío "es un todo independiente", merced a un enrique-cimiento de su "experiencia humana". Su "Pórtico" es la más alta nota de toda su obra pasada y presente, porque es la más humana...". En fin, porque Rubén Darío "ha robus-tecido con los años y la experiencia su fe en la Vida y en el Ideal, dos fuerzas que los espíritus sanos tienden a hermanar, como lo predica el poeta de la Epístola moral a Fabio: Iguala con la vida el pensamiento"38. La insistencia con que nuestro autor emplea las palabras humano, humanamente, humanísi-mos versos, humanidad, siempre subrayados, no nos deja lu-gar a dudas de que en él la poesía se identificaba con la vida y era, por tanto, un acto de sinceridad mucho más que un "juego artístico, una función humana y no mera forma litera-ria. En los múltiples ensayos posteriores a 1905 insiste en una explicación íntima de la esencia de la poesía como inte-gración de la cultura, del poeta-humanista. Pero hemos di-cho que este aspecto de sus relaciones con la poesía consti-tuirá una segunda parte de nuestro estudio, y será, por tan-

to, objeto de otro artículo. Ahora terminaremos con una refe-rencia al poema "Lux", que es, creemos, la realización prác-tica de su doctrina, y daremos, al final, un poema que hemos hallado en un diario de Mineápolis, no mencionado en las bi-bliografías que de Pedro Henríquez Ureña poseemos ni figura en las ya citadas Poesías juveniles coleccionadas por Rodrí-guez Demorizi.

La tesis de "Lux" es la siguiente: La Belleza y la Verdad, ambas con mayúscula, no se eliminan en la actividad del es-píritu para lograr la eternidad. Su asunto es el siguiente: Un caballero, que no es el del heroísmo patriótico o religioso (¿alude a la poesía política de Hispanoamérica?), sino del Es-píritu, seducido por la "inmortal Belleza y la suma Verdad" (v. 30), que busca en Platón "la potencia fecunda,esencial/ que anima del mundo la inmensa a rmonía . . . " (vv. 36-37), "firme en su creencia/el templo soñado partióse a buscar" (vv. 49-50). Luego de ver reyes, príncipes, caballeros, etc., llega a ese templo, que era el del Misterio (vv. 114-119). Lo encuentra custodiado por un ángel exterminador, un dragón voraz y el Enigma hambriento (vv. 128-131). Pero él entró y fué atado por una mano invisible (v. 143) :

¿Ansió un imposible? ¿Sus fuertes cadenas romperá? No gime ni jura el audaz: ¡mitigando el torvo negror de sus penas, emerge el destello que en ondas serenas en torno difunde la luz inmortal!

Son 144 versos filosóficos, en cuartetos y estrofas de cin-co dodecasílabos rimados y de ritmo desarticulado, a fin de destruir la isocronía, que es ritmo externo, mecánico, físico, y lograr un ritmo interno, total, unitivo, como si el autor se propusiera orquestar, al modo beetlioveniano (o del Wagner del segundo acto de Tristán e Isolda) una idea trascendental. Con lo cual, nos parece, la forma elegida es una consagración práctica de la idea de su unidad integral. Confirma nuestra opinión una declaración expresa de don Pedro: " . . . cada ma-nifestación artística crea su propia forma. La forma sólo debe interesar cuando está hecha para decir alguna belleza: armo-nía del pensamiento, música del sentir, creación de la fanta-sía"39.

Y ahora cerremos este intento de acercamiento al poeta que fué Pedro Henríquez Ureña con un broche de oro. Es un poema que, repetimos, ha permanecido hasta ahora olvidado en un diario de Mineápolis:

Page 12: Pedro Henríquez Ureñ y la Poesía

EL NIÑO (Idea.de Tagore)

—¿De dónde vine, madre? ¿De dónde vine a ti? —Viniste de mis sueños, de cuanto amé y sentí.

Cual temeroso pájaro que espera el nuevo sol, estabas escondido aquí en mi corazón.

Estabas en los juegos de mi niñez feliz, y sobre los altares como deidad te vi.

¡ Oh misterioso encanto, prodigio del amor: tener entre mis brazos el tesoro mejor !40

State University of Iowa

N O T A S

1 . — E n N o s o t r o s , B u e n o s A i r e s , 42 ( 1 9 2 2 ) , p á g . 2 4 5 .

2 . — M A X H E N R I Q U E Z U R E Ñ A , " H e r m a n o y m a e s t r o " , e n R e v i s t a I b e r o -a m e r i c a n a , H o m e n a j e a P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a , Vo l . X X I , N ú m e r o s 4 1 - 4 2 ( 1 9 5 6 ) , p á g s . 19 -48 .

3 . — C i t a E M I L I O R O D R I G U E Z D E M O R I Z I , e n P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a , P o e s í a s j u v e n i l e s ( C o l o m b i a : E d i c i o n e s E s p i r a l , 1 9 4 9 ) , " O f r e n d a " , p á g . 8 .

4 . — I b i d , p á g . 9 .

5 . — I b i d , p á g . 9 .

6 . — I b i d , p á g s . 7 - 8 . 7 . — E s p e r a m o s q u e a l g u n a v e z s e p u b l i q u e n l a s o b r a s c o m p l e t a s d e P e d r o

H e n r í q u e z U r e ñ a . E n e s e c o r p u s u n v o l u m e n d e b e r á s e r d e d i c a d o a l a o b r a d e l c r e a d o r : p o e s í a s , t e a t r o , c u e n t o s , o t r a s p r o s a s p o e m á t i c a s . E n -t o n c e s se p o d r á a p r e c i a r e x a c t a m e n t e l a p o s i c i ó n q u e n u e s t r o a u t o r o c u p a e n l a p r o s a y l a p o e s í a h i s p a n o a m e r i c a n a s , s i b i e n e n c u a n t o a s u p o e s í a c r e e m o s q u e c o n l o q u e se c o n o c e e s t á y a s i t u a d o .

8 . — P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a p u b l i c ó " E l n a c i m i e n t o d e D i o n i s o s . E s b o z o t r á g i c o a l a m a n e r a a n t i g u a " , e n l a R e v i s t a M o d e r n a , d e M é x i c o , e n f e b r e r o d e 1909; l a r e p r o d u j o e n L a s N o v e d a d e s , d e N e w Y o r k , e l 16 d e d i c i e m b r e d e 1915 . L a e d i c i ó n d e f i n i t i v a e s d e 1916 : E l n a c i m i e n t o d e D i o n i s o s ( N e w Y o r k : I m p r e n t a d e L a s N o v e d a d e s , 1 9 1 6 ) . L l e v a u n a " J u s t i f i c a c i ó n " , e n d o n d e e x p l i c a e l c a r á c t e r d e s u o b r a , s u t é c n i c a y s u p r o p ó s i t o . E n e l d i á l o g o d e s u s p e r s o n a j e s , e l a u t o r e x p o n e u n a c o n c e p c i ó n d e l a v i d a y d e l a r t e . E n p á g . 16 d i c e S e m e l e : " C o n f í a e n l a v e r d a d q u e t e d i g a t u c o r a z ó n " ; e l C o r o c o n t e s t a : " Q u i s i e r a f u n -d a r l a f e e n l a c e r t e z a " ( p á g . 1 7 ) . Y e n p á g s . 4 2 - 4 3 : " . . . r e g o c i j a o s p o r l a a l e g r í a q u e l l e g a a l a t i e r r a , y n o l a m e n t é i s l o s m a l e s q u e m i s d o n e s c a u s e n , p o r q u e e l d e l i r i o d l o n i s í a c o s e r á l a o b r a d e l a s o c u l t a s v o l u n t a d e s a s c e n d e n t e s y e l e v a r á a los m o r t a l e s p o r s o b r e e l d o l o r h a c i a l a v i d a p l e n a " . D o n P e d r o m a n d ó u n e j e m p l a r d e l a R e v i s t a M o d e r n a a R o d ó , q u i e n , e n c a r t a d e l 12 d e m a y o d e 1910, d i c e : " . . . e s l o m á s h e r m o s o q u e h a s a l i d o d e l a p l u m a d e U d " E n r i q u e J o s é V a r o n a , e n c a r t a d e l 22 d e m a y o d e 1916, le d i c e : " N o c o n o z c o e n c a s t e l l a n o o b r a d e e s t a í n d o l e q u e p u e d a c o m p a r á r s e l e " . S a n í n C a n o le h a c e u n e l o g i o s e m e j a n t e e n c a r t a d e l 4 d e m a y o d e 1921. Y p o d r í a -m o s r e p r o d u c i r o t r o s J u i c i o s i g u a l m e n t e l a u d a t o r i o s p a r a e l a r t i s t a y e x i m i o p r o s i s t a , c o m o é s t e d e " A z o r í n " : " S u p r o s a y l o s v e r s o s d e D a r í o s o n p a r a m í , e n t r e t o d o l o a m e r i c a n o , a l g o e x c e p c i o n a l " ( V é a s e : R e v i s t a D o m i n i c a n a d e C u l t u r a , N ú m . 1. N o v i e m b r e d e 1955, p á g s . 134, 151, 166 y 1 5 7 ) . E l j u i c i o d e - A l f o n s o R e y e s f i g u r a e n G r a t a c o m -p a ñ í a ; t a m b i é n l o e v o c a e n P a s a d o i n m e d i a t o y e n o t r a s o p o r t u n i d a -d e s , c o m o e n l a s P á g i n a s e s c o g i d a s d e P . H . U . ( M é x i c o , 1 9 4 6 ) , e n l o s C u a d e r n o s d e P a r í s y e n l a R e v . I b e r . , n ú m . 4 1 - 4 2 , c i t a d o .

9 . — E n " C u l t u r a d e H i s p a n o a m é r i c a " , C u a d e r n o s A m e r i c a n o s , M é x i c o , s e p -t i e m b r e - o c t u b r e d e 1947, p á g . 207 .

1 0 . — E n H i s t o r i a d e l a l i t e r a t u r a h i s p a n o a m e r i c a n a ( M é x i c o : P o n d o d e C u l -t u r a E c o n ó m i c a , B r e v i a r i o , 89, 2 d a . e d i c i ó n , 1957, p á g . 369 .

1 1 . — " H i s t o r i a d e l a c u l t u r a h i s p a n o a m e r i c a n a " , e n C u a d e r n o s A m e r i c a n o s , M é x i c o , m a y o - J u n i o d e 1946, p á g s . 2 1 0 - 2 1 6 . f

1 2 . — E n " H e r m a n o y m a e s t r o " , p a s s i m , y e n P a n o r a m a h i s t ó r i c o d e l a l i t e -r a t u r a d o m i n i c a n a ( R í o d e J a n e i r o , 1 9 4 5 ) , p á g . 187, n o t a 2 1 9 . V é a s e t a m b i é n F L E R I D A D E N O L A S C O , R u t a s d e n u e s t r a p o e s í a ( C i u d a d T r u j l l l o , 1 9 5 3 ) , p á g s . 9 9 - 1 0 0 .

1 3 . — " u n h u m a n i s t a d e n u e s t r o t i e m p o " , e n I d e a s y f i g u r a s ( B u e n o s A i r e s : E d i t o r i a l L o s a d a , 2 d a . e d i c i ó n , 1 9 5 8 ) , p á g s . 5 8 - 6 9 . K R

' t m m wís wmm.w^

Page 13: Pedro Henríquez Ureñ y la Poesía

1 4 . — R O D O L F O M O N D O L F O , " L a i d e a d e c u l t u r a e n el r e n a c i m i e n t o i t a -l i a n o " , e n J o r n a d a s , T u c u m á n , N ú m . 1, 1948; V I T T O R I O C I A N , U m a -n e s i m o e R i n a s c i m e n t o ( F i r e n z e : L e m o n n i e r , 1941) ; E . C A S S I R E R , " S o m e r e m a r k s o n t h e q u e s t i o n of t h e o r i g i n a l i t y of t h e R e n a i s s a n c e " , e n J o u r n a l of t h e H i s t o r y of I d e a s , I V , 4 9 - 5 6

1 5 . — V é a s e : J . E. S P I N G A R M , A H i s t o r y of L i t e r a r v Cr i t i c i smi i n t h e R e -n a i s s a n c e ( N e w Y o r k , 1899) ; p r e f e r i m o s l a e d i c i ó n i t a l i a n a de l a c a s a B a r i , 1905. T a m b i é n : C. T R A B A L Z A . La c r i t i c a l e t t e r a r i a n e l R i n a s c i -m e n t o . S t o r i a d e i g e n e r i l e t t e r a r i ( M i l a n o : V a l l a r d i , 1 9 1 5 ) .

16 .—B. S A N I N CANO, E l h u m a n i s m o y el p r o g r e s o de l h o m b r e T B u e n o s A i r e s : E d i t o r i a l L o s a d a , 1955) , p á g . 10.

1 7 . — E n L ' h u m a n i s m e . Essa i d e d é f i n i t i o n ( P a r í s : S o c i é t é d ' E d i t i o n Les B e l l e s L e t t r e s , 1946) , p á g . 35 .

1 8 . — F E R N A N D R O B E R T , o p . c i t . , p á g s . 3 6 y 161.

1 9 . — E n s a y o s e n b u s c a de n u e s t r a e x p r e s i ó n ( B u e n o s A i r e s : E d i t o r i a l R a i -g a l , 1952) , p á g . 23 .

2 0 . — P . H . U., o p . c i t . , p á g s . 2 4 - 2 7 .

2 1 . — B A R T H , G R O U S S E T , M A Y D I E U , J A S P E R S y o t r o s , H a c i a u n n u e v o h u m a n i s m o . T r a d . d e F . C a b a l l e r o C a l d e r ó n ( M a d r i d - B o g o t á : E d i c i o -n e s G u a d a r r a m a , 1957) , p á g s . 353-385 . L a c i t a c o r r e s p o n d e a l a p á g .

2 2 . — J A S P E R S , o p . c i t . , p á g . 535.

2 3 . — F . R O M E R O , o p . c i t . , p á g . 62 .

2 4 . — " C r o n o - b i b l i o g r a f í a d e D o n P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a " , R e v . I b e r . , N ú -m e r o s 41-42, p á g s . 195-242.

2 5 . — E n R e v . I b e r . , n ú m e r o c i t a d o .

2 6 . — E n s a y o s c r í t i c o s (La H a b a n a : I m p r e n t a E s t e b a n F e r n á n d e z , 1 9 0 5 ) .

2 7 . — P E D R O H E N R I Q U E Z U R E Ñ A . P o e s í a s J u v e n i l e s . C o l e c c i ó n d e E m i l i o R o d r í g u e z D e m o r i z i ( C o l o m b i a : E d i c i o n e s E s p i r a l , 1 9 4 3 ) .

2 8 . — E n E n s a y o s c r í t i c o s , e n el d e d i c a d o a " D ' A n n u n z i o , el p o e t a " , e m p l e a P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a l a e x p r e s i ó n " m o d e r n i s m o f r a n c é s " , e n 1903. E n 1905 l a u s a e n " E l m o d e r n i s m o e n l a p o e s í a c u b a n a " . -La v u e l v e a u s a r e n 1908 e n u n e s t u d i o s o b r e G a l a r i p s o s ( P o e s í a s d e G a s t ó n F . D e l i g n e ) , e n l a R e v i s t a M o d e r n a de M é x i c o . P e r o e n 1909, e n c a r t a a M e n é n d e z y P e l a y o ( R e v i s t a D o m i n i c a n a de C u l t u r a , 1, N o v . 1955, p á g . 139) d i c e : " E n o t r o o r d e n , a u n q u e c o m e n c é h a c i e n d o c a m p a ñ a e n f a v o r d e l l l a m a d o m o d e r n i s m o ( lo s u b r a y a ) a m e r i c a n o , h e s i d o s i e m -p r e , p o r g u s t o , y p o r t r a d i c i ó n f a m i l i a r , d e v o t o d e l g l o r i o s o p a s a d o y d e l n o i n d i g n o p r e s e n t e d e l a l i t e r a t u r a e s p a ñ o l a . . . "

2 9 . — S a b i d o e s q u e J o s é A s u n c i ó n S i l v a u s ó e se m i s m o r i t m o e n s u p o e -m a " D í a d e d i f u n t o s " . ¿ V i e n e d e " L a s c a m p a n a s " d e P o e ? . B a l d o -m e r o S a n í n C a n o , e n u n a c a r t a q u e se p u b l i c a e n l a R e v i s t a D o n i i n i -

. c a n a de C u l t u r a ( N ú m . 1, 1955, p á g . 159) , o b s e r v a : " . . . n o c r e o q u e P o e p u d i e r a h a b e r i n f l u i d o e n l a s f o r m a s d e l " N o c t u r n o " . . . " Y e x -

p l i c a el o r i g e n d e d i c h o r i t m o , el c u a l s e g ú n u n r e c u e r d o d e J o s é A n -t o n i o P o r t u o n d o ( R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a , N ú m . 26, F e b r e r o d e 1948, p á g . 246, n o t a 4) s u r g i ó d e l a l e c t u r a q u e d o n B a l d o m e r o l e h i z o a S i l v a d e l a " C a n c i ó n d e l a c a m p a n a " d e S c h i l l e r . V é a s e : A R T U R O T O R R E S R I O S E C O , " L a s t e o r í a s p o é t i c a s d e P o e y el c a s o d e J o s é A s u n c i ó n S i l v a " , I l i s p a n i c Revievv, Vol . X V I I I , N ú m . 4, O c t o b e r , 1950, p á g s . 319-327 , y A L B E R T O M I R A M O N , J o s é A s u n c i ó n S i l v a . E n s a y o b i o g r á f i c o c o n d o c u m e n t o s i n é d i t o s . S u p l e m e n t o d e l a R e v i s t a d e J a s I n d i a s , N ú m . 7 ( B o g o t á : I m p r e n t a N a c i o n a l , 1937) , p á g . 113.

3 0 — " L a o b r a d e J u a n R a m ó n J i m é n e z " , f e c h a d o e n M i n n e a p o l i s e n 1918, f i g u r a e n E n ia o r i l l a . M i E s p a ñ a ( M é x i c o : E d i c i o n e s M é x i c o M o d e r -n o . T i p o g r a f í a C u l t u r a , 1922) , p á g s . 71-83 . F u é p u b l i c a d o a n t e s , e n 1919, e n C u b a C o n t e m p o r á n e a , d e L a H a b a n a ; e n R e p e r t o r i o A m e r i c a -n o , de C o s t a R i c a , e n 1920, y m á s t a r d e , e n 1923, c o m o p r ó l o g o a l a s P o e s í a s d e J u a n R a m ó n J i m é n e z ( M é x i c o : E d i t o r i a l C u l t u r a ) .

3 1 . — E n l a o r i l l a . Mi E s p a ñ a , p á g . 82.

3 2 . — E n s a y o s c r í t i c o s , p á g s . 3 3 - 4 2 .

3 3 . — I b i d , p á g . 42 .

3 4 . — " P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a o el p e n s a m i e n t o i n t e g r a d o r " , e n R e v . I b e r . , N ú m e r o s 41 -42 , p á g s . 171-194 .

3 5 . — E n el N ú m . 92 d e l a " C r o n o - b i b l i o g r a f í a d e D o n P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a " , d e E m m a S p e r a t t i P i ñ e r o ( R e v . I b e r . , p a s s i m ) s e m e n c i o n a n lo s l u g a r e s e n d o n d e D o n P e d r o s e o c u p ó d e M a r t í . C o m p l é t e s e c o n e l N ú m . 567.

3 6 . — E n E n s a v o s c r í t i c o s , o p . c i t . , p á g s . 53-70 . A p a r e c e e n H o r a s d e E s t u d i o , p á g s . 113-137 . E n M i n n e s o t a M a g a z i n e , d e M i n n e a p o l i s , Vo i . X X I I I , N ú m . 4, e n e r o d e 1917, p á g s . 129-132, h e m o s e n c o n t r a d o u n " R u b é n D a r í o " , B y P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a , e n i n g l é s , c o n l o c u a l p r e c i s a m o s el N ú m . 334 d e la ' C r o n o - b i b l i o g r a f í a . . . " de E m m a S p e r a t t i P i ñ e r o . E s el m i s m o t r a b a j o c i t a d o e n el N ú m . 323 de l a m e n c i o n a d a " C r o n o -b i b l i o g r a f í a . . . "

3 7 — D e u n a c a r t a d e P . H . U . a F é l i x L i z a s o , e n R e v . I b e r . , N ú m . 41 -42 , p á g . 113.

3 8 . — H o r a s d e E s t u d i o , p á g s . 115-116.

3 9 . — I b i d , p á g . 125.

4 0 — E n M i n n e s o t a M a g a z i n e , M i n n e a p o l i s , Vo i . X X I I I , N ú m . 3, D i c i e m b r e d e 1916, p á g . 95. A d v i e r t o q u e e n e l N ú m . 345 d e l a " C r o n o - b i b l i o -g r a f í a " d e E m m a S p e r a t t i P i ñ e r o f i g u r a u n a p o e s í a " E l n i ñ o " , p u b l i -c a d a e n El F í g a r o d e L a H a b a n a , e n e n e r o de 1918, p e r o n o s é s i e s l a m i s m a . N o t e m o s e s t a c o i n c i d e n c i a : c o n f e c h a 19 d e s e p t i e m b r e d e 1916 ( p á g . 8, 6a . c o l u m n a ) y d e s e p t i e m b r e 24 d e l m i s m o a n o ( p á g . 9, 6a . c o l u m n a ) T h e M i n n e a p o l i s J o u r n a l a n u n c i a l a v i s i t a d e R . T a -g o r e , q u i e n , i n v i t a d o p o r l a U n i v e r s i d a d d e M i n n e s o t a , d e b e d a r u n

c u r s o s o b r e p o e s í a d e l a I n d i a e n n o v i e m b r e d e e se m i s m o a ñ o . D o n P e d r o c o n o c i ó v t r a t ó a T a g o r e e n e s a o p o r t u n i d a d . L a r e s o n a n c i a d e T a g o r e e n M i n n e a p o l i s e s t á r e g i s t r a d a p o r l o s d o s g r a n d e s d i a r i o s d e d i c h a c i u d a d : T h e M i n n e a p o l i s M o r n i n g T r i b u n e y T h e M i n n e a p o l i s J o u r n a l . E l D r . R a y m o n d J . P h e l a n , d e l a U n i v e r s i d a d de M i n n e s o t a , e s c r i b e s o b r e " T a g o r e , f r i e n d of m a n " , e n T h e M i n n e s o t a D a i l y , Vo i . X V I I I , n ú m e r o 65 ( J a n u a r y 12, 1917) , p á g . 5, c o l u m n a 1 - 2 ; e n la m i s m a r e v i s t a , ó r g a n o d e l a U n i v e r s i d a d d e M i n n e s o t a , se d a c u e n t a d e u n c u r s o s o b r e T a g o r e e n T h e U n i v e r s i t y H i g h S c h o o l L i t e r a r y S o c i e t y ( N ú m . 74, J a n u a r y 25, p á g . 3, l í n e a 3 ) . ¿ S i g n i f i c a t o d o e s t o q u e se r e c o n o c í a e n T a g o r e u n e j e m p l o c o m o c a m i n o p a r a r e c u p e r a r a l h o m b r e , e n l o h u m a n o m á s o r i g i n a l y a u t é n t i c o , a p a r t i r d e l m o -m e n t o d e s u d e f i n i c i ó n c o m o t a l : l a a d o l e s c e n c i a y l a j u v e n t u d ? D e la r e s o n a n c i a d e T a g o r e e n P e d r o H e n r í q u e z U r e ñ a ( q u e es i n d u d a b l e -m e n t e a f i n i d a d y c o i n c i d e n c i a ) h a b l a e l h e c h o d e q u e D o n P e d r o r e -p e t í a e n s i g n i f i c a t i v o s m o m e n t o s d e s u v i d a p e n s a m i e n t o s d e T a g o r e ( m e c o n s t a ) y e s a h e r m o s a p a r á f r a s i s s o b r e " E l N i ñ o " , s e g ú n r e c u e r d a

t a m b i é n R a f a e l A l b e r t o A r r i e t a ( e n R e v . Ibe r . , n ú m e r o s 41-42 , p á g . 8 7 ) . A s i m i s m o , c u a n d o d i r i g i ó e n M é x i c o l a C o l e c c i ó n d e C l á s i c o s U n i v e r -sa les , i n c l u y ó u n v o l u m e n d e O b r a s d e T a g o r e .

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